02.2011 Santuarios Rupestres - J. Francisco Fabian

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  • DEUTSCHES ARCHOLOGISCHES INSTITUT

    ABTEILUNG MADRID

    MADRIDER MITTEILUNGEN 51 2010

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    J. FRANCISCO FABIN GARCA

    ALTARES RUPESTRES, PEAS SACRAS Y ROCAS CON CAZOLETAS

    OCHO NUEVOS CASOS ABULENSES Y UNO SALMANTINO PARA LA

    ESTADSTICA, EL DEBATE Y LA REFLEXIN

    2010 Deutsches Archologisches Institut / Ludwig Reichert Verlag, Wiesbaden

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  • MADRIDER MITTEILUNGENerscheint seit 1960

    MM 51, 2010 VIII, 573 Seiten mit 185 Abbildungen und 12 Tafeln

    Herausgeber:

    Erste Direktorin Zweiter Direktor

    Deutsches Archologisches Institut, Abteilung Madrid, Calle Serrano 159, E-28002 Madrid

    Wissenschaftlicher Beirat:Achim Arbeiter, Gttingen Mara Eugenia Aubet, Barcelona Patrice Cressier, Lyon Carlos

    Fabio, Lissabon ngel Fuentes, Madrid Mara Paz Garca-Bellido, Madrid Antonio Gilman,Northridge/USA Pierre Moret, Toulouse Salvador Rovira, Madrid Markus Trunk, Trier

    Gerd-Christian Weniger, Mettmann

    2010 Deutsches Archologisches Institut/Ludwig Reichert Verlag, WiesbadenISBN: 978-3-89500-753-8 ISSN: 0418-9744

    Gesamtverantwortlich: Deutsches Archologisches Institut, Redaktion der Abteilung MadridLayout und Satz: Taravilla Impresores, Madrid

    Bildbearbeitung: Elisa Puch, Deutsches Archologisches Institut, Abteilung MadridHerstellung und Vertrieb: Ludwig Reichert Verlag, Wiesbaden (www.reichert-verlag.de)Alle Rechte, insbesondere das Recht der bersetzung in fremde Sprachen, vorbehalten.

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  • J. FRANCISCO FABIN GARCA

    ALTARES RUPESTRES, PEAS SACRAS Y ROCASCON CAZOLETAS. OCHO NUEVOS CASOS ABULENSES

    Y UNO SALMANTINO PARA LA ESTADSTICA,EL DEBATE Y LA REFLEXIN

    Este trabajo pretende ser una aportacin a uno de los campos de la arqueologacontemplados por los arquelogos con ms escepticismo, miedo y precaucin, de ah queno se haya publicado mucho y que buena parte de ello lo haya sido por aficionados almundo de la arqueologa, en numerosos casos a travs de las prensas locales, siemprevidas de noticias diferentes. Estos personajes, privados de la posibilidad de llevar a caboinvestigaciones ms serias, basadas, por ejemplo, en excavaciones, desahogan su aficina travs de reportajes periodsticos con los que pretenden consagrarse. No es criticableesta actitud, siempre que su pasin por lo antiguo se quede en ese afn de notoriedaden un campo tan glamuroso como la arqueologa y dentro de ella, particularmente, delos aspectos ms misteriosos. En muchos casos, gracias a ese apasionamiento y a su pu-blicacin en la prensa local, debemos los arquelogos la noticia y por tanto el primerpaso para iniciar investigaciones desde un punto de vista ms metodolgico. Posiblemen-te por ser abordadas de aquel modo y por estos aficionados es por lo que muchos in-vestigadores acreditados han mostrado reticencias a la hora de encarar proyectos de in-vestigacin que de otro modo hubieran supuesto un paso adelante. En mi caso, animadopor el conocimiento de proyectos de investigacin desde la Real Academia de la Histo-ria1 y del Instituto Arqueolgico Alemn, inici este trabajo con dos intenciones fun-damentales: primero dar a conocer una serie de casos inditos, reconocidos sobre todoen la provincia de vila y uno en la de Salamanca y luego reflexionar en la medida delas posibilidades sobre este tema, a propsito de los casos expuestos, buscando aportaralguna idea aprovechable. Una segunda parte de lo iniciado buscar ms adelante la re-lacin de estos testimonios con la astronoma a travs de las mediciones de un especia-lista, o por el contrario servir para descartarla, cosa que tambin ayudar si as fuera.Es probable tambin que llevemos a cabo algn tipo de intervencin arqueolgica ensu entorno para conocer si existen restos directamente asociados. Y por tanto, de aho-ra en adelante, este campo ser para nosotros un foco de permanente atencin, procu-rando aportar nuevos datos a lo que es, sin duda, un aspecto de la arqueologa que me-rece, como base, un mayor nmero de aportaciones para avanzar.

    1 Almagro Jimnez 2000, 439.

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    En cuanto al primer cometido de este artculo, hemos procurado elaborar una do-cumentacin til para otros investigadores localizando, topografiando2 y describiendolo ms exactamente posible tres de los altares, los que consideramos ms interesantes paraexponer con todo detalle.

    Deliberadamente he querido incluir tres tipos de manifestaciones que podran con-siderarse a grandes rasgos como altares rupestres, si entendemos por tal cosa aquellostestimonios tallados en rocas, generalmente de cierto volumen, a los que no se les intuyeuna funcionalidad para la vida productiva cotidiana. Tipolgicamente son diferentes. Taldiferencia no sabemos si se debe a factores cronolgicos o funcionales, o a las dos cosas.Desconocemos, por otra parte, si un mismo altar ha sido utilizado en sucesivos momen-tos y por distintas culturas. En realidad no sabemos casi nada de estos lugares, pero pa-rece adecuado discutir sobre sus particularidades, manejando todos los medios al alcancede la arqueologa porque slo as podremos ir acercndonos a su esclarecimiento.

    Fig. 1 Zona donde se encuentran los yacimientos citados en este trabajo dentro del mapa de laMeseta Norte.

    2 Las topografas de cada altar se han llevado a cabo por el ingeniero en topografa Jos Ignacio LusPrez de la Diputacin de vila. A l y a ngel Lus Alonso, diputado del rea de Cooperacin Econmi-ca Local e Infraestructuras Viarias de vila, debo agradecer su colaboracin en la parte topogrfica de estetrabajo.

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    Rocas con entalles o escaleras

    Altar rupestre del Canto del Mortero (Bonilla de la Sierra, vila3)

    Se encuentra a 1 620 m al noroeste de Bonilla de la Sierra, a 1 148 m de altitud4. Setrata de una suave elevacin producida en buena medida por la erosin antigua de losterrenos circundantes a partir de crcavas y pequeos cauces de arroyos estacionales ypor la resistente presencia a la erosin de un afloramiento rocoso. Corona la elevacinun doble afloramiento grantico, separados por una suave vaguada que los individuali-za. De los dos, en el de ms al sur, destaca por su envergadura una roca en la que estel altar rupestre. En el de ms al norte, como veremos en otro apartado de este mismotrabajo, hay otro testimonio que parece presuntamente relacionado con lo mismo.

    Fig. 2 Situacin en el mapa de la provincia de vila de los yacimientos estudiados. 1 Castillo deMalqueospese; 2 Cerro de San Mateo; 3 Castro de Ulaca; 4 Canto del Mortero; 5 La Atalaya; 6 La

    Barca; 7 Castro de El Raso.

    3 La primera informacin sobre este altar rupestre se la debo a Rafael Snchez Gutirrez, incansablebuscador de motivos para estar en contacto con la Naturaleza y la Cultura.

    4 Coordenadas geogrficas: 40 32 48" y 5 15 25" (UTM: X: 308861 Y: 4490981).

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    Es importante resaltar que el lugar aparece con preeminencia sobre el terreno cir-cundante. Otra circunstancia a tener en cuenta es la impresin al mirar desde el altarhacia el entorno circundante. Por el norte, este y oeste se encuentra completamenterodeado, podramos decir ms exactamente: arropado, por una cadena de elevaciones ensemicrculo en cuyo centro se encuentra dicho altar, lo que lo hacen ms central. Porel sur, el paisaje se abre completamente al valle del ro Corneja. La sensacin por tan-to, ascendida la roca, es la de hallarse en un espacio amplio en el que ese punto recibela escolta y proteccin de un paisaje ms elevado. Esta es una circunstancia que creo muyimportante destacar en el Canto del Mortero.

    Al abrigo de este paisaje y a una distancia de tan slo 360 m, por debajo del Cantodel Mortero, estuvo entre 1581 y 1833 el pequeo convento de San Matas, del que ape-nas quedan algunos restos5.

    La zona es terreno con posibilidades ganaderas en general, pastoriles sobre todo.Pero tambin son susceptibles de aprovechamiento para ganado vacuno los prados queexisten en la inmediatez de los cauces de los arroyos que discurren paralelos por el estey el oeste del yacimiento. La posibilidad de cultivo se reduce a algunas tierras de laborapropiadas para cereal con baja produccin. En el entorno cercano al altar rupestre hayalgunos manantiales que, debidamente cuidados, pueden proporcionar agua durante todoel ao; de hecho el convento de San Matas fue ubicado al lado de un manantial.

    Fig. 3 Cerro del Canto del Mortero. La roca que destaca es el altar rupestre.

    5 Barranco 1997, 153160.

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    Fig. 4 La zona del Canto del Mortero con los yacimientos prehistricos conocidosde su entorno y secciones de zona.

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    Ya se ha dicho que la elevacin personificada por el altar, en realidad una pequealoma de desarrollo norte-sur, est compuesta de dos partes separadas por una pequeahondonada que las diferencia. Entre las dos zonas componen una superficie de 1,2 ha.La mayor, con un rea de 5400 m, es la del altar rupestre principal. La superficie de laotra, al norte, con 3650 m es algo ms reducida. En ella hay otro testimonio similarque abordaremos ms adelante.

    El altar rupestre principal se encuentra en la roca de forma aproximadamente tron-cocnica que preside el afloramiento grantico, rodeado de otras rocas de menor altu-ra que parecen acogerla en el centro de todas ellas. Ninguna de las que forman este cin-turn es ms grande ni tiene aspecto ms proporcionado y majestuoso. Por estacircunstancia, y porque no compite directamente con ninguna otra inmediata, cobraun protagonismo singular, siendo foco de atencin y referencia. Personificado en latoponimia de Bonilla como Canto del Mortero, da nombre a toda la elevacin. Sirealmente se produjeron rituales en esta roca, como cabra sospechar, los oficiantes po-dran ser observados desde todos los ngulos por los espectadores situados en una pla-taforma muy adecuada en torno a la roca, en un plano considerablemente ms bajo,pero observando todos sus movimientos. En la zona este, donde la roca sobresale msdel suelo, la diferencia con respecto a la parte ms alta es de 6,8 m, similar a la que haypor el sur. Por el oeste y norte presenta las cotas ms bajas, 4,7 y 4,9 a 5,30 m respec-tivamente.

