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SuperMar!!! ¡El año se había ido volando para todos! Bueno para Martín no tanto, desde el vamos resultaba evidente que, Martín era bastante más lento que sus compañeros de liceo. ¡Claro que tercero le fue… algo difícil!, asimismo logró aprender muchas cosas, muchas más de las que él mismo, se hubiese imaginado… Y si bien es cierto que la mayoría de sus compañeros y profesores lo habían ayudado mucho, él también se había esforzado, y los demás, también aprendieron mucho de él. Bueno, los que se acercaron a conocerlo y lo aceptaron tal cual era. Esos además, aprendieron a quererlo. Algunos pocos no supieron, o no se animaron, pero a Martín no le inquietaba demasiado porque veía que más o menos, eso, le pasaba todo el mundo… Aunque no lo entendía mucho porque su corazón era tan grande, que en él, siempre había espacio para alguien más… Pero cuando se detenía a pensarlo se ponía algo triste, e inmediatamente recordaba aquella charla que había presenciado de pequeño, a los pocos días de ingresar a la escuela primaria - como a los diez años- en uno de esos recreos en los que pasaba sentado solo, comiendo la merienda, mirando como los demás niños jugaban… Ese día, dos maestras estaban de gran charla por un problema familiar que había tenido una de ellas, que en pleno relato le dice a la otra, con voz impetuosa: “¡¡¡después de todo, yo no soy plata para que toda la gente me quiera!!!” Esto a Martín le había quedado grabado, es que lo había dicho la maestra, así que ¡palabra Santa! Además él no era ningún tonto, no no, está bien sería un poco lento, no lo voy a negar, pero tenía sus ventajas, porque esto lo hacía muy observador, y había podido corroborar por sus propios medios, que lo que había dicho esa maestra, era así, ¡¡¡tal cual!! Martín era tan observador, que cuando empezaba el tiempo lindo y los compañeros se hacían la rabona para ir a la playa con sus celulares, a hacer competencias de quién le daba de comer al Pou Este cuento es propiedad de Lourdes Montes, C.I.2863737- 6. - Agosto 25, de 2014. Está protegido por “Ley de Derecho de Autor y Derechos Conexos número 17.616 Página 1

Cuento super mar uv

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SuperMar!!!

¡El año se había ido volando para todos!

Bueno para Martín no tanto, desde el vamos resultaba evidente que, Martín era bastante más lento que sus compañeros de liceo. ¡Claro que tercero le fue… algo difícil!, asimismo logró aprender muchas cosas, muchas más de las que él mismo, se hubiese imaginado…

Y si bien es cierto que la mayoría de sus compañeros y profesores lo habían ayudado mucho, él también se había esforzado, y los demás, también aprendieron mucho de él. Bueno, los que se acercaron a conocerlo y lo aceptaron tal cual era. Esos además, aprendieron a quererlo.

Algunos pocos no supieron, o no se animaron, pero a Martín no le inquietaba demasiado porque veía que más o menos, eso, le pasaba todo el mundo… Aunque no lo entendía mucho porque su corazón era tan grande, que en él, siempre había espacio para alguien más…

Pero cuando se detenía a pensarlo se ponía algo triste, e inmediatamente recordaba aquella charla que había presenciado de pequeño, a los pocos días de ingresar a la escuela primaria -como a los diez años- en uno de esos recreos en los que pasaba sentado solo, comiendo la merienda, mirando como los demás niños jugaban…

Ese día, dos maestras estaban de gran charla por un problema familiar que había tenido una de ellas, que en pleno relato le dice a la otra, con voz impetuosa: “¡¡¡después de todo, yo no soy plata para que toda la gente me quiera!!!” Esto a Martín le había quedado grabado, es que lo había dicho la maestra, así que ¡palabra Santa! Además él no era ningún tonto, no no, está bien sería un poco lento, no lo voy a negar, pero tenía sus ventajas, porque esto lo hacía muy observador, y había podido corroborar por sus propios medios, que lo que había dicho esa maestra, era así, ¡¡¡tal cual!!

