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ROCKSTALGIAS Boletín electrónico de literatura con No 4 Mayo 2006

Rockstalgia4

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ROCKSTALGIASBoletín electrónico de literatura con temática rock

No 4 Mayo 2006

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EDITORIAL:

¡Viva el primero el Mayo! ¡Felicidades por el Día de las Madres! ¡Gloria a los mártires anarquistas de Chicago y a los que cayeron en París en aquel alucinante mayo del 68! Bueno, pues aquí vamos con la cuarta edición de otro Rockstalgias. En esta ocasión nuestro artículo principal versará sobre los orígenes de la literatura de rock en Cuba. También podrás encontrar dos fragmentos de novelas, uno de Abel Prieto, el actual ministro de cultura cubano y otro de Raúl Aguiar, uno de los editores de Rockstalgias, que ya le tocaba; también un cuento de la última promoción, escrito por Frank Rojas Aguilera. En la historia del rock en Cuba hoy recordaremos la década de los 60 y aquellas bandas cubanas que echaron a rodar el género en la isla. Esta vez decidimos incluir una sección en homenaje a los mártires del

rock, una especie de efemérides que pensamos continuar en los siguientes números. En nuestra sección de poesía te ofrecemos dos maravillosos poemas de una de las fundadoras del movimiento Punk; Patti Smith, y en nuestra sección de historia del heavy te invitamos a viajar también a los años 60 pero esta vez nos vamos a California, en plena efervescencia del verano de amor de los hippies.

Los editores

INDICE:

1. El tema prohibido (o casi): El Rock, su reflejo en la narrativa cubana y mundial (Cuarta parte) Por Raúl Aguiar y Yoss

2. Los pioneros. Facultad de humanidades, por Abel Prieto.

3. Los mártires del rock (mayo) Bob Marley, Jeff Buckley

4. Poesía rock: Babel, Trilogy-he(art), Patti Smith

5. Gente del Establo: Raúl Aguiar. Por Yoss

6. Concierto. Raúl Aguiar.

7. Historia del Rock made in Cuba: Los 60

8. Escaleras al cielo. Frank R. Rojas Aguilera

9. Heavy metal (Cuarta parte). El sonido de California. Raúl Aguiar

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EL TEMA PROHIBIDO (O CASI):

El rock: su reflejo en la narrativa cubana y mundial (cuarta parte)

O literatura y rock en Cuba. Los comienzos.

Por Raúl Aguiar & Yoss

Estoy bailando el rockason con los muchachos, estoy sintiéndome mejor…(David Torrens)

La historia del rock en la literatura cubana comienza bastante tarde, en comparación a otros países de habla hispana. Hay que tener en cuenta que el rock, como forma musical oriunda de los EE UU y cultivada mayormente en los países anglosajones o en el mejor de los casos europeos, se cantaba casi siempre en inglés (faltaba mucho para Mano Negra, Manu Chao y su Clandestinos). Y para la ortodoxia cultural de los mismos paranoicos dirigentes culturales causantes del congelamiento literario del llamado Quinquenio Gris, decir rock era decir la música del enemigo. Probablemente no es este el momento ni el espacio ideales para hablar de la censura radial ejercida sobre las grabaciones de The Beatles, de la policía y sus entusiastas “colaboradores voluntarios” recogiendo peludos en el Coppelia nocturno, de la UMAP y las acusaciones de diversionismo ideológico a jóvenes alumnos por oír la música de grupos rockeros pretendidamente fascistas, como

Kiss… no vale la pena a estas alturas remover viejos rencores, y en todo caso haría falta más que este prólogo (pretendidamente breve) a una antología para no olvidar y/o reparar injusticias.

Pero es preciso al menos decirlo. O sea, tener bien en cuenta que si en la Cuba de los 60s y sobre todo los 70s y principios de los 80s ya estaba mal visto escuchar rock y más aún tocarlo, ni hablar de escribir sobre esa música estridente, Caballo de Troya lleno de mensajes perniciosos para la moral y la ideología de nuestra juventud, y mucho menos de tres o cuatro peludos, elementos inadaptados y recalcitrantes que insisten en escuchar esa bulla infame y en vivir imitando patrones de vida foráneos y del todo ajenos a la moral revolucionaria.1

Por tanto, en los comienzos de la historia nacional de la narrativa de tema rockero, sólo encontramos tímidas referencias (la apropiación del título o verso de una canción para título del relato o ensayo literario, como exergo del cuento o alguna referencia circunstancial al rock and roll) en textos de escritores de la generación de 60 y los 80.

1 De El Militante Comunista, 1982 circa.

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Severo Sarduy, Guillermo Cabrera Infante (Tres tristes tigres), Luis Manuel García, Francisco López Sacha (Análisis de la ternura), Reynaldo Montero (Donjuanes, Fabriles), Abel Prieto (Noche de sábado) y Carlo Calcines, entre otros...

En 1980 Miguel Mejides gana el concurso de la revista Bohemia con su cuento Mi prima Amanda2, donde hace referencia a unas adolescentes “frívolas” que a comienzos de los 60 que se reúnen a diario para escuchar discos de Elvis Presley.3 Pasan los años y una de ellas, precisamente la Amanda del título, obsesionada en negar el paso del tiempo, queda presa de su fanatismo musical hasta llegar a la locura. De la misma época es también el cuento El hacedor de bajos, de Reinaldo Montero4, que ensaya si bien aún tímidamente un acercamiento a la picaresca nacional de los aspirantes a rockeros del patio, siempre construyendo instrumentos caseros y vendiéndolos para comprar otros, en un eterno círculo vicioso. José Ramón Fajardo, en 1985, obtiene el Premio David de cuento con su libro Nosotros vivimos en el submarino amarillo, una clara referencia a los Beatles aunque en el único relato que podría considerarse claramente deudor de este tema, Aquella dura noche5, el protagonista, un adolescente enamorado, se esfuerza por aprender a bailar bajo la tutela de dos amigos para conquistar a la muchacha de sus sueños. Sólo al final hay una clara referencia al rock cuando la última imagen es para un afiche de Eric Clapton que empuña furibundo una guitarra (imagen que podrá ser todo lo potente para cerrar un cuento que se quiera, pero que, fiel al espíritu de aquellos años, peca de leso desconocimiento rockero: ¿nada más y nada menos que Erick “mano suave” Clapton... furibundo?) . A pesar de que el resto de las historias están muy alejadas del tema rock, y más bien tratan sobre vidas de estudiantes becarios – muy de moda en los escritores de la generación de los 80 - en el relato que da título al libro ya encontramos la semilla de unos adolescentes rebeldes que se atreven a desafiar al director de la escuela por su esquematismo y doble moral.

Luis Manuel García, en el cuento satírico Repeat After me de su libro Los forasteros (Premio UNEAC de Literatura 1986), describe una pareja que trata de escapar de la realidad objetiva rodeándose de objetos electrodomésticos, música, videos, ropas y otros artículos en un culto casi religioso al consumo. En este cuento el rock es sólo un elemento más para la alienación de los protagonistas. El rock desaloja gradualmente (cada día es más difícil) la realidad exterior, que aprovecha las noches para escurrirse por la más mínima rendija, intentando ocupar la casa. Al principio, Frank la combatió mediante Kiss y Queen, pero la efectividad estaba determinada por el volumen. Geminis, Kansas y Deep Purple establecían bochornosos tratados con la intrusa realidad, Se confabulaban con ella, convivían. Vangelis en cambio, empuja a la realidad de cuarto en cuarto, hasta que la despeña por la puerta del fondo.

En el año 1987 el autor Sergio Cevedo Sosa, cuya obra es una especie de puente temático y estilístico entre la generación de los 80 y los novísimos, obtiene el Premio David en el género de cuento, y el Premio Caimán Barbudo con la noveleta Rapsodia Bohemia6, texto que anuncia con especial tino artístico lo que sería en breve la literatura freakie. En Rapsodia Bohemia ya encontramos los brotes de una conciencia de diferenciación, de marginalidad, con respecto al resto de los jóvenes, los personajes hablan con una jerga

2 Leer cuento en revista Rockstalgias No.13 Esta historia sería luego retomada por Francisco López Sacha en Mi prima Amanda otra vez.4 Revista Rockstalgias No.35 Revista Rockstalgias No.26 Revista Rockstalgias No.1

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particular, discuten sobre rock, hay una visión descarnada del sexo y la frase final del relato, Vivan los anormales, parece toda una declaración de principios.

