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Este documento es una traducción oficial del foro Eyes Of Angels, por y para fans. Ninguna otra traducción de este libro es considerada oficial

salvo ésta.

Agradecemos la distribución de dicho documento a aquellas regiones enlas que no es posible su publicación ya sea por motivos relacionados con

alguna editorial u otros ajenos.

Esperamos que este trabajo realizado con gran esfuerzo por parte de losstaffs tanto de traducción como de corrección, y de revisión y diseño, sea

de vuestro agrado y que impulse a aquellos lectores que estánadentrándose y que ya están dentro del mundo de la lectura. Recuerdaapoyar al autor/a de este libro comprando el libro en cuanto llegue a tu

localidad. 

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 Staff

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 SinopsisEn un mundo destruido por la ciencia y la guerra, una paria

encuentra el amor con una bestia.

Sabah ha vivido en el exterior del control de Comisión toda su vida.Pero cuando se acerca el año de la Mayoría, su guardián la empujaa tomar una decisión: vivir en lo salvaje con un chico al que apenasconoce, o en un lugar cercano a la Ciudad con Berg, el chico al que haconocido desde la infancia.

Pero cuando Arjun, un monstruo creado por los científicos, salva suvida, todo lo que Sabah conoce comienza a cambiar. Apartada de suvida y su familia, Sabah se encuentra confiando en la bestia cuando élle cuenta sus secretos y más, -enamorándose de una criatura a la queva a pasar todo el tiempo temiendo.

Pero en un mundo donde el control lo es todo, y la vida es algo por loque luchas ¿puede un amor que desafía a la sociedad sobrevivir?

After the Fall #1

 

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 Parte I

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Traducido por katiliz94Corregido por Pily

Nunca he cuestionado las necesidades de la Señora por las zarzasde estrellas.

En los casi catorce años que he vivido bajo su techo, lo heaceptado sin pensar. Pero mientras escojo mi camino por el acantilado,buscando la siempre persistente oscuridad para las florecillas, me

pregunto qué es tan importante sobre ellas.

El viento se levanta y derrapo un poco, el acantilado helado por elrocío de la cascada. Retrocedo mientras miro en la mochila  — está casi

vacía.

Hemos agotado las reservas fácilmente almacenadas de flores.

Siento la mirada de alguien, y resisto el mirar detrás de mí. En sulugar, me agacho, atraída por una atrofiada flor creciendo al otro ladodel precipicio. La libero, y miro la agitada agua, rompe en las rocas lejos

por debajo de mí. ¿Qué chica estaría abajo en este momento?

¿Quiénes arriesgarían su vida por el antojo de nuestra Señora?

Un grito, acechador y primitivo, llena el aire, elevándose sobre elrugido de la cascada y me sacudo, perdiendo el equilibrio por un

atontado momento.

Mis manos resbalan por el hielo, deslizándose hasta queencuentro un agarre. Por un largo momento, permanezco quieta,esperando a que mi latido se ralentice. Entonces gateo hacia atrás,apenas respirando mientras me voy alejando del desprendimiento. Veosangre en las rocas, y con retraso, siento el escozor en la palma de la

mano.

Lilith está caminando arduamente por la helada cima de nieve, lapunta de su nariz roja sobresaliendo de la capucha. Se arrodilla,inspeccionando algo cerca del suelo y contengo la respiración,

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esperando. Si ha encontrado más zarzas de estrellas, podremos ser

capaces de posponer lo inevitable durante un par de días más.

Se endereza y sus ojos se clavan en mí, cuestionando. Suspiro.Hemos estado recolectando las flores desde hace tres semanas y las

reservas en la pared del acantilado se van. He estado aterrorizada estedía. Estirando mi abrigo de lana más cerca y deseando que de algunamanera fuera una protección más fuerte que el rocío, indico a Lilith que

me siga de regreso a la Mansión.

 — ¿A quién enviará la Señora?  — pregunta, mientras cae en unpaso a mi lado. Su voz es suave, difícil de escuchar sobre el constanterugido del agua. Tiemblo. La última temporada, Cedric había ido a porlas flores, pero se ha superpuesto de eso en los meses desde entonces – 

 y aun no se ha recuperado por completo de la pierna rota. Gwen no ledejará ir ahora, sin importa lo que la Señora desee.

Fuerzo una sonrisa para Lilith mientras caminamos de regreso a

la Mansión.

 — No cuestionamos a la Señora, Lil.

No es una respuesta, y la siento temblar, siento la pregunta quecuelga en el aire a nuestro alrededor, tan tangible como la neblina quela tiene temblando.

 — Vamos, hermanita, — digo con afección — . Vamos a acercarte alfuego y ver lo que Cook hace para cenar.

Regresamos a la Mansión y de nuevo los gritos de los lobosexpulsados llenan la oscuridad. A mi lado, Lilith tiembla, y nuestra pazse acelera tan rápido como volvemos a la casa. Miro sobre mis hombroscuando Lilith se desliza en la cocina, y en la siempre presenteoscuridad, puedo ver el destello de ojos dorados, observando

hambrientamente detrás de nosotros en la oscuridad.

De alguna forma los ojos son familiares. Me pregunto si es elmismo lobo expulsado que ha estado vagando por la Mansión durante

las anteriores semanas para vigilarnos.

Ignorando la desconocida — e idiota —  urgencia por buscar al lobo

expulsado, cierro la puerta con firmeza y la atranco detrás de nosotros.

La Señora declara que los lobos expulsados nos protegen de losleopardos, dragones y los aventureros Guardianes. Ocasionalmente, en

la tenue luz gris de la mañana, cuando Berg y yo deambulamos por los

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terrenos buscando frutos secos o hierbas que la Señora ha pedido,

encontraremos un cuerpo.

A veces, podemos decir que era por el pelaje. Otras veces, noqueda suficiente ni siquiera para decir si era animal o humano.

Ninguno de nosotros habla de ellos, y nunca les dijimos a los otros queles encontramos. Algunas cosas, no las compartes con niños pequeños.

Llevas el peso de ellas sobre los hombros.

 — ¿Sabah?

Levanto la mirada hacia el sonido de mi nombre. Es la aguda vozde Cook, recordándome que estoy empapada, calada hasta los huesospor la rociada y el hielo. Mis manos se aprietan en mi abrigo y el dolorestalla en mi mano. Escondo la mueca y sigo a Lilith por la cálida

cocina hasta la habitación donde todas las chicas duermen. A pesar delfuego, todavía hace frio en nuestro dormitorio, y tiemblo tan rápidocomo me quito el abrigo, los arrugados pantalones y el suéter tejido. Lacamiseta interna se pega a mí, una fina capa de hielo, y considero laventaja de dejarla puesta. Entonces me encojo de hombros y la descartotambién, cogiendo el largo e informe vestido que Lilith me arroja,

suspirando de alivio cuando me deslizo en él.

No es mucho. Comparado con el delicado tejido de las batas de la

Señora, es áspera y rasposa. Está caliente y seca, y eso importa más.Lilith mira en su alforja de nuevo mientras envuelvo mi mano con

esmero.

 — No es suficiente, — murmura, abatida.

 — Lil,  — espeto, mi voz más afilada de lo que pretendía — . Sabías

que esto iba a ocurrir – esto siempre ocurre.

Sus ojos grises están dolidos cuando se levantan hacia los míos, y

contengo el suspiro, fuerzo a mi tono estar tranquilo cuando digo:

 — Estará bien, Lil. La Señora lo verá.

Se inclina hacia mí mientras la conduzco de regreso a la cocina, yle dejo. Todas las chicas más jóvenes me miran por apoyo y guía  — unrol en el que nunca he estado cómoda, incluso a pesar de que ha sidomío durante tantos años como he estado en la Mansión.

Cuando volvemos a entrar en la cocina, el olor de venado y pan

con sabor a nueces en el aire, mis ojos se lanzan alrededor paraencontrarle. Berg se endereza donde se había medio arrodillado al lado

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de Guin. Una opresión en mi pecho se alivia; la opresión que siempre

está ahí cuando él está fuera cazando.

Sus ojos cielo oscuro se entibian cuando me ve, y veo la preguntaen ellos, la que he estado temiendo. Berg me conoce lo suficientemente

bien para leer la respuesta al instante, en la posición de mis hombros yel brazo alrededor de Lilith. Un silencioso suspiro de él mientras el

clamor de las niñas me sumerge.

Kaida está sentándose en el fuego, leyendo, pero puedo atraparsu mirada cuando las niñas me meten en su conversación sobre elgatito que encontraron en el invernadero. Intento no encogerme de dolorante la visión de sus grandes ojos grises, reflejos de los míos,

esforzándome por no pensar en lo que tendrá que hacer pronto.

El silencio se sitúa con lentitud, las niñas callan y se tensanmientras esperamos a la Señora. Cook permanece de pie en el pedernal,

murmurando algo sobre el abundante estofado.

La Señora entra en la habitación como la neblina sobre las rocas — arrastrándose, en silencio, sin espectáculos o anuncios. En unmomento está ausente, y al siguiente, se sienta a la cabeza de la mesa.Ahí está el momento familiar de silencioso terror, antes de que de

palmadas una vez y Cook se agite hacia la mesa.

Entonces los más mayores, Berg y yo nos sentamos directamentede frente el uno al otro, a ambos lados de la Señora. Todos esperamosmientras Cook la mira antes de que yo comience a repartir el estofadode venado y tender los cuencos a los más jóvenes.

 — ¿Cómo te fue hoy, cazando? — pregunta la Señora, aceptando elpan con sabor a nueces untado con miel que Berg ofrece.

Él sonríe, y siento algo de alivio de que uno de nosotros tuviese

éxito.

 — Dos conejos, un ganso pequeño y una red de pesca llena.

La Señora sonríe — siempre disfruta del pescado fresco. Entoncessus oscuros ojos encuentran los míos y tiemblo mientras ella arquea

una interrogante ceja.

 — Los suministros han sido agotados, Señora. Encontramoscuatro zarzas. Dos estaban demasiado atrofiadas para ser de uso,  — 

digo, mirando mi cuenco.

Lanzo una rápida mirada cautelosa hacia ella.

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Sus ojos se estrechan, imperceptible para cualquiera que no sepamirar, y miro de nuevo abajo, al abundante caldo, enfriándose conrapidez. Sus dedos rozan mi brazo, suaves, helados y alarmantes  — mimirada se sacude hacia ella y ella sonríe, tensa pero ahí.

 — Estaba prevenido, querida. Deberemos ajustarnos.

Asiento en silencio y comienzo a comer, sin saborear la comidamientras la conversación se incrementa a mi alrededor, la cómoda yfamiliar charla de historias, lecciones y trabajo. El triángulo que

compone nuestras vidas.

No es una vida mala  —  y ya que todos éramos Vulgares, dejadospor los elementos al exterior del Escudo, es más de lo que podríamos

haber esperado.

Muchos Forasteros viven una vida de lejos más difícil. A veces lesvemos, clanes de Vagabundos que se apresuran hacia el viento y lastormentas acidas, y esperan evitar a los más sanguinarios predadores.Los hijos de los Forasteros siempre son sucios y salvajes, algo de

hambre en sus ojos cuando me observan.

No, sé que nuestra vida aquí a la sombra de la Ciudad no esmala. Algunas veces, cuando las luces oscuras se levantan lo suficiente,puedo verlas por la extensión del aire que nos separa de la Ciudad.

Puedo ver los agujeros de luz que conducen a la siempre persistentenoche atrás y me asombro.

¿Cómo sería la vida, como un Ciudadano? ¿Donde no hubieselobos expulsados al exterior de la puerta? ¿Sin tormentas acidashaciendo incluso de las más leves tormentas una pesadilla? Measombra que la seguridad pueda ser encontrada en tal vida regulada.

Y — muy frecuentemente —  me pregunto porque la Señora elegiríavivir al exterior de esa seguridad, tan cerca y además Exiliada de su

propia gente. 

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Traducido por AgossCorregido por katiliz94

 — No entiendo por qué necesitamos saber esto;  — se queja Alba,mirando al holo que estoy armando.

Me muerdo el labio para no espetárselo  — se queja de todas lascosas, pero yo no soy la que decidió que ver los disturbios de lasmutaciones del Antes1 era una buena idea. Echo un vistazo a la puerta,donde puedo escuchar a la Señora hablar en voz baja con Berg.

Están esperando por mí.

 — Creo que los errores del pasado merecen nuestra atención,  — 

dice Spiro suavemente — . Tal vez entonces no los repitamos.

Alba se gira para fruncirle el ceño, y me aclaro la garganta,silenciándola antes de que pueda lanzar otra diatriba.

 — La Señora quiere que veas las historias. Si tienes un problemacon eso, te sugiero que lo hables con ella.

Dejo el reto colgar en el aire mientras el silencio se espesa en lahabitación. Alba me mira fijamente durante un largo momento antes deque se encorve hacia abajo. Satisfecha, empiezo el holo.

Las imágenes de un tiempo pasado, tanto desconocidas comofamiliares, llenan la sala. Una voz profunda habla sobre la imagen, elcaos que encendió el fuego del Cataclismo. Hago una pausa, mirando aKaida, situada entre Guin y Cedric. Una punzada de inquietud pasa pormí — el holo es violento. Demasiado violento para ella.

Puedo sentir a la Señora mirándome, y empujo los pensamientosa un lado. Las historias son familiares para todos nosotros, algo a lo

1 Antes: en ingles Before, es como si hablara de otra época, antes de que algo marcara

la diferencia 

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que la Señora acostumbra a cada uno de sus hijos. Revivir la jornadasangrienta Antes del Cataclismo no dañará a Kaida.

Sacudo la falda liberándome del polvo, y dejo el estudio. LaSeñora me mira, sus ojos oscuros interrogándome, y encuentro sumirada desapasionadamente. Me pregunto lo que ella ve cuando memira, como si pudiera ver mi alma.

Nos quedamos callados mientras ella nos conduce a través de lossilenciosos pasillos de la Mansión, pasando por el salón de baile, dondededicamos la mayor parte de nuestro tiempo libre  — el poco quetenemos. Apenas noto las habitaciones vacías que pasamos. La casa estan familiar que a veces olvido su belleza. Coloco mis dedos sobre losbordes de la madera trabajada en el Antes que sobrevivió la Noche Más

Larga2.

Hay una formalidad de la señora que me pone nerviosa, unatensión silenciosa que se refleja en Berg. Frunzo el ceño, mirándolodesde la esquina de mi ojo mientras se acomoda en su silla en lacocina. Cook está ausente por una vez, y coloco tazones de caldocalientes para los tres mientras Berg rebana el queso, pan, y dos de lasúltimas manzanas.

 — Necesito a Kaida, — dice, sus ojos sobre Berg. Lo veo vacilar, sucuchillo descansando sobre el pan por un momento, demasiado tiempoantes de que rebane y asienta.

 — Ella es demasiado joven, Señora,  — protesto, reprimiendo unescalofrío cuando su mirada, fría y dura, me encuentra.

 — Necesito más zarzas de estrellas,  — dice ella en voz baja, y apesar de saber que esto iba a venir, me golpea con fuerza.

 — Podríamos esperar, Señora,  — se aventura Berg. Siento undestello de gratitud, y contengo la respiración, esperando su respuesta.

 — ¿Cuánto tiempo supones que los lagartos de fuego esperarán? — Pregunta ella con aspereza.

Y rápidamente, la esperanza se desvanece. Ella nos ofrece vida,educación, seguridad, y, a cambio, nosotros arriesgamos nuestras vidaspara ella. Todos sabemos su precio.

2 La Noche Más Larga: En inglés Longest Night, hace referencia a una noche en la cual

ocurrió un suceso de mucha importancia, he ahí que esté en mayúscula. 

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 — Quiero que Kaida vaya. Es más inteligente que Guin  – él estarálisto cuando Kaida sea demasiado mayor, creo,  — continúa la Señora,sorprendiéndome – nunca se explica a sí misma. Me pregunto por qué lohace ahora.

 — Yo iré,  — dejo escapar, y sus ojos me observan desde arriba desu tazón de caldo, incrédula.

 — ¿Tú? — Una breve carcajada sale de ella — . Sabah, sabes que nopuedes. Eres demasiado mayor.

Eso es verdad. Lo soy. Soy tres pulgadas más baja que Lilith,pequeña para mi edad, pero demasiado grande para caber en el túneldetrás de la cascada. Me estremezco al pensar que Kaida pronto se

arrastrará a través de hordas de lagartos de fuego y serpientes.

 — Ella es demasiado joven, — digo de nuevo, mi voz aguda — . Escruel forzarla. Cedric todavía no se ha recuperado, y probablementenunca lo hará.  — La ira me abruma, y se me cae la cuchara conestrépito — . Si va a seguir exigiendo esto, mantenerlos arriesgando susvidas, no los criaré. No los criaré para que usted los sacrifique.

 — ¡Sabah! — espeta Berg y yo le miro.

La Señora se inclina hacia atrás, sus ojos tan agudos como unhalcón carroñero mientras me estudia.

 — Este es mi precio, Sabah,  — dice ella — . Ya lo sabes. Ellos losaben. ¿Porque estás luchando contra mí?

El terror hiela mi ira. ¿Qué pasa si me echa? Soy una Exiliada,una chica que no tiene seguro o Cuota3  — la Ciudad nunca me aceptará.Nunca me quisieron en primer lugar. No voy a sobrevivir fuera por

mucho tiempo, ciertamente no sin una de las tribus Errantes.

Pero los niños no tienen a nadie que hable por ellos.

 — Su precio es demasiado alto, Señora. Usted exige todo y no nosda respuestas. Ninguna promesa de un futuro. Nada más que un techo y comida, no somos sus esclavos. Además, su control sobre nuestravida es como la Comisión.

3 Cuota: Pago para poder permitirse la estancia en La Ciudad.

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Sus ojos se estrechan peligrosamente, y casi me retracto. Antesde que pueda decir cualquier cosa, Berg se coloca entre nosotras.

 — Ella está cansada, Señora. Sabe que Sabah y yo le somos leales.

 — Para eso  — le grito, y ambos giran, mirándome — . No soy unaniña a la que le puedas dar órdenes. Yno estoy pidiendo que pongasexcusas por mí,  — le digo a Berg — . ¡Estoy cansada de ver morir a misniños!

Hay un largo momento de silencio. Puedo sentir sus ojos en mí,presionando y exigiendo. Mis emociones están en su apogeo, laspalabras que no puedo decir burbujean en mi garganta, así que lasahogo hacia abajo y la tormenta fuera de la habitación.

El frio me golpea en la cara mientras me alejo de la casa. Mlenabrilla, resplandeciendo en la oscuridad, enfadándome aún más. Con elviento mordiéndome, camino a lo largo de la orilla del río, lejos de laMansión y la Ciudad y todas las cosas a las que no puedo hacer frenteen estos momentos. El viento es salvaje y feroz contra mi piel, sacandomi pelo de mi moño.

Es salvaje aquí fuera. A unos pasos de mi hogar, lejos de la

sombra de Mlena, la oscuridad me traga. Podría desaparecer aquí. Porun largo y frío momento, lo considero: caminando hasta que me comaun depredador, o sea encontrada por una tribu. Vivir mi vida corriendoen los vientos. Viviendo libre. 

Alejarme de la Señora, de Berg y... los niños. Eso hace que mispasos fallen, y miro hacia atrás. ¿Realmente puedo dejar a mis niños?¿Kadia, Cedric, Guin, y los pequeños gemelos? ¿Spiro?

Cierro los ojos y, finalmente, doy marcha atrás.

***

El holo sigue activado cuando vuelvo al estudio, la vista oscura delos Campos Génesis continua mientras la Comisión usa sus drones detíteres sobre los peligros del Exterior. Sólo puedo ver la distorsión delescudo de la Ciudad en la oscuridad antes de que se enfoque haciafuera para mostrar una manada de lobos excluidos que huían de unaunidad de Guardianes.

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Me aclaro la garganta, y todos se giran hacia mí. Ojos jóvenes,amargos, curiosos — todos en variados tonos de gris, y todos buscandoen mí por algo. Yo me preguntaba por qué. ¿Por qué todos los callejerosde la Señora me observan en busca de orientación? ¿Era porque la

señora estaba demasiado lejos para cumplir esa función? ¿O era miedad? ¿Porque yo era la que los llevó a sus habitaciones y los instaló enesta vida, después de que Berg los encontrase y los llevase a laMansión? Tal vez era una mezcla de los tres.

Finalmente, abandoné la preocupación al respecto. El hecho esque lo hicieron — por alguna razón. Me toca a mí ser la madre de estoshuérfanos, y hago lo que puedo. Incluso cuando quiero desmoronarme.

Apago el holo, y Guin enciende las velas, saca las pantallas

oscuras del fuego.

 — Hemos terminado por hoy,  — le digo en voz baja — . Cook tienepreparado el almuerzo y luego quiero que saquéis las malas hierbas delinvernadero. Spiro, consulta con Berg para ver si él necesita nuestraayuda hoy.

Empiezo a alejarme, y la clara voz de Kaida me detiene.

 — ¿Sabah?

Un pensamiento salvaje pasa a través de mí pero no puedohacerle frente — va a ver la verdad, si me mira. Enfrió mis expresiones, yme giro, arqueando una ceja.

 — ¿Cómo era la luz del sol?

No es la pregunta que espero y trastabillo por un momento, sinsaber cómo responderle. ¿Cómo? ¿Cómo describir algo que nunca he

visto? ¿Que nadie vivo ha visto en su vida?

 — Como el oro hilado, — dice Berg detrás de mí, y me tenso.

La mirada de Kaida lanza grises dardos hacia a él,cuestionándolo.

 — ¿Habéis visto las luces de Mlena?

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Alrededor de la habitación, todos asienten, todos menos Alma,quien observa, con los brazos cruzados sobre el pecho, mientras Berg semueve más allá de mí, se agacha delante de Kaida, y sonríe.

 — Es como eso, excepto que es mucho más. Es más grande  – tangrande que llenaba cada cosa con luz y calor. Calentaba incluso lascataratas. Era la felicidad, y la luz, y la vida, era la seguridad en el día, y las estaciones, y las manos calientes y los cultivos sanos. Eso era todolo que no tenemos ahora.  — Hay un toque de nostalgia en su voz y casidoy un paso hacia él, casi lo llego a tocar y tranquilizarlo. Pero mesiento tan frágil ya, y todavía tengo que informar a los niños de la ordende la Señora.

Me aclaro la garganta, Kaida me mira, y algo en su mirada esta

alerta, casi como si supiera lo que voy a decir antes de hablar.

 — Ella quiere que busques zarzas de estrellas en dos días,  — digo.Kaida encuentra las palabras con el silencio, un grito ahogado escapade Lilith. La miro, y luego observo de vuelta a Kaida.

¿Cómo puede parecer tan serena, tan tranquila? Por un instante,el miedo parpadea a través de sus ojos, y entonces asiente con lacabeza.

Me doy vuelta y escapo.

***

La noche es un tiempo precioso. Un momento de profundaoscuridad y peligro, y la única vez que puedo ser yo misma. Con el pesode los niños y la casa, la vida no se siente tan fuertemente en mí.

Berg me está esperando cuando me deslizo en el estudio, con lasmanos colocadas delicadamente sobre los bordes gastados de un librode cuero grueso. Es viejo, datado del pre-Antes. Sé lo que es sin leer eltítulo  — las casi invisibles letras doradas desde hace mucho tiempo sehan desprendido.

 Tiro del libro suavemente de sus manos y lo pongo sobre la mesa.Me sonríe, pero hay una tensión entre los dos  — algo desconocido ennuestra relación.

Un suspiro se desliza de mí mientras me acurruco en su regazo,inclino mi cabeza en su hombro. Sus labios presionados contra mi pelo

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 y nos sentamos allí, recuperándonos de la larga jornada en los brazosdel otro.

No estoy del todo segura de cuando la relación entre nosotroscambió. Berg es una de las primeras cosas que recuerdo del Exterior.Mi madre es una figura oscura que apenas puedo recordar. Sé que, enel fondo, ella debe haberme amado.

Sé que ella me había desechado sólo porque no tenía otra opción.Vulgares, los niños marginados que viven en las alcantarillas de laCiudad, fueron presas de los Guardianes, y más a menudo entonces notanto, desaparecieron en los experimentos de la Comisión. Ponermefuera del Escudo que protegía el conjunto de la Ciudad era necesario  — 

a veces me gustaba pensar que ella había sido llevada ante el Príncipe,

 y fue amenazada. La Comisión podría Exiliarla, arrebatarle suProtección  — el prometido matrimonio con otro Ciudadano que lespermitirías a cada uno cumplir su Cuota asignada.

Pero ella es un recuerdo de alguien lejano que me había amado, ydejado ir, por las que fuesen sus razones. Berg es el que nunca mesoltó. Yo estuve fuera por casi dos días antes de que Berg meencontrara. Ambos habíamos sido patéticamente pequeños, perorecuerdo que me dio agua que había recogido del asentamiento de la

niebla en su chubasquero. Puedo recordarle prometiéndome quesobreviviríamos, que él me protegería. Recuerdo creerle.

Cuando los lobos exiliados gritasen a través del tono negro de lanoche, él se quedaría despierto, sosteniendo mi mano, y atándome a élcon una cuerda alrededor de la cintura, uniéndonos. Si uno de nosotrosse va, ambos lo hacemos, Sabah. 

No habíamos caído. No fuimos arrebatados por la manada delobos exiliados, tampoco, aunque oímos sus gritos a través de esa nocheinterminable. La Señora nos había encontrado, y con un brillo en susojos que me hizo temblar, nos recogió y nos llevó a su casa solariega.

Habíamos sido los primeros. Sus primeros huérfanos. A través delos años, ella había recogido Vulgares y huérfanos marginados. Berg y yo los habíamos ayudado, les enseñamos, y los mantuvimos mientrasellos lloraban en la noche. Cuando me invadió la falta de la sombra queera mi madre, él me sostuvo.

A veces me pregunto quién lo sostiene a él.

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Siempre ha sido mi amigo  — mi único amigo, ya que las niñaseran mías para cuidar, y la Señora está por encima de mí, ella nuncapodría ser considerada cualquier cosa, excepto por lo que es: mipatrona y Señora.

 — ¿Que estás pensando, Sabah? — Murmura él con voz suave a mioído.

 — En cuando nos conocimos,  — respondo, girando la cabeza parasonreírle — . ¿Pensaste que la niña Vulgar que rescataste, en eseentonces, sería a la amas ahora?

Sus ojos se oscurecen, y mi aliento se queda atrapado.

 — Sí, — murmura y está tan cerca que puedo sentir la palabra enmis labios. Sus manos son un puño en mi pelo, tirando de mí aún máscerca. Aspiro, luchando por respirar, atrapada en el beso y la tormentade emociones que puede hacer juego a través de mí.

Los dos estamos temblando cuando me deja ir. Nos sentamos ensilencio, y luego se da una palmada en la rodilla.

 — Camina conmigo al invernadero.

Me pongo en pie, agradecida por la oportunidad de pensar en algomás que sus labios sobre mí, tan delicioso como es. Sus besos siempreme hacen pensar en el futuro, y eso no es seguro para ninguno denosotros.

Somos Exiliados.

El invernadero es silencioso y espeluznante en la oscuridad de lanoche. Esta es la única vez que apagamos la luz del invernadero, y la

oscuridad es constante en todo el resto que llena la sala. Sin embargolos olores son reconfortantemente — naturales y limpios —  frescos. Dejoque mis dedos rocen las hierbas, y el olor a romero y tomillo y cilantroflota en el aire a mí alrededor. Se me hace la boca agua, a pesar de queestoy llena desde la última comida.

 — ¿Qué fue eso, hoy por la mañana? ¿Por qué la cuestionas? — mepregunta, y a pesar del tono casual, puedo sentir el borde de la tensión.

El toque de ira.

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 — ¿No estoy autorizada a hacer eso? Creí que sólo era la Comisiónla que odia las preguntas — le digo, a la ligera. Recojo un par de tijeras ycorto un poco de romero, lo huelo antes de meterlo en el bolsillo paradárselo a Cook.

 — Sabah,  — él se rompe, y esta vez no intenta censurar la ira desu voz — , no seas difícil.

Parpadeo, volviéndome hacia él. Eso es algo de lo que rara vez, onunca, he sido acusada de ser. Si alguno de nosotros  — aparte deAlba —  es difícil , es Berg.

 — No lo soy,  — digo, mi voz plana y poco amistosa — . Estoypreguntando por qué es tan condenadamente necesario arriesgar la vida

de un niño. ¿Es que está mal, Berg? Porque por lo que sabemos , esaszarzas de estrellas podrían estar haciendo su aroma de baño.

Algo parpadea en sus ojos, demasiado rápido para mí deentender, antes de que diga tieso — : Si ese es el precio que pide porprotegernos, eso es asunto suyo.

 — No, — me rompo — . No cuando crio a esos niños. Ella hace quesea nuestro asunto.

Llega a mí, y doy un paso atrás, fuera de alcance.

 — ¿Por qué la estás defendiendo? — Exijo. Lo veo encogerse, veo lapreocupación y la confusión en guerra por la supremacía en su rostro.

 — No quiero lastimarte,  — dice, y algo en mí se aprieta. Me estádiciendo la verdad, pero no toda. Por primera vez en nuestras vidas,Berg me está ocultando algo.

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Traducido por NessiedCorregido por Meii

Estaba robando en la cocina, mis pies silenciados con las botasde cuero engrasados. Cook está tarareando, de espaldas a mí mientrasbate una masa de pan en la sumisión. Extiendo la mano, agarrando

unos pasteles de una bandeja lanzándose de nuevo para los niños, yempujándolos de nuevo en mí bolsa.

Mi capa está en el pasillo, la tomo y me doy prisa hacia la puerta.Necesito el abrazo del frío de las Cataratas, el espíritu, y la supresiónhermosa del peligro.

Hago mi camino a través de la extensión de hielo que separa laMansión desde el borde de las Cataratas, en dirección al afloramiento

que es mi lugar favorito para sentarme.

Es peligroso a estas alturas de la época de otoño, la temperaturaha bajado lo suficiente como para que el hielo se afiance y se haga comouna roca en una mancha enorme hundiéndose en las profundidadesoscuras y las afiladas rocas que bordean las Cataratas.

De acuerdo a las historias que la Señora nos había enseñado, enel Antes del Cataclismo, las Cataratas eran un lugar para los turistas.Ellos separaban dos naciones, y el paso entre ellos era fácil e inofensivo.

La visualización de la superficie se alineaba entre los acantilados, y lagente venía en todas las épocas del año, riendo y tomando pequeñosretratos de las Cataratas. Lo había visto una vez, esa reliquia de otrotiempo. Eso me hacía preguntarme cómo pensaban que podían captarla majestuosidad de las Cataratas en algo tan pequeño.

Era un lugar, dijo la Señora, para disfrutar. Un lugar al que ibana olvidar la vida vacía que llevaban.

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Sentada aquí mirando el terrible esplendor del agua, casi puedoentenderlo. Es tan fácil perderse en su belleza devastadora, olvidar queKaida bajará por el borde en menos de un día.

 Tomo un respiro tembloroso, y miro a través del barranco a laCiudad.

Está, como todos los días, desdibujado por la niebla recubriendoel Escudo. Puedo ver las luces que brillan durante el día, dejando quelos ciudadanos pretendan que el sol todavía llena nuestros cielos.

La ira burbujea en mí, con cada cosa. La Señora y susdemenciales exigencias, Berg quien la defiende, y los ciudadanos quepueden vivir una vida libre de peligro.

¿Qué los hace tan especiales? ¿Tan diferentes de nosotros? ¿Porqué deberían de disfrutar de la libertad y seguridad mientras nosotrosluchamos para vivir? Un escalofrío pasa por mi espina dorsal y mis ojosse cierran.

Incluso aquí, a solas con mis pensamientos, una visión clara estáa mi alrededor, estoy asustada. La Comisión no tolera las preguntas.

A veces, siento como que he tenido miedo toda mi vida.

Echo un vistazo por encima del hombro, y me sorprendo al ver undestello blanco en la luz grisácea y descolorida. Relucientes ojosdorados me miran desde detrás de una roca, y me tenso.

Grito mientras me deslizo hacia el asidero, revolviéndome en lasrocas heladas, a algo a lo que aferrarme. Siento que el mundo se muevedebajo de mí; vislumbro el asidero cuando mis pies se apresuran en elaire vacío y mojado.

Grito de nuevo, y me pregunto, en un instante sin aliento, si Berglo escuchará.

Entonces una mano me toma drásticamente del brazo. Veo unasblancas garras cavando en el hielo, pies desnudos que parecenextrañamente humanos, tirándome lejos de la pared del acantilado.Brotes de dolor estallan en mi brazo mientras el mundo gira, el cielo, elagua y la tierra revolviéndose en mi estómago, la vista borrosa.

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Cuando ya puedo pensar, me doy cuenta de que estoy pegada a laparte posterior de un pino. Es enorme, del pre-Antes. Tambiénrepresenta los diez metros del borde del acantilado. Por lo general es elmarcador de seguridad; a los niños más pequeños no se les permite

superarlo.

Hay un rumor, y me estremezco, reprimiendo la histeria cuandoveo una cara blanca y deforme, el pelo grueso y largo posándose sobresus orejas ligeramente puntiagudas. Su boca llena de dientes comosierras brillando en la oscuridad. Y la nariz, que parece haberse roto enalgún momento, olfateándome con curiosidad. Agachándose a pocosmetros de mí, sus pantalones de algodón están rasgados y soplan en elviento. Sus piernas deformes, y sus brazos son demasiados largos.

Un lobo expulsado. Me congelo, mi corazón late de repente másfuerte de lo imposible que el sonido que golpea por encima de mis oídos.Ellos son parte de la vida en el Exterior, humanos alterados para tenerla mentalidad de un lobo, garras, dientes, y crueldad. Me pregunto sitienen audición, y la capacidad de oler el miedo. Eso lo asfixiaría, y si lohace, ¿por qué me salvó, o no era yo la comida para su manada? Unrecuerdo de Berg, la sangre corriendo por su espalda, mis dedoscongelados al rastrear sus heridas, llena mi mente.

Sé lo despiadados que los lobos expulsados podían ser. He visto eldaño que pueden infligir.

Sus ojos dorados son duros, sin piedad, furiosos, y curiosos. Mecierro en mi misma, esperando, y solo hay un resoplido suave, un ruidoclaramente humano, y entonces él se ha ido. Una brisa de aire me hacetemblar, pero me obligo a mirar. Todo lo que veo en la oscuridad es eldestello de su pelo blanco desvaneciéndose en la niebla.

*** 

Me siento bajo el pino por un largo tiempo, a la espera de Bergestallando de la casa, llamándome por mis gritos. Estoy aliviada de queno lo hiciera, aunque lejanamente, me pregunto por qué no lo ha hecho.Cuando la oscuridad se profundiza a mi alrededor y las luces de laciudad comienzan a verse mal, me paro. Mis músculos tienen espasmosde dolor por las horas en falta de movimiento y el frío. Me recuesto en elárbol, esperando que los movimientos de la sangre vayan lentamente

hacia abajo, pinchazos de dolor bailando en mis piernas y en mi vista.

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No lo entiendo. Más allá del dolor, más allá del frío heladoenvolviéndose a mí alrededor, incluso más allá del temorconsumiéndome. No  lo entiendo.

¿Cómo pudo llegar a ser amable? Vi el odio en sus ojos, y crecíviendo los restos de las presas de los lobos. Ellos no salvaban a lagente.

No protegían. Ciertamente no huían a la espera de una comida,clavándola en un árbol. Pero a pesar de su violencia, fue cuidadoso,casi amable conmigo.

Mi muñeca se estaba estropeando, la evidencia de la únicaaspereza que había mostrado. Me pregunto si sería capaz de esconderse

de Berg. No quiero hacer frente a sus preguntas, no quiero tratar deexplicar esto. Berg odia a los lobos. Él no sería simpático, no entenderíani por un segundo, que yo había visto algo desgarradoramente humanoen sus ojos dorados.

La casa está en silencio cuando paso al interior. Puedo oler elaroma del pescado cocinándose; escucho el suave murmullo de voces yel ruido de los utensilios.

¿Es realmente tan tarde? Dudo al volver en el primer paso, laculpa casi suficiente como para hacer que vaya de la cocina, y luegosacudo la cabeza y me apresuro hacia arriba. La habitación está vacía yme cambio en silencio, y luego voy más alto, a la planta superior de laMansión. Es incluso más alta que los cuartos de la Señora, unapequeña buhardilla enmarcada por el vidrio y la noche como la tinta. Esmi refugio privado, el único lugar en la Mansión que he reclamado. Laaltura y la vista de la Ciudad hacen que la mayoría de los niños sepongan nerviosos.

Me hundo en una esquina, y por primera vez desde que mi pieresbaló, lágrimas llenan mis ojos. Finalmente segura, lavo el terror quehabía sobre mí, en sustitución de la maravilla. El rostro del loboexpulsado se desvanece, y empiezo a temblar.

¿Cómo Berg no llegó a escucharme? ¿Cómo pudo dejarme por ahítantas horas? Para no echarme de menos, tenía que estar preocupadopor algo: o por alguien más. Por un momento, la ira era más fuerte quemi miedo, me ahogo, los sollozos rasgan a través de mí. Nunca soy así,

 y empiezo a hipar, tratando de forzar mis gritos hacia abajo. Siempre  soy más fuerte que él, la hermana de confianza sólida. Los temores

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acechan a las otras chicas, yo no cedo ante ellos. No discuto contra laSeñora. Ni siquiera la cuestiono. Hasta ahora.

 — Sabah.

Sollozo todavía. La Señora está sentada tan cerca que puedosentir su falda de terciopelo en mis pies descalzos. Tardíamente, me doycuenta de que puedo oler el pescado caliente.

 — ¿Qué pasó?  — me pregunta, y su voz es como el calor sobre elacero. La ira por mi desobediencia sigue ahí, al acecho en su postura yen su tono.

No puedo decírselo. Sin molestarme en preguntarle por qué,

abruptamente digo — : Me resbalé en el hielo. Y pensé que iba a caer enlas Cataratas.

Sus ojos están vacíos, duros y exigentes. Aguanto la respiración, yme pregunto si ella va a aceptar esto como la verdad

 — ¿Qué más?

Mi respiración se precipita en mí.

 — Me hizo pensar. Que si muero, ¿sería tan malo? No tengo nada,no hay ningún futuro real.  — Las palabras salen antes de que se meocurran, y estoy muy sorprendida al darme cuenta de lo ciertas queson.

Ella se ríe. Es tan inesperado, que el sonido llena la pequeñahabitación como las cataratas de la cascada. Me quedo mirándolamientras ella se ríe.

 — ¿De qué demonios estás hablando?

 — Señora, casi soy Mayor de Edad. Berg, también. ¿Y luego?Ninguno de los dos, ninguno de nosotros, tiene Cuotas. No tenemosProtección. No tenemos ninguna oportunidad en la vida dentro de laCiudad, el Príncipe nunca lo permitiría.

Los ojos de la señora “brillaban” cuando suspiraba. 

 — Sabah. Tú, más que nadie, dudas de mí. ¿Crees que me habría

pasado todos estos años enseñándote y haciendo una dama de ti para

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que pasases tu vida en el Exterior? Si no tuviera algún plan, ¿no creesque te habría enviado a una de esas tribus hace muchos años?

Me muerdo el labio y luego me encojo de hombros. Miresbalamiento en el acantilado había aflojado algo en mí, y creo que ellalo ve cuando la miro.

 — No lo sé, Señora. Nunca he sabido por qué nos acogió desde elprincipio.

Ella sonríe, una pequeña sonrisa secreta, la que siempre he vistoen sus labios cuando uno de nosotros pasa por el borde de lasCataratas en busca de su obsesión difícil de alcanzar, la misma sonrisaque llena los ojos de Berg cuando trae a casa un Vulgar. El que

levantaba los pelos de punta en el cuello.

 — ¿Tiene ese “porqué” importancia? — pregunta en voz baja.

Me encojo de hombros otra vez y tomo el pescado de ella. Mimirada nunca la deja cuando trago el primer bocado.

 — Puede que yo fuese demasiado joven para preocuparme el porqué, antes de ahora. Pero no puedo permitir que no importe nada. Nopuedo cuidar de todos los huérfanos de la Cuidad para siempre.  — Dejouna sonrisa fría y burlona en sus labios — . O tal vez estoy tan cansadade todos los secretos y mentiras.

Ella se ríe, pero esta vez, es amarga. Haciendo eco, yanormalmente alta. Aprieto los ojos cerrados, odiando la tristezallenando sus ojos. La decepción. Incluso una rabia desconocida corre através de mí, no me gusta decepcionarla. Pero me sorprende.

 — ¿Quieres saber cuáles son mis planes? Muy bien. Tú te mereces

mucho más. Quiero que Berg sea aprobado en la Universidad. Él esinteligente, y la Comisión puede llegar a ser fría y calculadora, pero noserían tan tontos de Exiliar a alguien tan inteligente como lo es él.

Me trago mi sorpresa, junto con el pescado. No esperaba que merespondiese con tanta facilidad. Dejo que mis dedos grasientos caiganen mi regazo y en el plato medio lleno.

 — Así que es Berg,  — digo, sorprendiéndome de que mi voz sea

constante — , ¿y qué hay de mí?

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Ella me mira por un largo rato; siempre y creo que no va aresponder. Entonces asiente con la cabeza.

 — Supongo que eso es justo.  — Parpadeo, y me da una sonrisairónica — . No puedo mantenerte para mí por siempre, querida.

 — Así que tiene un plan  — le digo, mi boca repentinamente estáseca.

 — Hay dos opciones obvias, Sabah. En primer lugar, puedescasarte en las tribus.

Un escalofrío roba más de mí. No puedo dejar de pensar enHawke, su dura risa, sus ojos afilados, y la excavación de sus dedos en

mis caderas cuando me robó un beso. Me pongo colorada, y miro haciaabajo y ella se ríe.

 — Pareciste gustarle al hijo del Vagabundo, la última vez queestuvo aquí.

Me las arreglo para encogerme de hombros.

 — Él fue una distracción agradable.

 — ¿Bastante agradable como para querer vivir con las tribus?

El miedo aprieta mi instinto, haciendo que sea difícil jadear unarespiración completa.

No me gusta mi voz temblante cuando digo — : Usted dijo que teníados opciones. ¿Cuál es la otra?

Ella inclina la cabeza.

 — Este lugar no siempre será mi casa. Y tú eres buena con los

niños. No tienes   que irte.  — Sus ojos se endurecen — . Pero nuncavolverás a cuestionarme a mí o a mis métodos de nuevo.

Por un momento, nos miramos la una a la otra, con la miradaseria. No sé si ella pude ver mi conmoción y repulsión, pero después deunos minutos se pone de pie, y me deja sin palabras.

¿Podía hacer eso? ¿Vivir una vida, preparando a los niños para

morir?

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Traducido por PilyCorregido por Key  

 — ¿Dónde estabas? — pregunta Alba, su voz acusadora. Las otraschicas se detienen en su preparación de la cama, mirando entrenosotras dos, esperando mi respuesta.

Le echo un vistazo y me encojo de hombros.

 — Quería estar sola.

Sus ojos azules se estrechan, pero Kaida dice mi nombre y laevito. Está sentada con las piernas cruzadas en la cama, y cuando meacuesto, se acurruca a mí alrededor, su fino pelo de bebé haciéndomecosquillas en la nariz. Aspiro para memorizar su rico olor de la suciedaddel jardín, el olor a sudor y tinta, el olor a ceniza de la cocina, y debajo,

el olor completamente inocente de un pequeño cuerpo. La abrazo confuerza y suspiro.

Me mira.

 — ¿Qué se siente?

Me preguntaba por qué todos los días ellas me preguntaban. Hanpasado casi cuatro años desde que he estado en las Cataratas. Berg me

dice que es una manera de tranquilizarse a sí mismas, al oírlo de mí,porque yo fui la primera, y sobreviví a tantos viajes. Supongo que eso estan válido como cualquier otra cosa.

 Tirando de la manta alrededor de las dos, pienso. A pesar deltiempo que ha pasado pienso en la sensación de la suspensión y delhelado terror bajando por mi espalda y tiemblo.

 — Hace frío. Está oscuro. Es sofocante. Puedes escuchar loslagartos de fuego en las rocas, y sentir las Cataratas mojándote.

Haciendo las cosas resbaladizas.

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Ella se estremece a mi lado, e inclino su cabeza hacia arriba yescudriño en sus ojos brillantes. Es tan pequeña.

 — Berg ha manejado el Ascensor desde el principio. Sabe lo queestá haciendo, confía en él,  — le susurro feroz, y ella se obliga a unmovimiento de cabeza.

La sala está en silencio, pero hay una tensión que me da ganas deescapar de nuevo. Ella se mueve, casi a regañadientes alejándose, yaprieto mis manos, lo suficiente para detenerla. Kaida se acurruca enmi almohada, un pequeño brazo sobre mi cuello mientras cae en sussueños inquietos.

Me quedo despierta, preguntándome por los acontecimientos del

día y temiendo la mañana. Las palabras de la Señora caen en mi mente,burlándose. ¿Cómo sería la vida con Hawke, salvaje y libre?

La idea es demasiado extraña para formarse plenamente. Nopuedo imaginarlo. Ni siquiera puedo ver claramente a Hawke; sumemoria son trozos y piezas, partes de un todo. Suspiro, cambiando.

Berg es familiar y seguro. Pero eso es aquí . Y él ni siquiera está aquí, nosi la Señora se sale con la suya.

¿Me puedo quedar aquí sin mi mejor amigo?

¿Por qué ella le enviaría sin mí?

Oigo un rasguño suave en la puerta, y mis ojos se cierraninstintivamente. Berg. 

A pesar de mis dudas, no me puedo deslizar del agarre de Kaida.Lilith se desliza en mi cama aún caliente y sin una palabra, y la niñadormida se envuelve alrededor de ella. Asiente con la cabeza hacia mí, y

me doy la vuelta, dejando la habitación.

Él coge mi mano cuando llego a la escalera, y me tira hacia abajoa la familiar oscuridad hasta llegar al refugio cálido de la biblioteca.Cook siempre deja el fuego ardiente en el hogar, consciente de que lamayoría de las veces, Berg se queda dormido en el sillón con un libroabierto en su regazo.

Paso mi dedo sobre el libro que él está leyendo  — Otelo.  Solo lo

recuerdo vagamente. Nunca he compartido la pasión de Berg por lashistorias —  nuestra vida es más interesante que esas historias.

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Afirma que los libros son un escape, un lugar donde puede, porun momento, olvidarse del mundo en el que realmente vivimos.

No insisto en el tema. Le hacen feliz, y hay muy poco en nuestraexistencia de hielo que puede ofrecer eso. Soy lo suficientementerealista por los dos

 — ¿Dónde estabas esta tarde?  — pregunta, apoyado en elescritorio, estudiando el libro en sus manos.

 — Necesitaba pensar. Fuera del pino — respondo. No agrego que sihubiera mirado, me habría encontrado. No necesito decirlo. Berg puedeleer mi subtexto casi mejor de lo que puedo pensarlo.

No lo aborda. Mira a sus pies, desnudos en la luz del fuego.

 — Últimamente no te entiendo.

Oigo lo que no dice — lo que dijo anoche. Nunca lo he cuestionadoabiertamente antes — , pero me da rabia que él esté tomando partido porella.

 — Si me permites la pregunta ¿por qué iba a arriesgar nuestrasvidas? ¿Por qué iba a forzar a un niño a tal peligro?  — digo de manera

uniforme, a pesar del miedo que hace acelerar los latidos de mi corazón.

 — Es su elección. Ella no tiene que dejar que cualquiera denosotros vivamos aquí — me recuerda.

Eso hace que sea peor. No creo que fuera posible estar enfadadapor esto pero sí. Doy un tirón a mis pies.

 — ¿Así que debo estar contenta porque ella nos dé de comer?

¿Porque estemos cálidos y educados, debería ser aceptable que ella estéenviando a una niña de seis años, sobre el borde de una cascada?  — 

Exijo, toda la ira de anoche volviendo. ¿Por qué me está diciendo esto?

Sus ojos están llenos de advertencia cuando se encuentra con mimirada.

 — No sabes sus razones para esto, Sabah  — dice con un tono devoz superior. Lo odio cuando es así.

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 — Por supuesto que no  — replico — . Ninguno de nosotros lo sabe.Ella se molesta y se desvanece en su estudio durante semanas. ¿Quédemonios se supone que debo pensar?

Pero mis pensamientos no están en la Señora y su traición  — 

estoy acostumbrada a eso. Están en Berg. ¿Cómo puede elegirla,defenderla, cuando sabe lo furiosa que estoy? ¿Es simplemente que nosabe cómo hacer frente a la cara de mi ira? Es inusual, para mí. Yo soyla ecuánime — siempre lo he sido. Él es el único propenso a episodios dealta emoción, hasta las lágrimas y rabietas. Pero esto parece diferente — la defensa es personal.

 — Se me permite tener miedo, Berg. Yo la crié, ella es mía   — 

susurro, y me aparto, tratando de no centrarme en la distancia que nos

separa. ¿Cuándo llegó a ser tan grande?

Me atrapa en la puerta, su mano suave y la piedad en sus ojosduele. Lo mismo sucede con la disculpa silenciosa, la que él no hará.

 — No vayas, Sabah — susurra, suplicando.

Me resisto a su agarre, con ganas de escapar.

 — ¿Qué sabes sobre el plan de la Señora para nosotros?

Me libera y se aleja, de repente tenso.

 — ¿Qué quieres decir?

Lo miro fijamente, en silencio, y él resopla — : Ella quiere quepruebe en la Universidad. Sabes que he estudiado todos los días.

 — Lo mismo sucede con Spiro, pero ella no le está ofreciendo una

vida en la ciudad — respondo, con suavidad — . ¿Qué hay de mí?

 — No me lo ha dicho  — responde, demasiado rápido. Algo seaprieta en mi vientre y me obliga a molestarme.

 — ¿Te acuerdas de Hawke?  — pregunto, mirándolo desde debajode mis pestañas. Él se pone rígido y sonrío — . Oh, lo haces.

 — ¿Qué tiene que ver con esto? — pregunta.

 — La Señora quiere que me case en las tribus. Hawke parece laopción más lógica, ya que tenemos historia.

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Traducido SOS por Cherry K. CrazyCorregido por Katiliz94  

La lluvia es una bendición a medias.

Apenas puedo ver, lo cual hacia casi posible ignorar porque

estamos aquí. La Señora les dio a los niños un desayuno ligero despuésde cocinar avena y miel tostadas. Entonces ella lideró nuestra pequeñaprocesión — ella misma, Berg, yo, Gwen, y la pequeña Kaida —  hacia elfrio.

Un pequeño paraguas nos protege a Gwen y a mí, mientras quevemos cómo Berg amarra a Kaida al aparejo. Observarlos me traerecuerdos — me siento como si fuera atada ahí de nuevo, esperando acolumpiarme sobre el abismo. Puedo sentir la picadura de la aleacióndel metal que la Señora compró en nuestro primer viaje a la Ciudadcuando tenía cuatro años, las cuerdas cortándome.

Es viejo ahora  — el brillo se ha ido, las cuerdas han sidoremplazadas. Partes fueron pintadas y marcadas con el ácido de loslagartos de fuego. El pensamiento me hace mirar hacia arriba. Al menosesta tormenta no es de ácido.

Kaida está temblando. Puedo ver el temblor en sus manosmientras sostiene la bolsa que Berg le dio. Está aterrorizada. Sus

grandes ojos grises me encuentran, y fuerzo una sonrisa que no siento.Me pregunto si ella ve a través de eso.

La Señora hace un sonido profundo en su pecho, una señal dealarma. El agarre de Kaida de la bolsa se aprieta y lo abrocho sobre sushombros antes de que ella se sujete a la cuerda, por un segundo, pareceque el tiempo se detiene. Entonces Berg aprieta unos comandos en eltablero de control y al levantarse se columpia hacia los lados. Ella gritamientras sus pies se agitan en el aire y no puedo ayudarla pero

recuerdo la sensación  — el terror —  de hace solo unos pocos días. Berg

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presiona el tablero de control de nuevo, la Señora le murmura algo, y yosostengo la mirada de Kaida.

 — Está bien, cariño,  — murmuro a los auriculares que estoyllevando. Puedo oír su respiración frenética, el sonido suave del miedoque lucha por contener sobre el agua.

 — Respira Kaida. Cuenta conmigo,  — comienzo, haciendo que mivoz sea lenta y tranquila. Ella cuelga del arnés, y cuando llego adiecisiete, se une a mí. Despacio, su respiración se tranquiliza — . ¿Estáslista cariño?  — Pregunto, su cuenta vacila. Sobre la caída, ella asiente,determinada, y murmura — . Buena chica.  — Le muestro los pulgaresarriba a Berg.

Otro toque en el tablero el elevador la levanta a tirones y luegodisminuye. No me puedo mover más cerca del abismo  — no puedoseguirla con mis ojos. Los lagartos de fuego plagaron la cima una vez,cuando tenía siete. Berg fue herido en la pelea. Desde entonces, laSeñora mantiene el fuego ardiendo para mantenerlos en la bahíamientras cosechamos por detrás de la caída. A ellos no les gusta elhumo.

Incluso después de cuatro años de mirar desde la cima del

acantilado, puedo ver la escena reproduciéndose en mi cabeza. La vozde Kaida es chillona cuando dice mi nombre y sé que sus pies estánempapados, inmersos en las agresivas aguas. Esta era la partecomplicada para Berg — lanzarla a través de la cascada para alcanzar eltúnel que está detrás, sin lastimarla con el acantilado.

 — Aguanta la respiración Kaida, cuenta, — digo.

 Todos los niños están aprendiendo la habilidad de contar — cierralos ojos y aguanta la respiración. Cuenta hasta veinte. Otra vez. Treinta.

Otra vez. Cuarenta. Otra vez. Otra vez. Otra vez.

Alejo el enfado que surge en mí y me concentro en los sonidos demis auriculares. Sobre el agua, su respiración incluso. Levanto tresdedos, y siento a Gwen y a Berg tensarse a cada lado de mí.

 — Respira profundo. — Susurro, y bajo un dedo.

Colgando en el aire sobre el barranco, escucho una respiración

intensa, y cierro el puño.

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El sonido es ensordecedor, devolviéndome a todas aquellas vecesen las que era yo, la que pasaba por el agua, golpeándome yestrellándome con las rocas, el helado terror de ella rodeándome. Podíasentirlo , y caí sobre mis rodillas. Es el primer obstáculo — ella tiene que

atravesar las rocas. ¿El agua la destruirá, la arrancará de los arneses yla lanzará a las figuras irregulares de abajo? Eso ha pasado antes.Contengo el aliento por ella, y espero.

Berg está atento en su tablero, y entonces alzo la mirada, unasonrisa se formó en sus labios. El sonido en mis audiófonos cambia. Unpeso se va de mi corazón y mi respiración se precipita en un sollozoahogado. No habría notado ese sonido de todos modos — el rugido de lacascada hace eco en todo el lugar.

La Señora estaba viéndome y me fuerzo a mí misma aconcentrarme, a hacer mi trabajo.

 — Kaida, el túnel está a la derecha. ¿Puedes verlo?

Miro a Berg para confirmar. Él está frunciendo el ceño a supantalla, presionando gentilmente las flechas que mueven el elevador.

 — Espera Kaida, solo espera. — Murmuro.

Hay un gran momento de espera, y entonces un fuerte jadeo deella.

 — Puedo verlo.

Asiento hacia Berg, y toco el panel hasta que oigo que ella sesujeta a las rocas. Están resbalosas, con el incesante sonido no naturaldel agua.

 — Lo tengo,  — susurra, y casi puedo saborear su miedo, es tanpalpable.

 — Recuerda Kaida. Los pies primero,  — instruyo, y escucho sumeneo a largo de las rocas resbaladizas — . Ve despacio cariño.

Hay un extraño craqueo y pop, y luego silencio.

Nuestra comunicación se acaba, ella tiene dos horas  — no más yluego Berg la saciará. El túnel el corto, y la cueva es grande, pero nunca

toma más de dos — a menos que algo vaya mal.

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La Señora se está comiendo las uñas. Es el único momento enque muestra algún signo de emoción, o de preocupación  — cuando nopodemos comunicarnos con el niño en el túnel. Entiendo supreocupación, pero había pasado más que mi parte justa de horas en

ese túnel. Incluso sin ser capaz de guiarla más, sé qué clase de rocasestá quitando de su camino.

Me siento en el fangoso hielo, cierro los ojos, e imagino la mojadaoscuridad. El primer giro del túnel es cinco medidas de cuerpo —  y es ala derecha. Puedo imaginarme su susto cuando lo patea  — siempre  olvidan el primer giro. Después de eso, todo se tranquiliza, es un pocomás caliente, lejos del agua y el viento. El rugido se convierte en unmurmullo. Las rocas son afiladas, pero apenas si son un problema  — sutraje esta echo de un material hibrido, comprado en la ciudad, que

incluso el acero no corta. Las piedras afiladas son incomodas, pero nomás.

Más rocas se alinean en la oscuridad. Cuando ella escucha elprimer siseo, ¿el primer susurro de una piel de reptil arrastrándose enla oscuridad? La caverna y el túnel están siempre llenas de insectos  — 

las serpientes y los lagartos de fuego los buscan con despiadadaeficiencia.

Es tarde en la temporada, algunos reptiles estarán invernando.Pero no todos, no lo híbridos. Aquellos que no se sienten atraídos por lafuente de comida  — La misma clase de tipo que está atrayendo a Kaidaahora.

La zarza de estrellas  — una planta suave que rezuma savia yhuele como a nieve cayendo. Son atraídas particularmente cuandoestán floreciendo, pero tienen unas anchas hojas brillantes que losreptiles híbridos aman.

Recoger zarzas de estrellas, es una cosa simple. Toma solo unsegundo. Pero cuando eres tan joven y estás en una caverna tan oscura,con lagartos de fuego y serpientes lanzándose alrededor de tus tobilloses aterrador. Me estremezco, me ahoga el sentimiento de culpa. Alejomis pensamientos de ella. Lejos de mis recuerdos de la pendienteoscura de la cueva que solo se ilumina con la visión verde de los visoresque la Señora provee cada vez que un niño va a esa insana misión.

Una chispa de ira brinca, atrapada en mi pecho  — ¿ por qué  nos

hace esto a nosotros? Si, ella nos provee y nos protege, pero el costo esalto.

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Ahora no es momento para lidiar con mi enfado, así que meconcentro en el barranco. Está lluvioso y no puedo ver las luces. Se deexperiencias pasadas que si el agua estuviera clara, los Ciudadanosestarían alineando el Escudo. Ellos siempre observan mientras bajamos

a un niño a la Cascada. Algunos se quedan hasta el final — la mayoríasolo seambulan, la atención se dispersa en el tedio de la espera. Losodio. ¿Cómo se atreven a encontrar nuestra tragedia personal unentretenimiento tardío?

