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¿Cómo vivo esto? ¿Eres consciente que como hijo de la Iglesia, estás llamado a cooperar con la misión evangelizadora de la Iglesia? ¿Buscas hacer apostolado a tiempo y a destiempo”, con tu familia y amigos? ¿A qué te comprometes hoy? Hoy estas fronteras ya no existen; en todo caso, hay algunas líneas divisorias para discernir las circunstancias particulares que concurren en la situación religiosa de los destinatarios del primer anuncio del Evangelio. Primer anuncio, igualmente urgente en el mundo occi- dental. Europa ha pasado a formar parte de aquellos lugares tradicionalmente cristianos en los que, además de una nueva evangelización, se impone en muchos casos una primera evangelización. Redemptoris missio señala muy claramente los nuevos ámbitos de la misión ad gentes, más allá de los geográficos; situación bien delimitada por la enseñanza del papa Francisco en Evangelii gaudium y recordada por la Conferencia Episcopal Española (CEE) en la introducción del Plan Pastoral para el presente quinquenio: Se trata de evangelizar también a nuestros conciudadanos, a los que viven junto a nosotros, a los que, estando bau- tizados, se han alejado de la vida eclesial, y a otros muchos, nacidos en nuestro país o veni- dos de fuera, que no han recibido el don de la fe”. Desde esta constatación, la expresión la misión está aquíparecería la más adecuada para urgir a la acción misionera en el aquíde nuestras fronteras, pero su uso no está exento de cierta imprecisión e, incluso, intencionalidad, al entrañar una clara connotación excluyente. Si la misión está aquí, parece que prioritariamente está en nuestro entorno y que el más allácorresponde a otros. Este modo de decir no ayuda –antes bien, entorpece– la solicitud por todas las Iglesias. La corresponsabilidad evangelizadora implica la necesidad de llevar, al sentir y al compromiso de los fieles, su disponibilidad para ir allá donde la Iglesia los ne- cesite, sin previas cortapisas. Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a to- dos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin mie- do(Evangelii gaudium, 23). El mismo Plan Pastoral de la CEE lo reconoce: De este esfuer- zo apostólico resultará también beneficiaria la misión ad gentes, de la que nuestra Iglesia tiene no solo una fecunda historia evangelizadora, sino también una fuerte presencia actual, que ha de ser renovada e impulsada con nuevas vocaciones, signos de la vitalidad de nues- tras comunidades cristianas”. Un anuncio de Jesucristo y de su Evangelio que se limitara solo al contexto europeo mostra- ría síntomas de una preocupante falta de esperanza, al renunciar a los horizontes universa- les de la evangelización, que ofrece gratis lo que gratis se ha recibido. La misión ad gentes es expresión de una Iglesia forjada por el Evangelio de la esperanza, que se renueva continua- mente. Este es el atractivo de los innumerables grupos de misioneros y misioneras que han anunciado el Evangelio de Jesucristo a las gentes de todo el mundo, yendo al encuentro de otros pueblos y civilizaciones. Anastasio Gil, Director Nacional de OMP Tribuna Misionera Revista Misioneros Tercer Milenio Publicado por OMP ESPAÑA en 6.5.16 Es ésta la misión de la Iglesia ayer, hoy y siempre: anunciar y testimoniar a Cristo, para que el hombre, todo hombre, pueda realizar plenamente su vocaciónBenedicto XVI Nuestros escenarios de misión aquí y ahora Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo(Mt 28, 19-20) MISIÓN DE LA IGLESIA EN EL MUNDO: Por la misión evangelizadora de la Iglesia nosotros hemos recibido la fe, hemos encontrado al Señor Jesús, podemos reconciliarnos con Dios, con nosotros mismos, con los demás y con lo creado, y encontrar el camino para ser plenamente felices. Iluminamos al mundo con la fe Después de su resurrección, el Señor Jesús se presentó muchas veces a los apóstoles refor- zando su fe y preparándolos para el inicio de una gran misión evangelizadora, que les confió de modo definitivo en el momento de su Ascensión al cielo. Es entonces cuando el Señor dirigió a sus apóstoles este mandato: Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación(Mc 16, 5). Esta es una llamada a ponerse en marcha, un envío con su po- der para continuar su propia misión y proclamar el Evangelio a todas las culturas de todos los tiempos, para transformar a modo de fermento el mundo entero. También hoy el Señor sigue necesitando a los jóvenes para su Iglesia. Queridos jóvenes, el Señor los necesita. También hoy, llama a cada uno de ustedes a seguirlo en su Iglesia y a ser misioneros”. Papa Francisco, JMJ Rio 2013 Identidad y Misión de la Iglesia La Iglesia es el ámbito donde los hombres, encontrando al Señor Jesús, descubren el amor del Padre, que está unido al Hijo. Cuando el Señor asciende a los cielos, promete el Espíritu Santo para la santificación de la Iglesia y sus miembros. No nos deja solos, nos deja a Aquel que derrama abundante gracia para nuestra propia conversión, haciéndonos capaces de amar con el mismo amor de Dios porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado(Rm 5, 5). Así, en la Iglesia, en comunión con ella, debemos buscar nuestra reconciliación y santidad, conscientes que nuestra misión es cooperar con la gracia abundante que Dios nos regala para así poder configurarnos con el Señor Jesús, que es la respuesta definitiva a la pregunta sobre el sentido de la vida y a los interrogantes fundamentales que asedian también hoy a tantos hombres y muje- res(Eclessia in America, 10). 1 Ó

