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E NRIQUE D ÍAZ- ARANDA O LGA I SLAS DE G ONZÁLEZ MARISCAL Pena de muerte U NIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO I NSTITUTO NACIONAL DE C IENCIAS PENALES

080.- Pena de Muerte -Diaz Aranda, Enrique Y Islas de Gonzalez, Olga (1)

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ENRIQUE D ÍAZ-ARANDA

OLGA ISLAS DE GONZÁLEZ MARISCAL

Pena demuerte

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

I NSTITUTO NACIONAL DE C IENCIAS PENALES

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PENA DE MUERTE

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INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICASSerie ESTUDIOS JURÍDICOS , Núm. 49

Cuidado de la edición y formación en computadora: Raúl MÁi)uF.z Ro\¡F.io

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ENRIQUE DÍAZ-ARANDAOLGA ISLAS DE GONZÁLEZ MARISCAL

PENA DE MUERTE

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICOINSTITUTO NACIONAL DE CIENCIAS PENALES

MÉXICO , 2003

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Primera edición, 2003

DR © 2003. Universidad Nacional Autónoma de México

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS

Circuito Maestro Mario de la Cueva s/nCiudad de la Investigación en HumanidadesCiudad Universitaria, 04510 México, D. F.

DR © 2003. Instituto Nacional de Ciencias Penales

Magisterio Nacional núm. 13Col. Tlalpan, 14000 México D. F.

Impreso y hecho en México

ISBN 970-32-0742-1

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CONTENIDO

LA PENA DE MUERTE EN MÉXICO

Olga ISLAS DE GONZÁLEZ MARISCAL

I. La pena de muerte en México . . . . . . 11

1. Las Constituciones políticas de la Repú-blica mexicana . . . . . . . . . . . . . 11

A. Constitución de 1824 . . . . . . . . 11B. Antecedentes de la Constitución de

1857 . . . . . . . . . . . . . . . . . 12C. Constitución de 1857 . . . . . . . . 14

a. Debates . . . . . . . . . . . . . . 14b. Texto . . . . . . . . . . . . . . . 16

D. Constitución de 1917 . . . . . . . . 17

2. Códigos penales . . . . . . . . . . . . . 18

A. Código Penal del Estado de Veracruz,de 1835 . . . . . . . . . . . . . . . 18

B. Código Penal Federal de 1871 . . . . 22

a. Exposición de motivos . . . . . . 22b. Textos . . . . . . . . . . . . . . . 24

7

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8 CONTENIDO

C. Código Penal de 1929 . . . . . . . . 26D. Código Penal de 1931 y anteproyectos

de Código Penal . . . . . . . . . . . 27E. Códigos penales de los estados de la

República . . . . . . . . . . . . . . . 27F. Código de Justicia Militar . . . . . . 28

II. El debate sobre la pena de muerte . . . . 29III. ¿Tiene derecho el Estado a imponer la

pena de muerte? . . . . . . . . . . . . . 42IV. ¿Es pertinente la polémica sobre la pena

de muerte? . . . . . . . . . . . . . . . . 46V. La pena de muerte en el ámbito internacio-

nal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49VI. ¿Puede el legislador federal o local mexica-

no, sin violar la Constitución, restablecerla pena de muerte? . . . . . . . . . . . . 57

CONTRA LA PENA DE MUERTE

Enrique D ÍAZ-ARANDA

I. Planteamiento del problema . . . . . . . . 65II. Argumentos históricos . . . . . . . . . . 69III. Argumentos filosóficos . . . . . . . . . . 71

1.¡Búsqueda de la justicia! ¿Es justo matara los delincuentes? . . . . . . . . . . . 71

2.Contradicción de principios . . . . . . . 73

IV. Argumentos normativos . . . . . . . . . . 75

1. Derecho comparado . . . . . . . . . . . 75

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CONTENIDO 9

2.Constitución vs. tratados internaciona-

les . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 763. Interpretación sistemática de la Consti-

tución . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77

A. Delitos previstos en la Constitución . 77B. Los fines de la pena en la Constitu-

ción . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81

4. La comisión de un homicidio calificado 825.Disfunción de la pena en el Código Penal 82

V. Argumentos criminológicos . . . . . . . . 83

1.Discriminación . . . . . . . . . . . . . 842.Falibilidad judicial . . . . . . . . . . . 863.Costo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 874.Eficacia . . . . . . . . . . . . . . . . . 88

VI. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . 91VII. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . 92

ANEXOS

Exposición de motivos del Código Penal de1871 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97

Debates del Constituyente de 1917 en torno ala pena de muerte . . . . . . . . . . . . . . 111

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Pena de muerte, editado por el Insti-tuto de Investigaciones Jurídicas dela UNAM, se terminó de imprimir el21 de agosto de 2003 en J. L. Servi-cios Gráficos, S. A. de C. V. En la edi-ción se empleó papel cultural 57 x 87de 37 kg. para las páginas interioresy cartulina couché de 162 kg. paralos forros. Tiraje: 1,000 ejemplares.

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LA PENA DE MUERTE EN MÉXICO

Olga ISLAS DE GONZÁLEZ MARISCAL

I. La pena de muerte en México . . . . . . 11

1. Las Constituciones políticas de la Repú-blica mexicana . . . . . . . . . . . . . 11

A. Constitución de 1824 . . . . . . . . 11B. Antecedentes de la Constitución de

1857 . . . . . . . . . . . . . . . . . 12C. Constitución de 1857 . . . . . . . . 14

a. Debates . . . . . . . . . . . . . . 14b. Texto . . . . . . . . . . . . . . . 16

D. Constitución de 1917 . . . . . . . . 17

2. Códigos penales . . . . . . . . . . . . . 18

A. Código Penal del Estado de Veracruz,de 1835 . . . . . . . . . . . . . . . 18

B. Código Penal Federal de 1871 . . . . 22

a. Exposición de motivos . . . . . . 22b. Textos . . . . . . . . . . . . . . . 24

C. Código Penal de 1929 . . . . . . . . 26D. Código Penal de 1931 y anteproyectos

de Código Penal . . . . . . . . . . . 27E. Códigos penales de los estados de la

República . . . . . . . . . . . . . . . 27F. Código de Justicia Militar . . . . . . 28

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II. El debate sobre la pena de muerte . . . . 29III. ¿Tiene derecho el Estado a imponer la

pena de muerte? . . . . . . . . . . . . . 42IV. ¿Es pertinente la polémica sobre la pena

de muerte? . . . . . . . . . . . . . . . . 46V. La pena de muerte en el ámbito internacio-

nal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49VI. ¿Puede el legislador federal o local mexica-

no, sin violar la Constitución, restablecerla pena de muerte? . . . . . . . . . . . . 57

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LA PENA DE MUERTE EN MÉXICO

Olga ISLAS DE GONZÁLEZ MARISCAL*

I. LA PENA DE MUERTE EN MÉXICO

1. Las Constituciones políticas de la Repúblicamexicana

A. Constitución de 1824

La pena de muerte, entendida en un sentido amplio,es historia antigua de la justicia penal en nuestropaís. Los documentos más antiguos dan cuenta desu aplicación. Sin remontarnos a épocas prehispá-nicas, veamos el trato que se le dio en las Consti-tuciones que han estado vigentes en México.

La Constitución de 1824 no contenía referenciaalguna sobre la pena de muerte; sin embargo, estesilencio no significa que estuviera ausente de la nor-matividad penal que regía en la República y que nose aplicara y ejecutara en la realidad. Lo único quedenota es que la garantía constitucional, consisten-te en que la pena capital no se podría aplicar salvoen casos de excepción, no estaba inscrita en esta ley

* Investigadora en el Instituto de Investigaciones Jurídicas dela UNAM.

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suprema y que, por ende, el legislador ordinario te-nía plena libertad para prescribirla.

B. Antecedentes de la Constitución de 1857

a) El primer antecedente de la Constitución de1857 que prevé una norma sobre la pena de muertees el Segundo Proyecto de Constitución Política (del2 de noviembre de 1842), que la incluye en la frac-ción XXII del artículo 13. Dicha fracción disponía:

Para la abolición de la pena de muerte, se estable-cerá a la mayor brevedad el régimen penitenciario; yentre tanto queda abolida para los delitos puramentepolíticos, y no podrá extenderse a otros casos, que alsalteador, al incendiario, al parricida y al homicidacon alevosía o premeditación.

Este texto es muy similar al que se aprobó, comoartículo 23, en la Constitución de 1857, pues en élya se condicionaba la abolición de la pena de muer-te al establecimiento de un régimen penitenciarioseguro.

b) En las Bases Orgánicas de la República Mexi-cana (publicadas por bando nacional el 14 de juniode 1843), el artículo 181, en un texto muy concretoy muy simple, en el que no se señalaban los casosa los cuales pueda aplicarse la pena de muerte,prescribía: “La pena de muerte se impondrá sinaplicar ninguna otra especie de padecimientos físi-cos que importen más que la simple privación de lavida”.

c) En el proyecto de Ley de Garantías, presentadopor José Ma. Lafragua al Congreso Constituyente,

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PENA DE MUERTE EN MÉXICO 13

en la sesión del 5 de abril de 1847, 1 el artículo 27señalaba como garantía la abolición de la pena demuerte, con la salvedad de que mientras fuesen es-tablecidas las penitenciarías, podría aplicarse “úni-camente al traidor a la independencia, al salteador,al incendiario, al parricida, y al homicida con ale-vosía, siempre que haya una prueba de todo puntopleno, y que no concurra ninguna circunstanciaatenuante”. Este texto no hace ninguna alusión alos delitos políticos y sí, en cambio, por primera vez,consigna la pena de muerte para los traidores a laindependencia.

d) El Estatuto Orgánico Provisional de la Repúbli-ca Mexicana (del 15 de mayo de 1856) estableció, enlos artículos 56 y 57, las medidas relativas a la penade muerte. El primero postulaba:

La pena de muerte no podrá imponerse más que alhomicida con ventaja o con premeditación, al saltea-dor, al incendiario, al parricida, al traidor a la inde-pendencia, al auxiliar de un enemigo extranjero, alque hace armas contra el orden establecido, y por losdelitos puramente militares que fija la Ordenanza delejército. En su imposición no se aplicará ningunaotra especie de padecimientos físicos.

Como se advierte, se trata de un texto casi igualal Proyecto de Lafragua, al explicitar los delitos a losque podría aplicarse la pena de muerte y no indicarnada sobre los delitos políticos. No establece, comocondicionante de la pena, la creación del sistema

1 Los datos se obtuvieron de “El acta de reformas de 1847”,Derechos del pueblo mexicano, México a través de sus Constitu-ciones, México, XLVI Legislatura de la Cámara de Diputados,1967, p. 141.

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penitenciario, que era una de las preocupacionesprimordiales en esos momentos, y por primera vezhace alusión a cuestiones de carácter militar.

El artículo 57 consignaba disposiciones de carácterprocedimental que, aunque importantes, pudieronhaberse dejado a la legislación secundaria. Textual-mente precisaba: “Ni la pena de muerte, ni ningunaotra grave, pueden imponerse sino en virtud depruebas que acrediten plenamente la criminalidaddel acusado ni ejecutarse por sólo la sentencia deljuez de primera instancia”.

C. Constitución de 1857

a. Debates 2

En la sesión del 25 de agosto de 1856, el diputadoPrieto, a propósito del condicionamiento de la abo-lición de la pena de muerte al establecimiento delrégimen penitenciario (se quería decir cárceles segu-ras, en buen estado y adecuadas para la rehabilita-ción), preguntó cuál era el motivo que se “tenía parahacer recaer en los reos el descuido de los gobiernosen la mejora de las cárceles”. Puntualizó que lapena de muerte “es una violación del derecho natu-ral” y se declaró en contra de la propuesta por noresolver definitivamente la cuestión. Contrariamentea esta postura, Arriaga sostuvo que la pena demuerte era necesaria mientras no hubiera peniten-ciarías adecuadas con qué sustituirla, y anotó queya era bastante adelanto abolir la pena capital paralos delitos políticos. De manera similar opinó el dipu-

2 Derechos del pueblo mexicano, México a través de susConstituciones , México, LVI Legislatura de la Cámara de Dipu-tados, 2000, t. III, pp. 323-336.

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PENA DE MUERTE EN MÉXICO 15

tado Mata, aunque aclaró que él estaba en contrade la pena de muerte.

Zarco, en su oportunidad, manifestó que la penade muerte era ineficaz y estéril, además de consti-tuir un “verdadero asesinato que la sociedad cometeen uno de sus individuos, sin tener para ello el me-nor derecho”; al mismo tiempo resaltó que “la ven-ganza no debe entrar jamás en las instituciones so-ciales, la justicia debe tener por objeto la reparacióndel mal causado y la corrección y mejora del delin-cuente y nada de esto se logra con ofrecer al puebloespectáculos de sangre que sirven sólo para desmo-ralizarlo”. Subrayó, también, lo inconveniente de“dejar a la discreción del gobierno y a la lentitud de lasautoridades subalternas una cosa tan preciosa ytan sagrada como la vida del hombre”; agregó, conironía, que la vida no podía “depender de la perezade los albañiles o de la falta de materiales paraconstruir las penitenciarías”, y enfatizó: “es tristeque estas pequeñeces prolonguen una pena que na-die se atreve a defender”.

Se pensó, por los propios congresistas, determi-nar un plazo fijo para constituir el sistema peniten-ciario. Zarco finaliza su intervención

...excitando a la comisión a que franca y generalmen-te siga el camino que le trazan la filosofía, la huma-nidad y el cristianismo, proclamando la abolicióncompleta de la pena de muerte para todo género dedelitos, y anuncia que, si el artículo no se reformaen este sentido, votará en contra, porque no reconoce enla sociedad el derecho de atentar a la vida humana,ni contribuirá jamás a la muerte de nadie, fundán-dose en el precepto del decálogo: no matarás, que esprecepto para el hombre como para la sociedad.

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Ignacio Ramírez, en el discurso más notable de lasesión, elevó el asunto a las regiones de la filosofía.Dio las gracias a la Comisión por revelarle “el secre-to de la injusticia, de la barbarie y de la inconse-cuencia de las legislaciones que admiten la pena demuerte”. El secreto consistía en la razón de que “po-demos matar mientras no haya buenas cárceles”.Consideró al sistema “absurdo e inhumano” y seña-ló que ante un delito lo que debe hacerse es repa-rarlo, “lo cual no se consigue añadiendo un crimena otro crimen, arrojando un cadáver sobre otro ca-dáver”.

El diputado Mata dijo: “Para mantener la pena demuerte... debemos matar al hombre que no tenemosdonde encerrarlo, porque nos molesta escuchar susgemidos, porque somos impotentes para moralizar-lo, y para no tropezar con ciertas manchas de san-gre queremos borrarlas con más y más sangre”.

Muchas otras voces se escucharon y, finalmente,en la sesión del 20 de enero de 1857, se votó.

b. Texto

La Constitución de 1857, después de un acalora-do debate en el seno del Constituyente, prescribió,en el artículo 23:

Para la abolición de la pena de muerte, queda a car-go del Poder administrativo el establecer, a la mayorbrevedad, el régimen penitenciario. Entretanto, que-da abolida para los delitos políticos, y no podrá ex-tenderse a otros casos más que al traidor a la patriaen guerra extranjera, al salteador de caminos, al in-cendiario, al parricida, al homicida con alevosía, pre-

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meditación o ventaja, a los delitos graves del ordenmilitar y a los de piratería que definiere la ley.

Este texto constitucional ya incorporó, como ga-rantía, la prohibición de la pena de muerte, exceptopara los casos limitativamente señalados en el pro-pio texto. Dicha prohibición subraya, de manera ex-presa, los delitos políticos. Por otra parte, insertó laidea mayoritaria de condicionar la abolición total dela pena de muerte al establecimiento de un régimenpenitenciario adecuado y seguro que garantizara larehabilitación del reo.

D. Constitución de 1917 3

El artículo 22 de la Constitución Política de losEstados Unidos Mexicanos contiene, en el párrafocuarto, un texto mediante el cual establece, por unlado, la prohibición tajante de aplicar la pena demuerte por delitos políticos y, por otro, faculta (nole impone un deber) al legislador, tanto federal comodel fuero común, a sancionar con la pena de muerte“al traidor a la patria en guerra extranjera, al parri-cida, al homicida con alevosía, premeditación y ven-taja, al incendiario, al plagiario, al salteador de ca-minos, al pirata y a los reos de delitos graves delorden militar”. En este facultamiento va implícita laprohibición de la pena de muerte respecto de todoslos demás delitos.

3 No se aportan mayores explicaciones porque el tema lotrata con amplitud Enrique Díaz-Aranda en la segunda parte deeste libro.

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2. Códigos penales

A. Código Penal del Estado de Veracruz,de 1835

El Código Penal del Estado de Veracruz, de 1835—primer ordenamiento penal habido en México,después de la Independencia—, contempló la penade muerte en los artículos 2o. al 15, en la secciónII. 4 En una forma muy precisa prescribió las reglasa las que debía sujetarse la ejecución; entre otras,dispuso: a) el condenado será pasado por las armaso le “será dado garrote”; b) a la mujer embarazadano se le aplicará la pena de muerte sino hasta pa-sados cuarenta días después del parto; c) al conde-nado se le notificará su ejecución setenta y dos ho-ras antes; d) desde la notificación de la sentenciahasta su ejecución, al condenado se le tratará conla mayor conmiseración y blandura y se le propor-cionarán todos los auxilios y consuelos espiritualesy corporales que apetezca; además, se le permitiráver y hablar con su mujer, hijos, parientes y ami-gos, todo el tiempo que quiera; e) desde la notifica-ción de la sentencia se anunciará al público el día,la hora, el lugar de la ejecución y el delito cometidopor el reo; f) la ejecución será siempre pública y sellevará a cabo entre once y doce de la mañana ynunca en domingo o día feriado, ni en día de rego-cijo de todo el pueblo; g) no se le permitirá al reo“hacer arenga ni discurso a la concurrencia”; h) alcondenado por parricidio, se le conducirá al patíbu-lo descalzo, atado de manos y con la cara cubierta

4 Cfr. Leyes penales mexicanas , México, Instituto Nacionalde Ciencias Penales, 1979, pp. 26 y 27.

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con un crespón negro. No se le podrá enterrar en ellugar donde se sepultan los demás ciudadanos.

Los delitos que tenían asignada pena de muerteeran:

a) En la segunda parte del Código (“De los delitoscontra la sociedad”), los “Delitos contra la libertad,independencia y soberanía del Estado” (artículos188 y 189) 5 y los “Delitos contra los funcionarios delos supremos poderes del Estado” (artículos 211 y

6214).Artículo 214. “No obstante lo prevenido como re-

gla general en la 1a. parte título 2o. sección 1a. so-bre tentativas, el que hiciere alguna para matar oherir al gobernador del Estado, sufrirá la pena demuerte: si llegase a quitarle la vida, será castigadocomo parricida...”, referidos, específicamente, a laconducta de atentar contra un diputado y a la ten-tativa de herir o matar al gobernador del Estado.

b) En la tercera parte (“De los delitos contra losparticulares”), los de seducir u obligar al suicida adarse muerte (artículo 542); 7 el homicidio con pre-

5 Artículo 188. “Toda persona o autoridad de cualquieraclase, que destruya o derogue totalmente la Constitución delEstado, suspenda su observancia, o sin tener las facultades ne-cesarias la altere, reforme o varíe, será condenado a muerte”.

Artículo 189. “Cualquiera que impidiere al congreso delEstado la celebración de sesiones ordinarias o extraordinariasen las épocas y casos señalados por la Constitución, disolviereel mismo congreso, embarazare sus sesiones o violentare susdeliberaciones, sufrirá la pena prescrita en el artículo precedente”.

6 Artículo 211. “El que en el acto de las sesiones atentarede hecho contra la persona de un diputado que esté en ellas,sufrirá la pena de muerte. La misma pena sufrirá el que lo hi-ciere fuera de las sesiones por la razón de ser diputado”.

7 Artículo 542. “El que ayudare a otra persona en el acto desuicidarse, o el que antes lo proveyere de medios al efecto co-nociendo lo que intenta, o dejare de dar aviso correspondiente

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meditación (artículo 543), 8 y en relación con este de-lito se anota cuándo existe premeditación (artículo544) 9 y se establece, para todo homicidio, la presun-ción de premeditación (artículo 545), 10 lo cual, ade-más de arbitrario, era sumamente grave, porque sinprueba alguna de la existencia de esta calificativa,con una simple presunción, se aplicaba pena demuerte. Obviamente, la carga de la prueba se le im-ponía al inculpado. Además de estas dos figuras de-lictivas, se consignaban: el homicidio cometido conmotivo de un robo (artículo 547), 11 el parricidio (ar-tículo 548), 12 la privación de la vida de sus ascen-

a quien deba o pueda impedirlo, se tendrá como cómplice de ho-micidio, sujeto a las penas que respectivamente quedan esta-blecidas en la primera parte de este Código. Nunca sin embargose le impondrá la capital, a no ser que haya sido él quien sedujou obligó al suicida a darse la muerte”.

8 Artículo 543. “El que mate a otra persona con premedi-tación sufrirá la pena de muerte”.

9 Artículo 544. “Existe la premeditación: 1o. Aunque se eje-cute el homicidio de diverso modo o con diversas circunstanciasde como se había meditado. 2o. Aunque se haya formado el de-signio con relación a diversa persona de la que resultó muerta.3o. Cuando aunque haya habido antes designio de cometer otrodelito o causar al paciente otro mal que el de la muerte, se usaespontáneamente de medios que por su naturaleza son propiospara producirla”.

10 Artículo 545. “En todo homicidio supone la ley que haypremeditación, mientras no aparezca de la causa lo contrario”.

11 Artículo 547. “Todo ladrón que por robar u ocultar el robole infiera a otro la muerte, se tiene por homicida con premedi-tación”.

12 Artículo 548. “Son parricidas... los que matan con preme-ditación a sus ascendientes o descendientes por consanguini-dad o afinidad, o a sus parientes dentro del cuarto grado deconsanguinidad o segundo de afinidad, a su mujer o marido, asu tutor, curador o menor a su amo, al hijo adoptivo o huérfa-no, al padre adoptivo o putativo, o aquel a quien el matadorhaya debido el salvar la vida en otra ocasión”.

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dientes por consanguinidad: en riña no comenzadapor ataque o agresión violenta por parte del homi-cida o por un exceso de ira capaz de perturbar larazón (artículo 549 relacionado con el 546), la pri-vación de la vida sin premeditación, del marido o dela mujer (artículo 550), 13 el homicidio, habiendoprovocado (el activo) gravemente entrar en riña(artículo 551), 14 el homicidio a consecuencia de undesafío para “reñir con armas” (artículo 553), 15 elhomicidio cometido por agentes de la autoridad pre-textando el deseo de evitar el delito o el de sujetaral delincuente (artículo 562), 16 el de incendiar inten-cionalmente una habitación en la que hubiere genteo en habitación contigua a ésta, aunque no sobre-venga la muerte de nadie (artículo 573), 17 el homi-cidio como consecuencia de estuprar a una niña im-

13 Artículo 550. “La misma regla se observará con la mujerque mata a su marido o el marido que mata a su mujer sin pre-meditación, a no ser en acto de propia defensa, o en un momentode ira ocasionado por los celos y capaz de perturbar la razón”.

14 Artículo 55 1. “El que sin ser movido por ofensa hecha aél en el acto, provoque a otra persona gravemente a entrar enriña, si en ella lo matare, llevará la pena de homicida con pre-meditación”.

15 Artículo 553. “Siempre que dos o más personas se desa-fiaren para reñir con armas, si de la riña resultare la muertede alguno de ellos, sufrirá el supérstite la pena capital”.

16 Artículo 562. “Los agentes de la autoridad pública que poraprehender o perseguir un delincuente o por evitar la comisiónde un delito grave que haya comenzado a perpetrarse, quitarenla vida al autor de éste, si resultare no haber sido más que unpretexto el deseo de evitar el delito o el de sujetar el delincuente,o haber habido malicia de parte del homicida, será éste casti-gado con la pena capital”.

17 Artículo 573. “El que de propósito y con ánimo dañadorincendiare cualquiera habitación en que hubiere gente, o queestuviere contigua a otra en que la haya, sufrirá la pena capital,aunque del incendio no resulte la muerte de nadie”.

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22 OLGA ISLAS DE GONZÁLEZ MARISCAL

púber mayor de siete años (artículo 619), 18 el robocon violencia en despoblado si se ocasionare lesiónmortal, o pérdida de un miembro u órgano esencial,“o infiriéndose violencia a persona del otro sexo,aunque sólo consista en apartarlas del camino pú-blico o separarlas de la vista de las personas de sucompañía” (artículo 693), el robo de vaso sagrado ocualquier efecto formalmente consagrado cometidocon escandalosos desacatos o profanaciones (artícu-lo 705), y causar la muerte sin intención queriendocausar daño en la propiedad socavando o emplean-do otro medio para arruinar, desplomar, anegar odestruir de cualquier forma un edificio o lugar ha-bitado (artículo 737).

Como podrá advertirse, la mayoría de los delitosque merecían la pena capital eran homicidios come-tidos en circunstancias específicamente señaladasque se consideraban graves.

B. Código Penal Federal de 1871

a. Exposición de motivos 19

Según anota Martínez de Castro, en la exposiciónde motivos, cuando en los debates se trató el tema dela pena de prisión, se hizo hincapié en la situacióninadecuada en que se encontraban las prisiones,por lo cual se determinó que cuando éstas se con-

18 Artículo 619. “El que estuprare con consentimiento suyoa una niña impúber mayor de siete años... si le causare algunaenfermedad, o la muerte, se le tendrá respectivamente como he-ridor u homicida con premeditación para la imposición de lapena...”.

19 Por su importancia, se incorpora en el primer anexo.

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virtieren en verdaderas penitenciarías seguras dedonde los presos no pudieren fugarse, entonces po-dría abolirse sin peligro la pena capital. Hacerlo an-tes sería comprometer la seguridad pública.

Los miembros de la Comisión redactora se mos-traron contundentemente decididos por la inmedia-ta abolición de la pena de muerte. El propio Martí-nez de Castro, con la misma idea de los miembrosde la Comisión, asentó en la exposición de motivos:“veo con horror el derramamiento de sangre huma-na, y anhelo como ellos vivamente que desaparez-can de entre nosotros esos suplicios sangrientos;pero a mi juicio, no ha llegado ese suspirado día, ytodo lo que podemos hacer es trabajar empeñosa-mente, hasta hacer innecesaria la pena capital”.

La Comisión tachó a la pena de muerte de ilegí-tima, injusta, no ejemplar, indivisible e irrevocabley, además, innecesaria; sin embargo, manifestó queno había que hacerse ilusiones en cuanto a su totaly definitiva abolición, porque ello comprometería al-tamente la seguridad pública y privada, en tanto nose tuviere establecido, para sustituirla, el sistemapenitenciario, que es el único con que pueden al-canzarse los dos grandes fines de las penas: el ejem-plo y la corrección moral. “Mientras no pueda abo-lirse sin peligro la pena capital, lo único que puedehacerse es ir reduciendo gradualmente a menor nú-mero los casos en que se aplique, como aconsejanlos criminalistas modernos”. 20

20 Leyes penales mexicanas, cit., nota 4, t. I, p. 345.

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b. Textos

En este Código Penal se prescribía que “la penade muerte se reduce a la simple privación de la vida,y no podrá agravarse con circunstancia alguna queaumente los padecimientos del reo, antes o en elacto de verificarse la ejecución” (artículo 143). Sepostulaba, además, como un acto de humanidad,que esta pena no se aplicara ni a las mujeres ni alos varones que hubiesen cumplido setenta años(artículo 144). En otros textos se preveía que lapena de muerte podría ser sustituida por prisión ex-traordinaria que se aplicaría en la misma prisión or-dinaria y duraría veinte años (artículos 145 y 239-I).

Por lo que respecta a su ejecución (artículos 248a 251), se estipulaba lo siguiente: a) no se ejecutaráen público, sino en la cárcel o en otro lugar cerradoque el juez designe, sin más testigos que los nece-sarios, de acuerdo con la ley; b) no podrá ejecutarseen domingo ni en día festivo; c) se le concederásiempre al penado un plazo que no pase de tres díasni sea menor de veinticuatro horas para que se leministren los auxilios espirituales que pida o hagasu disposición testamentaria; d) se le participará alpúblico la ejecución, por medio de carteles; e) sucuerpo será sepultado sin pompa alguna.

Se establecían, también, las reglas de la sustitu-ción (artículo 238-I, II y III) y de la conmutación dela pena capital (artículos 241-I y 242-I).

Los delitos que merecían la pena de muerte eranlos siguientes: causar la muerte o lesiones que de-jen imposibilidad perpetua para trabajar, enajena-ción mental o pérdida de la vista o del habla, comoconsecuencia de detener vagones (quitando o des-truyendo rieles, durmientes, etcétera), en camino

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público y robar a los pasajeros o la carga que seconduzca (artículo 395); algunos homicidios consi-derados como premeditados por causarse al incen-diar un lugar destinado para habitación u ocupadopor personas (artículo 462, fracciones I a V); homi-cidio con premeditación y fuera de riña (artículo56 1 -I); homicidio con ventaja (artículo 56 1 -II); homi-cidio con alevosía (artículo 561-III); homicidio contraición (artículo 561-IV); homicidio que se “cometa”por dejar intencionalmente abandonado a un niñomenor de siete años o a una persona enferma paraque perezca por falta de socorro (el artículo 563 loconsidera como premeditado); parricidio intencional(artículo 568); matar o herir al adversario en unduelo estando éste caído, desarmado o no pueda de-fenderse (se considera homicidio con premeditación,con ventaja y fuera de riña en el artículo 601); ma-tar o herir en duelo al adversario sin haber combateo sin correr peligro alguno (artículo 601, 2o. párra-fo); otros casos de lesión o muerte en duelo con ven-taja, alevosía o deslealtad de alguno de los padrinoso habiendo contribuido éstos a la muerte o “herida”(se considera a los padrinos como autores según el ar-tículo 604-III); el plagio con específicos requisitos(artículo 628-IV).

Además, varios delitos contra la seguridad exte-rior de la nación, tales como tomar las armas contraMéxico en tiempo de guerra, sirviendo como gene-rales en tropas regulares, o como jefes de bandas otropas irregulares (artículo 1080-I); servir de espíao de guía del enemigo (artículo 108 1 -I); proporcionaral enemigo los medios para invadir a México, o faci-litar la entrada a alguna fortaleza, plaza o ciudad for-tificados o a otro puesto militar, o hacer entregar unalmacén de municiones o de víveres o alguna em-

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barcación perteneciente a México (artículo 1081-II);proporcionar voluntariamente al enemigo hombrespara el servicio militar, dinero, armas o municiones,o impedir que las tropas mexicanas reciban estosauxilios (artículo 1081-III); formar o fomentar unaconspiración, rebelión o sedición en el interior, entiempo de guerra o rotas las hostilidades, para fa-vorecer al invasor, o diere ese resultado (artículo1081-IV). Asimismo, algunos delitos contra la segu-ridad interior: el de rebelión, cuando los rebeldesdieren muerte a los prisioneros después del combate(el artículo 1108 los considera como homicidios conpremeditación y ventaja). También se consignan al-gunos delitos contra el derecho de gentes: el de pi-ratería cometido por capitanes o patronos, o cuandosu delito se acompañe de homicidio o lesiones gra-ves (enumeradas en la fracción V del artículo 527);o de violación o de violencias graves a las personas, ocuando hayan dejado abandonado a una o más per-sonas sin medios para salvarse (artículo 1128).

