Édouard Manet

Introducción

La siguiente presentación se ha elaborado para hacer notar la vida de un destacable artista como lo fue Édouard Manet, uno de los primeros artistas del siglo XIX en usar temas de la vida moderna y cuyas obras fueron una inspiración para los iniciadores del impresionismo. Nacido en París, sus obras fueron criticadas y rechazadas, cosa que despierta un interés en averiguar como dejó tanta huella en el arte. Para reconocer sus logros primero hay que conocer sus experiencias y por medio de esta presentación esperamos que su legado sea motivo de inspiración para el lector, como lo es para nosotros.

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Esta presentación se divide en dos partes (haga click sobre el nombre para navegar a la parte respectiva):

1. Biografía2. Obras mas destacadas

Notas

Biografía

Édouard Manet nace en París el 23 de enero de 1832; su padre, Auguste, era jefe de personal del Ministerio de Justicia y su madre, Eugénie-Désirée, era hija de un diplomático y ahijada del príncipe heredero de Suecia, Carlos Bernadotte, es decir, formaba parte de una familia de la alta burguesa. Con fuertes conexiones políticas.

Sus primeros pasos artísticos los daría a temprana edad, cuando inicia su etapa escolar. Será su tío, Edmond-Edouard Fournier, quien le enseñe las primeras nociones y acompañe al pequeño Edouard al Museo del Louvre. Pero los niños prefieren dibujar las cabezas de sus compañeros de clase a tener modelos inanimados, por lo que el curso de dibujo en el que se ha matriculado lo decepciona bastante.

GUSTAVE CAILLEBOTTE: Calle de París, día lluvioso. (París en el sigo XIX)

Acabados los estudios en el colegio Rollin, el padre de Manet desea que su hijo inicie la carrera judicial para llegar a ser un prestigioso abogado, pero este rechazó su futuro previsto originalmente para él, Edouard prefiere presentarse al examen de ingreso en la Academia Naval. Por suerte para la historia de la pintura el joven no fue aprobado en el examen de ingreso en la Escuela Naval, pero no obstante el fracaso, la influencia de su padre consiguió que se enrolara en un buque que tenía un itinerario entre Francia y América del Sur. Así fue como a los 16 años partió el joven hacia una larga travesía que lo llevó hasta Brasil, con el propósito de que se hiciera aprendiz de piloto, y mas tarde oficial de la Marina.

De regreso a París, intenta nuevamente ingresar en la Academia Naval, obteniendo el mismo resultado. Estaba claro que Manet no deseaba ser abogado, por lo que solicitó permiso paterno para iniciar estudios de pintura, siguiendo así el consejo de su tío en 1845, Manet se inscribió en un curso especial de dibujo donde conoció a Antonin Proust, el futuro Ministro de Bellas Artes y posteriormente su amigo de toda la vida. Su padre accede de mala gana y Manet frecuenta el taller de Thomas Couture, cuyo éxito en el Salón de París era reciente.

Retrato de su profesor, Thomas Couture

Hacia 1849 Manet se integra en el taller, enfrentándose con su maestro en numerosas ocasiones, principalmente por considerar anticuadas sus enseñanzas. Las clases se completaban con frecuentes visitas al Louvre, en donde Manet sentirá gran atracción por la pintura española, especialmente Diego Velázquez y Goya, además de Tiziano Giorgione y Delacroix quienes también atraerán al joven artista.

De 1853 a 1856 visitó Alemania, Italia y los Países Bajos, tiempo durante el cual absorbe las influencias del pintor holandés Frans Hals y de los españoles ya antes mencionados. La buena base pictórica aprendida con Couture se aprecia en toda la obra del maestro. En 1856, Manet abandona el taller de Couture y comparte un estudio con Albert de Balleroy, especialista en temática de caza.

DIEGO VELÁZQUEZ: Retrato del infante Don Carlos

Continua sus visitas al Louvre, donde conoce a Fantin-Latour, con quien entablará sincera amistad. Será en 1859 cuando Manet presente su primera obra al Salón de París, sala de exposiciones patrocinada por el gobierno y controlada por un jurado conservador.

Era el único lugar donde si se triunfaba se aseguraba el éxito inmediato. Presentó el Bebedor de ajenjo, obra rechazada de manera unánime por el jurado, a excepción de Delacroix. Levantó una tormenta de burlas y controversias (reacción que tal vez haya sido fomentada por intenciones por él mismo).

Actual Museo del Louvre

Dos años después vuelve a intentarlo con dos obras: Retrato de M. y Mme. Manet y El guitarrista español; con esta escena consigue una mención de honor y el elogio de algunos críticos. Su estilo incluye el homenaje a la pintura española del Barroco junto al empleo de sugerencias de la estampa japonesa. Se sintió intrigado por esta influencia

reveladora de la cultura proveniente del Oriente, como la articulación de las tonalidades a través de contrastes y la renuncia al claroscuro tradicional. Estas novedades le valieron la admiración de los artistas jóvenes, en especial Degas, que se agrupan en torno a él y le animan a realizar obras más ambiciosas.