    Las oquedades para facilitar el acceso a la parte superior se han tallado en la roca,buscando la zona ms fcil, es decir, por el noroeste. El nmero de escalones es de 15,ascendiendo hasta lo alto de la misma por un tramo en pendiente moderada de 6,60 m.En todos los casos, excepto en dos, las oquedades constituyen una lnea ascendente yalgo curvada. En dos puntos, ambos muy prximos e inmediatos a la coronacin de laroca, en el espacio entre dos escalones, se tallan otros dos que conforman una lnea pa-ralela parcial. Todos los escalones son poco profundos, pero suficientes para la funcinque desempean. Sus dimensiones oscilan entre 20 cm de ancho 26 de alto, el msgrande y 13 12 cm el ms pequeo. La media del ancho est en 16,2 cm y la del altoen 18,6 cm. La distancia media entre los escalones es de 29 cm; la ms larga, hacia la mi-tad de la alineacin, es de 53 cm. Con todas estas caractersticas, el acceso a la roca noreviste complicacin. Los escalones facilitaran el acceso a la roca, sobre todo si se en-contrara mojada, o bien su descenso.

    La parte superior, como he sealado ya, es una superficie horizontal de 1314 m,levemente inclinada hacia el este. En ella hay una serie de canales que recorren la pie-dra en todas direcciones. Hacia el centro, y excavado en uno de los canales con direc-cin O-E, hay un hoyo completamente circular de 0,55 m de dimetro y una profun-didad de 3842 cm. En principio podra pensarse que es una marmita de gigante de lashabituales en el granito, pero su aspecto general, marcado por la regularidad de sus di-mensiones y la disposicin que tiene en la plataforma, hacen pensar seriamente, si noen su total artificialidad, en que haya sido modificada una marmita original hasta deri-var en la que hoy existe. Cuando cualquier lquido contenido en su interior llegara a22 cm de altura, dada la inclinacin de la roca, rebosara e ira cayendo por uno de loscanales e, incluso derivando, en tres direcciones distintas.

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    Fig. 5 Canto del Mortero. Plano de la superficie horizontalen lo alto de la roca y topografa del altar.

    No es preciso entrar en ms descripciones morfolgicas, puesto que las restantesquedan bien ilustradas con los planos y fotografas.

    En el entorno inmediato al altar no se han encontrado otros restos que no sea unfragmento de cermica a mano muy tosco, rodado y liso. Hay posibilidad de llevar acabo excavaciones, puesto que aparentemente se conserva el relleno de tierra en la in-mediacin.

    No es posible asegurar con certeza absoluta la intencin que hubo detrs del tra-bajo realizado con las entalladuras de esta roca, pero si hay que buscar evidencias para

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    acercarse a la posibilidad de interpretarlo, sin duda para este caso hay que valorar treshechos y circunstancias: en primer lugar, el paralelismo con otros casos muy similaresy cada vez ms habituales, como veremos al final de este apartado. En segundo lugar,no parece advertirse un cometido que pudiera considerarse funcional o laboral, cuyaejecucin implicara a la propia roca y con ello el labrado de sus entalladuras. El come-tido ha tenido que ser ritual o ldico, si se puede emplear esta palabra en el caso de que

    Fig. 6 Canto del Mortero. Planta topogrfica y secciones de la roca del altar.

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    Fig. 7 Canto del Mortero. Vista desde el oeste.

    Fig. 8 Canto del Mortero. Canales en la superficie alta de la roca del altar y cazoleta central.

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    fuera una especie de mirador. Pero quizs en este sentido, hablar de miradores sin ms,no sea otra cosa que trasladar una acto propio de los tiempos actuales a un pasado an-tiguo en el que no tuviera lugar.

    En tercer lugar, est la eleccin de la roca con sus dos connotaciones complementa-rias: por una parte las caractersticas de la propia roca, es decir, su forma, su protagonis-mo en el entorno y, por tanto, su carcter de referencia. Y por otra parte, advertido yvalorado lo anterior, el hecho de representar el lugar una especie de foco de atencin quele confiere un carcter especial y que lo dota de una atmsfera peculiar. En esta roca coin-ciden varias razones por las que desde un principio se pudiera considerar distinta, apro-piada, favorable, dotada de caractersticas por las que alguien, en un determinado tiem-

    Fig. 9 Canto del Mortero. Plano de la situacin del altar y del ambiente rocoso inmediato.

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    po y con una determinada forma de interpretar la vida, pudiera hacerla objeto de sus creen-cias y/o rituales. Si a ello aadimos ciertas caractersticas morfolgicas, como la plataformaprcticamente horizontal en la cima, la presencia de canales naturales en ella y de unacazoleta, natural en principio y retocada o quiz tallada ex novo, tendremos, con todo,un emplazamiento cuyas circunstancias inducen a creer que pudiera ser un lugar de uti-lizacin prehistrica relacionado con el mundo de las creencias y los rituales.

    Explotando todas las posibilidades para adjudicarle una cronologa, se han consulta-do los datos conocidos sobre yacimientos prehistricos situados en las proximidades delCanto del Mortero. Aunque no se ha llevado a cabo una prospeccin intensiva de todoel territorio, se conocen cinco yacimientos, reflejados en la fig. 4, cuya cronologa apun-ta a la Prehistoria reciente. Se trata de La Mueda (Neoltico final y Calcoltico), Naval-terrero (Bronce Antiguo/Bronce Medio), Zapiernas y Los Juncales, ambos prehistricosindeterminados, y Los Majadales (posiblemente Calcoltico). El mejor conocido es LaMueda, sea por que tuvo ms entidad o porque las labores agrcolas han sacado a la luzun mayor nmero de materiales. El Canto del Mortero ocupa un lugar central con res-pecto a todos ellos. Por la ubicacin de estos yacimientos en el terreno y lo que sabemossobre los hbitats-tipo de la zona bien clasificados, podra decirse que responden a laspautas de asentamiento tpicas de entre el final del Neoltico y el Bronce Antiguo/Medio/Final. Fuera de la zona ms prxima al altar, a tan slo 6 km, se abre el valle del roCorneja, conectando muy pronto con el del Tormes. Este valle tiene una importanteocupacin calcoltica y de la Edad del Bronce6, e inmediato a l est el Cerro del Berrue-co - a 28 km en lnea recta - donde a toda la presencia de restos de la Prehistoria recientese le suman dos castros de la Edad del Hierro. Ante esta situacin, inclinarse a conside-rar que El Canto del Mortero pudo tener alguna relacin al menos con los yacimientosde su entorno parece tentadora y con ello considerar que su utilizacin podra habersucedido entre el Neoltico Final y el final de la Edad del Bronce, algo que tendra rela-cin, tal vez, con el del Prado de Lcara7, enclavado en una zona megaltica, y del que sehablar ms adelante. Pero, naturalmente, son datos a manejar todava con mucha cautela.

    Roca con entalles de Ulaca (Solosancho, vila)

    En el conocido castro de Ulaca (Solosancho, vila), adems del llamado altar delos sacrificios tan nombrado en la bibliografa8, hay otro caso menos conocido y famoso,que de alguna manera es parecido al de Bonilla de la Sierra, debido a la existencia deentalladuras en la roca para facilitar el ascenso9. Se encuentra en la parte meridional delcastro, en el lmite de la zona amurallada. Son dos rocas destacadas, incluso dentro deun paisaje donde los promontorios granticos son la tnica. En origen estuvieron uni-das, pero se desgajaron ya desde muy antiguo, aunque permanecieron una junto a la otra.Difieren en la altura y parecen colocadas sobre una especie de tarima rocosa. Teniendoen cuenta la gran competencia que hay en Ulaca en cuanto a referencias visuales, pue-

    6 Fabin 1995.7 Almagro Jimnez 2000.8 lvarez Sanchs 1999, 310 s.; Ruiz Zapatero lvarez Sanchs 1999; lvarez Sanchs et al. 2008.9 Coordenadas geogrficas: 40 31 31" 4 53 03". UTM.- X:340386. Y:4487850. Altitud: 1470 m.

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    de decirse de estas dos que lo son en su entorno prximo y sobre todo, desde determi-nados puntos, por ejemplo desde el norte, desde donde la que puede ser considerada unaltar rupestre, parece emerger a los pies del majestuoso Pico Zapatero, cumbre ms alta(2 146 m) de la sierra que se alza por el sur.

    En una de las dos rocas, la de ms envergadura (5,45 m de altura 3,70 m de an-cho en la base), hay una pequea plataforma en la cspide, prcticamente toda ella ocu-pada por una oquedad de 1,10 m de dimetro, tan profunda que orada la roca en 1,80 m,apareciendo como una especie de ventana al este, de unos 0,53 0,46 m. De esta for-ma cualquier lquido que se pudiera verter desde arriba se vera resbalar a travs de la

    Fig. 11 Castro de Ulaca. Vista del altar. Laflecha indica la posicin de las entalladuras.

    Fig. 12 Castro de Ulaca. Altar rupestre. Perfora-cin calando la roca.

    Fig. 10 Castro de Ulaca. Altar rupestre y su posicin en el paisaje.

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    pared de la roca, que en esa zona tiene una cierta inclinacin. Si su utilidad hubiera te-nido que ver, por ejemplo, con sacrificios en los que el impacto de la sangre jugara al-gn papel, sin duda el hecho de aparecer a travs de la ventana y resbalar por la roca,habra constituido un espectculo. As mismo el sol, hacia el medioda y slo en deter-minadas pocas del ao, penetra por la cavidad e ilumina parte de la pared oriental. Elcarcter de la oquedad, sobre todo lo relativo a su profundidad, induce a pensar que setrata de algo, sino completamente artificial, s modificado para algn fin que pudo serel de verter lquido desde arriba para verlo aparecer desde la base, eso si no tuvo rela-cin con la posicin del sol.

    No habra que incluir en este trabajo el presente caso si no hubiera una prueba msclara an de la diferencia artificial de esta roca con respecto a las dems. Se trata nue-vamente de la labra de entalles en la roca, que son escaleras de acceso. En este caso soncinco, orientados al este. Cuatro de ellos parecen muy evidentes, en otro el rebaje es muypoco profundo, pero permitira apoyar el pie. A ellos se suman dos accidentes en la roca,aprovechables como escalones, a los que en algn caso se les podra haber modificadopara acentuar su funcin. No se tallaron ms porque la zona elegida para ascender tenauna serie de facilidades naturales en la roca que no los haca estrictamente necesarios.Todos estn en la parte meridional. Es la nica zona que con estas mnimas modifica-ciones, permite acceder a lo alto de la roca. En ningn caso se trata de algo hecho condelicadeza, ni con una planificacin detallada, ni tampoco con deseo de crear algn tipode armona. Fuera por el tipo de herramienta utilizado, aplicado a las condiciones delsoporte o porque lo esttico no entraba dentro de la mentalidad aplicable a estas cosas,la conclusin es que las entalladuras son tallas toscas en su ejecucin y en su planifica-cin, pero sirven para descender de la roca, aunque no sean absolutamente imprescin-dibles. Un detalle adicional curioso es la roca de forma cbica que parece colocada comoprimer y necesario peldao para ascender desde el suelo hasta la parte ms practicablede la roca.