(Continúa en el próximo boletín)

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PIONEROS DE LA NARRATIVA DE ROCK EN CUBA:

ABEL PRIETO

Abel Prieto (1950) es oriundo de Pinar del Río. Narrador y ensayista, especializado en la obra de Lezama Lima. Desde 1991 a 1997 se desempeñó como Presidente de la UNEAC. Comenzó a ser conocido al ganar el Premio 13 de marzo de la Universidad de la Habana en 1969 con el cuento Un miedo encuadernado en amarillo. Ha publicado Los bitongos y los guapos (1980), No me falles, Gallego (1983) y Noche de sábado (1989), cuentos con temática juvenil donde toca por primera vez el tema de los jóvenes y su relación con la música de los Beatles, de la cual Abel Prieto ha demostrado con creces ser uno de sus más fervientes admiradores. Con Noche de sábado obtuvo el Premio de la Crítica

en 1989. Publicó también MIsha o los chistes del socialismo real, en 1997. Actual Ministro de Cultura, encontró tiempo (nadie imagina como) para escribir su última novela, El vuelo del gato, (1999), de la cual hemos escogimos un fragmento para esta antología.

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FACULTAD DE HUMANIDADES

Abel Prieto

Entre los hippies del Carmelo no había una vanguardia ideológica propiamente dicha, aunque sí una vanguardia intelectual, y era gente que había leído el Lao Zi o Libro del Tao y hablaba con fluidez de cine, literatura y filosofía. Yo tenía algunos amigos entre ellos y me hubiera gustado que Marco Aurelio y Angelito los conocieran; pero aquella noche (como supe después) ponían El rostro en la Cinemateca, y la vanguardia no podía perdérsela, y por el momento debíamos conformarnos con “la masa”, que discutía sobre la ruptura de los Beatles y se dividía entre el bando de Lennon y el de McCartney.

Un hippie negro y alto, con el pelo a lo Jimi Hendrix, analizaba cada una de las canciones aparecidas bajo la doble firma Lennon-McCartney y explicaba dónde había predominado la onda o el temperamento (así decía) de “Paul”, sus ráfagas luminosas, su optimismo a toda prueba, y dónde la duda y el claroscuro de “John”.

Otro aniñado, casi albino, de melena rojiza, afirmaba, solemne, que el mundo ya no sería el mismo después de la disolución de los Beatles, y muchos asentían, moviendo tristemente las cabezas peludas.

Había una loca hippie, muy teatral, que trataba de llevar el debate hacia la vida privada de los Beatles. Absolvía de toda Culpa en la catástrofe, en la ruptura del grupo, a Linda Eastman, la mujer de McCartney, y concentraba un odio feroz en la japonesa, así decía, para no pronunciar el nombre maldito, el de Yoko, a quien hacía responsable de las contradicciones entre los dos Grandes. No entendía como “John”, que no era el más bello pero sí ostentaba una onda de primera categoría, podía haberse “juntado”, decía, con una mujer tan fea y asiática y cómo había acabado por casarse con ella y hasta hablaba de tener un hijo. “¿Qué saldrá de ahí, Dios mío?”, se preguntaba, sobreactuando, y miraba al cielo nocturno como si le pidiera una respuesta.

John copulando con Yoko / no pare un Beatle de ojos rasgados / ni una japonesa de pelo rubio y gafitas redondas. / Engendran el Gato Volante. Esa hubiera sido la respuesta ideal,

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pero a mí no se me ocurrió. Ni a mí ni a Marco Aurelio, ni al Dios que flotaba presuntamente sobre el Carmelo de Calzada, y aún Lezama no había escrito el poema.

La pregunta clave era otra. La pregunta de la noche iba y venía, repetida en tonos y formas diferentes: ¿Cuál de los dos Grandes aportó más al milagro de los Beatles? El pequeño no quiso hablar (no le gustaba hacerlo en grupos numerosos y prefería observar aquel micromundo desconocido), Angelito no había llegado todavía y, aunque no nos habíamos reunido para discutir el tema ni se había tomado acuerdo alguno sobre el mismo, me decidí a adelantar la que sería, a mi modo de ver, “la posición oficial” de la Piña: McCartney contribuyó mucho, sin duda, con su talento musical y su gracia y sus soluciones agradables, simpáticas, pegajosas, pero los Beatles no hubieran sido los Beatles sin el empuje revolucionario de Lennon, sin ese espíritu inconforme, buscador, irónico, que fue clave a la hora de fundar un estilo y un lenguaje nuevos.

El bando de McCartney (“la gente de Paul”, decían ellos) se sublevó: fue “Paul” y solo “Paul”, decían, quien puso el sello afirmativo, de Luz y belleza, que está en el fundamento mismo de los Beatles. Lennon es demasiado amargo, la vida le sabe demasiado a mierda (así decían) y no podría ser el creador de esa fuente de Luz, de esa fuente de amor y juventud que hay y habrá para siempre en los Beatles.

Cuando vi la silueta de Angelito el Chino, que cruzaba con paso rápido el Parque del Carmelo, supe que todo había terminado para el bando de McCartney. Ya estaban perdidos, ya no tenían salvación alguna, ya habían muerto antes de morirse, como los tipos malvados de las películas cuando el Muchacho viene llegando: iban a ser aplastados sin remedio, pero ellos (infelices) se sentían bien, se sentían en Alza y desplegaban una ofensiva ruidosa y Lennon empezaba a ser un personaje torcido, un poco siniestro, frente a un “Paul” tan resplandeciente, perfecto y armonioso como un dios, como Apolo, aquel que convertía en música celestial cuanto le caía en las manos.

Angelito se tomó su tiempo para intervenir en la discusión. Primero hizo un aparte con Marco Aurelio y conmigo y preguntó si teníamos noticias de Mamoncillo, cómo nos iba en la Facultad de Humanidades, cómo estábamos de mujeres, que había sido de Fulano o de Zutana y qué de mi familia y de Serafín Escobedo, y luego nos dijo que salía de viaje, a estudiar en la URSS, en Novosibirsk, con una beca. “Allá hay un grupo de rock buenísimo”, le dije yo: “los Bolin Stones, no dejes de buscar los discos”, eso le dije, y Angelito asintió sonriendo y prometió mandarme el último LP del grupo, y entonces, para su desgracia, “sin saber que labraba su propia desventura”, nos interrumpió un tipo del bando de McCartney: estaba un poco zombie, como empastillado. “Oye tú, chino”, dijo, el pobre, y apuntaba a Angelito con el dedo índice y los ojos atontados y la voz ríspida, “¿no serás tú un pariente de Yoko? ¿Qué tú crees de los dos Grandes? ¿De parte de quién te pones?” y Angelito le preguntó que quiénes son esos dos Grandes si se puede saber, y el hippie empastillado se rió (el pobre, y ya no reiría nunca más) y dijo: “Paul y John, quiénes van a ser”.

“Para empezar”, dijo Angelito, “habría que saber si estamos hablando de música, de música en serio, o si hablamos de basura para vender discos”, eso dijo, y paseó su mirada incisiva por “la masa” de hippies del Carmelo. Se hizo un silencio pastoso, y los dos bandos se acercaron para escuchar a aquel chino desconocido, tan seguro de sí, que parecía el dueño absoluto de la verdad y sus cayos adyacentes.

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“Si se habla de música en serio, lo primero que hay que hacer es poner a McCartney en su lugar”. Aquí hizo una pausa muy breve y dejó que la esperanza revoloteara sobre “la gente de Paul”. “Yel lugar que le corresponde a McCartney (dijo), su lugar justo, preciso y muy bien ganado, es el de un eficaz fabricante de guarapo comercial. Ese es su lugar y nadie se lo puede discutir”. De esta forma brutal empezó el más coherente, argumentado y sólido discurso que se hubiera pronunciado en el Carmelo de Calzada desde su fundación. En la historia no escrita, en la tradición oral, aquella pieza oratoria y aquella velada pasarían a ser, respectivamente, “el discurso del guarapo” y “la noche de Angelito el Chino”.

Vendría luego el trabajo de Cronos, el implacable, y Angelito se iría a estudiar a Novosibirsk, y Marco Aurelio y yo volveríamos a la Facultad de Humanidades, y los hippies se enrolarían en la Brigada Perderemos para cortar caña y ganarse el derecho moral a tener Pelo Largo y a ser hippies reconocidos, con carnet, y regresarían una y otra vez, con su rara tenacidad, semidestruidos, maltrechos, pero jamás derrotados, al Carmelo y al parquecito de la funeraria de Calzada y K, y entre ellos, mientras hubiera memoria, se hablaría con admiración del “discurso del guarapo” y se recordaría “la noche de Angelito el Chino” como la Noche Triste para los partidarios de McCartney y la noche de la victoria definitiva para los de Lennon.

