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Trabajos y ensayos

Número 3 (enero de 2006)

Publicación de los alumnos del programa de doctorado Cooperación, Integración y Conflicto en la

Sociedad Internacional Contemporánea

El modelo global de violencia terrorista insurgente

Imanol Alonso Gran parte del fenómeno terrorista insurgente actual, por lo menos la parte con mayor

proyección y también la más extrema en sus expresiones y sus actos, presenta un común denominador: la utilización del fundamentalismo islámico como soporte ideológico. A partir de este soporte pseudo religioso, el nuevo terrorismo asume una dimensión trascendental e intenta eliminar toda restricción moral, política o de orden práctico de cara a las acciones violentas perpetradas en su nombre. Al mismo tiempo propugna una visión totalitaria y delirante del mundo, que pretende retrotraer la historia hasta los tiempos de máximo esplendor del Islam mediante la reinstauración de un gran califato panislámico equivalente al instante de máximo auge en la expansión del mundo musulmán.

Dos acontecimientos fundamentales prácticamente simultáneos marcarán el camino para la evolución del fenómeno terrorista islámico. Por un lado, la revolución islámica de Irán que inspirará a las organizaciones armadas de bandera chiíta, como la milicia libanesa de Hezbollah, muy activa en la guerra civil libanesa y que copatrocinará también algunos atentados históricos a nivel internacional; y, por otro lado, la épica victoria yihadista sobre las tropas soviéticas y su consiguiente expulsión de Afganistán, que dará lugar al terrorismo de influencia sunita y sus manifestaciones político-religiosas más extremistas: el movimiento deobandi de los estudiantes coránicos (los talibán), y la Yihad Internacional, gestada en el núcleo de la misteriosa red Al Qaeda, que acabarán por desafiar conjuntamente a toda la humanidad a través del terrorismo global.

Estos dos acontecimientos históricos serán las señales inequívocas que provocarán la exacerbación del fundamentalismo y el extremismo islámicos, hasta cristalizarse en un movimiento nacionalista panislámico cuya envergadura alcanzará unas dimensiones de orden total. Las dos líneas fundamentales que marcarán sus objetivos estratégicos simultanearán la yihad contra el apostata (el “enemigo cercano”) y contra el infiel (el “enemigo lejano”), aunando ambas categorías en los “no creyentes”. Esto cobrará una importancia definitiva en el caso del yihadismo internacional que, a través del panislamismo más extremo, y con la

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imagen mítica de su celebérrimo caudillo, Osama Ben Laden, intentarán llevar su proyecto extremista hasta las últimas consecuencias.

El modelo de terrorismo que despliega el yihadismo global plantea la utilización sin reservas de cualquier medida violenta, en su máxima disponibilidad y expresión. Es por lo tanto un modelo de violencia maximizada, ilimitada. Sus aspiraciones pasan por asegurar la máxima letalidad posible en cada una de sus acciones armadas. Lo que viene a continuación supone un análisis elemental sobre las características más significativas y las implicaciones

que la implantación de este modelo violento tiene para la humanidad.

1. LA RED INSURGENTE GLOBAL La Yihad Internacional representa el principio organizativo e integrador del nuevo

terrorismo como un movimiento nacionalista islámico de dimensión global cuya pretensión es la de unificar el mundo musulmán bajo una sola entidad política. Las bases operativas que impulsarán este movimiento se establecerán a partir de la gestación de la organización Al Qaeda, tras la caída de la Unión Soviética y del sistema bipolar. En todo lo cual el yihadismo jugó un papel muy importante, si bien como un elemento subsidiario manejado por la Inteligencia militar norteamericana.

El prototipo de la red insurgente global surge en el año 1981, a partir de la transformación de dos grupos de veteranos de la Guerra de Afganistán, inicialmente bajo el liderazgo de Abdallah Azzam, un acaudalado industrial de origen palestino1. Azzam sería guía espiritual de Osama Ben Laden hasta su muerte; murió en Pakistán al estallar una bomba colocada en los bajos de su automóvil. A partir de aquel atentado, el millonario saudita toma el control de la organización e inmediatamente refuerza su vertiente financiera, además de conferirle a la misma un proyecto general y unos objetivos más ambiciosos. En la personalidad del nuevo líder se integran en dosis muy altas dos principios fundamentales de 1 Abdullah Azzam es considerado por los extremistas islámicos como el iniciador de la Yihad en el siglo XX. Como tal lo aclaman en un website afín a los rebeldes chechenos, en cuya portada se plasma su característica intransigencia, bien patente en la siguiente proclama de su autoría: “Jihaad y los fusiles tan sólo: ni negociaciones, ni entrevistas, ni dialogo” (Shaheed Shaykh Abdullah Azzam –rahimahullah–). Puede verse dicha proclama en la siguiente web: http://www.chechnyafreedom.freeservers.com/. Asimismo, sobre el significado que tiene Azzam para la Yihad Internacional en palabras del propio Ben Laden, véase Youssef H. Aboul-Enein, “Entrevista con Osama Bin-Laden (junio de 1999): Penetrando en la Mente de un Adversario”, Military Review, Noviembre-Diciembre de 2004, p., 77. Tras los atentados que tuvieron lugar a finales del año 2004 contra varios complejos turísticos de Sinaí, al noroeste de Egipto, un grupo armado que se presentó como perteneciente a la red Al Qaeda reivindicó la autoría de los mismos bajo el nombre de Las Brigadas del Mártir

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poder: el fanatismo religioso más ciego con las dotes administrativas y financieras más lúcidas2. Su éxito inicial será inmediato. El nuevo proyecto entrará en franquicia y se extenderá rápidamente por todas las tierras donde reside el Islam (Dar al Islam).

El hecho de que se hubiera producido una ruptura entre ambos líderes, poco antes del misterioso asesinato del fundador, por discrepancias ante la insistencia de Ben Laden en invertir el dinero de las donaciones en negocios especulativos –asunto este prohibido por el Islam purista–, induce a sospechar que detrás de la muerte de Azam esté la alargada sombra de su discípulo. Esta “comidilla” circulará profusamente a través de todos los ámbitos islamistas sin afectar para nada la posición del nuevo líder. Lo cierto es que después del atentado contra el puritano Azam, Ben Laden tuvo ya las manos libres para relanzar su particular ‘multinacional insurgente’ y plantear un proyecto de guerra global contra el hegemón. Después de casi una década de intensos contactos para poner en marcha «la insurgencia islámica global para el siglo XXI», en febrero de 1998 sus dirigentes más importantes, a la cabeza de los cuales están Osama y el egipcio Aiman Al Zawahiri, verdadero estratega del movimiento, anuncian públicamente que han fundado el Frente Islámico Mundial para la Lucha contra los Judíos y los Cruzados3. El yihadismo salafista, también denominado neo-salafismo o wahhabismo, conformará el germen ideológico de la declaración fundacional del Frente Islámico Mundial4.

Resulta asombrosa la eficacia organizativa adquirida en tan corto espacio de tiempo por el movimiento global. La Yihad Internacional adopta una estructura organizativa dispuesta en forma de red, cuyos diferentes elementos se encuentran interconectados, en lugar de constituir una pirámide jerárquica, como se ha venido desplegando desde los modelos organizativos insurgentes clásicos. Este nuevo modelo organizativo se ajusta perfectamente a los principios de la netwar, como planteamiento renovador de la guerra que utiliza estratégicamente las tecnologías propias de la era de la información; entre ellas, el marketing postmoderno y el potencial que ofrecen los nuevos medios de comunicación. La trama organizativa está constituida por un núcleo central (netocracia), localizado en Afganistán hasta su ocupación y

Abdalá Azzam; el comunicado se publicó en la página http://www.ansarnet.ws/vb/ y refleja con claridad el irredentismo y la judeofobia de esta facción del extremismo islámico. 2 Según Jane’s Intelligence Review, Al Qaeda es en la actualidad un gigantesco consorcio compuesto por bancos, industrias dedicadas al tallado de diamantes y piedras preciosas, flotas de barcos (fundamentalmente pesqueros), minas de diamantes y otras múltiples empresas. Según esta publicación, el volumen de ingresos obtenidos por esta organización equivale a los de un Estado emergente. Esto puede consultarse en: http://jir.janes.com/public/jir/index.shtml. 3 Copiosa información sobre este proceso puede verse en el monográfico de Rohan Gunaratna, Al Qaeda. Viaje al interior del terrorismo islámico, Servi DOC, Barcelona: 2003. Esta obra supone hasta el momento el trabajo más completo llevado a cabo sobre la supuesta organización Al Qaeda. 4 Youssef H. Aboul-Enein, op. cit., pp. 73-78.

