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ANTROPOLOGÍA CONTEMPORÁNEA TATIANA ANDREA CARDENAS LIBREROS Y VALERIA SEPULVEDA LECTURA RECOMENDADA LOS DISCURSOS DE ZARATUSTRA 1. Cuando Zaratustra cumplió los treinta años, dejó su patria y el lago de su patria y se marchó a las montañas. Aquí disfrutó de su mente y de su soledad y no se cansó de ambas en diez años. Finalmente, sin embargo, su corazón se transformó, - y una mañana se levantó con la luz del alba, se colocó frente al sol y le dijo: “¡Gran astro! ¡Cuál sería tu suerte, si no tuvieras a quienes alumbras! Durante diez años has venido a mi cueva: estarías harto de tu luz y de este camino sin mí, sin mi águila y sin mi serpiente. Pero nosotros te esperamos cada mañana, tomamos de ti lo que te sobraba y te bendecimos por ello. ¡Mira! Estoy ahíto de mi sabiduría, como la abeja que ha recogido demasiada miel, necesito de las manos que se extienden. Querría regalar y repartir, hasta que los sabios de entre los humanos de nuevo se alegren de su necedad y los pobres de su riqueza. Para ello debo subir hasta la profundidad: ¡como tú haces por la noche, cuando caminas por detrás del mar y también llevas luz al submundo, astro hiperabundante! Debo, al igual que tú, ‘’descender’’, como dicen los humanos, hacia los que quiero bajar. Así pues, ¡bendíceme, ojo apacible, que puedes mirar sin envidia incluso una felicidad excesiva! ¡Bendice el vaso que quiere rebosar, que el agua fluya dorada de él y lleve a todas partes el resplandor de tu deleite! ¡Mira!

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ANTROPOLOGÍA CONTEMPORÁNEA

TATIANA ANDREA CARDENAS LIBREROS Y VALERIA SEPULVEDA

LECTURA RECOMENDADA

LOS DISCURSOS DE ZARATUSTRA

1. Cuando Zaratustra cumplió los treinta años, dejó su patria y el lago de su patria y se marchó a las montañas. Aquí disfrutó de su mente y de su soledad y no se cansó de ambas en diez años. Finalmente, sin embargo, su corazón se transformó, - y una mañana se levantó con la luz del alba, se colocó frente al sol y le dijo: “¡Gran astro! ¡Cuál sería tu suerte, si no tuvieras a quienes alumbras! Durante diez años has venido a mi cueva: estarías harto de tu luz y de este camino sin mí, sin mi águila y sin mi serpiente. Pero nosotros te esperamos cada mañana, tomamos de ti lo que te sobraba y te bendecimos por ello. ¡Mira! Estoy ahíto de mi sabiduría, como la abeja que ha recogido demasiada miel, necesito de las manos que se extienden. Querría regalar y repartir, hasta que los sabios de entre los humanos de nuevo se alegren de su necedad y los pobres de su riqueza. Para ello debo subir hasta la profundidad: ¡como tú haces por la noche, cuando caminas por detrás del mar y también llevas luz al submundo, astro hiperabundante! Debo, al igual que tú, ‘’descender’’, como dicen los humanos, hacia los que quiero bajar. Así pues, ¡bendíceme, ojo apacible, que puedes mirar sin envidia incluso una felicidad excesiva! ¡Bendice el vaso que quiere rebosar, que el agua fluya dorada de él y lleve a todas partes el resplandor de tu deleite! ¡Mira! Este vaso quiere estar de nuevo vacío, y Zaratustra quiere ser de nuevo humano.” Así comenzó el descenso de Zaratustra.

