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Proyecto de patrimonialización de la memoria sonora de los afiladores de cuchillos platenses
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Facultad de Bellas Artes UNLP
Patrimonio
Prof. Titular- Conles, Liliana
Lo sonoro, una memoria viva
Proyecto de patrimonialización de la memoria sonora de los afiladores de cuchillos platenses
Álvarez, Lucía Leg. n° 64260/7
I. Introducción
El presente se propone salvaguardar la memoria sonora [1] producida por los afiladores de
cuchillos platenses, procurando relevar esta sonoridad, en función de perpetuar esta memoria
colectiva en y a través de la elaboración de un archivo sonoro, que encauce sus acciones en función
de preservar –a través de un soporte material durable- y socializar dicha memoria.
En este sentido, la tarea de resguardo de este patrimonio intangible, indefectiblemente
exige salvaguardar el saber-hacer que tal práctica entraña, en tanto esta nuclea a un conjunto de
individuos que se reconocen como tales en la reiteración, y por tanto en la transmisión
intergeneracional de estos saberes [2].
Una ciudad es un territorio de disputa, donde se debaten las identidades en conflicto. No es
posible definir una única “identidad” de la Ciudad de La Plata, y menos aún resulta posible definirla
exclusivamente a través de su vasta cultura material. Son las prácticas de los sujetos las producen
sentido, los objetos por sí mismos son inertes. Es en esta línea que, reconocemos en la memoria de
los afiladores de cuchillos un patrimonio vivo, que se perpetúa a través de las prácticas de estos
trabajadores, cuya impronta sonora subsiste en el imaginario de la comunidad platense.
II. Fundamentación
Es a raíz de la observación de la progresiva declinación que el oficio experimenta en la
ciudad de La Plata, y por extensión se añade la memoria sonora que este trae aparejada, que el
presente pretende promover, a través de una serie de acciones, la puesta en valor, resguardo y
difusión del oficio del afilador, su memoria sonora, así como de la propia experiencia de los
trabajadores –recurriendo en esta instancia al relato oral- en función de impedir que tanto las
prácticas concretas, tangibles, así como aquello que se nos presenta como una memoria intangible,
sean relegadas al lugar de un olvido irreversible -pues los afiladores constituyen los únicos
depositarios de este capital cultural-
Resulta por tanto inminente llevar a cabo estas acciones en la brevedad, en la medida en
que, debido al modo de transmisión oral de este patrimonio, nos encontramos frente a una
“memoria corta” (Canclini: 1993), cuya puesta en valor requiere activar canales institucionales que
tomen partido en su revalorización.
Traducir esta iniciativa en acciones concretas implicaría fundamentalmente: a) Convertir
estas prácticas transmitidas en la oralidad en la base de un saber objetivado (relativamente
independiente de los individuos) b) Socializar este saber-hacer a través de la realización de talleres
horizontales que introduzcan a la comunidad. En paralelo se propone a) Relevar la memoria sonora
de los afiladores b) Divulgar y poner a disposición de la comunidad lo relevado a través de la
elaboración co-participativa de un archivo sonoro c) Disponer el archivo para su consulta a través de
una plataforma web.
III. Metodología de análisis
Denominación del bien
En esta instancia, es preciso definir el objeto que el presente se propone patrimonializar en
función de la denominación que la UNESCO propone en relación al Patrimonio Intangible:
(…) los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas-junto con los
instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que le son inherentes- que las
comunidades, grupos y en algunos casos individuos reconozcan como parte integrante de
su patrimonio cultural. [Este patrimonio incluye…] tradiciones orales, artes performativas,
prácticas sociales, rituales, eventos festivos, conocimiento y prácticas relacionadas con la
naturaleza y el universo, o el conocimiento y habilidades para la producción de oficios
tradicionales (UNESCO: 2003)
Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (UNESCO,
2003) Artículo 2, numeral 1.