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Efemérides: Los mártires del Rock

Mayo

BOB MARLEY ( 1945-1981 )

Murió el 11 de Mayo de 1981 tras habérsele detectado un par de años atrás un tumor cerebral.

El más conocido músico de Reggae, música casi exclusiva hasta ese momento de los Rastafaris, religión jamaicana que tenía como uno de sus dogmas el consumo de Marihuana. En el año 1974 Eric Clapton graba una versión de una de sus canciones I shot the sheriff  convirtiéndose en un gran éxito que le ayuda a lanzar su carrera mundial.

Su temprana muerte le hizo convertirse en un mito, sobre todo en su tierra natal, Jamaica, donde es venerado todo aquello que tiene que ver con él y con

su música.

JEFF BUCKLEY (1966-1997)

Murió ahogado en el rió Misissipi, su cuerpo fue encontrado flotando por unos turistas  el 29 de Mayo de 1997.

 Hijo del cantautor Tim Buckley, como él también desapareció  en todo el esplendor de su carrera justo cuando ésta comenzaba, su debut en el mundo discográfico fue con Grace un espléndido disco lleno de bonitas melodías arropadas con su fascinante voz donde daba rienda suelta a todas sus variadas influencias, Edith Piath, Leonard Cohen, Led Zeppelin, Nina Simone, etc...

Tras su muerte se publicó el magnífico White mistery boy tour  recopilando lo mejor de sus actuaciones en vivo.

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POESÍA ROCKPatti Smith

Babel

Pienso que levantaré campamento. Repetición de una fórmula anterior. La almohada del dinero, la larga fumada, el libro. El libro toma el lugar de la música. No tengo idea de dónde estoy ni deseos de preguntar. Estoy en Munich y la luz está cayendo. Tengo un relámpago de inspiración. Paro un coche y entretengo al conductor a cambio de que me lleve a la ciudad. Pago un amplificador, una guitarra eléctrica, cuerdas, púas y una tira para sujetármela. Prometo volver pocas horas después. Me consigo un hornillo, algo de papel y una máquina de escribir. En una parte remota de la ciudad encuentro un cuarto. Necesita blanqueado por lo cual ofrezco placer a uno de los chicos locales. Trabaja como camarero a no mucha distancia, en un club de rock n´roll. El trabaja para mí pero se niega a tomar nada a cambio. Me trae licor y chicle y dice que quizá la próxima vez. No tiene nombre y tiene el rostro de un ángel.

Las tiendas han cerrado. No puedo recoger mis compras. Me tiro en la cama y miro el techo. De repente me siento sucia, agitada. Tomo una chaqueta de cuero color chocolate y me aventuro por las tristes calles comerciales. Camino largo rato. No hay nadie a mi alrededor. Estoy perdida en el sistema solar de un condominio alemán moderno. Llamo a un taxi y le digo que me deje junto a la rampa del club Yes. No me quedo mucho porque las mujeres me crean problemas.

Una me da su collar. Otra me da todo. La llevo a un coche estacionado en la parte de atrás. La música es aburrida; las luces, chillonas. Estaba pensando llevármela de vuelta a mi cuarto pero decidí hacérmela allí mismo en el coche. Agradecí su estupidez y su bonito vestido. Hice que se arrodillara para mí. Retorcí sus pezones y le anestesié el coñito masajeándola con un lento movimiento circular. Ella seguía con las medias puestas. Me la trabajé lenta y maquinalmente. Ella perdió el control y dejó caer un zapato. Dentro había un fajo de marcos alemanes que me afané. Ella se abrió para un beso y le metí una pequeña goma de borrar rosada. La dejé maldiciéndome atragantada y partí con mi ángel guardián en su motocicleta.

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Trilogy - He(art)

la droga que circunda el corazón / la pipa que yace a su lado / todavía quema...

Oh yo veo tu asombro / hace espirales allá arriba / allá arriba en el centro de mi mente /nene ven / vete nene / y libera la huracán oh yo voy hacia el centro del avión / nene tienes que golpear el centro del aro / y mi corazón bombea / mis puños bombean /

radio etiopía es un campo... un puño... una primera embestida del placer que bombea es la celebración de un boxeador y un bailarín...

mañana salgo para europa. he estado trabajando largo tiempo es estos apuntes. abril-agosto. pero aun estoy aquí en los últimos momentos antes de salir a aporrear la vieja smith-corona. articularma me lleva largo tiempo. a veces creo que sueño en otros idiomas porque al despertar balbuceo lenguas extrañas... recuerdo de minaretes desvanecidos entrecruzándose con guitarras eléctricas. es el 28 de septiembre. estoy contrariada conmigo porque todavía sigo trabajando. pero mi amigo andi que durmió en etiopia rie y me dice que hace bien. en etiopia esta noche terminan los años sesenta. es el 28 de septiembre. el año nuevo etiope es ahora 1970. el tiempo no es amo de esta gente... el tiempo no es el amo de quien lo controla.

mamá me dijo que nací vieja. con tristeza sospechaba que mis orígenes estaban mas allá del apego del hombre. aunque cincelada por un escultor extremadamente distante estoy orgullosa de existir dentro de los limites de la piel mortal. contrariamente a muchos artistas nunca me siento prisionera dentro de mi carne. mas bien lo celebro... estoy en un constante estado de sorpresa cada vez que defeco... mas algunas veces siento este dolor profundo y antiguo... como un dolor de muelas en la nuca. alzo la vista. en algún lugar en aquella opera magnífica llamada cielo hay una llave... una clave... un cabello o una huella digital que eventualmente...

busco a aquel que amo. el duerme. cómo ansío invadir sus sueños ... invadir la región más inexplorada del hombre... el teatro de su memoria y helar para siempre los dedos de la música extraña y portentosa que oigo... haciendo señas...

en el jardín...las luces brillando...megáfonos en miniatura adheridos a los orificios de todos los MMO...los wawaa de lenny picoteando como salvaje... todo el mundo se acopla a los la la las... algunos susurran... tierra / tierra... otros pulsan... hay verdaderos platos voladores... la noche continúa para siempre...en el techo del MSG el sonido agudo del plato volador... y en los dominios de nuestra memoria... su fundamento...

cuándo / cuándo aterrizarás...

debo irme.

los muchachos me esperan en Finlandia... tengo que pulir mi arma... la fender duo-sonic con el diapasón de arce y sus clavijas originales. alguna vez perteneció a

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jimmi hendrix, tom verlein la usó para su solo en “little johnny jewel”. pero en su mayor parte me pertenece / el rock n roll es combate de realeza... el universo es nuestro campo de batalla... las fenders –todas las guitarras- pugnando por una nota noble- nuestras armas... los técnicos –grandes soldados... las personas - tiernos salvajes... el objetivo –la libertad de poseer la llave al quinto batallón y liberar a los ángeles feroces de A-bad-don7...

viendo más allá del poder asignado... anoche en un avión había una biblia en el revistero... por un instante me perdí en la belleza atormentada de las revelaciones... ángeles vengativos en forma de caballos de fuego... todo conectándose... acelerado y extático... hasta la detención... el último aliento... la última página.

porque yo testifico ante cada hombre que escucharé las palabras de la profecía de este libro, que si alguno quisiere modificarlas, dios le enviará las plagas que han sido escritas en este libro...

¿debemos alzar nuestros atuendos en honor del gran rock y tan sólo a su servicio? ... oh no lo creo ya... soy una artista un mutante un negro8 ¿mi atuendo? es una fender duo-sonic y fui hecha para la plaga...

¿armagedon? no tiene / salvador carcelero no pueden quitármelo / el fin del mundo comienza / y es para el rock n roll que he nacido y soy salvaje salvaje salvaje salvaje / salvaje salvaje salvaje salvaje / salvaje salvaje salvaje salvaje... pregunten a los ángeles si ya han empezado a moverse / viniendo en tropel desde L.A / pregunten a los ángeles si han empezado a coparse / la luz es su armadura y es hoy / que somos salvajes salvajes salvajes salvajes / salvajes salvajes salvajes salvajes // salvajes salvajes salvajes salvajes / drum roll drum roll drum roll ba-dop bam...

