Desnoëtes, Caroline – Hartmann, Isabelle; “Tam-Tam colores”, editorial Edelvives, 2007
Querido abuelo Mussa...: (Viajes por África)
Querido abuelo Mussa:
Cuando te fuiste te hice dos
promesas: portarme bien e ir a
verte pronto.
Mientras espero a reunirme
contigo, te mando unas gafas
que papá me ha ayudado a
decorar para ti. ¡Creo que vas a
estar guapísimo con ellas!
Dime, abuelo Mussa,
¿cuándo volveremos a vernos?
Te echo de menos, querría
estar contigo, bajo el mango,
oyéndote contar las fascinantes
historias de tu viaje...
Me acuerdo mucho de ti.
Fatu
Mi querida Fatú:
Sabes muy bien que recuerdo con todo detalle mi gran viaje a
través de nuestra hermosa África y que pensar en él me devuelve la
alegría de la juventud que ya no tengo. Una vez más voy a contarte
una historia con las imágenes que siguen vivas en mi memoria y
resuenen en mi mente, como lo harían los colores procedentes de un
tam-tam.
...Hace muchos años, salí de San Luis de Senegal. Abandoné, sin
mirar atrás, la enorme y bulliciosa ciudad a la orilla del agua. Iba, en
un autobús multicolor, sentado entre las gallinas de una señora
mayor que, como yo, se dirigía a Guinea Conakry. Me sentía feliz y
despreocupado. Viajaría meses por los caminos más diversos
recorriendo miles de kilómetros, descubriendo nuevos paisajes y
viviendo historias inolvidables...
En Senegal...
...Mantuve los ojos muy abiertos durante el día completo que
duró el viaje. Quería ver todo lo que pudiese de un país, que era el
mía y no conocía. Atravesamos, de oeste a este, el reino de Colorido
contado por los juglares de mi infancia. El autobús paraba muchas
veces, iba de pueblo en pueblo, cada uno situado en medio de la
nada. Luego fuimos paralelos al río Senegal, el gran río de color ocre,
de tierra y oro, que da la vida...
...De allí recuerdo a unas mujeres que caminaban con paso
decidido, eran hermosas, iban envueltas con telas luminosas que el
viento hacía flotar en la luz dorada. Crucé la mirada con una de ellas,
le brillaban los ojos como las joyas de plata que llevaba y
centelleaban al sol.
¿Adónde irían? Quizás a Guinea Conakry, como yo...
Llegada a Malí
...Llegué a Malí, fue a Bamako, luego a Mopti, después tomé el
barco que remonta el río hasta Tombuctú, la puerta del desierto.
Hacia el sur, me detuve en el pueblo dogón donde vive uno de mis
tíos, al pie del acantilado de Bandiagara. Parece que le estoy viendo
todavía a mi llegada, de pie sobre una escalera tallada en un tronco.
Me miró sin reconocerme, él recordaba a un niño y ¡yo era ya un
hombre!...
...Feliz por nuestro reencuentro, me enseñó su casa de tierra
ocre y su granero, donde guardaba su cosecha detrás de una
soberbia puerta de madera tallada, cerrada con un sólido cerrojo.
Hablamos toda la noche, me contó la leyenda de los tellem, los
habitantes de los acantilados que bajan volando durante la noche
para rondar por los pueblos. Allí las noches de luna llena, los
animales hablan y son más sabios que los hombres...
En Burkina Faso...
En Burkina Faso, el conductor del autobús me dejó al borde de una
pista y me indicó el camino a seguir para llegar al mercado. Había allí
una chiquilla, vestida con un paño a rayas azules, que acababa de
poner en el suelo, a sus pies, una gran vasija de barro. Otras
mujeres, muy derechas, también con cacharros de barro en la
cabeza, descendían por las colinas de los alrededores, en fila india.
Venían al mercado desde muy lejos para vender. Parecían una hilera
de hormigas sobre la hierba verde...
...En el gran mercado al aire libre, había otras vendedoras de cestos,
de telas y de jugo de jengibre. Los alfareros trabajaban a mano la
tierra roja, protegidos del calor, en las casas. Allí, y resulta
sorprendente, las vasijas de barro que se usan para guardar los
vestidos, los objetos y los adornos, se apilan una encima de otra de
tal manera que forman una column-armario...
Llegada a Guinea Conakry...
