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Material de Adviento 2016

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Adviento Un tiempo para la Alegría

“Un renuevo brotará del

tronco de Jesé” (Is 11, 1-10)

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Índice

I. Introducción

II. A modo de pregón

III. Para leer y profundizar

a. Alegría para salir.

b. Alegría para caminar.

c. Alegría para sembrar.

IV. Vida cristiana

a. Reflexión – La alegría.

b. Reflexión – Sta. Teresa de Calcuta.

c. Película – La ciudad de la alegría

d. Canción – Brazo fuerte

e. Trending topic

V. Un camino en cuatro semanas

a. Primera semana: PREPÁRATE

b. Segunda semana: CONVIÉRTETE

c. Inmaculada Concepción: ACÓGELO

d. Tercera semana: ALÉGRATE

e. Cuarta semana: ANÚNCIALO

VI. Adaptación para Infancia: Un renuevo de alegría

VII. Vigilia de la Inmaculada: María, mujer de la Alegría.

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Con este material queremos ofrecer una ayuda para todos aquellos que, tanto a nivel

personal como desde su propio equipo de vida, quieran vivir con más intensidad el

Tiempo de Adviento, como preparación para la celebración de la Navidad y para la

acogida constante de Jesús en nuestra vida.

La llegada de alguien esperado siempre genera un sentimiento de alegría en nosotros,

pues se ven cumplidas todas las ilusiones, los sueños y esperanzas. Ocurre cuando una

madre espera ver el rostro del fruto de su vientre. Ocurre cuando esperamos volver a

ver a alguien querido que nos ha anunciado su visita.

En el Adviento ocurre algo más que esto. Esperamos la llegada del Salvador y esto

provoca en nosotros una expectación esperanzada que se torna, a cada momento, en

alegría que espera ser desbordada. Pero una alegría que no permanece en el

inmovilismo de la espera sino que se vuelve gozosa al descubrir la presencia constante,

y siempre nueva, de Aquel que esperamos un día llegue de manera plena.

Esta espera alegre genera un estilo de vida en todos aquellos que seguimos a Jesús,

pues la vida de los cristianos ha de convertirse en el testimonio gozoso del Encuentro

con Aquel que es capaz de dar un nuevo sentido a nuestra vida.

En el Adviento, “Un tiempo para la Alegría”, vamos a profundizar sobre este don de la

alegría en nuestra vida de fe. Comenzaremos “a modo de pregón” con una

introducción elaborada a partir de palabras del Papa Francisco (Homilía diaria del 14

diciembre de 2014), y continuaremos ofreciendo toda una serie de recursos que

posibiliten: profundizar, compartir, orar y vivir.

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El corazón del hombre desea la Alegría

Queridos hermanos y hermanas, queridos niños, queridos jóvenes ¡buenos días!

“El Tiempo de Adviento nos invita a la vigilancia espiritual para preparar el camino del

Señor, Señor que viene”. Una actitud fundamental que debemos vivir en esta espera

del Señor es la alegría.

“El corazón del hombre desea la alegría. Todos deseamos la alegría, cada familia, cada

pueblo aspira a la felicidad. ¿Pero cuál es la alegría que el cristiano está llamado a vivir,

está llamado a testimoniar? Es aquella que viene de la cercanía de

Dios, de su presencia en nuestra vida. Desde cuando Jesús entró

en la historia, con su nacimiento en Belén, la humanidad recibió

el germen del Reino de Dios, como un terreno que recibe la

semilla, promesa de la futura cosecha. ¡No es más necesario

buscar en otro lugar! Jesús vino a traer la alegría a todos y para

siempre. No se trata de una alegría solamente esperada o

postergada al Paraíso: aquí en la tierra estamos tristes pero en el

Paraíso seremos dichosos. ¡No, no! ¡No es ésta! Sino una alegría ya real y

experimentable ahora, porque Jesús mismo es nuestra alegría, y nuestra casa con

Jesús es alegre... Y sin Jesús ¿hay alegría? ¡No!¡Bravo! Él está vivo y es el Resucitado y

obra en nosotros y entre nosotros, especialmente con la Palabra y los Sacramentos.

Todos nosotros bautizados, hijos de la Iglesia, estamos llamados a acoger siempre

nuevamente la presencia de Dios en medio de nosotros y a ayudar a los otros a

descubrirla, o a redescubrirla en el caso de que la hubieran olvidado. Se trata de una

misión bellísima, similar a aquella de Juan Bautista: orientar la gente a Cristo - ¡no a

nosotros mismos! – porque es Él la meta hacia la cual tiende el corazón del hombre

cuando busca la alegría y la felicidad.

De nuevo San Pablo nos indica las condiciones para ser “misioneros de la alegría”: orar

con perseverancia, dar siempre gracias a Dios, secundar su Espíritu, buscar el bien y

evitar el mal (cfr 1 Ts 5, 17-22). Si esto será nuestro estilo de vida, entonces la Buena

Noticia podrá entrar en tantas casas y ayudar a las personas y a las familias a descubrir

que en Jesús está la salvación. En Él es posible encontrar la paz interior y la fuerza para

afrontar cada día las diversas situaciones de la vida, también aquellas más pesadas y

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difíciles. Nunca se ha escuchado de un santo triste o de una santa con cara de funeral.

¡Jamás se ha escuchado! Sería un contrasentido. El cristiano es una persona que tiene

el corazón rebosante de paz porque sabe poner su alegría en el Señor también cuando

atraviesa los momentos difíciles de la vida. Tener fe no significa no tener momentos

difíciles, sino tener la fuerza de afrontarlos sabiendo que no estamos solos. Y ésta es la

paz que Dios dona a sus hijos.

Con la mirada dirigida a la Navidad ya cercana, la Iglesia nos invita a testimoniar que

Jesús no es un personaje del pasado; Él es la Palabra de Dios que hoy continúa

iluminando el camino del hombre; sus gestos – los Sacramentos – son la manifestación

de la ternura, de la consolación y del amor del Padre hacia todo ser humano. La Virgen

María, “Causa de nuestra alegría”, nos haga siempre dichosos en el Señor, que viene a

liberarnos de tantas esclavitudes interiores y exteriores.

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La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que

se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son

liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del

aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En

esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para

invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa

alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los

próximos años. (EG 1)

Así comienza el Papa Francisco, en la Exhortación Evangeli Gaudium, a ofrecernos una

de las claves más importante y necesarias para entender todo su Magisterio: la

vivencia de la Alegría. Pero no una alegría sin más, sino aquella que nace del

encuentro con Cristo. Una alegría capaz de llenar de esperanza el corazón de todas las

personas. Pero,

¿En qué consiste realmente la alegría cristiana?1

En palabras del Papa Francisco:

“La alegría cristiana no es una simple diversión, no es una alegría pasajera; la

alegría cristiana es un don, es un don del Espíritu Santo. Es tener el corazón

siempre alegre porque el Señor ha vencido, el Señor reina, el Señor está a la

derecha del Padre, el Señor me ha mirado y me ha enviado, y me ha dado su

gracia y me ha hecho hijo del Padre… Esa es la alegría cristiana. Un cristiano vive

en la alegría”2.

Y según el diccionario de la Real Academia de la Lengua:

1 Todas las preguntas que podemos reflexionar en el equipo de vida o bien de manera personal, las

encontraremos con el siguiente signo: 2 Homilía diaria 15 mayo 2015

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El Adviento es el tiempo propicio para revisar la

alegría en nuestra vida

cristiana

“Sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores”.

Recogiendo ambas definiciones podríamos decir que la Alegría es el sentimiento que

brota en nuestro corazón, don del Espíritu Santo, y fruto del encuentro con Cristo, que

nos transforma, y nos hace proclamarlo Señor de nuestra vida y nuestra historia. Un

sentimiento que late en nosotros con un impulso vivo y que nos lleva a anunciarlo a Él

como la fuente de esta alegría en nosotros. Un sentimiento firme, que va más allá de la

mera diversión, que nos hace sentirnos hijos amados y que nos impulsa a responder

con el mismo amor que hemos recibido, haciendo de nuestra vida una misión

permanente que nos mueve a iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar y liberar.

Pero ¿Realmente podemos considerarnos misioneros de esta alegría o, por el

contrario, nos conformamos con esbozar sonrisas tan fugaces como el devenir de los

acontecimientos que vivimos?

¿En qué basas tu alegría? ¿Cuánto te dura?

El Adviento fundamenta esta alegría, pues es el tiempo de la espera, que se transforma

en Esperanza y en Promesa vislumbrada. El Adviento es el momento propicio para

profundizar, revisar y renovar la alegría en nuestra vida cristiana.

Una alegría que es el fruto de una vida de fe firmemente

arraigada en la confianza cierta de la promesa de Dios,

que nos hace sabernos sostenidos por el brazo fuerte de

nuestro Padre, que nunca nos dejará caer.

Es la seguridad de la fidelidad de Dios, que hace, que en

medio de tormentas y tempestades, no perdamos la

calma pues sabemos que la voluntad de Dios fiel nos

guiará.

El Tiempo de Adviento es el tiempo donde esta alegría no solamente nos llega como

promesa sino como realidad vivida, pues ha sido esperada, porque había sido

prometida y, ahora, en Jesús la vemos cumplida. En el Adviento vemos el movimiento

de amor de Dios por su pueblo, por cada uno de nosotros, dándonos razones para la

Esperanza, e impulsándonos en la dinámica de “salir, caminar y sembrar siempre de

nuevo” (EG 21).

¿Qué es para ti el Adviento? ¿Cómo lo vives?

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A. Alegría para salir

Dios sale continuamente al encuentro del hombre, y nosotros hemos de imitar este

movimiento, poniendo nuestra vida de fe en actitud permanente de salida. Pero no

una salida cualquiera, sin rumbo ni horizonte fijo, sino una salida fundamentada en la

Palabra de Dios, que nos ayuda a vivir la alegría en cada paso recorrido.

La Sagrada Escritura nos ayuda, precisamente, a entender esta alegría no como un

mero sentimiento, sino como la respuesta a la fidelidad de Dios, donde nace nuestra

alegría cristiana. Fijémonos en los siguientes textos y reflexionemos sobre si la alegría

en nosotros sigue el mismo recorrido:

Lc 2, 10-20

El ángel les dijo: «No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran

alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un

Salvador, el Mesías, el Señor».

