Utilizando el poder inspiracional del Noble
Camino Óctuple para crear excelencia profesional
Rumbo a la Cumbre 2
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Rumbo a la Cumbre 2
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Primera edición
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INDICE
PALABRAS INICIALES ....................................................................................... 1
CONTINUANDO EL VIAJE .................................................................................. 2
VISIÓN CORRECTA ............................................................................................ 5
PENSAMIENTO CORRECTO .............................................................................. 10
HABLAR CORRECTO ......................................................................................... 16
ACTUAR CORRECTO ......................................................................................... 21
MEDIO DE VIDA CORRECTO ............................................................................. 28
ESFUERZO CORRECTO .................................................................................... 33
CONCIENCIA CORRECTA ................................................................................. 39
MEDITACIÓN CORRECTA ................................................................................. 44
EN LA CUMBRE .................................................................................................. 49
ACERCA DEL AUTOR ........................................................................................ 52
OTRAS PUBLICACIONES DEL AUTOR ............................................................ 54
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PALABRAS INICIALES
Cuando escribí la primera parte de Rumbo a la Cumbre, la intención era compartir
una visión de desempeño profesional que tuviera como referente Las
Bienaventuranzas. El reto era considerable pues implicaba sacar del contexto
religioso que generalmente se aplica a esa historia bíblica y darle una visión de
aplicación práctica en la vida personal y profesional de cada quien.
Para lograr lo anterior se pensó un esquema que fuera fácil para acceder, ligero
para leer y personal para aplicar. El resultado fue en e-book gratuito escrito en
primera persona a manera de relato.
De la misma forma, desde un principio Rumbo a la Cumbre estuvo pensado para
en su momento conformar una serie de tres e-book, cada uno con una historia
particular en cuanto a lugares, situaciones y reflexiones, pero con el sentido
compartido de buscar a través de su historia la excelencia profesional sustentada
en la impecabilidad personal.
Aún así, la última palabra de todo este esfuerzo la tendrían los lectores.
A un año del primer libro de Rumbo a la Cumbre puede decirse que el resultado
sobrepasó las expectativas. El libro, que se encuentra en diferentes plataformas
para ser leído o descargado, ha acumulado miles de descargas en todo el mundo
y cientos de comentarios positivos de sus lectores.
Este resultado ha servido de motivación a la hora de pensar y desarrollar la
segunda parte de la obra, que al igual que con la primera, se pone en las manos
de cada lector para que sea él quien tenga la última palabra.
Sigamos con el relato, sigamos con la vida, sigamos nuestro camino Rumbo a la
Cumbre.
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CONTINUANDO EL VIAJE
¡Ahh!, no hay como la playa para descansar. Siempre me ha gustado el sonido de
las olas. Si se cierra los ojos, ese ir y venir del mar se convierte en una canción de
cuna que termina por arrullarlo a uno. Recostado aquí siento el viento en mi cara,
el sol en mi piel y ese sonido arrullador que va y viene. A veces me pongo a
pensar en esto y me asombro: durante miles de años, millones de años, el mar ha
bañado las playas de todo el mundo produciendo este sonido, pero solo una
pequeña parte de ese tiempo ha sido visto o más bien oído por nosotros, es más
en éste momento ¿qué proporción de playas tendrá gente presente? Supongo una
proporción muy pequeña comparada con la gran extensión de tierra que da al mar.
¿Hace cuánto tiempo no me tomaba un descanso? La última vez fue en ese viaje
que hice a aquella montaña. Un viaje que me enseñó mucho de mí, los demás y la
vida misma. Fue hace cinco años, ¡no, más bien fue hace seis años! Hace seis
años no me tomaba un tiempo para mí, para descansar un poco, para recobrar
energía. Es cierto que estaban los fines de semana pero igual sigue uno con
actividades no solo en la casa sino incluso a veces profesionales. A veces siento
que la vida es como un tren que uno quiere tomar pero que éste ya partió y uno
tienen que correr para alcanzarlo pero que mientras más corre el tren más rápido
va y aunque uno extienda la mano no logra alcanzar uno de donde sujetarse para
subirse.
Y ahorita que he pensado en esos seis años se me vienen a la mente eventos
importantes que han pasado en ese tiempo: el matrimonio de mi hijo el mayor, el
inicio de la carrera para mi hija y la secundaria para mi hijo menor, el nacimiento
de mi primera nieta, este último acontecido hace tres años me dio otra perspectiva
de la vida, de lo efímera que esta es, no sé si la palabra correcta sea sentirme
viejo, pero si me hizo detenerme un poco y ver lo que he vivido, lo que he
aprendido, lo que he sufrido y lo que he reído. Mi nieta me hace pensar en los
pasos que inicié cuando empecé mi andar por esta vida, lleno de energía, de
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vitalidad, de asombro, de esperanza. Veo en ella lo que fui y me enternece y me
enternezco. Quisiera decirle todo lo que he aprendido para que no cometa mis
errores, pero sé que esta vida, su vida, es un regalo que solo ella puede abrir. Y
yo estaré ahí para acompañarla y al mismo tiempo ella estará ahí para
acompañarme.
Cierro los ojos y puedo ver a través de mis párpados el resplandor del sol a mí
alrededor. Es una sensación curiosa pues generalmente con los ojos cerrados la
penumbra cae en nuestra visión, pero aquí cerrados se ve un relumbre rojo. Y ese
sonido, bien pudiera quedarme dormido, pero al mismo tiempo me gusta ver a mi
familia disfrutar de la playa y aunque ya grandes mis hijos no dejo de verlos de vez
en cuando como cuando eran pequeños y cuidaba no se metieran muy hondo al
mar. Creo es natural en los padres el ver siempre a los hijos como nuestros
pequeños. Tal vez por eso decidí quedarme un momento más mientras ellos
regresaron al hotel a bañarse, cambiarse y alistarse para ir a cenar. Fácil les
llevará por lo menos una hora, hora y media, tiempo que quiero tener para mí y
mis pensamientos. Sin preocupaciones y sin más que hacer que disfrutar de esta
bella tarde.
¿Dónde deje el folleto ese que me dieron en el centro comercial? ¿De qué era?
¿Dónde lo dejé? ¡Ah!, aquí está en la bolsa de mi playera. A ver, ¿cuál es el título?
“El Camino Óctuple del Buda: Guía Hacia la Iluminación” Todavía me acuerdo del
que me lo dio. De no ser por la túnica parecería de esos hippies de los 60´s. Se lo
tomé por cortesía, pero la verdad no entiendo mucho de esto.
Eso de las diferentes creencias que hay en toda la tierra siempre me han hecho
pensar, la principal pregunta que me planteo no es si existe o no una verdad
absoluta sino más bien si nosotros con nuestra limitada capacidad podemos
acceder a ella. Si la respuesta es sí, ¿todas las religiones y creencias mostrarán
una parte de esa verdad o será solo una la que muestre sea verdad mientras que
las demás estarán equivocadas?, si la respuesta es no, ¡caray!, pues el escenario
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se vuelve más brumoso. Pensar en esto solamente es algo que siempre me ha
preocupado.
Pero veamos que dice este folleto. “El título de Buda describe el logro de un
hombre llamado Siddharta Gautama, quien vivió; hace 2,500 años en el norte de la
India…” bla bla bla… mmmmmhhh… ¡Ah! aquí viene eso del camino óctuple: “El
noble óctuple sendero es considerado, según el budismo, como la vía que lleva al
cese del sufrimiento. Este cese del sufrimiento se conoce como nirvana”
Pero ¿cuál es ese camino óctuple? ¡Ah! aquí está: “Los elementos del noble
camino óctuple son visión correcta, pensamiento correcto, hablar correcto, actuar
correcto, medio de vida correcto, esfuerzo correcto, consciencia correcta y
meditación correcta”
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VISIÓN CORRECTA
Que hermosa vista, siempre me ha gustado ver el mar. Al observar su horizonte
no puedo menos que comprender a la gente de épocas pasadas que creía que el
mundo era redondo y que lo que vemos a lo lejos es donde el mar termina por lo
que ir más allá de esa frontera implicaba arriesgarse a caer por el borde de
nuestro mundo. Como hemos avanzado, ahora sabemos no solo que la tierra es
redonda sino incluso la hemos fotografiado desde el espacio. No puedo menos
que asombrarme de la manera en que la ciencia nos ha explicado nuestro mundo
y nosotros mismos, pero a la vez no hemos podido resolver los grandes problemas
que nos aquejan como humanidad.
“Visión correcta. La visión correcta se refiere al entendimiento y comprensión de
las Cuatro Nobles Verdades del budismo: El sufrimiento existe, el deseo es el
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origen del sufrimiento, el sufrimiento puede extinguirse extinguiendo su causa y
para extinguir la causa del sufrimiento, debemos seguir el Noble camino óctuple”
Este párrafo del folleto que se refiere a la visión correcta me da en un punto que
siempre he pensado: el gran problema de la humanidad son los deseos y qué
difícil eliminar esto. Supongamos que uno quiere hacer bien las cosas, pero ¿y si
ese hacer bien no le garantiza seguridad, alimento, vestido, etc.? Creo que hasta
ahí llega esa buena voluntad, por eso el intento de la sociedad de crear
condiciones para que la gente de bien pueda prosperar.
Me imagino en el pasado, es más: en el presente, cuando analizo las guerras de
todos los tiempos veo detrás de ellas el deseo. Deseo de seguridad, deseo de
estabilidad, deseo de subsanar necesidades básicas, pero también deseo de
tener, deseo de dominar, deseo de someter. Todo eso lo podría resumir en un solo
deseo: deseo de controlar. Todas las guerras surgen por querer controlar y que
ese control me haga dueño y señor de las circunstancias y poder así tener todo lo
demás cuando quiera y de la forma que quiera. No puedo menos que ver en toda
esa argumentación el yo en el centro de todo.
Pero para no ir tan lejos, ese mismo conflicto se da en todos nosotros. Recuerdo a
Mario, el de contabilidad, cuando el año pasado se descubrieron una serie de
malos manejos que le costaron no solo el trabajo sino demandas que aún está
enfrentando. Todos fueron muy duros con él, no lo bajaban de ladrón. Pero lo
conozco, tiene esposa e hijos. Nunca hablé con él después de que salió todo a la
luz de lo que estaba haciendo. Aún así me pongo en su lugar, ¿acaso tomaría
esos dineros para financiar algo político o desestabilizar a la sociedad? Claro que
no. Lo más seguro, poniéndome en sus zapatos, es que, aparte que se le hizo
fácil, vio la oportunidad de tener más para sí mismo y los suyos.
Me lo imagino pensando en buenas vacaciones para él y su familia, o en una
educación de excelente calidad para sus hijos o simplemente en una vejez
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tranquila. El deseo era natural, pero los medios para obtenerlo eran los
incorrectos, a esto podríamos decir, supongo yo, que se refiere eso de la visión
correcta, al menos en su aplicación práctica.
Ahora con mi nieta tengo una perspectiva más amplia de la vida. He tratado de
vivir la vida de tal forma que no tenga que avergonzarme delante de los demás ni
delante de mí. Ahora con mi nieta, como en su momento con mis hijos, puedo
mostrarme como alguien que ha luchado por lo que tiene, que tal vez hubiera
querido tener más, pero que agradece por lo que ha obtenido. Eso de la visión
correcta me gusta como pensar en darle una prioridad correcta a lo que uno tiene
en la vida. Es cierto que en muchas ocasiones he tenido la oportunidad de sacar
algún provecho más allá de lo que me correspondía, como el caso de Mario, pero
viendo la zozobra que ahorita él vive, y no solo él sino también su familia, veo que
lo que tengo me es más valioso.