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la consiguiente caída del régimen talibán que lo amparó, por un gran número de células satélite (durmientes o activadas) esparcidas por múltiples países y por un conglomerado (plurarquía) de diferentes organizaciones islámicas que, si bien están dotadas de cierta independencia operativa, participan de una estrategia común.

Con una sorprendente rapidez, la insurgencia islámica global ha ido trasladando su influencia, integrando y asimilando causas políticas, con el trasfondo común del islamismo, y extendiendo su ofensiva virulenta a través del mundo musulmán. La interconexión con toda la multiplicidad de grupos armados islámicos alcanza desde el Magreb hasta Filipinas, pasando por Oriente Medio, Asia Central y con destacadas células de vanguardia establecidas en Europa y Norteamérica a partir de la diáspora musulmana, como una especie de valiosa quinta columna. Son varios los ejemplos de escisiones en el seno de organizaciones armadas islamistas, producidas en su mayoría a mediados de los noventa, de las cuales surgieron otras nuevas redimensionadas ya en un plano supranacional, es decir, asimiladas a la causa de la yihad global. En Europa es muy posible que el yihadismo haya aprovechado antiguas redes ya establecidas en el continente, como la red ultrasecreta Takfir Wal Hijra (Anatema y Exilio) y la infraestructura de los GSPC (Grupos Salafistas de Predicación y Combate). Dentro de su proceso de expansión hacia el Sudeste Asiático, a su intervención en el escenario de Filipinas (fundamentalmente, a través del grupo Abu Sayyaf y el conflicto por la independencia de la isla de Mindanao) y su reiterativa actividad durante estos últimos años en Indonesia, hay que añadir también su más reciente afincamiento en el pobrísimo Bangladesh. Claras evidencias, por otra parte, de la utilización de las situaciones de miseria y depauperación por parte del nuevo fenómeno terrorista como contextos idóneos para regenerar constantemente su tejido.

En su actividad armada, los yihadistas operan preferentemente con guerrilleros y comandos suicidas, integrados únicamente por hombres5. (No obstante, la vertiente guerrillera de la organización fue mermada considerablemente a partir de la invasión de Afganistán). Las acciones instrumentadas por la red islámica global presentan una esmerada planificación y son poseedoras de una gran audacia6. Ha resultado manifiesta la capacidad de la organización para perpetrar atentados muy bien elaborados, de una gran magnitud y en lugares muy distantes entre sí; todo lo cual presupone la participación de una extensa telaraña de grupos y

5 En el mundo islámico se viene produciendo un intenso debate en el que queda patente la falta de acuerdo, tanto social como religioso, respecto a la licitud de que las mujeres sean reclutadas para llevar a cabo acciones armadas. Por el momento, parece que la posición del núcleo central de Al Qaeda es contrario a la utilización de mujeres para la lucha armada. 6 Además de su audacia y espectacularidad, cabe destacar también el bajísimo coste económico de sus acciones y sus demoledores resultados. Se ha estimado que el 11-S tuvo un coste aproximado de 1 millón de dólares, y el 11-M alrededor de 50 millones de dólares. Presupuestos muy bajos en ambos casos, teniendo en cuenta su magnitud y su efecto como acciones de guerra.

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células muy bien coordinados. Estos atentados se caracterizan por la participación de comandos autóctonos que perpetran ataques suicidas múltiples de forma simultánea y contra objetivos Occidentales y judíos. Se cree que esta forma de concebir los atentados está influenciada por la amistad personal de Osama Ben Laden con Imad Mughniyed, destacado miembro de Hezbollah y considerado como el cerebro de los ataques suicidas contra los cuarteles de las fuerzas multinacionales estadounidenses y francesas en Beirut en 1983, que acabaron provocando, finalmente, la retirada de dicha fuerza multinacional del Líbano. A través de estas acciones extremadamente letales (el nombre Al Qaeda aparece implicado en los mayores atentados cometidos en el mundo durante los últimos diez años), la organización trata de conseguir el mayor impacto psicológico posible y, al mismo tiempo, evitarse el complejo problema de establecer infraestructuras para la huida de sus activistas, todo lo cual consigue en gran medida gracias al enfoque de las acciones armadas como misiones suicidas.

Las apelaciones al martirio voluntario por parte del núcleo central de Al Qaeda son una constante a lo largo de su trayectoria7. El propio Osama Ben Laden resaltaba en 1996, en su famosa Epístola ladenesa, en la que exhortaba a la expulsión de los infieles de la península Arábiga, la importancia que los ataques suicidas tienen en su estrategia. Más recientemente, en el mes de febrero de 2003, a punto de empezar la ocupación iraquí, en una locución difundida por la cadena Al Jazzira, el propio Ben Laden llamaba a los musulmanes a defender Irak contra los “cruzados” de Bush y volvía a enfatizar la importancia de los atentados suicidas en la lucha contra los “enemigos lejanos”. De esta forma, mediante el atentado suicida múltiple perpetrado en el mes de mayo de 2003 contra un complejo residencial de Riad, habitado por extranjeros, en el que murieron más de cuarenta personas, consiguieron los yihadistas la retirada de las tropas norteamericanas de Arabia Saudí, una constante exigencia de la organización desde el acantonamiento yanqui en ‘tierra santa’ después de la Guerra del Golfo.

Por otra parte, el incesante acoso al que está siendo sometido el yihadismo después del 11-S, con la ocupación de Afganistán y la consiguiente caída del régimen talibán, les ha obligado a realizar algunos movimientos tácticos y estratégicos de gran importancia. Con este replanteamiento, el yihadismo afgano trata de establecer nuevos asentamientos en ciertos sectores fronterizos y concentrar el grueso de sus estructuras en determinadas áreas urbanas superpobladas del sur de Asia. Este proceso de reorganización empieza con el reagrupamiento de elementos combatientes de la organización (junto con la milicias talibán) a partir de

7 Sobre la consideración de la autoinmolación como un acto voluntario véase la entrevista que M. Juergenmeyer hace al doctor Abdelaziz Rantisi, el que fuera líder político de Hamas hasta su asesinato por parte del ejército israelí en 2004, en Mark Juergensmeyer, Terrorismo religioso, Siglo Veintiuno, Madrid: 2001, pp. 79-90.

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mediados del año 2002, en un espacio geográfico cerca de las fronteras Sur y Sudeste de Afganistán. Pero lo más significativo de esta reorientación se centra en la incipiente disposición urbana adoptada. Este nuevo despliegue va acompañado de un desplazamiento estratégico de la acción hacia áreas o ámbitos urbanos; y conlleva una transformación organizativa, con implantación y reclutamiento en este ámbito.

De esta forma, una gran parte de sus miembros se ha ido estableciendo, paralelamente al repliegue rural, en los barrios más míseros del extrarradio de la populosa y violenta Karachi; un núcleo urbano de más de 14 millones de habitantes y que además cuenta con una muy conveniente salida al mar. Allí ha establecido la organización central su control sobre otros grupos radicales islámicos (denominados por las autoridades locales como el “eje del odio”) como Jaish-e-Mohamed, Harkat-ul-Yedahi, Yamiat-ul-Mujahedeen, Lashkar-e-Tayyaba, etc. Al Qaeda financia, entrena, marca las directrices y los objetivos; los miembros de estos grupos simplemente son sacrificados en el cumplimiento de la misión que aquella estima pertinente8.