    Hay que preguntarse necesariamente por la particularidad de esta roca con respec-to a las dems que proliferan por todo el cerro, muchas de ellas ms representativas yes-pectaculares dentro del paisaje. Tal vez fue el hecho de existir en lo alto una grancavidad lo que la hizo apropiada, ya que con ello facilitara un determinado ritual, ascomo la posibilidad de aprovechar un acceso con una mnima inversin de esfuerzo; obien fue su posicin erguida debajo del majestuoso Pico Zapatero, como se aprecia vis-ta desde el norte.

    Lo que no es posible saber en este caso es si cronolgicamente se corresponde conla habitacin del castro prerromano de Ulaca, sometido posteriormente por los roma-nos (s. III a. C. I a. C.) o se trata de algo anterior, asumido dentro del propio castropor sus habitantes y permaneciendo en uso o no. Si se tratara de un elemento relacio-nado con la ocupacin vettona tendra mucho inters por el hecho de que sean dos ca-sos, dentro del mismo castro, en los que se utilizan accesos tallados en la roca, aunquede diferente tipologa y en una breve ocupacin de dos siglos. Pero el cerro donde seencuentra Ulaca es un punto geogrfico de tal importancia en el Valle Ambls, que pudoser frecuentado con otros cometidos en tiempo anterior, dada precisamente su represen-tatividad en el paisaje y lo representativo del paisaje visto desde el mismo. La ocupacin

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    de su entorno en un radio de 10 km en todas las direcciones, implica la presencia de ya-cimientos que van desde el Neoltico final hasta la poca romana, y naturalmente de ahen adelante con ms profusin.

    Altar del entorno del Castillo de Malqueospese (Sotalvo, vila)10

    La roca se encuentra en la suave inflexin o vaguada entre dos promontorios ro-cosos enmarcados en las estribaciones montaosas de la Sierra del Zapatero (reborde surdel Valle Ambls) camino del inmediato Valle Ambls11. El promontorio ms al norteest presidido por una enorme roca vertical, adosado a la cual fue construido, en el s.XV, un castillo conocido como Castillo de Malqueospese.

    Fig. 13 Zona del Castillo de Malqueospese en cuyas inmediaciones se encuentra el altar.La flecha indica la posicin del altar rupestre.

    Se trata de una roca grantica ligeramente destacada por su forma y altura de las desu entorno, en medio de un paisaje rocoso grantico salpicado por doquier de pequeas,medianas y grandes bolas de granito o de afloramientos informes de considerable en-vergadura. Su forma vara segn desde donde se mire, por tanto hay que definirla comoirregular, irregular proporcionada, podra decirse. Desde el NE inicialmente tiene for-ma de cilindro en la base, truncado luego por una especie de bisel. Desde el sur y el este

    10 La primera informacin de que dispuse sobre este lugar me fue proporcionada por Carlos Bentez dela Paz en 1999, que adems haba recogido algunos de los fragmentos cermicos que aparecen aqu citados.

    11 Coordenadas geogrficas: 40 32 05" 4 50 08". (U.T.M: X.- 344521. Y.- 4488828)

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    cualquier definicin se complica ms, teniendo que decirse irregular sin ms. Su altu-ra es de 3,90 m y su anchura, con forma redondeada en la base, es de 5,50 m.

    Fig. 14 Altar rupestre del Castillo de Malqueospese. Posicin del altar rupestre en el relieve.

    Interesa especialmente, por lo que pueda inferirse de ello, que es la piedra ms ca-racterstica de su entorno inmediato. Destaca sobre las otras rocas inmediatas, consti-tuyendo un elemento de referencia en un radio de unos 25 m a su alrededor. Fuera deesa distancia se va confundiendo con las restantes rocas que componen el paisaje. Noes una piedra cualquiera pero tampoco es espectacular, capaz de atraer inevitablementela atencin desde cualquier punto cercano. Su eleccin tuvo que deberse a la forma y aotras caractersticas en el contexto de los fines que se perseguan.

    Desde la piedra se dominan con claridad el este y el oeste, quedando ms ocultosel norte y el sur. Desde ella se domina claramente todo el sector occidental del ValleAmbls.

    Las dos circunstancias que le confieren un carcter arqueolgico son las pequeasoquedades excavadas en la pared sur para ascender a su parte ms alta y las grandes con-cavidades que alberga en su cima y a las que se supone relacionadas con las entalla-duras para su acceso. stas, en principio, hay que decir que podran tener un origennatural, pero tal vez habran sido modificadas para un determinado fin.

    Las entalladuras o escaleras se han excavado en la pared sur, en el punto ms acce-sible. Son 13 y se distribuyen con una cierta idea de aportar ayuda en manos y pies altrepador. Hay que decir que si bien la aportan, posiblemente no fueran necesarias tan-tas oquedades para ascender. De hecho las tres ltimas parecen no tener mucha funcinque cumplir. A diferencia de las entalladuras del Canto del Mortero y de Ulaca, stasno forman una sucesin prcticamente rectilnea de entalladuras, sino que se distribu-yen a veces en franjas transversales de tres. Podra tener que ver con el carcter msvertical de la pared rocosa que hay que ascender y la necesidad de crear ms apoyos enel ascenso, algo que no resulta tan necesario en el Canto del Mortero, donde la paredrocosa es ms inclinada y por tanto ms accesible.

    Donde terminan las escaleras se inicia una concavidad natural de cierto tamao queha perdido su pared sur, por lo que para albergar algn tipo de contenido no sera ope-rativa. No es fcil precisar si ya estaba de ese modo cuando la roca fue usada o tuvoalguna capacidad originalmente y la erosin ha ido agravando su deterioro con el tiem-po; e incluso no sera descartable que hubiera sido retocada. En cualquier caso, se po-

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    dra permanecer en ella de pie mientras estuviera manipulndose algo en otra cazoletade grandes dimensiones, contigua a ella y separadas ambas por una pared. Esta gran ca-zoleta se compone en realidad dos consecutivas en clara interseccin, una mayor que laotra, que han terminado por comunicarse a causa del efecto de la erosin o por una

    Fig. 15 Roca del altar rupestre del Castillo de Malqueospese.

    Fig. 16 Altar rupestre del Castillo de Malqueos-pese. Desde el noroeste.

    Fig. 17 Altar rupestre del Castillo de Malqueos-pese. Desde el sur.

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    accin intencionada. La pequea de ellas vierte su capacidad hacia el norte, por dondeno tiene pared de contencin. Cualquier lquido arrojado en el interior de ambas cae-ra por la roca produciendo un efecto evidente desde el ngulo de visin norte, ya quela mitad de la cada se producira en un plano inclinado, con lo cual tardara ms enresbalar y sera ms vistoso. Si su cometido hubiera sido albergar una ceremonia en laque se vertieran lquidos, el espectculo estara garantizado desde el norte.

    Todo lo anteriormente explicado tiene lugar en la parte superior de la roca, quepodramos calificar de plana con una zona parcial inclinada. Tambin hay otra parte,tendente a lo puntiagudo y con una especie de bisel inclinado hacia el oeste, que tieneuna concavidad tambin inclinada, incapaz de albergar nada, y en su interior tres nive-les de escalonamiento. No es posible saber si toda la concavidad y el escalonamiento sonnaturales o fueron modificados de alguna manera. En principio no parece que la ero-sin provocada por la acumulacin de agua, como en las llamadas marmitas de gigan-te, haya sido la causante de esta irregularidad.

    Descritas las caractersticas de la roca, es preciso plantearse algunas cuestiones quepuedan servir para aclarar su cometido. La primera pregunta tendra que ver con lapresencia de las concavidades que hacen la funcin de escaleras. La ascensin a la pie-dra por mera necesidad se podra haber solventado con otras soluciones tcnicas muyfciles. Desde hacer, adosado, un alto con mampuestos, hasta colocar una escalera demadera. Son soluciones sencillas que no plantearan un esfuerzo imaginativo conside-rable, ni un estadio tecnolgico determinado. Parece que las escaleras practicadas lo quepretendan era intervenir en la roca y crear en ella un status permanente de diferencia-cin y especialidad. Con ello de alguna manera lo conseguan, aunque fuera a travs deun trabajo cuya ejecucin no puede calificarse de otra cosa que de tosco. Al modificar-la y hacer visible la modificacin, se la caracterizaba ms y por tanto se institucionali-zaba de alguna manera su diferencia y, con ello, su cometido y su uso. Quiz, si tuvoun cometido ceremonial, el hecho de ascender usando los peldaos implicaba tambinparte del rito, como suele suceder de una forma u otra en todo aquello que tiene quever con ceremonias y rituales.

    Aunque no se tratara de un trabajo esforzado, la talla de las escaleras, implicandocomo implicaba el acto de facilitar la ascensin a la roca, tena necesariamente que sig-nificar que el destino del acto era estar en la parte ms alta. En este sentido, no se pue-de decir que la vista desde all arriba sea especial con respecto a lo que se puede ver desdeotras rocas del entorno. Tampoco se puede decir que resulte cmodo estar all subido.No resulta una incomodidad agobiante, pero no parece que el destino de subir a la rocaobedeciera a un determinado placer que slo en ella fuera posible. En la naturaleza hayrocas que, por su posicin o por sus caractersticas, incitan a subir a ellas por lo que sedivisa desde all, porque estn aisladas en el paisaje o porque en lo alto hay una plata-forma que invita a sentarse tranquilamente. No es el caso de la que estamos tratando,que incluso una vez arriba, ante un despiste, puede resultar peligrosa. No queda msremedio que considerar que la presencia de la cazoleta doble de la parte superior era lacausa. Lo que pudiera hacerse con ella o a travs de ella no lo sabemos, pero all arribanicamente hay una gran concavidad de 1,10 m de profundidad, por tanto tendra queser algo relacionado con ella.

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    Fig. 18 Altar rupestre del Castillo de Malqueospese. Detalle de los accidentesen la zona alta y tipografa de la roca.

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    Fig. 19 Altar rupestre del Castillo de Malqueospese. Secciones de la roca.

    Apelando a la comodidad hay que decir que no podran estar subidas en ella msde dos personas, si excluimos el interior de las dos marmitas de gigante. Si se invadenstas, seran dos personas ms, por tanto un mximo total de cuatro.

    Los nicos restos conocidos, en relacin directa con la roca, son seis fragmentos decermica a mano, lisos y muy erosionados, posiblemente correspondientes al mismo

  • ALTARES RUPESTRES, PEAS SACRAS Y ROCAS CON CAZOLETAS 241

    recipiente, que fueron hallados en un hueco entre la roca y el suelo, al pie de la escale-ra de acceso.

    En cuanto a los indicios disponibles para adjudicarle una cronologa, hay que de-cir que espacialmente el lugar aparece asociado con restos arqueolgicos correspondientesa dos momentos diferentes, uno correspondiente a la Prehistoria y el otro al tiempohistrico, representado por la presencia de un castillo bajomedieval. La asociacin nor-mativa al castillo parece descartable, ya que no se conocen otros casos similares. Losrestos prehistricos asociados se encuentran en toda la zona del promontorio donde estel castillo, y no son muy abundantes pero s caractersticos. Ya he sealado que el altarrupestre se encontraba en la suave vaguada que une dos promontorios rocosos, en unode los cuales est el castillo de Malqueospese. Este promontorio, bien destacado sobreel entorno, remata en una plataforma rocosa amesetada de algo menos de 1 ha de su-perficie, que en su da estuvo presidida por una forma muy evidente e impactante, unaenorme roca alzada en vertical y a la que se ados despus el castillo construido en els. XV por Pedro Dvila, capitn del Duque de Alba. El hecho de que exista una leyen-da que implica a un musulmn propietario del castillo, que nada tendra ya que ver conel castillo actualmente visible, ha llevado a algunos investigadores a creer que el casti-llo del s. XV sucedi a otro anterior de poca musulmana.