Ejemplo de estampa japonesa

El gusto por lo español, muy enraizado desde el Romanticismo y reforzado tras el matrimonio de Napoleón III con la española Eugenia deMontijo se va a reflejar en buena parte de sus trabajos: Victorine Meurent con traje de espada o Lola de Valencia. Esta última obteniendo un modesto éxito popular. Pero de manera paulatina el artista va incorporando en sus obras escenas de la vida parisina del momento, convirtiéndose en un pintor de su ciudad; así surgen obras como Música en las Tullerías, por la que sentirá debilidad el poeta y escritor Charles Baudelaire. Napoleón III y Eugenia de

Montijo

Pocos pintores prestaron mas atención al arte del pasado y de su propio tiempo que él: pese a esto, Manet, por accidentes de la historia se vio obligado a tener el papel de gran innovador y de <<maître d’école>> del impresionismo. Los grabados populares también le proporcionaron un frecuente repertorio de imágenes y clases de temas que elegía tan a menudo. Será en 1863 cuando Manet dé el golpe definitivo a las estructuras del Salón, quizá sin pretenderlo, al presentar su obra más controvertida: Almuerzo Campestre que, junto a 2800 cuadros más, fue rechazado por el jurado oficial. En una actitud propagandística, Napoleón III decide crear el Salon des Refusés (Salón de los Rechazados) en el que se permitiría al público contemplar aquellas obras que su jurado se había permitido defenestrar.

WHISTLER: La chica de blanco. Incluida en el

Salon des Refusés

Ese mismo año frecuentará la tertulia del café Guerbois, donde se relaciona con el fotógrafo Nadar y los pintores Degas, Monet y Pissarro.

Al Salón de 1865 presentó de nuevo dos obras: la Olimpia y Cristo escarnecido por tres soldados. La figura de la prostituta de alto copete desnuda ante los ojos de los parisinos supuso un nuevo escándalo, aunque en el fondo no dejaba de ser un homenaje a Tiziano. La Exposición Universal de París del año 1867 supone otro varapalo para el maestro al ser rechazado de la sección artística.

MANET: Cristo escarnecido por tres soldados 

El deseo de triunfo en el Salón le lleva a presentar anualmente varias obras que son rechazadas sistemáticamente, hasta que en 1873 obtiene gran éxito con Le Bon Bock. Quizá sea éste el motivo por el que Manet no participó en la exposición de 1874 con los impresionistas, ni en las siete que vinieron después. En 1876 Manet prepara una exposición individual en su nuevo estudio de la rue Saint-Pétersbourg debido al nuevo rechazo de sus obras en el Salón. Al año siguiente presenta Nana, con el mismo resultado, aunque le admiten el retrato de Faure como Hamlet. MANET: Le Bon Bock

Por estas fechas sufre los primeros dolores en el pie izquierdo, iniciándose la enfermedad que le llevará a la muerte: ataxia, que afecta a los movimientos voluntarios. Pero no impide que continúe con su creación: así, presentó al presidente del consejo municipal de París un proyecto para la decoración del nuevo Hôtel de Ville, sin obtener respuesta.

Realiza numerosos retratos de amigos y jóvenes que visitan su estudio, obteniendo en 1881 una segunda medalla en el Salón (con gran escándalo en los medios oficiales) y, por fin, el gran éxito con la Primavera. Ese mismo año presentaba el Bar del Folies-Bergère , con el que retoma su facilidad para mostrar la vida cotidiana de París.

MANET: La Primavera

En los comienzos del año 1882 se le agudiza la enfermedad que le afectaba (ataxia locomotriz). El pintor comprende que se acerca su fin y hace su testamento. A principios de 1883 la parálisis le impide pintar y se ve obligado a guardar cama. Su circulación sanguínea empeora y la gangrena empieza a hacer sus estragos; le invade una pierna. Él lo ignoraba. Los médicos recomiendan hacerle una amputación y ésta se realiza sin él saberlo. Sus biógrafos afirman que murió sin tener conciencia de ello. Sobrevivió muy poco tiempo a la operación. Expiró en los brazos de su hijo, el 30 de abril de 1883, a la edad de 51 años.

Cuando los historiadores del arte pudieron realizar el saldo de su copiosa obra, ésta arrojó los siguientes datos:

420 pinturas al óleo 85 pinturas al pastel

114 acuarelas y numerosos grabados.

Y en cada una de estas técnicas Édouard Manet había aportado algo inédito, realizado siempre con insólita maestría. Con él moría el último de los viejos maestros y el primero de los modernos.

En los comienzos del año 1882 se le agudiza la enfermedad que le afectaba (ataxia locomotriz). El pintor comprende que se acerca su fin y hace su testamento. A principios de 1883 la parálisis le impide pintar y se ve obligado a guardar cama. Su circulación sanguínea empeora y la gangrena empieza a hacer sus estragos; le invade una pierna. Él lo ignoraba. Los médicos recomiendan hacerle una amputación y ésta se realiza sin él saberlo. Sus biógrafos afirman que murió sin tener conciencia de ello. Sobrevivió muy poco tiempo a la operación. Expiró en los brazos de su hijo, el 30 de abril de 1883, a la edad de 51 años.

Cuando los historiadores del arte pudieron realizar el saldo de su copiosa obra, ésta arrojó los siguientes datos:

420 pinturas al óleo 85 pinturas al pastel

114 acuarelas y numerosos grabados.