Es preciso, sin embargo tener en cuenta que
La discriminación entre patrimonio cultural material e inmaterial, responde más
bien a una necesidad de establecer modelos taxonómicos y operativos. Puestas en el
contexto socio-cultural, estas categorías se perciben como una continuidad de procesos
relacionadores, más parecidos a una red que a estancos separados[3]
Registrar la Identidad. El patrimonio cultural inmaterial en Chile. Estudio del proceso
institucional en el levantamiento de inventarios, catalogaciones y registros. Consejo Nacional de la
Cultura y de las Artes, Chile, 2009
El caso que nos convoca, constituye un oficio tradicional, encarnado en un saber-hacer o
savoirs faire, transmitido oralmente e identificado por el conjunto de la comunidad a través de la
sonoridad que le es paradigmática: la de la flauta dulce o “siringa”
En tanto que patrimonio vivo, esta memoria no permanece encapsulada en un soporte
material, y lo que es aún más, el afilador realiza su oficio de manera itinerante con su bicicleta, con
lo cual, en vano resulta circunscribir esta memoria en torno a un territorio fijo. Es precisamente este
carácter vivo el que impide o al menos dificulta la formulación de políticas capaces de inscribir este
patrimonio en la comunidad, sin disociarlo cual objeto de museo.
Si bien la memoria de los afiladores precisa de un soporte físico, que contemple la finitud de
las vidas humanas depositarias de estos saberes, es en y a través de los sujetos que esta asume su
vitalidad: hoy día los afiladores son los “soportes físicos” de esta memoria, pues en la actualidad de
sus prácticas, reside la posibilidad de este bien de perpetuarse en el tiempo.
En cuestión, “Volcar la mirada tradicional del patrimonio hacia el sujeto ha permitido la
construcción de nuevos enfoques donde se considera a los contenidos simbólicos como elementos
integradores del Patrimonio Cultural (…)”[4]
Es en este marco metodológico, que se torna legítimo hablar de una memoria práctica y
sonora de los afiladores, en tanto
El Patrimonio Inmaterial está ligado a la memoria y a la herencia en la medida en
que su vigencia y representatividad generan procesos identitarios y de pertenencia en la
comunidad. En este sentido, el Patrimonio Inmaterial está conformado por aquellas
manifestaciones y expresiones cuyos saberes, conocimientos, técnicas y prácticas han sido
transmitidas de generación en generación, tienen vigencia y son pertinentes para una
comunidad ya que han sido recreadas constantemente en función de los contextos sociales
y naturales, en un proceso vivo y dinámico que legitima la resignificación de los sentidos [5]
Asimismo, en la medida en que reconocemos al patrimonio de todo territorio como un
capital cultural, cuyas desigualdades, en su formación y apropiación, exigen estudiarlo como espacio
de lucha material y simbólica (Canclini: 1993), la memoria de los afiladores, se nos aparece
formando parte de la cultura popular invisibilizada por las instituciones y los dispositivos
hegemónicos [6]
Detectamos cómo tales condiciones –la desigualdad en el acceso a los medios que
posibiliten visibilizar su memoria- se profundizan en la medida en que, este como otros oficios
tradicionales, comienza a mermar como consecuencia de la mecanización de los procesos
productivos, hecho que reduce notablemente los costos, al tiempo que promueve un tipo de
consumo que disminuye al mínimo la vida útil de los objetos --fenómeno conocido como
obsolescencia programada--
Tal estado de cosas, es manifestación de una memoria que requiere ser resguardada y
difundida para no perecer. Por ello, insistimos en la aplicación de medidas sistemáticas en lo
inmediato, que procuren elaborar en acción co-participativa con los propios trabajadores y la
comunidad, estrategias de reactivación que promuevan la continuidad y actualidad del oficio, así
como la adjudicación de los recursos materiales pertinentes, que posibiliten conservar aquello que,
debido al carácter intangible de esta memoria, requiere de una materialidad subsidiaria.