2. Zaratustra bajó solo de la montaña y nadie le salió al encuentro. Cuando entró en los bosques, sin embargo, apareció de pronto un anciano frente a él, que había dejado su solemne cabaña para buscar raíces en el bosque. Y así habló el anciano a Zaratustra: “No me es extraño este caminante: hace algunos años pasó por aquí. Zaratustra se llamaba; pero se ha transformado. Entonces llevabas tu ceniza a la montaña: ¿quieres hoy llevar tu fuego a los valles? ¿No temes el castigo que se da al pirómano? Sí, reconozco a Zaratustra. Puro es su ojo, y en su boca no se esconde lo repugnante. ¿No camina por tanto como un bailarín? Transformado está Zaratustra, en un niño se ha vuelto Zaratustra, un

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hombre que ha despertado es Zaratustra: ¿qué quieres ahora entre los durmientes? Como en el mar viviste en la soledad, y el mar te llevó: Ten cuidado, ¿pretendes desembarcar en tierra? Ten cuidado, ¿quieres arrastrar de nuevo tú mismo tu cuerpo? Zaratustra respondió: “Amo a los hombres”. - ¿Por qué - dijo el santo - me marché yo al bosque y a la desolación? ¿No fue porque amaba demasiado a los hombres? Ahora amo a Dios: a los hombres no les amo. El hombre me parece una cosa sin terminar. El amor a los hombres me mataría. Zaratustra respondió: “¡Qué decía yo del amor! Les llevo a los hombres un regalo.” - No les des nada - dijo el santo -. Quítales mejor algo de peso y ayúdales a sobrellevarlo - es lo que mejor les hará: ¡si te hace bien a ti! Y si quieres darles algo, no les des más que limosna, ¡y deja que te la mendiguen! - No - respondió Zaratustra - no doy ninguna limosna. Ya soy suficientemente pobre. El santo se rió de Zaratustra y le dijo así: - ¡Pues verás cómo se apropian de tus tesoros! Son desconfiados con los ermitaños y no creen que vengamos a regalarles nada. - Nuestros pasos les suenan demasiado solitarios por las callejas. Y cuando oyen caminar a un hombre por la noche desde sus camas, mucho antes de que el sol se levante, se preguntan: ¿a dónde irá el ladrón? - ¡No vayas donde los hombres y quédate en los bosques! ¡Ve mejor aún donde los animales! ¿Por qué no quieres ser como yo - un oso entre osos, un pájaro entre pájaros? - ¿Y qué hace el santo en los bosques? - Preguntó Zaratustra. El santo le respondió: - Hago canciones y las canto, y cuando hago canciones, río, lloro y gruño: así glorifico a Dios. - Con canto, lloro, risa y gruñidos glorifico al Dios que es mi Dios. ¿Pero qué nos traes como regalo? Cuando Zaratustra hubo oído estas palabras, se despidió del santo y dijo: - ¡Qué tendría yo para daros! ¡Pero dejadme que me vaya rápido, antes de que os quite nada! Y así se separaron el uno del otro, el anciano y el hombre, sonriendo como sonríen dos muchachos. Pero cuando Zaratustra estuvo solo, habló también a su corazón: - ¡Será acaso posible! ¡Este viejo santón no ha oído nada en su bosque de que Dios ha muerto!

3. Cuando Zaratustra llegó a la ciudad que se encontraba más próxima a los bosques, se encontró allí mismo con mucha gente reunida en el mercado: puesto que se había corrido la voz de que se podría ver a un equilibrista. Y Zaratustra habló así a la gente: “‘’Os predico el sobrehumano’’. El ser humano es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho para superarlo? “¿Qué es el mono para el ser humano? Un motivo de risa o de dolorosa vergüenza. Y eso mismo debe ser el ser humano para el sobrehumano: un motivo de risa o de dolorosa vergüenza. “Habéis recorrido el camino del gusano hasta el hombre, y hay mucho todavía del gusano en vosotros. Una vez fuisteis monos, y todavía ahora es el hombre más mono que cualquier mono. “El que sea el más sabio de entre vosotros, ése también es una mezcla y un híbrido de planta y espectro. Pero, ¿os digo yo de ser espectros o plantas? “¡Ved, os predico el sobrehumano! “El sobrehumano es el sentido de la Tierra. Que vuestra voluntad diga: ¡que el sobrehumano ‘’sea’’ el sentido de la Tierra! “¡Os conjuro, hermanos míos, ‘’a que permanezcáis fieles a la Tierra’’ y no creáis a aquéllos que os