1 misión de la iglesia evangelizar

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¿Cómo vivo esto?

¿Eres consciente que como hijo de la Iglesia, estás llamado a cooperar con la misión evangelizadora de la Iglesia?

¿Buscas hacer apostolado a “tiempo y a destiempo”, con tu familia y amigos?

¿A qué te comprometes hoy?

Hoy estas fronteras ya no existen; en todo caso, hay algunas líneas divisorias para discernir las circunstancias particulares que concurren en la situación religiosa de los destinatarios del primer anuncio del Evangelio. Primer anuncio, igualmente urgente en el mundo occi-dental. Europa ha pasado a formar parte de aquellos lugares tradicionalmente cristianos en los que, además de una nueva evangelización, se impone en muchos casos una primera evangelización. Redemptoris missio señala muy claramente los nuevos ámbitos de la misión ad gentes, más allá de los geográficos; situación bien delimitada por la enseñanza del papa Francisco en Evangelii gaudium y recordada por la Conferencia Episcopal Española (CEE) en la introducción del Plan Pastoral para el presente quinquenio: “Se trata de evangelizar también a nuestros conciudadanos, a los que viven junto a nosotros, a los que, estando bau-tizados, se han alejado de la vida eclesial, y a otros muchos, nacidos en nuestro país o veni-dos de fuera, que no han recibido el don de la fe”.

Desde esta constatación, la expresión “la misión está aquí” parecería la más adecuada para urgir a la acción misionera en el “aquí” de nuestras fronteras, pero su uso no está exento de cierta imprecisión e, incluso, intencionalidad, al entrañar una clara connotación excluyente. Si la misión está aquí, parece que prioritariamente está en nuestro entorno y que el “más allá” corresponde a otros. Este modo de decir no ayuda –antes bien, entorpece– la solicitud por todas las Iglesias. La corresponsabilidad evangelizadora implica la necesidad de llevar, al sentir y al compromiso de los fieles, su disponibilidad para ir allá donde la Iglesia los ne-cesite, sin previas cortapisas. “Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a to-dos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin mie-do” (Evangelii gaudium, 23). El mismo Plan Pastoral de la CEE lo reconoce: “De este esfuer-zo apostólico resultará también beneficiaria la misión ad gentes, de la que nuestra Iglesia tiene no solo una fecunda historia evangelizadora, sino también una fuerte presencia actual, que ha de ser renovada e impulsada con nuevas vocaciones, signos de la vitalidad de nues-tras comunidades cristianas”.

