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Monografía sobre la novela Boquitas Pintadas de Manuel Puig.
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BOQUITAS PINTADAS, UNA OBRA DE MANUEL PUIG
El presente trabajo versa sobre la novela Boquitas pintadas, de Manuel
Puig. A partir de este se intentará un acercamiento al uso de diferentes géneros
como recurso narrativo y a la ausencia explícita del narrador en tercera persona
en la obra de este autor.
El escritor argentino Manuel Puig1 nació el 28 de diciembre de 1932 en
General Villegas, provincia de Buenos Aires. Debido a la
inexistencia de un colegio secundario en el pueblo que lo vio
crecer, sus padres lo enviaron a estudiar a la capital. Su
pasión siempre fue el cine, pero en la universidad intentó
con las carreras de Arquitectura y de Filosofía y Letras. Con
la ayuda de una beca pudo dedicarse a lo que realmente
amaba: el séptimo arte. Por eso en 1956 viajó a Roma para
comenzar a estudiar.
En otras ciudades de Europa, el joven Puig dio clases de español y de
italiano, y empezó a escribir los primeros bocetos de algunos guiones
cinematográficos. Posteriormente, se dedicó a la asistencia de dirección tanto
en la capital italiana como en Buenos Aires.
Al mudarse a Nueva York surge la idea inicial de lo que luego sería su
primera novela, La traición de Rita Heyworth, que primero nació como un guión,
pero que terminó convirtiéndose en una obra literaria en 1965. Gracias a ésta,
fue finalista de un prestigioso concurso organizado por la editorial española Seix
Barral, aunque no logró que la novela se publicase hasta 1968.
En 1969, ya establecido nuevamente en Buenos Aires, publica Boquitas
pintadas, la novela que lo llevaría a la fama. Autor popular cuya escritura había
recibido elogiosos comentarios en el exterior, en su país Puig no logró que la
crítica lo respetara.
The Buenos Aires Affair (1973) fue publicada en un
momento turbio para la Argentina y, como muchos otros
libros, fue prohibido por la dictadura militar. A causa del
ambiente complicado que se vivía en Buenos Aires y de
1 La biografía completa de este autor puede ser encontrada en los sitios www.literatura.org y www.sololiteratura.com
las amenazas telefónicas que recibió por parte de la Triple A, el escritor decidió
mudarse a México. Allí, tres años más tarde, vería la luz El Beso de la Mujer
Araña, quizás su obra consagratoria, a partir de la cual comenzaría a recibir
atención internacional.
Mientras vivía en Nueva York y daba clases de escritura en la prestigiosa
Universidad de Columbia, publica su cuarta novela, Pubis angelical (1979). De
naturaleza inquieta, el escritor se mudó a Brasil, donde comenzó la adaptación
cinematográfica de El beso de la Mujer Araña (1985), novela que también daría
origen a la obra de teatro escrita por el mismo Puig. Esta historia de la
intimidad de dos hombres muy diferentes que se conocen en la celda de una
prisión inspiró, además, una ópera y un famoso musical de gran éxito en
Broadway.
1980 es también el año en que publica el libro Maldición eterna a quien lea
estas páginas, y dos años más tarde sale editada Sangre de amor correspondido
(1982). Cae la noche tropical será su última novela, que publica en 1988. Dos
años más tarde, el 22 de julio de 1990, Manuel Puig fallece en Cuernavaca,
México, donde vivía desde hacía un año.
«No escogí la literatura. La literatura me escogió a mí»2, solía decir el
autor, y era cierto; Manuel Puig llegó a la literatura casi por casualidad y
terminó convirtiéndose en uno de los mejores escritores de su época. Sus
novelas, resultado de la combinación de diferentes géneros, fueron adaptadas al
cine y al teatro. Él se dio el lujo de escribir alguno de los guiones y perpetuarse
no sólo en las páginas, sino también en el celuloide, como las estrellas de
Hollywood que despertaron su amor por el cine y que de pequeño lo hicieron
soñar.
Olvidado por la crítica y por el público de la Argentina, donde hacía mucho
tiempo que ya no se reeditaban sus libros, Puig fue revalorizado después de su
muerte. Se reeditaron sus obras, se estudió su estilo particular y hoy en día se lo
considera uno de los grandes escritores nacionales.
Coronel Vallejos, un claro juego de palabras con el que fue su pueblo natal,
vuelve a ser, como en La traición de Rita Heyworth, el
escenario de los amores, los desengaños y las traiciones de
Boquitas pintadas, su segunda novela, aparecida en 1969.
2 Cabrera Infante, Guillermo. Millenium / Las 100 Mejores Novelas Nº 93 «Boquitas pintadas», de Manuel Puig. Véase www.sololiteratura.com
Escrito por el mismo Puig, el guión basado en esta obra sería llevado al
cine en 1974 por Leopoldo Torres Nilsson, director de grandes films como El
guapo del 900 y El santo de la espada, y protagonizado por Marta González,
Alfredo Alcón, Luisina Brando, Leonor Manso y Raúl Lavié.
El éxito alcanzado por Boquitas pintadas logró hacer de su autor una
figura de gran fama, que mereció además el reconocimiento internacional. Esta
novela fue rápidamente convertida en un best seller. Puig había conseguido
crear con ella “una nueva forma de literatura popular”3, donde se mezclaban
diferentes géneros con una innovadora técnica narrativa.