Como acabamos de subrayar la alegría cristiana nace en el Encuentro con Cristo. Él es

la fuente de nuestra alegría, el que inunda nuestro corazón con una esperanza nueva,

con un nuevo impulso, capaz de “hacer nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5). Es el punto

de arranque de toda vida cristiana. Como nos dijo el Papa Benedicto XVI: “No se

comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro

con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con

ello, una orientación decisiva”3. El Señor Jesús es nuestra alegría.

Lc 24, 32.

«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para

quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la

bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo

reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro: «¿No

ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las

Escrituras?».

3 Benedicto XVI, Deus Caritas est, 1

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Necesitamos dejar que Jesús se convierta en nuestro compañero de camino. Hemos

de crecer en la humildad de saber que no tenemos respuestas para todo, que la

salvación no depende de nosotros, que necesitamos dejarnos construir por su Palabra;

y que descubrirlo presente en nuestra vida, de fatigas y esperanzas, dará un nuevo

impulso a nuestra esperanza. Nuestra alegría nace del encuentro con Él, y este

encuentro nos llevará a acoger con sed su Palabra, a descubrirlo en los sacramentos,

especialmente en la Eucaristía, y a vivirlo en la Caridad, acercando nuestra vida a la

vida de los hermanos más desfavorecidos.

Lc 10, 20

«Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder

del enemigo, y nada os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres

porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres

están inscritos en el cielo».

Este encuentro con cristo vivido y renovado cada día hará que no deje de crecer la

semilla de la fe, que Él mismo plantó en nuestro corazón. “Con Jesucristo siempre nace

y renace la alegría” (EG 1). Es por este motivo por lo que nuestra alegría no puede

cimentarse sobre las cosas de este mundo, de cuyas alegrías hemos de participar, sino

únicamente en Dios, capaz de colmar de paz y esperanza el corazón de todos los

hombres.

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Flp 4, 4-7

«Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la

conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe; sino que en

toda ocasión, en la oración y en la súplica, con acción de gracias, vuestras

peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que supera todo juicio,

custodiara vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús».

Si realmente, cada día, aprendemos a poner en Él nuestra esperanza,

experimentaremos como la alegría que produce en nosotros perdura por siempre y

nada ni nadie podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús,

nuestro Señor (Cf. Rm 8, 39).

2 Cor 7,4

«Puedo hablaros con toda franqueza, estoy orgulloso de vosotros, estoy lleno

de consuelo, desbordo de gozo en todas nuestras tribulaciones».

Hch 5, 41

«Ellos, pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje

por el Nombre. Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas,

anunciando la buena noticia acerca del Mesías Jesús».

Esta alegría no es pueril o ajena a la cruda realidad en la que, en muchas ocasiones,

transcurre la vida de los hombres, sino que nos hace vivirla con la esperanza que nos

da la Cruz del Señor. En ocasiones, porque somos nosotros los que hemos de

mantenernos firmes ante las pruebas de la vida, pero también porque en muchos

momentos hemos de hacer nuestro el sufrimiento de muchos hermanos, que son

sostenidos por el calor de nuestra fe. En uno y otro momento la alegría de la fe, se

traduce en paz y esperanza en el Señor Resucitado.

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Mc 10, 22

«Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y

le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». Jesús le

contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya

sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no

darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre». El replicó:

«Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús se lo quedó

mirando, lo amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo

a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme». A estas

palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico».

Pero la alegría cristiana, no olvidemos, debemos vivirla cada día, buscando no

estancarnos nunca, sino encontrar nuevas maneras de expresar a Dios nuestro

agradecimiento por tanto amor recibido. Es una acogida libre que produce en nosotros

una inmensa y real alegría. De esta misma manera, sabemos y, en ocasiones,

experimentamos todo lo contrario, es decir, como al rechazar el amor de Dios

sentimos en nosotros una profunda tristeza.

Hch 8, 5-8

«Felipe bajó a la ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. El gentío

unánimemente escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído

hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían

los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se

curaban. La ciudad se llenó de alegría».

Por el contrario, todos aquellos que vivimos esta gran alegría en el Señor, no podemos

callar, hemos de convertimos en discípulos misioneros que tienen por bandera

anunciar a todos lo que hemos visto y oído (Cf. 1Jn 1, 3), comprobando el fruto que la

alegría comienza a producir en los demás.

Lc 1, 46-56.

«María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:

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su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como lo había prometido a nuestros padres— en favor de Abrahán y su descendencia por siempre». María se quedó con ella unos tres meses y volvió a su casa».

Y como todos estamos necesitado del testimonio de aquellos que han sido fiel reflejo

de esta alegría cristiana, no podemos dejar de fijar nuestra mirada en la Virgen María

para que ella nos acompañe, cada día, para saber responder con su misma

generosidad al proyecto de Dios sobre cada uno de nosotros.

Busca en tu vida un momento en el que has tenido certeza de Cristo. ¿Cómo te

has sentido?

En tu entorno, ¿quién es para ti testimonio de esta Alegría?

B. Alegría para caminar

Hoy nuestro mundo y nuestra sociedad están necesitados de que los cristianos

vivamos con pasión esta alegría, la alegría en el Espíritu Santo. No se trata de

esconder los problemas e injusticias que nos rodean, sino testimoniar que una

esperanza nueva nos sostiene y nos anima a salir de nosotros mismos para buscar

caminos nuevos que recorrer siempre juntos, sembrando a nuestro paso semillas de

paz y de consuelo. Es, precisamente, en medio de todas estas dificultades cuando

nuestros contemporáneos tienen necesidad de conocer la alegría, de escuchar su

canto. Constatamos que vivimos un momento repleto de oportunidades, donde

avances de todo tipo ayudan a mejorar la vida de las personas, pero sin embargo,

vemos como cada día más “el tedio, la aflicción, la tristeza forman parte, por desgracia,

de la vida de muchos”. “Esto llega a veces a la angustia y a tal desesperación que ni la

aparente despreocupación ni el frenesí del gozo presente o los paraísos artificiales

logran evitar”. “Esto suele suceder porque la sociedad tecnológica ha logrado

multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría”4. A

esto, sumamos el sufrimiento de tantos hombres y mujeres maltratados por el

hambre, la miseria y la guerra.

4 Evangelii Gaudium, 7

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Lo contrario a la alegría del Espíritu es el miedo

Ante todas estas situaciones, reflexionando sobre la alegría cristiana, queremos

aportar luz y claridad. Pues solamente aquel que es capaz de experimentar la alegría

del Espíritu Santo es capaz de reconocer en el otro al hermano a quien amar, sin el cual

sería poco oportuno hablar de alegría.

Como nos dice el Papa Francisco:

“La alegría cristiana no es una simple diversión, no es una alegría pasajera. Más

bien, la alegría cristiana es un don del Espíritu Santo: es tener el corazón siempre

alegre porque el Señor ha vencido, el Señor reina, el Señor está a la derecha del

Padre, el Señor me miró a mí, me envió, me dio su gracia y me hizo hijo del Padre.

He aquí lo que de verdad es la alegría cristiana.

Un cristiano, por lo tanto, vive en la alegría. Pero, ¿dónde está esta alegría en los

momentos más tristes, en los momentos de dolor? Pensemos en Jesús en la Cruz,

¿tenía alegría? ¡Pues no! En cambio, ¡sí, tenía paz! En efecto, la alegría, en el

momento del dolor, de la prueba, se convierte en paz. En cambio, la sola

diversión en el momento del dolor se convierte en oscuridad, se hace tiniebla”5.

Cuando la fe flaquea en nosotros, cuando perdemos el horizonte de nuestra

esperanza, cuando Dios no es el centro de nuestras decisiones, la alegría se torna en

miedo, el dinamismo del ardor evangelizador en un

inmovilismo que nos lleva a dar vueltas sobre nosotros

mismos, sobre nuestros proyectos e ideas. La fuerza del

Espíritu Santo queda aguardando en la puerta de nuestra vida,

para poder entrar. Por tanto, tengamos claro que lo contrario

a la alegría del Espíritu es el miedo. Un miedo que paraliza y

que impide que vivamos bajo su impulso. En el fondo, es no

confiar en la fidelidad de Dios, perder de vista el horizonte de su

presencia en nuestra vida. Este miedo nos convierte en personas errantes, en busca de

caminos que nos den algo de felicidad, agotados por ir de un lugar para otro, sin llegar

a vislumbrar que ese camino cierto está muy cerca de nosotros mismos, en nuestro

interior, donde solo Dios puede morar.

“No tener miedo y tener alegría. No tener miedo es pedir la gracia del valor, el

valor del Espíritu Santo; y tener alegría es pedir el don del Espíritu Santo, también

en los momentos más difíciles, con la paz que nos da el Señor”6.

Como decíamos al principio, la alegría cristiana es confianza en la fidelidad de Dios,

manifestada en el designio salvífico de Cristo, en su Muerte y Resurrección. La Sagrada

5 PAPA FRANCISCO. Homilía del 15-05-2015

6 Ibid.

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Escritura tiene en su seno este misterio de salvación y no deja de anunciarlo al pueblo,

como una promesa de salvación. “Los libros del Antiguo Testamento habían

preanunciado la alegría de la salvación, que se volvería desbordante en los tiempos

mesiánicos” (EG 4). Este anuncio llega a nosotros a través del testimonio de numerosos

hombres y mujeres que nos ayudan a traducirlo es actitudes concretas: confianza,

fidelidad, espera, humildad, servicio, disponibilidad.

Nos fijamos en “Abrahán, nuestro Padre, elegido con miras al cumplimiento futuro de

la Promesa, y esperando contra toda esperanza, recibe, en el nacimiento de su hijo

Isaac, las primicias proféticas de esta alegría (cf. Gen 21, 1-7). Tal alegría se encuentra

como transfigurada a través de una prueba de muerte, cuando su hijo único es

devuelto vivo, prefiguración de la resurrección de Aquel que ha de venir: el Hijo único

de Dios, prometido para un sacrificio redentor. Abrahán exultó ante el pensamiento de

ver el Día de Cristo, el Día de la salvación: él «lo vio y se alegró» (Jn 8, 56)”7.

Pero también llega hasta nosotros, con mucha fuerza, el testimonio de la Virgen María,

que canta, exultante de gozo por haber sido escogida para ser la Madre del Salvador.