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hablan de esperanzas ultra terrenas! Son envenenadores, lo sepan o no. “Menospreciadores de la vida son, moribundos y ellos mismos envenenados, de los que la Tierra está cansada: ¡así se acaben largando! “Una vez fue el sacrilegio contra Dios el mayor sacrilegio, pero Dios murió, y por tanto también estos sacrílegos. ¡Cometer sacrilegio contra la Tierra es ahora lo más terrible y tener en más estima las vísceras de lo que no se puede desentrañar que el sentido de la Tierra! “Una vez miraba el alma con desprecio al cuerpo: y entonces era este desprecio lo más alto: - ella lo quería delgado, atroz, en ayunas. Así pensaba deslizarse lejos de él y de la Tierra. “Oh, ese alma era ella misma aún delgada, atroz y en ayunas: ¡y la crueldad era la lascivia de ese alma! “Pero también vosotros, hermanos míos, hablad conmigo: ¿que anuncia vuestro cuerpo de vuestra alma? ¿No es vuestra alma pobreza y suciedad y un placer lamentable? “En verdad, una corriente sucia es el ser humano. Uno debe ser un mar entero, para aceptar una corriente sucia sin volverse impuro. “Ved, os predico el sobrehumano: él es este mar, en él puede hundirse vuestro gran menosprecio. “¿Qué es lo más grande que os puede sucede? Es la hora del mayor menosprecio. La hora en la que incluso vuestra felicidad se os vuelva en asco e igualmente vuestra razón y vuestra virtud. “La hora en que digáis: “¡De qué vale mi razón! ¿Anhela conocimiento como el león su comida? ¡Es pobreza y suciedad y un lamentable placer!” “La hora en que digáis: “¡De qué vale mi virtud! Nunca me ha hecho enfurecerme. ¡Qué cansado estoy de mi bien y de mi mal! ¡Todo eso es pobreza y suciedad y un lamentable placer!” “La hora en que digáis: “¡De qué vale mi rectitud! No veo que yo sea ascua y carbón. ¡Pero el recto es ascua y carbón!” “La hora en que digáis: “¡De que vale mi compasión! ¿No es la compasión la cruz en la que es clavado aquél que ama a las personas? Pero mi compasión no es una crucifixión.” “¿Habéis dicho ya esto? ¿Habéis gritado ya esto? ¡Ah, si os pudiera oír gritar esto! “¡No son vuestros pecados, es vuestra moderación la que clama al cielo, vuestra avaricia incluso en vuestros pecados clama al cielo! “¿Dónde está el rayo que os lama con su lengua? ¿Dónde está la locura con la que debéis ser inoculados? “Ved, os predico el sobrehumano: ¡él es ese rayo, él es esa locura!” Cuando Zaratustra hubo hablado así, gritó uno de entre la gente: “¡El equilibrista ya ha hablado bastante; que también nos dé espectáculo!”. Y toda la gente se rió de Zaratustra. El equilibrista, sin embargo, que creía que la frase iba por él, se puso manos a la obra.

4. Zaratustra sin embargo miró a la gente y se sorprendió. Luego dijo así:

- El ser humano es una cuerda, atada entre el animal y el sobrehumano, - una cuerda sobre el abismo.

“Un peligroso sobrevuelo, un peligroso estar de camino, un peligroso mirar atrás, un peligroso estremecerse y quedarse quieto.

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“Lo que es grande en el ser humano es que es un puente y no un fin: lo que puede amarse en el ser humano es que es una __transcendencia__ y una __decadencia__

“Amo a los que no saben vivir a no ser que sea como decadentes, pues son los que van hacia el otro lado.

“Amo a los grandes menospreciadores, porque son los grandes admiradores y flechas del anhelo hacia la otra orilla.

“Amo a los que no buscan una razón primero más allá de las estrellas para decaer y ser víctimas propiciatorias: sino que se ofrecen como víctimas propiciatorias a la Tierra, para que la Tierra sea algún día del sobrehumano.

“Amo al que vive para comprender y al que quiere comprender, para que algún día el sobrehumano viva. Y así quiere su propia decadencia.

“Amo al que trabaja e inventa para construirle al sobrehumano la casa y le prepara la Tierra, animales y plantas: pues así quiere su propia decadencia.

“Amo al que ama su virtud: pues la virtud es voluntad de decadencia y una flecha del anhelo.

“Amo al que no se guarda una gota de intelecto para sí mismo, sino que quiere ser totalmente el intelecto de su virtud: así pasa como inteligencia pura por encima del puente.

