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Investigación para el documental
I. Introducción
México es un país rico en diversidad cultural, y muchas de estas culturas han sobrevivido
por más quinientos años los embates de la cultura dominante (primero española, luego
mestiza) y han sabido fortalecerse mediante la adaptación de actividades económicas, que
han realizado previamente. Una de estas actividades sin duda es la artesanía, que florece en
las manos de los artesanos indígenas para tomar las más diversas formas con los materiales
más diversos.
Mapa 1. México y su diversidad cultural
El caso del papel amate es uno de los más notables porque es un elemento que se ha
fabricado desde tiempos prehispánicos. El papel amate originalmente tenía dos usos
básicos: soporte para la escritura y elemento ritual. Del primero se conocen los libros
llamados códices, pero del segundo las referencias son muy limitadas y se remiten a los
especialistas.
Sin embargo, a pesar de las prohibiciones que pesaron sobre la producción del papel amate
debido al uso ritual, algunos pueblos conservaron la elaboración del papel amate
celosamente y lejos de la vista de las autoridades virreinales. El resultado de esta práctica
fue la conservación de una tradición que se mantiene hasta nuestros días. Los guardianes de
esta tradición son los otomíes y nahuas de la Sierra Norte de Puebla.
Lo interesante de esta tradición no sólo ha sido su sobrevivencia, sino el éxito que tuvo al
entrar en contacto con otra cultura originaria, separada por cientos de kilómetros y que
originó todo un mercado nacional e internacional que hasta la fecha sigue teniendo
resonancias. Los artesanos de los que estamos hablando son los pintores nahuas del Alto
Balsas en el estado de Guerrero.
Mapa 1. Sierra Norte de Puebla y Alto Balsas en Guerrero
Los pintores viejos como Don Gregorio Rutilo de Xalitla refieren que “Se comenzó a pintar
el amate porque quiso un señor de México que vivía en la calle de Amargura de San Ángel;
quiso ver si tenía demanda. Fue el primero que trajo el amate por aquí, porque
anteriormente no se pintaba el amate, pero dio muchos resultados… vinieron españoles,
vinieron americanos, vinieron franceses, italianos, alemanes, bueno de bastantes países, de
donde quiera.” Otros como Cristino Flores de Ameyaltepec dicen que fue Felipe
Ehremberg el que puso en contacto a Nahuas con Otomíes, y que promovió en cierta
medida el uso del amate. Por otro lado, Pablo Nicolás de Xalitla dice que “… los primeros
en pintar papel amate son los de Ameyaltepec, y les trajo[el amate] un tal Alejandro, de
aquí de México. Fueron los primeros que empezaron a pintar en papel amate. Ese señor
los trajo en helicóptero en ese tiempo; se los llevó hasta Ameyaltepec de San Pablito
Pahuatlán en Puebla, porque allá se trabaja el amate.”1
Independientemente de que el inicio haya sido intencional o casual, el hecho es que se
consumó un vínculo comercial, social, cultural y emotivo entre ambas regiones, en un
intercambio que hizo visible al amate como fruto de la necesidad espiritual en los ritualesde
la Sierra Norte, porque es metáfora de la carne de los espíritus del monte y la milpa; y un
soporte de gran calidad estética para los cuados de historias y escenas naturales para los
pintores del Alto Balsas, combinando dos tradiciones indígenas cuyo desarrollo se dio por
separado y confluencia sintetizó algo que más que la suma de sus partes, algo nuevo.
El papel amate transitó de esta manera, con sus cualidades formales (color, textura,
dimensiones) del campo ritual y un mercado local cuya actividad orbitaba en su valor de
uso en la Sierra Norte, a un campo estético que proyectó el papel a un mercado nacional e
internacional, orientado por el valor de cambio que procedíano tanto de la creatividad y
destreza de los pintores guerrerenses, como de la actividad comercial que rápidamente
surgió entre compradores nacionales y extranjeros, investigadores, críticos de arte, galerías,
museos e instancias de gobierno. Así surgieron los pintores consagrados que se
1 Entrevistas realizadas en Xalitla y Ameyaltepec Guerrero, entre 2007 y 2008.
distinguieron individualmente, dejando el oficio de artesano y adquiriendo el de artista,
para alejarse del pueblo y residir en otras ciudades o países.