Y en cada una de estas técnicas Édouard Manet había aportado algo inédito, realizado siempre con insólita maestría. Con él moría el último de los viejos maestros y el primero de los modernos.

OBRAS MAS DESTACADAS

El Bebedor de Ajenjo (1858)

Ésta obra marca el inicio de la labor artísticaprofesional de Manet y es el punto de partida de su rompimiento con la influencia del escolasticismo de su maestro.

Para este cuadro el pintor escogió como modelo a un personaje estrafalario llamado Collardet, quien era un hombre fracasado y entregado a la bebida , pero que a pesar de esto, no había perdido su distinción característica con su capa que le llegaba a las rodillas y su sombrero.

La figura está representada con cierto aire dramático, acentuado por la capa negra que la envuelve y el sombrero ladeado enterrado casi hasta el rostro. El misterio que se desprende del personaje será un elemento característico de muchas obras de éste pintor.

Lola de Valencia (1862) Este cuadro de Manet era un

intento de pasar de la penumbra a la plena claridad del día.

Pintada durante la época de entusiasmo por el arte hispano suscitado por la llegada a París de la compañía de ballet español que dirigía Mariano Camprubí, es una obra que ocupa un lugar significativo en la evolución artística de Édouard Manet.

Lo nuevo era su brutal franqueza, su frescura espontánea, su colorido y realismo sincero. Lo que mas se ha admirado en ésta obra es su pincelada espontánea, y sobre todo, algo que no era concebible entonces: la virtud simplificadora de ésta obra.

Música en las Tullerías (1862)

Con este cuadro la audacia de Manet va mas lejos que en todos los anteriores.

Se considera generalmente esta obra como el primer ejemplo de la pintura moderna en la historia del arte.

El universo de alto copete y refinado en el cual evolucionaba Manet, propio del París del siglo XIX está extraordinariamente reflejado en este cuadro, que pinta un concierto dado en el jardín de las Tullerías.

Manet pinta a este abigarrado grupo con manchas de color. El uso de esta técnica escandalizó a los contemporáneos. En efecto, esta tela supone la clara ruptura del pintor con su período realista.

Con este cuadro la audacia de Manet va mas lejos que en todos los anteriores.

Se considera generalmente esta obra como el primer ejemplo de la pintura moderna en la historia del arte.

El universo de alto copete y refinado en el cual evolucionaba Manet, propio del París del siglo XIX está extraordinariamente reflejado en este cuadro, que pinta un concierto dado en el jardín de las Tullerías.

Manet pinta a este abigarrado grupo con manchas de color. El uso de esta técnica escandalizó a los contemporáneos. En efecto, esta tela supone la clara ruptura del pintor con su período realista.

El Guitarrista Español (1860) Este fue uno de sus últimos cuadros en el año 1860. El tema le fue inspirado directamente por la visita a París de una compañía de cantadores y bailadores españoles. El espectáculo produjo en el pintor una ardiente curiosidad por todo lo español.

Se convirtió en su primer éxito al recibir una mención de honor en el Salón de París.

Es un hecho muy importante que en éste cuadro se había eliminado, en gran medida, las medias tintas, tan caras a los pintores académicos, y esencial a la pintura de bulto.

Almuerzo Campestre (1863)

Almuerzo campestre está inspirado en una obra perdida de Rafael Sanzio, que Manet conocía a través de un grabado de Marcoantonio Raimundi y en el cuadro Concierto campestre, de Giorgione, pintor veneciano del siglo XVI. En la obra de Manet se mezcla lo viejo y lo nuevo, lo viejo por su inspiración y nuevo por el tratamiento.

Almuerzo campestre es, sin duda, una de esas pinturas que marcan un hito en la historia del arte. Es una obra de transición, que puede ser colocada entre el realismo y el impresionismo, fue pintado en el taller y no frente al motivo, es decir, a pleno aire libre como harían después los pintores impresionistas.

La reacción del público y la crítica oficial ante este cuadro fue extremadamente violenta. Todos se sintieron ofendidos por el pintor. El hecho de colocar una mujer desnuda junto a dos caballeros elegantemente ataviados, mientras otra joven sale del agua apenas cubierta por una simple camisa, confirió al cuadro un morboso carácter. El choque con los hábitos visuales y la moral del público fue tremendo, lo que aumentó el prejuicio contra la tela de Manet. Pocos contemporáneos comprendieron que se trataba de una pieza clave de la pintura universal.

Almuerzo campestre está inspirado en una obra perdida de Rafael Sanzio, que Manet conocía a través de un grabado de Marcoantonio Raimundi y en el cuadro Concierto campestre, de Giorgione, pintor veneciano del siglo XVI. En la obra de Manet se mezcla lo viejo y lo nuevo, lo viejo por su inspiración y nuevo por el tratamiento.

Almuerzo campestre es, sin duda, una de esas pinturas que marcan un hito en la historia del arte. Es una obra de transición, que puede ser colocada entre el realismo y el impresionismo, fue pintado en el taller y no frente al motivo, es decir, a pleno aire libre como harían después los pintores impresionistas.