“Amo al que hace de su virtud su inclinación y su declive: así quiere, por mor de su virtud, seguir viviendo y no vivir más.

“Amo al que no quiere tener demasiadas virtudes. Una virtud es más virtud que dos, porque es más nudo con el que el declive se cuelga.

“Amo a aquél cuya alma se malgasta a sí misma, al que no quiere que le den las gracias y no las da él mismo: pues regala siempre y no quiere conservarse.

“Amo al que se avergüenza cuando el dado cae a su favor y que entonces pregunta: ¿soy acaso un mal jugador? - Pues quiere extinguirse.

“Amo al que precede con palabras doradas a sus obras y cumple siempre más de lo prometido: pues quiere su declive.

“Amo al que justifica a los descendientes y absuelve a los antepasados: pues quiere extinguirse en los contemporáneos.

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“Amo al que alecciona a su Dios porque ama a su Dios: pues quiere extinguirse en la ira de su Dios.

“Amo a aquél cuya alma es profunda incluso en la herida, y al que pueden destrozar pequeños sucesos: así pasa gustosamente por el puente.

“Amo a aquél cuya alma está tan ahíta que se olvida de sí mismo, y todas las

Cosas están en él: así todas las cosas se convierten en su decadencia. “Amo al que es de mente libre y corazón libre: así su cabeza es sólo la entraña de su corazón, y su corazón le lleva sin embargo a la decadencia.

“Amo a todos aquéllos que son gotas pesadas, cayendo una a una de la nube oscura que cuelga sobre los hombres: ellos anuncian que viene el rayo, y se extinguen como anunciadores.

“Ved, yo soy un anunciador del rayo y una gota pesada de la nube: este rayo, sin embargo, se llama sobrehumano.”

5. Cuando Zaratustra hubo dicho estas palabras, miró de nuevo a la gente y calló.

- Ahí están - dijo a su corazón - ahí se ríen: no me entienden, no soy la boca para estos oídos.

“¿Hay que cortarles las orejas, para que aprendan a oír con los ojos? ¿Hay que dar con la matraca como los tunos y los predicadores ambulantes? ¿O sólo creen al tartamudo?

“Tienen algo de lo que se sienten orgullosos. ¿Cómo llaman a eso de lo que se sienten orgullosos? Educación lo llaman, les distingue de los pastores de cabras.

“Por eso no oyen con gusto la palabra “desprecio” asociada a ellos. Así pues, debo apelar a su orgullo.

“Así pues, debo hablarles de lo más despreciable: es decir, ‘’del último humano’’. Y así habló Zaratustra a la gente:

- Ha llegado la hora, de que el ser humano se fije un objetivo. Ha llegado la hora, de que el ser humano plante el germen de su más alta esperanza.

“Aún es su suelo suficientemente fértil para ello. Pero este suelo será algún día pobre y estéril, y ya no podrá crecer de él un gran árbol.

“¡Atentos! Llega la hora, en la que el ser humano ya no lanza la flecha de su anhelo más allá del ser humano, y la cuerda de su arco ha olvidado cómo

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tensarse!“Yo os digo que hace falta tener todavía caos dentro de sí mismo, para poder dar a luz una estrella saltarina. Yo os digo que todavía tenéis caos dentro de vosotros.

“¡Atentos! Llega la hora, en la que el ser humano ya no podrá dar a luz ninguna estrella. ¡Atentos! Llega la hora del ser humano más despreciable, que ya no puede despreciarse a sí mismo.

“¡Mirad! Os muestro ‘’al último ser humano’’.

“- ¿Qué es el amor? ¿Qué es la creación? ¿Qué es el anhelo? ¿Qué es estrella? - Eso pregunta el último ser humano, y pestañea.

“La Tierra se ha vuelto para entonces pequeña, y sobre ella brinca el último humano, que hace todo pequeño. Su progenie es indeleble, como las chinches; el último humano es el que más tiempo vive.

“- Hemos inventado la felicidad - dicen los últimos seres humanos, y pestañean.

“Han abandonado las regiones donde era duro sobrevivir: porque uno necesita calor. Uno quiere incluso a su prójimo y se frota con él: porque uno necesita calor.