En este contexto, adquiere vigencia la noción de salvaguardia, comprendida esta como
(…) un conjunto de acciones que permiten la continuidad de las manifestaciones del patrimonio
inmaterial, es decir, que éstas se mantengan vivas y sean practicadas por las generaciones sucesivas, en tanto
sigan siendo pertinentes para esa cultura. En este sentido, en la salvaguardia están involucrados además de los
hacedores y portadores de saberes y conocimientos, las comunidades, las instituciones gubernamentales y no
gubernamentales, la academia y la ciudadanía en general.[7]
Además, puesto que una de las acciones fundamentales a desarrollar por el presente
proyecto consiste en el registro de la memoria sonora, consideramos preciso reparar en los alcances
del término:
El concepto de Registro se ha tomado de las recomendaciones planteadas por unesCo en
2003, en el inciso 1 del artículo 12 de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio
Cultural Inmaterial. De lo anterior se desprende que el proceso de registro alude a alguna
forma de inventario, recuento o procedimientos de inscripción, realizado de tal forma que
los datos contenidos en él se puedan renovar permanentemente y apoyen la toma de
decisiones en materia de políticas de Estado. Por su parte, estas inscripciones se validan
en la medida que las comunidades y la ciudadanía en su conjunto resuelva, de modo
participativo, las instancias y manifestaciones culturales dignas de reconocimiento y
valoración patrimonial y su correspondiente indexación
Registrar la Identidad. El Patrimonio Cultural Inmaterial en Chile. Estudio del proceso institucional en
el levantamiento de inventarios, catalogaciones y registros. Consejo nacional de la Cultura y las
artes (2009)
IV. Diagnóstico
IV. I Antecedentes y marco histórico del oficio del afilador y su memoria sonora
A partir del relevamiento de material bibliográfico, podemos arriesgar que el origen de los
afiladores, otrora también paragüeros, se remonta a la provincia española de Orense, también
denominada “Terra da chispa” en alusión inmediata al afilador y la chispa que desprende su rueda
de afilado. Según un artículo extraído de la Hemeroteca digital del diario madrileño ABC, del 2 de
febrero de 1960:
“Los primeros afiladores que conoció el mundo salieron de Castro Caldelas y de Nogueira de
Ramuín, en la provincia de Orense (…) Después el gremio prosperó, y a estos dos Ayuntamientos se le
fueron agregando otros cercanos como Esgos, Maceda, Trives, Paderne, Pereiro de Aguilar y Parada
del Sil, que hoy forman la comarca denominada “Chaira” (tierra de ambulantes), así bautizada por los
propios afiladores” (Fernández Ferreiro: 1960)
Según testimonian una serie de fuentes consultadas, la adopción del oficio por parte de los
campesinos ourensanos habría respondido a circunstancias concretas, esto es, lo insuficiente de las
cosechas como base de su subsistencia. Si bien no disponemos de fuentes que den cuenta con
precisión del momento en que surgen estas prácticas, es posible remitir a una posible periodización,
a través de las producciones visuales que dan cuenta de la actividad hacia mediados del siglo XVI y
fines del XVIII[8]
Como tal, el oficio se desarrolló de manera itinerante, en principio a pie, empujando el
afilador la “tarazana” –rueda de gran tamaño rodeada de un armazón de madera y una correa-.
Posteriormente la bicicleta se incorporó como medio de locomoción, siendo modificada de
modo que en su parte trasera llevase montada el esmeril mecánico con una piedra de afilar, para
luego ser sustituida -en Europa- por la motocicleta. La transmisión del oficio, de una generación a
otra, también constituyó uno de sus caracteres, que actualmente tanto las fuentes como los
testimonios directos advierten como un aspecto en decadencia.
Similar transformación experimenta el instrumento utilizado por los afiladores para producir
la sonoridad que les es característica. La flauta de pan, también denominada “chifre” o “siringa”, es
un instrumento aerófono que consiste en una tabla de madera tallada en forma de caballo, a la cual
se le practican agujeros del mismo diámetro pero de distinta longitud.
La afinación del instrumento depende de la longitud de los agujeros, cuanto más profundos
son, más grave es la nota que producen. Por lo general suele tener diez notas que tocadas
consecutivamente forman una escala mayor. Actualmente este instrumento tiende a ser
reemplazado por una flauta de plástico que se consigue en las casas de cotillón. También se trata de
una sucesión de tubos pero en este caso, tienen un canal de insuflación lo que lo hace mucho más
fácil de tocar.
La llegada de los afiladores al Río de La Plata se habría producido –tampoco contamos con
información precisa al respecto-[9] entre fines del siglo XIX y principios del XX, de la mano de las
corrientes inmigratorias. Dilucidamos la presencia de estos trabajadores en la ciudad de La Plata a
partir de un testimonio de “Historia oral de la calle 16” relevado en el marco del Proyecto de
extensión universitaria (1999-2000): Patrimonio urbano: de la percepción sensible a la protección
legal:
“Existía por otro lado, el comercio ambulante, que circulaba a pie o en bicicleta durante la
mañana y establecía otro grado de relación con el habitante de la cuadra: el “diarero” tenía
una aparición todos los días, el “afilador” con su característico sonido una vez por semana
[…]”
Un sondeo inicial, sobre la base del relevo de información sobre los afiladores y la
salvaguarda de su memoria sonora, arrojó que actualmente sólo existe una entidad –la Asociación
de Equidad Cultural- destinada a conservar y difundir este acervo.