2. IDEOLOGÍA DEL TERRORISMO GLOBAL Las cifras estadísticas destacaban hace más de una década el crecimiento de

organizaciones armadas ilegales de carácter religioso y su papel cada vez más activo en el panorama terrorista9. En este contexto de proliferación religiosa, el terrorismo de inspiración islámica marca en la actualidad todas las pautas en la tendencia evolutiva radical del fenómeno. Por otra parte, en las organizaciones armadas de inspiración religiosa, y especialmente en las de inspiración islámica, la practica violenta totaliza el discurso. Esta carencia original de contenido deriva hacia una propuesta dramática y efectista de sus acciones en detrimento de otros elementos de marcado acento político. La estetización de la violencia tiende a predominar así sobre su dimensión política; todo se vuelve bajo este prisma puro espectáculo violento que se recrea en los principios más exhibicionistas de los hechos.

Gran parte de influencia en la reinterpretación y divulgación del concepto de lucha islámica, en su decantación violenta, se atribuye al egipcio Abd al Salam Faraj. En 1982, el propio Faraj fue juzgado y ejecutado en Egipto por su participación en el asesinato de Anuar

8 Un listado de organizaciones supuestamente integradas en la red Al Qaeda lo proporciona Rohan Gunaratna, op. cit., p. 129. 9 Véanse: Bruce Hoffman, A mano armada. Historia del terrorismo, pp. 131-136; Bruce Hoffman, “Terrorism. Trends and prospects”, en Ian O. Lesser (et als.), Coutering the new terrorism, RAND Co., Santa Monica: 1999.

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Sadat, siendo reconocido como el ideólogo del grupo armado Al-Jihad que reivindicó el magnicidio. Este personaje fue defensor acérrimo de llevar a cabo una guerra total contra todos los enemigos políticos del Islam. Este argumento de la “lucha” desviada de su sentido espiritual y religioso, inmanente a la individualidad musulmana, lo defiende su autor en el panfleto Al-Faridah al-Gha’ibah (El incumplimiento del deber, o El deber desatendido), publicado en El Cairo a principios de los años 1980. Faraj transforma un principio interno que debería regular el sentido individual de lucha y evolución personal, en una realidad colectiva afectada por el principio de culpa tras el abandono secular de un designio y una obligación impuestos por El Corán. A partir de ahí tocaría recuperar lo perdido y pagar la deuda contraída con Allah. Según Faraj, el “deber” que había sido reiteradamente “desatendido” es precisamente el de yihad, que demanda luchar, “lo cual se traduce en enfrentamiento y sangre”. Los objetivos que establece la yihad incluyen a los apostatas de la comunidad musulmana (el “enemigo cercano”) y a los naturales enemigos o infieles procedentes del exterior (el “enemigo lejano”), unificándose finalmente ambos supuestos en la figura común del no creyente 10.

En la actualidad, la inmensa mayoría de los grupos islámicos sunitas que practican la lucha armada se adscriben al salafismo y forman parte del ala más extremista y violenta de este movimiento integrista y reformista: esto es, el Takfirismo. En Occidente, salafismo y wahhabismo (o neo-salafismo) son tratados como conceptos prácticamente sinónimos11. Teniendo en cuenta que no todos los salafistas apoyan directamente el uso del terrorismo, el término wahhabita se podría utilizar para designar a aquellos que sí lo apoyan. Así, el wahhabismo, además de apelar al uso de la violencia terrorista contra todos los enemigos del Islam, incentiva el suicidio o la autoinmolación en la yihad contra éstos como expresión de lucha merecedora de la más alta gracia divina. En la actualidad, se calcula que un 15% (alrededor de 200 millones) de los musulmanes distribuidos por todo el mundo son salafís y apoyan, bien económicamente, o mediante actos de proselitismo, dicho movimiento violento.

El mundo islámico asiste a un innegable proceso de expansión wahhabita, denominado por muchos estudiosos como el Islam político, que se propaga de forma pertinaz a través de

10 Sobre el fenómeno de la violencia religiosa, y, más concretamente, al respecto de esta reinterpretación belicosa de los textos sagrados musulmanes, véase la obra de Mark Juergensmeyer, op. cit., pp. 93-95. Asimismo, respecto a la violencia terrorista de inspiración exclusivamente islámica, recomendamos la lectura de una investigación interdisciplinaria realizada por Raúl Consens et als., “Democracia amenazada. Incertidumbre global y extremismo teológico”, FAPEDEC, Buenos Aires (junio de 2004). Este documento puede descargarse en http://www.fapedec.org.ar/PDF/La%20Democracia%20Amenazada.pdf. 11 Otro de los nombres que se utilizan para designar a los wahhabis es el de naydis, teniendo en cuenta que proceden del país de Nayd, situado en el Este de la península arábiga (véase: Ayub Sabri Pasha, “Wahhabismo versus Islam”, en http://www.webislam.com, nº 110, 5 enero, 2001).

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ciertos mecanismos configurados expresamente para su infiltración (mezquitas, escuelas islámicas, instituciones sociales, etc.), los cuales están perfectamente identificados en su funcionalidad. Detrás de esta apariencia humanitaria, benefactora y piadosa, se ocultan otras intenciones no declaradas pero evidentes. Establecer centros de base en el interior de la Umma, crear organizaciones y poderes financieros internacionales, y, al mismo tiempo, construir en paralelo un movimiento militar de gran amplitud, desplegado por todo el mundo, con un objetivo inmediato de atacar y destruir todo Estado o gobierno musulmán no regido por la pura Shariah, o que no se pliegue a su ideología fundamentalista; para, finalmente, destruir a “todos” los enemigos políticos del Islam12.

Y si la infiltración en la Umma persigue la movilización e instrumentalización de las masas musulmanas, este mecanismo ideológico se ha instaurado también en las organizaciones armadas islámicas con el objetivo específico de “eliminar restricciones” de cara a la acción. Se trata de aplicar nuevas estrategias basadas en soportes ideológicos mítico-religiosos que liberen el comportamiento del sujeto terrorista de todo tipo de restricciones, especialmente morales o psicológicas, de cara a su máximo ajuste dentro del modelo violento al que está destinado. Esto se hace extensible a partir de los núcleos organizacionales como sustrato místico-intelectual para la correcta elaboración de planteamientos estratégicos de cara a la consecución de sus objetivos. Lo cual permite pensar “sin límites” ni ataduras, y con ello alcanzar planteamientos y niveles estratégicos no supeditados, ni limitados por cualquier tipo de condicionantes psicológicos o físicos (sociopolíticos, ni morales), y optimizar por tanto las condiciones en que se gestan las estrategias y las operaciones violentas. El soporte ideológico wahhabita resulta el elemento clave dentro del terrorismo pseudo-islámico para esta trascendental labor de eliminar impedimentos y romper barreras que ayuden a una mejor asimilación de la guerra religiosa global.

El terrorismo islámico carece por lo demás de un proyecto político viable. No busca el cambio social, alguna forma de progreso, ni la justicia universal. Tampoco sirve a la religión, sino que se sirve de ella para penetrar en el tejido social y para justificar su barbarie metodológica en la conquista del poder. De planteamientos políticamente ininteligibles, carecen de un discurso político con el suficiente desarrollo filosófico o racional (contrariamente al terrorismo insurgente clásico). De ahí que muchos analistas empleen

12 La estrategia expansiva del neo-salafismo resulta muy similar a lo largo de todas las áreas del planeta por donde se ha implantado este movimiento pseudo islámico. No obstante, para tener referencias específicas relativas a su infiltración y efectos sobre la umma transcaucásica véanse los siguientes artículos: Sheikh Hisham Kabbani, “Islam tradicional frente a Islam radical en el Caucaso”, www.webislam.com, nº 11, 15 enero, 2001; Abd el-Whaid Miranda: “Por qué los extremismos siempre fracasan”, en http://www.masud.co.uk; Fernando J. Vaquero Oroquieta, “El Islam wahhabita”, Arbil (nº. 66).