...Llegué a Guinea Conakry por el norte. Me encontré en un océano
verde como si fuese la primera mañana del mundo. Allí la selva es
tupida, la luz esmeralda. Me sentí atrapado por una fuerza vegetal
ante las ceibas gigantes, los bananeros y los miraguanos
entrelazados por lianas estranguladoras. Fatu, niña mía, el olor del
bosque es inolvidable. Por el camino, un poco antes de llegar a un
pueblo, encontré a una chico. Me dijo que el poblado estaba en
fiestas. Cuanto más nos aproximábamos, más nítidos se oían los
gritos de alegría y los sones de los tambores. Nos acercamos a un
grupo de gente arremolinada alrededor de un hombre que bailaba
con un teatrito de marionetas sobre su cabeza: era un casco de
madera pintada, y los personajes se movían a medida que la historia
los mencionaba. Los espectadores, desde el más joven al más
anciano, estaban cautivados por la representación. Era muy divertida
y todos se reían a carcajadas en el corazón de la selva...
En Costa de Marfil...
En Costa de Marfil, he visto mujeres con peinados maravillosos en los
que las trenzas se entrelazan como lianas y forman unos complicados
moños color ébano. Las trenzas postizas se compran en el mercado y
la trenzadora, en su local, las añade a la raíz del pelo de verdad para
crear un peinado original.
Fatu, niña mía, allí, los escultores se inspiran en este arte del
trenzado y tallan, con mucha paciencia y habilidad, estatuillas de
hermosos colores café o cacao. Estos fetiches, que favorecen la
fertilidad y la maternidad son muy populares. Cuando una mujer
desea tener un bebé, deposita en ellos su esperanza de ser madre
pronto. El parecido entre los jóvenes de este país y los fetiches es, a
veces, asombroso...
En Ghana...
En Ghana me pasee por el litoral. Hacía mucho calor a pesar de la
brisa marina. Caminé mucho rato por la playa, me acerqué a un
hombre en cuclillas junto a una oveja. Me contó que era dueño de un
barco de pesca. Con él, en silencio, escruté, durante horas, el
horizonte y la mar infinitamente azul y contemplamos la vuelta de las
grandes piraguas.
Pronto aparecieron las embarcaciones de madera pintada entre las
grandes olas, detrás de la barra, y la playa se transformó en un
mercado de pescado. Hombres fuertes del poblado iniciaron una
especie de ballet acuático, yendo y viniendo de los barcos a la playa,
descargando el pescado en cajas que transportan sobre la cabeza.
Allí, las familias viven al ritmo de la pesca. Hacen joyas y objetos
delicadamente trabajados con forma de pez...
De Ghana a Negeria...
...Me acuerdo de la costa de Nigeria, a la caída de la tarde en la
playa; atraído por el sonido de sus djembés, divisé a lo lejos a un
grupo de gente bailando sin parar bajo la luz del sol poniente. Me
impresionó tanto que no me atreví a acercarme. A la mañana
siguiente, se veían en la playa los restos de la fiesta, alrededor de
una caseta, azotada por los vientos y decorada con una misteriosa
serpiente arco iris casi borrada. En ese lugar se celebraban
ceremonias rituales en las que los pescadores pedían la protección de
los dioses con la ayuda de estatuillas adornadas con cauris.
Allí, todos los años, durante una gran fiesta, las piraguas navegan
llenas de flores, de perfumes, de frutos y de ofrendas, que se echan
al mar para honrar a Yemandja, la diosa del mar y pedirle su
bendición. Se cuenta que hay sirenas, que viven en el océano, que
protegen a los pescadores y, que a veces, hasta salen en secreto
para ayudar a las gentes del poblado...
En Chad...
En Chad me detuve junto al lago que da el nombre al país. Es tan
grande que no pude divisar la otra orilla. Muchas casas de
pescadores, de madera pintada, se alzan a la orilla de este pequeñe
mar interior de reflejos plateados.
Allí saboreé un delicioso pescado a la brasa. Reunidos alrededor de
una fuente, metíamos la mano para disfrutar de este sabroso plato,
que iba acompañado de croquetas de mijo y de salsa de cacahuete.
Se servía en calabazas decoradas con motivos geométricos. Los
dibujos negros se graban con un punzón de metal al rojo vivo. La
calabaza se usa también para muchas otras cosas: este fruto, seco y
vacío, puede convertirse, según el tamaño y la forma, en plato,
cuchara, regadera, instrumento de música o incluso ¡casco de
motorista!
Hacía Etiopía...