Se trata de las grabaciones realizadas en España (1952-53) por Alan Lomax, etnomusicólogo,
en colaboración con la BBC, que registran a los afiladores de distintas localidades ejecutando sus
instrumentos. Este proyecto cristaliza en la elaboración de unas postales sonoras, disponibles para
su consulta en el sitio web [10]. Por ende, nos referimos al único archivo que actualmente cuenta
entre su colección, con registros de esta memoria sonora.
Captura de pantalla de la página web del Instituto de Equidad Cultural
Tales políticas no adquieren continuidad en territorio nacional. La ciudad de la Plata no
reconoce a este oficio como parte inherente de su patrimonio cultural material e intangible. En el
caso de la provincia de Orense, la promoción de este patrimonio descansó durante mucho tiempo en
iniciativas individuales – La “Casa das rodas” del artista Florencio de Arboiro, cuenta con una
colección de más de doscientas ruedas de afilar, pertenecientes a distintas épocas y tipologías- que
de Arboiro pone a disposición del visitante en su propia casa-museo.
En lo que refiere a la conmemoración de los afiladores, advertimos que
“[…] la primera iniciativa para homenajearlos no partió de las instituciones
públicas, sino de RENFE que en 1975 encarga al escultor Antonio Faílde sendas obras para
colocar en los jardincillos de la recién inaugurada estación de San Francisco. Hoy están a
punto de desaparecer, víctimas del abandono y del vandalismo urbano. Se trata de dos
grupos en piedra y de pequeño tamaño, pues no llegan a los dos metros de altura. Uno de
ellos, el afilador, es observado mientras trabaja, por la atenta mirada de dos chiquillos […]
En 1971 el ayuntamiento de Nogueira de Ramuín (Orense) inaugura su propio
monumento al afilador, que había llevado su nombre por los caminos. La obra se encarga a
Buciños, quién en esas fechas estaba iniciando su andadura en la escultura pública. […] El
artista coloca sobre un gran bloque cúbico de granito la figura del afilador trabajando,
encorvado sobre su rueda. No falta en su vestimenta la amplia camisola y la boina que
llegaron a convertirse en signos de identificación […]
Pocos años después un grupo de ourensanos residentes en Santiago promueven
en esta ciudad otro homenaje al afilador, contando con la ayuda económica de los
ayuntamientos de ambas capitales. El encargo lo realiza el escultor orensano Xosé Cid, que
se inspira en el tipo tradicional del afilador trabajando sobre la rueda.” [11]
Tales conmemoraciones se implementan desde una mirada tradicional del patrimonio, que
insiste en perpetuarlo a través de una materialidad monumental que, según sostenemos,
frecuentemente tiende a obturar una memoria, eternizada en un monumento que restringe su
posibilidad de reactualizarse, re-valorizarse bajo contextos en transformación.
Reconocemos a estas primeras iniciativas como acciones que dan cuenta del reconocimiento
por parte de la comunidad local del valor intrínseco del oficio del afilador, y la importancia por
conservar su memoria. Sin embargo, desde el marco teórico que proponemos operativizar, surge el
que estas prácticas, en su afán por “inmortalizar” la figura del afilador, descartan su vigencia como
trabajador, como portador de una memoria única e irrepetible, que hoy más que nunca precisa de
otros canales, otros soportes que se presten a su salvaguarda.
Iniciativas institucionales se gestaron recientemente: a fines del 2014, se celebró el
Congreso de Patrimonio Etnográfico, “un encuentro que, en su quinta edición, reflexiona acerca de
un oficio tradicionalmente vinculado a la provincia de Ourense como el del afilador, algo que
ninguna iniciativa de estas características había hecho hasta la fecha”. Según testimonia un artículo
del diario La Región:
“Organizadores y conferenciantes compartieron una postura, la importancia que
para la provincia de Ourense tiene la puesta en marcha de un espacio de musealización de
uno de sus patrimonios más asentados, pero desconocidos a la vez, de su tradición
histórica, que gracias a esta cita ha dado un importante paso en su investigación
académica” [12]
Si bien esta incipiente iniciativa por preservar el oficio, reconoce la necesidad “de poner en
marcha un espacio de musealización” que aglutine la memoria material de estos trabajadores, en
ninguna instancia se menciona la posibilidad de perpetuar este patrimonio vivo a través de la
actualidad de las prácticas de sus trabajadores. Es precisamente esta actualidad, la que el presente
proyecto de patrimonialización pretende promover, para no subordinar la puesta en valor a una
mera recopilación de objetos.