    En este lugar se han recogido algunos fragmentos cermicos de una ocupacin an-tigua. No son muy abundantes los restos que aparecen en la zona, pero entre ellos haybastantes decorados. Por las decoraciones podra situarse la ocupacin en algn momentode la cultura de Cogotas I, por ms que no aparezca ningn caso de decoracin con tc-nica de boquique ni excisa. Algunas de las decoraciones tienen paralelos en el ValleAmbls y en las inmediaciones. Ese es el caso tambin de la fusayola, cuya caractersti-ca principal es que, adems de la perforacin en el centro, tiene una serie de ellas mspequeas que aparecen de forma desordenada a lo largo del cuerpo de la pieza. Este tipode fusayolas las conocemos ligadas a contextos calcolticos y tambin a la llamada faseProto-Cogotas. Ya he aludido anteriormente a los nicos restos cermicos conocidos porel momento y asociados fsicamente al altar, que constituyen una esperanza de investi-gacin futura, ya que en su inmediatez, por el norte y el este, hay un relleno de tierrasuficiente como para ser susceptible de contener restos.

    La relacin directa entre el altar rupestre y las cermicas halladas en la plataformano puede certificarse. Hay una coincidencia espacial y eso es todo. Puede ser un indi-cio a tener en cuenta, pero por ahora slo es eso. La piedra pudo ser utilizada antes,durante, poco despus o mucho despus de que el sitio fuera ocupado. No conocemostampoco la entidad de la ocupacin, es decir, si fue una aldea pastoril (su potencial eco-nmico no podra ser otro en el entorno inmediato) o un lugar frecuentado a propsi-to de alguna otra actividad, entre las que no se puede descartar la ceremonial, ritual ocomo quiera llamrsele.

    En resumen, como en los casos del Canto del Mortero y Ulaca, tampoco aqu seaprecia una utilidad que tenga que ver con algn tipo de procesado o actividad de la vidacotidiana. Se elige una roca en un lugar alto en el que es posible el desarrollo de unaeconoma pastoril y donde existe agua, proveniente de varios manantiales, con la queabastecerse. El lugar est al pie de un cerro amesetado, con buena defensa natural y ex-

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    celente dominio visual, donde se han encontrado restos cermicos que hablan de un usodel sitio, bien sea para la habitacin o para otras actividades. La cronologa de tales restoslos asocia con un momento que podra estar entre 1750 y 1500/1450 a. C., la denomi-nada fase de formacin de Cogotas I12. De ese momento se conocen ms yacimientosen el entorno del inmediato Valle Ambls, todos en las zonas del fondo del valle o a losumo en las proximidades del reborde norte, nunca en lugares tan altos. La roca elegi-da, tenga o no que ver con los restos cermicos hallados en la meseta del cerro, pudo

    Fig. 20 Altar rupestre del Castillo de Malqueospese. Materiales cermicos hallados en las inme-diaciones del altar.

    12 Abarquero 2005, 65.

  • ALTARES RUPESTRES, PEAS SACRAS Y ROCAS CON CAZOLETAS 243

    serlo, adems de por razones que difcilmente podrn identificarse a travs de la arqueo-loga por ejemplo: manifestacin de una divinidad o hierofana en palabras de M. Elia-de13 , por tres circunstancias que pudieron ser secundarias, pero imprescindibles: laforma de la roca, su representatividad en el paisaje y la presencia de cavidades natura-les que supuestamente serviran para ser utilizadas con fines rituales. De momento, es-tos son los nicos datos manejables para la interpretacin de este altar rupestre.

    Inferencias y reflexiones sobre los altares rupestres con entalladuras o escaleras toscas

    Un reciente trabajo de M. Almagro y J. Jimnez14 recopilando datos aportados porla bibliografa y por sus propias investigaciones, han puesto de manifiesto la existenciade un nmero cada vez ms importante de casos como los que aqu se han citado. Des-de este momento, los abulenses se suman a los 11 citados por Almagro y Jimnez, y aotros citados por Benito del Rey y Grande del Bro15 para la provincia de Zamora, casitodos ellos en la zona occidental de la Pennsula Ibrica, salvo el de Piedra Escrita (Ce-nicientos, Madrid), el de Pedra de Sacrifici (Sabassona, Gerona) y el citado por Benitoy Grande en Almergue, en Huesca16. A estas alturas de las investigaciones desconoce-mos si la presencia, sobre todo occidental, de estas manifestaciones es cultural o simple-mente obedece a la circunstancia de no haberse buscado o dado a conocer en otros lu-gares. Llama la atencin que 8 de los 11 casos (72 %) expuestos por Almagro y Jimnez,estn situados en un rea reducida del sur de Cceres y el norte de Badajoz, sin dudaporque se ha intensificado la bsqueda en esa zona como consecuencia del proyecto deinvestigacin Estudio de las Peas Sacras, que se lleva a cabo desde la Real Academiade la Historia. Con los casos de vila, a los que se unen los de Zamora, el de Madrid ylos ms lejanos de Gerona y Huesca, el crculo se ampla. Es posible que a partir de lapublicacin de todos ellos, crezca el inters de los investigadores por publicar otros ca-sos que conozcan y vaya aminorndose el escepticismo, y tambin el exceso de pudor,en la publicacin de lo que se ha visto hasta ahora como testimonios controvertidos,en muchos casos manejados desde pticas fantasiosas, en las que los arquelogos nohemos querido mezclarnos. Pero slo a travs de la exposicin de un mayor nmerode casos, con todas sus circunstancias, podremos desentraar, entre otras formas a tra-vs del anlisis de todas sus circunstancias y de la estadstica, el significado de los queindudablemente son testimonios arqueolgicos, sea cual sea su cometido. Con un ma-yor nmero de casos y la exploracin complementaria de la va astronmica, para asdescartar o ratificar su incidencia, se estar ms cerca de interpretarlos, que a pesar delnmero todava reducido, mantienen unas constantes que inducen ya a esbozar algunashiptesis.

    Almagro y Jimnez los denominan Tipo Lcara, utilizando como nexo comn lapresencia de una roca, generalmente monumental, en la que se han tallado pequeas

    13 Eliade 1998.14 Almagro Jimnez 2000.15 Benito del Rey Grande del Bro 2002.16 Benito del Rey Grande del Bro 2002, 77.

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    escaleras o entalladuras que sirven para acceder a la roca, y tambin como forma de dis-tincin respecto a las dems. El caso del llamado Prado de Lcara (Mrida, Badajoz)parece el ms significativo, por la monumentalidad de la roca y por estar en la zona delconocido dolmen de Lcara, al que se le ha unido un nuevo tmulo reconocido recien-temente17. Concretamente la similitud entre el altar rupestre de Lcara y los del Cantodel Mortero y Malqueospese es muy clara, aunque ms si cabe con el primero. En am-bos casos se trata de dos grandes peas de 7 y 6,8 m de altura, destacando claramenteen su entorno y constituyendo un punto de referencia evidente, que no lo es tanto enMalqueospese, por tener alguna competencia con otras rocas, en un paisaje marcado porla presencia constante de bolas, lanchares y promontorios granticos como Ulaca. Enlos tres casos aqu citados, como en el de Lcara, la roca remata en una cubeta natural,tallada ex professo o natural con alguna modificacin. En Lcara, de la cubeta sale uncanal que desagua por el oeste de la pea. En el Canto del Mortero son varios los cana-les que repartiran el lquido en diversas direcciones. Este detalle de la asociacin entrecubeta y canal se repite tambin, segn Almagro y Jimnez, en los casos de Las CuatroHermanas (Malpartida de Plasencia, Cceres) y Sequero I (Mrida).

    Si hay que fijarse en la orientacin de las entalladuras para el acceso a la roca, ve-remos que no coinciden entre unas y otras. Las de Lcara estn por el norte, mientrasque las del Canto del Mortero por el noroeste, las del Castillo de Malqueospese por elsur y las de Ulaca por el este. No parece que haya una disposicin fija para tallarlas. Sim-plemente se disponen las entalladuras en la zona de ms fcil acceso, por lo menos enlos tres casos de vila. El nmero de ellas vara tambin dependiendo de las necesida-des sujetas a la altura de la roca o a la dificultad de acceso.

    De cara a postular una cronologa para los altares que aqu estamos estudiando y abuscar razones para ello con los datos disponibles, quiz pueda ser de utilidad acudir ala tipologa evolutiva, comparndolos con un altar cuya cronologa parece admitida portodos los investigadores, como es el llamado altar de los sacrificios, tambin en el cas-tro de Ulaca, pero bastante alejado del aludido en pginas anteriores en una zona conabundantes construcciones domsticas y en otra al parecer carente de ellas. Se trata deun recinto de 16 8 m, que alberga en su centro una roca donde hay labradas dos l-neas de escaleras paralelas, unas parecen verdaderamente operativas, conduciendo a laparte alta de la roca, y las otras no. A stas recientemente se les ha buscado una expli-cacin relacionada con la astronoma, con resultados positivos18. Las escaleras operati-vas conducen a una pequea explanada horizontal en la que hay una serie de cavidades,comunicadas entre s, tanto en un plano horizontal como en descenso, de forma que loslquidos contenidos en las ms altas iran pasando a las dems, cayendo para ello por laroca y, por consiguiente, hacindose visibles. La similitud de este caso con el portugusde Panoias19, le ha atribuido relacin con rituales de agua y sangre20 en los que se lleva-ban a cabo sacrificios, quemndose animales y derramndose su sangre21.

    17 Almagro Jimnez 2000, 423.18 Prez Gutirrez 2007.19 Ferreira da Silva, 1986; Alfldy 1995.20 Blzquez 1983, 234; lvarez Sanchs 1999, 310.21 Alfldy 1995, 253 s.

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    Fig. 21 Castro de Ulaca. Altar de los sacrificios.

    Fig. 22 Castro de Ulaca. Concavidadesen la zona alta del Altar de los sacrificios.

    El concepto entre este caso bien fechadoy el del Canto del Mortero, el Castillo deMalqueospese y el del otro altar de Ulaca, pa-rece el mismo. Unas escaleras conducen siem-pre a uno o varios recipientes excavados en laroca, cuya capacidad puede desbordarse produ-ciendo un impacto visual. La diferencia soloest en la ejecucin del lugar: en un caso biendiseado y tallado, indicando un cierto gustopor lo que se quiere llevar a cabo, siendo porel contrario en los otros la labra muy tosca yelemental, sirvindose de meras entalladurasexcavadas en la roca que sirven para subir ybajar, pero sobre todo para consagrar a la rocaen el cometido que se le ha asignado. Sin msdatos de los que tenemos, podramos decir que

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    desde el punto de vista de la tipologa, un caso parece sucesor del otro, mejorndolosignificativamente, tal vez acorde con el grado de civilizacin entre un tiempo y otro,pero un tiempo y otro conectados a travs de una costumbre que se ha perpetuado atravs de los siglos. Concretar la cronologa de los de la fase anterior es sin duda mscomplicado, sobre todo porque posiblemente sean lugares de larga utilizacin en el tiem-po, rebasando con ello un periodo cultural concreto para nuestras clasificaciones.