C. Código Penal de 1929

El Código Penal de 1929, como consecuencia desu ideología positivista, canceló la pena de muerte.En la exposición de motivos 21 se decía:

...la pena en vez de ser expiación de un pecado co-metido [de ser retribución y venganza] debe ofreceruna protección, una defensa, de la sociedad contralos individuos peligrosos. Esta pena debe perder todosignificado expiatorio, retributivo y doloroso y signi-

21 Elaborada por José Almaraz y publicada en 1931, añosdespués de que apareció el Código Penal de 1929.

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ficar para el infractor una educación para la vida so-cial.

También se destaca, en un párrafo muy ilustrati-vo, lo que era la pena de muerte:

A la muerte sigue la afrenta, y las maldiciones seproliferan en el sepulcro del ajusticiado cuyos miem-bros se quiebran en los riscos del despeñadero, sedescoyuntan en el potro o se calcinan en la hoguera.Tales barbaries reclamaban con ansia que una voz sealzase poderosa y compasiva contra aquel tejido deinfamias y errores, de fanatismos y de ignorancias yproclamase de una vez los derechos del individuofrente al absolutismo del Estado. Esa voz fue la deBeccaria.

D. Código Penal de 1931 y anteproyectosde Código Penal

El Código Penal de 1931 nunca dio cabida a lapena de muerte. Tampoco se ha incluido esta penaen ninguno de los anteproyectos de Código Penal(elaborados en 1949, 1958, 1963, 1983, 1990 y1999).

E. Códigos penales de los estadosde la República

En la actualidad ninguno de los ordenamientospenales de las diversas entidades federativas con-templa la pena de muerte. El primer estado en abo-lirla fue el de Michoacán, en su Código Penal de1924. Posteriormente, al abolirse en el Código Penalfederal de 1929, automáticamente quedó cancelada

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en el Distrito Federal, en Baja California Norte, enBaja California Sur y en Quintana Roo. Después,paulatinamente, se fue suprimiendo en los códigospenales de las diferentes entidades federativas, de lamanera siguiente: Querétaro en 1931, Jalisco en1933, Zacatecas en 1936, Chihuahua en 1937,Chiapas y Yucatán en 1938, Sinaloa en 1939, Coa-huila en 1941, Campeche y Puebla en 1943, Duran-go en 1944, Veracruz en 1945, Aguascalientes en1946, Guerrero en 1953, Colima, Guanajuato y Na-yarit en 1955, Tamaulipas en 1956, Tlaxcala en1957, Estado de México y Tabasco en 1961. Los úl-timos estados en suprimir la pena de muerte fueronHidalgo, Morelos, Nuevo León, Oaxaca, San Luis Po-tosí y Sonora, 22 en ese orden Sonora la suprimió en1975.

F. Código de Justicia Militar

En este momento el único ordenamiento que dis-pone la pena de muerte es el Código de Justicia Mi-litar, para delitos como traición a la patria, insubor-dinación con resultado de muerte de un superior,rebelión, deserción, falsa alarma, asonada y espio-

23naje, entre otros.

22 Estos datos se obtuvieron del artículo elaborado por Al-fonso Quiroz Cuarón, “La pena de muerte en México”, Crimina-lia. Árgano de la Academia Mexicana de Ciencias Penales , Mé-xico, año XXVIII, núm. 6, junio de 1962, pp. 371 y 372.

23 Zamora Jiménez, Arturo, “Algunas consideraciones sobrela pena de muerte”, Criminalia. Órgano de la Academia Mexicanade Ciencias Penales , México, año LXI, núm. 2, mayo-agosto de1995, p. 87. Francisco Paoli Bolio refiere que en el área de jus-ticia militar merecen la pena de muerte los delitos de traicióna la patria, espionaje y otros que ocurren en situación de guerray dan ventajas a los enemigos o debilitan a las fuerzas a las que

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El artículo 142 del ordenamiento castrense pres-cribe que “la pena de muerte no deberá ser agrava-da con circunstancia alguna que aumente los pade-cimientos del reo, antes o en el acto de realizarse laejecución”. Se prevé, en algunos casos muy cerra-dos, la posibilidad de conmutar esta irreversiblepena por la de prisión extraordinaria (artículo 177);asimismo, contempla la sustitución para los casosen que “el acusado” sea mujer o menor de dieciochoaños, o haya cumplido sesenta al momento de pro-nunciarse sentencia o “hayan transcurrido cincoaños desde que se cometió el delito hasta el momen-to de ser aprehendido el culpable” (artículo 174).

Los delitos sancionados con pena de muerte se ti-pifican en los artículos 203, 206, 208 y 210, y, entérminos generales, se trata de figuras diversas detraición a la patria, de espionaje y contra el derechode gentes

II. EL DEBATE SOBRE LA PENA DE MUERTE

A) La polémica sobre la pena de muerte debió ha-ber concluido a mediados del siglo XVIII, cuandopensadores tan brillantes como Pedro Verri, Voltairey Beccaria, entre otros, demostraron, de maneracontundente, la inutilidad de la pena capital comorespuesta a la comisión de graves delitos.

La naciente tendencia humanitaria, y especial-mente la aparición (en 1764) 24 del libro de Beccaria:

los soldados pertenecen (“Debates sobre el párrafo tercero delartículo 22 constitucional”, Revista de Derechos Humanos, Her-mosillo, Sonora, México, núm. 13, 1996, p. 178.

24 Traducido diez años después, en 1774, al idioma español.

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De los delitos y de las penas (Dei delitti e delle pene) ,marca una línea divisoria entre el oscurantismodespótico de la época medieval —en la que teníansu asiento las injusticias, los tormentos, las penascrueles e inhumanas y la pena de muerte— y lanueva política criminal humanitaria. Esta corrientepretendía, precisamente, acabar con la represiónirracional preconizada por las teorías punitivas ab-solutas, cuya idea central era devolver mal por mal,para abrir la puerta a las teorías prevencionistas dela pena, que proclamaban disuadir a los posiblesdelincuentes. Como bien se afirma,

...frente a la autoridad ilimitada y decidida del poderestatal y del poder religioso, las expectativas de re-conocimiento de los derechos del individuo comien-zan a abrirse camino lentamente en continuidad conel movimiento creciente de afirmación de la dignidadde la persona y de rechazo de los privilegios. 25

Vale aquí recordar que

...la historia de las penas —como manifiesta Ferra-joli— es sin duda más horrenda e infamante para lahumanidad que la propia historia de los delitos...porque mientras el delito puede ser una violenciaocasional y a veces impulsiva y obligada, la violen-cia infligida con la pena es siempre programada,consciente, organizada por muchos contra uno. 26

25 Asúa, Adela, “Reivindicación o superación del programade Beccaria”, Estudios de Deusto , Bilbao, vol. 38/2, julio-di-ciembre de 1990, p. 546 (4).

26 Derecho y razón. Teoría del garantismo penal, Madrid,Trotta, 1998, pp. 385 y 386.

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Las acciones más brutales e inhumanas fueroninstauradas como penas por las leyes y costumbresdel pasado, especialmente la ejecución de la penacapital que, a través de la historia, ha tomado lasformas más atroces: la lapidación, la hoguera, eldesmembramiento, el enterramiento en vida, etcétera.

En relación con el sistema de penas, Beccaria es-tableció, entre otros principios: a) que el fin de lapena “no es el de atormentar y afligir a un ser sen-sible ni el de deshacer un delito ya cometido”, sinoatender a la prevención general y a la utilidad de to-dos, y b) que la pena debe ser necesaria, aplicadacon prontitud, cierta, suave y proporcional al delitocometido. 27 Las penas deben tener como fin preciso

...impedir que el reo cause nuevos daños a sus ciu-dadanos, y retraer a los demás de la comisión deotros iguales. Luego deberán ser escogidas aquellaspenas y aquel método de imponerlas, que guardadala proporción hagan una impresión más eficaz y másdurable sobre los ánimos de los hombres y menosdolorosas sobre el cuerpo del reo. 28

Palabras sabias que con otro lenguaje han repe-tido por siglos los especialistas más connotados.

En cuanto a la pena de muerte, Beccaria se ma-nifestó frontalmente en su contra y la calificó deinútil e innecesaria para la seguridad de la socie-dad. Subrayó que se trata de una “muerte legal...con estudio y pausada formalidad”, y destacó que“parece absurdo que las leyes, esto es, la expresiónde la voluntad pública, que detestan y castigan el

27 Sáinz Cantero, José A., La ciencia del derecho penal y suevolución, Barcelona, Bosch, 1975, p. 54.

28 Op. cit., nota 24, p. 45.

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homicidio, lo cometan ellas mismas; y que para se-parar a los ciudadanos del intento de asesinar, or-denen un público asesinato”. 29

Con posterioridad, un considerable número de ju-ristas y criminólogos, que han estudiado el temacon profundidad, han aportado sus opiniones razo-nadas de rechazo y descalificación a esta pena ab-surda y abusiva, propia de los sistemas autoritariosy represivos. Valgan algunos ejemplos significativos:

Mariano Ruiz Funes apuntó que la pena de muer-te es un residuo arbitrario y estéril de la venganzaque se sintetiza en la defensa política del terror.

Antonio Beristain considera que la pena de muer-te es injusta, maniquea, no democrática, perjudi-cial, criminógena, superflua e irreparable. Es res-puesta arbitraria y caprichosa; “Quien admite estasanción pone una gota de veneno en el vaso que

30contiene las normas de convivencia”.Barbero Santos se declara abolicionista de la pena

de muerte. Apunta que “el oficio del jurista es... sub-rayar la actual valoración del hombre y el reconoci-miento de la sacralidad de la vida, que lleva de maneraineludible a la supresión del máximo suplicio”. 31

Elías Neuman, por su parte, plantea una pregun-ta muy significativa: “¿Cuál es el contenido racional

32de una pena que consiste en matar?”.

29 Tratado de los delitos y de las penas , precedido de unasnoticias sobre Beccaria, 1a. ed. facsimilar, México, Porrúa,1982, p. 126.

30 Derecho penal y criminología , Bogotá, Temis, 1986, pp.206 y 210.

31 Pena de muerte (El ocaso de un mito), Buenos Aires, De-palma, 1985, p. 16.

32 “Presentación”, en Pena de muerte (El ocaso de un mito) ,cit., nota anterior, p. XX.

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Jescheck —desde su perspectiva de iuspenalis-ta—, después de subrayar el empleo abusivo de lapena de muerte en el Tercer Reich, sostiene que “enun derecho penal basado en principios racionales yhumanitarios hay que rechazar sin paliativos lapena de muerte, porque no existe ninguna razón enfavor de su restablecimiento y sí muchas absoluta-

33mente convincentes en su contra”.No obstante las opiniones razonadas de los espe-

cialistas, que se manifiestan en contra de la penade muerte, ha habido y hay en la actualidad parti-darios de esta pena. Existe, además, un tercer gru-po que la reprueba, en términos generales, pero quela acepta ante situaciones extremas de especial gra-vedad, como por ejemplo en relación con delitos queafectan la seguridad del Estado (la nación) cometi-dos en época de guerra, el terrorismo, el parricidioy delitos del orden militar.

El controvertido tema —debe subrayarse— no esestrictamente jurídico; es mucho más amplio, abar-ca otras muchas ramas del conocimiento: está es-trechamente vinculado con la filosofía, la ética, lacriminología y, si queremos ver el problema en todasu amplitud, hasta con la sociología.

B) Puntos de vista del pensamiento (retencionista)en favor de la pena de muerte.

a) El argumento más fuerte aducido por quienesdefienden la instauración de la pena de muerte esel relativo a que esta pena tiene, por su ejemplari-dad, un alto valor disuasivo e inhibitorio; por tanto,tiene una gran fuerza preventiva, es decir, con estapena se evita la comisión de nuevos delitos.

33 Tratado de derecho penal. Parte general , Barcelona,Bosch, 1981, vol. II, pp. 1054 y 1055.

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En contra de esta idea, desde el siglo XVIII, Becca-ria señalaba: “No es lo intenso de la pena quienhace el mayor efecto sobre el ánimo de los hombres,sino su extensión, porque a nuestra sensibilidadmueven con más facilidad y permanencia las conti-nuas, aunque pequeñas impresiones, que una uotra pasajera, y poco durable, aunque fuerte”, yagregaba más adelante: “No es la crueldad de laspenas uno de los más grandes frenos de los delitos

34sino la infalibilidad de ellas”.Estas razones tan antiguas, adversas a las penas

crueles y, específicamente, de la pena de muerte, enla actualidad están plenamente corroboradas condatos estadísticos en cuanto que definitivamente supresencia en la ley no inhibe al delincuente. RaúlZaffaroni, a este respecto, afirma que

...el remanido argumento de la eficacia disuasiva dela llamada “pena de muerte” está demostrado, por to-dos los estudios criminológicos realizados, que esabsolutamente falso. Se trata de un argumento polí-tico, empleado por quienes carecen del más mínimoconocimiento del problema criminal. No hay país delmundo donde la conminación de la muerte haya teni-do eficacia alguna sobre el desarrollo de su crimina-lidad, salvo que se haya prodigado de tal forma querepugne a la más elemental consideración de la dig-nidad humana . 35

En los países que han abolido esta pena no ha so-brevenido, como consecuencia, aumento en la crimi-nalidad.

34 Op. cit., nota 29, p. 120.35 Manual de derecho penal . Parte general, Buenos Aires,

Ediar, 1985, p. 660.

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En Estados Unidos, uno de los países más aferra-dos a la pena de muerte, el criminólogo ThorstenSellin, profesor de la Universidad de Pennsylvania,hizo una investigación en varios estados de la UniónAmericana, unos con pena de muerte y otros sinella, para saber dónde se cometían más homicidiosen un mismo lapso, y constató que entre unos y

36otros no hubo diferencia (estadística) significativa.Tampoco hay cambios considerables en los estadosque la han abolido y posteriormente la han reim-plantado.

Se tiene constancia de que Edmun Brown, quefue gobernador del estado de California, manifestóque “la pena de muerte ha constituido un grave fra-caso, porque a pesar de su horror y su incivilidad,ni ha protegido al inocente ni ha detenido la manode los criminales. Sólo ha servido para ejecutar alos débiles, a los pobres, a los ignorantes y a miem-

37bros de minorías raciales”.Por otra parte, afirman múltiples criminólogos

que el delincuente, al realizar su conducta delictiva,no piensa en las consecuencias legales del crimen,porque en su mente impera la idea de que no serádescubierto, o de que no será capturado. Además,el delincuente, en la mayoría de los casos, no sesiente culpable al cometer el delito, siempre encuen-tra justificantes, se absuelve a sí mismo. Más aún,algunos delincuentes, como los que cometen homi-

36 Snederer, Michael, “La historia de la pena de muerte enlos Estados Unidos”, Revista de Derechos Humanos , cit., nota23, p. 192. Asimismo, Sueiro, Daniel, Pena de muerte y los de-rechos humanos, Madrid, Alianza, 1987, p. 39.

37 Citado por Cárcamo Tercero, Hernán, “La pena de muer-te”, Revista de Derecho , Tegucigalpa, Honduras, año XXIV,núms. 24-25, 1994, p. 111.

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cidios por móviles políticos, desean que se les apli-31que la pena capital como “glorificación”. Se dice,

también, que la muerte de un delincuente, comoconsecuencia de la pena capital, genera piedad enmuchos sectores de la sociedad. “El condenado a lapena de muerte, inicialmente es visto como el ver-dugo, y cuando se le va a ejecutar la sociedad lomira como la víctima del Estado” . 39 En este sentidoes contraproducente para la prevención general.

Ante estos argumentos, es razonable afirmar quela pena de muerte no es una medida eficaz ni ne-cesaria para prevenir la delincuencia.

b) Otro razonamiento, muy defendido, en favor dela pena de muerte es el referente a que su regula-ción es necesaria para la defensa de la sociedad. Enotras palabras, la sociedad tiene derecho a defen-derse de aquellas personas que lesionan la seguri-dad y la vida de las personas, aun cuando se tratede suprimir la vida del delincuente.

Este pensamiento es simplemente un deseo devenganza encubierto con un tinte de legalidad. Lasociedad tiene derecho a que se le haga justicia, aque se le protejan sus intereses (bienes jurídicos), ylas autoridades tienen el deber de garantizarle (a lasociedad) ese derecho, pero en esa actividad se hade actuar de manera racional y legítima; es decir, ellegislador ha de imponer las penas menos graves,siempre y cuando respondan a una auténtica nece-sidad social.

Jescheck, a este respecto, señala que “la pena demuerte, desde el punto de vista político-criminal, noes necesaria, pues no tiene una mayor eficacia in-

38 Barbero Santos, op. cit. , nota 3 1, p. 24.39 Zamora Jiménez, Arturo, op. cit., nota 23, p. 91.

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timidatoria que la prisión perpetua” . 40 Por otra par-te, con la pena de prisión prolongada la sociedadqueda protegida.

c) También suele argumentarse que la pena demuerte es más humanitaria que la cadena perpetuay cuesta menos a la sociedad que la cadena perpe-tua. A este respecto, como lo plantea, lo razona y loprueba Enrique Díaz-Aranda, en la parte correspon-diente de este trabajo, la pena de muerte tiene uncosto muy alto.

d) Asimismo, se dice que la pena de muerte esuna retribución justa, pues se paga mal por mal, ysus sostenedores se preguntan: ¿por qué respetar lavida de los delincuentes si ellos no respetaron la vidade su víctima?

Esta idea conduce a reinstalar la venganza priva-da, la ley del talión: ojo por ojo y diente por diente.Por otra parte, hace necesario meditar, al menos,sobre dos cuestiones de diferente naturaleza: qué seentiende por “justa” y el valor que debe tener la vidaen una sociedad civilizada.

Al razonar sobre la pena de muerte y el mal quecausan los delincuentes a sus víctimas, los partida-rios de esta pena aducen que al condenado a penade muerte se le sentenció después de la realización deun proceso imparcial, durante el cual contó con to-das las oportunidades para defenderse, disfrutó detodas las garantías que la Constitución le otorga ytuvo la posibilidad de agotar todos los recursos le-gales para demostrar su inocencia. A la víctima, encambio, el delincuente, con su conducta agresiva,injusta y violenta, no le dio oportunidad para defen-derse. En relación con estas ideas podría afirmarse

40 Op. cit. , nota 33, p. 1055.

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que ese juicio ejemplar del que se habla no existeen la realidad. Existen seres humanos que juzgan ysuelen equivocarse; juicios irracionales diseñados almargen de las garantías constitucionales, juicios enlos que hay privilegios, parcialidad, discriminacio-nes y, lo que es más grave, hay corrupción de ma-nera muy generalizada. Además, en ocasiones en-tran en juego oscuros intereses políticos.

e) Se afirma, también, que la pena de muerte esútil. En relación con la utilidad de la pena de muer-te, Voltaire, en su comentario al libro de Beccaria,decía: “un hombre ahorcado no es útil a nadie... sumuerte es únicamente útil para el verdugo, que sepaga para que mate a los hombres en público”, yagregaba: “Es evidente que veinte ladrones vigoro-sos, condenados a trabajar en las obras públicastodo el curso de sus vidas, son útiles al Estado”. 41

En la actualidad Barbero Santos manifiesta que “lafundamentación utilitaria de la pena de muerte con-duce a la equiparación del hombre con un animaldañino”. 42

Este razonamiento de la utilidad de la pena estáestrechamente vinculado con la prevención generaly la prevención especial.

f) En esta misma línea de ideas, también se diceque la pena de muerte es justa.

Esta manera de ver “lo justo” es absurda. La jus-ticia no se basa en la ley del talión. Con esta ideade justicia sólo sería “justo aplicar la pena de muer-te para el homicida, pero no se podría imponer enningún otro caso, porque sería injusto y se podría

41 Comentarios sobre el libro De los delitos y de las penas ,op. cit. , nota 24, p. 278.

42 Op. cit. , nota 3 1, p. 20.

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llegar al absurdo de pensar que al violador habríaque violarlo y al secuestrador, secuestrarlo. Tam-bién es importante apuntar lo siguiente: si, como sepretende por los mortícolas (como les llama ElíasNeuman), castigar con la muerte a los secuestrado-res significaría equiparar bienes jurídicos de dife-rente valor: la vida y la libertad deambulatoria uni-da a la seguridad personal y a la seguridad delpatrimonio, y tratándose del violador se equipararíala vida y la libertad sexual. Como puede advertirse,estos argumentos son irracionales.

Díaz-Aranda, en su estudio, cita datos proporciona-dos por Amnistía Internacional en los que se asientaque en Estados Unidos la pena capital se aplica mása los negros que a los blancos. “Los negros repre-sentan el 12 por ciento de la población total delpaís, pero el 42 por ciento de los condenados amuerte son de raza negra”. Esto es indicativo de quela discriminación racial tiene mucho que ver en es-tas condenas. También se tiene probado, con datosestadísticos, que el factor económico influye en lasdeterminaciones judiciales.

Por otra parte, al debatir sobre la pena de muerte,se debe tener presente que, en muchos casos, losdelincuentes, antes de serlo, fueron víctimas de susituación familiar o social. Se trata de seres huma-nos huérfanos de cariño, abandonados por sus fa-miliares, marginados por la sociedad, inmersos enla incultura y en la carencia de valores morales yhasta herederos de taras por alcoholismo del padre.Los hombres pudientes social, política o económica-mente, generalmente no llegan a prisión y a vecesni a las penurias de un proceso. Las desigualdadessociales son factor importante en la delincuencia yen la aplicación de las penas.

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Además, el comportamiento humano es resultadode una gran cantidad de factores de diversa natu-raleza: biológicos, psicológicos, sociológicos, y nadieestá en capacidad de establecer la medida y la for-ma en que esos factores han podido influir en elcomportamiento de la persona; por esta razón, es

43muy difícil hablar de expiación y retribución.C) Razonamientos en contra (ideologías abolicio-

nistas). Los razonamientos más esgrimidos parafundamentar la abolición de la pena de muerte son:

a) Es éticamente reprochable.b) Atenta contra los postulados de los derechos

humanos, ya que la vida es un derecho innato al serhumano y nadie tiene derecho a suprimirlo.

c) Es contraria a los fines de la pena. No satisfacela finalidad de prevención general y elimina, de ma-nera radical, la posibilidad de la prevención espe-cial. Los partidarios de la pena de muerte dicen que,al menos, ese condenado no volverá a delinquir.

d) Cancela el postulado de “rehabilitación” del de-lincuente, objetivo primordial de las penas.

e) Es irreversible e irreparable, ya que ante unerror judicial es imposible subsanar el daño causa-do. Se ha condenado a la pena capital a personasa las que no se les ha acreditado plenamente la cul-pabilidad y, lo que es más grave, a personas plena-mente inocentes. “Acuden a la memoria, como unaimagen pavorosa, las figuras de Saco y Vanzetti,

43 Fernández Muñoz, Dolores (coord.), “Pena de muerte”, Me-moria del coloquio internacional La Pena de Muerte, un EnfoquePluridisciplinario, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas-Comisión Nacional de Derechos Humanos, 1993. pp. 113 y 114.

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Giordano Bruno y tantos más”. 44 En relación coneste argumento, los defensores de la pena capitalplantean que la muerte de la víctima de un homici-dio tampoco es reparable y que, por otro lado, anteun error judicial ninguna pena es reparable. Esto escierto, pero la gravedad de la muerte no es compa-rable con otras penas. Jescheck, a propósito delerror judicial, indica que en estos casos la pena demuerte, además de ser una desgracia irreparable,ejerce un efecto deplorable en la psique de la comu-nidad hasta el punto de que puede esperarse de ella

45un efecto criminógeno más que preventivo.f) Es inflexible.g) Actualiza la ley del talión: es sólo un acto de

venganza.h) Es injusta, cruel e inhumana: el sentenciado

muere todos los días.i) Coloca a la sociedad y al Estado en el mismo

grado de irracionalidad y barbarie del delincuenteque cometió un homicidio u otro delito grave. “Alaplicar la pena de muerte, el Estado da muerte a un

46ser humano de forma premeditada y a sangre fría”.j) Si es válido matar (pena de muerte), con mucha

más razón es válido vulnerar otros derechos (bienesjurídicos), como acontece, por ejemplo, con la tortu-ra y algunas penas inhumanas prohibidas por la ley.

k) Con la pena de muerte se suma, al crimen yacometido, un crimen más, sólo que éste es realizadopor el Estado.

l) Constituye una sanción para los familiares.

44 Barbero Santos, op. cit. , nota 3 1, p. XXII.45 Op. cit. , nota 33, p. 1055.46 Pérez Gil, Irma, “Amnistía Internacional contra la pena de

muerte”, Memoria del coloquio internacional La Pena de Muerte,un Enfoque Pluridisciplinario, cit., nota 43, p. 149.

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m) Mancha con sangre a la sociedad.n) En un Estado democrático de derecho su orde-

namiento penal no puede contener en su catálogode penas a la de muerte. No se puede combatir laviolencia con la violencia.

o) No ve al hombre como fin en sí mismo.

Es importante destacar que los argumentos filo-sóficos, dogmático jurídicos y criminológicos, esgri-midos durante mas de dos siglos tanto por quienessostienen la necesidad de la pena de muerte (reten-cionistas) como por los abolicionistas, son los mis-mos. 47 Se agregan al polémico discurso datos esta-dísticos que fortalecen los razonamientos, pero, enrealidad, el discurso teórico permanece inalterado.

III. ¿TIENE DERECHO EL ESTADOA IMPONER LA PENA DE MUERTE?

a) Un Estado de derecho se define, esencialmente,por las garantías que brinda a la protección de losderechos humanos. Su filosofía es el respeto irres-tricto de tales derechos. En este sentido, el ser hu-mano constituye el eje fundamental del Estado. Enconsecuencia, el Estado de derecho debe ser respe-tuoso, sin excepción alguna, de la vida y los valoressupremos que van unidos a ésta. El Estado no estálegitimado para matar, aunque estén de por medio

47 Para Fontán Balestra el debate sobre la pena de muertese halla agotado (Derecho penal, Introducción y Parte general, 5a.ed., Buenos Aires, p. 493). Por su parte, Barbero Santos apunta“Todo está dicho... sobre la pena capital. El tema podría darsepor agotado” (op. cit. , nota 31, p. 15).

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conductas delictivas graves. El derecho a matar, deninguna manera puede ser otorgado al Estado.Como ya lo ha manifestado De la Barreda Solorzano(ex ombudsman del Distrito Federal): si se aceptaracomo legítimo que el Estado prive de la vida a unser humano, aunque éste sea un delincuente, setendría que aceptar, por mayoría de razón, la licitudde la tortura, de la mutilación y de las penas infa-mantes, ya que esto es menos grave que matar, yen esta línea de ideas: si el Estado está facultadopara aplicar cualquier pena inhumana, degradanteo infamante tratándose de delitos graves, esto con-

48duce a la barbarie, a la ley de la selva.Entre los principios que en un Estado de derecho

deben regir al derecho penal, porque limitan el ejer-cicio abusivo del poder de las autoridades, están losde legitimación y de racionalidad. Este último com-prende, entre otros principios más específicos, el dela ultima ratio, de acuerdo con el cual el derecho pe-nal es la última medida, después de agotar las me-didas de prevención no penal. Si se aplica este prin-cipio a las penas, el legislador deberá imponer, enprimer término, las penas menos graves, para ir as-cendiendo, según las circunstancias, a las más gra-ves, de acuerdo con la lesión del bien tutelado; peroestas penas más graves deberán estar legitimadas yesto sucederá sólo cuando respondan a una autén-tica necesidad social y no exista otra pena menosgrave que, a la vez que satisfaga esa necesidad (pro-teger los bienes jurídicos), cumpla con su funciónde prevención general y, en su aplicación, de pre-

48 Barreda, Luis de la, “Que la muerte ya no tenga permiso”,Memoria del coloquio internacional La Pena de Muerte, un Enfo-que Pluridisciplinario , cit., nota 43.

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vención especial. “El Estado democrático y de dere-cho” se vale del poder penal sólo cuando es estric-tamente necesario; sólo cuando otros mecanismosde control social, formales o informales, han fallado

49o demostrado su ineficacia.El Estado debe buscar las fórmulas y los instru-

mentos más adecuados para disminuir la delin-cuencia y, obviamente, la vía de ninguna maneraserá la eliminación de los delincuentes. El sóloconcebir la aplicación de esta terrible medida ponede manifiesto, además de la falta de capacidad dela autoridad para resolver los problemas, su ideolo-gía autoritaria y la falta de respeto al más elemen-tal de los derechos humanos. “La pena de muertees esencialmente una de las características de losEstados represivos, autoritarios y antidemocráti-cos”. 50

b) En un Estado de derecho no puede permitirseel abuso de poder; sin embargo, y a pesar de la ob-via racionalidad de este principio, la normatividadsecundaria rectora del juicio penal contiene ungran número de reglas que constituyen un abusode poder. Por ello, en lugar de enfocar el pensa-miento a una discusión sobre la pena de muerte, sedebería pensar en una limpieza integral de la justi-cia penal y, sin titubeos, comenzar por el enjuicia-miento penal.

49 Vidaurri Aréchiga, Manuel, “Derecho penal, derechos hu-manos y procuración de justicia”, Derechos Humanos, Federa-ción Mexicana de Organismos Públicos de Protección y Defensade los Derechos Humanos , México, año 6, núm. 11, enero-junio de2001, p. 35.

50 Concha Malo, Miguel, “Sobre la pena de muerte”, Memoriadel coloquio internacional La Pena de Muerte, un Enfoque Pluri-disciplinario, cit., nota 43, p. 123.

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El juicio penal no es respetuoso de los derechosde quienes quedan atrapados en él en calidad deacusados. Las garantías constitucionales, que de-ben ser la directriz del enjuiciamiento penal, sonvulneradas tanto por la legislación secundaria comopor la realidad procesal que diariamente se vive enlos tribunales. La consecuencia es que la sociedades sumamente escéptica frente a las resoluciones delos tribunales.

El enjuiciamiento penal, pleno de vicios y plagadode irregularidades, se ha convertido —como lo diceAlberto M. Binder— en la integración de un expe-diente que no es otra cosa que “una acumulación dehojas difíciles de leer, todas escritas en el mismolenguaje, con un encadenamiento absolutamenteartificial que no tiene nada que ver con la realidady que, en última instancia, nadie, en el fondo, lee

51concienzudamente”.Los jueces, en un porcentaje elevadísimo de ca-

sos, no tienen contacto directo con las personas queintervienen en el juicio penal; no están presentesdurante las declaraciones, y en la mayoría de los ca-sos las decisiones emanan de los secretarios.

Es impostergable la transformación de todo el sis-tema de justicia penal, que se debe cimentar en unenjuiciamiento propio de los regímenes políticos de-mocráticos. El juicio penal mexicano —así lo ordenael artículo 40 constitucional— debe ser de tipo acu-satorio.

51 “Problemas fundamentales de la justicia penal en Latinoa-mérica”, Revista de Derecho, cit., nota 37, p. 237.

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IV. ¿ES PERTINENTE LA POLÉMICASOBRE LA PENA DE MUERTE?

A) La delincuencia crece de manera desmedida ylas autoridades no logran poner freno a este graví-simo problema. Las medidas que se toman no sonlas adecuadas y algunas son claramente demagó-gicas.

El panorama no es alentador. La justicia penal —esindiscutible— se ha venido deteriorando hasta caeren una grave crisis. Nadie tiene confianza en laspersonas ni en las instituciones que tienen a su car-go la procuración y la administración de justicia, ytampoco se confía en el funcionamiento de las pri-siones. En todas partes hay abuso de poder, corrup-ción y deficiente preparación del personal.

Padecemos un sistema de justicia penal (si es quemerece el nombre de “sistema”) donde nadie estáexento de culpas, la policía no asume su función deinvestigar, recabar las pruebas y capturar a los de-lincuentes. El Ministerio Público no acaba de enten-der sus funciones, especialmente la de aportar aljuez las pruebas contundentes e idóneas que acre-diten el delito. El defensor de oficio (el que propor-ciona el Estado) no cumple eficazmente con su co-metido, y el juez, en algunos casos, toma el caminoequivocado y no imparte auténtica justicia.

