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7/24/2019 La Crisis de La Sociologia Occidental Word
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Alvin
W. Gouldner
La crisis de la sociologa occidental
Ilustracin 1
Primera parte. Sociologa: contradicciones
e infraestructuraI
ntroduccin: Hacia una crtica de la sociologa
La crisis de la sociologa occidental_____________________________________1
Primera parte. Sociologa: contradicciones e infraestructura_________1
-1___________________________________________________________________________1
Introduccin: Hacia una crtica de la sociologa________________________4
2. Sociologa su!sociologa___________________________________________2"
#. $ultura utilitaria sociologa________________________________________%&
4. 'u( sucedi en la sociologa: un modelo )istrico de desarrolloestructural______________________________________________________________114
Segunda parte. *l mundo de +alcott Parsons________________________21,
". *l completamiento del mundo: Parsons como analista de sistemas__________________________________________________________________________24&
%. *l moralismo de +alcott Parsons: religin deocin !/s0ueda deorden en el funcionalismo_____________________________________________#,4
&. *l poder la ri0uea seg/n Parsons_______________________________#1
+ercera parte. La crisis de la sociologa occidental__________________414
3. La crisis de la sociologa occidental 15____________________________414
1,. La crisis de la sociologa occidental II5 La entropa delfuncionalismo el surgimiento de nueas teoras__________________41
11.6e Platn a Parsons: infraestructura de la teora socialconseadora____________________________________________________________43"
12. 7puntes so!re la crisis del mar8ismo el surgimiento de lasociologa acad(mica en la 9nin Soi(tica__________________________#"
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1#. La ida de un socilogo: )acia una sociologa ree8ia_________%
Amorrortu /edito res
Prlogo
Los tericos sociales de la actualidad trabajan dentro de una matriz
social que se derrumba, con centros urbanos paralizados y universida
des arrasadas. Algunos podrn taparse los o!dos con algodn, pero eso
no impedir que sus cuerpos sientan las ondas del impacto. "o es
e#agerado a$rmar que %oy teorizamos entre el estruendo de las ar mas
de &uego. 'l viejo orden tiene clavadas en su piel las picas de cien
rebeliones.
(na de las canciones populares por la )poca en que preparaba esta obra
era Lig%t *y Pire +'nciende mi &uego. 's un %ec%o caracte r!stico de
nuestro tiempo que esta cancin, que constituye una oda a la
con-agracin urbana, %aya sido convertida en aviso publicitario por un
&abricante de automviles de etroit, la misma ciudad cuyo incendio y
saqueo celebra. "os preguntamos 0's solo un ejemplo de 1tolerancia
represiva2, o se trata, simplemente, de que no entienden su real
signi$cado3 'ste conte#to de contradicciones y con-ictos so ciales es la
matriz %istrica de lo que %e llamado 1La crisis de la sociolog!a
occidental2. 4 lo que aqu! %abr) de e#aminar es el re-ejo de estos
con-ictos en el lenguaje de la teor!a social.
'l presente libro &orma parte de un plan de trabajo ms vasto cuyo pri
mer producto &ue 'nter Plato y cuyo objetivo es contribuir a elaborar una
sociolog!a %istricamente estructurada de la teor!a social. 'l plan
contempla tambi)n una serie de estudios sobre 1Los or!genes sociales
de la teor!a social de 5ccidente2, y a%ora me encuentro trabajando en
otros dos vol6menes del mismo. (no de ellos e#amina la relacin del
movimiento romntico del siglo 787 con la teor!a social9 el otro es un
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estudio en el que espero anudar los diversos %ilos anal!ticos y pre sentar
una teor!a sociolgica ms sistemtica y general acerca de las teor!as
sociales.
Al igual que otros autores, debo muc%o a muc%as personas. 'stoy particularmente agradecido :a ennis Wrong por sus abundantes cr!ticas,
sensibles y sensatas a la par, de todo el trabajo. ;ambi)n estoy en deuda
con burn, Wol& ?eydebrand,
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Jomo ya seKal), este estudio &orma parte de una serie ms vasta, en la
que %e estado trabajando y para la cual me vengo preparando desde
%ace veinte aKos. Por ello, me %e cre!do autorizado a tomar elementos
de algunas de mis publicaciones anteriores y a utilizarlos aqu! cuando
me pareci conveniente. ado que el presente estudio &ue concebido
como una obra de s!ntesis, no me %e sentido en la obligacin de inun
darlo con un mar de notas al pie. @i la esencia y la lgica de lo que aqu!
digo no resultan convincentes, tampoco lo sern los convenciona lismos
acad)micos. "o abusar) de la inteligencia del lector con las %abituales
declaraciones de rutina acerca de qui)n es, en de$nitiva, el responsable
de los de&ectos que este trabajo presenta.
Alvin W. Gouldner
@t. Louis, *issouri
'nero de EBM
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@olo e#poni)ndonos a correr riesgos podemos divorciar la cr!tica y la
trans&ormacin de la sociedad de la cr!tica y la trans&ormacin de las
teor!as acerca de la sociedad. @in embargo, el abismo entre teor!a y
prHtica, tan com6n en la %istoria de los movimientos radicales norte
americanos, se estN ampliando en ciertos sectores. Algunos de los ra
dicales norteamericanos ms combativos, en la 1nueva izquierda2 o en
el movimiento negro de liberacin, %an evitado, al menos por el mo
mento, toda preocupacin seria por la teor!a social.
@in duda, este descuido de la teor!a reconoce diversos or!genes. 'n
cierta medida, obedece al %ec%o de que estos movimientos sociales son
a6n nuevos y la actividad pol!tica consume sus energ!as y recursos,
necesariamente limitados9 en resumen, los nuevos radicalismos necesi
tarn tiempo para producir sus nuevas teor!as. Aunque el descuido de la
teor!a nc es peculiar de los norteamericanos, una de sus causas es
tambi)n el %ec%o de que los radicales de este pa!s suelen ser ms
norteamericanos que lo que suponen y tienden a pre&erir los resul tados
tangibles de la pol!tica pragmtica a los productos intangibles de la
teor!a. ;ambi)n es probable que su descuido de los problemas tericos
derive, en parte, de los estrec%os lazos que unen a algunos jvenes
radicales con el contingente %ippie de su generacin, cuyas maneras
ms e#presivas y est)ticas de rec%azar la cultura norteame ricana lospredisponen a eludir lo que ellos consideran est)riles 1dis putas2 de la
con&rontacin intele '#iste, asimismo, una minor!a vocinglera que, como
alguien %a dic%o, se siente personalmente e#clui da cuando oye apelar a
la razn.
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La sociolog!a corno cultura popular
?ay, sin embargo, o cras &uentes importantes de la apat!a terica que
prevalece entre la actual juventud radical norteamericana, y que, junto
con otros &actores, la distingue de sus similares de la d)cada de EBOM.(na de esas &uentes bien puede ser el surgimiento, entre EBM y EBFM,
de la sociolog!a como parte de la cultura popular. La sociolog!a lleg por
entonces Den lo institucional, si no en lo intelectualD a la ma yor!a de
edad. @e convirti en un sector viable del panorama acad) mico cientos
de miles de estudiantes universitarios norteamericanos siguieron cursos
de sociolog!a, y se escribieron, literalmente, miles de libros sobre la
materia. Al mismo tiempo, la incipiente industria de libros en r6stica
puso tales obras al alcance de todos, como literatura
EO
de masas. @e los, vend!a en drugstores, estaciones de &errocarril, aer
dromos, %oteles y almacenes. La creciente prosperidad de la clase me
dia, a su vez, &acilit que ios estudiantes los compraran aunque no los
necesitaran como libros de te#to.
'ste acceso de las masas a la sociolog!a +y a las otras ciencias socia les,
convertida en elemento de la cultura cotidiana, %a tenido un e&ecto
paradjico sobre las actitudes adoptadas por algunos jvenes &rente a la
teor!a social y a los problemas sociales. Por un lado, el %ec%o de que en
las librer!as apareciesen mezclados los libros de ciencias so ciales con
otras e#presiones de literatura popular %izo que aquellas &ueran
identi$cadas, por asocicin, como un componente de la cul tura global
que los radicales rec%azaban. As!, ciertos jvenes radicales llegaron adescon$ar de la teor!a social, e#perimentndola como parte de la cultura
prevaleciente. Por otro lado, sin embargo, la mera &a miliaridad con las
ciencias sociales condujo a otros a aceptarla sin cr!ticas. Para algunos
jvenes, la sociolog!a de los libros en r6stica que se vend!an en las
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librer!as comenz a reemplazar a la anterior litera tura de cr!tica y
protesta radicales.
Al asimilar las ciencias sociales como un aspecto de la cultura cotidiana
y al leer libros acerca de la naturaleza del prejuicio o de la pobreza, los%ec%os de la vida en 'stados (nidos les parecieron, a menudo, muy
claros. Jreyeron entonces que los intentos de e#aminar la t)or!a
constitu!an una obcecacin innecesaria, con la cual se sustitu!a la ac
cin respecto de los problemas por su discusin. Al contemplar tales
investigaciones contra el teln de &ondo de sus propios valores, e#pe
rimentaban, con &recuencia, una simple repulsa moral, ms que un
est!mulo intelectual. Algunos llegaron a pensar que la actividad te rica
era una &orma de escapismo, si no de cobard!a moral.
@in embargo, que los radicales subestimen la necesidad de contar con
una teor!a escrupulosa es al mismo tiempo peligroso e irnico, pues tal
postura implica que, aunque pretenden ser radicales, de %ec%o %an
cedido ante una de las corrientes ms vulgares de la cultura norteame
ricana el antiintelectualismo de los =abbitt pueblerinos, su negativa a
enterarse de nada. Adems, no cabe duda de que si desean cambiar el
mundo en que viven solo pueden esperar lograrlo contra la resistencia
de algunos y con la ayuda de otros. Pero, en la prctica, tanto sus
oponentes como sus posibles aliados se orientarn, a menudo, seg6n
determinadas teor!as. @in una teor!a escrupulosa, los radicales no po
drn comprender a sus enemigos ni a sus amigos, y muc%o menos cam
biarlos. Aquellos radicales que creen poder separar la elaboracin de
teor!as de la modi$cacin de la sociedad no act6an, en realidad, sin
teor!a, sino con una que es tcita y, por ende, no analizable ni per&ec
tible. @i no aprenden a utilizarla a conciencia, sern utilizados por ella.