Miro a Berg mientras los escalofríos bajan por mi espina. La luzoscura que marca la mañana en nuestras vidas oscurece sus facciones,pero sé que sus ojos están llenos de preocupación. Él no hablaría encontra de la Señora, pero sé que odia esto tanto como yo. Después detodo, el rescató a Kaida.

Un lobo expulsado grita en la distancia, brinco, causando queGwen alce una ceja hacia mí. Las manos de Berg están sujetas al panelde control, mis ojos se alejan de el con culpa, recordando como penséen el lobo expulsado blanco después de haber tenido sexo la nochepasada.

Durante un latido de corazón, me pregunto si él está afueraahora, el misterioso lobo expulsado, mirándonos a través del manto de

la lluvia.

La Señora asiente hacia Berg y el introduce una rápida serie decomandos en el tablero de control, y ante nosotros, el fuego brinca a lavida. Ni siquiera he visto a los lagartos de fuego sentados en la cima delbarranco. Me hace sentir mejor  — Kaida se está moviendo debajo,agitándolos. Hay un grito desgarrador y me estremezco. Los lagartosatrapados en el fuego suenan dolorosamente como humanos  — unrastro genético hibrido que parece que compartimos. Mis ojos sehumedecen cuando el ácido que escupen alcanza el fuego, y Gwenbusca dentro de su boldo, pasándome un velo de gasa. No detiene todoel humo del ácido, pero contiene el suficiente para que no cause dañopermanente — solo un dolor de cabeza punzante.

¿Qué hora es? Mis pies sufren por el frio filtrándose en ellos.

 — ¿Cuánto tiempo ha pasado? — Pregunto.

Berg se encoge de hombros.

 — Por lo menos una hora.

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Algunas veces, ya estaría echo para este momento. Eso significaque sería una cosecha pobre — la Señora se molestará y estará furiosa asu manera tranquila. Pero al menos los niños estarán seguros de esamanera. Presiono un dedo en los auriculares; la decepción me inunda

cuando me di cuenta que sigue en silencio  — solo la estática llena misoídos.

Un lobo exiliado grita, doloroso y musical, más cerca de lo quehabía estado antes. Berg se gira agitado y mira a la Señora.

 —  Tenemos que sacrificar a la manada — dice.

Por razones que no son claras para mí, quiero discutir. Quierocorrer hacia afuera, encontrar al lobo expulsado blanco y advertirle. Mi

furia flota de regreso y por un latido de corazón, olvido todo: Kaida en lacueva, mi amor por Berg, mi lealtad por la Señora. No quiero nada másque dejarlo todo.

Hago un sonido  — que no noto, hasta que tres pares de ojossorprendidos me miran. Me pregunto cómo debió de sonar. ¿Por qué meestán mirando como si fuera salvaje?

 — Lo siento. — Murmuro, y miro hacia el agua revuelta.

 — Lo discutiremos luego, Berg,  — dice la Señora, y su atenciónregresa al agua y a la cima.

Los ojos de Berg se disipan entre yo y la Señora, y puedo sentir lalarga mirada que Gwen y él compartieron. Deja que se pregunte, piensocon enfado. Yo me pregunto sobre muchas cosas  — como el inusualtono cálido de la Señora cuando habla con Berg.

Me siento en frente al agua, perdida en mis pensamientos

mientras los lagartos se reunen en la cima del acantilado. Casi gritocuando una voz entrecortada susurra — : Sabah.

Kaida. Sonando más débil de lo que alguna vez la he escuchado,pero la escucho.

 — ¿Estás bien corazón?  — murmuro, mi voz apretada. Los otrosme miran, alertas.

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Sigo enfadada, y no puedo hablarle en ese tono a ella, ahora no.Deliberadamente, empujo mi enfado y emociones a un lado. Me fuerzo acalmarme para no sentir.

 — Estoy en el frente del túnel, — contesta.

Me pongo de pie y miro a Berg.

 — Sujétalo muy fuerte, dulzura. Mantén la bolsa cercas de ti.

Escucho un movimiento, y entonces un susurro.

 — Cuenta pequeña, cuenta para mí, una vez más.

Ella lo hace, y hay un rápido movimiento en el elevador  — unsilbido de aire y un torrente de agua, después un grito y no es en mioído. Es en el aire. Tiro del auricular mientras mi respiración seprecipita, casi colapso cuando el elevador tira más alto, sobre lamuralla de fuego y los lagartos moribundos, depositándola sobre elsuelo helado bajos mis pies.

Luego la veo.

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Traducido por Celi88Corregido por Katiliz94  

Estoy fuera de la habitación de enfermos, mirando. Gwen estácambiando las envolturas en las manos de Kaida, y puedo oler el hedordesde aquí — la herida se está volviendo séptica.

Después de que desatamos a Kaida esa mañana, Berg la llevodentro. La Señora cogió la bolsa de zarzas de estrellas, y antes de quesiguiera a Berg y Gwen, vi la sonrisa codiciosa que llenó su rostro antesde que la máscara reservada cayera de nuevo. Desapareció en suestudio, tomando todas sus comidas allí — no la he visto en más de unasemana.

Kaida se había quemado — había puesto las manos en un huecolleno de ácido de lagarto de fuego. Su pequeño rostro estaba salpicado,brillantes granitos rojos manchado sobre ella como pecas sangrientas.Su cabello se chamuscó  — Gwen tuvo que cortarlo brutalmente corto,para que fuese más fácil cuidar de ella. La fuerza del agua se habíadesgarrado en ella, dejando a su pequeño cuerpo cubierto en moretones — Gwen piensa que algunas de sus costillas fueron fracturadas por lapresión y el golpear las rocas.

Me pregunto, no por primera vez, si esto es el por qué la Señoraestá Exiliada.

Antes, en el mundo que se destruyó a sí mismo con la violencia,los niños fueron víctimas. Las madres se cansaron de la descendenciaque llevaban, y los mataron  — en una horrible, e impensable manera.Los niños se convirtieron en presa de la mente desquiciada, juguetessexuales para los enfermos escorias de una sociedad enferma. Pequeñoscuerpos se convirtieron en sacos de boxeo para la ira de los padres,hermanos, tíos, hermanas. Millones fueron asesinados antes de quetuvieran oportunidad de ver la vida  —  y aquellos a menudo eran

llamados afortunados.

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La violencia contra los niños era una plaga, y el mundo no la vio.

Y eso ni siquiera era lo peor  — la peor parte era que la poblaciónfluyó y creció, elevándose a una altura increíble. No había ningunaregulación en el parto, sin cuotas, y sin él, miles y miles de bocashambrientas nacieron  — en las naciones más pobres del mundo, losmenos adecuados para la alimentación de su hambre.

Fue una de las chispas que encendieron el fuego del Cataclismo — la necesidad desesperada de los pobres y los niños.

Después de que los fuegos nucleares se consumieron, lasciudades más grandes del mundo quedaron en cenizas. Como secuela,la Comisión llego al poder. Obligaron a los restos de la humanidad en

Ciudades Blindadas, protegiéndolos de las tormentas de ácido, el airetóxico, y los experimentos genéticos de los bio-genetistas. Establecieronmedidas de seguridad para proteger el frágil ecosistema que era todo loque quedaba de nuestro mundo — pruebas genéticas para demostrar lasalud de cada niño nacido. Cuotas para controlar la población. Seguropara proporcionar matrimonios fértiles.

Como secuela de la violencia, los embarazos eran sagrados  — elaborto era prohibido en todas las ciudades. Y la ley fue escrita — ningún

daño llegaría a un niño nacido de una Cuota.

De pie aquí, observo las consecuencias de la obsesión de laSeñora y me pregunto: la Comisión y el Príncipe que gobernó Mlena  — 

¿sabían sobre la fijación de la Señora? ¿Sabían que les causó no sólodaño a los niños, sino que los forzaba al peligro? ¿Todos los años?

Es una ofensa digna del Exilio, creo, mirando el cuerpecitoenfermo de Kaida. Excepto por el hecho que Kaida no es una Cuota.Nunca he preguntado — ninguno de nosotros alguna vez lo ha sabido y

ella no era la excepción —  porque su madre la expulsó. Tal vez era susexo — en la Cuota es muy específico, después de todo. Tal vez la Cuotade su madre especificaba un hijo primogénito  — eso sucedía. O quizásnació con un defecto genético  — todos los niños son probados por ello,al nacer. La Comisión ordena a los enfermos ser depositados al exterior — sus destinos, dejados a los elementos, ya no son una preocupación dela Ciudad o del Ciudadano que los parió.

Amargura se desliza sobre mí, un odio ciego por una Comisión

desalmada que podría ordenar la muerte de los niños. ¿Eso les hacemejor, me pregunto, que los que habían abusado de niños tan

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cruelmente? ¿La  necesidad de controlar  — por el supuesto bien de laCiudad —  supera las vidas de inocentes?

Gwen termina de cambiar los vendajes, y camina hacia dondeestoy de pie en la puerta, cerrándola. Kaida está cayendo en un mundode sueños, su dolor disminuyó por ahora por el láudano con el queGwen la dosifica.

 — ¿Qué tan malo es?  — Pregunto, mis ojos rastreando los granosde madera en la puerta.

Siento los ojos de Gwen en mí, y luego un ligero suspiro, susurraen mi pelo.

 — Ella necesita medicamentos que no tengo, — admite.

 — ¿La ciudad? — pregunto y ella asiente. Le doy una sonrisa feroz, y me aparto — . Entonces iré a la Ciudad.

 — La Señora no lo permitirá, los medicamentos son caros.

Hago una pausa, pensando en la mujer que me crió, me salvó,que se ha retirado detrás de su muro de silencio. Pienso en las pocasveces que me ha llevado con ella a la Ciudad en los diez años que he

vivido con ella.

 — ¿Salvará a Kaida?  — Pregunto, empujando los recuerdos devuelta, y Gwen vacila, luego asiente — . Entonces iré a la Ciudad,  — 

repito, y me pregunto cómo voy a hacer que suceda.

***

Los niños charlan a nuestro alrededor, Guin y Cedric diciéndome

sobre la historia que Berg ha estado leyéndoles, sobre una familia deniños que encontraron un mundo en un armario. Recuerdo ese, desdela primera vez que la Señora nos permitió leerlo. Recuerdo todo eseinvierno, sentado con los ojos abiertos cerca de Berg mientras leía todoslos libros para mí. Recuerdo desapareciendo en ese mundo mágico conlos hermanos —  y cuan horrible era poner el libro abajo y darme cuentaque todavía estábamos aquí —  al Exterior

Ayudo a las chicas a limpiar la cocina, y murmuro en acuerdo

cuando Cook me dice lo que está planeando para la noche siguiente.Estoy familiarizada con esta rutina  — el vacío que llena la casa cuando

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la Señora se retira a su estudio durante semanas. La manera en quetodos ven a Berg y a mi llenar ese agujero  — incluso Cook quien haestado aquí más tiempo que nosotros.

Cuando tengo a las chicas más jóvenes colocadas en sus camas,Lilith leyéndoles un capítulo de nuestro libro actual, me deslizo haciafuera, con una advertencia silenciosa de no charlar. Ellas escucharán — son chicas buenas, y saben que Kaida está sólo dos habitacionesabajo. En una casa tan tranquila como la Mansión, será imposible nomolestarla.

Gwen está sentada con Kaida. Sus ojos tienen esperanza cuandoentro en la habitación, y yo sacudo la cabeza.

No tiene sentido dejar que Gwen tenga esperanza cuando todavíatengo que hablar con Berg. Kaida está despierta — o en estado atontadoque actualmente pasa como despierto. Me siento junto a ella, en untaburete duro y sonrío, cepillando su corto pelo hacia atrássuavemente. Ella se estremece, y me muerdo el labio.

 — Lo siento, cariño, — murmuro.

 — No lo hagas, — croa, y gesticula – algo que pienso que parece ser

una sonrisa — . ¿Está la Señora satisfecha?

Sabía que la pregunta iba a venir, y respondo como siempre lohago.

 — Por supuesto que lo está. Lo hiciste muy bien,  — ella estáencantada.

Una sonrisa contenida. Es suficiente — para ella.

Para mí, nunca será suficiente. El sospechoso placer que laSeñora recibe de su pequeña provisión de las zarzas de estrellas sedesvanecerá  — siempre lo hace. Ella no va a encontrar lo que estábuscando, y la primavera vendrá. Kaida arriesgará su vida otra vez, enla búsqueda de algo inalcanzable, algo que no tiene sentido paraninguno de nosotros.

La Señora dice que vale la pena el sacrificio. Pero la Señora noestá aquí — nunca viene a la habitación de enfermos mientras los niños

se recuperan. Ella no los reconoce incluso cuando mueren. Y han sido

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muchos a lo largo de los años. Me pregunto si le resulta más fácilignorarlos que enfrentar la culpa.

Meto los pensamientos traicioneros en mi cabeza, y hablo conKaida durante unos minutos más, hablándole de los gemelos,arrastrándose alrededor del suelo de la biblioteca, sobre lo mucho queGuin y Cedric la extrañan. Sus ojos son brillantes y determinadosmientras digo:

 — Necesitas ponerte bien, Kaida. Eres muy amada.

Gwen hace un ruido suave para interrumpir y suspiro. Puedorepresentar a la Señora en toda la mansión, pero cuando se trata de losenfermos, nadie supera a Gwen.

Beso la frente de Kaida, y estoy alarmada por el calor que rebosade ella. Su temperatura ha subido desde esta mañana. Es suficientepara hacerme olvidar mi preocupación acerca de hablar con Berg — todolo que importa es encontrarlo y forzarlo para aceptar conseguir lasmedicinas.

No necesito encontrarlo  — está esperando fuera de la habitaciónde enfermos, una expresión triste en su rostro.

 — ¿Cómo está? — pregunta distraídamente.

 — ¿Cómo está? — Repito, lavando la furia atravesando, tan fuertecomo las cataratas sobre las rocas — . Está ardiendo. Está tan lastimadaque le duele cuando toco su cabello . ¿Cómo crees  que está? — Sé que nodebería pelear con él, pero su distracción, la forma en que mira porencima de su hombro me dice más que las palabras, dónde ha estado – 

con la Señora.

Y por razones que ni siquiera quiero considerar, eso me enfurece.Ahí está, debajo de mi enfado, una probadita de miedo que mepreocupa.

 — Voy a la Ciudad,  — anuncio antes que pueda hablar, y sientouna chispa de placer vengativo cuando ese gilipollas dirige su atencióna mí.

 — ¿Qué? ¿Por qué?  — Exige — . No puedes, la Señora nunca lo

permitirá.

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Sonrío, muy afilada.

 — Morirá sin medicinas, Berg. No me importa lo que la Señoradiga. Kaida merece  esas medicinas.

Hay un miedo real en sus ojos, pero no discute. Casi puedo ver sumente trabajando, pensando a través de ángulos y argumentos.

 — Hablaré con ella,  — finalmente dice — . Ha tenido cierto éxito,puede estar de acuerdo. ¿Cuánto dinero necesitas?

 — Un centenar de marcas de la Comisión.  — La voz de Gwen mesobresalta. Me pregunto cuánto ha escuchado y luego descarto lapreocupación. No tomara lado contra mí  – no con una pequeña vida

colgando en la balanza.

Los ojos de Berg se ensanchan en la cantidad imposible.

 — No. No puedo conseguir esa cantidad.

Mi expresión es despiadada, y puedo ver el dolor en sus ojosmientras gruño.

 — Haz que suceda, Berg. Hiciste la promesa.

Él se estremece mientras me doy la vuelta  — a pesar de mi ira, nome gusta esto. No quiero   hacerle daño. Hacerle daño es comolastimarme a mí — estamos tan cerca que lo que le duele a él se inflige amí también.

 — Ella morirá,  — susurro contra la ventana, un escudo dibujadopara protegernos de los elementos — . Kaida confía en nosotros, lasalvamos, y la trajimos aquí. Berg, tenemos que intentarlo.

No puedo esperar por su respuesta — lagrimas escocían mis ojos,haciendo mi nariz quemarse. Corro a toda velocidad más allá tanto de élcomo de Gwen, huyendo por el pasillo e ignoro mi capa en la clavija.

La noche espera como una boca oscura, enorme y despiadada.Corro hacia ella, años de vida en el hielo y la niebla hace una segundanaturaleza para escoger mi camino a través de las traicioneras rocas.Escucho un grito detrás de mí, pero lo ignoro, mi pelo azotando mi caracuando me pierdo a mí misma en la oscuridad.

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Reduzco la velocidad cuando alcanzo el pino, apoyada contra eltronco mientras un gran temblor de sollozos se libera. Me dejo caer enun montón de lágrimas ardientes corriendo por mis mejillas, y cedo a larabia desesperada, que se ha ido acumulando en mí. Algo cambió en

mí, cuando casi me caí en el agua  — emociones que he contenidodurante mucho tiempo en el interior están corriendo desenfrenadas. Nosé cuánto tiempo más voy a ser capaz de mantenerlas reprimidos.

Escucho la puerta de la Mansión cerrarse detrás de mí, a travésdel dolor y las lágrimas, me pregunto qué ha hecho Gwen paraconvencer a Berg de darme la ansiada soledad.

Entonces el remolino de emociones  — Miedo, desesperación,

esperanza,  furia  —  me reclaman, arrastrándome en el torbellino. No sé

cuánto tiempo permanecí allí, gritando y llorando. Mi voz está roncacuando finalmente me detengo. Las luces de la Ciudad son aburridas — 

La Comisión regula cuidadosamente cuando enciende, y en queintensidad.

Resoplo, limpiando mi rostro en mi vestido. La Comisión regulatodo. 

Poco a poco me hago consciente de un hormigueo en la parte

posterior de mi cuello, similar a la sensación que tengo cuando Berg memira con los niños. La sensación de ser observada. Pero Berg no estáaquí — estoy sola en la oscuridad.

Excepto que no lo estoy.

La sensación se intensifica, soy repentinamente consciente delsilencio  — por encima del rugido de las cataratas, no hay sonido.Ningún nightwill4  cantando en la oscuridad, ningún grito de lobosexiliados, ningún silbido de lagartos de fuego, o aleteo de alas de dragón

curtidas.

Nada más que las cataratas y el ruidoso latido de mi corazón.

Miro a mi alrededor, apretando una roca en mi puño. No esmucho —  y es probablemente innecesario, pero hace que mi corazón seasiente. Me siento más segura y muy poco ofrece esa ilusión durantemucho tiempo.

4  Tipo de pájaro. 

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Un suave susurro de hojas de pino sacude mi atención a lasramas por encima de mí, y muerdo un grito mientras lo veo: los ojos deoro brillantes, pelo blanco húmedo y de pie en cortezas desniveladas.Sus orejas giran hacia mí, reaccionando a la ligera inhalación que hago.

Él hace un bajo ruido — un gruño —  y aprieto la roca más fuerte.

Lo observo, debatiéndose entre el miedo y la fascinación mientrascae de rama en rama, acercándose a mí. Se mueve con gracia líquida,sus músculos de las piernas plegándose y soltándose en un arqueadosalto. Largas garras enganchan la rama, y el aroma de pino aumentaencima del almizcle de macho y piel húmeda.

Hace una pausa en la rama más baja, mirándome fijamente. Lomiro, la roca olvidada en mi regazo. Hay algo trágico y feroz en su

postura mientras se cierne sobre mí, ligeramente encorvado, ¿listo parasaltar lejos? ¿O en ataque? Ojos dorados echan un vistazo a la Ciudad yluego vuelven a mí, en una inconfundible pregunta. Suspiro, mirándolo.

 — Hermoso, ¿verdad?  — Digo, sin molestarme en ocultar miamargura. Cuando miro hacia atrás, ha caído del árbol, y se encuentracasi lo suficientemente cerca como para tocarlo. Jadeo, y sus ojosdorados se posan en mí, y retrocede — . No,  — digo, antes de que puedadetenerme — . Quédate.

Sus ojos son fríos. ¿Cómo pueden los ojos del color del orofundido ser tan fríos? Y distantes. Su breve momento de curiosidadterminó, al parecer.

No puedo dejar de recordar la forma en que sus ojos llenaron mimente esa noche, con Berg. Me sonrojo y miro hacia otro lado.

 — Sólo quería darte las gracias. Por salvarme, — agrego, como si élno lo supiese.

Me está mirando, sus oídos reaccionaron. Un grito fantasmalviene de la oscuridad, imperioso y dominante, y él se aleja, mirandomás allá de mí. Muerdo la protesta, sin saber por qué quiero que sequede. Entonces da un paso más cerca, un gimoteo construyéndose ensu garganta. Sus ojos van a la Mansión y de vuelta a mí, y gimotea denuevo.

Con retraso, entiendo. Se levanta mientras estoy escogiendo mi

camino hacia la Mansión. Puedo sentirlo siguiéndome a poca distancia.

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Cuando llego a la puerta, hace un ruido suave, y luego salta lejos,su grito llenando la noche. Es casi musical. Sonrío, una pequeñasonrisa privada, mientras me deslizo dentro y cierro la puerta contra losterrores de la noche.

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Traducido SOS por Sandra289Corregido por Katiliz94  

 — Lilith, después de limpiar la cocina, lleva a los niños al jardín yarranca las malas hierbas,  — ordeno mientras terminamos la primeracomida — . Guin, ve con Cedric y Spiro a comprobar las líneas de peces y

recoge los huevos.

Puedo sentir a todos observándome, pero no hay nada más quedecir. Corremos el riesgo de inanición si no mantenemos la Mansión enfuncionamiento, y con la Señora absorta en su estudio, me toca a míasegurarme de que lo hacemos.

 Trago lo último de mi té y me pongo de pie, llevando mi taza algran lavabo antes de retirarme de la cocina demasiado llena.

Berg me encuentra una hora más tarde, limpiando la habitaciónde los chicos. Doblo una de las túnicas de Spiro, colocándola en el baúlal final de su cama, y me quedo mirando a Berg. Me niego a explicarlemis acciones recientes, así como quiero perversamente demandarle unaexplicación.

No lo hace.

 — Hablé con la Señora. ¿Cuándo puedes partir?

Mi boca cae abierta. No había esperado que capitulara tanfácilmente. Me lleva un momento el responder.

 — Necesito hablar con Gwen. Y cambiarme a mi traje de laCiudad.  — Echo un vistazo a mi camisa gris de andar por casa y mispantalones.

Él asiente con la cabeza.

 — Una hora, y nos iremos. La Señora ha organizado una pruebapara mí, así que no pierdas tiempo.

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Lo observó dar zancadas lejos, con los hombros rígidos. No haycalidez en su voz, no el toque de luz que me dice que todo está olvidado.Él está haciendo esto, pero sigue estando enfadado. Y es tanto por laSeñora como por Kaida.

No sé qué hacer con un Berg enfadado. No sé cómo asegurarleque mi estado de ánimo irracional pasará, y no sé si podré. Quieroencontrar un rincón oscuro en la Mansión donde pueda pensar, sin losniños, ni Cook, ni Berg, ni el resto de las responsabilidades queencuentro que empujan contra mí.

Quiero salir a la calle y esperar. Esperar hasta que vea los ojos deoro brillante en la oscuridad que me miran, el silencio envolviéndosealrededor mientras nos sentamos en silencio. Algo en mí se tuerce,

extrañamente la nostalgia.

En su lugar, voy a encontrar a Gwen.

Recuerdo cuando Gwen llegó por primera vez a la Mansión, unamujer joven, bonita, saludable y, por el incremento de su barriga, fértil.Ella había sido despojada de su Cuota y Seguro, expulsada de laCiudad. Una médica técnica, nos había informado. Había sido llamadapara operar a la joven hija del Príncipe de la Ciudad, una niña

privilegiada y con Cuota.

La pequeña niña había muerto en la mesa, explicó Gwen, el shocken sus bonitos ojos grises. Un aneurisma, algo que el test genético alnacer fallaba, algo que la habría matado con el tiempo. El estrés de lasimple cirugía para reparar una rotura del hueso había sido demasiadopara la niña.

Enfurecido, el Príncipe había utilizado su considerable influenciacon la Comisión para despojarla de su estado. Sacaron a los Vulgares

del estrés de la Ciudad, y le dieron a Gwen su Cuota y Seguro. Dos díasdespués de la muerte de la niña, Gwen terminó fuera de la Ciudad.Nadie habló en su defensa.

Ella había encontrado a la Señora, siguiendo los rumoressusurrados que llenaban las calles de una dama Exiliada que sepreocupaba por los Vulgares.

 — ¿Qué necesito, y dónde tengo que ir para conseguirlo?  — 

pregunto cuando la encuentro mezclando algo que huele mal. Lamirada cansada de sus ojos se desvanece, remplazada por la

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determinación mientras saca una pequeña libreta de papel de subolsillo del delantal.

Espero mientras garabatea, mis dedos golpeandoimpacientemente contra la madera del marco de la puerta.

 — Lleva esto al farmacéutico, ¿has cogido la tabla de mapas de laSeñora?

Asiento con la cabeza, y ella garabatea una dirección en otra hoja.

 — Diles que Gwnyth Awan de la Ciudad de Luenear te envía,  — 

pide.

Sin mostrar la sorpresa que siento, doblo los papeles y los metoen el bolsillo, entonces me doy prisa por el pasillo.

Mi traje de la Ciudad está colgando en un pequeño armario en elpiso de la Señora. Me doy cuenta que el nuevo de lino azul de Bergfalta, debe estar esperándome, impacientemente.

Arranco mi equipo, por una vez sin preocuparme por el fino tejido,el color decadente. En mi habitación, paso el vestido por mi cabeza,tirándolo descuidadamente en el suelo antes de contornearme en la

forma del equipamiento de los pantalones que se sienten como unasegunda piel. Una suave y cálida piel de color azul pálido.

Me deslizo la parte superior, teniendo en cuenta la forma en quehace hincapié en la ligera curva de mi pecho, mi estrecha cintura.Retuerzo mi pelo largo y oscuro en un nudo en mi cabeza, y me evaluó.

Casi podría pasar por una Ciudadana. Mis rasgos estánfinamente formados, mis grandes ojos grises llenos de preguntas sin

respuesta. En este traje parezco más vieja, más madura. Confiada.

Como si mi mundo no temblara bajo mis pies, amenazando concolapsar la única vida que he conocido.

Dado que esos pensamientos nunca conducen a nada productivo, y mi ventana a la Ciudad es estrecha, y la Señora puede cerrarla degolpe en cualquier momento, me deslizo en mis zapatos, cogiendo lanota de Gwen, y corriendo escaleras abajo donde Berg está esperando.

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Sus ojos me escanean cuando llego a él, y asiente, dándose lavuelta. Suspiro, tan enfadada como él, este viaje será nada menos queinsoportable.

Caminamos, un cristal protegiéndonos de los elementos. Nosencierra en una burbuja de silencio, de ira tensa. No hablo. Añosestando alrededor de Berg, alrededor de sus cambios de humor y furiasilenciosa guían mi silencio. Libre de necesitar defenderme, dejo mispensamientos vagar.

El lobo expulsado había estado preocupado por mí anoche. Perono tiene sentido que un lobo expulsado se preocupase por una chicahumana, un Exiliada.

La Comisión contra la Ciudad. Controlan los matrimonios entreellos, los nacimientos, incluso las muertes.

Y controlan los experimentos genéticos.

Después del Cataclismo, el holocausto nuclear que dejó unmundo destrozado y al noventa y cinco por ciento de la poblaciónmuerta, los bio-genetistas fueron detenidos. Ellos habían sido uno delos partidos finales que encendieron el fuego del Cataclismo, sus

experimentos habían dado lugar a reptiles invencibles que podíanarrojar fuego y atacar a su antojo.

Perdieron el control de su creación, y los dragones se extendieroncomo la pólvora, matando y apareándose y matando, un ciclo viciosoque parecía imparable.

Las naciones del mundo se habían unido contra los bio-genetistasque condujeron los experimentos, y al poco tiempo una bomba nuclearensombreció el aire, miles fueron asesinados.

Después, la Comisión los selecciono por la población,escondiéndolos lejos en el anonimato en una de sus Ciudades. Muypocos Ciudadanos eran lo suficientemente valientes para acusar a laComisión de usar a los científicos, creando a los lobos expulsados.

Pero muy pocos los han visto de cerca, también. La mayoría venlos lobos desde la distancia, o escuchan sus gritos. Pero todo el mundoconoce las historias, y verlos no hace más que confirmar los rumores.

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Los hombres con la piel de un lobo, los dientes de un asesino.Hombres que eran más fuertes que lo que cualquier hombre teníaderecho a ser. Con garras en manos y pies que los hacíanexcepcionalmente buenos en la masacre.

Hombres con gritos de niños, el grito que podía atraer a cualquierde ellos por piedad.

Era cierto, en parte. Eran desgarradores. Y si la Comisión hubieramantenido control sobre ellos, habrían sido un arma perfecta. Pero laComisión aprendió bien las lecciones de nuestros antepasados muertos:los experimentos híbridos no estaban destinados a estar enjaulados,controlados y usados. Son salvajes, feroces y despiadados.

La Comisión echó a las manadas al Exterior, si los residuosnucleares, las tormentas de lluvia ácida y los dragones vagabundos noeran suficientes para mantener a los Ciudadanos seguros y controladosdentro de las ciudades blindadas, las violentas manadas corriendo porlos límites lo serían.

Así que ¿por qué sigo viva? Por qué un lobo expulsado salvó mivida, y luego me arreó a la seguridad, ellos están hechos para matar yesta súbdita bondad no tiene sentido para mí.

 — La Señora está triste porque no fuiste a ella,  — dice Berg, y miatención tira de mis pensamientos del lobo (¿era su pelaje tan suavecomo parecían serlo las nubes?) al chico con el que crecí.

 — Ella no sale exactamente de sus cosas para hacerse accesible, — digo, secamente.

 —  Tiene sus razones, Sabah, — dice.

 — Mm, pero parece que eres el único que sabe cuáles son esasrazones. ¿Por qué es eso, Berg?  — Se detiene, sacudiéndose paramirarme con sorpresa. Un destello de culpa en sus ojos. Aparto lamirada, el temor instalándose en mi estómago.

Me molesta que ella esté tan cerca de él. Berg es mío. Los dosestamos ligados a la Señora, una lealtad y deuda tan profunda que nopuedo ver quién soy, separada de ello. Pero esto… esto es diferente. Esdemasiado. Su voz está llena de un afecto que una vez había pensado

que solo sería para mí. Quiero decir algo, pero no sé qué y ahora el

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puente se mece a través de la niebla, reluciente como una cuerda deplata ante nosotros.

Una muy pequeña cabina está situada a nuestro lado, la puertalleva el sello del Principe. Berg murmura una maldición y empuja latabla de mapas en su bolsa, retirando los documentos de la Señora.

No somos Ciudadanos y nunca lo seremos. Pero incluso laComisión permite la entrada de los Exiliados a la Ciudad una vez al añopor lo esencial, comida, medicinas, refugio en muy raros casos. Lesgusta comerciar con las tribus de Vagabundos, quienes limpian ycosechan donde la Comisión no se toma la molestia. Estas visitas soncuidadosamente reguladas, y caras más allá de mi comprensión. Peroes posible. Y cuando la Señora sube ella misma, tiene una influencia

que nunca he entendido. Los Guardianes son cautelosos a su alrededor,casi con miedo. Que ella pueda organizar tan rápidamente el tener unaprueba para Berg para la Universidad es sólo algo sorprendente.

Un Guardián empuja abriendo la puerta, y estoy sorprendida quesólo parece uno o dos años mayor que nosotros, debe ser un nuevorecluta. Nos mira con desprecio apenas disimulado.

 — ¿Cuáles son vuestros asuntos en Mlena?

Berg extiende nuestras credenciales y dice:

 — Necesitamos medicinas, y tenemos permiso de la Comisión paracomprarlas.

El Guardián gruñe, rebuscando entre los papeles. Me mira decerca, con una sonrisa maliciosa en su rostro.

 — Ella es bonita.

Un gruñido bajo me alcanza, y disparo una mirada rápida a Berg.Pero él esta inmóvil, tenso, pero callado. No, él no puede… 

 — Soy una Exiliada,  — espeto, en voz alta. Espero que nadie máshaya oído el gruñido que no debería estar aquí. Mantengo mi cara enblanco, tratando de no preguntarme sobre el lobo expulsado. O por quéme está siguiendo.

El brillante interés del Guardián se desvanece tan rápido que escasi risible. Ningún Ciudadano arriesgará su estado teniendo relaciones

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sexuales con un Exiliado. Mira hacia nuestros papeles, y los agitadelante, empujándoselos a Berg.

 — Vamos, entonces. Y rápido, Mlena no tiene necesidad de ratasde alcantarilla cubriendo las calles.

Berg hace caso omiso de eso, y toma mi mano. El puente esdelgado, no podemos caminar al lado del otro. Se balancea con la brisa,el fuerte metal de aleación torciéndose elegantemente para acomodar altiempo. Sanguijuelas frías de ellas, resbaladizo hielo brillando en laniebla.

Los Guardianes, el brazo armado de la Comisión, utilizantransportes flotantes para cruzar el barranco. Los ciudadanos no tienen

la necesidad de salir del Ciudad, a menos que estén asegurados aalguien en otra ciudad, y entonces la Comisión organiza escoltas. Elpuente es exclusivamente para los del Exterior, los Exiliados. Eso hacepeligroso que disuadas a la escoria no deseada de la sociedad.

Pero Berg les ha burlado antes, y volvemos a caer en el mayor desus trucos. Envuelve una fina cadena alrededor de mi cintura,conectándome a él, y golpea el extremo de un gancho deslizante quesujetó a otro puente. Me mira, una pregunta en silencio, y fuerzo una

sonrisa, llena de falsa confianza.

Y luego salimos a la nada.

 Todo el puente se estremece con el sonido de romper el hielohaciendo eco a través de la garganta. Gime, alarmantemente, y luegoajusta el metal, firme bajo nuestros pies. Es siempre nervioso el tenerque dar el primer paso. Berg aprieta mi mano, avanzando poco a poco.

Es más de una milla para cruzar, nuestro escudo del tiempo ya

está goteando con agua, la lluvia rayando la superficie exterior,haciendo casi imposible ver.

No hablo, por miedo de molestar la cuidadosa concentración deBerg. Él nos guía con una determinación que reconozco, una ferozvoluntad de vivir. Los minutos se estiran mientras trabajamos nuestrocamino a través de la extensión, las luces de la Ciudad iluminándoseante nosotros. En un momento miro atrás. La cabaña del Guardia es undébil contorno. Me pregunto por una fracción de segundo si el lobo

expulsado está ahí fuera, observándome.

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 — Cuidado, Sabah,  — murmura Berg, y mi atención se vuelve denuevo hacia delante. Es lo primero que me ha dicho desde quecruzamos el puente.

Arrastro los pasos detrás de él, agarrando su cintura cuando unaparticularmente fuerte ráfaga de viento se estrella contra el puente. Seretuerce con el tiempo, y mis pies se deslizan, avanzando precariamentehacia la abierta nada. Luego se asienta, y Berg se mueve hacia adelantede nuevo.

 — ¿Realmente piensas que esto puede salvarla?  — pregunta, suvoz extrañamente plana en el silencio del escudo.

Me encojo de hombros aunque él no me pueda verlo.

 — No lo sé. Confío en Gwen, y ella piensa que lo haremos. Esmejor que dejar que la infección sanguínea se establezca, y verlaconsumirse.

Él no discute eso, simplemente nos conduce a través de la nieblaen silencio por un largo tiempo. Puedo ver claramente la cara delacantilado cuando él habla.

 — No es justo que me hagas el enemigo, lo sabes.

Hago una pausa, mirando a su cabeza. Su pelo oscuro es rizado,las raíces húmedas de sudor. Una cicatriz le recorre el cuello,desapareciendo en su camisa, sé que se remontan hasta el fondo,marcas de garras salvajes que destruyen la suave belleza de su espalda.

 — No lo hago, — respondo finalmente — . Yo solo… Berg, ¿no deseasque hubiera más?

Se ríe, y yo me encojo ante el filo que recubre su tono cuandocontesta.

 — Somos Vulgares Exiliados, Sabah. ¿Qué más hay? Tenemossuerte de estar vivos.

Mi conversación con la Señora llena mi mente de nuevo, e inclinomi cabeza, mirándolo.

 — ¿Para qué son esas pruebas?

Berg se encoge de hombros, se centra en el puente.

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 — Me ha enseñado nuestras historias, algunas ciencias, ella meentrena tanto como es capaz.

 — ¿Para hacer qué? — Interrumpo — . ¿Ser un médico técnico?

 — Supongo. A veces, no creo que haya un propósito, a veces creome hace hacer test y experimentos sólo para ver si puedo.  — Me sonríesobre su hombro, pero algo que ve en mi expresión hace que su sonrisase desvanezca. Traga saliva, y se encoge de hombros — . Pero me estáenseñando cada cosa que conoce, para saber si es suficiente, tengo queser probado por los profesores de la Universidad.

 — ¿Y si fallas?

Hace una pausa, su férreo control sobre el puente.

 — Supongo que me uniré a las tribus cuando regresen. Me puedocasar en la tribu, al igual que tú. Si no apruebo para la Universidad, notengo oportunidad en la Ciudadanía.

Abro la boca, con ganas de preguntar si eso es lo que quiere. Serun Ciudadano. Pero la cierro otra vez, sin expresar la pregunta, noestoy segura de querer escuchar la respuesta. Él siempre anhelaba serparte de la Ciudad de una manera que yo no.

Los dos nos quedamos en silencio mientras nos acercamos al otroextremo del puente. Se queda detrás, apretando mi mano. Suprimo unescalofrío cuando veo la puerta, los Guardias se asoman delante de míen una nube de niebla.

 — Déjame hablar, — murmura mientras me saca del puente con él.Nos acercamos a los Guardianes y sin esperar que nos lo ordenen, Bergdesactiva nuestro protector del tiempo.

La lluvia y el viento nos golpean y es ruidoso después de horas desilencio. Me estremezco, la fina niebla revistiendo mi pelo mientras Bergles da nuestras credenciales a los Guardias.

A diferencia del anterior Guardián, que parecía tener más interésen mí que en mis papeles, este contingente es serio, duro, y envejecido.Sus ojos son blancos, veo un parpadeo allí por un segundo antes de quedesaparezca.

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 — ¿Estáis limpios?  — pregunta el joven, examinando nuestrospapeles.

Nosotros asentimos, Gwen se asegura de que todos estemosinmunizados y libres de toxinas. Nuestros papeles lo reflejan, puede queella sea una Ciudadana despojada, pero la Comisión aún reconoce suentrenamiento médico.

 — ¿Cuánto tiempo estaréis en Mlena? — el viejo Guardia pregunta.Echo un vistazo a sus correas en el hombro del uniforme que lo marcancomo un Capitán.

Berg me mira, y luego responde.

 — Hasta la última luz. Saldremos de la Ciudad antes de que secierre la puerta.

El Capitán gruñe, y asiente con la cabeza. Le hace un gesto a unaGuardiana a su lado y ella da un paso adelante, recortando distanciaentre nuestras piernas.

 — Ellos monitorearan dónde estáis, si no estáis fuera de la Ciudadpara la clausura de la Puerta, la Comisión se reserva el derecho adeteneros, — añade.

Berg asiente, y nos sometemos a una exploración del cuerpo queasegura que no estamos trayendo toxinas o armas a la Ciudad.Finalmente limpios, los Guardianes nos devuelven nuestros papeles ynos arrastran a través del puesto de control. La Puerta se cierra delantede nosotros, brillando intensamente en azul ante la penumbra delmediodía.

Cada Ciudad tiene una Puerta, un panel en el escudo que se

puede abrir sin exponer el conjunto de la Ciudad. Un poco más anchoque un transporte flotante, veinte pies de altura, está rigurosamentevigilada, la única forma de entrar o salir. Odio pasar a través de laPuerta. Crepita con impulso de electricidad, y siempre siento como si laComisión me analizara, midiendo mi valor en su ordenado mundo.

Berg me hace ir primera — en el lado de la Puerta de la Ciudad nohay nada salvo la bulliciosa vida de los Ciudadanos. Al Exterior, losGuardias llevan armas y no dudan en usarlas. Y las miradas

especulativas que nos mandan nos hacen a ambos ponernos nerviosos.

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Una Guardiana de cabello oscuro comprueba mi rastreador otravez antes de llevarme hacia delante. Me sonríe, casi amistosa, antes deempujarme hacia la Puerta.

El impulso eléctrico es como fuego helado, agarrándose a mi pielcuando floto a través de la Puerta, arrastrándome por una corrienteinvisible. A mitad de camino, la presión se comprime, y por unmomento, no se puede parpadear, no se puede respirar. Incluso loslatidos de mi corazón fallan. Mi cuerpo entero cosquillea, como siestuviera siendo observada, y luego se ha ido y yo floto el resto delcamino. La Puerta me deja en la Ciudad con poco aviso, y tropiezo unpoco.

Berg llega detrás de mí aterrizando con una maldición. Se

apresura hacia mí, envolviendo un brazo alrededor de mis hombros deforma protectora. Él siempre se recupera de la Puerta más rápido que yo.

Mientras lucho con las náuseas, miro alrededor. La amplia plazaestá ocupada, los transportadores flotantes inactivos mientras losCiudadanos entran y salen, riendo y hablando con otros. Siempre mesorprendo por la intensidad de los Ciudadanos, el brillo en el queparecen vivir. Veo la mirada curiosa que alguno de ellos nos mandan, y

me fuerzo a enderezarme, moviendo mi pelo sobre mi hombro. Una olade vértigo me hace apretar los dientes y tragar duro.

 — La dirección está en la tabla de mapas,  — Berg está diciendo,ajustando ya su camisa, y mirando lejos. Puedo sentir su tensiónvibrando — . Tengo que informar a la Universidad.

Sonrío, esperando que no vea el miedo en mis ojos. Nunca heestado sola en la Ciudad.

 — Ve. Me reuniré contigo allí. ¿Has organizado un trasporteflotante para llevarnos a casa?

Él asiente con la cabeza, se inclina hacia abajo y deja caer unbeso rápido en mi mejilla antes de rodar y deslizarse entre dosCiudadanos que pasaban. Observo hasta que lo veo desaparecer en laesquina de un edificio y no lo veo más.

 Tomo una respiración profunda y ajusto la bolsa colgando sobre

mi pecho. Echo un vistazo a la tabla de mapas antes de caminar haciaadelante.

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 — ¿Sabah?

Oír mi nombre en la Ciudad hace que cada nervio de mi cuerpo secongele, demandándome instintivamente correr. La adrenalina se liberade mí y me obligo a no salir corriendo.

Me giro, mirando al Ciudadano. Él es mayor que yo, unos añosmayor que la Señora incluso. Pelo negro salpicado con gris plateado, uncuidadoso traje de chaqueta, ojos grises, un gran anillo negro, me dicuenta de todo al estudiarlo. Su sonrisa es la cosa más desconcertantede él. Es suave, benigna, tan falsa que pone los dientes en el borde.

 — Mi nombre es Wrenfel Lark. Tu Señora es una vieja amiga mía,antes de que fuera Exiliada. Me preguntaba si te importaría que te

enseñara Mlena.

 — ¿Conoce a la Señora? — exijo, aturdida. Él es rico, por el aspectode sus ropas. Y los otros Ciudadanos le esquivan, dándole un espacio,poderoso entonces. ¿Cómo ella conoce a alguien como él?

Él viene hacia adelante y mira de cerca mi tabla de mapas antesde volver su sonrisa hacia mí. Se me revuelve el estómago.

 — Eso no está lejos. Ven.

Wrenfel mete mi mano en el hueco de su brazo y me lleva por lascalles de la ocupada Ciudad. Robo miradas furtivas alrededor, curiosapor la vida que llevan.

Una pareja está sentada fuera, ignorándose mutuamentemientras toman bebidas con olor decadente, incluso desde donde estoy.La tienda más próxima está llena de brillantes collares y pulseras, y doschicas de mi edad se ríen fuera de la ventana. Cada tienda que pasamos

es diferente, una panadería con un mostrador lleno de imposiblesconfecciones elaboradas, una pequeña tienda oscura en la que resuenaruido cuando la puerta se abre, una librería, tiendas de ropa, muchosrestaurantes con diferentes alimentos de los que pierdo rápidamente lapista. Me detengo en una esquina, abrumada y Wrenfel me ofrece unasimpática sonrisa.

 — ¿Es un poco demasiado, eh?

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 — ¿Esto es lo que los Ciudadanos hacen todo el día?  — pregunto.Me mira, con el ceño fruncido, y señalo las calles concurridas y lastiendas — . ¿Nada?

Wrenfel ríe, una risa sorprendentemente profunda, y niega con lacabeza.

 — No. La mayoría de los Ciudadanos tienen ocupacionesasignadas cuando están Asegurados. Pero es Onomástica.

Es mi turno para estar confundida, y su sonrisa se vuelveindulgente mientras me dirige por la calle.

 — Presidente Malik de la Primera Comisión,  — explica. El nombre

se registra lentamente y se ríe — . Pensé que ella os enseñaba lashistorias.

Enfadada, espeto.

 — La Señora nunca ha descuidado nuestra educación.

Wrenfel no responde, simplemente sonríe con esa exasperantesonrisa y abre la puerta a una pequeña tienda.

Está luminoso y abierto en la farmacia. Imágenes de unacelebración se desplazan por una pantalla colgada en una esquina, unachica sentada en un banco, masticando la uña de su pulgar mientrassu pie rebota de nerviosismo.

Wrenfel hace una pausa.

 — ¿Sabes lo que necesitas, querida?  — Asiento y él sonríe denuevo — . Esperaré aquí, entonces.

El ciudadano sentado detrás de un largo mostrador sonríeeducadamente mientras me acerco.

 — ¿Qué puedo hacer por ti? — pregunta ella, enderezándose.

La hoja de papel se arruga mientras la saco de mi bolsillo y laaliso antes de ofrecérsela.

 — Mi hermana,  — le digo — , está enferma. Gwenyth Awan de la

Ciudad de Luenear me envía aquí.

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Su rostro pálido se va, y ella agarra el mostrador con tanta fuerzaque sus nudillos se blanquean.

 — ¿Gwen? ¿La conoces?

Asiento, y ella se hunde sin fuerzas de nuevo en su silla.

 — ¿Cómo está?

¿Qué, me pregunto, hizo Gwen que importa tanto a esta mujer,después de tantos años?

 — Ella está bien. Y segura, se preocupa por todos nosotros en laMansión.

Una sonrisa vuelve a los labios de la mujer.

 — Gwen iba a encontrar a alguien que la cuidara, incluso en elExterior. Estaba siempre perdida.  — Sacude la cabeza, y se centra enmí — . Pero tú necesitas medicinas. Déjame ver tu lista.

Se la deslizo, y ella golpetea los dedos.

 —  Tenemos todo esto, dame un momento, y te lo daré todo junto.

***

 — ¿Por qué está aquí? — le pregunto a Wrenfel mientras cuento lasmarcas de la Comisión.

Me mira, poniendo la fresa en la cesta.

 — Le debía a Kathleen un favor.

Lo miro, confusa.

 —  Tu Señora,  — dice, alegremente — . ¿Para qué es todo esto, si note importa que pregunte?

 — Supervivencia,  — contesto, brevemente, La fruta es la últimacosa de la lista. Las calles están empezando a vaciarse, los Ciudadanosretirándose a sus hogares mientras la noche reclama al día. Miro latabla de mapas, estamos cerca de la Puerta, pero aún no veo a Berg,

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hasta que no estemos a salvo en un transporte flotante directos a casa,no voy a relajarme.

 — Puedo volver a la Puerta por mí misma, — le digo, con intención. Tironeo ligeramente del mando del trasporte de las provisionescargadas, y resuena, deslizándose detrás de mí.

 — Oh, no te preocupes, querida. No podría mandarte fuera por tucuenta.

Suprimiendo un suspiro, me obligo a no hacerle caso, siguiendola tabla de mapas de vuelta a la Puerta.

Berg está esperando, encorvado sobre un transporte flotante con

un libro abierto en sus manos. Levanta la mirada mientras cruzo lagran plaza, una sonrisa iluminando su cara.

 — ¿Encontraste todo?  — pregunta, empujando su libro en lamochila a sus pies y alcanzando la primera caja de suministros.

 — Cada cosa en la lista,  — contesto, muy consciente de Wrenfelescuchando a mi lado.

 — ¿Y la medicina de Kaida?

Asiento, sin decirle que tengo mucho más que eso: vacunas ymedicamentos, vendas y antibióticos, agujas y suturas. Mucho más delo que Gwen pidió, y todas las marcas que la Comisión había rechazado.Una vez más, me pregunto qué hizo Gwen para ganar tales lealtades.

 — ¿Cómo fueron las pruebas, muchacho?  — pregunta Wrenfel, yBerg hace una pausa por un momento. Él me arquea una ceja y yosacudo la cabeza.

 — Wrenfel,  — le digo, volviéndome hacia él — . Realmentenecesitamos irnos. Gracias por toda su ayuda hoy.

Él sonríe, y por primera vez, la diversión parece alcanzar sus ojos.

 — Cualquier cosa, querida, por la Señora. Dale mis mejoresdeseos. Te veré pronto.  — Besa mi mano, y asiente con la cabeza haciaBerg antes de dar un paso atrás.

Haciendo caso omiso de la punzada de miedo que me atraviesa,me subo al trasporte flotante. Berg cae en el asiento de al lado, tirando

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de mí cerca con un suspiro. A medida que el transporte flotante sedesliza suavemente hacia adelante, me apoyo en él y dejo que mis ojosse cierren con alivio.

Nos vamos a casa.

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Traducido por Katiliz94Corregido por katiliz94  

Dejo caer el último paquete de arroz en el abastecido cajón y miropor todos lados, exhausta. Cook me pone a un lado y sacude el cajón.Puedo escuchar sus bisagras saltar, ver la presión en sus ojos.

 — Berg moverá esto al edificio externo,  — gruñe Cook, dejando lapesada caja en la puerta.

Sacudo la cabeza.

 — Se fue a cazar. No regresará hasta la última comida.

Cook se muerde el labio, mirando las cajas con duda.

 — ¿Podría llamar a Spiro? — Ofrece.

Rio, y sacudo la cabeza.

 —Usaré la carretilla… estará bien. 

La carretilla está en el edificio anexo, y me deslizo en el abrigocuando dejo la Mansión. Hay una escasa ruptura en el tiempo, el pocohabitual calor descongelando el hielo es bastante por lo que mis piesestán mojados por la sucia aguanieve.

No puedo más que evitar mirar alrededor cuando me acerco aledificio anexo. No he visto al lobo expulsado blanco desde que nossentamos debajo del pino antes de que fuese a la Ciudad. Me encuentroextrañándole. Inclusos sus musicales gritos han estado ausentes.

El viento se ha levantado para el momento que Cook y yoterminamos de cargar las cajas en la carretilla. Tiemblo cuando laarrastro a la profunda oscuridad, el frio viento convirtiendo mi sudor en

hielo y prometiendo nieve.

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Un susurro de ruido es mi único heraldo ante su presencia. Estámás cerca de lo que estaba antes  —  y bloqueando mi camino, medetengo, me limpio el sudor y lo froto en mi abrigo. Estoyincómodamente consciente de cómo debo verme  — sucia, llevada por el

viento y cansada.

Me olfatea y sacude la cabeza, violentamente.

 — Estabas en el puente,  — digo, no una pregunta. Sus ojos sealejan, hacia la Ciudad, sus labios retrocediendo hasta desnudar susdientes. Sigo la mirada, y suspiro — . Odio ir a la Ciudad, menos por mihermana. Se estaba muriendo.

Es una excusa débil. No sé nada sobre el lobo expulsado, pero me

he percatado de su repugnancia por la Ciudad.

Camina hacia mí y caigo hacia atrás tropezando para mi sorpresa.Sus labios se curvan un poco. La culpa me agujera  — le he ofendido.Sus garras se acercan hasta el mango de la carretilla y la conduce haciaadelante. En silencio, le sigo hasta el edificio anexo.

Está olfateando los paquetes, su oreja afilada con curiosidad.Extiendo la mano hacia una y él gruñe, la levanta. Espero, observando

 — si quiere una caja llena de arroz en pago por su protección, imaginoque es más que un trato justo. Aunque lo hace parecer una elecciónextraña.

Me sorprende — de nuevo —  cuando lleva la caja dentro del edificioanexo, amontonándola eficientemente con las otras cajas de judías ybienes secos.

Los lleva todos dentro, rápida y elegantemente. Observo,demasiado sorprendida para intervenir  —  y algo me dice que él no lo

apreciaría.

Cuando termina, ambos permanecemos de pie en la oscuridad,mirándonos el uno al otro. El silencio se prolonga entre nosotros yfinalmente estoy inquieta.

 — No te entiendo, — digo tranquilamente. Sus orejas se afilan antemis palabras, y estoy hablando tanto desesperada como levemente, séque puede escucharme — . Eres un lobo expulsado. Deberías estar

matándome, no arriesgando tu vida al seguirme al puente. LosGuardias… 

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Mi voz se traba y aparto la mirada.

La idea de los Guardianes disparando a mi lobo expulsado mehace temblar. Es impensable.

 — Nunca me han disparado.

La voz es gutural, un sonido de dientes y gruñidos. Hace quesuba la mirada, y le miro. En todas nuestras historias de lobosexpulsados, nunca he escuchado de uno que pudiese comunicarse conmás que un grito. Sus labios se curvan entorno a los afilados dientes yecha la cabeza hacia atrás, apartándose el pelo de los ojos.

 — Muchos entrenaron conmigo,  — dice, y tropiezo. Él me atrapa,

me estudia con facilidad.

 — ¿Por qué? — susurro — , ¿por qué estás haciendo esto?

No especifico el que — protegiéndome, ayudándome, siguiéndome,observándome. Puedo ver por el destello en sus dorados ojos que sabeel qué.

Un grito inquietante, tan cerca que hace que mis oídos duelan,llena la noche. Él gruñe, bajo en su garganta, un sonido que envía

temblores por mi espina dorsal.

Pero da un paso hacia mí, me tira más cerca de la protección desu cuerpo. Sus garras son tan discretas que ni siquiera rompen la rudatela de mi camiseta. Puedo sentir su calor, está demasiado cerca.

 — No lo entiendo, — susurro, mirándole.

Sus ojos dorados son dulces y frustrados, pero sonríe un poco,

hundiendo la cálida respiración en la concha de mi oreja cuandomurmura:

 — Yo tampoco.

 — ¡Sabah!

El lobo expulsado se tensa cuando Berg se arroja hacia mí. Mequejo, extendiendo el brazo para coger… ¿Algo? ¿El qué? 

Los ojos de Berg me escanean con rapidez, y algo de su pánico sealivia cuando él se marcha, de regreso con los lobos expulsados.

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El hombre-bestia está furioso, y cuando Berg le enfrenta, sientomi corazón hundirse.

 — Ve dentro, Sabah, — dice Berg, su voz baja.

 — No estaba haciéndome daño, — protesto, y Berg se tensa.

Los ojos dorados del lobo saltan a mí, y Berg gruñe.

 — No te atrevas a mirarla, asqueroso animal.  — Me coge,acercándome a sí.

El lobo expulsado ataca. Más rápido de lo que pienso que esposible, está sobre Berg, tumbándole en la helada suciedad, sus

afilados dientes mostrándose en la cara de Berg. Berg se retuercedebajo de él, y veo un cuchillo brillando en su mano.

 — ¡No!  — Grito sin pensar, golpeando con ferocidad su cuchillo.Los ojos de Berg, ambos ojos, se posan en mí durante un momento,unidos en sorpresa. Entonces Berg golpea con el codo el pecho del loboexpulsado, arrojándole y lanzándose sobre sus pies. El lobo expulsadocarga hacia él, embistiendo el hombro en el pecho de Berg y golpeándolecontra la pared del edificio anexo. Ésta tiembla ominosamente y Berg sebalancea fuera, golpeando el puño cerrado en la oreja del loboexpulsado. El lobo retrocede, sacudiendo la cabeza y gruñendo. Berggolpea de nuevo el suelo y el lobo está sobre él en segundos, golpeandosu cara. Sangre se esparce por la nariz de Berg, y el lobo expulsadoarroja la cabeza hacia atrás y grita. Es primitivo y espeluznante, y mepongo las manos sobre las orejas, mis ojos apretados.

Cuando deja caer hacia atrás la cabeza y gruñe, el ruido es tanviolento, que sinceramente creo que matará a Berg  — le cortará lagarganta y se desvanecerá en la luz gris y me dejará con un cadáver.

 — Detente, — grito.

Es imponente, como de rápido reacciona. Gruñe una vez más,pero está de pie a mi lado, mirándome, la ira todavía ardiendo en susojos. Su pecho jadea, pero llega a mí, sus largas garras curvándoseentorno a mi cara.

 — Porque tú lo pediste… perdonaré su vida, — gruñe. Sus ojos se

alejan hacia la oscuridad y de repente soy consciente de los gritosllenando la noche, llamándole — . Pero no puedo prometer que

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cualquiera de mi manada hará lo mismo. Coge a tu chico y sal de lanoche, pequeña. — Su mano, una garra blanca manchada con la sangrede Berg, roza mi pelo, y asiento, una vez, al igual que sus suaves ojos — .Vete, — susurra — . Me ocuparé de mi manada.

Entonces está alejándose de mí, gritando en la noche. Trastabillohasta Berg. Está mirándome, sus ojos amplios, salvajes y dolidos.

Los moratones ya están formándose en su cara, y no tengo ni ideade lo que vamos a decirle a la Señora.

Y por un momento, no me importa  — todo lo que importa es quese detuvo. Dije que parase, y el lobo expulsado lo hizo.

Y tengo ni idea de porqué. 

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 Parte II

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Traducido por BrenMaddoxCorregido por Pily  

Me tumbo en la oscuridad, escuchando. Gritos y chillidos vienenhasta mí desde más allá de la Mansión, amortiguados por las gruesasparedes y las plantas. Las chicas se agrupan alrededor de la ventana, y

me doy la vuelta, apoyándome en los codos para mirar hacia ellas. Albame mira, con una sonrisa de suficiencia en su rostro.

 — Los Vagabundos están de vuelta.

Sonrío, tensa y entretenida.

 — Lástima que estés ocupada con los preparativos de La NocheMás Larga, ¿no es así? Estoy segura de que los chicos estarán muydecepcionados.

Ira oscurece sus ojos y por un instante me siento culpable.Cuando abre la boca para protestar, me levanto de mi cama, arqueandouna ceja.

Lo que ve en mi mirada la silencia, y camina fuera desde lahabitación. Lilith me envía una mirada de reproche mientras seapresura a salir después de Alba.