Un anuncio de Jesucristo y de su Evangelio que se limitara solo al contexto europeo mostra-ría síntomas de una preocupante falta de esperanza, al renunciar a los horizontes universa-les de la evangelización, que ofrece gratis lo que gratis se ha recibido. La misión ad gentes es expresión de una Iglesia forjada por el Evangelio de la esperanza, que se renueva continua-mente. Este es el atractivo de los innumerables grupos de misioneros y misioneras que han anunciado el Evangelio de Jesucristo a las gentes de todo el mundo, yendo al encuentro de otros pueblos y civilizaciones.

Anastasio Gil, Director Nacional de OMP

Tribuna Misionera Revista Misioneros Tercer Milenio Publicado por OMP ESPAÑA en 6.5.16

“Es ésta la misión de la Iglesia ayer, hoy y siempre: anunciar y testimoniar a Cristo, para que el hombre, todo hombre,

pueda realizar plenamente su vocación” Benedicto XVI

Nuestros escenarios de misión aquí y ahora

“Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,

y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días

hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20)

MISIÓN DE LA IGLESIA EN EL MUNDO:

Por la misión evangelizadora de la Iglesia nosotros hemos recibido la fe, hemos encontrado al Señor Jesús, podemos reconciliarnos con Dios, con nosotros mismos, con los demás y con lo creado, y encontrar el camino para ser plenamente felices.

Iluminamos al mundo con la fe

Después de su resurrección, el Señor Jesús se presentó muchas veces a los apóstoles refor-zando su fe y preparándolos para el inicio de una gran misión evangelizadora, que les confió de modo definitivo en el momento de su Ascensión al cielo. Es entonces cuando el Señor dirigió a sus apóstoles este mandato: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16, 5). Esta es una llamada a ponerse en marcha, un envío con su po-der para continuar su propia misión y proclamar el Evangelio a todas las culturas de todos los tiempos, para transformar a modo de fermento el mundo entero.

“También hoy el Señor sigue necesitando a los jóvenes para su Iglesia.

Queridos jóvenes, el Señor los necesita. También hoy, llama a cada

uno de ustedes a seguirlo en su Iglesia y a ser misioneros”.

Papa Francisco, JMJ Rio 2013

Identidad y Misión de la Iglesia

La Iglesia es el ámbito donde los hombres, encontrando al Señor Jesús, descubren el amor del Padre, que está unido al Hijo. Cuando el Señor asciende a los cielos, promete el Espíritu Santo para la santificación de la Iglesia y sus miembros. No nos deja solos, nos deja a Aquel que derrama abundante gracia para nuestra propia conversión, haciéndonos capaces de amar con el mismo amor de Dios “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Rm 5, 5). Así, en la Iglesia, en comunión con ella, debemos buscar nuestra reconciliación y santidad, conscientes que nuestra misión es cooperar con la gracia abundante que Dios nos regala para así poder configurarnos con el Señor Jesús, que es “la respuesta definitiva a la pregunta sobre el sentido de la vida y a los interrogantes fundamentales que asedian también hoy a tantos hombres y muje-res” (Eclessia in America, 10).

1 Ó

La misión de la Iglesia puede resumirse en una sola palabra: evangelización. Se trata de anunciar al Señor Jesús y por ende la reconciliación que Él nos trajo. De hecho esa fue la preocupación inicial en el Concilio Vaticano II, cuando se buscó responder a la pregunta “¿Iglesia qué dices de ti misma?”, como una forma de que ésta tome conciencia sobre su identidad y su misión, para responder mejor a las necesidades de los seres humanos del mundo de hoy.

Así, la identidad más profunda sobre la Iglesia es su propia misión evangelizadora: “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la san-ta Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa (…) Asimismo el que ha sido evan-gelizado evangeliza a su vez. He ahí la prueba de la verdad, la piedra de toque de la evange-lización: es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da testimonio y anuncia” (Evangelii Nuntian-di, 14).

Evangelizar no es otra cosa que acercar a las personas al Señor Jesús, que Él sea el centro de sus vidas, que ellas encuentren un sendero humanizante de felicidad por el cual avanzar, siendo rescatados y reconciliados del pecado, e invitados a vivir una vocación de libertad, amor aquí en la tierra, y recibiendo el ciento por uno, también en el cielo. Esta evangeliza-ción es lo que marca la identidad de la Iglesia.