No sé por qué pero esto me recuerda cuando niño, tal vez la presencia de mi nieta
en mi vida me recuerde como era yo cuando comencé este caminar por la vida,
peor hablando de la visión correcta me recuerdo creo de cinco o seis años, me
había comido unas galletas que mi mamá había comprado. Igual me las iban a
dar, no todas, poco a poco y siempre después que comiera. Pero las encontré y se
me hizo fácil comerlas. Recuerdo que estaba yo muy satisfecho por haber
conseguido mi deseo: comerme las galletas, de repente veo a mi mamá parada en
la puerta con el paquete vacío que creía haber escondido en el fondo del bote de
la basura. No me dijo nada pero me recuerdo disculpándome con ella y ella
abrazándome pero eso sí: imponiéndome un castigo. ¿Acaso no me era más
importante el amor y la confianza de mi madre que un paquete de galletas?
A partir de ese momento vi lo grandioso y lo valioso que es que los padres crean
en uno. De ahí en adelante seguí teniendo impulsos, deseos, por cosas que
quería en ese momento para mí (regalos, juguetes, etc.), pero también estaba la
contención de lo verdaderamente valioso: mis padres, por lo que si su palabra era
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no aunque el deseo primordial persistía, el valor de algo mayor lo ponía en la justa
perspectiva.
Ojalá pudiera tener menos deseos en mi vida, como ese dicho que señala que
pobre no es el que no tiene nada, sino el que ambiciona mucho. Pero mientras
llega ese momento en que los deseos hayan cesado, como dice aquí en el folleto,
trabajo en que esos deseos tengan la contraparte de lo que realmente es valioso
en la vida: la familia, la tranquilidad, el respeto. Deseos siempre tendré, pero estos
deben ser contenidos por cosas más valiosas que también deseo.
Creo que en eso de los deseos yo también los tengo, pero a diferencia de Mario
he tratado por un lado de alcanzar lo que deseo a través del trabajo y el esfuerzo,
y por otro lado de contener ese deseo cuando mi esfuerzo no era suficiente para
alcanzarlo.
Supongo que ésta podría ser una manera de extinguir ese deseo: contenerlo. Por
ejemplo, a lo mejor yo también hubiera querido vacaciones a todo lujo, pero si eso
implicaba robar o fraudar, mejor contengo ese deseo y me ajusto a lo que sí puedo
alcanzar. Sin ser conformista llega el momento en que acepto lo que la vida me da
a mi esfuerzo incluso cuando lo considere injusto.
Y eso de la contención como una forma de hacer cesar el deseo es que ahora lo
veo reflejado en mi vida: cosas que antes me molestaban, dañaban o frustraban,
ha llegad el momento en que ya no me molestan. En cierta forma me he cansado
de sufrir y he soltado. Por eso, volviendo con el tema, si no puedo pagar unas
vacaciones a todo lujo me contento con lo que sí puedo pagar, contengo el deseo
que pudiera llevarme a hacer cosas que luego me arrepentiría, y en esa
contención me canso y me desgasto hasta que sola desaparece.
Supongo que esa podría ser una forma de lo que aquí dice.
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Me gusta quedarme con esa idea del esfuerzo y el contentamiento: hacer las
cosas como si todo dependiera de uno, pero entender que en realidad son pocas
cosas las que dependen de uno.
Pero igual, según esto, se requiere ese camino óctuple. Espero saber al final de
que se trataba todo esto.
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PENSAMIENTO CORRECTO
Será mejor que me levante y camine un poco, quiero aprovechar este tiempo que
tengo para mí, además desde hace seis años que me die esa escapada a la
montaña, no había tenido tiempo de reflexionar como ahorita. Tal vez este folleto,
este pedazo de papel dado por aquel hippie, tenga mucho más que decirme que lo
que yo creía. Caminaré un poco por la playa, veré a donde me llevan mis pasos y
me llevaré este papel para seguir la idea esa del camino óctuple que no termino
de entender.
¿Por qué será que en todas las playas siempre hay vestigios de vida en forma de
conchitas? Es como si al caminar el mismo océano nos dijera “¡Eh, mira! La vida
es tan exuberante que aún cuando cesa es capaz de decorar con sus restos este
mundo”. Por ejemplo esta conchita, sus colores, la forma, me maravilla, luego
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volteo y veo en la arena varias conchitas y si extiendo mi vista supongo cuento
cientos de ellas. O esta otra, un poco más grande, de esas que uno pone en el
oído para escuchar el mar. Esta se la llevaré a mi nietecita, ¿entenderá lo del
sonido del mar en la concha? Recuerdo cuando niño al preguntar a mi papá cómo
era posible que en una concha en la tierra pudiera oírse el mar me explicaba que
como había estado mucho tiempo en el mar antes de estar en la tierra el sonido de
éste se había quedado en ella. Explicación sencilla para una vida sencilla. Ahora
que sé cómo funciona eso de la acústica en las conchas sigo prefiriendo la
explicación de mi padre.
¿Cuál era uno de los primeros puntos del camino óctuple? Vamos viendo, a ver,
¡ah!, aquí dice: Pensamiento correcto, a ver, “pensamiento es: renuncia del
camino mundano para así poder alcanzar el nirvana, dejar ir; porque nada es
constante, intención de buena fe, no-violencia hacia otros organismos”.
Eso de renuncia al camino mundano siempre me ha sonado como el hacerse
monje o algo así, quiero suponer que no se refiere propiamente a esto porque ni
modo que todo mundo se hiciera monje o religioso. “Nada es constante”, siempre
me ha gustado reflexionar sobre la historia humana. Veo las grandes civilizaciones
que en su momento existieron, persas, macedonios, griegos, romanos, imperios
de los cuales ahora solo quedan en el mejor de los casos ruinas. Pienso en la
gente no solo que vivió, sino que lucho e incluso se sacrificó o murió por esos
imperios. Pienso en sus vidas ofrendadas y me parece un desperdicio, ¿por qué?
pues porque para mí nada hay más valioso que la vida humana y su uno la
ofrenda por algo que vale menos como dinero o poder pues como que es un mal
negocio.
“Nada es constante”, en vez de deprimirme esa frase me da la ilusión del milagro
renovado. Esta espuma que trae el mar a la playa es prueba de ello, dura un
momento, tal vez unos segundos, pero no por eso se termina, todos los días a
todas horas veremos espuma en la playa, nueva, diferente. Nada es constante y
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sin embargo permanece, solo que de una manera renovada, aferrarse a que todo
permanezca tal cual es ir en contra de la misma naturaleza del mundo y de
nosotros mismos. Y curiosamente aquí cae la innovación, la inventiva, la mejora.
Claro, si pretender sacrificar la vida en ello, ya que ésta tampoco es permanente.
Esta forma de pensar me ha servido en mi trabajo para no llegar a los límites en
los que veo a muchos compañeros donde sacrifican su familia, sus amigos e
incluso su propia vida en sentido literal por sus obligaciones. Recuerdo a Antonio,
supervisor mío, siempre quería ser el mejor, ganar la distinción –y el bono que eso
implicaba, obvio- de ser el más eficiente, el con menos errores, el con mayores
rendimientos. Nos exigía y se exigía. Hasta ese día en que le vino el infarto. Lo
bueno es que lo atendieron a tiempo. Dejo al trabajo y puso su propia empresa.
Una vez lo visité y me asombró la manera como veía la vida que en mucho
coincidía con la mía.
Me habló del valor de su vida, de su familia, de cómo después del infarto se
asombraba de las cosas rutinarias que había pasado por alto como tomar café, ver
una puesta de sol o escuchar a su esposa hablar. Me comentó como es que se
había dado cuenta que por vivir “bien” en realidad se estaba matando y que detrás
de sus deseos de superación había una ambición egoísta que lo tenía prisionero.
El ser ahora su propio jefe le exigía, tal vez más que anteriormente, pero se
tomaba las cosas con calma y ponía cada evento en perspectiva. Trabajaba, eso
sí, pero también descansaba, caminaba, platicaba, disfrutaba de la vida y los
pequeños momentos que ésta le daba.
Ahora que leo esto de que “nada es constante”, en ese entonces, sin haberlo
leído, le pregunté a Antonio una cosa. Cuando me dijo que se había dado cuenta
que todo pasa en esta vida le hice ver que su familia, sus amigos, todo eso
también pasaba y que si ¿cuál era la diferencia entre eso y todo lo demás que
también era efímero? En mi interior yo tenía mi respuesta, pero quería escuchar la
suya, cuando me la dijo casi era como si me escuchara a mi mismo: “sabes, tienes
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razón, me doy cuenta que todo pasa en esta vida, tal vez mañana no tenga mi
esposa, mis padres, o mis amigos, pero si tú me pones a escoger el tiempo que
pasaré con ellos a el tiempo que pasaré luchando por lograr fama, riquezas o
poder, prefiero mil veces lo primero. Cada minuto que les dé, que me dé, será
apreciado por mí valorado, aquilatado, en el otro caso no creo nada compense el
dar mi vida a cambio”.
Curiosamente no era una persona mediocre, al contrario, se exigía siempre la
excelencia en lo que hacía. Yo esperaría que alguien que no le diera importancia a
las “cosas mundanas”, o al menos no tanta como muchos otros, tendría un
desempeño profesional por debajo de la media. Cuando le hice ver esto me dio
una respuesta que todavía para mí es de las más valiosas que he recibido: “Al
contrario, trato de dar lo máximo en todo lo que hago, ¿sabes por qué? porque lo
que recibo supera con mucho lo que aporto, ¿cuánto vale el poder ver, poder
andar, poder hablar?, ¿cuánto vale el vivir cada día?, todo lo que implica eso es
inmensamente superior a mi trabajo, sea el que sea, así que me siento
comprometido a corresponder con excelencia profesional lo mucho que recibo de
la vida”.
Generalmente veo en la gente desidiosa una actitud de que merecen todo en la
vida dando poco o nada a cambio. En el caso de Antonio me enseñaba que
estamos en deuda con la vida misma y que la excelencia que le imprimamos a lo
que hagamos es nuestro intento por corresponder un poco por lo mucho recibido.
Por estar en mis pensamientos no sentí cuando la marea me hundió un poco en la
arena. El día soleado entibia un poco el agua y cada ola trae un poco más de
arena y se lleva otro tanto. Me gusta como brilla la arena, desde chico me gustaba
pensar en que esos pequeños brillos que veo eran minúsculos granos de oro. Así
se lo hice saber una vez a mi nieta y me enterneció mucho cuando al rato vivo con
una de sus cubetitas de plástico con la que junta arena, llena hasta el tope,
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“abuelito, ¡mira cuando oro, ya no tendrás que trabajar!”. La abracé y le di las
gracias. Recuerdo como se fue satisfecha y siguió jugando.
“Intención de buena fe”, dice esta parte del Pensamiento Correcto. Así como la de
mi nieta cuando me dio la arena “llena de oro” para que yo ya no tuviera que
trabajar. No era oro, pero su intención de buena fe me hizo ver ese cubo de arena
como algo valiosísimo. ¿Cuándo uno deja de tener esa buena fe basada en la
inocencia? “Ya me han pasado muchas malas experiencias con las personas,
ahora desconfío de todos” ¿cuántas veces no he escuchado esa frase? Cuando la
oigo no puedo menos que pensar que esas personas han dejado que esas “malas
experiencias” le quiten algo tan valioso como su inocencia y su buena fe.