Kaida mira mientras me acerco a la ventana, una mezcla defascinación y miedo llenando sus ojos.

 — ¿Por qué están aquí? — pregunta ella, inclinándose hacia mí.

Me encojo de hombros, estudiando la columna desordenada decarruajes de metal y animales. Los coches están picados y marcados, ynuevos y brillantes  — una mezcla de vehículos que hablaban conelocuencia de la forma de expresarse de los Vagabundos.

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Pero cada auto lleva el mismo patrón de la tribu, un gran retazode negro con un árbol blanco alzándose sobre un lobo sangriento. Unasonrisa curva mis labios, y me encuentro buscándolo a él en la luz gris.

 — ¿Sabah? — Spiro está de pie en la puerta, nerviosa e inquieta — .La Señora te necesita.

Sus palabras, esa noche en la buhardilla, susurran a través demí, y por primera vez me siento inquieta y vacilante. ¿Soy la razón deque los Vagabundos estén a un paso nuestro por delante? ¿Están esoschicos, que corren con los rápidos y oscuros, corriendo por cualquierrazón que el subidón de adrenalina? ¿Están esperando llamar miatención? ¿Hawke es tan tonto como para pensar que iba a funcionar?

Asiento con la cabeza hacia Spiro y me vuelvo hacia mi maleta.Kaida ya está hurgando a través de ella, su pelo asomando enmechones desiguales. Distraídamente paso una mano sobre la mismamientras ella saca un vestido crema y lo empuja hacia mí.

 — Usa este — dice.

Arqueo una ceja, y ella sonríe.

 — Es tu mejor vestido, Sabah, y quieres lucir bien para Hawke.

 — Eres demasiado joven para saber eso — le digo remilgadamente,tomando el vestido de ella. Su risa sonando llena la habitación mientrascorretea lejos.

El color crema se ve bien en mí, reflexiono, cepillando el pelofuera de mi cara y asegurándolo en un nudo flojo. Unos rizos seescapan, enroscándose alrededor de mi cara, y los engancho detrás delas orejas, arrebatando la ropa sucia de las chicas del suelo y corriendo

escaleras abajo. Gwen corre junto a mí, murmurando en voz baja. Unapequeña pila de tazas se tambalea y extiendo la mano para estabilizarla.

 — La Señora está esperándote. Mejor apresúrate, está con unestado de ánimo,  — dice — . Aquí, toma estas tazas. Ella está en lacocina.

La Señora está de pie, caminando delante de la chimenea, cuandocasi corro dentro de la cocina. Ella levanta la vista y frunce el ceño.

 —  Te has tomado bastante tiempo.

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 — La Mansión necesita funcionar. ¿Por qué no me ha avisado queiban a venir? — pregunto, dejando caer las copas en el lavabo.

 — Porque no lo sabía — asiente — . Ya sabes cómo son las tribus  – 

se mueven con el viento.

Hago una pausa, respiro profundamente, mi espalda todavíahacia ella.

 — ¿Tengo que tomar una decisión?

Detrás de mí, hay un suave suspiro y me vuelvo. Está sosteniendouna taza de té para mí, y la tomo, sentándome.

 — Por supuesto que no. Voy a hablar con el Vagabundo, medir suinterés. Puede ser que pases algún tiempo con Hawke, considera esaposibilidad. Pero sin decisiones, no hoy.  — Una pequeña sonrisa curvasus labios — . A menos que no puedas vivir sin Hawke otro día.

Me detengo, el té a mitad de mi boca, para darle una miradasucia.

Ella se ríe, de alguna manera burlona y auto-denigrante todo a lavez.

***

Cuando salgo, estoy sorprendida por el ruido. Las tribus son unagente ruidosa, llena de risas y gritos, y los estridentes alaridos de losniños huérfanos, gritos de ida y vuelta en un juego elaborado paracapturar y encontrar. Una niña cae, metiéndose y rodando por la nievehasta que se detiene a mis pies. Sonrío hacia ella, su pelo sucioenmarañado, ojos grises afilados, dientes torcidos en una sonrisapícara.

 — Lo siento, señorita  — dice, poniéndose de pie. Ella sonríe unavez más antes de aletear lejos, absorbida por la masa de risas de niños y perros.

Los Vagabundos siempre viajan con grandes manadas de perros,fantasmagóricas sombras silenciosas a lo largo de la caravana hastaque algo desconocido se aproxima. Hawke me dijo, antes de besarme,

que eran la mejor defensa que las tribus habían encontrado nunca.

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Un grito salvaje perfora el aire y hay espasmos en mi corazóncuando veo a un chico corriendo más allá del pino, corriendo a travésdel aire y el agua.

 Todo se congela cuando se lanza desde las rocas, a la nada, yentonces grito, corriendo, sabiendo que no se puede hacer nada. Él seha ido, maltratado hasta la muerte por las rocas y el agua.

Una desconocida y fuerte mano arrebata la mía, dándome lavuelta hasta chocar con su duro pecho. Hawke sonríe hacia mí,diversión parpadea en sus duros ojos.

 — Espera, pequeña, — dice.

Desde las cataratas viene otro grito salvaje, y después una rondade risa. Niego con la cabeza, poniéndome lejos de Hawke para ver a losotros jóvenes hombres, recubriéndose la garganta, algunos tirando deuna cuerda, tirando algo por el lado de las Cataratas.

Me balanceo, mareada, y Hawke sonríe.

 — ¿Es un juego? — Murmuro, mirándolo.

Se ríe.

 — Cada cosa es un juego, pequeña.

De repente estoy consciente de sus manos en mis caderas, duras y posesivas. Doy un paso lejos, con la misma naturalidad posible.Hawke no ha cambiado desde la última vez que lo vi. Se pone de pie confacilidad a mi lado, un arco creciendo desde detrás de su hombro. Tirasde tela de color rojo sangre envueltas alrededor de su muñeca  — lamarca de un protector, uno de los pocos Vagabundos dedicado a nada

más que guiar y proteger a la tribu.

 — ¿Qué trajo a la tribu a Mlena?  — Pregunto, negándome areconocer al chico que todavía se está retirando de vuelta a un lugarseguro.

 — Los vientos,  — responde con un encogimiento de hombros — .Los vientos traen noticias curiosas y nosotros traemos tesoros curiosos — Él sonríe, sus ojos brillando en la oscuridad.

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Lo miro, realmente mirándolo. Él sigue siendo guapo todavía conun peligro ocasional que lo rodea que me inquieta. ¿Es que no es Berg?Pero el lobo expulsado no me afecta de esta manera — No me hace estarnerviosa e inquieta.

Hawke viene, sus ojos volviendo hacia mí.

 — ¿Sabah? — pregunta, llegando a mí.

Me tropiezo hacia atrás, mi corazón latiendo con fuerza.

 — Me tengo que ir,  — le digo, girando para mirar a la mansión, acualquier cosa que no sea a la gente salvaje frente a mí.

Camina por delante, bloqueando mi camino, y la ira rueda sobremí. Entrecierro los ojos y Hawke inclina la cabeza.

 — Algo es diferente en ti, pequeña. ¿Qué es?

Me encojo de hombros.

 — No me conoces lo suficientemente bien como para decir eso.

Una sonrisa, un destello de dientes en la luz gris, y sus manos se

ajustan a mi pelo, tirando de mí más cerca para un beso duro, profundoque hace que mis rodillas se debiliten. Cuando me libera, me tropiezode nuevo, y él se ríe. Su voz es un susurro sexy mientras se desliza másallá de mí.

 —  Te conozco lo suficiente para saber que has extrañado eso .

Miro a la Mansión, odiando la forma en que su risa flota a mialrededor, odiando la constante oscuridad. Y a las pocas opciones que

tengo.

 — ¿Haciendo amigos, amor?  — Berg envuelve un brazo alrededorde mi cintura, abrazándome cerca. Levanto la vista hacia él. Susheridas se han desvanecido, casi desaparecidas por completo en lasúltimas dos semanas. Pero sigue estando tenso y distante. Esto es lomás que me ha tocado desde que luchó con el lobo expulsado. Sigo sumirada hacia donde está Hawke siendo rodeado por los otrosprotectores. Incluso en medio de sus compañeros, la mayoría de ellosmayores y con más experiencia, él parece distante, apartado.

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Se me ocurre que ser el hijo del Rover5 debe ser una vida muysolitaria.

 — ¿Dónde está el Rover?  — Pregunto, apoyándome en Berg,presionando un beso en su hombro.

 — Con la Señora. Hablando de trueques y, — siento su mirada enmí — , el futuro.

Me retuerzo en su abrazo, torciéndome para enterrar mi cabeza.Él apoya su barbilla en mi pelo, mirando a la tribu.

 — ¿Crees que sería una mala vida, Sabah?

Una vida de peligro, de vientos y recolectar. Una vida de muerte ylucha, de cambio constante, sin ninguna cosa que prometa seguridad.La libertad es seductora, a pesar del peligro. Observo a Hawke mientrasentrena con otro muchacho, elegante en su brutalidad. Lucho por noestremecerme.

 — No es lo que quiero.

Berg se aleja de mí, mirándome a los ojos.

 — ¿Eso significa que quieres la Ciudad?

Sé cuál debería ser la respuesta. Sé lo que él quiere que diga — loque ha esperado, incluso si no va a exigir mi respuesta.

En lugar de responder, me pongo de puntillas, lo beso rápido ysuave, casi una promesa. Es suficiente, por ahora. Berg me vuelve aponer contra su costado, reconfortantes y cálidos brazos alrededor mío.

5  Rover significa Vagabundo, de ahí que aparezca mucho esa palabra. Sin embargo,

para referirnos al líder de la tribu se le llama Rover.  

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Traducido SOS por BrenMaddoxCorregido por katiliz94  

Me deslizo por la tormenta de nieve en silencio. Los niños estánexhaustos por la emoción de las tribus, los mayores están un pocoborrachos. Todos están durmiendo fuera.

La noche es misteriosa, la oscuridad iluminada por el resplandorde la nieve y las luces de Mlena. Hace cada cosa diferente, un mundoaparte del que conozco. Y apropiado.

Me lanzo a través de la noche, a la dependencia. Él nunca estáallí, pero sé que el lobo expulsado todavía venía. Dejaba los regalos:Bayas en un nido de hierba, huevos robados de un reyezuelo, setassilvestres, pequeñas ollas de tinte. Una vez fue un conejo desollado yasado.

Por mucho que adorara las pequeñas ofrendas del loboexpulsado, lo echo de menos. Tengo tantas preguntas que todavía notienen respuestas.

Después de que él me hablara, luchara con Berg, y desaparecieraen la noche, pasé días esperándole. Esperando y esperando querespondiera preguntas. Cuando no regresó después de una semana,investigué, estudié minuciosamente los rumores que flotaban en la red.

Como cualquier cosa, eso es controlado por la Comisión y limita lasteorías de la conspiración y acusaciones. Pero no hay menciones de unlobo expulsado.

Nunca. Y no explica su agresión, su repentina parada cuando lollamé. No explica que haya salvado a Berg en su caza.

Me deja con más preguntas que respuestas. Todo lo que tengoson regalos, sueños perdidos y una creciente frustración por su

continua ausencia.

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La dependencia es tranquila. Líneas de nieve del exterior, aguascristalinas en su belleza y ausentes de huellas  — ninguno de losvagabundos ha venido cerca de aquí, las leyes de hospitalidadmantienen nuestro exiguo cobertizo de almacenamiento seguro de su

robo.

Mi corazón se hunde un poco, a pesar de que me he dicho a mímisma de no tener esperanza.

Me voy de cualquier manera, haciendo caso omiso de la vozsusurrante que me dice que estoy siendo una idiota. La callo y busco lasoledad que me encanta.

Hay una manta de repuesto, y me envuelvo en ella, encendiendo

una vela pequeña.

En tres semanas seré Mayor de Edad. La Señora se ha vuelvocada vez más cerrada y distante, y vigilante. Estoy preocupada. En elsilencio de la nieve y soledad, puedo admitir esto — estoy asustada.

Siendo puesta fuera de la Mansión. Siendo exiliada del únicohogar que he conocido. De los planes que ella y Berg hicieron para mí,ser enviada a la Comisión. De ser casada en las tribus.

Berg se niega a hablar de ello. Él mantiene silencio con unaobstinación áspera. Esta es mi elección y la Señora le ha ordenado notratar de influenciarme. Y él no lo hace, aun cuando me gustaría que lohiciera. Su lealtad hacia ella es inquebrantable, e incluso su amor pormí no lo hará cuestionarla.

Un ruido sordo me advierte de que alguien  — algo —  se acerca, yme curvo más profundo en mi manta, apagando la vela con un ligeroaliento. La tribu acampa lejos del agua y la Mansión, lo suficientemente

lejos que no puedo distinguir la caravana en la negrura. Cualquiera deellos podría deambular hasta aquí, y si lo hicieran — ¿por qué sería?

Hay un suave siseo, y se me detiene el corazón. Una patapresiona contra la pequeña grieta entre la puerta y el suelo, y puedo verla piel erizada, manchada de amarillo con negro.

Un leopardo.

Me estremezco, y sisea de nuevo, un enfurecido aullidoconstruyéndose en su garganta. Imagino — demasiado bien —  el brillo de

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sus rasgados ojos amarillos. El pesado, almizclado olor me alcanza, ypuedo oler la sangre y la muerte. Tengo arcadas.

Hay otro ruido sordo, un cuerpo pesado aterrizando en la azoteadel edificio anexo. Mis ojos se mueven hacia arriba, buscando. ¿Haydos? Los leopardos nunca cazan en manadas  — son solitarios yviciosamente territoriales.

El silbido de la puerta es furioso. Un gruñido desde el techo loencuentra, y las patas se desvanecen. Lo que esté ahí fuera, en laoscuridad, el leopardo no quiere luchar contra ello.

Hay una pisada  — un suave sonido casi absorbido por la nievecayendo y el latido de mi corazón. Entonces una voz baja y gutural dice:

 — No es seguro estar fuera. Vete a casa.

 — Espera, — casi grito, y él gruñe. Más tranquila, insisto — . Tengopreguntas. Merezco  respuestas.

Él hace un ruido que es duro y ahogado, y después de unmomento, me doy cuenta, es una risa.

 — Nos merecemos muchas cosas que no conseguimos, pequeña.

Me enfado por el nombre, y el tono despectivo. Hay un cambio, yme gustaría que la pared se fuera, así podría verlo  — lo entiendo mejorcuando puedo ver las vacilaciones, los deseos rotos en sus ojos dorados.

 — Si no quieres mis preguntas, ¿por qué me traes regalos? ¿Porqué perdonas a Berg? — Pregunto en desafío.

Hay un silencio, tan largo y profundo que creo que se ha ido.

Suspiro, y empiezo a doblar la manta. Su voz, cuando viene, es tandesesperada, está perforada.

 — Ven mañana, después de la última comida. Responderé lo quepueda.

 — ¿Aquí? — pregunto, en voz baja.

 — El árbol. Ahora, ve adentro. El leopardo puede volver.  — Laemoción se ha ido, dejando su voz vacía y dura. Quiero empujarle hasta

que ceda y me permita un atisbo de humanidad y el extraño cuidadoque parece tan desesperado por ocultar.

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En cambio, ordeno el pequeño edificio anexo, y me voy a lapuerta. Saco un gorro de lana verde oscuro desde mi bolsillo mientrasabro la puerta.

Puedo sentir sus ojos en mí, lo ato a la manija del anexo, sientosu confusión y la tensión creciente.

 — Gracias,  — murmuro, y él inhala, un ruido fuerte en el que nopuedo pensar, no ahora. Me doy la vuelta y camino, tan constante comopuedo, sintiendo la cálida mirada dorada parpadeando de mí a labufanda verde bosque que le he dado.

***

No puedo encontrar a Berg. Suspiro frustrada mientras caminocon dificultad hacia la nieve fangosa, siguiendo el río lejos de laMansión y de los Vagabundos lejos del ruido y la emoción — Berg no esel tipo de disfrutar de ello, y espero que esté en la oscuridad en algúnlugar.

Hawke me está mirando. Siento el pesado calor de su miradamientras lo ignoro. Me pregunto si sabe lo que la Señora me haofrecido. Arriesgo un vistazo hacia él, cepillando el pelo de mis ojos. Él

está sonriendo a algo, a una chica vagabunda revoloteando a sualrededor. Hay algo familiar en la forma en que abofetea su trasero,cuando se vuelve, sabiendo algo en su mirada mientras ella se ríe.

El viento sopla, sopla mi capa de vuelta, llevándose el olor de losalimentos, basura y lo salvaje. Me pregunto dónde está el leopardo, siatacará con la tribu acampando tan cerca de la Mansión.

Berg no está aquí. Disgustada, me dispongo a iniciar el largo

camino de regreso a la Mansión. Hawke cae a mi lado, y caminapenosamente a través de la nueva nieve en silencio.

 —  Te ves cansada — dice por fin, casi coloquial.

Lo miro fijamente, frunciendo el ceño.

 — Supongo que lo estoy. No estamos acostumbrados a tantaspersonas.

 — No estaremos aquí mucho tiempo,  — dice — . Los vientos estáncambiando – los Vagabundos querrán seguirlos.

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Me detengo, mirando a Hawke.

 — ¿Has deseado alguna vez no hacerlo?  — pregunto. Me mira,confundido — . No perseguir al viento. ¿Nunca has pensado lo que seríaser situado?

Una mirada de pánico de menor importancia cruza su cara y merío.

 — No, entonces. — No puedo evitar sentirme aliviada.

 — No conozco otra vida, Sabah. Pero esta — se encoge de hombros,sonríe — , no. No me rendiría al viento por nada.

Oigo voces mientras saco la nieve de mis pies en la cocina. Risas yuna suave, profunda voz  — el Rover está con la Señora. Siento una olade terror, y me deslizo tan silenciosamente como me puedo a través dela cocina, retirándome a las escaleras.

Estoy a mitad de camino cuando la Señora me llama desde elsalón.

 — ¿Sabah? ¿Puedo verte, querida?

Me muerdo el labio, pero hay una sola respuesta.

 — Por supuesto.

Rara vez usamos el salón — sólo cuando la Señora entretiene a loshuéspedes. Camino lentamente, y siento el impulso absurdo de reírmepor el entorno doméstico en el que está el Rover. Lleva una capa deretazos sobre pantalones raídos y una camiseta sucia. Su pelo essalvaje y escaso en la parte superior, su rostro curtido en los oídos y

por perseguir a los vientos. Se parece poco a su hijo  — a excepción desus ojos duros, brillantes y sagaces.

 Trago, mirando nerviosamente a nuestro invitado salvaje.

 — Esta es mi Sabah,  — dice la Señora detrás de mí, su vozorgullosa.

Él me está estudiando, evaluándome, y gruñe.

 — Una cosita delgada. Se ve suave.

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Ira flamea en mí y siento una inundación de calor en mis mejillas.

 — No soy un animal de carga – puede hablarme a  mí.

El Rover sonríe, estrecho y salvaje.

 — Pero tienes un poco de fuego  – eso es bueno. Hawke necesitaeso. ¿Piensas que podrías ser una buena Vagabunda, chica?

 — No lo sé — le respondo con sinceridad.

 — ¿Quieres casarte en la tribu? — pregunta.

Dudo y él niega con la cabeza, cambiando de pie.

 — Ella no es para Hawke.

 — Pienso que su vida es una locura,  — digo en voz baja, y puedosentir a la Señora inmóvil y tensa a mi lado. Pero mi atención se centraen el Rover, el líder de una tribu salvaje que estoy empezando aentender — . Creo que su pueblo camina por una delgada línea que seinclina dentro de la locura más de lo que no lo hace. Pero creo queentiendo el atractivo  – hay algo muy tentador acerca de estar sinobligaciones, sin ataduras, nada más que la libertad del viento.

El Rover sonríe. Sus ojos se suavizan una fracción y puedo ver aHawke en él. Asiente con la cabeza, más para sí mismo que para mí o laSeñora.

 — Ella lo hará — murmura. Para mí, dice con voz ronca — , elije concuidado y pronto.

Luego se empuja más allá de mí, fuera de la pequeña sala en un

susurro en la ropa que huele como el Exterior.

 — Insultar a su pueblo tal vez no sea la mejor manera de empezaruna relación, querida,  — dice la Señora secamente. Sonrío hacia ella, ycaigo en la silla que el Rover acaba de desocupar.

 — ¿Dónde está Berg?, — pregunto.

Sus ojos se vuelven suaves y cálidos. Una mano fría me aprieta elcorazón y casi pierdo su respuesta.

 — Se puso en contacto con la Universidad.

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 — ¿Sobre su prueba?  — expulso, empujando a un lado missospechas.

Algo así como lamento parpadea en su rostro por un instanteantes de asentir con la cabeza.

 — Sí. Sabah, necesitas tomar una decisión  – aquí o la tribu. Tútiempo se está acabando.

 — ¿Quiere que él vaya a la universidad? — Pregunto, curiosa.

 — Por supuesto,  — responde, y casi puedo descartar la vacilaciónen su voz. Casi.

Fuerzo una sonrisa, y asiento con la cabeza.

 — Elegiré pronto. Lo prometo.

***

Quiero encontrar a Berg. Lo quiero tanto como quiero estar sola.He estado en el desván durante casi una hora cuando oigo sus pasos.

La nieve está cayendo de nuevo, y puedo ver que la caravanacomienza a moverse, los protectores montando ponis peludos junto aellos. Me pregunto, si yo los elijo, cómo la Señora se pondrá en contactocon el Rover.

Otro secreto, me doy cuenta con amargura. Miro por la ventanamientras Berg se me acerca, sus pasos lentos y cautelosos.

 — ¿Qué está mal, Sabah? — pregunta

Me río. Le asusta tanto que salta.

 — ¿Qué no  está  mal, Berg? — Exijo, miedo y dolor burbujeando enmí.

Él me mira con sus ojos oscuros, y me encanta que sean taninusuales y aún tan dolorosamente familiares. Mirándolo de estamanera —  y puede ser, para mi sorpresa —  me da el valor de preguntar.

 — ¿Quieres ir a la Ciudad?

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Su expresión se tensa por una fracción de segundo, antes de girarel interrogatorio, y esa es toda la respuesta que necesito.

 — Lo haces — digo, incrédula — . Nos han expulsado. ¡Ellos no nosquieren!

Suspira, un ruido agravado.

 — ¿Qué otra opción tenemos, Sabah? La vida en el Exterior, conlas tribus ¿qué está ahí, realmente? La Ciudad es mejor que las tribus.

 — La Señora me ofreció un lugar aquí. Criar a sus niños de susmuertes  — Le ofrezco una sonrisa enferma — . Y ella no te echará, ¿loharía, Berg? No cuando tú calientas su cama tan bien.

Miro mientras las palabras caen, las veo golpearlo como unatormenta, veo la devastación moviéndose por su rostro. ¿Estabaequivocada?  

Sus ojos encuentran los míos, y a pesar de la tristeza, hayhonestidad allí, algo que ha estado ausente por mucho tiempo.

 — Ella es la Señora  — dice simplemente, como si eso fuerasuficiente defensa — . ¿Quieres que la rechace?

Aprieto mis ojos cerrados por su admisión. Aunque lo hesospechado, oírle admitir su traición me golpea duro. ¿Estabaequivocada al pensar que éramos más que conveniencia? E incluso sisólo éramos eso — duele.

 — Ella piensa que eres infeliz, Sabah,  — dice. Alzo la vista,mirando, y una sonrisa amarga gira en sus labios — . Supongo quetienes razón al estarlo.

 — ¿Cuando me lo ibas a decir? — Pregunto, de repente.

Frunce el ceño, verdadera confusión en su rostro, y tengo unasonrisa enfermiza.

 — Ibas a dejarme que la eligiera a ella, sin decirme nada acerca deesto. Tú te ibas ¿y qué? ¿Cuando vinieras de visita, ibas a dormir conlas dos? ¿Es esa la idea?

 — Sabah — comienza, débilmente.

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Busco en su rostro. Hay dolor allí, pero todas las mentiras y lossecretos ocultos se han ido  — el Berg que siempre he conocido meobserva con grandes ojos solemnes, aliviado. ¿Cuán duro, me pregunto,debe ser amar a dos y vivir una mentira?

Niego con la cabeza, dejo de pensar, y me obligo a mí misma aponerme de pie. Duele verlo estirar el brazo por mí, duele inclusomirarlo. Mi corazón se siente como que está minado, y mi respiración setraba, atrapándose mientras intento hablar. Me detengo, cayendo denuevo en una vieja habilidad  — contar. Hasta diez. De nuevo. Veinte.Otra vez.

Cuando mi respiración está pareja, abro los ojos; Había estadoinconsciente de que los estaba cerrando. Él me mira, curioso, cauto y

esperanzado.

 — Necesito estar sola  — susurro, y veo el destello de dolor en susojos antes de que se cierren un poco, cerrándolos de mí. Asiente con lacabeza, dando un paso lejos, y no me detiene cuando paso junto a él.

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Traducido SOS por katiliz94Corregido por katiliz94  

Cook levanta la mirada cuando entro en la cocina, y sus ojos se

suavizan.

 — ¿Día duro, nena?

Me encojo de hombros, pero mis ojos y nariz enrojecidos son unobsequio inútil. Nunca he sido capaz de esconderlo cuando lloro.

Ella no presiona por detalles, meramente me tiende una pequeñabolsa y mi capa. Tanta bondad es suficiente para hacer que mis ojosardan, lagrimas amenazando de nuevo. Parpadeo con fuerza, la beso

rápidamente y me deslizo en la oscura noche.

Miro el árbol, y después de regreso al edificio anexo  — el edificioofrece seguridad, pero él prometió estar debajo del árbol, y después desemanas sin contacto, no quiero arriesgarme a no verlo. Desechando lospensamientos de los leopardos, me sitúo debajo del árbol, envolviendola capa a mi alrededor como una manta, mi espalda presionada contrael tronco del árbol, protegida del viento.

Huelo los contenidos de la botella calefactora — té herbal. Sonrío ytomo unos sorbos prudentes. Está caliente, demasiado caliente parabeber, así que lo tapono y lo pongo a un lado — él pronto estará aquí, ypodría estar hambriento.

Sin nada más que hacer que esperar, mis pensamientosdeambulan. He vivido toda mi vida en el Exterior  —  y me preguntabasobre mi vida en las Ciudades. ¿Es justo estar resentida con Berg porquerer eso? Puedo vivir con las tribus, ver de otra forma cuando los ojos y manos de Hawke deambulen —  y sé que lo harán.

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¿Puedo vivir así? He sabido lo de Berg y la Señora en menos de undía, y lo odio — ¿Puedo vivir una eternidad de esto?

No me doy cuenta de que estoy llorando hasta que las lágrimasgolpean mis manos, enviando temblores de frío a través de mí mientrassollozo en silencio.

 — ¿Qué está mal? — Pregunta él. Le miro desde detrás de mi pelo.Está agachado lo bastante cerca para tocarme. Ni siquiera mesorprende que esté tan cerca sin yo haberle escuchado – siempre parecemoverse de esa manera. Me pregunto si todos los lobos expulsados semueven con tanta carencia de sonido.

Él me observa, y es lo más relajado que jamás le he visto estar.

 — La Señora — asiento hacia la casa detrás de mí — , quiere enviara Berg a la Ciudad.

Sus ojos arden, y se pone rígido, la ira pareciendo irradiar de él.

 — ¿Y tú? ¿Qué harás?

 — No lo sé — respondo.

Está en silencio, mirando a la nada durante un largo tiempo.Finalmente, a regañadientes:

 — La Ciudad produce para sus Ciudadanos.

Resoplo, y siento sus ojos volver a mí. No estoy lista para mirarle,así que extiendo el brazo hasta la cena. Cook ha llenado la bolsa concarnes calientes envueltas en trapos limpios, un gran cuenco cubiertode estofado de verduras sobre arroz, todavía cociéndose al vapor con el

calor, un trozo de afilado queso, una crujiente rebanada de pan.

Él huele la comida y escondo la sonrisa detrás de mi pelo.

 —  Tienes preguntas, — dice.

Asiento, y le tiendo la comida, tomando el estovado de arroz converduras. Él duda, y le miro. Gruñe un poco, pero comienza a comer.

 — Puedes hablar. Nada dicho por los lobos expulsados puede

demostrarse,  — digo, y aunque es una declaración, puedo verlepensando, ordenando como responder mejor.

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 — La Comisión controla lo que los Ciudadanos leen, — dice, su vozamarga. Se retuerce, mirándome — . ¿Vas a vivir en la Ciudad?

Mi barbilla se levanta, y le miro. No puedo enfrentar su decepción,no con mis emociones tan inestables.

 — ¿Eso importa? Solo soy una tonta que necesita ser protegida desí misma, — espeto — . ¿Por qué atacaste a Berg?

Se ríe. Eso me enfurece, pero él ríe. Comienzo a ponerme de pie,pero coge mi mano, deteniéndome. Me congelo ante su tacto — es comola pulsante electricidad de la Puerta, comenzando por mi mano yemanando hacia el exterior, inundándome.

 — Sabah, — susurra. Es la primera vez que ha dicho mi nombre, yes tan delicado donde su voz siempre es gutural. Se resiste y acaricia,una intimidad para la que no estoy preparada. Aunque me hace caer asu lado. Él me libera, y nos sentamos en silencio, inseguros de quédecir.

Algo me ocurre, y le robo una mirada.

 — No sé tu nombre.

Él comienza, y sonríe, sus ojos atraídos hacia la Ciudad.

 — Arjun, — dice al final, y me relajo.

Estamos en silencio durante un largo rato. Es cómodo  — quieropreguntarle, pero sentarse en el silencio es casi fácil. No hay tensión, nipreocupación, ni niños o tareas por las que pelear, ni secretos queamenazan con destruirnos.

Es fácil, y sin esfuerzo, en una forma que el estar con Berg no loes. Ya no más.

Sacudo la cabeza, y siento que los ojos de Arjun están sobre mí.Odio que sea tan natural compararlos a los dos. Berg es el único quesostuvo mi mano en la oscuridad, quien me rescató. Pero… ¿mi lealtad

a él se extiende incluso cuando él elige a otra?

 — Estás enfada, — dice suavemente, atrayéndome al aquí, ahora  — .¿Por qué?

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Le miro, finalmente, derecha, mi pelo empujado hacia atrás. Misojos viajan a los desconocidos planos de su rostro — las duras líneas desu mandíbula, la extrañeza del salir de sus dientes. Esa nariz que se hacurado torcida de una rotura. Los ojos dorados que de alguna manera

se han suavizado. El blanco pelo largo que esconde y revela sus ojos yme hace preguntarme — ¿es tan suave como parece?

Él susurra algo, tan bajo que no puedo escucharlo. Solo suslabios formando mi nombre me dicen lo que él dice.

 Tiemblo, y él hace un ruido de angustia.

 — Dímelo, — ordena.

Suspiro.

 — No sé qué hacer. Berg quiere que vaya con él  – incluso si no loha soltado y dicho. La Señora quiere que me quede con ella. Hawke mequiere en su tribu.

Sus ojos se entrecierran.

 — ¿Qué quieres tú, Sabah?

Parpadeo hacia él, sorprendida. ¿Qué tipo de pregunta es esa?

 — Siempre pensé que estaría con Berg. En realidad nunca pensémás allá de eso.

 — Él huele como la Señora,  — comenta. Las palabras me golpeancomo un puño, y sus ojos se levantan hacia mí — . Y algunos días, — dicepensativamente — , huele a ti.

Observo los pensamientos desplazarse en sus ojos, observo comoencajan en su lugar. Gruñe, un descubierto de dientes que me sacude.Eso me recuerda, violentamente, que él es peligroso. Salvaje.Desconocido.

Golpeó a Berg, y todavía no sé por qué, o por qué se detuvo.

 — ¿Él calienta vuestras camas? — Gruñe.

La ira ante Berg me llena con tanta rapidez que no puedo ver.

Descargo:

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 — Si él caliente mi cama no es de tu maldita incumbencia.

Es algo equivocado para decir. Arjun se aleja, moviéndose contanta rapidez y cuidado, no estoy segura de cómo está de pie. Extiendoel brazo hacia él y rozo su pelo — suave —  antes de que se vaya.

 —  Tienes razón, — dice — . No lo es.

Las palabras me desgarran mientras le observo desvanecerse enla noche.

*** 

No quiero volver a la Mansión. Aún no soy lo bastante fuerte para

enfrentar a Berg o a la Señora. Me retiro al edificio anexo, y meenvuelvo en la manta y la capa. Huele suavemente a Arjun, como airesalvaje. Lo huelo, y mis ojos arden con lágrimas que quieren caer. Lascontengo, tozudamente.

¿Por qué discutí con él? Quiero respuestas, y ahora  — ¿Cuántotiempo estará lejos, esta vez? ¿Estará enfadado al volver? ¿Pensará queno le quiero?

El pánico me cubre por un momento, cegándome. Él tiene quesaber que quiero que regrese. Me pongo de pie, y tropiezo fuera deledificio anexo. Trastabillo en la nieve, pero sé a dónde voy, y el frío mesaca de mi cegado pánico. La determinación me llena, y giro.

Si voy a cazar, necesito cosas.

Entierro la manta en un viejo juego de sacos, junto con mi bolsade cena medio comida y una botella calefactora, añado algo de frutaseca y salada carne deshidratada y una linterna. Berg guarda un kit  — 

su kit de caza nocturna, y lo cojo de la estantería, enterrándolo conprofundidad en mi paquete. Me ato el pelo oscuro y levanto la mochila.

Puedo seguir a Arjun. Explicar. Se merece eso  —  y no puedodejarle marcharse si él puede llegar a odiarme.

Encuentro sus huellas, meramente  — hay sangrados en la nieve.Conducen al sur  — lejos del río, la Mansión, la Ciudad. Dudo por unmomento — las luces de la Ciudad ahora son tenues, como la noche que

se arrastra hacia su punto más bajo, pero son familiares. Seguras.

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Como una pista, se atenúan un poco más y mis labios se

aprietan. Controlado. Como todo en la Ciudad. Sitúo la mochila con másseguridad sobre mi espalda y parto en la noche.

Sigo los rastros durante horas, mientras la oscuridad seprofundiza más a mi alrededor. Cuando tropiezo por tercera vez, buscola linterna en mi mochila. Su luz es como un faro, y me preocupa queeso se centre en mí, pero tropezar en la oscuridad es inútil. Entonces,escucho las curtidas alas de una gran criatura alta sobre mí, y eso mehacer esconderme, sacudiéndome, detrás de una roca, la linternaapagada, durante alrededor de una hora.

Con el tiempo, no puedo ir más allá. Las luces de la Ciudad hacetiempo que se desvanecieron en la distancia  — estoy completamente

sola, en el Exterior en verdad por primera vez.

Me envuelvo en mi manta, y temblando, aterrorizada, me enrolloen una pequeña bajada de tierra y eventualmente caigo en un irregularsueño. 

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Traducido por BrenMaddoxCorregido por katiliz94  

Me despierto perdida, en un mundo desconocido. No hay dulcescuerpos soñolientos a mí alrededor, no hay voces tranquilas y susurrosde las mantas. Sin murmullos de maldiciones desde la cocina debajo de

nosotros mientras Cook prepara el primer alimento  — nada más que elsusurro del viento tranquilo sobre la hierba salvaje, el crepúsculo grisde la mañana, y algo — duro  —  clavándose en mi espalda.

La pasada noche se precipita de nuevo hacia mí, todas lasrevelaciones, la emoción, huyendo a la oscuridad del Exterior.

Me incorporo, evaluando lo que me rodea. La caída de la tierra esun ligero escudo contra el viento; la nieve acumulada a mí alrededor esextrañamente aislante.

Lo que me sorprende es el silencio. Aparte del viento suavecrujiendo en la nieve y mi pelo, está tranquilo. Y seco — sin el rugido delagua llenando el fondo, sin niebla amortiguando cada cosa.

Saco algo de carne seca, alternando entre mordisquearla yaspirar nieve. Es arriesgado beber nieve antes de que se purifique, perodespués de dormir en ella, he estado expuesta a cualquier toxina quecontenga — beberla difícilmente hará alguna diferencia en este punto. Y

dudo que pueda darme más frío del que ya tengo.

En la penumbra puedo ver la suavidad de la nieve a mi alrededor

 — no hay huellas, no hay nada para seguir. El pánico se apodera de mí.

 — ¿Arjun? — Llamo, frenética.

Sólo el silencio me responde.

***

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Me detengo en una colina baja, mirando a mí alrededor a la vastaextensión de nieve, suavizada por el viento, y sofoco un suspiro. Lasúnicas huellas son las mías, una mezcla desordenada arriba en lacolina detrás de mí. No hay ninguna señal de Arjun  — ninguna señal de

cualquier cosa que no sea yo. Empujo el pelo de mi cara conimpaciencia, preguntándome qué camino tomar. He tratado de darmarcha atrás y no pude encontrar ningún signo de la noche anterior.Mis pies están entumecidos, empapados a través de las botas.

A lo lejos, puedo oír el río. Corre a lo largo como siempre lo hizo,familiar y reconfortante. Sin pensar realmente, voy hacia ahí.

Seguir a Arjun en la noche ha probado ser una mala elección, loadmito. Pero ahora que estoy aquí, la idea de volver a la Mansión  —  y a

la Ciudad —   es repelente. No quiero ver la mezcla de exasperación yalivio en los ojos de Berg. O su enfado —  ya que a pesar de que se enfrióen las últimas semanas, se pondría furioso si supiera que habíaperseguido a Arjun en la noche.

Incluso si es inevitable, no estoy lista para enfrentarme a eso. Yno estoy dispuesta a perseguir al viento.

Suspiro cuando llego al río, y me dejo caer sentándome en

silencio. Tomo un balance de mis suministros  — no hay mucha comidaque quede en mi mochila. Suficiente guiso frío para mi cena, y puedeser que suficiente fruta y carne para una comida ligera. Pesco y sacofuera el kit de Berg, y lo abro por primera vez.

Ganchos. De alambre delgado para líneas de cebo. Trampascolapsadas. Una ligera manta solar. Medicamentos. Un pequeñodepósito de alimentos. Dos cuchillos afilados. Un encendedor. Aguapura plegable. El trozo de papel fotográfico blanco está tan fuera delugar que me llama la atención, y lo retiro y abro.

Sonrío de vuelta desde la imagen, los ojos grises brillantes concierto regocijo, mi cabello oscuro cubierto de niebla y soplando detrásde mí. El cielo ofrece un telón de fondo oscuro, luces brillantes desde laMansión.

Mi respiración se desliza fuera de mí. Demasiado fácil, puedovisualizar a Berg sentado solo en un viaje de caza, envuelto en unamanta, cocinando un conejo, mirando mi imagen — la única muestra de

su hogar para alejar la soledad.

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Me muerdo el labio, y cierro fuerte el kit.

***

Un grueso grupo de árboles es una mancha negra en la luz gris.Recuerdo una historia que Berg me leyó una vez sobre lobos en losbosques que parecían ocupar un lugar destacado — parece un lugar tanprobable para encontrar a Arjun como cualquier otro.

Animada por mi nuevo sentido de la orientación, vuelvo aempacar mi bolsa, enganchando una de los cuchillos a mi cinturón.Levanto la bolsa sobre mi espalda y comienzo a caminar hacia elbosque. Es extraño, estar sola en el Exterior. El silencio es de enormes

proporciones en su integridad, el silbido misterioso del viento a travésde las muertas hierbas, y me siento extrañamente expuesta hasta que,finalmente, llego a los bosques.

Los árboles están atrofiados  — de la forma en que la mayoría delos árboles crecieron después del Cataclismo. El suelo está cubierto deramas muertas y brillantes plantas venenosas  — Me detengo parapescar uno de los trapos de mi mochila y lo ato alrededor de mi nariz yboca para mantener al humo fuera.

Aquí los pájaros están cantando, y un cuervo grazna  hacia míindignado cuando paso por una rama caída y que me encaja debajo delos pies. Le disparé al pájaro una mirada irritada, y seguí adelante.Aparte del cuervo, los pájaros y los sonidos suaves de vida en el bosqueson reconfortantes. Exploro el bosque, y por primera vez, encuentro unahuella que hace que mi corazón de un salto.

 — ¿Arjun? — Llamo de pie. El silencio me saluda.

Ladeo la cabeza — fijándome en mi búsqueda, no me había dadocuenta de que el bosque se había ido todavía. Miro alrededor y veo alcuervo, tranquilo y en silencio por encima de mí. Me congelo, escalofríoscorriendo por mi espina dorsal.

Lo oí una fracción de segundo antes de verlo. Un resoplido suave

 y susurro de las hojas hace al cuervo graznar  y volar. Puedo oler al oso,el almizcle de carne muerta, y profundos lugares húmedos. ¿Por quéestá despierto?  Pienso mientras camina dentro del pequeño claro dondeestoy.

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Un oso negro, especialmente uno tan grande como este, debeestar en profunda hibernación en esta época del año. Resopla hacia mícon curiosidad, y yo agarro mi cuchillo con más fuerza, preparándomepara defenderme si elige atacar. Se lo ve somnoliento, y comienza a

alejarse cuando sus fosas nasales se dilatan, su gran cabeza sebalancea de nuevo hacia mí. Dolor irradia hasta arriba en mi brazomientras huele.

Sangre — mi sangre. He cortado mi mano en mi concentración.

El oso ruge, y grito, balanceando mi brazo hacia arriba mientrasataca. El cuchillo captura el cabello graso grueso, y el dolor  — cegador,ensordecedor, consumidor —   choca contra mí, tan duro e inesperadoque grito. El oso ruge de nuevo, en señal de triunfo.

Me preparo para ser desgarrada con los dientes, por la inminenteoscuridad, y estoy agradecida de que absurdamente no habrá necesidadde elegir entre Berg y la libertad, cuando escucho un grito lejano.

Un lobo expulsado. El oso se detiene, un gruñido se le escapadesde muy dentro, y luego otro grito, diferente pero más cerca. Untercero.

El cuarto lo reconozco, y mi corazón salta. Musical einquietante. Arjun .

Hay un momento en silencio sin aliento, y luego una lucha deruido, gritos y gruñidos y gemidos, todo mezclandose en una sinfoníaaterradora. Soy golpeada violentamente hacia un lado, y siento crujiralgo en mi muñeca cuando trato de detenerme. Los lobos expulsadosestán luchando, el oso ruge su desafío, una armonía infernal porencima de mí, pero he quedado en el olvido.

Casi.

Hay una dura inhalación por encima de mí, y pernos de dolor a lolargo del incendio que está consumiendo mi lado. Separo mis ojosabiertos, sonrío débilmente a la dorada mirada preocupada de Arjun.

 —  Te encontré — me obligo a dejar salir antes de sumergirme en laoscuridad.

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Traducido por katiliz94Corregido por katiliz94  

El mundo está girando a mi alrededor cuando llego. Destellos demovimiento me hacen marearme y vómito, atestando lo poco que hecomido en el pecho que me mece. Puedo escuchar sonidos: gritos  — 

distantes —   y un latido de corazón, tan cerca, pies corriendo, alguien jadeando. Y el viento, molesto y ligero, rozándome.

Me pregunto, sorprendentemente lucida, si moriré aquí, sin elsonido de las cataratas llevándome lejos.

Es un pensamiento deprimente.

Por un momento, se siente como que estamos volando  — no hayrítmico sonido de pies, y me doy cuenta de que él se saltó un latido

antes de que aterricemos y el dolor me golpee y grite, agudo y alto. Essiniestramente similar al de ese lobo expulsado. Una voz guturalmaldice sobre mí, y me deslizo en la oscuridad.

*** 

Sueño. De luz —  yaciendo en un campo de flores que solo he vistoen imágenes. Me siento, y la luz del sol me golpea. Vuelve mi piel delcolor de la leche, mi pelo de un cálido marrón madera. Mirándolo, veocolores que nunca he visto antes en mi pelo  — rojos, dorados, marrones y negros, mezclándose todos en un río de belleza. Las chicas son como yo, Kaida y Alba sonriendo y haciendo una corona de hierba y lilas. Mepongo en pie, intentando ir hacia ellas… 

Y caigo. Estoy corriendo, corriendo por el bosque. Alguien estásujetando mi mano, y sigo el agarre familiar hasta encontrar los ojos

azul cielo de Berg. Él murmura una palabra  — corre  —   y estamoscorriendo por el camino, las ramas clavándose en mi pelo, mi vestido.

Siento algo golpearme la pierna, y miro abajo, y estoy sorprendida al ver

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un rastro de zarzas de estrellas marcando de dónde venimos. Nossacudimos hasta una parada, y le conduzco a… 

Y veo la Mansión. Está ardiendo, y estoy gritando, mi voz en carneviva con pánico y alivio. Brazos están sosteniéndome  — Cook —   yobservo, indefensa, como la Señora se desvanece en el infierno. Unenfurecido sollozo sigue, y Berg va hacia ella. Se me ocurrepreguntarme porque la eterna neblina de la cascada no está afectandoal fuego, y entonces la puerta colapsa y veo un par de ojos doradosbrillando desde la ventana de mi ático… 

El calor se desvanece. Estoy siendo asfixiada. Las rocas estánasediándose sobre mí, y estoy empapada. El reptar de las serpientes ylagartos de fuego, la picadura familiar de ácido. Mis manos están llenas

de zarzas de estrellas, la savia haciendo mis dedos adhesivos. Puedosentir el tictac del tiempo, el susurro de la Señora, como un redoble, unlatido de corazón. Más, más, más, MÁS.

Grito, y la piedra diferente del sueño aparece a mi alrededor,curvándose, arqueando las paredes, abruptas, lisas y rudas todas a lavez. Hay una ráfaga de ruido, y por un desorientado momento, estoyperdida en la confusión  — ¿es esto otro sueño? Estoy muy caliente.Alguien me toca y gimo ante el estremecedor frío.

 — Necesita antibióticos,  — la voz es ruda e insistente. Esdesconocida. Nunca la he escuchado, y eso, más que nada, meconvence de que estoy despierta.

Recuerdo, en desorientados destellos  — el oso, el Exterior, Arjun,Berg, un irritable cuervo —  y jadeo, mi mano yendo a un costado, hastael dolor gritando ahí.

Mi piel  — ¿dónde están mis ropas? —   está caliente, inflamada y

tensa.

El alivio me inunda  — infección. Tengo sangre infectada, y estoyen lo salvaje del Exterior. Berg nunca será capaz de rastrearme, nopasará la lucha con los lobos expulsados y el oso. Nunca tendré que versu ira. Moriré, y la opción será echa. Sonrío y colapso hacia atrás.

Un lobo expulsado aparece sobre mí, un pálido lobo marrón conojos austeros.

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Intento hablar y mi voz choca en mi garganta. Tragoconvulsivamente, y finalmente suelo:

 — ¿Moriré?

Sus ojos sostienen los míos y él parece encogerse de hombros.

 — Ya lo veremos.

De alguna manera disconforme con su respuesta, frunzo el ceño, y le saco una sonrisa. No hay nada que decir ahora, y de ningunamanera discutir, y me rodea el olvido tirándome hacia abajo.

***

Pierdo la cuenta de cuantas veces despierto en el agarre desueños y fiebre, cuantos lobos expulsados veo antes de que sedesvanezcan al ir a buscar a uno con brillantes ojos verdes.

Algunas veces, ella intenta darme de comer. Algunas veces,coopero. Ella insiste en el incienso, y me hace estornudar, enviando unahoja blanca caliente de dolor a través de mí.

 — ¿Dónde está Arjun?  — Pregunto, cuando puedo respirar denuevo.

El lobo expulsado se gira hacia mí, sorprendida.

 — Permaneciendo alejado hasta que le diga otra cosa. Necesitasdescansar, niña.

 Tiemblo, y ella cloquea, de manera insegura a mi lado.

 — Necesito cambiar esto. Sin embargo, la infección estálimpiándose claramente.

 — Quiero verle.

 — Y lo harás. Cuando estés lista  — dice ausentemente, sin mirararriba desde mi lado.

Paro de preguntar  — la preocupación me hace doler. Quiero queme deje sola, quiero que deje que la fiebre me consuma  — no seríadifícil. Tan simple yacer y dejar que se esparza por mi sangre. Fuerza a

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un té bajar por mi garganta; un té de hierbas que me haceatragantarme ante el sabor, una vez extraño y familiar. Un fuegohumeante arde cerca de mí, y a veces, el humo me hace sentir mejor — 

pero hace que los sueños empeoren.

Extraño a Arjun. Extraño a Berg.

Quiero, desesperadamente, morir.

***

Algo ha cambiado cuando despues despierto. El aire está cargadocon tensión. Varios lobos expulsados están a mi alrededor, observando.El austero  — ¿alguno de ellos tienen nombres? —   no me estáobservando. Está mirando algo que está sosteniendo cerca de micostado.

Grito cuando se mueve, de una rapidez fulminante. Algo meacuchilla. Los lobos expulsados están sujetándome hacia abajo, y gritode nuevo, furiosa por mi traición. Algo caliente y abundante estárezumando desde mi costado, desde donde permanece el austero. Lainfección: mi respuesta fácil, mi respiración lenta, está rezumando demí en abrasadores goteos, urgidos por suaves manos en mi piel.

Siento el pinchazo de una aguja en mi brazo, tan ligero que no lonotaría — pero el toque es familiar, y los ojos dorados.

 — Arjun — susurro, sorprendida al verle.

Sus ojos saltan abajo — dónde el dolor todavía abrasa —  y regresaa mi cara. Entonces calor helado fluye por mi brazo, y él se aleja.

*** 

 — Su fiebre bajó.

 — ¿Entonces porque no está despierta?

Las voces son familiares y se burlan de mí desde la oscuridad.Estoy sorprendida por ellas y la realización de que he dormido, noperseguida por sueños y temor, sino un sueño real. Es suficiente paraque me fuerce a abrir los ojos. Se sienten grumosos y me preguntocuanto he dormido.

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Veo dos lobos expulsados de pie a mis pies: el pálido marrón yArjun, discutiendo sobre mí. Hay algo tenso en los ojos de Arjun  — 

¿miedo? ¿Tiene miedo? El austero da una mirada hacia mí, y suexpresión se aligera, lo bastante para alertar a Arjun. Su mirada dorada

encuentra la mía, emoción titilando en su mirada antes de que parezcasacudirse y moverse hacia mí.

Se hunde agachas cerca de mi cabeza, y le estudio  — sus ojosdorados están sin brillo, y su pelo está mate, sucio.

 — ¿Dónde?  — Grazno, mi voz rompiéndose antes de que puedaterminar la pregunta.

 — Shh. Estás a salvo,  — murmura, y los otros hombres parecen

desaparecer, metiéndose en las sombras. Arjun sacude la cabeza, unatriste sonrisa en su extrañamente formada boca — . ¿Por qué meseguiste?

Estoy bastante bien para sentirme avergonzada, y miro abajo.

 — No lo sé  — digo, trazando un patrón en la rugosa mantacubriéndome.

La presión de su mirada sobre mí es demasiado pesada, ynecesito algo para aliviarlo. Extiendo el brazo por la irregular taza allado de mi cama. La risa llena los ojos de Arjun mientras trago elabrasador té de hierbas. Me ahogo, y el marrón con ojos austerosaparece, lo arranca de mi mano y lo pone a un lado, murmurando.

 — ¿Cómo te sientes? — Pregunta, sus ojos rayándome.

Mi costado todavía está dolorido  — la tierna piel presionadademasiado ajustada. Pero la quemazón se ha aliviado; no se siente

como si vaya a combustionar con fiebre. Lo toco, debajo de la manta,explorando. Largos zarcillos de desgarres frescos, punzados consorprendente habilidad. Un fino corte recorre lo largo de mi costado,horizontal hasta los puntados cortes, y miro a Arjun y a los otros lobosexpulsados.

 — ¿Qué ocurrió?  — Pregunto, aunque puedo reunir pieza porpieza.

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Los ojos de Arjun se oscurecen, pero es otro lobo el que responde.Es de alguna manera reconfortante y amenazante y me inclino adelantehacia Arjun.

 — El oso te atacó. La manada estaba en su camino, y ledistrajimos mientras Arjun te alejaba  – e incluso mató al oso por símismo –  pero no antes de que el daño fuese hecho.

Miro a Arjun, y él se encoge de hombros, como si desafiar a unoso enfadado sólo no fuese nada. El otro lobo habla de nuevo.

 — El oso tiene garras venenosas, por las plantas venenosas  – 

¿sabes eso?

Sacudo la cabeza y él tiene un fruncido de ceño, como si no lecomplaciese con mi carencia de habilidades de supervivencia.

 —  Tenemos algunos remedios – el incienso que quemamos para ti yel té de hierbas que Jade elabora. Pero la herida se volvió séptica.  — 

Frunce el ceño, y se encoge de hombros — . Lo drenamos.

Eso lo recuerdo. El calor y alivio, el dolor y la ira. Me sonrojo yaparto la mirada, preguntándome si saben cómo de aliviada estuve deestar tan cerca de la muerte. Si ellos saben eso, incluso ahora, parte demí desea que no hubiesen luchado con tanta fuerza para que yosobreviviese.

Hay un ruido de protesta, y me trae de mis mórbidospensamientos al presente. Arjun está gruñendo, un suave retumbo ensu pecho. El otro lobo expulsado ruge una palabra y Arjun se sacude,como si le golpease. Miro entre ellos, confundida, cuando Arjun se dejacaer, sus ojos dorados están nivelados con los míos.

 — No estoy lejos — promete antes de mirar al otro lobo expulsado.

Antes de que pueda protestar, se va, dejándome con el loboexpulsado austero que me recuerda demasiado a la Señora.

 — ¿Por qué estabas en el bosque? — Pregunta y parpadeo.

Esta no es una pregunta segura, algo que sé instintivamente. Noestá complacido con Arjun. Levanto la barbilla, agarrando miharapienta dignidad  — difícil cuando estás tumbada sobre la espalda ydesnuda ante un hombre cuyo nombre ni siquiera sabes.

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 — ¿Cómo es eso parte de tus asuntos? — Espeto.

Sus ojos marrones se amplían con sorpresa y ladra una risa antesde que responda.

 — Es de mis asuntos, pequeña Ciudadana, porque estás aquí pormi buena voluntad. Vives en mis caprichos, y con dos de mis lobosseriamente heridos y tres de ellos muertos al defenderte, no estoysintiéndome muy caprichoso.

El dolor me hiere como una lanza, y hago un ruido, algo entre unsollozo y un lloro, y su mirada me golpea, considerando. Este dolor esdiferente al firme palpitar en mi costado; es afilado, penetrante eimposible de ignorar. Apenas puedo respirar ante la idea de lobos

expulsados — cualquiera —  herido por mi culpa.

 — No lo sabía — susurro, lágrimas haciéndole borroso — . Lo sientomucho.

Es algo malo para decir. Su expresión se tuerce en disgusto e ira, y se endurece, gruñendo.

 — Las disculpas no significan nada de Ciudadanos. Lo preguntode nuevo, ¿qué estabas haciendo en mis bosques?

Es la segunda vez que me ha llamado Ciudadana. ¿Qué le ha

dicho Arjun sobre mí? ¿Nada ? Encuentro su mirada, ignorando todo loque siempre he oído sobre los lobos expulsados y las exposiciones dedominancia.

 — No soy una Ciudadana.

Me frunce el ceño, su amplia frente frunciéndose.

 — ¿A qué te refieres? ¿Fuiste Stripped?

Sacudo la cabeza, y grito en dolor cuando el dolor prende llamasen mi costado. El lobo expulsado hace un profundo e insatisfecho ruidoen la garganta, y se gira para marcharse.

 — Hablaremos de nuevo, Sabah. Por ahora, descansa.

Se marcha por un túnel de piedra curvándose, y puedo escuchar

voces, guturales y suaves, antes de que una chica aparezca. Espequeña  — tal vez más pequeña que yo —  con generosas curvas y una

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boca peculiar con una sonrisa. Sus ojos son de un brillante gris, supelo, colgando en largas rectitudes le cae por la espalda, es de un tonomás brillante, rubio plateado. Pequeñas orejas puntiagudas estánpicadas con impaciencia mientras camina hacia mí sobre delicados pies

con garras de hueso blanco. Jadeo cuando la veo — más asombrosa quesu antinatural belleza es su mera presencia. Los lobos expulsados hansido conocidos por ser mujeres, pero los rumores de ellos son pocos yde lejos ella es la segunda que he visto. Se ríe, un suave ruido dediversión y miro abajo, avergonzada.

 — Soy Gali. Rooj dijo que podrías apreciar un baño  — dice, y suvoz es suave y cantarina. Tiene las familiares notas bajas guturales quehe venido esperando en la pronunciación de un lobo expulsado, pero esmás suave, de alguna manera.

 — ¿Es Rook uno de los que estaba aquí? — Pregunto.

Asiente, su pequeña nariz arrugándose.

 — Sí. No es el mejor en estado de humor – ha estado molesto desdeque Arjun comenzó a pasar mucho tiempo cerca del Campo.

Me sonrojo y dejo caer la mirada, pero ella lo atrapa. Una risa

gutural sacude mis ojos hacia arriba.

 — No te preocupes, Sabah. No estoy demasiado preocupada por elenfado de Rook y tú tampoco deberías estarlo  – Arjun no permitirá quenada te ocurra. — Sonríe y parece triste — . Es muy bueno al proteger loque es suyo.

***

Arrugo la nariz cuando Gali me ayuda a meterme en una camisalimpia. Apesto a azufre y se ríe cuando ve mi cara agria.

 — Lo sé por experiencia. Las piscinas de azufre ayudan, Sabah.

Me dejo caer en la cama y miro.

 — ¿Tienen que tener tan mal olor?

 — Bueno  — dice secamente — , el azufre no es conocido por su

atractivo. Pero Jade sabe lo que está haciendo; si dice que el remojoayudará, debes hacer lo que ella dice. Te sentirás mejor.

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Suspiro, y el lobo expulsado hembra se ríe cuando me dejadescansar.

A pesar del olor, me siento mejor después de mi terrible baño enla piscina de azufre. Estoy limpia, bajo el hedor, y eso es suficiente parahacerme considerablemente feliz. Incluso me las arreglé para caminarmedio camino de regreso por mi cuenta antes de que mi fuerza cediese.Me preocupa, cómo de débil estoy. Sé que el oso se mutilaba a mi lado — ¿pero cómo de mal me afectó el veneno? ¿Por qué mis manostiemblan tanto y mis piernas ceden con muy poca provocación? Y lapregunta abrasando — ¿Cuánto tiempo he estado aquí? No hay forma demedir cómo pasa el tiempo. La cueva es oscura, ni los rayos grises sefiltran, y mi fiebre-sueño era tan irregular que ni siquiera puedoempezar a imaginar cuanto tiempo estuve en su agarre. Podrían haber

sido horas o semanas.

