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SÁNDOR MÁRAI 1900 - 1989

Sándor Márai

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SÁNDOR MÁRAI1900 - 1989

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Nacimiento

• Nace en Kassa, dentro del imperio austrohúngaro.

• Su verdadero nombre, Sándor Grosschmid.

• Es la actual Kosice (Eslovaquia).

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Hijo de la burguesía (1) Rama paterna

• La familia [la de su padre] era de origen sajón; sus ancestros habían llegado a Hungría en el siglo XVII y habían sido fieles servidores de los Habsburgo, así que el emperador Leopoldo II había concedido un titulo nobiliario a nuestro bisabuelo. Confesiones...

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Hijo de la burguesía (2) El desayuno

• Aquella era todavía una vida de señores, ajena a los problemas económicos. El desayuno parecía una fiesta de cumpleaños o una boda. Mi padre llegaba del cuarto de baño vestido con su bata oscura, recién afeitado y oliendo a colonia para ocupar su lugar en la cabecera de la mesa, coger el periódico local, de corte clerical, y echar un vistazo a los titulares mientras "reposaba el té" en la tetera de porcelana de Meissen, decorada con cebollas pintadas. Confesiones de un burgués.

• Pensábamos que simplemente estábamos comiendo. Más adelante comprenderíamos que estábamos haciendo historia. Tierra, tierra

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Hijo de la burguesía (3) Clase social: su importancia

• No era posible que nada ni nadie lo perturbara; estaba protegido por haber conseguido lo que tenía, por haber llegado hasta donde se encontraba. Aunque en realidad mi padre ni había conseguido nada ni había llegado a ninguna parte, era su clase social la que había conseguido lo que tenía [...]. Los hombres que pertenecían a su clase podían empezar el día con la mayor tranquilidad. Confesiones de un burgués.

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Hijo de la burguesía (4) ¡El servicio!

• Cuando se despedía a una criada, la señora examinaba las pertenencias que ésta pretendía llevarse. La cacheaba de arriba abajo, abría su hato y lo examinaba todo en busca de una toalla o de una cucharilla de plata, porque era obvio que "toda criada era una ladrona". El cacheo se realizaba incluso si la criada despedida había servido durante una década en la casa sin que hubiese desaparecido ni una aguja entre sus manos. Confesiones de un burgués.

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Hijo de la burguesía (5) Lo cotidiano

• La huida nunca resultaba fácil: en casa a mí me vigilaban constantemente mi madre, la señorita, las criadas; en la habitación de los niños, encima de mi escritorio, colgaba un "horario" escrito con letra redonda que consignaba cómo debía usar mi tiempo: levantarse, rezar, asearse, desayunar, pasear y divertirse [...]. Era la voluntad de mi madre, que ponía en práctica sin descanso las teorías pedagógicas que había aprendido. Confesiones de un burgués.

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Hijo de la burguesía (6) Los pobres

• Sin embargo, nadie me inculcó el "odio de clases". Los adultos, la familia, la escuela preferían no hablar del tema, pues se trataba de algo molesto, complicado y de mal gusto. Nuestros educadores nos enseñaban a volver la cabeza discretamente porque no era de buena educación mirarlos cara a cara [a los pobres].

• Yo pertenecía, con todas mis aspiraciones, a mi familia y mi familia pertenecía, con todos sus instintos a su clase social. Confesiones de un burgués.

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Infancia y juventud (1) Príncipe destronado

• Ese idilio [familiar] duró hasta que cumplí seis años. Entonces mi hermana menor ocupó mi rango y mi sitio; a lo mejor fui yo el único en darme cuenta, pero era obvio que algo había cambiado porque yo ya no era la persona más importante de la familia y tuve que replegarme en un exilio voluntario. "¡La niña!", decían los miembros de la familia con cariño y admiración, y mi madre decía también: "¡La niña!" Yo intentaba portarme bien, ser un "niño bueno" para poder regresar al paraíso perdido. Confesiones de un burgués.

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Infancia y juventud (2) Pertenencia frágil

• De pequeño, cuando me sentaba a la mesa con las manos limpias y el comportamiento adecuado, ni siquiera los ojos curiosos de mi madre llegaron a observar que yo ya era sólo un huésped en la casa, alguien que pertenecía a un mundo bien distinto [...]. Ahora intento mantener el frágil equilibrio que hay entre esas dos facetas de mi existencia: en eso se resume mi vida. Confesiones de un burgués.