    Como complemento a lo expuesto hasta aqu, y pensando tambin que sean mane-jados por quienes se ocupan de lleno en investigar estos temas, procede tambin darcuenta de dos casos ms en los que podra verse alguna relacin con el del altar de sa-crificios de Ulaca, y por tanto reconocer la diferencia con los que sospechamos msantiguos. Por otra parte uno de ellos se encuentra en un contexto espacial bien fecha-do, razn que en principio permitira valorar la asociacin entre ambos.

    El altar rupestre de La Atalaya (El Tejado de Bjar, Salamanca) se encuentra den-tro del complejo arqueolgico del Cerro del Berrueco, suficientemente conocido en labibliografa desde principios del s. XX. Dentro de una superficie de 8,7 km, presididapor una elevacin principal El Berrueco y otra menor y adyacente El Berroqui-llo se conocen repartidos por diferentes puntos un total de 8 yacimientos arqueolgi-cos de entidad, cuya cronologa va desde el final del Paleoltico Superior hasta la pocatardorromana y visigoda22.

    Uno de esos lugares donde se encuentra cermica fragmentada en cantidad acepta-ble, sin que se pueda decir nada muy seguro, es La Atalaya, una elevacin de formacnica que se alza en la ladera sureste del Berrueco, en la transicin hacia las mesetasque la rodean. Constituye La Atalaya, como es comn a todo el Cerro del Berrueco,una amalgama de bloques granticos apiados de todos los tamaos, que dan al paisajeuna singularidad muy especial, constituyendo una elevacin muy evidente desde el SEy el sur, dominando visualmente como su nombre bien indica todo el entorno, desdeuna diferencia de altitud de unos 230 m aproximadamente.

    La Atalaya culmina en una gran bola grantica, destacada y evidente, que se elevaentre 10 y 15 m dependiendo del punto desde donde se mida. Inmediata, al lado de subase por el sur y de alguna manera protegido por la gran roca culminante, est el altarrupestre23. Lo constituyen tres elementos: una roca con escaleras talladas, un abrigo yuna roca con cazoletas, los tres independientes pero inmediatos y formando un conjuntopor su proximidad.

    El primero de los tres es una gran roca irregular, aparentemente redondeada por eloeste y convexa por el este, en la parte de la base. La apariencia desde la zona donde seencuentran las escaleras es ms o menos redondeada. Tiene una altura de 2,50 m y unos5 m de largo por 3 m de ancho. No tiene ningn protagonismo evidente ni compite conninguna de las de su entorno, parece ms bien amparada por todas ellas. Para acceder ala plataforma horizontal en que remata, hay cinco escalones tallados en la roca por elsuroeste, donde el acceso es ms fcil. Los escalones estn ligeramente ladeados, posible-mente por imposicin de la roca. Cuatro de ellos van alineados en sentido ascendente

    22 Morn 1921; idem 1924; Maluquer de Motes 1958; Fabin 1985; Jimnez Martnez 2006.23 Coordenadas geogrficas: 40 27 29" 5 32 52". UTM: X.-283959. Y.- 4481744.

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    y otro, el primero, un tanto desviado, como para indicar intencionadamente el ascensodesde un lado, en lugar de encarar la subida de frente. Este primer apoyo precisara deuna elevacin exenta adicional para alcanzarlo con ms facilidad, puesto que se eleva delsuelo actual casi 1 m. El ancho de los escalones alineados oscila entre los 38 y los 43 cmy su largo entre los 20 y los 16 cm; la altura no pasa de los 12 cm. Han sido tallados enla roca mediante un rebaje suficiente en todos los sentidos, el necesario para colocar elpie en el acceso y para que se vea. No puede decirse que se trate de un trabajo con unremate cuidadoso, como el que existe en otros casos de este tipo, como por ejemplo eldel Altar de los Sacrificios de Ulaca. En el punto donde finalizan los escalones hay otrostres rebajes en sentido perpendicular al de las escaleras. Tienen la misma factura queaquellas, pero no pueden haber servido para la misma funcin, la de ascender a la roca.A lo sumo pudo servir uno ms de ellos, que habra sido la sexta escalera, puesto quees la continuacin lineal de la ltima. Los otros dos rebajes estn a ambos lados, uno ala izquierda, de 22 30 cm, algo ms adelantado que el posible sexto escaln, y otro ala derecha con una disposicin diferente: es perpendicular al sentido general del restode los escalones, pero de su misma factura. Ambos parecen obedecer, sin duda, al de-seo de marcar pautas en el supuesto ceremonial que se llevara a cabo.

    A todo lo dicho habra que aadir un posible rebaje adicional en la roca: es muybreve, sucede en la zona final de las escaleras, coincidiendo con los rebajes a ambos la-dos de la supuesta ltima escalera. No es ms que una lnea rebajada, de poca profundi-dad, realizada en el sentido de las escaleras. Parece querer marcar mejor, en esa zona,el rea de acceso a la plataforma de la roca.

    Fig. 23 Cerro de La Atalaya desde el este.

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    Fig. 24 Altar rupestre de La Atalaya.

    Fig. 25 Altar rupestre de La Atalaya.

  • ALTARES RUPESTRES, PEAS SACRAS Y ROCAS CON CAZOLETAS 249

    Las escaleras y todos los rebajes culminan en una plataforma horizontal de 2 1,50 m(3 m), bien despejada, que parece avanzar con preeminencia hacia el paisaje que surge defrente. Es el este, con el valle del Tormes y toda su llanura, culminada por la sierrade Gredos al fondo. Nada interfiere en la visin de ese paisaje absolutamente abierto,constituyendo la plataforma un balcn abierto al mismo y, tambin, al sol naciente. Unavez en el extremo de la plataforma, el castro prerromano y de poca republicana delos Tejares queda casi inmediatamente debajo. Si este altar rupestre tiene alguna rela-cin cronolgica con dicho castro, sin duda la relacin de preeminencia y de espectacu-lar avistamiento desde la altura, tuvo que haber sido uno de los factores para su eleccin.

    Debajo de la roca descrita, entre ella y el suelo tambin de roca, se produce unaoquedad natural donde hay fragmentos de cermica a mano, lisa y con aspecto tosco.El paquete de sedimentos no parece muy grande, pero tal vez sea un lugar donde po-dra realizarse algn tipo de excavacin encaminada a adjuntar algn nuevo dato a lospuramente morfolgicos ya existentes.

    El segundo de los elementos del conjunto es un pequeo abrigo situado a 1 m aloeste de la roca con las escaleras, y delante de stas. Es un abrigo natural formado poruna gran roca que en su apoyo sobre otra subyacente, deja un hueco por desfase de unos6 m de superficie por algo menos de 1,50 m de altura. No se reconocen huellas de usoni transformacin. Su inclusin en el conjunto es slo hipottica, dado que constituyeun lugar muy adecuado para el cobijo.

    El tercero de los elementos es una roca con cazoletas situada a apenas 1 m a la de-recha de la roca con las escaleras y unos 50 cm ms baja. Es aproximadamente redonda(2,20 2,10 m) y prcticamente plana en su cara superior, mostrando una plataformacon algunas irregularidades, posiblemente producto de un intento de regularizacin conun resultado no del todo adecuado. En la plataforma hay tres tipos de transformacio-nes: cazoletas, un canal y una oquedad rectangular con un canal. Las cazoletas son 10,estn en el tercio oriental de la roca, coincidiendo con una especie de escalonamiento,y forman un arco tosco 8 de ellas y las otras 2 refuerzan el arco en paralelo con algunade las otras 8. No son todas del mismo tamao, oscilan entre los 10 y los 5 cm de di-metro. La mala calidad del granito las ha degradado, pero estn fuera de dudas comotallas artificiales. Detrs de ellas, hacia el centro de la plataforma, hay un canal rectil-neo de 43 cm por 2,50 cm de ancho que desemboca en una abertura irregular, comuni-cada con las cazoletas centrales del arco de 8 cazoletas que he mencionado antes. Estecanal no parte de ninguna concavidad. A su lado izquierdo hay un recipiente excavadoen la roca, de forma rectangular (36 33 cm), con fondo plano y poca profundidad,del que parte un pequeo canal que desaguara en un extremo de la roca.

    Los tres elementos que componen el conjunto lo hacen en un ambiente de claratosquedad, en el que apenas se modifica nada de lo que existe, slo se complementa, escomo si hubiera una cierta complicidad entre quien habita el sitio y lo que existe. Ellugar se elige entre las rocas que abigarran el paisaje. No se busca un sitio despejado yall se construye creando un espacio. Esta tosquedad tiene que estar en consonancia conla idiosincrasia de las gentes que lo utilizaron.

    Interpretar este lugar resulta obviamente difcil. Si podemos considerarlo relacio-nado con la ritualidad, no es por otra cosa que porque no se le advierte ninguna posi-

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    bilidad funcional, bsica y cotidiana. Por otro lado, en el punto en que est enclavado,poco o nada puede hacerse dentro de las actividades habituales relacionadas con la pro-duccin o transformacin de materias primas, sobre las que una de las primeras dificul-tades, en el caso de haber sido as, hubiera sido llegar hasta el sitio por el lado ms f-cil, desde el noroeste, teniendo que portar el tipo de elemento o materia a manipular,ya que una roca tapona el paso cmodo hasta el altar. Todo el lugar y su entorno in-mediato estn abigarrados de rocas, sin apenas espacios para construir cabaas, si pen-sramos que el sitio estuvo ocupado por construcciones domsticas. Slo es una atala-ya, un lugar con dominio visual, un sitio en alto, con todas las connotaciones que unlugar as puede tener para la organizacin de la vida del hombre en todos los sentidos.No puede considerarse como un lugar funcional, ni siquiera como un hipottico pun-to de vigilancia. Sobre l, la gran roca podra serlo con mayor funcionalidad para esecometido. Pero en ella no se advierte ningn tipo de transformacin en el acceso. Ac-ceder a lo ms alto de ella no requiere complicaciones.

    Por otra parte, la creacin de un acceso a la roca a base de escaleras, situadas stasdonde estn, no es estrictamente necesario, pero es posible que tenga que ver con laforma alegrica de ascenso a lo alto, al cielo tal vez, que confiere el rito al oficiante enese lugar24. Su talla se lleva a cabo para dignificar la roca y el lugar, para hacerlo dife-rente del entorno, para consagrar el sitio a la actividad que se llevaba a cabo all25, y talvez tambin por el sentido alegrico que se le puede dar al acto de ascender a un lugar,de estar ms cerca del cielo, de la divinidad, del cosmos.