Berg estará devastado, y cuanto más tiempo esté aquí, peor será.

La Señora  — ¿qué puede estar pensando? Yo no tenía intención   dedesaparecer después de su propuesta poco ortodoxa, pero... ¿se daríacuenta ella de eso? ¿Cuánto tiempo los lobos expulsados memantendrían aquí? Eso me detiene por un momento: ¿Rook me dejarámarchar?

Estoy tan absorbida en mis silenciosas cavilaciones, que alprincipio no me doy cuenta de que alguien ha entrado en mi cueva. Unsusurro de ruido me llama la atención, y miro a mi alrededor. Y sonrío.

 — Lo hiciste a propósito,  — acuso. Él se encoge de hombros, y sehunde en la silla al lado de mi cama.

 — Si te sobresalto, entonces te podrías romper los puntos desutura — responde.

Sus ojos se mueven sobre mí, buscando algo  – ¿tranquilidad, talvez?

 — ¿Por qué me seguiste?  — pregunta Arjun, mirando mi costado.Sus ojos saltan a mi cara durante un latido antes de que se vayan denuevo.

Me muerdo el labio.

 — Quería disculparme. — Eso le sorprende bastante que encuentramis ojos y río, débilmente — . No estaba enfadada, no contigo. Sin

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embargo, me desaté. Odiaba la idea de que podrías irse y nuncahabértelo explicado.  — Incluso ahora, la idea me pone nerviosa,aterrorizada.

Él está en silencio. Durante mucho tiempo, todo lo que puedoescuchar es mi latido del corazón y su respiración. Al final, él susurra,en voz tan baja que casi podría fingir que él no había hablado.

 — ¿Importa lo que yo pensaba?

Por primera vez, estoy agradecida por la escasa luz que hay. Esooculta mi rubor.

 — Sí.

Exhala, la presión del aire formando una palabra. Mi nombre.

 — Sabah.

La forma que dice mi nombre es desgarradora  — tan tiste ydescorazonada. No quiero pensar en lo que podría decir, mucho menosescucharlo. Me aparto, atestando un jadeo cuando el dolor inunda micostado.

 — Lo siento. No quería que esto ocurriese.

 — No — murmura, su voz nerviosa — . No te disculpes conmigo.

Suspira, y entonces la vela se apaga. Brinco en la oscuridad, ysiento algo — su mano, apretando la mía.

 — Estoy aquí — dice — . No tengas miedo.

¿Cómo puedo explicar que las cavernas oscuras son una parte demí, y mi más grande temor? ¿Cómo explicar que no puedo soportar laidea de que él me culpe por las muertes de sus amigos, pero que sé queél tiene todo el derecho? ¿Que esto me asusta aún más que las cuevasnegras?

 — ¿Por qué me salvaste, ese día en las cataratas?  — Pregunto derepente, sin aviso  – si se le permite preguntar, a mí también se medebería. Y él es el que me ha molestado, tal vez, el que más.

Estoy sorprendida por su pronta respuesta  — había esperado unaevasión.

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 — Porque no podía soportar la idea de no verte. Observarte. Ver tuvida irrumpida  – era reprehensible. Tu eres todo lo que yo quería ser  – 

una bofetada en la cara la Comisión y el Príncipe. Una chica Vulgar queprosperaba al Exterior.

¿Un símbolo? ¿Es eso todo lo que soy para él? Retiro mi mano yme sitúo en la cama, palmando las mantas en un pobre intento deparecer ocupada, a pesar de la oscuridad.

Hay un silencio vigilante de él, y entonces dice neutralmente:

 — ¿Eso te desagrada?

Me encojo de hombros, olvidando por un momento mis puntos de

sutura. La bofetada de dolor hace mis ojos agua.

 — Es lo que es — contestó cuando puedo hablar de nuevo.

Suspira, un sonido con agravado, y un palo de fuego se enciende,cegándome. Miro a través de ojos entrecerrándose mientras él enciendeuna nueva vela. Se gira hacia mí.

Hay algo en sus ojos que me hace detenerme. Es una expresióncon la que estoy familiarizada  — la he visto dirigida a mí, a la Señora

con bastante frecuencia. Pero verla brillando hacia mí de esos ojosbrillantes dorados, aquí, se aleja de todo lo familiar. Me hace congelar, ytrago fuerte.

Deseo, culpa y algo demasiado complejo para mí de enfrentar. Tan fuerte que trae lágrimas a mis ojos.

 — Arjun — susurro, y él se mueve, sus manos viniendo a enmarcarmi cara, sus largas garras peinando mi pelo mientras murmura mi

nombre y pasa un suave dedo sobre mis labios. Toca su frente con lamía y tiemblo cuando su pelo se cae a nuestro alrededor.

Cierro los ojos, tonificándome por su beso, temblando con cuantolo deseo.

Hay una pausa, y luego una bocanada de aire a través de mislabios. Arrastra un gemido de mí, y ruego que mis ojos se abran paramirarle, la frustración llenándome.

 — ¿Qué estás esperando? — Exijo, impaciente.

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Se ríe y se sienta de nuevo.

 — Ahora no. Todavía hay mucho para que aprendas, Sabah. No es justo pedirte esto hasta que lo sepas.

Lo miro.

 — ¿Y qué pasa si lo quiero?

El hambre llena sus ojos de nuevo, y se inclina cerca, tan cercaque puedo sentir su calor, el roce de su pelo blanco suave en mismejillas, y susurra:

 —  Te lo ofreceré de nuevo, cariño.

Se endereza bruscamente, y pone la vela a un lado.

 — Vamos, Gali, estoy seguro de que se está muriendo de hambre, — dice.

La pequeña lobo expulsado hembra viene llevando una pesadabandeja con comida.

 — Podrías ayudar, culo perezoso — espeta ella, pero hay un cálido

afecto en su voz.

Él la sonríe, una boca llena de dientes blancos brillando en lapenumbra.

 — ¿Por qué tanta comida?  — Pregunta él, robando un pedazo decarne roja.

 — Rook está viniendo – dijo que nos gustaría comer con Sabah,  — 

explica.

Arjun frunce el ceño, enderezándose.

 — ¿Qué ocurrió?

Gali me mira, un ruido suave  — casi un gemido —  construyéndoseen su garganta. Arjun espeta: suena como un perro salvaje, y saltoinvoluntariamente. Se están comunicando, me doy cuenta,intencionalmente escondiéndolo de mí.

Arjun se pone de pie con un gruñido.

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 — Eso es una locura — escupe.

Ella se encoge de hombros.

 — Háblalo con Rook, Arjun. Pero él tiene un punto  –  y la manada

está furiosa.

Gali me lanza una sonrisa de disculpa y se desvanece por eltúnel. Arjun está casi vibrando con ira, y extiendo el brazo hasta él,tomando su mano. Largas garras se cierran con fuerza sobre mis dedos.

 — ¿Que está mal?

 — Lang murió,  — dice en voz baja. El dolor me aprieta  – 

instintivamente, sé que ese es uno de los lobos expulsados heridos aldefenderme –   y tiro de mi mano atrás, retirándola de él. Él gruñe unpoco, atrapándome. Sus garras pinchan, suaves y deliberadas. Le miro,miserable — . Esto no es tu culpa, Sabah, — dice con fiereza.

 — ¿Entonces de quién es?  — Exigí, odiando que esté discutiendocon él  – odiando incluso más que él esté equivocado. Si hubiesepermanecido donde pertenecía, si no hubiese discutido con Berg  – ellostodavía estarían vivos. Los lobos expulsados no habrían atacado al osonegro al defender a una chica que no conocían.

Soy muy consciente de las lágrimas llenando mis ojos antes deque estén cayendo, quemando mis mejillas. Jadeo, luchando porrespirar, y exhalo un alto sollozo.

Arjun no dice nada, se acerca más a mí y me reúno con él en lapenumbra. Es cómodo, cálido contra su pecho. Él es sólido y algoprofundo dentro de mí se afloja. Me siento a salvo. Su pelo blanco mehace cosquillas en la nariz y estornudo, jadeando de dolor mientras

fuego se eleva por mi costado. Arjun murmura:

 — Boba. Túmbate. — Me libera, me baja sobre mi camastro.

 — Rook estará aquí,  — protesto, mis ojos cansados por laslágrimas.

Él resopla.

 — Rook esperará hasta que estés bien. Creo, también, que sería

mejor dejarle pasar la ira inicial antes de que hable contigo.

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Parpadeo hacia él.

 — ¿Es peligroso? — Pregunto, suave y seria. Mi mente se lanza derepente a la Señora y los motivos que nunca han sido claros.

Arjun ríe. Está teñido con una amargura que no espero. Por unmomento, veo al enfadado y desconfiado lobo expulsado que me habíamirado desde detrás de una roca.

 — Somos lobos expulsados, Sabah, los productos genéticos de laComisión. Y Rook, él es nuestro líder  – se asegura de que sobrevivimos.Por supuesto que es peligroso, — afirma rotundamente.

Extiendo la mano hacia él  — sin saber por qué, sé que necesita

tacto. Tiembla cuando mis dedos empujan su cabello hacia atrás porencima de su oreja.

 — Eres más que el producto de la Comisión, — digo con fiereza.

Él abre la boca para responder, y luego la cierra con un click,levantándose y alejándose de mí. Mi mano cae inútilmente sobre lamanta cuando Rook entra a zancadas en la cueva. Gali le sigue, lacabeza hacia abajo. Cuando el lobo expulsado más mayor no estámirando, ella mira a escondidas y me guiña el ojo.

 —  Te ves mejor  — dice él, sus ojos severos escaneándome sinpiedad.

Sonrío.

 — Gracias.

 — No te regodees.  — Sus palabras son suaves, dichas cuando

hinca la comida inquisitivamente. La mirada que él me envía escualquier cosa menos suave. Está lleno de dolor, furia, dolor, y megolpea como una tormenta de ácido. Me estremezco, la sangreapresurándose de mi cabeza tan rápido que me siento mareada.

 — Rook, — dice Arjun, bruscamente. Los ojos del hombre mayor selanzan a él brevemente, y después se endereza, sus ojos cerrándose. Toma un profundo respiro y cuando me mira de nuevo, las emocionesparecen haber retrocedido. Todavía están allí  – sé eso. No puedenhaberse ido por completo con tanta rapidez.

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Y eso me aterra, a pesar de la rígida disculpa de Rook. Alguienque puede ocultar poderosas emociones sin esfuerzo — ¿cómo confías eneso? Mi instinto está gritándome, advirtiéndome del peligro.

Me fuerzo a sonreírle cuando Gali me tiende la comida. Y mepregunto si Rook se da cuenta de la prohibición de que los lobosexpulsados no son los únicos que tienen instintos.

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Traducido por Ana LuciaCorregido por katiliz94  

 — El problema querida, es qué hacer contigo — dijo Rook

Me tensé. Nuestra comida había terminado y parecía también una

conversación sin sentido.

 — No me di cuenta que necesitaras hacer algo conmigo   — respondímanteniendo un tono ligero. Sería fácil volverse a la defensiva yargumentar. Pero mi instinto me dice que no conseguiré llegar aninguna parte con Rook.

Sonríe, una mueca de dientes afilados en su boca deforme.

 —  Tú eres una amenaza, querida. Sabes donde vivimos y eres

demasiado cercana a la Ciudad para nuestra seguridad.

Arjun sacude su cabeza, como si hubiera escuchado esto antes.

 — Ella no es una Ciudadana, Rook. Ella vive en el Exterior. ¿Cómo  es eso una amenaza?

Rook suspiró.

 — Está fuera de su puerta. Cuando la tragedia golpee a la Ciudad,¿realmente crees que pasaran por alto a una chica de Mayoría, sana ycapaz de quedar embarazada?

Me puse rígida involuntariamente. A mi lado, las manos de Arjunestán apretadas y él es evidente.

 — Estás asumiendo un poco, señor  — dijo él escupiendo laspalabras

 — ¿Lo estoy?  — preguntó Rook pensativo. Sus ojos marronesmirándome — . Dime Sabah, ¿qué harías si te ofrecieran la Ciudadanía?

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Sacudí mi cabeza. Eso era algo que nunca había sido colgadoante mí, o algo que yo quisiera. Era el sueño de Berg.

 — Ella no  lo sabe — dijo Gali.

 Todos nos volteamos hacia ella y Rook hizo un sonido bajo degruñido.

 — Se encontraba inconsciente, lo sabes, incluso cuando latrajimos aquí.

Gali encendió otra vela. Era fascinante, verla moverse con lagracia del líquido, la cual no parecía notarlo.

 — No puede llevar a uno más allá del bosque.

 — ¿Qué sugieres? — preguntó Rook sobresaltándome. Gali parecíaque escondía una sonrisa, se encogió de hombros y observó a su lídermientras preguntaba.

 — Deja a la chica recuperarse. Dale tiempo para que gane fuerza ysalud, de otra forma el sacrificio de Lang y los otros caería en desgracia. — Ella hizo una pausa, dándole tiempo a Rook para que se opusiera. Élse mantuvo en silencio, observándola — . Utiliza ese tiempo para

aprender de ella, de sus motivos. Y si crees   que es seguro, comocreemos Arjun y yo, usa la medicina y ponla abajo. Deja a Arjun llevarlaa casa y déjalo en eso. — Arjun hace un sonido de angustia y Gali se lequedó mirando — . Incluso si es tomada por la Comisión en algún puntoella no sabrá nada — termina, sus ojos luciendo triunfales.

Rook gruñe con irritación.

 — Ella no sabe las cosas tal como son.

Fruncí el ceño.

 — ¿Qué significa eso?

Arjun me silenció, tratando de que mintiera, para relajar, perotenía la atención de Rook que me observaba en silencio, demandandouna explicación. Sus ojos se estrecharon sobre mí.

 — ¿Qué sabes de Kathleen Lawson?

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Parpadeo, el nombre es extraño, desconocido. Miro a Arjun poralguna pisa y luego miro a Rook. Él sonríe, una sonrisa tiesa y nadadivertida.

 — La conoces, querida, como la Señora.

Silencio sigue a sus palabras. A lo lejos, puedo escuchar elgorgojo de un manantial natural. Ellos están mirándome, esperando aque responda. Mantengo mis ojos deliberadamente inexpresivos.

 — Sé que ella cuidaba de algunas de las parias de la Ciudad. Séque me acogió, y a Berg, cuando casi morimos. Estuvimos primero conella.

 — ¿Cuáles eran sus motivos? — pregunta Rook.

Me río incapaz de detenerme. Incluso puedo escuchar laamargura de mi voz, mientras hablo.

 — ¿Qué hay de ellos? Si sabes algo de sus motivos, me encantaría  escucharlo. Ella por lo general no nos decía nada.

Esto hace que Rook se detenga. Se endereza estudiándome ensilencio durante un largo tiempo. Me sorprende que Arjun no

intervenga. Finalmente Rook asiente para sí mismo y se acecha a ladistancia.

Gali lo sigue, disculpándose por su brusquedad. Me pregunto quehay entre ellos, que ella se siente culpable por su comportamiento. ¿Oes simplemente la forma en que los lobos expulsados están alrededor desu líder?

En el silencio que sigue, me doy cuenta que estoy cansada. Un

lado está palpitando, un dolor sordo que golpea al mismo tiempo quemis latidos. Un gemido de dolor sale de mi garganta y Arjun cambia,cada vez más cerca. Sus manos son suaves mientras me empuja devuelta a la almohada.

 — Duerme, hermosa — susurra él, tirando mi manta hacia arriba.

Cojo su mano mientras él se retira y siento su sorpresa mientrasuno mis dedos con sus manos deformes. Veo la sorpresa dando paso alalivio y el temor mientras la oscuridad tira de mis ojos y me duermo.

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*** 

Cuando me despierto, Arjun se ha ido. Rook está sentado al ladode mi cama en la silla plana con relleno. Él está durmiendo y me quedo

quieta observándolo. El líder de los lobos expulsados me confunde. Estáclaro que tenía una mano en mi recuperación, podía sentir el dolor deuna de sus garras hundiéndose en uno de mis lados. Sin embargo hayuna desconfianza prudente, una especie de vigilancia que me hacedesconfiar. Supongo que se parece mucho a la Señora. No estabamintiéndoles cuando dije que sus motivos nunca estaban claros. Erauno de los mayores problemas que tenía con ella, mientras estaba cercade la Mayoría, el simple porque  de sus acciones.

No había duda de que Arjun confiaba en él, líder o no, mi loboexpulsado, no me dejaría sola con Rook si no confiara en él. Y estoyviva, a pesar de los recelos de Rook. Me preguntaba por qué. ¿Erasimplemente que esperaba obtener algo de mí? Si era así obtendría unagran decepción. Incluso si le daba información sobre la Señora, aúnhabía una parte de mí, la niña que creció bajo su mirada y bajo sutecho, que se resiste a la idea de traicionarla.

Y además, hay un pequeño asunto de cómo se iba a reflejar esoen Berg, no lo pondría en peligro.

Ese pensamiento me detiene. Desde que dejé la Mansión, nohabía tenido muchas oportunidades de preocuparme por Berg. Habíasido el extraño pensamiento de él: el alivio de que mi muerte quitaría suelección, lo enfadado que estaría conmigo, la preocupación de que mebuscara, pero más allá de eso, no había tenido la oportunidad deprocesar su  traición del todo.

Y si era honesta, el de la Señora.

La ira florece en mi pecho, una rabia feroz caliente. ¿Por qué mehacía esto? ¿Cuál era el punto? Sabía que ella estaba sola, Berg y yohablábamos de eso a menudo, después de hacer el amor. Pero erasiempre resumido. ¿Cuándo cambiaría esa piedad? Berg siempre lehabía servido excepcionalmente bien. ¿O era más que eso?

 — Deberías estar descansando  — dice Rook y echo un vistazohacia él. Me pregunto hace cuando está despierto.

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 — Y estoy segura que tus preguntas están descansadas — digo conacidez y él se ríe.

 — Batallando, ¿tú no lo estás? — Observa sonriendo

 — ¿Qué es lo que quieres Rook? ¿La seguridad de que no voy areportar tu paradero a la Comisión? ¿Disculpas por las muertes?¿Información de la Señora?

 —  Todo, en realidad  — responde — . Aunque has demostrado que tesientes culpable por la muerte de mis lobos expulsados. Y no fue tuculpa que nosotros atacáramos al oso, incluso si no estabas en peligro.

Frunzo el ceño hacia él, curiosa.

 — ¿Por qué?

Él se encoge de hombros.

 — Otro depredador. Sobrevivir es duro y nosotros estábamos endesventaja, debido a nuestros vínculos persistentes con la humanidad.Pero un simple oso en nuestros bosques no es un riesgo real, otro paraasustar fuera del juego.

Esto lo dice con una eficiencia en blanco, que es aterradora. Él notiene reparos y su proceso de pensamiento es tan removido. Nunca seme ocurriría cazar un oso sobre los terrenos de tratado. Porque erapeligroso para mi familia, tal vez, pero los derechos de caza nuncapasaron por mi cabeza.

Sé que sacar esta diferencia entre nosotros no hará nada más quedesequilibrar a los lobos expulsados. Y si él es como Arjun, sensible portodo, no quería rivalizar con él.

Por eso en cambio digo:

 — Lo siento   por las muertes. ¿Ayudaron los medicamentos a losotros?

Me mira, casi con curiosidad.

 — ¿Por qué lo harían? Los antibióticos los robó Arjun para ti y noestán hechos para nosotros, Sabah.

 — ¿Por qué lo haría? Sois esencialmente humanos, ¿verdad?

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Él ladea la cabeza.

 — ¿Qué sabes de los experimentos genéticos?

Me muerdo el labio mirándolo.

 — ¿Qué quieres decir?

Él se sienta, pasando una mano cansada sobre sus ojos, mepregunto cuándo fue la última vez que durmió, por la forma en quelucía en los retazos de mi memoria afiebrada, ha pasado un largotiempo.

 — ¿Conoces la historia  – de La Noche Más Larga, las Protestas de

Mutaciones, los últimos recursos del mundo?

Asiento. La Señora siempre había sido exigente mientras nosenseñaba nuestra historia, incluso con las Protestas de Mutaciones,Cook siempre pensaba que era demasiado violenta para nosotros.

 — Las protestas por la moralidad de la modificación genética — 

comentó — . Las personas estaban molestas de que el ejército jugaba aser Dios.

 — Exactamente. La mayoría de las historias concuerdan en que elCataclismo comenzó con las Protestas de Mutaciones. Y después de LaNoche Más Larga, los bioingenieros y los genetistas se desvanecieron.

 — La mayoría de ellos murieron — digo.

 — No todos  — dice Rook, bajando la mirada — . No se detuvieron.Los experimentos nunca se detuvieron.

Hago silencio. Todo el mundo sabe que no se detuvieron.

 — Incluso en el Antes, los gobiernos sabían que una mutacióngenética podía ser un arma poderosa. Hay algo inquietante en que unenemigo lleve una cara similar a la nuestra — sonríe con tristeza.

 — Ellos son responsables de ti — le digo con gentileza

Se sobresalta y me pregunto si por un momento ha olvidado queestoy ahí. Parece estar perdido en sus pensamientos.

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 — ¿Qué crees que sucedió con los genetistas que quedan? ¿Esoslocos científicos que destruyeron el mundo?

Me encojo de hombros.

 —  Todos saben que la Comisión los escondió, para su propiaprotección.

Él me sonríe, con curiosidad.

 — ¿Crees que la Comisión alguna vez fue tan eficiente?

Hago una mueca, coincidiendo con su punto, la Comisión no hacenada sin razón y usualmente esas razones son la auto-preservación.

Incluso cuando se formó esto era cierto.

 — ¿Sabes cuándo fue creado el primer lobo expulsado?  — 

pregunta, mirándome.

Sacudo la cabeza, como muchas criaturas que no existían en elAntes, los lobos expulsados eran simples hechos de la vida. A nadie sele ocurrió preguntar de dónde venían.

 — Cinco años después de la primera Ciudad, los Campos Génesis,

fueron formados  — responde — . Los Ciudadanos habían estadocausando problemas. El Antes estaba también fresco en sus mentes.Ellos querían la libertad de nuevo. Luego una manada de lobos, quieneseran demasiado humanos, aparecieron fuera del escudo y cuando losCiudadanos se asentaron. No se habló más de la sustitución de laComisión o del Príncipe.

La pregunta flota entre nosotros y él me mira con ojosescrutadores. Tragando saliva le pregunto.

 — ¿De dónde vienen?

Él sonríe mostrando sus dientes afilados.

 — Donde el rumor siempre se ha contado ha venido de losVulgares, los idiotas que desafiaron a la Comisión, los Guardianes endesgracia  — suspira y se pasa una mano por el cabello mientras sedesploma a mi lado. Sus garras brillan, un brillo agudo — . La idea dever a un amigo con una cara como esta  aterroriza a los Ciudadanos. Es

una herramienta efectiva.

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 — Pero no sois lo que dicen las historias… no sois monstruos  — 

protestó.

Él no reacciona. Por un largo tiempo, pienso que no me haescuchado, tal vez está perdido de nuevo en sus pensamientos.Finalmente dice:

 —  Te agradezco por eso, Sabah. Pero eres de la minoría. Es duroprobar que no somos los monstruos que las personas ven. Y hanpasado un centenar de años desde el Cataclismo, los lobos expulsadoseran solo un hecho de la vida, al igual que los leopardos y los lagartosde fuego y los dragones.

Es cierto, por mucho que lo odie, no hay duda de que los lobos

expulsados han vivido a la altura de su reputación por años. Elrecuerdo de las cicatrices de Berg, largas, delgadas y de repente tanfamiliares  — se alzan en mi memoria. Y otro recuerdo: Arjun y Bergpeleando en la nieve, mientras yo miraba con terror.

 — ¿Quién fue el responsable? — pregunto, en voz baja.

 –– Los genetistas. Ellos tenían que ganarse su protección, lo sabes.Algunos fueron dados a los Vulgares, para que enseñaran, desde allí

cuando ellos mueren, alguien tiene que llevar su trabajo. Pero lamayoría fueron puestos en laboratorios protegidos, y fueron enviados atrabajar en la creación de armas para la Comisión. La primera Comisiónfue hecha por supervivientes. Así tenía que ser, para sobrevivir a LaNoche Más Larga y a su secuela. Y sabían que arma podían hacer, si nodejaban morir el conocimiento.

La planificación a corazón frio, el hecho de que Rook se encuentreafuera, me hace estremecerme y él me da una mirada de lastima.

 — Realmente, querida. Sabes que prueban a cada niño al nacer, -Cuota o sin ella, si ellos no son genéticamente puros, son colocadosfuera de la ciudad.

Asiento, con aire ausente. Así era como los gemelos aterrizaron ennuestra puerta cuando eran bebés.

 — Algunas veces los utilizan, para experimentos y en ocasionescomo estudiantes  — explica — . Tú no tienes que ser perfecta para ser

una buena herramienta.

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 — No entiendo que tiene que ver esto conmigo  — digo, ignorandomi miedo.

De repente, él se ríe.

 — Lo siento, Sabah. Debí aclararlo, supongo.

Él se inclina hacia atrás y me sonríe, una sonrisa tiesa ymisteriosa.

 — Una palabra llego a mis oídos años atrás, poco después de quefuera convertido en un lobo expulsado, de un genetista que me debía unfavor.

Mi corazón se salta un latido mientras él hace una pausa, casicomo si esperara que yo comprendiera. Mantengo mi expresión enblanco, incapaz de dejar volar mis pensamientos.

 — Ella fue Exiliada, pero como científica entrenada, valíademasiado para ser dejada junto a los otros Exiliados. El Príncipe le dioun hogar y lo reparó. Le dio las herramientas que necesitaba para sutrabajo y la dejó vivir en las sombras de la Ciudad. A cambio de sucolaboración ocasional, ella fue dejada en paz.

Mi boca está seca, así que toma dos intentos antes de que puedadecir:

 — No sé de quién estás hablando.

Su sonrisa es nítida y no alcanza a sus ojos, mientras dicecordialmente:

 — Estoy hablando, querida, de tu Señora.

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Traducido por Ana LuciaCorregido por katiliz94  

Estoy sentada cuando Arjun entra patinando en mi cueva.

Se detiene tan abruptamente como llegó, mirándome con cautela.No digo nada pero tuerzo el borde de mi manta alrededor de mis dedoshasta que se vuelven morados.

 — Rook dice que querías verme  — dice al fin, moviéndose parasentarse en mi cama.

Escondo mi estremecimiento mientras su peso sacude mi cama.Mi costado duele menos que antes, pero aún palpita, incitando a lospuntos de sutura.

 — Lo hice — asiento, pero no estoy segura de cómo seguir. La duda y el miedo me dan nauseas.

Los hombres lobo expulsados conocen a la Señora. Ellos la

observaron, esperando por…  ¿qué? ¿Qué creen que ella puedeofrecerles? Y, la pregunta que me molesta más, ¿es que eso atrajo aArjun a mí? Lo miro. ¿Qué es lo que realmente sé sobre este loboexpulsado blanco y reluciente, que me ha rescatado tantas veces?

 — Dime la verdad  — le digo, en voz baja, él se acerca paraescucharme. Me mira y de repente comprende lo que le estoypreguntando — . Viví toda mi vida con secretos, la Señora es mejorguardando secretos que la Comisión. Y Berg — digo, mi voz bajando untono — , no me dijo la verdad sobre él y la Señora. Cuándo finalmente me

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lo dijo, no le creí. No pude. Quiero la verdad de ti, ahora. La quieroantes de que me lastime.

Se lo ruego y lo odio. No puedo manejar más mentiras o mediasverdades. Y a pesar de todo, Arjun me importa en una forma que nuncaconsideré.

Me mira fijamente. Finalmente asiente y se inclina hacia atrás ensu silla.

 — Nací en la Ciudad, el segundo niño en nacer. La Cuota de mimadre especificaba una primogénita, seguida de un hijo. Mi hermanaera Asegurada de inmediato, pero yo tuve que hacer un tour con losGuardianes antes de que me ofrecieran mi Seguro. Crecí sabiendo eso y

que estaba bien con eso  — dice con voz suave. Hay un cariño que haceque mi ira y mi rabia se fundan — . Mi hermana era solo dos años mayorque yo y el Seguro de Madre tenía su propia Cuota que satisfacer  – otrahija. El primer embarazo resultó en un hijo  — su voz sonaba vacía. Tanvacía. Lo alcanzo, tomando su mano y él evoca una débil sonrisa — . Tenía seis cuando él nació. No había elección real, incluso sibuscábamos mantenerlo. Mi hermana y yo lo llevamos al Escudo. Yesperamos que sobreviviera.

No pregunto si lo hizo. Un niño en el Exterior nunca lo hacía, amenos que fuera entregado directamente a las tribus. Aprieto su mano,tirándolo ligeramente a mi lado. Una llamarada de dolor sale de micostado, pero no me importa. Todo lo que importa es sostenerlo.

 — Pienso, mirando hacia atrás, que mi hermano pequeño fue loque comenzó mi resentimiento  — dice, con voz ahogada, su alientocontra mi piel.

 — ¿Qué sucedió? — pregunto

 — Madre tuvo un embarazo difícil. Perder al niño la deprimió.Eventualmente, todo terminó. Tuvo una niña saludable. Ambas Cuotasse cumplieron. Tres meses después, cuando todas las pruebas de bebesregresaron limpias ella fue Asegurada.

Hay algo plano en su voz que me pone nerviosa. Casi como si todolo que él estuviera diciendo empujara deliberadamente sus emociones.Acaricio hacia atrás su cabello y me fuerzo susurrar:

 — Dime.

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 — Ella fue Asegurada por un médico técnico de Franco — dice.

Franco es una larga Ciudad, una de las más grandes  — la mitadde gobernadores de la Comisión vive allí. También se encuentra al ladooeste del continente, entre el océano y las montañas. Estar Asegurado aun médico, es considerado un honor, pero uno sospechoso  — ella novería a su familia de nuevo.

Me mantengo en silencio esperando.

 — Yo lo sabía ¿sabes? Sabía que ella se tendría que marchar. Ypor un largo tiempo, traté de mantenerme a la distancia. ¿Por quémantenerse cerca de alguien que pronto se marcharía? Él era mayor

que ella, pero tenían una coincidencia genética perfecta. Sabía   que se

marcharía. Habría sido más fácil si lo hubiera sido para cualquier otroexcepto para Gali.

Suspiro. No puedo evitarlo. Él me mira con una sonrisa agridulce.

 — Sí, ella es mi hermana.

 — ¿Cómo terminasteis aquí? — demando, y en ese momento mi voztiembla.

Él se sienta, exhausto.

 — Algo de eso no puedo decírtelo. Es su historia. Y ella tiene elderecho de decírtelo cuando quiera decírtelo.

No me gusta, pero no hay nada que pueda hacer para discutir conél, así que asiento.

 — Cuando ella tenía alrededor de diez años, se corrió la voz en su

clase de estudio de su Seguro. Al crecer con Seguro, es normal que sebromee sobre ello, es común burlarse de los demás si tienes un Segurocon prestigio particular. Y luego si eres Asegurada por tu vecino, esnatural estar cerca de ellos  — explica — . Pero los niños eran horribles.Ellos le dijeron que Jevon, nuestro padre la odiaba y había movido loshilos para enviarla lejos. Le dijeron que cuando su Asegurado la mirara,ella no tendría esperanza alguna de hacer su Cuota, porque era fea. Eracierto que después Jevon dejo a nuestra madre por su amante y esogolpeó duro a Gali, especialmente desde que él optó por dejar a Gali con

nosotros en lugar de llevársela.

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La rabia que sale de su voz podría asustarme, excepto que yosiento la misma rabia. ¿Así es como viven los Ciudadanos? ¡Son crueles!Los odio por herir a Gali. Odio que la Ciudad permita que esto suceda.Esto es la antítesis de cómo viven en la Mansión — sí, hay una rivalidad

natural y comentarios rencorosos ocasionales, pero nosotros cuidamos  de cada uno, nos protegemos.

 –– Intenté . Intenté tanto no preocuparme por ella. Pero nadie lohizo  – incluso Madre estaba distante. Todos sabíamos a donde iba,sabíamos que sería duro perderla. Ella venía a casa llorando, cada día.Y cada día la dejábamos sola en su dormitorio. Un día no pudeescucharlo más. Fui a su dormitorio y me limité a abrazarla,  — lo dijotan suave, casi como si no creyera lo que pasó — . Es asombroso lo queun poco de amor puede hacer. Durante la noche, se volvió de

malhumorada y difícil a ser dulce a una niña amorosa, desesperada porencajar.

Quería detenerlo. Quería que fuera eso. Quería que su historia, lahistoria de alguien, terminara bien. Pero la evidencia estaba sentada ami lado y no era tan ingenua para creer que los finales felices existían.Nunca creí eso.

 — Un año después, fui con los Guardianes. Para entonces, éramos

inseparables. Gali luchaba cuando yo no estaba. A la llegada ella tomóal compuesto de donde me entrenaba. Y así fue como llegaron losproblemas. No estuvo mal al principio. Un poco de coqueteo inofensivo.Gali sabía las consecuencias del sexo, y por mucho que ambosodiáramos la idea de su partida, el suceso le dio un Seguro de prestigio. Tirarlo a la basura con una atracción sin sentido con uno de miscompañeros de equipo no estaba en nuestros planes.

 — ¿Qué sucedió? — pregunto de nuevo.

Él se sienta, alejándose de mí.

 — Después de tres meses, tal vez, ella dejo de venir al compuesto.No dijo porque, se rehusaba a hacerlo. Solo se detuvo. Pensé que estabamolesta conmigo y la dejé sola  — me sonríe, una sonrisa débil,enferma — . Aun no me he perdonado por eso.

 Toma una respiración profunda.

 — Realmente no entendía las cosas, hasta que mi comandante dijoalgo. Lo había visto observándola, por supuesto. Todos lo habían visto,

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creo. Pero Gali era una chica hermosa, aún lo es. Así que no le hicecaso. Hasta la noche en que Teegan y yo nos emborrachamos juntos. Élquería saber dónde había estado ella. —  Toma una respiración profunda y se estremece — . Me quejé. Le dije que ella había sido una mujer difícil,

malhumorada. Le dije que estaba orgulloso de que ella se fuese de laCiudad pronto. Y él se rió. Me habló del encuentro en mis cuarteles. Decómo ella había estado triste y como él había tratado de animarla. Hizoparecer como si el sexo fuera sin sentido y consensual, que ella semantendría alejada, porque estaba avergonzada de cómo la vería si yoaveriguaba que se había acostado con la mitad de mi patrulla.

Sus ojos son duros cuando al final me ve. Inquebrantables.

 — Él mentía.

Sé lo suficiente sobre su personalidad para saber que esto loenfurece. Un asalto a su hermana, algo que difícilmente dejaría pasar.Me estremezco.

 — Cuando finalmente obtuve la verdad de Gali, no podía decidir siestaba furioso o avergonzado. Porque le creí a él primero  — seinterrumpe sacudiendo su cabeza con disgusto.

Llego a él y suspira mientras le tomo la mano.

 — No lo sabías, Arjun.

 — Pero ese es el punto. Lo hice. Conozco a mi hermana, y ¿de quela acusó Teegan? Esa no era ella. Ella me rogó que no dijera nada. Noestaba embarazada, podía escapar sin consecuencias y yo estaba tancerca de terminar mi entrenamiento. Serví mi rotación con losGuardianes. Pronto terminaría.

Él se detiene como si esperara que le respondiera. Cuando no lohago, dice:

 –– Esperé hasta que estuviéramos en el Exterior. Estábamos enuna patrulla de rutina, solo Teegan y mi unidad. Y mientras estábamoslibres antes de la cena, la tercera noche, lo ataqué. Él no lo esperaba ypor eso pienso que fue peor. Él fue humillado.

Hay un atisbo de sonrisa en sus labios que me hiela, es remota,

brutal. No hay nada remotamente humano en esa sonrisa.

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 –– Le rompí las costillas, disloqué su hombro y quemé su rostro, nisiquiera los técnicos médicos pudieron repararlo. Rompí una de suspiernas. Hice de él un ejemplo, nadie se atrevería a tocar a mi hermanade nuevo. El problema fue que el padre de Teegan era un asesor del

Príncipe. Usó sus conexiones para asegurarse de que fuéramosExiliado, Gali y yo.

Sabía lo que se aproximaba y aun así me golpeó como unpuñetazo. Que la Comisión fuera tan implacable parecía imposible. Ymal.

 — Vernos morir en el Exterior no fue suficiente para su padre. Nocuando su hijo fue paralizado y perdió su propia Cuota. Él nos envió algenetista — dice, con amargura.

 — ¿Cómo fue?  — pregunto, antes de que pueda detener lapregunta.

 — Fue un infierno, como ser desgarrado lentamente. Toda tu pielsiendo arrancada y luego siendo expuesto a una tormenta de ácido.Pensé que moriría antes de pasar por eso. La idea de Gali pasando porlo mismo, enfrentando el mismo terror, fue suficiente para hacer queluchara a pesar del dolor. Aunque,  — una amarga sonrisa curvó sus

labios —  luchar es demasiado para describir lo que hice. Sobreviví. Esoes todo. Pero fue suficiente. No sé cuánto tiempo estuvimos en loscalabozos de la Ciudad. Meses, cuando fuimos liberados, la patrulla queentrené estaba custodiando en el puente.

 — Es por eso que no te dispararon — digo, recordando. Él asiente.

 — Gali y yo vagamos en el Exterior durante meses. Ningunoestaba seguro de que hacer, teníamos instintos que nos conducían queeran extravagantes y desconocidos. Estábamos lejos de casa y sabíamos

que no volveríamos. Luego Rook nos encontró. Nos adoptó. Fue buenopara nosotros, teníamos protección y sabía sobre la Ciudad. Sabia desus defensas.

 — Entonces él te envió a vigilarla  — digo con un sabor amargo enmi boca.

Su mirada es firme cuando responde.

 — Sí. La Ciudad y la Mansión. Él buscaba información de tuSeñora.

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Miro hacia abajo, el dolor llenándome.

 — Ya veo.

¿Todo esto era para explicar que yo no significaba nada para él?

Mis ojos me pican y parpadeo con furia.

Él ahoga una risa.

 — No, no lo sabes. Sabah, él me sacó de la Ciudad dos mesesantes de que tuviera mi primer contacto contigo.

Frunzo el ceño, mi boca se abre para preguntar de nuevo, pero élme detiene, una garra suave contra mis labios.

 — No podía dejar de ir a la Mansión. Te observaba. Miraba como tepreocupabas por los niños más jóvenes, la forma en que te reías consus historias. La feroz mirada sobreprotectora en tus ojos cuando eranamenazados. Vi desafío y belleza y a pesar de eso, Rook me advirtió queestaba demasiado cerca y no podía mantenerme lejos. Eras como unadroga.

Él encuentra mis ojos y mi respiración se detiene un poco.

¿Alguna vez  alguien me había mirado así? La cruda emoción me hace

temblar y mi boca se seca mientras él dice:

 — Fui a la Mansión por Rook. Corrí al Escudo para proteger a mipueblo. Me mantuve cerca de ti por mí. Por mi cordura. Porque elpensamiento de estar lejos de ti, era algo que no podía manejar, inclusosi tratara, incluso si no me hubieras visto, no podía mantenerme lejos. — Una pequeña sonrisa, pero él busca mis ojos — . ¿Y la verdad? Noquería.

***

Me sobresalto cuando una mano suave me sacude.

Me siento en posición vertical y pongo una mano sobre mi bocapara ahogar mi grito de dolor. Gali se estremece en simpatía, haciendosonidos con la nariz mientras salgo de la agonía de mi lado ardiente.

Cuando puedo respirar sin que el dolor baile en mi visión, ella se

inclina hacia atrás y me ofrece una mueca de disculpa.

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 — Lo siento.

Sacudo la cabeza, disminuyendo su preocupación. Ella me mira,hasta que finalmente fuerzo una sonrisa en ella.

 — Deja de preocuparte, Gali — digo con voz ronca y ella hace unamueca, mientras se levanta y se sienta en mi cama con las piernascruzadas debajo de ella.

 — No has comido mucho  — observa, hurgando en mi comida conuna larga garra.

 — Estaba pensado  — respondo. Hay un destello de conocimientomientras me mira y luego mira sus manos.

 — La comida te ayudará a sanar — afirma.

La miro sin poder ocultar la curiosidad de mis ojos. Una sombríasonrisa sale de sus labios, un sonido entre un gruñido y un suspiro salede ella.

 — Yo hablo, tu comes.

Obediente, tomo una cereza y rompo la gruesa piel entre mis

dientes. El jugo, azucarado, explota a través de mi gusto y mastico conlos ojos cerrados por un momento. Gali se ríe, un sonido entrecortadoque parece mal viniendo de una criatura de aspecto tan feroz como ella.

 — ¿Arjun te hablo de nuestro pasado? — dice ella, asiento. No hayrazón para esconderlo. Ella sacude la cabeza, sonriendo con tristeza — 

. No debió hacerlo. Eso te convierte más en un riesgo cuando te vayas.

Sus palabras me apuñalan dolorosamente.

 — Nunca lo traicionaría — digo

Agita mis palabras a la distancia.

 — Lo sé. Pero conozco a Rook también y a Arjun. Él nunca lehabía hablado a nadie de nosotros. Aparte de Rook. — Se corrige sinpensarlo y sus labios se contraen un poco al mencionar al viejo loboexpulsado.

No es la primera vez que noto ese gesto inconsciente.

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 — ¿Te preocupas bastante por él, verdad? — digo suavemente.

Sus ojos plateados encuentran mi mirada y sonríe.

 — ¿Tan obvio es?

Me encojo de hombros.

Gali suspira.

 — Respeto a Rook. Respeto que él tomó una vida de mierda y laconvirtió en esto  — hace un gesto a la cueva — . Respeto que pudomantenerse y a todos nosotros aferrados a la realidad, mientras siguebuscando la esperanza. Incluso cuando la esperanza no es nada más

que un sueño de tontos.

Frunzo el ceño, mi boca se abre para preguntarle a que se refiere,pero ella sigue hablando.

 — Cuando Rook nos encontró al principio, yo estaba herida. Arjun y yo fuimos acorralados por un tigre salvaje y la única opción queteníamos era luchar contra él. No nos fue bien. Los Guardianes…  — 

aquí su cara se gira llena de recuerdos y dolor — . Ellos no nos tomaron juntos. Arjun fue tomado primero. Yo fui empujada a la calle una tarde

mientras caminaba hacia casa, después de clases. No sabía lo que lehabían hecho a Arjun. Nunca hablamos de ello, porque cuando teenfrentas a algo tan terrible, hablar de ello no es correcto. Hay paz aldejarlo pasar.

Ella me mira como si tratara de hacerme comprender.

Extrañamente, lo hago. En casa, nunca hablábamos sobre losviajes a las Cataratas, de las búsquedas de zarzas de estrellas en las

cuevas oscuras o sobre el rugido ensordecedor y el golpeteo del agua. Laúnica vez que se menciona es cuando los niños me preguntan cómo es,antes de experimentarlo por ellos mismos.

 — No me cambiaron de inmediato. Eso habría sido demasiadofácil. — Se detiene y parece que sus ojos miran hacia adentro, buscandorecuerdos que no quiere compartir. Las sombras en sus ojos me dicenmás de lo que quiero saber.

Finalmente, se despierta.

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 — Cuando me cambiaron, me liberaron con Arjun de inmediato.Estaba débil, también, demasiado débil para ser enviada al Exterior. YArjun sufría por eso. Casi morimos antes de que Rook nos encontrara.Y pienso, a veces, que hubiera sido mejor si él nos hubiera dejado morir

 — se ríe, un sonido extraño, feliz — . En cambio, él nos llevó a su jardín.

 — ¿Su jardín? — pregunto, sorprendida.

Ella esboza una sonrisa.

 — Sí. Al principio no lo entendía por mí misma. Pero nos llevó auna cueva. Es más profunda, incluso más que la piscina de sulfuro. Yes hermosa. No puedo explicarlo, no realmente. Toda la cosa estacubierta de musgo y esas plantas diminutas, con hojas brillantes y

tupidas cabezas de flor. En los bordes de la cueva, hay otras flores,rosas salvajes, lirios de la noche, algunas plantas venenosas. Pero nome di cuenta de ellas la primera vez. Todo lo que sé es que Rook meacostó en el musgo y en las flores y estaba cubierta de savia pegajosa. Yla quemadura por el cambio estaba aliviada. El dolor en mis huesosparecía desaparecer. Estuve allí una semana, Arjun un poco menos que yo, y estaba bien. Salí más saludable de lo que había estado. Eraasombroso.

Una sensación de malestar llena mi estómago, pero me obligo aconcentrarme en sus palabras.

 — Le dijimos a Rook de donde veníamos, lo que sucedió. Y eso fuetodo. Nos acogió en la manada sin ninguna pregunta. Como Arjun fueun Guardián entrenado y está familiarizado con las defensas de Mlena,nos aceptaron en la manada y ganamos su respeto.

Ella se enrojece y eso me distrae de mis pensamientos.

 — ¿Y tú? — pregunto.

 — Era yo misma. Y Rook parece interesado, a veces pienso que es

solo por Arjun, pero…  — se detiene, encogiéndose de hombros.

Así que hay  algo ahí, pienso. La validación de mis pensamientosme complacería más, si no estuviera concentrada en sus palabras. Lacueva de la que habló: ¿son esas plantas lo que yo sospecho?

 — Gali — le digo cuidadosamente — . Necesito ver a Arjun y a Rook.

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Ella siente algo en mis palabras. Puedo sentirlo en su mirada,mientras me mira, su interés repentinamente afilado y depredador.

 — Y  — tomo una respiración profunda, mirando hacia arriba — ,necesito ver el jardín.

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Traducido por Sandra289Corregido por Pily  

Espero a Rook, con demandas y preguntas. Pero es Arjun quiénviene, y aunque su mirada está cuestionando cuando se detiene en mí,no me presiona. Me recoge, suavemente, acunándome contra su pecho.

 — Cierra los ojos, Sabah.

Lo miro, tan cerca que casi es doloroso.

 — ¿Por qué?

Se inclina más cerca, su aliento resoplando contra mis labios.

 — Porque Rook no quiere que sepas dónde vamos.

 — Él no confía en mí, ¿verdad? — digo, con amargura.

Arjun se mueve un poco, casi en un encogimiento de hombros.

 — Él es cauteloso. Sabah, sostiene la vida de casi treinta denosotros. Y el jardín es una de nuestras últimas líneas de defensa. Asíque muchos de nosotros moriríamos sin las propiedades curativas deallí.

 — ¿Y él cree que yo voy a traicionar eso? No puedo ver, y muchomenos volver sobre mis pasos para llevar a alguien de vuelta aquí  — ledigo, luchando por mantener el pánico de mi voz. La oscuridad de lascuevas es empalagosa, y me siento sofocada.

 — No es solo eso, ya sabes. Él no conoce tu lealtad  — dice con vozneutra.

Inclino mi cabeza un poco, y mis labios cepillan inadvertidamente

su cabello suave y su cálida piel. Se estremece debajo de mí, y necesito

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cada onza de la fuerza de voluntad que tengo, para no presionar unbeso en su cuello.

 — ¿Tú sabes dónde están mis lealtades, Arjun? — pregunto, mi vozronca.

Puedo sentir sus ojos en mí mientras hacemos una pausa, y estoyagradecida por la oscuridad cuando agacho la cabeza contra suhombro.

 — Sé que no te hacen pertenecer a la Ciudad  — dice, y eso escierto.

Parece que es suficiente para él, porque me mueve, tan

suavemente que podría estar hecha de cristal, y seguimos a través de laoscuridad.

Privada de la vista, mis otros sentidos parecen agudizarse, puedoolerlo a él y el olor almizclado de la cueva húmeda, el amargo olor de laceniza y humo. Cada movimiento se registra con pequeños lametonesde dolor, aliviados por el cosquilleo de su pelo cepillando en mi piel, elcalor de sus brazos acunándome cerca. Por encima del sonido de sussuaves pasos y ecos de otros más lejos, puedo oír el agua cercana en

movimiento y el sonido de su corazón. Es constante, incluso, perocuando me muevo, parece saltar. Me divierte, y me dan ganas detomarle el pelo. Con un suspiro, me contengo.

Algo pincha en mí, un aroma cosquillea en mi nariz que es a lavez familiar y desconocido. Mis ojos siguen cerrados, mi cabezabalanceándose, en busca de eso.

 — Shh, cielo, estamos cerca  — murmura y asiento, empujando miimpaciencia hacia abajo con irritación.

Puedo sentir el cambio de aire al entrar en el jardín. La caverna esgrande; puedo sentir el espacio que se extiende alrededor y por encimade mí. Hay un ligero paso que me dice claramente que estamos en lasplantas. El aroma de las picaduras verdes tritura mi nariz y estornudo,dolor punzando mi lado. Esto se está convirtiendo en familiar.

 — Ponla abajo. — La voz severa es reconocible, Rock.

Hay un borde afilado en su voz, emoción y tensión. Arjun me bajacuidadosamente a mis pies, y me tambaleo un poco, antes de encontrar

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el equilibrio. Sus manos cerca en mis caderas, me sostienen firmecuando miro a mi alrededor.

Rook y Gali son los únicos presentes, y en contra del fondo en elque se apoyan, fáciles de descartar. Suspiro, mirando al jardín.

Gali no le ha hecho justicia, se extiende a través de una enormecaverna. Una corriente subterránea divide la sala de piedra. Estoy cercade un arbusto de lirios de noche. Me saludan en la luz del fuego, loslobos expulsados quienes han instalado apliques para mantener lasantorchas a lo largo de la cueva. Deja la mitad de la caverna a oscuras,envuelta en las sombras, y es dónde Rook y Gali se sientan. Debo ir aellos. Pero no puedo hacerles frente todavía, por lo que me vuelvo,olfateando las rosas silvestres.

 — Haces el incienso con esto  — digo, mirando hacia arriba. Esoexplica el olor familiar que cosquillea mi nariz. En parte.

 — ¿Sobre qué querías hablar, Sabah?  — pide Rook, y su voz nodeja espacio para una pequeña charla.

Camino, con el apoyo de Arjun, a donde comienza el musgo y lasflores. Me arrodillo, sin hacer caso ahora del dolor en el costado. La

única cosa que puedo ver, o sentir, es la savia pegajosa, la afiladapresión de las rocas en una cueva más pequeña, el siseo disparado delagartos y serpientes.

Zarzas de estrellas. 

Miro hacia arriba, y sé que pueden ver las lágrimas en mis ojos.

 — ¿Cómo mantenéis al lagarto de fuego a distancia?  — pregunto,mi voz mucho más constante de lo que esperaba.

Gali se queda sin aliento, y mis ojos pasan de Rook a ella.

 — ¿Cómo sabes que les gusta el jardín? — pregunta.

Me río, un sonido corto, duro, que es casi tan animal como el quecualquier lobo expulsado puede hacer. Siento las manos de Arjunapretándose en mis caderas y niego con la cabeza, resentida.

 — Puedo decirlo por la maldita zarza de estrellas.

Echo un vistazo atrás en ellos, y suspiro.

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 — Están floreciendo fuera de temporada  — digo, casidistraídamente.

 — Controlamos la temperatura  — dice Rook. Lo miro, y él seencoge de hombros — . No podemos darnos el lujo de necesitarlascuando están fuera de temporada.

Asiento con la cabeza.

 — La Señora intentó cultivarlas, cuando éramos jóvenes. Hay algoen las cuevas, las flores no florecen correctamente en ningún otro lugar. — A lo lejos, me pregunto cuánto sacrificaría la Señora si supiera queun cultivo de este tamaño estaba aquí, para tomarlo. Resoplo. Sipudiera superar a los lobos expulsados — . Puedo ver por qué protegéis

un secreto como este — digo, de repente cansada.

 — ¿Qué sabes de esta planta? — Demanda Rook.

Sonrío con frialdad.

 — Debes saberlo, señor. Me has preguntado acerca de la Señora, yno era ociosa curiosidad, no si tienes un cultivo como este dentro de tuhogar.

Su cabeza se inclina y una sonrisa brilla desde la penumbra.

 — Muy cierto, querida. Pero yo soy el anfitrión, y controlo tudestino por el momento. La manada está furiosa. ¿No crees que sea unacoincidencia que solo me hayas visto a mí, a Arjun y a su hermanadesde que despertaste? No, Sabah, es para tu protección. Y mi estadode ánimo se está deteriorando rápidamente. Harías bien en responder amis preguntas, y no agravar mi paciencia.  — Él habla sin calor oamenaza. Solo de manera helada y puede que sea eso lo que me hace

temblar.

Detrás de mí, puedo sentir a Arjun vibrando de cólera, sentir ungruñido creciendo en su pecho temblando en mi contra.

 — No la amenaces — gruñe.

Rook ríe.

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 — Yo soy el líder de esta manada, y ella es una intrusa. Haré loque me dé la real gana. No estaríamos en esta posición si tú hubierasseguido las órdenes.

Arjun se tensa, y por un momento, creo que va a atacar a Rook.Aprieto su mano en mi cadera y me muevo para sentarme, atrayéndolohacia abajo conmigo.

 — Bien  — le digo, ansiosa por evitar una pelea — . Pero túresponderás mis preguntas sobre la Señora.

Rook hace una pausa, sus ojos oscuros buscando mi rostro. Yasiente.

Arjun se sienta detrás de mí, apoyando mi cuerpo con susrodillas, y yo les digo acerca de mi madre, de ser dejada en el Exterior.Sobre Berg salvándome.

 — La Señora nos encontró. Creo que, incluso entonces, ella sabíaque debería preguntarse que era pequeña, y eso en sí mismo eraatractivo. Estaba viva, y eso era inusual, porque los pequeños sonobjetivos en el Exterior.

 Tomé una respiración profunda.

 — Esos primeros meses, se los pasó enseñándome. Largas horasen el invernadero, aprendiendo la mejor manera para recortar una flor.Corriendo y levantando pesas improvisadas con Berg, para construir mifuerza. Ella me hizo dormir en el desván durante meses para superar mimiedo a las alturas.

 — ¿Por qué? — Demanda Rook.

 — Las zarzas de estrellas  — digo simplemente, quebrando una ygirándola entre mis dedos. La savia corre por mis dedos, pegajosa y defragancia intoxicante. Odio el calor hormigueante de la misma, yademás se siente como en casa. La sensación familiar de la suspensión,la violenta fuerza en el agua. El sentimiento de los brazos de Berg,cuando estaba a salvo de nuevo. Los recuerdos, pesadillas, creciendo dela nada por el aroma.

 — ¿Ese es su nombre? — pregunta Gali, y me sacude.

 — Es cómo la Señora lo llamaba todos los días.

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 — ¿Con qué frecuencia los cosechabas? — Demanda Rook.

 — En primavera y otoño. Cada año, ella nos dejaba explorar lapared del acantilado antes de enviarnos a uno de nosotros fuera. Fuidos veces cada año hasta que tuve once.

Arjun hace un ruido de protesta, y yo palmeo su brazo, con aireausente. Mi mirada se centra en Rook.

 — ¿Cómo te ayuda el jardín?

Se encoge de hombros, indiferente.

 — Algo en la savia. No sabemos a ciencia cierta. Pero si uno de

nosotros tiene lesiones, de las graves, y dormimos en los brezos deestrellas, ayuda. Extrae el veneno, y se cura. No sabemos por qué. Y  — 

su mirada se agudiza en mí — , no conocía a nadie más que lo supieratodo.

 — Embustero  — le digo, dándole una sonrisa burlona. Rook seendurece, y los ojos de Gali se amplían. Sigo adelante — : Pensabas queella lo hacía, o me habrías presentado a la manada antes. Es una de lasrazones que tenías para que Arjun patrullara el Escudo.

Se ríe, sorprendiéndome.

 — Muy intuitiva, querida.

Arjun se sacude, empujándome. Reprimo el dolor cuando élpregunta:

 — Rook, ¿de qué estás hablando?

 — Antes de que formara esta manada, conocí a un lobo expulsado.Uno de los viejos llamado Greys, quién parecía saber algo sobre laComisión. Cosas que ni siquiera yo sabía, después de una carrera conlos Guardianes. Me enseñó, secretos y rumores, y la mejor manera desobrevivir. — Arjun asiente, y Rook suspira — . Cuando Greys agonizaba,me contó una historia. Acerca de una mujer que había sido despojada ydejada en el Exterior. Una genetista que, Greys decía, fue en busca deuna cura.

Gali se sacude en sus pies, acechando en la distancia. Rook se

mueve, tan rápido que me choca, capturándola.

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 — Quédate. Escucha.

 — No  — ella chasquea, y su voz es algo entre un gruñido y ungrito — . No voy a escuchar esto. He aceptado esta vida. No puedocontemplar estas ideas. Son delirios, y todos lo sabéis. ¡Incluso tú!

Estoy aturdida. Gali es tan suave, alegre y cálida. Pero aquí, susgarras brillan en la penumbra, su postura defensiva, su tono temblandode ira y miedo. Se ve, por una vez, como un lobo expulsado. Un animalsalvaje y peligroso. Rook se le queda mirando como si ella lo hubieraabofeteado.

 — Ella no tiene una cura — digo en el incómodo silencio. Todos losojos se deslizan hacia mí, y me aclaro la garganta — . No sé lo que ella

tiene, pasaba semanas en su estudio después de nosotros cosechar laszarzas de estrellas. Cada año lo mismo. Pero si tuviera una cura, ocualquier cosa que pudiera ayudar, no lo tendría encerrado en lamansión.  — Lo digo con confianza, y solo después de que las palabrasflotaran en el silencio se me ocurre: ¿Cómo puedo saber eso? ¿Esrealmente cierto, lo mucho que sé acerca de la Señora es verdad, ycuánto ha sido alimentado por mí? ¿Y qué sabe Berg?

Destierro los pensamientos antes de quedarme con cuidado en los

brazos de Arjun y la cara de Rook y me pregunto si él ve mi duda.

Él me está mirando, Gali permanece de pie olvidada detrás de él.

 — ¿Pero es posible?  — pregunta, con voz ronca — . Ella trabajaen algo .

Gali hace un sonido roto y escapa, desapareciendo del jardín enuna nube de flores aplastadas y embriagadora fragancia.

Me encojo de hombros, manteniendo mi cara en blanco.

 — Supongo que cualquier cosa es posible.

***

Estoy temblorosa y débil cuando me despierto. Un lobo expulsadoque no conozco está sentado contra la pared, con las piernas apoyadasen frente, y por un momento, sus oscuros ojos parecen el cielo.

 — ¿Berg? — susurro.

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El lobo expulsado despierta, mirándome y niega con la cabezapeluda.

 — ¿Quién es Berg? — pregunta con pereza.