“Intención de buena fe”, intentar todo buscando siempre el bien, no solo bien
personal sino ese bien trascendental, ese bien que nos hace sentir que formamos
parte de los demás y los demás partes de nosotros y que colaboramos siquiera un
poco con el universo, el destino, por hacer de este un lugar mejor. Me imagino lo
pesado que ha de ser vivir para esas personas que van por la vida no solo
desconfiando de los demás sino actuando siempre buscando su propio y exclusivo
bien. Mi esfuerzo en el trabajo por hacer bien las cosas, por hacerlas de manera
excelente, es esa manera de actuar de buena fe: hago lo mejor que puedo aquello
que debo de hacer pues es mi manera de colaborar en pos de la excelencia y la
superación”.
“No-violencia hacia otros organismos”. Si no hubiera leído esto de la no-violencia
hacia otros organismos igual no hubiera pisado a este cangrejito. Aquí lo veo con
sus tenacitas hacia arriba, como si quisiera imponérseme. Su tamaño ha de ser
más pequeño que la uña de mi dedo meñique, aún así me desafía. Si lo veo de
cerca puedo ver su boca moviéndose nerviosamente, pareciera que molesto por
invadir su espacio me estuviera gritando algo que yo no alcanzara a escuchar. Si
quisiera con un manazo le demostraría quien manda aquí, ¿pero realmente yo
mando aquí? No controlo mi respiración, ni mis latidos, ni cientos o tal vez miles
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de procesos biológicos de mi organismo, algo lo hace por mí, ¿y así me creeré
que yo mando aquí? No mando para nada, algo más lo hace por mí, y lo hace
para permitirme una vida que cada día más me maravilla. Si ese algo hace miles
de cosas -¿o serán millones?- para que yo esté aquí, ¿tendré algún derecho a dar
ese manazo para decidir sobre la vida de este cangrejito? No lo creo.
Acerco mi dedo para tocarlo y me responde queriendo agarrarlo con su tenacita.
Ni siquiera abarca mi dedo. Aún así lo intenta. ¿Yo seré también un cangrejito de
la vida que extiendo mi tenacita queriendo asir lo infinito e inconmensurable y a
veces incluso retándolo? Veo como se va y se mete en un pequeño agujero en la
arena. Tal vez nunca más lo vuela a ver, todo es efímero, pero este pequeño
instante se volverá eterno en mi vida.
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HABLAR CORRECTO
Como que el hecho de caminar por la arena siempre le abre a uno el apetito, y no
se por qué pero el mar siempre ma trae recuerdos de mi infancia en los que
siempre la comida tradicional de nuestros viajes en familia eran los sandwiches de
atún. Ya cuando crecí con mis amigos íbamos a hacer carnes asadas e incluso
mariscos. Recuerdo una ocasión que incluso se llevaron todos los ingredientes
para hacer paella. Riquísima. Creo que no he comido de nuevo paella como en
aquella ocasión.
Pensando bien el asunto, como que todo recuerdo de comida del pasado,
mientras más pequeño uno sabía de lo más exquisito. Recuerdo los días en casa
de mis abuelos, gente humilde pero trabajadora. En ocasiones era un simple plato
de frijoles con pan o tortilla y hasta la fecha no hay sazón que los iguale.
Dicen los que saben que pasan dos cosas en eso de los recuerdos de sabores y
olores: una es que en la infancia nuestros sentidos están recién estrenados,
podríamos decir, por lo que cualquier sensación en ese sentido se fija de manera
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profunda en nuestra conciencia, y segundo, conforme crecemos –no me gusta
decir envejecemos, mejor crecemos- los sentidos se van haciendo más duros en
cuanto a la percepción. Igual puede ser así, pero el recuredo de los olores –por
ejemplo el de tierra mojada después de una lluvia- y sabores de mi infancia es
algo que pesa en mí al momento de evaluar otras comidas.
Y a propósito de comidas, conociendo mi familia apenas el primero de ellos ha de
haber desocupado el baño por lo que todavía tengo algo de tiempo, pero como no
puedo estar aquí pasando hambre me comeré esta barra de granola. Siempre
traigo conmigo una barra de granola, sobre todo cuando siento es bajón
energetico en el día que requiere de calorías adicionales.
Viendo la barra recuerdo hace seis años, en ese viaje que hice a la montaña, el
pedazo de barra de granola que deje, era una ofrenda y al mismo tiempo un
compartir. Me fui sabiendo que algún animal la comería, pero en mi mente cuando
la recuerdo sigue exactamente en el mismo lugar que la dejé. Que maravilla: sigo
trayendo a la realidad un evento que ya no existe, la barra hace mucho que pasó a
mejor vida, y aún la recuerdo tal como la dejé en ese momento.
Es maravilloso como funciona la mente y como en nuestra conciencia pueden
convivir simultáneamente pasados, presentes y futuros.
“Hablar correcto”, continúa aquí lo del óctuple camino, supongo se ha de referir a
no decir mentiras ni proferir insultos, veamos: “es la forma en que los budistas
hacen el mejor uso de su hablar o lenguaje, este aspecto del Noble Camino es
explicado de la siguiente forma: abstenerse de mentir, abstenerse del hablar
calumnioso, difamador, abstenerse del hablar irrespetuoso, abstenerse del hablar
frívolo”. Ahí está, ya lo decía yo, aquí no andaba tan errado.
Esto del hablar correcto yo creo que fue una de las primeras lecciones en mi vida,
Recuerdo la primer mentira que eché y la reprimenda de mis padres, amorosa,
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pero firme. En ese entonces no entendía bien eso de mentir –“las mentiras ponen
triste el Niño Jesús”, me decía mi mamá- pero ahora con el tiempo me he dado
cuenta del valor de la verdad y, como todo lo que es valioso, lo difícil que es para
realizarse.
¿Cuántas veces, sin mentir abiertamente, he dicho algo de una forma cuando era
de otra? Lo curioso es que aunque la pequeña mentira salga bien, yo por dentro
quedo mal. A veces me da la impresión de estar involucionando, es decir,
regresando a mi primera infancia pues se me está haciendo cada vez más difícil
mentir. Me he dado cuenta del daño personal, familiar y social que acarrea la
mentira. Lo mismo y con más razón de la calumnia o la difamación que aquí se
dice.
Ahora bien, también entiendo que una cosa es decir algo quesea mentira o caiga
incluso en la calumnia o la difamación, y otra muy distinta cuando uno dice y
defiende la verdad aunque ésta incomode a otros.
Recuerdo en aquella ocasión cuando en el trabajo se nos pidió que firmáramos
unas listas, ya no recuerdo para qué eran. Creo que para demostrar ante ciertas
autoridades que se habían hecho unas juntas que se requerían. No las quise
firmar y pasé uno de los peores momentos laborales. La zozobra de que te
señalaran era cada día más pesada. Creo que la administración adujo que yo no
había ido a trabajar ese día o algo así, el caso es que presentaron esas listas sin
mi firma.
También recuerdo aquella campaña publicitaria cuando se nos presentó el
resultado de las asesorías en mercadotecnia. La manera exagerada en que se
hablaba de nuestro producto y la forma en que el discurso (ni que decir de las
letras chiquitas) confundían o de plano engañaba a la gente. Recuerdo que
comenté esto y a regañadientes se hicieron ciertas modificaciones. Después nos
enteramos de unas multas que habían aplicado a la competencia por publicidad
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engañosa, cuando se nos dijo eso sabía yo que todos pensaban que de no haber
corregido la publicidad inicial tal vez ahora estaríamos nosotros también con
problemas legales.
La cuestión de la confianza, básica en las relaciones personales se vuelve
decisiva en las cuestiones profesionales. Sea uno que trabaje en una empresa, el
gobierno, una institución o asociación, la confianza personal y la confianza de la
entidad son dos aspectos de valor trascendente.
Yo lo llamo valor trascendente cuando los efectos del bien o mal actuar persisten
en el tiempo incluso cuando lo que lo ocasionó ya ha cesado. Conozco personas
aquí en mi empresa e incluso en otras que se les reconoce su valor a la hora de
hablar, a la hora de establecer compromisos; de la misma forma hay otros que,
como dicen lo que los conocen, “no hay que creerles ni el padrenuestro”. De la
misma forma mi empresa se ha forjado una imagen que genera confianza en los
clientes como para echar todo eso por la borda solo por un beneficio momentáneo.
Porque finalmente el mentir, calumniar, difamar, solo da un beneficio
momentáneo, en el caso de la campaña publicitaria eran unos cuantos pesos más
en las ventas, pero ¿a cambio de qué? ¿de qué el cliente nos perdiera la
confianza y eso redituara en el tiempo en una baja en esas misma ventas? Como
que era un mal negocio. Así lo hice ver en su momento y creo que el hablar el
mismo lenguaje de los negocios hizo entendieran que no valía perder la confianza
de nuestros clientes por unos pesos más.
Recuerdo aquella vez que mi nieta me echó su primer mentira. Me dolió en el alma
porque me vi varios años en el pasado reflejado en ese momento en que eché mi
primer mentira a mis padres y porque me dpi cuenta que mi nieta estaba creciendo
y que tenía que conocer lo bueno y lo malo de la vida a través de la experiencia
que yo no podía transmitirle. Recuerdo como me le quedé viendo mientras ella se
movía nerviosamente. No sabía que decirle, ¿sermonearla, argumentarle?
Finalmente hice lo que tal vez muchos antes que yo han hecho con sus seres
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queridos. Me senté, la puse en mis piernas y le dije recordando la voz de mi madre
“las mentiras ponen triste al Niño Jesús”. Me abrazó llorando y la abracé, sentí que
en ese momento abrazaba a ese niño que dejé de ser y que al mismo tiempo la
abrazaba con un “suerte, mi pequeña niña, suerte en este camino que inicias, te
estaré esperando del otro lado de la orilla”.
Ah, como se me han revuelto los sentimientos con esta frase. Como me ha llevado
a ver el mundo y verme en mi vida, y como supongo a todos nos pasa a cierta
edad, si de nuevo pudiera empezar.
Veo el sol como empieza a caer sobre el mar. ¿Sobre cuántos miles de millones
de personas a lo largo de la historia habrá pasado mientras éstas tenían un
pensamiento y un sentimiento similar al mío? Es asombroso. Todos pasamos por
lo mismo, una y otra vez, pero a todos nos parece asombrosamente único e
irrepetible.
Último pedazo de la barra de granola. De nuevo recuerdo aquel pedazo que dejé
hace años en ese viaje. Algo en mi interior me impele a descansar una rodilla en la
arena y dejar este otro pedazo. En este momento esos dos momentos de tiempos
diferentes se tocan. Agradezco, bendigo, pido perdón, me incorporo y sin voltear
atrás lo dejo. Ya llegará algún animalito que se lo coma, ¿un cangrejito como el
que vi?, ¿una gaviota?, eso es lo de menos, lo importante es que al igual que el
otro momento, en mi mente siempre persistirá la imagen –y el momento- de cómo
dejé se pedazo de granola sobre la arena. Sigo mi andar.