(Tomado de la revista BEAT 57, Año 1 – N° 3 / Otoño del 2001)

7 A-bad-don, “un-mal-efecto” o “un mal tipo”.8 Nigger.Modo ultra-despectivo para referirse a los negros.

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GENTE DEL ESTABLO: RAÚL AGUIARPor Yoss

Raúl Aguiar Álvarez (1962):Geógrafo y otro que empezó por los caminos de la ciencia-ficción en el Taller Oscar Hurtado, y también en el Julio Verne de Playa (su gusto por los talleres lo llevó en el 99 a ser parte del primer grupo del Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso) No le fue mal en el género de los aliens y las naves espaciales: en 1984 obtuvo mención en el Premio David de Ciencia Ficción. Pero, aunque su veta fantástica le valió ser incluido en antologías cubanas y extranjeras como Contactos y Polvo en el viento,

su vocación de crítica social y realismo sucio ya predominaba sobre la ciencia ficcionera. Como uno de los llamados novísimos narradores cubanos, ha sido incluido en múltiples antologías, como la iniciática de Salvador Redonet Los últimos serán los primeros, en 1995 y Aire de Luz de Alberto Garrandés en el 2000. En 1989 ganó el David con La hora fantasma de cada cual, cuentinovela a cuya lenta conformación, como Pablo en el planeta de los espejos brumosos (título sin dudas menos afortunado, aunque... snif, la parte fantástica de aquel novelón era excelente, innovadora, tremenda, un batazo, vaya) sus colegas del Taller Julio Verne habíamos asistido durante años. Posteriormente, entre algún que otro coqueteo con la divulgación científica (su libro-casi folleto Realidad virtual y cultura ciberpunk fue premio Abril en el 95 y actualmente colabora en la revista Juventud Técnica) Raúl continuó explotando el mismo universo rockero-adolescente, ya centrándose en la guerra de Angola, con su noveleta Mata, premio Pinos Nuevos 1995, o prefigurando un microcosmos urbano nuevo y más oscuro, como en el cuaderno Daleth, Premio Luis Rogelio Nogueras 1996. De nuevo sobre jóvenes rockeros e inadaptados, aunque centrándose en una perspectiva esta vez femenina y a nivel cualitativa y psicológicamente más profundo e insidioso, los cuentos de este evolucionaron hasta su segunda novela, La estrella bocarriba, publicada en el 2001, y que aborda específicamente el subtema de los grupúsculos “satánicos” o “nigrománticos” en el escuálido panorama del fandom rockero nacional. Fan irredento a Pink Floyd, Raúl ha sido profesor de geografía, promotor cultural en el Patio de María, promotor en el ICL y actualmente se desempeña como profesor asistente en el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Volviendo a su primera novela y al fragmento que aquí se incluye, Pablo, el sensible y problemático adolescente protagonista de este auténtico buldingsroman, alter ego del autor, es ese joven rebelde, inconforme, violento pero algo poeta que todos llevamos dentro... o al menos deberíamos llevar a los 18. Lleno de dudas, enfrentando al sexo (las primeras jineteras, entre otros episodios memorables) la droga (eh, solo pastillas y yerba, eran apenas los 80) el amor verdadero y las definiciones políticas, Pablo, como los personajes de Sergio y Verónica, es espejo de una capa social muy concreta, marginada y automarginada por sus gustos musicales: los llamados frikis (nadie supo nunca si por freaks, fenómenos, o por free kiss, beso libre) Concierto, como cuenti-capítulo al fin, funciona a la perfección como historia independiente. Si en su versión oiginal reflejaba uno de los momentos más típicos de la obra y de los 80: un concierto, grupos de rock nacionales tocando en el

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anfiteatro de Alamar, la fauna habitual, una bronca... y, para rematar: gigante, azul, en fin, la policía... ahora, actualizado cuidadosamente... bueno, las cosas han cambiado en algunos detalles, pero, en otros...

CONCIERTO

Raúl Aguiar

“…Pink Floyd es conocido como un grupo enigmático que desaparece muy fácilmente, incluso hubo momentos en que las grabaciones se realizaban por separado, prácticamente sin encontrarse los músicos y Roger Waters llegó a concebir antes de hacer este disco, The Wall, la posibilidad de establecer un muro que separara a los músicos del público y que incluso tratara de separar a los músicos entre sí, buscando hacer físicamente posible lo que de forma conceptual considera la gran incomunicación que existe no sólo entre el público y los músicos, si no entre la gente en general. Con esto vamos a dejar este trabajo que hemos estado realizando para ustedes sobre el grupo Pink Floyd y los invitamos a que estén próximamente la próxima semana en este su programa de la Historia del Rock.. Hasta entonces compañeros”

Pablo se sintió decepcionado. Parecía que al locutor le habían hecho una seña sobre el poco tiempo que le quedaba y por ello pasó de largo sin siquiera mencionar los nombres de los discos intermedios Animals y el de Wish you were here, que para el joven nada tenían que envidiarle a The Wall o The dark side of the Moon. También había pasado por alto la película hecha con el disco El Muro, una tesis musical en contra de la incomunicación y el neofascismo.

Pablo maldijo en voz baja a su padre por haberle borrado el casette con las canciones de uno de los discos, precisamente Atom Heart Mothert, uno de los que casi nadie tenía. Tampoco podía explicarle a sus amigos el por qué de esa fijación en un grupo tan antiguo. Ahora tendría que llorarle de nuevo al Jonny para que le pidiera el resalado CD a su hermano, con lo tacaño que era.

- Coñó, muñequitos y todo, asere, ¡qué volao!

Pablo se había puesto a leer una de las historietas cómicas que el Jonny hacía de vez en cuando, mientras esperaba que este terminara de vestirse para ir al concierto. Desde el cuarto le llegó la respuesta del amigo:

- El otro día le presté una a Betty y no entendió nada.

- Esa nada más que entiende la pornografía.

Pablo siguió leyendo durante un rato hasta que se aburrió y lanzó la libreta hacia el sofá. Prendió un cigarro y habló:

- Jonny, ve a ver “Asesinos íntimos”, para que veas nada más a la jeva esa que trabaja ahí.

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- Compadre, yo no me gasto un peso en eso.

- Yo te recomiendo que vayas. Coño, de verdad, asere, está buenísima, ¡tremenda película, pa’ que tú sepas!

Silencio desde el cuarto. Pablo aspira dos bocanadas de humo y de pronto siente que tocan a la puerta. Va a abrir. Es el Duque.

- Coño asere, pensábamos que ya no venías.

- ¿Y el Jonny?

- Vistiéndose

El Duque aparta las libretas y se sienta en el sofá. Luego se vuelve hacia el cuarto y grita:

- ¡Dale Jonny, no te pintes más las uñas y acaba!

- ¡Vete al carajo!

El Duque y Pablo se ríen. Al poco rato sale Jonny, le mete un puñetazo al Duque en forma de saludo y salen de la casa. Mientras caminan hacia la parada, Pablo aprovecha para pedirle los fósforos al Jonny.

- Compadre, no fumes tanto que no vas a crecer - dice el Duque. Pablo sonríe y enciende el cigarro.

- Yo fumo para no coger otros vicios.

- Ja, ja - la risa del Duque es un poco artificial. Pablo vuelve a la carga:

- Cada uno debe tener un vicio. Este es el mejor de todos.

- ¿Por qué?

- Porque te jodes a ti mismo pero no jodes a los demás.

Por fin llegan a la parada. Saludan a dos conocidos que también van al mismo lugar y luego se apartan. El Duque murmura:

- Eso es lo que no me gusta. Esa gente son los que van a joder en todos los toques que se dan de rock. Esos tipos con caras de aberrados y las cejas sacadas y todo eso; esos tipos son todos maricones.

Por fin llegó la guagua y ellos montaron. Se mantuvieron callados durante casi todo el viaje, soportando las incomodidades de la superpoblación habanera y Pablo se entretuvo en observar a una trigueñita que cambió miradas con él. Pensó por un momento - casi cuando faltaban sólo dos paradas - en invitarla a que fuera con ellos pero al ver su vestimenta - un pulóver surfing de esos, con el ratón Disney por detrás y por delante, y el peinado agarrado por un pellizco - no se decidió. Seguramente era una niñita de su casa, de la onda esa de Enrique Iglesias, los BSB y otras mariconadas, y no la dejaban salir sola. Por fin llegaron a su parada y desmontaron. Pablo echó una última mirada a la muchacha y se lanzó en pos del Jonny. Una gran cantidad de jóvenes faunísticos - pulseras llenas de pinchos, cabello por los hombros, ropas negras - se bajaron en esa misma parada. Pablo sintió como la tensión aumentaba a medida que se acercaban al anfiteatro. Duque sacó una latica aplastada del bolsillo de su chaqueta y se acercó a Pablo.

