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Una visita al Museo Guggenheim de Bilbao en Mayo de 2011.
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“En Bilbao, este edificio escultórico, proeza tecnológica nacida de la imaginación de Frank Gehry para la Fundación Guggenheim, no tardó en encontrar su sitio en el corazón de la ciudad, convirtiéndose en un icono
reconocido internacionalmente”.Jean-Francois Lasnier
El Museo Guggenheim Bilbao, obra del arquitecto canadiense Frank Gehry representa un magnífico ejemplo de la arquitectura más vanguardista del siglo
XX. Con sus 24.000 m2, de los cuales 11.000 se destinan a espacios expositivos, representa un hito arquitectónico por su audaz configuración y su diseño innovador, conformando un seductor telón de fondo para el arte
contemporáneo que en él se exhibe.
Desde su inauguración en 1997, el Museo Guggenheim se ha convertido en el nuevo símbolo de Bilbao. En el proyecto del museo se plasmó la idea de la
cultura como motor económico tras el estancamiento industrial en el que estaba instalado Bilbao a principios de los años 90 del siglo pasado. Para ello se requería una obra que fuera referencia reconocible en todo el mundo. En
este sentido la alianza con la Fundación Solomon Guggenheim y el arquitecto Frank Gehry resultó altamente productiva.
Tras 4 años de obras (1993-1997), no exentas de polémicas, en octubre de 1997 quedó inaugurado el Guggenheim, y el concepto del museo del siglo
XXI. El resultado ha sido un espacio abierto concebido como intérprete de la cultura, capaz de contar historias, donde el contenido emocional de las obras expuestas se combine con la arquitectura, y el conjunto evoque la tradición
industrial del suelo donde está edificado. Un ambicioso proyecto cultural cuyo primer activo es el monumental edificio creado por Frank Gehry.
El Museo Guggenheim supone el comienzo de la apertura de Bilbao
al mundo de la cultura y el turismo, y desde su inauguración
en 1997, el motor del cambio. Desde entonces lo han visitado casi 13 millones de personas.
Solo en 2010, 956.000 (el 62 % procedentes del extranjero)
visitantes acudieron a él atraídos por el brillo de sus planchas de
titanio.
El edificio que diseñó Frank Gehry ha contribuido a la transformación urbanística de Bilbao, ha propiciado la recuperación de un enclave degradado por la reconversión
industrial y ha sido el primer paso para la renovación del entorno de la ría del Nervión. De esta forma se han amortizado los 100 millones de dólares (71,8
millones de euros al cambio actual) que costó su construcción y los 25 millones de euros al año que cuesta mantenerlo.
Para plasmar sus primeras ideas, en 1991 Frank Gehry dibuja sobre
el solar elegido una serie de croquis que le permiten realizar
un encaje esquemático. Con una técnica fluida y en un movimiento continuo semejante a la escritura automática, Gehry multiplica los dibujos, “los garabatos” como él los llama, pero de los que poco a
poco emergen las formas.
Varios de los trazos principales del futuro edificio se aprecian ya en esta fase, como el lucernario
central del atrio en forma de flor o la larga galería inspirada en el
caso de un barco o en un enorme pez.
Las formas nacidas de estos dibujos “garabatos” se transforman en maquetas rudimentarias: entre las
conformaciones geométricas se inserta la flor de metal de formas más libres. Después se añadiría la torre al
otro lado del puente de la Salve, unida al Museo por la larga galería que pasa debajo de él.
El proceso por el cual de los diseños se pasa a las maquetas y luego al edificio fue muy complejo y en muchos aspectos innovador. La tecnología, como siempre sucede en la arquitectura, vino en ayuda de la imaginación del
arquitecto. El equipo de Gehry fue pionero en el uso de CATIA, un programa informático utilizado en la industria aeronáutica, para construir
tridimensionalmente los volúmenes del edificio y calcular sus materiales y costo. El programa se usó tanto en el diseño como en la construcción de los
elementos constructivos y detalles de acabado, ya que dado el carácter escultórico del edificio ninguno de ellos se repetía (particularmente las planchas
de titanio).
“Muchas de las formas diseñadas en ese momento sólo eran factibles gracias al ordenador”- señalan sus colaboradores Randy Jefferson y Jim Glymph-. “Bilbao es un claro ejemplo de ello. Antes, esas formas se habrían considerado como algo a
evitar: buenas ideas en estado de croquis, pero imposibles de construir. Bilbao habría podido ser dibujado con lápiz y cartabón, pero se habrían tardado
decenios”. Todas las piezas de la compleja estructura metálica son pues calibradas por el programa informático CATIA antes de su fabricación.
Como en otras obras de Gehry, las formas escultóricas del Guggenheim se logran a
través de un armazón estructural de acero que se recubre con planchas de metal (esto es
especialmente evidente en la torre al costado del Puente de la Salve). De allí el carácter
escenográfico, a la vez fluido y lleno de movimiento y energía que caracteriza las
obras de Gehry.
Otro elemento decisivo en la génesis del proyecto fue la elección del material de fachada. Gehry se interesó por el titanio: “contábamos con el potencial de un metal
a la vez cálido y lleno de carácter”, recuerda. “El titanio es más fino que el acero; tiene un tercio de milímetro de espesor y presenta una estructura moldeable; no descansa en plano y el viento hace palpitar su superficie, cualidades de las que
aprendimos a sacar partido”.
A Gehry le ofrecieron cualquier espacio de los
muelles de Abandoibarra y, aunque podía haber elegido
un espacio menos caótico, se decantó por la zona más
estrecha junto al puente de la Salve, una zona con pocos
reclamos estéticos.