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ACTUAR CORRECTO
Veo unas palmas a lo lejos. Siempre me ha llamado la atención como es que
puede haber plantas que crezcan en un ambiente como el de la playa: arena, sal,
sol. Lo que puede ser bueno para tomar unas vacaciones pareciera no serlo para
que crezcan unas plantas, sobre todo cuando uno piensa en que una planta
requiere al menos tierra fértil y agua no salada. Extrapolando este ejemplo me
llama la atención esas personas que identifican las condiciones ideales para que
una persona desarrolle su potencial, pero veo en la historia de la humanidad
grandes ejemplos en las vidas de muchas personas que para nada han tenido
todo a su favor para alcanzar sus metas.
Tal vez son –o somos, me gustaría pensar- como estas palmeras, que tienen en sí
mismos un enorme potencial y un impensable aguante y son las condiciones
adversas precisamente las que permiten que ese potencial llegue a los extremos
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que en muchas ocasiones nos sorprenden. Pero igual pienso en que la mayoría de
nosotros no nos gusta l arena, el sol y la sal que son los problemas de la vida,
seguro estoy que ninguno de nosotros buscaría muchos de los problemas o
adversidades que enfrenta en la vida, pero convencido estoy –al menos así me ha
pasado- que una vez que se ha salido del trance que implica una prueba uno
puede identificar e identificarse mejor que antes del evento: más sabio, más fuerte,
más humilde.
Tal vez al igual que esas palmeras, quienes han enfrentado las pruebas sean
capaces del milagro de transformar los elementos que tienen en contra –arena,
sol, sal- en frutos que como los cocos son reconocidos, apreciados, valorados,
después de todo no se tiene tanto mérito en los logros cuando se tiene todo a
favor que como cuando se consiguen a pesar de tener todo en contra.
¿Dónde me quedé en el folleto?... ¡Ah!... aquí voy: Hablar correcto, mmmmmh, “es
la forma en que los budistas hacen el mejor uso de su hablar o lenguaje, este
aspecto del Noble Camino…” un momento… ¡esto ya lo había leído!... es lo que
acabo de leer. Actuar correcto, ¡aquí es donde voy! A ver, ¿qué dice? "Actuar
correcto trata con la manera apropiada en que budistas deberían actuar en su
vida diaria y se identifica con abstenerse de tomar la vida, abstenerse de tomar lo
que no es de él, abstenerse de conductas sensuales inapropiadas”.
Estas expresiones me recuerdan un poco los diez mandamientos en esa parte de
no mataras, no robarás, no cometerás actos impuros. Esto es algo que siempre
me ha llamado la atención ya que e pesar de las diferencias temporales,
geográficas e incluso culturales, las diferentes civilizaciones del mundo han
incorporado en sus creencias ideas muy similares, como éstas que vienen aquí.
Cuando leo algo así, en vez de pensar en prohibiciones o restricciones, me gusta
pensar, de hecho así lo siento, en la enorme responsabilidad que compartimos por
nuestro carácter único de seres humanos, no somos ángeles ni somos animales,
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somos algo que está más allá de ambos. Como humanos, a diferencia de los
animales, podemos soñar, crear, decidir, cuestionar, rebelar, aceptar, un animal
solo puede actuar, su instinto lo condiciona, en nuestro caso nuestro instinto solo
es una parte de la enorme gama de facetas que como humanos presentamos.
Tampoco somos ángeles, a diferencia de éstos podemos equivocarnos, sufrir,
llorar, pecar, de la misma forma eso que podría considerarse negativo nos faculta
para la humildad, la comprensión y el perdón.
Tal vez por eso la constante insatisfacción que experimentamos, me pareciera que
somos algo tan grande y maravilloso contenido en algo tan pequeño e innoble.
Como alguien una vez lo expresó, igual que vasijas de barro cargando en su
interior joyas y diamantes. Todo esto me trae la idea de la enorme responsabilidad
que compartimos: se nos ha dado mucho, un potencial que excede a los animales
y que supera al de los ángeles, luego entonces ¿puede esperarse menos de
nosotros? No matar, no robar, no cometer actos impuros, más bien es lo mínimo
que se espera de un ser como nosotros: que sea un ejemplo universal.
Vuelvo a recordar a Mario, el de Contabilidad. No robarás. Veo ese mandato más
que como algo limitativo, como algo que lo faculta para una libertad mayor. Ahora
Mario, embroncado como anda, dudo mucho pueda sentirse libre. Pero si hubiera
acatado esa prohibición tendría ahora una libertad de ser y de vivir.
Siempre he tratado de inculcar esto, primero en mis hijos, luego en mi nieta.
Recuerdo esa vez que la lleve de compras. Unas cuantas cosas se ocupaban, de
hecho ni siquiera era urgente su adquisición, pero me gusta salir con ella.
Recuerdo que tomo uno de esos jugos y me dijo que si se lo podía tomar. Yo le
dije que sí y seguimos con nuestras compras. Cuando terminó lo puso en uno de
los estantes. Yo me detuve y sin decir nada, pero asegurándome me viera, tome el
envase vacío y lo puse en el carrito. “¿Por qué haces eso, abue?”-me preguntó.
“Pues para pagarlo” –le dije; “pero si ya no tiene nada” –me respondió; “igual hay
que pagarlo”- le dije; “¿por qué, abue? si lo dejas ahí nadie se dará cuenta” –me
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argumentó; “te equivocas –le contesté- tú y yo nos daríamos cuenta”. Ya no me
dijo más. Seguimos las compras. No sé si mi intento de darle una lección moral
haya resultado. A veces pienso, en el caso de mis hijos y ahora de mi nieta, que
mucho de lo que uno les dice y los ejemplos que les da quedan en su interior
como semillas que tarde o temprano germinarán. Igual los malos ejemplos que
pudo uno haberles dado. Solo me queda confiar, como cuando se revuelven las
semillas buenas con las malas, que las primeras sean mayores en cantidad para
que compensen con creces los errores que uno puede haber cometido.
Ese es un gran problema que muchos tenemos, yo también: el pensar que si nadie
nos ve en realidad no importa. Pero hay alguien que ve todo lo hacemos, decimos,
pensamos, sentimos y ese alguien somos nosotros mismos. ¿Acaso somos
menos importantes que los demás? Porque ese razonamiento pareciera decir eso:
“si los demás me ven hacer algo malo entonces sí es malo, pero si yo lo veo, pues
no lo es tanto”.
Uno es la persona que siempre estará con uno mismo. Tal vez suene una verdad
de Perogrullo, pero si se piensa así es. Lo que uno haga, bueno o malo, siempre
estará ahí, en nuestra mente, en nuestro corazón, reconociéndonos nuestro
carácter o señalándonos nuestra debilidad. Pero de la misma forma ese reconocer
o ese señalar no quiere decir que estamos condenados a nunca mejorar. Para
nada.
Recuerdo en una ocasión un taller que nos dieron en el trabajo. Fue en la tarde,
después de la comida. Lo primero que hizo el instructor al llegar fue mandar a uno
de nosotros a que se asomara afuera y luego regresara y escribiera en un rotafolio
todas las características que describieran el día. El que salió regreso y escribió
que era una tarde soleada, despejada, con algunas nubes, tranquila, etc. etc. etc.
El resto de la tarde nos la pasamos con dinámicas sobre cuestiones de trabajo de
equipo, desde el momento en que se hacen los planes, hasta la evaluación de los
mismos pasando por la obvia operativización. Recuerdo que ya para despedirnos
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le pidió a otra persona que se asomara afuera. Cuando regresó le pidió
comenzara diciendo “afuera está…” y continuara leyendo el rotafolio que hacía
horas se había escrito. Mientras lo leía todos veíamos que no tenía sentido pues
ya pasaban de las siete de la tarde, hora que para entonces el sol se ha ocultado
por lo que lo que leía no era así en esa tarde noche. Al terminar le preguntó a la
persona que lo había leído que si como se había sentido al darnos ese resumen
de cómo estaba el día, el otro le contestó que raro pues él había visto la tarde la
cual era muy diferente de cómo se había escrito horas atrás. Al preguntarle el
instructor el por qué creía que la tarde era tan diferente a lo que estaba escrito en
ese rotafolio, el compañero le respondió que pues porque el día había cambiado.
El instructor sentó al compañero con el resto de nosotros y nos dijo algo que
todavía aplico en mi vida, no solo laboral sino también personal: “lo más difícil de
trabajar en equipo es que trabajamos con personas, personas que conocemos y
de las cuales tenemos ya una imagen y personas que vamos conociendo y de las
cuales vamos teniendo una imagen, pero al igual que el rotafolio y el verdadero
día, las personas van cambiando mientras que nuestra imagen de ellas
permanece, así que cuando interactuamos con ellas en realidad no estamos
interactuando con ellas sino con la imagen que de ellas tenemos”.
Después vinieron una serie de comentarios sobre el trabajo en equipo, pero
curiosamente a esa reflexión le saqué más provecho en mi vida personal. Saliendo
de ahí comencé a recordar gente que tenía catalogada de cierta forma: floja,
vengativa, cobarde, no digna de confianza, etc. y me di cuenta cómo es que, al
igual que el rotafolio de la dinámica, mi mente se había quedado estática en la
descripción de los demás. De la misma forma caía en cuenta en lo injusto que era
esto pues seguía juzgando a una persona con parámetros que tal vez ya no eran
válidos. A partir de ahí trato –porque aún me cuesta- de ver lo que cada quien es
sin prejuiciar lo que creo es incluso aunque ya tenga tiempo de conocer a esa
persona.
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No matar, no robar, no cometer actos impuros. Todo eso atenta contra los demás,
pero más aún atenta contra uno mismo, pero de la misma forma que el ejercicio
del rotafolio y la tarde, uno mismo aunque haya cometido un error por grave que
éste sea, no está condenado a quedarse estático. Creo que esto es peor que el
que los demás se queden con una imagen estática de uno, y es peor porque
nosotros mismos aún viviendo nuestra propia vida, nos forzamos en muchas
ocasiones a permanecer estáticos en estilos de vida perjudiciales sin darnos
cuenta que podemos tomar el rotafolio de la vida, arrugarlo y hacerlo bola, tirarlo a
la basura y empezar escribiendo una mejor descripción de uno mismo y de los
demás.
A veces me ha pasado que me encuentro gente que no he visto en años y al
conversar con ellos me dicen “¡pero si tú eras así o asa!”, a lo que les contesto
“Así es, tienes toda la razón: era. Date la oportunidad de verme ahora como soy y
dame la oportunidad de ser ahora como soy”.
En mi trabajo aplico esa máxima y he tratado de hacerles ver a los demás que
todos merecemos la oportunidad de mejorar, lo cual implica cambiar, pero para
ello tenemos que deshacernos de la imagen que tenemos de nosotros mismos y
de los demás, de nosotros mismos para permitirnos cambiar y de los demás para
permitirnos ver cómo han cambiado. Sin ser ingenuo, claro está.
Ahora que lo pienso más, ese no matar, no robar, no cometer actos impuros
puede tener varias lecturas. Obvio que el matar se refiere de primera instancia a
tonar esa vida pero ¿y cuando no permito que mis trabajadores lleven una vida por
las exigencias del trabajo? ¿o cuándo yo mismo sacrifico mi vida en pos de logros
más allá de lo realmente valioso como mi familia o mi salud? ¿no podríamos
considerar que de la misma forma se está matando a la gente, se está tomando
una vida, para sacrificarla en el altar de la competencia desbocada? Creo que todo
debe tener un equilibrio en esta vida y que la excelencia profesional pasa
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necesariamente por la excelencia persona, sino no hay de donde asirse en
nuestro camino a la cumbre.