El papel amate cuyo proceso de elaboración se conservó celosamente durante la Colonia,
debido a que desde tiempos previos al contacto estuvo ligado al ritual en ofrendas y
representaciones, súbitamente fue el centro de investigaciones, artículos periodísticos,
circuitos comerciales y proyectos de investigación.
Los recortes, como se llama comúnmente a las figuras hechas con el papel amate, poseen
una función ritual, aunque esto no los libra de ser vendidos como artesanías, pues forman
parte fundamental de los ofrecimientos a la tierra, al cosmos y los antepasados. Los recortes
son vehículo e imagen del panteón otomí de la Sierra Norte.
En los rituales, los recortes se colocan en los tres niveles del altar: suelo, mesa y arco, que a
su vez identifica los niveles del cosmos: inframundo, mundo y supramundo; como parte de
la ofrenda, condensan tiempo y trabajo para su elaboración, pues se elaboran decenas y
hasta cientos de ellos; pero como representaciones también revisten un grado de
solemnidad para su trato; son dignos dereverencia y respeto: en ese momento encarnan la
divinidad, son la carne de los dioses. Más aún cuando son bañados con sangre de la víctima
propiciatoria: un ave de corral que sucumbe para alimentar a la Tierra, a los espíritus, al
dios que en reciprocidad devolverá el don en lluvias, cosecha, salud, trabajo…
Retomando el vínculo con el Alto Balsas, debe señalarse que las resonancias del trance
simbólico en su desplazamiento geográfico tuvieronsu correlato económico en la región
pahuateca, pues los amateros procedieron a experimentar con el papel, materia prima de los
recortes y las pinturas. Al parecer las primeras modificaciones fueron los colores y las
dimensiones: los pintores requirieron de sus contrapartes para complacer a un mercado que
demandaba innovación.
El amate blanco se consiguió agregando cloro a las fibras del amate durante su proceso de
cocción. Los colores naturales (mora y café) se mantuvieron en todo momento sin añadir ni
restar ingredientes. Pero colores como el rojo, morado, azul, naranja y otros se lograron
añadiendo pastillas para el teñido de ropa, lo que provocó nuevamente una sobredemanda y
por supuesto, la oportunidad de crecimiento económico sostenido en la región a partir de la
fabricación del amate, no sólo ya para los pintores del Alto Balsas, sino para imprentas,
papelerías y otros comerciantes menores asentados en varias ciudades del país.
No sólo la experimentación con colores nació del vínculo comercial con Guerrero, pues la
exigencia de nuevos formatos condujo a los amateros a elaborar amates cuyos tamaños
fueron de los 40 x 60 cms. hasta 1.20 x 2.10 mts. Conservándose el primer tamaño como
formato reglamentario.
Sin embargo, el salto de calidad en torno al papel amate surgió en el propio San Pablito, y
tuvo que ver con la transformación del papel en sí, para dejar de ser un mero soporte para el
dibujo y la pintura, el vehículo de significados para transformarse en un símbolo por sí
mismo, tan propio como cualquier papel hecho desde hace miles de años en estas tierras,
como tan estético y singular, digno de estar en un museo, como cualquiera de sus
antecesores: los amates pintados de Guerrero.
Es seguro que fue resultado de la experimentación con la materia fibrosa de la corteza, que
se trabaja cuando aún esta húmeda, y de la cual tenemos referentes muy comerciales como
el amate texturizado con hojas y flores, de buganvilia por ejemplo, y del que tenemos una
burda copia en el papel reciclado. No es seguro saber si el amate perforado (así se le dice a
este papel porque se forma con una retícula perfectamente alineada y separada para dejar
espacios entre las fibras al momento de su elaboración) el que lo inspiró o es resultado de
éstas elaboraciones más complejas y caprichosas las que llevaron al papel amate por estos
senderos, pero el amate como una pieza de arte ha resultado ser un trabajo digno de artistas
modernos.