    Cul era la actividad que all se llevaba a cabo? En principio slo intuimos dosposibilidades, pero sin duda pueden ser ms. La primera puede tener que ver con el solnaciente, lo cual puede haber sido sujeto directo o complemento. Desde la plataformase contempla el nacimiento del sol. Pero tambin se domina con preeminencia, casi in-mediatamente debajo, el castro de los Tejares y su entorno, su territorio de influencia.An as, no puede asegurarse una relacin directa con este yacimiento. Por ahora no hayun indicio claro que lo asocie, si no es por la tipologa de alguno de sus elementos, conel llamado altar de los sacrificios en el cercano castro de Ulaca (Solosancho, vila). Merefiero al tipo de escaleras, similar a las de Ulaca, pero tambin a las de otros casos aso-ciados a la II Edad del Hierro por la presencia all de restos arqueolgicos de ese mo-mento, como en el lugar de San Pelayo (Almaraz de Duero), donde hay una tosca es-cultura zoomorfa26, o el Castilln de Ricobayo, tambin en la provincia de Zamora27.Y, naturalmente, muy diferente a los casos de meros entalles mencionados ya. Utilizandomeramente la tipologa como tal, sin reparar en nada ms, podramos decir que las es-

    24 Eliade 1974.25 Eliade 1974 escribi: La dureza, la rudeza, la permanencia de la materia constituyen para la con-

    ciencia religiosa del primitivo una hierofanta. Nada ms inmediato y ms autnomo en la plenitud de su fuer-za, nada ms noble y ms aterrador que una roca majestuosa, que un bloque de granito audazmente ergui-do En su tamao y en su dureza, en su forma y en su color, el hombre encuentra una realidad y una fuerzaque pertenecen a otro mundo, distinto mundo profano del que forma parteLas han adorado y las han usa-do como instrumentos de accin espiritual, como centros de energa destinados a su propia defensa o a la desus muertos.

    26 Benito del Rey Grande del Bro 2000, 70.27 Benito del Rey Grande del Bro 2000, 8284.

  • ALTARES RUPESTRES, PEAS SACRAS Y ROCAS CON CAZOLETAS 251

    caleras de La Atalaya seran la transicin entre las del Canto del Mortero/Castillo deMalqueospese y las del altar de los sacrificios de Ulaca.

    Los datos arqueolgicos que conocemos de La Atalaya no aclaran nada contunden-temente. Se conocen cermicas con decoracin de Cogotas I en esa zona y tambin otrasque podran asociarse a la Edad del Hierro y, adems, muchas otras que podran corres-ponder a cualquiera de los momentos en que ha sido ocupado el Cerro del Berrueco.En resumen, podemos decir que no existen datos con suficiente contundencia que nosea la tipologa de las escaleras, por similitud con otros casos, para asociarlo hipottica-mente con la Edad del Hierro.

    Un caso en algn aspecto similar, pero tambin constituyendo una variante, se co-noce en las inmediaciones del castro de El Freillo, correspondiente al final de la Edaddel Hierro y situado en el Raso de Candeleda (vila), de donde ms adelante citar otrotipo de altar rupestre. A unos 110 m de la lnea de muralla, en la parte oriental delcastro, hay una roca alargada a modo de pequea loma, de un metro de alto, en cuyaparte horizontal situada en el plano superior, se aprecian dos cavidades o recipientesexcavados en la roca, de poca profundidad, con forma aproximadamente rectangular yseparados el uno del otro por una faja de roca no alterada. En dicha faja y en la paredque cae a continuacin, hay excavadas una serie de pequeas cazoletas sin una organi-zacin aparente. Uno de los recipientes, el mayor y mejor rematado, tiene una ranurapara verter hacia el sur. La capacidad de ambos es tan reducida que no se le intuye nin-guna funcionalidad aparente en la vida diaria.

    Fig. 26 Castro de El Freillo. Altar rupestre al sureste del castro.

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    La proximidad al castro, es decir, el hecho de que est en su zona inmediatamenteperifrica, es una razn para creerlos asociados. Por otra parte se puede ver alguna re-lacin entre la tipologa de los rebajes en la roca de La Atalaya y del presente caso: rec-tangulares, con poca profundidad, de similares dimensiones, tres en ambos casos.

    Cubetas con vertedero

    Otro tipo de manifestacin, que es interesante hacer constar, es lo que podramosllamar cubetas o grandes cazoletas individuales sobre rocas aparentemente transforma-das para contenerlas. Es preciso hacer constar su presencia por dos razones. Primero,porque constituyen indudables manifestaciones antiguas, segundo, porque al conocersevarios en una zona relativamente cercana pueden estar implicando una costumbre similary, tercero, porque donde se encuentran son lugares con una conocida ocupacin pre-histrica/protohistrica o porque se encuentran en las inmediaciones de algn otro tes-timonio relacionado con lo ritual.

    El hecho de haber tratado ya el altar rupestre del Canto del Mortero obliga a ci-tar, en primer lugar, otro testimonio en sus inmediaciones, por si hubieran tenido am-bos alguna relacin directa o fuera puramente contextual, es decir, que el lugar se hu-biera considerado sagrado en algn momento, producindose a lo largo del tiempo unasucesin de manifestaciones con la participacin y transformacin de las rocas presen-tes en la zona.

    Se encuentra a 110 m al norte del Canto del Mortero, todava en la loma que condireccin N-S constituye un resalte significativo en el terreno28.

    Se trata de una roca en la que aparece excavado un rebaje con forma ovalada (0,84 0,76 m), que alberga en su interior una concavidad bien definida, con una boca cir-cular de 0,60 m de dimetro que desagua en un vertedero corto hacia el sur, de 0,46 m,por el que se precipitara cualquier lquido que llenara suficientemente la pileta.

    La proximidad entre los dos testimonios se ve en la fig. 27. En cuanto a las circuns-tancias particulares, lo ms destacable es el rebaje que tiene la piedra por tres de sus la-dos para hacer que resalte la pileta. La roca parece rebajada lo suficiente como para quesobresalga en la zona ms alta casi 1 m. De esa forma destaca con claridad una partenica de la roca, aquella en la que se encuentra la pileta. No se advierte una diferenciade composicin en el granito que hubiera provocado una erosin diferencial con la su-ficiente casualidad como para destacar precisamente la parte donde se encontraba unamarmita de gigante natural que pudo ser transformada, como parece indicar el hechode que haya una cavidad y un reborde concntrico en ella.

    An hay otro detalle que inclina a autentificar la roca como testimonio artificial,quiz destinado a lo ritual. Se trata de una pequea repisa que parece haber sido respe-tada a propsito, cuando se produjo el rebaje de la roca para resaltar la pileta. No seraforzar en exceso la imaginacin pensar que si la pileta tuvo como destino contener de-terminados lquidos, esta repisa sirviera como antesala de su vertido, colocando all, por

    28 Coordenadas geogrficas: 40 32 50" 5 15 22". (UTM: X: 308949. Y: 4491046).

  • ALTARES RUPESTRES, PEAS SACRAS Y ROCAS CON CAZOLETAS 253

    Fig. 27 Canto del Mortero. Cubeta con vertedero en primer plano y altar rupestre conocidocomo Canto del Mortero al fondo.

    Fig. 28 Canto del Mortero. Cubeta con vertedero.

  • J. FRANCISCO FABIN GARCA254

    ejemplo, recipientes. En ese mismo sentido, tampoco sera forzado pensar que sirvierapara apoyar un cuerpo pequeo de animal, de forma que si se le sacrificaba, la sangrecayera directamente a la pileta. Es tan slo una hiptesis que, naturalmente, pasa pri-mero por autentificar el lugar como tal altar rupestre, pero donde para ello confluyenpositivamente una serie de circunstancias que, sin forzar la realidad, parecen apoyar sucandidatura a estar dentro de ese amplio y complicado apartado de la arqueologa co-nocido como los santuarios y altares rupestres.

    Como paralelo a este segundo elemento de Bonilla de la Sierra hay que citar un caso,aparentemente similar, que se conoce en las cercanas de la ciudad de vila29, en el lla-mado Cerro de San Mateo, muy prximo al yacimiento conocido como Cerro de laCabeza, en la zona oriental del reborde norte del Valle Ambls, cuya cronologa abar-ca desde el final del Neoltico hasta el Hierro I30. En las inmediaciones de este yacimien-to, enclavado en una meseta con abundantes afloramientos granticos de diferentes ta-maos, hay varios testimonios interesantes a considerar tipolgicamente dentro de loque aqu se trata. Aunque de all pueden citarse varios casos, el ms similar al descritoen Bonilla de la Sierra es una roca31, aparentemente rebajada, a la que tambin se le ha-bra dejado en resalte una pileta de las mismas proporciones que la de Bonilla de la Sie-rra e igualmente con una abertura para el vertido, orientada al sur. Otra circunstancialas asemeja: el hecho de tener una breve repisa que permitira apoyar en ella recipien-tes o animales, en el caso de que hubiera sido utilizada para llevar a cabo sacrificios.

    Como en Bonilla, tambin el vertedero de la pileta y la situacin de la repisa dejanlibre una zona a menos nivel que permita la manipulacin del contenido de la pileta auna altura adecuada para una persona. Finalmente, otra circunstancia a tener en cuentaes la existencia de una piedra semicircular asociada, claramente recortada en altura parahacerla plana y horizontal. Est separada unos 0,40 m de la roca con la pileta, de fren-te a ella y permitira, en una posicin de cierta preeminencia, contemplar en primeralnea cualquier acto que tuviera como protagonista la roca de la pileta o ser la antesalade la participacin en l. Para describir todas las circunstancias que se dan en este caso,hay que mencionar que se encuentra al lado de un antiguo manantial, cuya humedaden forma de verdor en la vegetacin se mantiene incluso durante los meses ms ridos.En la inmediatez de este altar no conocemos ningn resto arqueolgico mueble quepudiera asociarse con l. Sin embargo, en las proximidades hay otros testimonios sobregrandes rocas que tambin podran citarse en este trabajo, por constituir recipientesnaturales a los que parece habrsele practicado un pequeo canal de desage por el queprecipitar lquidos que se hubieran derramado en su interior. La proximidad con elyacimiento del Cerro de la Cabeza (600 m al sur) puede ser una circunstancia a teneren cuenta para relacionarlos.

    En el Raso de Candeleda, localidad del sur de vila, lindante con la provincia deCceres, hay un elemento similar a los dos descritos que se conoce como El Exprimi-jo, por interpretarse que habra servido para exprimir uvas o algo parecido en l, dada

    29 Debemos la informacin a Julio Collado.30 Fabin, 2007, 9299.31 Coordenadas geogrficas: 40 39 35" 4 43 27" (UTM: X: 354208. Y: 4502536).

  • ALTARES RUPESTRES, PEAS SACRAS Y ROCAS CON CAZOLETAS 255

    Fig. 29 Cerro de San Mateo. Altar rupestre.

    Fig. 30 Cerro de San Mateo. Detalle de la cubeta y el vertedero del altar.