Esta historia a modo de folletín4 fue ideada para publicarse en entregas en
alguna revista de la época; sin embargo, luego de haber sido rechazada tanto
por publicaciones informativas, como por revistas dedicadas al público
femenino, terminó editándose en forma de libro. Por esta razón es que la obra
está dividida en dos partes (“Boquitas pintadas de rojo carmesí”, la primera; y
“Boquitas azules, violáceas y negras”, la segunda), y cada una de éstas está
conformada por ocho entregas, lo que suma un total de dieciséis.
Cada una de las dieciséis entregas comienza con un epígrafe. Todos los
epígrafes corresponden a letras de tango de moda durante la época en la que se
sitúa la novela (décadas del treinta y del cuarenta). En constante relación con la
cultura de masas de aquellos años, Puig encabeza cada capítulo con letras de
canciones populares de una música que en sus inicios se consideró marginal.
«Deliciosas criaturas perfumadas, quiero el beso de sus boquitas
pintadas»5, reza la frase que da inicio a la tercera entrega (p. 35). Parte del fox-
trot6 “Rubias de New York”, lleva también dentro el título de la obra. La letra de
Alfredo Le Pera, que inmortalizó el cantante Carlos Gardel, además se repite en
la quinta entrega.
Durante una entrevista, Manuel Puig declara que la necesidad de recurrir a
ciertos elementos del imaginario social, como por ejemplo las letras de tangos y
de boleros, para rodear a sus personajes está relacionada con
la búsqueda de identidad de los primeros argentinos, hijos de
3 Ibídem4 Como género, según la Real Academia Española, el folletín es un “tipo de relato propio de las novelas por entregas, emocionante y poco verosímil”.5 Todas las referencias a la obra Boquitas pintadas serán extraídas de la edición de 1973. Los extractos se indicarán con el número de páginas entre paréntesis.6 Música y baile de ritmo cortado y alegre, originario de los Estados Unidos de América, y que estuvo de moda a principios del siglo XX (definición de la Real Academia Española).
inmigrantes, que «no sabían cómo era ser argentino. Entonces esa primera
generación que no pudo hallar en casa los modelos de conducta adecuados (…)
los encontraba donde podía, a veces en el cine, en la radio, en las revistas
deportivas o las femeninas o las de espectáculos, en la literatura más
accesible…»7.
Esto explica la utilización de letras de canciones como “Cuesta abajo”,
“Volvió una noche”, “Arrabal amargo” y “Volver”, todos tangos escritos por Le
Pera, que popularizaría la voz de Gardel, el cantante más representativo de
tango que tuvo el Río de la Plata. Muchos de los personajes repiten frases de
estas canciones, apropiándose de ellas, haciéndolas suyas. De esta manera se ve
la relación directa de los epígrafes con el texto. Estas frases no fueron elegidas
al azar, cada una de ellas, como muchas canciones en su totalidad, guardan una
relación cercana con el tema del capítulo, con algún hecho en particular o con
un sentimiento experimentado por alguno de los personajes durante la entrega
correspondiente.
Así la frase «Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos, van
marcando mi retorno. Son las mismas que alumbraron, con sus pálidos reflejos,
hondas horas de dolor» (p.111) da comienzo al tango “Volver” y también a la
última entrega de la primera parte, cuando Juan Carlos retorna a su pueblo
natal. De la misma manera «Era… para mí la vida entera…» (p.9), de “Cuesta
abajo”, da inicio a la obra. Son palabras que cobran sentido a medida que
avanza la historia y caemos en cuenta de que este personaje central (epicentro
alrededor del que giran varias mujeres) ha sido el gran amor de Nené.
«Charlemos, la tarde es triste…» (p.23), frase del tango “Charlemos”
escrito por Luis Rubinstein, que encabeza la segunda entrega, aparece también
en palabras de Nené mientras le escribe una carta a la madre de Juan Carlos, en
la que se desahoga de todos sus problemas. Estas cartas, que se inician luego de
la muerte del muchacho, y en las que nos enteramos de la actual situación de
Nené, ya casada y con dos hijos, no solo tienen la finalidad de darle el pésame a
la mujer, sino también de solicitarle el envío de unas antiguas cartas, escritas
por el joven en 1937, lo que será el puntapié inicial para conocer la historia de
este amor que no pudo ser.
Si bien Nené y Juan Carlos son los protagonistas de esta novela, hay ciertos
personajes secundarios cuyas vidas se enredan y se mezclan en las calles
7 Rodríguez Monegal, Emir. El folletín rescatado: El CEFyL de los estudiantes, Literatura argentina II (Mimeo)
apacibles de este pueblo ficticio. Del lado femenino, ubicada en el extremo de
una triada, en la que Nené sería el centro (directa relación con su pertenencia a
la clase media), se encuentra Mabel, una chica de clase media alta, que es su
amiga, pero que también tuvo una relación con Juan Carlos, con quien aún
mantiene ciertos encuentros a escondidas.
En el otro extremo, el de la clase baja, Antonia Josefa Ramírez, apodada
“Rabadilla” o “la Raba”, antigua compañera de colegio de las chicas, que trabaja
como servicio doméstico. Su historia se relaciona también con la de Pancho, un
albañil, futuro suboficial de la policía, quien se perfila como la contrapartida de
su amigo Juan Carlos.