La reacción del público y la crítica oficial ante este cuadro fue extremadamente violenta. Todos se sintieron ofendidos por el pintor. El hecho de colocar una mujer desnuda junto a dos caballeros elegantemente ataviados, mientras otra joven sale del agua apenas cubierta por una simple camisa, confirió al cuadro un morboso carácter. El choque con los hábitos visuales y la moral del público fue tremendo, lo que aumentó el prejuicio contra la tela de Manet. Pocos contemporáneos comprendieron que se trataba de una pieza clave de la pintura universal.

Almuerzo Campestre (1863) Este desnudo se aproximaba más a la vida real, cotidiana, que los lienzos tradicionales. El colorido luminista y sintético con que pintó el artista el cuerpo de su modelo favorita, Victorine Meurent, irradia una esplendorosa claridad que no tiene antecedentes en la pintura francesa. En efecto, si observamos detenidamente la figura desnuda veremos que está modelada casi solamente a base de color. La silueta de la joven se destaca a base de color. La silueta de la joven se destaca del ambiente y ello le confiere cierta planimetría a la figura. El fondo oscuro del paisaje hace resaltar aún mas su luminosa imagen.

El tema en el que se inspira Manet trasmuta en su lienzo una evidente atmósfera de modernidad. El pintor evoca una conversación entre intelectuales; por eso percibimos cierta tensión nerviosa en los personajes, además de su expresión física, en el gesto de la figura y como uno de los personajes extiende su brazo derecho hacia su interlocutor.

A pesar de todas las críticas adversas que tuvo que sufrir Manet, Almuerzo campestre ha quedado en la historia de las artes plásticas como obra maestra, cuya poesía se traduce en una atmósfera paradisíaca, alegre y serena, de pagana placidez.

Este desnudo se aproximaba más a la vida real, cotidiana, que los lienzos tradicionales. El colorido luminista y sintético con que pintó el artista el cuerpo de su modelo favorita, Victorine Meurent, irradia una esplendorosa claridad que no tiene antecedentes en la pintura francesa. En efecto, si observamos detenidamente la figura desnuda veremos que está modelada casi solamente a base de color. La silueta de la joven se destaca a base de color. La silueta de la joven se destaca del ambiente y ello le confiere cierta planimetría a la figura. El fondo oscuro del paisaje hace resaltar aún mas su luminosa imagen.

El tema en el que se inspira Manet trasmuta en su lienzo una evidente atmósfera de modernidad. El pintor evoca una conversación entre intelectuales; por eso percibimos cierta tensión nerviosa en los personajes, además de su expresión física, en el gesto de la figura y como uno de los personajes extiende su brazo derecho hacia su interlocutor.

A pesar de todas las críticas adversas que tuvo que sufrir Manet, Almuerzo campestre ha quedado en la historia de las artes plásticas como obra maestra, cuya poesía se traduce en una atmósfera paradisíaca, alegre y serena, de pagana placidez.

Olimpia (1863) Cuando Manet pinta la Olimpia tiene treinta y un años de edad y se puede afirmar que con esta obra maestra alcanza la plenitud de sus facultades artísticas. A partir de esta tela el pintor cancela definitivamente una época y abre otra nueva. En Olimpia aparece otra vez el retrato de su modelo favorita: Victorine Meurent, cuyo cuerpo desnudo se exhibe en un diván sobre amplios almohadones. El rostro vulgar de la muchacha mira sin recato hacia el espectador.

El cuerpo claro de la modelo, matizado por un colorido armónico, se destaca notablemente del fondo oscuro de la habitación. La figura se inserta en el espacio independientemente de la atmósfera. Manet rompía de esa manera con la tradición de la pintura. El artista se preocupó por reproducir una visión pura, sin prejuicios, y encontró la forma de hacerlo. De esa manera se alejaba de las falsas Venus del pasado, concebidas con un ideal de belleza preconcebido, y al mismo tiempo de los desnudos macizos y terrenales que pintaba Courbet, quien representaba a las Venus tal como aparecían en la realidad, sin afeites.

Cuando Manet pinta la Olimpia tiene treinta y un años de edad y se puede afirmar que con esta obra maestra alcanza la plenitud de sus facultades artísticas. A partir de esta tela el pintor cancela definitivamente una época y abre otra nueva. En Olimpia aparece otra vez el retrato de su modelo favorita: Victorine Meurent, cuyo cuerpo desnudo se exhibe en un diván sobre amplios almohadones. El rostro vulgar de la muchacha mira sin recato hacia el espectador.

El cuerpo claro de la modelo, matizado por un colorido armónico, se destaca notablemente del fondo oscuro de la habitación. La figura se inserta en el espacio independientemente de la atmósfera. Manet rompía de esa manera con la tradición de la pintura. El artista se preocupó por reproducir una visión pura, sin prejuicios, y encontró la forma de hacerlo. De esa manera se alejaba de las falsas Venus del pasado, concebidas con un ideal de belleza preconcebido, y al mismo tiempo de los desnudos macizos y terrenales que pintaba Courbet, quien representaba a las Venus tal como aparecían en la realidad, sin afeites.