8ncapaces de controlar o comprender sus teor!as, se sometern en la
prctica a una variante de la misma alienacin que suelen rec%azar. La
pro&unda trans&ormacin de la sociedad que muc%os de ellos buscan no
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puede lograrse solamente por medios pol!ticos, su e#presin conQ creta
no puede ser con$nada a lo puramente pol!tico. 'n e&ecto, la vieja
sociedad no se mantiene unida solo por la &uerza y la violencia, o por la
conveniencia y la prudencia. ;ambi)n perdura mediante teo r!as e
ideolog!as que establecen su %egemon!a sobre la mente de los
%ombres, quienes, por lo tanto, no solo se abstienen de decir lo que
piensan sino que se someten a ella voluntariamente. 'mancipar a los
%ombres de la vieja sociedad o erigir una sociedad nueva, dotada de
contenido %umano, ser imposible sin comenzar, aqu! y a%ora, la cons
truccin de una contracultura total, incluyendo nuevas teor!as sociales9 y
esto no s posible sin una cr!tica de las teor!as sociales dominantes en la
actualidad.
La ambivalencia que mani$estan %acia la teor!a algunos sectores de la
nueva izquierda, el sentimiento simultneo de que es irrelevante y
necesaria, &ue e#presada con claridad por aniel Jo%nQ=endit Duno de
los principales activistas de la rebelin estudiantil &rancesa iniciada en
"anterre en la primavera de EBFRD, quien observ que los anar quistas
1%an in-uido sobre m! ms por ciertas actividades que por sus teor!as + .
. . los tericos dan risa2. Pero seKal tambi)n 1la e#is tencia de un
abismo entre la teor!a y la prctica + . . . 'stamos tra tando de elaborar
prcticamente una teor!a2.
@ea cual &uere la actitud ante la teor!a, su in-uencia sobre la nueva
izquierda incipiente se evidencia, entre otras cosas, en el papel que le
cupo a la 1'scuela de sociolog!a cr!tica de Cranc&ort2 Dintegrada por
Surgen ?abermas, ;%eodor Adorno, *a# ?or>%eimer y algunos msD, de
la que se %a dic%o que %a tenido 1tanta importancia como cualquier otro
suceso2 T en la revitalizacin pol!tica del @ozialistic%er eutsc%er
@tudentbund de EBFE a EBF. 5tro !ndice de tal in-uencia es la recep
tividad internacional de los nuevos radicales a la obra de otro miembro
de esa escuela, ?erbert *arcuse, cuya importancia prctica &ue reco
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nocida indirectamente por las recientes cr!ticas sovi)ticas a sus ideas
@in embargo, aun dentro de la escuela cr!tica de sociolog!a, la continua
tensin entre teor!a y prctica qued revelada por la pol)mica entre
?abermas y los jvenes militantes durante el otoKo de EBFR, despu)s de
sus mani&estaciones en Cranc&ort.
Caltos de tiempo o de aliciente para re&ormular las viejas teor!as o ela
borar las propias, los radicales suelen satis&acer sus necesidades a este
respecto mediante un mar#ismo vulgar, engullido a toda prisa. @in em
bargo, aun esto parece mejor que otra alternativa a menudo adoptada
en la actualidad la de rotular simplemente como 1mar#istas2 las pro
pias ideas. uizs esta autocaracterizacin e#prese solidaridad con una
vigorosa tradicin intelectual, pero sin su genuina asimilacin no presta
ninguna utilidad real. 'n verdad, este 1empleo mgico2 de un t)rmino
puede ser perjudicial, apartando la atencin cr!tica de la teor!a, bas
tante di&erente, que tal vez el individuo aplique en la prctica. As!, en
una ocasin o! a un joven radical &ormular una e#tensa cr!tica de la
sociolog!a moderna Den particular de la versin del &uncionalismo
o&recida por ;alcott ParsonsD desde un punto de vista que )l procla
maba mar#ista, pero que, en realidad, era otra versin, algo di&erente,
de la teor!a &uncionalista. Q
'n el mejor de los casos, tal uso del mar#i por parte de los radi cales
norteamericanos, aun cuando es algo ris que una mera invoca E
18ntervieU Uit% aniel Jo%nQ=endit2, 5ur Ge ieration, vol. F, nV EQT,
mayo,
junio y julio de EBFR, pgs. BRQBB.
T O. y =. '%renreic%, 1;%e 'uropean @tudent *ovements2, *ont%ly
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cin, resulta en io &undamental regresivo y primitivista, particular mente
en un como 'stados (nidos, dond9 aparte de muy pocos economistas y
un n6mero apenas mayor de e#pertos %istoriadores, el mar#ismo casi no
se %a desarrollado9 donde su calibre intelectual no %a ido ms all del
atro$ado nivel de la d)cada de EBOM, cuando lo esteriliz el stalinismo9 y
donde ni siquiera %a comenzado a asimilar las primeras contribuciones
de un Georg Lu>cs o un Antonio Grain sci, y muc%o menos las de ios
brillantes alemanes, italianos y &ranceses contemporneos. Los
mar#istas norteamericanos %an sido de los menos originales y creativos
en el mundo, limitndose, por lo com6n, a aplicar la teor!a mar#ista, sin
pro&undizarla jams. A menos que se pretenda que las ciencias sociales
acad)micas no %an %ec%o ninguna contribucin valiosa para comprender
la sociedad moderna en los 6ltimos treinta aKos, el retroceso a un
mar#ismo no reelaborado es un acto de desesperacin en el mejor de ios
casos, o de irresponsabilidad o mala &e en el peor de ellos. Pero muc%os
jvenes radicales de la actualidad no se sienten atra!dos a re&ugiarse en
un mar#ismo rutinario. 'n ver dad, critican pro&undamente lo que
consideran su proclividad intr!nseca a una totalitaria, y
algunos piensan que esta es una razn adicional para sospec%ar de lateor!a y eludirla.
"uevos sentimientos, viejas teor!as
8nterpreto la situacin actual del radicalismo en el sentido de que vi.
vimos una -uida )poca de transicin, en la que %a surgido una ge
neracin joven provista de una estructura de sentimientos muy di&e
rente, cuyo sentir colectivo no %alla eco en los distintos tipos de sen
timientos %istricamente depositados en las antiguas teor!as. Por este
motivo, algunos miembros de la nueva generacin mani$estan, respecto
de dic%as teor!as, una &r!a indi&erencia o una ardiente %osti lidad. 'n
resumen, un abismo separa la estructura de sentimientos que va
surgiendo entre los jvenes radicales y los viejos 1lenguajes2 o teor!as,
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abismo todav!a no superado por el desarrollo de un nuevo len guaje
terico que permita a aquellos e#presarse con mayor plenitud y poner
de mani$esto su concepcin de la realidad.
esde este punto de vista, el quid de la cuestin es la &alta de 1ajuste2entre los nuevos sentimientos y las viejas teor!as. Precisamente por
esto, ciertas jvenes radicales no solo consideran las viejas teor!as como
1errneas2 y criticables en detalle9 su reaccin ms caracter!sti ca ante
ellas es iz sensacin de su pura irrelevancia. "o se sienten inclinados a
re&utavias o discutirlas, sino a ridiculizai o evitarlas. 'n esta coyuntura,
,los tericos sociales acad)micos podr!an replicar que la nueva izquierda
est simplemente equivocada, pues, 0qu) tie nen que ver las teor!as con
los sentimientos personales3 'l socilogo acad)mico podr!a argIir no
%ay por qu) suponer que las teor!as deben corresponder a los
sentimientos de ios %ombres antes de ser aceptadas o rec%azadas. Por
mi parte, sostengo la premisa Dque desarrollar luegoD de que la
adecuacin entre teor!as y sentimientos tiene muc%a importancia para
el &uturo de cualquiera de ellas. 5pino que gran parte
de la apat!a terica de algunos jvenes radicales, su mar#ismo ritual,
sus intentos de re%abilitar al joven *ar# de la alienacin o su ad%esin a
nuevas teor!as como la etnometodolog!a son e#presiones diversas de
una necesidad terica insatis&ec%a, producto del abismo que separa su
nueva estructura interna de sentimientos, o su sensacin de lo que es
real, de las viejas teor!as que a%ora circulan en el medio acad)mico y
social.
@eg6n el sentir actual de algunos jvenes radicales norteamericanos, su
necesidad ms importante en este momento de la %istoria es activar y
a$rmar sus sentimientos radicales incipientes, as! como consolidar y
preservar su nueva identidad radical. ;al vez en un comienzo esto pueda
lograrse mediante una pol!tica militante de mani&)staciones ac tivistas.
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de los jvenes radicales, &ormul correctamente esta cues tin en su
Politics o& '#perience 1A%ora nadie puede empezar a pen sar, sentir o
actuar sino desde el punto de partida de su propia alie nacin + . . . lo
que necesitamos no es tanto una teor!a como la e#pe riencia que le da
origen2.
La sensacin de que los propios sentimientos son vlidos, de que se
tiene derec%o a abrigarlos y sostenerlos, est basada, en parte, en el
sentido de realidad que deriva de la e#periencia personal y en la soli
daridad con otros que comparten estas e#periencias y sentimientos. As!,
la validez adjudicada a los sentimientos depende &undamentalmente de
la validacin consensual, no del poder anal!tico, ni de la conceptuali
zacin re$nada, ni siquiera de la 1evidencia2. e tal modo, el joven
radical establece sus l!mites en t)rminos de solidaridades y separacio
nes generacionales9 e a$nidades emocionales, ms que ideolgicas 1"o
con&!es en nadie que terga ms de treinta aKos2. Jorrectamente o no, la
teor!a social esta siempre enraizada en las e#periencias del terico.
Jorrectamente o no, la validez que se adjudique a una teor!a depende
de que la e#periencia y los sentimientos que ella origina sean
compartidos porquienes la o&recen y quienes la escuc%an.
Aparte de qu) las teor!as sociales tradicionales se %allan en total de
suso cultural por basarse en realidades personales ms antiguas, y apar
te de que las viejas teor!as no pueden e#presar nuevos sentimientos,
actualmente suele descon$arse de la teor!a por tratarse de algo recibido
del pasado. Por lo com6n, la teor!a es trasmitida por los ms viejos a los
ms jvenes, que de alguna manera dependen de aquellos. As!, la apat!a
terica de un. joven radical e#presa, a veces, su vigoroso im pulso %acia
la individualid y la autonom!a, as! como su necesidad de llegar a ser un
%ombre.y vivir como tal, y, si &uera posible, como un %ombre mejor que
sus mayores. 'n el &ondo, los jvenes radicales sospec%an que las
teor!as tradicionales recibidas no solo son errneas o irrelevantes, sino
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tambi)n poco viriles. Las ven como productos de %ombre pusilnimes,
generadoras, a su vez, de pusilanimidad.
