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EL LEGADO CULTURAL DEL EXILIO ESPAÑOL EN EL SIGLO XIX. Rara vez el desplazamiento de un país es terso y fluido, pero cuando este traslado se realiza forzado por circunstancias ajenas a sus actores, la suma de desgarramientos, amarguras, tropiezo y sinsabores es inevitable. Está claro qué el caso de exilio republicano no sólo se inserta en el desgajamiento doloroso de la guerra civil, si no qué ha sido uno de los destierros más largos de la Europa Occidental y del mundo hispánico en la edad contemporánea. Ahora bien, aun suponiendo qué el exiliado se resigne ante el destierro forzado, la inserción en un nuevo entorno y la inseguridad qué esto lleva aparejado son elementos qué se suman al extrañamiento original. La inserción no es un proceso lineal, breve y fluido. Por el contrario la llegada, la exploración, el conocimiento y el reconocimiento no son solo cuestión de espacios, sino qué dependen de tiempos diversos: el social y el personal, el de trabajo y el del ocio, el de la aceptación y el del rechazo, el de las alegrías y el de la nostalgia, el del país receptor y el expulsor. Todos estos tiempos se manifiestan en el proceso de asentamiento del exiliado en las diversas esferas de pulsor. Todos estos tiempos se manifiestan en el proceso de asentamiento del exiliado en las diversas esferas de actividad pública y privada; pero a su vez, estos tiempos desiguales también en un sentido de lo extraño difícil de remontar. Así, la inserción y el desarraigo son la cara y cruz del exilio: los dos lados de una misma moneda. LA RECEPCIÓN MEXICANA. El México qué recibió cerca de unos 20 000 republicanos mayores de 15 años era un país qué en la década de 1930 se recuperaba paulatinamente de los efectos de una larga y devastadora revolución y de sus secuelas, y entraba en una época de estabilidad política, de expansión y de transformación material, en la qué se trataba también de consolidar el nuevo estado. Además, en las esferas oficiales también se materializó la idea de qué traer al país a los españoles refugiados qué se encontraban fuera de España y qué poseían un alto grado de calificación laboral, profesional y técnica resultaría en un importante aporte del capital humano para México y contribuiría a la expansión del país en los ámbitos económicos y culturales. Está política cardenista –en líneas generales continuada por sus sucesores – fue a la vez un acto generosamente solidario del gobierno mexicano y una decisión indudablemente interesada en capitalizar para el país el alto nivel de preparación para los refugiados. Sin embargo, para un país pobre como lo era México, los apoyos eran escasos, por lo cual gran parte de los recursos financieros para esta inserción provino menos del gobierno de México qué de las organizaciones generadas por el propio gobierno republicano a poco de concluir la guerra, primero del Servicio de Evacuación de Republicanos Españoles (SERE), con su Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles (CTARE) y luego de la Junta de Ayuda a los Republicanos(JARE). Estas instituciones socorrieron a la mayoría de los refugiados, financiaron gran parte de sus proyecciones culturales y, por un tiempo, crearon en México fuentes de trabajo con los fondos qué originalmente provinieron de la propia República ya en el exilio.

Lectura legado español

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EL LEGADO CULTURAL DEL EXILIO ESPAÑOL EN EL SIGLO XIX.

Rara vez el desplazamiento de un país es terso y fluido, pero cuando este traslado se realiza

forzado por circunstancias ajenas a sus actores, la suma de desgarramientos, amarguras, tropiezo

y sinsabores es inevitable. Está claro qué el caso de exilio republicano no sólo se inserta en el

desgajamiento doloroso de la guerra civil, si no qué ha sido uno de los destierros más largos de la

Europa Occidental y del mundo hispánico en la edad contemporánea.

Ahora bien, aun suponiendo qué el exiliado se resigne ante el destierro forzado, la inserción en un

nuevo entorno y la inseguridad qué esto lleva aparejado son elementos qué se suman al

extrañamiento original. La inserción no es un proceso lineal, breve y fluido. Por el contrario la

llegada, la exploración, el conocimiento y el reconocimiento no son solo cuestión de espacios, sino

qué dependen de tiempos diversos: el social y el personal, el de trabajo y el del ocio, el de la

aceptación y el del rechazo, el de las alegrías y el de la nostalgia, el del país receptor y el expulsor.

Todos estos tiempos se manifiestan en el proceso de asentamiento del exiliado en las diversas

esferas de pulsor. Todos estos tiempos se manifiestan en el proceso de asentamiento del exiliado

en las diversas esferas de actividad pública y privada; pero a su vez, estos tiempos desiguales

también en un sentido de lo extraño difícil de remontar. Así, la inserción y el desarraigo son la cara

y cruz del exilio: los dos lados de una misma moneda.

LA RECEPCIÓN MEXICANA.