Parpadeo y la semejanza se desvanece. Es solo un lobo expulsadocon los ojos como Berg. Y solo en el color, son algo distantes y cínicosen la mirada que me perturban.

 — Un amigo — respondo, incorporándome con esfuerzo.

Él hace un ruido evasivo y yo inclino mi cabeza hacia él, derepente cautelosa.

 — ¿Quiénes eres?

Esta es la primera vez que he visto a otro lobo expulsado desdeque mi fiebre me rompió, y me pregunto si eso significa algo, ¿no tieneRook más uso para mí?

 — Soy Merc, dice sonriendo  – Arjun está de patrulla durantealgunas horas, y me pidió que me quedara contigo.

Me sonrojo, mirando a otro lado. Algo sobre el vacío de sus ojos es

preocupante, casi como si se abstuviera deliberadamente de juicio.

 — Oh.

 — Vienes de la Mansión, por el Escudo  — observa perezosamente.Le echo un vistazo, y asiento. Él me ofrece una sonrisa de ensueño — .Me gusta la Mansión. Siempre parece tan cálida y acogedora.

No estoy segura de qué decir, así que simplemente asiento

nuevamente y él parece conforme al caer en silencio. Me pregunto quéharía si supiera cómo de incómoda puede ser la Mansión. Cómo dellenos de secretos están los salones.

No es que se lo vaya a decir. Ese es nuestro asunto, no el de lamanada.

 — ¿Por qué Arjun te pidió que estuvieras conmigo?  — pregunto, enparte para distraerme a mí misma. Me mira, y aclaro — : Tú, enparticular, quiero decir.

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 — Supongo, porque confía en mí  — dice por fin, sus labioscrispándose — . Era su compañero de patrulla, cuando se presentó alEscudo — añade, como si se tratara de conocimiento común.

 Tal vez lo sea, pienso. Hay tantas cosas que no sé de Arjun. Tantoque él no sabe de mí. Suspiro, y Merc se pone de pie, viniendo a mi ladode la cama.

 —  Jade dice que vas a ir hoy a la piscina ¿Quieres que te lleve? — 

Su voz es neutral de nuevo, pero esta vez no me perturba. Mis instintosse han calmado, y Arjun confía en él lo suficiente como para dejarme ensu compañía sola. Debe ser seguro.

Merc deambula a mi lado mientras medio tropiezo a la piscina, su

mano sujetándome cuando lo necesito. Está callado, y estoy agradecida,tanto como me gustaría interrogarlo, es agradable estar callados, ynecesito mi concentración para tropezar en mi camino a través de laoscuridad.

Huelo la piscina antes de llegar a ella, el cálido y un poco rancioolor del azufre acuoso. Mi nariz se arruga, y por primera vez levanto lavista hacia Merc.

 — ¿Huele mal para ti? — pregunto.

Él rueda los ojos.

 — Horrible. Jade dice que eso ayuda, y le he visto hacerlo. Pero elhedor está en nuestra piel por semanas. Creo que no vale la pena.

Me río, y él me sonríe, un destello de dientes en la oscuridad. Sumano agarra mi brazo ferozmente cuando me balanceo.

 — Casi estamos, Sabah.

Parpadeo hacia él, y me da una media sonrisa.

 — Arjun me dijo tu nombre, antes de irse. Él puede ser un animal,pero tiene modales.

Hago una mueca, y se ríe, un gran ruido sacudiendo encima demi cabeza. Me agrada que lo haya divertido. Tal vez más de lo quedebería. Estoy encontrando cada vez más fácil estar con los lobos

expulsados.

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Estoy tan pérdida en mis pensamientos que no me doy cuenta deque estamos en la piscina hasta que las garras de Merc en mi brazo seaprietan. Echo un vistazo alrededor en la oscuridad al brillo del aguachapoteando en mis pies descalzos, es tentadoramente caliente y quiero

desesperadamente hundirme en ella.

 — Um  — digo, dándome cuenta por primera vez que Merc eshombre, y no me meteré en la piscina con mi única ropa o me cambiaréa otra con él presente.

 — Esperaré fuera  — dijo, sonriendo indolentemente. No puedoevitar la risa que se me escapa mientras deambula lejos.

Me quito el vestido suelto y la ropa interior, tirando mi delgado

vestido antes de hundirme en el agua con un suspiro de placer. Meestremezco, el calor picando y calmando al mismo tiempo. La tensiónque me llenaba drenando lentamente, mis hombros relajándose,cayendo. Sé que debería pensar, considerar todo lo que me ha dichoRook, y lo que he juntado. Pero con el calor del agua envolviéndome, mees imposible hacer cualquier cosa, sino cerrar los ojos en la oscuridad, y relajarme.

Floto por un tiempo, usando las manos para sostenerme.

Demasiado pronto, mis brazos están cansados, recordándome misheridas. La roca forma un paso natural y descanso contra ella. El aguaha desgastado la roca, alisando la piedra para que sea un lugar cómodopara sentarse.

Inclino mi cabeza hacia atrás, cerrando los ojos cuando ungemido sale de mí. Mis músculos están doloridos de la tensión y el dolorde la enfermedad.

 — ¿Sabah? — La voz de Arjun me asusta tanto que me deslizo bajo

el agua en mi salpicadura. Surjo con asfixia y tos. Él se agacha en lapiscina, una forma sombría que apenas puedo distinguir — . Lo siento — 

dice, y su voz está tan llena de remordimiento, que no puedo dejar decreer en él.

 — Estoy bien — grazno. Me asomo a la oscuridad detrás de él, enbusca de Merc — . ¿Dónde está...? — me voy apagando.

 — Fui a tu habitación cuando regresé de la patrulla. No estabas

allí, así que seguí tu olor hasta la piscina. Ya que estoy aquí, nonecesitas a Merc… lo mandé a dormir — explica.

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 — Me gusta él  — digo sin pensar, y me sobresalto cuando ungruñido se desliza de Arjun. Me quedo mirando la forma oscura consorpresa, y luego río — . No. Es simplemente agradable, no por la maneraque tú y Gali habéis estado escondiéndome de la manada — explico.

Se relaja, y resopla un poco.

 — Son buenas personas, cielo. Pero están dañados en estosmomentos. No somos una manada grande, y cada uno siente lasmuertes. A pesar de que saben que no es realmente tu culpa, tener aalguien a quien culpar es nuevo y bienvenido… hace fácil no culparse aellos mismos.

 — ¿Por qué se culpan a sí mismos? — pregunto, confundida.

Suspira.

 —  Todos hacemos reconocimiento, a excepción de Jade y susaprendices. Cualquiera de nosotros podría haber encontrado un oso dehibernación en nuestro territorio. Habría sido más fácil hacer frentecon… menos de nosotros estando en riesgo, si hubiéramos optado portratar con él cuando todavía estaba durmiendo.  — Hace una pausa — .Debería  haber sido encontrado.

 — Pero debería  haber estado aun durmiendo — me opongo.

 — Sí  — asiente, mis ojos están empezando a adaptarse, y puedover una forma más definida en blanco — . Fue mala suerte, eso es a loque esencialmente se reduce. Pero eso no hace que sea más fácil paranosotros aceptarlo.

Su voz es suave, llena de remordimiento y culpa.

Cambio de tema, tirando de su mente pensamientos tan tristes.

 — ¿Has comido? — pregunto.

Niega con la cabeza.

 — He venido directamente por ti.

Ahora que me tomo el momento para olerlo, sé que es verdad.Huele un poco más salvaje de lo habitual, un olor a tierra ligeramente

sudoroso que impregna el aire, por encima del hedor de azufre.

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 — Necesitas un baño — le digo, tirando de su pie.

Se resiste.

 — Sabah.

Por primera vez, recuerdo que estoy casi desnuda en la piscina.La oscuridad del agua me esconde, y a mi sonrojo. Me aparto, un poco.

 — Voy a quedarme en este lado de la piscina  — me ofrezco,deslizándome hacia el otro lado.

Él todavía vacila, y siento un rizo de pánico, ¿no quiere entrar?

 — O puedes ir a bañarte por tu cuenta, y nos vemos en mi cuevadespués  — ofrezco, tan bajo que no estoy segura de que me puedaescuchar.

Se ríe, un sonido tranquilo, burlón. Entonces oigo el roce suavede cuero tirando contra la tela, y el cinturón de armas que llevaretumbando en el suelo de piedra. Me estremezco mientras él entra congracia en la piscina, ondulaciones salpicando mi piel sensible.

Espero para salir a la superficie, y jadeo cuando algo me hace

cosquillas en la pierna. Se acerca, a centímetros de mí, y de repenteentró en pánico, ¿cuánto puede ver con su mejorada visión en laoscuridad? Mi vestido de repente parece mucho más delgado.

 — Debes descansar  — dice. Suprimo una risa, tan tensa que mesiento cerca de romperme cuando dice — : Ve, siéntate. Me quedaré poraquí.

Nado al asiento en la roca y me poso allí, muy consciente de la

corriente de agua, y el toque de seda de su cabello donde se rozó contrami piel. Me pongo colorada, y miro hacia el agua, negra en la oscuridad.

 — ¿Dónde fuiste hoy? — pregunto.

Hay una sonrisa en su voz cuando salpica agua, algo que tieneque estar haciendo por mi bien. Él es demasiado elegante para hacertanto ruido a menos que sea deliberado.

 — ¿Me extrañaste?

 — No — le respondo de inmediato y se ríe.

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 — Embustera — bromea.

Gruño, haciendo una asombrosamente exacta imitación de él yme gano otra carcajada. Pero, finalmente, él responde a mi pregunta, suvoz grave.

 —  Tuve que hacer reconocimiento. Rook quería saber cómo le está yendo a la Mansión en tu ausencia.

Escalofríos persiguen su camino por mi espalda, y no puedorespirar por un momento.

 — ¿Por qué?

Su voz es tranquila, comprendiendo.

 — No es solo tu hogar, cielo. Es la casa de Kathleen Lawson, y ellaestá haciendo algo allí sobre lo que necesitamos saber. No podemosignorar eso, ni siquiera por nuestro bien. Desearía que pudiéramos.

Puedo oír en su voz que él está siendo honesto, que iba a haceresto de manera diferente, si pudiera. Pero en nuestro mundo, lossentimientos como el mío raramente factorizan la ecuación, y loentiendo.

 — ¿Cómo están?

Él hace un ruido de disgusto.

 — Berg no ha estado cazando, sus líneas de cebo están llenas, eignoradas. La carne se va a perder, lo que es irresponsable. La nieve enel suelo parecía imperturbable, pero podía oír a los niños. Ellos estabansometidos, pero bien — suspira — . Podría decirse que te extrañan.

Eso me hace sentir mejor, y culpable. No he pensado en los niñosmucho desde que encontré este extraño mundo de secretos y lobosexpulsados. Una oleada de preocupación me llena cuando lo piensoahora. Con mi partida, ¿quién cuida de los niños?

 — ¿Y la Señora? — Me obligo a mí misma a preguntar.

Duda.

 — La vi. En tu habitación de la azotea.

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La buhardilla. Ella no pasaba mucho tiempo allí, a menos quefuera conmigo, o cuando se siente mal. Una punzada pasa a través demí, y no puedo reprimir el sollozo que se me escapa. ¿Cómo puedohaberlos olvidado tan fácilmente?

Agua circula hacia mí, salpicando mi garganta, y entonces él estáallí, sus garras suaves sobre mis hombros mientras dice:

 — ¿Sabah?

Me dirijo a él, cerrando mis manos en su pelo mojado,acurrucándome contra su pecho.

 — Ellos no saben, Arjun. Ella   no sabe lo que pasó conmigo  — 

susurro. Duele, que ella está de duelo por mí. Yo no quiero esto, nuncatuve la intención de hacerles daño — . ¿Cómo puedo estar aquí, feliz,cuando mi familia es tan miserable? — Exijo.

Él se queda quieto, su mano acariciando mi pelo acunando micuello. Puedo sentir sus ojos en mí, tan intenso que miro hacia abajo.

 — ¿Tú eres feliz aquí? — dice, incredulidad coloreando su voz.

Me doy cuenta de lo que dije, y me alejo. Es demasiado tarde para

dejar las palabras atrás. Y no quiero.

 — Por supuesto que sí. Estoy contigo  — le respondo, mi voztemblando un poco.

Él hace un ruido, y me rompe el corazón. Empujo su pelo haciaatrás, dejando que mis dedos recorran su cara, su amplia frente que searruga cuando está pensando demasiado fuerte, o molesto, susexpresivos ojos marrones que marcan los grandes ojos dorados que son

la ventana siempre cambiante de su alma. Sus párpados estánrevoloteando contra mis dedos, y los acaricio cerrándolos lentamente,aprendiendo la larga curva de sus blancas pestañas. Sin pensarlo, meinclino hacia delante, besando sus ojos cerrados. Él gime y yo sonrío.

Sus manos están sobre mí, garras punzando mis caderas. Quierodeslizarme más cerca de él, pero él nos está sosteniendodeliberadamente aparte. Haciendo caso omiso de eso, continúo miexploración. Fuertes y definidos pómulos siguiendo hasta la mandíbula.

No puedo dejar de pulsar otro beso allí y sentir sus labios rozando mifrente. Envía un hormigueo de excitación corriendo a través de mí.

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Aspira una risa cuando trazo sus labios, aprendiendo su bocaligeramente deformada. Me pregunto, de lejos, cuando dejé de notar ladiferencia en su rostro. Él pellizca suavemente mi pulgar. Me río, yfinalmente, por último, sigo la larga curva, rota de su nariz.

 — ¿Cómo te la rompiste?

Su voz es desigual, ronca, enviando temblores a través de mí.

 — Merc y yo nos metimos en una pelea cuando llegué por primeravez a la manada. Le gustaba demasiado mi hermana.

 — Es inofensivo — digo, y me inclino hacia adelante para dejar unbeso en la punta de su nariz.

 — ¿Podemos por favor no hablar de Merc y mi hermana?  — Seahoga.

Me río, inclinándome hacia adelante, y lo beso. Es un beso suave,apenas allí. Es difícilmente calificado como un beso, tan ligero como elroce de las alas de la polilla. Él permanece pasivo, y presiono un pocomás fuerte. Otra vez, delineo sus labios, explorando con mi lengua, ypor fin se mueve. La presión en mis caderas aumenta una fracción, suagarre más firme, pero él no me tira más cerca cuando toma el controldel beso. Sus labios se inclinan sobre los míos, y es mi turno paragemir, mis manos subiendo y rodeando su cuello. Mi boca se abre enun suspiro, y se aprovecha al máximo, su lengua lanzándose dentropara deslizarse a lo largo de la mía.

Fuego llena mi vientre. Tanto que quiero que me tire más cerca.Sus labios me devoran, y no es suficiente. Quiero sentirlo, todo de élpresionando contra mí, sosteniéndome. En cambio, él se retira,susurrando mi nombre en mi oído. Me estremezco mientras lo

mordisquea, y va a mi cuello, exigiendo otro beso. Se ríe en silencio ensu regreso a mis labios, pero el beso no es tan fuerte. Es suave, dulce.Quiero llorar por el dulzor del mismo.

 — Arjun — me quejo, mis ojos cerrados. Mi cuerpo está zumbandocon placer y me siento más valiosa que nunca antes.

 — Me extrañaste  — susurra contra mis labios. Me río, ymordisquea mi garganta, un mordisco de amor suave — . Admítelo  — 

dice, su voz un gruñido sexy que tira de mí.

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 — Así es  — concuerdo, y me recompensa con otro beso, fiero yexigente.

Su beso es suave, aunque no puedo moverme más cerca de él. Seríe de nuevo, un aliento resoplando contra mis labios. Me estremezco, yun gemido se escapa de mí.

 —  Tengo algo que decirte, si quieres escucharme  — dice, con unasonrisa en su voz que me irrita tanto como me inflama. Me fuerzo asentarme y él se desliza más en el agua, dándome espacio. Casi puedosentir su diversión en el aire.

Cuando puedo pensar más allá de la intoxicante calidad de subeso, miro a dónde él está flotando en el agua.

 — ¿Qué es? — pregunto, mi voz fría.

 —  Jade piensa que estás bien para salir a la calle — dice, haciendocaso omiso de mi distancia.

Grito, sacudiéndome verticalmente en el agua. Olas salpicancontra él y ondas de salpicaduras de la ondulación y él balbucea unpoco.

 — ¿Por qué no me lo dijiste? — Exijo.

No dice nada, y me sonrojo, recordando la forma en que meapreté contra él, rogando por su beso.

 — ¿Podemos irnos ahora? — pregunto, haciendo caso omiso de micomportamiento.

 — No  — dice, y hay un momento de decepción — . Ella quiere que

vayas por la mañana, cuando pueda controlarte. Estás mejor, pero nobien, no todavía — dice, suave.

Muerdo atrás la frustración que siento, y asiento.

 — Está bien.

De repente se acerca de nuevo, y sus labios susurran a lo largo demi cuello, haciéndome cosquillas, caluroso y burlón.

 — Lo siento, cielo.

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Mi voz está sin aliento.

 — No es tu culpa.

Se ríe, y me salpica agua, alegremente.

 — Vamos, salgamos, consigamos comida.

Dudo por un momento, pero dejo que me ayude a salir de lapiscina. El aire fresco de la cueva cosquillea mi piel caliente, y meestremezco. Arjun me entrega mi vestido de andar por casa y besa mimejilla.

 — Estaré fuera, cuando estés lista — murmura.

Asiento, y él se escabulle.

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Traducido SOS por katiliz94 y Sandra289Corregido por katiliz94  

Me siento cuando escucho los pasos, ligeros y seguros, en eltúnel. Se siente como la noche que ha durado una eternidad. Lapromesa de libertad de las cuevas, el beso del viento, me mantuvieron

despierta, impaciente.

Gali me hace un ruido sobreprotector cuando me ve, sonriendo enla tenue luz. Ignorándolo ansiosamente pregunto:

 — ¿Es la hora?

 — No. Primero necesitas vestirte  — prueba, tendiéndome la ropadoblada que lleva.

Una suave camisa de algodón que es un poco suela y pantalonesa juego que son un poco apretados  — Gali ríe cuando paso las manospor la desteñida tela verde, y la miro, curiosa.

 — Arjun va a amar esos pantalones en ti — dice, riendo.

Me sonrojo, pero me encojo de hombros.

 — Una chica funciona con lo que tiene.

Los ojos de Gali permanecen en mi espalda durante un momento, y bufa:

 —  Tienes suficiente, cariño.

Dejamos la cueva, y me conduce por un túnel estrecho lejos de lapiscina de azufre. Caminamos por el túnel, iluminadas por su antorchadurante un tiempo antes de que me dé cuenta de que el aire hacambiado — está perdiendo con lentitud su almizclada esencia a cueva.

Puedo oler los árboles, la esencia fresca de pino, cenizas, sauce, planta

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venenosa y roble. El sabor del aire abierto. Mi espacio se estimula, yGali me mira desde el resquicio del ojo.

 — ¿Has extrañado esto, verdad? — dice en voz baja.

Río autoconsciente.

 — ¿Se ve?

Ella destella una sonrisa.

 — He visto esa mirada hambrienta en tu cara antes  – pero solocuando pensabas que nadie te estaba viendo observar a mi hermano.

La miro, sorprendida, y se ríe, una diminuta sonrisa secreta.

Arjun está esperando, impacientemente, con Merc y un diminutolobo expulsado. Sus ojos me recorren, posesivos y preocupados. Lesonrío cuando el lobo gris se tambalea hacia mí.

Es tal vez la menos graciosa de los lobos expulsados que heconocido. Cuando se acerca, me doy cuenta de que la he visto antes. Mecuró cuando llegué por primera vez. Abro la boca y ella ondea unamano, silenciándome.

 — Quiero ir despacio. Solo vamos hasta el gran pino, y nossentaremos ahí un rato. Merc y Gali necesitan revisar algo en el bosque,de cualquier forma, y eso te dará una oportunidad de coger algo de aire, — dice en su voz temblorosa. Asiento.

Arjun todavía está observándome, pero no se ha acercado. Tiempo, y sus ojos dorados se oscurecen. Los otros consiguen unaastuta y pequeña mirada hacia delante de Jade concediéndonos

espacio.

 — Ven aquí — digo, mi voz baja.

El deseo destella en su rostro, llenando sus ojos durante unafracción de segundo, y entonces se va. Es remoto cuando se acerca amí. Extiendo el brazo hacia él, deslizo mi mano en la suya, y la aprieto.

 —  Te extrañé.

Él aprieta mi mano.

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Es natural, caminar con él así, los últimos pasos antes de quedejemos la cueva. Y entonces estoy en el aire abierto, y mi cabeza titilahacia atrás. Es más oscuro aquí de lo que estaría en la abertura. Y elmundo es una inclinación  — estamos en un lado de la montaña. Pero

hay una brisa — débil, rota por los árboles, pero ahí —  que peina mi pelo y roza mi piel. Puedo escuchar las cosas salvajes trepando a nuestroalrededor, la mezcla de yerbajos como si algún animal salvaje huyesecomo una flecha de los depredadores que ahora están en el bosque. A lolejos, un lobo expulsado negro se posó en lo alto de los árboles, apenasvisible en la luz gris.

 — ¿Qué está haciendo? — Pregunto, sin apartar la mirada.

 — Alguien tiene que observar la entrada de la cueva. Si no

tenemos un centinela, seremos vulnerables para cualquiera o lo que seaque nos quiera atacar  – o usar nuestra cueva. El centinela es la últimalínea de la defensa.

Delante de nosotros, Jade se ha girado, y sus ojos parecenespecialmente brillantes cuando espeta:

 — Date prisa, chica. Se supone que esto te ayuda a curar.Muévete.

Hago una mueca, pero hago lo que ordena. Arjun me deja situarnuestro ritmo, sosteniendo mi mano cuando elijo un camino de bajadade la montaña, evitando plantas que sé que son venenosas. Un trio depájaros en los árboles nos canta, curiosos.

Aquí puedo respirar. A pesar de la oscuridad, y el exceso deplantas mortales, es un alivio tomar un profundo respiro, y sabesalvaje. Las cuevas han sido sofocantes — incluso sin tener intención deserlo. Estoy acostumbrada al espacio, acostumbrada a estar en el aire

abierto. Los confines de la cueva se han vuelto menos estresantes yasustadas cuando me acostumbro, pero estar en el aire abierto es comoun peso siéndome quitado de encima. Estoy tan feliz que casi me mareocuando medio salto mi camino por el gran pino donde Jade, Gali y Mercestán esperando. Merc está observándonos con una sonrisa tonta, susoscuros ojos entretenidos cuando observa mi lento progreso y no puedoevitar sonreírle.

 — Céntrate, niña,  — reprende Jade, pero hay una sonrisa en su

rostro cuando la miro.

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Estoy cansada, sudor cayendo de mí cuando finalmente colapsobajo el árbol. Jade atrae la atención de Gali y Merc con un murmurado:

 — Id, sed útiles. Encontrad mis hierbas.

Estoy sorprendida de que ambos accedan ante la petición de laloba expulsada sin discutir. Pero estoy aprendiendo que en la inusual jerarquía de la manada, la palabra de Jade lleva un gran peso de carga.

Empuja mi camisa arriba sin una palabra, sus largas garrasexplorando mis heridas. La piel ha perdido su brillante aparienciainfectada, volviéndose de un saludable y sano rosa. Hace un sonido degruñido, y me concede una sonrisa.

 — Lo estás haciendo mucho mejor de que lo pensé que lo harías.Estas puntadas pueden irse tal vez mañana  – pero necesitarás usar elbálsamo que te hago, solo para asegurar que la sangre envenenada noregresa.

Asiento y pregunto:

 — ¿Cuánto tiempo cree que paso hasta que pueda regresar?

Las palabras salen antes de que pueda pensarlas, y al instante,

quiero retirarlas. Arjun suelta mi mano y se aleja de mí. A pesar de lacalidez de él a mi lado, se siente a miles de millas de distancia. Incluso Jade parece desechada, su mirada yendo entre nosotros con cuidado.

 — No lo sé — dice al final.

 — No quiero regresar — digo, y aunque estoy mirando a Jade, estoyhablando con Arjun — . Pero no creo que Rook me deje quedarme –  y ellosson mi familia. Merecen saber lo que me ocurrió.

 — Él no merece nada de ti  — espeta Arjun, alejándose — . Él temintió. 

Miro mis manos, mi corazón de repente martilleando.

 — ¿Quieres que me quede? — Exijo, arqueando una ceja.

No responde, y el silencio hace que mi corazón duela. Tal vez noquiere. Tal vez el beso no significó nada. Lagrimas escuecen mis ojos.

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 —Lo que yo quiero no importa… dependerá de Rook. Todo lo hace — dice, su rostro en blanco.

 — Rook quiere la cura que la Señora puede tener. Y eso requeriráque yo regrese a la Mansión — digo, con frialdad.

 — Pero tú quieres regresar — me acusa.

Me enfada. Lo miro  — está tenso, sus ojos fríos y en blanco,distante y peligroso.

 — Esta es mi elección  – incluso si me quedo contigo y lamanada. Volveré a la Mansión. Esos niños no hicieron mal. Me quieren, y les dejé. No seré otra persona al dejarles sin respuesta, no a ellos. No

lo haré. 

No puedo esperar su respuesta, no con lágrimas quemando misojos, y mis emociones desmoronándose. Permanezco de pie y tropiezoen mi camino hacia la entrada de la cueva.

 — Sabah — dice, su voz todavía enfadada — . No.

 Jade gruñe.

 — Cállate, chico. Has hecho suficiente por el momento.

Reiría. En cualquier otro momento, me entretendría  — pero noahora.

Una oscura forma marrón cae de los árboles, y reprimo un grito.Cuando se yergue, mi pulso acelerando se sitúa. Rook.

 — No puedo hacer esto ahora  — murmuro a nadie, mirando lejos

del líder de la manada. Jade toma mi mano en su apretado agarre, suapoyo sorprendentemente firme.

 — ¿Cuánto tiempo antes de que pueda viajar con seguridad?  — 

Pregunta Rook, mirando a Jade.

Ella ladea la cabeza.

 — Si usa el bálsamo, y se baña en la piscina – una semana.

Una semana. 

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 — ¿Cuánto he estado aquí? — Exijo.

Rook me lanza una mirada, desdeñosa.

 —  Tres semanas.

 Jadeo, y todos me miran. Me siento mareada, débil. Tressemanas. Se habrán rendido conmigo. Pensarán que estoy muerta. Losniños. El dolor me golpea. Un sollozo se libera y me alejo de losevaluadores y enfadados ojos.

No puedo escapar de Rook. Su mano atrapa mi hombro,descansando y girándome hacia él. Sus ojos están resueltos.

 — Necesito saber lo que tiene tu Señora.

Esta es la acción y ayuda a contener mi angustia.

 — ¿Qué quieres? — Pregunto, mi voz temblando.

 —¿Es seguro para mí encontrarme con ella… o es demasiado leal

a la Comisión? — Pregunta.

Pienso en las últimas semanas en la Mansión, la presencia del

Rover y su brutal tribu. La forma que había enviado a Berg a laUniversidad para probar. Su amigo en la Ciudad.

 — No  — digo. Se tensa, se siente algo como una traición. Porprimera vez, tengo algo de simpatía por Berg – las lealtades divididas sonun pequeño fragmento del infierno — . Es demasiado cercana a laCiudad y al Príncipe.

Las fosas nasales de Rook se dilatan.

 — ¿Por qué no has mencionado esto antes?

 — Porque no confías en mí — espeto.

 — Sabah.  — La voz de Arjun está llena de reproche y giro paramirarle.

 — Conseguiré vuestras respuestas, si eso es lo que queréis. Peromoverse por la Mansión es un suicidio  – si la Señora no os tiende a la

Comisión, Berg os matará. Mata a cualquier lobo expulsado que seacerca. — Lo digo sin sentimiento, sin pensar. Es la simple verdad. Pero

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las afiladas miradas de Arjun y Rook se vuelven pesadas y suelto unsuspiro — . Berg fue atacado por un lobo expulsado hace cinco años.Casi murió  –  y todavía lleva las cicatrices. Y no tiene motivos paragustarle Arjun  — digo a regañadientes. Hablar de Berg en frente de

Arjun parece de alguna forma equivocado, y me pone nerviosa — . Noperdona con facilidad, — termino, sin convicción.

Arjun resopla detrás de mí, un sonido disgustado.

 — Bien  — gruñe Rook, y su voz silencia más discusiones denosotros — . Una semana, y regresarás.

Palidezco. Quiero quejarme  — incluso tan furiosa como estoy,quiero suplicar, suplicar por que se me permita estar con Arjun.

 — Voy con ella — establece Arjun.

Rook le mira, su ceja arqueándose. Al final, asiente. Es unaplazamiento, uno reflejado.

 — Hablaremos más delante de si se quedará en la Mansión o se lepermitirá regresar  — dice Rook, y hago un pequeño sonido, casidoloroso. La mirada de Rook, cuando se dirige a mí, es casi suave.

Cuando va a Arjun, es diferente — dura, imperdonable.

 — Así funciona, Arjun.

Y entonces se va.

 Jade ríe, y me sorprende, me recuerda que está ahí. Palmea mimano, y estoy sorprendida de que todavía esté sosteniendo mi brazo. Mepregunto, ¿si la suelta, caeré?

 — Bueno, chica, eso podría haber ido mucho mejor.

***

La tensión me hace querer gritar. Me paso las manos por el pelo — tal vez Gali tiene un cepillo que pueda pedir prestado —  e intento nomirar a Arjun. Está caminando hacia la cueva cuando me siento en lacama, y a pesar de mí misma, mi mirada es atraída a él, siguiendo sus

nerviosos movimientos.

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Merc se sienta en la silla, canturreando de forma poco melodiosa.Arjun le mira.

 — ¿No tienes algún lugar en el que estar? — Exige.

Merc se encoge, perezosamente.

 — Creo que la chica podría usar algo de compañía  — dice,mirándome. Algo más que complacencia llena sus ojos, se va rápido porlo que podría pensar que no estaba ahí. Arjun le gruñe, un estruendososonido bajo, y digo con rapidez.

 — Estoy bien, Merc. Vete.

Lo hace, reluctantemente. No puedo evitar más que sentirmeagradecida por el equivocado deseo por… ¿qué? ¿Protegerme? Mimirada regresa a Arjun, quien ha continuado su caminar, y mepregunto si estar lejos de Merc es una buena idea.

Arjun finalmente se detiene, mirando la pared de piedra. Inclusodesde aquí, puedo ver sus amplios hombros temblando con apenascontenida emoción. Y entonces golpea, su puño estampándose contra lapared con tanta rapidez que escucho en lugar de verlo. Reprimo el grito,revolviéndome de mi cama para ir a su lado. No resiste cuando le fuerzoa sentarse, y tomo su puño en mi mano, no hace ruido para nadacuando suelto su ensangrentado puño.

Los nudillos han sido rasguñados, y su sangre hace que miinterior se estremezca cuando intento contener el flujo. Pero sus palmasestán cortadas. Hago un ruido bajo de estrés cuando miro el daño quesus garran han tenido. La fuerza de golpear la pared ha metido susgarras en su palma, cuatro profundas muescas que ponen la superficieen líneas desiguales.

Ahora parece calmado, entregándose a mi preocupación sin unapalabra  — la repentina violencia ha liberado su tensión e ira. Le mira,mis ojos llenos de lágrimas.

 — Arjun — susurro.

Olisqueo, un ruido despectivo.

 — No es nada. Jade lo envolverá en bálsamo de flores y se curaráen una semana.

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Lo miro, y de repente, mi ira, mi tristeza, incluso mi angustia porsu dolor — todo se drena dejándome vacía y débil. Tropiezo de camino ala cama, y me tumbo, curvándome a un lado, la fina sabana subidahasta mi barbilla, un ligero escudo. Me cubre y me hace sentir menos

vulnerable.

Arjun me mira. Se gira en la silla, observándome con ojosdorados. La sangre gotea en el suelo de piedra, las suaves salpicadurashaciéndose muy equivalente para nuestro silencio.

 — Odio esto — digo al final.

Aunque su mirada ya está en mí, parece centrarse y sus cejas searquean cuestionantemente.

 — ¿Qué?

Río, si puede ser llamado así. El sonido es torturado, mediosollozo, medio entretenimiento amargo.

 — Esto — digo, moviendo una mano entre nosotros — . Esta ira. Túestando enfadado conmigo, tu hiriéndote. El silencio  – esa fue la peorparte de estar con Berg –   el silencio cuando sabía que él estabaocultándome algo.

Aparto la mirada, avergonzada por las lágrimas que ahogaban mivoz, y el riachuelo que baja por mi cara. Alba siempre dice que me veohorrible cuando lloro, y de alguna manera eso me hace sentirsatisfecha, en una pequeña forma vengativa. Soy autentica, en estemomento. Yo.

 — ¿Alguna vez has querido algo con tanta desesperación, y sabidoque estaba mal?

Su voz es tan vacía que duele. Duele incluso más que suspalabras. Abro la boca para responder, pero él ya está hablando.

 — Quiero decirte algo. Pero necesito que entiendas, antes de quelo haga. Esto… es importante, Sabah. 

 — ¿Qué es? — Susurro.

 — Nuestro futuro.  —  Toma un profundo respiro, casi como si

estuviese afianzándose — . No se supone que hable de esto. A nadie  – 

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Rook juró a la manada mantenerlo en secreto cuando primero nos lodijo. Podría ser separado de la manada por contarte esto.

 — Entonces ¿por qué me lo dices?  — Pregunto. ¿Por quéarriesgarse tanto por una chica que se irá en una semana? Elpensamiento hace que las lágrimas caigan más rápido. Ojalá él pudiesellegar a mí, sostener mi mano. Pero está acunando su ensangrentadamano en el regazo, y tengo demasiado miedo del rechazo al llegar a él.

 — Cuando la Comisión construyeron sus ciudades, ¿qué usaron?

Parpadeo  — de todas las direcciones en las que iría estaconversación, esta no es la que esperaba.

 — Um, el Campo Génesis estaba en el sitio de una pequeña ciudaden el medio oeste.

 — Pero para protegerlo  – ¿para alimentar a los Ciudadanos?¿Suministros médicos? ¿De dónde vino todo eso?

 — El ejército  — digo inmediatamente, frunciendo el ceño. Todossaben que la Comisión se apropió de toda la tecnología militar y bienescuando las ciudades fueron fundadas. Los secretos nacionalescelosamente guardados fueron la razón por la que sobrevivimos.

 — Exactamente — dice, una extraña sonrisa girando en sus labios.Me hace temblar, porque no hay ninguna diversión en esa sonrisa  – nisombra del chico que he llegado a amar — . La Comisión tomó todo loque los militares tenían – para mantenernos a salvo. Y, para asegurarsede que nadie más construía Ciudades al exterior de su control.

Asiento. Eso tiene sentido — la Comisión siempre ha sido fanáticaen sus necesidades por controlar y tener una Ciudad en crecimiento y

prosperando sin sus bendiciones sería enfurecerles. Y debilitar suautoridad.

Nada era aceptable.

 — Sabah — su voz es ronca, con emoción y temor — , ¿qué pasa sino lo hicieron?

 — ¿No hicieron el qué?  — Pregunto, estúpidamente. No estoysiguiente la conversación. Es demasiado errático, y roto.

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 — ¿Qué pasa si no tomaron todo? ¿Qué pasa si hubiera una base – dos bases- que no podían tocar? ¿Y se olvidaron de ellas? ¿Qué pasa silos Campos están esperando, solo esperando a que alguien venga yconstruya su propia Ciudad, donde todos son libres?

Las palabras son sorprendentes y tiemblo, mirando alrededor.Personas han muerto —  y peor —  por cuestionar a la Comisión. Aquí entodos los lugares, saben eso.

 — No — digo, sinceramente,

Él está mirándome, y titubeo. Algo en sus ojos me hace dudar,hace que mi estómago tiemble y mi corazón se acelere.

 — Arjun — digo, lamiéndome los labios — . No. Dímelo.

Sacude la cabeza. Y me lo dice.

La base estaba en el sur, dos días al sur de Kerdita. Rook habíaencontrado registros que decían que era un refugio seguro para elPresidente y el gobierno, el lugar al que habían huido. La inteligenciamilitar fue ubicada ahí —  y fue uno de los primeros lugares golpeado porla Noche Más Larga.

 — Los desechos nucleares eran demasiado tóxicos  — dice Arjun,su voz emocionada — . La Comisión envió a un equipo para derribar labase, pero todos murieron envenenados de radiación. El científico hizolecturas y dijo que no sería accesible por al menos un siglo.

 — Ellos no lo olvidarían. Habrían estado allí  — protesté en vozaguda.

 — Era intocable cuando nos fuimos  — dice, sus ojos lanzándose a

los míos, al final. Hay un desafío en ellos.

 — ¿Por qué?  — Exijo. ¿Por qué la Comisión ignoraría tal almacénde tecnología y armas? ¿Por qué lo dejarían ahí, madurar para lacosecha?

 — No lo sabemos — responde — . La base está rodeada por bosquesde veneno, y un dragón ha reclamado el territorio  – no estuvo contentocuando se dio cuenta de que estábamos allí.  — Su voz es casi divertidacuando dice esto, y palidezco, pensando en él enfrentando a una deesas aterradoras bestias de mamuts.

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 — Pero, ¿qué queríais? — Pregunto, curiosa a pesar de mi miedo ysorpresa.

 —  Todo  — dice, ferozmente — . La tecnología del Escudo, lamedicina, las tiendas de alimentos  – todavía tienen las tiendas dealimentos que son comestibles, ¿puedes imaginar eso?

Arrugo la nariz ante la idea de comida antigua, pero empujo elpensamiento a un lado.

 — ¿Pero, por qué?

Se detiene, mirándome.

 — Siempre se nos fue dicho que estábamos esterilizados – parte delcambio de proceso.

Asiento — recuerdo eso de las historias que leí en interwebs.

 — Eso no es verdad — dice planamente.

 — ¿A qué te refieres?

 — Me refiero, a que algo ha cambiado. Algo en la superficie de

nuestro cambio –  y solo de algunos de nosotros. Pero cuatro de nuestrashembras están embarazadas. Y Gali – cree que podría estarlo.

Mi mente se está apresurando, pero no digo nada  — él aún estáhablando.

 — Estamos contentos por vivir en las cuevas, escondernos y cazar,si estamos viviendo fuera de la existencia para darnos a alguien más.Pero  – Sabah, no podemos criar niños aquí. Se merecen

más. Nosotros merecemos más.

Su voz está suplicándome, y no entiendo por qué. Entonces llegopor debajo de la manta y palmeo su rodilla, suavemente. Él salta,asustado, sus ojos amplios.

 — Por supuesto que sí. Todos lo hacéis — digo, suavemente.

 — Podemos tenerlo. La manada  – la mitad de ellos ya están allí.Construyendo lo que necesitamos, cuarteles para los ejecutores, casas

para parejas acopladas, un centro de tecnología médica. Una escuela.

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 — Hace una pausa, sacudiendo la cabeza como si todavía no pudiesecreerlo.

Es demasiado, y me siento, mirándole.

 — ¿De qué estás hablando?  — Exijo — . Dilo, Arjun. En palabrasclaras.

Se inclina hacia adelante, con intención:

 — Una Ciudad – una Ciudad Blindada, Sabah, con ninguna Cuota.Sin Seguro. Sin Comisión.

Sacudo la cabeza. No lo puedo creer. Es imposible  — cosas como

ésta no existen. Siento, por un momento, que estamos en una historia.Una de las historias de Berg, donde sucede lo increíble. Siempre odiéesas historias  — con muy pocas excepciones, no podía entender elencanto de lo imposible. Era cruel, ofreciendo algo inalcanzable.

 — Pero – las tormentas de ácido, los dragones –  no podéis  tener unaciudad, Arjun, es muy peligroso.

Sé cómo de débiles suenan mis palabras y me muerdo el labio,tratando de detenerlas. Él ríe y asiente con la cabeza.

 — Sí, pero tenemos las mismas protecciones que cualquierComisión que controlaba la Ciudad tiene.

 — ¿Qué pasa si te atacan?  — Susurro, expresando un temor quehace que mi pecho se agarre.

Es silencioso, tanto que finalmente lo miro, curiosa por ver lo queestá pensando.

 — Estamos disfrazando nuestro escudo. Rook y uno de los lobosexpulsados han estado trabajando en ello  – una forma de codificarnuestra firma del Escudo, para que la Comisión no lo reconozca en losescaneos. Y… — duda, parándose cuando me mira con esos ampliosojos dorados. Puedo ver el deseo por decírmelo, combatiendo con lalealtad por retenerlo.

 — ¿Está escondido?  — Pregunto, cuidadosamente. No quiero seruna herramienta utilizada contra él, contra alguno de ellos – nunca más.

No quiero saber la ubicación de su ciudad secreta. Les quiero a salvo.

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 — Sí — susurra.

Un suspiro se desliza de mí, un suspiro de alivio. Lágrimaspermanecen en mis ojos, lágrimas de felicidad de que tengan estaciudad, este refugio. Y dolor, de que no lo veré.

 — Sé que nos vamos, para ir a la Ciudad  — dice — . Sé que esnuestro futuro, la mejor oportunidad que a ninguno de nosotros jamásnos será dada. Pero aun sabiendo eso, sé cuán difícil será. El peligroque enfrentaremos – solo permanecer ahí arriesgará a muchos. Jade haamenazado con no ir. Y no será fácil, una vez que estemos allí.

Estoy en silencio, esperando, preguntándome. Me preguntaba quédirá a continuación. Él me mira y suspira.

 — Pero aun sabiendo eso, no puedo evitar quererte allí. Incluso

sabiendo que estarás a salvo en Mlena, o con Berg  – te quiero  conmigo.Quiero esta oportunidad en la vida contigo. — Dice lo último ferozmente,tan ferozmente.

Me muerdo el labio, tan fuerte que la sangre llena mi boca. Susfosas nasales se dilatan y me lamo los labios nerviosamente — la sangresiempre ha recurrido a los experimentos genéticos. Algunos afirman que

es como los tiburones del Antes. La mirada en sus ojos me sorprende.

Sus labios están en los míos antes de que pueda decir nada. Noes suave. Es feroz, exigente, chocante. Es tan fuerte como el aguacayendo por las Cataratas, amenazando con barrer en un torrente deemoción y esperanza irregular al que no estoy segura que puedasobrevivir. Y sin embargo  — dada media oportunidad, me arrojo a laindulgencia de esa emoción, en esa esperanza, y ruego que sobreviviré.

Esta es mi elección. Este hombre  — esta criatura salvaje, esta

peligrosa vida y amor —  una emoción tan pura que hace que mi corazónse acelere y mis ojos se separen. Esto es lo que seguiré.

Si se me permite la elección.

***

Se duerme en mi cama, yaciendo acurrucado protectoramentealrededor de mí  — encima de las mantas. Encuentro fácil el descansar

en su abrazo, deslizándose sin esfuerzo en el sueño. Sus palabras,después del beso, me acosan.

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Esta ciudad es una oportunidad construida para aquellos criados para sobrevivir —  y tú eres muy frágil. 

No puedo enfrentar esa declaración. No quiero perseguir la ideahasta su conclusión lógica. Así que me duermo, ligera, rodeada por elconocimiento de que, por el momento al menos, estamos juntos. Por elmomento estoy a salvo en eso, a sabiendas de que él me ama.

Me despierto cuando Merc se cuela en la habitación. Sus garrasde hueso blanco raspan el suelo de piedra, sacudiéndome. El brazo deArjun se aprieta alrededor de mi cintura, lo suficiente para hacermehacer una mueca de dolor. El lobo expulsado nos mira, arqueando lascejas en diversión.

 — Funcionan las cosas, ¿hmm?

Me sonrojo y Merc se ríe. Está bordeado con algo, sin embargo,que hace girar a mi estómago. Codeo a Arjun para despertarle. ¿Cómode cansado está, que no se despertó al primer leve ruido? ¿Cuánto, mepregunto, le está ordenando Rook hacer?

Bosteza al lado de mi oreja y tiemblo cuando presiona un besoausentemente debajo de ésta antes de volver la atención a Merc.

 — ¿Qué hora es? — Pregunta, dormido.

 — Pasado el tiempo de levantarse — dice Merc, y Arjun se sienta, latensión llenándole.

 — ¿Qué ocurrió? — Pregunta, al instante alerta.

No quiero esto. No quiero nada más que caer en los brazos deArjun — no enfrentar la crisis, sea lo que sea que sea.

 — Una tormenta se está acercando  — dice Merc, sus ojospreocupados.

El miedo me embarga, y ambos estamos moviéndonos, mediotropezando con el otro en nuestra prisa. Tiemblo una vez, y él lanza unamanta a mi alrededor mientras casi huimos de mi cueva pequeña.

 — ¿Cuántos están fuera? — Exige Arjun, lacónicamente.

 — Dos docenas – Ulte e Igor están en la pradera.

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La mirada enferma de Arjun me dice como de lejos debe estar elcampo.

 — ¿Qué necesito hacer?  — Exijo, y ambos se toman una fracciónde segundo para pausar, para mírame — . Dejadme ayudar — ruego.

Arjun asiente, coge mi mano mientras corremos por los túneles.

Cuando él me tira en una caverna, me detengo por un instante,fijándome. Las delicadas paredes curvadas de piedra, las estalagmitas ymontones de piedras, la esquina ordenada con mesas, las antorchasque lo iluminan.

Esta es su casa.

Y es el caos. Los gritos están haciendo eco, sonidos de animalesque me dan dolor de oídos. Gali está gritando órdenes a un pequeño

grupo de hembras. Ella capta mis ojos y articula la palabra Jade hacíamí. Asiento con comprensión, y me vuelvo.

Arjun ha desaparecido, tragado por el caos de la manada. Rookaparece a mi lado, sus ojos marrones duros.

 — Él no puede consentirte ahora  — dice, pero las palabras no son

severas.

Asiento con la cabeza.

 — Lo sé. ¿Dónde está Jade? Puedo ayudar con los heridos.

Señala una garra hacia las mesas donde el pequeño loboexpulsado gris está corriendo a toda velocidad, luego se gira cuando unpar de lobos expulsados se dirigen a la cueva.

No hay miradas curiosas, no prolongados resentimientos, nadame separa de la ráfaga frenética de la manada. Después de semanas desepararme de la manada, ellos ni siquiera tienen tiempo para fijarse enmí. Jade sube la mirada cuando llego, y sus ojos se reducen uninstante, con una evaluadora mirada de médica técnica. La he vistoantes en Gwen. Después ella parece tomar una decisión, y asiente conla cabeza enérgicamente.

 — Dispón los suministros en la bandeja, Luce.

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Un lobo expulsado negro aparece a su lado, sus cejas searrugaron con preocupación.

 — ¿Señora?

 — Muéstrale cómo hacer la sopa. Rápidamente.

El lobo expulsado ni siquiera se molesta en darme una curiosalectura. Ella se vuelve hacia una mesa de madera apoyada contra lapared de la cueva, donde afilados cuchillos y ollas limpias se apilan conrollos y rollos de gasa.

 — Machaca diez flores vellosas con esto  — dice rápidamente,dándome un mortero y una bolsa de zarzas de estrellas — . Añade dos

pizcas de estas ollas, y tres de las otras  — señala, sus movimientosespasmódicos — . Una olla para cada bandeja. Añade la gasa, y unchuchillo, y haz otra. Y rápido.

Es algo así como la tortura, detenerse y hacer el ungüento. Puedosentir la tensión montada en la cueva. Rook está cancelando nombres,con una letanía rápida de fuego.

El líder está asegurándose que todos los de su manada estánpresentes y hace recuento. Puedo sentir la savia pegándose en misdedos, el familiar cosquilleo cálido que causa. Termino el primer frascode ungüento, y lo dejo a un lado.

Las tormentas ácidas son raras, y en la Mansión podemos pasarmeses sin ser golpeados por una. Pero cuando vienen, la devastaciónque deja detrás es incomparable. Tenemos un alto grado de proteccióncontra la intemperie utilizada exclusivamente para las tormentasácidas, pero los edificios externos siempre soportan duros daños, unavez, fueron destruidos completamente. En otra ocasión, cuando

teníamos suficiente advertencia, nos retiramos a la Ciudad.

Nadie está del todo seguro de qué causa las tormentas ácidas.Había un montón de teorías, las plantas venenosas que afectan alsuministro de agua, el núcleo de la tierra cambiando. Durante elCataclismo la fuerza de muchas bombas explotaron en un corto períodode tiempo rompiendo algo. Si bien no rompió la tierra, algo esencial ensu núcleo se había fracturado. Y eso se desplazaba, a veces. Cada pocosaños, terremotos devastadores sacudían la región. Pero, en ocasiones,

había pequeños terremotos, pequeños temblores que enviaban

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columnas de asfixiante humo y punzantes gases desde las grandesfisuras de la tierra.

Algunos pensaban que las tormentas ácidas venían de esoshumos y gases.

Otros afirmaban que era toxinas en el aire, una concentraciónmás alta de lo normal, siendo purgadas en una lluvia devastadora.

Nadie lo sabía a ciencia cierta. Nadie podría sobrevivir a la fuerzade una tormenta ácida, así que no había manera de estudiar una. Elácido comía su camino a través de cada cosa, y llegaba en un torrencialaguacero, no había suave niebla, no un suave torrencial mojando lacalle. Era la naturaleza más furiosa, arremetiendo contra lo que

quedaba de la raza que la había destruido.

Era inspirador y aterrorizante. Me asustaba más que cualquiercosa que no sea ir sobre las Cataratas.

 — ¿Las tormentas ácidas llegan a las cuevas?  — pregunto, mi voztemblando un poco.

Luce está poniendo pomada a mi lado, y chasquea su pelo largo ynegro de sus ojos.

 — A veces. Hemos tenido derrumbes, en el pasado. Rook nosmantiene aquí, sólo en caso de que haya un colapso en uno de lostúneles.

El pensamiento hace a mis rodillas débiles. Ser enterrado en lamontaña, atrapada aquí, es suficiente para balancearme. Si Luce se dacuenta, no lo dice.

Un grito hace eco a través de la sala, y cada cosa, cada uno sequeda inmóvil. Me asomo por encima del hombro, no todos. Jade sesigue moviendo, murmurando para sí misma mientras compruebasuministros.

 — Hemos sobrevivido a esto antes,  — dice Rook, su tono de voz losuficientemente fuerte como para hacerse eco en el techo de piedra — .Sobreviviremos de nuevo. No será fácil, pero lo haremos. Nadie tienepermiso para salir de la sala. Gali estará aquí, y ella es mis ojos en esto.

Cuando otros entren, haced lo que podáis para aliviarlos. Acoplaros enparejas, permaneced juntos, no quiero pánico porque perdáis al otro.

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No dijo nada más, simplemente cabeceó a su posición y tomó aGali por el brazo. Puedo ver que le decía algo rápido, su cabezasumergiendo hacia ella. Entonces él la libera y vuelve a gritar.

Alrededor de la sala, los lobos expulsados se mueven,separándose de la manada, corriendo hacia la salida, siguiendo a Rook.Veo un destello de color blanco, y el terror me congela. Hago un sonido,un ruido que es como un animal herido, y Luce se sacude a mi lado.

 — ¿Qué es?  — exige, buscando alrededor por un herido loboexpulsado.

 — Arjun  — susurro. Me limpio las manos en un trapo limpio,empujando el mortero y la maja en ella — . Estaré de vuelta — prometo.

Cojo su visto bueno antes de lanzarme lejos, el miedo y la furia enguerra por la supremacía en el pecho.

 — Conseguid colocarlo contra la pared del fondo. Idda estámonitoreando los alimentos almacenados, hasta que sepamos cuántotiempo durará la tormenta, cada uno está siendo racionado. — Gali estáhablando a un pequeño grupo de lobos expulsados, y veo el miedograbado en sus rostros. Preocupación. El olor de ello engruesa el aire,

ahogándome.

 — Gali  —  jadeo, y sus ojos van a mí. Parece entenderinstintivamente, porque veo el miedo en su mirada durante unafracción de segundo antes de que ella ponga la cara en blanco, vacía deemoción.

 — Se supone que debes estar ayudando a Jade — dice, dándose lavuelta.

 — Gali, ¿qué estáis haciendo?  — Exijo, y me obligo a mi vozestable, firme.

Ella me tira lejos de los lobos expulsados pululando alrededor,lejos de toda la manada.

 —  Tenemos gente por ahí, Sabah  — sisea — . Tienen que ir a porellos.

 — Arjun no, — protesto.

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 — Es el mejor, el mejor rastreador, uno de los más rápidos de loslobos expulsados. Él era un Guardián entrenado, maldita sea. Tiene queir. — Su voz tiembla en la última palabra, y veo lo que está desesperadapor ocultar, que no soy la única que tiene miedo, aterrorizada por los

lobos expulsados que han ido en busca de los otros.

Asiento, mordiendo mis argumentos. No hay nada que decir eneste momento, no hay nada que pueda hacer para traerlo de vuelta. Meretiro a la zona de trabajo de Jade. Si pudiera encontrar un rincónvacío, todavía no lo haría. La inactividad sólo permitirá que piense, queme preocupe. Así que me lanzo a mi trabajo y dejo mi mente ir taninsensible como mis dedos empapados en la savia de las zarzas deestrellas.

El tiempo pasa velozmente, he hecho más botes de ungüento delos que puedo contar, mis dedos están temblando, ardiendo por elcaluroso hormigueo de las zarzas de estrellas.

A lo lejos, a través de los suaves sonidos que llenaban la sala,podemos escuchar los primeros sonidos de la destrucción,estrellamientos devastadores que parecían temblar en el aire. Un árbol,derribado por el ácido.

Luce está ocupada, hablando en voz baja con Jade. Desvié unamirada a Gali, ella se distrae, manejando una disputa entre dos lobosexpulsados sobre un punto en la tierra. Aguanto la respiración durantetodo el camino, pero con mi cabeza agachada, deslizándome a través delos inquietos lobos expulsados. Ellos están absortos en la agonía de sumanada, y no se dan cuenta de mí cuando me deslizo por el túnel queconduce al bosque.

 — Mala idea — una voz perezosa dice cerca de mis pies.

Maldigo, vacilante. Merc está sentado en el suelo, su posturaidéntica a la primera vez que lo vi. Le envío una mirada suplicante.

 — No puedo esperar, Merc — le susurro.

Se ríe, desprovisto de cualquier simpatía.

 — ¿Piensas que es fácil para alguno de ellos? Para Gali, que suhermano y su amor están fuera. ¿Por qué deberías tú, una humana,

obtener un pase para romper las órdenes?

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Sus palabras me golpean más duro de lo que esperaba, y meestremezco. Las lágrimas arden en mis ojos, y yo sacudo la cabeza.

 — Lo siento, — le susurro — . La espera… duele. Sabiendo que estáen peligro, y no ser capaz de hacer nada.

Se mueve, se mueve ligeramente hacia un lado. Me deslizo por lapared de roca, y saco mis rodillas a mi pecho, reflejando su posición.

 — Sé que no,  — dice en voz baja — . Arjun es mi compañero dereconocimiento. Dejarlo salir solo me está matando.

 — ¿Por qué tú?  — Me pregunto, curiosa a pesar de mipreocupación.

 — Alguien era necesario aquí, — dice simplemente — . Y él confía enmí. Rook lo hace también. No necesitáis preocuparos en la manadaahora.

Quiero preguntar si van a estar bien. Quiero estar tranquila. Peroen cambio, inclino la cabeza contra la piedra, y dejo que mis ojos seestrechen. Merc no me proporcionará falsas garantías, lo hademostrado hace un momento. Nos sentamos en silencio, y a pesar dela preocupación, el cansancio me tira abajo, en un sueño inquieto.

***

Merc se tensa junto a mí, y me sacudo de mi sueño, me llevainmediatamente al estado de vigilia.

 — ¿Qué es? — Susurro, tratando de no distraerlo.

Sus orejas están erguidas hacia delante, su expresión decidida

mientras mira con cuidado en la oscuridad. Un gemido se desliza de él,tan suave que parece inconsciente. Un grito viene del túnel, y en menostiempo del que se tarda en parpadear, él está en sus pies, gritando:

 — ¡Gali, JADE!  

Los lobos expulsados corriendo en la oscuridad del túnel erancomo algo de una pesadilla. La piel se quemaba, el humo detrás deellos. Manchas de sangre. La sangre manchando los huesos de blancas

garras, y ellos comunicándose como animales, con gruñidos y ladridos.

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Después de tres semanas de verlos como ligeramente diferentes de loshumanos, de repente puedo ver nada más que al animal. El lobo.

Gali se congela cuando me ve, pero se sacude cuando ve a losdemás. Jade chilla, y un familiar grito desgarrador contesta, una vozmusical que reconocería en cualquier lugar.

 — Arjun — susurro.

Merc me empuja atrás y los lobos expulsados pasan deprisa. Lossigo lentamente, y observo, aturdida, como la manada les da labienvenida. Jade está maniobrando a los heridos, todos están heridos,en las camas médicas. La manada se está amontonando, olfateando yaullando, las voces mezclándose con los tumultuosos sonidos de la

alegría animal.

Me siento a mil millas de distancia, observando. Así que me doy lavuelta, ignorando las lágrimas ardiendo en mis ojos, y tropiezo en micamino a través de las cuevas a mi pequeña habitación de piedra. Estávacía, benditamente silenciosa. Me acurruco en la cama que es familiar,envuelta en la manta que huele un poco salvaje, y, finalmente, dejo quelas lágrimas vengan.

***

 — ¿Por qué no estabas en la entrada con la manada?  — éldemanda, cuando obligo a mis ojos a abrirse.

No respondo de inmediato, lo analizo en busca de daños. Su pielestá enmarañada, chamuscada en puntos. Ha perdido el blanco puroque adoro, y se ve de un gris enfermizo. Hay parches de gasa en susbrazos, una de sus manos se envuelve en ella.

Se ve como el infierno.

 — Sabah — chasquea, me sacude de mis pensamientos — , ¿por quédemonios no estabas en el salón de la manada?

 — No soy de la manada — digo, y a pesar de mis mejores esfuerzos,no puedo guardar la amargura de mi voz.

Me mira por un momento, la furia y la incredulidad llenando sus

ojos antes de murmurar una maldición y apartarse.

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 — Levántate. Rook quiere a cada uno en el salón hasta que pase latormenta.

 — Rook no es mi líder de la manada  — chasqueo, picada — . Estoyhospedada aquí.

Él se cierne sobre mí, sus garras agarrando mis brazos, en unsantiamén. El beso es duro, exigente, incluso violento y me aflojo en sudominio, atrapada en una fuerza tan devastadora como la furiosatormenta afuera. Sus instintos animales no han retrocedido, y sus ojosestán furiosos, pero sus garras siguen siendo suaves, una ligera presióncuando me sostiene, sosteniéndome un poco.