¿Y qué tal ese no robar? Si a uno le pagan por un trabajo y uno da menos de lo
esperado, menos esfuerzo, menos calidad, ¿no puede eso considerarse un robo?
Curiosamente la visión enfocada a la rentabilidad hace un hincapié extremos en
las utilidades vía reducción de costos o incremento de ingresos, pero ¿y si uno se
enfocara en un extra que no fuera oneroso pero que diera algo más a quien recibe
de nosotros un producto o un servicio? El buenos días, el vuelva pronto, el
agradecer y felicitar, ¡caray!, son cosas que realmente son gratis, como el respirar,
pero que nos dan vida y le dan vida a los demás, como el respirar.
Si me considero valioso, si considero valiosos a los demás, trataré de no matarles
su vida y sus ilusiones y de no robarles su tiempo y su esfuerzo. Creo que de esta
forma le estaría dando un carácter trascendente a esos mandamientos para no
hacerlos solo enfocados a la primer idea sino llevarlos a una aplicación de vida.
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MEDIO DE VIDA CORRECTO
Estando aquí en este momento recuerdo que una vez leí una de tantas cosas
curiosas de nuestro mundo. Unos científicos, tomando en cuenta el tiempo en la
historia de la tierra en que los ríos han estado vertiéndose en el mar, calcularon el
nivel de sal que debería haber en los océanos, el cual salió elevadísimo,
prácticamente hacían imposible la vida ahí y por ende en la tierra. Hasta ahí quedo
ese evento ya que los científicos no pudieron explicar esa anomalía. Pero no es la
única anomalía de nuestro mundo, está prácticamente lleno de circunstancias
raras que permiten la vida en este pedazo de roca y la conciencia en cuanto a los
seres humanos.
¿Consciencia o inconsciencia? Pensando en todas esas noticias que día a día nos
muestran como destruimos nuestro mundo, a los demás y nosotros mismos no
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puedo menos que dudar cuando escucho que somos un ser consciente. Y tal vez
sí lo seamos, lo cual todavía me preocupa más, pues en la actualidad, con la
información que hay, creo que sabemos lo que está mal y lo que está bien. Y
aunque así no fuera, en nuestro interior siempre está esa voz que nos dice por
donde sí y por donde no. Por eso digo que me preocupa más, ya que si no
supiéramos lo que ahora sabemos de nuestro mundo y nuestra vida, tal vez
pudiéramos defendernos alegando desconocimiento, pero lo que creo es que por
el contrario, nuestro nivel de responsabilidad se ha incrementado por que ahora
conocemos muchas cosas que antes no, nuestro nivel de responsabilidad y por lo
visto nuestra desidia en el actuar.
Pero también está la otra cuestión, la de nuestras necesidades. Obvio que
necesitamos comer, un lugar donde vivir, cosas para nuestra higiene y salud,
además no somos solo animales que nos conformemos con eso sino que
requerimos educación, esparcimiento, seguridad, y ahí empieza la cadena de
eventos que nos lleva a cada día querer más, desear más, exigir más.
Medio de vida correcto. Ya decía yo que aquí venía algo respecto de esto que me
llena la cabeza. El medio de vida correcto “está basado en el concepto de
inofensividad, y esencialmente declara que un budista no debería optar por oficios
o profesiones en los que, de forma directa o indirectamente, dañe otros seres
vivos o sistemas como, por ejemplo, comerciar armas letales, bebidas
intoxicantes, venenos, matar animales, comerciar con humanos (comercio de
esclavos y prostitución), corrupción, estafas, engaños, robos”.
Cuando leo cosas como estas mi mente vuela como en este momento y se
pregunta ¿habrá realmente algún oficio que no haga daño? Por ejemplo, la venta
de gasolina. Pudiera pensarse que vender gasolina para los autos es inofensivo
pero si pensamos que eso contribuye al calentamiento global las cosas cambian.
Vamos, incluso si analizamos la venta de pan dulce podemos llegar a la
conclusión de que hace daño, después de todo el harina blanca y el azúcar no nos
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ayudan en nada a nuestro organismo sino que al contrario nos afectan. Pero
bueno, ese es un pensar extremo. Cuando lo estoy analizando, si bien mi mente
me dice que el razonamiento es correcto mi corazón me dice que exagero, que no
es así y que no hay un soporte moral para lo que concluyo.
No puedo menos que recordar cuando a Jesús de Nazaret le hacían preguntas
muy legaloides y que les respondió algo así como que las leyes eran imperfectas,
tal vez haciendo alusión a que no se podía normar ad infinitum las acciones
humanas, pero que lo que completaba las leyes era el espíritu humano. O tal vez
no dijo eso, ya no recuerdo. Pero es algo que yo he concluido, por ejemplo cuando
le reclamaron por sanar a un enfermo en sábado. En la argumentación contra esa
acción estaba la rigurosidad de la ley, del otro lado el peso del actuar con amor y
benevolencia. Supongo que en el caso del modo de vida correcto aplica lo mismo:
nuestra mente, nuestro corazón y nuestra alma deben vibrar en el mismo tono que
nos indique la corrección del estilo de vida que buscamos.
Este pensamiento me lleva a la excelencia en lo que hago, tanto en mi vida
profesional como personal, ya que si deseo un modo de vida correcto siempre
trataré de hacer bien las cosas y de responder con calidad y calidez para
responder así a la responsabilidad que tengo y para ganarme el sustento
honestamente.
Una vez un compañero de un trabajo que tuve, cuando recién iniciaba mi vida
laboral, me señaló que no era necesario que yo diera un extra en lo que hacía,
total a todos nos pagarían lo mismo diéramos un extra o no. Y tenía razón. En
verdad que tenía toda la razón. Ya no me acuerdo que le dije. Supongo que
cualquier cosa. El problema es que él veía las cosas de otra forma: yo no daba
ese extra para ganar más, lo daba porque me nacía. El siempre buscaba que sus
acciones tuvieran un efecto en su vida, sobre todo en su vida monetaria.
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El mundo actual ha entrado en una dinámica donde a todos los actores
participantes se les exige cada día más: más calidad, más servicio, más rapidez,
eso es lo que el mundo exige, pero ¿qué hay con lo que nos exigimos nosotros
mismos? Cuando la gente recibe más de lo que espera se genera una reacción de
reconocimiento y de lealtad. La satisfacción con creces de las necesidades y
expectativas de quienes procuran bienes y servicios permite la réplica del éxito a
través de la misma promoción de quienes, satisfechos por lo recibido, harán con
sus allegados.
Curiosa y paradójicamente también hay un fenómeno donde las personas buscan
dar el mínimo en su esfuerzo. El pensamiento cortoplacista indica que el mínimo
esfuerzo con la máxima ganancia dará el mayor rendimiento, pero ese
pensamiento no contempla la relación en el largo plazo tanto a nivel grupal como
individual ni el desarrollo de los proyectos individuales y profesionales que se
tengan.
Si de manera personal, el servicio, desempeño e interrelación personal, social y
empresarial que uno tenga será la mejor carta de presentación que se tenga, con
mayor razón cuando el liderazgo y el emprendedurismo son las guías de nuestras
acciones. No se puede ser líder regateando, no se puede ser emprendedor
buscando el mínimo esfuerzo, entendamos que ambas acepciones por su misma
definición implican un extra en nuestras acciones, un plus adicional que permitirá a
quienes lo den el llegar a la cima.
Supongo que ese es el gran problema laboral de la actualidad: la mayoría de la
gente está en trabajos que no les llenan, no les gustan, no les satisfacen, por lo
tanto no dan ese extra sino al contrario, buscan dar siempre lo menos que sea
posible. ¿Y qué se puede hacer al respecto? No sé. Siempre he pensado que la
gente debería sentirse muy bien en su trabajo, sentirse satisfecha con lo que hace,
tener ese sentido de pertenencia en sus labores y de trascendencia en sus
acciones. También sé que hay trabajos pesados, difíciles, complicados, pero hasta
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ahorita no he encontrado un trabajo que no pudiera encontrársele algo de valor,
algo positivo, para hacer más llevadera su ejecución y más satisfactorio el cumplir
con las metas.
Este plus, este extra, necesaria y forzosamente requieren esfuerzo, constancia y
dedicación, y permitirá en el tiempo no solo conseguir las metas que nos
propongamos sino hacernos de una forma de ser y vivir a prueba de obstáculos,
dándonos algo que no tiene precio y que es carácter, después de todo solo un
trabajo honesto es productivo, solo un servicio solidario es fructífero, y solo una
calidad que exceda lo esperado es justa
Ahora que leyendo esto del modo de vida correcto, pues, hasta siento que me falta
mucho para lograrlo, pero al menos está la actitud. Poco a poco ir avanzando en
ese vivir bien haciendo las cosas bien.
¿Qué horas serán? No me traje mi reloj. ¡Ah, caray, he caminado bastante! Allá
veo el lugar donde estaba sentado. Lo que es estar ensimismado uno en sus
pensamientos, ni siquiera sentí esta caminata, pero igual creo que mejor me
regreso desde aquí para llegar a tiempo para ir a cenar todos. Además ya casi el
sol termina de bajar y no me gustaría andar caminando a oscuras por la playa.
A veces me pasa como en este momento. He tomado la decisión de regresar, pero
no dejo de preguntarme qué habría más allá si siguiera caminando, ¿algún pedazo
de madera?, ¿algún caracol? Si me regreso nunca lo sabré, si continúo
caminando, nunca terminaré de andar. Es más un juego mental que una
verdadera preocupación. Por otro lado la vida me ha enseñado que lo que tiene
que mostrarme me lo pondrá por donde camine, no necesito andar mucho pero si
tener los ojos de la mente y el corazón bien abiertos para ver todas las cosas con
las que me encontraré.
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ESFUERZO CORRECTO
¡Una botella en la playa! Acabo de pasar por aquí hace unos momentos y ahora
que vengo camino de regreso me encuentro esta botella. Parece de jugo, soda o
cerveza. Recuerdo de niño cada que veía en las películas que tiraban una botella
con un mensaje el mar me imaginaba a mí mismo encontrando esa botella. Cada
que iba a la playa caminaba buscando alguna botella con un mensaje en ella.
¿Qué mensaje pudiera ir en una botella? ¿Acaso una mensaje de auxilio de
alguien varado en una isla?, ¿acaso algún mapa del tesoro o una ruta para ir a
algún lugar secreto? Me viene a la mente que una vez de pequeño arroje una
botella al mar con un mensaje en ella, bien tapada, con un corcho para que no le
entrara agua, solo que ¡no recuerdo que decía el mensaje que puse en ella!
¿Serán cosas de la edad?
Acabo de pasar por aquí y no estaba esta botella. ¿Cuántas veces habré andado
los mismos caminos de mi vida creyendo que ya había visto todo a mi alrededor
sin poner atención a las cosas nuevas, como esta botella, que la vida cambiante
ponía de nuevo en mi andar? Ahora ya con la edad no doy por sentado nada y me
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fijo en lo nuevo que en mi camino puedo encontrar, incluso las nuevas mismas
personas que encuentro en mi andar. Así es: mismas nuevas personas. Las
personas que conozco pero que van cambiando y que como acto de justicia busco
redescubrir cada día.
