La firmeza de un padre ayudóa boxeador convertirse en deportistaolímpico
Carlos Balderas, miembro del equipo olímpico de boxeo de EE. UU. golpea un saco pesado en un gimnasio de su
cuidad, en Santa Maria, Calif., el 19 de mayo de 2016. Photo: Brian van der Brug/Los Angeles Times/TNS
SANTA MARÍA, CA — El boxeador danza por el cuadrilátero vacío, moviéndose a un ritmo
que solo él puede escuchar. Sus puños zumban con una gracia que los años de trabajo
arduo han afinado.
Todas esas veces que de niño se levantaba temprano, corriendo por las calles frías
mientras sus compañeros de clase lo veían al pasar desde el autobús escolar, lo hicieron
rápido. Todas esas veces que caminaba por el pueblo fatigosamente, llevando a cuestas
un talego repleto de equipo, lo hicieron fuerte.
Carlos Balderas recuerda desear saltarse las sesiones de ejercicios. "De niño, tenía
amigos y siempre salían por ahí", dice Carlos. "Mi papá me obligaba a ir al gimnasio."
By David Wharton, the Los Angeles Times, adaptado por la redacción de Newsela on
08.03.16
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Su padre lo observa desde afuera del cuadrilátero y recuerda cómo de ser un niño
delgado se convirtió en un fuerte boxeador de peso ligero de 19 años de edad que
competirá en las Olimpiadas de Verano en Río de Janeiro el próximo mes. Zenón Balderas
insiste en que hizo falta una mano dura para sacar lo mejor de Carlos. Aun así, hay duda
en su voz.
"¿Habré sido demasiado estricto?" se pregunta. "A veces me siento mal."
Este almacén reformado resuena con los murmullos de los jóvenes púgiles que saltan la
cuica y golpean sacos pesados. Carlos, cuyos brazos brillan con el sudor, tiene el
cuadrilátero para el solo. Las lágrimas brotan de los ojos de su padre.
Zenón dice que fue exigente con su hijo por una razón. Habla sobre una familia que llegó
desde México a trabajar en los campos de fresa del sur de California. Habla de sobrevivir.
El abuelo no habla inglés; sonríe y saluda con la mano a los visitantes que han ido a su
casa en las afueras del pueblo.
David Balderas, con la espalda encorvada a los 88 años de edad, el cabello blanqueado,
finalmente dejó de trabajar en los campos hace unos años por insistencia de su familia.
La promesa de un salario estable lo llevó al norte desde Oaxaca en la década del 1950.
Se asentó permanentemente en la década del 1980, y ahorró para llevar a su esposa y
sus ocho hijos al otro lado de la frontera. Cuando los niños llegaron a Santa María,
Balderas no los matriculó en la escuela pública. Señaló a una familia que estaba cerca. Si
van a la escuela, explicó, van a acabar siendo cholos como ellos.
Su segundo hijo más pequeño, también llamado David, dice: "No sabía lo que eran
cholos. Pensaba que eran niños que estudiaban juntos."
Los hermanos Balderas ayudaron en los campos durante un año, desarrollaron ética
laboral y recibieron permisos de residencia y trabajo a través de una ley de reforma
migratoria de 1986. No fue hasta entonces que les fue permitido asistir a clases.
Margarito actualmente trabaja en una bodega y Faustina es ama de casa. Norma se hizo
abogada, mientras que Emiliano se hizo cargo de una iglesia local como pastor.
David hijo pasó dificultades en la escuela, pero obtuvo calificaciones lo suficientemente
buenas como para ir a la Universidad de California en Santa Bárbara, donde estudió
matemáticas. Actualmente es maestro de álgebra en la escuela secundaria de Santa
María.
Al ser el hijo menor de la familia, Zenón lo pasó muy mal, de niño se metía en peleas y se
casó a temprana edad. Tenía 16 años cuando nació su primer hijo, José. Carlos nació el
año siguiente.
Su esposa se marchó con los niños cuando eran pequeños. Carlos recuerda que a
menudo los dejaban con familiares.
"Estábamos en Los Ángeles", dice, "de casa en casa."
El hogar de los Balderas estaba atestado de unos doce cuerpos apretujados en dos
cuartos. Aun así, Emiliano manejó hasta la ciudad, encontró a sus sobrinos y los llevó de
vuelta.
"Todos dormían en el piso", dice Carlos. "Cada uno sobre una manta."