Las amateros de San Pablito han desarrollado piezas abstractas, inspiradas tal vez en el arte
europeo o norteamericano en estos tiempos globales, pero también impulsadas por una
forma de ordenamiento espacial que les es propia, y que no necesita de otros referentes
artísticos para su producción. En el amate como arte, convergen forma y textura, escultura
y artes visuales: lo plano con lo rugoso, lo ancho, lo largo y lo profundo con la línea y el
plano. Es un arte sobrio, monocromático, dicromático, que encierra en un solo punto el
vértigo de lo fantástico, que recrea las formas de la piedra con la carne de los dioses, con la
piel de la ofrenda. Es un arte que hace de la forma y el espacio vacío la materia de un
mundo que habita en todos nosotros y que por inercias, temores o comodidades no nos
atrevemos a enunciar con lo que mejor nos plazca, incluso con la materia prosaica del
trabajo diario.
Los pintores jóvenes del Balsas han incursionado en la perspectiva occidental y han
desarrollado estilos propios;algo similarsucede con los amateros de San Pablito, que han
incursionado en la superficie del papel, para explorar sus posibilidades plásticas y
desarrollar un lenguaje que va más allá de las palabras utilizando planos, oquedades,
relieves, hebras, retículas, texturas, sombras y todo lo que nace de la fibra del amate. Algo
tan íntimo como la emoción que nace del contemplar las formas.
La creación de un amate para el goce estético ha generado en San Pablito no sólo un museo
(que más que comunitario es familiar)en el que se pueden apreciar desde amates pintados
estilo guerrero, piezas abstractas en las que geometría y textura se articulan para tender
puentes de re-creación entre artista y espectador. También se generarontalleres para
elaborar piezas de amate con motivos y técnicas prehispánicos ofrecidos a niños de la
población. Y es obvio que algunas piezas de este arte-amate (amateur y profesional) ya
tienen presencia en internet para colocarse en algunos puntos del país y del mundo.
II. Luz y sombra del papel amate
El crecimiento económico que representó el auge del amate pintado en Guerrero condujo a
una sobreexplotación del árboldel que proveía el material para su elaboración: el árbol de la
familia de los ficus o higueras llamado amate, cuyo lento crecimiento provocó su
desaparición en laszonas cercanas a Pahuatlán y otras regionesdesde mediados del siglo
pasado; esto debido a que la extracción de su corteza significa elsacrificio del árbol
completo.
La adopción de otras fibras naturales como el jonote (Trema micrantha,) árbol que es usado
como sombra en los cafetales, resolvió en buena medida la demanda de fibra porque su
crecimiento es más rápido que el del amate (cada siete años cuando comienza a competir
con las matas de café), además que su adaptabilidad al entorno es mucho mayor. Aunado al
uso del jonote como alternativa a la escases del amate, se implementó una forma más rápida
para la cocción del jonote, además de económica: La sosa caustica. El procedimiento
tradicional consiste en reunir las suficientes cenizas y cal para cocer al fuego la fibra
vegetal por todo un día en tinas de lámina galvanizada. Este proceso además de tardado
representaba un consumo enorme de leña y una dedicación constante para recolectar las
cenizas de los fogones propios y vecinos.
La cocción con sosa caústica por otro lado, representa un ahorro energético, ya que el gasto
de leña es más que significa en comparación con el proceso anterior, y un menor tiempo
para su término. El proceso triplica las cantidades diarias de fibra lista para su maceración
con el m´undö (piedra volcánica cuadrangular con la que expanden y apisonan las fibras)
sobre las tablas y mesas de trabajo en a las cuales se reúne toda la familia para trabajar.