El solar antes del Guggenheim
El edificio establece un diálogo sutil con el tejido urbano: la autovía y el puente de la Salve, la ría del Nervión, el carácter industrial del antiguo puerto, e incluso las vistas desde las calles adyacentes, todo en Bilbao parece haber participado en la
concepción plástica del edificio de Gehry.
La gran galería, que discurre bajo el puente eclosionando en una torre bífida, arrima el Museo a su entorno. Mientras la piel de escamas de titanio alude explícitamente al pasado industrial de la ciudad, la luz que espejea sobre su superficie establece
una correspondencia con los reflejos en el agua de la ría.
El edificio es la primera obra de arte del museo. Se trata de una gran escultura habitable que supera los límites de la mera arquitectura. Un conglomerado de volúmenes retorcidos, cubiertos con escamas de titanio, cuya contemplación evoca el pasado marítimo e industrial de Bilbao. Las formas del edificio, buque que surca las aguas del Nervión, cetáceo varado o conglomerado de fábricas y talleres, están tan abiertas a interpretaciones como las piezas que alberga el museo. La construcción se compone de una serie de volúmenes interconectados, unos de forma ortogonal recubiertas de piedra caliza y otros de volumetría más fluida, curvilínea y orgánica, cubiertos por una piel metálica de titanio. Estos volúmenes se conectan con muros cortinas de vidrio que dotan de transparencia a todo el conjunto.
Los materiales
•La piedra caliza fue elegida por su tonalidad, pues se funde perfectamente con el fondo de la fachada de piedra arenisca de la fachada de la Universidad de Deusto. •Las paredes de cristal están realizadas y montadas en una compleja estructura metálica cuya realización fue posible gracias a los avances tecnológicos. •El vidrio utilizado está tratado de forma que, pese a ser totalmente traslúcido, protege el interior del calor y la radiación. •Por su parte, las 33.000 losetas de titanio, que a modo de “escamas de pez” recubren grandes áreas del edificio, contribuyen a dar forma a la imposible silueta del Guggenheim. Su atractivo aspecto rugoso es un efecto perseguido por el arquitecto en aras de una mayor sensación de tactilidad y retorcimiento de los volúmenes.
Entrada.
El ingreso al Museo resulta en sí un poco extraño, ya que se halla casi escondido, hundido respecto al nivel de la calle, al que se accede tras descender una amplias escaleras.
El atrio
El eje que da lógica interna a la estructura aparentemente caótica
del edificio es el monumental atrio interior. Toda la estructura de
volúmenes retorcidos gira entorno a ese pórtico monumental. Es el auténtico corazón del Museo, de
más de 50 metros de altura, inundado de luz procedente de las cristaleras. Gerhy ha creado un espacio en cuyo diseño trabaja
tanto en calidad de escultor como de arquitecto.
Las paredes de cristal del atrio ofrecen una vista diáfana de la ría y los montes de la periferia. Inundado
por la luz procedente de la linterna cenital “flor metálica”, el atrio sirve como punto de convergencia y de orientación, así como de escenario de instalaciones
monumentales concebidas específicamente para su ubicación en el Museo.
Ascensores acristalados, torres de escaleras de piedra y pasarelas curvilíneas colgadas del techo
permiten la circulación del visitante por los tres pisos.
El atrio se abre a la ría a través de un pórtico exterior. En el medio se ubica un gran pilar cilíndrico que sostiene una cubierta abovedada, que a lo
lejos nos da la impresión de ser una bienvenida al museo.
La gran galería de 130 m de largo y 30 de ancho, que
actualmente alberga la obra monumental de Richard Serra,
La materia del tiempo (1993-2005), prolonga la percepción de un espacio-tiempo en expansión.
Las obras de gran formato tienen cabida en esta galería especial,
libre de soportes y con suelo preparado especialmente para
soportar el peso de las obras que aloja. Esta galería, llamada
popularmente la “galería del pez”, que vista desde fuera atraviesa
el Puente de la Salve por debajo y se topa en su extremo con una
torre que simula abrazar el puente e incluirlo en el edifico,
tiene su propia entrada, adquiriendo cierto carácter
independiente.
Instalación de esculturas de acero de Richard Serra “La materia del tiempo”. 1993-2005.
El espacio expositivo
Desde el atrio se distribuyen las salas de exposiciones. Son tres plantas de galerías de varios tamaños conectadas por un sistema de pasarelas curvilíneas suspendidas del techo, puentes, ascensores de cristal y torres de escaleras que
conducen a las 20 salas de exposición de conformaciones diferentes
Imágenes de la exposición temporal “Caos y clasicismo” en Mayo de 2011
Imágenes de la exposición temporal “el intervalo
luminoso” en Mayo de 2011.
Desde su inicio, el Museo Guggenheim Bilbao tuvo como parte fundamental de
su misión la formación de una colección propia.
Alguna de las 91 obras que hoy forman parte de esa colección se exponen en el atrio o en los espacios exteriores del
museo.
Entre ellas destacamos.:
Jim Dine. Tres Venus españolas, 1997.
Jeff Koons. Tulipanes. 1995-2004
Louise Bourgeois. La araña gigante “Mamá”. 1999-2001.
Anish Kapoor “el gran árbol y el ojo”. 2009.
En la entrada principal nos recibe la escultura floral Puppy (1992), de Jeff Koons, el gigantesco perro de flores de 12 metros de altura, que había sido pensada como temporal pero fue tan popular que terminó siendo acogida como permanente…. Con mucha sorna los bilbaínos dicen que el edificio que tiene detrás se construyó como
la caseta del perro.
Pilar M E
Mayo de 2011
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