El diagnóstico aquí elaborado se sustenta en los testimonios que el presente proyecto relevó en el
transcurso de su realización, tarea que supuso cierto grado de dificultad en la medida en que estos
trabajadores realizan sus prácticas de manera itinerante. No se dispone de registros sonoros de
estas entrevistas dado que las mismas se realizaron en el marco de encuentros fortuitos con los
afiladores en las calles de la ciudad.
La primera de ellas se realiza en febrero de 2014, en calle 49 e/ 28 y 29, ocasión en la que el afilador
entrevistado es interpelado, preguntándole por el origen de su oficio, a lo que responde haber
heredado la técnica de su padre. Por otra parte se le pregunta por el origen de su familia, la que
efectivamente nos confirma proviene de Ourense. Finalmente se indaga en la existencia de alguna
entidad que aglutine a los trabajadores, a lo que responde haber conocido ciertos modos de
agrupación, actualmente inexistentes, dada la merma del oficio.
Por otra parte se realiza una segunda entrevista en enero de 2015 en la esquina de calle 51 y 29.
Según las declaraciones del entrevistado, ciudadano de Quilmes, habría adoptado la actividad en los
´90, a raíz de la pérdida de su empleo, siendo un amigo quien lo introduce y forma en el oficio que
realiza hasta el día de hoy de manera itinerante.
En marzo de 2015 se intenta dialogar con un afilador localizado en las inmediaciones de Plaza Rocha,
pero sólo se logra dilucidar su origen (Quilmes), pues este manifiesta estar apurado por el horario de
salida del tren, de modo que no se logra relevar su testimonio.
Finalmente se realiza una última entrevista en julio de 2015, en calle 20 y 59, durante la cual se logra
registrar la sonoridad de la “siringa” del afilador entrevistado. Este caso particular es sumamente
significativo, en la medida en que el afilador manifiesta que su itinerario abarca el país en su
conjunto, pues tal modalidad habilita mayor rédito económico, especialmente en el sur, donde
sostiene, aún la actividad es redituable. Por otra parte, el entrevistado advierte que el deterioro del
oficio se debe, en parte, al carácter ambulante de la actividad que, dadas las actuales condiciones
socio-económicas, genera cierta desconfianza entre los vecinos, quienes según manifiesta “no le
abren la puerta a cualquiera, a menos que otro de los vecinos diga reconocer al afilador”.
IV. II. ANÁLISIS FODA
Fortalezas
-La actividad del afilador constituye una fuente de trabajo.
-Los oficios tradicionales son instancias significativas en la elaboración de la memoria e historia del
territorio rioplatense.
Oportunidades
-Implementar estrategias de reactivación del oficio que involucren a los trabajadores como
depositarios y divulgadores de su actividad.
-De esto último se desprende la posibilidad de afianzar nuevos lazos de solidaridad entre los
trabajadores
-Fomentar el ingreso de la memoria sonora dentro de instancias institucionales de gestión que
aseguren su registro y resguardo.
-Promover la participación de la comunidad en el proceso de registro de la memoria sonora.
Debilidades
-Ruptura de los lazos asociativos entre los trabajadores
-Inexistencia de registros de su memoria sonora en el territorio rioplatense.
-Dificultad para localizar geográficamente a los trabajadores.
-Condiciones de trabajo precarizado.
Amenazas
-Desaparición inminente de los afiladores actualmente en actividad dada su longevidad, en tanto
únicos depositarios de los saberes relativos al oficio.
-De lo último se desprende la desaparición de la memoria sonora que el oficio trae aparejada.
V. Objetivos
Sobre la base del análisis FODA, el presente determina que la salvaguarda, tanto del oficio como de
la memoria sonora de los afiladores requiere en principio, afianzar y divulgar este saber hacer a
través de la gestión institucional, identificando como posibles entidades al Centro de Formación
Profesional N° 402 y el Centro de Formación Profesional n° 401, que funcionan en Ensenada y La
Plata respectivamente, dictando cursos de oficios que cuentan con el aval del Ministerio de
Educación. En esta línea, se propone registrar, conservar y divulgar la memoria sonora de los
afiladores a través de la elaboración de una plataforma web que, conformando un Archivo Sonoro,
procure resguardar los registros de esta sonoridad en peligro de extinción.