Ante esta situación la sociedad se siente agravia-da, indignada e impotente para defenderse. Con es-tos sentimientos —plenamente justificados—, la so-ciedad clama castigos severos y hasta inhumanos.Demanda la mutilación, el tormento, la implanta-ción de la ley del talión (ojo por ojo, diente por dien-te) y, en ese camino, llega hasta la pena de muer-

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te . 52 Pero, vale preguntar: ¿estas demandas son ra-cionales?, ¿sabrá la sociedad que con estas medidasno disminuye la delincuencia, y sí, en cambio, sepervierte la justicia?

Parece obvio que no es el momento de llevar acabo encuestas sobre determinaciones tan graves.Lo conveniente es actuar con cautela y escuchar lasvoces razonadas de los especialistas en la materia.

B) Por otra parte, mientras no esté plenamenteprobada la ineficacia de las penas establecidas en elCódigo Penal, no hay base para instaurar la penacapital. A este respecto cabe apuntar que la inefi-cacia de la pena de prisión, hasta ahora, no estáprobada. Es cierto que la prisión no ha cumplidocon su función resocializadora, pero ello no conducea cancelarla sino a enfrentar el porqué de esta ine-ficacia y trabajar para que cumpla con esa función,como ha sucedido en otros países (por ejemplo, enlos países escandinavos). Si esta pena se aplicara demanera oportuna en todos los casos o, al menos, enla mayoría, respondería a su finalidad de prevencióngeneral y prevención especial. Decimos si se aplica-ra, porque la impunidad gana cada día más espacios.

52 Jescheck puntualiza que la opinión pública adopta unapostura cambiante respecto a la pena de muerte. El resultadode las encuestas realizadas en los últimos años entre la pobla-ción, muestra la existencia de una mayoría creciente a favor delrestablecimiento de la pena de muerte. El aumento de los deli-tos violentos y la aparición del terrorismo internacional han in-cidido notablemente en esta evolución. El legislador debe resis-tirse a estas tendencias y sobre todo demostrar a la poblaciónque el restablecimiento de la pena de muerte no alteraría ni lafrecuencia en la crueldad de los delitos violentos, ni cortaríala ola de terrorismo, sino que más bien podría tener un efectocontrario, porque los decididos a realizar acciones extrema re-curren a las armas aún más prontamente si ven que el Estadotambién mata (op. cit. , nota 33, p. 1056).

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C) Para combatir la delincuencia no es necesariani útil la pena de muerte. La medida adecuada (efi-caz) sería la de capturar a los delincuentes, juzgar-los y sancionarlos oportunamente con las penasprevistas en el Código Penal. La respuesta sensatano estriba en la severidad de las penas, sino en lareal y oportuna aplicación de las mismas. El proble-ma reside, en alta medida, en la impunidad desco-munal en la que se ha caído.

“La certidumbre del castigo —como afirmaba Bec-caria, desde el siglo XVIII—, aunque moderado, harásiempre mayor impresión que el temor de otro másterrible, unido con la esperanza de la impunidad;porque los males, aunque pequeños, cuando sonciertos amedrentan siempre los ánimos de los hom-bres”. 53 Asimismo, afirmaba que “tanto más justa yútil será la pena cuanto más pronta fuere y más ve-cina al delito cometido”. 54 A propósito de las ideasde Beccaria, el conde Roeder apuntó ideas muy pro-fundas sobre las penas; precisó que “el rigor de lapena es evidentemente indiferente, si su aplicaciónno es a lo menos probable. ¿Qué le importa este ri-gor a quien espera sustraerse a la justicia?”. 55

Esto quiere decir que para evitar la comisión dedelitos resulta más eficaz la lucha contra la impu-nidad que la gravedad de las penas.

La impunidad es un grave problema que propiciala delincuencia y distorsiona el Estado de derecho.Por tal razón, es impostergable acabar con la impu-nidad o, al menos, disminuirla.

53 Op. cit. , nota 29, p. 113.54 Ibidem, p. 82.55 Ibidem, p. 141.

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V. LA PENA DE MUERTE EN EL ÁMBITO INTERNACIONAL

La orientación generalizada de los organismos in-ternacionales es claramente contraria a la pena demuerte. Algunos la han entendido como violatoriade los derechos humanos. En este sentido se pro-nunció Amnistía Internacional, que además la re-chaza de manera radical. Veamos los instrumentosy organismos más importantes:

1) La Declaración de Derechos del Hombre y delCiudadano de 1789, que contiene seis artículos vin-culados directamente con el sistema penal.

El artículo 8o. dispone: “La ley no debe establecermás penas que las estricta y evidentemente necesa-rias, y nadie puede ser penado sino en virtud deuna ley establecida y promulgada con anterioridadal delito y legalmente aplicada”.

2) La Declaración Universal de Derechos Huma-nos, aprobada en la Asamblea General de la Orga-nización de las Naciones Unidas (ONU) el 10 de di-ciembre de 1948, proclama, como es sabido, losderechos que son inherentes a toda persona huma-na. Estos derechos son inalienables, por lo cual nodeben ser retirados o violados por los Estados. Espe-cialmente importantes son los artículos 3o., 5o. y 9o.

El artículo 3o. consigna el derecho a la vida. Tex-tualmente anota: “Todo individuo tiene derecho a lavida, a la libertad y a la seguridad de las personas”.No prevé ninguna excepción en relación con el dere-cho a la vida, y aunque no hace ninguna referenciaa la pena de muerte, ésta viene a ser, precisamente,una inadmisible excepción a ese “inalienable” de-recho.

En el artículo 5o. se afirma categóricamente que“nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos

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crueles, inhumanos o degradantes”. Al respecto,cabe señalar que la tortura y la crueldad inhumanaestán presentes en toda pena de muerte.

El artículo 9o. puntualiza que “nadie podrá serarbitrariamente detenido, preso ni desterrado”.

3) El Pacto Internacional de Derechos Civiles yPolíticos (adoptado por la Asamblea General de laOrganización de las Naciones Unidas, el 16 de di-ciembre de 1966, en la ciudad de Nueva York y envigor a partir del 23 de marzo de 1976), al cual seadhirió México el 18 de diciembre de 1980, se rati-ficó el 24 de marzo de 1981 y se publicó en el DiarioOficial de la Federación el 20 de mayo del mismoaño, es el primer instrumento internacional que serefiere, expresamente, a la pena de muerte. Postula,como derecho fundamental, el derecho a la vida yestablece principios de especial relevancia en rela-ción con la pena de muerte. Así el artículo 6o., queprescribe:

1. El derecho a la vida es inherente a la persona hu-mana. Este derecho estará protegido por la ley. Nadiepodrá ser privado de la vida arbitrariamente. 56

2. En los países que no hayan abolido la pena ca-pital, sólo podrá imponerse la pena de muerte por losmás graves delitos y de conformidad con las leyes

56 El uso del término “arbitrariamente quiere decir que el de-recho a la vida admite excepciones, tal es el caso de la pena demuerte”. Efectivamente, como lo anota Salado Osuna, Ana: “lapena de muerte es una excepción al derecho a la vida expresa-mente regulada en los tratados de derechos humanos de carác-ter general... puede resultar contradictorio que estos tratadosno prohíban la pena de muerte a pesar de que reconocen el de-recho a la vida como un derecho inherente del ser humano ycomo un derecho básico y primario” (La pena de muerte en de-recho internacional: una excepción al derecho a la vida , Madrid,Tecnos, 1999, p. 19).

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que estén en vigor en el momento de cometerse el de-lito y que no sean contrarias a las disposiciones delpresente Pacto ni a la Convención para la Prevencióny Sanción del Delito de Genocidio. Esta pena sólo po-drá imponerse en cumplimiento de sentencia defini-tiva de tribunal competente.

3. Cuando la privación de la vida constituya delitode genocidio, se tendrá entendido que nada de lo dis-puesto en este artículo excusará en modo alguno alos Estados Partes del cumplimiento de ninguna de lasobligaciones asumidas en virtud de las disposicionesde la Convención para la Prevención y Sanción delDelito de Genocidio.

4. Toda persona condenada a muerte tendrá dere-cho a solicitar el indulto o la conmutación de la pena.La amnistía, el indulto o la conmutación de la pena ca-pital, podrán ser concedidos en todos los casos.

5. No se impondrá la pena de muerte por delitoscometidos por personas menores de 18 años de edad,ni se la aplicará a las mujeres en estado de gravidez.

6. Ninguna disposición de este artículo podrá serinvocada por un Estado Parte en el presente Pacto,para demorar o impedir la abolición de la pena ca-pital.

4) El Comité de Derechos Humanos, creado por elPacto (artículos 28 a 45), ha proclamado que el de-recho a la vida es “el derecho supremo respecto delcual no se permite suspensión alguna, ni siquieraen situaciones excepcionales que pongan en peligro

51la vida de la nación”. Como puede advertirse, elComité pone por encima de cualquier derecho el dela vida, sin el cual nada tiene sentido.

5) El Segundo Protocolo Facultativo del Pacto In-ternacional de Derechos Civiles y Políticos, destina-

57 Pérez Gil, Irma, op. cit., nota 46, p. 151.

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do a abolir la pena de muerte, aprobado por laAsamblea General de la ONU el 15 de diciembre de1989, destaca en su preámbulo que “la aboliciónde la pena de muerte contribuye a elevar la dignidadhumana y a desarrollar progresivamente los dere-chos humanos”. 58 Sin embargo, no establece, demanera definitiva, la abolición de la pena de muer-te. En el mismo preámbulo se dice que todas lasmedidas que se tomen para “la abolición de la penade muerte deberán ser consideradas un adelanto enel goce del derecho a la vida”. Se la percibe comoun adelanto en razón de que la pena de muerte,como se ha venido señalando, se ha entendido comouna excepción al derecho a la vida, que debe desa-parecer.

El artículo 1o. consigna que “no se ejecutará aninguna persona sometida a la jurisdicción de unEstado Parte en el presente Protocolo”, y agrega, enel punto 2, que “cada uno de los Estados partesadoptará todas las medidas necesarias para abolirla pena de muerte en su jurisdicción”. A pesar detales disposiciones, en otro párrafo (artículo 2o.,punto 1) se permite que los Estados partes la apli-quen en tiempo de guerra siempre y cuando se tratede delitos sumamente graves de carácter militar, yse haya formulado una reserva al respecto en el mo-mento de la ratificación o adhesión al Protocolo.

México no ha ratificado este Protocolo.6) La Convención Americana sobre Derechos Hu-

manos 59 (suscrita en San José de Costa Rica el 22

58 Rodríguez y Rodríguez, Jesús (comp.), Instrumentos inter-nacionales sobre derechos humanos , México, ONU-OEA, Comi-sión Nacional de Derechos Humanos, 1994, t. I, p. 68.

59 Conocida también como “Pacto de San José de CostaRica”.

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de noviembre de 1969, en la Conferencia Especiali-zada Interamericana sobre Derechos Humanos yque entró en vigor el 18 de julio de 1978) fue rati-ficada por México el 24 de marzo de 1981 y publi-cada en el Diario Oficial de la Federación el 7 demayo de 1981. El artículo 4o. de esta Convención,con el rubro “Derecho a la vida”, aborda los aspec-tos más importantes de la pena de muerte. Textual-mente dispone:

1. Toda persona tiene derecho a que se respete suvida. Este derecho estará protegido por la ley y, engeneral, a partir del momento de la concepción. Na-die puede ser privado de la vida arbitrariamente.

2. En los países que no han abolido la pena demuerte, ésta sólo podrá imponerse por los delitosmás graves, en cumplimiento de sentencia ejecuto-riada de tribunal competente y de conformidad conuna ley que establezca tal pena, dictada con anterio-ridad a la comisión del delito. Tampoco se extenderásu aplicación a delitos a los cuales no se la apliqueactualmente.

3. No se restablecerá la pena de muerte en los Es-tados que la han abolido.

4. En ningún caso se puede aplicar la pena demuerte por delitos políticos ni comunes conexos conlos políticos.

5. No se impondrá la pena de muerte a personasque, en el momento de la comisión del delito, tuvie-ren menos de dieciocho años de edad o más de se-tenta, ni se le aplicará a las mujeres en estado degravidez.

6. Toda persona condenada a muerte tiene dere-cho a solicitar la amnistía, el indulto o la conmuta-ción de la pena, los cuales podrán ser concedidos entodos los casos. No se pude aplicar la pena de muer-

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te mientras la solicitud esté pendiente de decisiónante autoridad competente.

7) El Segundo Protocolo a la Convención Ameri-cana sobre Derechos Humanos relativo a la Aboli-ción de la Pena de Muerte 60 (aprobado en Asunción,Paraguay, el 8 de junio de 1990 y que entró en vigorel 28 de agosto de 1991) 61 dispone en su preámbuloque “toda persona tiene el derecho inalienable a quese le respete su vida sin que este derecho pueda sersuspendido por ninguna causa”. Se afirma tambiénque “la tendencia en los Estados americanos es fa-vorable a la abolición de la pena de muerte” y “quela aplicación de la pena de muerte produce conse-cuencias irreparables que impiden subsanar el errorjudicial y eliminar toda posibilidad de enmienda yrehabilitación del procesado”; culmina estas ideasdestacando que “la abolición de la pena de muertecontribuye a asegurar una protección más efectivadel derecho a la vida”.

El articulado que lo integra es breve, consta so-lamente de cuatro artículos, pero aunque breve esdefinitivo y tajante en cuanto a la pena de muerte.Sin ningún rodeo el artículo 1o. estatuye: “Los Es-tados Partes en el presente Protocolo no aplicaránen su territorio la pena de muerte a ninguna per-sona sometida a su jurisdicción”.

60 Este Protocolo solamente ha sido ratificado por siete paí-ses (Brasil, Costa Rica, Ecuador, Nicaragua, Panamá, Uruguayy Venezuela).

61 Los datos se tomaron de Fix-Zamudio, Héctor, México yla Corte Interamericana de Derechos Humanos , México, Comi-sión Nacional de Derechos Humanos, 1999, pp. 125 y 126.

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Esta determinación tan decidida se robustece conel señalamiento que hace el artículo 2o., parte 1, en elsentido de no permitir ninguna reserva al presenteProtocolo. No obstante, más adelante (como acon-tece en el Segundo Protocolo Facultativo del PactoInternacional de Derechos Civiles y Políticos, desti-nado a abolir la pena de muerte), contradictoria-mente, anota que en el momento de la ratificacióno adhesión, los Estados partes podrán declarar quese reservan el derecho de aplicar la pena de muerteen tiempo de guerra conforme al derecho internacio-nal por delitos sumamente graves de carácter militar.

Los demás artículos se refieren a aspectos de pro-cedimiento para la ratificación.

Las disposiciones que contiene este Protocolo sonsumamente similares a las que se prevén en el Se-gundo Protocolo del Pacto Internacional de Dere-chos Civiles y Políticos, que, como éste, tiene comoobjetivo “abolir la pena de muerte”.

México tampoco se ha adherido o ha ratificadoeste Protocolo.

8) Es importante apuntar que los esfuerzos porabolir la pena de muerte en el área internacional, noson exclusivos del continente americano. Está de-mostrado que el tema también preocupa en Europa.Así, se advierte que los quince miembros de laUnión Europea han adoptado las llamadas Directri-ces de la Política de la Unión Europea hacia Tercerospaíses sobre la Pena de Muerte, donde se precisa,entre los objetivos de la organización, “trabajar a fa-vor de la abolición universal de la pena de muertecomo plasmación de una óptica política firmemen-te apoyada y acordada por todos los Estados miembros

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de la UE”. 62 Con la misma finalidad, en el marco dela Convención Europea (el 28 de abril de 1983) fueaprobado por el Consejo de Europa el Sexto Proto-colo al Convenio Europeo de Derechos Humanos (envigor a partir del 1o. de marzo de 1985), cuyo pro-pósito es la abolición de la pena de muerte en tiem-pos de paz, permitiéndola para actos cometidos entiempos de guerra o de peligro inminente de gue-rra. 63

Los órganos internacionales, cada vez con másfrecuencia, han hecho declaraciones y han adoptadonormas a favor de la abolición de la pena de muerte

64como una cuestión relevante de derechos humanos.9) El Estatuto de la Corte Penal Internacional,

adoptado en la Conferencia Internacional celebradaen Roma el 17 de julio de 1998, no prevé la penade muerte. La pena más grave que de acuerdo coneste Estatuto podrá imponer la Corte será la de ca-

65dena perpetua (artículo 77).10) Como observaciones finales se puede anotar

que todos los instrumentos internacionales aquí re-

62 Agnieszka Raczynka, “Agonía de la pena capital”, Gaceta.Publicación Oficial de la Comisión de Derechos Humanos del Dis-trito Federal, México, núm. 5, mayo de 1999, p. 58.

63 Faúndez Ledezma, Hector, “Derecho a la vida y pena demuerte”, Boletín de la Comisión Andina de Juristas , Lima, sep-tiembre de 1992, p. 11.

64 Agnieszka Raczynka, op. cit. , nota 62, p. 58.65 “Sin embargo, el Estatuto declara expresamente que no

afecta la aplicación por los Estados partes de penas prescritaspor su derecho interno. Esto significa que la no inclusión de lapena de muerte no tiene consecuencias para fallos dictados deconformidad con el derecho interno después de juicios naciona-les ante tribunales de los Estados partes” (Velázquez Elizarra-rás, Juan Carlos, “El derecho internacional penal y la justiciapenal internacional en el tercer milenio”, Anuario Mexicano deDerecho Internacional, México, I-2001, p. 428).

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PENA DE MUERTE EN MÉXICO 57

feridos: a) subrayan el derecho a la vida como underecho de primer orden y establecen principios so-bre este derecho supremo; b) reflejan un rechazo ala pena de muerte, y c) denotan una tendencia a li-mitar la aplicación de la pena de muerte en cuantoal número y clase de delitos (los cometidos en tiem-po de guerra y a los más graves del orden militar),a las personas a las cuales se pueda imponer, y ala exigencia de estrictos requisitos para su aplica-ción y ejecución, límites que tienen como objetivo fi-nal llegar a la abolición total de esta cruel e irrepa-rable pena.

VI. ¿PUEDE EL LEGISLADOR FEDERAL O LOCALMEXICANO , SIN VIOLAR LA CONSTITUCIÓN ,

RESTABLECER LA PENA DE MUERTE?

A) En la actualidad ningún estado de la Repúblicamexicana prevé, en su correspondiente código puni-tivo, la pena de muerte. Tampoco la contemplan losordenamientos penales federal y del Distrito Fede-ral. Sólo está vigente en el Código de Justicia Mi-litar, para los delitos graves del orden militar (y apesar de ello no se aplica). En cuanto a la Consti-tución Política de los Estados Unidos Mexicanos,ésta consigna, en el artículo 22, la posibilidad de in-cluirla en los códigos penales, para las específicasclases de delitos ahí enumeradas.

El artículo 22 constitucional —es importante sub-rayarlo— contiene un conjunto de garantías que,como tales, no imponen el deber de institucionalizarla pena de muerte ni en la legislación penal federalni en las legislaciones penales de las entidades fe-derativas ni en el Distrito Federal. Esa norma cons-titucional solamente faculta al legislador ordinario

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para que, a su prudente arbitrio, la instaure o no pa-ra los delitos que la propia Constitución señala. Siel legislador no la incluye, o inclusive si, habiéndolaprevisto en el correspondiente ordenamiento penal,decide erradicarla, de ninguna manera vulnera laConstitución. Así lo han entendido todas las legis-laturas federales y locales, y por ello todos los estadosde la República, al igual que la Federación y el Dis-trito Federal, decidieron, en distintos momentos,proscribirla.

Las garantías consagradas en el artículo 22 cons-titucional son: a) se prohíbe expresamente al legis-lador instaurar la pena de muerte para los delitospolíticos; b) se prohíbe implícitamente al legisladorinstaurar la pena de muerte para delitos distintosde los enumerado en el propio artículo 22; c) se pro-híbe expresamente al juzgador (artículos 22 y 133constitucionales) aplicar la pena de muerte que ellegislador, violando la garantía, haya instaurado enrelación con delitos políticos; d) se prohíbe expresa-mente al juzgador (artículos 22 y 133 constitucio-nales) aplicar la pena de muerte que el legislador,violando la garantía, haya instaurado para delitosdistintos de los enumerados en el propio artículo22; e) se prohíbe expresamente al órgano ejecutordar cumplimiento a la sentencia que condena a lapena de muerte por algún delito político; f) se pro-híbe implícitamente al órgano ejecutor dar cumpli-miento a la sentencia que condena a la pena demuerte por algún delito distinto de los enumeradosen el propio artículo 22.

El legislador sí está facultado (facultad que, segúnse verá en párrafos posteriores, le fue cancelada eldía 24 de marzo de 1981), mas no obligado, parainstaurar la pena de muerte en relación con los de-

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litos limitativamente descritos en el artículo 22: “altraidor a la patria en guerra extranjera, al parrici-da, al homicida con alevosía, premeditación o ven-taja, al incendiario, al plagiario, al salteador de ca-minos, al pirata y a los reos por delitos graves delorden militar”.

B) En otro orden de ideas, paralelo y estrecha-mente relacionado con el artículo 22 constitucio-nal, es pertinente recordar que, en el ámbito del de-recho internacional, los “Estados” a que se refierenlos instrumentos internacionales se entienden tal ycomo estos Estados han sido constituidos en su pro-pia y soberana normatividad constitucional (monar-quía, república, federación, centralización, etcétera).En México, la Constitución, en su artículo 40, pos-tula que “es voluntad del pueblo mexicano consti-tuirse como una República... federal” (compuesta deestados libres y soberanos en todo lo concernientea su régimen interior, pero unidos en una Federa-ción establecida según los principios de esta leyfundamental). En consecuencia, en relación con Mé-xico, un tratado obliga ineludiblemente a la Federa-ción mexicana, o sea, obliga tanto al poder federalcomo a los poderes de las entidades federativas ydel Distrito Federal. 66

Ahora bien, para disipar cualquier duda relaciona-da con el alcance instancial de los tratados al interiordel Estado mexicano, es conveniente puntualizar queel poder reformador de la Constitución —que, obvia-mente, tiene competencia para elaborar normas

66 Así lo entiende también Corcuera Cabezut al señalar que“los tratados internacionales tienen una vigencia nacional y vin-culan tanto a la Federación como a los Estados” ( Derecho cons-titucional y derecho internacional de los derechos humanos, Mé-xico, Oxford, 2002, p. 203).

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constitucionales—, no tiene competencia para crearnormas secundarias y, por ende, carece de compe-tencia para elaborar normas penales. El órgano quesí tiene competencia para elaborar normas secunda-rias y, por tanto, para crear normas penales, es el le-gislador ordinario, tanto el federal como el de cadaentidad federativa y el del Distrito Federal.

C) En este contexto, si el Congreso de la Unión,en materia federal, y las legislaturas locales, en ma-teria local, ya abolieron la pena de muerte, ¿pueden,con fundamento en el artículo 22 constitucional,reimplantarla? Antes de responder es imprescindi-ble enfatizar que la Convención Americana sobreDerechos Humanos (aprobada en la Conferencia delos Estados Americanos de San José de Costa Ricael 22 de noviembre de 1969, ratificada por México el24 de marzo de 1981, y por imperativo del artículo74.2 de la propia Convención, vigente en México apartir del mismo día de su ratificación: 24 de marzode 1981), que ya forma parte de la “ley suprema detoda la Unión”, dispone, en el punto 3 de su artículo4o.: “No se restablecerá la pena de muerte en losEstados que la han abolido”.

¿Cómo se resuelve esta aparente antinomia entreel artículo 22 de la Constitución y el artículo 4.3 dela Convención? La respuesta —genuina conclu-sión— viene a ser el punto final de una secuenciade razonamientos relacionados con los artículos 133y 22 constitucionales. El artículo 133 dispone lite-ralmente:

Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Uniónque emanen de ella y todos los tratados que estén deacuerdo con la misma, celebrados y que se celebrenpor el Presidente de la República, con aprobación del

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Senado, serán la Ley Suprema de toda la Unión. Losjueces de cada Estado se arreglarán a dicha Consti-tución, leyes y tratados a pesar de las disposicionesen contrario que pueda haber en las constituciones oleyes de los estados .

El texto es muy claro: los tratados internacionalesa los cuales se ha adherido México, forman parte dela ley suprema de toda la Unión y, en consecuen-cia, la normatividad relativa a la pena de muerte,contenida en la Convención Americana sobre Dere-chos Humanos, es ley suprema de toda la Unión.

Los tratados internacionales, y por tanto la Con-vención Americana sobre Derechos Humanos, tie-nen, por imperativo expreso del artículo 133 cons-titucional, una jerarquía inferior a la Constitución,pero superior a la de las leyes secundarias federalesy locales. Este rango jerárquico ha sido jurisdiccio-nalmente resuelto, aunque muy recientemente, en1999, 67 por la Suprema Corte de Justicia de la Na-ción: los tratados internacionales —dice la tesis ju-risprudencial— “se encuentran en un segundo pla-no inmediatamente debajo de la ley fundamental y

68por encima del derecho federal y el local”.

67 La propia tesis justifica su interpretación en la siguienteforma: “Esta interpretación del artículo 133 constitucional, de-riva de que estos compromisos internacionales son asumidospor el Estado mexicano en su conjunto y comprometen a todassus autoridades frente a la comunidad internacional; por ello seexplica que el Constituyente haya facultado al presidente de laRepública a suscribir los tratados internacionales en su calidadde jefe de Estado y, de la misma manera, el Senado intervienecomo representante de la voluntad de las entidades federativasy, por medio de su ratificación, obliga a sus autoridades”.

68 Becerra Ramírez, Manuel, “Tratados Internacionales. Seubican jerárquicamente por encima de las leyes y en un segun-do plano respecto de la Constitución federal (amparo en re-

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En cuanto al requisito de fondo de que los trata-dos “estén de acuerdo con la misma”, la SupremaCorte de Justicia rechaza la interpretación gramati-cal y argumenta que, en caso de que los conveniosinternacionales amplíen las garantías individuales osociales previstas en la Constitución, aquéllos de-ben considerarse acordes a dicha Constitución. So-bre este punto, Manuel Becerra Ramírez 69 consideraque esta postura de la Suprema Corte de Justiciaes especialmente trascendente, “ya que significa quea través de los tratados internacionales en materia dederechos humanos es posible ampliar la esfera de de-rechos de los gobernados”.

D) Este es el punto final del análisis: el poder pú-blico (poder constituido) no tiene competencia pararestringir las garantías instauradas en la Constitu-ción, y no la tiene porque tales garantías son unvalladar que el pueblo soberano, a través de laAsamblea Constituyente de Querétaro de 1916-1917,impuso a los poderes constituidos. Estos últimosestán constitucionalmente impedidos para eludir orestringir esa barrera; en cambio, sí están faculta-dos para ensancharlas. En otras palabras, las ga-rantías pueden ser ampliadas mediante los tratadosy también —hay que enfatizarlo— por medio de lasleyes secundarias.

visión 1475/98)”, Cuestiones Constitucionales. Revista Mexica-na de Derecho Constitucional, México, núm. 3, julio-diciembrede 2000, pp. 171-174.

69 Becerra Ramírez, Manuel, op. cit., nota anterior, p. 175.Esta opinión es sostenida también, entre otros juristas, por Cor-cuera Cabezut (op. cit., nota 66, p. 204).

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PENA DE MUERTE EN MÉXICO 63

La conclusión, obvia, es que no existe contradic-ción entre el artículo 22 constitucional y el artículo4.3 de la Convención Americana de Derechos Hu-manos. Ahora bien, el imperativo: “No se restable-cerá la pena de muerte en los Estados que ya la hanabolido”, que aparece en el artículo 4.3 de la Con-vención, contiene tres garantías: a) se prohíbe ex-presamente (artículo 4.3 de la Convención que ya esley suprema) al legislador (federal y local) restable-cer la pena de muerte para el traidor a la patria enguerra extranjera, el parricida, el homicida con ale-vosía, premeditación o ventaja, el incendiario, elplagiario, el salteador de caminos o el pirata; b) seprohíbe expresamente al juzgador (artículo 4.3 de laConvención y 133 constitucional) aplicar la pena demuerte que el legislador, violando la garantía con-sagrada en la Convención e incorporada en la leysuprema, haya restablecido para el traidor a la pa-tria en guerra extranjera, el parricida, el homicidacon alevosía, premeditación o ventaja, el incendia-rio, el plagiario, el salteador de caminos o el pirata;c) se prohíbe expresamente al órgano ejecutor (ar-tículo 4.3 de la Convención) dar cumplimiento a lasentencia que condena a la pena de muerte al trai-dor a la patria en guerra extranjera, al parricida, alhomicida con alevosía, premeditación o ventaja, al in-cendiario, al plagiario, al salteador de caminos o alpirata.

La prohibición es categórica y, en relación con losjueces, de consecuencias trascendentes. El artículo133 constitucional prohíbe a todos los jueces (sinexcepción) para todos los casos concretos (sin ex-cepción), aplicar las normas jurídicas violatorias dela ley suprema y, por tanto, les prohíbe la aplicaciónde las normas violatorias de la Convención Ameri-

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cana de Derechos Humanos. Esto significa que elartículo 133 constitucional les quita a todas las nor-mas jurídicas violatorias de la ley suprema los re-quisitos de obligatoriedad y aplicabilidad judicial vá-lida; por ende, la norma penal que restableciera lapena de muerte sería una norma carente de obliga-toriedad y aplicabilidad judicial válida. Si esa normacarece de tales requisitos que son definitorios detoda norma jurídica general y abstracta, ¿es real-mente una norma jurídica?

Ante todo lo apuntado debe concluirse que lapena de muerte no se puede restablecer ni aplicarni ejecutar en el Estado mexicano.

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CONTRA LA PENA DE MUERTE

Enrique D ÍAZ-ARANDA

I. Planteamiento del problema . . . . . . . . 65II. Argumentos históricos . . . . . . . . . . 69III. Argumentos filosóficos . . . . . . . . . . 71

1.¡Búsqueda de la justicia! ¿Es justo matara los delincuentes? . . . . . . . . . . . 71

2.Contradicción de principios . . . . . . . 73

IV. Argumentos normativos . . . . . . . . . . 75

1.Derecho comparado . . . . . . . . . . . 752.Constitución vs. tratados internaciona-

les . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 763. Interpretación sistemática de la Consti-

tución . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77

A. Delitos previstos en la Constitución . 77B. Los fines de la pena en la Constitu-

ción . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81

4. La comisión de un homicidio calificado 825. Disfunción de la pena en el Código Penal 82

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V. Argumentos criminológicos . . . . . . . . 83

1.Discriminación . . . . . . . . . . . . . 842.Falibilidad judicial . . . . . . . . . . . 863.Costo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 874.Eficacia . . . . . . . . . . . . . . . . . 88

VI. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . 91VII. Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . 92

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CONTRA LA PENA DE MUERTE

Enrique D ÍAZ-ARANDA*

Como las gotas del rocío de la ma-ñana que bañan a las flores paradarles vida y hermosura, así ha lle-gado a mi vida Rocío para colmar micorazón de felicidad y motivación;gracias a ella puedo seguir escri-biendo sobre la vida: en favor de sudisponibilidad y en contra de su ex-tinción como sanción.

I. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

En los últimos años se ha incrementado la realiza-ción de delitos en México, que genera inseguridad,temor, indignación, coraje y deseos de venganza dela sociedad mexicana, que reclama a las autorida-des su intervención efectiva para prevenir delitos ysancionar a los delincuentes.