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Infancia y juventud (3) Ruptura definitiva

• Yo mismo compartía con ellos la angustiosa sensación de que terminaría mal, así que intentaba encontrar mi sitio en la familia: tocaba el piano, me aprendí de memoria lo que me mandaban y me aburría soberanamente. La familia me rodeaba con sus formas bien definidas, rígidas e inamovibles, y sus miembros, dóciles y obedientes, pululábamos dentro de tales límites como las abejas en sus celdillas hexagonales de miel. Hasta que un día todo ese idilio acabó estallando. Una buena mañana, a los catorce años, me escapé de casa. Confesiones de un burgués,

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Infancia y juventud (4) Experiencia y tragedia

• En la vida no suelen ocurrir "cosas importantes". Al volver la vista atrás, al buscar el instante en que ocurrió algo decisivo e irremediable [...] tan sólo encontramos algunas huellas sin importancia, a veces ni siquiera eso. En realidad no existe más "experiencia" que la familia, como tampoco existe más "tragedia" que el momento en que te ves obligado a decidir si permaneces en el seno de la familia [...], o bien te marchas por tu propio camino, a sabiendas de que te quedas solo para siempre, de que eres libre, estás a merced de todo el mundo y sólo puedes contar contigo mismo. Confesiones de un burgués.

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Infancia y juventud (5) Naturaleza y crueldad

• (Con 14 años. Su primer día de internado)

• Comprendí que la familia ya no me protegía, que de aquel día en adelante debería vivir con la "sociedad", y que la sociedad era aquel grupo de muchachos desconocidos, extraños e indisciplinados, dispuestos para el bien y para el mal, decididos a todo; unos muchachos vigilados, quebrantados, disciplinados, amaestrados y castigados por una voluntad superior [...] Lo primero que tuve que aprender es que los seres humanos son crueles unos con otros sin ningún motivo ni explicación, que esa característica procede de su naturaleza y que, por tanto, nada hay que lamentar. Confesiones de un burgués.

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Infancia y juventud (6) Independencia

• El sacerdote y yo mantenemos una estrecha relación, pero, como ya no creo en él, debo demostrar mi independencia. Al llegar ante la puerta de su despacho, siento que al otro lado está esperándome un hombre más fuerte y más experimentado que yo, contra quien nada puedo hacer. Me invade un intenso sentimiento de odio. Debe de tratarse de un odio muy complicado porque "no ha ocurrido nada", debo convencer a ese hombre de que no me rindo, de que soy un rebelde y de que ya no puede contar conmigo. Confesiones de un burgués.

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Estudios (1) Latín

• Teníamos una clase de latín diaria, podían aprender francés los que querían, desde quinto curso nos enseñaban alemán y a nadie se le ocurría estudiar inglés. Yo era muy bueno en latín, me encantaba desmenuzar los textos latinos, me sentía feliz cuando lograba analizar y comprender las complicadas frases de algunos autores; la estructura de esa lengua me sugería claridad, firmeza y sencillez, cada palabra estaba en el sitio adecuado, las frases subordinadas nunca daban la sensación de estar de sobra, no se imponían por encima de la frase principal... Confesiones de un burgués.

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Estudios (2) Esgrima

• En resumen: cualquier hijo de una familia burguesa debía tocar el piano, hablar algún idioma occidental e instruirse para ello dos veces a la semana con Miss o Mademoiselle, y también ejercitarse en el arte de la esgrima bajo las instrucciones y cuidados del maestro Salomon: la esgrima era el único deporte que la opinión pública aceptaba. Confesiones de un burgués.

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Estudios (3) Resultados

• Pronto me di cuenta de que los "resultados" que me exigían apenas sobrepasaban la habilidad manual de cualquier mono, la capacidad matemática de un caballo y la docilidad de una bestia salvaje amaestrada que a veces sigue enseñando los dientes, pero que se doblega ante el látigo. Confesiones de un burgués.

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Ser escritor (1) Hacerse

• ¿Cómo se convierte uno en escritor? No lo sé. No me acuerdo de ninguna "experiencia" única que me ocurriese en una ocasión concreta y que fuese "decisiva" para mí, nada que predeterminase una visión literaria del mundo [...] Yo me preparaba para convertirme en escritor desde que tenía uso de razón [...] Creo que a la edad de catorce años estaba tan preparado como hoy; quiero decir que, aunque no supiera escribir, concebía la vida como una posibilidad de expresarme. Confesiones de un burgués.

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Ser escritor (2) In media res

• No confío en los estetas que huyen de las manifestaciones de la vida, de la misma forma que aborrezco a los escritores "naturalistas", esos virtuosos de la pluma que "describen la vida", que escriben lo que les "dicta el corazón, pero de una manera tan escrupulosa como si pretendieran que hablase la vida misma... Entre esos dos extremos se sitúa el escritor, entre esos dos extremos escribe, a duras penas. Confesiones de un burgués.