 — No hagas esto. Ahora no, Sabah. Por favor, simplemente haz lo

que Rook quiere.

No puedo dejar de pensar en él, en los otros, en la manada araudales alrededor, dándoles la bienvenida. No me puedo quitar lossonidos. Pero argumentar eso es inútil, y toma más energía de la quetengo. Me pongo de pie, y lo sigo de vuelta al salón de la manada,odiando la distancia entre nosotros.

 — Él no sabe que faltas — murmura Arjun, justo antes de llegar a

la sala. Merc está de pie cerca de la entrada, y sus ojos están dolidos,traicionados, me siento un poco avergonzada de mí misma.

Asiento, y me adhiero en las sombras. Rook está absorbido por Jade, pero sus ojos se encuentran con Arjun cuando escanea el salónde la manada. Y no me extrañan, regresando a él. La frialdad llena susojos, una frialdad que me hiela incluso desde esta distancia. Arjun meatrae hacia abajo, estableciéndose en su abrazo, y yo suspiro.

Las horas pasan, y me pierdo en la observación. La manada se ha

asentado, aliviando la tensión ahora que todos están juntos. Algunospresionados en torno a las camas médicas, y Jade les reprende amedias cuando cuida a los más gravemente heridos. Otros luchan, y lamayoría se reúnen para observar, pienso que es una manera demantenerse ocupados, entretenidos. Yo medio duermo mientrasobservo, y en algún momento, Arjun me despierta, me obliga a comer.

No hablamos, pero me acurruco contra él, y le susurro:

 — Lo siento.

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Besa mi pelo, y me tira en su regazo, acunándome.

Merc se une a nosotros por un tiempo, pero hay una reserva ensu discurso que no estaba allí antes. Sé que le he hecho daño,escapando lejos como hice, y me pregunto qué hacer para arreglarlo.

 — Arjun  — le digo, cuando Merc deambula en busca de Rook. Élhace un zumbido que siento más que escucho, y me inclino más cerca,hablando en su oído — . ¿Cuál es la historia de Merc?

Frunce el ceño, sus ojos van infalibles al otro lobo expulsado.

 — Él era un Ciudadano de Mlena. Su madre era mayor, cuandoella conoció su Cuota.

Un escalofrío se desliza por mi espalda, y le doy una mirada depreocupación.

 — Ella era joven para la Purga, pero había estado recientementeviendo a técnicos médicos. El cáncer había tomado todo su pulmón. LaComisión tomó la decisión, ella había conocido su Cuota, y sus hijoshabían alcanzado la mayoría. Ella era ayudante de oficina, nada quefuera esencial para el funcionamiento de la ciudad. Y las facturas detecnología médica serían demasiadas para agotar al sistema. Así quedos meses después de que ella fuese diagnosticada, recibió el aviso de laPurga.

 Toma una respiración profunda, dejándola fuera con un suspiro.

 — Él protestó. Se presentó ante el propio Príncipe. No cambiaronde opinión, y él les grito, públicamente. Ellos lo desnudaron y lecambiaron en represalia.

Me estremezco, mis ojos trazando la forma del sardónico loboexpulsado donde él se encorvaba cerca de Rook. Es curioso, a pesar desu aire perezoso, complaciente, hay algo siempre vigilante sobre él.

 — Odio a la Comisión — murmuro al oído de Arjun.

Su agarre en mí se aprieta, y yo suspiro.

 — Sabah  — dice, y algo en su voz hace que se me congele lasangre — . Tienes que volver. — Me incorporo, mis ojos negando, negando

lo que está más o menos por decir.

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 — Y tú tienes que estar allí.

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 Parte III

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Traducido por Nanami27Corregido por katiliz94  

Me recuesto, cruzando los brazos sobre el pecho defensivamente.

 — Ya te lo dije , no lo sé .

Gali se aclara la garganta, una advertencia — para mí o Rook, noestoy segura. Estoy demasiado cansada para importarme. Miro hacia ellobo exiliado, los labios apretados. Él casi me sonríe, pero no lo hace, nodel todo.

 — Y aun así, viviste con ella durante años. ¿Nunca te dijo por quéfue Exiliada? — Su voz es gruesa con incredulidad.

Siento lágrimas de frustración arder en mis ojos. Hemos estado

haciendo esto todos los días desde la tormenta de ácido. Horas depreguntas, sondeando por respuestas que no tengo. Protestaría, si laalternativa fuera cualquier otra cosa menos sentarme sola en mi cueva.

Hago mi voz helada cuando digo:

 — Ella me dio de comer. Me educó. Arriesgó mi vida. Pero,¿responder a preguntas? La Señora no es muy buena en eso. Lo cual — 

mi voz sube un poco, a pesar de mí misma — , ya te dije. 

Sus ojos se entrecierran, pero Gali interviene.

 — Ella necesita descansar, Rook  — dice. Rook parpadea unamirada a ella, y por un momento, creo que argumentará. En cambio,asiente con la cabeza y se inclina hacia atrás.

No espero una despedida verbal — si en caso espero, él cambiaráde opinión, lanzará una nueva línea de preguntas. Y después de cuatrodías de nada más que reclusión e interrogatorio, estoy empezando a

favorecer la reclusión.

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La tormenta de ácido dejó más que árboles caídos y plantasquemadas a su paso. La manada ha cambiado. Hay una tensión aguda.Que no es solo en Arjun y Rook, ahora todos están tensos, nerviosos.

Hace tres días, un lobo exiliado me atacó en el salón principal.Arjun lo golpeó tan salvajemente que me sorprendió que hubierasobrevivido. Solo se había detenido cuando grité, y Merc se empujó a símismo entre el lobo exiliado caído y Arjun.

Rook había estado furioso y me ordenó entrar en aislamientototal.

Dejada en mi cueva con sencillas instrucciones  — bañarme en lapiscina de azufre. Contestar la llamada de Rook. Mantenerme fuera del

camino.

Y lo hago. Porque no puedo hacer frente a la tensión frenética enla manada, las miradas de soslayo, o los silencios repentinos. No quierodarle cabida a otra pelea. Y siento que la manada está al tanto de ladecisión de Arjun para que vuelva a Mlena. Es como un secreto a voces,uno del que todo el mundo está hablando a pesar de que Rook estáignorándolo.

Yo también, si soy sincera. No quiero hacerle frente, encarar eldolor aplastante que su rechazo ha provocado.

Merc me arrastra de nuevo a mi cueva, extrañamente silencioso.Si todos — incluyendo a Arjun —  han cambiado en los últimos días, Mercno lo ha hecho. Puedo decirlo por el ceño concentrado en su rostro quealgo le está molestando, pero no dice nada mientras caminamos através de los oscuros túneles, pasando a los otros lobos exiliados quecaen en silencio hasta mucho después de que nos hayamos ido.

Él no me deja cuando llegamos a mi cueva  — más bien, se dejacaer sin gracia al suelo cerca de mi cama, y me mira fijamente.

Estoy demasiado cansada para esto. Las preguntas de Rook mehan dejado al desnudo, y los ojos de Arjun nunca me dejaron en las doshoras que respondí pregunta tras pregunta. Incluso sin torcerme paraverlo sentado detrás de mí, podía sentir la mirada dorada, ardiendoentre mis omóplatos. Eso había hecho que las preguntas intrusivasfueran más difíciles de responder. No es que a Rook le importara,

aunque lo hubiera notado.

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 — Quiero estar sola — digo, todavía sin mirar a Merc.

Él no responde, y no se mueve. Por último, miro sobre el hombro, y lo encuentro estudiándome. Arqueo mis cejas.

 — ¿Por qué te irás?  — Pregunta, y las palabras me golpean comoun puñetazo. Él les esgrime como armas, igual si quisiera infligir tantodolor como el que puede. Me apuñalan y jadeo.

He bloqueado todo pensamiento sobre lo que Arjun decidió. No hepensado en sentarme en sus brazos y escucharlo romper mi corazón, nopensé en el futuro que se extiende ante mí como un agujero negro sinél. Me negué a pensar en Berg, en absoluto.

Y he funcionado. Pero las palabras de Merc fuerzan a la emociónpeligrosamente cerca de la superficie, y lucho por respirar. Con voztemblorosa, fuerzo a salir:

 — Él quiere  que regrese a la Ciudad.

Merc parece casi ofendido.

 — ¿Por qué pensarías eso? — Exige.

 — Él me lo dijo  — respondo — . Quiere que vaya a alojarme en laCiudad.

El lobo exiliado frunce el ceño hacia mí.

 — ¿Estás segura?

Me río, un poco histéricamente.

 — Sé que no me lo imaginé.

No responde. El agotamiento tira de mí mientras lo veo pensar.Por último, suspira y se empuja a sus pies.

 — ¿Tienes hambre?  — Pregunta, como si yo no estuvieraconmocionada emocionalmente.

La idea de comer hace que mi estómago se enferme, y sacudo lacabeza con firmeza. Él gruñe, y se hecha un trozo enrollado de carne de

venado en la boca. Mastica y traga, viniendo a sentarse cerca de mí.

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 — ¿Te las arreglaste para aplacar a Rook?  — Dice, su vozperdiendo la calidad solemne, y volviéndose aburrida.

Me encojo de hombros.

 — ¿Lo hago alguna vez?

Hace un ruido evasivo, y se extiende en su silla. Conozco estapose, la que significa que no se irá a ninguna parte, y que me estádando compañía silenciosa. No por primera vez, abro la boca. Sus ojosvienen a los míos, y la cierro de nuevo sin preguntar nada. La tensiónen la manada me ha puesto curiosa  — ¿se están yendo a su Ciudad,ahora? No quiero preguntarle a Arjun, no sé si pueda. Pero no haymanera de preguntarle a Merc, no sin revelar que Arjun me lo dijo en

primer lugar. Así que le ofrezco una sonrisa débil y me enrollo sobre micostado en el silencio.

Pero me encuentro a mí misma agradecida por la compañía. Mercno es amable  — todavía es severamente honesto, y eso me hace evitarlas preguntas. Pero él es algo que me distrae de mis pensamientos, y escompañía. Si no puedo tener el lobo exiliado que solicitaría, voy a tomarel que se me ha sido dado.

***

Arjun aun viene a mi cueva. Es extraño, porque no estoy segurade cómo sentirme acerca de estas visitas. Por un lado, son respiros,ventanas de tiempo que poco a poco se están cerrando. No hablamos demi regreso a la Ciudad; no hablamos de la manada.

Pero el tiempo que compartimos se está reduciendo, y los dos losabemos. El conocimiento aprieta mi corazón mientras me aliso el

cabello hacia atrás. Él no ha vuelto de la patrulla larga, puedo sentir elagotamiento tirando de él.

 — ¿Sabah?  — El tono de Arjun es serio y me pone tensa — . Rooknecesita hablar con nosotros.

Hago una mueca, restando importancia a mi oleada de miedo.

 — ¿Qué es esta vez? ¿Lo que la Señora tuvo para el desayuno laprimera mañana me quedé en la Mansión?

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Arjun sonríe, tomando mi mano y tirando de mí a mis pies. Lasheridas en su mano casi se han curado. Me pregunto lo que esosignifica para mí.

 — Vamos, cielo  — dice, y mi corazón salta. Sin piedad, empujohondo mi esperanza. El cariño no significa nada; él no ha cambiado deopinión.

Caminamos en silencio, nuestros dedos retorcidos juntos. Lascuevas son tranquilas, casi sin ruido y ocupantes. Doy un tirón de sumano, y me mira, con el conocimiento en sus ojos.

No puedo oírlo, así que miro hacia otro lado, rechazando laspalabras, rechazando el conocimiento. Duele demasiado, el hacer frente

a la verdad.

Caminamos el resto del camino en silencio. La sala de la manadaestá desconcertantemente vacía, Rook está sentado en una piedragrande. Gali está detrás de él, su rostro estoico. Jade y Merc estánpresentes también, lo que me sorprende.

Los ojos de Rook rastrillan sobre mí, y nos hace señas paraacercarnos.

 — ¿Se lo dijiste? — Pregunta él.

Arjun lanza una rápida mirada hacia mí, y luego niega con lacabeza.

 — ¿Me dijo qué? — Pregunto, alzando la voz.

 —  Jade — dice Rook, agitando una mano hacia mí con cansancio.

La sanadora se tambalea hacia mí, y Merc da un paso adelantecuando ella da un paso en falso. Lo aparta de un golpe con garrasafiladas, conteniéndose solo lo suficiente para no cortarlo.

 — Deja de revolotear, muchacha  — se queja ella, y empuja micamiseta. Hay un ruido suave por la diversión de Gali. Sus dedosrozando sobre mi costado, y el dolor es casi olvidable. Hace un ruidosuave en la parte posterior de su garganta, casi un ronroneo desatisfacción — . Necesito quitar los puntos de sutura — dice.

 — ¿Puedes hacerlo ahora?

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Ella se encoge de hombros.

 — Si lo hago, todavía necesitará la noche para recuperarse.

Rook gruñe, un ruido de inmensa insatisfacción.

 —  Tan pronto como hayamos terminado, entonces.

 Jade asiente, acaricia mi costado, y se aleja.

 —  Tu partida está siendo alargada  — dice Rook sin preámbulos,sus ojos saltándose a mí.

Es una de las cosas más difíciles que he hecho, pero me obligo a

mí misma a no reaccionar. Nadie lo hace, esperando sin aliento.

 — La tormenta  — dice finalmente Rook, cuando no pido másexplicaciones — , nos ha forzado a que un calendario sea seguido.Necesito saber lo que está haciendo Kathleen Lawson.

Ante esto, suspiro, un ruido irritado.

 — Ya te dije, no lo sé.

 — Pero puedes averiguarlo  — dice — . Si hablas con ella. O elchico… ¿cuál es su nombre? 

 — Berg — susurro.

Rook asiente, mientras Arjun se tensa junto a mí.

 — Así que volverás. Vas a recopilar la información que puedas.

Asiento con la cabeza, manteniendo mis ojos en el suelo. Si me

quedo mirando la roca el suficiente tiempo, puede que no vaya a llorar.

 — Queda por discutir tu futuro, Sabah.

 — Ella va a permanecer en la Mansión — dice Arjun, antes de quepueda hablar. Merc cambia de posición, y mi mirada aterriza en él.

Hay un momento de silencio y luego Rook pregunta:

 — ¿Sabah? ¿Es eso lo que quieres?

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Arjun empieza a hablar, y Rook gruñe, el estruendo del mismollenando el vacío, haciéndose eco en la caverna.

 —Ella puede contestar, Arjun. Esta es su elección… está

arriesgando mucho por esta manada y esta es su decisión para hacer.

Sus palabras hacen que mi corazón se detenga, y luego comiencede nuevo, triplicando su velocidad. ¿Me puedo quedar, incluso si Arjunno me quiere? ¿Puedo encontrar un hogar en esta manada? Robo unamirada a Arjun, y la esperanza muere, tan rápidamente como seencendió.

No. Si él no me quiere, necesito una vida en otro lugar. Estar tancerca de él, cuando no me quiere, sería un infierno. Rook está

mirándome, y pregunta, con gentileza:

 — ¿Sabah? ¿Quieres quedarte en la Mansión y con Mlena?

¡NO!  Lamo mis labios.

 — Sí.

Hay un momento de silencio, y luego un suspiro  — de alivio —  porparte de Arjun, y Rook asiente con la cabeza.

 — Si eso es lo que quieres.

 — Yo voy — dice Merc, su voz perezosa.

 — Por supuesto — dice Rook — . Es demasiado peligroso para Arjunestar solo.

 — ¿Quieres que nos vayamos en la mañana? — Pregunta Arjun, su

voz tensa.

Rook asiente.

 —Sí. Sabah… ¿estás segura de que puedes hacer esto? 

Asiento con la cabeza, y las primeras lágrimas caen. No puedoescucharlos discutir mi salida como si se tratara de una misión dereconocimiento — aunque, para ellos, quizá lo sea. Mascullo algoincoherente y abandono la cueva.

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***

Merc y Jade me encuentran, en mi pequeña habitación de piedra.Es curioso, que el laberinto de túneles y cuevas se ha vuelto tan fácil

para mí de navegar. Ella no habla mientras quita mis puntos de sutura.Mientras frota mi costado con su ungüento, finalmente me mira, con losbrillantes ojos verdes por los que fue nombrada.

 — Voy a echarte de menos, niña. Ten cuidado, en la Ciudad.

Las lágrimas caen por mis mejillas, pero le sonrío, con una débilsonrisa, y asiento. Ella me besa en la mejilla y se bambolea lejos.

Merc se queda. Me entrega un bolso de aspecto familiar, con lacorrea del hombro desgarrada, y hago un ruido, un medio suspiro,mientras reconozco mi destartalada mochila.

 —  Todo está dentro — dice, sentándose a mi lado.

Lo miro. Hay algo tenso en él, algo que requiere mi atención.

 —Arjun… — arrastra las palabras, como si no supiera qué decir.

 — Él quiere que me quede allí — digo, con suavidad.

Ojos oscuros se cierran en los míos.

 —  Tú lo amas.

No es una pregunta. Sé que no lo es, pero asiento de todasmaneras. Es la primera vez que ha sido dicho, la primera vez que lo headmitido, incluso para mí misma.

 — ¿Entonces por qué lo dejas? — Exige.

 — Porque no voy a forzarme estar donde él no me quiere  — 

susurro.

Merc gruñe, un ruido de disgusto.

 — No estás escuchando, Sabah. — Él sacude la cabeza y suspira — .Pero lo harás. Eventualmente.

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El pensamiento empuja recuerdos a la superficie  — la sala de lamanada llena de lobos exiliados, la voz de Arjun, explicando que él meenviaría de vuelta a la Mansión, su miedo cuando explicó el peligro. Micorazón duele, una profunda sensación rota, y aparto los pensamientos.

No puedo pensar en ellos, no ahora. Jamás. Merc sigue quieto,observándome.

 — ¿Cuándo nos vamos?  — Pregunto, demasiado cansada paradiscutir o escuchar algún otro murmullo críptico.

 — Después de la primera comida  — dice él, y así de rápidamente,su rostro se ha cerrado. Se aleja — . Descansa un poco.

***

A pesar de mi temor sobre no ser capaz de dormir, lo hago. Mesiento acabada, como si mil agujas me hubieran apuñalado enrepetidas ocasiones, hasta que todo lo que queda es adormecimiento ysangre. Arjun se desliza en la habitación, en mi cama, en algúnmomento después me duermo, y eso me despierta. Considero patearlo,pero la verdad es que no tengo la energía, o la inclinación — si esta es laúltima vez que voy a descansar en el círculo de sus brazos, no voy aecharlo. El dolor de ser rechazada no vale la pena negociarlo con este

recuerdo, tendré la rabia por mucho más tiempo de lo que lo tendré aél. Me instalo en sus brazos, mis ojos yéndose a la deriva y cerrándosemientras su olor único me llena.

Merc nos sacude para despertarnos, sus ojos suaves mientrasparpadeo hacia él.

 — Es el momento, Sabah.

Arjun aprieta su agarre en mí mientras trato de sentarme, ungemido de protesta se le escapa. Me giro, y presiono un beso en sufrente. Suspira un poco, pero me libera y se sienta.

 — ¿Está todo listo?  — Pregunta, y Merc asiente, evitando mis ojosmientras le entrega la mochila a Arjun. Una bolsa voluminosa descansaen su cintura, sostenida por la correa que cruza su pecho.

 — He traído comida  — dice, haciendo un gesto hacia la mesa — . YSabah, algo de ropa para ti.

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Se desvanecen en el pasillo mientras me visto en los pantalonesgruesos. Una camiseta ceñida al cuerpo, es lo siguiente, seguido de unholgado jersey de punto pesado.

 — Podéis volver  — grito cuando me siento y me coloco mi primercalcetín.

Echo un vistazo por delante de ellos cuando entran, y entoncesenvío una mirada inquisitiva a Arjun.

 — ¿Gali vendrá?

Merc niega con la cabeza.

 — No.

Me ahogo por las emociones que surgen en mí, tratando deignorar el hecho de que a ella no le importo lo suficiente como paradecir adiós.

 — Está furiosa, por cierto — añade casualmente Merc, terminandosu comida.

Parpadeo, sorprendida de mis pensamientos. Arjun fulmina con la

mirada a su compañero, pero los ojos como el cielo oscuro estáncentrados en mí mientras sonríe.

 — Ella piensa que esto es especialmente idiota.

La conmoción hace que mi boca caiga abierta y él aclara:

 — Arjun, no tú.

 — Basta — gruñe Arjun, por lo gutural es casi indescifrable.

Merc lo mira perezosamente indiferente, y luego se pone de pie,estirándose.

 — ¿Lista?

Arjun me mira.

No, no lo estoy. Nada lista para salir de esta pequeña cueva que

de alguna manera se ha convertido en mía, no lista para dejar lamanada que se está haciendo cálida para mí, no lista para dejar a Merc

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con su tranquilidad y afecto poco ortodoxo, a Jade, Gali… incluso aRook.

Estoy muy lejos de estar lista. Aparto la mirada, alrededor de lapequeña habitación de piedra, memorizándola, a pesar de que estáimpreso en mi mente. Uso ese momento para limpiar mis lágrimas, ycuando me vuelvo, les ofrezco una sonrisa acuosa. Si se dan cuenta delos rastros de lágrimas, son lo suficientemente amables para nomencionarlo. Asiento, y mi voz es sorprendentemente estable cuandorespondo:

 — Estoy lista.

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Traducido SOS por Sandra289Corregido por katiliz94  

El bosque está en silencio cuando sigo a Merc bajo la montaña. Élestablece un ritmo rápido, y mi respiración es pesada mientras meesfuerzo por mantener el ritmo. Tropiezo y Arjun me coge antes de que

aterrice en la arboleda de plantas venenosas morada brillante.

Él gruñe, un ruido fuerte. El otro lobo mira hacia atrás,impaciente.

 —  Tenemos que limpiar el bosque — dice, mirando alrededor.

 —  Tenemos que llevarla allí a salvo — espeta Arjun.

Levanto una mano, moviéndome libre de Arjun.

 — Para de consentirme  — le digo, empujando mi cabello haciaatrás — . Y Merc, frena sólo un poco. No puedo seguirte.  — Ellos memiran, y jadeo, un poco sin aliento. Eso los alarma al movimiento yoscilan a mi alrededor, dando vueltas a mi espalda guiándome sobre elarroyo. La luz gris apenas se filtra a través del bosque, nos envuelve enuna oscuridad más espesa de la que estoy acostumbrada.

Ellos llaman de un lado a otro, salvajes gritos ondulando que son

a la vez sorprendentes y familiares. Bajo el ruido de nuestra caminata,los bosques están en silencio, los pájaros y los pequeños animales delbosque están quietos y en silencio en presencia de los lobos expulsados.

Me recuerda que son peligrosos, depredadores. Que una vez lestemía. El pensamiento es extraño, como mirar a través de un escudo,giran y distorsionan las cosas ligeramente, haciéndolo algo familiar eirreconocible. ¿Cómo pude haber sido esa chica? me pregunto. ¿Cómopuedo volver a ser esa chica?

¿Cómo puede todo ser lo mismo después de esto?

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Llegamos al borde del bosque al final de la tarde y Arjun decideacampar a la sombra de los árboles. Estornudo, frotando mi goteo nasalen mis suaves manoplas. Medio me duermo mientras esperamos queesté listo el conejo asado sobre un pequeño fuego, a pesar de que me

hace marearme. Mirando el goteo de la grasa en las llamas, no puedoevitar más que pensar sobre la muerte. Merc había estado caminando ami lado cuando eso corrió a toda velocidad en nuestro camino, y él locogió, abriendo su vientre suave tan rápidamente que había sidoincapaz de seguir el movimiento. Había visto el brillo de los ojosatenuarse. Con el tiempo, me pregunto si sería capaz de soportarlo.

Ahora, después de caminar durante varias horas, me parece quesoy capaz de empujar la muerte de mi mente por la anticipación de lacomida.

 — ¿Cuánto tiempo se tarda en llegar a la Mansión? — pregunto.

 — ¿A nuestro ritmo actual? Mañana por la noche,  — contestaMerc, con un bostezo.

Que pronto . Siento el sentimiento familiar de pánico y dolor ytomo una respiración profunda, cerrando. Parece casi natural contarpara llegar a calmarme, los números una letanía rodante en mi mente.

Diez. Veinte. Otra vez.

Mi respiración se ralentiza, y abro los ojos otra vez. Arjun seinclina sobre mí y su voz es baja, llena de tensión, cuando pregunta:

 — Sabah, ¿estás bien?

Quiero reír. Llorar. Gritar. En su lugar, parpadeo en una brillantesonrisa y guiño.

 — Bien.

***

Nuestro ritmo se acelera en un lugar despejado. El suelo selevanta en suaves colinas que nos rodean en todas direcciones a medidaque dejamos las montañas y dejamos el bosque atrás. Se oscurecen enuna mancha en el horizonte, elevándose en un cielo negro como unahuella digital de color gris. Pero podía encontrarlo, si quería, podría

encontrar la cueva.

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 — A Rook no le importa que yo sepa cómo volver a las cuevas,  — 

digo, después de haber estado caminando por un tiempo. Siento queintercambian una mirada sobre mi cabeza — . ¿Por qué? — pregunto, sinembargo creo que sé la respuesta.

Merc hace un sonido de disgusto en su garganta.

 — Díselo, Arjun. Ella se merece la verdad.

Paro, volviéndome a mirar a Arjun. Él está mirando a Merc denuevo.

 — ¿Arjun? — digo, en voz baja.

Sus ojos están llenos de tristeza y pesar, tan descompuesto quemanda un sonido de angustia en mí.

 — La manada se marcha. Rook, Gali y Jade deberán haberdesaparecido por ahora y eran los últimos de la cueva. Cuando tedejemos en la Mansión, nos encontraremos con ellos, la cueva nocontiene nada que pueda traicionar nuestra ubicación a la Comisión.

Escucho lo que está diciendo, lo que tiene cuidado de evitar, conMerc mirándonos. Después de la tormenta ácida, huyen a un refugio

seguro de la Ciudad.

 — ¿Por qué?  — susurro, mis ojos lanzándose entre los lobosexpulsados. Uno de ellos está perezoso y desinteresado, otro pareciendotan devastado que me pregunto si soy inoportuna, ¿es dejarme fuera deMlnea lo que él realmente quiere?

Niego con las semillas de duda antes de que puedan ofrecermefalsas esperanzas, apretando los dientes.

 — Berg. La Comisión, incluso la Señora. Rook no quiere que seasusada en contra nuestra por ellos, así que nos vamos antes de quepuedas hacerlo, — contesta Merc cuando Arjun no responde.

 Tiene sentido. De alguna manera, estoy agradecida. Pero es unaligera gratitud, eclipsada por el conocimiento de que él se irá realmente.Escuchar lo que definitivamente me obliga a reconocer la pequeñaesperanza que había abrigado, que él iba a seguir manteniendo elEscudo. El hecho de que me iba a ver, a lo lejos. Eso todavía importa,que él se preocupe, aunque sólo sea un poquito.

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Me aparto.

 — Necesitamos seguir adelante.

 — Sabah — dice Arjun, capturando mi brazo en un agarre suave — .

No creo que sea tan pronto.

Le sonrío, y no puedo creer que nadie, especialmente Arjun,pudiera creer que era real.

 — No es nada, Arjun. Mi vida está aquí.

Él me libera bruscamente, sus ojos volviéndose blancos. Asiente.

 — Mientras seas feliz.

Quiero gritarle, quiero darle un palmada a la mirada blanca llenade odio en su cara y forzarlo a ver lo no feliz que estoy. El orgullo es loúnico que me mantiene de no romperme.

Despojada de él, me aferro a lo que tengo: dignidad y orgullo. Sino le importa, no voy a dejarle ver cuánto tengo todavía.

***

Cuando la oscuridad se profundiza, Arjun explora alrededor,buscando un lugar para acampar por la noche. Merc camina a mi lado, y casualmente dice:

 — ¿Sabes dónde vamos, entonces?

Lo miro, sorprendida. Antes de que pueda poner mi cara enblanco, el asiente, al ver la verdad en mis ojos.

 — Es una oportunidad, Sabah. En la vida — dice.

 — Es una muy buena oportunidad para la manada  — estoy deacuerdo.

 — Él te echara de menos.

Me encojo de hombros.

 — Sobrevivirá.

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Una breve y burlona risa me responde, y degenera en silencio.Arjun grita desde algún lado por delante de nosotros y miro a Merc,inquisitivamente.

 — Encontró un lugar para acampar, delante  — dice Merc,alargando el ritmo. Me apresuro para mantenerme al día con sus largaszancadas. Algo me está molestando, y toco su brazo.

 — Espera, — digo. Paramos, y él me mira — . ¿Qué piensas de esto? — pregunto, rápidamente — . ¿De mí, quedándome en la Mansión?

 — Creo que los dos sois idiotas — dice sin dudar — . Pero tienes queverlo por ti misma.

Me sonríe entonces, una sonrisa libre de complacencia, disgusto y juicio, una sonrisa que es pura, dulce y triste.

**

El fuego estaba quemando, y Merc estaba durmiendo. Arjun mesostiene contra su pecho mientras miro las llamas. Él está callado,mirando la oscuridad que nos rodea.

 — Arjun.

Él murmura en mi pelo y me giro en sus brazos para mirarlo.

 —  Tengo algo para ti.

He estado pensado en ello, desde que hable con Merc antes deacampar. No quiero esperar a dejar a Arjun mañana, especialmenteahora que sé que será una despedida final. Pero quedarme con él no esuna opción que tenga tampoco.

Deslizo fuera la pequeña imagen, y suprimo la persistentesensación de que esto es traicionar a Berg, incluso si se va a la Ciudad,él será capaz de verme, visitarme, Arjun no. Eso hará la pequeña foto.

Los ojos dorados de Arjun la miran durante largo rato, y luegoencuentra la mía. Son oscuros, y de alguna manera remotos, distantes.

 — ¿Para qué es esto? — pregunta, su voz ronca.

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 — No quiero que me olvides  — susurro, agachándome paraocultarme en su pecho.

Arjun hace un ruido que me pone el pulso acelerado, y sus garrascosquillean contra mi cuero cabelludo mientras me agarra el pelo,tirando de mí hacia arriba para mirarlo de frente.

 — Nunca podré olvidarte  — susurra con fiereza, y yo hago unruido, en algún lugar entre un jadeo y un grito. Sus labios están en losmíos, demandando, hambrientos, como una fuerza de la naturaleza.Gimo contra él, volviéndome y tirando de él más cerca, ¿puedo estarmás cerca? Su boca se mueve sobre la mía con avidez, y mordisquea milabio inferior, tan gentil que sus dientes afilados ni siquiera rompen mipiel.

Saboreo la sal en el mismo latido que él lo hace. Él se aleja, y suexpresión se suaviza, el calor desvaneciéndose en mi cara de lágrimas.

 — No es un adiós, Sabah,  — murmura — , no todavía. Todavíatenemos unos pocos días, hasta que puedas hablar con la Señora yBerg.

Sus palabras parecen aflojar algo en mí, una opresión imposible

que ni siquiera me di cuenta que estaba allí. Jadeo en una respiracióncompleta, y me siento casi mareada. Él sonríe, y me tira hacia abajo,acariciando mi pelo.

 — Duerme, cariño. Tienes un largo día mañana.

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Traducido SOS por Apolineah17Corregido por katiliz94  

Estamos caminando lentamente, tomados de la mano  — sabiendoque él va a dejarme aquí, no puedo soltarlo hasta que tenga que hacerlo .El río es un constante borboteo, ganando gradualmente impulso hasta

que se precipita por delante de nosotros en su lecho, apresurándosehacia la brusca caída y las rocas puntiagudas. 

A lo lejos, puedo ver el resplandor de las luces de la ciudad. 

Merc y Arjun se detienen en una curva del río, intercambiandouna mirada. Merc me mira y sonríe perezosamente.

 — Recuerda pensar en lo que te dije, Sabah  — dice, inclinándosepara besar mi mejilla. Asiento y él da un paso atrás — . Esperaré por ti — dice, mirando a Arjun. 

Mi lobo expulsado asiente, tenso. 

El viento está empujando hacia mí, escociendo mis piernas através de los gruesos pantalones. En mis calcetines y botas, mis dedosde los pies están entumecidos. Sé que la Mansión es cálida, segura, elfuego está rugiendo en el estudio y en la cocina y Lilith está poniendo lamesa — incuso después de un mes lejos, conozco la rutina que siguen. 

Y, sin embargo, estoy enraizada, incapaz de moverme, esperandoalguna señal de Arjun. Él se estira, atrapando un mechón de mi cabelloalrededor de su garra.

 — Dame tu mano — susurra. 

Dudo antes de extenderla, con la palma hacia arriba. Más rápidode lo que puedo percibir, él tiene algo sedoso y flexible atado alrededorde mi muñeca.

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 — Simplemente es algo correcto que tengas un símbolo míotambién — murmura. 

Asiento, negándome a bajar la mirada. Él nada en mi visión, yruedo los ojos hacia arriba, odiando que vaya a verme llorar. Una vezmás. No quiero llorar. 

Me besa, tan insoportablemente suave que saca unestremecimiento de anhelo y dolor de mí. Y entonces me empuja,ligeramente, hacia la casa.

 — Ve, Sabah. Estaré aquí, esperando. Ya sabes dóndeencontrarnos. 

 Tropiezo un poco, moviendo mi mochila en mis hombros. Detrásde mí, escucho el suave susurro de un movimiento. No lo veo  — si mirohacia atrás, hacia él, nunca seguiré adelante, nunca volveré a entrar ala Mansión. Me olvidaré del orgullo y de la dignidad y suplicaré paraquedarme con él. 

Me detengo por el gran pino y evalúo la casa. Está silenciosa, perolas luces brillan detrás de los protectores de las ventanas. En algúnlugar, allí adentro, hay secretos que ninguno de nosotros alguna vez

imaginó. Y el amigo que me ama, a su defectuosa manera. 

 Tomo una respiración profunda, y me concentro en mis niños  — 

Kaida, los chicos, Spiro, Sari y Keeyla —   los niños que he criado ycuidado. Enderezo los hombros, y casi puedo sentir la calidez de loslabios de Arjun mientras camino hacia la puerta principal. 

El olor del guiso y el pan es tan fuerte que hace que mis rodillasse debiliten. Ese es mi primer pensamiento, a medida que el calorpenetra en mí y cierro la puerta silenciosamente detrás de mí. La

pequeña alcoba está llena de capas, zapatos y el olor a casa. 

Puedo escuchar canturreos suaves y fuera de tono, el hábito deCook cuando no hay nadie alrededor para escuchar. Ella está deespaldas a mí cuando entro a la cocina, y por un momento, solopermanezco en silencio, viéndola moverse por la encimera, cortando,removiendo y tarareando para sí misma. 

Dejó mi bolso caer sobre el suelo y ella se gira de golpe. 

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Los ojos de Cook se ensanchan tan ligeramente que me lo habríaperdido si no estuviera observándolos. Entonces sus labios secomprimen en una línea delgada y agita la cabeza hacia mí.

 — Será mejor que te limpies, y vayas a ver a la Señora, la cenaesperará. 

 — ¿No puedo simplemente cenar?  — Pregunto, sonriendo. Ellaresopla y yo suspiro — . No, supongo que no. 

Cook me observa con una mirada crítica mientras me quito misuéter húmedo.

 — Has perdido peso, chica. 

Me encojo de hombros.

 — La comida es un poco escasa en el Exterior. 

Me doy la vuelta antes de que pueda expresar las preguntas queveo en sus ojos.

 — ¿La Señora está en su estudio? — Preguntó, yéndome. No esperouna respuesta, por supuesto que lo está. ¿Dónde más podría estar?

Mientras subo las escaleras, mil recuerdos me asaltan, todos teñidoscon el nuevo conocimiento de los secretos ocultos por la mujer en la queconfiábamos. 

Debería tomarme un momento para cambiarme, asearme ycepillarme el cabello. No lo hago  — no estoy lista para enfrentar a losniños, y cuanto más tiempo paso en los pasillos de la casa, mayores sonlas probabilidades de que ellos me encuentren. La ira que se hacocinado a fuego lento en mí durante el día tiene un objetivo,

 y quiero  confrontarla. Así que subo a toda velocidad las escaleras,saltándome el cuarto escalón  — la chirriante tabla del suelo atraería acualquier curioso dentro del rango de audición. 

Respiro con más facilidad cuando estoy en la oscuridadparpadeante del tercer piso. La Señora siempre ha pasado la mayorparte de su tiempo en los oscuros pasillos del tercer piso, las silenciosashabitaciones a puertas cerradas  —  y en todos mis años dentro de lasparedes de la Mansión, nunca he presionado esa soledad. Nunca he

entrado a su tranquilo estudio o invadido su espacio sin invitación. 

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Me detengo en el pasillo  — preguntándome si mi vacilación y mimiedo aumentarán. Casi me siento vacía sin ellos. Cuando no llegan,me muevo hacia adelante, hacia la única puerta con una franja de luzbrillando debajo de ésta. 

Sin tocar, abro la puerta y me deslizo dentro. En el silencio, losobservo, inclinados sobre un libro y una tableta, su voz es un suavemurmullo mientras ella garabatea notas. Ellos levantan la miradalentamente, como si reaciamente fueran sacados de su trabajo. Lessonrío, fríamente. 

 — ¿Sabah? —  jadea Berg, un vaso haciéndose añicos a sus pies. LaSeñora me está viendo, con sus ojos muy abiertos, casi temerosos. 

Sonrío y la veo estremecerse. Algo desconcertante llena los ojos deBerg, pero lo ignoro por ahora. ¿Cuán diferente les parezco?

 — Cook pensó que debería hacerle saber que estoy de regreso. Ibaa esperar hasta la cena, pero ella creía que inmediatamente era mejor — digo, despreocupadamente, apoyada en la puerta. 

Hay un momento de pesado silencio y luego:

 — ¿Dónde has estado? — pregunta Berg, con voz ahogada. 

Me encojo de hombros, tragándome la ira que me está llenando.Es fácil, mucho más fácil, permitirme estar enfadada, que enfrentar eldolor.

 — En el Exterior  — digo. Me enderezo y sonrío tiesamente. Bergpalidece — . Os dejaré regresar a — agito la mano, vagamente — , eso. Mevoy a duchar y a vestir. 

 — Sabah, espera  — dice Berg, dando un paso hacia adelante. Elcristal cruje bajo sus pies, y lo miro, sobre mi hombro. 

 — ¿Por qué? — pregunto, toda la calidez succionada de mi voz. Hayun largo silencio, y él mira a la Señora, casi suplicante. 

Me río, un ruido disgustado, y me voy. 

*** 

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Cuando salgo de la ducha, hay una toalla y uno de mis vestidossobre la encimera, esperando por mí. Me seco, deslizándome dentro delvestido y froto mi cabello vigorosamente. Me preguntó quién pensó entraerlos. La noticia se habrá extendido por toda la casa — pero Cook va

a intimidar a los niños más jóvenes para que obedezcan, y yo seré capazde evitar la mayor parte de sus preguntas —  por ahora. Mientras cepillomi cabello, emocionándome con la sensación, una delgada franja blancallama mi atención. 

Por primera vez, veo mi muñeca. 

La trenza parece complicada al principio, torciéndose y girando deuna forma que desafía el seguimiento de los ojos. La acerco a mi rostro, y el olor  — salvaje, terroso, con una pizca de pino —  me golpea, fuerte.

Las lágrimas empañan mi visión, y ruedo los ojos, parpadeandorápidamente, obligando a las lágrimas a retroceder. 

Se trata de una pulsera elástica de pequeñas trenzas, tejidas juntas. Blanco inmaculado — finalmente —  entiendo lo que es. 

Un mechón de cabello de Arjun, largo y suave como la seda. 

Mi recuerdo. Suspiro, una sonrisa poniéndose en mis labios. Es

pequeña e insignificante, tan pálida que se desvanece contra mi piel.Algo siempre a la vista de todos, marcándome como suya, pero tan fácilde pasar desapercibido que es casi ridículo. 

Me pregunto cuánto le tomará a Berg notarlo. 

Eso me hace sonreír y recojo mi ropa, enrollándola dentro de mitoalla húmeda antes de salir del baño. 

Puedo escuchar las voces silenciosas, bajas pero emocionadas a

medida que camino por los pasillos. La voz de Kaida es alta, penetrante y saludable. 

 — Ella está de regreso, Guin. 

 — Pero Berg dijo que tiene que estar sola.  — La pequeña voz delchico era grave y solemne. 

Escucho un resoplido y una risa. Kaida parece estardesarrollando un poco de actitud.

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 — Berg no puede ser sacado de sus libros el tiempo suficiente paraprestar atención al clima, ni siquiera notará si hablamos con ella. 

Un gruñido de aprobación, de Cedric, probablemente.

 — ¿No queréis verla?  — La voz de Kaida es más baja ahora,zalamera, y Guin suspira, derrotado. Una risa baja sale de Cedric, yabro la puerta de la habitación de los chicos. Kaida está sentada en lacama de Cedric, apoyada contra Guin, con su cabeza descansandosobre su hombro. Cedric se encuentra a unos pasos de distancia,observando con sus brillantes ojos grises. 

Los ojos de Kaida me ven primero, y deja escapar un chillidoemocionado —  y así de rápido, mi preocupación se ha ido. Se abalanza

hacia mí, con una fuerza tan incontenible que jadeó mientras la atrapo, y damos vueltas, el impulso de su peso haciéndome tropezar. Ella estáhaciendo un suave ruido, casi un ronroneo de placer. La silencio.

 — Estoy aquí, linda. Estoy aquí. 

Se aleja para mirarme con reproche.

 —  Te perdiste mi cumpleaños. 

Siento una punzada de culpabilidad.

 — Lo siento, cariño. Es una larga historia.  —  Todos reaccionan,aman las historias. Sonrió, cariñosamente — . Pero tenéis que bajar acenar primero. 

Kaida mira a los chicos, y le da una pequeña sacudida a sucabeza. Cedric se endereza, y extiende una mano para poner a Guin depie. Sin mirar hacia atrás, salen de la habitación, dejándome sola con

Kaida. 

Ella se ve saludable  — sus movimientos son sueltos, libres. Suscostillas parecen haber sanado, su cabello es más largo. 

Pero lo que me sobresalta no es el brillo saludable de su cabello, ola forma en que se mueve, es el destello de conocimiento en sus ojos, yla manera en que estaba con Cedric y Guin. Algo ha cambiado, en elúltimo mes que he estado fuera. Ha madurado, de una forma que nopuedo precisar. Quiero culpar a su encontronazo con las Cataratas,pero lo sé bien — ha cambiado en mi ausencia. 

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 — ¿Dónde has estado? — pregunta, y su voz es más vieja que susaños. 

Un suspiro escapa da mí, la inocencia y la madurez en unpequeño paquete será un reto en la Mansión. 

 —Lejos. Yo… no puedo decirte todo — digo, honestamente. 

Sus ojos se entrecierran, y su pequeña cabeza se inclina.

 — Sin embargo, eso te ha cambiado. 

Asiento y ella suspira, abrazándome fuertemente.

 —  Te he extrañado — susurra, sonando para todo el mundo comouna niña. 

Arjun, esperando en la oscuridad y en la niebla, llena mi mente.Lágrimas llenan mis ojos y beso su cabello.

 —  También te he extrañado. 

*** 

Entramos a la cocina juntas, y empujo a Kaida a su asiento entreCedric y Guin. Las otras chicas me están viendo mientras me dirijohacia mi lugar a la izquierda de la Señora. No puedo evitar notar lamirada amarga de Alba, y me pregunto si había pensado tomar milugar. Me pregunto qué haría si le dijera lo encantada que estaría dedárselo. 

Por primera vez, ser una de las favoritas de la Señora y la amada

de Berg no es algo que quiero. Quiero  huir de nuevo al Exterior, a lo

silvestre. Me recuerdo que Arjun no me quiere, y tomo una respiracióninestable, yendo a mi silla. Me sorprende que no esté temblando. 

 — Sabah.  — La voz de la Señora es suave, pero pesada, la cocinaestá completamente en silencio, esperando por una explicación que noquiero dar. Sabía que esto venía, incluso me había preparado de algunamanera para ello, no hay manera en que diga toda la verdad. Pero partede ella será dicha y la manada está segura ahora, lo suficientementesegura que hablar de ellos no les hará daño, al final. 

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 — ¿Podemos comer, por favor? Os contaré mi historia mientrascomemos — digo. El desayuno parece que fue hace mucho, un recuerdolejano y doloroso. 

La Señora mira hacia mí, sus ojos son fríos, pero finalmenteasiente. Cook se escabulle a la mesa, sirviendo un plato de estofadopara la Señora. Empuja el resto en mi dirección, y comienza a cortar elgrueso pan. Puedo oler el pescado cociéndose en algún lado, y lamo mislabios mientras ella se apresura de nuevo hacia la estufa y regresa conun plato cargado de escamosos peces blancos cocinados en salsa dehierbas y aceite. Lo deja caer de golpe frente a mí y olfatea.

 — Come, chica. 

Puedo sentir todos sus ojos en mí, pero después de un mes deescrutinio por parte de la manada, estoy acostumbrada a ser observada.Los ignoro y me concentro en mi comida. Doy cuatro bocados antes deser interrumpida. 

 — ¿Sabah?  — La voz de Berg es tensa, llena de súplica ycuriosidad. 

Le echó un vistazo desde debajo de mis pestañas y tomo otro

bocado de pan con mantequilla. No me doy cuenta lo mucho que heechado de menos el pan hasta que siento su calidez y textura. Lamanada no tenía pan. 

 — ¿Recordáis  — pregunto, después tragando — , el último día queestuve aquí? 

Frente a mí, Berg se pone rígido, sus ojos disparándose desde mía la Señora involuntariamente. Por primera vez, laobservo. Verdaderamente  la veo. 

Ella está inclinada en su silla, sus ojos grises observándome conastuta inteligencia, su oxidado cabello rojo apilado en un moño. Rizadosmechones han escapado, y caen en cascada a cada lado de su rostropara enmarcarlo. Una pequeña sonrisa juega sobre sus labios rojos. Seme ocurre, por primera vez, que es verdaderamente hermosa. 

 — El Rover estaba aquí  — digo, y siento la tensión abandonar aBerg. 

Ella no dice nada, espera. 

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 —Supongo que estaba un poco abrumada… por todas las cosas.

 — Mis ojos se mueven rápidamente hacia Berg — . Hawke, la Ciudad. Todo. Fui a dar un paseo y me perdí. 

Berg se sienta hacia adelante, la incredulidad llenando sus ojos.

 —¿Dónde estabas? Busqué… todo lo que encontré fueron huellas

de leopardo. 

Asiento, pensando nuevamente en esa oscura y aterrorizantenoche. No he pensado en ella en todo el tiempo que he estado con lamanada. 

 — Encontré un bosque y me perdí — digo, bajando la mirada hacia

mi comida — . Un oso me encontró. No sé por qué no estaba hibernando,pero no lo estaba. La manada me rescató. 

Hay un grito de asombro, de parte de Lilith. Las manos de Berg sehan cerrado en puños, y está furioso, incapaz de contenerse, cuandoexige.

 — ¿Estuviste con esos lobos expulsados este último mes? 

Me detengo, mirándolo, y mi enfado se escapa de mi cuidadoso

control.

 — ¿Realmente crees que tienes el derecho de preguntarme algo ? 

Él se estremece, y Kaida hace un ruido, suave y conmocionado. Tomo una profunda respiración, y cierro mis ojos, luchando porrecuperar el control. Me fuerzo a mí misma a responder.

 — Sí. Estuve con lobos expulsados el último mes. Durante las dos

primeras semanas, tenía fiebre… el oso me atacó y les tomó tiempoeliminar la infección y el veneno. 

 — ¿Cómo eran?  — Pregunta la Señora, y a pesar de la firmeza ensu voz, puedo casi sentir la emoción temblorosa en ella. 

Me encojo de hombros, una sonrisa formándose en mis labios.

 — Inesperados. 

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Las lágrimas amenazan, mientras pienso en Arjun, el amor en susojos. O Merc con su perezosa honestidad. Las dulces Gali y Jade, yRook, con sus incesantes preguntas y despiadada practicidad. 

Esos pensamientos no están ayudando, no ahora mismo. Loshago a un lado y añado:

 — Pero agradables. Me cuidaron hasta que sané. Me salvaron lavida. 

Berg empuja su silla hacia atrás con tanta violencia que retumba.Alba lo está observando, con sus ojos calientes y posesivos. Hace unmes, esa mirada me enfurecería. Esta noche, no puedo encontrar laenergía para que me importe en absoluto. 

 — ¿Qué querían? — demanda. 

Inclino la cabeza, mirándolo por debajo de mi cabello.

 — ¿Qué te hace pensar que querían algo? Por todo lo que sabes,podría haber sido mantenida en una cueva sin ningún tipo de contactocon ellos durante un mes.  — Sonrío, con una sonrisa afilada — . Amenos, por supuesto, que sepas algo que no has compartido connosotros. 

Berg me está mirando fijamente, con una mirada tandesconcertada en su rostro que tironea de mí, de forma inesperada.Estoy enfadada, es cierto, ¿pero quiero herirlo? Me muerdo el labio, ybajo la mirada hacia mi plato, inexplicablemente culpable. 

El silencio sigue mi arrebato, nadie sabe cómo lidiar con Berg y yodiscutiendo. Siempre me he tomado la molestia de ocultar eso de losniños. 

 —  Tal vez, Sabah  — dice la Señora, lentamente — , podrías unirteconmigo para el almuerzo mañana. Y vamos a discutir tu tiempo fuerade la mansión. 

La miro y ella me sonríe. Hace un mes, esa sonrisa me pondríanerviosa, casi asustada, o desesperada por complacerla. 

Ahora, me molesta. Pero esto me dará la oportunidad que necesitopara ayudar a la manada. 

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Así que fuerzo una sonrisa dócil, dejó caer la mirada y asiento. 

Cuando la cena ha terminado, dejó a Dayila en la cocina,limpiando con Kaida, Guin y Cedric. Alba y Lilith están en el pasillo,esperando, y tengo un momento para preguntarme a dónde se ha idoSpiro, y entonces Alba se interpone en mi camino. Está tensa yenfadada.

 — Simplemente tenías  que volver. Él se afligió por ti y ahora  estásde regreso — casi escupe. 

Lilith pone una mano sobre el brazo de la otra chica, y suspiro,cruzando los brazos. Alba siempre ha sido la más difícil de las chicas, lamás ambiciosa y celosa. 

 — ¿Quieres a Berg? — Pregunto, arqueando una ceja. 

Sus ojos se entrecierran, pero es lo suficientemente valiente paraasentir. Siento una oleada de orgullo hacia ella.

 — Si crees que puedes tomarlo, de cualquier modo, inténtalo. 

Su boca cae abierta, atónica, mientras pasó junto a ellas. 

Sé que él no va a estar en la biblioteca, es una opción demasiadoevidente. Los niños estarán allí y ninguno de nosotros queremos queellos escuchen esto. Subo las escaleras del alto desván que siempre hasido mi refugio. 

Él está sentado en la ventana, con los brazos envueltos alrededorde sus piernas. La pose me da un tirón, es desgarradoramentevulnerable, y me recuerda, con fuerza, la historia que se extiende entrenosotros. Lo he visto así, tan a menudo en el pasado, cuando algo lo

está molestando. 

Miro más allá de él, hacia la brumosa oscuridad. El pino es unasombra negra contra las luces de la ciudad. Me pregunto dónde estáArjun. ¿Merc le ha dado una distracción? ¿Están calientes? El pánicome embarga, a medida que recuerdo al leopardo que ha seguido mispasos desde la última noche en la Mansión, ¿pueden dos lobosexpulsados hacerse cargo de un leopardo? 

 — No entiendo nada de esto  — dice, y mis ojos se muevenbruscamente hacia Berg. Su voz es desconcertada, confundida. Rota.

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Me lleva a la realidad, me hace enfocarme en el presente, Arjun y Mercpermanecerán a salvo, y yo puedo ayudarles mejor haciendo mi trabajo. 

Y, además, esta es mi vida. Si me quiero quedar aquí, deberíareparar las relaciones que pueda. 

 — Berg — digo, mi voz es un suspiro. Él me mira, con sus oscurosojos cielo confundidos — . No son tan horribles como pensamos. 

La conmoción llena sus ojos y sé que he dicho algo incorrecto. Sepone de golpe de pie y se quita su camisa con una gracia que heolvidado. Hago una mueca de dolor al ver sus cicatrices  — largos ycurvos cortes que fluyen en líneas nudosas desde su cuello hasta labase de su espalda. Puedo recordar vívidamente, la noche que las

obtuvo. Fui a buscarle cuando no regresó de una cacería. Lo encontréboca abajo en la nieve, inconsciente, desangrándose. Nadie esperabaque Berg sobreviviera. Incluso había afectado a la Señora  — sacándolade sus aposentos a la habitación para los enfermos donde Gwentrabajaba como una loca para suturarlo y obligarlo a vivir. 

Y aunque sobrevivió, fue distinto después del ataque. Me quedomirando las cicatrices ahora, y fácilmente puedo imaginar las garrasque infligieron tan monstruoso daño. Pero he visto esas mismas garras

ser usadas gentilmente, con sumo cuidado. Sintiéndose suaves yamorosas. 

 — ¿Qué te hicieron ahí afuera? — pregunta, en voz baja. 

Lo miro.

 — Ellos me salvaron la vida, Berg. ¿Qué crees que hicieron? 

Él se ríe, un ruido áspero que me sorprende. Nunca he oído un

ruido tan amargo proviniendo de Berg, suena tan similar a la rabia quea veces llena a Arjun, es inquietante y suprimo un escalofrío.

 — Los lobos expulsados son la escoria de la sociedad, Sabah. Sonlos desechos… y eso no habla bien de sus modales. 

Su juicio me hace enfadar y arqueo las cejas.

 — ¿Y tú sabrías esto porque has pasado mucho tiempo hablandocon ellos? ¿O porque has estado allí, cuando uno es cambiado? 

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Las palabras caen entre nosotros como el cristal, rompiéndose apedazos a nuestros pies mientras estamos inmóviles, incapaces demovernos, ambos dispuestos a sacar sangre ante esa acusación. 

 Tengo el salvaje pensamiento de que ésta   no es la reunión queninguno de los dos esperaba. 

 — No estoy seguro de qué es lo que quieres decir  — dicefinalmente, sus palabras cuidadosas y contenidas. 

Le sonrío, burlonamente.

 — Sabes, pensé que fuiste a su cama por lástima. O incluso porlealtad. Pero es más simple que eso, ¿no? 

Sus ojos están sobre los míos, vigilantes y cautelosos. Doy unpaso más cerca, acorralándolo en su asiento en la ventana.

 — La amas. Ella te da lo que quieres, lo que siempre has querido,conocimiento y poder. Te ha hecho la herramienta que la Comisión nopuede descartar. Y la amas por eso.  — Hago una pausa y despuésañado — : Siempre la amarás por eso. Más de lo que alguna vez meamaste. 

 — No sé de qué estás hablando — dice, con voz ronca. Pero éste esBerg. Y yo soy yo, y no hay manera en que pueda mentirme, noabiertamente. Ahora que he liberado mi deliberada ceguera, la verdades evidente, obvia. 

Me alejo un paso, y él toma mi mano, deteniéndome. Siento ungruñido construyéndose en mi garganta, y lo ahogo antes de que puedaliberarlo, he pasado mucho tiempo entre los lobos expulsados. 

 —Vas… ¿te irás de nuevo? — Su voz es vacilante, y cada palabraes como una bofetada. 

Las lágrimas queman en mis ojos y desesperadamente quierocorrer hacia la noche, hacia los brazos de Arjun. En lugar de ello, niegocon la cabeza y mi voz es inquebrantable mientras digo:

 — No. Estoy de vuelta para quedarme, Berg. 

El suspiro que me sigue por la puerta es un misterio. No estoy

segura de si está aliviado o decepcionado por mi respuesta. 

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Traducido por Sandra289 y Nanami27Corregido por Marta_rg24  

Llegué al estudio temprano. La Señora no estaba ahí, aunquealguien, Gwen lo más probable, había desplegado un almuerzo de pan ypollo, rodajas de pepinos, y un caldo de carne espeso. Lo huelo, y robo

una cereza del plato de fruta. Ociosamente, me pregunto quién fue a laCiudad por fruta fresca. Y me pregunto dónde está la Señora.

¿Cómo voy a manejar esto?  Ella no salió de su habitación ayer porla noche y estuve feliz de escarpar de ella, de dejar esto de lado hastaahora, los niños me habían mantenido ocupada.

Vagabundeo por el estudio, leyendo los títulos de los libros de losviejos estantes de madera de cerezo. Cualquier cosa que mantendría mimente aquí, concentrada. Es demasiado fácil dejar mi mente vagar.Preguntándome dónde estará Arjun, y si estaba bien.

Empujo el pensamiento y leo los títulos. Los libros son una matrizde nombres y títulos, y muchos suenan inmensamente aburridos. Perohay algo escalofriante. Tienen cierto sentido.

Anatomía del cuerpo.

El lobo salvaje.

Explicación de Teorías Genéticas

Medicina Moderna   — esta es una edición de disquete, y hay varios,numerados, después del primero.

Echo un vistazo al escritorio, está ordenado, limpio, los papelesapilados en un montón ordenado. Si los hojeo, ¿seré capaz deentenderlos? ¿Tendrá algún sentido?

Más importante, ¿podrán Rook y la manada desenredarlos?

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Un suave ruido sacude mis pensamientos, y dejó caer cerrado ElDiario de Medicina Moderna cuando la miro. Ella me está mirando, ycon una divertida sonrisa en sus labios, y sutilmente, el aire cambia.Cargado. Lleno con una tensión que me perturba.

Pienso en Arjun, en sus dorados ojos, y la confianza que losllenaba. La confianza que Rook puso en mí. Tomo un hondo suspiro ysonrío a la mujer que me crio.

 — ¿Deberíamos comer primero? — pregunto, señalando la bandeja.

Ella asiente, deslizándose delante de mí en un susurro de faldasde terciopelo y perfume. Le entrego un plato, y veo por debajo de mispestañas como toma un pulcro bocado. Finalmente, dice:

 — Berg está un poco perturbado por los cambios en ti, Sabah.

Inclino mi cabeza.

 — ¿Por qué le diría eso a usted, en vez de a mí? — pregunto.

Ella se ríe, un ruido no entretenido. Obviamente, el tiempo de laspretensiones ha pasado.

 — Déjame ser honesta, querida. Berg ha confiado en mí durantemucho tiempo, más largo que el que tú has estado con los lobosexpulsados.

 — Entonces, no estoy segura de por qué mis cambios sonimportantes para él — dije honestamente.