Podríamos nombrar otros personajes que completan el cuadro: la Viuda
que mantiene un affaire con el muchacho, la madre de Juan Carlos, y también su
hermana Celina, que toma un papel decisivo en el curso de los acontecimientos,
en especial hacia el final de la historia. Y también dos personajes masculinos en
relación directa con Nené, que marcan su pasado y su presente-futuro: el doctor
Aschero, con quien tuvo su primer amorío, por un lado, y Massa, su marido, un
martillero público con quien se muda a Buenos Aires luego de casarse. Este
hombre será el encargado de quemar las famosas cartas sobre el final de la
última entrega, cerrando así la historia de Boquitas pintadas.
Pero más allá de la trama general retratada en esta novela, el eje principal
de la segunda obra de Puig es básicamente una historia de amor, bastante
peculiar, pero historia de amor al fin. Por eso es que podemos ubicar esta obra
en el vasto campo de la novela romántica, que por aquella época era más
conocida como “novela rosa”.
Como género literario, el folletín presenta ciertas características a las que
el escritor se apega para contar esta historia: primero y principal, la división en
entregas; luego, la intriga creada al final de cada capítulo; y la “estética
colectiva”8, ya que se recurre a elementos propios de una sociedad, para
retratar una época, la manera de pensar y las representaciones sociales. La
emotividad y la cursilería, así como también la utilización de ciertos personajes
esquemáticos (al menos en apariencia), son otros rasgos particulares de los que
Boquitas pintadas no está exenta.
Sin embargo, aunque no cabe duda de que Manuel Puig intenta un rescate
del folletín, producto popular que ha sido bastardeado por la crítica y
disminuido a la categoría de “subgénero”, por otro lado, a partir de su enfoque y
8 Concepto extraído del artículo Herederos del melodrama. Véase www.teatro.meti2.com.ar
mediante una serie de recursos estilísticos, también rompe con muchas reglas
clásicas de la “novela rosa”, centrada siempre en la relación romántica entre
una mujer y un hombre, que son capaces de soportar separación, desdichas y
engaños para que finalmente, sobre el desenlace, el amor puro triunfe y los
amantes permanezcan juntos para siempre.
La historia de Boquitas pintadas se aleja desde un primer momento del
final feliz; ya sabemos desde la entrega inicial que Juan Carlos, uno de los
amantes, está muerto, y promediando la novela también nos podemos dar
cuenta de que la relación entre este hombre y esta mujer jamás pudo ser, y sólo
se quedó en sueños y promesas y una idealización de este galán por parte de
Nené hasta el final de sus días.
Aquí Puig rompe con el estereotipo y presenta a su protagonista masculino
como un antihéroe, lejos de los clásicos galanes astutos, caballeros y
considerados de los que se enamoraban las lectoras del folletín. Juan Carlos es
bello y atractivo y enseguida roba el corazón de la chica, pero este personaje
está lejos de ser el hombre soñado, bueno, valiente y honesto. Juan Carlos es un
donjuán, egoísta, despreocupado por su salud y por el bienestar de los demás,
que salta de mujer en mujer, sólo le interesa el dinero, la diversión y el juego, y
que además sufre de tuberculosis, enfermedad de la que muere a una corta
edad.
Nené tampoco es la arquetípica damisela en apuros, capaz de soportar las
adversidades para alcanzar la felicidad de la mano del amor de su vida. Si bien
se sobreentiende que nunca superó aquel noviazgo de juventud y que siempre se
arrepintió de no haber permanecido junto a él, el miedo al contagio de aquella
enfermedad mortal y a la soledad la llevaron a los brazos de otro hombre, con el
que tendría un matrimonio aburrido y que le daría dos hijos y una vida rutinaria,
lejos de sus sueños y de un futuro idealizado que jamás pudo alcanzar, pero con
el que al menos evitó la soltería tal mal vista por aquellos años.
Mientras que los personajes típicos del folletín son fácilmente clasificables
en “buenos” y “malos”, además de que no poseen demasiados matices y se
componen de lugares comunes, en este caso los personajes que se mueven por
el ficticio pueblo de Coronel Vallejos sí presentan una tridimensionalidad que,
aunque no sea aparente desde un principio, se desprende de sus actos, de sus
palabras y de sus pensamientos.
Todo esto, sumado a la mezcla de recursos, muchos de ellos tomados de los
medios de comunicación populares, donde se mezclan voces externas, frases
hechas y los típicos clichés del género, es lo que ha generado que muchos
teóricos hablen de esta novela como una parodia del folletín, como una burla
hacia las novelitas sentimentales difundidas especialmente para las damas de la
época. Pero en numerosas entrevistas, el autor aclara que nunca hubo en sus
planes un fin satírico, y aunque en la parodia siempre se reconoce un homenaje
implícito al elemento burlado, Puig ha asegurado que no fue su intención
burlarse de los personajes.
«No creo que mis personajes sean caricaturas, yo me propongo hacer
retratos»9, expresó el autor al ser consultado sobre este asunto. La suya no es
una crítica; lejos de reírse de ellos o de juzgarlos, Puig reproduce fielmente lo
que cree que es su realidad cotidiana. Los deja libres, los deja actuar, pensar y
hablar dentro de su medio. De aquí la principal subversión al orden pactado de
la novela rosa, porque mediante esta realidad cruel y palpable que Manuel Puig
crea, se aleja de la historia idealizada, rompe con los lugares comunes, invierte
las reglas, destruye los estereotipos y patea el tablero en el que el final feliz es
el único posible para los protagonistas y para los lectores ávidos de un “the end”
irreal y placentero.