Martín era tan observador, que cuando empezaba el tiempo lindo y los compañeros se hacían la rabona para ir a la playa con sus celulares, a hacer competencias de quién le daba de comer al Pou más rápido y esas cosas… él se quedaba casi obsesivamente apreciando cada detalle del paisaje de la costa… Fue entonces, que pudo descubrir que había unos arbustos silvestres muy parecidos a las acacias, con las hojas ¡igualitas! Pero mientras que la Acacia, daba en invierno flores amarillas, éstos daban una flor roja en verano -igual que el Ceibo- por lo cual para Martín, el invierno era amarillo y verde como Cerrito, y el verano verde y rojo como Rampla. Él conocía muy bien esos colores, porque dos de sus tíos eran hinchas de esos cuadros, y de vez en cuando lo llevaban al fútbol, ¡algo que a Martín le encantaba!

La cuestión es que las flores rojas estaban empezando a aparecer, y eso era una clara señal de que el final del año estaba allí, bien cerca. En esos días, Martín recibe un sms de uno de sus mejores amigos, que dice: “Ñerito, hoy a las 8, despedida en lo de Marcia, la profe de Cívica. Llevá 150 pe y algo dulce para compartir, dale!” Martín había aprendido de su padre, a hacer pastafrola de dulce de leche. Sí sí, de su padre, y le quedaba exquisita, sus compañeros se la devoraban. Ningún otro cocinaba así de rico, y si lo hacía, seguro que ¡¡ni loco lo iba a contar!! como Martín. Bah Martín, qué digo Martín, si nadie lo llamaba así, para todos era Martincito, y no era precisamente por economizar lenguaje como: Nati, Eli, Marce, Leti, Maru, Caro, Ampa,

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Fede, Sabri, Tiz…es que a pesar que casi todos lo adoraban, parecía que había que encontrar un diminutivo ¡obvio!

Estaban todos en la hamburgueseada, ¡ahí sí que no faltó nadie! Bailaron, comieron cosas ricas, se divirtieron, sacaron 5783 selfies que comenzaron a circular por la web de forma inmediata… Pero a la hora de armar las duplas para jugar al Pictionary, ninguno eligió jugar con Martincito, es que claro, todos querían ganar, entonces Martincito terminó jugando con el esposo de la profe, que era ¡macanudo!

A decir verdad Martincito no era muy bueno para los dibujos, es más, ese día ni siquiera entendió muy bien las reglas del juego, lo cual provocó alguna que otra broma pesada, pero Martincito hasta eso había aprendido, ¡a tener espalda ancha! Era como si tuviese una especie de filtro por el cual pasaba a las personas y les quitaba lo malo, quedándose solamente con las cosas buenas que en algún lugar siempre encontraba… Ese era el secreto que le había permitido ser feliz, evidentemente, ¡¡¡Martín era un sabio!!!

Un buen día, después de mucho tiempo, en un baldío cercano a la casa de la profesora, se desató un incendio. Hacía mucho calor, al parecer un inconsciente tiró unas colillas encendidas, y así de un momento a otro, se formó semejante llamarada incontrolable. Los vecinos de los terrenos contiguos, y algunos otros, aparecían con baldes y mangueras largas, esperando la llegada de los bomberos, que ¡felizmente no demoraron nada!

En eso la profesora se acerca al lugar muy cautelosamente, con su respectivo balde, y escucha unas voces que dicen: -“¿Está todo bien Martín?”, -“Sí, todo bajo control”.

El incendio había sido apagado. Ella creyó reconocer esa voz, hasta que de pronto reconoció también el rostro del valiente bombero.

En fracción de segundos pasaron mil imágenes por su cabeza, entre ellas estaban las largas jornadas de debate en coordinación, en las cuales muchas veces se cuestionaba si tenía sentido que Martín estuviera cursando secundaria. Tales dudas, claramente a ella la indignaban… Pues entre otras cosas, tener el ciclo básico aprobado, habilitó a Martín a postularse para esta tarea.

¡Qué increíble!, ¿no?, ya no era Martincito, tampoco Mar, ahora era SuperMar, ¡el bombero heroico y feliz!

La sociedad y el Estado agradecidos, no resulta tan fácil conseguir de funcionario, a una persona noble, honesta, comprometida, bla bla.… sin desmerecer a nadie…

La profe emocionada… y aunque a veces derrama alguna lágrima cuando revive este episodio, es de alegría, por la hermosa sensación de la tarea cumplida, pero sobretodo porque le recuerda aquel día en que sintió qué ella, quería ser docente…

Una historia como tantas que ocurrió en algún lugar…

Lourdes Montes

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