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    su morfologa. Se encuentra en las proximidades del castro de El Freillo32, cuya crono-loga abarca desde finales del s. III a. C. a mediados del s. I a. C.33 Se encuentra en elfondo de la crcava que constituye la defensa natural del castro por el norte. Esta cir-cunstancia le confiere una cierta invisibilidad, por lo que con ello se diferenciara de losdos anteriores que, sin estar en rocas claramente representativas en el paisaje, son bienvisibles. En este caso no hay un espacio horizontal en torno a l que permita asistir contanta comodidad a algn acto en el que el altar rupestre fuera sujeto pasivo. Se habraelegido el sitio por las caractersticas originales de la roca o por alguna circunstancia quehaca a esa piedra, y no a otra, objeto de una actividad calculada.

    Fig. 31 Castro de El Freillo. Altar rupestre conocido como El Exprimijo.

    El resto de las caractersticas morfolgicas son similares: una roca de regular tama-o que destaca del suelo en poco ms de 1 m, donde el recipiente excavado en su partesuperior la ocupa prcticamente toda, donde la capacidad del mismo es similar, con elcanal para verter orientado al sur y donde tambin existe, en la proximidad al vaso, unazona donde se ha respetado aunque con cierta tosquedad un trozo de roca que po-dra servir para apoyar o depositar algo/alguien de reducido tamao. En este caso esarepisa est en la cabecera, como en el Cerro de la Cabeza y a diferencia de la de Boni-lla de la Sierra, que queda a un lado.

    32 Coordenadas geogrficas: 40 11 12" 5 21 15". (U.T.M.: X: 299557. Y: 4451226).33 Fernndez Gmez 1987.

  • ALTARES RUPESTRES, PEAS SACRAS Y ROCAS CON CAZOLETAS 257

    Altares rupestres con cazoletas

    La Barca (Villarejo del Valle)

    Se encuentra en el sector oriental de la Sierra de Gredos, al sur de una gran eleva-cin grantica conocida como El Torozo y relacionado directamente con uno de lospocos pasos que la Sierra de Gredos ofrece con respecto a la Meseta, el llamado Puertodel Pico, en el que una calzada construida en la Edad Media, muy probablemente so-bre una ruta muy anterior, fue la va de comunicacin hacia la Meseta desde las tierrasms bajas de Extremadura y del noroeste de la provincia de Toledo. En este paraje tie-ne lugar el punto de inflexin de la Meseta con respecto a las tierras ms meridionales,pasndose de una altitud mesetea de 1 395 m a otra 900 m ms baja, en la zona del valledel ro Tietar, administrativamente correspondiente a las provincias de Toledo, Cce-res y vila.

    El altar se encuentra en la llamada Comarca de las Cinco Villas, primer escena-rio natural del aludido descenso brusco entre la Meseta y el valle del Tietar. En la lade-ra de ese brusco descenso, presidido todo l por el majestuoso pico Torozo, y a 1 270m de altitud, se encuentra el altar rupestre34, ubicado sobre la ladera occidental de uncerro conocido como Mazorra, de los que se forman en la ladera escalonando el descen-so. Se trata de un cerro en el que afloran por doquier grandes peas de diversas formasy consideracin, ya sea a travs de las habituales bolas, algunas de gran tamao, o enforma de lanchares. En uno de estos roquedos constituido bsicamente por un lanchar,hay dos rocas, una sobre la otra, que coronan el afloramiento grantico cuyas caracte-rsticas llaman con claridad la atencin. Por una parte hay una lancha en disposicinhorizontal de forma rectangular (5,50 4,60 m) y sobre ella hay otra en su zona cen-tral con forma aproximadamente piramidal, aunque con la parte superior ligeramenteinclinada. Es claramente lo que se conoce como una pea caballera, si bien stas, a di-ferencia de la descrita, suelen tener habitualmente forma redondeada o tendente a ella.La altura de esta pea caballera es de 1,90 m sobre su base. La base se asienta sobre unresalte de la roca plana que tiene debajo, pero apoyndose nicamente en una parte del, lo que de alguna manera produce la impresin de estar en vilo.

    Lo caracterstico de esta piedra, relacionado con un altar rupestre, es el hecho deque la roca plana y horizontal se encuentre cubierta parcialmente por cazoletas exca-vadas en la roca. Se encuentran agrupadas en dos zonas: en la este y, en menor medida,en el ngulo SO. Ambas son las partes ms propicias de la plataforma para llevar a cabocualquier actividad. No es preciso describir ms detalladamente lo que puede apreciar-se en las imgenes y dibujos, por eso me limitar a comentar las circunstancias que ro-dean a este caso.

    El altar rupestre tiene una excelente visin de la llamada Calzada del Puerto delPico, que asciende serpenteando por la empinada ladera. A esta calzada se le ha atribui-do un origen romano que no se ha demostrado ni a travs del resultado de excavacio-nes llevadas a cabo en ella35, ni a travs de las fuentes de poca romana e inmediatamente

    34 Coordenadas geogrficas: 40 18 31" 5 0 11". (U.T.M.: X: 329762. Y: 4464023).35 Salazar Corts 2001.

  • J. FRANCISCO FABIN GARCA258

    posteriores que hablan del trazado de caminos. No se puede negar, sin embargo, la po-sibilidad de que se trate de un camino muy antiguo que en un determinado momento(por ahora slo constatado como tal en la Edad Media) se acondicionara para ser utili-zado con la frecuencia que mereca el trnsito de las ovejas merinas, convirtindose enla Caada Real Leonesa Occidental. El hecho de que sea uno de los escasos pasos de lasierra, tiene que significar necesariamente que lo hayan utilizado desde tiempo ances-tral. La relacin entre el altar y el camino no es ms que una mera posibilidad, a la vis-ta de los datos que tenemos actualmente.

    Fig. 32 Seccin de la zona donde se encuentra el altar rupestre de La Barca.

    Tres son las caractersticas a destacar y a tener en cuenta de este altar rupestre. Laprimera es su posicin en el paisaje. Se eligi un lugar bien visible, referencial desdedistancias medias, pero no es el nico, sino uno de los otros existentes. Posiblementeno fue esa la circunstancia principal. Pudo ser, ante todo, la morfologa concreta de laspiedras que lo componen, basada en el conjunto que asocia una roca horizontal y so-bre ella, otra en una posicin sobresaliente, ambas destacando sobre el paisaje, propor-cionando a ste desde su inmediatez, e incluso a una cierta distancia, una visin espe-cial y espectacular de la hondonada que constituye el escaln de acceso a la Comarcade las Cinco Villas. Quiero decir con ello que la eleccin, en este caso, pudo no serdeliberada, sino condicionada por algo ya preexistente que llamaba la atencin. A simplevista, pudo serlo la pea caballera, con su representatividad en el paisaje, y el carcterhorizontal de la roca sobre la que se apoya, que era suficiente para hacer las cazoletasy para estar all realizando algn tipo de actividad. La tercera caracterstica a tener encuenta es la situacin de inmediatez a una ruta de comunicacin de gran trascendenciageogrfica, ya que fue el nico paso para atravesar la Sierra de Gredos en los 50 km quedistan hasta el paso ms al Oeste, que es el valle del ro Jerte, uniendo la zona extre-mea de Plasencia y la abulense de Barco de vila. Quiere decirse que pudo ser un te-rritorio de cierto trnsito, aunque evidentemente desconocemos si la eleccin del sitio,de la piedra y la actividad que se llev a cabo en ella, tuvo algo que ver con el trasie-go de personas o fue algo completamente ajeno. En cualquier caso, dadas las dificulta-des para su interpretacin, no est de ms sealar todas las circunstancias que incidenen ello.

    Finalmente hay que mencionar un detalle que, de confirmarse, parece importante:se trata de la forma de la pea caballera que verticalmente se alza sobre la explanadadonde estn las cazoletas. La observacin detenida de la roca y la comparacin con otrasdel entorno, hacen pensar que fue modificada. Las aristas que tiene por la zona donde

  • ALTARES RUPESTRES, PEAS SACRAS Y ROCAS CON CAZOLETAS 259

    estn las cazoletas, parecen consecuencia de una rotura intencionada, ya sea por el re-toque de la roca primigenia o por la rotura sin ms de una piedra mayor. Dada la baseque existe, si sta no fue modificada tambin, podra decirse que la transformacin pudoser ms bien un retoque. Las aristas de la roca muestran que no es reciente la rotura,tampoco se aprecian huellas de cuas.

    En el entorno inmediato al altar no se conocen restos arqueolgicos que permitanintuir algn tipo de asociacin. Por otra parte hay que decir que no se encuentra aso-ciada a un yacimiento arqueolgico, es decir, no hemos encontrado ningn resto arqueo-lgico, ni en el lugar ni en la inmediatez, que permita asociarlos aunque sea espacial-

    Fig. 33 La Barca. Vista del altar rupestre y su entorno.

    Fig. 34 La Barca. Altar rupestre. Fig. 35 La Barca. Altar rupestre.

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    mente. Lo conocido en la zona remite a la poca medieval como ms antiguo. Slo untestimonio mueble habla de un tiempo ms antiguo, se trata de una maza de minerohallada secundariamente en una casa de Villarejo del Valle y a la que se supone encon-trada en las inmediaciones. La tipologa remite, por paralelismos, al Calcoltico o a laEdad del Bronce. Desconocemos si puede estar asociada tambin a la existencia de mi-neral de hierro en la zona, la cual fue objeto de numerosas explotaciones a lo largo dela Edad Media.

    Como ltimo detalle a tener en cuenta hay que sealar la existencia de una roca concazoletas sobre una plataforma horizontal en lo alto del pico Torozo, monumental rocaque domina con toda potestad la Comarca de las Cinco Villas y, como ya he sealado,la zona de La Barca. La similitud y una cierta proximidad entre un testimonio y otro,hacen considerar la posibilidad de que hayan tenido algn tipo de relacin.

    En cuanto a la funcionalidad que tanto el testimonio de La Barca como el de ElTorozo pudieron tener, poco puede asegurarse. Dos detalles hay que tener en cuenta

    Fig. 36 La Barca. Planta de la roca con las cazoletas.

  • ALTARES RUPESTRES, PEAS SACRAS Y ROCAS CON CAZOLETAS 261

    para valorar este aspecto: poruna parte la escasa productivi-dad de la zona inclina a pensarque la talla de las cazoletas nopudo tener relacin con unatarea productiva, ya que es muylimitado lo que all se pudoproducir y luego manipular. EnLa Barca pudo haber en otrotiempo un bosque de pinos ode castaos, como lo hay ac-tualmente. Asociar la explota-cin de los frutos de ambos conlas cazoletas no parece eviden-te. En cuanto a las cazoletas delo alto del Torozo, menos an,debido a la considerable alturay a las condiciones generalesdel lugar. Sera por tanto msadecuado asociarlo con algunaotra actividad no productiva.Aunque no debe despreciarseun uso que podramos llamarinocente, por tener en cuentatodas las posibilidades, comoluego veremos para las cazole-tas de Navalosa (vila), las cir-cunstancias que confluyen en elcaso de La Barca y su prolonga-cin en el del Torozo apuntanhacia un uso relacionado con loritual, sin que por ahora pue-dan darse otras razones que nosean las del descarte de usosms comunes y habituales.

    Tras las investigaciones deBelmonte y Hoskin36 en las Is-las Canarias, que utilizaron tc-nicas relacionadas con la astro-noma para verificar posiblesrelaciones entre las cazoletas yla observacin del cielo en pun- Fig. 37 La Barca. Topografa y secciones de la rocadonde se encuentran las cazoletas.