La procedencia de las fibras del jonote es un tanto furtiva para la mirada del investigador,
del fuereño que pregunta inocentemente sobre lugares, personas y horarios. El jonotero
trabaja en la opacidad de una red social que disimula rutas e identidades. Es común ver a
los propios amateros transportar a lomo de burro las madejas de corteza rumbo a sus casas,
pero el gran volumen que surte a familias enteras proviene de hombres que trabajan
dedicadamente en este sigilo obligado por temor a los forestales que solicitan a los
jonoteros sus permisos de aprovechamiento porque la Ley Forestal vigente exige que el
aprovechamiento de especies forestales no maderables cuya actividad implique la muerte
de una planta por la extracción de una parte de ésta, requiere de tale permisos, documentos
que la mayoría de los jonoteros no poseen por lo que son penalizados.
Se han buscado alternativas como considerar la extracción de la corteza del jonote una
actividad agrícola propia de las plantaciones del café, sin definirse todavía, pero esta
situación legal pesa sobre una actividad primordial en el modo de vida de los amateros que
de continuar, y no presentarse conjuntamente con un proyecto de aprovechamiento
sustentable o retribuible al medio ambiente, puede generar un daño irreversible al ámbito
ecológico del que se deriva el papel amate, si no es que ya lo hay.
Retomando el proceso de elaboración, las aguas residuales producto del cocimiento con
sosa se han vertido habitualmente en los canales a cielo abierto que terminan en los arroyos
y cañadas de la geografía pahuatleca, filtrándose a los mantos freáticos y con ello a los
manantiales de los que se surte la población, acarreando problemas a su salud. La
alcalinidad de las aguas también afecta la fauna que de ahí abreva, y los suelos que irrigan
dichos manantiales, imposibilitando el crecimiento de las especies vegetales propias de la
región, impactando así en el hábitat de las especies que sustenta.
Esto es con respecto a la producción, pero sobre la distribución también se han generado
ciertas problemáticas que impiden el tránsito, si no ágil por lo menos seguro, de mercancía
y comerciante. En la ruta establecida por los vendedores de amate: Pahuatlán-Tulancingo-
DF-Iguala-pueblos del Alto Balsas, se han presentado varios casos de robo y asalto con lujo
de violencia que han generado gran recelo entre los vendedores, obligándolos variar de
ruta, viajar sin un calendario establecido o en secreto, viajar en grupos, o definitivamente
cancelar esta ruta comercial.
Esta breve mirada al proceso de producción del papel amate evidencia una contradicción
generalque nace del crecimiento económico derivado su auge artesanal; observable en la
paulatina desaparición del árbol de amate en la región de Pahuatlán y municipios cercanos,
así como en la constante presión de la actividad extractiva en la selva media y zonas
cafetaleras donde abunda el jonote; en la zozobra legal y económica que representa para los
jonoteros dicha actividad; en la contaminación de manantiales y reservorios naturales de
agua por la sosa cáustica que se usa para acelerar la cocción de la fibra; y en la inseguridad
de los vendedores que exponen su integridad y economía en las largas jornadas de viaje
hasta Guerrero.
No obstante estas dificultades, los artesanos han adoptado estrategias y formas diferentes a
las ya existentes para mantener el papel amate como estilo de vida. Una de ellas es la
constitución de Creadores de Papel Amate de San Pablito Pahuatlán A.C., asociación
que no sólo protege al papel amate de posibles imitaciones en estos tiempos de piratería
global mediante la protección de las artesanías de papel amate de San Pablito a través de
una marca colectiva: Artesanía de Papel Amate P´ETE-I San Pablito Pahuatlán, que
no sólo preserva y protege el patrimonio cultural intangible condensado en el papel amate e
identifica a San Pablito como pueblo artesano; sino que certifica la calidad y autenticidad
del papel elaborado bajo las normas de esta asociación, como es el uso de los métodos
tradicionales para su elaboración (el uso de cal y cenizas) para su cocción.