De nuevo junto a sus hijos, Zenón intentó ser un buen padre, pero no fue fácil. José y
Carlos causaban problemas en la escuela, saltando de los asientos y peleando
constantemente. Su papá y su abuelo los castigaban.
"Llegó el momento en que me pegaban antes de ir la escuela", dice Carlos. "Decían, 'te
estoy pegando porque sé que te vas a meter en problemas hoy otra vez'".
Su abuelo lo llevó a los campos para que probara el trabajo manual. Carlos, aún en
escuela primaria, tenía que llevar cajas pesadas a una camioneta donde el jefe perforaba
su tarjeta.
Esta lección dura no funcionó. Como Carlos y José seguían peleando, "siempre fuimos tan
inquietos", dice José, la familia probó algo diferente: el boxeo.
El dueño de un gimnasio local observó a los hermanos, que tenían 7 y 8 años de edad, y
les dijo que regresaran en unos años. Pero notaron a otro niño de su misma edad
practicando.
"Ese es mi nieto", Zenón recuerda que dijo el dueño. "Lleva más de un año entrenando."
Zenón le propuso un trato: si Carlos vencía a su nieto en un combate, sus hijos se podían
quedar. José recuerda, "Mi hermano le dio una paliza. Lo hizo llorar".
En picnics, fiestas de cumpleaños, barbacoas después de ir a la iglesia, parecía que
dondequiera que la familia Balderas se reunía, alguien sacaba los guantes.
"Nos encantaba boxear", dice Zenón. "Aunque regresáramos cansados del campo".
Sabían que era un deporte peligroso, que los niños podían salir lastimados del
cuadrilátero, pero Zenón estaba convencido de que beneficiaría a sus hijos. Por eso los
hacíamos entrenar todos los días. Por eso les pegaba cuando faltaban a los
entrenamientos.
"Me dije a mí mismo que tenía que hacer algo", dice Zenón. "No quería que ellos fueran
como yo cuando era joven".
Sin alguien que los llevara en auto y sin dinero para el autobús, los hermanos cargaban
con las talegas de lona una milla en cada dirección, enrollándose la correa sobre un
hombro, luego sobre el otro y finalmente por la cabeza.
La familia finalmente dejó el gimnasio por una discusión. Zenón quería que los niños
pelearan todos los meses, pero el dueño los consideró muy jóvenes para tanta acción.
Zenón se las arregló para conseguir la llave de un gimnasio a 30 millas al sur, en Lompoc.
Durante los próximos cuatro años, los entrenaba todas las noches. Cuando la distancia se
hizo pesada, él y su hermano David juntaron dinero para rentar el almacén, abrieron su
propio gimnasio e invitaron a otros chicos.
"Mira en Santa María, lo único que vez son campos de fresas y tiendas pequeñas", dice
David. "Si no estudias, si te sigues metiendo en problemas, acabas trabajando en los
campos o en una de esas tiendas. O acabas en una pandilla".
Si a Carlos a veces le enfurecía el entrenamiento, no había duda sobre su amor por el
deporte. Empezó a cargar con los guantes, desafiando a sus compañeros de clase y a
chicos del vecindario.
"Poco a poco", dice Carlos, "ya no querían entrenarse conmigo".
Los videos caseros muestran a un niño de 7 años desprevenido en el cuadrilátero, con
unos shorts demasiado grandes que lo hacían ver enclenque mientras intercambiaba
golpes con un oponente.
"Nuestros estilos no eran muy buenos", dice Carlos.
Al principio se dejaba llevar por la rapidez y la energía, hasta que comenzó a aprender los
matices del juego. Poco después de lograr reunir los requisitos para las competencias
oficiales a los 8 años de edad, ganó su primer campeonato, derrotando a su hermano en
la final, y comenzó a pelear por toda la costa.
“Estaba nervioso", dice. "Mucha gente no logra salir de Santa María".
El dinero fue un reto, el abuelo una vez tuvo que empeñar un reloj para poder llevar algo
de comer, pero la familia encontraba la forma de llevar a los hermanos a las
competencias.
Carlos viajó a los 15 años a Alabama para los campeonatos nacionales del Junior
Olympic. Una medalla de oro en los campeonatos PAL en Ohio al año siguiente lo impulsó
a mayores victorias y a un espacio en los equipos de EE.UU. que competían a nivel
internacional.
"Carlos era uno de esos chicos que siempre llegaba a las finales, siempre peleando con
oponentes fuertes", dice Kay Koroma, un entrenador residente de la federación deportiva
USA Boxing. "Sabías que este joven iba a ser alguien importante".