Olimpia (1863) Manet rechaza el juego de luces y sombras tradicional: el fondo oscuro del cuadro no ofrece transiciones de la luz a la oscuridad. El rostro de la sirvienta negra, por ejemplo, casi desaparece y sólo quedan visibles su vestido amarillo y los toques de color blanco, rojo y azul de las flores que entrega a la joven desnuda. En toda la tela es ostensible la casi ausencia del claroscuro. El pintor lo rehúye casi por completo por temor a que disminuya el brillo y la pureza de los colores que se reparten delicadamente sobre el cuerpo y los paños que cubren la cama en que reposa la modelo.

En este cuadro de atrevida factura prima el llamado a la sensibilidad. Aquí está el punto de arranque que permite al artista encontrar el principio que será el norte de los pintores modernos que continuaron su camino: la autonomía de la pintura.

Lo que busca Manet es representar en la tela la impresión del golpe de vista inicial, es decir, la que se percibe al primer momento, la imagen que el ojo no ha tenido tiempo de absorber y darle redondez. En Olimpia se revela el amor por la materia pictórica y no por la materia pintada. Por eso Manet rehúye la pintura de bulto y toma el camino de la planimetría entre otras cosas.

Manet rechaza el juego de luces y sombras tradicional: el fondo oscuro del cuadro no ofrece transiciones de la luz a la oscuridad. El rostro de la sirvienta negra, por ejemplo, casi desaparece y sólo quedan visibles su vestido amarillo y los toques de color blanco, rojo y azul de las flores que entrega a la joven desnuda. En toda la tela es ostensible la casi ausencia del claroscuro. El pintor lo rehúye casi por completo por temor a que disminuya el brillo y la pureza de los colores que se reparten delicadamente sobre el cuerpo y los paños que cubren la cama en que reposa la modelo.

En este cuadro de atrevida factura prima el llamado a la sensibilidad. Aquí está el punto de arranque que permite al artista encontrar el principio que será el norte de los pintores modernos que continuaron su camino: la autonomía de la pintura.

Lo que busca Manet es representar en la tela la impresión del golpe de vista inicial, es decir, la que se percibe al primer momento, la imagen que el ojo no ha tenido tiempo de absorber y darle redondez. En Olimpia se revela el amor por la materia pictórica y no por la materia pintada. Por eso Manet rehúye la pintura de bulto y toma el camino de la planimetría entre otras cosas.

Carrera de Caballos en Longchamp (1864)

El tema de las carreras de caballos presenciadas por multitudes de espectadores había sido utilizado ya por Gericault, Vernet, Eugène Lamy y Degas, entre otros pintores franceses. Todos mostraron especial atención en observar los caballos en acción.

Pero, a Manet no le interesaban las bellas formas de los caballos, ni la tradición romántica del salvajismo y movimiento de las bestias ni tampoco el costado deportivo de las competiciones hípicas. A decir verdad, los caballos como tales no tenían interés para él. Veía este tema sólo la maravillosa oportunidad que el deporte hípico ofrecía en cuanto a la posibilidad de pintar una escena al aire libre. Esto le brindaba la oportunidad de resolver distintos problemas técnicos. Era el momento en que se intensificaba el llamado <<airelibrismo>> o tendencia a pintar en pleno aire, frente al motivo. Las carreras hípicas ofrecían a los nuevos pintores esa oportunidad de captar un espectáculo al aire libre.

El tema de las carreras de caballos presenciadas por multitudes de espectadores había sido utilizado ya por Gericault, Vernet, Eugène Lamy y Degas, entre otros pintores franceses. Todos mostraron especial atención en observar los caballos en acción.

Pero, a Manet no le interesaban las bellas formas de los caballos, ni la tradición romántica del salvajismo y movimiento de las bestias ni tampoco el costado deportivo de las competiciones hípicas. A decir verdad, los caballos como tales no tenían interés para él. Veía este tema sólo la maravillosa oportunidad que el deporte hípico ofrecía en cuanto a la posibilidad de pintar una escena al aire libre. Esto le brindaba la oportunidad de resolver distintos problemas técnicos. Era el momento en que se intensificaba el llamado <<airelibrismo>> o tendencia a pintar en pleno aire, frente al motivo. Las carreras hípicas ofrecían a los nuevos pintores esa oportunidad de captar un espectáculo al aire libre.

Carrera de Caballos en Longchamp (1864)

En Carrera de caballos en Lonchamp Manet captó la imagen óptica de multitudes en una forma más unitaria que en Música en las Tullerías. En la representación del hipódromo Manet emplea manchas para producir la ilusión de una escena dinámica: cuanto más rápida es la impresión del movimiento, mas difusa es la imagen captada, como quien ve una multitud desde la ventanilla de un tren a toda la marcha.

En Carrera de caballos en Lonchamp Manet captó la imagen óptica de multitudes en una forma más unitaria que en Música en las Tullerías. En la representación del hipódromo Manet emplea manchas para producir la ilusión de una escena dinámica: cuanto más rápida es la impresión del movimiento, mas difusa es la imagen captada, como quien ve una multitud desde la ventanilla de un tren a toda la marcha.

El Pífano (1866) Comparada con cualquier pintura académica de aquella época, El pífano de Manet es de una factura alegre y fresca, sin el derroche de betún que solían usar aquellos pintores tradicionalistas.