 — ¿Por qué has vuelto? — pregunta ella.

Esa es: la pregunta con la que he luchado y todavía no tengo unarespuesta real  para ella.

 — Esta es mi casa — digo, tragando la amargura y el anhelo que searrasan por mí.

 — ¿Qué hay sobre el lobo expulsado que te rescato?  — pregunta,sus ojos agudos y sondeándome.

Me encojo de hombros y tomo un bocado de pollo. Ella me

observa, silenciosamente.

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 — Ellos te dieron una opción, Sabah. Y necesito una respuesta.

El pollo está de repente seco y asfixiante. Toso, deglutiendo. Sabíaque lo haría, pero todavía me sorprende que haya llegado tan rápido.

 — No te puedes quedar en el limbo para siempre.  — Niega con lacabeza — . No sé qué hacer contigo y estos nuevos…cambios. 

Me quedo mirándola.

 — ¿Qué quieres hacer?

Ella hace un ruido poco elegante, uno que me sorprendesonriéndole.

 — Has dejado muy claro que lo que yo quiera para ti obviamenteno es lo que te gusta, querida.

Las Tribus. Criar hijos para su uso.

No quiero ninguno. Pero uno puede darme ventaja y ayudar a loslobos. La idea que comenzó a formarse la pasada semana estápresionándome, y tomo un sorbo de agua, ordenando mis ideas. Con lamanada lejos de mí, ¿es vivir aquí tan malo? ¿Sería mejor vivir salvaje

con la Tribu? Y si puedo usar mi recapitulación para beneficiarlos… 

La miro, y digo.

 — ¿Por qué sigue él aquí?

Sorpresa y alarma llena sus ojos, estaba ahí y se va rápidamenteque casi me olvido de ello.

 — La Comisión está siendo exigente, quieren Asegurarlo antes deque entre en la Universidad. Y él ha sido muy insistente. Quiere quevayas con él — dice.

Las palabras deberían haber sido más que un puñetazo. Peroestaba casi esperándolo. Berg siempre ha sido parte de mi vida, lepertenezco, de una forma que no puedo empezar a descifrar. No es tansorprendente que él iba a exigir mi Ciudadanía también.

Lo que es sorprendente es cuanto me repele la idea.

Reí, asintiendo.

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 — La Ciudad no quiere a Vulgares desterrados. Pero no apartarána un científico que tú entrenaste.

Hay un profundo suspiro, y la miro.

 — ¿Cómo lo sabes? — pregunta, débilmente.

Estoy sorprendida de que ella no lo niega o disimula.

 — Los lobos expulsados. Tienen un buen almacén de secretos.

 — Ellos me odian — dice, su mirada distante.

 — Bueno, no les ha dado muchas razones para sentir afecto por

usted — digo.

Ella suspira ante eso, y la estudio, tratando de leer lo que estásintiendo. Sus ojos son remotos, y me hacen parar, dudando. Laangustia en sus ojos me sorprende.

 — ¿Señora? — le incito.

Suspira.

 — En su defensa, Sabah, Berg quiere contártelo. Él quierecontarte sobre el entrenamiento de años.

 — ¿Por qué tú no? — pregunto, sintiéndome traicionada de nuevo.

Ella se encoge de hombros.

 — Algunas cosas son difíciles de explicar, sabes sobre lasProtestas de Mutaciones, sabes del sentimiento público sobre loscientíficos.

Es una excusa, y me hace enfadar.

 — No es sólo una científica  — espeto — , es la Señora, y si mehubiera dado la opción, podría haberla aceptado.

 Tal vez ella oye el tiempo pasado en mi voz, porque sus ojossuben, helados y duros.

 — ¿Y ahora?

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Me quedo mirándola. Es ahora, el momento con el que la manadaestaba contando, pero ¿es lo qué ofreceré suficiente aliciente?

 —  Tengo una proposición  — digo, con cuidado. Las cejas de laSeñora se arquean, pero permanece en silencio.

 — Estoy de vuelta. No estoy yéndome con la manada. Esta es mivida, todo lo que había pensado en el pasado. — Una sonrisa se arrastrapor sus labios, y añado, rápidamente — . Pero eso no significa que tenga  que aceptar la Ciudadanía. No tengo que criar a sus hijos, me puedocasar en las tribus, o caminar en la oscuridad y desaparecer en elexterior. Y dejar a Berg sin el Seguro.

 — Esta Alba. — Se opone, su voz tensa.

Rio.

 — Si piensa eso, lo habrías enviado a la Ciudad mientras yoestaba fuera. — Inclino mi cabeza — . Le quiere, ¿no?

No se encuentra con mis ojos, algo en su regazo es de prontoinmensamente interesante.

 — Por supuesto, me preocupo por él. Los dos fuisteis mis primeros

niños. Y él me acepto, y a mi conocimiento, sin juzgarme.

Puedo entender eso. A pesar de que la idea de ellos juntos aún mepone enferma de rabia, entiendo la relación. Berg siempre ha estadoenamorado del conocimiento, de las historias; un tipo de sueñoexistencial que nuca he entendido.

La Señora nutrió ese amor, y lo compartía.

 — Siempre he sabido que podrías ser con la que él terminaría.Estoy contenta con eso, puedes hacerlo feliz de una manera que yo nopuedo — dice, mirando hacia arriba.

 —Pero Alba… — digo, mi voz endureciéndose. Compartimos unamirada, y en eso, si no en otra cosa, estamos unidas. Alba no esadecuada para Berg.

 — Iré a la Ciudad y me quedaré con él — digo con cuidado. Me estámirando, sabiendo que algo viene — . Pero quiero saber en qué está

trabajando. ¿Para qué necesita las zarzas de estrellas?

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La sorpresa en su rostro es tan aguda que es cómica.

 — ¿Qué ?

 — Lo sé  — digo — , que tiene propiedades curativas. Quiero saber

qué está haciendo.

Sus ojos se estrechan pensativos.

 — Quieres decir lo que los lobos expulsados quieren saber.

No respondo y ella suspira.

 — Supongo que esperabas eso, he mantenido esto para mí misma

más tiempo del que pensaba que era capaz  — dice ella — . Sabah,necesitas entender algo. Nací genetista, una de las que sobrevivieron ala purga.

Parpadeo. Eso no es posible.

 — La purga fue justo después del Cataclismo — digo.

Ella asiente, mirándome.

 — Pero eso fue hace cientos de años atrás — protesto.

 — Lo sé  — dice simplemente — . Mi padre estaba trabajando en unbiosuero. Era sintetizador de propiedades de plantas, una de lashíbridas que habían creado en los laboratorios antes. Ellos fortalecieronsu ADN, y jugaron con el suero. Él no estaba envuelto en lasmutaciones genéticas, todos los experimentos eran en ratas delaboratorio.

 — ¿Para qué era el suero?

Ella se ve sorprendida de que yo no me haya dado cuenta.

 — La longevidad. La eterna búsqueda de la fuente de la juventud.

La miro, me pregunto si su padre había encontrado esa fuente.Como siempre, ella parece intemporal: maravillosamente madura, perotodavía joven. No por primera vez, pienso que ella luce exactamenteigual ahora que cuando nos encontró a Berg y a mí fuera del Escudo.

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 — Padre no tenía opción, sin embargo, no después del Cataclismo.La Comisión controlaba todo y no tuvo reparos en exponerlo. El públicoaún quería a todos los genetistas muertos. El precio de su protecciónera ayudar a crear a los lobos expulsados.

Incluso sabiendo lo que estaba por venir, sabiendo que ella esculpable, todavía me duele. Escucharlo, en sus propias palabras,admitir que ella ha ayudado a crear a tales criaturas. Niego con lacabeza, mirando hacia otro lado.

 — Así que las zarzas de estrellas son para el cambio.

Ella se ríe.

 — No .

Mi mirada vuelve de nuevo a ella, y ella sonríe, empujando unmechón de pelo hacia atrás con impaciencia.

 — Sabah, estoy buscando un cambio.

La esperanza erupciona en mí, tan caliente y embriagadora queno puedo verlo.

 — ¿Por qué?

 —Porque nunca he querido cambiar en primer lugar. Y… — 

duda — . He perdido cosas, también. No fui una Exiliada por nada, losabes.

Su tono es seco pero las palabras me recuerdan que es verdad. LaSeñora hizo algo para enfurecer a la Comisión. Agarro una cereza delhelado cuenco de frutas, y me siento esperando.

 — Unos pocos años antes de que tú y Berg aterrizaseis en mipuerta, la Comisión llegó a mí. Ellos tenían un Guardián de Walden quequerían que cambiara. Pero no me decían lo que había hecho.

 — ¿Eso importa? — la interrumpí, sorprendida.

 — Por supuesto — dice con aspereza — . No cambiaría a alguien queno lo mereciera.

Pienso en Arjun, en defensa de su hermana lo que les condenó alos dos. O las protestas de Merc de la purga de su madre.

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 — ¿Qué hiciste?

 — Rechacé cambiarlo. Llamaron a otro genetista, uno de Cagio. Y yo fui una Exiliada.

 — ¿Ahí fue cuando empezó a buscar una cura? — pregunto.

Ella se encoge de hombres.

 — Eso se desarrolló con el tiempo. Estaba enfadada, por supuesto.No acababa de perder mi Ciudadanía, perdí mi Seguro. Y, aunque erararo, lo quería. Éramos felices, más que cualquier arreglo biológico.  — 

Ella se ve melancólica. Una sonrisa vuelve a sus labios — . Y vi a loslobos expulsados. Eran tan convincentes, solitarios, elegantes y

desafiantes. La idea de desafiar a la Comisión, era atractiva. Y sabía delas zarzas de estrellas. Sabía que podían ayudar a los lobos expulsados.

 — ¿No son naturales, no?

 — No. Son un producto del laboratorio. Después del Cataclismo,de alguna manera se volvieron salvajes y se extendieron. No es que  — 

añade — , fuera necesariamente una cosa mala. Tenía los diarios de miPadre, y me hicieron pensar. Si la savia de las zarzas de estrellas podíaextender la vida, en un suero correcto, ¿podrían revertir enfermedades?Porque, en esencia lo que hacemos durante el Cambio es infectar elADN con un patógeno. Las zarzas de estrellas podrían eliminar lainfección y sus sistemas podrían revertirse a lo normal.

Suspiro.

 — Es por eso que pueden quedar embarazadas.

Sus ojos se estrechan.

 — ¿De qué has estado hablando?

La pregunta me sacude. Sacudo la cabeza, consciente de queestoy en terreno desconocido. La manada no se fía de la Señora y,incluso a la luz del nuevo conocimiento y la inquieta comprensión, soycautelosa. Ella sigue siendo una herramienta de la Comisión.

Me paro abruptamente. No estoy preparada para esto, no sinalguna orientación.

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 — ¿Podemos hablar de nuevo mañana?  — pregunto. La Señoraduda, pero asiente.

Lo puedo ver en su mirada, sabe que estoy ocultando algo. Pero laverdad es que estoy demasiado confundida para preocuparme. Arjun, lamanada entera está esperándome, dependiendo de mí. Y estoydudando, sin saber si puedo confiar en ella.

Quiero salir corriendo fuera, sentarme debajo de mi árbol yesperar que Arjun venga a mí. Pero los niños están esperando cuandodesciendo la escalera. Los ojos de Kaidan están reconociéndome,amonestándome y yo trago.

Mi crisis personal esperará. Los niños me tiran a la biblioteca

familiar, y me siento en el sofá. Kaira cae bruscamente a mi lado.

 — Hemos sido pacientes, sabes.

Las palabras son tan típicas de ella, pinchando pero sin hacerdemandas, que me río.

 — Lo has sido. Muy paciente.

 — ¿Cómo fue, estar con los lobos? ¿Son tan feroces como dicen? — pide Cedric, su ojos brillantes.

Un recuerdo, la multitud de lobos expulsados alrededor durantela tormenta ácida, se desliza por mi mente, y me estremezco.

 — Más aún.

 — ¿Estabas asustada? — demanda Lilith.

Sonreí, triste.

 — Para nada. Son muy amables, e incomprendidos. Peligrosos ysalvajes, pero desgarradoramente suaves, cuando quieren.  — Los dedosde Kaida tocan mi muñeca, y recorre el pulgar sobre mi pulsera,pensativa. Me mira, con confusión en sus ojos.

 — Suenas como que los echas de menos.  — La voz proviene defuera, y levanto la mirada, sorprendida de encontrar a Berg allí,observándonos.

 — Lo hago — respondo.

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El disgusto tuerce su cara y me pregunto, ¿sabe él en lo que laSeñora está trabajando? ¿Ayudaría, sabiendo como él odiaba a los lobosexpulsados?

Y si se entera de que dos acechan fuera de la puerta, ¿trataría deacabar con ellos?

Este es el regreso a casa que echaba de menos. Los niñosdemandando cada detalle de mi tiempo fuera, y pasar horas con ellos,relatando la comida, la piscina de azufre, Jade y su divertida fragilidad.Parecen fascinados por Rook, especialmente Cedric.

La Señora ordena ver a Gwen y finalmente tengo un momentopara respirar, incluso si estoy siendo pinchada y pinchada como yo. Por

mucho que adore a los niños, es bueno tener un momento a solas.

 — Estos puntos son increíbles,  — murmura Gwen, examinandomis nuevas cicatrices. Me mira — . ¿Un lobo expulsado hizo eso?

Me muevo incómodamente.

 — Los lobos expulsados me curaron, pero las heridas originalesvinieron de un oso.

Ella sacude la cabeza.

 — Eso sólo debería haberte matado, los osos tienen veneno en susgarras, de las plantas venenosas que comen.  — Pone una nota en sutableta, y luego suspira — . Bueno, aparte de estar un poco baja de peso,estás perfecta, Sabah.  — Frunce el ceño, tocando debajo de mis ojos.Duelen, lloré por horas antes de finalmente dormirme anoche — . ¿Hasdormido?

Me encojo de hombros, dándole una suave sonrisa.

 —  Tanto como se puede esperar.

 — ¿Quién era él?  — pregunta, y la miro bruscamente — . No essorprendente, Sabah. Estabas distraída antes de irte. Y no has estadoparticularmente cálida hacia Berg desde que estás en casa.

Es cierto, pero es la primera vez que me lo dicen. Suspiro.

 — Arjun. Uno de los lobos expulsados.

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 — ¿Qué paso? — pregunta, gentilmente.

Las lágrimas pinchan mis ojos de nuevo, ¿me quedaré sinlágrimas? ¿Pararé de afligirme? ¿Cómo puede algo herirte tanto que dejede perjudicarte? Empujo mi pena, con una enorme asfixia.

 — Mi vida está aquí — digo simplemente.

***

Las horas entre medianoche y las primeras comidas son las másoscuras. Los peligros del exterior vienen arrastrándose de la nada, losleopardos con su aguda visión nocturna, los dragones que se dan unfestín con el miedo tanto como de carne. Incluso las tribus errantes quese aprovechan de los Exiliados solitarios. Guardianes retirados detrásde los escudos, es nuestro mundo más peligroso.

Me detengo en las escaleras, mirando en la oscuridad de laMansión, incluso la biblioteca está oscura. Berg está dormido también.Libero la respiración que estaba manteniendo, y me deslizo a través deloscuro silencio. Mi capa se cuelga en la puerta frontal, con mi bolsohecho jirones. Un sentimiento de anhelo me recorre, pero esamortiguado rápidamente por mi creciente emoción.

El viento está mordiendo, y me sacude la capucha hacia atrás.Después de casi dos días en la Mansión y el calor sofocante, el frío esterrible y maravilloso. Corro a través del hielo y la nieve, el vientotrayendo lágrimas a mis ojos.

Dos fuertes brazos tiran de mis pies antes de llegar al edificioexterno y el mundo parece parar dejar de girar, poniéndome alrededorcon una rectitud que me quita el aliento. Los ojos dorados de Arjun

están ansiosos cuando me acaricia la espalda, mis brazos, alisando mipelo, sus manos parecen estar en todos lados, casi tranquilizándose a símismo que estoy bien.

Me pongo de puntillas, tirando de él hacia mí. Sus labios seencuentran con los míos en un duro beso, y la dolorosa soledadretrocede.

Subo en mis dedos de los pies, tirando de él hacia mí. Sus labiosse encuentran con los míos en un beso duro, y la dolorosa soledad en

mí retrocede.

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Estoy llorando, y no sé cómo parar. Me apoyo en él, con la cabezametida en la curva de sus hombros. El olor que se aferra a él, a madera,humo y salvajismo, hace mi ritmo cardiaco constante.

 — Shh, ahora silencio, Sabah — murmura — . Estoy aquí.

Una risa brota de mi garganta, histérica. ¿Cuánto tiempo… cuanto tiempo está aquí? Quiero rogarle, las palabras están en la puntade mi lengua. Hasta que miro hacia arriba y veo sus dorados ojos.Están extraños, distantes, y hacen que las palabras se sequen en mislabios.

Doy un paso hacia atrás, ignorando de la punzada de pesar aldejar su calor.

 — Hablé con la Señora — digo. Merc parece materializarse desde lanoche, encorvándose fuera de la oscuridad, hasta situarse al lado deArjun.

 — ¿Y?

Muerdo mi labio.

 — Está trabajando en una cura, y pienso que podemos obtenerla

de ella. Pero necesito ofrecerle algo.

Los ojos de Arjun se estrechan.

 — ¿Qué estás pensando?

 — Parte de eso no te concierne a ti  — digo rápidamente — . Peronecesito el jardín, si le ofrezco eso, ella me dará lo que sea que pida. Yno vais a ser usados nunca más.

Se miran el uno al otro, deliberando en silencio.

 — La manada se ha ido — dice Merc perezosamente.

Arjun suspira y asiente.

 — Está bien. Dale el jardín.

Asiento con la cabeza.

 —  Tendré el suero mañana, entonces.

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 — ¿Funciona?

 — ¿Cómo se suponía que ella supiera eso?  — pregunto,exasperada — . No hay un suministro listo de lobos exiliados haciendocola para probarlo.

 — Lo haré — dice Merc alrededor de un bostezo.

Mis ojos van a Merc. Arjun no argumenta, deben haber habladode esto. Salvo una sola mirada para Arjun, incluso mientras niego conla cabeza.

 — Merc, es demasiado peligroso. El suero no ha sido probado.

 — Es por eso que debe serlo, antes de que se lo llevemos a lamanada.

Su tono complaciente ha desaparecido, su voz es dura eimplacable. No hay ninguna razón para discutir. Es obvio que están juntos en esto, y argumentar no servirá de nada. Así que asiento haciaél.

 — Si eso es lo que quieres.

Merc me sonríe, y miro a la Ciudad, las luces comenzando ailuminarse detrás del Escudo. El amanecer está cerca.

 — Arjun, no sé cuánto tiempo va a tomar  — le digo — . Pero sivamos a hacer esto, tiene que ser ahora. Berg no puede saberlo hastaque tengamos la aceptación de la Señora.

 — Voy a estar esperando en la curva del río  — dice, y aunqueparece pálido, está estable. Me pregunto de repente en lo que hará, si

esto mata a Merc. ¿Puede él sobrevivir solo en el desierto?

Aparto esos pensamientos y me vuelvo hacia Merc.

 — Vámonos.

***

Es más difícil, deslizarse de nuevo en la casa, puede ser a causa

de los nervios que hacen que me tiemblen las manos. Dejarme sola, sin

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nadie que me interrogue, es fácil. Traer un lobo exiliado a la casa quecomparto con los niños inocentes y Berg, es muchísimo más difícil.

 — Sígueme y permanece en silencio  — murmuro, justo antes deque la puerta se abra. Capto la sonrisa de Merc, pero la ignoro mientrasme deslizo en la casa.

Hay sonidos silenciosos provenientes de la cocina. Me asomodentro. Cook está revolviendo papilla sobre el fuego, pero lo que haceque mi corazón de un salto es la Señora.

Está sentada, envuelta en una manta larga, su cabello en cascadaa su alrededor. Sombras manchan bajo sus ojos mientras mirafijamente a su taza. Es tan sorprendente verla que me sacudo hacia

atrás, asustada. ¿Ella sabe que me estoy perdiendo? Merc toca mihombro inquisitivo y niego con la cabeza. Algo golpea contra la mesa, yme asomo de nuevo.

 — Ella ha cambiado.  — Cook está sentada al otro lado de laSeñora, sus ojos brillantes y exigentes.

 — Sí — responde la Señora, su voz plana.

 — ¿Y ella sabe que eres una científica?

Un suspiro de impaciencia.

 — Sí, Lottie. Lo sabe. Está furiosa y dolida, y no estoycompletamente segura de que no vaya a huir de nuevo.

Cook hace un ruido desagradable en la garganta.

 — Ella tiene ese derecho, Kathleen. Te lo dije años atrás, que

Sabah lo averiguaría eventualmente.

 —Está ocultando algo. Y si solo confiara en mí… — suspira laSeñora.

La voz de Cook es inusualmente amable cuando dice:

 — No le has dado razones para confiar en ti, Kat. Tú misma lo hasdicho… ella está herida. Dale tiempo a la chica. 

 — ¿Y si ella se va de nuevo? Eso casi mató a Berg.

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La pregunta susurrada me lastima. He estado tan absorta en mipropia confusión emocional, que no he escatimado ningún pensamientoen cómo eso afectó a Berg. Ni siquiera he considerado que él podríaestar feliz de que esté en casa. Si soy honesta, quizá peleemos, así

no vería su felicidad. No estoy segura de que pueda enfrentarlo.

 — No lo hará — dice Cook.

 — ¿Cómo puedes estar segura?

Hay una pausa, y luego un susurro de tela y el crujido de unasilla.

 — Algo le pasó, allá afuera. Encontró algo… amor,  creo. Puedes

verlo en sus ojos cuando calla. La pérdida y el dolor que está tratandode ocultar. No podrá sobrevivir la pérdida más de una vez. Si ella estácaminando lejos de ello ahora, no va a hacerlo de nuevo.

Soy consciente de Merc, a mi espalda, escuchando. Puedo sentirsus ojos en mí, conocedores e insistentes, y me sonrojo. Suficienteespionaje.

Entro en la cocina, haciendo un gesto a Merc para quepermanezca en las sombras. La Señora me mira, aturdida, pero Cookno bate un ojo.

 — ¿Hambrienta, chiquilla? — pregunta, poniéndose de pie.

Niego con la cabeza y ella hace un ruido en su garganta, un suavegruñido, ignorándome mientras hace un cuenco de gachas.

 — Señora, dijo que estaba trabajando en una cura  — digo,sentándome frente a ella.

Asiente con la cabeza.

 — La quiero  — digo. Sus ojos se lanzan a mí y comienza a deciralgo antes de que la corte — . Puedo ofrecerle un jardín, dos veces eltamaño del invernadero, lleno de zarzas de estrellas... que no requieraarriesgar a uno de los niños. La llevaré a él, e iré a la Ciudad con Berg yseré su Seguro. Pero a cambio, quiero la cura.

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Veo el hambre en sus ojos, esa que trata desesperadamente deocultar. Puedo sentir la ira rodando de Merc, la que ignoro. Mi ofertaestá ahí, y ahora espero.

Ella lame sus labios.

 — No está probada. Podría simplemente matarlos con facilidad.

 — ¿Qué pasa si pudiera probarlo? ¿Me lo daría, si pudieraprobarlo primero? — Pregunto, mirándola a los ojos.

Baja la taza que había levantado a medio camino de su boca, ydice lentamente:

 — ¿Tienes a un lobo exiliado que me permitirá experimentar conél?

Sin romper el contacto visual, llamo:

 — Merc.

Merc se desliza en la cocina, en silencio excepto por el leve roce desus garras en el suelo de madera maltratada.

La Señora jadea, un sonido estrangulado. Cook hace una pausaen preparar mi desayuno, y Merc les sonríe a ambas, perezoso einsolente. Tengo que ocultar mi sonrisa, ¿nada nunca le perturba?

Cook suspira, mirándolo.

 — Supongo que querrás desayunar también, entonces.

***

Encuentro a Berg después que Cook alimenta a Merc. Estoy unpoco sorprendida de que la casa todavía esté durmiendo, pero estoyagradecida por las pequeñas bendiciones. Por mucho que no me gustenlos secretos, ahora no es el mejor momento para que todos salgan a laluz.

 — La Señora necesita vernos — digo, sacudiendo a Berg despierto.Parpadea hacia mí, soñoliento y dulce, y por sólo un latido del corazón,

toda mi ira se ha ido. Me inclino hacia abajo, antes de que pueda

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pensarlo mejor, y lo beso. Es breve, un suave roce de labios tan ligeroque acabó casi antes de empezar.

Él parpadea hacia mí, con una media sonrisa en los labios.

 — ¿Qué fue eso?

Me encojo de hombros, enganchando un mechón de cabellodetrás de mi oreja.

 —  Te eché de menos — digo con sinceridad.

Su sonrisa se ensancha, y me tira hacia abajo, besándome enesta ocasión, un beso profundo y serio.

Es extraño, algo está fuera de ello. Por un momento, creo que esporque me siento como si estuviera traicionando a Arjun. No puedodejar de compararlos a los dos, y ahí es cuando me doy cuenta de loque lo extraño que es.

Besar a Berg es plano y liso, todo, incluso los bordeados y suaveslabios. No hay dientes afilados mordisqueando suavemente mi labioinferior, no hay una ligera protuberancia para darle al beso textura ydimensión.

Me alejo, obligando a los pensamientos a regresar.

Mientras él se pone de pie y se estira, me permito a mí mismapreguntarme: ¿cuándo empecé a ver las diferencias en los lobosexiliados como normales? ¿Cuándo dejé de verlos en absoluto?

Berg se dirige hacia la cocina para tomar un café, pero atrapo sumano y tiro de él arriba.

 — Ella está esperando — digo, impaciente.

La Señora está en su estudio, inclinada sobre una revista gruesa,garabateando. Es una de las pocas veces que la he visto escribir enpapel — por lo general mantiene las notas y listas en su tableta. Levantala vista cuando entramos, de alguna manera distraída. Un mechón decabello cae a sus ojos y Berg hace un ruido, dando un paso adelante.

 — ¿Kathleen?

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Él se detiene bruscamente, mirándome con torpeza, y agito unamano impaciente.

 — Kathleen Lawson, lo sé. Y sí, está de mal humor. ¿Podemosenfocarnos, por favor? — Me dirijo a ella — . ¿Dónde está?

 — Mi laboratorio  — responde — . Pero, Sabah, no puedes estarpresente.

Me río ante eso, ignorando la mirada confusa en el rostro deBerg.

 — No. No hay manera en que vaya a permitirte trabajar en él sinque yo esté presente.

 — Puedes confiar en mí — espeta, su voz herida.

Sofoco un suspiro y paso una mano por mi cabello.

 —Lo hago… pero él está confiando en mí. Y no voy a dejarlo pasarpor esto solo.

 — ¿Quién? — demanda Berg, mirando entre nosotras.

La Señora se muerde el labio.

 —El suero… ¿el nuevo que hice que probaras en ratas? 

Él asiente con la cabeza, y casi me río de la ironía, Berg, que odiaa los lobos exiliados, es el fabricante de su salvación.

 — Vamos a hacer ensayos de ello — dice la Señora, inclinándose denuevo hacia sus notas.

Frunce el ceño.

 — ¿En qué? Ni siquiera sabemos lo que hace.

 — Es para revertir el mapeo de ADN en un lobo exiliado  — 

murmura.

Sus ojos van de mí hacia ella y luego se ríe, la ira y la histeriallenando la risa para hacerla una parodia de diversión. Si estuviera

pensando claramente, la risa podría preocuparme.

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 — No tenemos un lobo exiliado en qué probarlo — dice.

 — En realidad — inserto — , lo tenemos.

***

Dejo a Berg en el estudio con la Señora, y hago mi camino allaboratorio. Merc está sentado en una mesa de acero, y me sonríe,luciendo enfermo.

 — Esto va a funcionar — digo, intentando sonar confiada.

Él se encoge de hombros, haciendo un trabajo admirable enretratar su indiferencia habitual.

 — Lo veremos muy pronto.

Me subo a su lado, en silencio. Mis palabras tranquilizadoras noharán nada, sino atestar el aire ahora.

 — ¿Con quién está discutiendo ella? — pregunta, curioso.

 — Berg — digo escuetamente.

Su mirada se desliza hacia mí.

 — ¿Es ese el chico?  — Me sonrojo pero asiento. Merc me estudiadurante un largo rato y me pregunto si puede oler a Berg en mis labios.

 — ¿Realmente vais a vivir en la Ciudad? — pregunta.

 — El suero tiene un precio — digo, con ligereza.

 — No este  — dice, y por una vez él es el serio — . Arjun nunca lopermitiría. Incluso Rook estaría de acuerdo en que es demasiadoexagerado para un precio.

Suspiro.

 — Deja eso, Merc. No voy a estar con Arjun. Vivir en la Ciudad esmi mejor opción.

 — Chica estúpida.

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Lo fulmino con la mirada, pero es difícil estar enfadada conalguien que habla con tanto cariño exasperado. Toma mi mano,apretándola ligeramente.

 — No se lo digas — digo, en el repentino silencio. La discusión de laSeñora y Berg se ha apagado. Van a estar aquí pronto. Puedo ver elconflicto en sus ojos. Mi voz es un susurro, cuando se lo ruego — : Porfavor, no se lo digas a Arjun.

Asiente con la cabeza, aprieta mi mano en la suya.

 — ¿No me dejes?

Es el primer indicio de miedo, e inclino mi cabeza en su hombro,

cerrando los ojos. No sé cómo saldrá esto, y no quiero ver a un amigomorir. La Señora había sido clara, en la cocina, en lo peligroso quesería. Los dos sabemos que él podría fácilmente morir como ser curado,o el suero podría fallar y seguiría siendo un lobo exiliado. Quiero huirde la sala, huir de la Mansión, esperar en la oscuridad con Arjun.

Pero no voy a abandonar a Merc.

La Señora y Berg entran, ella temblando de emoción, élfulminante. El vidrio tintinea junto y lamo mis labios, los nerviosinundándome.

 — ¿Qué vas a hacer? — pregunto.

 — Es muy sencillo, de verdad  — dice la Señora. Rebusca en uncajón y saca una gran jeringa. La aguja está oculta por el plástico, peropuedo verla, brillando débilmente bajo la luz eléctrica, su laboratorio yel invernadero son los únicos lugares en la mansión en que utilizamosluces eléctricas — . Vamos a inyectar el suero en su torrente sanguíneo.

Debe iniciar una reversión, ya que funciona a través de su sistema. Sisu cuerpo lo rechaza… — hace una pausa, mira a Merc.

 — Si su sistema lo rechaza  — dice Berg fríamente — , él podríadesangrarse o volverse loco. Quizá ambos. Tendrá que ser contenido.

 — ¿Asustado, niñito? — dice Merc, su sonrisa perezosa volviendo.

 — Difícilmente — espeta Berg, furioso.

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La cabeza de Merc se inclina mientras estudia a Berg, y luego susojos vienen a mí.

 — Sabes que lo puedes hacer mejor, ¿verdad, Sabah?

Aprieto su mano, fulminándolo con la mirada.

 — Basta, Merc. Simplemente déjales ponerte las ataduras.

 Toma un ridículamente corto período de tiempo hasta queterminan los preparativos. La Señora está esperando con impacienciaantes de que Berg haya terminado de asegurar a Merc. La jeringa conespeso suero gris está colocada en una bandeja de acero, esperando.

Berg da un paso atrás, mirando. La Señora le toca el hombro.

 — No tienes que quedarte, Berg.

 — Dije que lo haría — escupe, mirando a otro lado.

Merc se ríe en sus ataduras.

 — No me hagas favores, niño.

 — Cállate, Merc  — reproduzco mecánicamente. Me mira, y ladiversión se desliza. De repente, su miedo es casi tangible bajo sufachada, y mi respiración se atrapa. Sin palabras, voy hacia él,apretando su mano en la mía — . ¿Listo? — pregunto.

Él asiente con la cabeza. Hay un olor, antiséptico, y luego ungemido bajo, cuando la enorme y gruesa aguja encuentra su vena. Suagarre se aprieta en mi mano, y siento los huesos molerse juntos, altiempo que la Señora inyecta el suero.

Y luego esperamos.

***

Durante horas, no pasa nada. Me vuelvo inquieta, moviéndomeen mi asiento junto a Merc. Él está tranquilo, dormido.

 —  Te preocupas por él — dice Berg, detrás de mí. Es lo primero queha dicho a cualquiera desde la inyección.

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Retiro mi mano del agarre de Merc, flexionándola mientras lasangre corre a través de mis dedos.

 — Es un amigo, Berg. Nada más — digo.

 — Pero hay uno, quien es más. ¿Es aquel con el que luché?

No es una pregunta, pero me irrita, no obstante. Arjun es mío , yBerg está difícilmente en condiciones de estar lanzando piedras. Me giropara mirarlo.

 —¿Tenemos que hacer esto? Me voy a la Ciudad… estoy

eligiéndote. Solo déjalo ir. Yo no pregunto sobre ella.

Parece sorprendido, pero no presiona.

Merc hace un ruido suave en la mesa, y miro de vuelta hacia él.El cambio es sutil, si no hubiera estirado la mano para empujar elcabello de su rostro, no lo habría notado.

Largo pelaje marrón surge en una mata.

Me quedo mirándolo, sin comprender, antes de dar una miradainquisitiva a Berg y la Señora.

Un grito espeluznante, tan estridente que hace que me duelan losdientes, desgarra el aire. Los ojos de Merc están abiertos, saltones, lamirada perdida en el techo mientras se arquea contra de las ataduras.La sangre llena su boca, ahogando su grito en un terrible gorgoteo.

 — Señora  — grito, pero no hay necesidad, ella está allí, volviendosu cabeza. La sangre se derrama, salpicando el suelo, manchando mispies. Queda demasiado caliente, salpicando contra mis pantorrillas.

Hay un ruido suave y miro más cerca, a los relucientes dientesafilados.

Grita de nuevo, un sonido animal en dolor y confusión. Oigo ungrito a lo lejos, musical y familiar. Arjun.

Un completo estremecimiento de cuerpo atormenta su figura, y elgrito muere en un gorgoteo de dolor. Sus ojos se aprietan cerrados y leoigo decir mi nombre; veo la forma de él en sus labios ensangrentados.

Me tropiezo más cerca, toco el hombro de Merc, tomando sumano.

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 — Estoy aquí — susurro — . Ya casi termina.

Él gime, todo su cuerpo se relaja cuando el dolor se alivia por unmomento. Y luego se precipita de regreso, y puedo ver la reversión — lasorejas hundiéndose en su cabeza, el pelaje cayendo. Garras como huesoblanco caen al suelo con un ruido mortal, sus demasiado largasextremidades parecen cambiar y contorsionarse. Es doloroso de ver, yquiero desesperadamente darle la espalda. Lo único que no cambia sonsus ojos. Frenéticos, confiados, se quedan en los míos, suplicando. Ydoy un paso más cerca, fuerzo una sonrisa más allá de las ganas devomitar.

 — Estoy aquí — murmuro, reasegurándoselo.

El tiempo pasa, una mancha no definida de dolor y sangre. Élvomita, tantas veces que pierdo la cuenta. Mi vestido está empapadopor el sudor  — el mío —  y la sangre que salpica de él hacia mí. En unpunto, Berg intenta que me vaya. Eso pone frenético a Merc, pero estátan envuelto en el dolor que su protesta se pierde en un quejidoininteligible.

 — Solo ve a comer  — suplica Berg — . Ha atravesado lo peor detodo, y no le harás ninguno bien si muere sobre tus pies.

Niego con la cabeza, testaruda.

 — No hasta que se acabe — dicto, empujando lejos a Berg. Los ojosde Merc se cierran de alivio cuando tomo su mano de nuevo. Duranteunos pocos minutos, él es capaz de relajarse, el dolor sosegándose. Esonos da a todos la oportunidad de respirar. Y luego sus músculos sufrenespasmos de nuevo, cambiando, moviendo. Y el ciclo de dolor comienzade nuevo.

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Traducido SOS por Apolineah17Corregido por katiliz94  

 — No me gusta — dice Berg. 

 Trago el pan que estoy masticando y lo miro.

 — Me importa una mierda — espeto — . Tú no vas. 

Sé que debería suavizar mi tono — la mirada herida en los ojos deBerg me lo dice —   pero después de los últimos tres días, estoydemasiado cansada y muy tensa. Quiero que Berg se calle. Quiero queesto termine. 

Merc se ríe con voz ronca.

 — Yo no discutiría con ella, Berg. 

Le ahorro una mirada. Berg le ha dado un par de pantalones quecuelgan holgadamente de sus caderas y una camisa muy gastada quees demasiado apretada en los hombros. 

De alguna manera, Merc sigue siendo el mismo  — su perezosaposición encorvada mientras come, sus ojos medio entrecerradoscuando nos mira. El largo cabello que cae sobre sus ojos es del mismo

color que su piel, aunque la áspera textura se ha suavizado yadelgazado de alguna manera. Pero otras cosas son diferentes: su bocaes plana e incluso, sus generosos labios se curvan en una sonrisa quees a la vez extraña y familiar. Sus manos parecen sorprenderlo — lo veohacer una pausa por una fracción de segundo demasiado larga cuandose estira por su agua, mirándolas como si le pertenecieran a otrapersona. Las garras se han ido. Las orejas paradas en punta enrespuesta a cada sonido se han desvanecido, se han reabsorbido en sucráneo.

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Si no lo hubiera conocido antes de hoy, no sabría que alguna vezhabía sido un lobo exiliado. 

 — No necesito tu  opinión, gracias  — dice Berg fríamente — . Laconozco mejor de lo que alguna vez podrías aspirar a hacer. 

Merc le da una mirada burlona y luego me sonríe.

 — Veo por qué escogiste a éste . Su carácter alegre pone a todos losdemás en vergüenza. 

Me ahogo con los huevos que acabo de poner en mi boca y Bergse pone de golpe sobre sus pies.

 — Bastardo — gruñe. 

Los ojos de Merc brillan y pongo una mano sobre su brazo.

 — Deja de presionarlo — le ordeno. Él me da una sonrisa burlona,pero se relaja en su silla — . Berg — digo, dirigiéndose hacia él — , ¿puedescomprobar a la Señora? 

Él me mira pero no dice nada mientras se levanta de la mesa ysale sigilosamente de la habitación. 

Dejo escapar un suspiro. Mi cabeza está palpitando y cadacentímetro de mí duele. Los pasados tres días parecen haber duradouna eternidad. Merc está silencioso, pero puedo sentir sus ojostaladrando en mí, tan pesados que hacen que mis manos tiemblen. 

 — ¿Qué? — finalmente escupo, mirándolo. 

 — Nos vamos hoy  — dice suavemente. Es cierto. He sabido que

esto venía, ya hemos mantenido a Arjun y a Merc aquí por más tiempodel que es seguro para cualquiera de ellos. Arjun ha estado ocultándosede la vista por los últimos tres días, mientras que Merc trabajó en lareversión. Cada vez que veo a los Guardianes a la distancia, mi corazónse detiene. 

Pero Merc necesitaba tiempo para recuperarse. El suero fuedevastador, pero exitoso. 

 — Lo sé — digo. 

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Suspira y aparta la mirada, inclinándose hacia adelante pararobar un trozo de salchicha de mi plato. Protestaría, pero la verdad esque no tengo energía, o ganas. Su franco recordatorio ha hecho que miboca se seque y empujo mi plato hacia él. 

 — Necesitas desempacar tu maleta — dice, y eso es algo tan fuerade lugar que en realidad lo miro. Es extraño, mirarlo y ver los ojos deun lobo exiliado mirándome desde el rostro de un ser humano. Me doycuenta de que inconscientemente lo he estado evitando. 

Él sonríe y pongo los ojos en blanco.

 — Me pondré en ello, Merc. 

La Señora se apresura dentro de la cocina, con una bolsa aprueba de agua colgando pesadamente de su mano. Berg la sigue demala gana. Ellos han estado muy ocupados estos últimos tres días.Cuando se hizo evidente que el suero de Berg funcionaría, la Señoraentró en un frenesí de preparación, haciendo un gran número defrascos como fuera humanamente posible ante la cantidad de tiempoque teníamos. 

 — Las instrucciones están aquí dentro  — dice, entregándole la

bolsa a Merc. Ella duda y Merc le sonríe, perezoso y curioso — . Diles quelo siento — suelta — . No fue mi idea o mi intención. Sé que eso no haceque sea perdonable, pero lo siento. 

La ira cruza el rostro de Merc tan rápidamente que nadie se dacuenta, además de mí. 

Gwen entra a la cocina y él se endereza. Escondo mi sonrisa; mepregunto si incluso se da cuenta de eso. Ella sonríe, llegando delante deél. Comprueba su pulso, escucha su respiración y finalmente asiente.

 — No estoy segura de dónde viniste, pero lo harás simplementebien — dice, disparándole una mirada irritada a la Señora. 

Siento una punzada, me gustaría que pudiéramos decirle a Gwenla verdad sobre nuestro invitado poco ortodoxo. Pero la Señora loprohíbe firmemente, y estoy patinando sobre hielo fino ahí. 

 — Con el nuevo suministro de zarzas de estrellas, seré capaz de

hacer más suero — dice y Merc asiente. 

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 — Regresaremos por él.  — Me mira, esperando y tomo unarespiración profunda. 

La Señora me mira, y algo parecido a la tristeza y alentendimiento llena sus ojos.

 —  Tómate tu tiempo, Sabah. 

Berg gruñe y Merc sonríe, una mueca con los dientes aldescubierto, a pesar de la reversión, mucho del lobo permanece. 

Miro a Berg e insto a Merc a salir de la cocina. Una pelea entreellos, después de tres días de incómoda tregua, parece algo quedeberíamos evitar. 

El aire es fresco y vigorizante. Un grito escalofriante sale de laoscuridad para golpearme como un puño en el estómago. Amboshacemos una pausa, mirando alrededor.

 — Sin embargo, sería útil tener mi visión  — dice Merc, mirando enla oscuridad. 

Hago un ruido en acuerdo. El paseo hacia la curva del río esrápido y silencioso, ambos estamos absortos en nuestros propios

pensamientos. Arjun está sentado sobre una roca y se pone de pielentamente mientras nos acercamos. Es la primera vez que ha visto aMerc desde el cambio y veo la sorpresa en sus ojos cuando abraza a suamigo. 

Es Merc, por supuesto, quien rompe el silencio.

 — Deja de mirar. Necesitamos empezar a movernos. 

Arjun dispara sus ojos hacia mí y asiente. Merc me envuelve enun abrazo y murmura en mi oído:

 — Piensa, cariño, no olvides pensar en lo que  te dije. 

No quiero hacerlo, pero no hay forma en que diga eso, así queasiento y él me suelta. 

 — Esperaré por ti — le dice a Arjun, señalando vagamente hacia laoscuridad. 

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Ambos nos quedamos en silencio después de que Merc se va. Elaire es hiriente y de repente es imposible respirar, ésta es la última vezque alguna vez voy a verlo. 

Él me está observando, sus ojos dorados deambulando por mirostro, como si lo guardara en la memoria.

 —  Ten cuidado — digo, con la voz temblando. 

Asiente y abre los brazos. No soy consciente de moverme, pero secierran a mi alrededor, anclándome. Ahogo mis emociones y lo escuchomurmurar:

 — Cuídate, Sabah. Prométeme que estarás a salvo. 

Asiento y él levanta mi cabeza. Está temblando; sus manos enrealidad tiemblan sobre mi cuello. Ese beso es tan suave, tan gentil.Memorizo la sensación de sus labios, la sensación de su enorme yfuerte cuerpo presionado contra el mío, el cosquilleo de su cabellomientras el viento lo mueve a lo largo de mi piel. Su sabor, su olor  — 

cada cosa. Demasiado pronto, se está alejando. No es suficiente  — losrecuerdos que tengo no son suficientes para toda la vida. Quiero gritarlea medida que me da la vuelta. 

 — Ve adentro — me obliga a irme y me echo a correr. Puedo sentirsus ojos sobre mí, siguiendo mis movimientos hacia la mansión. 

Estoy adentro cuando las lágrimas empiezan a caer. Casi puedosentir mi corazón haciéndose pedazos, un eco agrietándose que ahogatodo. Me derrumbo en la cocina, doblándome por dentro mientras midolor y mi pena me abruman. A lo lejos, escucho a Kaida gritar minombre, Gwen es alertada. Siento a Berg levantándome y llevándomelejos. 

Estoy escuchando, por encima de sus voces y el sonido de micorazón rompiéndose, por un grito musical. Un grito de dolor que haceeco con el mío propio. 

Pero nunca llega. 

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 Parte IV

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Traducido SOS por agossCorregido por katiliz94  

 —  T ienes que levantarte

La voz de Kaida es firme, y abro un poco los ojos para mirarla.

 — No quiero hacerlo.

 — Aun así, tienes que hacerlo — dice imperiosamente golpeteandosu pie — . La Señora nos ha hecho limpiar todo el día  – va a hacer unanuncio en la cena y te quiere allí.

Froto mis ojos, y me siento. ¿Cuánto ha pasado?

 — Una semana — dice, mirando hacia otro lado. No me había dado

cuenta que había hecho la pregunta hasta que ella la respondió.

Me pregunto dónde estará Arjun  — ¿ha llegado hasta su Ciudad?El pensamiento de él hace que quiera volver a mi cama, pero hay unadeterminación en los ojos de Kaida que me dice que entrara en unalucha si lo intento. Empujo mis sabanas y me estiro.

 — ¿Qué hora es?

Ella arruga su nariz.

 — Mediodía. Necesitas un baño antes de que divagues por la casa

Le saco la lengua, sacando una risita sorprendida de ella. Mehace sonreír, aunque solo débilmente. Me abraza, fuerte.

 — Lo siento, Sabah.

Le doy una palmadita en la espalda, lágrimas frescas punzando

mis ojos. Siento que no he hecho nada excepto llorar durante días.

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Quizá porque es lo único que hago.

***

Las cascadas de agua me rodean, y mis pensamientos  — comosiempre —   están dirigidos hacia Arjun. ¿Qué, me pregunto, haría él sisupiese que estoy así? ¿Que estoy así de deprimida?

Casi puedo ver la decepción llenando sus ojos dorados  — lasorpresiva desconfianza en los de Merc. Incluso el desdén en los deRook.

Me hace sonrojar. Ellos pensaban mejor de mí. Me enviaron a micasa, para buscar una cura que para ellos había sido imposible obtenerpor su cuenta. Mis hombros se sacuden, enderezándose. Hice lo que laoh-tan-fuerte manada no pudo.

Si pude enfrentar a la Señora y desafiarla, sobrevivir en elExterior, ¿por qué no podía hacer esto? ¿Que era sobrevivir a uncorazón roto y a la Comisión, en comparación?

Me enderezo, mis músculos aflojándose exquisitamente bajo elcalor. Mi corazón sigue doliendo, y cuando lamo mis labios, puedo

sentirlo — un beso fantasma —  persistiendo allí. Cierro los ojos; sacudola cabeza. Esos pensamientos no van a ayudarme.

Merc nada en mi memoria por un momento, perezoso yburlón. Prometiste pensarlo. 

Cierro el agua furiosamente, deseando escapar de sus palabras.

Kaida está sentada en la sala con Cedric. Me sonríe, una sonrisacomplacida. Una mochila familiar se encuentra en el regazo de Cedric.

 — Pensé que quizá la querrías — dice, jugando con la correa rota.

Siento un pinchazo. ¿Se da cuenta que eso no retiene ningúnvalor para mí? El único recuerdo lo tengo en mi muñeca, una pulseraencadenándome a mis recuerdos

 — ¿Dónde están todos? — pregunto, tomando la mochila mientrasKaida salta, poniéndose de pie. Ella ayuda a Cedric a pararse,

alcanzándole un bastón  – él nunca se recuperara completamente de supierna destrozada, el legado de la obsesión de la Señora.

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 — Las niñas mayores están en la biblioteca. El resto están en elinvernadero. Berg y Spiro están cazando, y la Señora está en su cuarto.

Sonrío por el recitado de Kaida.

 — ¿Y cómo es que vosotros dos lograsteis manejar las tareas?  — 

pregunto.

Cedric resopla.

 — Nadie más quería arrastrarte lejos de tu cuarto.

Kaida le da una mirada sucia, pero aprecio su honestidad. Esrefrescante en esta casa de secretos.

 — ¿Qué crees que quiera la Señora?  — pregunta Kaida, ladeandola cabeza.

Me encojo de hombros, pero lo sé. Pueden ser solo dos cosas  — 

anunciar que halló el jardín, o decirles a los niños que Berg y yo nosvamos a ir.

Miro hacia Kaida y Cedric, la forma en que parecen inclinarsehacia el otro, apoyándose sin tocarse. Los he visto actuar igual cuando

Guin está cerca, fácilmente incluyéndolo en su auto-controlado mundo.

 — ¿Qué pasó mientras estaba en el Exterior? — pregunto.

Kaida cambia miradas con Cedric.

 — Nada importante — dice, su voz repentinamente dura.

Me encuentro con su mirada  — es buena ocultándolo, pero loaprendió de mí. Cedric suspira.

 — Berg se encerró. Dejó de cazar, leer, dormir. Se quedó en tualtillo todo el día. Incluso la Señora no podía llegar a él. Y ella estabadeprimida también. Alba lo intentó, pero ella…  — se detiene.

 — Ella no pudo hacer lo que tu hacías, — dice Kaida planamente — 

. Los gemelos estaban siendo descuidados, la casa estaba en caos  – laslecciones se pararon por completo. Entonces nosotros,  — asiente paraseñalar a Cedric y sé que Guin también estaba incluido — , dimos un

paso al frente. Ayudamos a Gwen y a Cook. Cuidé de los gemelos, Guincomenzó las lecciones para todos nosotros, o lo intentó. Alba, Dayila, y

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Lilith se quedaron tanto como les fue posible  — se encoge de hombros,como si su comportamiento fuese aceptable.

Los miro  — niños. Que los haya dejado solos parece inexcusable.Se merecían algo mejor que esto. Kaida no tendría que haber crecidotan pronto. Ninguno de ellos debería haberlo hecho.

Kaida toca mi hombro, y me sonríe, una sonrisa conocedora.

 — Hicimos lo que teníamos que hacer  — dice — , y ahora estas encasa.

Asiento, me siento tan culpable, me sorprende que este parada.¿Hasta cuándo, me pregunto, antes de abandonarlos de nuevo? Es el

precio que voluntariamente ofrecí por la cura  — la cura que el hombreque me abandonó necesitaba.

¿Qué dice eso de mí?

Cedric y Kaida van a buscar a Guin, y llevo la mochila a micuarto. Dejo que el contenido se desparrame por mi cama, y mepregunto qué hacer con este desastre  — ¿Guardarlo todo? ¿Tirarlo? Lamayoría le pertenece a Berg. Hay un trozo de papel, cuidadosamentedoblado. Descansa sobre mi botella de agua pura, y más que nada aquícapta mi atención. No lo recuerdo.

Una letra desconocida esta garabateada en la parte de afuera delpapel:

Cuando estés lista, cuando hayas escuchado lo que él tenía quedecir. No antes.

Solo puede ser de Merc. Suena como él.

Estoy a punto de abrirlo cuando recuerdo la mirada herida en susojos, la noche de la tormenta de ácido. Lo que sea esto, el confía en queesperare hasta que esté lista. Y sé que no lo estoy.

Me pregunto si alguna vez lo estaré.

***

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Berg se ve cansado. Lo noté mientras nos sentábamos, los niñosextrañamente callados, esperando por la Señora. Cook está tarareandosuavemente mientras ella y Gwen ponen la comida en la mesa.

La Señora llega en silencio, murmura algo hacia Cook, y toma suasiento en la cabeza de la mesa. Todos los ojos se dirigen hacia ella, yestoy algo sorprendida por esta mujer. Después de todo lo que aprendí,todos los secretos que descubrí de nuestras vidas en las semanaspasadas, la sigo admirando, a ella y a su fuerza que parece nuncafallar. Le hace gestos a Cook para que espere y sigue adelante.

 — Como todos sabréis, Sabah alcanzo la Mayoría mientras estabafuera  — dice la Señora. Un sentimiento de rotundidad se instala en mímientras me doy cuenta el anuncio que ella está dando. Contengo un

suspiro — . Sé que ha habido especulaciones de lo que pasara entonces.

Alba se endereza — ella es la próxima en alcanzar la Mayoría, casisiete meses desde ahora.

 — Algunos de vosotros habéis sabido que a pesar de mi Exilio, laComisión viene a mí en ocasiones. Antes de la Noche Más Larga, hiceque Berg fuera probado en la Universidad.

Lo miro — él está observando su plato vacío.

 — La Comisión ha accedido a darle la Ciudadanía, basándose enel nivel que logro  — hay una nota distintiva de orgullo en la voz de laSeñora cuando dice esto. Un jadeo recorre la mesa, un suave murmullode emoción, antes de que ella agregue — , y Sabah ira con él, como suSeguro.

Sus palabras se encuentran con el silencio, y miro hacia abajo ala mesa. Los ojos de Kaida son enormes y confundidos. Alba está

furiosa, Dayila mira entre nosotras tímidamente. Siento una punzadade simpatía por la pobre chica  – Alba será horrorosa los próximos días,estoy segura

 — ¿Qué hay del resto de nosotros?  — pregunta Lilith, su vozchillona.

La Señora suspira.

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 — Hare, por supuesto, lo mejor para para ver que estéis instalados y a salvo. No puedo prometeros la Ciudadanía – pero para la mayoría devosotros, todavía tenemos unos años.

 — ¿Cuándo se van?  — pregunta Guin, tímidamente. La preguntaestá dirigida hacia Berg y a mí, miro a Berg. No tengo idea, y por laexpresión en blanco en su cara, él tampoco lo sabe. Reprimo un suspiro – ¿nunca se le ocurrió que la Ciudadanía implicaría dejar a la Señora y alos Niños?

 — En una semana  — dice la Señora. Intercambio una miradasalvaje con Berg, y la miro.

 — ¿Tan pronto? — Demando — . ¿Es tan necesario?

Los ojos de la Señora son determinados cuando me mira. Sonfuertes, piedras de color marrón, que me hacen palidecer. Cuando se veasí de fría, así de distante, es terrorífica.

 — Berg tiene que reportarse en la Universidad en dos semanas, — 

dice tranquilamente — . Creí que los dos apreciaríais un tiempo parainstalaros antes de eso.

Eso tiene sentido. No puedo mirar a Kaida  — a ninguno de ellos.No puedo enfrentar el dolor en su mirada.

 — Mañana, vuestro patrocinador discutirá su mudanza.

¿Un patrocinador? Intento ocultar mi confusión, mirando haciami plato. Sin decir nada más, la Señora indica a Cook que traiga lacomida a la mesa.

El silencio desciende, interrumpido solo por el repiqueteo de los

platos y el sorbido de la sopa. Me concentro en mi comida. En cualquierotra cosa que no sea Kaida sollozando entre Guin y Cedric, o Albaobservándome.

Mientras Cook y Gwen limpian los platos y traen un plato depatatas tostadas, Kaida se sacude y se pone de pie. Dice algo, pero nopuedo entenderlo, suena incoherente. Guin comienza a levantarse, y laSeñora eleva su mirada a la de él.

 — Siéntate — dice ella.

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 — Iré yo — digo, parándome.

No espero a que ella asienta, solo me apresuro detrás de Kaida.

Ella colapsó en el sillón de la biblioteca, y me ignora mientras me

siento en el suelo al lado de ella. Froto sus hombros, huesudos bajo eldelgado vestido que usa en la casa. Necesito hablar con Lilith acerca deconseguirle a Kaida un nuevo vestido, antes de que me vaya.

 — No es tan malo,  — murmuro, peinando su pelo fuera de sucara — . Tienes a los chicos, lo sabes.

 — Los dos os vais a marchar — susurra contra el cojín.

Ahí está — no solo yo estaré desapareciendo en la Ciudad. Berg lohará también.

 — ¿Quién me contará historias? — pregunta, su voz patéticamentepequeña. Me encojo. No es una pregunta que pueda responder  – noquiero responder. Es demasiado. Demasiado doloroso para recordar quees solo una niña.

 — Os contareis historias entre vosotros  — me fuerzo a mí mismapara decirlo — . Te quieren, Kaida. Y el amor de un buen amigo  – puede

llevarte a través de sorprendentes e imposibles cosas.

Ella me mira, su cara llena de lágrimas.

 — Ellos no son tú.

La recojo entre mis brazos, y beso su pelo. No hay ningunaesperanza falsa que pueda ofrecer. Así que en cambio digo:

 — Déjame contarte una historia.

<<Había una niña. Ella vivía en un hermoso, y viejo castillo queera muy peligroso. Estaba lleno de secretos e historias que ella nuncaimaginó. Pero a pesar de eso, ella era feliz allí. Tenía una familia queamaba. Una hermosa reina-incluso un apuesto príncipe,  — sonrío — .Pero algo pasó.>> 

 — ¿Qué? — la voz de Kaida es curiosa.

 — Ella creció  — digo simplemente — . Ella comenzó a ver secretosque estaban ocultos a plena vista. Y eso la trastornó. Se preocupó  – por

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ella misma, por los niños que llenaban el castillo con risas, por elpríncipe y por la reina.

<<Un día, ella estaba pensando mientras tomaba un paseo. Y dealguna manera perdió el castillo, se ocultó en los bosques, hasta queencontró a una bestia. Él estaba enfadado, furioso. Él quería que ellavolviera al castillo. Pero ella estaba intrigada por él. Y no supo nuncamás, donde estaba su hogar. Así que se quedó con la bestia. Seencontró sintiendo menos y menos miedo. Y de alguna forma, entreaprender lo que lo hizo estar tan enfadado y haciéndose amiga de sufamilia, se enamoró de él. De todos ellos.>>

Las lágrimas de Kaida se habían secado y me observaba,cautivada.

 — Pero estaba el guapo príncipe. Y los niños. Ellos la necesitaban,a pesar de su amor por la bestia. Un día, hubo un terrible incendio  – 

destruyó la mitad de los bosques, y dejó a los hermanos de la bestialisiados. Y la bestia estaba muy enfadada. Él envió a la chica lejos. Lohizo sentirse triste, y rompió su corazón, pero ella se fue, porque él nola amaba. Se dijeron adiós y ella se fue a vivir con su príncipe.

 — ¿Y la bestia? — pregunta.

Sonrío.

 — Se fue de vuelta a los bosques. Para proteger a su familia.Olvidó que había una chica en el castillo que lo amaba.

Me mira, su nariz arrugada.

 — Sabah, esa historia es horrible.

Me rio, y le hago cosquillas.

 — Esto es el por qué dejo que Berg las cuente.