Aquel momento que había esperado con tanta fe lo está viendo realizado en la

humildad de su persona. Ella, predilecta, ha sido escogida, preparada y preservada,

para este momento, expresión de la alegría cristiana para toda la humanidad, para

todos aquellos que “en el correr de los tiempos, acogerán su mensaje y se esforzarán

en vivirlo. Fue María la primera en recibir el anuncio del ángel Gabriel y su Magnificat

era ya el himno de exultación de todos los humildes”8.

Pero, la vivencia o el deseo de vivir la

alegría cristiana no debe llevarnos al

aislamiento, al ensimismamiento

sobre nosotros mismo, a desarrollar

una espiritualidad desencarnada,

mostrando recelo de todas las

alegrías humanas, como si no fuesen

expresión de la alegría de Dios. Si

ponemos nuestra mirada en Jesús, Él

nos enseña a comprender que todas

ellas, vividas desde el corazón,

pueden ser un “momento de Dios”.

“Jesús ha experimentado en su

humanidad todas nuestras alegrías.

7 Gaudete in Domino, 1975

8 Ibid.

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Él ha conocido, apreciado, ensalzado toda una gama de alegrías humanas, de

esas alegrías sencillas y cotidianas que están al alcance de todos. La profundidad

de su vida interior no ha desvirtuado la claridad de su mirada, ni su sensibilidad…

Él exalta de buena gana la alegría del sembrador y del segador; la del hombre

que haya un tesoro escondido; la del pastor que encuentra la oveja perdida o de

la mujer que haya el dracma; la alegría de los invitados al banquete, la alegría de

las bodas; la alegría del padre cuando recibe a su hijo, al retorno de una vida de

pródigo; la de la mujer que acaba de dar a luz un niño. Estas alegrías humanas

tienen para Jesús tanta mayor consistencia en cuanto son para Él signos de las

alegrías espirituales del Reino de Dios”9.

Fijándonos en el Maestro llegamos a comprender la felicidad del apóstol, pues en Jesús

vemos como su felicidad mayor es ver la acogida que se da a la Palabra, y todos

aquellos momentos de realización del Reino: la conversión de los pecadores, la

liberación de los oprimidos o la atención de los necesitados.

Como cristianos debemos hacer el recorrido de considerarnos meros discípulos a

convertirnos en discípulos y apóstoles que, como Jesús, aceptan, viven y gustan estas

alegrías como un don de Dios. Esto supone experimentar el amor de Dios, pasar por la

vida sintiéndonos hijos amados del Padre, llamados a participar de su alegría, para así

poder compartirla con todos. Como decía el Papa Pablo VI:

“Es una alegría concedida a lo largo de un camino escarpado, que requiere una

confianza total en el Padre y en el Hijo, y dar preferencia a las cosas del Reino”.

Y el Papa Francisco no dice:

“Nuestra alegría cristiana bebe de la fuente de su corazón rebosante. Él promete

a los discípulos: «Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría»

(Jn 16,20). E insiste: «Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os

podrá quitar vuestra alegría» (Jn 16,22)”. (EG 5)

Una alegría que requiere confianza y abandono, aunque esto esté ligado al misterio de

la cruz, pues sabemos que el canto de la alegría por excelencia se entona ante la

presencia de Cristo Resucitado, Camino, Verdad y Vida. Continúa el Papa diciendo que

esta “alegría del Reino hecha realidad, no puede brotar más que de la celebración

conjunta de la muerte y resurrección de Cristo”. Cuando celebramos los sacramentos

actualizamos y vivimos plenamente esta alegría cristiana. “Ni las pruebas, ni los

sufrimientos quedan eliminados de este mundo, sino que adquieren un nuevo sentido,

ante la certeza de compartir la redención llevada a cabo por el Señor y de participar en

su gloria”. “El cristiano, sometido a las dificultades de la existencia común, no queda

9 Ibid.

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sin embargo reducido a buscar su camino a tientas, ni a ver en la muerte el fin de sus

esperanzas”. Es la alegría de todos aquellos que habitados por el Espíritu Santo, viven

la experiencia de una nueva presencia de Cristo, que da un nuevo horizonte a su

esperanza.

¿Por qué no entramos también nosotros en ese río de la alegría?

El Papa Francisco quiere situar la

vivencia de la alegría cristina en el

centro de la tarea evangelizadora de

la Iglesia. La presenta no como un

don exclusivo de unos pocos, sino

destinada a llenar el corazón de

todos los hombres, de todos aquellos

que se han encontrado con Jesús,

como nos dice en Evangelii Gaudium.

Este documento nos ofrece un nuevo

impulso en nuestra vida cristiana y

en nuestra tarea evangelizadora,

pues la alegría del Evangelio es capaz

de llenar el corazón de todos los

hombres, los que ya han tenido ese

encuentro y necesitan revitalizarlo

cada día y aquellos que aguardan un

rayo de luz que disipe las tinieblas en

las que viven. Todos tienen derecho

a encontrarse con Cristo y los

cristianos tenemos el deber de

anunciarlo. Es tan importante este concepto en el Magisterio del Papa Francisco. En

Evangelii Gaudium la palabra “alegría” aparece setenta y tres veces, y en Amoris

laetitia cuarenta, todo ello sin contar la numerosas homilías y mensajes en las que es

constante la llamada a la alegría.

“Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a

renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar

la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No

hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque

«nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor». Al que arriesga, el

Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre

que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos” (EG 3)

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Esta invitación vuelve a situar la vida de cada cristiano en clave misionera. No es tarea

reservada para un grupo escogido, sino que toda la Iglesia vive la alegría del encuentro

con Cristo, y no puede hacer otra cosa que comunicarlo, anunciarlo constantemente,

tanto a aquellos que viven en lugares recónditos como aquellos que, viviendo en el

mismo territorio, necesitan un nuevo anuncio o una nueva cercanía o presencia de la

Iglesia en la periferia de su existencia. Este es el movimiento del cristiano, vivir la

alegría cristiana en permanente estado de misión, buscando continuamente caminos

nuevos por los que todos puedan transitar hacia Dios. Ante esto el Papa Francisco nos

invita a todos a:

Recobrar y acrecentar la dulce y confortadora alegría de evangelizar.

Convertirnos en evangelizadores alegres capaces de testimoniar la alegría de

Cristo.

Ofrecer un anuncio renovado capaz de suscitar una nueva alegría en la fe.

Confiar en que la iniciativa es de Dios, y por tanto Él es el garante de nuestra

alegría evangelizadora en medio de las dificultades del camino.

Pedir constantemente la gracia de la alegría evangelizadora.

Vivir en permanente estado de conversión que nos devuelva constantemente la

alegría de la fe y el deseo de comprometernos con el Evangelio.

La vivencia de la alegría cristiana nos ayuda a comprender ésta como una llamada

universal. “La alegría no será completa si no miramos juntos, con plena confianza,

hacia el autor y consumador de la fe, Jesús”10, “es para todo el pueblo, no puede

excluir a nadie”11.

Señala o subraya la frase, párrafo o palabra que más te ha llamado la atención

¿Qué piensas que el Señor te quiere decir con ella?

C. Alegría para sembrar

La vivencia de la fe nos urge, de manera natural y constante, a vivir la alegría de

evangelizar en la realidad cotidiana de nuestra vida, en las pequeñas cosas de cada

día, haciendo de nuestro propio testimonio el medio más eficaz de evangelización.

Pero también nos ha de llevar a trabajar en comunión por conseguir, cada día, la

necesaria conversión pastoral que posibilite que nuestro testimonio comunitario sea

realmente eficaz. Conseguir que a nuestras parroquias no se acuda simplemente en 10

Cf. Pablo VI, Gaudete in domino, 1975 11

Evangelii Gaudium, 23

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ACG – Adviento 2016

20

busca de servicios, sino que realmente sea el lugar donde los sedientos van a beber

para seguir caminando, y desde donde muchos recibimos el envío para seguir

evangelizando. El fruto de la fe, vivida en comunidad, será una alegría constantemente

renovada, sostenida por la fraternidad, animada por la fuerza la Palabra del Señor,

acogida y compartida, y celebrada en los sacramentos, que es la expresión máxima de

la alegría en el Señor.

Sólo desde aquí, cobra sentido el concepto de Nueva Evangelización, “nueva en su

ardor, en sus métodos y en su expresión”12, que desde que San Juan Pablo II lo acuñó

por primera en 1979, no hemos dejado de encontrarlo tanto en las enseñanzas de

Benedicto XVI, como, ahora, en las del Papa Francisco. La Nueva Evangelización es dar

razón de nuestra fe, comunicando la esperanza de la salvación a todos los hombres,

que lo sepan o no, tienen necesidad de este anuncio.

La ausencia del conocimiento de Cristo y de su Evangelio genera soledad y desaliento,

obstáculos que provocan falta de alegría y de esperanza. A menudo esta falta de

alegría y esperanza es tan fuerte que incide en la misma vida de nuestras comunidades

cristianas. La Nueva Evangelización, con todas sus iniciativas, es propuesta en estos

contextos como una medicina para dar alegría y vida, contra cualquier tipo de miedo.

Pero por nuestra falta de alegría o de arrojo evangelizador no podemos convertirnos

en cristianos estériles, incapaces de generar fe, como tampoco podemos convertir

nuestras comunidades, o contemplar como se transforman, en estructuras caducas

que no aportan nada en la vida de las personas que conforman el territorio. No

dejemos escapar la alegría.

«Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, [la fe] nos

compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo

resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el

testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra

del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios

y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin»13.