“Ponerse enfermo y albergar desconfianza - les parece pecaminoso: hay que prestarse compañía atentamente. ¡Un lunático, el que aún tropieza con piedras o con personas!

“Un poco de veneno de vez en cuando: eso da sueños agradables. Y mucho veneno como colofón, para un morir agradable.

“Aún se trabaja, porque el trabajo es un entretenimiento. Pero se cuida de que el entretenimiento no sea cargante.

“Ya no se vuelve uno rico o pobre: las dos cosas son demasiado onerosas. ¿Quién desea aún gobernar? ¿Quién aún obedecer? Las dos cosas son onerosas.

“¡Ningún pastor y un solo rebaño! Todos quieren lo mismo, todos son iguales: el que se siente diferente, va voluntariamente al manicomio.

“- Hace tiempo estaba loco todo el mundo - dicen los más distinguidos, y pestañean.

“Todos son listos y saben todo lo que ha acontecido: así no hay fin a las burlas. Aún se discute, pero se reconcilia uno en seguida - si no, se estropea el estómago.

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“Cada uno tiene su pequeño placer para el día y su pequeño placer para la noche: pero se cuida la salud.

“- Hemos inventado la felicidad - dicen los últimos humanos, y pestañean. “

Y aquí terminó el primer discurso de Zaratustra, que también se llama el “discurso previo”: puesto que en este momento le interrumpió el griterío y la alegría de la multitud.

- ¡Danos a ese último ser humano, oh Zaratustra, - así gritaban- conviértenos en ese último ser humano! ¡Y quédate tú con el sobrehumano! - Y todo el pueblo se alborozaba y chasqueaba con la lengua. Zaratustra, en cambio, se entristeció y le dijo a su corazón:

- No me entienden: no soy la boca para estos oídos.

“Demasiado tiempo, en verdad, he vivido en la montaña, demasiado he escuchado a los arroyos y a los árboles: ahora les hablo como un pastor de cabras.

“Impasible está mi alma y clara como la montaña al mediodía. Pero piensan que soy frío y un guasón de terribles burlas.

“Y ahora me miran y se ríen: y mediante su risa me odian aún. Hay hielo en su risa.

6. Pero entonces sucedió algo, que volvió muda cada boca y fijo cada ojo. Mientras tanto, el equilibrista había empezado con su número: había salido de una pequeña puerta y caminaba por una cuerda que estaba tendida entre dos torres, de tal manera que colgaba por encima del mercado y de la gente. Cuando se encontraba precisamente en mitad de su camino, se abrió de nuevo la pequeña puerta y un tipo abigarrado, parecido a un bufón, saltó fuera y siguió al primero con pasos rápidos.

- ¡Adelante, pies de carnero! - gritó con voz terrible - ¡adelante, perezoso, contrabandista, rostro pálido! ¡Que no te pise los talones! ¿Qué tramas aquí entre torres? ¡En la torre es donde tienes que estar, enjaulado te tendrían que tener, a uno que es mejor que tú le estás estorbando el camino! - y con cada palabra se acercaba más y más: pero cuando estaba a un solo paso detrás de él, sucedió lo sobrecogedor que volvió muda cada boca y fijo cada ojo: lanzó un bramido como un demonio y saltó por encima del que estaba en su camino. Éste, al ver así vencedor a su rival, perdió la cabeza y la cuerda; tiró su barra y se lanzó más rápido que ésta, un remolino de brazos y piernas, hacia el vacío. El mercado y la gente se asemejaron al mar cuando rompe una tormenta: todos

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huyeron de todos y unos sobre otros, y sobre todo allí, donde el cuerpo iba a precipitarse.

Zaratustra, en cambio, se quedó quieto, y justo a su lado cayó el cuerpo, maltratado y destrozado, pero aún no muerto. Poco a poco retornó la consciencia al estrellado y vio a Zaratustra arrodillado junto a sí mismo.

-¿Qué haces aquí? - dijo por fin - ya sabía que el diablo me haría la zancadilla. Ahora me arrastra al infierno. ¿Quieres impedírselo?