'l joven radical, todav!a no 1pro&esionalizado2, no considera a la teor!a
como algo puro, aislado y separado, sino que a trav)s de ella ve al terico. Para )l, la teor!a es una comunicacin proveniente de un %ombre
O
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@ociolog!a y nueva izquierda una paradoja
?ay en esto, sin embargo, una pro&unda paradoja, con la cual %a co
menzado a en&rentarse el mismo joven radical. Por ejemplo, algunos %an
observado que alrededor de la 6ltima d)cada %a surgido tambi)n en la(nin @ovi)tica, siguiendo los lineamientos del mar#ismoQleninis mo
tradicional, una sociolog!a acad)mica similar a la que rige en 's tados
(nidos. 'ste proceso ocasion inquietud intelectual entre aque llos
radicales norteamericanos que, partiendo de un mar#ismo escolar, %an
llegado a la conclusin de que en su pa!s la sociolog!a acad)mica es un
instrumento del capitalismo corporativo. 'n e&ecto, es evidente que el
conservadorismo de la sociolog!a norteamericana no puede ser atribuido
a su sometimiento al capitalismo corporativo si %a surgido una sociolog!a
esencialmente similar en la (nin @ovi)tica, donde no e#iste un
capitalismo tal.
Pero esta no es ms que una de las paradojas engendradas por la cr!tica
generalizada, para la cual toda la sociolog!a es el instrumento
conservador de una sociedad represiva. Por ejemplo, muc%os de los
l!deres ms notorios de las rebeliones estudiantiles de todo el mundo,
desde "anterre %asta las universidades americanas, %an sido estu
diantes de sociolog!a. 'l &ranc)s Jo%nQ=endit no es sino uno de los casos
ms obvios. 'n un plano ms general, Leslie Ciedler %a obser
Japitalismo de las grandes compaK!as o sociedades annimas
+corporations 'mplearemos esta designacin a lo largo de la obra. +".
del '.
vado que 1en la ra!z de toda mani&estacin p6blica X %a un personajeque es +. . . estudiante de sociolog!a + . . . X ju d!o + . . . X marginal2, o
que posee al menos dos de estas caracte r!sticas. Aunque no comparto
la validez de todas las caracterizaciones de Ciedler, considero muy
centrada su observacin acerca del papel pro minente que juegan los
jvenes socilogos en las actuales rebeliones estudiantiles. Pero si es
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as!, 0cmo puede la sociolog!a ser una e#pre sin absoluta de
conservadorismo pol!tico3
5tra versin de esta paradoja se puso de mani$esto en el congreso de la
Asociacin @ociolgica "orteamericana +A@A realizado en agos to deEBFR en =oston. 'n cierto sentido, tuvieron lugar all!, de %ec%o, dos
congresos rivales el o$cial, rutinariamente dirigido por la Aso ciacin
@ociolgica "orteamericana, y, junto a )l, una serie de reunio nes
1e#trao$ciales2, no programadas, organizadas por los jvenes del
1n6cleo radical2 Del *ovimiento de Liberacin de la @ociolog!aD,
animado, en gran medida, por militantes de la (niversidad de Jolum bia.
'stos dos caminos corrieron paralelos %asta la sesin plenaria en que
culmin el congreso de la A@A, donde se reunieron ms de mil personas
para escuc%ar al secretario de @alud, 'ducacin y =ienestar. Programada
como una aburrida ceremonia %onor!$ca, esta se convir ti en algo que
quiz sea, en escala modesta, un suc)so %istrico, cuan do el presidente
de la A@A, P%ilip *. ?auser, enterado de que el grupo radical se propon!a
llevar a cabo una mani&estacin durante la con&erencia del secretario,
invit a dic%o grupo a e#presar, desde la tribuna, sus opiniones
discrepantes.
uien &ormul la principal declaracin disidente &ue un joven soci logo,
*artin "icolaus, por entonces perteneciente a la (niversidad @imon
Craser, de Janad, y codirector del peridico de la nueva iz quierda Yiet
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de sacerdotes, escribas, lacayos intelectuales de alta y baja alcurnia, y
de sus v!ctimas inocentes, empeKados todos en la mutu a$rmacin de
una &alsedad +... La pro&esin es un producto del tradicionalismo y el
conservadorismo europeos del siglo #i#, unidos al liberalismo corporativo
norteamericano del siglo ## + . . . Pro&e sionalmente, el socilogo dirige
su mirada %acia los de abajo, mientras tiende la mano %acia los de
arriba +... 's un ;!o ;om, no solo respecto de este gobierno y esta clase
dominante, sino de cualquiera2.
'stas duras palabras &ueron vigorosamente aplaudidas por el grupo
radical y sus simpatizantes, silbadas por algunos de los antiguos radi.
Yillage Yoice, EB de septiembre de EBFR, pg. B.
Alude al personaje de la conocida novela de =eec%er @toUe,
caracterizado por
una actitud de obediencia servil %acia su amo. +". del '.
r
ER
EB
r
cales y recibidas por el grupo ms numeroso con una tolerancia r!gida y
escandalizada. A%ora bien9 quienes como yo concuerdan con muc%os de
los acerbos juicios de "icolaus, deben tambi)n reconocer que el solo
%ec%o de %aber sido e#presados implica un dilema. 'ste se mani$esta,
no tanto en que los mismos &uncionarios de la A@A le %ayan permitido
%ablar, sino ms a6n en que )l %aya querido %acerlo9 no tanto en que se
le %aya permitido decir lo que ve!a, como en que viera tantas cosas. Las
mismas e#presiones de "icolaus y el vigor y actividad del grupo radical
en ese congreso prueban por s! solos que no todos los socilogos son
1lacayos intelectuales2 ni 1;!os ;om2 de la clase dominante.
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@e presenta aqu! un problema 0cmo puede e#plicarse el radicalismo de
esos socilogos que acusan a la sociolog!a de ser cnservadora3 Por
Lierto, gran parte de los siguientes cap!tulos estar dedicada a su brayar
la !ndole conservadora de ciertas tendencias predominantes en la
sociolog!a norteamericana. Pero al mismo tiempo, el %ec%o de que con
&recuencia sean los mismos socilogos quienes critican a la socio log!a
su conservadorismo, implica que esta puede originar tanto radi cales
como conservadores. A$rmo, por consiguiente, que la sociolog!a puede
no solo reclutar radicales sino producirlos9 no solo tolerar la
radicalizacin, sino engendrarla.
@in duda es cierto que la sociolog!a suele atraer a %ombres y mujeres
jvenes de inclinaciones re&ormadoras, con una perspectiva radical
previa, y que acaso su posterior cr!tica a la sociolog!a derive, en parte,
de sus e#pectativas &rustradas. @in embargo, dudo que la cuestin se
agote con esto, pues %ay que tener en cuenta otros problemas 0Jul es
la atraccin que a menudo impulsa a los radicales %acia la sociolo. g!a3
0's posible que se trate de un simple error de identi$cacin3 Adems, es
verdad que muc%os radicales atra!dos por la sociolog!a se vuelven
conservadores, pero esto no ocurre con la totalidad. "o todos los jvenes
socialistas de la d)cada de EBOM que llegaron a socilogos pasaron
tambi)n a ser pilares del statu quo, ni lo %arn todos los de la actual
nueva izquierda. 'n mi opinin, el carcter y la visln intr!n secos de la
sociolog!a acad)mica misma presentan aspectos que, lejos de &renar el
impulso radical, lo a$anzan, aunque tal cuestin no puede ser un tema
central de este volumen ni ser e#aminada aqu! en deta lle. Jreo que en
el curso normal de su labor como socilogo, suceden cosas que puedenradicalizar a un individuo y ejercer sobre )l un e&ect liberador, en lugar
de represivo. 'n resumen, y para decirlo en el lenguaje de i sociolog!a no
acad)mica, considero qIe la sociolog!a encierra sus propias
1contradicciones internas2, las cuales, a pesar del poderoso v!nculo de
aquella con el @tatu quo y su pro&undo sesgo conservador, tienen como
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consecuencia Dinvoluntaria, pero in%eren teD &avorecer las tendencias
radicalizadoras y contrarias al orden esta blecido, en especial entre los
jvenes.
Las relaciones entre sociolog!a y nueva izquierda son complejas. "opretendo sugerir, por cierto, que %ya sido el surgimiento de la socio
log!a y su penetracin en la cultura popular lo que puso en movi miento
a la nueva izquierda. "o obstante, la mera presencia de soci logos en
diversas rebeliones universitarias, la importancia de la escuela alemana
de sociolog!a cr!tica para la nueva izquierda en Alemania y otros pa!ses,
as! como el papel inicial desempeKado por J. Wrig%t
*ilis en cuanto a &ormular los sentimientos incipientes del nuevo radicalismo norteamericano, todo ello sugiere que la sociolog!a no %a sido
solo un obstculo para la nueva izquierda. @ugiere, adems, la posibi
lidad de que ciertos estilos y aspectos de la sociolog!a %ayan contribui
do a producirla de modo consciente e inconsciente. 'sto, a su vez,
implica que la sociolog!a no tiene, en modo alguno, un carcter total
mente represivo o uni&ormemente conservador, sino que posee tambi)n
un potencial liberalizador o radicalizador susceptible de mayor elabo
racin.
Por su !ndole dial)ctica, la sociolog!a contiene tanto dimensiones repre
sivas como liberadoras. esentraKar y pro&undizar su potencial libera
dor depender, en gran medida, de la penetracin de una cr!tica %is
tricamente in&ormada de la sociolog!a como teor!a y como institucin
social.