El pífano, como la Olimpia es de una inusitada sencillez de dibujo. Carece de toda perspectiva y hay en él una casi total ausencia de sombras, lo que convierte a esta bella figura en un objeto bidimensional. Por esa mareada planimetría, de toda ella se desprende una notable elegancia decorativa

Manet ha logrado una imagen de extraordinaria belleza y poesía, tanto por los pigmentos brillantes como por la graciosa forma con que ha concebido el pequeño tocador de flauta, reduciéndolo a un motivo casi abstracto. Por esa vía Manet se aproxima cada vez más al arte por el arte, que será una de las direcciones de la pintura en la primera mitad del siglo XX.

Fusilamiento de Maximiliano (1867)

Esta obra es uno de los pocos cuadros de tema histórico pintado por Manet, realizado sólo unos meses después de su suceso.

El comandante Lejosne, amigo del artista, le envió a su estudio varios soldados del cuartel de Papinière, para que le sirvieran de modelo para el cuadro. La cabeza de Maximiliano fue tomada de una fotografía pero para la de los dos generales, Mejía y Miramón, que aparecen en la tela al lado del Emperador sufriendo el mismo destino, el artista utilizó un modelo profesional y a un amigo suyo violinista.

Manet trató el tema en cuatro versiones, que difieren en algunos detalles. La versión encontrada en esta diapositiva es la exhibida en el Salón de Arte de Manheim que mide 2,50 por 3,05 metros y que lleva la firma del autor y la fecha del día del fusilamiento (19 de junio de 1867).

En este cuadro, Manet con su frialdad característica reproduce una escena sin calor ni emoción, concebida con una impasibilidad flaubertiana, que es la negación de lo trágico. Basta con observar los detalles del cuadro para convencerse de que los personajes parecen marionetas. La objetividad del autor de El pífano llega aquí a su clímax mas alto.

Esta obra es uno de los pocos cuadros de tema histórico pintado por Manet, realizado sólo unos meses después de su suceso.

El comandante Lejosne, amigo del artista, le envió a su estudio varios soldados del cuartel de Papinière, para que le sirvieran de modelo para el cuadro. La cabeza de Maximiliano fue tomada de una fotografía pero para la de los dos generales, Mejía y Miramón, que aparecen en la tela al lado del Emperador sufriendo el mismo destino, el artista utilizó un modelo profesional y a un amigo suyo violinista.

Manet trató el tema en cuatro versiones, que difieren en algunos detalles. La versión encontrada en esta diapositiva es la exhibida en el Salón de Arte de Manheim que mide 2,50 por 3,05 metros y que lleva la firma del autor y la fecha del día del fusilamiento (19 de junio de 1867).

En este cuadro, Manet con su frialdad característica reproduce una escena sin calor ni emoción, concebida con una impasibilidad flaubertiana, que es la negación de lo trágico. Basta con observar los detalles del cuadro para convencerse de que los personajes parecen marionetas. La objetividad del autor de El pífano llega aquí a su clímax mas alto.

Almuerzo en el Estudio (1868) Otra de sus obras importantes es Almuerzo en el estudio, tela que representa una <<suma>> de su nuevo canon estético.

Esta obra ha quedado como uno de los lienzos más apreciados de la pintura francesa de todos los tiempos. La escena representada tiene lugar en el estudio del pintor. El joven que aparece elegantemente vestido en primer plano es el hijo del artista, Leon Leenhof, quien lleva el apellido de la madre. Manet lo había pintado en distintas ocasiones durante su infancia, ahora quiso legar a la posteridad la efigie del elegante joven y por ello concreta en su persona el foco principal del cuadro.

Los ojos claros de Leon brillan con la luz que baña su rostro imberbe. La figura está estructurada a través de manchas claras y oscuras. El joven mira fijamente a un punto fuera del cuadro y ello suscita una peculiar tensión en las otras dos figuras que aparecen en el plano posterior del lienzo.

Este lienzo puede considerarse como una obra maestra que marca el punto culminante de su arte en los años que precedieron a la guerra franco-prusiana, suceso que dará inicio a otro período artístico del pintor.

Otra de sus obras importantes es Almuerzo en el estudio, tela que representa una <<suma>> de su nuevo canon estético.

Esta obra ha quedado como uno de los lienzos más apreciados de la pintura francesa de todos los tiempos. La escena representada tiene lugar en el estudio del pintor. El joven que aparece elegantemente vestido en primer plano es el hijo del artista, Leon Leenhof, quien lleva el apellido de la madre. Manet lo había pintado en distintas ocasiones durante su infancia, ahora quiso legar a la posteridad la efigie del elegante joven y por ello concreta en su persona el foco principal del cuadro.

Los ojos claros de Leon brillan con la luz que baña su rostro imberbe. La figura está estructurada a través de manchas claras y oscuras. El joven mira fijamente a un punto fuera del cuadro y ello suscita una peculiar tensión en las otras dos figuras que aparecen en el plano posterior del lienzo.

Este lienzo puede considerarse como una obra maestra que marca el punto culminante de su arte en los años que precedieron a la guerra franco-prusiana, suceso que dará inicio a otro período artístico del pintor.

El Balcón (1869) El proyecto de El balcón surgió en Bougonesur-Mer, lugar veraniego en el que Manet pasaba una corta temporada. Al ver a un grupo de personas en un balcón, el artista se interesó por el contraste de luz que se producía entre el plano interior y el exterior. El pintor recogió la escena en un boceto y después de registrar su primera impresión, pintó el cuadro en su estudio de Paris.