- Por mi honor, amigo - respondió Zaratustra - no existe nada de eso de lo que hablas: ni hay diablo ni infierno. Tu alma morirá más rápido que tu cuerpo: ¡no temas nada más!

El hombre le miraba suspicaz.

- Si dices la verdad - dijo - no pierdo nada, si pierdo la vida. No soy mucho más que un animal al que han enseñado a bailar mediante golpes y exiguos bocados.

- En absoluto - dijo Zaratustra -; hiciste del peligro tu oficio, en ello no hay nada que despreciar. Y ahora pereces por tu oficio: por ello te enterraré con mis manos.

Cuando Zaratustra hubo dicho esto, el moribundo no pudo responder ya; pero movió su mano, como si buscase la de Zaratustra para agradecérselo.

7. Mientras tanto llegó la noche, y el mercado se sumió en la oscuridad: entonces se dispersó la gente, pues incluso la curiosidad y el pavor se cansan. Zaratustra, sin embargo, se sentó en el suelo junto al muerto y quedó sumido en pensamientos: así perdió cuenta del tiempo. Finalmente se hizo noche cerrada y un viento frió sopló sobre el solitario. Entonces se levantó Zaratustra y dijo a su corazón:

- ¡Verdaderamente, una bella pesca ha hecho hoy Zaratustra! No ha pescado a ninguna persona, pero sí a un cadáver.

“Inquietante es la existencia humana y todavía sin sentido: un bufón puede convertirse en su perdición.

“Quiero predicarle al ser humano el sentido de su ser: el cual es el sobrehumano, el rayo que sale de la nube oscura humana.

“Pero aún estoy lejos de ellos, y mi sentido no apela a sus sentidos. Una mezcla soy aún para los seres humanos, una mezcla entre bufón y cadáver.

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“Oscura es la noche, oscuros son los caminos de Zaratustra. ¡Ven, compañero frío y tieso! Te llevaré a donde te entierre con mis manos.”

8. Cuando Zaratustra hubo dicho esto a su corazón, cargó con el cadáver a su espalda y se puso en camino. Y aún no había dado cien pasos, cuando se le acercó un hombre y le susurró al oído - y ¡vaya! era el bufón de la torre.

- Vete de esta ciudad, oh Zaratustra - le dijo -; aquí te odian muchos. Te odian los buenos y los justos y te llaman su enemigo y menospreciador; te odian los creyentes de la verdadera fe, y te llaman el peligro de la multitud. Ha sido suerte tuya que se hayan reído de ti: y en verdad, hablaste como un bufón. Ha si do suerte tuya que te unieras al perro muerto; al rebajarte tanto, te has salvado por hoy. Pero márchate de esta ciudad - o mañana saltaré por encima de ti, un vivo por encima de un muerto.

Y cuando hubo dicho esto, desapareció este hombre; Zaratustra, en cambio, siguió caminando por las callejas oscuras.

En la puerta de la ciudad se encontró con los sepultureros: le iluminaron con la antorcha la cara, reconocieron a Zaratustra y se burlaron mucho de él.

- Zaratustra se lleva al perro muerto de aquí: ¡qué bien, que Zaratustra se haya convertido en sepulturero! Pues nuestras manos son demasiado puras para este amasijo de huesos. ¿Quiere Zaratustra robarle al diablo su bocado? ¡Pues adelante! ¡Y buena suerte con la comida! ¡Siempre y cuando el diablo no sea un ladrón mejor que Zaratustra - que les robe a los dos y se coma a los dos!

Y se reían unos con otros y juntaban sus cabezas.

Zaratustra no dijo una palabra y siguió su camino. Cuando había caminado dos horas, pasando por bosques y pantanos, ya había oído suficiente el aullido hambriento de los lobos y le entró a él hambre. Se paró ante una casa solitaria en la que brillaba una luz.

- El hambre me asalta - dijo Zaratustra - como un atracador. En medio de los bosques y los pantanos me asalta mi hambre y en la noche más cerrada.

“Extrañas ocurrencias tiene mi hambre. A menudo me llega después de las comidas, y hoy no vino en todo el día: ¿dónde se encontraba?

Y con esto llamó Zaratustra al portón de la casa. Un hombre viejo apareció; llevaba la luz y preguntó:

- ¿Quién viene a mí y a mi mal sueño?

