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MIAU Benito Pérez Galdós. Lucas Stratta, Carla Moreno y Rosor Miñano.

Miau Lucas Carla Y Rosor

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MIAU

Benito Pérez Galdós.

Lucas Stratta, Carla Moreno y Rosor Miñano.

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Mapa de Madrid

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Plaza del LimónA las cuatro de la tarde, la chiquillería de la escuela pública de la plazuela del Limón salióatropelladamente de clase, con algazara de mil demonios. Ningún himno a la libertad, entre losmuchos que se han compuesto enlas diferentes naciones, es tan hermoso como el queentonan los oprimidos de la enseñanza elemental al soltar el grilletede la disciplina escolar yecharse a la calle piando y saltando. La furia insana con que se lanzana los más arriesgados ejercicios de volatinería, los estropicios que suelen causar a algún pacífico transeúnte, el delirio de la autonomía individual quea veces acaba en porrazos, lágrimas y cardenales, parecen bosquejo de los triunfos revolucionarios que en edad menos dichosa han de celebrar los hombres.

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El CongresoEl Congreso (bien lo sabía él) era un sitio donde se hablaba. ¡Cuántas veces había oído a su abuelo y a su padre: «Hoy habló Fulano o Mengano, y dijeron esto, lo otro y lo de más allá.» ¿Y cómo sería la casa por dentro? Gran curiosidad. ¿Cómo sería?¿Dónde hablaban? Ello debía de ser una casa grandona como la iglesia,con la mar de bancos, donde se sentaban para charlar todos a un tiempo.¿Ya qué era tanta habladuría? Pues también entraban allí los ministros. ¿Y quiénes eran los ministros? Los qué gobernaban y daban los destinos.Igualmente recordó haber oído a su abuelo,en frecuentes ratos de mal humor, que lasCortes eran una farsa y que allí no se hacía más que perder el tiempo. Pero otras veces se entusiasmaba el buen viejo, elogiando un discurso de alboroto. Total, que Luisín no podía formar un juicio exacto, y su menteera toda confusión.

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Campo del MoroEra ya cerca de mediodía y Villaamil, que no se había desayunado, sintió hambre. Tiró hacia la plaza de San Marcial, y al llegar a los vertederos de la antigua huerta del Príncipe Pío, se detuvo a contemplar la hondonada del Campo del Moro y los términos distantes de la Casa de Campo. El día era espléndido, raso y bruñido; el cielo de azul, con un sol picón y alegre; de estos días precozmente veraniegos en que el calor importuna más por hallarse aún los árbolesdespojados de hoja. Empezaban a echarla los castaños de Indias y los chopos; apenas verdegueaban los plátanos; y las sóforas, gleditchas y demás leguminosas estaban completamente desnudas. En algunos ejemplares de] árbol del amor se veían las rosadasflorecillas, y los setos de aligustreostentaban ya sus lozanos renuevos rivalizando con losevonymus de perenne hoja.

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El Café

Estas ideas y otras semejantes las vertía Pantoja en el círculo del café adonde concurría, siendo objeto de punzantes burlaspor su estrechez de miras; pero él no se daba a partido. ¿Hablábase de Hacienda? Pues en el acto tremolaba Pantoja su banderín con este sencillo y convincentelema: «Mucha administración y poca o ninguna política.»

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Convento de Don

Juan de Alarcón

Al entrar en la calle de la Puebla, iba ya Cadalsito tan fatigado que, para recobrar lasfuerzas, se sentó en el escalón de una de las tres puertas con rejas que tiene en dicha calle elconvento de Don Juan de Alarcón.

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Puerta del Sol

Fuese el pollancón por la calle de Alcalá abajo, y Villaamil, después de cerciorarse de quenadie le seguía, tomó en dirección de la Puerta del Sol, y antes de llegar a ella entró en la quellamaba botica; es a saber, en la tienda de armas de fuego que hay en el número 3.

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Calle Quiñones

Al doblar la esquina de las Comendadoras de Santiago para ir a su casa, que estaba en la calle de Quiñones, frente a la Cárcel de Mujeres, uniósele uno de sus condiscípulos, muy cargadode libros, la pizarra a la espalda, el pantalón hecho una pura rodillera, el calzado con tragaluces, boina azul en la pelona, y el hocico muy parecido al de un ratón.

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Calle del Amor de dios

Ya eran cerca de las seis cuando Luis salió con el encargo, no sin volver a hacer escalabreve en el escritorio de los memorialistas. «Adiós, rico mío -le dijo Paca besándole-. Veprontito para que vuelvas a la hora de comer. (Leyendo el sobre). Pues digo... no es flojacaminata, de aquí a la calle del Amor de Dios. ¿Sabes bien el camino? ¿No te perderás?».

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Calle Ancha

Entretanto, Luisito y Canelo recorrían parte de la calle Ancha y entraban por la del Pezsiguiendo su itinerario.

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Calle del Pez

Entretanto, Luisito y Canelo recorrían parte de la calle Ancha y entraban por la del Pezsiguiendo su itinerario.

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Calle de las Huertas

Canelo, que ya estaba impaciente, se le unió en la puerta. Se pusieron ambos en camino, yen una pastelería de la calle de las Huertas, compró Luis dos bollos de a diez céntimos.

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Calle de la Puebla

Canelo, que ya estaba impaciente, se le unió en la puerta. Se pusieron ambos en camino, yen una pastelería de la calle de las Huertas, compró Luis dos bollos de a diez céntimos.

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Calle del Acuerdo

En esto entró otra visita. Era un amigo de Villaamil, que vivía en la calle del Acuerdo, un talGuillén, cojo por más señas, empleado en la Dirección de Contribuciones.

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Calle del Fùcar

En esto entró otra visita. Era un amigo de Villaamil, que vivía en la calle del Acuerdo, un tal Guillén, cojo por más señas, empleado en la Dirección de Contribuciones.

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Calle de los Reyes

Eran sus costumbres absolutamente distintas de las de sus víctimas. No frecuentaba elteatro, vivía con orden admirable, y su casa de la calle de los Reyes era lo que se dice una tacita de plata.

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Calle de Segovia

Abelarda creyó volverse loca en aquel mismo instante, soñando como único alivio a sudesatada pena salir de casa, correr hacia el viaducto de la calle de Segovia y tirarse por él.

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Calle de Floridablanca

La calle de Floridablanca estabainvadida de coches, que después de soltar en la puerta a sus dueños se iban situando en fila.

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Calle del Sordo

Junto a las puertas del edificio, por la calle del Sordo,había filas de personas formando cola, que los del Orden Público vigilaban, cuidando de queno se enroscase mucho.

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Calle de Alcalá

Fuese el pollancón por la calle de Alcalá abajo, y Villaamil, después de cerciorarse de que nadie le seguía, tomó en dirección de la Puerta del Sol, y antes de llegar a ella entró en la que llamaba botica; es a saber, en la tienda de armas de fuego que hay en el número 3.

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Calle de San Hermenegildo

Después de meterse por la solitaria calle de SanHermenegildo, volvió hacia la plazuela del Limón, rondó la manzana de las Comendadoras,aventurándose por fin a atravesar la calle de Quiñones y a observar los balcones de su casa,no sin cerciorarse antes de que no estaban en el portal Mendizábal y su mujer.

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Calle de Amaniel

Al doblar la esquina del callejón del Cristo para entrar en la calle de Amaniel, ¡pataplum!, cátate a Mendizábal hablando con unasmujeres.

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Bibliografía.

http://www.paginasamarillas.com