Uno de las repetidos ataques al folletín era que este evadía la crítica social
o ideológica. En Boquitas pintadas no hay juicios de valor manifiestos. El
acierto del autor radica en presentar los hechos, lanzarlos hacia el lector para
que sea este quien saque sus propias conclusiones, creando un guiño de
complicidad con él. Así serán los lectores los que decidan lo que está bien o lo
que está mal; los que juzguen a los personajes y sus actos; los que diluciden
todos aquellos detalles en los que no se ahonda, pero que quedan flotando para
ser reinterpretados o descartados.
Cuando Puig hace que Nené o Juan Carlos confeccionen una carta, y al
finalizar de escribirla el narrador nos muestra lo que hace el personaje, queda
expuesta, a simple vista, la hipocresía con que se manejan en su vida cotidiana.
No hace falta que el narrador acote su opinión al respecto o nos marque
detalles, porque todo está a la vista. Este no es solo el caso de estos personajes;
aquí no se trata únicamente de una persona que miente o engaña, no es la
hipocresía de uno, es la hipocresía de todos, de una sociedad completa. Y aquí
se halla el centro de esta obra, el tema principal de Boquitas pintadas. Tema
que se relaciona indisolublemente con el de “las apariencias” y el “qué dirán”,
9 Rodriguez Monegal, Opcit
como se menciona habitualmente a los dichos y habladurías de vecinos, amigos
y familiares que juzgan las formas de comportamiento de los demás.
Los personajes de esta novela dicen una cosa y hacen otra; piensan algo,
pero expresan lo contrario, y esto se puede observar claramente en dos pasajes
de la historia, cuando se aprecian los diálogos que se mantienen entre algunos
personajes, pero a continuación de sus palabras se pueden leer también sus
pensamientos, como en el caso de este extracto que reproduce el diálogo entre
la Viuda y Celina:
—Mire, ante todo quiero que Ud. me prometa no contárselo a nadie. orillera chusma, vas a sufrir sin contárselo a la vecina—Se lo juro por lo más sagrado. ¿Dios no me castigará que estoy jurando?—¿Por quién? si jurás por mi hermano te escupo—por Juan Carlos no me animo Por la felicidad de mi hija (p.181)
Muchos de los actos de los personajes están motivados por el rol que les ha
tocado en suerte; roles que se introducen a forma de costumbre, que se asumen
de manera inconsciente, que se afirman en apariencia y que no se contradicen,
al menos no de manera expresa, porque de lo contrario se quedaría expuesto a
los comentarios y a las miradas de los demás.
En épocas donde estos roles prefijados para hombres y mujeres, y para
determinadas clases sociales, no se objetan, ya que se considera natural seguir
ciertos modelos de comportamiento, solo resta sucumbir a las imposiciones
ajenas o romper las reglas, pero siempre manteniendo las “apariencias”. Esto es
lo que hacen muchos personajes femeninos: se casan porque la soltería está mal
vista; tienen relaciones sexuales antes del matrimonio, aunque jamás lo
confiesen; son capaces hasta de mentir ante la Justicia con tal de evitar que su
“honor” se vea empañado. Aquella que no miente, la que queda en evidencia,
como es el caso de la Raba y su embarazo, pasa a ser el centro de las
habladurías, una paria a la que muchos quitan el saludo.
La hipocresía resalta en los monólogos interiores de estos personajes, en
sus confesiones al sacerdote, en los rezos, pero principalmente en sus formas de
actuar siguiendo determinados patrones, alejándose de sus propios deseos.
Repiten frases hechas, copian modas, se rigen por la estética del cine y las
revistas, temen a mitos, leyendas y supersticiones de dudosa procedencia,
aspiran a ciertos ideales de perfección y practican un «catolicismo de
conveniencia»10.
10 Palabras del autor extraídas de la entrevista de Saúl Sosnowski.
Regidos por el paternalismo imperante y movidos por los móviles morales
de las décadas del treinta y del cuarenta, este cúmulo de personajes se maneja
con comentarios malintencionados, sonrisas falsas y elogios de compromiso;
hablan para callar, silencian la verdad que permanece latente bajo sus actos, y
repiten en voz alta todas aquellas fórmulas que la sociedad considera correctas.
Sin expresar una opinión, aunque ésta subyace durante toda la obra,
Manuel Puig conoce a la perfección a estos personajes y los motivos que los
movilizan a actuar de determinadas maneras, porque muchos de estos están
basados en personas reales, gente de su pueblo que conoció durante la infancia.
Probablemente el escritor no haya sido solamente testigo de la forma de vida y
de la exposición de las personas en un pueblo chico, en el que los chismes
estaban a la orden el día; escapándose de esa realidad diaria en la que tenía que
vivir, el niño desoía las habladurías y se refugiaba en la magia del cine, única
manera de alejarse de la cruda realidad para una persona especial, sensible y
diferente de lo que se esperaba de los hombrecitos en la Argentina de los años
treinta.
No es de extrañar que el autor elija no ejercer juicios de valor ante las
circunstancias que se extienden en la vida de estos personajes, y que evite
juzgarlos mediante el uso de ciertos recursos en los que la voz del narrador es
casi inexistente. Por eso ésta, tal vez, sea una de las principales causas por la
que es notable la falta de la tercera persona a lo largo del escrito. La ausencia
de un narrador omnisciente que dé su propio punto de vista es evidente desde
las primeras páginas. «Hablar en tercera persona significaba juzgarlos y esto
me resultaba antipático»11, fueron las palabras que usó el propio Puig para
explicar su aversión a la tercera persona y al autoritarismo que ésta produce, y
del que él pretendía escapar.