En particular, la ejecución de delitos graves comoel homicidio calificado, el secuestro y la violación, haprovocado un aumento en la corriente de opinión enfavor de la pena de muerte, postura que parece en-contrar el sustento jurídico necesario en el actualpárrafo 4o. del artículo 22 de la Constitución Polí-

* Investigador titular en el Instituto de Investigaciones Jurí-dicas de la UNAM.

65

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66 ENRIQUE DÍAZ-ARANDA

tica de los Estados Unidos Mexicanos, en el cual seestablece:

Queda también prohibida la pena de muerte por de-litos políticos, y en cuanto a los demás, sólo podráimponerse al traidor a la Patria en guerra extranjera,al parricida, al homicida con alevosía, premeditacióno ventaja, al incendiario, al plagiario, al salteador decaminos, al pirata y a los reos de delitos graves delorden militar

Debido a la existencia del precepto constitucionalantes transcrito ha sido posible aplicar la pena demuerte en nuestro país. A continuación narro la úl-tima ejecución realizada en nuestro país el 17 de ju-nio de 1957, 1 para comprender la trascendencia detal sanción:

José Carmen, entonces de ocho años, acompañaba asu hermana Margarita, la sexta de siete hermanos,cuando la encargada de un puesto donde se vendíaalcohol llamó a Margarita, entonces de seis años,para decirle que un señor quería comprarle algunostomates. José Carmen, el hermano que siempre an-daba junto a Margarita, recuerda “Mi hermanita seentusiasmó. Volvió a casa y en una pequeña canastami mamá le puso unos tomates que llevamos hastael estanquillo”. Eran como las siete de la noche. Ahí,Francisco Ruiz Corrales, un jornalero de 27 años deedad, mandó a José Carmen a comprar unos ciga-rros en tanto Ruiz Corrales se llevaba a Margaritapara abusar de ella. Fue la última vez que José Car-men vio viva a su hermana. La desaparición de Mar-garita movilizó a la policía y a cientos de hermosillen-ses a una búsqueda que culminó a las cuatro de la

1 http://www.el-universal.com.mx/pls/impreso/noticia.html?id_nota=48447&tabla=Estados.

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CONTRA LA PENA DE MUERTE 67

mañana, cuando el cuerpo estrangulado de Margari-ta apareció a la orilla de un arroyo a espaldas dedonde actualmente se localiza el hotel Holiday Inn-Valle grande. Las investigaciones llevaron a la policíahasta la casa del jornalero que aceptó su culpa y lle-vó a las autoridades a donde había dejado el cadáverde la niña... Ruiz Corrales fue condenado por el juezRoberto Reynoso Dávila a la pena de muerte. A las5:05 horas del 18 de junio de 1957 Juan Zamarripa,también condenado por la violación y muerte de otraniña, y Ruiz Corrales fueron ejecutados por un pelo-tón que pese a sus descargas no consiguió privarlosde la vida y fue necesario darles el tiro de gracia.Ruiz Corrales, el último en morir, había manifestadomomentos antes a los periodistas del periódico El Re-gional: ”voy convencido de que estoy pagando mideuda. Quizá así alcance el perdón de Dios. Ya vi ami ‘jefecita’ (se refiere a su mamá) y le pedí que noviniera nadie de la casa al fusilamiento... Asegúrenleal padre que llegué rezando el credo al paredón. Miúltimo deseo es un minuto más de vida, para volvera rezarlo. Díganles a todos cómo terminan los queandan mal en la vida, para que les sirva de ejemplo”. 2

Recientemente, el ex juez Reynoso Dávila ha ma-nifestado que no le remuerde la conciencia por ha-ber condenado a aquel asesino “porque la ley así lodeterminaba”. Pero, además, “si fuera juez otra vez,y si me lo pusieran en frente a él o a otros desal-mados, como el Mochaorejas o al asesino de las mu-

3jeres de Ciudad Juárez los condenaba a muerte”.Así, el alarmante incremento de la criminalidad

en nuestro país, la existencia de un precepto cons-

2 Revista de Derechos Humanos , Sonora, México, núm. 13,verano de 1996, pp. 151 y 158.

3 http://www.el-universal.com.mx/pls/impreso/noticia.html?id_nota=48447&tabla=Estados.

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titucional que otorga al legislador penal la facultadpara establecer la pena de muerte en los códigos pe-nales y la ejecución de delincuentes durante la prime-ra mitad del siglo XX, ha propiciado que la pobla-ción, enardecida por la ejecución de delitos graves,vuelva a considerar que la pena de muerte puedeser la solución al problema de la criminalidad; estacorriente de opinión ha sido empleada por algunoscandidatos a legisladores de la alianza entre el Parti-do Revolucionario Institucional y el Partido VerdeEcologista en el Estado de México para impulsarsus campañas políticas a través de una votación,celebrada el 16 de febrero de 2003, vía telefónica,Internet y las urnas, en la que el 85.4% de los vo-tantes se pronunció a favor de imponer la pena de

4muerte a los secuestradores.¡Nada más aterrador que lo anterior! pues dichos

candidatos se postulan como los representantes y lavoz del pueblo en el Congreso y las preguntas giranen torno a la voluntad de la sociedad: ¿se quiere ma-tar a los secuestradores? o ¿se quiere evitar más se-cuestros? El trasfondo de ambas interrogantes esmuy distinto, pues en la primera subyace la idea deun pueblo sediento de sangre, mientras que en lasegunda hay una llamada desesperada de un pue-blo que lo único que quiere es vivir con tranquilidady sin la zozobra de la inseguridad. Por ello no es deextrañar que al día siguiente de la votación en el Es-tado de México, la Comisión Nacional de Derechos

4 Se registraron alrededor de 800,000 votos emitidos querepresentan casi el 10% del total del padrón electoral del Estadode México, conformado por 8 millones 331 mil 394 habitantes.Cita: http://www.reforma.com/edomex/articulo/270071/ yhttp://www.el-universal.com.mx/pls/impreso/noticia.html?id_nota=121470&tabla=notas.

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Humanos, la Comisión Nacional de Seguridad Públi-ca de la Coparmex, el Consejo Ciudadano para laSeguridad Pública y la Justicia, el Ilustre y NacionalColegio de Abogados y la Promotora Internacional deDerechos Humanos, emitieran un desplegado pararechazar que la inseguridad en el país se abata conla pena de muerte. 5

Interpretar correctamente el llamado del puebloes indispensable para adoptar las medidas adecua-das para solucionar el problema y desde ahora dejode manifiesto que ¡la pena de muerte no soluciona-ría el problema de la criminalidad en México! A con-tinuación expondré los diferentes argumentos encontra de la pena capital.

II. ARGUMENTOS HISTÓRICOS

“Un pueblo sin memoria difícilmente podrá tenerun futuro”, pues con el conocimiento de nuestro pa-sado podemos evitar cometer los mismos errores.Por ello, resulta necesario conocer cuál fue la inten-ción del Constituyente de Querétaro al plasmar lapena de muerte en nuestra carta magna y para elloes necesario acudir a los diarios de los debates pararealizar una interpretación auténtica de la norma.Así, durante la 39a. sesión ordinaria celebrada enel teatro Iturbide el viernes 12 de enero de 1917, severificó uno de los debates más relevantes sobre eltema de estudio, del cual transcribo los pasajes másimportantes:

El C. Diputado Gaspar Bolaños V. pretende la abo-lición de la pena de muerte, salvo el caso de traición

5 http://mx.news.yahoo.com/030217/26/wbw1.html.

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70 ENRIQUE DÍAZ-ARANDA

a la patria, fundando su iniciativa, sintéticamente,en las mismas razones que han venido sosteniendolos abolicionistas de la pena capital; ésta constituyeuna violación al derecho natural: su aplicación escontraria a la teoría que no autoriza las penas sinocomo medio de conseguir la corrección moral del de-lincuente; es inútil la pena de muerte, porque no esverdad la ejemplaridad que se ha pretendido; quienmenos sufre con la aplicación de esa pena, es el pro-pio delincuente; a quien afecta principalmente es asu familia; y, por tanto, es injusta aquélla, porquecastiga con rigor implacable a quien no tiene culpa;la irrevocabilidad de tal pena no deja lugar a la en-mienda de errores judiciales; en el estado actual dela ciencia, no puede asegurarse si un infractor de laley es un criminal o un enfermo; por medio de la penade muerte se confunden los dos casos de una mane-ra irreflexiva e injusta. La delincuencia entre noso-tros es fruto de la ignorancia; mientras la sociedadno haya cumplido con su deber de extirpar ésta, notiene el derecho de aplicar la pena de muerte, puestoque los delitos a que ella se aplica son el fruto de laomisión de la misma sociedad. Por último, está cum-plida la condición bajo la cual los constituyentes de1857 ofrecieron al pueblo la abolición de la pena ca-pital; ya se ha establecido el régimen penitenciario;no debe demorarse más el cumplimiento de esta so-lemne promesa.

Esta cita de los debates del Constituyente de 1917pone de manifiesto que la pena de muerte fue pre-vista en nuestra carta magna como una medida provi-sional a la instauración del sistema penitenciario 6 y

6 Incluso la previsión de la pena de muerte condicionadaa la instauración del sistema penitenciario se puede constar enel proyecto de Ley de Garantías de 1847 y en la Constituciónde 1857, específicamente del artículo 23. En este sentido, cfr.

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CONTRA LA PENA DE MUERTE 71

dado que esto ya se ha verificado desde hace mu-chas décadas, podemos sostener que el legisladormexicano ha contravenido los designios del Consti-tuyente de Querétaro al no derogar el actual párrafo4o. del artículo 22 de nuestra Constitución y man-tenerlo todavía vigente.

El argumento histórico antes esgrimido sería su-ficiente para proceder a la inmediata erradicaciónde la pena de muerte de nuestro sistema jurídico.Pero si acaso alguien se atreviera a seguir siendopartidario de la misma, podemos ofrecer más argu-mentos en contra de la pena capital debido a quecontraviene tanto los principios éticos del ser huma-no como los fines de la pena previstos en la Cons-titución. Es anticonstitucional debido a que la exis-tencia de tratados internacionales que obligan aMéxico a su erradicación, convierte al Estado en unasesino y su aplicación podría acentuar las desi-gualdades étnicas, económicas y constituir el peorerror judicial con consecuencias irreversibles. Por sifuera poco, el costo de la pena de muerte sería ma-yor al de la cadena perpetua y no serviría como me-dida para evitar la realización de delitos.

III. ARGUMENTOS FILOSÓFICOS

1. ¡Búsqueda de la justicia! ¿Es justo matara los delincuentes?

Cuando Tymoty MacBay fue ejecutado, el presi-dente de los Estados Unidos de América consideró

el desarrollo realizado en este mismo libro por Olga Islas deGonzález Mariscal, apartados I, 1, B, incisos a y c, y C, a y b.

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72 ENRIQUE DÍAZ-ARANDA

el hecho como “un acto de justicia”. La pregunta es:¿cuál es el delito que con justicia puede ser sancio-nado con la pena capital? La ejecución de un delin-cuente sólo podría considerarse como una expresiónde la justicia si ésta se sustentara en el principio dela retribución, cuyos orígenes los encontramos en laley del talión: “ojo por ojo y diente por diente”; ellosupondría que se debe sancionar al delincuente conun mal equivalente al del daño que causó. Pero lapropuesta que se está planteando hoy en día es ma-tar al que privó a otro de la libertad. ¿Acaso la vidatiene el mismo valor que la libertad?, esto no puedeser equivalente y ni siquiera en la Edad Media po-dría considerarse como una sanción justa. Eviden-temente la vida es el bien jurídico por excelencia ylos demás bienes jurídicos tienen un valor menory eso nos lleva a concluir que no sería justo privarde la vida a quien afectó bienes de menor valía.

Por ende, si quisiéramos decir que con la pena demuerte se busca un fin retributivo, entonces sólopodríamos condenar a dicha pena a quien ha priva-do de la vida a otro. Mas por esa vía sólo estaríamosinstitucionalizando la ley del talión, sólo que la víc-tima o los familiares colmarían su sed de venganzaa través del Estado, que sería el brazo ejecutor de unasanción desproporcionada con el daño causado; enotras palabras, “la aplicación de la pena de muertepara los secuestradores se convertiría en un acto

7institucionalizado de venganza injusta”.

7 En el mismo sentido, cfr. el pronunciamiento de Islas deGonzález Mariscal en el presente libro, apartado II, B, f.

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CONTRA LA PENA DE MUERTE 73

2. Contradicción de principios

El derecho penal se conforma de tipos penales,que están contenidos en artículos de la ley, los cua-les tienen como finalidad dar a conocer a los miem-bros de la sociedad cuáles son las conductas con-sideradas como prohibidas por lesionar un bienfundamental para la vida en sociedad, motivo por elcual, el tipo penal tiene una “función de llamada” alos ciudadanos para que eviten realizar dichas con-ductas. Por ello, cuando el Estado prohíbe y sancio-na el homicidio está enviando un mensaje a sus ciu-dadanos para que eviten matar a otro, y entonces¿por qué el Estado sí puede privarlos de la vidacuando cometen un delito?, ¿acaso el delincuentedeja de ser ciudadano?, ¿merece protección distintala vida del ciudadano no delincuente que la del de-lincuente? Es claro que la vida de cualquier ciuda-dano tiene que ser protegida y el Estado incurriríaen una contradicción de principios si por una parteestablece como delito el hecho de privar de la vidaa otro y por la otra él mismo priva de la vida al ciu-dadano que cometió un delito aunque haya sido delos más graves.

En el siglo XVIII Beccaria señaló: “me parece unabsurdo que las leyes, que son la expresión de la vo-luntad pública, que detestan y castigan el homici-dio, lo cometan ellas mismas y, para alejar a los ciu-dadanos del asesinato, ordenen uno público”. 8 Ennuestro país, durante la discusión sobre la pena demuerte del Constituyente de 1917, el diputado Ríosmanifestó: “si no queréis que se mate, empezad vo-

8 Beccaria, Cesare, “De la pena de muerte”, Revista Mexicanade Justicia, nueva época, núm. 1, enero marzo de 1993, p. 13.

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sotros, señores asesinos... (y al Estado le cuestiona-ba)... ¿no es absurdo pensar que se pueda ordenaruna muerte pública para prohibir a los ciudadanosel asesinato?”. 9

Por su parte, el ex presidente de Chile, EduardoFrei, manifestó: “no puedo creer que para defenderla vida y castigar al que mata, el Estado deba a suvez matar. La pena de muerte es tan inhumanacomo el crimen que la motiva”. 10 De igual forma, eljuez Sachs del Tribunal Constitucional Sudafricanomanifestó en 1995: “todas las personas deben tenerderecho a la vida. Si no es así, el asesino adquiereinvoluntariamente una definitiva y perversa victoriamoral al convertir al Estado también en asesino, re-duciendo de esa manera el aborrecimiento de la so-ciedad hacia la extinción deliberada de otros sereshumanos”. 11 En este sentido, el 17 de febrero de2003, Vicente Fox Quesada manifestó: “De manerapersonal y como presidente de la República meopongo totalmente a que en este país se establezcala pena de muerte. Creo que todos los países demo-cráticos, quienes creemos en el ser humano no apo-yamos la pena de muerte. Yo rechazo tajantementeesto en nuestro país”. 12 Dicha declaración es con-gruente con la denuncia presentada por México encontra de los Estados Unidos de América ante laCorte Internacional de Justicia de La Haya para evi-

9 Diario de los debates del Congreso Constituyente 1916-1917, México, Ediciones de la Comisión Nacional para la Cele-bración del Sesquicentenario de la Proclamación de la Inde-pendencia Nacional y del Cincuentenario de la RevoluciónMexicana, 1960, t. II, p. 335.

10 Cita Informe de Amnistía Internacional.11 Idem .12 http://mx.news.yahoo.com/030217/26/wbw1.html.

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tar la ejecución de cincuenta y cuatro de nuestroscompatriotas condenados a la pena capital, 13 puesno sería entendible que a nivel internacional repu-diemos su aplicación y a nivel interno sí queramosaplicarla.

IV. ARGUMENTOS NORMATIVOS

1. Derecho comparado

Cuando se hace referencia a la pena de muerte setoma como modelo inmediato a los Estados Unidosde América. Sin embargo, su aplicación en la UniónAmericana ha sido motivo de opiniones encontradasentre la población y a nivel judicial se ha cuestio-nado su constitucionalidad debido a su evidentecontravención con los derechos humanos. Recorde-mos que en el caso Furman vs. Georgia, del 29 dejunio de 1972, 14 la Suprema Corte de los EstadosUnidos declaró inconstitucional la pena de muertepor cinco votos a favor y cuatro en contra. En dicharesolución la Corte consideró que la pena de muerteconstituye una pena “cruel e inusitada”. No obstan-te, en junio de 1976 la Suprema Corte volvió a cam-biar su criterio y la consideró constitucional. 15

Según los informes de Amnistía Internacional,desde 1976 hasta el año 2000 se han ejecutado a683 condenados, de los cuales 85 corresponden al

13 Incluso la Corte Internacional de Justicia de La Haya con-denó a Estados Unidos de América y ordenó la suspensión dela ejecución de tres condenados y está a la espera de que Es-tados Unidos acate dicha resolución. http://mx.news.ya-hoo.com/030207/7/vd2c.html.

14 408, U.S. 238 (1972).15 Reynoso Dávila, Roberto, “La pena de muerte”, Revista de

Derechos Humanos , cit., nota 2, p. 170.

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año 2000. 16 Cabe señalar que en los Estados Unidosde América no todos los estados son partidarios dedicha sanción. Así quedó de manifiesto al rechazar-se en Massachusetts la propuesta de ley para res-tablecer la pena de muerte. 17

2. Constitución vs. tratados internacionales

La pena de muerte fue abolida de las legislacionespenales estatales y federal durante la segunda mi-tad del siglo XX y dado que en el artículo 43 de laConvención Americana sobre Derechos Humanos sedispone que “no se restablecerá la pena de muerteen los Estados que la han abolido”, 18 entonces dichasanción no se puede volver a incluir debido a quehay una prohibición expresa de un tratado interna-cional que no puede ser contravenido por una ley deinferior rango como es el Código Penal. 19 La aseve-ración anterior ha sido desarrollada y fundamenta-da ampliamente en el trabajo realizado por Olga Is-las de González Mariscal en el presente libro, por locual no entro en mayor detalle y remito al lector adicho trabajo. 20

16 Amnistía Internacional, Informe 2001 , p. 189.17 Amnistía Internacional, Informes .18 Cfr. Ovalle Favela, José, “La pena de muerte”, Revista de

Derechos Humanos , cit. , nota 2, p. 180.19 Este aserto se puede sostener a pesar de que hasta el 31

de diciembre de 2000 México no firmaba ni el Protocolo Facul-tativo del Pacto Interamericano de Derechos Civiles y Políticos(PIDCP) ni el Segundo Protocolo Facultativo del PIDCP relativoa la abolición de la pena de muerte, ni tampoco el Protocolo dela Convención Americana sobre Derechos Humanos relativo a laAbolición de la Pena de Muerte. Cfr. Informe 2001 de AmnistíaInternacional, p. 500.

20 Apartados V y VI.

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3. Interpretación sistemática de la Constitución

A. Delitos previstos en la Constitución

Aunque los argumentos esgrimidos contra la penade muerte son suficientes para rechazar su inclu-sión en nuestras leyes penales, conviene hacer unanálisis de los delitos por los cuales el legislador lo-cal, de acuerdo con el párrafo 4o. del artículo 22 dela Constitución, podría establecer la pena de muer-te, ya que muchas de las denominaciones que allíse utilizan han caído en desuso y pueden crear con-fusiones. Además, existen opiniones en favor de im-poner la pena de muerte para delitos no previstosen el artículo 22 como sucede con la violación, porlo cual resulta indispensable analizar cuáles son losdelitos que actualmente sí encuadran en la termi-nología empleada por el Constituyente de Queré-taro.

El delito de traición a la patria se sigue previendoen nuestros códigos penales federal y locales. Sobreel particular debemos señalar que la opinión domi-nante en los debates del Constituyente de 1917 fuefavorable a su aplicación a quien cometiera este de-lito e incluso el diputado Bolaños, defensor de laabolición de la pena de muerte, se pronunció a favorde ella en este supuesto. 21

Respecto al parricida, en el Código Penal Federalde 1931 se contemplaba la figura del parricida; sinembargo, actualmente la figura abarca también laprivación de la vida del cónyuge, concubina, concu-binario, adoptante o adoptado, por lo que su títulode imputación se ha transformado en “homicidio en

21 Cfr. anexo del presente libro.

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razón de parentesco o relación” (artículo 323 delCPF), esto ofrece diversos interrogantes: ¿se puedeaplicar la analogía y considerar al parricidio comoequivalente al homicidio en razón de parentesco orelación?, ¿será igual de injusto matar a un ascen-diente o descendiente que a un cónyuge o concubi-na? La respuesta es negativa, por lo que el parrici-dio sólo podrá interpretarse como el dar muerte aun ascendiente o descendiente.

Con respecto al homicidio cometido con alevosía,premeditación o ventaja, cabe decir que basta conuna de las calificativas y no se necesita de la con-currencia de las tres, tal como quedó establecido enla siguiente jurisprudencia:

PENA DE MUERTE . Es evidente que un simple error deimprenta, no puede variar el texto auténtico de laConstitución, en el que, de manera expresa, se esta-blece que “sólo podrá imponerse la pena de muerte...al homicida con alevosía, premeditación o ventaja...”,no siendo, por tanto, necesaria la concurrencia delas tres calificativas. 22

El homicidio calificado no enfrenta mayores pro-blemas de interpretación como sí ocurre con las fi-guras del incendiario o la del pirata, cuya tipifica-

22 Apéndice de 1995, quinta época, Primera Sala, t. II, SCJN,tesis 238, p. 135; Amparo directo 9/17, Lindenborn William P.,2 de julio de 1918, mayoría de diez votos: Amparo directo61/18m Castillo Bernardino, 28 de marzo de 1919, unanimidadde nueve votos; amparo directo 1202/21, Colín Ángel, 23 deseptiembre de 1924, unanimidad de diez votos; amparo directo398/28, Ordaz Pantaleón y coag., 17 de enero de 1929, cincovotos; amparo directo 4306/28, León Toral, José de, 6 de febre-ro de 1929, unanimidad de cuatro votos; en el Apéndice al t. Ly a los apéndices de 1954 y 1965 el rubro era P ENA CAPITAL .

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ción expresa no se puede encontrar en el CódigoPenal.

Respecto al salteador de caminos, se trataba deun verdadero problema de aquella época como lopuso de manifiesto el diputado Román durante losdebates del Constituyente de 1917 al manifestar:

En lo general, la Comisión acepta la pena de muer-te... respecto del salteador de caminos, es una ver-dadera necesidad para conseguir la pacificación de lapatria. Muchos de los que estamos aquí presentes,todavía recordaremos cómo en regiones apartadasdel país, en una nación como la nuestra, de un te-rritorio verdaderamente grande, sumamente extensoy accidentado, la pacificación es un problema que tie-ne la revolución que resolver posteriormente y que sepresenta, casi pudiéramos decir, como un fantasma.Y en estos casos, la pena de muerte se impone paraciertas regiones. La Comisión tiene la convicción deque en muchos casos ha sido la única solución quese ha dado para combatir ese mal para regionescomo el Estado de Morelos. Consúltese la historia yla historia dirá los medios que se emplearon en estasregiones accidentadas, y se verá cómo en algunospueblos pequeños, en los más escarpados de la sie-rra, después de eliminar tres o cuatro personalidadesde aquellos delincuentes, se consiguió dar mayor se-guridad a los caminos. Quizá muchas de las dife-rencias dependen de nuestras prácticas en el sistemapenal, pues muchos de los que se cogían por los ca-minos como presuntos salteadores, aun habiendo lasmayores probabilidades de su culpabilidad, se les lle-vaba a la cárcel y casi siempre se veía que ese sis-tema no era bastante para acabar con esa plaga so-cial. Otro tanto se diría respecto de los incendiarios,plagiarios y piratas...

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Por otra parte, durante los debates del Constitu-yente de 1917 el diputado Lizaliturri trató de deli-mitar lo que se entiende por salteador de caminos,presentando una concepción muy similar al robo conviolencia. 23 Empero, el Código Penal Federal sí con-tiene la figura del salteador de caminos en el artículo286, por lo que se debe atender exclusivamente aeste supuesto.

Respecto a los delitos graves del orden militar, és-tos se encuentran contemplados en los artículos203, 206, 208 y 210 del Código de Justicia Militar.Los preceptos citados continúan vigentes y descri-ben conductas de la más variada índole, pero es ne-cesario puntualizar que muchas de ellas no revistenla gravedad suficiente como para imponer la pena

24de muerte.Estos son los únicos delitos previstos en la carta

magna desde 1917 y no se pueden incorporar otrasfiguras delictivas como sería la violación. Aunque elConstituyente de 1917 planteó la posibilidad desancionar el delito de violación con la pena de muertecomo una respuesta a las múltiples violaciones co-metidas por “forajidos”. 25 Se dijo:

En el artículo que estudiamos [entonces el artículo22, párrafo 2o.] se conserva la pena de muerte en losmismos casos que expresa la Constitución de 1857,extendiéndola también al violador. Ciertamente, eldelito de violación puede dejar a la víctima en situa-ción moral de tal manera miserable y lastimosa, que

23 Cfr. Diario de los debates... , cit. , nota 9, p. 333.24 En este sentido, cfr. Paoli Bolio, Francisco, “Debates sobre

el párrafo tercero del artículo 22 constitucional” , Revista de De-rechos Humanos, cit., nota 2, p. 178.

25 Cfr. Diario de los debates... , cit., nota 9, p. 350.

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hubiera preferido la muerte; el daño causado por esedelito puede ser tan grande, como el producido porun homicidio calificado, lo cual justifica la aplicaciónde igual pena en ambos casos.

No obstante, la propuesta fue rechazada y hubovoces particulares que se pronunciaron en contra dela inclusión de ese supuesto como la del diputadoCravioto. Por tanto, ninguna legislatura local o fe-deral puede sancionar la violación con la pena ca-pital.

Como dato adicional, existen países como Chinaen los que es posible sancionar con pena de muerteel fraude fiscal, la falsificación, la malversación o lacorrupción. Por otra parte, en los Estados Unidos deAmérica se puede imponer la pena capital a jóvenesde dieciséis años de edad. Todo lo anterior está des-cartado de antemano de nuestra legislación.

B. Los fines de la pena en la Constitución

La Constitución ordena en el segundo párrafo delartículo 18 que los estados de la República estruc-turarán el sistema penitenciario bajo las directricesde la readaptación a través del trabajo y la educa-ción. Lo anterior implica una clara directriz consti-tucional de la pena que es conocida como la preven-ción especial. En otras palabras, de acuerdo connuestra carta magna el fin de la pena es la resocia-lización del delincuente y no la retribución ni mu-cho menos su eliminación. Por ello, al aplicarse lapena de muerte el delincuente ya no podría ser re-socializado y se estaría contraviniendo los designiosde la Constitución.

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4. La comisión de un homicidio cal¡ adofic

Cuando el juez condena al procesado a la pena demuerte necesariamente determina el día, la hora yla forma de ejecución: fusilamiento, inyección letalo silla eléctrica. Lo anterior supone que el condena-do, desde el día de la sentencia, vivirá con la certezadel día de su muerte y, consecuentemente, sufrirátormento psicológico al saber que no puede hacernada que lo salve, de ahí que a los condenados ala pena de muerte se les llame “hombres muertosmarchando”. Si analizamos este hecho desde elprisma normativo del Código Penal Federal, tendría-mos que ubicarlo en la hipótesis del homicidio ca-lificado caracterizado por el hecho de reflexionar(premeditación) y privar de la vida a otro que no tie-ne posibilidades de defensa (ventaja), empleandopara tal efecto sustancias nocivas para la salud otormentos (artículos 315 y 316 del CPF).

5. Disfunción de la pena en el Código Penal

Las penas que se impondrán a quienes cometendelitos se determinan conforme al bien fundamentalque se lesiona. Por ende, se requiere ordenar jerár-quicamente los bienes que se tutelan en el CódigoPenal y conforme a su lesión señalar la pena a im-poner. Así, por ejemplo, si establecemos la relaciónjerárquica que existe entre la vida y el patrimonio,la primera es de mayor importancia frente al segun-do y por ende la pena a imponer para quien privade la vida es mucho mayor en comparación conquien roba.

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No obstante, al analizar los códigos penales denuestro país encontramos disfunciones en las pe-nas; por ejemplo, en el Código Penal para el Estadode México la pena prevista para el secuestro es de30 a 50 años de prisión (artículo 259) mientras quela pena para el homicidio simple es de 10 a 15 añosde prisión y de 20 a 50 años de prisión si el homi-cidio es calificado (artículo 242, fracciones I y II). Loanterior implica ya una disfunción sistemática delas penas que se puede agravar todavía más si sepretendiera sancionar al secuestro con la pena demuerte, debido a que se confirmaría que la libertadestá siendo considerada como un bien de mayor va-lía frente a la vida y esto es inadmisible.

V. ARGUMENTOS CRIMINOLÓGICOS

La pena de muerte no sólo se puede atacar desdeel punto de vista histórico y normativo sino tambiéndesde el punto de vista criminológico, pues en lospaíses que se aplica, se ha observado una clara ten-dencia discriminatoria y no ha servido para prevenirla comisión de delitos.

En efecto, en 1998, a nivel mundial, se aplicó lapena de muerte a 1,625 delincuentes de 37 países,de los cuales el 80% se ejecutaron en China, Esta-dos Unidos, Irán y la República Democrática del Con-go. Debido a nuestra ubicación geográfica el puntode referencia más próximo es el de los Estados Uni-dos de América. 26 La pregunta es: ¿cuál ha sido la

26 Lugar donde, por cierto, se inventó la silla eléctrica, quefue utilizada por primera vez el 6 de agosto de 1890 en la pri-sión de Sing-Sing en Nueva York. Reynoso Dávila, Roberto, op.cit., nota 15, p. 163.

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experiencia de la pena de muerte después de un si-glo de su aplicación en el vecino país del norte?

1. Discriminación

En los Estados Unidos de América, según los da-tos estadísticos, el mayor número de condenados apena de muerte se conforma por negros y latinos. Loanterior no significa que sólo sean esos grupos ra-ciales los que cometen los peores delitos, pues antecasos muy similares la probabilidad de la condenaa la pena de muerte es menor si el delincuente esblanco y mayor si es negro; entre estos dos se ubicael sujeto de origen latino.

El número de blancos y negros que son asesinadosen Estados Unidos es equiparable, y sin embargo el82 por ciento de los presos ejecutados desde 1977fueron declarados culpables del asesinato de unapersona blanca. Los negros representan sólo el 12por ciento de la población total del país, pero el 42 porciento de los condenados a muerte son de raza ne-gra. 27

Lo anterior da sustento a lo señalado por la Su-prema Corte de Justicia de los Estados Unidos enel caso Furman vs . Georgia:

La pena de muerte se abate sobre los pobres, los ig-norantes y los miembros subprivilegiados de la socie-dad... mientras la pena capital se utiliza sólo contralos desvalidos y miembros olvidados de la sociedadlos legisladores están contentos con mantener el sta-tu quo. Sólo en una sociedad libre puede la justicia

27 Cita Informe de Amnistía Internacional.

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triunfar en tiempos difíciles. Uno busca en vano ennuestras crónicas la ejecución de algún miembro delos estratos influyentes de nuestra sociedad pero és-tos nunca reciben condenas a muerte. 28

Así, en junio de 1999 “Brian Baldwin fue ejecu-tado en la silla eléctrica en Alabama, a pesar de que26 miembros del Comité Negro del Congreso enWashington D. C. solicitaron la suspensión de suejecución en vista de «la clara pauta de discrimina-ción racial existente en su caso»”. 29

Por otra parte, existen casos en los cuales el factorracial no es decisivo sino el aspecto económico. Elloquedó de manifiesto en el caso del jugador de fútbolamericano O. J. Simpson, quien a pesar de perte-necer a la raza negra, pudo evitar la pena de muertee incluso la condena a prisión gracias al costosogrupo de abogados que se ocuparon de su defensa.