- Mira, en esta caja guardo yo los eufóricos.

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- ¿Qué cosa es la euforia? - de vez en cuando el Duque salía con una palabrita de estas, recién estrenadas del ambiente y Pablo no entendía, se sentía un poco inseguro pero preguntaba de todas formas para apuntarlas en el diccionario personal.

- La coca o la yerba, viejo - Duque sonrió despectivo al ver como Pablo se encogía de hombros y quiso jaranear un poco - dale, llévatela para que la vean los socios tuyos esos del Técnico.

- Vete al carajo - Pablo llevó la cajita al rostro y la olió pero no pudo notar nada anormal.

- No, no - Duque la cogió de nuevo y la guardó - No huele a nada. Yo la llevaba aquí dentro del bolsillo y el negro haciéndose el muerto, diciéndonos “No, piedra fina…”

Trataron de sentarse en una de las primeras filas pero todo estaba ocupado, así que tuvieron que conformarse con el lugar que encontraron, de todas formas desde allí se veía bien el escenario. El Duque siguió relatando:

- …Un negro descarado, asere, grande. Estaba zumbado como un perro. Fíjate si estaba zumbado que le dio el material al Linx y se iba sin coger la astilla. Y el Linx se paró y nos dijo “Eh, vamos echando” y nos mandamos a correr por el terraplén, pero el negro nos cayó atrás y dijo: “Pásenme los baros, se me olvidaron; no me hagan eso”. El negro estaba arrebatado de verdad.

Sonó un rasgueo de guitarra y dos acordes de bajo. Ellos prestaron atención inmediata. El grupo por fin había llegado y estaban afinando los instrumentos. El Jonny se volvió de nuevo hacia el Duque:

- Sigue, sigue contando pero habla bajito. Aquí uno no sabe nada.

El Duque tomó aire, saludó con un gesto a una muchacha que lo había llamado y prosiguió:

- El barrio Santa Irene ese es un oeste, viejo. Es un terraplén así, y una pila de gente durmiendo en los portales. El caso fue que pasamos entre todos los tanques aquellos con la cosa en la mano. Yo guardé la nieve en mi cajita y el Linx cogió la yerba y la llevaba en la mano apretada, y una pila de policías de tránsito y motos y tanquistas y del carajo.

-¿Y la coca como te la dan?

- En un naylito que parece de preservativo, o si no en un papelito brillante de esos como si fuera chocolate.

- ¿Y lo otro? ¿hechos cigarros ya?

- No, no, el buche como te lo dan. El buche te lo dan envuelto en un papelito de esos de hacer cigarros.

- Traza. Coñó, tremendo nivel. Aquí te lo dan en un cartucho y vete echando.

- Sí, y después con eso es que tu haces el “prajón”

Pablo ya se sentía mal con toda esa conversación y quiso cortarla de una vez.

- ¿Y qué se siente con la nieve?

- Bueno, haz la prueba, socio - Duque volvió a sonreír despectivo.

- No, yo no voy a hacer la prueba. No soy tan comemierda como tú.

-¿Y por qué comemierda?

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- Eso es una estafa asere. Doscientos pesos por cuatro rayitas mierderas que para lo único que sirven es para ponerte un poco alegre. Yo para ponerme en órbita nada más me hace falta alcohol y música y no tengo que pagar tanto. Lo mío es estar en la onda y no desconectarme, viejo. La coca te desconecta, por eso es que no sirve.

- Coño. Como habla mierda el Pablo este, compadre - ya el Duque estaba enojado - Que eso me lo diga un cretináceo con carnet y eso está bien, o un policía, pero que me lo diga éste…

El Jonny decidió de pronto ponerse de parte del Duque.

- No sé por qué éste dice eso, si él toma pastillas, él no puede hablar - Pablo sintió como si le hubieran abofeteado el rostro y optó por callarse. El Duque aprovechó para remachar su victoria y acabar la conversación de una vez.

- Tú tomas pastillas y por eso decías lo del vicio. ¡Eso es más mierda todavía, asere! Nada, y seguro que tomas parkisonil y mierdas de esas.

- Clorodiazepóxido on the rocks - El Jonny se divertía.

- ¿Tú sabes a la niña que tienes que echarte para que no critiques más? Una friqui que anda por ahí que le dicen La Loba. ¡Esa jeva es la mejor brother, es una niñita pero ¡qué clase de cultura farmacéutica tiene!

- Ja, ja - El Jonny seguía riéndose.

- …Se sabe todas las pastillas: los pacos, la efedrina compuesta, el nulip, las dronas, todas las variantes. Se sabe la que te sirve para mojar, la que te sirve para dormir, para arrebatarte pa’llá, pa’ casa de la pinga, para deprimirte, para todo, ¡es una salvaje!

Pablo no pudo dominarse más y se levantó con los puños cerrados. Silabeó entre dientes:

- Váyanse al carajo los dos, ¿me oyeron? - y acto seguido se fue de allí con paso hosco y se sentó en una de las filas de atrás, junto a unos desconocidos. En eso el grupo de rock comenzó a tocar y todos empezaron a silbar y aplaudir frenéticamente. Pablo se concentró en la música y trató de no pensar más en la conversación aquella. Al poco rato se olvidó de todo y comenzó a cantar y aplaudir él también.

Ah, no te preocupes

Nunca pasa nada

Todos son buenos y son felices

¿Por qué será que me siento triste?

Triste Loco Yo

El grupo era bueno, bastante bueno, y eso que Pablo era muy crítico para esa clase de música. Tenían hasta composiciones propias y con buena letra y Pablo se preguntó entonces por qué no ponían a este grupo por la televisión en vez de la cantidad de tipos supermediocres con sus letras ridículas del majá y el potaje de frijoles qué rico y la cebollita y los plátanos, o panfletarias que eran peores todavía.

Reconoció al gordo que ya se había hecho famoso en los toques porque era uno de los mejores bailando kansas con las friquis más ricas del anfiteatro. Ahora tenía entre sus

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brazos a una de las garrapatosas - les decían así por su afición a llevar un pomo lleno de pegamento y olerlo durante el concierto para marearse un poco - y al lado de estos dos a un mariconcito sin camisa trazando filigranas con los brazos y piernas, esbozando mensajes - el vuelo del águila, la esfera, la serpiente - y otros menos conceptuales pero a todas luces referidos al amor y al sexo, que Pablo no tuvo más remedio que admirar y envidiar en parte - él no bailaba muy bien ni muy seguido; y luego de vuelta a sus pensamientos.

El grupo tocó tres canciones más. Algunos bailadores comenzaron con su paroxismo a engancharse alfileres en los párpados y mejillas. Por suerte hoy los organizadores no habían tenido la brillante idea de poner juntos a un grupo de salsa con uno de rock como otras veces. Parece que por fin iban entendiendo que aquello sería problema y bronca segura.

Después de otra canción, los músicos pararon y le dejaron el micrófono a la que parecía ser una de las organizadoras principales. Se armó una rechifla y abucheo multitudinarios y por eso Pablo no pudo oír lo que ésta decía. Por fin hicieron un poco de silencio - el mínimo - y Pablo se concentró en las palabras: “a partir de hoy las entradas serán cobradas a cinco pesos”. De nuevo la gritería del público y ella que pese a todo continúa: “¿Ustedes oyeron por qué se cobra a cinco pesos?” Gritos de “¡No!, ¡no!” Pablo no sabía si ese “No” se debía a que no habían entendido o porque estaban horrorizados con la proposición. “Vamos a repetir para que entiendan: Para poder brindarles a ustedes una mayor calidad, para poder alquilar transporte porque, si ustedes supieran todo lo que hemos pasado para poder dar la actividad, para poder poner mejor audio, mejores luces…por eso es que la entrada se cobrará a ese precio. El viernes 27, los Provos nuevamente aquí, en el anfiteatro…”

Pablo pensó que la idea era justa. “Y ahora continuamos con…” y el rasgueo atronador de una prima llena el anfiteatro y Pablo se desliza nuevamente en la música.

Flor de la calle

por favor no la pises…

- Oye…

Pablo se sorprende. Frente a él se encuentra una muchachita arrodillada que lo mira fijamente. Tendrá a lo sumo trece o catorce años y está vestida de negro con un collar de huesos de pollo o algo por el estilo. El pulóver tiene dibujado el logotipo de Black Sabatt.

- ¿Sabes bailar?