La adopción de los métodos tradicionales no sólo ha sido retomada por esta asociación,
pues algunos productores independientes los han requerido ante la necesidad de importar
las hojas de papel al extranjero (EEUU y UE) donde las normas para la elaboración de
papel requieren un nivel de PH (alcalinidad-acidez) específico, logrado sólo con el método
tradicional. Paradójicamente, la adopción de métodos tradicionales ha colocado al amate en
el moderno mercado internacional. Los amateros ya no venden solamente a los pueblos del
Alto Balsas, sino que abren un mercado que va desde las papelerías, las imprentas y las
cadenas papeleras en el país, hasta empresas e individuos que solicitan el papel desde el
extranjero, utilizando para ello los recursos tecnológicos imperantes en estos tiempos.
Otros esfuerzos se enfocan en los sistemas de cultivo, recurriendo nuevamente modelos
tradicionales como los de cultivo mixto, en los que el café y el jonote forman el binomio de
un modelo ecológicamente sano y económicamente retribuible. Proyectos impulsados desde
las asociaciones campesinas en conjunto con universidades e instancias de gobierno han
desarrollado programas agroforestales para rescatar suelos que anteriormente fueron de
cultivo o de selva para explotarlosmediante modelos alternativos.
Finalmente, los amateros hacen uso de su creatividad artística y talento comercial mediante
la creación de piezas de amate que rayan en el arte contemporáneo, y por las cuales se
pagan varios miles de pesos. La incursión de estas piezas en museos, galerías o la
colocación de las mismas en sitios de la red, proyectan la creatividad de los amateros a
nivel global.
III. El pincel y la serigrafía
Parte del auge económico en torno al amate se debe a la destreza gráfica de los pintores
nahuas del Alto Balsas en Guerrero, que por la década de los sesenta en el siglo anterior
comenzaron a plasmar los motivos florales y de aves que tradicionalmente hacían en barro
sobre el papel amate que, como ya se dijo, vino a parar a manos de estos pintores.
No sólo el barro, sino las cajas y artículos de madera de lináloe son propios de esta región
cercana a Olinalá, donde la madera olorosa se reviste de colores brillantes y formas
exuberantes que invitan a los sentidos (olfato y vista) para llevarse uno de estos coloridos
artículos.
El barro pintado (platos, floreros, ollas) entre los pueblos del Alto Balsas se ha elaborado
desde inicios del siglo XX, o tal vez antescomo complemento a la economía de subsistencia
que ha perdurado en estas regiones como parte de sus estrategias económicas. Y con la
llegada del amate, los ornamentos que se plasmaban comúnmente al barro fueron llevados
al papel en un proceso tan vertiginoso como la compra de los primeros amates en el puerto
de Acapulco, Cuernavaca, Morelos y el sur de la Ciudad de México. Sobre los materiales
para su elaboración debe mencionarse que los primeros pinceles fueron hechos con plumas
de gallina o pelos de la oreja del burro, y que ante el furor que causó el fenómeno del papel
amate, muchos pintores principiantes practicaron sus primeros dibujos en cartulina sin
obtener los resultados deseados.
El inéditoamate pintadotuvo sus primeros desarrollos en los amates de pájaros(escenas de
aves posadas sobre un árbol o matorral) a los cuales se les fueron añadiendo ornamentos
florales, animales de monte como venados o conejos, domesticados como chivos o
borregos, y grecas y flores para enmarcar las escenas. Las aves, elemento central de tales
obras, siempre extienden sus alas como preparando el vuelo o lo estuvieran concluyendo;
las plumas de las colas siempre son tan largas como el resto de su cuerpo, semejando
pavorreales; y las cabezas giran hacia un lado como en ritual de apareamiento. En estas
aves la observación naturalista e imaginación del pintor juegan libremente para crear seres
fantásticos, pájaros en cuyas plumas se funden el ímpetu de la pincelada y la minuciosidad
de la forma.
Lo mismo sucede con los otros animales, silvestres o de corral, sus formas se extienden
más allá de lo natural; sus astas y colas se prolongan y retuercen,los cuellos se doblan
grácilmente en señal de retozo o apareamiento. Venados, borregos, chivos y caballos
aparecen levantando sus patas, por lo menos una, indicando un dinamismo que apunta hacia
la marcha o el juego. Este género, el primero del amate pintado, fue haciéndose cada vez
más complejo hasta alcanzar los límites del paisaje.