Por todo lo anterior no es de extrañar que el re-lator especial de la ONU, en el informe de su visitaa Estados Unidos de América en 1997, concluyeraque “la raza, el origen étnico y la situación econó-mica parecen ser factores clave a la hora de deci-dir quién será condenado a muerte y quién no lo

30será”.Si todo lo anterior lo trasladamos a México po-

dríamos preguntarnos: ¿quiénes serían los condena-dos a muerte?, ¿quiénes cometen delitos graves oquiénes cometen delitos graves y son pobres? Paravolver a hacer memoria, durante el debate del Cons-tituyente de 1917, el diputado Del Castillo se refirió

28 http://www.forumbabel.net/babelt252.htm.29 Cita Informe de Amnistía Internacional.30 Idem .

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a la aplicación de la pena de muerte para el débily jamás para el magnate. 31

2. Falibilidad judicial

En los Estados Unidos de América existen diversoscasos documentados de sujetos que fueron conde-nados a la pena de muerte y después de su ejecu-ción aparecieron pruebas que demostraron su ino-cencia. Así, Michael Radelet, Hugo Adam Bedau yConstance E. Putnam informan que desde el año1900, en Estados Unidos 350 personas han sidoerróneamente acusadas de crímenes y luego conde-nadas a la pena de muerte (eventualmente variashan sido ejecutadas). De esas personas condenadasa muerte, 23 fueron ejecutadas, como lo indica elestudio A pesar de la inocencia (In Spite of Innocen-ce), publicado en 1992 por Northeastern University

32Press, en Boston.Desde 1973 hasta 1999, 84 condenados a la pena

de muerte han tenido mejor suerte y han salvado suvida gracias a la aparición de pruebas que demos-traban su inocencia. Por citar sólo un par de casos,en enero de 2001, el caso contra Peter Limone fueoficialmente sobreseído por el estado de Massachu-setts (33 años después de haber sido condenado),debido a que el principal testigo de la acusación, Jo-seph Barboza, admitió que había inventado granparte de su testimonio. Por otra parte, en octubrede 2000, Earl Washington fue indultado del delito

31 Cfr. Diario de los debates... , cit., nota 9, esp. p. 343.32 http://www.amnestyusa.org/spanish/abolicion/innocen

ce_es.html; también cfr. www.deathpenaltyinfo.org .

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de violación y asesinato gracias a la realización deuna prueba de ADN que demostró su inocencia. 33

En Illinois, trece condenados a la pena de muertepudieron evitar su ejecución gracias al sobresei-miento de sus juicios, lo cual motivó al gobernadorGeorge Ryan a declarar una moratoria sobre las eje-cuciones en ese estado y dijo: “Mientras sea gober-nador, no habrá más ejecuciones. No puedo pensar

34en la posibilidad de ejecutar a un inocente”.Dadas las consecuencias irreparables del daño, la

ejecución de inocentes presumiblemente culpablesconstituye el peor de los errores judiciales y no seríaextraño que dichos errores se cometieran en nuestropaís y ya no valdría la frase ¡usted perdone! ante elcadáver del que fue condenado a morir injustamente.

3. Costo

Generalmente se piensa que la pena de muertesólo cuesta el valor de los cartuchos disparadospara fusilar o de la sustancia mortal empleada enla inyección o del voltaje utilizado para activar la si-lla eléctrica. Sin embargo, la pena de muerte requiereun largo y costoso procedimiento judicial cuya fina-lidad es evitar que sujetos inocentes sean ejecuta-dos, a lo cual se deben sumar los elevados costos

33 Cita Informe de Amnistía Internacional y www.deathpe-naltyinfo.org. Para el análisis de más casos, cfr. Jäger, Chris-tian, “La pena de muerte en el sistema de los fines de la pena”,Problemas fundamentales de política criminal y derecho penal,México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2002,esp. pp. 80 y 81.

34 http://www.amnestyusa.org/spanish/abolicion/innocence_es.html.

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de las prisiones en que deben ser recluidos los con-de- nados a la pena capital.

En Estados Unidos de América se ha tenido quecrear una instancia judicial especial en la que seventilan exclusivamente casos de pena de muerte.De esta guisa, a las tres instancias a nivel estataly las tres a nivel federal se suma una cuarta con-formada por funcionarios judiciales altamente espe-cializados cuyos salarios son muy elevados.

En Carolina del Norte la ejecución de cada con-denado a la pena de muerte cuesta aproximadamen-te 2 millones 160 mil dólares, mientras que en elestado de Texas la cantidad asciende a 2 millones300 mil dólares y en Florida llega a estimarse en 3millones 200 mil dólares por cada ejecución. Encambio, quien es condenado a cadena perpetua sólorepresenta una erogación estimada entre 500 mil y750 mil dólares. 35 En otras palabras, ¡la imposiciónde la pena de muerte cuesta cuatro y hasta seis ve-ces más que mantener al delincuente recluido depor vida en prisión!

4. Eficacia

Las estadísticas de algunos países en los que seha adoptado la pena de muerte muestran que losdelitos sancionados con dicha pena se han incre-mentado; es decir, la previsión de la pena de muerteen las leyes penales no ha conseguido disuadir aldelincuente y disminuir la comisión de delitos; porel contrario, el efecto ha sido el incremento de esosdelitos, es como si la pena de muerte fuera un ali-

35 Cfr. Jäger, Christian, op. cit., nota 33, esp. pp. 82 y 83;http://www.deathpenaltyinfo.org .

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36ciente para el delincuente. En este sentido, enNueva York “entre 1903 y 1963 después de cada eje-cución hubo un aumento de dos asesinatos pormes” 37 y en 1962 los Países Bajos señalaron que “lapena de muerte quedó abolida en 1879, y las esta-dísticas posteriores a ese año comprueban que loscrímenes por los cuales fue aplicada antes de esa fe-

38cha no han aumentado”.En nuestro país, el incremento de las penas pri-

vativas de libertad no ha conseguido disminuir lacomisión de delitos. Así, el delito de secuestro pre-visto en el artículo 366 del Código Penal Federal sesancionaba con pena de 6 a 40 años de prisión, loscuales se incrementaron de 10 a 40 años con la re-

31forma de 1996, y desde 1999 se sanciona con penade 15 a 40 años, 40 sanción que se ha mantenido enel artículo 164 del nuevo Código Penal del DistritoFederal. Asimismo, en el Código Penal del Estado deMéxico el secuestro se sancionaba con pena de 10a 40 años y después de las reformas del 3 de sep-tiembre de 1999 la pena prevista en el artículo 259para dicho delito es de 30 a 50 años de prisión. Pesea todo este incremento indiscriminado de penas, deacuerdo con el diagnóstico de Anavis 41 y con el pro-porcionado por la Coparmex en enero de 2003, tan-

36 En este sentido, cfr. el estudio realizado por Islas de Gon-zález Mariscal en el presente libro, apartado II, B, a.

37 Jäger, Christian, op. cit., nota 33, p. 78.38 Cita en Barreda Solórzano, Luis de la, “Sin razón de la

pena de muerte”, Revista de Derechos Humanos, cit., nota 2,p. 182.

39 Diario Oficial de la Federación, 13 de mayo de 1996.40 Ibidem, 17 de mayo de 1999.41 Jiménez Ornelas, René e Islas de González Mariscal, Olga,

El secuestro, problemas sociales y jurídicos , México, UNAM, Ins-tituto de Investigaciones Jurídicas, 2002, p. 39.

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to el Distrito Federal como el Estado de México 42 sonlos estados de la República en que se cometen la ma-yoría de los secuestros y no han disminuido. 43

La razón por la cual el incremento de la pena notiene como resultado la menor comisión de deli-tos, se encuentra en la expectativa del delincuente,quien parte de la idea de que no será detenido nisancionado; en otras palabras, la gran impunidadque existe en nuestro país es una de las causas másimportantes del incremento de la criminalidad. Loque anima al delincuente a continuar con su acti-vidad no radica en la cantidad de años de prisiónprevista en la ley sino en su falta de aplicación. ¿Porqué se piensa entonces que agravando el castigo deprisión a muerte se podrá reducir la comisión de de-litos?

El camino para resolver el problema de la crimi-nalidad radica en erradicar la impunidad y no endisponer en las leyes castigos más severos. En estesentido, en 1993 el titular de la Comisión Nacionalde Derechos Humanos, Jorge Madrazo Cuéllar, re-chazó la pena de muerte como medio para combatira la criminalidad y consideró como medios más ade-cuados abatir la impunidad, el reforzamiento de laseguridad pública y mecanismos adecuados para

44conseguir la readaptación de delincuentes.

42 El 53% de los secuestros acaecidos en la república mexi-cana se han verificado en el Distrito Federal y el 16.9% en elEstado de México.

43 http://mx.news.yahoo.com/030122/7/u25d.html.44 Cfr. Madrazo Cuéllar, Jorge, “Historia de la pena de muer-

te, otro capítulo más”, Revista de Derechos Humanos , cit., nota2, p. 176.

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CONTRA LA PENA DE MUERTE 91

VI. CONCLUSIÓN

Todo lo anterior pone en evidencia que la pena demuerte debe derogarse de la Constitución debido aque contraviene los designios del Constituyente de1917 y los tratados internacionales suscritos y ra-tificados por nuestro país. Además, la pena demuerte es contraria a los derechos humanos portratarse de una sanción injusta y cruel que contra-viene los principios de protección a la vida que debeinculcar el Estado en sus ciudadanos y convierte alEstado que lo práctica en un asesino. Por si no fue-ra ya suficiente, la pena capital reafirma la discri-minación, puede constituir el peor error judicialcuando se condena a inocentes, es más costosa quela cadena perpetua y, sobre todo, es ineficaz paradisminuir la comisión de delitos.

La solución al incremento de la criminalidad enMéxico se encuentra en la adopción de medidas depolítica criminal, a saber:

1) La adopción de medidas económicas tendentesa la creación de más empleos y el mejoramiento delnivel económico de la población en general.

2) Una adecuada política de los medios de comu-nicación masiva, sustentada en el desarrollo perso-nal y el rechazo a la violencia.

3) Un programa de educación integral dirigido ala familia y la sociedad en el cual se fomente la cul-tura de la convivencia en paz y armonía, guiada porel respeto.

4) Medidas de policía encaminadas hacia una me-jor capacitación, mayor equipamiento y el goce deuna remuneración justa.

Éstas son sólo algunas de las medidas que nosllevarán a la solución real del problema, su implan-

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92 ENRIQUE DÍAZ-ARANDA

tación llevará mucho tiempo y los resultados no sepodrán observar de inmediato. Por ello es indispen-sable la adopción de una postura comprometida delos políticos y funcionarios de nuestro país que serefleje en la toma de decisiones encaminadas haciala solución real del problema y no a la simple bús-queda de votos para ganar un puesto público. Éstees el reclamo justo del pueblo que delegó su sobe-ranía en favor del Estado para poder vivir en paz yhacer realidad el pacto social.

VII. B IBLIOGRAFÍA

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Direcciones Electrónicas

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94 ENRIQUE DIAZ-ARANDA

http://www.el-universal.com.mx/pls/impreso/noticia. html?id_nota=48447&tabla= Estados

http://www.el-universal.com.mx/pls/impreso/noticia.html?id_nota= 121470&tabla=notas

http://mx.news.yahoo.com/030217/26/wbw1.htmlhttp://mx.news.yahoo.com/030217/26/wbw1.htmlhttp://mx.news.yahoo.com/030207/7/vd2c.htmlhttp://www.amnestyusa.org/spanish/abolicion/in

nocence_es.htmlhttp://www.forumbabel.net/babelt252.htmhttp://www.inegi.gob.mx/estadistica/espanol/soci

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ANEXOS

Exposición de motivos del Código Penal de1871 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97

Debates del Constituyente de 1917 en torno ala pena de muerte . . . . . . . . . . . . . . 111

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ANEXOS

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EXPOSICIÓN DE MOTIVOSDEL CÓDIGO PENAL DE 1871 *

Cuando estén ya en práctica todas las prevencionesque tienen por objeto la corrección moral de los cri-minales; cuando por su trabajo honesto en la pri-sión puedan salir de ella instruidos en algún arte uoficio y con un fondo bastante a proporcionarse des-pués los recursos necesarios para subsistir; cuandoen las prisiones se los instruya en su religión, en lamoral y en las primeras letras; y, por último, cuan-do nuestras cárceles se conviertan en verdaderaspenitenciarías de donde los presos no puedan fugar-se, entonces podrá abolirse sin peligro la pena ca-pital. Hacerlo antes sería, a mi juicio, comprometerla seguridad pública, y tal vez reducir a nuestra so-ciedad al extremo peligroso de hacerse justicia porsí misma, adoptando la bárbara ley de Lynch.

No piensan así los demás miembros de la comi-sión, quienes decididamente están por la inmediataabolición de dicha pena. Así es que no figuraría en

* La exposición de motivos fue firmada por el presidente dela Comisión, Antonio Martínez de Castro, el 15 de marzo de 1871,y la dirigió al “ciudadano ministro de Justicia”. Según anotaMartínez de Castro en los debates sobre las penas, al tratar lapena de prisión y la pena de muerte, se hizo hincapié en la si-tuación inadecuada en que se encontraban las prisiones, por locual en la exposición de motivos se determinó lo que en estedocumento se transcribe.

Estos textos se extrajeron de Leyes penales mexicanas , Mé-xico, Instituto Nacional de Ciencias Penales, 1979, pp. 341-346.

97

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98 EXPOSICIÓN DE MOTIVOS DEL CP DE 1871

nuestro proyecto, por ser yo el único que ha soste-nido ser necesario conservarla todavía, a no habermanifestado el Supremo Gobierno, por conducto deese Ministerio, que adoptaba mi opinión, la cual nodifiere substancialmente de la de mis dignos compa-ñeros. Como ellos, veo con horror el derramamientode sangre humana, y anhelo como ellos vivamenteque desaparezcan de entre nosotros esos supliciossangrientos; pero a mi juicio, no ha llegado ese sus-pirado día, y todo lo que podemos hacer es trabajarempeñosamente, hasta hacer innecesaria la penacapital. Manifestaré los fundamentos de mi opinión.

Los enemigos de ella la tachan de ilegítima, de in-justa, de que no es ejemplar, de indivisible e irre-vocable, y por último, de innecesaria. Y a la verdadque si tales tachas fueran ciertas, habría que con-fesar desde luego que no debía durar un día másesa terrible pena; pero semejantes objeciones estánmuy distantes de la realidad, y hay en ellas no pocode alucinación.

La de ilegitimidad, que es la más débil de todas,se funda en que no pudiendo los particulares dis-poner de sus propias vidas, tampoco puede hacerlola sociedad, porque ésta no tiene ni puede tenermás facultades que las que le delegan los asociadosal constituirla.

Como se ve, esa teoría da por supuesto el contratosocial de Rousseau, que si en un tiempo estuvo enboga, hoy es tenido como una quimera, como unsueño, como una fábula. Ya no se busca el origende la sociedad en un convenio de los asociados, sinoen la naturaleza misma: el estado social es una nece-sidad moral del hombre, es un deber que se le ha im-puesto para su propia felicidad; porque es tan inhe-

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EXPOSICIÓN DE MOTIVOS DEL CP DE 1871 99

rente a su naturaleza el ser sociable, como el ser li-bre, sensible e inteligente.

Destruida, como está por su base, la doctrina dela ilegitimidad de la pena de muerte, doctrina quehoy está casi abandonada, preciso es buscar en otrafuente el derecho de la sociedad para castigar a losdelincuentes; y no se encontrará otro que el derechoque ella tiene para procurar su propia conservacióny la de los asociados, empleando para ello todos losmedios que sean necesarios dentro de los límites delo justo. Uno de esos medios es la pena, puesto queno hay otro para hacer efectiva la justicia social,que es un deber; o en otros términos: el derecho decastigar se deriva de la justicia y de la utilidad uni-das. Así es que la verdadera dificultad que hay queresolver está reducida a averiguar si su imposiciónes necesaria todavía, una vez que no se pueda yaponer en duda que hay derecho de aplicarla. Peroantes de entrar a este terreno, examinemos las de-más objeciones, por ser de más breve solución.

Una de ellas es la de que la pena de muerte es in-divisible, y en este punto me hallo enteramente con-forme con los abolicionistas; mas no lo estoy en laconsecuencia que deducen. Ellos infieren que enningún caso debe imponerse el último suplicio; y yodeduzco que no debe prodigarse, como antes se pro-digaba, aplicándolo a toda clase de delitos. Esto sísería una gran injusticia; porque destruiría entera-mente la proporción que debe haber entre la culpay el castigo, valiéndose de un medio de represiónque, siendo verdaderamente extremo, no debe em-plearse sino contra delitos de suma gravedad. Mas¿qué desproporción habrá en aplicar la última penaal autor de algunos delitos que menciona el artículo23 de la Constitución Federal? ¿Quién podrá decir

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que hay injusticia en privar de la vida al que come-tió un asesinato ejecutado con la más refinadacrueldad, con notoria premeditación, alevosía y ven-taja? La indivisibilidad de la pena nada importa enel presente caso, porque no se hace más que apli-car el mayor de los castigos a uno de los delitos queocupan el lugar más alto en la escala del crimen.

Alguna más fuerza hace la calidad que la pena ca-pital tiene de ser irrevocable. Pero además de queesa circunstancia es hoy inherente a toda pena, porestar prohibida la revisión de los procesos en el ar-tículo 24 de la Constitución, yo no alcanzo que hayainconveniente en decapitar a un reo cuando haya cer-tidumbre de que él cometió el delito de que se leacusa. El peligro estaría en condenarlo a muerte enel caso contrario; y lo que de ahí se infiere es, úni-camente, que debe obrarse con mucha mesura, congran circunspección, en la averiguación de los deli-tos y de los delincuentes; que no debe condenarsea nadie a sufrir esa pena terrible, sino empleandoen el proceso todas las formas tutelares que son lagarantía de la inocencia; y por último, que no debeperdonarse medio, esfuerzo ni gasto alguno, paraapresurar el día en que se pueda abolir para siem-pre la pena capital.

Objétase también que por no ser ejemplar es inú-til, y en prueba de ello se alega que, a pesar de suaplicación, se continúan cometiendo los mismos crí-menes. Pero si esa razón probara algo, serviría tam-bién para proscribir todas las otras penas, pues apesar de ellas siempre ha habido, hay y habrá de-lincuentes, mientras no se cambie el corazón huma-no. Lo posible, y lo que el legislador debe únicamen-te procurar, es que las penas sirvan de escarmiento,si no a todos los habitantes, sí al menos a un gran

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número de ellos, y este efecto lo produce la pena demuerte en más alto grado que otra alguna, como lodemuestran los criminalistas con multitud de casosy razones de gran peso.

¿Pero qué mejor prueba puede darse que lo acae-cido en México en 1861 a la entrada del ejército li-beral, y lo que vimos al ocupar con sus tropas estacapital el General Díaz, en junio de 1867? En la pri-mera de estas dos épocas bastó ejecutar una mediadocena de criminales, para que la seguridad, queestaba gravemente amenazada, se restableciera deltodo, no obstante que en pos del ejército vinieronbandas enteras de foragidos, alentando la esperanza deentregarse impunemente a todo género de crímenes.

Más felices fuimos el año de 1867, pues sin ne-cesidad de hacer ni un solo ejemplar, disfrutamosde una seguridad mayor que nunca, a pesar de queel pueblo estaba hambriento y en la mayor miseria,por el largo asedio que acabábamos de pasar. Y ¿áqué debimos tanta fortuna? Al bando que se publicóantes de la entrada del ejército, amenazando con elúltimo suplicio a los delincuentes, y a que éstos sepersuadieron de que serían pronta e irremisible-mente ejecutados, si cometían alguno de los delitosa que el bando se contraía. Se ve, pues, que la penade muerte tiene la mayor eficacia cuando su aplica-ción es indefectible y pronta, y esto explica por quéotras veces no ha dado los mismos resultados. ¿Yno hemos palpado también los buenos efectos de laley de plagiarios? ¿No está muy disminuida esa pla-ga; no obstante que los recursos de amparo han im-pedido a veces el castigo de algunos, y que esto haceconcebir a los otros la esperanza de salvarse, auncuando sean aprehendidos y condenados?

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Si la pérdida de la vida, que es el mayor de todoslos bienes, no intimida a los criminales, y no sécomo podrán explicarse los inauditos esfuerzos quetodos los condenados a muerte hacen por conser-varla, ya embrollando sus procesos, ya implorandoindulto, ya pidiendo amparo, y ya, en fin, suplican-do encarecidamente que se les condene a prisión oa presidio. ¿Será porque la pena de muerte no lesparezca bastante castigo de su delito y prefieran quese les aplique la de prisión como más grave?

Desvanecida la objeción de que la pena capital noes ejemplar, veamos si es innecesaria, como dicenlos enemigos de ella. El fundamento único de estaaseveración se reduce a que, por medio de otras pe-nas, se puede conseguir no sólo la intimidación,sino lo que es más, la corrección y enmienda de losdelincuentes, que no se logra decapitándolos. Si talcosa fuera posible en las actuales circunstancias,sería yo el primero en pedir la inmediata aboliciónde la pena de muerte; pero me parece que se enga-ñan los que tal dicen, y que, ofuscado su entendi-miento por la vehemencia de sus filantrópicos de-seos, no ven la realidad.

Tal vez por eso arguyen dando por supuesto lomismo que debían probar. En efecto, ¿cuál es esapena ejemplar, correccional y reparadora que pien-san sustituir a la de muerte? ¿Será la de presidio?Esta pena no tiene ni podrá nunca tener todas esascalidades, porque, sobre ser esencialmente desmo-ralizadora, no hay hoy seguridad de que se hagaefectiva. ¿Será la de prisión? Tampoco, y es fácil de-mostrarlo con los mismos principios que proclamanlos abolicionistas.

La intimidación, dicen, y dicen bien, más que dela severidad de las penas, depende de que ellas sean

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inevitables, de que se apliquen sin demora y cuandoaún está viva en los ánimos la impresión que causael delito; pero si se deja pasar ese tiempo y se per-suaden los malvados de que pueden delinquir sinque sus crímenes se averigüen, o de que, compro-bados que sean, pueden con la fuga o de otro mododejar burlada la ley, no podrá ésta infundirles ni elmás mínimo temor. Pues bien: ¿no leemos todos losdías en los periódicos, partes oficiales de continuasevasiones de presos? ¿No es preciso que las haya,estando las cárceles mal guardadas, y no bastandocustodia alguna para impedir que los cabecillas deasonadas saquen de las prisiones a cuantos en ellasse encuentran? Pues si esto es innegable, no sécómo puede haber quien se alucine hasta el gradode creer que los famosos delincuentes se detenganen la pendiente del crimen con el amago de unapena de que podrán librarse fácilmente.

Pero si no es posible la intimidación, por el fatalestado de nuestras cárceles y nuestros presidios, loes menos todavía conseguir en ellas la enmienda delos condenados. Para demostrarlo sería muy fácilañadir a lo ya expuesto nuevas y poderosas razones;pero las omito por no cansar la atención de Ud., ypor parecerme bastantes las que expuse antes, alhablar de los inconvenientes de la comunicación delos presos entre sí.

A pesar de esas observaciones, hay todavía quieninsista en sostener que debe abolirse desde luego lapena capital, alegando que la Constitución no exigeque haya verdaderas penitenciarías, sino simple-mente que se establezca el régimen penitenciario; ycreen que eso puede conseguirse respecto de los quedebieran ser condenados a muerte, si se los pone enprisión solitaria, y privados de toda comunicación,

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como puede hacerse ya, por haber unas cuantaspiezas en la cárcel de Belén adecuadas a ese objeto.Pero no basta, ciertamente, porque, como dice Or-tolan: “Mucho se engañaría el que creyese que contener el edificio material; que con la prisión celularde noche y trabajo en común, guardando silencio,o con la prisión solitaria de día y noche, todo seconsigue, y que se obtiene con cualquiera de estasdos fórmulas el régimen penitenciario; por el contra-rio, podría suceder que resultara la base de una delas más abominables penas de prisión. En efecto:esas fórmulas no se dirigen sino a uno sólo de lospuntos que debe abrazar ese régimen, la comunica-ción; y ya sabemos que hay otros muchos que re-glamentar, ya sea en cuanto al tratamiento físico, yaen cuanto al tratamiento moral y ya en lo concer-niente a las medidas de transición”, es decir, a lasque tienen por objeto preparar a los reos para quepuedan pasar de la prisión a la sociedad, sin peligrode una recaída.

Nada de esto se logra con tener algunos aposen-tos separados en una mala cárcel, ni con poner aunos cuantos reos en prisión solitaria. Hacerlo asísería, además, una crueldad suma, porque encerrara un hombre en un calabozo, sin proporcionarle ins-trucción ni ocupación alguna, es condenarle a la so-ledad más espantosa, es entregarle a la desespera-ción y acaso a la demencia.

Ninguna fuerza tiene contra lo expuesto hastaaquí, el hecho de que en algunas naciones esté yaproscrita la pena capital: en primer lugar, porque noha pasado el tiempo suficiente para poder decir, contoda seguridad, que esta medida ha producido losbuenos resultados que de ella se prometían; puesvarias de esas mismas naciones han dado otras ve-

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ces ese paso en la vía del progreso, y han tenido queretroceder a poco tiempo, forzadas por la necesidad.Así ha sucedido con la Toscana y la Alemania, si da-mos crédito a lo que dicen Bonneville y Simonet. Ensegundo lugar, porque si la medida de que se tratatal vez no presente graves inconvenientes en nacio-nes antiguas, de pequeño territorio, bien pobladas,con buenas prisiones, y que han gozado de una lar-ga paz; sí puede ser muy peligrosa en una nacióncomo la nuestra, despoblada, montuosa, con pési-mas cárceles, con una policía todavía imperfecta,que ha estado en guerra continua por espacio de se-senta años, con su industria y comercio abatidos, yen momentos en que comienza a restablecerse la se-guridad. Yo creo que en vista de estas circunstan-cias no se atreverían a abolir en México la pena demuerte, ni los mismos legisladores que han creídopoder hacerlo sin peligro en sus propias naciones,porque no siendo absoluta la necesidad de conser-var esa grave pena, sino relativa el estado, costum-bres e instituciones de cada país, es inconcuso que,aun cuando en algunos pudiera proscribirse sinriesgo, será en otros preciso conservarla provisional-mente como una áncora de salvación.

En este último caso se halla nuestra patria; y pormás que tratemos de hacernos ilusiones, es necesa-rio confesar que se comprometerían altamente la se-guridad pública y privada, si la pena de muerte seaboliera del todo, sin tener establecido para substi-tuirla el sistema penitenciario, que es el único, sinduda, con que pueden alcanzarse los dos grandes fi-nes de las penas: el ejemplo y la corrección moral.Pero también es preciso convenir en que sería unainiquidad dejar vigente dicha pena, y no hacer des-

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de luego los mayores esfuerzos para lograr cuantoantes que sea innecesaria su aplicación.

Cuando no se emplea medio alguno para la co-rrección moral de los condenados; cuando sólo seprocura la intimidación por medio de la severidaden el castigo, y éste se llega a ejecutar, en vez deenmendarse el que lo sufre, sólo respira odio y ren-cor contra los que lo condenaron. Si, por el contra-rio, la pena no llega a hacerse efectiva y logra bur-larla, entonces no concibe más que desprecio a laley y a sus ejecutores. Pero ¿cómo no han de ins-pirarle respeto aquéllas y éstos, cuando vea que sele castiga sin saña, y que no se trata de satisfaceruna venganza, sino de hacerle el bien, de proporcio-narle recursos de que subsistir, de instruirlo, demoralizarlo y de volverlo a esa misma sociedad quelo había arrojado de su seno? ¿No verá en esto latierna solicitud de un padre? ¿No se resignará en-tonces a sufrir sumiso la pena, como una conse-cuencia justa de su delito? ¿No procurará corres-ponder a estos afanes y hacerse acreedor, con subuena conducta, a que se modere el castigo que sele había impuesto?

He ahí las principales razones en que descansami opinión, que bien puede resumirse en estas bre-ves palabras de Carlos Lucas, autor laureado y unode los más distinguidos escritores sobre el sistemapenitenciario:

“Sea cual fuere el talento de los hombres ilustra-dos que defienden la subsistencia de la pena demuerte, no podrán luchar largo tiempo contra lairresistible fuerza de la civilización cristiana, quedebe borrar de nuestros Códigos criminales esa úl-tima huella del Talión. La causa de la abolición dela pena de muerte está ganada ya para lo futuro, si

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EXPOSICIÓN DE MOTIVOS DEL CP DE 1871 107

apoyándose en el progreso de la razón pública, enla dulcificación de las costumbres y en el desarrollode la reforma penitenciaria, se libra de la temeridad delos impacientes”.

Poner los medios para lograr este noble fin es loque, a mi juicio, aconseja la prudencia; lo que meparece más conforme a lo prescrito en el ya citadoartículo 23 de la Constitución Federal, y lo que yohe procurado al proponer los artículos adoptadospor la comisión, que se refieren a la reclusión y pri-sión, a la instrucción que debe darse a los reos, asu fondo de reserva, a la retención por su mala con-ducta, a su libertad preparatoria, y, en suma, todaslas prescripciones del proyecto que tienden a la co-rrección y enmienda de los condenados.

Mientras no pueda abolirse sin peligro la pena ca-pital, lo único que puede hacerse es ir reduciendogradualmente a menor número los casos en que seaplique, como aconsejan los criminalistas moder-nos; y para demostrar que así lo ha hecho la comi-sión, creo bastante hacer una comparación de loscasos que en el proyecto tienen señalada la pena demuerte, con los casos en que, con arreglo a la le-gislación vigente debe aplicarse.

Conforme a la ley de 6 de Diciembre de 1856, seimpone a los capitanes de buques que se dedican ala piratería o al comercio de esclavos; y en el pro-yecto sólo se aplica en el primer caso y no en el se-gundo, por no estar comprendido en el artículo 23de la Constitución.

En la citada ley se castiga el delito de traición im-poniendo la pena capital:

1o. A todos los que invadan a mano armada el te-rritorio de la República, sean extranjeros o mexica-

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108 EXPOSICIÓN DE MOTIVOS DEL CP DE 1871

nos; y en el proyecto sólo se impone a los segundos,porque sólo ellos cometen el delito de traición.

2o. A todo mexicano que sirva en las tropas ene-migas; y en el proyecto sólo se impone esa pena alos que sirvan como generales, en tropas regulares,o como jefes de banda en tropas irregulares.

3o. También se impone el último suplicio por elsimple atentado contra la vida de los ministros ex-tranjeros, del Presidente de la República, de sus Mi-nistros o de cualquiera de los representantes de laNación; por la rebelión contra las instituciones po-líticas; por la sedición para que se dicte, omita, re-voque o altere alguna providencia de la autoridad;a los militares, de capitán arriba, que se pasen alenemigo, y a los militares o paisanos que, despuésde haber hecho armas contra el Supremo Gobierno,reincidan en el mismo delito; y la comisión no se-ñala la pena de muerte en ninguno de esos casos.

En cuanto al robo, se aplica hoy la pena capitala todo cabecilla o jefe de salteadores, aun cuandoel delito se cometa en poblado y sin ninguna cir-cunstancia agravante; pero la comisión no lo haceasí, y consulta que se imponga la pena de prisión.

Tampoco se aplica dicha pena en el proyecto a losplagiarios, sino en raros casos; ni al homicidio pre-meditado que se ejecute en riña, sin ventaja ni ale-vosía; y todo lo contrario está dispuesto en las leyesactuales.