En esta tela predomina, por primera vez en una obra de Manet, un tono verde de delicada brillantez, que de nuevo motivó al ataque de sus adversarios. El curioso cuadro, lleno de novedad para la época, está sin duda inspirado en las majas goyescas y para sorpresa del propio Manet fue admitido en el Salón de 1869.

El Tren (1873) Uno de los cuadros mas conocidos del período de influencia impresionista es El Tren, pintado en 1873. En muchos aspectos este lienzo es ya impresionista. Manet representa en el primer plano de la composición a una mujer con su hija en una estación de trenes. Al fondo, una gran nube de humo oculta casi toda la escena, impidiendo ver el tren. Esto motivó que un crítico se preguntara: ¡Pero, ¿dónde está el tren?!

Las modelos empleadas fueron Victorine Meurent - de regreso en París tras una romántica escapada a América - y Suzanne, la hija del pintor Alphonse Hirsch, en cuyo jardín fue realizada la obra, a excepción de los detalles, que se ejecutaron en el estudio.

Las dos figuras aparecen en primer plano y sus siluetas se recortan sobre el humo blanco del tren y los barrotes. Victorine abandona la lectura para mirar al espectador, mientras la pequeña continúa observando la entrada del tren en la estación, mostrándose de espaldas. El interés por los contrastes de colores claros y oscuros sigue presente en la producción del artista, acentuados por la eliminación de las tonalidades intermedias.

Uno de los cuadros mas conocidos del período de influencia impresionista es El Tren, pintado en 1873. En muchos aspectos este lienzo es ya impresionista. Manet representa en el primer plano de la composición a una mujer con su hija en una estación de trenes. Al fondo, una gran nube de humo oculta casi toda la escena, impidiendo ver el tren. Esto motivó que un crítico se preguntara: ¡Pero, ¿dónde está el tren?!

Las modelos empleadas fueron Victorine Meurent - de regreso en París tras una romántica escapada a América - y Suzanne, la hija del pintor Alphonse Hirsch, en cuyo jardín fue realizada la obra, a excepción de los detalles, que se ejecutaron en el estudio.

Las dos figuras aparecen en primer plano y sus siluetas se recortan sobre el humo blanco del tren y los barrotes. Victorine abandona la lectura para mirar al espectador, mientras la pequeña continúa observando la entrada del tren en la estación, mostrándose de espaldas. El interés por los contrastes de colores claros y oscuros sigue presente en la producción del artista, acentuados por la eliminación de las tonalidades intermedias.

Retrato de Stéphane Mallarmé (1876) Entre los retratos de sus contemporáneos que Manet pintó: Zola, Desboutin, Faure, Rochefort, Antonin Prust, Clemenceau, Baudelaire, Moore, se destaca el de Stéphane Mallarmé, el famoso poeta simbolista francés. El poeta y el artista se hicieron amigos al pasar de los años, luego de que Mallarmé publicara un artículo en la revista Renaissance titulado <<El jurado de pintura de 1874 y el señor Manet>> en el que el poeta y crítico defiende al pintor.

Mallarmé pasaba horas conversando con el pintor en el taller de éste luego de impartir clases de lengua inglesa en un Liceo. Había algo de común entre ambos, sobre todo en cuanto a la superación de lo tradicional y en el intento de sobrepasar la realidad, al transmutarla en arte. Para Mallarmé, poeta simbolista, la significación vulgar de las palabreas era una traba. <<Hay que deshacerse de ello – decía el poeta – para obtener una sobre significación más pura que hable directamente al alma, sin pasar por el conducto de la inteligencia.>>

Entre los retratos de sus contemporáneos que Manet pintó: Zola, Desboutin, Faure, Rochefort, Antonin Prust, Clemenceau, Baudelaire, Moore, se destaca el de Stéphane Mallarmé, el famoso poeta simbolista francés. El poeta y el artista se hicieron amigos al pasar de los años, luego de que Mallarmé publicara un artículo en la revista Renaissance titulado <<El jurado de pintura de 1874 y el señor Manet>> en el que el poeta y crítico defiende al pintor.

Mallarmé pasaba horas conversando con el pintor en el taller de éste luego de impartir clases de lengua inglesa en un Liceo. Había algo de común entre ambos, sobre todo en cuanto a la superación de lo tradicional y en el intento de sobrepasar la realidad, al transmutarla en arte. Para Mallarmé, poeta simbolista, la significación vulgar de las palabreas era una traba. <<Hay que deshacerse de ello – decía el poeta – para obtener una sobre significación más pura que hable directamente al alma, sin pasar por el conducto de la inteligencia.>>

Naná (1877) Como ya había hecho con Olimpia, Manet recurre en esta obra a un tema actual como era el de la prostitución. Pero Nana es mucho menos directo, al no presentar ningún desnudo. Sin duda era una escena inspirada en la novela homónima de Émile Zola.

La paleta de Manet se ha hecho mucho más variada y alegre gracias al contacto con los impresionistas, en el verano de 1874. Así vemos tonalidades azules y naranjas, acompañadas de los ya tradicionales negro y blanco. La pincelada es también más rápida, apreciándose los trazos en el lienzo, que sigue a Monet y Renoir, aunque se observan aún los detalles.