Sin embargo, la cúspide de esta artesanía llegó a principios de los años setenta, con el
desarrollo del amate de historias (escenas donde se aprecian pueblos enteros o parte de
éstos realizando trabajos colectivos en el campo, celebrando una festividad, una boda; o
bien, representaciones de leyendas, mitos de origen, pasajes históricos, sueños o ficciones
propias de los pintores. En ellas aparece el pueblo, la región, las ciudades lejanas o el
mundo entero; se plasma el pasado, el presente o el porvenir, pero sobre todo aparece el
cielo, el mundo y el infierno, con los seres que habitan cada nivel. Se puede ver el juego de
las fuerzas sociales y divinas que ponen en marcha al mundo. Parafraseando a Balandier:
Es una sociología que procede más por el dibujo y la pintura que por la enunciación.
En las representaciones del amate pintado no sólo se aprecia la cosmovisión de los nahuas
del Alto Balsas; un ordenamiento del cosmos en el que seres celestiales y del inframundo
entrelazan acciones en el plano terrestre para echar a andar el tiempo, desatar la historia de
los grandes tiempos y con ella el tiempo de los seres humanos mortales y cotidianos. En
estas representaciones también se aprecia un modo de presentar la escena.
Desde el soporte físico (papel amate) hasta los dibujos y sus significados, aparece un tema
inasible para muchos investigadores sociales: el tema de la estética. Al preguntarle a Pablo
Nicolás de Xalitla sobre porqué pintar en papel amate, comenta que es debido a que es el
papel que usaban los “antepasados”, además de que se ve muy “bonito”. Este señalamiento
complementa más que contrastar con un enfoque meramente economicista que pudiera
señalar que el amate pintado se vende más porque el mercado así lo demanda.
La anterior percepción deja de lado la inventiva de los individuos, que seguramente
experimentaron antes de la llegada del papel amate con cartulina y otros papeles o
superficies como la madera o el cuero, sin registrarse el éxito que tuvo el papel amate. La
demanda surgió del valor estético del papel que indudablemente se agregó a los diestros
dibujos de los pintores nahuas. El café oscuro, beige o cualquiera que haya sido el color de
los primeros amates llegados al Balsas, debió haber impactado a los pintores por las vetas
que surcan su superficie, lo que genera una mezcla de tonos más que un color sólido. Así, la
unión de un color veteado en una superficie semirrugosa, tal vez hicieron pensar en un
papel salido directamente de la madera, en un papel de madera.
La destreza y la imaginación se unieron para generar los primeros amates de boda (escenas
gráficas que representan una boda tradicional), las festividades diversas, los mitos de
origen, entre otros. La pericia y la innovación perfeccionaron el grado de iconicidad de los
dibujos; pero también generaron una convencionalidad en el modo de representar los
cuerpos humanos, los caseríos, las iglesias, los animales, etc. No faltaron los trazos audaces
que hayan hecho incomprensibles algunos dibujos, porque debemos recordar que ante
cualquier modo de representar subyace primeramente, un modo de ver. Y este modo de ver
que rige culturalmente toda producción también permea las formas de lo que es posible
representar gráficamente. No sólo los temas, sino también las formas de aquello que es
digno de representar. Un ejemplo: no aparece el retrato, no es pensable dibujar al individuo
por sus atributos icónicos, de hecho el individuo no aparece por sí solo en ninguna de estas
representaciones gráficas.
