Dr. Pablo A. Jiménezwww.drpablojimenez.com

Aunque la mayor parte de nuestras congregaciones han experimentado un crecimiento constante, muchas de nuestras Iglesias locales se encuentran estancadas en su crecimiento.

El propósito de esta conferencia es presentar un programa de revitalización para dichas congregaciones en crisis.

Esta conferencia está informada, por lo menos, por las siguientes fuentes bibliográficas:

Los trabajos de George Bullard. Los muchos escritos de Thomas

J. Bandy y William Easum. El libro Una iglesia con propósito, de Rick Warren.

Nuestra conferencia estará dividida en dos partes principales:

En la primera parte presentaremos un modelo que intenta explicar por qué las congregaciones se estancan en su desarrollo.

En la segunda parte, presentaremos un modelo de crecimiento y revitalización para Iglesias locales.

Un modelo para el análisis de crisis congregacionales.

La Iglesia en deterioro se encuentra estancada en su crecimiento numérico y en su desarrollo espiritual.

En lugar de recalcar la misión, fomenta el mantenimiento de las tradiciones locales.

Se ve a si misma como una «familia» y, por lo tanto, como un grupo cerrado.

Aquí el «crecimiento en la fe» pasa por cinco etapas, a saber:

Estas congregaciones recalcan la importancia de convertirse en miembro «activo» de la feligresía. Sin embargo, rara vez ofrecen clases para nuevos creyentes o para personas que se trasladan de otras denominaciones. Establecen requisitos mínimos para mantener la membresía, tales como asistir a la Iglesia una vez al mes (o al menos en algunas ocasiones).

En estas congregaciones es más importante entablar amistad con el liderazgo establecido que asistir a las actividades de la Iglesia. Los líderes establecidos informan a los nuevos miembros de las tradiciones de la congregación, de manera que las personas «nuevas» sepan como actuar correctamente. En este tipo de congregación, la tradición tiene un peso muy grande.

El liderazgo establecido siempre está buscando candidatos para ocupar puestos en los cuerpos directivos de la congregación. Estos líderes tradicionales nominarán a aquellas personas que vean como sus «compañeras», compartiendo sus valores o su nivel social. Por esta razón, los cuerpos directivos tienden a ser homogéneos, aunque la congregación sea diversa.

El premio a la madurez espiritual es formar parte del cuerpo directivo de la congregación. Los miembros de estos cuerpos directivos entienden que su labor principal es supervisar tanto el funcionamiento general de la Iglesia como el trabajo específico del pastor o la pastora.

El nivel más alto de liderazgo laico en este tipo de Iglesia se alcanza cuando un miembro es visto como uno de los baluartes o pilares de la congregación. En ocasiones, los guardianes ocupan los puestos más altos por varios años corridos; en otras, toman turnos. De todos modos, los guardianes entienden que su misión es «mantener» la tradición de la Iglesia.

Aunque la Iglesia tenga una estructura de gobierno formal, tiene una estructura informal constituida por:

Figuras «paternales y maternales»: Pueden ser parte de las familias fundadoras o aportar mucho dinero. Son los líderes indiscutibles de la Iglesia local. Influyen en todas las decisiones, sean o no parte de la estructura formal.

«Hermanos o hermanas mayores»: Siguen las pautas de las figuras paternales, siendo sus portavoces. Actúan como líderes sólo cuando las figuras paternales se lo permiten o cuando están ausentes,

«Niños y niñas»: Las figuras paternales ven al resto de la congregación como niños y niñas que están bajo su tutela.

En la «congregación en deterioro», las «figuras paternales» ven al pastor o a la pastora como un mero empleado o empleada. Entienden que su responsabilidad principal es llevar a cabo la misión de la Iglesia. Es al pastor o a la pastora a quien le toca buscar «almas» (es decir, nuevos miembros), administrar la congregación y relacionarse con la comunidad en general.

Claro está, ninguna congregación presenta todas las características negativas de la Iglesia en deterioro. Por lo regular, las congregaciones tienen cosas negativas y positivas a la vez.

El modelo de la Iglesia en deterioro tiene el propósito de ayudarnos a evaluar las congregaciones en crisis. Esperamos que el mismo sea útil.

Un modelo para la revitalización de la Iglesia.