“Afrontemos la Nueva Evangelización con entusiasmo. Aprendamos la dulce y

reconfortante alegría de evangelizar, aun cuando parezca que el anuncio sea un

sembrar entre lágrimas (cf. Sal 126,6). El mundo, que busca respuestas a los

grandes interrogantes acerca del sentido de la vida y la verdad, podrá vivir con

renovada sorpresa la alegría de encontrar testigos del Evangelio que, con la

simplicidad y la credibilidad de la propia vida sepan mostrar la fuerza

transformadora de la fe cristiana. Como afirma el Papa Pablo VI: «Sea ésta la 12

San Juan Pablo II, Discurso ante el CELAM, 1983 13

Benedicto XVI, Porta Fidei. Carta Apostólica en forma de motu proprio con la cual se convoca el Año de la Fe (11 de octubre de 2011), 15

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ACG – Adviento 2016

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mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y ojalá que el mundo actual – que

busca a veces con angustia, a veces con esperanza – pueda así recibir la Buena

Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o

ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de

quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo, y aceptan

consagrar su vida a la tarea de anunciar el reino de Dios y de implantar la Iglesia

en el mundo».[91] «No temáis»: es la palabra del Señor (cf. Mt 14,27) y del ángel

(cf. Mt 28,5) que sostiene la fe de los anunciadores, dándoles fuerza y

entusiasmo. Sea también ésta la palabra de los anunciadores, que sostienen y

nutren el camino de cada hombre hacia el encuentro con Dios. «¡No temáis!» sea

la palabra de la nueva evangelización, con la cual la Iglesia, animada por el

Espíritu Santo anuncia «hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8) Jesucristo,

Evangelio de Dios para la fe de los hombres”14.

El momento actual nos urge a tomar conciencia de nuestra condición de bautizados,

viviendo con alegría la fe que se nos ha regalado y respondiendo con prontitud a la

llamada para ser discípulos misioneros, que viven, testimonian y anuncian la alegría del

Señor Resucitado, esperanza de la humanidad. Cinco aspectos formativos15

deberíamos de tener en cuenta para encaminarnos a ello:

1. Poner en el principio del camino de todo cristiano el Encuentro con Jesucristo,

unido al anuncio del Kerygma, que suscita la conversión que emana de este

encuentro.

2. La conversión que transforma nuestras vidas y conduce a la decisión de seguir

a Jesús como Señor, desde el bautismo y la reconciliación.

3. El discipulado, a través del cual el corazón de la persona madura en el

conocimiento y amor a Jesús, profundizando y celebrándolo, a través de la

catequesis y los sacramentos.

4. La comunión, entendida como comunidad vital, como equipo de vida, donde se

da el encuentro con otros discípulos. Es el lugar del ánimo, apoyo, donde

madurar y renovar nuestra alegría.

5. La misión, consecuencia de vivir y madurar el Encuentro con Cristo con

autenticidad. Solamente desde ahí estamos en condiciones de asumir la misión

de proclamar a Jesús a los demás con alegría, amando y sirviendo a los

necesitados y construyendo el Reino de Dios.

¿Cómo vives estos cinco aspectos? ¿Cómo se viven en tu propio equipo de vida o

grupo parroquial? ¿Cómo se viven en tu parroquia?

14

La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana, Instrumentun laboris del Sínodo de los Obispos, 2012, n. 169 15

Cf. Mallon J., Una renovación divina, BAC, Madrid, 2016, p. 34

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ACG – Adviento 2016

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¿A qué nos podemos comprometer para que nuestra vida y la de nuestra

comunidad responda a la llamada a ser discípulos misioneros?

“Sólo la fe en Jesús nos da alegría”, nos dijo el Papa en una de sus homilías diarias en

Santa Marta (26-03-2015). No es la doctrina fría, o la rígida ley, sino la fe y la esperanza

de encontrar a Jesús, que viene a salvarnos. Se trata de vivir con el corazón abierto a la

esperanza que encontramos en Jesús, en su promesa, que nos sostiene en todo

momento, y que nos ayuda a permanecer en todo momento abierto al amor, a Dios y

al hermano. “La alegría de la fe, la alegría del Evangelio es la piedra miliar de la fe de

una persona. Sin alegría aquella persona no es un verdadero creyente”.

En el Adviento, tiempo de espera y de presencia de Cristo, renovemos nuestra fidelidad a Él. Cantemos, junto a toda la Iglesia, Maranatha, esperando que el Señor venga cada día a nuestra vida, y nos haga capaces de seguir caminando juntos, guiados por la alegría, siempre nueva, de su Evangelio.

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A. Reflexión - La alegría16

No es la euforia de los momentos de subidón, ni la chispa de un momento jocoso. No

es risa floja ni alboroto y algazara. No es alegría etílica ni televisiva, pastillera ni

hooligan, histérica ni simple, cervecera o evasiva. La alegría del Evangelio es algo muy

diferente. Es optimista sin ser ciega. Es constante sin ser fácil. Tiene que ver con

palabras como sentido, fe, lucha, opción, camino, reto, humanidad. Es la alegría que

puede reír, y también llorar.

Como un torrente

Flp 4, 4-5

«Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres.

Que vuestra bondad sea conocida de todos los hombres. El

Señor está cerca.»

Imagina un desfiladero profundo. Un camino más bien agreste. Mucho verde, rocas,

árboles. Al fondo se oye el agua de un río que corre. Y a medida que avanzas

kilómetros por ese sendero, que a veces baja y luego vuelve a subir, en algún

momento el agua está cerca, a la vista, casi puedes tocarla. Otras veces desaparece y

sólo se oye como un rumor o un murmullo. Pero está ahí. Y tú en el camino a veces te

sientes cansado, y otras lleno de energía. Tal vez has parado a recuperar fuerzas.

Ahora vas hablando con tus gentes, o cantando, y luego hay silencio. Hoy hay sol, y tal

vez mañana habrá tormenta. Pero el murmullo del torrente, el agua que corre está ahí.

La alegría profunda del Evangelio es algo así. Es encontrar, en el fondo, un manantial

fresco, una fuerza vital que, por más piedras y barreras que encuentre, siempre

16

Reflexión tomada de www.pastoralsj.org

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ACG – Adviento 2016

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encontrará un espacio para ser parte de tu vida cotidiana, de los momentos fáciles y

los problemas, del canto y del silencio.

¿Podrías decir que el evangelio es para ti fuente de alegría? En concreto ¿qué

tiene de buena noticia, de esas que te alegran el día?

Momentos de magia

Flp 4, 13

«Todo lo puedo en aquel que me conforta»

En la película «El Rey Pescador» hay un momento mágico. Un hombre espera en el

vestíbulo de la Estación Central de Nueva York. Cientos, tal vez miles de personas

pasan apresuradas, sin mirarse, evitándose, aislados en la masa. Él espera. De pronto

ve, a lo lejos, la silueta que espera: una mujer. Podría pasar perfectamente

desapercibida. No es guapa. Su ropa es normal. Camina encogida entre esta multitud.

Pero, en el momento en que él la ve, de golpe todo el entorno cambia. En ese

momento el andar apresurado de todos los transeúntes se convierte en un baile, y la

estación en una gran sala. El desorden en armonía. El ruido en música. La indiferencia

en sonrisas. La anciana baila con el joven. La monja con el ejecutivo. El médico con la

abogada… Y mientras el hombre sigue a esa mujer que, para él, es la más maravillosa

del mundo, la estación se convierte en un lugar mágico, donde todo es posible. Hasta

que ella sale por la puerta, se pierde de vista, y todo vuelve a su lugar. Descubrir el

Evangelio es encontrar que, en algún momento, el mundo se ve como ese espacio en

el que la alegría profunda y común es posible. Es saber que el ser humano es capaz de

lo mejor, y creer que eso es posible. Es ser capaces de soñar, y construir ese sueño.

Dedica un momento a imaginar el mundo mejor de lo que es… y a creer que es

posible… y a soñar caminos para conseguirlo.

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B. Según Madre Teresa

https://www.youtube.com/watch?v=2SGkFRr4vvg

La alegría… es el misterio del amor. Si estás llena de amor, entonces también llena de alegría. Si aceptamos la Buena Nueva de que Dios nos ama, de que somos algo muy especial para Él, de que en ternura y amor nos ha creado, nos ha amado, nos cuida, y todo eso con ternura y amor… esa es la razón de toda alegría y esa es la razón por la que Jesús vino: “Para que mi gozo sea el de ustedes”

C. Vídeo – Alegría, “Siempre alegres”

(https://www.youtube.com/watch?v=hQGifuP7N4o&feature=youtu.be)

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D. Película – “La ciudad de la alegría”

Título: La ciudad de la alegría Dirección: Roland Joffé País: Francia, Reino Unido, Estados Unidos Año: 1992 Duración: 132 min Género: Drama Reparto: Patrick Swayze, Om Puri, Pauline Collins, Shabana Azmi, Ayesha Dharker, Santu Chowdhury, Imran Badsan Khan Guión: Mark Medoff

Para pensar: 1. Fíjate en los personajes principales. Describe quiénes son, como piensan y actúan,

qué sienten. 2. ¿Qué mueve a cada uno de ellos? 3. ¿Qué piensas que pueden enseñarnos estos personajes? 4. ¿Cómo se manifiesta la presencia de Dios en cada uno de ellos? 5. ¿Por qué crees que el barrio donde se desarrolla la película se llama “la ciudad de

la alegría”?

E. Canción – Brazo fuerte

La alegría del cristiano nace de la seguridad y confianza en Dios. Como nos dice la siguiente canción es la seguridad que tienes un niño en brazos de su padre, pues sabe que nunca le dejará caer. https://www.youtube.com/watch?v=Bp7nOMzvVh4 Título: Brazo fuerte Cantautora: Carmela Martínez Álbum: Busca la verdad

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ACG – Adviento 2016

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Me sé sostenida me sé sostenida y este sostén me da calma y seguridad. No es la confianza segura del hombre, que con propia fuerza se mantiene en pie sobre suelo firme. Es la seguridad suave y alegre del niño que reposa dulce sobre un brazo fuerte que lo quiere sostener. Y no es razonable que ese niño viva siempre con la angustia de que un día su padre lo dejará caer. Me sé sostenida, me sé sostenida en brazos de mi Padre. Si yo no me suelto Él nunca me suelta, Él es mi sostén. Abrazo de luz, reposo de amor, calma que me inunda el corazón, alma confortada, niña rebujada en brazos de mi Dios.