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términos como “conflictos irrealistas”, “guerra cósmica”, “ideologías delirantes”, etc., para referirse a estas manifestaciones colectivas de violencia. Por otra parte, este fenómeno violento también se interpreta como un rasgo asociado a la posmodernidad, como exponente de una “violencia subjetivizada”, disgregada del plano colectivo, y desarrollada de manera difusa en los espacios previos y posteriores a lo político.

Los grupos armados religiosos en general imprimieron al nuevo terrorismo una dimensión nihilista y apocalíptica después del final del bipolarismo. Dimensiones estas que se vieron acentuadas con el misticismo asociado al cambio de milenio. Como han resaltado diferentes voces, el terrorismo islámico supone una forma extrema de este nihilismo que ha surgido en la Historia; “terrorismo nihilista” lo denomina el filósofo y politólogo francés André Glucksmann, muy crítico por otra parte con la inhibición de Europa en el combate al islamismo radical: “Todos los códigos de comportamiento han saltado... El nihilismo impera en el terrorismo islámico. El corazón del terrorismo islámico está, sin más, en el deseo de destrucción, del puro caos. Esta es la nueva forma de nihilismo que ha aparecido en la Historia”13.

Existe un evidente choque cultural entre el islamismo radical y amplios sectores occidentales. Son muchos los activistas islámicos que han expresado su profundo desprecio por el modelo de vida occidental y por muchos de sus valores más representativos. Contrariamente a lo que muchos pensadores opinan, quienes menos dudas tienen de la certeza del «choque de civilizaciones» son los propios yihadistas.

La fuerte influencia de las corrientes más extremistas y fundamentalistas ha afectado profundamente a la percepción que se tiene en Occidente de la religión islámica. Desde la perspectiva occidental se perciben estas expresiones religiosas como un “contexto de barbarie” (ablación de clítoris, lapidaciones, mutilaciones, feminofobia, etc.). Un elemento de separación emblemático entre Islam y Modernidad es la discriminación de género, una tradición muy arraigada en ese mundo y que nosotros pretendemos desterrar del nuestro. En gran parte del imaginario social occidental el Islam se interpreta como fundamentalismo por encima de los intentos de matización de los líderes de opinión; en el imaginario simbólico no se establecen distinciones ante lo que se considera como un todo hostil.

Una buena muestra de toda esta aversión mutua se pone de manifiesto en un reciente articulo de la prensa cotidiana europea, donde el autor comienza su reflexión referida al islamismo con la siguiente pregunta: “Qué es lo que quieren, de qué forma planean

13 André Glucksmann, ABC “Alfa y Omega”, 1 de abril de 2004. Sobre la crítica a la inhibición de ciertos sectores europeos en la lucha contra el terrorismo islámico véase también André Glucksmann, Occidente contra Occidente, Santillana, Madrid: 2005. pp., 43-84.

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conseguirlo y por qué nos odian tanto”14. Esta es una corriente sentimental muy profunda, innegable e innavegable, que circula como un torrente entre las dos orillas y las divide tal vez de manera definitiva.

3. VIOLENCIA ILIMITADA, SOBREHUMANA El modelo estratégico de violencia terrorista global reúne en su expresión actual una

serie de connotaciones, muchas de las cuales han sido ya expuestas en esta breve presentación anterior sobre su arquetipo organizativo y su ideología, y que nos proponemos abordar más específicamente en este apartado. En primer lugar, destacaríamos su radicalidad ideológica y la predisposición hacia una violencia extrema, ilimitada, cuyo valor exponencial, tal y como hemos apuntado anteriormente, se plantea sobre la maximización de la letalidad como elemento objetivo básico y aspiración fundamental de sus operaciones armadas; en segundo lugar, un modelo de acción terrorista basado en la utilización de la violencia indiscriminada por medio de acciones suicidas (empleo y gestión estratégica del vector humano); y, por último, un fuerte componente religioso implícito en los designios de la lucha armada, como yihad o guerra santa, “la violencia se plantea dentro de este modelo como el cumplimiento de un deber sagrado”, un acto sacramental. En base al mandato divino purificador se establece la “lógica de la matanza”: las víctimas potenciales son desde esta perspectiva ilimitadas15.

El modelo clásico de violencia terrorista postula una utilización dosificada y limitada de las acciones armadas, con una minimización de los efectos letales asociados a las mismas; mientras que el modelo actual plantea la utilización sin reservas de cualquier medida violenta, en su máximo potencial y expresión. Esta es la diferencia fundamental entre el terrorismo clásico y el que predomina en la actualidad. La preconización de un modelo de violencia maximizada cuya pretensión vas más allá de un efecto discreto de destrucción y se dirige con paso firme hacia un modelo dantesco de catástrofe. El planteamiento de esta nueva modalidad de guerra terrorista “excluye de facto toda posibilidad de negociación o compromiso entre enemigos, pero también toda oportunidad de limitación y cesación del enfrentamiento que no sea por la destrucción total de una de las partes”16.

14 Goeffrey Parker, ABC, 1 de abril de 2004. 15 Véanse: Bruce Hoffman, A mano armada. Historia del terrorismo, Espasa, Madrid: 1999, pp. 136-138; Mark Juergensmeyer, op. cit., pp. 90-95. 16 Isabelle Sommier, “¿Del terrorismo como violencia global?”, Revista Internacional de Ciencias Sociales, nº 174, diciembre de 2002, pp. 52-62.

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El mensaje fundamental del nuevo terrorismo está implícito en los mecanismos a través de los cuales se pone cotidianamente de manifiesto: la espiral de violencia extrema. Como diría el sociólogo canadiense Marshall McLuhan “el medio es el mensaje”. La opinión pública puede resultar más influenciable a veces por las formas que por el fondo; esta es la tesis que refrendaría la estrategia general implícita en el modelo de terrorismo actual. La violencia como un fin en sí misma, una forma contundente de ejercer el poder. Sin embargo, hay que añadir otro elemento más a este modelo persuasivo. Muchas de las últimas acciones de los grupos armados islamistas, además de su escenificación violenta extrema y salvaje, son convenientemente publicitadas en los nuevos medios a través de contenidos que se recrean en la crueldad y la morbidez, con el propósito evidente de infundir mayores dosis de terror y socavar la voluntad de los públicos diana, a partir de la creación de una atmósfera violenta de apariencia sobrehumana y misteriosa. Las fuentes de un terror extraño que trasciende lo humano e instrumentaliza su condición de servidumbre para imponerlo. Un terror implacable ejercido por una entidad sobrehumana, ante la cual sólo cabe inclinarse y rendirse.

Esta snuff movie terrorista tiene uno de sus primeros precedentes en el conflicto ruso-checheno. A finales de 1999, el wahhabita Arbi Baraiev, uno de los señores de la guerra chechenos que destacó por su extrema crueldad, graba en vídeo la decapitación de varios rehenes occidentales en su poder y hace llegar la cinta a los medios de comunicación, al mismo tiempo que la utiliza para torturar y atormentar a otros rehenes que permanecían cautivos bajo su poder. Esta practica se ha convertido en la actualidad en uno de los métodos más elocuentes del terrorismo de inspiración sunita y la esencia para elaborar su nueva escenificación místico-violenta.

3. 1. Terror indiscriminado

Influidos por la teoría de “la propaganda por el hecho” de Carlo Pisacane, los

anarquistas de finales del siglo XIX, a través de fundación de la Internacional Anarquista o Internacional Negra, fueron los primeros grupos insurgentes que plantearon un proyecto revolucionario global, mediante la activación de un conglomerado de células dispersas, con ideologías afines y que atentaban de forma autónoma, lo cual las convertía en imprevisibles, muy difíciles de interceptar por la policía y temibles públicamente por sus terroríficos atentados. Estas células anarquistas fueron los primeros grupos armados ilegales en realizar atentados indiscriminados, así como de plantear un modelo terrorista de “violencia ilimitada”: “Nos guiamos por el odio a todos los que no forman parte del pueblo... Tenemos un proyecto

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totalmente negativo que nadie puede cambiar: la destrucción total” (Sergueï Netchaiev, conocido como el apóstol de la destrucción)17.