La sociolog!a actual es a&!n al %egelianismo de principios del siglo 787.sobre todo en cuanto a la ambivalencia de su signi$cado pol!tico. A
pesar de su tendencia predominantemente conservadora y autorita ria,
aquel conten!a poderosas implicaciones radicales que *ar# logr
desentraKar e incorporar a un sistema trascendente de pensamiento.
esentraKar de la estructura conservadora que lo envuelve el potencial
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liberador de la moderna sociolog!a acad)mica es una de las principales
tareas de la cr!tica cultural contempornea. 's una tarea paralela al
actual es&uerzo similar de algunos nuevos radicales por liberar incluso al
mar#ismo de sus propios componentes conservadores y represivos, y, en
particular, de las tendencias burocrticas y totalitarias a las que es
vulnerable. Pero esto no ser posible en uno ni en otro caso sino a partir
de la ms tajante y pro&unda cr!tica. 'n ning6n caso ser posible
suponer simplemente que la 6nica cuestin importante es la validez
emp!rica o &acticidad de los sistemas intelectuales implicados, y que las
partes viables de cada sistema terico pueden ser tamizadas por la
mera 1investigacin2. Aqu! la cuestin es no solo qu) partes de un
sistema intelectual son emp!ricamente verdaderas o &alsas sino tam bi)n
cules de ellas son liberadoras y cules represivas en sus conse
cuencias. 'n resumen, el problema es 0Jules son los resultados so
ciales y pol!ticos del sistema intelectual que e#aminamos3 0Liberan o
reprimen a los %ombres3 0Los atan al mundo social e#istente o les
permiten trascenderlo3
;odo enunciado respecto del mundo social, as! como las metodolog!as
que permiten &ormularlo, tienen consecuencias que pueden ser conside
radas independientemente de su validez intelectual. ecir que una cien
cia social debe ser juzgada solo en t)rminos de sus propias normas
autnomas es una eleccin de valor que no se puede justi$car en &orma
e#clusiva por consideraciones 1puramente cient!$cas2 sino que depen
de de supuestos anteriores, no cient!$cos, acerca del propsito de una
ciencia social. e ning6n modo pretendemos a$rmar que las implica
ciones ideolgicas y las consecuencias sociales de un sistema intelectualdeterminan su validez, ya que la teor!a es, en cierta medida, autnoma.
@in duda, la validez cognoscitiva de un sistema intelectual no puede ni
debe ser juzgada por sus implicaciones ideolgicas o sus consecuencias
sociales. Pero de esto no se desprende que un sistema intelectual deba
ser juzgado +nilo es nunca, en realidad solamente en t)rminos de su
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TM
TE
validez cognoscitiva, de su verdad o &alsedad. 'n suma, nunca se trata
sencillamente de saber si un sistema intelectual, o una &ormulacin que
de )l se desprenda, son verdaderos o &alsos. uienes as! lo a$rman
estn optando simplemente por ignorar o desvalorizar otros signi$ca dos
y consecuencias de las teor!as, y en realidad, se estn negando a
responsabilizarse por ellos, aunque e#istan.
"inguna razn obliga a evaluar la &rmula de un nuevo gas mort!&ero
slo en t)rminos de su elegancia matemtica o de otros criterios pura
mente t)cnicos. 4 tiene poco sentido pretender que semejante &rmula
es un elemento puramente neutral de in&ormacin, 6til para la promo
cin de todo valor social est destinada a matar, y lo %ace precisamen
te porque es adecuada desde el punto de vista t)cnico. 'n realidad,
limitar el juicio a criterios e#clusivamente t)cnicos 1autnomos2 equi
vale no solo a permitir, sino a e#igir, que los %ombres sean cretinos
morales en sus roles t)cnicos. 'quivale a imponer la conducta psicop
tica como una e#igencia cultural en el cumplimiento de los roles cient!$cos. 'n la medida en que nuestra cultura concibe convencionalmen te
que los roles t)cnicos, cient!$cos y pro&esionales obligan a quienes los
cumplen a ignorar todo, salvo las implicaciones t)cnicas de su labor, la
estructura social misma es intr!nsecamente patgena. La &uncin so cial
de tal estructura segmentada de roles se asemeja a la de la obedien cia
re-eja inducida por el entrenamiento militar. Al igual que la dis ciplina
militar, esta estructura de roles tiene como &uncin suprimir la
sensibilidad y las normales responsabilidades morales de civiles y sol
dados, preparndolos para ser utilizados como contingentes de desplie
gue, dispuestos a perseguir prcticamente cualquier objetivo. 'n 6lti mo
anlisis, tales ordenamientos engendran una irre-e#iva disposicin a
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matar o daKar a otros Do a crear cosas que produzcan tales e&ectosD
cumpliendo rdenes.
La investigacin por s! sola no podr desentraKar el potencial liberador
de la sociolog!a acad)mica o del mar#ismo %istrico. 'sto e#ige tam bi)naccin y cr!tica, intentos de modi$car el mundo social e intentos de
modi$car la ciencia correspondiente, uno y otra pro&undamente en
trelazados, aunque solo sea porque la ciencia social es tanto parte del
mundo social como una concepcin de este.
'n un estudio posterior espero poder contribuir a una cr!tica del mar
#ismo con &undamentos sociolgicos9 en este volumen tratar) de %acer
un aporte a la cr!tica de la sociolog!a moderna en algunas de sus caracter!sticas institucionales e intelectuales predominantes, como parte de
una cr!tica ms amplia de la sociedad y la cultura modernas. "o cs
posible pro&undizar la cr!tica de la sociedad contempornea si sus ins
trumentos intelectuales, incluyendo la sociolog!a y las otras ciencias so
ciales, no son a su vez a$lados cr!ticamente. Por consiguiente, toda
cr!tica de la sociolog!a ser super$cial, a menos ue veamos en esta
disciplina el producto de&ectuoso de una sociedad de&ectuosa y comen
cemos por especi$car los detalles de esta intercone#in. Lo que se ne
cesita, por lo tanto, es un anlisis en di&erentes niveles, que e#amine la
sociolog!a en su relacin con tendencias %istricas ms vastas, con el
nivel macroinstitucional y sobre todo con el 'stado. ;ambi)n signi $ca
contemplar la sociolog!a en su mbito ms inmediato la universi dad.
@igni$ca contemplarla como una manera de actuar los %ombres
en calidad de maestros e investigadores, y de operar dentro de una
comunidad intelectual con una cultura ocupacional recibida, donde si
guen carreras, se ganan la vida y desarrollan ambiciones materiales y
aspiraciones intelectuales.
Por 6ltimo Dy esto es &undamentalDuna cr!tica de la sociolog!a e#ige
tambi)n un anlisis detallado y espec!$co de los principales productos
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tericos e intelectuales que la sociolog!a %a creado. @on estos produc tos
intelectuales los que distinguen a esta disciplina de otras actividades,
justi$can su e#istencia y ejercen su in-uencia especi$ca sobre la socie
dad circundante. "o puede %aber cr!tica seria de la sociolog!a sin un
anlisis minucioso y atento de sus teor!as y sus tericos.
'l alcance y la produccin intelectuales de la sociolog!a moderna son
vastos y complejos, sin %ablar ya de la magnitud de las instituciones
mediante las cuales opera y del n6mero de su personal. 's imposible,
por ende, re&erirme en este volumen a todas sus variadas e#presiones y
tendencias. 'n lugar de un es&uerzo super$cial por abarcar todo de una
manera seudosistemtica y e#%austiva, %e intentado llevar a cabo una
cr!tica detallada de algunas opiniones y problemas importantes9 en
particular, del sistema predominante en la teor!a social norteamericana
el creado por ;alcott Parsons. Aunque, sin duda, este intento parecer a
veces arduo, perm!taseme repetir que lo considero solo como una
contribucin muy parcial a la cr!tica de la sociolog!a norteamericana.
'stoy convencido de que no ser posible desentraKar el potencial li
berador de la sociolog!a actual mediante vastas generalizaciones que ig
noren los detalles9 ser necesario con&rontar las teor!as punto por pun.
to y los tericos %ombre por %ombre. 'ste proceso de e#amen en de
talle de las teor!as y de nuestras reacciones ante ellas es una tarea
necesaria, si queremos trascenderlas, liberarnos de su penetrante in
-uencia conservadora e incorporar a nuevos puntos de vista sus dimen.
siones viables. @in este penoso proceso, una cr!tica radical de la
sociedad o de la sociolog!a corre el riesgo constante de caer en una
pol)mica est)ril, que no o&recer ninguna orientacin perdurable y
carecer pe. ligrosamente de autoconciencia.
;al como los ms severos cr!ticos del mar#ismo %an sido generalmente
mar#istas, de igual modo los ms agudos cr!ticos actuales de la socio
log!a suelen ser socilogos y estudiosos de la sociolog!a. @on, en gene
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ral, %ombres que se consideran socilogos y que eval6an cr!ticamente la
sociolog!a desde una perspectiva sociolgica. @u prototipo es, por
supuesto, J. Wrig%t *iils. As!, %asta sus cr!ticas ms pol)micas tienen
una implicacin ambigua testimonian, al mismo tiempo, las pro&undas
alias y el valor permanente de la perspectiva sociolgica, sus dolorosas
di$cultades y sus perdurables potencialidades.
*uy a menudo, quienes con ms ve%emencia rec%azan tal cr!tica son los
que viven de la sociolog!a, mientras que sus ms ve%ementes cr! ticos
son los que viven para ella. A menudo, pero no siempre, pues conviene
observar que %ay cr!ticos y cr!ticos. ;ambi)n a ellos se los puede dividir
entre los que viven para la sociolog!a y los que viven de ella. 'n algunas
ocasiones la cr!tica es una manera rpida de llamar la atencin sin
e&ectuar slidas contribuciones propias. 'n resumen, los %ombres
adoptan a veces el papel de cr!ticos porque esperan obtener as! un &cil
acceso a la &ama. Pero los cr!ticos serios son aquellos capaQ
TT
TO
r
ces de resistir el )#ito convencional o de trascender el &racaso, tal como
se lo de$ne convencionalmente. J. Wrig%t *ilis nunca lleg a pro&esor
titular su 1&racaso2 puede recordarnos que quienes juegan en serio son
siempre los que estn dispuestos a pagar el precio correspondiente.
La cr!tica y la perspectiva %istrica
Podr!ams sugerir que, por e#traKo que parezca, quienes viven de la
sociolog!a de la manera ms oportunista Den suma, los carreristas que
la aceptan en gran medida tal como esD no son los ms ambiciosos. 'n
cierto modo, su mismo carrerismo revela un bajo nivel de ambicin, o al
menos un tipo de ambicin relativamente &cil de satis&acer dentro del
marco de una carrera rutinaria. ?abitualmente, los ms indoblega bies
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cr!ticos del sistema intelectual establecido, que no pueden quedar
satis&ec%os con )l y dentro de )l, son aquellos que no codician sus be
ne$cios inmediatos, valorando en cambio otros tipos muy di&erentes de
compensaciones. 'stas, con &recuencia, solo estn al alcance de %om
bres con un v!vido sentido de la %istoria, que se consideran actores
%istricos y parte de una tradicin social e intelectual ms prolongada.