F. Trending topic

Hoy en día tienen gran influencia en nuestra vida las redes sociales, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Muchos las usan para pasar el tiempo, para mantenerse informados, para comunicarse, para evangelizar… Nosotros en este Tiempo de Adviento queremos usarlas para esto último, y que mejor manera de hacerlo que transmitiendo un testimonio de alegría. Todos estamos llamados a ser felices, y tras la reflexión que hemos hecho sobre este tema vamos a compartirla con todos. Para ello queremos invitar a todos a que contesten en un tweet a esta pregunta: ¿Qué es para ti la felicidad cristiana?, o dicho de otra manera ¿por qué eres feliz siguiendo a Jesús? Si quieres participar en esta campaña debes:

1. Reflexionar el tema de este material 2. Orar, para dejar que el Señor derrame sobre ti el don de su alegría.

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ACG – Adviento 2016

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3. Hacerte la pregunta que proponemos. 4. Escribir y preparar tu respuesta. Recuerda que no debe tener más de 140

caracteres. 5. Y publicarla ¡ojo! el III Domingo de Adviento, que es el domingo de Gaudete (de

la alegría). 6. Para publicarla debes utilizar el siguiente hastag #alegríacristiana, que podrás

encontrar ese día en @ACGevangelizar. Ese domingo lanzaremos un tweet invitando a esta actividad para que podáis retweetearlo tanto como queráis.

7. Puedes publicar todos los tweets que quieres, pero en distintos días de esa semana.

8. Será bonito leer las aportaciones de la gente.

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PR

EP

ÁR

AT

E

Primera lectura: Is 2, 1-5: “Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas”. Salmo 121: “Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor” Segunda lectura: Rm 13, 11-14a: “Ya es hora de despertaros del sueño” Evangelio: Mt 24, 37-44 Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. En los días

antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres

tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo

esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga

el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a

otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la

dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.

Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el

ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa. Por eso,

estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el

Hijo del hombre.

Desde tu vida:

Jesús nos propone una actitud para este tiempo: “estad en vela, estad

preparados”, atentos, dispuestos para actuar. Que el nacimiento de Jesús no nos

pille dormidos, sino despiertos, es decir, atentos, vigilantes, preocupados,

pendientes de lo que ocurre a nuestro alrededor, de lo que les pasa a las

PRIMER DOMINGO

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ACG – Adviento 2016

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personas que viven a nuestro lado, para poder actuar en consecuencia y que nuestra

manera de vivir responda a lo que el evangelio nos pide para el momento actual. De lo

contrario, viviremos una Navidad insípida, monótona, caeremos en la relajación, la

dejadez y la tibieza.

Estemos en vela, para crecer cada día en la alegría del evangelio que nos hará capaces

de pintar de esperanza todas aquellas escenas de la vida, en las que el sufrimiento, el

dolor y las injusticias, han dejado sin color. Estemos en vela para no convertirnos en

cristianos sin luz, que se dejan habitar por la fría sensación del miedo y la oscuridad.

¡Estad en vela! Es el toque de atención que al comienzo del adviento se nos da para

vivir este tiempo como un momento nuevo de encuentro con el Señor.

Este toque de atención nos hace parar en seco, pensar, reflexionar y

preguntarnos ¿cómo nos preparamos en este Adviento para la venida de Cristo en

nuestra vida? ¿Cómo es nuestra esperanza?

La comercialización excesiva, el que todo sea desechable, la propaganda que ofrece las

cosas como indispensables y fuente de felicidad, nos impiden pensar en la importancia

de la vida y el tiempo. Obtener lo que deseamos (un coche, un viaje, ropa de moda…)

llega a obsesionar nuestro corazón, y maleducar nuestro deseo a obtenerlo de manera

inmediata nos hace perder la capacidad de sufrimiento en la espera, en el esfuerzo, en

los logros y los méritos. Vivir sin plazos de espera anula nuestra dimensión de

esperanza, borra de nuestra vista el horizonte de la verdadera esperanza: la venida de

Cristo.

¿Cómo es mi esperanza? ¿Sobre qué la construyo?

Expón un hecho de vida propio que lo ilustre.

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ACG – Adviento 2016

31

Pero la esperanza cristiana no es corta ni fácil. Consiste en

esperar que el reino de Dios se haga realidad entre las personas y los pueblos, sin

desfallecer ante la adversidad producida por el orgullo, el egoísmo, la avaricia y el

deseo de poder humanos. Dios alimenta nuestra esperanza al hacernos sus

colaboradores. Orar, denunciar el mal, construir lazos de amor y comprensión, servir al

otro, luchar por nuestra superación, levantarnos cuando caemos… son maneras activas

de esperar, que fortalecen la esperanza.

¿Cómo podemos acoger esta Palabra que el Señor nos regala?

¿Cómo vivo el don de la esperanza cristiana?

El medidor de dicha esperanza es la alegría ¿la experimento?

Para poder vivir la esperanza como don y no como mérito o logro nuestro, el Señor nos

pone la Eucaristía. En ella nos encontremos con Él, llenándonos de esperanza y

convirtiéndonos en “coloreadores de esperanza” entre nuestros hermanos. Si así la

empezamos a vivir, haremos posible una Navidad verdadera y para todos, llena de

alegría y esperanza, porque Dios, una vez más, viene a nacer entre nosotros. Es una

nueva oportunidad. Aprovechémosla.

¿Cómo puedo, en este Adviento, profundizar más en la Esperanza?

¿Cómo puedo celebrar más la Esperanza?

¿Cómo puedo vivir más la Esperanza?

Formula un compromiso sencillo que te haga vivir más la esperanza y celebrarla

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ACG – Adviento 2016

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CO

NV

IÉR

TE

TE

Primera lectura: Is 11, 1-10: “Aquel día brotará un renuevo del tronco de Jesé,

un vástago florecerá de su raíz”.

Salmo 71: “Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente”.

Segunda lectura: Rm 15, 4-9: “Acogeos mutuamente como Cristo os acogió

para gloria de Dios”.

Evangelio: Mt 3, 1-12 Por aquel tiempo, Juan el Bautista se presentó en el «desierto de Judea, predicando: «Convertíos porque está cerca el reino de los cielos». Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: «Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos"». Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: «¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: "Tenemos por padre a Abrahán", pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la raíz de los árboles y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».

Desde tu vida:

El domingo pasado se nos pedía una esperanza activa. El Señor viene, pero

nosotros tenemos que ir hacia Él. Esto exige un cambio de mente y de corazón. Es

SEGUNDO DOMINGO

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ACG – Adviento 2016

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decir, requiere volvernos a Dios. El mensaje de este segundo domingo de Adviento es

la conversión. El primer Isaías anuncia la llegada de los tiempos mesiánicos, en los que

brotará un renuevo del tronco de Jesé. Está hablando de la descendencia de David,

cuyo padre precisamente era Jesé. Anuncia la llegada de tiempos de justicia y de paz.

Es la justicia de Dios, basada en la misericordia y conducente a la paz. En nuestro

mundo hay violencia y guerra, crisis económica, paro, miles de inocentes mueren cada

día a consecuencia del hambre. El profeta anuncia que llegará un día en que la vaca

pastará con el oso. Sólo llegará esto cuando cumplamos las palabras del Apóstol San

Pablo a los Romanos, es decir cuando seamos capaces de “acogernos unánimes”

todos, sea cual sea nuestra condición, origen o raza.

Cuando un personaje – un jefe de Estado, el Papa, un artista famoso

– viaja, con mucha anticipación se preparan itinerarios, discursos, comidas,

homenajes… Prepararnos para la venida de Cristo implica entrar en sus caminos, para

coincidir y caminar con Él, e implica, también, conocer cómo son nuestros propios

caminos.

Los de Jesús son rectos y llevan a la meta; los nuestros tienen altas y bajas, o parecen

laberintos que no llevan a ninguna parte. De ahí que valga la pena preguntarse:

¿Qué caminos necesitan nivelarse en mi vida?

¿Cuáles estoy siguiendo, caminos falsos o aquellos que conducen a la

verdadera felicidad?

Dios está cerca, tan cerca que es presencia constante. El Adviento nos

enseña a vivir en la dinámica continua de descubrirlo cada día en nuestra vida.

Mantenernos en la esperanza de acogerlo más y mejor en cada gesto, palabra,

situación o persona, sosteniendo desde la fe nuestra vida en la confianza de su venida

definitiva. Juan Bautista nos invita al movimiento de la conversión constante: ir

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ACG – Adviento 2016

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continuamente hacia Dios, beber del torrente de su misericordia y dejarnos

transformar por Él.

Juan Bautista nos invita a revisar nuestros pensamientos, sentimientos y actos, para

que así nuestra fe produzca los frutos que debe. El principal fruto que producirá será

nuestra felicidad. Una alegría fruto del Espíritu Santo que nos acercará más y más a la

salvación en Jesús.

Esta conversión nos lleva a dejar un poco el bullicio de las compras para entrar en

nuestro interior, revisar la intención de nuestros actos, descubrir la doblez del corazón

y analizar cómo tratamos a las personas que nos rodean.

¿Cómo enderezar mis caminos para vivir intensamente la llegada del Reino de

Dios?

¿Cómo es mi oración? ¿Abro mi corazón al Señor presentándole toda mi

realidad? ¿Siento a través de ella la llamada a la conversión? ¿En qué?

En este momento, el mayor signo de un buen “actuar” en nosotros, será aquel

que nos lleve a una profunda conversión. Acudamos al sacramento de la reconciliación

y dejemos que Él transforme nuestro corazón de piedra en un corazón de carne como

el suyo.

Anota en tu agenda que día te vas a acercar a este sacramento.

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ACG – Adviento 2016

35

AC

ÓG

ELO

Primera lectura: Gn 3, 9-15.20: “¿Es que has comido del árbol que te prohibí

comer?

Salmo 97: “Cantad al Señor una cántico nuevo, porque ha hecho maravillas”

Segunda lectura: Ef 1, 3-6.11-12: “Nos eligió en la persona de Cristo antes de

crear el mundo”.

Evangelio: Lc 1, 26-38 En aquel tiempo, al ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: - Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres. Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: - No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Y María dijo al ángel: - ¿Cómo será eso, pues no conozco a varón? El ángel le contestó: - El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible. María contestó: - Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró.

INMACULADA CONCEPIÓN

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ACG – Adviento 2016

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Desde tu vida:

María no puede estar lejos de la mente y del corazón del cristiano, especialmente

durante el tiempo de Adviento. Ella es la mujer dispuesta desde siempre a acoger la

Palabra del Señor en su vida. La fiesta de la Inmaculada, al comienzo de este tiempo es

un estímulo para nuestra "espera confiada". ¿Quién mejor que ella, que lo llevó en su

seno, pudo esperar su venida? En este camino de esperanza no podemos dejar de fijar

nuestra mirada en María. En el tiempo de Adviento ella es siempre una presencia llena

de significado. La madre que espera, la mujer que acoge la palabra, la muchacha que

arriesga, la amiga que ayuda, la creyente que calla y medita. Todo esto lo encontramos

en María. Que se convierte en espejo en el que mirarnos. Porque también nosotros

necesitamos acoger, arriesgar, servir y dejar que la buena noticia sea semilla que

arraigue en la tierra que somos. Mirémosla a ella y dejémonos mirar por ella, para

acoger el tierno abrazo de su Hijo Jesús, un abrazo que nos da vida, esperanza, paz y

alegría.