Pablo sale poco a poco de la sorpresa. La chiquita es muy bonita - quizás terriblemente bonita - como una muñeca rubia medieval, y no parece drogada o algo parecido, pero cierto nerviosismo incontrolable bien podría indicar una carga de adrenalina impuesta al estilo pinchazo - sobreenergía - y Pablo comprende que nunca la ha visto por allí o al menos nunca se ha fijado en ella. Demasiado peligroso. El SIDA está que arde.

- No sé bailar - contesta Pablo. Por un momento se recrimina su cobardía. Luego trata de remediarlo.

- ¿Cómo te llamas?

- Arianne - ella sonríe - y tú te llamas Pablo.

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- Eh, ¿y cómo lo sabes?

- Pregunté por ahí.

- ¿Y por qué ese interés?

- Pensé que eras más inteligente. No me decepciones.

Especial. La niñita era especial, de eso no cabe duda. Estaba a punto de decirle que sí, que iba a bailar con ella pero en eso la música se interrumpió de pronto.

- Esto se está maleando. - oyó que decía alguien al lado suyo y siguió la mirada de Arianne. Sin duda, eran la gente del échate pa'llá, del botellazo. Esa gente.

- Seguro son provocadores - siguió diciendo el otro. Pablo buscó a los dos policías que había visto al principio del concierto, pero estaban conversando cerca de la plataforma y parecían no haberse dado cuenta de nada. Los tipos estaban buscando a alguien en específico y por ahora se contentaban con ir mirando fila por fila los rostros de toda la gente. Al poco rato dejó de prestarles atención - no valía la pena, parece que hoy estaban calmados, menos mal - y siguió conversando con la muchacha.

El rostro de Arianne era toda una invitación. Dos canciones y ya él le había pasado el brazo por encima de los hombros y la había besado en los labios. La muchacha era de Alamar. Vivía en uno de los edificios cercanos al anfiteatro y estudiaba en la secundaria que estaba al lado de la facultad de geografía.

- Sí, chico, el edificio ese como de becas, rojo y blanco - y Pablo que se encoge de hombros y la besa en la mejilla.

Dos canciones y no pasó nada.

A mitad de la tercera canción sintió un codazo del tipo de al lado: “Mira, te lo dije”, y observó el tumulto que siempre se forma en caso de pelea. De pronto, aparte de los dos policías, habían aparecido tres más y corrían abriéndose paso al centro de la multitud. Pablo se levantó, curioso, y se acercó un poco, después de decirle a Arianne que lo esperara en ese mismo lugar. Entonces vio que la gente llena de pánico abría el paso porque los muy cabrones estaban echando spray y dando golpes a diestra y siniestra y salían corriendo sin que nadie los detuviera, y en el brillo de cierto objeto que llevaban comprendió que habían sacado sus pistolas. Los provocadores corrían detrás y todos los siguieron hacia la salida del anfiteatro. Allá fuera estaban los carros jaulas esperando y ya tenían acordonada toda la zona. Trató de buscar a la muchacha con la vista pero ésta había desaparecido. Por supuesto, el concierto terminó allí mismo en una riña tumultuaria. Golpes, gritos, piedras lanzadas contra los boinas negras, luego los perros, todavía con el bozal, por suerte, y varios disparos al aire. “Ahora sí se jodió esto”, pensó Pablo. Caos total. Un punk se había adueñado de un aparato de spray y le rociaba con saña el rostro a un policía sin importarle los golpes de tonfa mientras que otros seis intentaban volcar uno de los autos. Pablo pudo ver como introducían a una muchacha en el camión y ella pugnaba todavía en amenazar a alguien - “Te lo dije cabrón, que no me tocaras” - y la respuesta áspera del policía: - ¡Te me callas la boca, puta! - En el otro carro, ya casi repleto, montaban a uno de los Provos que parecía herido, con la camisa llena de sangre y que trataba de explicar algo pero sin éxito. Pablo sintió que la rabia le subía y lamentó no tener a mano una botella con gasolina para hacer una molotov. Esquivó a dos boinas negras que venían por él y pudo golpear a uno de los

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provocadores con una pedrada. Llegaron refuerzos. El se alejó prudentemente ¿cobardemente? De todas formas desde el principio se sabía que era una batalla perdida. Poco a poco las cosas se fueron calmando, por lo visto la monada se había dado cuenta de que no podrían montarlos a todos y decidieron largarse con la cosecha. Sólo dejaron a cuatro policías para que pararan cuanta guagua o camello pasara por la calle y así rellenarlos con los friquies sobrevivientes para que se largaran de allí de una buena vez.

Ya cuando los camiones jaula se ponían movimiento, pudo ver el rostro del Duque sentado detrás en el último carro y luego de la sorpresa inicial se prometió que llamaría a algún pariente de este en cuanto llegara a la casa. Luego lo pensó mejor. ¿Qué pariente? Todos eran de otras provincias. Duque no tenía más remedio que joderse. Y por supuesto, él no iba a ir a la estación. No quería cuentos con la policía.

Prendió un cigarro y buscó al Jonny entre la gente pero no pudo encontrarlo. Quizás ya se habría ido antes de que pasara todo. Esperó a fumarse el cigarro hasta que se quemó los dedos pero no aparecieron ni su amigo ni la muchacha. “Al carajo”, se dijo y comenzó a caminar hacia la parada.

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HISTORIA DEL ROCK MADE IN CUBA

CAPÍTULO 2: LOS 60

En los 60, hay que hablar necesariamente de los Beatles. Como se sabe, este grupo británico invadió el mercado internacional de la música popular y, a pesar de que esa época estuvo señalada para nosotros por un férreo bloqueo que nos limitaba la información musical, esto no fue impedimento para que surgieran grupos de rock que trataron de asimilar y adaptar a nuestro lenguaje aquellas ondas que venían de un eco lejano y diluido. También el fenómeno Vétales tuvo en Cuba algunas repercusiones específicas. La ruptura de las relaciones con Estados Unidos y el mismo bloqueo, así como cierta postura inmunológica un poco extremista, trajo como consecuencia que se estimulara la idea en la cual se identificaba la defensa de la cultura nacional con el rechazo de todo tipo de “penetración cultural” que proviniera de cualquier país capitalista, fundamentalmente de Estados Unidos o Inglaterra. Cualquier intento de hacer “ritmos nuevos” dentro de la música cubana, como el Mozambique o El ritmo del pilón, eran inmediatamente promocionados como valores autóctonos, muchas veces de manera acrítica, como una especie de resistencia exagerada frente al “mensaje del enemigo.” Claro que no se podía mediatizar los gustos estéticos de toda la población, y mucho menos de cierta parte de los jóvenes, que solo tenían que conectar una radio en frecuencia modulada para estar al día con respecto a la nueva música que les venía de allende los mares.Como decíamos, en el transcurso de los 60, y pese a las dificultades objetivas y subjetivas antes explicadas, comenzaron a surgir un limitado número de grupos que en su lenguaje adoptarían de manera variada los elementos del rock, y decimos muy limitados si los comparamos con el sinnúmero de agrupaciones que surgieron por esa misma época en el resto del mundo.La mayoría de estos grupos se concentraron en Ciudad de la Habana porque las relativas posibilidades de la vida capitalina permitían al menos la supervivencia, que en el interior se veía mucho más disminuida. Estas bandas podían diferenciarse fácilmente en profesionales y aficionados. Entre los primeros se destacaron Los Armónicos, Los Barba, Los Dada, Los Bucaneros y Los Magnéticos, y entre los aficionados, más bien subterráneos, Los Astros, Los Vampiros, Los Pacíficos, Los Buitres, Los Halcones y Los Golpes duros, y varios más. En el interior del país se mantuvieron escasos grupos como “Los Novels” de Matanzas y “los Duendes” de Camaguey. Por estos años se comenzaron a radiar grupos españoles como “Los Brincos”, “Fórmula Quinta” y “Los Mustang”, que marcaron un momento importante en la asimilación del rock en el mundo de habla hispana y fundamentalmente para las grandes masas del país.