    36 Belmonte Hoskin 2002.

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    tos muy concretos del relieve, no puede dejar de considerarse esta posibilidad, si bienes preciso realizar las mediciones oportunas para descartar o confirmar la relacin. Yahe sealado que esas investigaciones, con el caso de La Barca y con los otros aqu sea-lados, estn actualmente en marcha y sern objeto de publicacin, tanto si se trata deverificar como de negar la relacin, para que as la ciencia disponga de ese dato contras-tado por un experto.

    La interpretacin de las cazoletas en sus variadas presencias dentro del mundo dela arqueologa, constituye, sin lugar a dudas, un aspecto sugerente que parece lejos deresolverse por el momento, posiblemente porque la cazoleta, como forma funcional ytambin como grabado, haya sido soporte para variadas actividades, lo cual, sin eviden-cias muy claras, hace complicada su identificacin. El hecho de que el mismo gestomorfolgico se practique tanto en rocas exentas como en rocas mviles (ortostatos, la-jas de pizarra asociadas a tmulos prehistricos,), complica un poco ms las interpre-taciones, pero seguramente indica que, aunque morfolgicamente pueden parecerse,quiz tuvieron cometidos diferentes. De sobra es conocida la presencia de cazoletas enortostatos en todo el megalitismo de la Europa atlntica y de las Islas Britnicas. Msconcretamente, la asociacin de cazoletas a formas circulares o soles en dlmenes extre-meos puede tener una relacin con smbolos solares, segn Bueno y Balbn37. Para lasque aparecen asociadas a rocas se han dado distintas interpretaciones, desde la de Briard38,

    Fig. 38 La Barca. Detalle de un grupo de cazoletas.

    37 Bueno Balbn 2000, 367.38 Briard 1987, 105; Almagro Jimnez 2000, 432.

  • ALTARES RUPESTRES, PEAS SACRAS Y ROCAS CON CAZOLETAS 263

    que las asocia con receptculos para recoger el agua lustral, hasta las que ven en ellas,por lo menos en determinados casos, marcadores de fenmenos astronmicos39.

    No es cometido de este trabajo entrar en la amplia discusin al respecto sin dispo-ner de nuevos datos con una aceptable categora de concluyentes. Slo advertir que juntoa la seriedad que representan el caso de La Barca y tambin el del Torozo, mostrandoquiz relatos de la ideologa de las gentes del pasado, hay otros casos calificables de ino-centes, que contribuyen al despiste ms absoluto cuando se conoce su cometido. Quierocitarlos aqu, no como paradigma de algo, sino con una aportacin ms. Uno de elloslo conoc en el pueblo abulense de Navalosa, municipio del valle del Alberche inmersoen el paisaje grantico habitual de las sierras abulenses. Preguntando all por rocas concazoletas, me llevaron a un lugar conocido como el Cerro de las Campanitas, un pro-montorio de poca altura ocupado por una acumulacin de bolas granticas, una de ellasde gran volumen. En el espacio estrecho conformado por dos de los bloques, a modode callejn en el que cabe poco ms de una persona, una de las paredes verticales de laroca mostraba un cierto nmero de cazoletas. Muchas de ellas estaban recin reaviva-das y algunas otras pintadas de rojo recientemente. Me contaron que era tradicin des-de haca mucho tiempo que los nios fueran a jugar a este sitio y se dedicaran con unpercutor a golpear de una manera suave en las cazoletas, escuchando despus el ruidoque producan, asimilable al de campanas, de ah el topnimo de Cerro de las Campa-nitas. Dicha costumbre parta de un tiempo donde los juguetes no proliferaban comolo hacen hoy y evidentemente la imaginacin y las posibilidades llevaban prcticamen-te a cualquier cosa. Pero an as, la costumbre era tambin practicada por los nios ac-tuales, que lo haban hecho unos das antes de que yo visitara el lugar, heredando la tra-dicin de sus padres y abuelos. Pude ver incluso el percutor desgastado y las cazoletastodava con el reavivado fresco. Como posibilidad, no puede descartarse que la costum-bre surgiera a partir de la existencia de cazoletas ms antiguas, a las que se les busc unaexplicacin y un uso ldico despus, al haber llegado hasta nosotros.

    Hay otro caso pintoresco tambin. En la localidad de Narrillos de San Leonardo,prxima a la ciudad de vila, hay una escultura zoomorfa de las llamadas verracos,asociadas a la cultura prerromana de los vettones. ste, de especto muy tosco, tieneexcavadas a lo largo del cuerpo un gran nmero de pequeas cazoletas. Cuentan enNarrillos que las cazoletas fueron producto de la extraccin de pequeas porciones degranito por los escolares para, reducido a polvo, utilizarlo como secante40. En princi-pio la interpretacin parece demasiado enrevesada como para no ser cierta. Si lo es yse hubiera perdido esta informacin, la interpretacin arqueolgica, sin duda, habraestado encaminada a la relacin entre el carcter simblico-apotropaico-ritual que lecreemos a estas esculturas y determinadas actividades que le acompaaran. Algo simi-lar implica el caso de Navalosa y quiz tambin el de los alquerques para el juego enlos poyos externos de muchas iglesias. Sin duda hubiramos intuido, quiz, ritos paga-nos dentro de lo cristiano en el caso de los alquerques o relacionados con la gran rocadonde se encuentran las cazoletas y el carcter oscuro de la zona donde estn, sin queal parecer para nada tenga que ver con la realidad.

    39 Belmonte Hoskin 2002.40 Arias et al. 1986, 99.

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    Otro caso similar, donde las cazoletas aparecen asociadas a otras lneas, es el delmunicipio abulense de Riofro, en el que en una roca con superficie plana, junto al ca-mino que ha sido acceso tradicional al pueblo desde el este, hay un grabado cuadradosubdividido interiormente en espacios tambin cuadrados y estos rellenos con lneasdiagonales, horizontales y verticales, al lado de los cuales, pero fuera del cuadrado, haytalladas pequeas cazoletas, atribuidas en Riofro a depositar el dinero que se jugabautilizando el cuadrado para un juego similar al alquerque, del que atestiguan haber co-nocido su uso.

    En otros casos no se conoce ninguna atribucin funcional, pero hay una roca cu-bierta de cazoletas. Sucede, entre otros muchos casos, en la ya mencionada localidad deEl Raso de Candeleda (vila). All, en el lugar conocido como Tejar de Bula, en unapequea meseta sobreelevada y con una excelente vista sobre la llanura de La Vera, enla nica roca que existe, hay talladas bastantes cazoletas de distintos tamaos y sin unorden aparente, adems de un canal transversal que parece servirles de marco slo porun lado.

    Tal vez con estos ejemplos, que no sern nicos, quede patente que las cazoletas ens son la consecuencia final de variadas actividades que dejan esa huella, pero cuyo tras-fondo debe ser analizado en cada caso concreto, ms que en conjunto. Posiblemente loque se pueda decir seguro es que su asociacin con rituales, del tipo que hayan sido es-tos, es evidente, como lo vemos por ejemplo en los petroglifos gallegos y bercianos, porponer slo dos ejemplos. No sabemos, sin embargo, si la cazoleta por s misma tenaun sentido formal determinado con participacin en el ritual o era, sencillamente, un

    Fig. 39 El Raso de Candeleda. Roca con cazoletas del Tejar de Bula.

  • ALTARES RUPESTRES, PEAS SACRAS Y ROCAS CON CAZOLETAS 265

    contenedor destinado a sostener algo (por ejemplo un pequeo palo indicador sujetadocon tierra, como se ha sugerido en alguna ocasin) o manipular algn tipo de lquidoo slido.

    Reflexin final

    En la Antigedad debieron darse multitud de formas para manifestar lo sacro, consus sitios correspondientes. Para hacernos una idea, que seguramente se queda peque-a, bastar fijarnos en las manifestaciones diversas de nuestra cultura cristiana. Desdelas iglesias, a las catedrales, monasterios, pasando por humilladeros, capillas en recintosmilitares, caminos bordeados por cruces, que son va crucis, cruces donde algo fatal hasucedido, cruces conmemorativas de cados en guerra de un determinado bando, capi-llas privadas en grandes fincas, pequeas capillas en algunas calles, etc. Si los arquelo-gos tuvieran que estudiarlo con la escueta informacin que nosotros poseemos sobretestimonios como los que aqu se han citado, sin duda no tendran ms que dudas parainterpretarlo, como nosotros ahora. Y todo resulta, conocindolo, bastante sencillo, perono lo sera tanto si hubiera que interpretar, por ejemplo, la sucesin de cruces a lo lar-go de esos caminos que parten de los pueblos, conduciendo aparentemente al campo,pero no eran ms que va crucis utilizados slo para la Semana Santa. Incluso al no co-incidir su nmero en unos sitios y en otros, sera an ms complicado de interpretar,puesto que hasta que hubieran sido Arqueologa habran desaparecido muchas de ellas.Este ejemplo puede valer para decir que si bien todo lo que tena que ver con nuestrareligiosidad cristiana parta de lo mismo, sin embargo ha sido representada de distintasformas, con ritos, a travs de diversas categoras y con variados contenidos que noscostara mucho averiguar contando con una informacin y un registro como el que te-nemos para interpretar los altares rupestres.

    No sin alguna duda, que es siempre higinico en la investigacin, podemos decir quelas manifestaciones que aqu se han expuesto no parecen obedecer a algo funcional.Quedaran como otras posibilidades, lo ldico (alertados por el caso de Navalosa yaexpuesto) y lo ritual. Quiz pudiramos decir tambin que algn caso habra de rela-cionarse, adems de con lo ritual o paralelo a ello, con marcas a travs de las que esta-blecer certezas sobre fenmenos no controlados, o por lo menos no controlados deltodo, que tienen que ver con el cielo, como solsticios, equinoccios, fases de la luna, etc.Algunos investigadores han planteado esta posibilidad, que en principio no puede ne-garse, sobre todo cuando hay coincidencias muy claras y al parecer difcilmente atribui-bles a la casualidad41. Es lgico que el hombre antiguo tuviera unos lugares de referen-cia para cerciorarse de los fenmenos que le interesaba tener controlados, y ms lgicoy obvio ser pensar que los fenmenos del cielo hubieron de suscitar muchas pregun-tas y sus correspondientes averiguaciones, que iran pasando de unos a otros. La formade averiguar desde la arqueologa cules son los testimonios que conducen a la astrono-ma, pasa necesariamente por el concurso de la arqueoastronoma, en la que arquelo-

    41 Belmonte Hoskin 2002.

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    gos y astrnomos han de colaborar estrechamente. Un gran corpus de datos compro-bados, negativos y/o positivos, implicar un gran avance en este sentido, as como lanecesidad de llevar a cabo excavaciones en el entorno que puedan aportar otros datosde gran trascendencia en la interpretacin, y sobre todo para establecer cronologas.

    BIBLIOGRAFA

    Abarquero 2005: F. J. Abarquero Moras, Cogotas I. La difusin de un tipo cermico durante la Edaddel B