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- Un vivo y un muerto - dijo Zaratustra. - Dadme de comer y de beber, lo olvidé durante el día. Aquel que da de comer al hambriento refresca su propia alma: así habla la sabiduría.

El viejo se marchó, pero volvió enseguida y ofreció a Zaratustra pan y vino.

- Es un mal paraje para hambrientos - dijo -; por eso vivo aquí. Animales y personas vienen a mí, el ermitaño. Pero dile a tu compañero que coma y beba, está más cansado que tú.

Zaratustra respondió:

- Muerto está mi compañero, difícilmente podré convencerle.

- No es mi asunto - dijo el viejo hoscamente -; el que llama a mi puerta debe tomar lo que le ofrezco. ¡Comed y partid!

Después caminó Zaratustra de nuevo dos horas y confió en el camino y en la luz de las estrellas: puesto que era habitualmente un caminante nocturno y le gustaba mirar a la cara a todos los durmientes. Pero cuando rompió el alba, Zaratustra se encontró en un bosque espeso y no se veía ningún camino. Entonces metió al muerto en un árbol hueco sobre el que puso su cabeza - pues quería protegerlo de los lobos - y se dejó caer sobre el suelo y el musgo. E inmediatamente se durmió, con el cuerpo cansado, pero el alma impasible.

9. Largo tiempo durmió Zaratustra y no sólo el alba pasó sobre su rostro, sino también la mañana. Finalmente se abrieron sus ojos: sorprendido miró Zaratustra el bosque y el silencio, sorprendido miró dentro de sí mismo. Entonces se levantó deprisa, como un marinero que de pronto ve tierra, y se alborozó: pues había visto una nueva verdad. Y habló así a su corazón:

- Se me ha encendido una luz: compañeros necesito, y vivos, - no compañeros muertos y cadáveres, que llevo conmigo a donde quiero.

“Sino compañeros vivos, que me sigan porque quieren seguirse a sí mismos - y adonde yo quiera.

“Se me ha encendido una luz: ¡no hablará a la gente Zaratustra, sino a compañeros! ¡No debe ser Zaratustra pastor y perro de un rebaño!

“Atraer a muchos lejos del rebaño - para eso vine. Que me regañe el pueblo y el rebaño: ladrones llamará Zaratustra a los pastores.

“Digo pastores, pero ellos se dicen los buenos y los justos. Digo pastores: pero ellos se dicen los creyentes de la verdadera fe.

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“¡Mira a los buenos y los justos! ¿A quién odian más? A aquél que rompe sus tablas de valores, el rompedor, el transgresor: - pero éste es el creador.

“Compañeros busca el creador y no cadáveres, ni tampoco rebaños y creyentes. A los con -creadores busca el creador, a aquellos que escriben nuevos valores en las tablas.

“Compañeros busca el creador, y compañeros en la cosecha: porque para él todo está maduro para la cosecha. Pero le faltan cien hoces: por eso arranca espigas y se pone irascible.“Compañeros busca el creador, de los que saben afilar sus hoces. Destructores les llamarán, desdeñosos del bien y del mal. Pero en realidad son los cosechadores y los que celebran.

“Compañeros de creación busca Zaratustra, compañeros de cosecha y de celebración busca Zaratustra: ¡qué tiene que buscar entre rebaños y pastores y cadáveres!

“¡Y tú, mi primer compañero, parte en buena hora! Bien te he enterrado en tu árbol hueco, bien te he resguardado de los lobos.

“Pero me separo de ti, el tiempo se ha terminado. Entre alba y alba ha llegado a mí una nueva verdad.

“No debo ser un pastor, no un sepulturero. No quiero volver a hablar ni una vez más con el pueblo; por última vez le hablé a un muerto.

“A los creadores, a los cosechadores, a los celebrantes quiero unirme: quiero mostrarles el arcoíris y todos los escalones del sobrehumano. “A los ermitaños les cantaré mi canción y a los ermitaños en pareja; y al que todavía tenga oídos para lo inaudito, a ése le quiero hacer pesado el corazón con mi felicidad.

“Quiero llegar a mi meta, voy a mi paso; por encima de los dubitativos y de los dilatorios quiero saltar. ¡Y que mi paso sea su ocaso!