El Bar del Folies-Bergère (1881-1882)

Poco más de un año antes de morir, Édouard Manet realiza una de sus obras más bellas y significativa en su carrera de pintor: El bar del Folies-Bergère. Con esta tela su técnica pictórica alcanza uno de los escalones más altos de toda su obra artística. Este lienzo es como una suma de todas sus obras anteriores y también un triste epilogo de su propia vida. Con razón se ha dicho que en este cuadro el pintor ha hecho un sutil análisis sicológico al estilo de Maupassant, el famoso novelista francés contemporáneo del artista.

La forma textual en que Manet ha representado las <<naturalezas muertas>> que aparecen en el primer plano del cuadro sobre el mostrador del bar, contrasta con la forma dada al mundo colectivo reflejado detrás de la joven camarera. De este modo el pintor crea una interesante dicotomía en la composición. Además, el fondo constituye, por contraste, un mundo muy alejado de los sentimientos llenos de tristeza que refleja el rostro de la muchacha, ajena por completo al festivo bullicio del salón.

Poco más de un año antes de morir, Édouard Manet realiza una de sus obras más bellas y significativa en su carrera de pintor: El bar del Folies-Bergère. Con esta tela su técnica pictórica alcanza uno de los escalones más altos de toda su obra artística. Este lienzo es como una suma de todas sus obras anteriores y también un triste epilogo de su propia vida. Con razón se ha dicho que en este cuadro el pintor ha hecho un sutil análisis sicológico al estilo de Maupassant, el famoso novelista francés contemporáneo del artista.

La forma textual en que Manet ha representado las <<naturalezas muertas>> que aparecen en el primer plano del cuadro sobre el mostrador del bar, contrasta con la forma dada al mundo colectivo reflejado detrás de la joven camarera. De este modo el pintor crea una interesante dicotomía en la composición. Además, el fondo constituye, por contraste, un mundo muy alejado de los sentimientos llenos de tristeza que refleja el rostro de la muchacha, ajena por completo al festivo bullicio del salón.

El Bar del Folies-Bergère (1881-1882)

Se diría que el autor ha trasmutado a la hermosa empleada los profundos sentimientos físicos y espirituales que él estaba padeciendo en los últimos años de su vida. La tragedia que revela la mirada de la joven no pueden ocultarlas las numerosas luces y los múltiples destellos que se reparten en el ambiente como una mágica fuga de testigos indiferentes. Todo parece anunciar la certidumbre de una tragedia inevitable.

La joven modelo de El bar del Folies-Bergère se llamaba Suzon y era una de las dos camareras de dicho bar. Manet logró que fuera a su estudio para completar su obra. Con este lienzo, que recoge un trozo de la vida elegante del parís que tanto gustaba al pintor, el personaje principal parece estar en el umbral de algo desconocido. El pintor ya sabía que con esta obra daba un adiós a este mundo, es decir, al ambiente festivo y elegante que siempre había amado tanto.

Se diría que el autor ha trasmutado a la hermosa empleada los profundos sentimientos físicos y espirituales que él estaba padeciendo en los últimos años de su vida. La tragedia que revela la mirada de la joven no pueden ocultarlas las numerosas luces y los múltiples destellos que se reparten en el ambiente como una mágica fuga de testigos indiferentes. Todo parece anunciar la certidumbre de una tragedia inevitable.

La joven modelo de El bar del Folies-Bergère se llamaba Suzon y era una de las dos camareras de dicho bar. Manet logró que fuera a su estudio para completar su obra. Con este lienzo, que recoge un trozo de la vida elegante del parís que tanto gustaba al pintor, el personaje principal parece estar en el umbral de algo desconocido. El pintor ya sabía que con esta obra daba un adiós a este mundo, es decir, al ambiente festivo y elegante que siempre había amado tanto.

Conclusión

La figura de Manet en el arte es muy inspiradora, a pesar de que sus obras fueran rechazadas constantemente, nunca abandonó su integridad y continuó pintando como deseaba. Esto no es solo inspirador en el ámbito artístico, su esfuerzo y determinación en lograr un objetivo aunque fuera criticado y rechazado en el camino es motivo de respeto y admiración. Es un modelo a seguir como artista y como ser humano.

Recursos Bibliográficos 1. Palenque, Amado (1988) Édouard Manet y el impresionismo,

Editorial: Bolsilibros. La Habana, Cuba.

2. De la encima, J. (1953) Relato de la pintura moderna de Goya a Manet. Editorial: Colección de Austral. Madrid, España.

3. Batalle, G. (1955) Manet. Editorial: Albert Skira. Múnich, Alemania.

4. “Manet" [Documento en línea] Disponible en: http://www.artehistoria.jcyl.es/genios/pintores/2635.htm [Chequeado el 5 de enero de 2011]

5. "Édouard Manet" [Documento en línea] Disponible en: http://en.wikipedia.org/wiki/%C3%89douard_Manet [Chequeado el 5 de enero de 2011]

6. “Genios de la Pintura“ [Documento en línea] Disponible en: “ ARTEHISTORIA - Genios de la Pintura - Ficha Manet, Edouard [Chequeado el 5 de enero de 2011]