Según manifestaciones atribuidas a Bakunin y Netchaiev (a los cuales se considera coautores de la obra fundacional del terrorismo moderno), queda patente la visceralidad destructiva de este movimiento: “Nuestra única tarea es la de destruir, una destrucción terrible, total, implacable, universal”. Ambos compartían la idea de unir su revolución “al mundo salvaje de los bandidos, verdadero y único medio revolucionario de Rusia”, como contexto más aproximado a la situación de caos que preconizaban. Sensible a los movimientos subversivos de la época, Fedor Dostoievsky utilizará al propio Netchaiev como personaje de Los Endemoniados —obra que a su vez inspiró a Albert Camus también una excelente adaptación teatral—, en una representación metafórica del efecto extremadamente violento de una manifiesta “posesión diabólica” de carácter colectivo.

Una mañana de abril de 1893, un numeroso grupo de jóvenes discípulos del apóstol de la destrucción perpetraron en la ciudad otomana de Salónica uno de los mayores ataques múltiples e indiscriminados de la historia moderna del terrorismo. El ataque duró cerca de cuatro días. Durante este tiempo, volaron secuencialmente un carguero francés repleto de armas destinadas al ejército turco y una usina de gas que produjo un gran apagón en la ciudad; a partir de la penumbra generada, planificaron y ejecutaron el resto del plan. Empezaron por colocar sendas cargas explosivas en un local de juego y en las oficinas de la Banca Otomana. Según testigos del hecho, aquello fue como la señal del Apocalipsis. De pronto, toda la ciudad fue sacudida y barrida por una interminable sucesión de explosiones, al mismo tiempo que caían asesinados indiscriminadamente policías, militares, civiles que simplemente pasaban por las calles, incluso hasta los bomberos que se afanaban en las tareas de sofoque del fuego... Los terroristas habían llegado a bordo de un barco y superaban la centena; corrían como endemoniados y se dispersaban por las calles arrojando bombas y disparando a diestro y siniestro. Los muertos de todas las edades y condición cubrirían las calles de Salónica como una alfombra de muerte a lo largo de “esa noche interminable”.

El terrorismo indiscriminado está directamente asociado al incremento de los efectos de generalización del miedo sobre la población. Como dice Hannah Arendt, para producir terror es necesario seleccionar a las víctimas de manera arbitraria, “que sean objetivamente inocentes, que sean elegidas al azar sin tener en cuenta lo que puedan haber o no haber

17 Esto puede leerse en el párrafo XXVI, último del panfleto, perteneciente al Apartado “Deberes para con el pueblo”: Sergueï Netchaiev, El catecismo revolucionario, Moscú, 1866. Dicho panfleto puede descargarse en varios apartados de la red, por lo que el lector interesado consultar el documento sin problemas a partir de estos parámetros de búsqueda.

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hecho”18. La arbitrariedad del acto no permite a nadie quedar al margen, impide que haya inocentes; “las víctimas podemos ser todos”, cualquiera puede sentirse incluido y con posibilidades en esta lotería macabra del terrorismo aleatorio. Lo cual provocará también que la presión que pretenden ejercer los terroristas sea mayor, al ser mayor también el número de individuos que potencialmente se sientan amenazados. Esta es la particular “baza de la mayoría” que juega este tipo de terrorismo. Los atentados indiscriminados constituyen, de esta manera, evidentes ataques contra la sociedad en su totalidad19.

Por el contrario, el terrorismo selectivo ejerce un mayor poder de manipulación y control sociopolítico que el indiscriminado. Los actos indiscriminados cohesionan y generan movimientos integrales de oposición, ya que suponen ataques a toda la sociedad; mientras que las estrategias selectivas polarizan y dividen el espacio entre quienes se sienten amenazados y quienes puedan encontrarse eventualmente a salvo. La estrategia selectiva marca unas pautas mucho más sutiles y puede resultar más adecuada dentro de un espacio político cerrado o acotado, como el que se perfila en los conflictos domésticos. En este sentido, la violencia indiscriminada se adecua más a los espacios amplios o abiertos con una dimensión internacional o global.

El atentado indiscriminado es pues el enfoque estratégico –con el añadido suicida– más instrumentalizado por el nuevo terrorismo, y ello se explicaría por dos razones: psicológicamente eleva el clima de terror puesto que golpea en cualquier lugar y en cualquier momento (es imprevisible); e ideológicamente “nadie es neutral, nadie es inocente”, todo el mundo debe elegir de qué lado está, según la formula que establece la obligatoriedad de posicionarse “con nosotros o contra nosotros”. De esta forma, involucra a todo el mundo. En este sentido, se distingue del asesinato político, principio de las definiciones y referencias del fenómeno terrorista, porque rompe el vínculo entre el acto y la sanción20. Una relación difícil de entablar cuando las víctimas de tales actos son intencionalmente inocentes.

3. 2. A través del martirio “voluntario”

Uno de los métodos de terror más emblemático de los grupos armados islamistas son las

acciones suicidas individuales y grupales. La estrategia suicida resulta preferencial desde esta perspectiva mítico-religiosa. Además, los kamikazes o soldados suicidas instrumentados por la causa islámica no necesitan ser experimentados terroristas; más bien al contrario, en la

18 Arendt Hannah, Eichmann à Jérusalem : rapport sur la banalité du mal, Gallimard: 1991. 19 Mark Juergensmeyer, op. cit, p. 69. 20 I. Sommier, op. cit., p. 58.

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mayoría de los casos resultan auténticos aficionados de ocasión. Sin embargo, esta dinámica de apariencia oportunista resulta importantísima para el complejo terrorista actual. Los guerreros santos y las acciones suicidas son hábilmente insertados dentro del metarrelato religioso. Se configura así una mitología popular, extensible, asequible al grupo de referencia, que retroalimenta los procesos de violencia y sumisión (o sometimiento) de las comunidades musulmanas a los dictados de las corrientes islámicas más violentas.

Las misiones suicidas se elaboran como un proceso ritual del martirio, un paso adelante, momento sublime de transición y acceso a la inmortalidad. Las grabaciones audiovisuales como memoria y testimonio, documentos legados para la posteridad que testifican la “verdadera” imagen del compromiso político-religioso y de la trascendencia para la Umma. Los muyahidines suicidas, como sujetos activos del acto violento, son redimidos por el islam radical más allá de la muerte; la violencia extrema y la atrocidad que generan sus acciones quedan exculpadas de esta manera por el servicio que prestan a la causa religiosa21.

Si el martirio personal, la autoinmolación, puede suponer una aspiración atractiva para el devoto musulmán que cree ciegamente, ante la promesa diferida de una vida paradisíaca, cabe plantearse qué valor tangible puede tener este tipo de acciones para el colectivo extremista que las impulsa. Más allá del acto puramente testimonial de quien la ejecuta, la gestión adecuada de la estrategia suicida tiene unas implicaciones muy importantes que facilitan sobremanera el despliegue de la actividad armada en varios frentes o apartados fundamentales de la misma. Por un lado, impulsa el reclutamiento de nuevos miembros para la causa, al mismo tiempo que genera un movimiento general de aproximación y apoyo desde la Umma, ya que tal ejemplo de sacrificio por parte de uno de sus miembros remueve las conciencias y eleva el listón de compromiso de los demás; y, por otro lado, supone un factor de gran fiabilidad en el cumplimiento preciso de la misión terrorista y encima permite la supresión de la infraestructura de huída para los activistas, con el alto riesgo que implica este momento crítico de la misión de cara a la detención o desarticulación de elementos importantes de la organización. En el primero de los casos, la estrategia sacrificial tiene un carácter conscriptivo, dinámica que se hace extensible a las relaciones de dependencia (económicas, educativas, laborales, etc.) y de compromiso que la organización establece con los familiares del mártir y con el resto de la comunidad; y en el segundo caso resulta un factor de fiabilidad y ahorro de recursos –económicos y humanos– para la organización armada, al

21 En una reflexión en paralelo a la ‘banalidad del mal’ de H. Arendt, U. Beck se pregunta en un artículo que se publicó en la prensa española poco después de los atentados del 11-S “cómo hay que interpretar este arcaico y moderno altruismo del mal que supone el sacrificio colectivo en forma de una matanza técnicamente perfecta que luego ejecutan a sangre fría” (U. Beck, “El mundo después del 11-S”, El País, 19 de octubre de 2001).