V.I. Objetivos generales
-Declarar Patrimonio Cultural Inmaterial de la provincia de Buenos Aires el oficio del afilador, así
como la memoria sonora que este trae aparejada.
-Reconocer la actividad de sus trabajadores en tanto significativa para la comunidad platense en
particular, y rioplatense en general.
-Promover la reactivación de los oficios tradicionales como fuentes de trabajo legítimas.
-Relevar la memoria sonora elaborada por los afiladores.
V. II. Objetivos específicos.
-Garantizar la continuidad y actualidad del oficio del afilador en la región.
-Agenciar los saberes reunidos por los afiladores de modo de encauzarlos como una fuente de
trabajo legítima en la región.
-Desarrollar estrategias de visibilización del oficio.
-Gestionar el relevamiento de la memoria sonora en acción colaborativa con la comunidad.
-Elaborar instancias de difusión que socialicen esta memoria sonora.
VI. Metas
Este proyecto se propone patrimonializar la memoria sonora de los afiladores, y comprende que
para ello resulta ineludible la instancia de reconocimiento y puesta en valor del oficio propiamente
dicho. En este sentido, pretende poner en funcionamiento un plan estratégico donde ambas
instancias procuren ser contempladas, pues en definitiva ambas sostienen entre sí una relación
estrecha e indisociable. Es decir que, la patrimonialización de la memoria sonora de los afiladores es
inalienable de la patrimonialización del oficio del afilador y su saber hacer.
Dentro de las metas trazadas se espera afianzar y estrechar lazos entre los trabajadores y la
comunidad, procurando que esta reconozca el valor significativo de este saber hacer, así como la
significatividad de esta memoria sonora, que permanece tal vez como la coordenada más
paradigmática en el reconocimiento de estos trabajadores por parte de la comunidad platense.
En este sentido, se considera fundamental la intervención de instancias institucionales que
mediaticen este diálogo, sin por ello solapar a quienes se constituirán como los efectivos
transmisores de sus saberes, con ello me refiero a los afiladores.
VII. Modelo de Gestión.
VII. I. Actividades previstas
En función de los objetivos trazados, este proyecto propone implementar una serie de acciones
consecuentes con las líneas que articulan al presente, de modo de investir a estas proposiciones
potenciales de real contenido, plausible de ser llevado a cabo en secuencias temporales
establecidas.
Así, una primera actividad consistirá en incentivar la efectiva reactivación del oficio dentro de la
región, mediante el dictado de talleres horizontales gestionados por los propios afiladores (quienes
asumirán la labor docente, reconociendo así sus saberes). Estas actividades educativas reconocerán
como marco institucional a los Centros de Formación Profesional n° 401 y n° 402, ubicados en calle
56 N° 970 e/ 14 y 15 (La Plata) y Camino Rivadavia e/ 127 y 128 (Ensenada) respectivamente. Ambas
instituciones pertenecen a la jurisdicción educativa provincial. En cuanto a los títulos que otorgan,
estos cuentan con el aval del Ministerio de Educación de la Nación.
Se prevé que estas actividades cuenten con una carga horaria de cuatro (4) horas semanales, y una
duración total de tres (3) meses.
En esta línea de visibilización y reactivación se inscribe la instancia de registro sonoro, la cual espera
dirigir y potenciar el interés de la comunidad por el oficio, en un proyecto donde los interesados
participen activamente de la tarea de registro de la sonoridad de los afiladores mediante los
recursos materiales que tengan a disposición (se prevé socializar entre los interesados algunos
criterios mínimos de sonido y dispositivos de registro).
En este sentido, y dado que resulta inminente resguardar esta memoria con acciones
implementadas a la brevedad, se descarta que estas acciones de registro se depositen
exclusivamente en manos de personal “calificado”, pues se considera que las competencias
necesarias pueden ser internalizadas a través de Jornadas, que otorguen a los interesados nociones
fundamentales para las acciones de relevamiento de este bien inmaterial.