Debido a este motivo podemos apreciar que en la mayoría de las entregas,
el escritor echa mano a diferentes géneros (no solo literarios), para contar esta
historia. Es quizás el principal de estos el género epistolar. Son las primeras
cartas las que dan inicio a la acción. Éstas, escritas por Nené para la madre de
Juan Carlos, marcan también el eje temporal y espacial a partir del cual se
narran los hechos: desde mayo a septiembre de 1947, en la ciudad de Buenos
Aires. Desde este año, la narración de la protagonista permite que se
rememoren ciertos acontecimientos que tuvieron lugar en Coronel Vallejos
11 Palabras expresadas por el autor en la entrevista realizada por María Esther Gillio en su casa de Río de Janeiro. Véase www.sololiteratura.com
(moviéndose así también el eje espacial) desde septiembre de 1935, picnic de la
primavera en que Juan Carlos y Mabel tienen su primer acercamiento, pasando
por la primavera de 1936, en la que comienza el romance de los protagonistas.
El viaje de Juan Carlos a Cosquín, provincia de Córdoba, se nos revela a
partir de otras cartas, las famosas cartas que él le escribe a Nené en 1937, y
que ésta luego le solicita a la madre, diez años después. El año siguiente, 1938,
también queda reflejado en otra carta, esta vez de Nené a su amiga Mabel, en la
que le cuenta su luna de miel en Buenos Aires.
Sabemos por una nueva carta, del mismo año, que Juan Carlos regresó a
Córdoba y que está a la espera de que la Viuda se mude a Cosquín, para abrir la
pensión en la que él permanecerá mientras dure su tratamiento. Este es el
último dato que conocemos del pasado y de Coronel Vallejos.
El salto se produce hacia adelante, abril de 1941, cuando Mabel visita a
Nené en su casa de Buenos Aires, antes de su casamiento. Luego, finalmente,
regresamos al punto de partida, 1947, año de la muerte de Juan Carlos. Las
próximas misivas que conocemos nos revelan que quien remite la supuestas
cartas a Nené no es la madre de Juan Carlos, sino su hermana, Celina, en busca
de venganza contra la que ella considera la culpable del deterioro de la salud de
su hermano.
De este núcleo temporal, lo último que conoceremos es la separación de
Nené y su marido, y el viaje que emprende con sus hijos hacia Cosquín. De allí
se produce un nuevo salto, pero esta vez hacia el futuro: 15 de septiembre de
1968, día en que fallece la protagonista y sabemos lo que ha sucedido con todos
los personajes, incluso con los que ya habían muerto. La incineración de la
correspondencia entre Juan Carlos y Nené, corazón simbólico de esta novela, da
por finalizada la historia romántica, así como también la obra en su totalidad.
El género epistolar nos permite conocer la voz de los personajes. A partir
de sus palabras podemos distinguir sus ideas, sus formas de pensar, sus
maneras de ver el mundo, pero también podemos enterarnos que muchas veces
lo que escriben no es la verdad, no es lo que piensan, no es lo que sucede en la
realidad. Esto se produce debido a la astuta combinación de las misivas con
segmentos narrativos en los que se explica lo que el emisor hace luego de
terminar de confeccionar la carta. Estos fragmentos están redactados en tiempo
presente y en tercera persona. Su voz es casi la de un testigo que enumera y
describe los actos del personaje. Son a partir de estos donde la hipocresía y las
“apariencias” quedan al descubierto.
Así nos enteramos de que Nené escucha en la radio el programa “Tango
versus bolero”, a partir del cual se nos da un adelanto de la historia que narrará
la novela, realizando un paralelismo entre las dos canciones y lo que realmente
sucedió entre los protagonistas. La cultura de masas se comienza a mezclar con
la vida de estos personajes. En la segunda entrega apreciamos los sentimientos
de esta mujer con respecto a su vida actual, pero en seguida conocemos el
destino de esa carta que terminará rota. Una nueva carta, donde contradice lo
dicho con anterioridad, será la que finalmente envíe a la madre de Juan Carlos.
En la quinta entrega se nos presenta una carta escrita por el médico de
cabecera del protagonista masculino, cuyo destinatario es el especialista que
dirige el centro médico de Cosquín. Si bien la carta es más formal que las
demás, el médico cae en ciertas indiscreciones al hablar de un anónimo enviado
por una señorita (que se presupone que es Mabel), que ha recibido con
anterioridad y en el que se le informaba de la conducta irresponsable del
enfermo.
A partir de las cartas de Juan Carlos, enviadas a su novia de julio a
septiembre de 1937, mientras dura su permanencia en la citada provincia,
podemos notar la manera de hablar y pensar que tiene este joven, y apreciamos
las mentiras que escribe, en especial cuando el narrador nos informe de la
juventud de las enfermeras que atienden en la clínica, a las que el muchacho en
la misiva se había referido como contemporáneas de Sarmiento.
Las cartas de Juan Carlos serán editadas cuando las lleve a una habitación
para que otro paciente las corrija antes de ser enviadas. Las cartas que llegan al
lector son las originales de puño y letra del muchacho, y en éstas se pueden
apreciar una gran cantidad de faltas de ortografía.