10. Esto le hubo dicho Zaratustra a su corazón cuando el sol se encontraba en su cénit: entonces miró interrogativo a las alturas - pues oía sobre sí el grito agudo de un ave. Y ¡mirad! un águila pasaba en amplios círculos por el aire, y de ella pendía una serpiente, no como una presa, sino como una amiga: pues se encontraba enroscada en torno a su cuello.

- ¡Son mis animales! - dijo Zaratustra y se alegró de corazón.

“El animal más orgulloso bajo el sol y el animal más inteligente bajo el sol - han partido en búsqueda.

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“Quieren averiguar si Zaratustra aún vive. ¿En verdad, vivo aún?

“Más peligroso me pareció estar entre los seres humanos que entre los animales, por caminos peligrosos va Zaratustra. ¡Ojalá me guíen mis animales!

Cuando Zaratustra hubo dicho esto, se acordó de las palabras del santo en el bosque, suspiró y dijo así a su corazón:

- ¡Ojalá sea más inteligente! ¡Ojalá sea inteligente desde la raíz, como mi serpiente!

“Pero pido lo imposible: ¡así pues, le pido a mi orgullo que vaya siempre junto con mi inteligencia!

“Y si mi inteligencia me abandona - ¡ah, le encanta marcharse volando! - ojalá vuele mi orgullo con mi necedad.

- Así comenzó el ocaso de Zaratustra.

DE LAS TRANSFORMACIONES

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Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fin en niño.

Hay muchas cosas pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte, paciente, en el que habita la veneración: su fortaleza demanda cosas pesadas, e incluso las más pesadas de todas. ¿Qué es pesado? así pregunta el espíritu paciente, y se arrodilla, igual que el camello, y quiere que se le cargue bien. ¿Qué es lo más pesado héroes? así pregunta el espíritu paciente, para que yo cargue con ello y mi fortaleza se regocije. ¿Acaso no es: humillarse para hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia tontería para burlarse de la propia sabiduría? ¿O acaso es: apartarnos de nuestra causa cuando ella celebra su victoria? ¿Subir a altas montañas para tentar al tentador?

¿O acaso es: alimentares de las bellotas y de la hierba del conocimiento y sufrir hambre en el alma por amor a la verdad? ¿O acaso es: estar enfermo y enviar a paseo a los consoladores, y hacer amistad con sordos, que nunca oyen lo que tú quieres?

¿O acaso es: sumergirse en agua sucia cuando ella es el agua de la verdad, y no apartar de si las frías ranas y los calientes sapos? ¿O acaso es: amar a

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quienes nos desprecian y tender la mano al fantasma cuando quiere causarnos miedo?

Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu paciente: semejante al camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto.

Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa, y ser señor en su propio desierto. Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria. ¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? "Tú debes"” se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice "yo quiero"”.

“Tú debes” le cierra el paso, brilla como el oro, es un animal escamoso, y en cada una de sus escamas brilla áureamente el “¡Tú debes!”. Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así: “todos los valores de las cosas -brillan en mí”. “Todos los valores han sido ya creados, y yo soy -todos los valores creados. ¡En verdad, no debe seguir habiendo ningún 'Yo quiero!'”. Así habla el dragón. Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa? Crear valores nuevos -tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas crearse libertad para un nuevo crear- eso si es capaz de hacerlo el poder del león. Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso el león.

Tomarse el derecho de nuevos valores -ése es el tomar más horrible para un espíritu paciente y respetuoso. En verdad, eso es para él robar, y cosa propia de un animal de rapiña.

En otro tiempo el espíritu amó el “tú debes” como su cosa más santa: ahora tiene que encontrar ilusión y capricho incluso en lo más santo, de modo que robe el quedar libre de su amor: para ese robo se precisa el león. Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacerlo? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño? Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí. Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir si: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo.

Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: cómo el espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño.

Así habló Zaratustra. Y entonces residía en la ciudad que es llamada "La vaca multicolor". Así habló Zaratustra (1883/1885) – F. Nietzsche

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Bibliografía

http://www.nietzscheana.com.ar/de_las_tres_transformaciones.htm http://www.nietzscheana.com.ar/textos/de_zaratustra.htm