Parte de los elementos que se pondrán a disposición de los interesados comprende la siguiente ficha
de relevamiento, en las cuales quedará asentado quién realizó el registro, a través de qué
dispositivo, y sus observaciones en torno al relevamiento. A continuación se presenta el modelo de
ficha a difundir entre los colaboradores.
Para ello, se realizará una convocatoria abierta que espera contar con el aval institucional de la
Facultad de Bellas Artes, así como del Museo de Instrumentos Musicales Dr. Emilio Azzarini. Esta
modalidad de registro colectivo pretende resolver lo que en el transcurso del presente desarrollo se
identificó como una debilidad, esto es, la dificultad de emprender individualmente el relevamiento
de la memoria sonora, en tanto las instancias de encuentro con estos transeúntes son
verdaderamente azarosas. La realización de esta actividad se consigna en la grilla temporal con una
duración aproximada de un (1) año y seis (6) meses.
Es a partir del muestreo resultante de este primer registro colectivo, que se habrá de elaborar una
página web que reúna y visualice estas sonoridades, en vistas de la conformación de un Archivo
Sonoro, cuyo repertorio vivo se incremente a medida que nuevos interesados-usuarios realicen la
carga de sus registros. En este sentido, se caracteriza a este Archivo Sonoro como una entidad
abierta, cuyos márgenes son redefinidos cada vez que una nueva sonoridad ingresa como parte de
una labor y un interés colaborativos. No se estima una duración aproximada de esta actividad, en
tanto la posibilidad de reactualización constante del Archivo solapa cualquier restricción temporal.
Vista de posible diseño preliminar de la página web
VII. II. Presupuesto
Para la gestión de los talleres en los Centros de Formación Profesional, se prevé que estos se
sustenten a partir de la asignación de presupuesto por parte del Ministerio de Educación de la
Nación. Esta instancia contempla el financiamiento de los materiales, así como la remuneración de
los afiladores quienes desempeñarán tareas docentes.
En lo que respecta a las actividades de registro colectivo, de manera similar, estas no contemplan
una inversión significativa, pues su desarrollo estriba en la voluntad de quienes deseen participar de
esta tarea. De ser posible, la convocatoria podría poner a disposición de los interesados algunos
dispositivos de registro. En este sentido se solicitaría apoyo a la Facultad de Bellas Artes, más
precisamente al depto. de Música de la institución.
Finalmente, las actividades de acopio y divulgación del registro obtenido supondrían la
disponibilidad de especialistas en conservación en archivo sonoro, así como personal con
competencias en el desarrollo de interfaces, para la realización de la plataforma web. En este
sentido, se elevará una solicitud, mediante la presentación formal del proyecto a la Secretaría de
Arte y Cultura para el pedido de los fondos necesarios.
VIII. Beneficiarios
VIII. I. Directos
Los beneficiarios directos de estas iniciativas serán, naturalmente, los afiladores, quienes a través de
la realización de estos talleres, podrán convertir estas prácticas, históricamente transmitidas en la
oralidad, en la base de un saber objetivado, que se socializa en el marco de una comunidad que
reconoce el valor que este entraña. Además de percibir un beneficio económico (dado el rédito por
el dictado de los talleres) aflora su reconocimiento como trabajadores de una actividad invaluable
para la historia del territorio, y de allí el que sus prácticas pervivan como memoria viva de este oficio
tradicional.
VIII. II. Indirectos
Por su parte se comprende como beneficiarios indirectos a todos aquellos miembros de la
comunidad que, como consecuencia de estas actividades educativas, accedan a un fuente de
trabajo, reconocida, valorada, y por supuesto remunerada. Asimismo, se advierte a la comunidad
íntegra como pasible de beneficiarse a través de estas políticas, pues en sus prácticas, en su
intervención colaborativa con estas actividades se prevé reforzar los lazos de solidaridad que en
definitiva potencian la sostenibilidad de proyectos tales como este.
IX. Consideraciones Finales
Fomentar la elaboración de una memoria viva es siempre una tarea que exige de las prácticas
conjuntas de los sujetos, quienes en definitiva se constituyen como los portadores de esta
elaboración. La decisión por parte de este proyecto de impulsar la patrimonialización de la memoria
sonora de los afiladores se remite, en principio, a la posibilidad de fomentar la actualidad de un
oficio a través de lo que, creemos, constituye su carácter quizá más significativo o bien reconocible
por el conjunto de la comunidad: esto es la sonoridad que recorre las calles, cada vez que el afilador
transita por allí, la cual entraña una serie de subjetividades en torno a lo que, consideramos,
constituye el paisaje sonoro de nuestra ciudad, y que sin duda guarda estrecha relación con los
recuerdos que se emparentan a esta memoria sonora.