La fe es gracia y conversión. Consiste en compenetrarse con Dios, en entrar en

su mente y sus pensamientos, en su corazón y sus sentimientos, en su gran obra

creadora y sus acciones diarias en nuestra vida. Para todos nosotros el modelo de esta

gran fe es María. Su respuesta a la acción del Espíritu Santo en ella: “Aquí está la

esclava del Señor, que me suceda como tú dices” (v. 38), revela su aceptación

consciente de su misión ante el camino de la “imposibilidad humana” elegido por Dios

para mostrar que para él todo es posible.

Con su fe y humildad, venció María el desafío de una realidad que está más allá de

inteligencia y pensamientos humanos. Su compenetración absoluta con Dios, ya desde

su concepción inmaculada, permitió que la Palabra de Dios se hiciera carne en su seno

virginal.

¿Cómo está tu fe? ¿Con qué fe recibes el mensaje de las Escrituras?

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ACG – Adviento 2016

37

Acoger, como María, la Palabra en nuestra vida

supone emprender un camino de conversión, pero no desde la

tristeza de la renuncia sino desde la alegría de dar pequeños pasos en el camino del

seguimiento de Cristo, pequeños pasos que van dejando huellas de esperanza.

¿Cómo te sientes llamado a responder a la Palabra en tu vida actual?

¿A qué te sientes llamado?

La fe se alimenta de la Palabra y su acogida

nos mueve siempre a intentar, humildemente, hacerla

vida. No se trata de ponernos grandes metas, que se conviertan en una cima

tan alta que no podamos alcanzar, sino descubrir que el Evangelio ha de encarnarse en

nuestra vida diaria, en nuestros hábitos y acciones cotidianas, compartiendo con todos

la alegría que el Señor en cada momento nos permite vivir. Convertirnos en discípulos

misioneros, que desde Él y junto a Él, hagamos de nuestra vida una misión.

¿A qué compromiso misionero siento que me llama la Palabra? Concrétalo.

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ACG – Adviento 2016

38

ALÉ

GR

AT

E

Primera lectura: Is 35, 1-6a.10: “Fortalecer la manos débiles, robusteced las

rodilla vacilantes”.

Salmo 145: “Ven, Señor, a salvarnos”.

Segunda lectura: St 5, 7-10: “Tened paciencia, manteneos firmes, porque la

venida del Señor está cerca”.

Evangelio: Mt 11, 2-11 Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!». Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Mirad, los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: "Yo envío a mi mensajero delante de ti, para que prepare tu camino ante ti". En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.

Desde tu vida:

A lo largo de nuestra vida cristiana nos forjamos, muchas veces, una idea equivocada de quien es Jesús, o si realmente, merece la pena vivir para Él. Algo parecido le ocurrió a Juan en los últimos días de su vida. Juan vivió toda su vida preparando la llegada del Mesías Salvador y cuando lo tuvo presente comenzó un camino de abajamiento, de disminuir él para que Jesús creciera. Pero las noticias que le llegan no le hablan de eso, pues Jesús no tenía el más mínimo

tercer DOMINGO

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interés de hacerlo, o por lo menos con el estilo que todos esperaban que lo hiciera: huía de los que le proclamaban Rey y se decía siervo y servidor de todos. Pero aun con esta situación de desconcierto no deja de servir a la Palabra. Ni siquiera a él se le ahorró la oscuridad o el dolor en su vida. No se queda en sus dudas o angustias y envía a sus discípulos a que hicieran la pregunta a Jesús: ¿eres tú o debemos esperar a otro? La respuesta de Jesús es clave, el testimonio de la Alegría, que surge de las obras que realiza. La Alegría del Reino, testimoniada por todos aquellos que son los principales invitados a entrar en él. Y nosotros, ¿Somos capaces de descubrir signos de alegría y esperanza en medio de tanta crisis?

Tener esperanza es confiar en que algo bueno y deseado se realizará, a

pesar de lo oscuro que podamos ver el momento presente y futuro de la vida. La esperanza crea una expectativa alegre, una disposición interna a recibir lo que esperamos, para gozarlo y aprovecharlo al máximo, y una actitud positiva para trabajar por conseguirlo. Supone actividades concretas y eficaces que permiten construir nuestra esperanza.

Piensa en algún hecho concreto que vivas con esperanza.

¿Se dan ya signos de alegría que te ayuden a mantener esa esperanza?

Cristo llegará en la Navidad y al final de los tiempos, sea si lo esperamos y deseamos, como si no lo hacemos. Pero su venida nos afectará de forma muy diferente según nuestra disposición y la importancia que le demos. La esperanza en Cristo es fuente de alegría, oración, perseverancia y paciencia, por eso genera buen humor y amor a la vida. No hay nada más lejano a la esperanza que el resentimiento, la seriedad, la angustia y la tristeza, el egocentrismo que genera amargura frente a sí mismo y desprecio del prójimo.

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Hay muchos motivos en nuestra vida, tanto felices como tristes, en los cuales necesitamos avivar la esperanza en Cristo. En multitud de ocasiones manifestamos la necesidad que tenemos de Él, pero ¿cómo lo vivimos?

Juan, en medio de su dolor, no deja de servir a la Palabra, de dejar que ella una vez más le muestre los signos de su presencia. Y nosotros, ¿acudimos a ella para dejarnos iluminar por ella?

Descubrir la Alegría en la obras del Reino no eximió a Juan del martirio. Experimentó una alegría que ni la muerte podría robarle. ¿Qué buscamos nosotros del Señor? ¿La solución, ajena a nosotros mismos de nuestros problemas, o la fortaleza que nos haga capaces de vivir con esperanza cada acontecimiento?

Jesús, con sus obras, nos muestra que la esperanza y la alegría que Él nos trae supera nuestro momento presente.

¿Crees que vale la pena acrecentar tu esperanza en Cristo? Si es así, ¿cómo lo piensas hacer?

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AN

ÚN

CIA

LO

Primera lectura: Is 7, 10-14: “Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y

le pone por nombre Enmanuel (que significa: “Dios con nosotros”)”.

Salmo 23: “Va a entrar el Señor”.

Segunda lectura: Rm 1, 1-7: “Por Él hemos recibido este don y esta misión”.

Evangelio: Mt 1, 18-24 La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.

Desde tu vida:

María, después de acoger el anuncio del Ángel, quedó embarazada por obra del

Espíritu Santo. Cuando José se dio cuenta del hecho, quedó desconcertado. José

quiere hacer la voluntad de Dios y decide, seguramente con gran dolor, repudiar

a María en privado. Una prueba semejante a la del sacrificio de Abrahán, cuando

Dios le pidió el hijo Isaac (cf. Gen 22): renunciar a lo más precioso, a la persona

más amada. Pero, como en el caso de Abrahán, el Señor interviene: encontró la

fe que buscaba y abre un camino distinto, una vía de amor y de felicidad. Nos

cuarto DOMINGO

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disponemos entonces a celebrar la Navidad contemplando a María y a José: María, la

mujer llena de gracia que tuvo la valentía de fiarse totalmente de la Palabra de Dios:

José, el hombre fiel y justo que prefirió creer al Señor en lugar de escuchar las voces de

la duda y del orgullo humano. Con ellos, caminamos juntos hacia Belén. (Papa

Francisco)

La vocación es un don de Dios y sólo Él tiene la iniciativa de salir

al encuentro y suscitar el deseo de seguirlo. Esa llamada, la vocación, es la

gran pregunta del hombre, un interrogante que compromete toda su existencia: qué

quiere Dios de mí. Se abre en la vida de cada uno un proceso de discernimiento, que

vivido con valentía y confianza (y prudentemente acompañado) encamina a la persona

al encuentro, más profundo con Dios y con ella misma. Dios da la vocación y, con ella,

las luces para verla. Por nuestra parte, debemos allanarle el camino, salir a su

encuentro con la oración y la rectitud de vida.

El resultado de descubrir la vocación es la alegría. Dios quiere que seamos plenamente

felices, y por eso nos busca y nos llama. Aceptar la llamada de Dios, supone aceptar la

vida que Él ha pensado para ti, vivirla en fidelidad y experimentar la verdadera alegría.

¿Cómo estás viviendo tu propia vocación?

Recuerda momentos concretos de tu vida donde hayas experimentado la

alegría de Dios, es decir, la alegría de vivir lo que Dios te pide, tu vocación.

La vocación es el primer paso para la misión. “No se puede

perseverar en una evangelización fervorosa si uno no sigue convencido, por

experiencia propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo,

no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo

que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él,

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que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio

que hacerlo sólo con la propia razón. Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho

más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo. Por eso

evangelizamos. El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que

Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo

con él en medio de la tarea misionera. Si uno no lo descubre a Él presente en el

corazón mismo de la entrega misionera, pronto pierde el entusiasmo y deja de estar

seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una persona que no está

convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie” (EG 266)

¿Cómo vives tu vocación misionera? ¿cómo evangelizas?

¿Te sientes enviado para la misión, tomando conciencia que la obra es de Dios?

¿Cómo arraigas tu vida en Cristo para que realmente tu tarea evangelizadora

sea fecunda?

¿Evangelizas o anuncias tus propias ideas?

María y José llevaron a cabo la misión para la

que habían sido escogidos. “La misión en el corazón

del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo

quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo

arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso

estoy en el mundo (EG 273)

¿Qué compromisos concretos te pueden llevar a vivir estas palabras “yo soy un

misión”?

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El Adviento es un tiempo para la esperanza y para renovar nuestra alegría. Ser

cristianos es vivir la gran alegría de habernos encontrado con el Señor y tener la

seguridad de que Él siempre está con nosotros.

No es una alegría como cuando nos hacen un regalo, nos dan una sorpresa o nos

ocurre algo bonito. Es más bien la alegría de saber que tenemos Alguien que nos

amará siempre, que nos comprenderá siempre y nos guiará por el camino de esa

alegría, y que reconoceremos porque da paz y esperanza a nuestro corazón.