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prescindir de las arriesgadas infraestructuras de huida de los activistas después de ejecutar las misiones.

Didier Bigo realiza un interesante análisis de la “estrategia sacrificial” centrado sobre la noción de victoria vs. derrota que pueden explotar estas organizaciones armadas, interesadas más en la “movilización simbólica” de las masas musulmanas que en la conquista o la toma de posiciones aventajadas en un sentido estrictamente convencional de la guerra. Asimismo, la utilización de estos métodos de terrorismo parece estar directamente relacionada con la pervivencia de la propia organización como colectivo de combatientes, frente a otras vías posibles como pueda ser la conquista inmediata de los espacios de poder a los que se aspira; todo por el mero hecho de existir, incluso cuando su causa esté totalmente perdida u olvidada. Estos planteamientos responderían por lo tanto a una racionalidad distinta a la que se concibe en los principios de combate de las organizaciones armadas occidentales22.

Por otra parte, los atentados suicidas generan altas dosis de terror y desmoralización en las víctimas potenciales. Tales niveles de atrocidad muestran un idea desbordande del nivel de violencia al que están dispuestos a llegar estos extremistas en la consecución de sus objetivos, lo cual trata de inducir a la parte contraria una esperanza nula de arreglo, de paz, si no es con el triunfo rotundo de su causa. Por lo tanto, las acciones suicidas inciden de manera muy importante en la voluntad de resistencia colectiva a los efectos del fenómeno terrorista.

En referencia a la justificación islámica de estos actos, el líder político de Hamas, remitía la legitimidad religiosa de las acciones de “martirio voluntario” a una fatwa emitida por un muftí en los emiratos del Golfo. Descendiendo a un plano mundano, en la perpetración de este tipo de acciones se dan también motivaciones de venganza por la muerte violenta de familiares. La venganza se presenta en muchos casos como el único consuelo capaz de amainar toda la desesperación de ello derivada. Aunque luego se vuelvan a revestir estos actos con una pincelada más noble. Así, el mismo Rantisi dice que las misiones suicidas son “lecciones morales” llevadas a cabo como venganza para que los civiles israelíes sepan lo que es sufrir en sus propias carnes el azote de la violencia 23. En este sentido, cabe mencionar también el caso de las viudas negras en Chechenia. Viudas de combatientes chechenos muertos en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad rusas. Los separatistas chechenos, profundamente influenciados por el wahabismo, canalizan la desesperación de estas mujeres

22 Véase: Didier Bigo, ¿Nouveaux regards sur les conflits?, en Marie-Claire Smouts (dir), Les nouvelles relatios internationales. Pratiques et théories, París, Presses de la Fondationnationales des sciencies politiques, 1998. Citado por Iñaki Aguirre, en “El desafío del nuevo paradigma de violencia y la guerra de sustitución”, Tiempo de paz, Nº 68, invierno de 2003. 23 M. Juergensmeyer, op. cit., pp., 84-85.

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enlutadas para enviarlas como vectores humanos hacia sus objetivos, lo cuales encarnan lógicamente el objeto de su desesperación y su odio.

Respecto al sentimiento de venganza como impulsor de la conducta violenta terrorista, León Trotsky afirmaba que “la causa psicológica más importante del terrorismo ha sido siempre un sentimiento de venganza que busca una vía de escape”. Contrariamente a lo que muchos afirman, el comunismo revolucionario no admitía la privatización o la individualización de la lucha armada. Para los trotskistas, el modelo de lucha actual sería terrorismo alienado. La lógica de la acción, desde esta perspectiva, no puede responder a intereses particulares situados al margen de la lucha de las masas o las colectividades24.

Los activistas globales también procuran la justificación del uso de la violencia en la aprobación islámica (y universal) de la defensa propia. Además, amplían esa idea para incluir la defensa de la dignidad y el orgullo colectivo, y por supuesto el bienestar físico individual. Conviene tener en cuenta que en el Islam no existe una diferenciación clara entre los términos religión y política, ambos van íntimamente unidos en una suerte de destino común. En el mundo musulmán no existe una tradición laica ligada a la política, como en Occidente, con la consiguiente separación entre los dos ámbitos. Los ideólogos del islamismo armado consideran su causa tanto política como religiosa. En una entrevista del experto en terrorismo religioso, Mark Juergensmeyer, el doctor Abdulaziz Rantisi, uno de los fundadores de Hamás y por aquel entonces líder político de la organización, se refiere a la causa que defienden como “nacionalismo islámico”.

Este líder político de Hamas racionaliza la consideración del terrorismo suicida como un “martirio voluntario” (istishhadi). El denominado hombre-bomba o terrorista suicida –dice–, “induce a pensar en el acto impulsivo de una persona desequilibrada”. De ahí que los ideólogos islamistas rechacen la utilización de los términos “terrorista o activista suicida”, ya que esta terminología tiene una carga negativa o peyorativa que desvirtuaría el enfoque mítico y sereno que los ideólogos radicales pretenden imprimir a estas misiones25.

4. LOS ESCENARIOS DEL TERROR GLOBAL El despliegue de la actividad armada en un escenario adecuado resulta crucial. En este

sentido, el medio urbano genera la participación directa y activa de un mayor número de

24 León Trotsky, “Por qué los marxistas se oponen al terrorismo individual”, Der Kampf - 11/1911, en Marxists Internet Archive, diciembre de 2000. 25 M. Juergensmeyer, op. cit., pp. 79-95

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espectadores en la “obra trágica” que se representa; y también, por lo tanto, de quienes tienen capacidad para la toma de decisiones. En el mundo actual las grandes urbes son también los centros más importantes de decisión. Además, las condiciones de vida y la masificación que presentan las ciudades las convierten en la escena idónea para el desarrollo del “espectáculo” de terror cosmopolita. La apuesta de farol que supone inicialmente el desafío terrorista deberá por principio generar sensación de alarma, abarcar la máxima amplitud social, amplificar la sensación de destrucción y de terror, porque una alta movilización humana y un gran despliegue de medios es igual a una mayor propagación del hecho. El escenario urbano es el lugar ideal para el desarrollo del conflicto armado en los términos que plantean las estrategias terroristas. Y esto resulta válido para cualesquiera modelos estratégicos de violencia que se postulen.

También supone el ámbito ideal para el indispensable anonimato terrorista, para no llamar la atención siempre que se mantengan actitudes suficientemente discretas; para el tiempo de la clandestinidad, mientras se planifican los atentados, en medio de una muchedumbre acostumbrada a la frialdad en el trato y familiarizada con un repertorio de costumbres e individuos suficientemente variable y excéntrico como para que nadie resulte sospechoso a nadie.

Por otra parte, da la impresión de que algunos lugares donde se libran estas guerras en la actualidad, o donde se perpetran grandes atentados terroristas, resultan simples escenarios subsidiarios, en muchas ocasiones de segunda clase, de la guerra global que parece dirimirse ante nuestras narices. En este sentido, surge una pregunta clave: ¿cuál es el escenario real donde se dirime esta guerra? Tal vez la humanidad misma, la civilización y el modelo de vida occidental o el mundo musulmán..., quizás el imperio estadounidense o la existencia del Estado de Israel ¿Es acaso posible que todo pueda reducirse a una lucha por el control de determinadas fuentes de energía? ¿Qué es lo que está en juego en esta supuesta guerra global que algunos se empeñan en desatar? Acaso la primacía norteamericana frente a Europa, la civilización occidental frente al mundo islámico radical, el Primer Mundo frente al Tercer Mundo; o la clásica involución hobbesiana del “todos contra todos” y que cada uno se las arregle como pueda.