En un video de un combate reciente contra un boxeador marroquí, se ve a Carlos
moviéndose sin esfuerzo, cambiando de ángulos, lanzando un jab antes de agacharse
para fingir un golpe al cuerpo. Cuando el oponente se protege abajo, Carlos viene por
arriba con un golpe de nocaut.
"Me gusta hacer ver torpes a mis oponentes", dice.
El año pasado, ganó cuatro de cinco combates en el circuito de aficionados del World
Series of Boxing, y perdió solo cuando recibió un cabezazo accidentalmente de un
boxeador de alto nivel de Azerbaiyán.
Poco después de Acción de Gracias, USA Boxing llamó para informarle que había
acumulado los puntos suficientes para clasificar para Río, sin necesidad de ganar las
pruebas de selección. Su padre lloró.
¿Habrá sido el padre muy duro con su hijo? Carlos se encoge de hombros y dice que el
boxeo lo mantuvo en la secundaria para poder obtener su diploma. Le permitió viajar por
el mundo y, después de Río, piensa ganar buen dinero cuando se convierta en profesional
junto a su hermano.
"Cuando era más pequeño, me metía en problemas por pelear", dijo. "Ahora me
recompensan por eso".
Después de todos estos años, el padre todavía tiene dudas, pero responde la pregunta
con un pensamiento.
"A fin de cuentas, Carlos es un deportista olímpico", dice Zenón. "Así que algo bueno salió
de esto". El día después de una sesión de entrenamiento con el campeón profesional Leo
Santa Cruz, la familia reunió dinero para la gasolina para regresar a Los Ángeles,
mantuvieron la sesión de ejercicios breve.
Atando una almohadilla gruesa alrededor del abdomen y poniéndose las guanteletas de
boxeo en cada mano, Zenón se sube al ring. Susurra palabras de ánimo mientras Carlos
tira golpes, exhalando bruscamente con cada combinación. Se mueven por el ring al
unísono, de una esquina a la otra, en un vals que han bailado juntos muchas veces.
Después de 10 minutos, el hijo arrea un golpe más, y el padre retrocede silenciosamente.
Quiz
1 ¿Cuál de las siguientes oraciones del artículo demuestra que el esfuerzo de Carlos valió la
pena?
(A) El boxeador danza por el cuadrilátero vacío, moviéndose a un ritmo que
solo él puede escuchar.
(B) Todas esas veces que caminaba por el pueblo fatigosamente, llevando a
cuestas un talego repleto de equipo, lo hicieron fuerte.
(C) Zenón Balderas insiste en que hizo falta una mano dura para sacar lo mejor
de Carlos.
(D) Carlos, aún en escuela primaria, tenía que llevar cajas pesadas a una
camioneta donde el jefe perforaba su tarjeta.
2 ¿Cuál de los siguientes aspectos del artículo no está desarrollado completamente?
(A) Qué opina Carlos sobre la crianza que recibió de su padre.
(B) Qué sucedió con los hermanos de Zenón.
(C) Cómo Carlos logró clasificar para las Olimpiadas.
(D) Por qué el papá de Carlos quería que sus hijos boxearan.
3 El artículo desarrolla la idea de que la infancia de Carlos fue semejante a la de su padre de
las siguientes maneras, EXCEPTO:
(A) Indicando que tanto Carlos como su papá tuvieron que enfrentar grandes
retos cuando eran niños.
(B) Indicando que tanto Carlos como su papá se metían en peleas cuando eran
niños.
(C) Indicando que tanto Carlos como su papá fueron abandonados por sus
madres cuando eran niños.
(D) Indicando que tanto Carlos como su papá trabajaron en los campos con el
abuelo David.
4 Lea el siguiente framento del artículo.
"¿Habré sido demasiado estricto?" se pregunta. "A veces me siento
mal".
¿Cuál fragmento del artículo desarrolla el tema citado arriba?
(A) Carlos, cuyos brazos brillan con el sudor, tiene el cuadrilátero para el solo.
Las lágrimas brotan de los ojos de su padre.
(B) A fin de cuentas, Carlos es un deportista olímpico", dice Zenón. "Así que
algo bueno salió de esto".
(C) Atando una almohadilla gruesa alrededor del abdomen y poniéndose las
guanteletas de boxeo en cada mano, Zenón se sube al ring.
(D) Después de 10 minutos, el hijo arrea un golpe más y el padre retrocede
silenciosamente.