En el amate pintado aparecen las escenas armónicas de gente trabajando en el campo, así
como en la celebración de festividades, pero también aparece el conflicto que implícita o
explícitamente se muestra en estas escenas y algunos no quieren o no pueden ver. En
algunos amates de historia se muestran pasajes históricos como “La planeación de Zapata”
en la que según su autor, Cristino Flores “están planeando cómo van hacer la guerra,
entonces Zapata aquí está planeando, pero su gente la tiene en el cerro escondidos, nomás
están viendo; si les cae el gobierno ellos van a bajar para enfrentarlos con ellos, y ésta
mujer les lleva comida a éstos, Zapata con sus compañeros; el hombre lleva agua con
cántaro...”, o como se aprecia en “La batalla del cielo” de Andrés Flores, que curiosamente
se desarrolla en un pueblo, donde los campesinos ayudan a los arcángeles disparando a los
dragones que acompañan al diablo.
Ahora bien, ubicándonos en el proceso de la producción material en el amate pintado
podemos decir que por casi dos décadas el amate gozó de buena salud hasta que llegó,
como en todo proceso productivo, la innovación tecnológica resultado de la boyante
economía del trabajo artesanal y artístico que ahí se desarrollaba: el uso de la serigrafía que
entre los pueblos del Balsas es conocida como “sello” para economizar esfuerzos y ahorrar
tiempo.
Según algunos pintores, la serigrafía fue introducida primeramente en Maxela, uno de los
pueblos cercanos a la carretera México-Acapulco, y dio como resultado la producción en
serie de decenas de amates con la misma escena pero diferentes colores. Debe aclararse que
el proceso serigráfico se basa en una serie de pantallas que llevan impresos los registros
para varios colores, entre ellos el correspondiente a los contornos, y equivale al trazo en
tinta negra de un dibujo a mano alzada.
Este proceso significó un ahorro enorme en tiempo y trabajo (los amates de historia hechos
a mano pueden tardar hasta tres días dependiendo de su grado de complejidad) y un costo
mucho menor. En estimaciones generales de los pintores un amate hecho con serigrafía o
sello puede tener un costo total de 20 pesos, incluyendo el salario del serigrafista por cada
pieza, para ofrecerse a $50 o $70 dependiendo el lugar. Si consideramos que un amate de
pájaros hecho a mano va de los $200 a los $400, esto no da lugar para la competencia, pero
si nos vamos con los amates de historia, la distancia es todavía mayor pues los amates de
historia hechos a mano llegan a alcanzar hasta los $20,000 dependiendo el formato y la
complejidad del trazo. Un amate de historia con un formato de 40 x 60 cms. llega a
alcanzar los $3,000 siendo en tinta negra, pero el trazo es copioso y detallado.
La caída del mercado se comenzó a registrar a mediados de los años noventa, por lo que los
pintores retomaron inmediatamente la pintura sobre barro, dedicándose esporádicamente al
amate sobre todo si era por pedido. Uno de los factores que favoreció el trabajo de los
pintores en los primeros años de la caída fue su prestigio, lo que permitió la continuidad del
amate pintado, disminuida pero constantemente.
Algunos proyectos para instancias de gobierno y particulares como hoteles y grandes
tiendas en Taxco y Acapulco permitieron que la tradición se mantuviera latente. Por otro
lado, en la actividad del barro pintado se implementaron los dibujos de historias, género
desarrollado específicamente en el amate, como una expresión del enriquecimiento que
tuvo el trabajo artesanal en ese período.
Algunos pintores se especializaron de tal manera en el amate pintado que la marcada
disminución del mercado significó la oportunidad de conservar un espacio permanente ante
la demanda de ciertos organismos e individuos que exigen calidad y productividad. El caso
concreto es Gaudencio García, pintor de Xalitla que se especializó en los amates de pájaros,
por los que cobra $400 por pieza mínimo, y cuyas creaciones llegan al Aeropuerto
Internacional de la Ciudad de México, trabaja solicitudes de organismos nacionales como la
Comisión Nacional de Derechos Humanos, y surte pedidos a grandes tiendas en Canadá y
Japón. La especialización de Gaudencio lo ha colocado entre los pintores más reconocidos
de la región, pero como toda profesión no está libre de riesgos, y ahora Gaudencio sufre de
glaucoma resultado de la diabetes, por lo que debe cuidar su vista, sentido con el que más
trabaja y del que depende su oficio.