Redescubrir cada día… si soy justo con los demás debo también ser justo
conmigo mismo. Si les doy a los demás esa oportunidad de verlos de manera
nueva cada día, ¿haré menos conmigo? Yo también cambio, mis gustos, mis
ideas, mis sentimientos, no son los mismos de hace un año, de hace cinco años,
de hace veinte años, pero ese cambio no se da de golpe, cada día surge una
pequeña parte de ese nuevo yo que termina por asombrarme a la vuelta de los
años cuando volteo y me comparo conmigo mismo años atrás. Redescubrir cada
día… redescubrirme cada día. ¿En qué he cambiado?, ¿qué he mejorado?, ¿qué
áreas de oportunidad (para no llamarlas defectos) he encontrado? Que fascinante
verme como un proyecto que día a día avanza hacia la excelencia.
Y a propósito de ese avanzar, por aquí en el folleto vi algo del esfuerzo… a ver…
a ver… ¡ah!, viene justo después de lo que acabo de leer sobre el medio de vida
correcto… a ver… veamos que dice del esfuerzo… mmmmhhh… “Esfuerzo
correcto. Este apartado forma parte de samādhi por lo que se entiende que el
esfuerzo es mental. Vyāyāma involucra el esfuerzo continuo, la práctica
consciente para, esencialmente, mantener la mente libre de pensamientos que
podrían perjudicar la habilidad para realizar o poner en práctica los otros
elementos del Noble Camino. Este elemento se refiere al proceso de intentar
desarraigar tales pensamientos malsanos y reemplazarlos. El esfuerzo (a veces
también llamado diligencia o energía) correcto, para un budista es considerado
involucrarse en un esfuerzo que es sano en términos del karma; esto significa, en
términos de las consecuencias que tengan esos esfuerzos. Para lograr un correcto
esfuerzo es necesario (vīria) o energía espiritual”.
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Qué curioso que esta definición de esfuerzo inicie con el aspecto mental para
luego convertirse o llegar a ser un esfuerzo físico. Digo, porque generalmente uno
asocia al esfuerzo con la cuestión física, no tanto con la cuestión menta, pero uno
la piensa bien, todo lo que hacemos surge de lo que pensamos por lo que
cuidando la fuente se cuida el resultado.
Ahorita que dije eso de que mayormente la palabra esfuerzo la relacionamos con
un esfuerzo físico antes que mental se me vino a la mente a manera de corregirme
la veces que en la escuela batallaba con las matemáticas, ¡claro que ese era un
esfuerzo mental! Todavía hasta hace poco mis ex compañeros y yo nos
jactábamos de la pérdida de tiempo en aprender tantas cosas de matemáticas
cuando nunca las íbamos a usar en la vida, bueno, a menos que uno estudiara
para ingeniero o arquitecto, pero ¿y los que no? ¿Cuándo ocuparíamos una
derivada o una integral? Y digo que hasta hace poco ese era mi pensamiento pero
ahora ha cambiado. Veo como ese esfuerzo mental que implicó comprender,
aprender y aplicar las cuestiones matemáticas me habilitó mi mente para apreciar,
valorar y entender otras cosas de la vida. Me gusta pensar eso con el símil de la
persona que levanta pesas para ejercitar su cuerpo. En ese sentido podríamos
decirle, al igual que con el aprendizaje de las matemáticas, que si cuándo piensa
en la vida real levantar pesas, claro, a menos que se dedique a eso, pero ¿y si
no? Obvio que el ejercitarse levantando pesas permite al cuerpo una condición
física y de salud que lo habilita para otras cosas en la vida. Igual el aprendizaje de
las matemáticas. Mi nieta apenas empieza su andar. Todavía cuando le pregunto
su edad me la dice mostrándome los dedos de su mano. A veces no puede subir
unos y bajar otros y se ayuda con la otra mano. Ingeniosa como todos los niños. Al
rato va a ir a la escuela y comenzará el suplicio de las matemáticas. ¿Cómo
explicarle esta lección de vida cuando yo mismo no acabo de descubrirla sino
hasta hace poco?
“…mantener la mente libre de pensamientos que podrían perjudicar…” Me vienen
a la mente los prejuicios, los odios y rencores, las malas ideas que surgen de las
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malas tendencias, y no puedo menos que pensar que todo eso se resume en un
solo mal pensamiento que es el miedo. El miedo es el que está detrás de los
prejuicios cuando por no conocer a los demás, o por conocerlos de más (según
nosotros) tomamos esa actitud de defensa ante lo que consideramos una
amenaza. El miedo está detrás de los odios y rencores, sobre cuándo si nos han
hecho algo que consideramos injusto o que nos ha lastimado y no estamos
dispuesto a que nos vuelva a pasar. El miedo está detrás de las malas tendencias,
conductas que hemos desarrollado en la vida por comodidad, conformismo o
egoísmo y que no deseamos extirpar de nuestro ser pues creemos nos
quedaríamos con lo ganado.
Siempre he concordado con esa frase que dice que ser valiente no es no tener
miedo sino actuar a pesar de tenerlo, y completándola me gusta señalar que la
única manera (al menos la mía) de actuar a pesar de tener miedo es cuando uno
tiene bien claro un propósito en su vida.
La vida está hecha de retos, retos que para superarse requieren de utilizar
recursos, recursos que como el dinero son renovables o como el tiempo no lo son,
pero que independientemente de ello requieren de estrategia para que dichos
recursos no sean desperdiciados. Las metas, más que como punto final de una
serie de acciones, en muchas ocasiones se convierte en un nuevo punto de
partida que nos permite iniciar nuevos andares en nuestra vida, en la medida que
la meta establecida sea elevada y noble, nos permitirá partir con ventaja hacia
nuevos horizontes incluso a pesar del miedo.
La meta no solo es un “qué quiero lograr” sino más bien un “por qué lo quiero
lograr”, eso es establecer un propósito, algo no solo que nos guíe sino que nos
motive. La misma palabra “propósito” hace referencia a un acto volitivo, una acción
donde tanto la mente como los sentimientos intervienen voluntaria y libremente
para conseguir un objetivo, donde hemos calculado los costos y beneficios y
donde nos sentimos lo suficientemente motivados para avanzar hacia la
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consecución de las metas, es así pues que para esto requerimos tener claridad de
ideas y fuerza de corazón.
En este sentido, tanto mente y sentimientos deben ir a la par ya que si solo le
ponemos cabeza a las cosas estaremos caminando por un terreno sumamente
árido que fácilmente terminará desgastándonos; por el contrario, si somos todo
corazón, es decir, sentimientos y motivación pero sin objetividad de pensamiento,
corremos el riesgo de llegar con mucho entusiasmo a lugares que no queríamos.
Propósito es trazar una meta sabiendo los qué y andar el camino hacia ella
sabiendo los porqué; y ambos, qué y por qué, son cobijados por las estrategias
que incluyen esfuerzos y recursos.
Los esfuerzos y recursos son esfuerzos y recursos tanto tangibles como
intangibles. Entre los tangibles están los recursos materiales y financieros y dentro
de los intangibles los de tiempo y motivación. Todos ellos se consumen como si
fuera alimento para el alma y para el cuerpo en el camino hacia nuestra meta. En
este sentido, mientras más elevada o retadora sea esta meta, mayores recursos
tangibles e intangibles requerirá, es así que al iniciar el caminar hacia una meta
debemos constantemente ver con que contamos en cuanto a recursos para
conseguir nuestro objetivo. Esto último, el saber con qué contamos, no necesaria y
forzosamente implica que deberemos tener todos los recursos que necesitaremos
para nuestro camino desde un principio, pero si al menos tener claridad en cuanto
a lo que se cuenta para iniciar ese caminar y en la manera en que durante el
andar se solventarán las necesidades de recursos que se vayan presentando.
No hay nada más satisfactorio que proponerse algo y alcanzarlo, y para ello se
requiere esa claridad intelectual y esa fuerza interior de la que hemos hablado,
todo ello nos permitirá eficientar nuestro andar ya que establecer un propósito le
da sentido a nuestras acciones y permite focalizar nuestros esfuerzos y recursos y
cuando tenemos ese sentido en nuestras acciones y podemos focalizarnos, el
miedo, aunque real y palpable, no nos entorpece en nuestro andar.
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Esta botella que me encontré… si lo pienso un poco puedo verme como ella. Si
esta botella estuviera llena de lo que fuera no podría cargar nada más en su
interior, de la misma forma si yo voy por la vida lleno de miedos y temores, mi
mente estará ofuscada, obnubilada, y no podrá, como dice aquí mantenerse libre
de pensamientos que podrían perjudicarla.
El sol en el horizonte ya casi toca el océano. Me gustan las ideas que esta lectura
va haciendo surgir en mi mente. Me gustaría este caminar no terminara, pero sé
que debo seguir con mi vida. Desde aquí puedo ver donde estamos hospedados,
creo estaré con mi familia en unos quince o veinte minutos. ¿Serán los mismos,
seré yo el mismo, que cuándo los dejé?
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CONCIENCIA CORRECTA
Me gusta el sonido que hace esta botella cuando me acerco su boca al oído, hace
el mismo sonido que el caracolito que hace rato encontré, ¿será, como le digo a
mi nieta, que ésta también ha estado tanto tiempo en el mar que ya ha absorbido
su sonido? Me da risa pensar algo así, peor mi nieta no se reiría, se quedaría muy
quieta con la boca de la botella en su oído escuchando ese sonido como tratando
de descubrir algo detrás de él, y ¿quién sabe? tal vez sí haya algo detrás de él: la
fantasía, la ilusión, la inocencia; cosas que no puedo tocar pero puedo ver en los
ojos de mi nietecita fijos en el horizonte mientras escucha de alguna conchita ese
sonido tan peculiar.
¿Cuándo dejará de creer? Recuerdo la última navidad, ya tenía una edad para
participar de ella. Arreglamos el árbol y la noche previa al veinticinco de diciembre
dejamos un vaso de leche con galletas, para que Santa lo encontrara. Todavía no
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me levantaba ese veinticinco cuando oí sus pasitos en la casa ya que su familia se
había quedado con nosotros para pasar las fiestas. Rápidamente entro a mi cuarto
y se subió a la cama entusiasmada, ¿acaso mencionó los regalos que le habían
amanecido? Para nada, su entusiasmo se debía a que no había ninguna galleta y
el vaso estaba vacío, ¡Santa había llegado y había dispuesto de lo que le
habíamos dejado! “Vamos a ver qué te trajo”-le dije, pero mientras íbamos al árbol
de navidad para ver los regalos y recordándome la noche previa quitando las
galletas y la leche, no pude menos que pensar ¿hasta cuándo te disfrutaré y me
disfrutaras? Oyendo en este momento este sonido del aire en la botella que
asemeja las olas del mar no puedo menos que preguntarme lo mismo ¿hasta
cuando mi nietecita dejará de creer?
Tal vez esa nostalgia que en este momento me invade al vislumbrar lo
irremediable sea un reflejo de ese niño que se perdió mientras me hacía adulto.
Pero ahora me he dado cuenta que he vuelto a creer, tal vez no con la inocencia
de un niño, pero sí con la sabiduría que da la vida. Y en esa sabiduría me he dado
cuenta que la magia existe, que los milagros todos los días se dan, y que formo
parte de algo mucho más grande y trascendente.
Recuerdo una historia donde un discípulo le preguntaba por las etapas de la vida
del hombre, el maestro le decía que eran tres: la material, la espiritual y la divina.