'n realidad, no pueden %allar en sus contemporneos las grati$caciones
que buscan, ni son solo %acia aquellos las responsabilidades que asu
men. Por consiguiente, son menos vulnerables a las tentaciones y se
ducciones del presente. esde el punto de vista de sus contemporneos
ms convencionales, tales %ombres suelen parecer imper&ectos. @in em
bargo, con &recuencia lo son de una manera productiva9 pues al estar
menos sujetos a la in-uencia del medio predominante son, a menudo,
cr!ticamente sensibles a las limitaciones de los paradigmas intelectuales
establecidos y pueden trabajar de una manera que diverge creativamen
te de estos.
(na de las &unciones ms importantes de los 1clsicos2 en sociolog!a es
arraigar al socilogo en la %istoria, permiti)ndole vivir entre %om bres
realmente grandes y asumir el rol de estos. Los clsicos implan tan las
normas de los logros importantes, a menudo inalcanzables
%acen ms di&!cil que alguien se sienta impresionado o intimidado por
quienes lo rodean. (n en&oque %istrico de la teor!a nos coloca en com
paK!a de los grandes, e inevitablemente eleva el patrn por el cual se
miden los logros. e este modo, la %istoria nos protege tanto de las
vulgaridades como de las grati$caciones del presente.
Pero enamorarse de la %istoria es peligroso, ya que al liberarnos del
presente podemos quedar atados al pasado. Aquella puede provocar in
sensibilidad ante los nuevos problemas o necesidades del presente, as!
como ante la novedad y la genuina creatividad de las nuevas respuestas
a esas nuevas necesidades. Puede dar origen a una interminable y pe
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dantesca e#)gesis del pasado y estimular una petulante negativa a reco
nocer los logros contemporneos como algo valioso en su novedad. 'l
cr!tico dotado de sensibilidad %istrica que vive demasiado a la sombra
de los grandes puede su&rir una &alta de coraje que paralice su origina
lidad creadora, subestimando entonces los logros de sus pares y con
temporneos. 'n resumen, la cr!tica que &ormula a sus contemporneos
puede estar motivada, no solo por la ineptitud de ello. para ajustarse al
patrn de grandeza, sino por su propia ineptitud para conseguir ese
ajuste. As!, pues, la vida de la cr!tica es precaria, ya sea porque los
criticados no ven con buenos ojos al cr!tico, o tambi)n porque da origen
a vulnerabilidades internas que agr!an &cilmente a este 6ltimo. Pero es
imposible lograr que contin6en evolucionando las ciencias sociales y su
potencial liberador sin arriesgar la ms aguda cr!tica.
'n un per!odo anterior, previo al actual intento en gran escala de
pro&esionalizar la sociolog!a, los jvenes que buscaban el )#ito pro&e
sional sol!an mani&estar su temple atacando las ideas de sus mayores y
Dcomo algunos supon!an ms seguroD, las de los socilogos clsi cos,
ya tranquilizadoramente &allecidos. @in embargo, al e#tenderse la
pro&esionalizacin, los jvenes socilogos &ueron estimulados cada vez
ms a buscar lo 1acertado2 y no lo errneo en la obra de otros. e
%ec%o, se los incit a adoptar una actitud constructiva, positiva, en lu
gar de cr!tica o negativa. 'n vez de instar a la cr!tica, las consignas de la
sociolog!a pro&esionalizada &ueron entonces continuidad, codi$ca cin,
convergencia y acumulacin. La obra de ;alcott Parsons La estruc tura
de la accin social &ue el paradigma de tal en&oque9 sus disc! pulos
retomaron y ampliaron su ideolog!a de la 1continuidad2.
'sta ideolog!a es, en esencia, una e#tensin de la perspectiva elaborada
por el positivismo sociolgico del siglo # en el curso de su oposicin a lo
que consider como cr!tica 1negativa2 de la
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anterior concepcin positivista de la sociedad a la concepcin de la
sociolog!a misma, a la metodolog!a de la prctica acad)mica y a la pre
paracin del joven estudioso. La b6squeda de convergencias con y en el
pasado que aquella inspira parece revelar un tcito acuerdo de las
grandes mentalidades y, al mostrar esto, aparenta respaldar las con
clusiones sobre las cuales se les atribuye %aber convergido sin saberlo.
'sta convergencia se convierte as! en retrica, en una manera de con
vencer a los %ombres de que acepten determinados criterios. @e sugiere
con esto que si esos grandes %ombres, tcita o e#pl!citamente, coinci
dieron en determinada concepcin, esta debe ser co%erente prima &acie.
e este modo la convergencia resulta, en la prctica, una manera de
1someter a prueba2 las concepciones, aunque ello contradiga los cno
nes del m)todo cient!$co &ormalmente aceptados por esas mismas
personas.
La ideolog!a de la convergencia implica que, si es posible demostrar que
los grandes tericos %an llegado a coincidir sin saberlo, lo produc tivo en
cuanto a la teor!a son estos acuerdos tcitos, y no las pol)micas a las
cuales aquellos sol!an dedicar su principal atencin. @e implica as! que
bajo los aparentes desacuerdos de la teor!a, la astucia de la %istoria %a
logrado producir un residuo verdaderamente valioso de con senso
intelectual. 'sta es una versin norteamericanizada del %egelia nismo,
en la cual el desarrollo %istrico presumiblemente se produce, no
mediante pol)mica, luc%a y con-icto, sino mediante el consenso.
'l terico que act6a de esta manera %a encontrado una &orma inge
Y)ase la =ibliogra&!a en castellano al $nal de la obra. Agregamos este
signc
cuando se menciona por primera vez, dentro de cada cap!tulo +ya sea en
el te#to
o en las notas de pie de pgina, una obra que tiene versin castellana.
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niosa de vincular su posicin con el pasado, al par que se mani$esta
superior a )l. @ubordinando, en apariencia, sus pretensiones de priori
dad personal a la con&ormidad con un principio superior y desintere
sado, se presenta modestamente, no como creador de ideas, sino como
descubridor de consensos. @in embargo, en el acto mismo de 1descu
brir2 convergencias y continuidades tericas en la obra de sus antece
sores, y, en particular, al atribuirles un carcter no intencional, el terico
moderno se presenta tcitamente como si revelara aspectos %as ta
a%ora ocultos de los precursores, y como si los e#presara de manerams precisa y clara. Pese a tanto respeto %acia el pasado, el e#ponente
contemporneo de la continuidad logra comunicar as! su propia origi
nalidad y creatividad.
'l llamado a la convergencia y la acumulacin intelectuales comenz a
cristalizar en 'stados (nidos en condiciones sociales espec!$cas. @ur gi
junto con sentimientos adecuados a la solidaridad de 1&rente uni. do2 de
la luc%a pol!tica y militar contra el nazismo, y en resonancia a&!n conellos. Cue, en la prctica, el equivalente acad)mico de la unidad interna
en tiempo de guerra, as! como de la unidad interna cional entre las
potencias occidentales y la (nin @ovi)tica. 'n suma, el llamado
norteamericano a la convergencia y la continuidad en la teor!a social,
estuvo socialmente basado en sentimientos colectivos &a vorables a todo
tipo de unidad social que surgieron en respuesta a las e#igencias
militares y pol!ticas de la @egunda Guerra *undial. Jon la ruptura de la
unidad nacional despu)s de la guerra y la posterior ge neralizacin de
los con-ictos raciales y rebeliones estudiantiles, la ideo. log!a de la
convergencia y la continuidad dej de. corresponder al sen timiento
colectivo. Pudo as! resurgir un punto de vista ms cr!tico.
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@in embargo, la ideolog!a de la convergencia y la continuidad no solo
re-ejaba condiciones generales nacionales e internacionales, sino que
tambi)n se adecuaba a la campaKa por pro&esiopalizar la sociolog!a que
&ue organizada entonces. 'n e&ecto, tal ideolog!a atrae menos a quienes
se consideran intelectuales que a quienes aspiran a ser pro&esionales y
t)cnicos. La e#%ortacin a la continuidad y la converg es una consigna
metodolgica ms a&!n a los sentimientos corporativos de los
pro&esionales, quienes, por lo com6n, a$rman su solidaridad y deploran
la indecorosa e#posicin p6blica de sus disputas internas. @i bien este
lema de 1continuidad y convergencia2 sirve para re&orzar su solidaridad
mutua, suele %acerlo a costa de un ambiente generalizado de consenso
que as$#ia la cr!tica intelectual y las innovaciones. ;iende algunos puen
tes %acia el pasado, pero al precio de bloquear los puentes %acia el &u.
turo. "o es posible trascender el presente y el pasado, del cual aquel
deriva, sin una cr!tica total de este 6ltimo. ;ampoco lo es avanzar ms
all de la sociolog!a contempornea sin criticar su teor!a y su prctica,
sus rdenes establecidos y sus ideas.
@embrada en 'uropa occidental en la primera mitad del siglo #i#, la
sociolog!a se encontr en un territorio que no sab!a qu) %acer con la
nueva disciplina. "o &ue all! donde %all su primer ambiente propicio ni
donde obtuvo su primera institucionalizacin e#itosa. Jon el tiempo,
encontr terreno ms &)rtil en otras regiones de 5riente y 5ccidente. "o
logr concretarse en sistemas establecidos %asta que e#periment una
especie de 1$sin binaria2, y las dos partes en que se dividi
encontraron respaldo en estratos y naciones di&erentes. (na parte de la
sociolog!a, el 1mar#ismo2, se desplaz %acia el 'ste %asta conver tirse,despu)s de la Primera Guerra *undial, en la ciencia social o$cial de la
entonces reciente (nin @ovi)tica. La otra parte, que denominar)
1sociolog!a acad)mica2, se desplaz %acia el 5este para &ructi$car de
otra manera dentro de la cultura norteamericana. (na y otra son as
pectos di&erentes de la sociolog!a occidental.
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La di&usin de la sociolog!a en cada direccin &ue llevada a cabo por un
estrato social di&erente. 'l mar#ismo &ue transmitido por una in
telectualidad sin ataduras, por grupos y partidos pol!ticos orientados
%acia sectores de estratos in&eriores rebelados contra una incipiente
sociedad burguesa que los e#clu!a. La sociolog!a acad)mica &ue desa
rrollada en 'stados (nidos por acad)micos universitarios orientados
%acia la clase media establecida y que procuraban pragmticamente re
&ormar el statu quo en lugar de rebelarse en &orma sistemtica contra )l.