Hay momentos en la vida en los que parece que todo es tristeza a nuestro alrededor,

que todo va mal, que nos sentimos solos. Pero en esos momentos, si acudimos a Jesús,

Él nos ayudará a no “tirar la toalla”, a saber esperar, a buscar soluciones, a saber cómo

tenemos que comportarnos; Él nos marcará el camino, y eso, nos dará paz y alegría.

VER

Pero ¿Cuáles son aquellas situaciones que nos hacen vivir en tristeza, sin esperanza y

sin alegría? (Podemos enumerarlas. En un primer momento las pueden ir diciendo, en

forma de lluvia de ideas, el acompañante las anota. Cuando estén todas vamos

analizando los sentimientos que esas situaciones provocan en nosotros. Es importante

que el acompañante recuerde la confidencialidad del grupo, pues podría ocurrir que

alguno revele algún problema personal que le produce tristeza)

En muchas ocasiones de nuestra vida, todas estas situaciones pueden hacernos perder

la esperanza. Buscando una imagen para describirlo, podemos utilizar la de un árbol

seco. Hay muchas causas que pueden hacer que un árbol se seque, que poco a poco

Adaptación para el Sector de infancia

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vaya secándose la sabia que le ayuda a mantenerse vivo y corre el riesgo de secarse,

convirtiéndose en un árbol seco, como en este dibujo:

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JUZGAR

¿Quién nos puede ayudar para que nuestra vida no se convierta en un tronco seco?

Escuchemos el siguiente texto del profeta Isaías, que leeremos en misa, el II Domingo

de Adviento, y veamos como el Adviento puede ayudarnos.

Is 11, 1-10

“Aquel día brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago.

Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de

consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. No juzgará por apariencias ni

sentenciará sólo de oídas; juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los

desamparados. Herirá al violento con la vara de su boca, y al malvado con el aliento de

sus labios. La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas.

Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el

león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso,

sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la hura

del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No harán daño ni

estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país de ciencia del Señor, como

las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de Jesé se erguirá como enseña de los

pueblos: la buscarán los gentiles, y será gloriosa su morada.

El Adviento es el tiempo propicio para ver que de nuestra vida siempre puede brotar

algo nuevo. Nos ayuda a comprender que Jesús nace en nosotros como una esperanza

nueva, para llenar de alegría todos los momentos que vivimos. Él es ese renuevo que

brota en nosotros y cada paso que demos para acogerlo será como un nuevo brote de

esperanza y alegría en nuestra vida.

JUZGAR

Durante todo el Adviento nos iremos preparando para acoger el nacimiento de Jesús

cada día en nuestro corazón, celebrándolo el día de Navidad. Cada vez que damos un

paso para acogerlo es como un nuevo brote de su vida en nosotros. Por ello, cada

semana buscaremos un compromiso que nos ayude a alimentar el deseo de su venida.

Estos compromisos los escribiremos en el dibujo de una hoja verde. Estas hojas

representarán esos brotes de Jesús en nuestra vida, que nos ayudan a vivir con

esperanza y alegría su nacimiento en nosotros.

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Cada semana de Adviento, al comenzar la reunión de nuestro equipo, lo haremos

leyendo el Evangelio del próximo domingo. Compartiremos la reflexión del VER y del

JUZGAR, que será común para todo este tiempo, y lo concretaremos un juzgar

diferente cada semana.

Para ello, iremos pegando en la rama correspondiente una hoja verde con el actuar al

que nos comprometamos cada semana. Cada semana pegaremos estas hojas en la

rama del árbol correspondiente. En cada rama escribiremos (si el árbol es de papel) o

colgaremos (si el árbol es de verdad), un cartel con parte de una frase, que

construiremos a lo largo de todo el Adviento: “Prepárate y conviértete para acogerlo

y, con alegría, anunciarlo”.

Primera semana: PREPÁRATE.

“Estad preparados”, nos dice el Evangelio ¿Qué compromiso me puede ayudar

a prepararme para acoger al Señor?

Segunda semana: Y CONVIÉRTETE

Esta preparación conlleva cambiar aquellas cosas que nos impiden acoger a

Cristo. ¿Qué compromiso me puede ayudar a cambiar?

Fiesta de la Inmaculada: PARA ACÓGERLO

María supo acoger el proyecto de Dios sobre ella. ¿Qué compromiso me pueda

ayudar a descubrir lo que Dios quiere de mí?

Tercera semana: Y CON ALEGRÍA

Esta semana se nos invita a vivir con alegría, una alegría que nace por

reconocer a Cristo en nuestra vida. ¿Qué compromiso me puede ayudar a

testimoniar la alegría del Señor a los demás?

Cuarta semana: ANUNCIARLO

Nos preparamos para acoger a Jesús, pero no para quedárnoslo para nosotros

mismos, sino para darlo y anunciarlo a los demás. ¿Cómo puedo anunciarlo en

la escuela, a mis amigos, mi familia…?

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Dos posibilidades: el gesto con el árbol puede ser muy visual tanto para los niños

como para el resto de la comunidad. Una posibilidad es que éste quede solo para el

equipo de vida, con lo cual podríamos dibujar el árbol en una cartulina o papel

continuo y colocarlo en nuestra sala de reuniones. La otra posibilidad es que el árbol

forme parte de las celebraciones de la parroquia, quizá en torno a él podríamos

montar la “corona de adviento”. En este caso, los grupos de infancia, en la misa

dominical colocarían en él las hojas que han trabajado durante la reunión con su

grupo.

Mi compromiso:

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Anexo 1:

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Anexo 2

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AMBIENTACIÓN

Toda esta celebración girará en torno a la figura de la Virgen María, por lo que

colocaremos una imagen, preferiblemente de la Inmaculada, en un lugar destacado.

Reflexionaremos y oraremos a raíz de dos textos del Evangelio de Lucas, a través de los

cuales buscaremos actitudes de la Virgen María que nos sirvan para nuestra propia

vida cristiana.

Tras la lectura de estos textos realizaremos un gesto mediante el cual subrayaremos

estas cualidades. Este consistirá en ir colocando unos velones alrededor de la imagen,

simulando las doce estrellas con las que aparece coronada en el Apocalipsis. Cada

velón llevara escrito un nombre, que será una característica de María para nuestra vida

cristiana. Seis de los doce velones los colocaremos tras la lectura del primer texto,

cinco tras la lectura del segundo y el último nos servirá para una reflexión todavía más

personal.

Desarrollemos toda la celebración en clima de oración, dejando momentos de silencio

para la reflexión personal, apoyándonos de música instrumental y de los cantos

propuestos u otros más conocidos por nuestra asamblea.

MONICIÓN

“Una mujer coronada de doce estrellas”. Así nos presenta, junto con otros elementos,

el libro del Apocalipsis la figura de María. Las estrellas son “aquellos puntos de luz” que

en la noche pueden guiar nuestro peregrinar. María se convierte para todos los

cristianos en la gran estrella de la mañana, capaz de iluminar toda nuestra vida. De ella

aprendemos a acoger la Palabra, a sentirnos elegidos, a vivir cada día como un don, a

Vigilia de la Inmaculada

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descubrir que la Alegría de Dios puede ser el sentimiento más profundo que mueva

nuestro corazón y lo haga latir al ritmo de la misericordia, la esperanza y el amor.

Durante esta vigilia vamos a ir poniendo nombre a cada una de esas estrellas que

acompañan a María. Nombres que surgen de la contemplación de María y que nos

ayudarán a dar pasos firmes para prepararnos para la acogida de Dios en nosotros.

Canto de entrada. Hágase

(Aim Karem. Disco: Según tu Palabra. www.aimkarem.es)

Hágase en mí según tu Palabra, Hágase en mí según tu sueño, Hágase en mí según Tú quieras, Hágase en mí Tu amor. En la luz o en la tiniebla, en el gozo o el dolor, en certezas o entre dudas, ¡HÁGASE!, SEÑOR. En la riqueza o la nada, en la guerra o en la paz, en la fiesta o en el duelo, ¡HÁGASE!, SEÑOR. Envuelta en miedo o sosiego, en silencio o con tu Voz, en risas o entre sollozos, ¡HÁGASE!, SEÑOR. En la muerte o en la vida, en salud o enfermedad, frágil o fortalecida. ¡HÁGASE!, SEÑOR

Oración (rezamos a dos coros)

Tú eres, María, la experiencia más bella del Evangelio. En ti Dios se ha hecho Noticia Buena para el hombre. Eres como la luz del alba que abre camino al Sol; eres esa estrella matutina que anuncia el día. Eres la mujer creyente que acoge y guarda la Palabra;

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la Mujer joven que entra en el plan de Dios libre y gozosa. Eres estilo de vida, nuevo y fascinante en la historia; eres, María, la virgen bella y fecunda de Nazareth. Gracias, María, por tu corazón bueno y disponible. Gracias, María, por tu corazón sincero y transparente. Gracias, María, por tu corazón claro y luminoso. Gracias, María, por tu corazón sencillo y humilde. Gracias, María, por tu corazón lleno de luz y de amor. Gracias, María, por tu corazón abierto al infinito. Gracias, María, por tu corazón joven; sencillamente, joven. Aquí me tienes, en busca de un camino libre de fe Aquí me tienes, en busca de un proyecto de vida. Aquí me tienes, en busca de Alguien en quien dar mi amor. Aquí me tienes, en busca de semillas de alegría. Aquí me tienes, en busca de la paz y el bien. Aquí me tienes, en busca de un sendero de justicia. Aquí me tienes, en busca del rostro del Dios vivo. Aquí me tienes, en busca de la libertad perdida. Gloria a ti, María, Casa donde Dios mora. Gloria a ti, María, Madre de Cristo y Madre mía.

Lector:

Decimos a veces que el mundo está loco, que faltan personas que demuestren con su

vida en qué creen, que sean coherentes, felices con lo que tienen, firmes y a la vez

humanos. Por eso, hoy, María, te miramos a ti, que nos sirves de ejemplo y que

quieres compartir con nosotros tu mirada, tu sentir, tus palabras. Te miramos

intentando parecernos un poquito a ti, entrando algo más en tu corazón para

compartir contigo este tiempo de búsqueda y redescubrimiento de Jesús, de vida.