Según el relato el maestro le explicaba que la etapa material era cuando el
hombre veía las montañas como montañas y las nubes como nubes; la etapa
espiritual era cuando el hombre ya no veía las montañas como montañas ni las
nubes como nubes; ¡ah –continuaba el relato- pero la tercera etapa era cuando
hombre volvía a ver las montañas como montañas y las nubes como nubes!
Algo así siento en mi vida: una etapa de inocencia al inicio de nuestro andar donde
todo creemos, todo confiamos, todo esperamos; luego viene esa etapa de la
juventud y la madurez donde ya nada creemos, nada confiamos y nada
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esperamos: por último, y creo estar entrando en esa parte, viene la etapa final
donde volvemos a creer, a confiar y a esperar.
Esas gaviotas que vuelan sobre las olas buscando su alimento ¿creerán algo,
confiaran algo, esperarán algo? Claro que no, y sin embargo salen cada día con el
mismo espíritu, obvio que lo suyo es instintivo, de ahí la grandeza del milagro que
existe en cada uno de nosotros donde la inteligencia y la voluntad confluyen para
vivir.
Oyendo este sonido no me di cuenta que me detuve, tengo que seguir caminando
antes que termine de ocultarse el sol. ¿En qué parte me quedé del folleto? Ya
queda poca luz, una vez que el sol se oculte no podré seguir leyendo. Aunque por
lo que veo me faltan solo dos párrafos. ¿Qué sigue? Veamos: conciencia correcta.
“Conciencia correcta. Este elemento trata en detalle sobre la contemplación atenta
y consciente en el budismo y se refiere a la práctica de mantener la mente en el
instante presente (el estar en el ahora, el presente), atenta de fenómenos
conforme vayan afectando el cuerpo y la mente”. Que interesante. En una ocasión
en un taller de desarrollo personal se nos hizo hincapié en eso de la conciencia, el
darnos cuenta nos decían. Debo ser honesto y decirme que a veces pasan días
sin que practique eso, pero cuando lo hago me asombro, incluso en mi trabajo.
Recuerdo la quincena pasada cuando nos reunimos en el trabajo para ver unos
proyectos y que ciertas emociones andaban ahí dando lata en mi interior. En ese
momento vino a mi mente esa frase del taller del “darse cuenta de” y me puse a
observarme. Lo primero que pasó al observarme es que cambió mi estado de
ánimo, no se eliminó ese malestar emocional que traía, pero si aminoró, se
detuvo, dejo de crecer, como cuando termina una tormenta y aunque aún no ha
regresado la calma del todo no está violencia del fenómeno saliente.
Una vez leí, no recuerdo donde, algo sobre esto de observarse, a veces practico
eso: observar mi respiración, los latidos de mi corazón, o las emociones que me
abruman o los pensamientos que me agobian. Pero lo que más me ha llamado la
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atención de eso que he leído es la pregunta que me ha inquietado durante años:
¿quién observa a quién? Recuerdo la primera vez que la leí se me hizo muy
absurda ya que era yo quien me observaba. Pero la lectura me fue llevando a
cuestionarme más profundamente de qué es y dónde está eso que denomino yo y
que según yo es lo se observa a sí mismo. Cuando analizo esa pregunta me
quedo quieto, como prestando atención a mí mismo, pero más que eso, en esa
quietud tratando de describir qué es y dónde está ese yo. Si yo soy yo, ¿a quién
observo? ¿A mí? Realmente me intriga eso, pero me encanta, aunque nunca
pudiera responder esa pregunta el solo hecho de plantearla me regocija, no sé por
qué pero así es.
Volviendo a lo del trabajo, ese observarme me ayuda a relajarme sobre todo
cuando hay mucha presión y poder así ver las cosas con un poco más de calma y
por ende de mayor claridad en la visión, también me ayuda a entender a los
demás compañeros o clientes, sobre todo cuando hay conflictos emocionales que
interfieren en nuestra relación; por ultimo me ayuda a darle un leve toque de
trascendencia a lo que hago tratando de ver más allá del maremágnum que la
dinámica diaria impone para determinar el por qué y el para qué de lo que hago, y
eso ha agregado un gozo a lo que hago que quisiera los demás pudieran
encontrar. Y vaya que me siento agraciado pues considero que lo mejor que le
puede pasar a uno en esta vida es disfrutar realmente lo que hace, eso le da más
sentido a las ideas que uno tiene y a las acciones que uno emprende, incluso en
ocasiones tiene más sentido que lograr las metas que uno se proponga.
Me he encontrado con personas que ante las obligaciones que tienen en su vida
muestran no solo una apatía sino en muchas ocasiones una actitud
verdaderamente negativa, para esas personas lo que hacen es una carga por más
nimio que nos parezca. De la misma forma he conocido personas que su vida la
viven con gozo, con alegría, y que sus obligaciones y los retos mismos que
enfrentan lo hacen con un estado de ánimo que incluso llega a contagiar. La
diferencia entre estos dos extremos está precisamente en saber disfrutar lo que
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uno hace, esto es la clave de todo, incluso del éxito, ya que el éxito es escurridizo
y ocupa mucho esfuerzo, mucha energía, y que mejor manera de dar todo ese
esfuerzo y esa energía que con un ánimo optimista, de confianza, de gozo por
estar vivo y eso lo he encontrado al “darme cuenta de”.
Ese “darme cuenta de” me ha mostrado que siempre habrá metas, siempre habrá
caminos, la manera de llegar a esas metas y de recorrer esos caminos es lo que
nos dará riqueza en nuestra existencia, más incluso del alcanzar una meta ya que
ésta puede llegar muy tarde en nuestra vida (o incluso no llegar), mientras que el
camino hacia ella estará presente en todo el trayecto. Ese “darme cuenta” es el
que me ha dado claridad en mi andar, claridad que implica que uno sabe
concretamente qué es lo que uno desea, como piensa conseguirlo, pero, y más
importante, que puede uno responder a los ¿por qué? y ¿para qué? con lo que le
da sentido a la existencia. Y así, en esa claridad, el reconocimiento externo se
vuelve secundario pues la satisfacción del andar por el camino elegido hace
satisfactorio simplemente recorrerlo.
Ese “darme cuenta de” me ha mostrado que el darnos tiempo para nosotros
mismos, el pensar, reflexionar, desarrollar la conciencia, ayudar a los demás y
sobre todo tratar de cambiar este mundo para bien nos dará ese sentido de
trascendencia y complementariedad que nuestro espíritu necesita. De la misma
forma, en ese caminar, las metas y objetivos prácticos y tangibles que nos
planteemos nos irán conduciendo cada día por el camino del logro y la conquista
que anida en nuestra mente.
Ese “darme cuenta de” me ha mostrado que, al menos para mí, cuando hablo de
transformación me refiero a ese cambio que se da en la persona y que surge
como efecto del esfuerzo, de las caídas, de levantarse, de hacerse cada vez más
fuerte, más sabio, más humilde. Una transformación que nos da algo más
duradero que la meta conquistada pues la meta pasa, es conquistada y queda en
el pasado, pero la transformación de la persona queda y nos acompaña siempre.
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MEDITACIÓN CORRECTA
Este viento de tarde me encanta. Puedo oler ese aroma típico de arena y mar que
caracteriza las playas. Tiene algo que embriaga, como una caricia que transporta.
La calma de cerrar los ojos y ponerse frente al sol que cae mientras los sonidos de
las olas rompiendo en la playa llenan mis oídos no tiene comparación. Así, con los
ojos cerrados siento la botella que tengo en mi mano, me pregunto si algo más
grande no me tendrá a mí en su mano de la misma forma que yo tengo esta
botella en la mano. Me doy cuenta que estoy practicando esa conciencia correcta
y me sigo: pongo atención en mi respiración, en los latidos de mi corazón, en la
otra mano que sostengo abierta, vacía, pero sintiendo el viento rozar entre mis
dedos. Así, sin abrir los ojos ciento las olas que comienzan a acariciar mis pies, la
marea sube, poco a poco, imperceptible pero de una manera exacta día con día.
Recuerdo haber leído no sé donde que los seguidores de Buda tienen dos formas
de pensar relativas a la meditación: están los que sostienen que la meditación es
el camino para ser Buda, y están los otros que sostienen que desde el primer
momento en que uno se pone a meditar ya es Buda. Me gusta esta última forma
de pensar, me hace sentir la presencia de lo divino día con día, en el aquí y en el
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ahora, no algo remoto a conseguir quien sabe cuándo, sino algo que existe ya,
que convive con nosotros y que devela lo que somos.
Suficiente. Al igual que siempre he sostenido sobre las oraciones, supongo que la
meditación es igual, es decir, que ésta no necesita ser muy larga para ser efectiva.
Caray, ya falta poco para que se oculte el sol. Me queda un párrafo para leer del
folleto, ¿sobre qué trata? Meditación correcta, ¿meditación correcta?, ¿no será lo
mismo que ya leí de la conciencia correcta? A ver. “Meditación correcta. Este
aspecto se explica en términos de los jhānas o sea niveles de absorción en la
meditación: Primer jhāna: Bastante distanciado de la sensualidad, distanciado de
estados insanos, una persona entra en la primera absorción de éxtasis y felicidad
nacen del desarraigo, acompañados por el pensar discursivo y verbal. Segundo
jhāna: tranquilizando y relajando la mente, una persona entra en la segunda
absorción de éxtasis y felicidad nacen de la concentración en la propia
consciencia libre del pensar discursivo y verbal. Tercer jhāna: Con el éxtasis
desvanecido, una persona se mantiene ecuánime, atenta, consciente,
contemplando, físicamente sensitiva al placer. Entra y se mantiene en la tercer
absorción llamado ahora por personas nobles como "ecuánime y contemplativo,
alguien que tiene una morada placentera". Cuarto jhāna: Con el abandono del
placer y el dolor... como con la desaparición anterior del éxtasis y del estrés...
entra y se mantiene en la cuarta absorción llamada pureza en ecuanimidad y
contemplación, ni en placer ni en dolor”
Que interesante el proceso que se va siguiendo en esto de la meditación correcta:
primero usando la capacidad racional (pensar discursivo y verbal) uno comienza a
entrar en este campo; luego sigue el camino de la meditación sin necesidad de
usar la capacidad racional (pensar discursivo y verbal); en tercer lugar hay un
gozo físico por este estado alcanzado; y por último ni placer ni dolor.
Mmmmhhhh… ¡yo creo que voy en el primer paso!
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Siempre me ha gustado pensar que uno no necesita separarse del mundo para
alcanzar el estado de desarrollo espiritual que pregonan las diferentes religiones
del mundo, creo que por el contrario el mundo y vivir nuestra vida es el camino
que nos posibilita llegar a lo que estamos destinados a ser, ¿por qué sostengo
esto? Pues porque si fuera cuestión de retirarse todas las religiones nos dirían
eso, pero por el contrario todas, absolutamente todas tienen mandamientos,
directrices o como quiera que se les llame que hace referencia a vivir en este
mundo: no matar, no robar, o como aquí decía en este folleto, ¿dónde lo leí?, ¡ah,
sí! aquí dice “un budista no debería optar por oficios o profesiones en los que, de
forma directa o indirectamente, dañe otros seres vivos o sistemas”. Así que se
camino óctuple puede muy bien hacerse viviendo nuestra vida.