Ambas, sin embargo, se vincularon pronto con movimientos socia les, en
particular con los que Ant%ony Wallace denomin movimientos de
1revitalizacin cultural2. Jada una encarnaba una concepcin di&e rente
de las &allas y la necesaria revisin del orden establecido, y ten!a su
propia visin de un nuevo orden social.
espu)s de la Primera Guerra *undial, la sociolog!a norteamericana se
consolid en la (niversidad de J%icago, en un ambiente metropoli tano
en el cual %ab!a prosperado el industrialismo y donde proli&era ban
problemas a los que se consider peculiares de las 1comunidades
urbanas2.
'n otras palabras, se los atribu!a a la vastedad y al anonimato de di c%as
comunidades, concebidas como esencialmente similares, y no co mo
algo variable seg6n la econom!a, el sistema de clases o las institu ciones
de propiedad de cada ciudad en particular.
'l mar#ismo, por su parte, arraig en zonas de 'uropa en las que la
industrializacin %ab!a sido lenta y relativamente retrasada. Juando la
versin leninista del mar#ismo tom el poder en
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2. Sociologa y subsociologaTF
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tituciones de propiedad que, a partir de cierto punto, trababan el desa
rrollo industrial.
;anto el mar#ismo como la sociolog!a acad)mica sostuvieron, en sus
primeras &ormulaciones, que la sociedad moderna sobrellevaba problemas que no pod!an ser resueltos sino construyendo o adoptando nuevas
pautas. "i uno ni otra, por cierto, atribu!a los problemas de su cultura a
la ingerencia de elementos 1e#traKos2 que ya era menester e#pulsar, ni
al abandono o mal uso de viejos elementos tradicionales susceptibles de
restauracin. Aunque la sociolog!a acad)mica se volv!a a veces nos
tlgicamente %acia el pasado en busca de modelos para el &uturo y otras
juzgaba la ciudad &ragmentada seg6n los criterios de la zona rural, msco%esiva, sab!a que no pod!a volver atrs. ;anto la sociolog!a acad) mica
como el mar#ismo comprend!an que %ac!a &alta algo nuevo9 y cada uno
con$aba en que su sociolog!a pod!a ayudar a superar los de &ectos de la
sociedad en que se %allaba. Pero di&er!an en cuanto la so ciolog!a
acad)mica tend!a a creer que los problemas ser!an resueltos a su debido
tiempo por una sociedad que le parec!a ver madurando en &orma lenta y
que era &undamentalmente slida, en tanto que para mar#ismo, en
cambio, esos problemas se basaban en con-ictos in%eren tes a la nueva
sociedad y, por ende, eran insolubles dentro de su arma zn
&undamental.
Las dos sociolog!as &ueron promovidas por las dos naciones que las
patrocinaron y sus &ortunas variaron con ellas. espu)s de la revolu cin,
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se llevaron a cabo en la (nin @ovi)tica algunos intentos de proseguir el
desarrollo intelectual del mar#ismo, pero no tardaron en interrumpirse
debido a su estrec%a vinculacin con las violentas luc%as pol!ticas que
ten!an lugar en dic%a sociedad. Al surgir el stalinismo el mar#ismo dej
de evolucionar intelectualmente en la (nin @ovi)tica, y a causa de su
predominio internacional sobre el mar#ismo en otros pa!ses, incluso la
creatividad terica de un Georg Lu>>s o un Antonio Gramsci quedaron,
en gran medida, sin asimilar %asta el derrumbe del stalinismo, despu)s
de la @egunda Guerra *undial.
'n 'stados (nidos, la sociolog!a se a$rm como disciplina acad)mica
durante la d)cada de EBTM, bajo la )gida principalmente de la (niver
sidad de J%icago. Jomenz a desplazarse %acia el 'ste durante la d)
cada de EBOM, y en su continuo desarrollo, entre EBM y EBFM, predo
minaron las universidades de ?arvard y Jolumbia. Para mediados de la
d)cada de EBFM, la sociolog!a norteamericana, $nanciada por el 's tado
=ene&actor + Wel/are @tate, se %izo ms institucionalmente poli c)ntrica9
la aparicin de centros rivales en otras partes del pa!s tom menos
pronunciada la %egemon!a de aquellos importantes &ocos socio lgicos.
@eg6n muc%os socilogos norteamericanos, el centro principal de la
sociolog!a en su pa!s volvi a desplazarse durante la d)cada de EBFM,
esta vez %acia la (niversidad de Jali&ornia, en =er>eley.
As!, una de las &ormas de la sociolog!a, aunque originada en 'uropa
occidental, alcanz su mayor in-uencia e impacto en 'uropa oriental,
mientras que la otra %all un ambiente propicio en 'stados (nidos,
donde se institucionaliz dentro del sistema universitario.
'l enorme desarrollo de la sociolog!a en 'stados (nidos es una mani
&estacin de los constantes es&uerzos de la cultura norteamericana por
e#plorar, en&rentar y controlar su cambiante medio social. La sociolo
g!a %a evolucionado con tanta rapidez como acaso cualquier otro as
pecto de la cultura intelectual norteamericana. Para buena parte del
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mundo actual, 1sociolog!a2 es prcticamente sinnimo de 1sociolog!a
norteamericana2. ;al vez la preeminencia mundial de esta 6ltima, en su
es&era pro&esional, sea mayor que la correspondiente in-uencia de la
mayor!a de los otros intentos culturales norteamericanos, incluso en
matemtica, &!sica u otras ciencias naturales. @us t)cnicas son emuladas
en todas partes9 sus teor!as modelan los t)rminos en que se discute
sobre sociolog!a en todo el mundo y los problemas a cuyo alrededor gira
el debate intelectual.
'n el curso de dos generaciones, los sociolgos norteamericanos idea
ron una serie de t)cnicas de investigacin e inventaron otro conjunto de
complejas perspectivas tericas9 completaron y publicaron miles de
investigaciones9 &ormaron un plantel de especialistas con dedicacin
e#clusiva cuyo n6mero duplicaba o triplicaba, por lo menos, el de todos
ios pa!ses europeos reunidos9 crearon muc%os peridicos, ins titutos de
investigacin y departamentos nuevos9 e#tendieron la in -uencia
acad)mica y conquistaron una amplia atencin p6blica aunque no un
respeto uni&orme9 y cometieron todas las &ormas de torpezas y
vulgaridades previsibles en una disciplina arriviste. 'mpero, a pesar de
todos sus puntos vulnerables, se a$rm como parte de la cultura
norteamericana, y cada aKo aparece ms pro&undamente institucionali
zada en 'stados (nidos. La era moderna, como dec!a J. Wrig%t *il8s, es,
en verdad, la era de la sociolog!a. 4 esto obedece en gran medida a que
es la )poca del 'stado =ene&actor.
espu)s de la @egunda Guerra *undial la sociolog!a norteamericana,
estimulada por el 'stado =ene&actor, creci a un ritmo ms rpido que
en ninguna otra )poca anterior.AE madurar, &ue abandonando su aisla
miento acad)mico y los socilogos quedaron e#puestos a nuevas pre
siones, tentaciones y oportunidades. Jon creciente &recuencia, comen
zaron a investigar las grietas y %endeduras de su propia cultura, a me
nudo no advertidas por otros pro&esionales de clase media. Al mismo
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tiempo empezron a viajar al e#terior ms que antes y a e#perimentar
los pro&undos e&ectos del 1c%o que cultural2 resultante. e tal modo, los
socilogos se multiplicaron, se %icieron ms mundanos, ms e#perimen
tados, ms opulentos, ms poderosos y ms seguros acad)micamente.
?an escalado posiciones en el mundo, sobre todo despu)s de la @egun
da Guerra *undial. A menudo Ddemasiado a menudoD esto origin una
complacencia pagada de s! misma9 pero, a veces, tambi)n provoc en
algunos socilogos una mayor necesidad de replantear sus perspec tivas
intelectuales ms !ntimas.
'stos recientes procesos en la institucin sociolgica norteamericana
empalmaron con otros e#ternos a ella, con nuevos y crecientes proble
mas sociales, tanto nacionales como e#tranjeros. Por ello es casi seguro
que la sociolog!a norteamericana no tardar en e#perimentar cambios
pro&undos y radicales. Al mismo tiempo que estos &actores la llevan
%asta los umbrales de una reorientacin bsica, otros procesos que tie
nen lugar en el per!metro oriental de la cultura europea, en el mundo
sovi)tico, tambi)n revelan cambios en su sociolog!a que prometen ser
no menos pro&undos y cr!ticos. Aunque es penosamente lento y ai est
lejos de %allarse en plena marc%a, el proceso de des%ielo del marQ
TR
TB
#ismo sovi)tico resulta claramente visible. Al parecer, pues, los dos
polos principales a cuyo alrededor se desarroll en los 6ltimos cincuen ta
aKos la sociolog!a mundial +la sociolog!a acad)mica norteamericana y el
mar#ismo sovi)tico reciben ms o menos simultneamente la in-uencia de vigorosas &uerzas sociales, que ios impulsarn %acia cambios
&undamentales. Jomo sucede con los dientes de un diapasn, los mo
vimientos de uno de ellos provocan resonancias en el otro, acelerando
as! la crisis de la sociolog!a en todo el mundo.
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4a dije que la sociolog!a norteamericana actual es, en la prctica, el
modelo universal de la sociolog!a acad)mica. (no de los problemas que
procura resolver el anlisis siguiente es el de esbozar una respuesta a la
pregunta 0 qu) es una sociolog!a acad)mica3 Pero no es posible
responder a ella, ni siquiera en &orma preliminar, limitando nuestra
atencin a la sociolog!a norteamericana. "i siquiera podemos comenzar
a comprender la sociolog!a acad)mica salvo en su perspectiva %istrica,
es decir, en tanto proviene de alguna parte y se dirige a otra. 'sto me
obligar a recorrer vastos territorios en busca de una respuesta. Yoy a
sugerir que los recientes desarrollos sovi)ticos o&recen algunos indicios
interesantes acerca de los or!genes sociales de la sociolog!a acad)mica.
Al igual que otros socilogos de mi )poca, %e sido testigo de algunos de
los sucesos que e#aminar). A veces me re&erir), por consiguiente, a
cosas que %e visto y o!do directamente, por casualidad o por estudio
deliberado. Jon esto, sin embargo, no me propongo situarme entre los
%ombres cuya obra destacar). Pero yo, como cualquiera, debo con$ar
tanto en mi e#periencia personal como en los libros que %e le!do.
0u) es, entonces, la sociolog!a acad)mica, y qui)n es el socilogo aca
d)mico3 's una pregunta curiosa, porque en la actualidad la mayor!a de
los socilogos no la consideran digna de ser planteada, salvo en los
te#tos ms elementales, donde suele responderse a ella de manera tam
bi)n simplista.