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Entre los grupos profesionales cubanos que lograron un mayor nivel de aceptación se encuentran “Los Bucaneros” que comenzaron como cuarteto vocal y en 1965 se presentaron como cantantes e instrumentistas asumiendo el rock primario que se hacía en aquella época. También “Los Magnéticos”, que se fundaron en el verano de 1968. Durante varios años hicieron un trabajo en el marco de su pueblo muy poco conocido en esa época, aunque llegaron a actuar en el Festival de Varadero de 1970. Ya concluyendo esta década aparece el dúo de Mirta y Raúl (él era proveniente de “Los Astros” y después “Los Bucaneros”). Su lenguaje no era rock, pero sí un pop con influencias de rock.También los “Cinco de Armandito Zequeiras”, “Los Centurys”, “Los 5u4”, que subsistieron durante muchos años en su forma de hacer línea rockera, con mayor o menor acierto.Los grupos de rock underground no solo copiaban con exactitud celosa eñl lenguaje musical del género en toda su magnitud, así como el repertorio de los grupos de su predilección, sino que llegaban a imitar externamente a los mismos asumiendo sus formas de vestir, de pelarse (o no pelarse) y hasta de usar gafas al estilo John Lennon. Estos grupos se proporcionaban su instrumental de forma artesanal y rústica, haciendo guitarras con paletas de pupitres escolares, alambres de teléfono como cuerdas, micrófonos con pequeños imanes de juguetes y bafles de saco. En Cuba muchas veces se conocían las versiones nacionales de un tema antes que la pieza original extranjera. Estos grupos eran idolatrados por la población más joven de la Habana, y uno de los primeros en ser ampliamente aceptados fueron Los Pacíficos, que imitaban a los Beatles y según algunos testigos de la época, lo hacían perfectamente.Cuando “Los Pacíficos” comenzaron a decaer, los Kent los sustituyeron en cuanto a demanda para las fiestas de fin de semana. Los Kent tenían una tendencia más agresiva y en sus interpretaciones imitaban a otros grupos extranjeros además de los Beatles. En esta misma línea se enmarcaban los demás grupos: Siuck, de Marianao, los Golpes duros, de Centro Habana, Los Viking y Los Gnomos, entre los que más se recuerdan.Nunca grabaron un disco de vinilo, ni dejaron siquiera una cinta de alguno de sus conciertos. Estos grupos de los 60 tienen como su mayor logro haber mantenido el rock vivo a pesar de todas las dificultades, cuando este género era muy poco difundido por radio y televisión. Por esta época tener tocadiscos o una grabadora era pertenecer a una élite muy reducida de afortunados. Los que contaban con alguna la alquilaban a cien pesos la noche, y las fiestas, sobre todo de quince, optaban por la música de algún grupo en directo. Esa era la oportunidad de los grupos aficionados para sobrevivir. Algunos cobraban hasta 400 pesos, lo que les permitía hacerse de equipos e instrumentos por vía del mercado negro, muy precario, por cierto. Se mantenían existiendo a cuenta de estas fiestas, sin promoción ninguna y soñando con el profesionalismo.Ya a finales de los 60 se produjo un auténtico boom dentro del rock cubano. El género había llegado a la mayoría de las provincias aunque la Habana seguía siendo la fuente principal. Surgieron nuevas bandas como Sonido X, Los Jets, Almas Vertiginosas, Tercer Mundo, Primera Generación, Nueva Generación, Los Cometas y Dimensión Vertical, por solo nombrar los más importantes. Había una diferencia esencial de estilo entre los aficionados (o underground) y los profesionales, y esta diferencia se mantendría vigente hasta mediados de los años 70. Los profesionales hacían concesiones, tenían que ofrecer un rock adaptado a las necesidades de sus funciones en cabarets, siguiendo las líneas establecidas por las empresas para las que trabajaban. Mientras que en ellos se notaba un predominio de versiones en español de piezas inglesas o norteamericanas, muchas veces con letras muy alejadas de sus versiones originales, en los grupos aficionados o subterráneos, cantar en

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español era algo considerado de muy mal gusto. Esta era la marca fundamental que los marginaba de la EGREM, la principal discográfica cubana, y de cualquier otro medio de difusión masiva.

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LOS MÁS JÓVENES: FRANK R. ROJAS

Escaleras al cielo. Frank R. Rojas Aguilera (Holguín, 1974) Licenciado en Lengua Inglesa y fanático irredento del rock británico de los 60 y 70s. Profesor en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Holguín. Graduado del Centro de formación literaria Onelio Jorge Cardoso y miembro de la Asociación Hermanos Saíz. Textos suyos han aparecido en publicaciones de España y México. Ha ganado los concursos de narrativa “La llama doble” 2001, con su cuento Como una luna en el agua, y tercer premio en el concurso de cuentos breves “Vértice” 2001. En el cuento que aquí les ofrecemos, Escaleras al cielo, Frank, por medio de un lenguaje muy preciso, en ocasiones poético, se adentra en uno de los temas más recurrentes de la promoción actual: la marginación y/o automarginación de varios sectores de la población, con una incidencia mayor en los personajes jóvenes, el exilio (visto en su problemática del afuera y del adentro), la melancolía por el pasado, la soledad del individuo y la necesidad de gravitar alrededor de la familia, la pareja o los amigos a pesar de las “lejanías” impuestas.

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ESCALERAS AL CIELOFrank R. Rojas Aguilera

“There`s a lady who`s sureall that glitters is gold”

Led Zeppelin

Hay días en que el mundo puede ser una espiral de hierro oxidado, una espiral que alguien llama escalera y que, en caprichosas contorsiones de diecisiete peldaños triangulares, puede llevarte al único lugar donde el aire es tranquilo, encina de la casa. Hay días en que la casa puede ser una mezcla incoherente de voces iracundas desde la habitación o desde el centro minúsculo de la sala o en la terraza, justo en la base de la espiral, donde esas voces se levantan acusadoras en contra de lo que hiciste, dijiste, tocaste, como si con el tacto de tus dedos, con el eco de tu voz, el universo estrictamente ordenado de la casa saliera de su órbita y se quebrara sin remedio. Todo lo que hemos

hecho por ti, cómo nos hemos sacrificado para que tú ni siquiera... Hay días en que sencillamente dejas de escuchar los reclamos en un reflejo de desconexión STOP, caminas hacia el extremo filoso de la placa de hormigón con la última botella en las manos y contemplas la tarde en su descenso detrás de los edificios. Entonces, es tu índice derecho el que hunde lentamente el plástico encima del mágico PLAY y la guitarra de Jimmy, como una bendición desde las bocinas pequeñas, termina por ahogar las acusaciones que vienen de la casa y que a partir de ese instante ya no te importan.No sabes bien como fue el principio. Probablemente siempre estuvo allí, una rebeldía sutil, que se volvió más aguda cuando te fuiste al pre, lejos de la casa, y aprendiste a fumar, a beber ron y escuchar la música que te gustaba. Allí fueron los primeros conflictos, cuando tu madre te arrebató el cigarro y casi te abofetea, cuando de un golpe estrelló el vaso de ron contra la pared, cuando tu padre apagó la grabadora. Más de una vez saliste disparado y lleno de rabia con intenciones de no regresar jamás. Todo se parecía absurdamente a la historia de Tom Sawyer, sólo que tú no tenías un Mississipi que se perdiera hacia el norte o hacia el sur, tú solo podías desembocar en el muro, en este mar encallado en los arrecifes. Entonces optaste por el cielo y colocaste esta escalera de hierro para acceder al techo de la casa, que reclamaste para ti, como buen conquistador, y que se convirtió en el dominio donde podías respirar en paz, a través de los golpes de un viento manso.Led Zeppelin, habías querido decirles, pero tus palabras se hicieron inaudibles en el ruido de los carros que pasaban por la calle y fue mejor así, porque de todas formas, como otras veces, tu madre hubiera estado demasiado ocupada en sus trabajos domésticos y en sus años cincuenta de donde nunca la pudiste arrancar. Led Zeppelin, le habías querido decir, que al menos intentara comprender, aunque no pudiera compartirlo contigo porque el inglés, ya se sabe y por otras cosas también... pero ella inmediatamente mencionaría al tal Pablo ese con sus ideas raras, y lanzaría una sarta de