Hay otros dos ejemplos de este recurso en la novena y en la onceava
entrega: son cartas de Nené a Mabel, y de Juan Carlos a la Viuda, con fechas de
1938 y 1939, respectivamente. Pero el género epistolar vuelve a ser utilizado
por Puig en la entrega quince. No son las cartas en sí mismas las que revelan la
verdad, sino los párrafos narrativos que dan cuenta de lo que sucede: es Celina
la que ha recibido todas las cartas de Nené y la que responde haciéndose pasar
por su madre.
Manuel Puig abre Boquitas Pintadas con la nota de una revista, impresa
en una publicación llamada “Nuestra Vecindad”, de aparición mensual en la
localidad de Coronel Vallejos. En ésta se da cuenta de la muerte de Juan Carlos
Etchepare. El género periodístico vuelve aparecer en la misma entrega: se trata
de un recorte de la misma revista, aparecido en 1936, en ocasión del baile de
primavera, cuando Nené fue nombrada “reina”. En esta nota se describe el
acontecimiento y es observable el manejo del vocabulario periodístico de aquella
época para una revista zonal, en la que se dan detalles de las canciones bailadas
y de los trajes utilizados por la concurrencia.
Apelando a una narración descriptiva, la tercera entrega se compone de
tres segmentos, cada uno relacionado con un objeto en particular. Primero un
álbum de fotos, propiedad de Juan Carlos. Luego una agenda del mismo
muchacho, del año 1935. A partir de ambos objetos es fácil hacer una
reconstrucción de este personaje, su relación con el campo (que luego se
evidenciará cuando se conozca la historia de su padre y la traición del tío) y con
otros personajes: su familia, Pancho y Mabel. La agenda, en especial, nos
informa sobre su proceder con las mujeres y con su salud. En el calendario
quedan vestigios de sus amoríos con la Viuda y con Mabel.
Si bien las descripciones parecen despersonalizadas, siempre hay una
carga de subjetividad: se elige qué mostrar; lo que nos deja ver este narrador es
lo que subjetivamente considera importante para la trama, aquellos detalles que
brindan información pertinente, ya sea para la evolución de los hechos, como
para la formación parcial de la personalidad de su dueño.
La elección de la habitación de Mabel tampoco es aleatoria, si bien no será
un escenario que aparezca demasiadas veces, sí es un lugar de importancia
donde suceden varios hechos, hechos que no serán narrados, pero sí inferidos.
En la descripción detallada de este cuarto queda claro su nivel socioeconómico a
partir de los objetos que lo decoran. Libros, una foto dedicada por Juan Carlos y
algunas revistas aparecen escondidas, como un detalle que adelanta la gran
cantidad de información que ella esconderá a lo largo de la historia. Pero no es
algo al azar el hecho de que el narrador nos deje conocer los diferentes números
de “Mundo Femenino” que Mabel guarda en un cajón de su ropero, ya que en
estos aparece la correspondencia que la chica, bajo el seudónimo de “Espíritu
confuso”, mantuvo con la redactora de la sección “Correo del corazón” de esa
revista. Su relación con Juan Carlos, los síntomas de su enfermedad y la
aparición de otro joven, un estanciero inglés que la corteja, quedan al
descubierto.
De gran interés resulta el detalle con el que finaliza la descripción del
dormitorio: la imagen que se aprecia a través de la ventana. Sin ser nombrado,
comprendemos luego que el albañil que está trabajando en la construcción del
edificio que se convertirá en la nueva Comisaría no es otro que Pancho, que
mira en dirección al patio donde tres años después yacerá su cuerpo sin vida.
Aquí aparece la primera mención de la higuera que estará siempre ligada a este
joven.
En la entrega número catorce se repite el recurso: la descripción de la
tumba de Juan Carlos nos deja ver la hipocresía que se desprende de las
palabras grabadas en las placas, tanto en la que pertenece a Celina, como la que
fue colocada por sus compañeros de trabajo en la Intendencia.
En la cuarta y quinta entrega hace su aparición el narrador más fuerte que
utiliza Puig a la hora de escribir: una tercera persona que detalla en pretérito
perfecto simple los acontecimientos del día 23 de abril de 1973, desde la
mañana hasta la noche. Cada uno de estos fragmentos está centrado en uno de
los cinco personajes principales: la pareja romántica, en el que sería el capítulo
cuatro; y Mabel, Pancho y la Raba, en el siguiente. Es aquí donde las historias
de estas personas comienzan a entrecruzarse.
En estas narraciones no solo aparecen situaciones, hechos y acciones,
también algunos pensamientos encadenados y diálogos referidos. Las horas
exactas aparecen marcadas, lo que permite hacer un paralelismo entre el día de
cada uno, y así observamos cómo muchos de ellos se cruzan en determinados
lugares con los otros.
Este interesante recurso vuelve a ser utilizado en la novena entrega, la
primera de la segunda parte, luego de la recapitulación de hechos (típico de los
folletines). Esta vez es el día 27 de enero de 1938, y además de narrar los
hechos más importantes de esa jornada para los cinco personajes, se suman dos
preguntas: ¿cuáles son sus “mayores deseos” y sus “temores más grandes”?
(p.129-135)
Luego se repite el estilo de narración para los acontecimientos del día 18
de abril de 1947, jornada importante ya que se produce la muerte de Juan
Carlos. Lo mismo sucederá cuando fallezca Nené, el 15 de septiembre de 1968.
Otros dos tipos de narraciones tienen lugar en esta obra: la entrega
número trece está marcada por el pretérito perfecto simple y un foco
omnisciente. Es este el narrador más convencional que utiliza el autor ya que,
además del narrador en tercera persona, que acompaña a Mabel hasta el
departamento de Nené en Buenos Aires, se introducen los diálogos entre las dos
amigas, en los que se entremezclan la voz de un locutor de radio y las voces de
los actores que interpretan a sus personajes en una radionovela.