...Mi ruta transafricana me condujo hasta Etiopía para visitar las
iglesias subterráneas. Allí, hay un lugar, conocido como Lalibela, que
es increíble. ¿Puedes imaginarte, Fatu, niña mía, bajo un cielo
luminoso interminable, el espectáculo inesperado de iglesias en forma
de cruz, excavadas en la roca? ¡Tenía la impresión de que se hundían
ante mis ojos!...
Entré en el interior de una de llas. Se estaba fresco, en la penumbra,
y olía a incienso. Un anciano sacerdote me descubrió su oculto
tesoro: rollos protectores y curativos. Yo estaba extasiado ante las
bellas pinturas sobre pergamino, delicadamente trazadas siguiendo
los ritos de curación de la medicina tradicional. Era una larga tira
pintada con tierras de colores, que se va desenrollando conforme se
reza, con la esperanza de que la persona enferma recobre la salud.
Ya en la República Centroafricana...
...Mi viaje a través del enorme continente me llevó hasta la República
Centroafricana, el gran país de la selva ecuatorial y de las inmensas
llanuras verdes...
Allí, el paisaje muestra los más diversos tonos de verde salpicado con
manchas pardas del ganado. Sabes Fatú, se me cruzó en el camino
¡un cebú que se había escapado de su rebaño! Te confieso que tuve
miedo y, corrí como un rayo, ante aquella enorme bestia con cuernos
a la que podían seguir sus compañeras. Aunque la verdad es que sus
siluetas voluminosas han servido de inspiración a los artistas locales.
Este animal se representa en objetos de uso cotidiano, máscaras e
instrumentos musicales, como los tambores de hendidura. En ellos, el
cebú parece revivir con el golpeteo rítmico de las manos del músico y
deja escapar tonalidades graves y profundas...
En el Congo...
En el Congo me detuve en un mercado y deambulé entre los puestos,
entre las palabras y los negocios, los colores y los sonidos, los frutos
y el aroma de las especias que inundaba el aire de la mañana.
Me intrigó el vendedor de fetiches que ofrecía camaleones secos,
cráneos de hiena, pieles de mono, azufre y raíces extrañas. Pero mi
mirada fue a detenerse un poco más allá en un paño colocado en lo
alto de un montón muy ordenado. Tenía muchos tonos de azul, desde
oscuros, casi azul noche, hasta el azul profundo del mar. Esta tela se
había teñido con el extracto de hojas de añil maceradas y después
secada al sol, antes de bordarla. Fatu, niña mía, este paño, que me
gusta tanto, te lo regalaré cuando volvamos a vernos...
En Zambia...
En Zambia es donde vi más animales: cebras, gacelas, rinocerontes,
hipopótamos, cocodrilos, facóceros, monos graciosos y muchísimos
pájaros que yo no conocía. Me sentí diminuto en la inmensidad de un
paisaje de colores cálidos bajo un cielo azul infinito. Tuve la impresión
de estar en el paraíso de los animales y los baobabs.
Fatu, las jirafas me parecen los bailarinas de la sabana. Son tan
elegantes con ese pelaje marrón claro a manchas. Las jirafas y sus
sombras caminaban ondulantes y con elegancia. ¡Es un espectáculo
magnífico! Allí, los escultores tallan en las tapaderas de madera de
los cacharros un animal encima como asa. Parecen de cerámica por
sus colores y brillos. Llevo uno, bien envuelto en mi paño, con un
elefante, como recuerdo de los paquidermos que tanto me gustan.
El final de mi viaje: Sudáfrica...
...Y por fin , Fatu, llegué a Sudáfrica, la última etapa de mi viaje. Allí
encontré a la que iba a ser mi esposa, luego nació tu papá, y años
más tarde, tú viniste al mundo. Creciste ante nuestros ojos,
pequeña., y luego, tu abuela Noni quiso conocer Senegal, así que nos
vinimos a pasar nuestros últimos años al país de mi infancia...
¿Sabes?, me pongo mucho el collar que me regalaste. El dibujo me
recuerda tu silueta azul en la playa, cuando llevabas frutas en un
cesto grande en la cabeza. Me dices que tienes una muñeca muy
bonita, ya me la enseñarás cuando nos veamos después de la
estación de las lluvias. Mientras tanto he rebuscado en mi memoria y
he hecho vibrar el tam-tam de los colores para volverte a contar mi
gran viaje por África.
Fatu, niña mía, la próxima vez, el relato lo haré bajo el mango,
contigo a mi lado. Te lo prometo...
FIN