Lc 1, 26-38

En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada

Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el

nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate,

llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y

se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has

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encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le

pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le

dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su

reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?».

El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te

cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios.

También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la

que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «He aquí

la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».

Y el ángel se retiró.

(silencio y meditación)

Canto: Tú, mi pilar

(Brotes de Olivo. Disco: Cómo te podré pagar)

Mantendré los oídos abiertos, los ojos atentos.

Hoy te elijo, hoy te consagro para que estés siempre en mí. Mi corazón estará siempre en ti. Mis ojos estarán siempre en ti.

TÚ, MI PILAR, SOTÉN DE MI VIDA,

APOYO EN MIS DUDAS, LUZ DE MI CAMINO. TÚ, MI PILAR, TRANSFORMA MI ALMA,

TRAE PAZ, TRAÉME CALMA, ESPERO EN TI....

Gesto: Las estrellas con las que María nos ilumina. (Una persona saldrá, desde el

fondo de la Iglesia con un velón encendido. En él estará escrita la característica de

María con la que ella nos ilumina en nuestra vida cristiana. Entre velón y velón

dejaremos unos instantes de silencio para facilitar la oración personal, acompañados

con una música instrumental apropiada).

Velón 1: CREYENTE – María es una mujer creyente, fiel a Dios, capaz de ver más allá de

lo cotidiano y establecido. Una creyente que por su fe es capaz de arriesgarlo

todo. Donde todos hubiesen visto una locura, María vio un horizonte.

Mi fe ¿me ayuda a mirar mi vida con los ojos de Dios?

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Velón 2: VALIENTE – María es una mujer valiente. No se acobarda por los

acontecimientos de la vida, sino que se deja fortalecer por la Palabra de Dios.

Donde todos hubiesen visto una

trasgresión, ella se afianzó en la promesa

de Dios.

Mi fe ¿la alimento con la Palabra?

Velón 3: ELEGIDA – María es una mujer elegida por

Dios. Desde su sencillez, con una acogida

hecha al tiempo de ignorancia y valentía,

de confianza y entrega, fue capaz de

colaborar con Dios.

Mi fe, ¿la vivo como un don de Dios?

¿Elegido para qué?

Velón 4: ALEGRE – María es la mujer de la alegría.

En todos los momentos de su vida, testigo

de la Alegría, que nace de ser portadora

del amor y se convierte en referencia del

amor que todos estamos llamados a vivir.

Mi fe, ¿me lleva a ser testimonio alegre del

amor de Cristo?

Velón 5: CONFIADA – María es la mujer que confía

en todo momento. Donde tantos se

hubiesen estremecido ante la perspectiva

que se le presentaba y hubiesen exigido

más pruebas, más seguridades o más

garantías, ella exclamó: “Hágase”.

Mi fe, ¿me ayuda a vencer el inmovilismo que producen en mi las dudas o los

miedos?

Velón 6: ORANTE – María es la mujer que hace de su vida una oración. Una oración

confiada, suplicante, contemplativa y agradecida, que le lleva en todo

momento a poner su vida en Dios.

Mi fe, ¿me hace tomar conciencia de la oración en mi vida?

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Canto: Tú, mi pilar

Mantendré los oídos abiertos, los ojos atentos. Hoy te elijo, hoy te consagro para que estés siempre en mí.

Mi corazón estará siempre en ti. Mis ojos estarán siempre en ti.

TÚ, MI PILAR, SOTÉN DE MI VIDA, APOYO EN MIS DUDAS, LUZ DE MI CAMINO.

TÚ, MI PILAR, TRANSFORMA MI ALMA, TRAE PAZ, TRAÉME CALMA, ESPERO EN TI....

Lc 1, 39-56

En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como lo había prometido a nuestros padres— en favor de Abrahán y su descendencia por siempre». María se quedó con ella unos tres meses y volvió a su casa.

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Canon: Hágase (Grupo Ixcis)

http://ixcis.org/index.php/component/k2/item/68-confio-1997

Hágase en mí, Cuanto quieras, como quieras, donde quieras.

Aquí estoy para vivir tu Palabra.

Velón 7: SERVICIAL – María, mujer integra en la fe, firme en la esperanza y sincera en

la caridad, se convierte en modelo de servicio, en el testimonio del fruto de la

fe.

Mi fe, ¿se torna en servicio? ¿qué hago por servir a los demás?

Velón 8: BIENAVENTURADA – María es el espejo del Evangelio. Ella es la que vive el

espíritu de las bienaventuranzas. Y la que nos enseña a nosotros a vivir desde

la humildad y la sencillez nuestro seguimiento de Jesús.

Mi fe, ¿me ayuda a vivir con sencillez y humildad? Con sinceridad, ¿dónde

pongo mi esperanza?

Velón 9: HUMILDAD – María es la esperanza de los pequeños. De su pequeñez Dios

hizo cosas grandes. Donde la ley era la referencia y la condena, ella fue capaz

de cantar la grandeza de Dios que está con los más pequeños.

Mi fe, ¿me anima a estar cerca de los humildes, de los que sufren, de los que

son excluidos?

Velón 10: PORTADORA – María es portadora del amor y la esperanza. Ella nos enseña

a acoger el amor de Dios cada día, y a vivirlo en todos los momentos. Desde

la alegría, contagiándolo a todos, y desde el sufrimiento, viviendo con

esperanza la carga de la cruz.

Mi fe, ¿me hace ser portador de este amor, sobre todo para aquellos que más

necesitan de Él?

Velón 11: MISIONERA – María es la mujer en salida. Ella no entiende su vocación como

algo intimista, sino que le mueve a llegar a todos, a ser la madre de todos,

sin excepción.

Mi fe, ¿me mueve a ser discípulo misionero?

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Velón 12: MARÍA PARA TI – En este velón no vamos a ofrecer ninguna característica,

sino simplemente va a ser una invitación para que le digas a María quién es

ella para ti y en qué aspecto de tu vida necesitas que ella ponga un poco de

luz.

Gesto del velón 12. Tras haber realizado, en este momento, nuestra

oración, y saber qué aspecto en nuestra vida queremos que María ilumine,

nos levantamos y del velón 12 encenderemos una velita pequeña (de

quemador) y nos volveremos con ella encendida a nuestro sitio, mientras

escuchamos o cantamos la siguiente canción. Que este momento nos sirva

para una oración profunda. Tras el canto apagamos las velas.

Canto: Ave María y gesto de la luz (Autor: Verbum Panis)

https://www.youtube.com/watch?v=oylNSK8o9KA Ave María, ave Ave María, ave. Madre de la espera y mujer de la esperanza, ora pro nobis. Madre de sonrisa y mujer de los silencios, ora pro nobis. Madre de frontera y mujer apasionada, ora pro nobis. Madre del descanso y mujer de los caminos, ora pro nobis. Ave María, ave Ave María, ave. Madre del respiro y mujer de los desiertos, ora pro nobis. Madre del ocaso y mujer de los recuerdos, ora pro nobis. Madre del presente y mujer de los retornos, ora pro nobis. Madre del amor y mujer de la ternura, ora pro nobis. Ave María, ave Ave María, ave. (bis)

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De la carta encíclica Redemptoris Mater de Juan Pablo II

“Este fiat de María -“hágase en mí”- ha decidido, desde el punto de vista humano, la

realización del misterio divino. Se da una plena consonancia con las palabras del Hijo

que, según la Carta a los Hebreos, al venir al mundo dice al Padre: “Sacrificio y oblación

no quisiste: pero me has formado un cuerpo... He aquí que vengo... a hacer, oh Dios, tu

voluntad” (Hb 10, 5-7). El misterio de la Encarnación se ha realizado en el momento en

el cual María ha pronunciado su fiat: “hágase en mí según tu Palabra”, haciendo

posible, en cuanto concernía a ella, según el designio divino, el cumplimiento del deseo

de su Hijo”.

María ha pronunciado ese fiat por medio de la fe. Por medio de la fe se confió a Dios

sin reservas y “se consagró totalmente así misma, cual esclava del Señor, a la persona y

a la obra de su Hijo”. Y este Hijo - como enseñan los Padres - lo ha concebido en la

mente antes que en el seno: precisamente por medio de la fe (nº 13).

Peticiones libres

Padrenuestro

Oración final. Oración del Papa Francisco.

Virgen Santa e Inmaculada, a Ti, que eres el orgullo de nuestro pueblo y el amparo maternal de nuestra ciudad, nos acogemos con confianza y amor. Eres toda belleza, María. En Ti no hay mancha de pecado. Renueva en nosotros el deseo de ser santos: que en nuestras palabras resplandezca la verdad, que nuestras obras sean un canto a la caridad, que en nuestro cuerpo y en nuestro corazón brillen la pureza y la castidad, que en nuestra vida se refleje el esplendor del Evangelio. Eres toda belleza, María. En Ti se hizo carne la Palabra de Dios. Ayúdanos a estar siempre atentos a la voz del Señor: que no seamos sordos al grito de los pobres, que el sufrimiento de los enfermos y de los oprimidos no nos encuentre distraídos,

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que la soledad de los ancianos y la indefensión de los niños no nos dejen indiferentes, que amemos y respetemos siempre la vida humana. Eres toda belleza, María. En Ti vemos la alegría completa de la vida dichosa con Dios. Haz que nunca perdamos el rumbo en este mundo: que la luz de la fe ilumine nuestra vida, que la fuerza consoladora de la esperanza dirija nuestros pasos, que el ardor entusiasta del amor inflame nuestro corazón, que nuestros ojos estén fijos en el Señor, fuente de la verdadera alegría. Eres toda belleza, María. Escucha nuestra oración, atiende a nuestra súplica: que el amor misericordioso de Dios en Jesús nos seduzca, que la belleza divina nos salve, a nosotros, a nuestra ciudad y al mundo entero. Amén.

Canto final. María, Madre buena (Grupo Kairoi) 1. Tantas cosas en la vida nos ofrecen plenitud y no son más que mentiras que desgastan la inquietud. Tú has llenado mi existencia al quererme de verdad. Yo quisiera, Madre buena, amarte más. En silencio escuchabas la palabra de Jesús y la hacías pan de vida meditando en tu interior. La semilla que ha caído ya germina y está en flor. Con el corazón en fiesta cantaré AVE MARIA, AVE MARIA. AVE MARIA, AVE MARIA.