Del mismo estilo es la narración que cierra Boquitas pintadas, cuando
conocemos el accionar del marido de Nené, sus pensamientos, deseos y
recuerdos, además de su intención de abrir las cartas, aunque finalmente no
cede a la tentación y cumple el pedido de la esposa en su lecho de muerte.
De suma originalidad resultan dos nuevos recursos en los que Puig permite
hablar con total soltura a sus personajes: son monólogos, pero no interiores.
Está claro que estos son partes de diálogos, aunque las voces de los
interlocutores están silenciadas y solo se pueden reponer por espacios en blanco
que el autor ha dejado entre las oraciones. Las palabras de una gitana, que tira
las cartas a Juan Carlos, fluyen en la sexta entrega. A partir de sus visiones es
fácil reconstruir lo que es la vida del joven y cómo será su destino.
En la decimocuarta entrega, es Mabel la que se confiesa ante un cura, y
también ante los lectores que se enteran, en ese mismo momento, cómo se
dieron exactamente los hechos luego de la muerte de Pancho a manos de la
Raba. Y aunque por sus expresiones está claro que al sacerdote que la confiesa
le cuesta entender la historia, el lector podrá claramente unir los cabos sueltos
al saber que por primera vez Mabel no está mintiendo en lo que expresa.
Símil monólogos interiores son la acumulación de objetos, que están a la
vista, y de pensamientos que tienen Pancho y la Raba en la sexta entrega,
cuando se hace una descripción detallada de las romerías a las que asisten. Esta
descripción se asemeja a un punteo en el que se informa sobre las piezas que se
bailaron, las bebidas que consumieron, las horas de apertura y cierre, además
de otros detalles que culminan con el encuentro íntimo entre estos dos
personajes.
Otro monólogo interior es el de Juan Carlos al finalizar la primera parte de
la novela. El joven regresa a Coronel Vallejos y aparece una enumeración de los
elementos que observa a su paso. Una sucesión de lo que perciben sus ojos y de
pensamientos atropellados que le dan un ritmo vertiginoso al relato, intentando
reproducir lo que suele suceder cuando una persona viaja en micro y se pierde
en su mente al mirar a través de la ventanilla.
Puig recurre también al mundo onírico para marcar dos cambios internos
en los protagonistas. En la octava entrega Juan Carlos duerme la siesta en
Cosquín y, quizás afectado por las palabras de otro paciente, que intenta hacerlo
recapacitar sobre sus intenciones de casarse con Nené estando enfermo, tiene
un sueño más cercano a una pesadilla, en la que una serie de imágenes
muestran sus miedos.
Lo que le sucede a Nené en la decimoquinta entrega parece ser una mezcla
de lo anterior, mientras viaja por las rutas de Córdoba con sus hijos, y observa el
camino, los carteles y los elementos que quedan a su paso. Las publicidades de
la ruta se relacionan con sus pensamientos y deseos. La protagonista,
adormilada, sueña con un rencuentro con Juan Carlos, cuando ella también esté
muerta y llegue la Resurrección. Nené piensa que así su alma podrá permanecer
eternamente con la de Juan Carlos, como no lo pudieron lograr en vida.
Como expresa Bella Jozef en su artículo “Manuel Puig: las máscaras y los
mitos en la noche tropical” 12, el escritor «eleva lo coloquial a categoría literaria
y lo carga de densidad, buscando vencer el prejuicio que distingue entre lengua
literaria y oral», por eso en Boquitas pintadas no podían faltar los diálogos
textuales, sin recurrir a acotaciones, para presentar las voces de sus personajes.
Las conversaciones telefónicas entre la Raba y Nené tienen lugar en la
décima entrega. La protagonista ya está casada y viviendo en Buenos Aires; la
Raba también trabaja en la ciudad y ella es la única conexión de Nené y de los
lectores con ese presente de Coronel Vallejos. Nuevamente aquí, al igual que lo
que sucedía en el caso de las cartas, vuelven a aparecer los fragmentos
narrativos, que constatan la apariencia que intenta sostener Nené cuando habla
con la Raba, además de dejar en claro que miente sobre muchas cosas que dice.
Otros dos diálogos aparecen reproducidos en la entrega decimoquinta:
Celina conversa con su madre y esto deja en claro que la mujer jamás leyó
ninguna carta de Nené, ni siquiera la primera, en la que le daba el pésame por
la muerte de su hijo. A continuación, otro diálogo cara a cara tiene lugar en
Cosquín, cuando Nené se encuentra con la Viuda al viajar a Córdoba con la
intención de conocer el lugar donde su amado pasó los últimos días.
12 Artículo disponible en www.sololiteratura.com
Similares a estos son otros dos diálogos, pero aquí cabe marcar la
diferencia: a continuación de las palabras de cada uno de los personajes,
señalados en cursiva se encuentran sus pensamientos, que suelen chocar con lo
que expresan sus voces. Así el lector es testigo del inicio de la relación
clandestina entre Pancho y Mabel junto a la higuera.
Luego, más adelante, el mismo recurso vuelve a ser utilizado cuando Celina
va a ver a la Viuda, con motivo de pedirle total discreción acerca de la mudanza
hacia Cosquín, para evitar las habladurías del resto del pueblo. Aquí los
contrastes entre lo dicho y lo pensado son más notables aún.