Pues si a esto se agrega que la comisión consultael derecho limitado de conceder indulto de la penacapital, y que en ningún caso se imponga a los ma-yores de setenta años, a los menores de dieciocho,a los que tengan alguna circunstancia atenuante decuarta clase, o varias que tengan el valor de aquella,ni cuando hayan pasado cinco años después de co-

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EXPOSICIÓN DE MOTIVOS DEL CP DE 1871 109

metido un delito por el cual debiera imponerse, na-die podrá negar que hemos restringido muchísimola aplicación de dicha pena y dado un paso de pro-greso en este punto.

Por lo que hace a la reforma de las prisiones, la co-misión no puede hacer otra cosa que indicar la ur-gente necesidad que hay de ella; pero el SupremoGobierno, cuya ilustración no puede desconocer laalta importancia de esa mejora, se apresurará sinduda a formalizar la iniciativa conveniente para elestablecimiento de una penitenciaría digna de la ca-pital de la República...

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DEBATES DEL CONSTITUYENTE DE 1917EN TORNO A LA PENA DE MUERTE *

En el artículo que estudiamos [22, párrafo 2o.] seconserva la pena de muerte en los mismos casosque expresa la Constitución de 1857, extendiéndolatambién al violador. Ciertamente, el delito de viola-ción puede dejar a la víctima en situación moral detal manera miserable y lastimosa, que hubiera pre-ferido la muerte; el daño causado por ese delito pue-de ser tan grande, como el producido por un homi-cidio calificado, lo cual justifica la aplicación deigual pena en ambos casos.

El C. Diputado Gaspar Bolaños V. pretende la abo-lición de la pena de muerte, salvo el caso de traicióna la patria, fundando su iniciativa, sintéticamente,en las mismas razones que han venido sosteniendolos abolicionistas de la pena capital; ésta constituyeuna violación al derecho natural: su aplicación escontraria a la teoría que no autoriza las penas sinocomo medio de conseguir la corrección moral del de-lincuente; es inútil la pena de muerte, porque no esverdad que tenga la ejemplaridad que se ha preten-dido; quien menos sufre con la aplicación de esapena, es el propio delincuente; a quien afecta prin-cipalmente es a su familia; y, por tanto, es injusta

* Sostenidos por el Constituyente de Querétaro en su 39a.sesión ordinaria, celebrada en el Teatro Iturbide el viernes 12de enero de 1917.

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112 DEBATES DEL CONSTITUYENTE DE 1917

aquélla, porque castiga con rigor implacable a quienno tiene culpa; la irrevocabilidad de tal pena no dejalugar a la enmienda de errores judiciales; en el es-tado actual de la ciencia, no puede asegurarse si uninfractor de la ley es un criminal o un enfermo; pormedio de la pena de muerte se confunden los dos ca-sos de una manera irreflexiva e injusta. La delin-cuencia entre nosotros es fruto de la ignorancia;mientras la sociedad no haya cumplido con su deberde extirpar ésta, no tiene el derecho de aplicar lapena de muerte, supuesto que los delitos a que ellase aplica son el fruto de la omisión de la misma so-ciedad. Por último, está cumplida la condición bajola cual los constituyentes de 1857 ofrecieron al pue-blo la abolición de la pena capital; ya se ha estable-cido el régimen penitenciario; no debe demorarsemás el cumplimiento de esta solemne promesa.

...Por tanto, proponemos a esta honorable Asamblea

se sirva aprobar textualmente el artículo de que setrata, que es el siguiente:

“Artículo 22. Quedan prohibidas las penas de mu-tilación y de infamia, la marca, los azotes, los palos,el tormento de cualquier especie, la multa excesiva,la confiscación de bienes y cualesquiera otras penasinusitadas y trascendentales.

“No se considerará como confiscación de bienes,la aplicación total o parcial de los bienes de unapersona hecha por la autoridad judicial para el pagode la responsabilidad civil resultante de la comisión deun delito, o para el pago de impuestos o multas.

“Queda también prohibida la pena de muerte pordelitos políticos, y en cuanto a los demás, sólo po-drá imponerse al traidor a la patria en guerra ex-tranjera, al parricida, al homicida con alevosía, pre-

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meditación o ventaja, al incendiario, al plagiario, alsalteador de caminos, al pirata, al violador y a losreos de delitos graves del orden militar.”

Sala de Comisiones.— Querétaro de Arteaga, enero 6de 1917.— Francisco J. Múgica.— Alberto Román.—L. G. Monzón.— Enrique Recio.— Enrique Colunga.

...El C. Cravioto: Con fundamento en el artículo 106

del Reglamento, pido la palabra antes de que co-mience el debate, para hacer una interpelación. ElReglamento, en su artículo 106, dice lo siguiente:

“Siempre que al principio de la discusión lo pidaalgún individuo de la Cámara, la Comisión dictami-nadora deberá explicar los fundamentos de su dic-tamen y aun leer constancias del expediente si fuesenecesario; acto continuo, seguirá el debate.”

Este artículo, señores diputados, tiene por objetoevitar discusiones inútiles; por consiguiente, aho-rrar tiempo. Por lo tanto, yo me permito hacer unaserie de interpelaciones a la Comisión, que esperose servirá contestarme de una manera categórica yprecisa. El proyecto del artículo, tal como lo presen-ta la Comisión, tiene como novedad incorporar alviolador en la carne patibularia, y al violador, asícomo suena sin adjetivos, sin limitaciones, sin cir-cunstancias determinadas, de tal manera y a no serpor un ligero fundamento que hay en la exposiciónde motivos, se podría extender la pena de muertehasta al violador del secreto de Estado, hasta al vio-lador de correspondencia; indudablemente que nose trata de esta clase de violadores, sino del violadorde vírgenes. El violador es el individuo que ejerceviolencia carnal sobre una mujer, y en eso, señoresdiputados, hay una seria intención de malicia. To-dos ustedes comprenden que no es lo mismo este

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delito cuando se comete en la persona de una niñade 15 años, que cuando se comete en una joven nú-bil de 18 o cuando se comete en una jamona de 40años, viuda y alegre. Yo pregunto si está en la ínti-ma convicción de la Comisión, si está en el ánimode la Comisión pedir la pena capital para toda estaserie de violaciones. Hay además otra serie de gra-dos que dependen de los medios empleados; las vio-laciones se cometen por violencia física brutal, em-pleando la fuerza; también por el uso de narcóticos,de bebidas embriagantes, de sugestión lenta por pro-promesas de coacción moral, etcétera; todo esto vacaracterizando peculiarmente el delito, haciéndolomás o menos grave. El proyecto dice simplemente:al violador, y en este concepto tendrán que ser fu-silados todos los violadores. Hay otra consideración.Yo pregunto: ¿La Comisión ignora acaso que ennuestras costumbres arraigadas todos nuestros jó-venes, casi en su totalidad, tienen su iniciación pa-sional por medio de comercios violentos con lascriadas y las cocineras? (Risas y aplausos.) ¿Hapensado la Comisión en el chantaje abominable aque va a dar lugar ese artículo si se aprueba? Yoquiero que me digan también en qué estadística for-midable se han basado para incorporar al violadorentre los señalados para el patíbulo. ¿Estamos aca-so amenazados de una epidemia de satiriasis? (Ri-sas.) ¿Temen los señores de la Comisión que estéencima de nosotros, apremiante e indefinido, elRapto de las Sabinas? ¿Será que Priapo está actual-mente a las puertas de la República, cabalgando so-bre el caballo de Atila? Por último, señores diputa-dos, quiero que me diga la Comisión, ya que nomenciona ni edad ni sexo en el artículo del proyecto,si en el espíritu de la Comisión, ya que no es el dic-

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tamen, caben para aplicárseles la pena de muertelas mujeres y los niños. Si la Comisión no respondecategóricamente estas preguntas, saldrá sobrandola discusión, y la Asamblea en masa, en una acla-mación de protesta, echaría abajo la barbarie de esedictamen en honor de nuestros fueros de civiliza-dos. (Aplausos.)

El C. Pastrana Jaimes: Pido la palabra para unainterpelación que se relaciona con el doctor Romány sería bueno que la contestara.

El C. presidente: Tiene usted la palabra.El C. Pastrana Jaimes: En algunas sesiones se ha

citado aquí que todos los delincuentes son enfer-mos. Esto lo enseña la ciencia penal, ha sido un ar-gumento en manos de abogados; pero en la Comi-sión figura el señor doctor Román, a quien creobastante competente en criminología y deseo pre-guntarle si ha puesto en antecedentes a la Comisiónacerca de los medios que se conocen para corregira los delincuentes.

El C. Lizardi: únicamente para una pequeña in-terpelación a la Presidencia.

El C. presidente: Diga usted.El C. Lizardi: ¿Se servirá decirnos si el señor Cra-

vioto hizo uso de la palabra para una interpelacióna la Comisión o para alusiones personales? (Siseos.Risas.)

El C. presidente: Tiene la palabra la Comisión.El C. Román, miembro de la Comisión: Como a to-

dos ustedes les consta, el artículo que está a discu-sión y respecto al punto que trata el ciudadano di-putado Cravioto, absolutamente es cosecha de laComisión. Como ustedes verán, la Comisión se halimitado a presentar el artículo tal como lo trae elproyecto. Este asunto fue ampliamente discutido en

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el seno de la Comisión. Había una diferencia de cri-terio bastante marcada entre los miembros de la Co-misión. Las objeciones que acaba de hacer el ciuda-dano diputado Cravioto, se hicieron allí; pero noqueriendo con ese motivo presentar el que habla unvoto particular ni alguno de los otros miembros dela Comisión, creyó más conveniente traer al debatede esta Asamblea el artículo tal como está presen-tado. No solamente esas objeciones pueden hacersea este propósito y voy a dar las que se presentaronen el seno de la Comisión para que sirvan comotema del debate.

En lo general, la Comisión acepta la pena de muer-te como una necesidad, como una triste y dolorosanecesidad, sobre todo para nuestra patria. En tra-tándose del traidor en guerra extranjera, aun el se-ñor diputado Bolaños, que presentaba una iniciativapidiendo la abolición de la pena de muerte, conveníaen la necesidad de este medio como un recurso ver-daderamente radical y eficaz para evitar que siguie-ran empleando medios verdaderamente desventajo-sos para la defensa de la nación. Otro tanto podrádecirse de los delitos cometidos con premeditación,alevosía y ventaja, pues indudablemente que los cri-minales que tienen tales condiciones son un verda-dero peligro social; respecto del salteador de cami-nos, es una verdadera necesidad para conseguir lapacificación de la patria. Muchos de los que estamosaquí presentes, todavía recordaremos cómo en regio-nes apartadas del país, en una nación como la nues-tra, de un territorio verdaderamente grande, suma-mente extenso y accidentado, la pacificación es unproblema que tiene la revolución que resolver poste-riormente y que se presenta, casi pudiéramos decir,como un fantasma. Y en estos casos, la pena de

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muerte se impone para ciertas regiones. La Comisióntiene la convicción de que en muchos casos ha sidola única solución que se ha dado para combatir esemal para regiones como el Estado de Morelos. Con-súltese la Historia y la Historia dirá los medios quese emplearon en estas regiones accidentadas, y severá cómo en algunos pueblos pequeños, en los másescarpados de la sierra, después de eliminar tres ocuatro personalidades de aquellos delincuentes, seconsiguió dar mayor seguridad a los caminos. Quizámuchas de las diferencias dependen de nuestra prác-tica en el sistema penal, pues muchos de los que secogían por los caminos como presuntos salteadores,aun habiendo las mayores probabilidades de su cul-pabilidad, se les llevaba a la cárcel y casi siempre seveía que ese sistema no era bastante para acabar conesa plaga social. Otro tanto se diría respecto de losincendiarios, plagiarios y piratas, pero no así respec-to al parricida y al violador. Respecto al parricida,que indudablemente no quiso el ciudadano Craviotohacer mención de ello, este es un crimen verdadera-mente raro, no sólo en México, sino en todo el mun-do; y a este propósito, ¿qué objeto tiene aquí la penade muerte? ¿Es acaso para evitar esa clase de delitoexcepcional? Indudablemente que no. ¿Por qué sepone aquí? Porque es un crimen verdaderamente mons-truoso que afecta al sentimiento y a la conciencia delas multitudes, pero en verdad la pena de muerte norestringe este delito sumamente raro, porque su res-tricción está más bien en la organización del hogar,en la tradición, etcétera. Otro tanto se debe decirrespecto al corruptor de menores, y que es este casocinco veces más urgente, porque el Estado tiene eldeber de proteger a los menores. Respecto del vio-lador, nosotros hemos comprendido que es casi una

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limitación; el linchamiento en Estados Unidos, pro-bablemente fue lo que sugirió esta clase de recur-sos, pero en Estados Unidos el linchamiento es másbien un brote de pasión, una represalia entre dos ra-zas que se odian; así es que si pensamos en todoslos inconvenientes que tenemos, deberemos fijar ennuestra legislación la pena de muerte a propósitodel violador. Respecto de las condiciones especiales,los señores abogados de la Comisión nos informa-rán que la legislación deberá seguramente precisarlas condiciones en que deberá aplicarse esa pena,porque indudablemente para esas variantes, quemuchas son, como la Asamblea perfectamente lo hacomprendido con lo que ha dicho el señor diputadoCravioto, sería verdaderamente ridículo aplicar lamisma pena, y que además, en muchos casos, da-das nuestras costumbres, se prestaría muchísimo alas mayores injusticias. La idea, el concepto que ha-bía quedado en la Comisión del caso único en quequizá pudiera aplicarse la pena de muerte, seríacuando se tratara de una mujer de menor edad,porque en estos casos la protección a la inocencia,a las menores, se tendría en cuenta, además de quees un caso verdaderamente monstruoso, pues en ta-les circunstancias no habría ni la satisfacción de unapetito sensual, sino que sería un crimen monstruo-so como en el caso de los parricidas.

El C. Cravioto: Es necesario aclarar si están in-cluidos en la pena de muerte las mujeres y los niños.

El C. Román: Respecto a los delitos graves del or-den militar, probablemente, como la pena de muerteaplicada al traidor en guerra extranjera, quizá se-rían los puntos que con más ventaja pudieran sos-tenerse en el curso de este debate.

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El C. Ilizaliturri: Mi interpelación la dirijo princi-palmente a los abogados que forman parte de la Co-misión. (Voces: ¡Tribuna! ¡Tribuna!). Yo quisiera queme hicieran el favor de decirme cuál es la definicióno los elementos constitutivos de este delito que lla-man salteador de caminos; pero por la redacción deeste artículo parece que se trata del robo con vio-lencia, que sí es un delito previsto y penado por elCódigo Penal al que impropiamente se le llama sal-teador de caminos. No me toca a mi contestar lasinterpelaciones del señor Cravioto, pero para que secalmen sus temores, le diré que conforme a ese ar-tículo 22 se faculta a las legislaturas de los Estadospara que castiguen la violación con la pena demuerte, pero estoy seguro que ningún Código Penalde ningún Estado va a imponer la pena de muertepor el delito de violación.

El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciu-dadano De los Ríos.

El C. De los Ríos: Señores diputados: Hace algu-nos días me pareció notar que desde esta tribuna elseñor general Múgica decía a ustedes, con motivo deun suceso por medio del cual un hombre iba a per-der la vida por una injusticia, que esto se debía alo malo que son los Consejos de Guerra; no, seño-res, ese hecho sólo demuestra lo malo que es laaplicación de la pena de muerte. En la concienciade todos los hombres avanzados, en el criterio de to-dos los hombres liberales y rectos está ya escrita laabolición de la pena de muerte, por inútil y por in-justa. Yo sé bien que por ser esta una instituciónde siglos, es muy difícil arrancarla de la costumbre,como fue muy difícil lograr la abolición de la escla-vitud, de los tormentos y de las marcas infamantes,pues hasta en su agonía, esas instituciones tuvieron

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defensores para subsistir. Yo, que no niego al orga-nismo social el perfecto derecho que tiene de defen-der sus intereses, usando de todos, absolutamentede todos los medios que para ello le sea necesario,no comprendo que la pena de muerte sea precisa;al igual la razón y la conciencia la rechazan; y deseovivamente que sea suprimida, que desaparezca parasiempre de nuestros códigos esa pena innecesaria,cruel, embrutecedora de las masas, que en tropel seapiñan cuando se practica, para presenciar las es-pantosas convulsiones del ajusticiado; de esa penacreadora de los verdugos, indigna de estos tiemposa que asistimos, de este tiempo de grandes adelan-tos en que vienen a tierra todos los prejuicios delpasado, pero que necesitan para completar su escu-do, que la pena de muerte se borre de sus códigos.Y bien, señores diputados; este principio que fue ob-jetado por la Legislatura de 1857, hoy, sesenta añosdespués, en un Congreso que quiere hacer obra quepase a la Historia, debe ser abolido, pues de lo con-trario, en lugar de progresar, retrocederíamos. El ar-tículo 25 de la Constitución de 1857 reconoció lapena de muerte, no como un principio nuevamenteestablecido, sino como un principio perfectamentedefinido y perfectamente establecido. Determinópara su aplicación una condición, la de que se es-tableciera el régimen penitenciario y aun exigió queesa condición se llevara a cabo a la mayor brevedadposible. Pero sabéis, señores diputados, ¿qué se nospropone con ese dictamen? Nada menos que la re-forma hecha por don Porfirio Díaz a ese artículo 23de la Constitución; pero no, algo más: se nos pro-pone una adición exótica, sicalíptica; en nuestrostiempos, señores, nadie se atreve a sostener la penade muerte como benéfica ni aun como justa; ésta es

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una institución que pertenece al pasado, es el últi-mo resquicio de la Inquisición, es algo así como unamomia que hoy se pretende desenterrar aquí. Lapena de muerte fue digna de Porfirio Díaz y de Vic-toriano Huerta y a ellos pertenece, a ellos, señores,que desplegaron la crueldad y el sarcasmo en el su-plicio; que arrojaron la afrenta atroz, la burla queecharon sobre el sepulcro del ajusticiado; pero en-tonces se levantó una revolución contra esas infa-mias y por eso nosotros debemos abolir la pena demuerte a favor de los vientos revolucionarios quehan socabado las carcomidas bases de aquella so-ciedad que estaba ya de por sí amagada de terriblesconvulsiones, de profundas mudanzas, de imponen-tes cataclismos. Dos motivos o pretextos tiene lapena de muerte para su subsistencia: el primero essegregar un miembro gangrenado de la sociedad, yel segundo la ejemplaridad que produce, para queno se sigan cometiendo los delitos por los cuales seaplica. La sociedad tiene el perfecto derecho de de-fenderse, pero cuando ella se defiende es cuando yano hay agresión, cuando el peligro ha pasado, cuan-do el hombre, el reo, maniatado, inerme, impotente,ya nada puede contra la sociedad; el cuerpo que sedesploma en el cadalso es el de un individuo que hallegado a él cercado de bayonetas, humillado por lacuriosidad del populacho, y entonces, señores, eneste caso, la pena de muerte no es sino una ven-ganza del fuerte contra el débil, y un baldón parael que la ejecuta. La sociedad puede arrancar de suorganismo un miembro enfermo e incurable sin ne-cesidad de acudir al asesinato. La eliminación qui-zá, seguramente en el mayor número de casos, noprecisa mendigar auxilios a la muerte. ¿Quién hadado a los hombres, y éste es un argumento muy

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viejo, el derecho de suprimir a sus semejantes? Estederecho no tiene el mismo origen de las leyes quelo produjeron. La soberanía de las leyes no es otracosa sino la suma de pequeñas funciones de liber-tad contra cada uno; pero, ¿quién ha querido dar alos hombres el derecho de quitar la vida? Si unomismo no tiene el derecho de matarse, ¿puede de-jarse este derecho a los demás o a la sociedad en-tera? No, señores; en este caso la pena de muerteno se apoya en ningún derecho, no es sino una gue-rra declarada por la nación a un ciudadano. Cuan-do la sociedad aplique la pena de muerte, por ejem-plo, en el caso de un homicidio, como proporcionalal delito que se cometió, se coloca en la misma es-fera de la justicia penal antigua y nos hace retroce-der a aquellos tiempos de la pena del Talión, de “ojopor ojo y diente por diente”, que ha sido ya conde-nada por bárbara y por inhumana. Un escritor fran-cés, según creo, Alfonso Carl, decía: “Si no queréisque se mate, empezad vosotros, señores asesinos".Pues bien, señores diputados, estas palabras que noson sino una bella frase literaria y un pensamientode Alfonso Carl y de todos los que como él juzgan,es una verdadera protesta hecha a nombre de lasnaciones civilizadas contra los asesinatos en estaterrible y constante lucha en la que a golpe dadohay golpe recibido y en la que se colocan a la mismaaltura las grandes colectividades honradas y los se-ñores asesinos, como decía irónicamente el autorfrancés. Pasemos ahora a la cuestión de ejemplari-dad. Ya se ha dicho que las penas no son ejempla-res, ni tienen por qué serlo, puesto que los múlti-ples móviles que orillan a un hombre al crimennefando o al simple delito, no se modifican con elcastigo a otros, pues aun tratándose de aquellos ra-

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ros y monstruosos de que nos hablaba el señor Ro-mán, del parricidio, son el patrimonio de unos po-cos; éste es justamente el motivo de su rareza y nola duda del miedo a perder la vida, sobre todo cuan-do se trata de nuestras clases inferiores en que eldesprecio a la existencia es proverbial y asombroso.Por regla general, los dramas pasionales son los quesuministran mayor contingente de condenación alos cinco verdugos oficiales. Este hecho, que estáconsignado en muchas estadísticas, demuestra queel cadalso nunca amedrenta al que mató por odio,por venganza o por celos. Los criminales animadosde esta pasión desprecian la existencia y van al lu-gar de la ejecución más bien como objeto de admi-ración que como un ser depravado o de aversión. Elcastigo de esa manera, menos efecto hace en el es-píritu humano que la duración de la pena, porquenuestra sensibilidad es más fácil y más constante-mente afectada por una impresión ligera y frecuen-te que por una sacudida violenta y pasajera. Lapena de muerte es funesta a la sociedad por losejemplos de crueldad que da a los hombres; en la ne-cesidad de la guerra han aprendido a derramar lasangre humana las leyes, cuyo objeto es dulcificarlas costumbres, y, entiéndalo bien la Comisión, si lasleyes son hechas para dulcificar las costumbres, siese es su objeto, ¿cómo se va a pretender, seño-res, que se mate castigando al asesino?, ¿no es ab-surdo pensar que se pueda ordenar una muertepública para prohibir a los ciudadanos el asesina-to?, ¿qué se debe pensar mirando a los sabios ma-gistrados, a los ministros encargados de la justiciamandar a la muerte a un reo con indiferencia, contranquilidad, con ceremonia? Por otra parte, se hadicho muy bien que la verdadera víctima es la fa-

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milia; el individuo a quien matan ya no puede pres-tar ningún servicio a la familia (Risas), el individuo aquien se le deja la vida, puede aún en la prisión, conel fruto de su trabajo, sostener a sus deudos. ¿En-tonces de qué nos habría servido esa balumba desabiduría que nos han traído aquí los señores abo-gados a propósito de las colonias y del régimen pe-nitenciario? Por otra parte, y es el argumento eter-no: la irreparabilidad de la pena. A un individuo aquien por otro crimen se le encarcela, si es inocente,si se descubre su inocencia, se le puede decir: usteddispense; pero al que se mata, a ese hombre ya nose le puede decir una palabra (Risas), ese hombreya pasó a la otra vida. Nos dice la Comisión en sudictamen que la pena de muerte está en vigor en lasnaciones europeas y en alguna otra parte, creo queen los Estados Unidos, por más que en EstadosUnidos, en una buena parte ya se ha abolido lapena de muerte. Valiente argumento: ¿porque lasnaciones europeas en su mayor parte son monár-quicas, nos van a traer el régimen monárquicoaquí?, ¿porque en los Estados Unidos existe la leyde Linch, la vamos a aceptar nosotros?, ¿porque elSultán de Turquía tiene un serrallo, la Comisiónnos va a traer un serrallo? No, señores diputados;es necesario borrar ese artículo que nos proponen,hay que suprimir ese castigo terrible que arrebatapara siempre un ser al mundo, que no corrige ni re-para, que arroja sangre sobre sangre y que lleva ala ley, escudo de la vida y del derecho de los ciu-dadanos, todas las negruras del sepulcro, todos losvapores de la sangre, todas las nieblas heladas dela muerte; a nosotros, señores, a los revoluciona-rios, nos toca llevar a cabo esta obra; a la revolu-ción, que ha sabido quitar todos los escollos opues-

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tos a sus ejércitos en su marcha hacia el ideal; asícomo las revoluciones biológicas, señores, conver-gen a crear el organismo humano que es el compen-dio de la naturaleza, así también todas las revolu-ciones sociales deben converger a crear el derechoy la justicia, que son el compendio de la sociedad.Era, señores, en la Convención francesa; un negrohabía llegado allí saliendo de su condición de paria;se trataba de los derechos del hombre y exclamó:“Señores, ustedes dicen que el hombre es libre, quela idea es libre, que el pensamiento es libre; puesyo digo a ustedes que todo esto es mentira; yo nosoy un hombre libre”. Y bien señores; en esa mismanoche la Convención francesa abolió la esclavitud yuno de sus miembros exclamó: “Señores, no discu-tamos eso, porque nos deshonramos”. Yo también,señores, apelo al sentimiento de todos ustedes y digocomo el convencional francés: “no discutamos esto,señores, porque nos deshonramos”. (Aplausos.)

El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadanoCedano, en pro.

El C. Cedano: Señores diputados: Me permitiréisque haga un pequeño paréntesis, porque os debouna explicación. En la vez anterior, al hacer uso dela palabra, noté cierto cansancio en la Asamblea, talvez por la monotonía de mi discurso; yo no tengo eldon de la palabra y realmente no quisiera jamás te-nerlo, porque la experiencia me ha enseñado que to-dos los grandes tribunos y, sobre todo, nuestrosoradores parlamentarios, nunca han sido sinceros;prefiero verter lo que diga mi corazón, a tener queforjar discursos que podría pensarlos, pero no sen-tirlos. Contrayendo ahora mi discurso al sentir de ladiscusión, debo decir desde luego que no voy a de-fender el dictamen por el solo hecho de mi carácter

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de militar, ni por el hecho tampoco de que sea pre-cisa en los actuales momentos la aplicación de lapena de muerte. La defensa, en este lugar de la abo-lición de esa pena, equivaldría desde luego a la san-ción de todos los crimenes, supuesto que estamosactualmente en un medio que no es posible todavíatener en cuenta para la abolición de la pena demuerte. ¿Vamos a forjar lirismos? pues aprobemosdesde luego esa abolición; ¿vamos a hechos prácti-cos? pues entendamos que para poder reducir nues-tra nacionalidad a la paz, que para poder traer anuestra legislación un principio que garantice a la so-ciedad, necesitamos de todos modos mantener, si bienmuy limitada, la institución de la pena de muerte. Mereferiré brevemente a los argumentos que se han ex-puesto aquí. Creo yo que la Comisión ha dejado per-fectamente deslindado el hecho de que la pena demuerte queda abolida desde luego para los reos po-líticos. Creo que la razón no se oculta a ninguno denosotros; los delitos políticos envuelven, desde unpunto de vista moral, el deseo de mejoramiento dela patria, el deseo del establecimiento de nuestrasinstituciones y el deseo del verdadero respeto anuestras leyes, cuando estas leyes están debida-mente fundadas. Nosotros no podemos tomar comoejemplo el caso local que se refiere a la sentencia demuerte dictada por un Consejo de Guerra; clara-mente dice el dictamen que la pena de muerte enestos casos queda para los delitos graves del ordenmilitar. Nosotros ya estamos completamente con-vencidos de que no se trata aquí de un delito gravedel orden militar; pero eso no corresponde estable-cerlo dentro de los límites de un precepto constitu-cional. Ese precepto constitucional no puede indicaren qué casos hay hombres que quieren torcer la jus-

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ticia, en qué casos hay hombres que quieren ejercervenganzas personales y en qué casos los hombrespueden equivocarse; todo esto queda naturalmentedentro del criterio de los hombres sensatos y hon-rados. Esto no es, pues, un ejemplo del que nos pu-diéramos valer para decir que es peligrosa e innece-saria la pena de muerte. Muchos de los señoresconstituyentes que actualmente están en esa Asam-blea, comprendieron que nosotros no admitiríamosel régimen de Porfirio Díaz, pero sí recordamos queentre las obras que la sociedad le agradeció al prin-cipio de su administración, fue la extinción del ban-dolerismo, herencia fatal que queda siempre a todaslas revoluciones. Es la conciencia necesaria y fun-damental de que el engañado de aquel que falsa-mente invoca una bandería política, de aquel quepretende reformar la patria, para dar pábulo a suspasiones y para dar toda la expansión que necesitansus intenciones, en estos casos, señores, es cuandoprecisa mejor que en ningún otro la aplicación de lapena de muerte, porque se dirá si puede establecer-se un régimen penitenciario como se ha dicho ya,porque si es necesario corregir, si podemos creerque se trata de enfermos, como alguno de los seño-res diputados ha dicho, es verdad; pero si examina-mos cada uno de los casos es que la pena de muertepuede ser aplicada, conforme el criterio de la Comi-sión, veremos que no se trata aquí sino de casos nopsicológicos, sino de caracteres de idiosincrasia quees imposible corregir, ni con la medicina ni con losregímenes penitenciarios. Veamos los casos: sólopodrá imponerse al traidor a la patria en guerra ex-tranjera. Es necesario convenir que el que no amaa su patria no puede tener afecto alguno sobre latierra; el amor a la patria es superior en muchos ca-

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sos al amor a la madre; por lo tanto, aquel que re-niegue de su patria, aquel que la traicione, es tantoo peor que el parricida. El parricida está por natu-raleza propia condenado a la pena de muerte, por-que se supone en ese individuo la carencia total desentimientos y, como he dicho, puede darse el casoen que alguna vez se trate de enajenación mental;esto algunas veces se ha visto; pero en la mayoríade los casos es una amoralidad incalificable, ente-ramente incurable, es una amoralidad que solamen-te con la instrucción, con la educación, se puedecorregir; supuesto que hemos visto en muchas na-ciones civilizadas que estos individuos amorales,que aun cuando se llamen cultos y civilizados, siem-pre eluden y siempre tratan de escapar a la acciónde la ley, luego son plenamente responsables, luegoson plenamente conscientes, y ¿vamos a dejar den-tro de la sociedad un miembro corrompido, para quese gangrene el resto de la sociedad. Se diría que elapartamiento de estos individuos, de estos crimi-nales, para que se pudieran dañar, sería el mejorde los remedios; está bien; pero si llegamos al caso deaplicar esta pena a los salteadores de caminos que,como he dicho, al final de las revoluciones son siem-pre numerosos, pretextando banderías políticas,¿qué prisión pudiéramos tener para ellos?, ¿cuál se-ría entonces el dique que pudiera oponerse a estedesbordamiento de pasiones, a este estado psicoló-gico de la sociedad en la cual todos, por el hechode verse garantizados contra la pena de muerte, qui-sieran cometer toda clase de desmanes? Yo creo,como digo, que es un idealismo, y en nuestro mediono debemos pensar en idealismos; tal vez dentro decincuenta años, tal vez dentro de cuarenta años, talvez dentro de veinte, podrá quitase de nuestros có-