Algunos pintores viejos ven muy mal el hecho de que Gaudencio recurra al “sello” para
apoyarse en el trazo de sus amates, tal vez porque ignoran su estado de salud, tal vez
porque aún sabiéndolo, no aceptan esas prácticas artificiales. Pero es el mismo Gaudencio
ofrece un ejemplo de la búsqueda de alternativas con el papel amate, pues ahora incursiona
en la pintura sobre artículos revestidos con el papel como pantallas para lámparas, bases
para las mismas lámparas y alhajeros.
Aquí aparece nuevamente la paradoja de un repunte económico que adelanta la caída del
mercado por la incursión de procesos industrializados en el trabajo artesanal, en este caso la
introducción de la serigrafía en el amate pintado significó el abaratamiento de los amates
resultado de este proceso frente a los hechos a mano, cuyos costos no se pudieron igualar y
con ello el desplome de un mercado regido por la conocida tensión entre oferta y demanda,
y para el cual no resultó significativa la calidad entre unos y otros.
Se habla del prestigio de estos pintores quienes recibieron en colectivo en 2009 el Premio
Nacional de Ciencias y Artes en el rubro de artesanías, como reconocimiento a su trabajo,
pero independientemente de los reflectores, en la casa de cada pintor siempre hay algunos
amates en blanco y otros a medio terminar guardados en algún rincón; nunca se sabe
cuando pueda llegar el comprador de buena fe o el investigador incauto a preguntar sobre
los inicios del amate pintado.
IV. Conclusiones
Los procesos industrializados que se adoptaron a partir del auge económico del papel amate
demostraron sus límites en el ámbito de lo ecológico, de la salud, de lo social y de la
economía misma cuando esta adopción se enfoca ciegamente en el afán lucrativo y se
desestima el acervo tecnológico conservado en los procesos tradicionales. No por ello debe
desestimarse la innovación en los procesos productivos, su empuje es incontenible, pero si
puede pensarse en la dirección que toma cada producción artesanal con la inclusión de tales
procesos. La producción tradicional encierra en sí un cúmulo de saberes que apenas
comenzamos a atisbar, resultado de los grandes fracasos ecológicos de la tecnología
industrial y de la reciente mirada que algunos investigadores lanzan hacia otras formas de
realización de vida, que comenzamos a nombrar como armónicas con la naturaleza,
sustentables o del buen vivir.
En los trabajos que giran en torno al amate (fabricación, recortes, dibujos y pinturas) se
desarrollan procesos memorísticos que fortalecen el vínculo social. Los trabajos del amate
son en sí mismos dispositivos de la memoria colectiva que involucran la articulación de
saberes especializados, conocimientos prácticos y técnicos compartidos y atesorados por
los gremios de jonoteros, amateros, curanderos y pintores. Cada uno de estos sectores
conforma su identidad a partir de los saberes transmitidos oralmente y a través de la
práctica, ejerciéndolos en el quehacer cotidiano, construyendo así el juego agonístico del
prestigio.
En la esfera de las representaciones, el amate como recorte en los rituales y como soporte
de las historias gráficas, remite a los tiempos de la fundación del mundo, a los tiempos de
los antepasados y los héroes culturales. Es en las sociedades de la tradición,
predominantemente orales, que prácticas como el recorte y el dibujo refuerzan la memoria
colectiva mediante la elaboración de símbolos, que remiten a los espíritus de los espacios y
las cosas, a los hombres primeros y los héroes míticos, y en la decodificación de éstos que
se aprehende el sentido de la temporalidad y origen, se incorpora emocionalmente una
forma de hacer las cosas y un modo de entender el ordenamiento del universo,
cohesionando la individualidad al colectivo.
Es por ello que la artesanía, colocada en el mercado por una necesidad de primer orden
como el económico, no debe entenderse solamente como mercancía lista para el consumo.
Operan en ella aspectos ideológicos que hablan de un origen y una forma de entender el
cosmos, así como lo puede ser cualquier otra mercancía: desde un bolígrafo hasta una
computadora de última generación.
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