Anunciar en primera persona

“El evangelio no es para algunos sino para todos…

no tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier

ambiente, hasta las periferias existenciales, también

a quien parece más lejano, más indiferente”

Papa Francisco, Misa de clausura, en la JMJ Rio 2013

La evangelización es el anuncio en primera persona de la reconciliación obrada por el Se-ñor Jesús en la propia vida, que nace fruto del encuentro con El, en la oración y en los sa-cramentos. El mismo Señor Jesús nos dijo “Ánimo, yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33) y con ello nos alienta a seguirlo con radicalidad y a anunciarlo.

Nos dice el Papa Benedicto XVI: “Tenéis la tarea de volver a proponer con vuestra compe-tencia, la belleza, la bondad y la verdad del rostro de Cristo, en quien todo hombre está llamado a conocer sus rasgos más auténticos y originales, el modelo que hay que imitar cada vez mejor”.

Con la conciencia que somos frágiles vasos de barro, pero portadores de la gracia de Dios, no podemos quedarnos impasibles ante la necesidad de las personas que buscan encontrar-se con el Señor Jesús, quien es la respuesta de sus vidas.

Solo cuando nos hayamos encontrado con el Señor Jesús y lo hayamos dejado entrar en nuestra vida, escuchando en lo más profundo de nuestro ser, su voz, podremos ser capaces de dar, pues nadie da lo que no tiene.

María Maestra en el apostolado

“Mujer, ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu Madre” (Jn 19, 26-27). Desde la Cruz el Señor Jesús nos señala a María como madre nuestra. Y es aquí que ella ha recibido del mismo Se-ñor Jesús la misión de conducir a los hombres hacia el encuentro plenificador con Él. De aquí que nuestro apostolado sea fruto y consecuencia del apostolado que María realiza, cum-pliendo así fielmente con la misión que el Señor le encomendó desde la cruz.

Nosotros estamos llamados a cooperar con ella en la misión apostólica que le ha sido enco-mendada por su Hijo Jesús, de llevar a todas las personas hacia El.

María, la dulce Madre del Señor Jesús, es maestra en la evangelización y el apostolado, ella siempre atenta a las necesidades de cada ser humano nos enseña con su vida cómo hacer apostolado, cómo anunciar al Señor y la verdad del Evangelio.

Conclusión

La Iglesia es un don de Dios para la humanidad. Por ella hemos recibido el don de la fe y estamos invitados a comunicar a nuestros hermanos este don cooperando según el máximo de nuestras capacidades y posibilidades en la misión evangelizadora a Ella encomendada. La Iglesia “experta en humanidad” busca que todos los hombres puedan encontrar el sentido de sus vidas, descubriendo al Señor Jesús y permitiendo que el don de la reconciliación que nos ha traído se haga efectivo en sus vidas.

Respondamos con generosidad en la tarea evangelizadora que a todos, como Iglesia, el Se-ñor nos ha confiado. Acojámonos a la intercesión de la Madre de la Reconciliación, Madre de la Iglesia y nuestra. Cooperemos con su tarea de llevar a todos los hombres al encuentro con su Hijo, el Señor Jesús, buscando así instaurarlo todo en Él.

“Quien ha descubierto a Cristo debe llevar a otros hacia Él.

Una gran alegría no se puede guardar para uno mismo.

Es necesario transmitirla”.

Benedicto XVI en la jornada mundial de la juventud en Colonia 2005

Misión ¿aquí o allá?

Hasta ahora hablar de la actividad misionera era hablar de los "territorios de misión" allá eran enviados los misioneros para evangelizar ¿Hoy eso ha cambiado?

Hasta la fecha estaba muy claro que hablar de misiones era hablar de la actividad misionera de la Iglesia en los ámbitos jurídico-geográficos de los llamados “territorios de misión”. Allá eran enviados los misioneros para evangelizar. Y allá gastaban su vida, en muchas ocasiones sin re-torno. De sus correrías misioneras surgieron, como puntos de ignición, numerosas comunidades cristianas, y más tarde circunscripciones ecle-siásticas, porque “la cosa” empezó con la llegada del misionero.