'n. los comienzos de la sociolog!a &rancesa, despu)s de la muerte de
?enri de @aintQ@imon, sus disc!pulos iniciaron una serie de con&eren cias.
'n una calle las o&rec!a Auguste Jomte9 en otra, sus rivales 'n &antin y
=azard. (nas y otras giraban sin cesar alrededor de esta pre gunta
0qui)n y qu) es el socilogo3 ;odos terminaron por evidenciar su
empeKo en establecer una nueva religin, una religin de la %uma nidad,
cuyos sacerdotes ser!an los socilogos. 'n resumen, el socilogo &ue
concebido inicialmente como una especie de sacerdote.
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Podr!a suponerse que este v!nculo entre el sacerdote y el socilogo
e#isti solamente en los comienzos de la sociolog!a, siendo arcaico e
ine#istente en la sociolog!a moderna y de orientacin pro&esional. 's
muy posible, sin embargo, que tal conclusin sea prematura. 'n un
estudio sobre la Asociacin @ociolgica "orteamericana, ;imot%y @pre%e
y yo enviamos a sus F.FT miembros un cuestionario re&erente a
diversos problemas. 'ntre los O.E socilogos que respondieron, se
comprob que, todav!a en EBF, ms de la cuarta parte +T,F [ %a b!an
pensado alguna vez en %acerse sacerdotes. Adems Dcomo e# plicar)
ms adelanteD los que %ab!an pensado dedicarse al sacerdocio o
concurr!an con mayor &recuencia a la iglesia abundaban ms entre
quienes se inclinaban por la tendencia predominante del pensamiento
sociolgico, el &uncionalismo, que entre aquellos que le eran %ostiles.
OM
?acia una sociolog!a de la sociolog!a
Aunque a%ora esta concepcin inicial del socilogo como sacerdote
pueda parecer estra&alaria, probablemente, respond!a al interrogante de
qui)n es el socilogo con muc%a mayor seriedad, y sin duda de manerams interesante, que la respuesta convencional que suelen o&re cer
actualmente los socilogos. ?oy solemos responder que el socilogo es
una persona que estudia la vida grupa\, e#amina al %ombre en la
sociedad e investiga las relaciones %umanas. 'sta respuesta, sin em
bargo, no es muy seria. 's como si un polic!a describiera su &uncin
diciendo que atrapa delincuentes9 un industrial, diciendo que &abrica
jabn9 un sacerdote, diciendo que celebra misa9 un parlamentario, di
ciendo que aprueba leyes. @i bien ninguna de estas respuestas es &alsa
en s! misma, todas delatan estrec%ez de perspectiva. @e limitan a e#
presar una parte de lo que se supone que cada uno %ace, tranquilizn
donos en cuanto a que, en e&ecto, %ace lo que debe9 pero no nos per
miten captar la totalidad de su rol en el esquema global de las cosas. ;al
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respuesta es perdonable cuando se trata de un polic!a o un indus trial9
pero resulta di&!cil evitar la sensacin de que, en boca de un socilogo,
es peculiarmente inadecuada y, en cierto sentido, contradic toria. 'n
e&ecto9 si, como dice el socilogo, su tarea especial es inves tigar al
%ombre en la sociedad, 0no deber!a entonces verse y re&erirse a s!
mismo en la sociedad3
Por desgracia los socilogos, como los dems %ombres, no nos dicen qu)
%acen realmente en e\ mundo, a di&erencia de lo que piensan que
deber!an %acer. 'n este estudio, en cambio, me interesa sobre todo lo
que realmente %acen los socilogos, y en particular los tericos socia
les. udo muc%o de que sea posible describir todo lo que ellos %acen en
el mundo diciendo que lo estudian. 4 tambi)n dudo muc%o de que solo
pidan al mundo que los mantenga adecuadamente pero que, por lo
dems, los deje tranquilos de modo que puedan continuar estu dindolo.
La tarea actual del socilogo no consiste solo en ver a los dems tal
como se ven, ni en verse a s! mismo como lo ven los dems, sino tam
bi)n en verse a s! mismo como ve a los dems. Lo que los socilogos
necesitan es una nueva y mayor conciencia de s! mismos, que los con
duzca a plantearse sobre s! mismos preguntas anlogas a las que se
plantean sobre los conductores de ta#i o los m)dicos y a responderlas
del mismo modo. 'sto signi$ca, sobre todo, que debemos adquirir el
inveterado %bito de e#aminar nuestras propias convicciones como si
&ueran ajenas. @igni$ca, por ejemplo, que cuando se nos pregunta por
qu) algunos socilogos creen que la sociolog!a debe ser una 1disciplina
libre de valores2, no nos limitemos a contestar con los argumentos EFQ
gicos que respaldan tal actitud. Los socilogos deben abandonar el su
puesto D%umano, pero elitistaD de que las creencias de los dems
obedecen a la necesidad, mientras que las suyas solo obedecen a los
dictados de la lgica y la razn.
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A los socilogos les ser relativamente &cil adoptar tal punto de vista
con respecto a sus creencias pro&esionales9 en cambio, tendrn muc%a
mayor di$cultad para %acerlo en cuanto a sus creencias y su conducta
cient!$cas. Por ejemplo, les resultar di&!cil sentir !ntimamente que el
r
OE
1m)todo cient!$co2 no es una simple lgica, sino tambi)n una moral9
que es, adems, la ideolog!a de un movimiento social en pequeKa esca
la que tiene por objeto re&ormar Dde manera muy particular y espe
c!$caD la sociolog!a misma, y que en su carcter social no di$ere mu
c%o de cualquier otro movimiento social. A muc%os socilogos les cos
tar admitir que, en la actualidad, carecemos de toda comprensin se
ria del motivo por el cual se considera bueno un esp)cimen de investi
gacin social y malo otro, o de por qu) los socilogos pasan de una
teor!a a otra. 's que ios socilogos, como otros %ombres, siguen con
&undiendo %abitualmente la respuesta moral con la emp!rica, creyendo
que lo que debe ser, es. 'n otras palabras, tambi)n nosotros estamos
dispuestos a suponer que un cambio Dsobre todo si es %acia una teor!aque nosotros mismos aceptamosD, se %a producido primordialmente
porque as! lo requer!an las conclusiones de estudios realizados seg6n el
m)todo cient!$co. e tal modo, nos apresuramos a con$rmar nues tras
convicciones morales, en lugar de admitir que la cuestin quede sin
respuesta %asta que se lleven a cabo los estudios que son el 6nico
medio de proporcionrsela.
Los socilogos deben dejar de presuponer la e#istencia de dos tipos de%ombres sujetos y objetos, socilogos y legos, cuya conducta %ay que
e#aminar de maneras di&erentes. "o e#iste sino una raza %umana, y ya
es tiempo de que los socilogos reconozcamos todo lo que implica
nuestra pertenencia a ella. @in duda a m!, como a otros colegas, me
resultar di&!cil contemplar a los socilogos como una tribu ms de la
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raza %umana, pero me propongo llegar lo ms lejos posible en esta
direccin.
*i objetivo, pues, consiste en procurar una comprensin cr!tica de la
misin social de la sociolog!a acad)mica y &ormular algunas ideas provisorias acerca del mandato social con que act6a, las ideolog!as que e#
presa y el v!nculo que mantiene con el conjunto de la sociedad. Procu
rar) de$nir el carcter de la sociolog!a acad)mica %aciendo centro en su
escuela intelectual predominante, el &uncionalismo, y en su ms
destacado terico, ;alcott Parsons, cuyo punto de vista, aunque de nin
g6n modo el 6nico en la sociolog!a norteamericana actual, es sin duda el
decisivo. ;odo intento de comprender los cambios inminentes en la
sociolog!a norteamericana requiere con&rontar sus tendencias intelec
tuales ms importantes. 4 puesto que las tendencias intelectuales no se
desenvuelven en un vac!o social, cualquier es&uerzo por comprender la
sociolog!a norteamericana actual e#ige relacionarla con la !ndole y los
problemas de la sociedad que le dio origen. 'n otra parte de esta obra
e#aminar brevemente ciertas caracter!sticas surgidas en la nueva so
ciolog!a de 'uropa oriental, que tuve oportunidad de observar durante
EBF y EBFF. (na de las razones ms importantes para concentrarnos
en dic%a sociolog!a es que presenta un ejemplo del surgimiento de un
tipo acad)mico de sociolog!a en statu nascendi, permiti)ndonos as! re
$nar nuestra comprensin de las condiciones sociales en que aparece
una sociolog!a acad)mica y ayudando a o&recernos una base para res
ponder a la pregunta 0qu) es la sociolog!a acad)mica3
La !ndole de la sociolog!a
Jmo y dnde se busque tal respuesta depender, por supuesto, de
cmo se conciba la sociolog!a, de lo que se suponga que es. 'n la ima
gen que tienen de ella, muc%os de sus representantes subrayan que se
trata de una ciencia social y consideran el aspecto cient!$co como su
rasgo ms espec!$co e importante. uieren llegar a ser cient!$cos y que
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se los considere como tales9 desean dar a su labor un sesgo ms
riguroso, ms matemtico ms &ormal e instrumentado con ms po
tencia. Para ellos, el m)todo cient!$co de estudio en s!, y no el objeto
estudiado o la manera de concebirlo, es la caracter!stica emocionalQ
mente decisiva de la sociolog!a, si no la de$nitoria desde )l punto de
vista lgico. 'n contraste con tal concepcin, sostenida por muc%os so
cilogos pero en modo alguno por todos, mi en&oque del carcter de la
sociolog!a puede parecer curioso. "o pretendo concentrarme en la
sociolog!a como ciencia, ni en su 1m)todo2.
@ea cual &uere la importancia que cada socilogo asigne al rigor meto
dolgico en sociolog!a, la mayor!a concuerda en que el conocimiento de
la vida social e#ige en alg6n momento que se realicen investigacio nes,
que los supuestos sean sometidos a alg6n tipo de prueba emp!rica y las
in&erencias lgicas a observaciones sensoriales. La mayor!a admite que
es necesario observar y escuc%ar a la gente. 'n tal caso, 0no de ber!a
bastar con de$nir el carcter de la sociolog!a simplemente en t)r minos
de su inter)s por conocer de manera emp!rica el mundo social3 0"o
deber!amos reducirnos a preguntar, respecto del carcter de la
sociolog!a, en qu) condiciones empiezan los %ombres a estudiar emp!
ricamente el mundo social3 "o lo creo, pese a la importancia de esta
pregunta.
