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08 . Obra Social de Viajantes Vendedores de la República Argentina SOLIDARIDAD!

Revista a! 35 - Solidaridad - Superar barreras

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08 . Obra Social de Viajantes Vendedores de la República Argentina

Solidaridad!

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Daniel Cerezo no tuvo una infancia feliz, pero con el correr de los años pudo vencer numerosas adversidades -y prejuicios- y hoy dedica su vida a hacer felices a los demás. Para él la pobreza no pasa por la carencia de cosas materiales, si-no por ser pobre en proyectar hacia el futuro.

la familia de Daniel se mudó de San Juan a Buenos Aires, cuan-do él era todavía muy chico, a

raíz de un ofrecimiento laboral que le hicieron a su papá que incluía una casa, un auto y una vida mejor. Pero lamentablemente ninguna de esas promesas se concretó.

A su papá le costó mucho asimilar el golpe y falleció, a poco de haber llega-do, a los 38 años de edad. Daniel se crío con su mamá y sus hermanos en una ca-silla de una villa donde pasaban frío y a veces no tenían nada para cenar.

La situación era realmente complicada, y con solo 8 o 9 años de edad. Daniel tuvo que hacer algunas “changas” para sobre-vivir. Pero un día algo pasó que cambió el rumbo de su vida para siempre.

la barrera De la Cultura

Como le gustaba   mucho la música, un amigo lo convenció de que fuera a tomar clases de piano a un centro comunitario del barrio. Allí conoció a Liliana Alpern, una concertista que todos los sábados daba clases gratis a chicos de la villa en el marco de un

“El arte mueve cosas que no mueve ninguna ciencia”

Daniel todavía vivía en un entorno de pobreza, pero comenzó a sentirse rico al poder transmitir a los demás, lo que otros le habían enseñado con mucho amor. “Todo el mundo tiene carencias. La carencia no tiene que ver con no po-der cenar a la noche sino con pensar que uno es tan egocéntrico y tan poderoso por lo que tiene y lo que acumuló. Esta es una cultura de tener y acumular”, dice. Para Daniel la “pobreza” es otra cosa.

Nuevos DesaFíos

A los 25 años Daniel sintió que ya había cumplido un ciclo dentro de la Fundación "Crear vale la pena", la institución que le había dado el primer empujón para que él fuera lo que es hoy en día. “La importancia de las instituciones tiene que ver con que dan lugar a personas para que sean facilitadoras de cambio, o sea, que lo-gran cumplir un rol para que muchas personas que tienen ganas de ayudar a otros, de compartir conocimiento y de hacer algo por los demás, encuen-tren ese espacio”, explica.

programa de la Fundación “Crear vale la pena”, al poco tiempo Daniel apren-dió a tocar sus canciones preferidas.

En esa época era fanático de Gladys “la bomba tucumana” y Liliana le enseñó a tocar todas sus canciones y las de otros grupos de cumbia del momento. Con el tiempo le enseñó también algunos intérpretes clásicos, como Beethoven y Bartok, y Liliana le permitió a Daniel hacer lo que había soñado, ser músico.

Así, cuenta Daniel, derribó la prime-ra barrera, la de la cultura. “El arte te permite crear e identificarte con algo. El arte mueve cosas que no las mueve ninguna ciencia”, dice.

el HaDa MaDriNa

Con el tiempo Liliana Alpern se convir-tió en mucho más que una profesora de piano y pasó a ser  una especie de hada madrina para Daniel. A los 14 años lo impulsó para que diera clases de piano a otros chicos del barrio, y a los 17 lo ayudó a convertirse en coordinador de programas en la ONG, donde llevaba adelante proyectos para mejorar la ca-lidad de vida de niños y jóvenes.

superar barreras

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Así fue como llegó a trabajar en la Fun-dación "Inicia", donde desarrolló un taller de liderazgo en cárceles, dentro del cual los presos podían hablar de la superación personal, la ética, los va-lores, y reflexionar sobre el error que los había llevado a estar presos y así poder modificarlo para poder liderar su propia vida una vez que salieran de allí. “Esa fue una experiencia única que me permitió conocer la realidad de las personas, a no juzgar, a poder entender lo que significa para muchos la libertad y a valorar un montón de cosas que uno tiene. A veces uno no se da cuenta de que es libre”, cuenta Daniel.

esCuCHar a la GeNte

Un día, durante una charla en un Con-greso, Daniel conoció a Tomás Pan-do, dueño de la fábrica de alparga-tas Páez, quien luego de escuchar a Daniel, le ofreció un cargo dentro de

la empresa. “El me dijo: yo quiero que trabajes en mi empresa, y yo le pregun-té: ¿por qué? Me respondió: porque yo quiero que lo que vos haces en tu barrio lo hagas en la empresa, escuchar a la gente, estar con la gente.”

Comenzó como Gerente de Recursos Humanos y con el tiempo lo ascen-dieron a “Gerente de Cultura y Feli-

cidad”. En ese cargo Daniel trata de unir la flexibilidad, la responsabili-dad y la amistad en una misma forma de trabajar con el objetivo de que los empleados se sientan felices dentro del lugar de trabajo.  “En esa lógica de romper con el paradigma de que los humanos son un recurso, cambia la visión. Entender que los humanos son personas, que son el capital más

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las personas se comprometen, porque sus valores y sentimientos se ponen en juego, y eso es transformador”, explica.

“La carencia no tiene que ver con no poder cenar a la noche sino con pensar que uno es tan egocéntrico y tan poderoso por lo que tiene y lo que acumuló”

importante de una empresa y que hay que saberlos cuidar”, expresa Daniel.

Daniel hace hincapié en la importan-cia de ayudar a los otros, pero no solo donando cosas materiales, sino com-partiendo el conocimiento, la pasión, acompañándolos y transmitiéndoles algo que les pueda servir para el resto de sus vidas. “El cambio viene cuando

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Creer HaCer

Toda esa experiencia de trabajo en las ONG le sirvió para poder crear su pro-pio emprendimiento social, una SRL que se llama Creer Hacer, que fue idea-da con el objetivo de cambiar la calidad de vida de las personas por medio de la integración y la transformación social.

En Creer hacer trabajan con empresas que están interesadas en generar un im-pacto económico pero también social, tratando de crear un puente entre el sec-tor público, el sector privado y el sector social. Actualmente tienen proyectos en la Villa La Cava, la 21-24 y la 1-11-14.

Daniel trabaja a diario para lograr mayor felicidad en las personas y conseguir transformarlas. Para él la pobreza no pasa por la carencia de cosas materiales, sino

por ser pobre en proyectar hacia el futu-ro. Para él la felicidad son los pequeños momentos, es conocer al otro, entender-lo, compartir conocimiento y mejorar así

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la calidad de vida de todos. “Yo no ayudo a nadie, lo que yo hago es acompañar, faci-litar que el otro pueda encontrar su pasión como lo hicieron conmigo”, concluye.