La escenificación del terrorismo actual encierra en toda su amplitud el mensaje que sus responsables desean trasladar a la sociedad, constituye el medio fundamental a través del cual transmiten su voluntad y su determinación. La forma fehaciente mediante la cual pretenden llevar a cabo su propósito persuasivo y hasta dónde son capaces de llegar para conseguir sus objetivos. Los atentados terroristas actuales generan un canal de comunicación específico desplegado a partir de la escenificación de un modelo de violencia extrema capaz de causar el

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máximo impacto psicológico y social. El predominio de una metodología indiscriminada y arbitraria en el terrorismo actual, con el empleo estratégico del vector humano, cobra distancia respecto de la noción clásica de asesinato político y apunta como objetivo directo a la sociedad en su totalidad; y, por extensión, proyecta su amenaza contra la humanidad en su conjunto. Con lo cual el fenómeno trasciende su primigenio espacio político y se constituye como amenaza de magnitud global para la pervivencia de la especie.

4. 1. Incipiente disposición urbana

El acoso incesante al que fue sometida la yihad afgana tras el 11-S, con la ocupación de

Afganistán y la caída del régimen protector de los talibán, les empujó a realizar algunos movimientos tácticos y estratégicos de gran importancia. Con este replanteamiento el núcleo duro de la red global se propuso establecer nuevos asentamientos en ciertos sectores fronterizos y concentrar el grueso de sus estructuras en determinadas áreas urbanas superpobladas del sur de Asia. Este proceso de reorganización empieza con el repliegue de los elementos combatientes de la organización (junto con algunos grupos de guerrilleros talibán) a principios del año 2002, en un espacio geográfico cerca de las fronteras Sur y Sudeste de Afganistán. Pero lo más notorio de este proceso de cambio se centra en la incipiente disposición urbana que adopta la insurgencia islámica. De esta forma, una gran parte de sus miembros se ha venido estableciendo en los barrios más míseros del extrarradio de la populosa y violenta Karachi; un núcleo urbano de más de 14 millones de habitantes y que además cuenta con una muy conveniente salida al mar. Si encontrarlos en las montañas afganas resultaba una tarea difícil, hacerlo ahora en esta jungla urbana puede resultar misión imposible.

En este nuevo proyecto de reasentamiento hay que resaltar también el papel que juegan las madrasas. Desde estas supuestas instituciones de “enseñanza religiosa” se pondrán en marcha los mecanismos de apoyo a la red y de ocultación de sus miembros. A muchos de estos estudiantes coránicos en ellas inscritos se les prepara específicamente para apoyar a la organización y ocultar a sus miembros, protegiéndolos eficazmente contra el acoso de las fuerzas de seguridad.

Asimismo, circunstancias como el triunfo electoral de la alianza paquistaní pro talibán MMA (Muttahida Majilis Amal) en la Provincia de la Frontera Noroccidental y Baluchistán (ambas fronterizas con Afganistán e Irán) han facilitado mucho las cosas para este proceso de reconversión del islamismo insurgente. Estas provincias se han convertido en sedes experimentales del proyecto de islamización radical que esta organización política pretende

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extender a todo Pakistán, así como en la base de operaciones y refugio para milicianos talibán y combatientes de Al Qaeda. El la plataforma paquistaní coinciden en la actualidad separatistas chechenos, guerrilleros afganos (Talibán) y militantes de Al Qaeda, además de los grupos armados que actúan en el conflicto por Cachemira. El contexto paquistaní aparece actualmente como “la gran plataforma” desde la que relanzar el extremismo islámico contra sus tradicionales enemigos. Por lo que se presenta como un escenario fundamental en la lucha contra el terrorismo internacional26.

Un obstáculo que encuentra el yihadismo en Pakistán es la violenta división entre las comunidades chiítas y sunitas. Asimismo, se ha establecido una pugna en el omnipotente Ejército paquistaní entre militares laicos y partidarios de la islamización. La inclinación de esta situación podría facilitarle mucho las cosas a los estrategas del extremismo más violento. Existe la firme sospecha de que éstos pretenden hacerse con el control de la «bomba islámica» para lanzar una yihad nuclear. Lo que sí resulta claro es que en la tradicional pugna del Ejército paquistaní entre laicos y religiosos, los recién llegados están dispuestos a jugar un papel fundamental para el triunfo de los militares radicales islámicos. Otro factor importante que puede complicar su asentamiento en Karachi es el crimen organizado de la ciudad. Los grandes capos mafiosos que controlan la ciudad contemplan como una amenaza la presencia de los yihadistas en los suburbios. Esta es la baza fundamental que juegan los servicios de inteligencia occidentales destacados sobre el terreno.

Otro punto importante en este proceso de reorganización se centra en el acceso al crucial escenario iraquí y otros potenciales escenarios de conflicto armado. Para este importante objetivo está destinada precisamente la infraestructura creada por el grupo armado Ansar al Islam. Una base kurda que permite la intervención en Siria, Jordania y, por supuesto, en el nuevo Irak. Esta organización radical islámica kurdo-iraquí se creó a principios de septiembre de 2001, apenas unos días antes del ataque sobre Nueva York y Washington. Elementos de este grupo armado tomaron una cadena de aldeas en una zona montañosa a las afueras de la ciudad de Halabya para ponerlas a disposición del yihadismo, teniendo en cuenta que Afganistán iba a resultar en muy poco tiempo un lugar imposible para la organización. Así, el enclave preparado por Ansar al Islam se convertiría inmediatamente en la base de operaciones de un subgrupo de Al Qaeda denominado Yund al Shams (Soldados del Levante)

26 Sobre el peligroso reagrupamiento del yihadismo y los talibán en suelo paquistaní advierte Ahmed Rashid en una entrevista en la que se destacan los siguientes titulares: “Ahmed Rashid advierte que la cúpula talibán intenta rehacer su movimiento en Pakistán” y “ El nuevo gobierno afgano advierte que la dirección de Al Qaeda permanece intacta” (La Vanguardia, 28 de diciembre de 2001); sobre los resultados y la consumación de este repliegue o proceso de reorganización véase el artículo posterior de David Jiménez, “Karachi, la jungla urbana de Al Qaeda”, El Mundo, 5 de enero de 2003.

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que opera en Siria y Jordania, a cuyo mando está el jordano de origen palestino Mussa’ab al Zarqawi, considerado por algunas agencias de inteligencia como el principal especialista de Al Qaeda en terrorismo químico y biológico. A partir de esta coyuntura se presupone que se ha creado una alianza entre Al Qaeda y una parte de la resistencia iraquí.

Existen también pruebas de que algunos militantes yihadistas se ocultan en Irán; y de que otros muchos atraviesan este país mediante salvoconductos concedidos por sus autoridades en dirección a la frontera con el norte de Irak, provenientes del área afgano-paquistaní. Por lo que se habrían establecido corredores a través de la geografía iraní para conectar ambos escenarios.

4. 2. Desafío global y terror cosmopolita

Por último, otro de los elementos que caracterizan el modelo terrorista actual es la

escala subversiva y el nivel de desafío que plantea. Nos referimos a la dimensión global del terrorismo. Utilizamos el término “terrorismo global” porque su estrategia y sus objetivos son globales. Esta dimensión global del nuevo terrorismo pone de manifiesto un tipo singular de relación espacio-temporal, donde las referencias territoriales e históricas se proyectan más allá de sus límites sobre una dimensión cósmica y eterna. Así, uno de los términos más usuales para hacer alusión al tipo de conflicto armado que plantea este tipo de terrorismo es el de “guerra cósmica”. Y es en esta configuración ultramundana donde se agudiza la dimensión subjetiva del fenómeno terrorista y donde se pone de manifiesto la prevalencia de lo infrapolítico, lo metapolítico, frente a lo político; y, curiosamente, constituye también el espacio difuso donde se produce ese paradójico retorno al bipolarismo (“lucha del bien contra el mal”, “eje del mal”, “lucha contra el apóstata y el infiel”). Pero esta vez en clave maniqueísta y pseudo religiosa27.