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adjetivos hirientes contra esos amigotes tuyos, que hay que ver con qué gente andas, Eduardo, con esos que no te conviene... STOPFue gracias a Pablo que llegaron por primera vez Led Zeppelin, Pink Floyd y los Beatles, y con ellos los pelos largos. Cada vez que Pablo se atrevía a llegar hasta tu casa era de seguro porque había logrado rescatar alguna grabación de un naufragio, un vecino la iba a botar, imagínate. ESte merece un trago, contestabas y los dos ascendían los peldaños con una botella que conseguía el flaco Ale diez minutos más tarde. Entonces caían sobre ustedes la mirada retorcida detrás de la tabla de planchar, los gestos ásperos del rostro arrugado frente a la llama azul del fogón, el nervioso tamborileo de las manos gordas y marchitas alrededor de la escoba. Pero eso ya no importaba, a pesar de todo aquello, la mirada, el rostro, las manos, estuvieran a punto de convertirse en una avalancha verbal de quejas y vituperios.Ustedes siempre eran más ágiles y alcanzaban el techo antes del comienzo de la frase que saldría irrefrenable pero al mismo tiempo desatendida. STOP. Se sentaban en círculo con la botella que los Sioux del barrio de Alejandro le habían obsequiado a cambio del préstamo de unas fotos prohibidas, con unas modelos en cueros que estaban fuera de este mundo, hermano, todos aquellos huesos finos y aquellos culos perfectos, y sobre todo los intrigantes cortes en el vello púbico en forma de saeta dirigida ya se sabe a donde. La botella de ron también ilegal, de la cosecha privada de algún químico improvisado al que no valdría la pena preguntar por los ingredientes, puesta en el medio del círculo al que a esas alturas se habría sumado Rafael para que el círculo estuviera verdaderamente completo. Luego, la botella pasaba e los labios de uno a los del otro en tragos profundos que servían para afinar aquello que Alejandro insistía en llamare el espíritu y poder hacer lo que er4a de rigor, brother, poner la grabadora, en un gesto iniciático como cuando la maniobra vacilante de un índice abre definitivamente para otros el terreno detrás de la membrana de las hembras; presionar el PLAY para que ese día fuera un día a favor de tus amigos, de tu música, de ti mismo, de esa mujer que está segura que todo lo que brilla es oro y que quiere comprarse unas escaleras al cielo, esa mujer que sospechosamente ahora, cuando escuchas de nuevo la canción, te recuerda a Aurora...Fueron siete años. Aurora bajo las luces de neón la primera noche. Aurora el sábado siguiente, de espaldas en el muro, sentada en el lugar donde la noche te mira directo a los ojos y te dice: ya es hora, vamos. Ella te sonrió, chen, y entonces ya no hubo nada que hacer. Esto merece un trago, piensas y te llevas la botella a los labios. No acabas de entender qué pasó. Fueron siete años de tu vida, así de sencillo: buscar trabajo, cortarse la melena, convertirse en el tipo sociable del barrio. Aurora, la mejor aliada de la vieja. Hasta dejaste de beber, de ver a tus socios. Seven years, brother, y es que a las mujeres no hay quien las entienda. Robert Plant lo canta ahora... baby, I`m gonna leave you, leave you in the summertime... Siete años y ella se fue, así de sencillo.Alguna vez pensaste unos versos vagamente sonoros, algo acerca de cómo todo se deshace en las certeza del olvido, pero realmente resultaron patéticos y en fin, hubiera sido demasiado sencillo, asere. Asere, esa palabra descomunalmente familiar, como si Rafa te la estuviera gritando al otro lado de la calle aunque todo el mundo se detuviera ante sus gritos, o justamente eso ¡Eduardo, asere!; esa palabra magistral seguida por las palmadas suaves de Pablo cuando te dijo que se iba de este país; la palabra que te unía a Alejandro, cuando se sentaban a hablar de cine y era tan cercano y eran unos tipos bárbaros y la muerte, asere, era lo que le pasaba siempre a los malos en las películas de Hollywood, the bad guys, porque los buenos que eran ustedes no morían, no podían morir, aunque los molieran a golpes y escupieran, todo ensangrentados ya y sin fuerzas, hasta el último diente. Pero no resultó así, no fueron necesarios los golpes, bastó con

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que se agolpara la sangre en sus arterias para que Alejandro quedara petrificado en un cuadro sobre la pared de su casa, con sus eternos veintiséis años.Al final de la lista de tus amigotes, de esa gente rara, siempre aparece Aurora, al final de los versitos, o después del asere que te dicen tus fantasmas, aparece, recurrente, su figura recortada contra la luz de neón, o en el muro frente al mar. Y entonces el PLAY desciende sin miramientos, empujado por tus dedos y bebes un trago largo que vas a compartir de todas formas y levantas la botella con tu mano derecha, porque nada puede impedir que beban contigo tus amigos, que escuchen a esta guitarra que Jimmy Page comienza a tocar, ajeno a tu brindis. Los vecinos han comenzado a murmurar como siempre. Ese muchacho se va a matar allá arriba un día de estos, lees en los labios gruesos y despintados de las viejas del barrio. Pero no pueden entender que ya eso no importa, antes o después llegarán tus amigos con una cinta vieja, rescatada de algún naufragio estúpido. Se sentarán todos en este sitio semicircular reservado para ese momento, y podrás oír sus voces y beber juntos de lo poco que has dejado, lo siento, aseres, en la última botella. Luego, ya entrará esta guitarra angelical para salvarlos del ruido de los carros en la calle, y las vecinas hablan con tu madre, le dicen que te vas a matar allá arriba un día de estos. Y al final, para cerrar el círculo se sentará también Aurora con sus ojos asiáticos mirándote fijo, aunque para que todo eso suceda tengas que violar todas las fronteras y cruzar noventa millas en busca de Pablo; cavar con las uñas en la tierra para llegar hasta Alejandro; estudiar sicología femenina, si tal ciencia existe, o cruzar kilómetros de esta isla en busca de no importa qué, o sí importa, porque ya comienzan a subir las voces autoritarias diciéndote que bajes ya, que un día de estos... STOP.Hay días en que el mundo puede ser ese pequeño espacio a favor de tus amigos, de tu música, de Aurora que termina comprendiendo que no todo lo que brilla es oro, de Rafa que debe estar al llegar para acompañarte a la clínica. Y es que esta espiral por la que desciendes titubeante cuando sientes un extraño cansancio en los huesos y las manos te tiemblan al soltar la botella vacía, estos peldaños herrumbrosos y húmedos es la única certeza del olvido, la única escalera al cielo que te ha sido dada.

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LA HISTORIA DEL HEAVY METAL

Cuarta parte: El sonido de California

1968. California, Estados Unidos. El sonido de la costa oeste, con Grateful Dead, los Spirit del endiablado guitarrista Randy California, posteriormente volcado en el hard rock, y unos Jefferson Airplane dirigidos musicalmente por su guitarrista Jorma Kaykonnnen, que de manera instintiva está introduciendo la base del sonido hard, y otros como el grupo de John Cipollina, una banda de rock fuerte donde las hay, con un guitarrista improvisando hasta 25 minutos. Todos ellos configurarán un tipo de rock basado fundamentalmente en el blues, pero aportando una superación instrumental, desarrollando el papel de la guitarra y explotando todas sus posibilidades técnicas. Festivas ceremonias embebidas de lisergia y congregación vital, sinceros hippies de San Francisco enlazados con universos clásicos de la tradición sonora americana y caracterizados por el tratamiento que le dan a los teclados y las despreocupadas disoluciones psicodélicas puestas en escena de forma dilatada y comunal. Influyeron en cierta medida en el desarrollo de todo el blues progresivo inglés y su evolución hacia el hard rock.

Pero la vertiente más dura se llama Blue Cheer. Aunque posteriormente derivaron hacia un sonido más en las coordenadas del rock californiano, sus primeras obras destilaban un volumen sonoro, una electricidad metálica que superaba en dureza en se momento a los propios Cream. Blue Cheer fueron unos adelantados a su tiempo, y apenas sobrevivieron los 70, pero son otra referencia obligada a la hora de reconstruir el pasado del heavy.

Los últimos años de la década del 60 son difíciles, hay miles de jóvenes en todo el mundo que ansían hacer suyo el grito de los Beatles ¡Revolution! Y que empiezan a sentir en su cerebro los desgarradores gritos de John Lennon en el crescendo final de “Hey Jude”, unos chillidos que son heavy puro. Era 1968 y eran los Beatles.

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Hasta ahora, ya tenemos toda una serie de elementos que van a estar presentes de una forma u otra en el heavy metal, desde el blues progresivo al rock californiano. Pero todavía no hay un concepto definido. Solo hay un sonido, unos rasgos dispersos por aquí y por allá. A finales de 1968 surge Iron Butterfly, y una obra que amplía aún más todo el horizonte de posibilidades sonoras para el rock de los 70. Con la canción “In a gadda da vida” se da la culminación y revolución total dentro de la vanguardia, yendo incluso todavía más lejos que Cream, haciendo de la cara B del álbum un solo tema de 18 minutos.

“In a gadda da vida” ya es un long play de hard rock, casi podría decirse que heavy. De hecho, “Heavy” era el nombre del primer disco de larga duración de Iron Butterfly, editado en 1967. Todo un símbolo. Si Hendrix y Cream son el sonido, Iron Butterfly es el concepto, la obra, el álbum. Ya casi todo estaba listo para el surgimiento del hard rock.