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digos la pena de muerte; pero si vamos a considerarque estos artículos tienen que entrar en vigor el mespróximo, dentro de un período de tiempo que es im-posible la extinción de esas gavillas, ¿qué es lo quevamos a hacer de la grandiosa obra de la revolu-ción? Tal vez tengamos el caso de que dentro dequince o veinte años que nuestra sociedad no nece-site ya de las garantías del Gobierno, que nuestroestado social se haya elevado un poco de nivel in-telectual y moral, al grado de que no sea necesariala aplicación de la fuerza para la extinción de todoese desbordamiento de pasiones, entonces se puede,por los Congresos que entonces existan, borrar,como digo, estos preceptos que de momento son en-teramente necesarios, porque, como he dicho, san-cionar la abolición de la pena de muerte, equivalea sancionar la muerte de la revolución. Creo yo quetodos los demás casos que se prevén en el dictamende la Comisión, por ejemplo, el parricida, el incen-diario, el pirata y el de los delitos graves del ordenmilitar, se comprende desde luego que todos estosdelitos tendrán que ser calificados dentro de los pre-ceptos legales, estableciéndolos, como dije, bajo unestudio severamente hecho, una vez concluida laobra constitucional y establecida la obra que pudié-ramos decir de reglamentación de esos principiosconstitucionales. En la reglamentación de estos pre-ceptos cabe, naturalmente, la ampliación de todosaquellos casos en que sea necesario quitar a los in-dividuos esa espada que se cierne sobre ellos, cuan-do no tenga razón de ser. Yo creo que es tambiénun idealismo suponer aquí el asesinato político,pues vemos que todos estos delitos, la aplicación dela pena de muerte fuera de los puntos establecidospor nuestras leyes, es herencia de Huerta y Félix

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Díaz, es también herencia de Francisco Villa o Do-roteo Arango; pero digo, ¿cómo por esto vamos a ex-tirpar por completo la necesidad de esta pena? Por-que mientras nosotros tratemos de garantizar losderechos del hombre, hay que considerar que elhombre quiere estas garantías cuando sean aplica-bles al ejercicio de sus derechos y al ejercicio de suslibertades, sancionadas por la moral y por la razón.Si la aplicación de los derechos del hombre, si la ga-rantía de esos derechos se quiere para dar libre vue-lo, toda la expansión a las pasiones humanas, ydebe tener su límite, yo creo que nosotros estamosobligados a establecer pretextos que lo impidan, acompletar aquí la obra salvadora de la revolución,que los verdaderos principios de las garantías indi-viduales son los que primero garantizan a la socie-dad y después al individuo; luego para garantizar alindividuo se necesita que aquel individuo no puedalesionar el derecho de tercero; que pueda ser respe-tuoso con los demás; que en ejercicio de sus dere-chos tenga por límite el derecho de los demás, y entodos los casos que establece la Comisión se ve cla-ramente que los individuos, los delincuentes, norespetan los derechos de los demás, sino que, porel contrario, se han hecho acreedores a una penaque equivale precisamente al quebrantamiento delas libertades ajenas. No quiero yo hacerme dema-siado extenso sobre este particular; simplemente,como digo, y mi principal razón es ésta, debe pre-valecer la pena de muerte para todos aquellos casosen que los delincuentes sean enteramente conscien-tes y creo yo que en los casos aquí previstos, la de-lincuencia se considera como originada de un esta-do individual en el cual se ha reflexionado sobre loshechos, como puede indicarlo el mismo texto del

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precepto. Al homicida con premeditación, alevosía yventaja, porque nosotros sabemos que hay indivi-duos que premeditan sus crímenes antes de come-terlos, que estudian, si es preciso estudiar para elasesinato, como los grandes bandidos intelectualesde Norteamérica, y en todos estos casos hay que es-tablecer un principio, porque aun cuando nuestroestado intelectual progresó, también la intelectuali-dad criminal tendrá que progresar; en cuanto a la penaaplicable al delito de violación, creo yo que la Co-misión tuvo la intención de establecerlo en los casosen que, como dije hubiere agravantes notorias,como la violencia, como la minoría de edad y comootros casos especiales que aquí en concreto pudieracitar; recuerdo, entre otros, algunos hechos delic-tuosos cometidos por grupos de individuos porejemplo en Calitlán, del Estado de Jalisco, en quebajo el pretexto de un movimiento revolucionario, selevantaban grupos de individuos, con el único fin,oídlo bien, de ir a raptarse a las jóvenes que habíaen esos lugares y abandonarlas en seguida. Creoque la diputación de Jalisco puede recordar estoshechos y aun puede ser que tenga datos aplastan-tes, bastante amplios sobre esta materia; el mismocaso pudiera decir yo o hechos semejantes pudieranarrar de otros individuos o de otros grupos dehombres, que, bajo el pretexto de principios entera-mente políticos, cometían fechorías de esta natura-leza, entre los cuales podríamos contar a un PedroZamora, a un Roberto Moreno, a grupos de indivi-duos que sería largo enumerar, para cimentar aquíla necesidad de establecer un principio que conven-za a esta Asamblea de que no es todavía el momentode apoyar la abolición de la pena de muerte, que esees un gran principio, que es un gran ideal que gra-

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vita en las esferas metafísicas de nuestra patria yque si nosotros queremos ir a suelos extraños a to-mar principios que no se adaptan a nuestro mediopsicológico, a nuestro medio biológico, entonces po-dríamos concluir con la necesidad de que tendría-mos que establecer una serie de principios que noestamos en el caso de instituir.

El C. presidente: Tiene la palabra en contra el ciu-dadano Porfirio Castillo.

El C. Del Castillo: Ciudadanos diputados: Vengoa impugnar el dictamen de la Comisión en la partetercera del artículo 22, y a llamar a vuestra concien-cia para que votéis conmigo contra los casos quevoy a determinar.

Se deja establecida la pena de muerte para el trai-dor a la patria en guerra extranjera, para el autorde homicidio con premeditación, alevosía y ventaja;para el parricida; para el incendiario; para el plagia-rio; para el salteador de caminos; para el pirata;para el violador y para el reo de delitos graves delorden militar. Seguramente, señores diputados queno estamos legislando para un momento anormal ypara circunstancias especiales, sino que vamos acrear leyes para la vida normal del pueblo y debe-mos tener presente este principio para ser más jus-tos en nuestras apreciaciones y ser más rectos ennuestro criterio. Para el traidor a la patria, no vengoa pedir clemencia; para él, justicia, y justicia terri-ble; para ese ser ruin que juega con los dolores dela patria en momentos de angustia, no bastaría se-guramente toda su existencia para pagar su crimenmonstruoso. No bastaría toda su sangre para lavaresa mancha horrenda, y si no nos conformáramoscon la pena de muerte, habría que inventar otro tor-mento más cruel que desencajara uno por uno to-

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dos sus huesos, que extrajera gota por gota toda susangre y que sus despojos de traidor ni siquiera me-recieran sepultura en el suelo patrio profanado.(Aplausos.) Para los indignos que diesen la espaldaante una avalancha enemiga, que viene hollando elsuelo de la patria y profanando nuestros lares, paralos indignos que van a llamar a las antesalas delcastillo de Miramar o al Capitolio de Washington, ya implorar el apoyo de su déspota para venir a des-truir nuestras instituciones, para venir a atentarcontra nuestra autonomía; para esos, señores dipu-tados, necesitamos justicia inexorable, justicia cruelsi fuera esto posible. Pero para los demás delin-cuentes, para el parricida, yo no puedo creer, seño-res diputados, que exista un hombre a tal grado de-pravado que pudiera, con toda serenidad y cálculo,estar afilando el puñal con que asestar golpe demuerte al corazón de su madre; yo no puedo creerque llegue hasta allá el individuo en su depravaciónmoral, y si alguna vez, por circunstancias fatales,por coincidencias funestas, llega a cometer tan ho-rrendo delito, yo creo, señores diputados, que no setrata en ese caso de un criminal; no podemos con-cebir ese crimen tan monstruoso; porque ¿quién nosiente ese respeto y ese amor tierno y entrañablepara los seres queridos que nos han dado la exis-tencia? Seguramente que aquel individuo que en sumomento desgraciado cae en tan funesto delito, haprocedido impulsado por otras causas distintas;considero que podrá ser un loco, un idiota, un bru-to, un candidato al manicomio, pero no un candi-dato al patíbulo. La Comisión nos ha dicho por con-ducto del ciudadano diputado Román, que elparricidio es un delito tan monstruoso como tanraro, sumamente raro; y en verdad que, al menos

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yo, no recuerdo haber conocido o leído siquiera uncaso de parricidio. Igualmente son delitos gravesque casi van extinguiéndose o han pasado ya a lahistoria, los delitos de piratería y de plagio. Y sipues todos esos delitos son una rara excepción,¿por qué, señores, vamos a asentar por una excep-ción una regla general?, ¿por qué vamos a consig-nar en nuestro código supremo ese borrón?, ¿porqué vamos a dejar en pie la pena de muerte? El pla-giario se produce, generalmente, en los momentosde agitación, en los momentos revolucionarios y tienepor objeto principal el robo, y para estos casos sa-bemos que las leyes penales son terribles. El pirataes otro delito que, como dije pasó a la historia; eladelanto de la marina cada día ha ido destruyendoesos peligros y tenemos esperanzas de que desapa-rezcan totalmente; pero en caso remoto de que sur-giera hoy un pirata con un submarino o con un aco-razado moderno, ¿qué haríamos nosotros, señoresdiputados, con nuestros humildes huacales del Gol-fo y del Pacífico, para ir a perseguir a aquel pirata?En ese caso nuestra sentencia de muerte resultaríauna amenaza irónica y risible para aquel culpable.Los salteadores de caminos son generalmente, comolo ha confesado el mismo señor Cedano, que vino ahablar en pro del dictamen, y también el señor Ro-mán, casos raros, y éstos se producen generalmentedespués de las agitaciones; son las colillas que de-jan siempre las revoluciones, son los residuos revo-lucionarios que no se han podido extirpar de unsolo golpe, como después de los combates de Celayay León, aún vive Francisco Villa y sigue con suschusmas merodeando la República. Así, pues, lossalteadores de caminos son el último reducto de lasrevoluciones, el último residuo, y no propiamente

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criminales especiales. Ahora bien, señores dipu-tados, digamos la verdad: si en estos casos y paratodos esos delincuentes la sociedad exige sus dere-chos y aplica el rigor de una manera inexorable,veamos si la sociedad ha sabido también de unamanera inexorable cumplir con sus deberes, cum-plir primero con sus obligaciones, para luego podercastigar e invocar la justicia. Los delincuentes, a mimodo de ver, a mi modo de entender, tienen tres orí-genes funestos: la miseria, el vicio y la ignorancia;y no es justa, para el delincuente que ha surgidoimpulsado por la miseria, esa represalia cobarde yese asesinato colectivo que no tiene razón. Hagamospor un momento consideraciones sobre los casosprácticos de la vida; veamos un ejemplo de esa so-ciedad que, embriagada en sus placeres, embriaga-da en el confort de sus caudales, es enteramentesorda a los gritos del dolor y de la miseria; es siem-pre indiferente y criminal, y jamás se inclina conmano generosa a levantar a los que se extravían;cierra sus ojos para no ver al que sufre, y se yergueinexorable para descargarle todo el peso de su in-justicia. Supongamos una mujer: aquella mujerhonrada que sale del hogar donde ha dejado al hijohambriento y desesperado, donde ha dejado a lamadre moribunda; que sale y llama a las puertas dela sociedad, que impetra auxilio y, que en todas par-tes se encuentra las puertas cerradas, que la socie-dad despiadada y cruel es indiferente, que nadie laescucha, que la dejan morir en su impotencia ycuando aquella mujer desesperada, desencantadaprofundamente de la indiferencia de la sociedad, nole queda más recurso que lanzarse a las calles paracambiar con las caricias de su cuerpo el mendrugoque irá a salvar de la muerte a los suyos, entonces

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la sociedad se levanta airada e inexorable y marcaen su frente el estigma de la deshonra; entonces lasociedad se avergüenza de que pertenezca a ella; en-tonces esa mujer, impelida por una lucha desespe-rada, ha sido víctima del egoismo de la sociedad, yno víctima de sentimientos depravados, ve cómojuzga y cómo castiga la sociedad. (Aplausos.) Vea-mos ahora esa población de niños, esa multitud defuturos delincuentes que pululan por las calles, queduermen en las puertas de los palacios de los mag-nates, desesperados de hambre y de frío; a esos cri-minales en embrión, ¿cuándo la sociedad se inclinapara recogerlos y educarlos?, ¿cuándo se interesapor remediar sus defectos?, ¿cuándo los lleva a lascasas de corrección para corregirlos?, sólo cuandohan cometido la primera falta, cuando aquellos ni-ños, impelidos por la miseria y por el hambre, arre-batan el primer pedazo de pan, entonces la sociedadlos relega a las casas de corrección, que yo llamo decorrupción; pero aun en estas casas, la sociedad nose ha preocupado por establecer los medios apropia-dos para corregir y encauzar los hábitos del indivi-duo, sus vicios y sus inclinaciones malas; jamás seocupa de ellos, los deja abandonados y que acabende pervertir sus sentimientos; y cuando se ha can-sado de mantenerlos, los arroja otra vez a la calle;y ese individuo, que vuelve otra vez a la lucha porla vida con la misma desventaja y que encuentra asu paso las mismas dificultades, el mismo egoísmo,decepcionado otra vez, desesperado por la indiferen-cia glacial de la sociedad, se vuelve contra ella y lecomete nueva falta; entonces la sociedad se acuerdanuevamente de que es juez, y con mano inexorable,recoge al que ha delinquido y lo envía al presidio.Mas no sólo la sociedad deja que esa población ado-

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lescente muera en la miseria, abandonada, olvidaday desheredada, sino, por el contrario, diremos laverdad sin temores: la sociedad misma coopera amultiplicar esa población de futuros criminales, ellamisma multiplica su número, porque veamos estecaso, que se encuentra diariamente en la vida prác-tica: en las clases humildes, en el pueblo bajo, enesa colectividad que se debate en las charcas delodo, que por su indumentaria humilde y porque sepresenta desarrapada y triste, ha creído siempre lasociedad despótica que es allí el último reducto delos vicios y de la inmoralidad. Pues bien, señores di-putados, yo voy a decir a ustedes que no es así: ladoncella sencilla y honrada de aquella clase, la mujersincera y humilde, sin comprender los altos concep-tos de la dignidad y del honor, pero de una manerainstintiva, si se quiere, los sabe presentir e interpre-tar; esa mujer que en un momento de debilidad, delocura, de éxtasis amoroso, cae en brazos del aman-te y más tarde recibe el fruto de sus entrañas comopremio a su debilidad, esa mujer, desafiando la ma-ledicencia siempre egoísta del vulgo, desafiando larepresalia de sus familiares, desafiando la censurade la sociedad, sabe cumplir con sus deberes demadre, aprieta contra su pecho al hijo de sus en-trañas, y vaga por las calles pidiendo limosna, si espreciso, para amamantarlo y procurar su educa-ción, y esa mujer más tarde se nos presentarápurgada de su falta por su sacrificio de madre en-tregándole a la sociedad un hijo útil, un hombrehonrado, y a veces a la patria un héroe o un ciu-dadano digno. (Aplausos.) En cambio, veamos en lasociedad altiva y cruel a la doncella, preparada paradesempeñar papel importante en la mascarada so-cial, cómo ha sabido coger su careta para ocultar

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artificialmente todas las debilidades de su medio ylos errores de su educación; todas las farsas de lasociedad y cómo sabe esconder entre los plieguesdel encaje y de la seda las corrupciones de su cuer-po; por eso encontramos a diario, señores diputa-dos, multitud de fetos y de niños envueltos en paña-les de seda, arrojados al arroyo; y aquella doncella,acostumbrada a revolotear como las mariposas, des-hojando galanteos y prendiendo ilusiones con susbesos, queriendo demostrarnos que se avergüenzade su deshonra, que teme a la sociedad y a la cen-sura, nos muestra solamente las tenebrosidades desu alma, nos demuestra que no teme al crimenmonstruoso del infanticidio, que no teme la desgra-cia en que abandona al niño de sus entrañas, al serproducto de sus veleidades y de su educación. Aho-ra bien, señores diputados: creo haber demostradocómo la misma sociedad, en vez de corregir a esapoblación adolescente, futuro semillero de crimina-les, la olvida, la abandona y da lugar a las conse-cuencias que después quiere castigar con la pena demuerte. Otro tanto pudiéramos decir del hombre;del hombre, del padre de familia, del jefe de un ho-gar, que por la explotación en que vive, por las cir-cunstancias miserables en que la sociedad lo sujeta,lucha siempre en la miseria, tiene su hogar sumidoen la orfandad, tiene a los hijos desnudos y a la es-posa llorosa; cuando ese hombre, fatigado, sale a lacalle a llamar a las puertas del taller para recogerla limosna del trabajo, encuentra, como la mujerhonrada, que todas las puertas están cerradas; quees sorda la sociedad, que le es indiferente y lo aban-dona; y cuando ese hombre, por el mismo instintode conservación y por los gritos de sus hijos que lepiden pan, se rebela contra la sociedad y coge de

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donde encuentra algo para su subsistencia, enton-ces la sociedad sólo sabe pedir justicia; lo coge conmano implacable para llevarlo a la prisión o hastaal patíbulo si cuadra a su capricho; y después desu fin trágico y sangriento, la sociedad no se vuelvea acordar de que atrás ha quedado un hogar sumidoen la ruina y en la ignorancia; no se acuerda deaquellos seres que habitan allí, creciendo tendrániguales inclinaciones que el padre, y que aquellosseres indefensos necesitan protección, necesitaneducación, necesitan que la sociedad les tienda lamano para apartarlos del vicio; pero no, la sociedadse olvida de todo esto, no le importa, ella los dejaabandonados, y cuando aquellos hijos crezcan y co-metan iguales crímenes que su padre, llegarán tam-bién hasta el patíbulo, castigándoles allí la sociedadcon mano inexorable. Así cumple sus deberes la so-ciedad: egoísta y despiadada, no quiere que se turbesu tranquilidad y su paz; no quiere que se cometauna falta que la conmueva, se horroriza de los es-pectáculos inmorales, y en cambio, señores, no sehorroriza de su indiferencia cruel, de su criminal in-diferencia hacia la miseria y hacia el pobre. (Aplau-sos.) La segunda causa, el vicio: ese pueblo misera-ble, que vive siempre en la indigencia, siempreolvidado y siempre débil, cuando necesita educaciónpara regenerar sus actos, cuando necesita que leimpartamos una educación que le dé armas eficacespara luchar con las vicisitudes de la vida, cuandovuelve los ojos a la sociedad para pedirle esas ar-mas, no encuentra más que este criminal resultado:que la sociedad, en su afán de lucro, en su afán derobo, le ha multiplicado las tabernas, le ha puestoun garito junto a cada taberna, junto a cada taber-na una casa de juego, junto a cada casa de juego

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una casa de prostitución, y si hiciéramos una esta-dística de todos esos comercios, encontraríamos,por cada cien casas de explotación y vicio, apenasuna escuela. (Aplausos.) Así, señores, la misma so-ciedad, en su afán de lucro, repito, está inyectandotodos los días en el organismo colectivo el virus dela depravación; está inyectando diariamente en lasangre del pueblo todos los gérmenes del crimen, yluego se convierte en juez para castigarlo inexora-ble. La ignorancia, decía, para mi modo de enten-der, que es otra causa de la criminalidad. Aquelloshombres que no pueden, por su falta de ilustración,por falta de preparación y de instrucción, saber es-coger el camino del bien y del mal, saberlo apreciaren toda su amplitud para conducirse de una mane-ra correcta, de una manera consciente y que nopueda causar trastornos en la vida social, ¿por qué,señores, se les condena en la obscuridad? Pareceque la sociedad, cuando llega a este punto, se con-vence de su falta, de su injusticia, y entonces, comosalida de pie de banco, le dice al delincuente: no teaprovecha que hayas delinquido ignorando que laley castiga, no obstante que tu ignorancia es culpade mi egoísmo: ¡Muere! ¿Hasta cuándo, pues, la so-ciedad, señores diputados, si quiere castigar y apli-car la pena de muerte, imparte la debida moralidadde instrucción para evitar futuras consecuencias?Estamos acostumbrados al ningún respeto a la vidadel hombre, porque siempre ha sido consideradacomo una cosa despreciable; pero para mí es el de-recho más sagrado. ¿Para qué nos sirve, señores,que nos estemos preocupando por las garantías in-dividuales? ¿Para qué nos sirve ese ramillete de her-mosos ideales sí se niega algo principal, algo supre-

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mo, el mayor derecho que debiera conservarse, enla vida?

...Por los delitos graves del orden militar, veamos

un momento la vida práctica del cuartel. NuestroEjército, y hago una salvedad: en estos momentosnuestro glorioso Ejército Constitucionalista, no esesta casta militar y tenebrosa que horroriza al señordiputado Ibarra; no es esa espada matona que, pen-diente sobre nuestras cabezas como la de Democles,esté amenazándonos de muerte constantemente yque el señor Ibarra siente que ya le parte el cerebro;no es esa bota de soldado que se posa brutal sobrenuestro cuello y que el señor Ibarra teme que lo es-trangule prematuramente; no, señores diputados;no son nuestros cuarteles esos bosques de puñalesy bayonetas que están apuntando al corazón de lapatria y de los ciudadanos honrados, y que el señordiputado Ibarra, en el exceso de sus temores, sienteque le llegan ya al corazón; no: el Ejército Constitu-cionalista de hoy está identificado por el ideal, estáidentificado por sus principios, lleva las mismas as-piraciones, está unido por los antecedentes; entre eljefe y el soldado no hay más antecedentes que el decompañeros y el de hermanos así se ha creado ellazo formidable que nos une, con el que hemos es-tado juntos en el sacrificio y en el ideal, y con el quellegaremos juntos hasta el fin, vencedores o venci-dos; pero siempre unidos, siempre identificados ennuestros principios nobles; en consecuencia, nues-tro Ejército Constitucionalista de hoy no está bajolas condiciones del Ejército permanente; pero su-pongamos que llegara a resurgir esa casta infameotra vez, que llegara a entronizarse ese medio decuartel. Entonces veréis, señores la ordenanza mi-

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litar, la tiranía del Ejército, y veréis la vida positivadel cuartel; veréis al inferior sujeto al capricho delsuperior, porque el superior se acostumbra a man-dar sin réplica de ninguna clase; se acostumbra aser autoritario en nombre de la ordenanza y disci-plina, y no solamente esto, sino que somete a lashumillaciones más bajas la dignidad del soldado, yquien por el hecho de ser inferior está condenado asufrir en silencio, sin protestar, por más grave quesea la injusticia o la ofensa, y a veces hasta la amena-za para su honra y su familia, en nombre de la tira-nía y del capricho de la autoridad a que se acostumbranlos superiores; y muchas veces, cuando se registrael crimen de insubordinación con vías de hecho, ge-neralmente no es más que la resultante del abusode autoridad de los superiores; y en ese caso, ¿porqué sostenemos la pena de muerte implacable ycruel?, ¿porque segamos la vida del inferior, la exis-tencia consagrada a la defensa de principios y decausas grandes?, ¿porqué sin analizar las circuns-tancias que concurren en la vida del cuartel se con-dena irremisiblemente al soldado? ¿No tenemos,acaso, en nuestro Código Militar penas severas,hasta crueles para conservar la disciplina? Pues en-tonces, señores, respetamos siquiera el derecho devida a esos hombres que la consagran para la de-fensa de la patria y el sostén de las instituciones;para sostén de las instituciones; he dicho, señoresdiputados; porque no estoy de acuerdo en este pun-to, aunque respeto profundamente el talento del ciu-dadano diputado licenciado Medina, en que el Ejér-cito no sea el sostén de las instituciones; las ins-tituciones, a pesar de que cuenten con toda la san-ción de la soberanía popular, necesitan del apoyodel Ejército para hacer respetar sus determinacio-

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nes; para obligar al cumplimiento de la ley, esa leyque el mismo pueblo se ha dado y que es el primeroa quien tenemos necesidad de imponerla y hacerlacumplir.

Hay más todavía; vamos a conceder por un mo-mento que la pena de muerte fuese justa y equita-tiva; que la sociedad la necesita para conservar sutranquilidad y para poder mantener el orden. ¿Perosabe siquiera, la sociedad, aplicar la pena de muer-te? No; la pena de muerte será para el débil, parael inferior, señores diputados; nunca será para elmagnate, nunca será para la sociedad altiva, parael pobre será ineludible la muerte, porque el pobresufre todos los rigorismos de la ley, porque él no tie-ne elementos de defensa, no tiene recursos de apo-yo, y cuando implora justicia, la justicia le vuelve laespalda. ¿No conocemos, acaso, multitud de injus-ticias que se cometen y de crímenes que quedan im-punes? ¿No sabemos de muchos casos en que el ha-cendado saca la pistola para quitar la existencia alpeón y después de dos o tres meses de cárcel, enque se acumulan los elementos de defensa, en quelos abogados hacen milagros, en que la sociedad co-rre en su auxilio, el magnate, que tiene la potenciadel oro, sale libre a pasear su desvergüenza por lascalles, insultando a la misma sociedad y burlandoa la misma justicia? Es así, como se aplica la penade muerte, al débil y al vencido; pues vengo, seño-res diputados, en nombre de esos vencidos, en nom-bre de esa colectividad sujeta a todos los caprichos,a pediros que al votar sobre el dictamen llevéis lamano a vuestro corazón y que sintáis sus palpita-ciones nobles, y que hagáis justicia a esa colectivi-dad; de lo contrario, cuando ella suba al cadalso,tendrá mucha razón de maldecir a la sociedad y de

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decirle: ¿esta es vuestra justicia? Pues es tiranía. Yen este gesto de infinito desprecio, y en comuniónsublime con el sacrificio, nos arrojará al rostro suprimera bocanada de sangre. (Aplausos.)

— El C. Presidente: Tiene la palabra en pro el ciu-dadano diputado Rivera.

— El C. Rivera José: El aplauso otorgado a micompañero el señor diputado Porfirio del Castillo,ha traído a mi ánimo ciertos temores; ha venido amí el recuerdo de un libro que vi en el aparador deuna casa comercial de la ciudad de los palacios. Yahabréis visto como en las librerías, con su afán mer-cantilista, exhiben libros con pastas mas o menosllamativas, con carátulas picarescas, pastas de co-lores llameantes o pastas en las cuales hay dibuja-dos dragones y sombras. Vino a mi mente una quevi hace pocos días: hay en ella dibujada una caver-na sombría y negra como el infierno de que nos ha-bla el Dante. A las puertas de esa caverna hay unindividuo, con el pelo todo revuelto, con las órbitasde los ojos muy dilatadas, con los músculos contraí-dos en una forma siniestra. Tiene en la diestra norecuerdo si un enorme puñal y en la mano izquier-da, sosteniendo como un trofeo de triunfo, una ca-beza que aún chorrea sangre, que aún parece queesa sangre cae sobre la civilización; pues bien, se-ñores, creo yo que como el señor del Castillo piensa,yo le debo de parecer en estos momentos como elhombre fiera a que me referí y cuya obra apareceautorizada con la firma de Víctor Hugo. A esto meha hecho venir a este tribunal sangriento, porque laverdad, lleno de ciertos temores, yo no quiero apare-cer como sanguinario ni como cruel. Vengo a pedirgarantías para la sociedad. Yo deseo que la socie-dad, mañana, satisfecha de nuestra labor, bendiga

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al Congreso Constituyente y no tenga que maldecir-lo por haberla dejado a merced de cualquier montónque venga a arrojar una mancha más sobre el pue-blo mexicano. Respecto a la pena de muerte, esta-mos de acuerdo todos, es detestable, es sanguina-ria; esto se ha dicho desde el insigne filósofo deGalilea hasta nuestros días. Se ha discutido mucho,se han escrito muchos tratados y pronunciado bri-llantes discursos en todos los parlamentos del mun-do; solamente los tratadistas no han estado confor-mes a este punto: cuándo debe de abolirse la penade muerte; aunque le han dado una salida muy sen-cilla; cualquier autor que escriba sobre esto, dice:“seguirá el segundo tomo”, cuando mucho, y losparlamentaristas ponen un artículo de transgresióno ponen un artículo de restricción; pero el caso esque nunca han abolido la pena de muerte. Esto hasido un ideal y ya vosotros habéis oído, con la flui-dez de palabra del licenciado Medina, lo que es unideal, y yo me atrevo a decir que nosotros podremosabolir la pena de muerte cuando ya podamos resu-mir los artículos de nuestro código en diez artículoscuando más, cuando ya acaso no haya ni necesidadde hacer constituciones; pero por ahora creo que esprematuro. Una causa justa, por noble que sea,pierde mucho su mérito, o cuando menos gran partede su mérito, cuando no se hace oportuno uso deella; creo que si nosotros deseamos conquistarnoslos parabienes de la sociedad para abolir la pena demuerte, lo único que lograremos conseguir será unestigma para la Constitución de 1917. Hay que re-cordar el aforismo de que la naturaleza no procedepor saltos; hay que ir paso a paso. Víctor Hugo, contoda la nobleza de su alma, nos ha escrito su obramemorable de “Las últimas horas de un condenado

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a muerte”, nos habla del sentenciado escuchandosu sentencia, nos pinta con colores vivísimos la an-gustia que aquel hombre sintió al escuchar del juezque, sereno e impasible, en nombre de la justicia locondenaba a muerte; allí nos describe la carcajadatrágica que lanza la esposa del condenado a muerte,cuando escucha la sentencia; nos pinta como pasaaquel condenado sus últimas horas en la capillasombría, nos pinta con vivísimos colores los sufri-mientos de aquel desdichado, con palabras que nosllevan hasta las lágrimas, nos pinta cómo la madre,la esposa, los hijos, quisieran que aquel individuose convirtiera en un momento en fluido, para arran-carlo del lado de sus verdugos; allí nos pinta a lasmultitudes cómo con cierta bestialidad van a con-templar el trágico fin de aquel hombre, y la verdades que todos sentimos conmiseración; ¿quién no lasiente, señores, de que en nombre de la justicia ten-ga que aplicarse tan tremenda pena? Se han pro-nunciado brillantes discursos, se han escrito librosde la naturaleza del de Víctor Hugo, y muy pocos,señores, salvo las crónicas reporteriles, se han ocu-pado del caballero que toda su vida ha estado de-dicado al trabajo, que va pasando por la calle muytranquilo, pensando en su hogar, en la esposa quele espera a que tome el pan de cada día junto consus hijos, pensando en sus hijos que estarán allí lle-nos de ansia porque llegue el padre con el juguete,con cualquier golosina de esas que piden los niñosy que las reciben tan llenos de gusto, y ya os ima-ginaréis qué contraste será cuando, en lugar del ha-lago del padre, llegue el aviso de que éste ha caídoherido por un puñal traidor que por la espalda, concertero tino, le ha privado de la existencia, y que,no conforme con haberle quitado la vida a aquel in-

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dividuo, se harta el asesino con la sangre de su víc-tima; de eso no se han querido ocupar muchos, se-ñores; tampoco han querido ocuparse, señores, delgalán que discurre lleno de amor, pronunciando pa-labras de ternura junto a la dama que piensa llevaral altar y que mientras con una mano le acariciauna mejilla, con la otra le entierra el puñal; no,tampoco de eso se han querido ocupar, porque esuna vergüenza de la civilización; no han queridotampoco mencionar que cuando una familia va a es-perar al padre que trabaja en los ferrocarriles, por-que hace tiempo que no los ve y desea verse rodeadode su familia, la mano criminal del zapatista, llegay vuela el tren y, no conforme con aquel crimen, to-davía va allí haciendo víctimas sin piedad; de esotampoco nos quieren decir nada los señores que pi-den la abolición de la pena de muerte; de eso no nosquieren decir, cuando las víctimas hincadas, implo-rando su gracia, ofrecen todo lo que tienen porquese les perdone la vida; cuando una mujer en lascumbres de Ticumán, poniendo ante sí a su hijo,ofrecía todo el dinero que tenía, el honor, la vida contal de que se le perdonara la vida a la criatura, aaquel pedazo de sus entrañas ¡y la criatura y la mu-jer cayeron bajo la bala del zapatista!, eso no noslo quieren decir los que quieren que se quite la penade muerte en nuestra Constitución. Mucho tendríaque decir de nuestro criminal mexicano, vergüenzadel pueblo mexicano y de la civilización; estoy segu-ro de que tenemos un criminal nato, muy especial,un tipo muy mexicano, que hay que abolir, porquees la gangrena del pueblo mexicano, y el miembrogangrengado, no tiene remedio; tenemos que quitar-lo de un tajo. Muchos oradores vendrán después ahablar en contra, porque hay bastantes inscritos

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para hacerlo; pero yo, en nombre de las víctimas deTicumán, en nombre de las víctimas de la barbariede los zapatistas y de los asesinados mexicanos, ospido que por ningún motivo os dejéis ilusionar y quepor un lirismo vayáis ahora en contra del dictamen.Repito, señores; la pena de muerte, en mi concepto,debemos dejarla como una válvula de seguridadpara la sociedad; hay que recordar que en un tiem-po de paz, que en el tiempo del general Díaz, se apli-có relativamente poco esta pena, bien porque los de-litos que el artículo de la Constitución pena con lamuerte son poco comunes, porque se ha confesadoaquí que la piratería y el parricidio, y no recuerdoque otro delito, han desaparecido, así es que, repito,nada nos cuesta dejarla como válvula de seguridadpara los intereses sociales. Todavía más; el criminalque ha caído en el delito y es sentenciado a la penade muerte, tiene una esperanza en nuestros grandesmandatarios, que por lo general están llenos de cle-mencia, por lo general perdonan, por lo general im-parten el indulto; así, pues, recuerden los señoresque piden la abolición de la pena de muerte, que tie-nen el indulto de su parte y que muchos de los cri-minales irán a las famosas colonias penales y laspenitenciarías. Algunos señores dicen: debemos qui-tar la pena de muerte; ¿por qué la sociedad cruel,que no ha impartido enseñanza, que no ha estable-cido escuelas, viene ahora a exigir a los criminalesque no cometan esos delitos, viene ahora a castigar-los con una verdadera crueldad, viene ahora a cas-tigar a esos ignorantes, a las víctimas precisamentede la sociedad, víctimas por no haber ido a la es-cuela? Y bien, señores, ¿porque la sociedad no hapodido o no ha querido establecer escuelas, porqueno ha podido impartir toda la cultura necesaria, va-

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mos ahora a dejar a esa misma sociedad a mercedde cualquier matoide? Yo creo que no, señores; hayque escoger el mal menor. Temo que si votamoscontra el dictamen, señores diputados, dentro deunos cuantos meses, acaso dentro de dos o tres, yael Gobierno tendrá forzosamente la necesidad de pe-dir la suspensión de garantías individuales; contoda seguridad que tendrá que recurrirse a ese ex-tremo para exterminar el bandolerismo y, lo que esmás, que se burle a la ley, por no haber tenido eltacto y la entereza suficiente de quitar de nuestraconciencia estos escrúpulos. Dicen algunos señores:parece que estamos legislando para tiempos anor-males, parece que estamos legislando para épocasen que no va haber paz; y yo también digo: ¿paraqué hemos estado tan escrupulosos en la cuestióndel voto, de la justicia y del obrero?, ¿para qué he-mos estado tan escrupulosos en la cuestión hacen-daria?, ¿no estamos legislando para una época felizde paz, en aquel el capitalista le dará al obrero loque justamente le corresponda? Pues claro que no.Precisamente, yo soy el primero en reconocer que nonecesitamos lirismos ni sueños. Yo creo que si vie-nen Mondragón, De la Barra, Cárdenas, pregunto:¿que regeneración vamos a hacer de ellos?, ¿qué re-generación se espera de estos señores? Sería uncaso muy típico, digno del estudio de Lombroso. Al-gunos señores venían diciendo que la pena demuerte sólo se aplica al desvalido y al pobre, a lasgentes ignorantes y no al rico, al acaudalado y alpotentado, y yo les digo, señores, las últimas pala-bras del Primer Jefe: “Tened fe en la justicia cons-titucionalista y recordad a García Granados, que noobstante su capital, cayó bajo la justicia inexorabledel constitucionalismo”. Para no cansar más a us-

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tedes, debo de confesar una cosa: yo comulgo conlos señores que son enemigos de la pena de muerte;pero si no voy de acuerdo en que la suprimamosahora, sino mañana o pasado; tengamos esperan-zas, será pronto, será tarde, pero el caso es que porahora no debemos votarla. Yo suplico a todos loscompañeros y en nombre de la sociedad os pido ga-rantías y os suplico que se las deis y no vayáis avotar en contra de ese dictamen. (Aplausos). (Voces:!A votar! !A Votar!).