La excelencia personal sustenta la excelencia profesional, de ahí que la persona
no pueda intentar ser buena en su trabajo pero mala en su vida. El sustento de
todo es, ¿cómo decirlo?, pues vivir este camino óctuple. Pensando un poco las
cosas y recordando mi viaje a la montaña hace años veo una gran similitud entre
este camino óctuple y aquellas bienaventuranzas que me hicieron pensar, tomar
conciencia, como dice aquí “darme cuenta” para alcanzar esa libertad tan
anhelada. Qué curioso, caigo en cuenta que cuando hablamos de vivir nuestras
vidas todos quisiéramos tener el referente de una libertad casi total para ello, pero
al ser parte de un sistema social son muchos los factores que inciden en nuestras
decisiones, en la medida que la última decisión sea de nosotros más dueños de
nuestra vida seremos. Claro que vivimos en un sistema social, nos relacionamos
con personas, y es en esa relación que existe por decirlo así un intercambio entre
lo que damos y lo que recibimos. Este dar y recibir no se circunscribe a las
relaciones sociales sino también a las laborales y a las personales, y no hay nada
de malo en ello, así es como funciona la sociedad y las personas, el problema
radica cuando los factores externos tienen tal peso en nuestras decisiones que
prácticamente son ellos los que comandan nuestra vida.
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En cuestión laboral, apagar nuestros deseos de realización personal en tal o cual
actividad por otra que nos dé más dinero solo implica que hacemos dueño de
nuestra vida a aquel que pueda pagarnos por ella; de la misma forma en la
cuestión social, el acallar nuestra forma de ser para agradar y ser aceptado
implica una traición a nuestro ser interno a cambio de una aceptación comunitaria;
por último, en la cuestión personal, ceder a las exigencias de la relación entre
amigos, pareja, etc. solo implica que es otro quien decide por nosotros.
Ahora bien, entiendo que lo anterior no quiere decir que no deban de considerarse
todos esos factores externos, me queda claro que vivimos en una sociedad,
necesitamos de los demás tanto como ellos necesitan de nosotros, el problema es
ceder cómoda y convenencieramente las decisiones de nuestra vida a los factores
externos que inciden en ella. Siempre existirán esos factores externos, hay que
valorarlos y analizarlos, para finalmente ser uno quien tome la decisión final sobre
las acciones que hagamos. Que quede claro que todos los factores externos,
absolutamente todos, van de paso por nuestra vida, ninguno se quedará toda
nuestra existencia, al final nuestra vida es nuestra, es por ello que las decisiones
finales deben también serlo. Supongo que la madurez de carácter implica que, al
igual en un barco de velas con el viento que encuentra, uno es capaz de utilizar lo
que la vida le pone para llegar a donde uno desea, después de todo mientras más
factores externos sean los que inciden en tus decisiones, menos dueño de las
mismas eres.
En ese contexto puedo ver que nuestra vida no es lo que somos, sino en lo que
nos vamos convirtiendo. Los éxitos y fracasos, las alegrías y tristezas, lo infinito y
lo limitado, todo nos va moldeando, nos va construyendo, nos va transformando, y
en ese proceso la participación activa de nosotros va dando la guía de lo que
somos y más aún de lo que seremos.
Si uno ve esto y entiende que ante los retos, obstáculos y limitaciones se requiere
de toda nuestra fuerza, valor y entereza, se comprenderá entonces el porqué la
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vida nos reclama nuestra participación activa ya que una actitud pasiva lo único
que hará es que todo lo anterior sea quien decida sobre nuestra vida llevándonos
a una paradoja donde estaremos vivos, pero no viviremos nuestra vida.
Vivir nuestra vida. Mi nieta comienza a vivir la suya. ¿Irá a descubrir esto que yo
he descubierto simplemente estando vivo?, ¿descubrirá otras cosas?, ¿estaré
aquí para verlo? Es curioso como con los hijos uno no reflexiona tanto pues está
ocupado cuidando, formando, guiando, ¡ah, pero con los nietos! Uno puede
simplemente ver la maravilla, el milagro, de cómo una conciencia se abre a la vida
y de cómo un ser recorre el mismo sendero que durante milenios ha recorrido la
humanidad hacia un destino que no sabemos, pero percibimos inmenso en
grandeza y majestuosidad.
He llegado al punto donde comencé mi camino. Ahí estuve recostado hace unas
horas. ¿Era el mismo que el que ahora regresa? No lo creo, me siento diferente,
calmo, lleno, pleno, veo mis virtudes y mis defectos y no sé porque pero me digo
“todo está bien, todo es como debe ser”.
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EN LA CUMBRE
Quiero sentarme un momento a ver la puesta del sol. Hace seis años, en aquella
montaña vi otra puesta. Tan parecida y tan diferente. Siento los últimos rayos de
sol acariciar mi rostro. Aquí sentado en la arena siento mi persona y veo esa
puesta. La última frase del folleto me revela lo que es ese Nirvana, culmen del
camino óctuple: "Hay un lugar donde no hay tierra, ni agua, ni fuego, ni aire.
Donde no se comparten los espacios infinitos; no es este mundo ni es otro, ni
ambos. No hay ni sol ni luna. No puedes llegar a él ni abandonarlo; ni quedarte. Ni
naces ni mueres. No está fijo ni móvil, no está fundado en nada. Se llama
NIRVANA. De hecho, es el fin del sufrimiento."
Veo la puesta de sol. Me regocijo pensando que la puesta me ve también a mí.
Por un momento veo a toda la creación observándome, como esperando pueda
decirles que he descubierto en esto que llamamos vivir, pero ¿cómo expresar eso
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que no tiene palabras? Me quedo en silencio. Agradezco estos momentos.
Escucho a lo lejos la voz de mi esposa que me llama. Ya están listos.
“¡Ya voy!”- les grito y siento ese grito diferente. Puedo quedarme aquí unos
segundos y hacerlos eternos. Veo el mar, el sol casi ocultándose, los últimos
sonidos del día. Volteo y veo ese camino que fui y vine. ¿Dónde estará el
cangrejito que me encontré, y el pedazo de la barra de granola que deje? Me doy
cuenta que he dejado más en ese andar que solo unos momentos de mi vida pero
al mismo tiempo he recogido una riqueza de percepción que me satisface.
¿Seguirán mis huellas mañana en ese camino? Por que las huellas de ese camino
en mí quedarán por muchos años. Pienso en el camino que comienza mi nietecita,
ese camino que es su vida. Como yo en etas horas caminará mucho, al final
regresará a donde comenzó todo y se dará cuenta de que todo estuvo bien, que
fue excelente, que fue grandioso.
Veo el folleto. Arrugado de tanto sacarlo, doblarlo, guardarlo. ¿Así quedaremos al
final? ¿Arrugados por fuera pero inmensamente ricos por dentro? La botella vacía
que encontré a mi lado es testigo mudo de todos mis pensamientos. ¡La botella!
Instintivamente tomo el folleto, lo enrollo y lo pongo en la botella. Busco algo con
que taparla. Este plástico y este pedazo de madera harán el papel de un corcho.
Veo que queda herméticamente cerrada. La sostengo un momento en mis dos
manos, agacho la cabeza y agradezco. Siento que pongo mi vida y mi ser en este
momento donde el universo existe en mí y yo en él. Agradezco. Agradezco.
Agradezco. Alzo la mirada y lanzo la botella con todas mis ganas, como si en ello
fuera mi vida, y de hecho siento que una parte de mi vida va en ello. Cae lejos.
Lejos. Lejos. El mar se la lleva. El sol cae. Dejo de percibir los detalles. El sol se
ha puesto.
Me quedo en silencio. Me doy cuenta que cualquier camino puede llevar a la
montaña, incluso un camino plano como el de la playa. Me siento en la cima de la
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montaña. Esta playa es mía, esta montaña es mía. La cumbre es mía. Mi vida es
mía.
Comienzo a mi andar donde mi familia me espera. Calmado, sereno incluso tal vez
cansado pero radiante, emocionado, inspirado.
De nueva cuenta, como hace seis años, retomaré mi vida con nuevos ojos, con
nuevos bríos, con nuevas metas.
De nueva cuenta, como hace seis años, mañana que regrese a mi rutina, aunque
ya no esté en esta playa, en esta montaña, seguiré caminando rumbo a la cumbre.
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ACERCA DEL AUTOR
Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
• Licenciado en Contaduría Pública y Maestro en Administración con
acentuación en Finanzas por el Instituto Tecnológico de Sonora; Doctor en
Ciencias (Sc.D.) en el Área de Relaciones Internacionales Transpacíficas por la
Universidad de Colima
• Socio Director de Consultoría Independiente (Formación • I & D •
Consultoría), se ha desempeñado además como Auditor Interno en la entonces
Secretaría de la Contraloría General de la Federación y como Director y
Secretario de Desarrollo Económico del Municipio de Cajeme
• Académico Certificado por la Asociación Nacional de Facultades y Escuelas
de Contaduría y Administración, A.C.
• Premio Nacional de Contaduría Pública a la investigación obtenido
consecutivamente en sus ediciones 2002-2003 y 2004-2005 por el Instituto
Mexicano de Contadores Públicos
• Miembro de la Asociación de Profesores de Contaduría y Administración de
México, A.C.
• Consultor de Negocios Acreditación por el Sistema Nacional de Consultores
de la Secretaría de Economía y Consultor de Negocios Certificado por la
Norma Conocer
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• Nivel Superior: Maestro Distinguido, Responsable de Programa Académico,
Líder de Cuerpo Académico, Director Académico, Miembro de Consejo
Directivo, y profesor, tutor y asesor nacional e internacional en licenciatura,
maestría y doctorado
• Autor de libros, ensayos, artículos y videos, así como conferenciante,
ponenciante y tallerista a nivel nacional e internacional.
www.rocefi.com.mx
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OTRAS PUBLICACIONES DEL AUTOR
(GRATIS en www.rocefi.com.mx, menú “Libros”, sección “e-book gratis”)
Rumbo a la Cumbre trata de un viaje, un viajero y
una meta. El viaje es por la montaña, ¿cuál
montaña?, la montaña de nuestra vida profesional;
es un viaje de reflexión pero al mismo tiempo de
eminente practicidad, un viaje que todos hemos
emprendido y del cual podemos hacernos dueños y
responsables en cualquier momento de nuestro
andar. El viajero somos nosotros: hombre o mujer,
joven, adulto o anciano, rico o pobre; el viajero
representa nuestras dudas y certezas, nuestros
miedos y valentías, nuestras decepciones y
esperanzas, en pocas palabras todo lo que hemos
sido, somos y podemos ser. ¿Y la meta?, la meta es
la cumbre, cumbre que representa la conquista, el
éxito y el logro; una cumbre de plenitud, una cumbre
de satisfacción, una cumbre de aquí y ahora pero
que resonará por siempre en los ecos de la
eternidad.
Como personas tenemos un potencial increíble, un
potencial que se desarrolla de manera única y
particular en la vida de cada uno de nosotros.
Ciertamente no tenemos una guía de cómo vivirla,
pero si vemos un plan detrás de toda nuestra
existencia, un plan trascendente que comienza con
nuestros pasos en la tierra pero tiene su destino en
el fulgor de las estrellas. De eso trata Liderazgo
Emprendedor, de ese andar que todos
experimentamos en nuestra existencia. Con un
enfoque de liderazgo, emprendedurismo y
motivación, este libro contiene reflexiones, vivencias,
ejercicios, análisis que nos permiten ese alto en el
camino para valorar lo que hemos conseguido y para
motivar la esperanza de lo que podemos conseguir.
Cada artículo va acompañado de un video que
replica lo escrito pero de una manera más gráfica e
interactiva.