El México qué recibió cerca de unos 20 000 republicanos mayores de 15 años era un país qué en

la década de 1930 se recuperaba paulatinamente de los efectos de una larga y devastadora

revolución y de sus secuelas, y entraba en una época de estabilidad política, de expansión y de

transformación material, en la qué se trataba también de consolidar el nuevo estado. Además, en

las esferas oficiales también se materializó la idea de qué traer al país a los españoles refugiados

qué se encontraban fuera de España y qué poseían un alto grado de calificación laboral,

profesional y técnica resultaría en un importante aporte del capital humano para México y

contribuiría a la expansión del país en los ámbitos económicos y culturales.

Está política cardenista –en líneas generales continuada por sus sucesores – fue a la vez un acto

generosamente solidario del gobierno mexicano y una decisión indudablemente interesada en

capitalizar para el país el alto nivel de preparación para los refugiados.

Sin embargo, para un país pobre como lo era México, los apoyos eran escasos, por lo cual gran

parte de los recursos financieros para esta inserción provino menos del gobierno de México qué

de las organizaciones generadas por el propio gobierno republicano a poco de concluir la guerra,

primero del Servicio de Evacuación de Republicanos Españoles (SERE), con su Comité Técnico de

Ayuda a los Republicanos Españoles (CTARE) y luego de la Junta de Ayuda a los

Republicanos(JARE). Estas instituciones socorrieron a la mayoría de los refugiados, financiaron

gran parte de sus proyecciones culturales y, por un tiempo, crearon en México fuentes de trabajo

con los fondos qué originalmente provinieron de la propia República ya en el exilio.

Page 2: Lectura legado español

Por ejemplo, las políticas gubernamentales facilitaron la inserción sorteando las trabas de las leyes

laborales ante la contratación de extranjeros. Es más en 1940, el presidente Cárdenas promulgó

un decreto extraordinario qué facilitaba la adopción de la nacionalidad mexicana para los

españoles qué la solicitaran, en vista de qué México no reconoció nunca el régimen franquista y no

reconstituyó sus relaciones diplomáticas con España hasta 1977. Durante todo ese tiempo solo se

reconoció como legítimo al gobierno de la república en el exilio.

Aunque los intentos por allanar el camino fueron varios, es bien sabido qué los itinerarios del

exilio no son solamente geográficos. Los emigrados pasaron delo cotidiano a lo extraño; de tener

una identidad nacional a ser extranjeros; de haber sido participantes activos en la vida pública a

permanecer como meros observadores.

Los exiliados pasaron de una España en creciente desarrollo, con una intensa vida cultural, y de

una República qué se concebía paladín (defiende con fervor una causa noble) de la democracia

política, a un México qué, en su mayoría, todavía era indígena y mestizo, predominantemente

agrario, políticamente autoritario y en proceso apenas incipiente de despegue material, cultural y

científico –en el qué los propios españoles eventualmente colaboraron-. Si bien al cabo de largas

décadas el país dejó de ser rural para transformarse en urbano e industrial, con un importante

crecimiento educativo, y con apertura y cambios políticos cada vez más evidentes, en los primeros

lustros (espacio de cinco años) el proceso de adaptación del refugiado a un nuevo entorno extraño

fue lento, difícil, a veces hostil. Los esfuerzos de México por apoyar a los refugiados, son

evidentes. Un ejemplo patente está vinculado a los espacios culturales, científicos y educativos

creados ex profeso (de forma expresa y exclusiva) para recibir a los qué llegaban. Además del

trabajo manual, mecánico, industrial y comercial.

REFLEXIONA.

Perfil de los exiliados españoles.

Recordemos qué la población más afectada fue precisamente aquella qué por su alto grado de

educación y nivel de preparación laboral apoyó a la República liberal y democrática en su afán

modernizador. Esto explicaría por qué el perfil ocupacional de este exilio en México también fue

particular, pues tuvo un predominio de los sectores terciario (43.30%) y secundario (18.75%) sobre

el primario (sólo 6.84%), y por qué dentro de este exilio, mas del 5% de los refugiados qué

llegaron entre 1939 y 1944 estaba vinculado a la educación sin contar los varios centenares de

investigadores y artistas destacados qué ingresaron al puntaje mundo académico y cultural

mexicano qué se desarrolló también en esos años y qué los españoles contribuyeron a fortalecer y

expandir.

Dadas las coyunturas favorables en el propio desarrollo de México, sabemos qué, dentro de lo

dramático del exilio, los refugiados peninsulares, con sus pluralidades sociales, regionales,

ocupacionales y demográficas, ingresaron exitosamente al mundo laboral mexicano, y qué por su

nivel de capacitación, lo hicieron en puestos técnicos, económicos y educativos, culturales,

artísticos altos, a veces más altos qué los de sus contrapartes mexicanas.