El desplome de los grandes símbolos precede a la caída de los viejos ordenes que los erigieron y los sustentaron. La caída del muro de Berlín anticipó el desplome del imperio soviético. Siguiendo esta pauta histórica, ¿el derrumbe del World Trade Center supondrá el inicio vertiginoso de la caída del imperio estadounidense? Esta es una pregunta que flota en el ambiente después de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. El ataque a las Torres Gemelas ha ingresado en la historia con un saldo de víctimas que jamás se conocerá; al mismo tiempo, tampoco nadie puede calcular realmente las dimensiones de la destrucción que generó (y sigue generando...) el más grande de los desafíos terroristas insurgentes que se ha

27 Iñaki Aguirre, op. cit., pp. 30-42.

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planteado. El estudio de los conflictos armados en la actualidad obliga a realizar una revolución conceptual, o cuando menos una profunda revisión de términos que pueda adecuarnos a las nuevas realidades. Este desequilibrio actual entre el lenguaje y los hechos quedó claramente de manifiesto con estos atentados terroristas. La magnitud de los hechos dejó boquiabierta a la humanidad, sin palabras con las que poder explicarse el desbordante acontecimiento que presenciaba televisado en directo. Los hechos acaecidos conjugaron audacia, crueldad, destructividad y simbolismo de forma inimaginable hasta entonces, dejando en la intemperie más absoluta todo planteamiento objetivo de la seguridad en el mundo global28.

Más allá del tratamiento un tanto sensacionalista de todo lo referente a la red Al Qaeda, no puede negarse la incertidumbre que genera semejante desafío y los niveles de violencia física y verbal que se vienen desplegando en el mundo durante la última década. El combate al terrorismo global puede ser considerado como una guerra de máxima proyección y alcance. Esto se pone de manifiesto ante el desafío global que plantea la nueva insurgencia islámica y los niveles de fuerza (y violencia) que se han desplegado ya sobre el ‘tablero bélico’ para su combate. El “gran juego” se proyecta como una escalada sin limites a nivel mundial; todo ello peligrosamente reforzado con los medios tecnológicos del mundo actual y unos niveles de amenaza extremos, realmente alarmantes. Por lo que parece imponerse en la actualidad un nuevo paradigma de guerra global.

Al margen del cúmulo de reflexiones sobre la presunta estrategia global de dicha red insurgente, que obviamente siempre tienen un cariz positivo y enriquecedor, existen a nuestro modesto entender demasiadas evidencias sobre este supuesto29. También se puede conjeturar sobre si la estrategia de la yihad global avanza triunfante tras el 11-S, o bien si lo hace hacia el más absoluto fracaso porque sus acciones no son capaces de conseguir la movilización e integración de las masas musulmanas a su alrededor, sino más bien la división y la

28 Sobre el significado del 11-S, la noción de acontecimiento global y el transito hacia un nuevo paradigma de la violencia extrema, véase el interesante análisis de Iñaki Aguirre, “Globalización, acontecimiento y violencia”, en Cursos de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales de Vitoria-Gasteiz 2003, Universidad del País Vasco, Bilbao, 2004. Respecto a la necesidad de una nueva conceptualización de la guerra global que plantea el nuevo terrorismo recomendamos las breves pero interesantes reflexiones que hace Ulrich Beck en Sobre el terrorismo y la guerra, Paidós, Barcelona, 2003. 29 A desentramarla dedica enteramente R. Gunaratna el capítulo 3º de su monográfico sobre Al Qaeda, ya citado anteriormente. No obstante, pueden verse también otros muchos artículos sobre esta cuestión, algunos afirmativos y otros escépticos sobre la existencia real de la misma: Haizam Amirah Fernández, “¿Tiene al-Qaeda una estrategia global?”, Real Instituto Elcano, ARI, 20 de abril de 2004; Jason Burke, “Al Qaeda”, Foreign Policy Edición Española, junio/julio de 2004; Haizam Amirah Fernández, “El 11-M en la Estrategia Yihadista”, Foreign Policy Edición Española, agosto/septiembre de 2004; Javier Noya, “Del 11-M al 14-M: estrategia yihadista, elecciones generales y opinión pública”, Real Instituto Elcano, ARI Nº 132 (2004); Juan Avilés, “Las amenazas transnacionales en un mundo globalizado”, Grupo de Estudios Estratégicos GEES, Análisis nº 79, 28 de abril de 2005 (pp. 6-8).

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polarización de las mismas30. Lo cierto es que a partir de aquel macro-acontecimiento el despliegue de actividad terrorista en base a un esquema cosmopolita e islamista mantiene un curso ascendente (Nueva York, Bali, Yakarta, Madrid, Beslán, Londres, Sharm el Sheij, Aman...). En la actualidad el “terror cosmopolita” de inspiración islámica se ha instalado en casi todas las urbes o centros turísticos del planeta, y no cesan de descubrirse nuevos planes de atentados de corte muy similar entre sí: células de vanguardia establecidas a tal efecto en las grandes ciudades del planeta, o bien surgidas espontáneamente a partir de la diáspora transgeneracional musulmana, como una especie de conglomerado de túneles y agujeros negros instalados para socavar el espacio enemigo, la quinta columna del islamismo radical, o la propia esencia de los Caballeros bajo la bandera del profeta como los combatientes genuinos del movimiento dispuestos a la autoinmolación colectiva ejecutando a sangre fría una matanza más, como un acto de “altruismo del mal” en el que los mártires simultanean su propio sacrificio con el de sus víctimas. Un suma y sigue incesante en la contabilidad del terrorismo global.

En cualquier caso, y en paralelo a su proyección cosmopolita, la dimensión global del terrorismo supone un incremento alarmante del nivel de amenaza en la humanidad ante la posibilidad de obtener y utilizar armas NBQ. Nadie parece dudar ante la hipótesis de que las organizaciones armadas implicadas en desafíos de tal envergadura podrían utilizar este tipo de armamento, de tenerlo a su alcance. El propio líder de la Yihad Internacional, Osama bin-Laden, ha manifestado en varias ocasiones su aspiración a llevar a cabo una yihad nuclear31. Este es un factor que eleva vertiginosamente los niveles de “angustia futurista” en la humanidad. Los efectos angustiantes influenciarán de manera negativa, y en proporciones cada vez mayores, el comportamiento político humano. Para mitigar el padecimiento sobre un hipotético “apocalipsis nuclear” es muy posible que se genere un retroceso general en los regímenes de libertades y se condicione el progreso humano de manera paranoide, lo cual se traducirá en un sentimiento de hostilidad hacia todo lo exterior y tal vez un retorno generalizado a los presupuestos del Estado fortaleza, así como los regímenes de proliferación armamentística.

Este hipotético desenlace supremo se pone de manifiesto con la representación del suicidio violento proyectado sobre el conjunto humano a través de la autoinmolación nuclear.

30 Esta es la tesis que mantiene Giles Kepel en, La yihad: expansión y declive del islamismo, Península, Barcelona, 2001; se mantendrá en la misma línea un año después: Giles Kepel, “¿Prenderá la Yihad?”, El País, 10 de septiembre de 2002. 31 Youssef H. Aboul-Enein, op. cit., pp. 73-78. También reflexiona sobre la posibilidad de utilización de armas de destrucción de masas por parte de los terroristas Fernando Reinares en Terrorismo global, Taurus, Madrid, 2003, pp., 143-157.

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Lo cual no resulta exagerado a tenor de la evolución de la tecnología homicida y la certeza del encuentro ineludible, en algún lugar del tiempo, entre los instrumentos precisos y la voluntad de exterminio total. Este recurso a los “medios supremos” tiene perfecta cabida en la espiral evolutiva del fenómeno terrorista, en la cual se manifiesta con rotundidad una fuerte escalada letal dentro de un modelo desplegado de violencia ilimitada. Tiene por lo tanto perfecta cabida dentro de la lógica imperante del modelo. De no cambiar esta dinámica, únicamente se tendría que producir el encuentro fatal entre los medios y la voluntad homicida ilimitada. Y ese escenario final es tan sólo una cuestión de tiempo.

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