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Ser escritor (3) Ética

• Escribir significa, ante todo, una manera de comportarse, una manera ética de comportarse, para decirlo con una palabra altisonante. Me di cuenta de que me esperaba una tarea que debía realizar en solitario, sin aguardar ninguna ayuda exterior; y como me sentía débil y sabía que no estaba preparado, esa tarea me causaba angustia y, a veces, hasta pánico. Confesiones de un burgués.

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Ser escritor (4) Primer libro

• Allí [...], sentí por primera vez la extraña excitación, la aplastante responsabilidad que sientes cuando creas algo de la nada a tu imagen y semejanza. Algo imperfecto pero totalmente tuyo, algo que ni antes de ti ni después de ti sabrá hacer nadie más. Quien la haya conocido se ha perdido para la vida... Confesiones de un burgués.

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Ser escritor (5) Trabajo

• El trabajo es el único principio en cuyo nombre un escritor puede permitirse el lujo de la humildad; en todo lo demás debe mantener siempre una actitud de duda ante los fenómenos vitales, porque en cuanto se sumerja en la vida, en la "aventura" o en la "vivencia" con toda su existencia espiritual, perderá el rango de escritor. Confesiones de un burgués.

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Ser escritor (6) Escritor vs periodista

• Llega un día en que hay que elegir: el escritor pide la palabra, y entonces el periodista debe callar; no se puede vivir en dos direcciones, creer en dos cosas distintas [...] un día dejé de creer que debía acabar con la maldad, la mezquindad y el mal gusto que había en el mundo [...] Y empecé a cuidar toda palabra escrita, a trabajar menos y a recibir cada día más de la escritura. Confesiones de un burgués.

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Ser escritor (7) Clase y violencia

• A veces advierto con sorpresa que me siento más cerca de las personas de sesenta años que de la gente joven. Somos así todos los que nacimos en uno de esos últimos momentos gloriosos de nuestra "clase" [...] Quiero dar fe de una generación que deseaba celebrar el triunfo de la razón por encima de los instintos y que creía en la fuerza y en la resistencia de la inteligencia y del espíritu, capaces de detener el avance de las hordas ansiosas de sangre y muerte. Confesiones de un burgués.

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Ser escritor (8) La patria: la lengua

• No tenía más patria que la zona del mundo en la que se habla húngaro. Un escritor no tiene más patria que su lengua materna. Confesiones de un burgués.

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Ser escritor (9) Éxito

• Durante los años treinta y cuarenta fue traducido a un buen número de idiomas. También en castellano, aunque se han perdido las ediciones de aquel tiempo.

• Se le comparó con Stefan Zweig y con Thomas Mann.

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Ser escritor (10) El silencio

• En 1945 se opone a los nazis. Dice: "De hecho, los alemanes son magos. Han acertado a realizar el milagro de que cualquier ser humano decente espere honestamente y lleno de anhelo a los rusos, a los bolcheviques que llegan como libertadores".

• Los rusos lo silencian. Se marcha de Hungría. Su obra se "olvida".

• Es redescubierto después de su muerte en 1989.

• Buena parte de su vida vivirá en Estados Unidos.

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Influencias Kafka, Goethe, proust...

• Yo nunca "imité" a Kafka, pero soy consciente de que algunas obras suyas, algunas características de su visión del mundo han contribuido a aclarar ciertas cosas dentro de mí. Es difícil definir las "influencias" literarias, es difícil ser sincero con aquellos que motivan a un escritor en ciernes. Confesiones de un burgués.

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Matrimonio Ilona. Toda una vida

• Lola [Ilona, en realidad].

• En todos los momentos de nuestra vida sería así: ella callaría y yo no dejaría de hablar. Ella había nacido en la misma ciudad que yo. Nos conocíamos desde siempre: nuestro primer encuentro se perdía entre los mitos de la infancia, nos relacionábamos por gestos o miradas; desde que llegamos al mundo, ambos habíamos crecido en la misma ciudad de provincias, en el seno de la misma clase social, y era evidente que no éramos dueños de nuestro destino. Confesiones de un burgués.

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Muerte• Estoy esperando el llamamiento a filas; no me doy

prisa, pero tampoco quiero aplazar nada por culpa de mis dudas. Ha llegado la hora.

• Vuelvo a casa en taxi; el chofer me pregunta qué he comprado y asiente al saber que se trata de un revólver. “Siempre viene bien”, me dice. Es la primera vez que siento algo parecido a la tranquilidad. No tengo planes de suicidio, pero si el envejecimiento, la debilitación, la pérdida de mis capacidades avanzan al mismo ritmo, es bueno saber quepodré acabar con ese humillante deterioro en cualquier momento...

• Qué lento muero” —decía L.—. Sería tranquilizador saber que todavía puedo disponer mi propia muerte y que no estoy obligado a someterme al proceso de la impotencia y de la descomposición... pienso en la muerte con sosiego, como el último gran regalo

• Textos extraídos de Diarios 1984-1989