LA PARÁBOLA DE LA MONTAÑA

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Había una vez una Montaña firme y majestuosa... Era una Montaña solitaria y callada...

La Montaña estaba en la sombra y el silencio...

En su interior había mucha vida, pero una vida escondida que no emergía, que no se hacía visible...

En su interior había música y poesía que nadie podía escucharlas porque no salían a la superficie...

Entonces la Montaña pensó: tengo que salir de esta oscuridad y pidió a Dios que le enviara su Luz, una Luz de Ángeles, para que todos puedan ver a la Montaña...

Y llegó una Luz que dejó a la Montaña expuesta a su esplendor...

Y llegó una Luz, con ella salió la vida que estaba escondida y la Montaña se encontró poblada de árboles y arbustos, de pájaros y mariposas...

Una eclosión de vida múltiple y variada...

Y llegó una Luz cantarina y alegre que sacó la música y la poesía que habitaba en la Montaña...

Y el río que corría al pie de la Montaña se transformó en teclado y desde entonces nunca faltó vida y alegría...

La Montaña siguió firme y majestuosa, y la Luz brillante, cantarina, esplendorosa,

y los árboles quedaron plantados en la Montaña, tomando el alimento de su tierra mientras la Luz pinta sus hojas y madura sus frutos...

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