Contrastamos, pues, el modelo anterior con otro que busca el crecimiento congregacional.

La «Iglesia Misionera» valora la misión de la Iglesia sobre todas las cosas.

Al igual que el modelo anterior, entiende que el crecimiento en la fe pasa por cinco etapas, que son:

La Iglesia Misionera tiene un profundo sentido de llamado a la misión. Por eso, buscar cuál es su misión o el propósito específico en la comunidad a la cual desea servir. En términos teológicos, busca la voluntad de Dios. Este propósito o misión debe enunciarse en una declaración. La misma debe ser breve, tanto que pueda escribirse en un afiche o en una pancarta.

En la Iglesia Misionera la predicación gira en torno al llamado que Dios hace a y al deseo divino de bendecir al género humano. El objetivo principal es que las personas visitantes se conviertan al evangelio, no que se conviertan en miembros de la Iglesia.

La membresía en la Iglesia Misionera requiere que la persona pase por un proceso de discipulado.

La Iglesia Misionera recalca que cada creyente debe tratar de alcanzar madurez en la fe, por medio del ejercicio de las disciplinas espirituales. Por esto, ofrece diversas oportunidades para que cada persona se desarrolle espiritualmente, discerniendo los dones y las capacidades que Dios la ha concedido.

La Iglesia Misionera ofrece una amplia gama de oportunidades de adoración, estudio, y servicio. Ofrece, pues, servicios de adoración dirigidos a los distintos «públicos» que desea alcanzar, desde personas no-creyentes a creyentes maduros. Cultiva distintos estilos de adoración, ofreciendo servicios tradicionales, contemporáneos, y hasta experimentales.

La Iglesia Misionera afirma que cada creyente es responsable de discernir el «ministerio» al cual Dios le ha llamado. El liderazgo congregacional es responsable de facilitar el cumplimiento de esos ministerios, capacitando a cada creyente para hacer un trabajo de excelencia. En este sentido, la señal de la madurez espiritual es que el creyente es «enviado».

La Iglesia Misionera minimiza la burocracia en la congregacional.

En lugar de restringir la iniciativa de los comités, delega autoridad y recursos económicos a los cuerpos directivos pequeños.

La virtud de este modelo administrativo es que agiliza el trabajo de la Iglesia.

La Iglesia Misionera no pone presión sobre los visitantes para convertirse en miembros. Tampoco acepta como miembros sobre la base de familiaridad o amistad con miembros activos.

No todo el mundo puede ser miembro de esta Iglesia. Todo el mundo —tanto nuevos creyentes como visitantes— tienen que tomar clases de discipulado.

En la Iglesia Misionera el pastor o la pastora tiene un rol educativo o magisterial. El equipo ministerial le ofrece cuidado pastoral a la feligresía, mientras le enseña cómo crecer en la fe y como ser un agente activo en el desempeño de la misión de la Iglesia Cristiana. Cumplir la misión cristiana y relacionarse con la comunidad es labor de toda la membresía de la congregación.

Las congregaciones perfectas no existen. El modelo de la Iglesia Misionera no tiene el propósito de presenta un ideal inalcanzable. Por el contrario, su propósito es llamarnos a recalcar la importancia de la misión cristiana. Queremos congregaciones cuya meta sea que las personas sean llamadas, bendecidas, maduras, capacitadas y enviadas, en el nombre de Jesucristo.

El modelo de la Iglesia Misionera nos deja con

tres grandes retos o desafíos.

Nuestras congregaciones deben prestar más atención a la diversidad.

Ofreciendo diversas oportunidades de adoración:

Celebrando varios servicios de adoración con estilos distintos.

Ofreciendo servicios a distintas horas, en días distintos, para públicos distintos.

Nuestras congregaciones deben prestar más atención a la capacitación.

Requiriendo clases de discipulado.

Ofreciendo constantemente talleres de capacitación para las personas que desarrollan distintos ministerios laicos.

Celebrando retiros espirituales para líderes.

Nuestras congregaciones deben prestar más atención a los cambios culturales.

Usando tecnología que no tenga más de cinco años en uso.

Dando permiso para que los diversos grupos de la Iglesia experimenten, y hasta fallen, con nuevos proyectos.

Buscando la excelencia ministerial.