(na razn para no &ormular el problema de esta manera es que el mun
do social puede ser estudiado de muc%os modos di&erentes, todos ellos
quizs igualmente cient!$cos o emp!ricos. "o parece %aber razn algu na
para creer que la labor de economistas, estudiosos de la ciencia po
l!tica, antroplogos o psiclogos sociales sea menos cient!$ca que la de
los socilogos, aunque es, a menudo, palmariamente distinta. Ade ms,
el estudio emp!rico del mundo social parte de la premisa de que los
%ombres tienen ya alguna concepcin de )l. Por lo menos, lo supo nen
cognoscible mediante una ciencia emp!rica, como lo son otros as pectos
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del mundo mediante otras ciencias, y que, como ellas, presenta ciertas
regularidades e#presables por leyes. 'n resumen, que un estudio
emp!rico de la vida social se lleve o no a cabo, y de qu) tipo sea de
pende de ciertos supuestos anteriores acerca de la sociedad y de los
%ombres, y %asta de ciertos sentimientos y relaciones respecto de una y
otros.
@in embargo, si el propsito &ormal de la sociolog!a )s descubrir el
carcter del mundo social, 0cmo puede basarse en supuestos a priori
acerca de )l3 0Acaso esto no equivale a esconder el conejo en el som
brero, y no determina que lo que la sociolog!a descubre acerca del
mundo social est) limitado por o dependa de lo que ya presupone acer
ca de )l3 'n cierta medida esto debe ser as!9 la sociolog!a no puede
evitarlo, ya que opera necesariamente dentro de los l!mites de sus su
puestos. Pero cuando act6a conscientemente, puede, al menos, ponerlos
r
E
OT
OO
E
a prueba, evaluar cules tienen &undamento y cules carecen de )l. 'llo
no obstante, dic%os supuestos deben seguir proporcionando en gran
medida el eje de las decisiones y los descubrimientos9 establecen los
l!mites dentro de los cuales se a$rman o niegan los atributos imputados
al mundo social.
Les guste o no, y s)panlo o no, los socilogos organizan sus investiga
ciones en t)rminos de sus supuestos previos9 el carcter de la sociolog!a
depende de ellos, y cambiar cuando ellos cambien. Por lo tanto, e#
plorar el carcter de una sociolog!a, saber qu) es, nos obliga a identi
$car sus ms pro&undos supuestos acerca del %ombre y de la sociedad.
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Por estas razones, no ser en sus m)todos de estudio donde buscar) la
comprensin de su carcter, sino en sus supuestos acerca del %ombre y
la sociedad. 'mplear determinados m)todos de estudio implica la
e#istencia de determinados supuestos acerca del %ombre y la sociedad.
@in embargo, al re&erirme a los 1supuestos2 que de$nen el carcter de
una sociolog!a, no me limito a aquellos que los socilogos e#plicitan en
sus 1teor!as2. (na de las razones para proceder as! es que, en 6ltimo
anlisis, trato de comprender esas teor!as como un producto %umano y
social. uiero poder apartarme de las teor!as deliberadamente &orja das,
y para ello necesito algo en lo cual apoyarme para empezar a ela borar
ideas que puedan e#plicar las teor!as mismas. 'n de$nitiva, quie ro
poder e#plicar, no solo lgica sino tambi)n sociolgicamente, por qu) los
socilogos adoptan ciertas teor!as y rec%azan otras, y por qu) cambian
un conjunto de teor!as por otro. 'ste estudio es un paso en tal direccin.
@upuestos bsicos subyacentes y supuestos acerca de mbitos
particulares
Las teor!as sociales &ormuladas de manera deliberada, podr!amos decir,
con un e#ceso de simpli$cacin tambi)n deliberado, contienen al me nos
dos elementos discernibles. (no de ellos est constituido por los
supuestos &ormulados de modo e#pl!cito, a los que podemos llamar
1postulaciones2. Pero contienen muc%o ms. ;ambi)n incluyen un se
gundo conjunto de supuestos no postulados ni rotulados que denomi
nar) 1supuestos bsicos subyacentes2 +bac>groand assumptions. Les
doy este nombre porque, por una parte, suministran la base de la cual
surgen en cierta medida las postulaciones, y por otra, porque al no estar
e#presamente &ormulados permanecen subyacentes en la atencin del
terico. 'sta se concentra en las postulaciones, mientras que los su
puestos bsicos subyacentes &orman parte de lo que *ic%ael Polanyi
llama la 1atencin subsidiaria2 del terico.N Los supuestos bsicos sub
yacentes estn implicados en las postulaciones de una teor!a. Al actuar
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dentro de estas y junto a ellas son, por as! decir, 1corpart!cipes silen
ciosos2 de la empresa terica. Los supuestos bsicos subyacentes brin
dan algunos de los &undamentos para la eleccin y el cemento invisible
que mantiene unidas las postulaciones. 8n-uyen, desde el principio al
E *. Polanyi, Personal ]noUled "ueva 4or> ?arper ^
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mente por una voluntaria con&ormidad con la moral del m)todo cien
t!$co.
'l %ec%o de que los socilogos se contenten con tal concepcin da
prueba de que no %emos logrado adquirir conciencia de nosotros mismos ni tomar en serio nuestra propia e#periencia9 pues, como sabe todo
el que alguna vez %a manejado teor!as, algunas son aceptadas como
convincentes y otras rec%azadas por inconvincentes muc%o antes de
que se disponga de los elementos de prueba apropiados. Los
estudiantes lo %acen con &recuencia. Aun socilogos e#pertos
simplemente aceptan como convincentes ciertas teor!as y no otras, de
manera intuitiva. 0J mo sucede esto3 0u) es lo que %ace
intuitivamente convincente una teor!a3
(na razn es que sus supuestos bsicos subyacentes coinciden con los
del observador, son compatibles con ellos, los convalidan consensualQ
mente o los completan a modo de 1cierre2 mental. La teor!a a la que se
siente intuitivamente convincente suele e#perimentarse como algo d)jci
vu, como algo ya sabido o sospec%ado. @e la siente a&!n porque con
$rma o complementa alguna presuncin previa del que la e#amina, un
supuesto que slo entreve!a en &orma borrosa, precisamente porque era
un supuesto 1subyacente2. Jomo dice ?erbert =lumer, la teor!a o
concepto intuitivamente convincente 1sensibiliza2 al observador, pero lo
sensibiliza no simplemente con respecto a alguna parte oculta del
mundo e#terno sino tambi)n con respecto a una parte de su mundo
interior que %asta entonces permanec!a en la oscuridad. "o sabemos
qu) proporcin de lo que a%ora juzgamos 1buena2 teor!a social goza de
&avor por estos motivos, pero podemos estar seguros de que es muQ
E
O
O
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dio mayor de lo que aseguran quienes tienen pretensiones cient!$cas.
Los supuestos bsicos subyacentes son de diversa magnitud y gobiernan
mbitos de alcance variable. Podr!amos decir que se ordenan como un
cono invertido parado de punta. 'n la parte superior estn los de ma yor
circun&erencia, los que no se aplican en &orma e#clusiva a un m bito
limitado. @e trata de creencias tan generales acerca del mundo que, en
principio, podr!a aplicrselas sin limitaciones a cualquier ma teria.
@tep%an Pepper las denomina 1%iptesis acerca del mundo2. @iendo
presuposiciones primitivas acerca del mundo y de todo lo que %ay en )l,
brindan las orientaciones ms generales, que permiten dar signi$cado a
las e#periencias poco &amiliares. @uministran los t)rminos de re&erencia
que limitan los supuestos menos generales, situados ms abajo en el
cono, e in-uyen sobre ellos. Las %iptesis acerca del mundo son las
creencias ms generales y primitivas acerca de la realidad. @u ponen,
por ejemplo, una tendencia a creer que el mundo y las cosas que %ay en
)l son 1realmente2 uno solo o 1verdaderamente2 muc%os. ;ambien
pueden implicar una disposicin a creer que el mundo est 1realmente2
muy integrado y co%esionado +ya sea uno o muc%os ., o apenas
entrelazado y disperso. Las %iptesis acerca del mundo Del se cretopuede ser reveladoD son lo que suele llamarse 1meta&!sica2.
Los supuestos bsicos subyacentes de aplicacin ms limitada, como los
re&erentes al %ombre y la sociedad, son lo que llamo 1supuestos acerca
de mbitos particulares2 +domain assumptions. 'stos son los supuestos
bsicos subyacentes aplicados 6nicamente a los miembros de un solo
mbito9 son, en realidad, la meta&!sica de un mbito. Los su puestos del
mbito particular relacionado con el %ombre y la sociedad puedenincluir, por ejemplo, predisposiciones a creer que los %ombres son
racionales o irracionales9 que la sociedad es precaria o &undamen
talmente estable9 que los problemas sociales se resolvern por s! solos,
sin intervencin plani$cada9 que la conducta %umana es imprevisible9
que la verdadera %umanidad del %ombre reside en sus emociones y
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sentimientos. igo que estos 1pueden2 ser ejemplos de supuestos acer
ca de mbitos particulares con respecto al %ombre y la sociedad porque,
en de$nitiva, solo es posible decidir si lo son o no determinando lo que
creen las personas, incluyendo los socilogos, acerca de un mbito
dado. Los supuestos acerca de mbitos particulares son de aplicacin
menos general que las %iptesis respecto del mundo, aunque unos y
otros son supuestos bsicos subyacentes. Podr!amos decir que las
%iptesis acerca del mundo son un caso especial o l!mite de supuestos
acerca de mbi tos particulares, en el cual no se aplica ninguna
restriccin al dominio al que se re$eren los supuestos. Los supuestos
acerca de mbitos par ticulares son las cosas que se atribuyen a todos
los miembros de un ni bito9 en parte estn moldeados por las %iptesis,
del pensador respecto del mundo, y a su vez moldean las teor!as
deliberadamente elaboradas de este. @on un aspecto de la cultura ms
general que se vincula de manera muy estrec%a con las postulaciones
de la teor!a. @on tambi)n uno de los v!nculos importantes entre la obra
del terico y la sociedad en su conjunto.
T @. J. Pepper, World ?ypot%eses A @tudy in 'vidence, =er>eley
(niversitv o& Jali&ornia Press, EBT.
Pueden plantearse al menos dos cuestiones di&erentes acerca del papel
de los supuestos bsicos subyacentes Dya sean %iptesis respecto del
mundo o de supuestos acerca de mbitos particularesD en la ciencia
social. (na de ellas es si la ciencia social debe basarse ineludiblemente,
por razones lgicas, en algunos de tales supuestos. 'n cuanto a si
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