— El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadanoJara, en contra.

— El C. De la Barrera: Para una moción de orden.Desde luego protesto enérgicamente contra actos de laSecretaría. Yo estoy apuntado en tercer lugar de losoradores en contra.

— El C. Jara: No tengo inconveniente en cederlea usted mi turno.

— El C. De la Barrera: Yo también se lo cedo austed, señor Jara: yo únicamente protesto contra elproceder de la Secretaría.

— El C. Jara: Señores diputados: Vengo a hablaren contra del dictamen, porque contiene variascláusulas que no están de acuerdo con mi sentir ycreo que tampoco con el sentir de la Asamblea. Lapena de muerte, en el sentido en que queda esta-blecida, hasta para los violadores, de los cuales seha mostrado defensor nuestro distinguido colega elciudadano diputado Cravioto, es sencillamente pres-tar la ley para que se hagan a nombre de ella loschantajes más infames. No está establecido todavíasi es precisamente la pena de muerte un correctivopara los males que afligen a la sociedad, Muchos devosotros recordaréis que cuando se procedió en Mé-xico con toda energía contra los falsificadores de

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cartones y contra aquellos ladrones que se les llamó“del automóvil gris”, muchos de ellos iban allá a laEscuela de Tiro a recibir la muerte con la mayortranquilidad, con el mayor desprecio; casi se les ha-cía un réclame. Recuerdo que alguno de mis compa-ñeros del Ejército Constitucionalista me refirió el casode que uno de los ajusticiados le preguntó el oficial,momentos antes de ordenar la descarga, que qué sele ofrecía, que qué encargo dejaba, y dijo: “hombre,lo que se me pudiera ofrecer no puedo realizarlo, loúnico que siento es no echármelo a usted por de-lante”. De manera que el arrepentimiento buscadopor este medio, no se encuentra todavía, y más aún,cuando en un país se echa mano a la pena de muer-te con mayor frecuencia, cuando se suceden casi adiario las ejecuciones, eso indica debilidad, porqueno se cuenta con otro remedio que privar de la vidaal que delinquió. Cuando no basta para corregir elmal, la aprehensión por medio de la policía, de lafuerza armada, sino que viene de tal manera el malacentuándose y aumentando, al grado de que sonincapaces los medios preventivos para contenerlo,entonces quiere decir que se está en un estadoanormal, y para los estados anormales hay procedi-mientos precisamente anormales. Bien que nosotrosno estamos legislando para una época anormal, es-tamos haciendo una Constitución que debe llevarsea la práctica precisamente en las épocas normales,y sería deplorable consignar en la Carta Magna la pe-na de muerte en la forma en que la presenta la 1a.Comisión, que no sólo queda como estaba consig-nada en la Constitución de 1857, sino corregida yaumentada, como si la criminalidad en México hu-biera aumentado a tal grado que fuese necesarioconsignar en nuestra Carta Magna preceptos terri-

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bles para contener esa criminalidad. La hecatombede Ticumán y otros puntos del Estado de Morelos,a que ha hecho alusión el compañero Rivera, no soncasos que puedan traerse a colación para apoyarsus conclusiones. Allá en el Estado de Morelos seestá en estado de guerra, allí todos aquellos desma-nes, todos aquellos crímenes horrendos, todos aque-llos cuadros trágicos de horror, de infamia y de sal-vajismo, son producto de la guerra, son productodel estado en que está Morelos en la actualidad ypor eso es que se han mandado fuerzas para com-batir ese mal; es que allí se está en el estado anor-mal, es que esa región no está en estado normal, y,por consiguiente, allí no se pueden aplicar los pro-cedimientos que se emplean en las partes en quehay un curso natural y normal. No quiero participarde los idealismos en que algunos de mis compañe-ros se engolfan, no quiero que la pena de muer-te quede abolida por completo de nuestras leyes,porque desgraciadamente hay casos en que creo quedebe aplicarse; tenemos aquí, por ejemplo, entre losdelincuentes abominables, entre los delincuentesque no merezcan tenerlos en reclusión, que es ne-cesario extirparlos de la sociedad en que viven, quees necesario, más aún, sacarlos para siempre delpaís por los delitos en que incurren en primera líneaa los traidores a la patria, y estoy conforme con queel que comete el grave delito de traición a la patriasea condenado a muerte, porque esos individuos de-muestran que no tienen cariño en lo absoluto porel jirón de tierra en que vieron la primera luz; latraicionan y comprometen a todos sus hermanos;hacen porque el extraño venga a hacer botín de gue-rra a su país y hacen porque se favorezcan los pla-nes siniestros en el país; está bueno que sobre él

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caíga todo el peso de la ley, está bueno que sobreél caiga toda la maldición de la sociedad y del pue-blo, y para éste yo quiero que se deje en el dictamenque se consigne en el dictamen sencillamente: altraidor a la patria, y no agregando en tiempo deguerra, porque en tiempo de guerra el delito de trai-ción es tan abominable como en tiempo de paz; entiempo de guerra el traidor a la patria puede causartanto daño como en tiempo de paz. Supongamosque las relaciones entre México y otro país se ponendelicadísimas, que es probable un rompimiento, queno es difícil que se llegue a las armas y que por me-dio de ellas se resolverá la cuestión de ambos países,y que en un estado Mayor hay un plan determinadode campaña, que hay planos de las fortificaciones,etcétera, y que sean substraídos por cualquier trai-dor que, a cambio de unas cuantas monedas de oro,vaya a entregarlos al extranjero, diciéndole: aquí tie-nes el proyecto de defensa del pueblo mexicano,dame unas cuantas monedas de oro que necesito,y aquí está para que tú puedas ir contra ese pueblocon más éxito. ¿No es un error de nosotros que undelito que debe castigarse con toda la energía de laley, con toda su fuerza, digamos que únicamente entiempo de guerra será castigado así? Consignandoen nuestra Constitución que la pena sea aplicableal incendiario, al plagiario, al salteador y al violador,pondríamos a muchos inocentes en las manos delos criminales de oficio, de los matones, de los quetienen a gala segar la vida de cualquiera de sus ve-cinos; se han dado muchos casos, durante la dicta-dura porfiriana, en que era suficiente que cualquie-ra, en combinación con un jefe político de esos tanabominables, de esos de tan triste memoria, quisie-ra hacer aparecer como salteador a cualquiera, a un

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inocente de quien deseaba vengarse por cualquierasunto baladí, y éste era mandado aprehender porlos rurales y en el camino se le aplicaba la ley fuga.Ahí precisamente, en el Estado de Veracruz, en Aca-yucan, cuando el pueblo, cansado de sufrir las ve-jaciones de los jefes políticos, cansado de soportarlas expoliaciones de que le habían hecho objeto, serebelaba en justa ira y el Gobierno del Centro em-pezaba a sentir el malestar de aquel pueblo que nopodía contenerse; allí, entonces, se registraron mu-chos casos de asesinato; fueron verdaderos asesina-tos políticos, valiéndose del estribillo de llamar sal-teadores e incendiarios a los que se deseaba hacerdesaparecer, y el medio era bastante fácil, pues lascasas de aquel pueblo con techos de palma, con unaligera chispa se incendiaban; ya tenían preparado elardid para perjudicar a cualquier desgraciado, puesbastaba la denuncia del amigo del jefe político paraque fuera triado el designado ya para sufrir la penade muerte, el martirio, y fuese ejecutado sin mastrámites que levantar el acta. Respecto a los viola-dores, parece que como dijo nuestro compañero eldiputado Cravioto, tenemos ahora una verdaderaepidemia, parece que sea necesario consignar en laley algún castigo para el violador, porque se ha de-sarrollado en México un mal gravísimo en ese sen-tido; tal parece que entonces se justifican las pala-bras de nuestro compañero De la Barrera, cuandose oponía a que fuese admitida una taquígrafa, poraquello del temperamento de los señores diputados,y si nosotros cosignamos eso en la ley, pareceríaallá en el extranjero que se va a dictar en esa formala ley por el temperamento de los mexicanos; yocreo que debemos hacernos más honra; ciertamenteque hay quien se goce en sacrificar a bellas vírge-

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nes, ciertamente que hay quien en su deseo salvaje,no respeta ni la niñez ni a la hermosura; pero paraellos están los códigos; para ellos están nuestras le-yes secundarias, que se podrán aplicar de una ma-nera conveniente sin necesidad de consignarlo en laCarta Magna, que debe ser por todos títulos respe-tables para nosotros. Así, pues, señores diputados,en cuanto a los graves delitos militares, desgracia-damente, mientras se necesite del uso de la fuerza,mientras no podamos prescindir de ella, es necesa-rio recurrir a medios dolorosos y enérgicos. Hay enel ramo militar mucho que afecta a la disciplinacuando no se corrige a tiempo, hay en el ramo mi-litar mucho que podrá traer consecuencias funestassi no se pusiera un correctivo eficaz y pronto; por-que en la milicia no hay tiempo muchas veces paraseguir todos los trámites que pueden seguirse en elramo civil; son procedimientos sumamente distin-tos, son instituciones enteramente distintas y, porconsiguiente, no creo que convenga exceptuar alramo militar de la pena de muerte; los graves delitosmilitares deben ser castigados de una manera seve-ra, porque de otro modo se relajaría la disciplina, deotro modo no tardaría en caer el desprestigio de unaorganización que necesita tener buena disciplina,que necesita tener mucha unidad para que su ac-ción sea benéfica, para que su acción sea eficaz.Así, pues, señores diputados, yo quisiera que uste-des acordasen que la Comisión retirara su dictamenpara presentarlo en la siguiente forma, en la parterelativa: “será aplicable la pena de muerte al traidora la patria”. Porque los delitos de piratería ya casihan desaparecido de la historia; un buque pirata nose acerca a nuestras costas desde hace mucho tiem-po; los que se dicen piratas son los que han traído

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parque a los rebeldes, y estos son buques extranje-ros, y para perseguir a un buque extranjero se ne-cesita marina bien armada, y ya el hecho de perse-guirlo, de entrar en combate con él, significaría ladeclaración de guerra entre nuestra nación y aque-lla a la cual pertenecía el barco, no sé que se hayaprobado hasta ahora de una manera irrecusableque hayan venido esos barcos abanderados conbanderas extranjeras a dejar parque a las costas dela República; pero ya repito, esa no sería la manerade castigar la piratería, y en este caso no sería deli-to de piratería, sino sería ya la protección de unanación extranjera a los rebeldes, presentando sus bar-cos para el transporte de parque. He omitido tam-bién aquí que sea consignado el delito de parricidio,porque el que comete delito de parricidio debe con-siderarse como un verdadero loco; a nadie que noesté fuera de sus facultades mentales creo que se leocurriría ir a hundir el puñal de asesino en el co-razón de su padre; por consiguiente, ese para mí esun verdadero enfermo, ese para mí no es un crimi-nal, sino algo extravagante, algo extraño, y más quela pena de muerte y más que ocupar a cinco solda-dos para que perforen su cuerpo, merece que se lemande a una Castañeda a otro establecimiento parasu curación. Por consiguiente, señores diputados,estimo que así estaríamos en lo justo, que así que-dará perfectamente equilibrado lo que se busca, asíse procurará el castigo del que realmente lo merecey se evitará el pretexto para que los que se gozanen matar, para los que se gozan en verter sangre,no puedan hacerlo al amparo de una Constitución.(Aplausos.)

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— El mismo C. secretario: El señor diputado Mar-tí ha presentado la siguiente moción de orden, ten-dente a reformar el artículo a discusión. (Leyó.)

— El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadanoLizardi, en pro.

— El C. Lizardi: Señores diputados: No vengo adefender la pena de muerte en general, porque yasabemos que el discurso más elocuente que se pue-de hacer a favor de la pena de muerte lo hizo el Ce-rro de las Campanas, que al mismo tiempo que hasido el cadalso de un intruso, ha sido el Tabor delpueblo mexicano y de las dignidades nacionales.(Aplausos.) La misma defensa puede hacer el polí-gono de San Lázaro, que al mismo tiempo que hasido el cadalso de un García Granados, ha sido lasalvación de la revolución constitucionalista. De con-siguiente, señores, creo que no necesito ocuparmede hacer la defensa de la pena de muerte en gene-ral, porque ha sido una necesidad social, como lareproducción de la especie, que todas las sociedadeshan sentido, y que en estos momentos, con el santoderecho de defensa ejecutamos cuando es necesa-rio, haciendo efectiva la ley de 25 de enero de 1862contra todos los traidores y salteadores de caminos.Por consiguiente, señores, me parece inútil defenderen general la pena de muerte. La pena de muertedebe ser abolida después de un debate sosegado; esun bello sueño, como deben ser abolidos los ferro-carriles cuando haya aeroplanos de guerra, pero en-tretanto debemos atenernos a lo que tenemos, a lasvoladuras de trenes por los zapatistas, como tendre-mos que resignarnos a la muerte de algunos de losconstituyentes cuando sea necesario matarlos, comose arriesga la cirugía a la pérdida de un brazo o deuna pierna cuando es necesario salvar al indivi-

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duo. No es necesario defender la pena de muerte; lahan defendido los grandes poetas: Víctor Hugo;probablemente el señor Cravioto y tal vez MarcelinoDávalos, los poetas de la Asamblea; pero los hom-bres prácticos jamás tendrán necesidad de defenderla pena de muerte, como no tienen necesidad de de-fender a la reproducción de la especie, como no tie-nen la necesidad de defender a los excusados, quesuelen producir tifo, pero que son necesarios. De lamisma manera, acaso no tendría yo necesidad dedefender la pena de muerte para el violador; peroestá puesto el asunto en tela de debate. La experien-cia de muchas generaciones nos ha enseñado quela pena de muerte ha sido necesaria, que en casi to-dos los países existe y que los países que la abolie-ron tuvieron necesidad de restablecerla; se nos ale-ga que no es ejemplar la pena de muerte, porquedespués de ser fusilado un individuo hay otro indi-viduo que incurre en el mismo delito; y yo preguntoseñores, ¿todos aquellos ciudadanos, muchos deaquellos ciudadanos afectos a la estadística, que sa-ben que después de que un asesino fue sentenciadoa la pena de muerte, hubo otros asesinos que co-metieron el mismo delito, saben acaso el número delos que se abstuvieron de cometerlo? Eso no lo sa-ben, y seguramente los asesinos son malos y lapena de muerte es ejemplar, como lo demuestra elhecho de que todos los gobiernos, cuando han que-rido combatir con energía el crimen, todo individuoque ha tenido necesidad de hacerse fuerte, el hom-bre mismo que ha tenido la necesidad de hacer res-petar sus propios intereses, ha tenido que incurrira la pena de muerte de los que lo atacan en sus in-tereses más legítimos; pero ahora se trata de unainnovación; la innovación que se propone en estos

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momentos, es la pena de muerte para el violador, ynos viene el señor diputado Cravioto con una seriede interpelaciones sarcásticas a la Comisión, unaserie de interpelaciones que en el fondo no signifi-can otra cosa sino uno de los chispazos de luz queda el talento literario artístico del señor Cravioto,pero que en el fondo no significan absolutamentenada. Le pregunta a la Comisión: Todo el mundo,todos los jóvenes, todos los que han iniciado los pri-meros instintos eróticos, han violado a la cocinera,han violado a la camarera, y, señores, yo no presu-mo de santo, pero la verdad, no imito en eso al se-ñor licenciado Cravioto. (Risas. Aplausos.) Por otraparte, señores, ¡cuántas veces en vez de ser el jovenel que viola a la cocinera, es la cocinera la que violaal joven! (Risas.) No se trata de asambleas popula-cheras; popular y nada más que palabras; esas sonfrases bonitas que tienen un gran éxito cuando setrata de asambleas populacheras; popular y muyrespetable es ésta, pero no me refiero a las popula-cheras; esas palabras hubieran tenido un éxito gran-dísimo en la plazuela de Tepito, después de haberingerido varios barriles de pulque, cuando se grita-ba ¡vivan los zapatistas! entonces habrían tenidogran éxito esas palabras; pero ante una Asambleapopular, seria, genuinamente representante de laintelectualidad nacional, no son más que palabras,palabras y palabras, como antes dije. El violador,señores, no es todo aquel que tiene contacto con al-guna mujer; el violador, señores, es aquel que abu-sa de la fuerza; yo me explico perfectamente bienque no sea castigado el héroe aquel con que soñabanuestro poeta el señor licenciado Cravioto, que arro-dillado a los pies de una mujer decía:

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¿No es verdad, ángel de amor,que en esta apartada orillamás pura la luna brillay se respira mejor?

(Risas. Aplausos.)

No, señores, este no es el crimen que nosotrosqueremos castigar; el crimen que queremos castigares otro más grave; la seducción es una de tantasformas del amor, y Jesucristo, al venir al mundo,perdonó a la que había amado por su propia volun-tad, no a la que se había dejado violar. Es una cosaperfectamente distinta; no veo en estos momentospor aquí al ciudadano diputado Machorro y Narváez;yo lo interrogaría, yo le preguntaría: ¿no sabe acasoque en estos momentos hay bandas de forajidos queentran a los pueblos y que en vez de saquear los co-mercios, los empeños, atacan los hogares y se llevancuarenta o cincuenta doncellas para hacerlas pasardebajo de la lujuria de toda la horda de cafres?, ¿nosaben, señores, que todos esos individuos que seencuentran en ese caso atentan contra algo más sa-grado que la bolsa, algo que es más sagrado que elhonor?, ¿vamos a quitar la vida al salteador que nosquita nuestro bolsillo más o menos repleto de dine-ro, pero que el día de mañana podemos recobrar; yque si no se recobra, siempre su pérdida no habrásignificado para nosotros la pérdida de la estima-ción de la sociedad, y vamos a tolerar sencillamenteque un grupo de bandidos... Aquí está el señor Ma-chorro y Narváez. (Señalando al señor Machorro yNarváez, que en esos momentos entraba al Salón.)¿No es cierto, señor Machorro y Narváez, que existeen estos momentos bandas de forajidos que entran

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a los pueblos para robar y violar doncellas más quepara robar y violar las cajas fuertes de los ricos?

— El C. Machorro y Narváez: Si es cierto, ciuda-dano Lizardi.

— El C. Lizardi: ¿No es cierto, señor que en unpueblo se han llevado a más de cuarenta doncellaspara saciar en ellas sus instintos lascivos todos losforajidos que componían esa banda?

— El C. Machorro y Narváez: Eso pasó en Tapalpa.— El C. Lizardi: Pues bien, señores, he aquí el

testimonio que yo he invocado. En estas condicio-nes, señores diputados, repito, al enamorado, al quepor promesas seduce al que por la belleza literariade su estilo es capaz de conquistar el corazón deuna dama, ya sea taquígrafa o no, al que en esascondiciones es perfectamente capaz de hacerse delamor de una mujer, lo admiro, lo respeto y lo envi-dio, pero abomino del que valiéndose de la fuerza delas armas, de las amenazas, de los malos tratamien-tos, se hace dar un beso más duro, más terrible,más sangriento para quien lo da, que los tormentossufridos en el séptimo círculo del infierno por loscondenados del Dante. En estas condiciones, seño-res diputados, podemos llegar a otra consideración,consideración que pueden hacer valer los enemigosde la tesis que sostengo; el delito de violación esmuy raro; la mujer que se dice violada, casi nuncalo ha sido, casi siempre no es sino un chantaje quetrata de explotar. Es cierto, señores diputados, sepresentan muchos casos de estos, pero nuestras le-yes distinguen perfectamente la clasificación entrela seducción y el estupro y la violación. Son tres de-litos distintos que tienen sus características perfec-tamente distintas, perfectamente definidas y no hayque confundir el uno con el otro; por otra parte,

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puede haber circunstancias atenuantes en la mismaviolación, y cuando nuestro Congreso Constituyenteautorice la pena de muerte para el violador; no quie-re decir que imponga la obligación de aplicar esapena, en determinadas circunstancias, circunstan-cias que fijarán las leyes, se fijarán cuando se im-ponga, y yo creo, señores, que si la sociedad en superfecto uso del derecho legal de defensa, puedecastigar al hombre que proclama unas ideas anar-quistas que mata a la familia de un gobernante,perfectamente bien puede castigar con la pena demuerte al que lanza una bomba de ponzoña quemata a todos los descendientes de un humilde ciu-dadano honrado, bomba lanzada por las satiriasiscon que nos amenazaba el señor Cravioto, por lasarmas o por la fuerza bruta de uno de esos indivi-duos degenerados que retrogradan saltando haciaatrás y que han conservado los instintos lascivos deotras edades y toda la fuerza bruta de aquellos mo-nos antropoides que en otros tiempos fecundaban ala casta humana estrechando entre sus brazos ve-lludos a las hembras que les deparaba el acaso. Enestas condiciones, siendo el delito de violación mu-chísimo más grave de lo que parece, y dejando a laprudencia de la Legislatura el saber cuando es pro-piamente delito de violación y cuando se trata de unsimple estupro o de una sencilla seducción, en estecaso, señores, creo que se debe proceder con todaenergía, con la misma energía con que sostenemosla organización de la familia, a pesar de que hay al-gunos señores que piensen en el amor libre, con esamisma energía con que sostenemos el respeto al ho-gar, a lo mas sagrado que tenemos, debemos aceptaresta innovación que no nos calificará de bárbarosante el extranjero, sino, al contrario, nos calificará

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de civilizados, como hombres que queremos antetodo garantizar lo que tiene de más sagrado el hom-bre: la inviolabilidad de su hogar. (Aplausos.)

— El C. secretario: Se pregunta si está suficien-temente discutido. Las personas que estén por laafirmativa, sírvanse ponerse de pie. Si está suficien-temente discutido.

— El C. Calderón: Señores diputados: Creo yoque no esta uniforme el sentir de la Asamblea porlo que toca al último delito de que nos habló el se-ñor licenciado Lizardi, y aunque esto significa unapérdida de tiempo, quería yo consultar a ustedes siestarán de acuerdo en que esa proposición se sepa-rara. (voces: ¡No! ¡No!), Si no, tendremos que separartodo el dictamen.

— El C. González: El inciso es potestativo paraaplicar la pena al violador o no aplicarla; hay, ade-más, una circunstancia: en la Constitución de 57 seusa la palabra “abolir”, que significa no existir, nodarle existencia alguna a la pena de muerte. En esesentido creo que es más perfecta la palabra abolirque prohibir, porque el verbo prohibir necesita unasanción y la sanción precisamente se la da la ley se-cundaria, pero en este caso, no obstante, la palabraprohibir es más acertada que la de abolir. Prohibidoo abolido el castigo de la pena capital para el delitopolítico, lo demás puede perfectamente aplicarse alviolador cuando la ley secundaria así lo considerenecesario. Con la palabra violador se explica perfec-tamente el delito de violación, no hay temor de creerque el violador puede ser el que viole la correspon-dencia o en alguna otra acepción de la palabra quese quiera aplicar al violador.

— El C. Palavicini: Pido la palabra para una mo-ción de orden.

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— El C. presidente: Tiene la palabra el ciudadanoPalavicini.

— El C. Palavicini: Tengo entendido que la Secre-taría no se ha explicado perfectamente bien, puestoque la proposición del señor Calderón está previstaen el Reglamento, además, es justo, porque si no,sucedería que algunas personas como yo tendránque votar en contra de todo el artículo, porque noestoy conforme únicamente en el último inciso. ElReglamento previene que cuando pida un repre-sentante que se separe un inciso, y lo apoye la Cá-mara, se puede separar. Si el señor secretario, des-pués de esta aclaración, pregunta a la Asamblea sida su aprobación, la cosa cambiará radicalmente. Elseñor Calderón pide esto que, a mi juicio, es razo-nable: que se separe para la votación el delito deviolación, de manera que así podamos votar el restodel artículo los que estamos convencidos de que lapena de muerte debe aplicarse en los casos y no enel de la violación, porque de otro modo tendremosque votar por la negativa en todo el artículo.

— El C. Calderón: Señor presidente: Inspiradosolo en mi conciencia, como siempre he dado prue-bas, e importándome bien poco la significación delas personas o el bando a que pertenezcan, tengonecesidad de repetir la creencia de que esa propo-sición debe para la votación, el hecho ése que se-ñaló el ciudadano diputado Lizardi, al ciudadano di-putado Machorro y Narváez, y que consta a toda ladiputación del Estado de Jalisco, es cierto, es dolo-roso; pero le aseguro, señor presidente que si unbandido de esos cae en nuestro poder, no llega nial pueblo, exista o no exista en la Constitución. Porlo demás, creo que es peligroso, y esta es una opi-nión muy mía, es peligroso consignar la pena de

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muerte para este delito, porque desgraciadamente,el nivel moral de nuestro pueblo no esta a la alturaque lo deseamos.

— El C. Ibarra: Pido que se separen para su vo-tación los delitos de traidor a la patria en guerra ex-tranjera, el asesinato con premeditación y el viola-dor con violencia; que esos tres casos se separenpara votarse. (Voces: ¡No!, ¡No!) Tengo derecho, se-ñores, de proponerlo.

— El C. secretario: Para proceder con orden, elciudadano presidente me ordena que se repita lapregunta de si se toma en consideración la propo-sición del ciudadano diputado Calderón. Los que es-tén por la afirmativa, que se pongan de pie. Si setoma en consideración.

Se pregunta a la Asamblea si se toma en consi-deración la proposición del ciudadano diputado Iba-rra. Los que estén por la afirmativa, que se sirvanponerse de pie. Desechada por unanimidad.

El artículo 22, dice:“Artículo 22. Quedan prohibidas las penas de mu-

tilación y de infamia, la marca, los azotes, los palos,el tormento de cualquier especie, la multa excesiva,la confiscación de bienes y cualesquiera otras penasinusitadas y trascendentales.

“No se considerará como confiscación de bienes,la aplicación total o parcial de los bienes de unapersona, hecha por la autoridad judicial, para elpago de la responsabilidad civil resultante de la co-misión de un delito, o para el pago de impuestos omultas.

“Queda también prohibida la pena de muerte pordelitos políticos, y en cuanto a los demás, solo po-drá imponerse al traidor a la patria en guerra ex-tranjera, al parricida, al homicida con alevosía, pre-

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meditación o ventaja, al incendiario, al plagiario, alsalteador de caminos, al pirata y a los reos de de-litos graves del orden militar.”

— El C. Alonzo Romero: Yo propongo a la hono-rable Asamblea suprima esas palabras “azotes ymarcas”, puesto que se trata de seres humanos y esbastante ridículo (voces: ¡No!, ¡No!)

— El C. secretario: Se da principio a la votación.— El mismo C. secretario, después de ella: Resul-

tado de la votación: 110 votos por la afirmativa; 71por la negativa.

...— El C. Palaviccini: Moción de orden, señores.

Conforme a la votación económica y declarado porla Mesa, hubo mayoría para separar el inciso rela-tivo al delito de violación; suplico atentamente a laComisión que retire su dictamen sobre ese particu-lar y nos evite una votación inútil, porque la vamosa desechar.

— El C. secretario: La Comisión manifiesta que noretira su dictamen. (Voces: ¡A votar! ¡A Votar!) Seprocede a la votación del inciso separado.

— El mismo C. secretario: Resultado de la vota-ción: 119 de la negativa por 58 de la afirmativa.