En este sentido, la elaboración de un Archivo Sonoro cobra contundencia, pues desde aquellas
afecciones y subjetividades asociadas a la sonoridad se pretende construir lazos comunitarios, que
no sólo afiancen al afilador como oficio tradicional, sino a la comunidad íntegra, como aquella que
gestiona y produce sus propias memorias.
[1] Adherimos a lo expresado por Lutowicz en relación a la memoria sonora:
“Por memoria sonora entendemos la construcción a la que cada uno recurre para significar los
sonidos que percibe, excediendo el hecho físico y otorgándole un valor semántico en función de la
experiencia sociocultural personal”
[2] Es preciso señalar cómo desde distintas fuentes consultadas se le adjudica a los individuos que
originariamente se nuclearon en torno al oficio –que habría surgido en la provincia española de
Orense- la sistematización y puesta en práctica de un lenguaje propio, denominado “barallete”, lo
que advertimos relevante en la medida en que otorgó, el menos en sus inicios, identidad a los
trabajadores del oficio.
[3] Instructivo para fichas de registro e inventario. Patrimonio Cultural Inmaterial. Convenio de
Cooperación Interinstitucional entre el Municipio del Distrito Metropolitano de Quito y el Instituto
Nacional de Patrimonio Cultural. Pp. 21
[4] Ibídem.
[5] Ibídem.[6] Aludimos concretamente al museo, como una entidad que construye, desde una cultura
institucional cargada de supuestos y prescripciones, una noción x de patrimonio; de allí el que ciertas
prácticas y objetos ingresen dentro de estos parámetros, siendo por tanto considerados
“significativos”. Sin embargo, restaría preguntarnos por la legalidad de estos criterios, y a
qué/quiénes excluyen cada vez que una institución los vuelve operativos. En relación a la memoria
de los afiladores, El Museo de Instrumentos Musicales Dr. Emilio Azzarini, si bien posee una vasta
colección de instrumentos abarcativa de los cinco continentes, no cuenta con la flauta de pan,
instrumento de viento utilizado por los afiladores en su itinerario, lo cual advertimos como una
falencia institucional, en tanto, este patrimonio material forma parte significativa de la memoria e
identidad local.
[7] Ibídem.[8] El amolador (hacia 1640), óleo sobre lienzo, (118 x 158 cm), atribuido a Antonio de Puga. Museo
del Hermitage, San Petersburgo y El afilador, óleo sobre lienzo de 68 × 50 cm, pintado por Goya
hacia 1790. Museo de Bellas Artes de Budapest.
[9] Disponemos de una fuente fotográfica que da cuenta de la presencia de los afiladores en el Río de la Plata, más precisamente en Buenos Aires en el año 1870.[10] http://research.culturalequity.org/home-audio.jsp
[11] Gallego Esperanza, M Lo folclórico y lo sentimental en la escultura pública gallega pp. 9
[12] Llano, J (2014) “Los expertos apuestas por revalorizar al afilador” En: diario La Región, 2014.
Disponible para su consulta online: http://www.laregion.es/articulo/ourense/expertos-apuestan-
revalorizar-afilador/20141014073551497704.html
Bibliografía Consultada
-Conles, L. Ficha de Cátedra Nº 1.
-Conles, L. Ficha de Cátedra Nº 2.
-Conles, L. Ficha de Cátedra Nº 3.
- GARCÍA CANCLINI, N. “Los usos sociales del patrimonio cultural”, en AGUILAR, CRIADO, Encarnación, Patrimonio Etnológico. Nuevas perspectivas de estudio, Consejería de Cultura, Junta de Andalucía, 1999
- Lutowicz, A. (2012) “Memoria sonora: una herramienta para la construcción del relato de la experiencia concentracionaria en Argentina” En: Revista Sociedad y Equidad n° 4. Universidad de Chile.
Consultas a sitios web
-http://www.laregion.es/articulo/ourense/expertos-apuestan-revalorizar-afilador/20141014073551497704.html
-http://research.culturalequity.org/home-audio.jsp
UNESCO
http://www.unesco.org/new/es
ICOMOS
http://www.icomosargentina.com.ar/
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