La religión, sus pautas morales, su influencia en la manera de pensar, de
actuar y de temer pueden ser apreciadas de diversas maneras a lo largo de
Boquitas pintadas, no por un interés particular del autor, sino porque se
corresponde a la forma de vida de la época. Relacionado al catolicismo
imperante en la Argentina por aquellos años, Puig recurre no solo a la confesión
de Mabel ante un sacerdote, sino también a los monólogos interiores que se
expresan, sin intermediarios, a forma de rezo. Los destinatarios de estas
plegarias son Dios, la Virgen María y, también, la Virgen del Carmen. Aquí se
mezclan oraciones, pedidos, confesiones, temores y arrepentimientos, y a partir
de ellos se pueden seguir completando algunos baches en la información
otorgada.
Primero se accede a una narración en la que una adolescente, mencionada
en varias oportunidades a lo largo del libro, confiesa haber sido abusada por
Juan Carlos a su regreso de Cosquín. Abuso que jamás contó, ni siquiera a su
madre, y del que aún teme hablar. La madre de Juan Carlos también teme, pero
por el alma de su hijo y por la posibilidad de que jamás llegue al Cielo, debido al
robo perpetuado por este en la Intendencia. En las palabras de la Viuda hay
resignación y dolor por la pérdida del que fuera su marido, por la reciente
pérdida de su joven amante y también por la pérdida de dinero que pertenecía a
su hija. Sólo por el Padre Nuestro que reza al comenzar, se sabe que Celina está
orando, aunque en realidad sus palabras terminan en una amenaza contra Nené.
Amenaza que se verá cumplida en la siguiente entrega, cuando se descubra la
verdad.
Otros géneros no literarios aparecen en la obra y estos sirven como
vehículo para suministrar cierta información de manera rápida, concisa y
original.
Antes de que finalice “Boquitas pintadas de rojo carmesí”, un parte clínico
expedido por el Hospital Regional de Coronel Vallejos nos permite enterarnos
del embarazo de la Raba. Seguido a este informe, un documento policial sirve
para conocer cuál será el destino de Pancho cuando llegue a La Plata para
convertirse en policía. De la misma forma, mediante un texto jurídico, en este
caso una orden administrativa, el autor nos deja enterarnos de la demanda que
inició el joven estanciero inglés contra el padre de Mabel, por la venta de
ganado enfermo.
Otros textos administrativos narran con vocabulario técnico, específico de
la jerga policial, a través de los extractos de un acta, lo sucedido con respecto al
asesinato de Pancho, haciendo referencia a las declaraciones posteriores de
Mabel y de la Raba.
Para finalizar, Puig recurre a un aviso fúnebre para comunicar la muerte
del personaje principal, en el que se dan los datos primordiales que suelen
aparecer en los obituarios de los periódicos. Así, una vez más, vuelve a insertar
un texto ajeno al género literario para hacerlo funcionar como vehículo de
información para el lector.
Como se pudo observar a lo largo de este trabajo, cada recurso utilizado
cumple con un fin determinado dentro de los engranajes de esta historia. «A mí
me gusta jugar con la forma, pero siempre que me ayude a desentrañar un
contenido, un misterio. Jamás el ejercicio por el ejercicio mismo…»13, declaraba
Manuel Puig en una entrevista, consciente de sus maniobras para contar los
hechos de otra manera, para dejarlos fluir por sus páginas, fiel a sus creencias y
a un estilo particular que lo convirtió en uno de los más reconocidos y originales
escritores de la literatura nacional.
13 Corbatta, Jorgelina. Encuentros con Manuel Puig: El CEFyL de los estudiantes, Literatura argentina II (Mimeo)
BIBLIOGRAFÍA
Corbatta, Jorgelina. Encuentros con Manuel Puig: El CEFyL de los estudiantes, Literatura argentina II (Mimeo)
Puig, Manuel. Boquitas pintadas: Sudamericana, Buenos Aires, 1969 (decimo
segunda edición: 1973)
Rodríguez Monegal, Emir. El folletín rescatado: El CEFyL de los estudiantes,
Literatura argentina II (Mimeo)
Sosnowski, Saúl. Entrevista Manuel Puig: El CEFyL de los estudiantes, Literatura
argentina II (Mimeo)
Bibliografía electrónica
Biografía de Manuel Puig [en línea]Disponible en:http://www.literatura.org/Puig/Puig.html
Biografía de Manuel Puig: Molina, Daniel. La maldición, la fama y el exilio [en línea]: Clarín, 2000Disponible en:http://sololiteratura.com/puig/puigsemblanza.htm
Cabrera Infante, Guillermo. Millenium / Las 100 Mejores Novelas Nº 93 «Boquitas pintadas», de Manuel Puig [en línea]: El Mundo, 2001Disponible en:
http://sololiteratura.com/puig/puigresboquitas.htm
Concepto de “estética colectiva”. Herederos del melodrama [en línea]Disponible en:http://www.teatro.meti2.com.ar/dramaturgia/literatura/novelarosa/novelarosa.htm
Gillio, María Esther. Entrevista: “Yo escribía rememorando películas” [en línea]Disponible en:http://sololiteratura.com/puig/puigentradiez.htm
Josef, Bella. Manuel Puig: las máscaras y los mitos en la noche tropical [en línea]Disponible en:http://sololiteratura.com/puig/puiglasmascaras.htm
Real Academia Española [en línea]Disponible en:http://www.rae.es/rae.html
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