Ella se libera de mí, y se recuesta contra el sillón. Por un largotiempo, estamos en silencio, escuchando el repiqueteo de la cocina y elbajo crujir del fuego. El ruido de pies en la escalera.

 — Lo sabemos — dice brevemente — , acerca de los secretos.

La alarma me llena y la miro afiladamente. Ella asiente.

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 — No lo que son, pero sabemos que la Señora está ocultando algo.

El alivio me inunda.

 — No olvides eso, cariño. Confía en los chicos –  y en ti misma.

Ella asiente, luego pregunta:

 — ¿Te veremos de nuevo?

Pienso en la manera que Berg observa a la Señora. El amor por elconocimiento que se extiende entre ellos, una irrompible cadena.Intento imaginar a Berg sin su cabeza metida en un libro, la Señoramirándolo a unos pasos de distancia. Es imposible.

 — Sí.

Kaida suspira, satisfecha, descansando su cabeza en mi hombro.

Los chicos nos encuentran, eventualmente. Se aproximancuidadosamente, dándonos tiempo de enviarlos lejos. Cedric cae en unasilla, sus ojos corriendo rápidamente entre nosotras, mientras Guinaclara su garganta.

 — Berg te está buscando.

Me encojo de hombros.

 — Me encontrará.  — Guin y Cedric intercambian una mirada ycaemos en un cómodo silencio.

 — Ella estaba mal, — Kaida dice al fin.

 — ¿Quién? — Cedric pregunta, confundido.

 — La chica en la historia. Ella pensó que él no la amaba. Que laolvidó, — ella me mira, sus ojos brillantes, retadores — , pero él quería suseguridad. Él la amaba. Lo suficiente para enviarla donde pensó queestaría mejor.

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Traducido por Edward ParkCorregido por katiliz94  

Los afilados bordes me apuñalan la palma mientras me siento yme quedo mirando el fuego. Las palabras de Merc me ofenden tantocomo el pronunciamiento de Kaida de anoche. En el fondo, puedo sentir

la esperanza arraigarse, a pesar de mis mejores esfuerzos. Mi mano seaprieta sobre la pequeña nota, y por un momento, quiero arrojarla a lasllamas.

Merc había insistido que si escuchaba lo que en verdad decía,entendería. Pero, ¿saber que exactamente? Y ¿qué tan claro podía habersido Arjun?

Tienes que regresar.

Tienes que quedarte ahí.

Incluso ahora, quiero gritar para bloquear las palabras que hanestado haciendo eco absteniéndose a lo largo de toda la noche, quiero

gritar que no fue mi elección. Él   me había enviado de vuelta a laCiudad.

Un golpe me sobresalta, y empujo el papel doblado debajo de mialmohada. Berg asoma la cabeza en la habitación y suavizo la parte

delantera de mí nuevo vestido amarillo.

 — ¿Ésta aquí?

Él sacude su cabeza.

 — No va a venir

 — ¿Por qué no? — Demando de pie.

 — La Señora quiere hablar con nosotros.

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Evita mis ojos, y ahogo las ganas de gritarle. En vez de eso lo sigoa través de la Mansión, hasta el desván. Estoy sorprendida de que ellaeligiera esto para nuestro encuentro.

Ella sostiene una tableta en miniatura en su regazo. Puedo ver untransporte de vuelo estacionado afuera.

Si nuestro patrocinador no va a venir, ¿por qué hay un transportede vuelo estacionado?

 — Estas aquí. Bien. — Dice vigorosamente, y me entrega la tableta.

Lo miro brevemente. Solo toma un momento. El mensaje es corto,fríamente impersonal. Imposible.

 — No lo entiendo  — echo un vistazo entre Berg y la Señora,esperando a que uno se ría, que me dejara compartir la broma. Noentiendo lo que dicen o no dicen.

 — Léelo — dice.

 — No — espeto, y sacudo mis pies.

 — Sabah  — dice Berg, en voz baja, alcanzándome. Me asusto,

miro, y él deja caer sus manos — . No tenemos opción, Sabah.

 — Siempre tenemos opción — gruño.

 —  Tienes razón querida.  — dice la señora. Su voz tan aguda hacepreguntarme si no estoy sangrando — . Pero tomaste la tuya. Les diste alos lobos expulsados su cura. Y a cambio, tú vas a Mlena.

 — Dijiste que nos iba a ser dado más tiempo — protesto.

 — Sí, bueno. Siento esto.  — Navega en la tableta y en su malditomensaje — . Ésta fuera de mi control.

No estoy lista. No puedo dejar la Mansión todavía. Lanzo unamirada suplicante a Berg, pero me ignora. Está pálido, mirando alsuelo.

 — Lo siento, Sabah — dice la señora.

 — ¿Viene con nosotros?  — Pregunto, mi voz conmocionada. Sé larespuesta  – no puede. Pero la niña más pequeña en mí la quiere

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desesperadamente a ella. Echo un vistazo al mensaje otra vez, la únicamaldita palabra: Cuarentena .

La plaga es poco común  — una propagación a través de la tierracada pocas décadas. La mayoría proviene de tribus errantes, y entran ala Ciudad con ellos. Hace casi un siglo, una tribu logro infectar a todauna Ciudad, matando a más de la mitad de la población. Desdeentonces, la comisión ha sido rigurosa en la aplicación de cuarentenas.

La Señora sacude su cabeza.

 — No puedo Sabah. No me dejaran. Pero vuestro patrocinadorestará esperando cuando lleguéis ahí.

 — ¿Cuánto tiempo tengo?  — Ya estoy pensando, mi mente corre.Aún puedo despedirme. Tengo que despedirme.

 — Nada — susurra Berg — . Debemos irnos ahora.

Me estremezco, las lágrimas arden en mis ojos.Desesperadamente quiero ceder a ellas. Una vez más quiero, sentadabajo mi pino, fingir que Arjun aparecerá desde la oscuridad alrededorde mí. Quiero — demasiadas cosas, demasiadas que nunca tendré. Perohay una cosa que no dejare atrás.

 —  Tengo que buscar mis zapatos — digo débilmente. Berg asiente.

 — Encuéntranos en la planta baja — ordena la señora.

En mi habitación, deslizo la nota de debajo de mi almohada. Espeligroso pasar de contrabando cualquier cosa en la ciudad. Sé eso,pero también sé que no tengo opción. No puedo dejarlo aquí. Lo meto enla correa de mi túnica, y rezo para que no sea buscado.

Meto mis pies en el primer par de zapatos que puedo encontrar, yme pongo de pie, mirando alrededor en la habitación en la que crecí.Duele dejarlo. Especialmente sin despedirse.

Pero volveré. Cerrar la Ciudad no significa que estará cerradapara siempre — Volveré  a la Mansión. El pensamiento es reconfortante,incluso si la tranquilidad es un minuto.

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Berg está esperando, la Señora hablando con él en una vozintensa y baja. Hay una mochila  — por la voluminosa forma, diría queestá llena de libros.

Gwen mira fijamente a los Guardianes que llenan la puerta de lacocina. Su líder es alto, impotente, su rostro de un mosaico de piel queno coincide, sentado en una extraña silla flotante. Hay un destello ensus ojos que me pone nerviosa y me muevo lentamente más cerca deBerg.

 — ¿Estás lista entonces?  — pregunta, sus ojos siguen mismovimientos. Berg me echa una mirada y yo asiento.

 — Recordad, confiad en vuestro patrocinador. Él ésta ahí para

ayudaros. Iré a veros tan pronto la cuarentena se levante  — la voz de laSeñora es brillante, falsa. Gwen palidece ante la palabra cuarentena, yespero que sea una médica lo suficiente buena para hacer frente a laamenaza proveniente.

Espero que la amenaza sea simplemente la imaginación de unaComisión excesivamente prudente.

 — Hay una plaga  — digo rápidamente, mirando a Gwen — . Viene

del oeste. Mantened a los niños a salvo.

El Guardia se mueve, y uno de los soldados me empuja contra lapared, una mano en mi garganta, me aprieta fuerte.

 — Eso es información clasificada, niña.

Hecho una carcajada, parpadeando puntos de mis ojos. Berg estágritando, la fría voz de la Señora ésta furiosa. Pero Gwen da un pasoadelante, un fino bisturí aferrado a su mano. Ella se balancea

violentamente, y la sangre chorrea de las manos del Guardia, rociandomi cara. Aprieto mis ojos mientras el hombre aúlla y me tira.

 — Silencio.

Es el Capitán, y toda la habitación se queda quieta y en silencioante la amordazada amenaza. Parpadeo, frotando la sangre de mis ojos.Él ésta observando a Gwen, quien parece frágil pero decidida.

 — Podrías ser colgada por atacar a un Guardia  — dicen lascicatrices del Capitán conversacionalmente.

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 — La habría matado  — escupe Gwen, sin arrepentirse — . Me heocupado de cada fiebre, corte y hematoma en su cuerpo durante diezaños.

 — Roger, Clemms. Enseñadle a la médica tecnológica su lugar  — 

dice el capitán, aburrido.

Los dos soldados dan un paso adelante, y abro mi boca paraprotestar. Salgo disparada hacia ella, y Berg me atrapa, tirándomehacia él. Los ojos oscuros del Capitán giran rápido hacia mí.

 — Sube abordo, ahora.

 — Vete al infierno — gruño.

Berg pone una mano sobre mi boca, arrastrándome con él.

 — Lo siento señor. Ella se va.

La puerta se cierra cuando uno de los Guardianes levanta Gwen yel otro comienza a golpearla.

***

No estoy segura de como las cosas se mueven tan rápido. Parececomo si fueron hace diez minutos que me senté en mi cama. Y ahora,estamos sentados quietos. En la parte de atrás de un trasporte aéreo.Yendo a Mlena y a una vida que no quiero. No puedo evitar pensar enGwen, en el sonido enfermo del puño del Guardián chocando con suestómago.

 — ¿Qué sucederá cuando lleguemos a la Ciudad?  — pregunto aBerg.

 — No lo sé — admite, y una parte de mi ésta contenta por eso. Seinclina hacia adelante, para atraer la atención del Guardia — . ¿Somoslos últimos Ciudadanos en entrar a la ciudad?

 — Algunos Guardias están siendo retirados… pero sí. — Nos mira,el asco llena sus ojos — . Y si vuestro patrocinador no fuera taninfluyente, estarías afuera a lo largo de la cuarentena.

Berg se vuelve a sentar, y me inclino para susurrarle al oído.

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 — ¿Guardarías algo por mí, sin preguntas?

Él me mira, sorprendido, pero asiente inmediatamente. Mesorprende, pero no cuestiono mi buena suerte — deslizo la nota fuera demi túnica y hacia su mochila, en lo más profundo de los libros viejosque nadie pensará en buscar.

Sus labios rozan mis orejas mientras pregunta.

 — ¿Cuándo fue la última plaga?

Solo la palabra es suficiente para hacerme sentir nauseas. Años.Desde antes de que viniéramos a la Mansión. Sacudo la cabeza, y tratode no pensar en las victimas de la última plaga  —  y en la familia que

acabo de abandonar.

Ahora que estamos en nuestro camino, curiosamente estoytranquila. Casi adosada. Sé eso por ahora. Kaida y los demás estánsabiendo acerca de nuestra salida rápida. Me pregunto si la señora lescontara él porque — lo que lo provocó. No importa, si no lo hace.

Gwen lo hará.

Si aún está con vida.

Inclino la cabeza contra Berg y cierro los ojos, dejando que mimente se vuelva negra. Por un rato, no hay ruido más que el zumbidode los motores, y la respiración de Berg, y el suave ruido del equipocuando el guardia se mueve.

El brazo de Berg ésta alrededor mío, apoyándome. Su cabezainclinada contra la mía. Me siento culpable, por encontrar su abrazotan cómodo. Casi como si estuviera traicionando a Arjun. Pero no hay

nada sexual, nada romántico, sobre el gesto. En este momento, estamosreducidos al único elemento más fuerte de nuestra relación: Amistad,unida por la confianza y la necesidad.

El transporte aéreo disminuye, los motores se desplazan. Berg semueve junto a mí al mismo tiempo que el guardia gira para mirarnos.

 — Necesitaremos vuestras credenciales — dice enérgicamente.

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Berg las tiene, escondidas en un bolsillo en el interior de sumochila. Observo como las entrega. El Guardia se aleja, habla conalguien a través de un comunicador.

Entonces siento un leve pulso eléctrico, el zumbido de la energíafluyendo fuera de la puerta. Me estremezo ante el cuerpo lleno desensaciones  — es más débil, dentro de un vuelo estacionario, lo quesería si fuera a través de ella a pie. Aún lo odio.

El Guardia ésta en marcha y se mueve casi antes de que elsentimiento se haya desvanecido. El transporte aéreo da un estruendomientras se asienta sobre la pista de aterrizaje, y miro a Berg.

Sonríe, una sonrisa maliciosa que me dice más claramente que

las palabras, lo que sea que esté ahí afuera, lo enfrentaremos juntos.

 — Moveos  — gruñe el Guardia desde la puerta, y lo miro. Parecesorprendido por mi animosidad… o tal vez mi falta de miedo.

Cuando has vivido entre la manada durante más de un mes, losGuardias agresivos apenas valen el tiempo que se necesitan paraconocerlos.

No sé lo que me espera cuando doy un paso fuera del transporteaéreo. No he estado en Mlena a menudo. En el pasado, siempre haestado ocupado… una oleada de Ciudadanos intentando sobrevivir sushoras diarias. Vestidos brillantemente, absortos en la rutina,escurriéndose como insectos brillantemente coloreados en una colmenaautónoma.

Pero todo era benigno. Seguro. Los Guardianes que patrullaban laCiudad lo hacían en parejas, pero sin armas. No había nada de queproteger a los Ciudadanos dentro de la Ciudad. Si nada más, la

Comisión podría presumir que sus actividades estaban a salvo.

Pero esto es diferente…  las calles están brillantementeiluminadas, demasiado brillantes para la hora. Y estáninquietantemente vacías.

Un escuadrón de Guardianes trota, las armas traqueteandocontra la armadura protectora.

Un Ciudadano espera en la luminosidad, en negra sombría. Susojos grises brillan cuando los ve, y me detengo, con tanta fuerza que

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Berg tira de mi brazo antes de que se dé cuenta de que no lo estoysiguiendo.

 — ¿Qué éstas haciendo aquí? — Demando.

Wrenfel Lark sonríe familiar, una sonrisa benevolente que fija misdientes al borde. Miro a Berg. Se ve tan confundido como yo. Perocambia su mochila de libros, y extiende una mano.

 —  Tú debes ser nuestro patrocinador.

 — Su  patrocinador, campeón — dice Wrenfel, señalándome. Me dauna sonrisa que debería ser encantadora. Hace mostrar mis dientes enrespuesta…  nada de lo que jamás podría ser interpretado como una

sonrisa, pero parece complacer a Wrenfel — . Quiero a la chica. Tú eressimplemente el equipaje agregado de Kathleen.  — Me estremezco,retrocediendo involuntariamente. Algo no está bien en esas palabras.

La cara de Berg esta blanca, sus ojos entrecerrados.

 — La chica , como tú dices  — escupe — ,  es mi Seguro y ésta aquíporque yo insistí.

Wrenfel parpadea hacia él, y luego me mira.

 — ¿Siempre es tan irritable?

Deslizo mi mano hacia la de Berg y se relaja. Wrenfel capta elgesto, y asiente, casi a sí mismo. Su sonrisa nunca flaquea, una sonrisacalurosa tan falsa que hace que mis dientes se aprieten. Se aleja,dirigiéndose al Guardián de la silla de ruedas.

 —  Teegan, ¿necesitabas algo más?

El nombre desencadena un recuerdo, una historia contada a míen la oscuridad de una cueva, en una remota voz vacía. Miro a élguardia, y de nuevo me doy cuenta de los rasgos rotos, los retazos de lapiel que no coinciden del todo, la inclinación sobre salida de su nariz ymandíbula.

Algo muy primitivo en mí casi ronronea ante el perdurableatestamiento de ira de Arjun.

 — Ambos tienen que pasar una revisión de control tecnológico demedicina — dice el guardia, sus ojos giran hacia mí, como si sintiera mi

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mirada sobre él. Algo en mis ojos lo pone nervioso, y se desplaza,incomodo.

 — Por supuesto, por supuesto. Tengo una dispensa…  iránmañana  — dice Wrenfel, espantando sus palabras con irritación — .¿Pero por ahora? ¿Necesitas que hagan algo más en este precisomomento?

 Teegan sacude su cabeza, y Wrenfel sonríe, triunfante.

 — Excelente. Muchas gracias por tu tiempo, y por traer a misbellezas a la ciudad.  — Envuelve una mano alrededor de mi codo,usándolo para alejarme lejos — . Berg — llama Wrenfel por encima de suhombro, ya remolcándome hasta la mitad de la calle — , mantén el ritmo.

Las calles de la Ciudad están desiertas. Un niño en harapos correa toda velocidad a través de las brillantes calles, sus embrujados ojossobre el suelo mientras se escurre a otro aérea de la oscuridad.

Un Vulgar .

Wrenfel parlotea señalando varios negocios y tiendas, una tiendadonde promete que encontraré un vestido en cada tonalidad y color.Como si necesitara un vestido con tonalidad y color. Ruedo los ojos ymantengo la boca cerrada.

 — ¿Y la Universidad? —  Pregunta Berg detrás de nosotros. Tiro mibrazo fuera del alcance de Wrenfel, y espero a que Berg nos alcance.

 — La Universidad está al otro lado de la ciudad — dice Wrenfel, sinperder el paso — . Tenemos muchas cosas que hacer antes de quenecesites ocuparte de eso.

Pierdo la cuenta de cuantas vueltas damos. ¿Cuántos localespasamos? Todos son un torbellino de ventanas, cafés y restaurantes.¿Hay algo más para mantener ocupados a los Ciudadanos además decomer?

Estoy absorta en mis pensamientos cuando me doy cuenta de queBerg y Wrenfel se han detenido. Miro hacia arriba y me quedoobservando la impresionante casa. Es una casa de pueblo, alta yestrecha, situada lado a lado con otras muy similares a ella, es

espeluznante. Sin embargo, el color es diferente a los costados. Es un

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azulado estilo gris, el color de la luz gris. Es tenue y discreto entre elamarillo brillante y el naranja vivo en ambos lados.

 Tal vez eso es lo que la hace parecer tan dignificada.

 — Bueno, no te quedes ahí parada — dice Wrenfel con irritación — .El toque de queda ésta vigente.

Sus palabras nos pinchan tanto a mí como a Berg a la acción.Subimos rápidamente las escaleras hasta la puerta azul, y corropasando a Wrenfel para pararme en un oscuro pasillo.

Lo miro, confundida.

 — ¿Esto es solo para nosotros?

Wrenfel parece divertido.

 — Eres una Ciudadana querida. Apenas necesitas compartir tucasa — Wrenfel se sienta en el salón, y sin una palabra, Berg y yo vamosa sentarnos en frente de él — . Entonces — dice, ajustándose la chaquetaexterior fastidiosamente — .  Berg, asistirás a la Universidad.Necesitaremos ir pronto y organizar tu programa y dejarte conocer contu mentor. Él actuara en calidad de patrocinador, aunque solo en los

asuntos de la academia. — Me echa una mirada — . En cuanto a ti Sabah — me pongo rígida, reacia a tener mi vida dedicada por este pequeñoodioso Ciudadano — . Eres una mujer. Por lo tanto, cualquier Cuotadesignada a ti o a Berg caerá sobre ti para cumplirse en últimainstancia — dice.

El pánico se apodera de mí. No quiero una Cuota. Nunca estuvede acuerdo con eso. No estoy lista para tomar la vida de otro…  ypreferiría morir antes que dejar que la Comisión ponga un hijo mío en el

Exterior.

Hago un ruido de protesta, y Wrenfel sonríe. Una de esasbenignas sonrisas que se supone que me tranquilizan.

 — Necesitaremos esperar a que tus pruebas regresen, porsupuesto. Podría ser que seas infértil.

 Tengo un momento para preguntarme si eso sería una bendiciónantes de que Berg apriete mi mano.

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 — ¿Qué significaría eso para Sabah? — pregunta Berg.

 — Bueno, mientras esperamos por los resultados de las pruebas,no significa nada. Tiene un periodo de gracia. Sugiero  — Wrenfel memira — , que uses este tiempo para determinar qué carrera disfrutarías… por si acaso.

 — Y, ¿si las pruebas dicen que soy fértil? — pregunto.

 — Hablaras con el príncipe. Él y la comisión decidirán qué hacer.No te preocupes demasiado por eso, querida. Tienes tiempo, mientraslas pruebas se ejecutan.

 — ¿Cuándo necesitaremos ir a ver al médico tecnológico?  — 

Pregunto, mi voz tensa. Puedo sentir la presión reuniéndose en micuello, dedos de dolor trazando mi cráneo. Quiero encontrar mi cama,donde quiera que esté. Y quedarme dormida.

 — Mañana; vendré a recogeros. Me tome la libertad de compraralgunos suministros…  y ropa… para los dos. Todo en la casa ospertenece  — se pone de pie, y echo un vistazo alrededor. Incluso sin unprofundo análisis, puedo ver que la casa está lujosamente decorada conbuen gusto. No quiero favores de esté hombre en quien no confío. No

quiero agradarle.

Así que lo digo, y Berg gime suavemente a mi lado. El tacto nuncaha sido mi fuerte y se ha ido cuesta abajo desde mi tiempo con los lobosexpulsados.

Wrenfel me sonríe, sus ojos brillan predatoriamente.

 — No te preocupes, Sabah. Es mi deber como tu patrocinador. Y lacomisión me reembolsará.

Me pregunto a cuantos Vulgares rogaron para ofrecerse a laCiudadanía, que tengan un protocolo para eso. Por otra parte, laComisión tiene un protocolo para todo. Incluso extrañasimposibilidades.

 — Estaré para buscaros en la mañana — dice, poniéndose de pie.

Berg lo ve afuera. Puedo oír sus voces, un susurro tranquilo. Mepregunto si Berg se está disculpando por mi mal comportamiento. Mepregunto si se da cuenta lo poco que me importa.

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Pregunta estúpida. Por supuesto que lo hace  — me conoce tanbien como me conozco a mí misma. Sabrá lo mucho que odio esto.

***

Exploramos la casa tan pronto Wrenfel se va. La cocina brilla,cortinas negras suaves y una barra alta, con dos asientos de cuchara.Una caja fría tiene una gran variedad de carnes y frutas y jugos. Mequedo mirando en silencio con Berg, y finalmente pregunto:

 — ¿Cuánto tiempo se supone que nos dure esto?

Él esta callado, sacudiendo su cabeza. Diría que un mes, pero losé mejor. Los ciudadanos aman ir de compras  — seguramente esosignifica ¿también por comida?

 — Sí pudiéramos llevar esto fuera de la Ciudad, alimentaríamos alos niños durante un mes — murmuro. Berg me dispara una mirada deadvertencia y pongo los ojos en blanco — . Sé que no podemos.

Cruzando la cocina está la biblioteca. Es una habitaciónespaciosa, con un escritorio y dos relucientes tabletas — una para cadauno de nosotros, supongo. Una pequeña cantidad de libros

perfectamente alineados en un estante y prácticamente puedo sentir aBerg vibrar con el afán de ir hacia ellos. Lo arrastro lejos. Después dedeterminar que la parte de abajo es solo un comedor adicional y unpequeño lavadero, subimos las escaleras.

La primera habitación tiene una cama enorme. Es lo suficientegrande para mí y para dormir con todas las chicas. Me sonrojo, viéndolo — obviamente Wrenfel piensa que la compartiré con Berg. Deberíamirarlo, preguntarle que está pensando. Pero no puedo  — aparto la

mirada y me muerdo el labio y finalmente —   después de que se haasomado al armario y dado vueltas en el baño y abierto los cajones,volvemos a salir.

A continuación hay una pequeña habitación vacía. Un solitarioescritorio en la esquina.

 —  Tal vez  — dice Berg — , podría ser tu estudio, si eligieras unacarrera.

Me encojo de hombros, y caminamos hasta la última puerta dearriba.

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Es una guardería. Una cuna y un suave animal y una mecedora.Un cofre alto de cajones que huele a niños pequeños y polvo.

 — ¿Qué es esto? — demando, mis ojos muy abiertos.

 — Posiblemente, ¿su estándar? — sugiere Berg dudosamente.

Podría reírme de su audacia. Ellos piensan que puedencontrolarme  — controlarnos —  con tan poco esfuerzo. La furia me hacedoler la cabeza, y no tiene sentido.

¿No les he dado ese derecho? ¿Hecho lo que dije que nuncaharía? Respiro profundo, pensando en Arjun, el resto de la manada merecuerda que valen la pena a este precio.

Me pregunto, por primera vez, ¿qué tanto de eso será verdad?

Me alejo y comienzo a bajar las escaleras. Por un momento,pienso que Berg me seguirá, pero me da espacio. Deambulo por la casa, y de alguna manera me encuentro en la cocina. Las luces se apaganafuera  — a través de la ventana puedo escuchar a alguien llamando aun niño. Me pregunto qué quiso decir Wrenfel con su comentario acercadel toque de queda.

De repente, me llamo la atención, por mi inactividad. Me molesta — se siente mal, sentarse tan tranquilo. Siento que debería hacer algo — 

lo que sea. Así que me levanto y revuelvo en la fría caja. Hay una notaencima.

Las recetas están almacenadas en tú tablea.

La inspiración se apodera de mí, y me apresuro para conseguirlo.Me sorprendo de encontrar a Berg en la biblioteca, su cabeza inclinada

sobre un libro mientras se apoya contra la pared.

 — ¿Cuál es mío? — pregunto, señalando las tabletas

 — La que tiene tu nombre  — dice, sonriendo y mirando haciaarriba.

Saco la lengua y miro más de cerca. Es verdad. Aunque a simplevista parecen idénticos, uno tiene mi nombre grabado en un delicadogarabato de la parte superior. Lo tomo y sonrío a Berg, corriendo de

vuelta a la cocina.

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Con un vaso de lo que parece zumo de vayas, lo poso sobre untaburete alto y me desplazo por las recetas que figuran en el directoriode la tableta. Berg se adentra en la cocina y le echo una mirada pordebajo de mis pestañas.

 — ¿Qué haces? — pregunta curiosamente, sentándose junto a mí.

 — Cocinando  — le sonrío con aire de suficiencia y observo supálida cara.

Nunca fui buena cocinando. Nunca fui demasiado buena enninguna cosa doméstica, además de mantener el orden. Alba y Dayilasobresalían en la costura y en mantenernos con ropa y mantascalentitas. Lilith ayudaba cocinando… bueno, a Cook. Sin embargo yo

enseñaba a los niños y mantenía a la Mansión funcionando a pedir detodos. ¿Qué se supone que debo hacer ahora que no hay nadie más que yo? Me pongo de pie, empiezo tirando tofu y verduras de la caja fría.

 — ¿Te has puesto a pensar sobre cómo sería la vida aquí?  — lepregunto abruptamente.

Berg hace silencio, mirando fijamente los hongos que abundan enel mostrador.

 — ¿Berg? — susurro.

 — Corta los vegetales  — dice, empujándolos hacia mí — . Freiré losbistecs.

Se aleja de mí, haciendo girar unas costillas, tirando de unosviales al azar y rociando el contenido sobre la carne. Se agacha, abre laspuertas hasta que encuentra una bandeja plana.

El bistec chisporrotea, llenando la cocina con el olor. Rebanometódicamente, cortando los champiñones en tiras finas. Luego pelouna cebolla y adhiero las finas rodajas de papel a la pila dechampiñones.

 — Siempre pensé que terminaríamos aquí  — dice. Atrapa miatención. Mí cuchillo se desliza, casi rasguño mi meñique. Pero estoyconcentrada en Berg. Él da vuelta las carnes y yo corto un pimientopicante abierto — . Solía quedarme dormido, soñando con esto. Leyendo

en una biblioteca mientras tú preparas la cena. Hablando sobre nuestrodía, con un vaso de vino. — Me sonríe y no puedo evitar mirarlo.

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Gentilmente, toma mi cuchillo, y lo coloca en silencio en elfregadero. Vierte las verduras en rodajas en la sartén y revuelve un pocomás las especias en el desastre intóxicante.

 — ¿Qué hay de Kathleen? — no puedo evitar preguntar.

Se encoge de hombros.

 — Me entiende. Abrió un mundo entero para mí, uno que nuncahabía soñado — una triste sonrisa tira sus labios.

 — No puedo estar contigo  — suelto abruptamente. Me sonrojo,mirando hacia abajo, y me odio por decir eso. No quería decirlo, pero eslo justo. No puede tener delirios.

La idea de dormir con él, en sus brazos, me hace dar nauseas. Talvez un día, llegaremos a eso otra vez. Casi espero que eso — la vida serásolitaria sin eso. Pero por ahora  — no puedo ver nada más que a Arjuncuando cierro los ojos.

 — Sabah  — murmura, suspirando — . No espero eso. Sé que noestás aquí por mí.

No hay nada que decir a eso, así que me quedo mirando la mesa

prístina.

 — ¿Por qué no te quedaste con él?  — pregunta. Su vozcuriosamente es carente de ira, me sorprende.

Los recuerdos me asaltan, tan repentinos y dolorosos que mehacen jadear. Aprieto mis ojos cerrados. Los recuerdos están fuera delugar, salvajes y primitivos en un entorno civil, lo que me dejadesorientada, tambaleándome. Me esfuerzo por encontrar el equilibrio,

que encajen en esta nueva vida, y Berg ésta tranquilo, esperando.

 — Me dijo que fuera a casa  — digo honestamente, mi vozrompiéndose.

Hace silencio, repartiendo la comida en los dos platos. Sirve doscopas de vino y se sienta a mi lado.

 — Lo amas  — ahí está la ira, y me estabiliza de alguna manera.Asiento con la cabeza. Aun sabiendo que le dolerá a Berg, no puedo

evitar asentir. Finalmente me encuentro con sus ojos.

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 — ¿Puedes vivir conmigo, aunque ames a otro? — pregunta.

Un sollozo atrapa mi garganta.

 — Berg — susurro.

 — Si puedes perdonarme por traicionarte con la señora  — dice,interrumpiéndome — , puedo vivir sabiendo que lo amas.

 — ¿Dónde nos deja eso? — pregunto.

Se inclina hacia adelante, y limpia mis lágrimas.

 — Nos deja juntos. No es perfecto, pero juntos. Hemos sobrevivido

a mucho, Sabah. Podemos superar esto.

Me pregunto, mientras empuja la cena hacia mí, sí se da cuentaque no quiero superar esto. Si sabe que no quiero nada más queacurrucarme en los brazos de Arjun y dejar que el mundo se derrumbe.

***

Los médicos técnicos se mueven alrededor de mí sin prisa de

tolerancia, y reprimo un temblor.

 — ¿Cuánto tiempo tomara esto?  — pregunto nerviosamente,mirando a Wrenfel. Él se encoge de hombros, dejándose caer en unasilla y cierra sus ojos.

 — ¿Ciudadana Sabah?  — llama una voz clara. Es muy alarmanteescuchar “Ciudadana” antes que mi nombre y doy un tirón, Wrenfel

sonríe con benevolencia y hace un movimiento de echar.

La médica técnica me lleva a una gran sala de blanco, una mesaalta acolchonada en el centro. Ella me entrega una delgada hoja, ysonríe.

 — Necesitamos que te pongas esto y esperes sobre la mesa.

Le parpadeo.

 — ¿Sobre mi ropa?

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Una mirada divertida atraviesa su rostro y me enfurezco cuandodice:

 — No, señora. Necesita quitarse todo primero.

Aprieto mis dientes cuando se va, tratando de encontrar algúntipo de calma. Sin embargo no lo hago y finalmente estiró mi ropa porencima de mi cabeza, despojando mi túnica y mi ropa interior. Temblando por el aire fresco, me deslizo debajo de la sabana y me pososobre la mesa.

Después de lo que parece una eternidad de sentarme temblando,la puerta se abre, y dos médicos técnicos ingresan. Tampoco me miran.

 — Recuéstese, Ciudadana — ordena uno, poniendo un conjunto deherramientas.

 Tratando de controlar mi temblor, me recuesto.

 — ¿Qué van a hacer?

Los médicos técnicos intercambian miradas. El más mayor  — unhombre —  asiente con la cabeza antes de llegar a una jeringa. La otra,una mujer menuda, se acerca al lado mío, enderezando mi brazo y

limpiando el interior de mi codo.

 — Necesitamos sangre y muestras de tejido para nuestros archivos y pruebas. Tenemos que hacer un examen completo, un escáner delcuerpo, y catalogar sus marcas corporales.

 — ¿Por qué?  — pregunto, estremeciéndome cuando inserta unaaguja en mi vena.

Ella parpadea, perpleja por mi pregunta.

 — Es el protocolo de la Comisión — dice, como si debiera saberlo — 

. También necesitará un biochip, pero esperaremos para implantar esodespués de que sus pruebas de fertilidad regresen.

Luego se da vuelta, ignorándome completamente mientrascomienza a elaborar viales de sangre.

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Traducido por Alisson*Corregido por Pily  

Estoy en la biblioteca cuando Wrenfel golpea una mañana. Estoydibujando, totalmente absorta. El sonido me trae hasta el presente, ysiento la mirada de sus dorados ojos, y suspiro. Casi me rompo en dos.

Quisiera. Pero en su lugar, cierro los ojos, y me levanto de la silla paraabrir la puerta.

Es temprano para que él esté aquí. Si alguna cosa he aprendidosobre nuestro patrocinador, aparte de su persistente aversión a Berg, esque las mañanas no le gustan aún más. Nunca lo he visto en nuestrapuerta, o que esté prevista una cita a mediados de la cena.

 — ¿Qué estás haciendo aquí?  — pregunto mientras me sigue a lacocina.

 —  Tenemos planes esta tarde, encanto. Y me gustaría que te vieraslo mejor posible.  — Frunce el ceño y me mira con desdén. Echo unvistazo a mis pantalones sueltos y mi túnica. A Wrenfel le gusta de ropafina, me ha llevado de compras media docena de veces, llenando miarmario con más de lo que podía contar.

Que no la use después le irrita bastante.

Le doy un vistazo a Wrenfel.

 — No voy a dejar que me cortes el pelo.

Lo ha estado intentándolo desde nuestro primer día en la Ciudad.Wrenfel me sonríe con fuerza, y se encoge de hombros.

 — Está bien. Pero harás más que cepillarlo.

Lo miro. Está emocionado, está prácticamente saltando.

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 — ¿Debo suponer que también quieres escoger mi ropa?  — digo,demasiado cansada como para preocuparme.

Wrenfel me da una sonrisa encantadora y corre por las escaleraspor delante de mí. Coge un vestido amarillo y largo. Tiene un escotebajo y creo que es un poco formal para el mediodía. Arqueo una cejahacia él.

 — Date prisa — dice, sus modales ya me resbalan. Miro fijamente ala puerta.

Wrenfel no mira abajo, puedo sentirlo esperando fuera de midormitorio, mientras me visto.

 — ¿A dónde vamos? — Lo llamo.

 — Me gustaría que conocieras a un amigo — dice casualmente.

Las palabras disparan alarmas en mí. Abro la puerta, y lo mirofijamente.

 — ¿Quién?

Wrenfel frunce el ceño.

 — ¿Por qué todos los días tienes que ser tan condenadamentedesconfiada?

No puedo parar mi risa.

 — Soy una Vulgar y me crie en el Exterior. ¿Cómo diablos podríasobrevivir más?

Frunce el ceño.

 — Supongo que es verdad.

 — Así que, ¿a dónde vamos?

Ladea la cabeza hacia mí.

 — A comer. Como ya he dicho, un amigo quiere conocerte.

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Hemos llegado a un callejón sin salida, puedo insistir en másinformación que sé que no va a darme. O puedo negarme a salir. Peroeso solo haría que Wrenfel traiga un extraño a mi casa

 — Estoy arreglando mi cabello — le digo.

Wrenfel sonríe, y asiente con la cabeza.

***

El restaurante está vacío. Debería decir algo, Berg sabría quedecir en estos momentos. Una muchacha en túnica y pantalonesapretados blancos a juego está poniendo un vaso de agua con gas enfrente de mí.

 — ¿Por qué está abierto este restaurante? — pregunto. La mayoríade los restaurantes han cerrado como resultado del toque de queda.

El hombre de pelo oscuro más mayor sentado frente a mí se ríe.

 — Muchas puertas se abren cuando está el Príncipe, querida.

Sonrío con ironía, y miro a mi plato. El color es exótico, se vuelve

borroso, apenas puedo ver más allá de la brillantez de él para ver lo queestá en realidad en el plato.

 — Ella es preciosa, Wrenfel  — dice el Príncipe, sorbiendo su té.Quiero gritarles, no soy un espécimen al que deben observar, ni un juguete nuevo que debe ser sacado para relucir y admirar.

 —  También lo creo — acepta Wrenfel con orgullo.

 — ¿Qué piensas de nuestra Ciudad? — pregunta el Príncipe.

Estoy asustada, me doy cuenta de que me está hablando a mí. Nome ha hablado mucho, desde que llegamos, pero en cambio, él yWrenfel han murmurado entre sí con entusiasmo. Los ojos grises delpríncipe saltan lejos de mí constantemente. Creo que lo pongo nervioso.

 —Um. Es…  encantadora  — digo. Algo así como el disgustoparpadea en sus ojos y agrego — : No he visto mucho, pero lo que hepodido ha sido hermoso.

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 — Y tus pruebas, ¿tienes que pasar a través de ellas? — pregunta,cortando un pequeño trozo de pollo con tofu procesado.

Me muevo. No quiero pensar en ello.

 — Sí, señor.

El príncipe mira a Wrenfel, sus cejas se arquean.

 — Van a ser en tres semanas, señor. La Comisión no ha queridollamar la atención, no quieren atención indebida  — dice Wrenfel, casidisputándose.

Se me aprieta el estómago y me siento muy inquieta. ¿Por qué

debería importarle a la Comisión? Ahora era una Ciudadana, y medieron un patrocinador ¿por qué aun deberían tener algún interés enmí?

 — No me di cuenta que a la Comisión le importaba  — digobruscamente, irreflexiva.

El Príncipe sonríe con fuerza, pero no dice nada. Wrenfel me dauna mirada oscura y me encojo de hombros, empujo mi pollo alrededordel plato. No debe esperar que sea educada, cuando no quería venir en

primer lugar. La chica se desliza sutilmente hacia adelante de Wrenfel ypresenta platillos de postres.

 —  Tu Asegurado está teniendo una gran impresión en laUniversidad — dice el Príncipe, mirándome.

Me encojo de hombros.

 — Usualmente así es Berg. Es impresionante, lo sabríais si no lo

hubieseis echado cuando era un niño.

Wrenfel se queda boquiabierto ante eso, y los ojos del Príncipe seestrechan, una pequeña señal de que finalmente lo he enfadado.

Cuando la bonita camarera entra, se lleva el ultimo plato de mipostre sin tocar — el Príncipe mira a Wrenfel.

 — Me gustaría hablar con tu protegida, amigo mío.

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No es una petición. Wrenfel me da una mirada de preocupación, ysonrío, dulce y falsamente. Se inclina para besar mi mejilla, ymurmura:

 — Compórtate, Sabah.

El príncipe está mirándome, sus ojos brillan intensamente.Quiero desesperadamente ser la primera en hablar, para preguntar porla Comisión. Pero no creo que eso sea lo que él quiere.

Busco mi copa, tomo un sorbo de agua, me inclino y lo mirofijamente.

 — ¿Por qué piensas que te dimos la Ciudadanía?  — pregunta,

entrelazando sus dedos.

 — Berg es un aprendiz, entrenado parcialmente, científico  — lerespondo de inmediato — . Fue entrenado por la Señora, que tiene... losmás únicos conocimientos.

 — ¿Entonces por qué no te reúnes con él?  — pregunta, con unasonrisa burlona en los labios.

Sonrío.

 — Porque soy de lejos la mejor para un emparejamiento.

Se escapa una risa del Príncipe. Y eso hace que la tensión baje dela habitación. Dejo escapar el aliento que había estado conteniendo.

 — Estás en lo cierto. Esa es una de las razones por las que tequeremos — dijo casualmente.

Se me puso la piel de gallina, y me estremecí.

 — ¿Y la otra?

 — ¿Sabes que la Comisión mantiene las pruebas de nacimiento enel registro que se remonta a la primera Ciudad? La mayoría de tuspruebas simplemente fueron terminadas al nacer, no en la Mayoría.

Niego con la cabeza. Por supuesto que no sabía eso. La Comisiónmantiene la boca cerrada muy bien. Él asiente con la cabeza.

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 — Lo hacemos. Y hace cinco años, emitieron una orden. Ellosquerían un par de Exiliados, y en su defecto, una chica del Exterior. Auna fértil.

Hielo resbala por mi espina dorsal mientras sonríe y dice:

 — Eres fértil, Sabah. Las pruebas son formalidades, te teníamosregistrada en los registros antes de la oferta de Berg, sabíamos que eldemandaría tu ciudadanía.

 — ¿Por qué? — susurro, estremeciéndome.

 — Cuando construimos las primeras Ciudades, casi todos los quepasaron cualquier cantidad de tiempo fuera dieron a luz niños

mutantes. Mutilados. Por lo general, también se llevaban la vida de lamadre.

 — ¿Pero? — digo.

 — La Comisión ha visto la tasa de natalidad en la poblaciónanimal. Las anomalías están cayendo. Cada año, la tasa desupervivencia de los nacidos es más alta. Quieren saber si eso es verdaden los seres humanos también.

Lo dice tan casualmente que casi puedo olvidar cuantosescalofríos me causan sus palabras. Porque son acerca de mí. Y luegocaigo en la cuenta y lo entiendo.

Me doy cuenta de lo que pretenden.

Ira me llena. Esto no  es lo que acepté. No estoy de acuerdo en serel sujeto de experimento para la Comisión. No estoy de acuerdo endarles mis niños.

Consentí mi vida, a la seguridad de la Ciudad. Mi enfado sedisipa, lentamente. El hecho es, que he perdido mis opciones. Ahora pertenezco  a la Comisión.

 — Estás enfadada — observa el Príncipe.

Respiro profundo, contando en silencio para mantener lacompostura. Por último, le digo:

 — ¿Lo crees?

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 — No. No cuando consideré mis otras opciones  – era tu vida en laCiudad o con las tribus. Sería muy fácil ver cuál era la mejor opción. Ynosotros no estamos pidiendo mucho.

Me río. ¿Cuántas veces he oído a Berg decir eso? ¿Cuántas veceshan dicho que vale la pena pagar el precio?

Niego con la cabeza al Príncipe, sacudiendo los recuerdos lejos.

 — Nadie lo hace.

Berg sabe que algo anda mal cuando llegó a casa. Me encuentraen la cocina, cortando salvajemente la carne que voy a utilizar para miúltima comida. Sus ojos están muy abiertos mientras que él ve el caos

de los alimentos y cuchillos. Ignoro su mirada.

 — Mira donde caminas  — le advierto, señalando con la cabeza loscristales rotos por los que está a punto de caminar — . Y vamos anecesitar comprar más copas de vino.

Mira hacia abajo, y luego a mí.

 — ¿Que está mal?

Niego. La brillante mirada de satisfacción de los grises ojos delpríncipe está demasiado presente, demasiado fresca. No puedo hablarde ello todavía. Así que le pregunto acerca de su día y Berg, sabiamente,lo deja pasar.

Hasta que estamos sentados uno frente al otro. Estoy mirandofijamente mi guiso, revolviéndolo con indiferencia. No puedo soportarlo.La sola idea de comer me da ganas de vomitar y lo empujo lejos.

Berg está hablando de un experimento en el que su mentor le hapedido que trabaje. Es una cura, lo sé, por la plaga que está arrasandoen el exterior. El patrocinio de la Señora ha abierto las puertas para élen la universidad, y ya, ellos están hablando acerca de su capacidad decrear sueros de trabajo y curas. Palabras que llegaron a Mlena diciendoque la plaga había golpeado unas Ciudades en el oeste. Lasrestricciones habían sido rigurosas en la semana que habíamos estadoen Mlena.

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La pesada cuchara de Berg traquetea sobre la mesa, con lo quefijo mi atención en él. Está mirándome, y no estoy segura de qué decir,siento como que me he perdido algo importante.

 — Lo siento, ¿qué?

 — ¿Qué pasó? — exige Berg suavemente.

 — Wrenfel me llevó a ver a un amigo suyo  — le digo. Incluso yoreconozco que mi voz está distante.

Se revuelve en su silla, mirándome.

 — ¿Sabes que ellos me trajeron aquí para procrear?  — digo sin

rodeos. Lo veo retroceder, y me maldigo. He tenido horas para pensaren que decirle. Y todavía, a estas horas no tengo nada y no sé qué másdecir.

 — ¿Qué quieres decir?

Le hablo de la comida, sobre la reunión con el Príncipe. Le digoque me habían visto, Wrenfel había confirmado mi registro médico. Y miimpotente furia regresa mientras narro y siento un fuerte dolor decabeza en mi sien.

 — Pero nuestras pruebas podrían tener un resultado negativo  — 

dice.

Le doy una mirada de disgusto.

 — Sabes que no es cierto. Ellos no me habrían traído aquí situvieran alguna duda.

 — Sabes que podrías tener una Cuota — dice, con cautela. Hay unfilo de dolor en su voz que nadie puede pasar por alto.

 — Y si esto fuera una circunstancia normal, eso sería una cosa.Podría llenar una Cuota si los niños fueran a ser simples Ciudadanos.Pero no lo serán. Van a ser propiedad de la Comisión. La Comisión losentregará a sus científicos. Incluso no los dejaran con vida, y el Príncipe ya está planeando las pruebas y experimentos. No voy a someter a unniño a eso.  — Mi voz está temblando, y puedo sentir mis ojos al bordedel llanto. Sin embargo, no puedo llorar. Tengo que alejarlas.

 — Así que, no — dice.

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Mis ojos lo miran, sorprendidos.

 — ¿Qué otra opción tenemos?

 — Ellos no comparten nuestra cama, amor  — dice Berg

razonablemente, ignorando por completo que "nuestra" cama es enrealidad solo mía — . Y cuando se levante la cuarentena, iremos donde laSeñora. Incluso si ella no nos puede ayudar, Gwen tendrá algo   quepuede evitar el embarazo.

Lo miro, este amigo quien siempre quiso un niño. ¿Cuántas vecesme dijo que quería varios? ¿Cuántas veces nos hemos enredado juntosmientras reflexionábamos sus nombres?

 — ¿Harías eso?

Deja su bebida y se inclina hacia delante, toma mi mano y besamis nudillos suavemente. Un escalofrío me recorre, convocado por mimemoria muscular.

 — Haría cualquier cosa por ti, Sabah.

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Traducido por Edward ParkCorregido por katiliz94  

La Ciudad está al borde, esperando por la plaga.

 — Creen que tienen la patología controlada — dice Berg al final de la

primera cena. Doy un sorbo a mi café y me pregunto si notaron quedetener la enfermedad es casi imposible. La plaga seguirá su curso, y nose podrá haber hecho nada hasta que lo haga. Nadie ha sido capaz dedetener la plaga. Y tienen muy poco tiempo para encontrar la cura antesde que la enfermedad se haga irrelevante.

Después de que él se fue a la Universidad, agarré una pequeñamochila y me fui de la casa. Uso el mapa virtual para navegar por lassilenciosas calles  — incluso con las luces brillantes, los ciudadanos seresguardan en sus casas. Ninguno se quiere arriesgar a contraer la plaga,aunque Mlena no ha reportado ningún caso.

Pero eso me dice nada del Exterior. Quiero ver el Escudo, necesitollegar tan cerca como pueda a la Mansión. Finalmente, busco el parqueque bordea el escudo. Los Guardias me ven, pero los ignoro, tirando de micapa más apretada mientras camino a lo largo del Escudo, lo más cercaque pueda. Las Cataratas lucen hermosas desde este punto vista, muertas y devastadas. Y ahí está la Mansión, oscuramente prohibida. Unos puntosde luz brillan desde lo alto en la Mansión. No es una prueba, pero las

luces son tranquilizadoras. Alguien ésta vivo  —  y Gwen está ahí,cuidándolos. Tal vez. Con suerte.

Los extraño, tanto que me duele. Pero me aferro a que estánsobreviviendo a la plaga. Comí mi almuerzo ahí, en el silencioso ruido rotopor el ruido de los Guardianes patrullando cerca. Extraño la música delagua y del viento.

Finalmente, me despierto. Aún hay una cosa más que hacer antes

de que vuelva a casa y espere a Berg.

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La sala de registros es polvorienta y mal iluminada, y demasiadoaburrida para la mayoría de los Ciudadanos con los que lo comparten.Algunos estudiantes de la Universidad miran fijos en sus tabletas conblancas expresiones, comprobando hechos y grabando estadísticas — pero

incluso ellos me ignoran. Se han acostumbrado a mi presencia.

Esta tranquilo, me doy cuenta, dejando de lado otra partida denacimiento. La sensación del papel quebradizo entre mis dedos, la músicasuave de fondo, incluso el suave susurro de los ciudadanos haciendopreguntas de los registros scrivs. Doy un sorbo a mi agua y hago unamueca por el tibio sabor antes de concentrarme en la próxima partida denacimiento.

Finalmente las encuentro  — las partidas de nacimiento tanto para

Arjun y Gali. Y sobre ellos, una única dirección, y dos nombres. Lo escriboen un pedazo de papel — estoy usando mi tableta más y más pero todavíasaboreo la sensación del papel bajo mis dedos. Y que sea difícil deencontrar es infinitamente atractivo.

No estoy segura si estoy lista para enfrentarla, sin embargo, mevuelvo a nuestro pequeño hogar. Me apresuro a subir las escaleras antesde que comenzar la cena, y escondo el trozo de papel con mi nota sin abrirde Merc.

***

Berg me encuentra en la habitación esa noche, extendido en lacama junto a mí. Empuja la pila de bocetos a mi lado y me muerdo ellabio, preguntándome qué pensará.

 — Estos son buenos, Sabah  — dice, casi sorprendido. Escondo misonrisa y él se asoma — . Lo son. ¿Cuándo aprendiste a hacer esto?

 — En el desván. Siempre dibujaba cuando subía ahí  — digo,concentrándome en el árbol en el que estoy trabajando. Las ramasoscuras son esqueléticas. Dibujo la luna rápidamente con la barra decarboncillo, manchando mis dedos.

 — Podrías usar la habitación de invitados como estudio  — dice Bergde repente, sobresaltándome.

Inclino mi cabeza en él.

 — ¿De verdad crees que necesito un estudio?

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Él se encoge de hombros.

 — Yo tengo mi biblioteca, ¿no te gustaría un lugar propio?

El pensamiento es extrañamente atractivo.

 — Me sentiría sola — digo con desdén, jugueteando con mi carbón.

Está tranquilo y silencioso, tanto así que lo miro con curiosidad.

 — Si quieres compañía, todo lo que necesitas es pedir, Sabah — dice,en voz baja.

Me sonrojo y aparto la mirada. Me deslizo de la cama, recogiendo

rápidamente los dibujos y apilándolos en un montón ordenado sobre lamesa. Mientras arrojo agua caliente sobre mis manos y observo al carbóncorrer y desvanecerse, pregunto:

 — ¿Qué necesitaría?  — El me mira, confundido, y aclaro — , parahacer un estudio.

Sonríe, una débil sonrisa.

 —  Tendremos que ir de compras.

***

 Todos los días pasaba horas en el estudio, a veces dibujando, aveces amasando capas de escultura. Rápidamente me doy cuenta de quemis cosas favoritas son una varita laser y los carboncillos.

Llena las horas del día. Y en la noche, cuando me siento con Bergpara una cena cuidadosamente preparada, nos da algo para discutir.

Parece contento — casi como si hubiera encontrado algo que realmente mehace feliz.

Y si fuera dejada a mis propias estrategias, tal vez lo estaría. Es fácil — demasiado fácil —  evitar pensar en Arjun.

Pero dos trozos ocultos de papel están demasiado presentes,burlándose silenciosamente de mí desde donde los he escondido en miescondite de la Mansión.

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Inesperadamente Wrenfel ofrece una distracción. Hemos estado enla ciudad un mes, cuando él viene a la casa. Sucede pocas voces ahora  — 

ha perdido su entusiasmo inicial por nosotros, o tal vez simplemente estáesperando.

Estoy pintando en mi estudio cuando Wrenfel toca la puerta. Lo dejoentrar, sorprendida por su entusiasmo burbujeante. Me entrega un sobrecolor crema pálido  —  y mi estómago cae. Sé lo que esto significa. Hapasado un mes, después de todo y por lo general, incluso, no toma tantotiempo.

 — ¿Los resultados de mis exámenes? — Pregunto, y él asiente.

Doy un paso al lado, y él entra de repente, llevándose toda la

energía con él.

 — Acaban de llegar.

 — Estaba pintando  — digo, y medio me alejo. Me sigue, ajeno a miincomodidad  – o tal vez no quiere reconocerlo. Wrenfel debería irritarme,pero no se puede negar que es inteligente. De cualquier manera, lapintura me ha tomado días, y estoy muy cerca de terminarla para pararahora. Lo ignoro mientras agarro mi pincel. Está tranquilo cuando entra a

mi estudio, y yo le hecho una ojeada a las paredes, individuales. ¿Cómo vemi arte – la vista desde el borde de las Cataratas, la niebla balanceándosesobre las escarpadas rocas mientras el agua las golpea, el relucienteEscudo con agua y luz en la oscuridad –  y el bosque? Demasiadas vistasdel bosque y ojos. No sé cuando empecé a dibujar los ojos, pero puedoreconocer a todos los que me miran fijamente desde varios lugares en lasparedes.

Merc, perezoso y divertido.

Gali, cálida y preocupada.

 Jade, temblorosa y contundente.

Rook, distante.

Arjun  — demasiados pares de ojos de Arjun, que muestran tantasexpresiones diferentes. Berg es el único que ha visto mi estudio, y nopregunta por ellos. Es un mudo acuerdo —  yo no presiono sobre la Señora,

 y él no pregunta por Arjun y los lobos.

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 — El resultado de mis exámenes. — Me pellizco, y los ojos de Wrenfelchasquean hacia mí. Son astutos, llenos de preguntas, pero él no las pide.Me pregunto cuándo será que –  y que respuesta le daré.

 — Una cuenta de salud. Las pruebas dicen que eres muy fértilquerida. — Casi está saltando de la felicidad, y sus palabras se me clavancomo agujas. Giro la cabeza. No quiero escuchar esto.

 — Eso es hermoso — digo, mi voz suave. Dejo que mi pincel bese lalona, aclarando las sombras.

 — ¿Qué es eso? — Me pregunta casualmente.

Hecho un vistazo a la pintura. Una sombra de blanco, un brillo de

oro, un lienzo de negro y el monótono resplandor de luz.

Él no presiona. Una cosa que debo admirar de Wrenfel es quesabe lo mucho que puede empujarme antes de que me imponga. Sabe losuficiente para no seguir mis imágenes.

 — Al Príncipe le gustaría verte otra vez. Para felicitarte  — dice,cambiando hábilmente el tema.

 — ¿No debería esperar hasta que esté embarazada?  — pregunto,

agregando otro trazo. La pintura ésta hecha  – todo lo que haga ahoraresta valor a la imagen, pero no puedo dejarla sola, no con Wrenfelobservándome por una reacción.

 — Por supuesto, si eso es lo que quieres, Sabah  — hace unapausa, y dice — , y, ¿cómo va eso?

Lo miro, con una sonrisa.

 — Sabias, antes de que me fuera ofrecida la membrecíaCiudadana, que Berg y yo estamos juntos. Danos tiempo.

Parece satisfecho. De cualquier manera no me importa mucho,pero la vida es más fácil si Wrenfel no está presionandoconstantemente.

 — Entonces. ¿Lo veras?

Suspiro, y miro a Wrenfel.

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 — ¿Tengo opción? Es el príncipe de Mlena — me da una mirada dedesaprobación y me ablando — . Bien, bien. Lo veré, Wrenfel. ¿Feliz?

Me sonríe, complacido.

 — Siempre.

***

Después de que Wrenfel se va, me encuentro inquieta. Me vistocon unos suaves pantalones calurosos y un suéter suelto, y salgo a laCiudad. Es tranquila a esta hora del día. Los niños aún están en clase — tienen entregas finales, lo que me da una vaga esperanza de que laplaga esté disminuyendo.

No pienso demasiado a donde voy. Deambulo por la Ciudad,perdida en mis pensamientos. No estoy lista para esto. Y por primeravez, no puedo sacarme a Arjun de la cabeza.

Él ha estado al borde de mi consciencia constantemente desdeque me envió de vuelta a la Mansión. Y si lo mantengo ahí, si no medetengo en mis recuerdos de él, puedo funcionar.

Después de observar la expresión de Wrenfel mientras echaba un

vistazo a las representaciones visuales de mis recuerdos, es imposibleempujarlos hacia abajo.

Y por primera vez, no estoy abrumada por el dolor. Por primera

vez, estoy furiosa. ¿Cómo se atreve ? ¿Cómo pudo enviarme devuelta aesto? ¿A otro hombre, a una vida controlada por la Comisión? ¿CómoArjun podría realmente pensar que esto era lo correcto para mí? ¿Cómopudo hacerme esto a mí?

Es increíble sentir algo más que miedo y tristeza. Me rebelo en lasemociones, envolviéndome en ellas y avanzo rápido a través de laCiudad.

Me encuentro a mí misma en una plaza, y echo un vistazoalrededor. Es silencioso, los caminos de piedra casi vacíos. Pero loreconozco, vagamente. Vi imágenes de esto mientras estaba buscandoen mi tableta. El pedazo de papel aún está en mi capa. Pero a pesar deno tenerlo conmigo, sé exactamente lo que dice.

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Mis pies se mueven inconscientemente. Si pienso demasiado,perderé los nervios. Y quiero hacer esto  — es un pequeño pedazo de él,pero es todo lo que tengo. Y a pesar de mi ira, no puedo dejar deaferrarme a cada pedazo.

Con mi mente contenta, me apresuro. Las calles comienzan allenarse, y soy tragada por una oleada de Ciudadanos, con la intenciónde regresar a sus hogares. Miro a mi alrededor, con curiosidad. ¿Ellaésta aquí, en algún lado?

Mis piernas duelen para el momento en que había hecho todos loscambios, y doy marcha atrás  — incluso sabiendo donde voy, me pierdodos veces. Se me ocurre que Berg probablemente esté preocupado. Enlos meses que he estado aquí, he tenido cada noche la cena preparada

para cuando él vuelve de la Universidad.

Me detengo cuando finalmente veo el número 314 grabado encimadel dintel de la puerta de una casa grande de color marrón. Esinquietantemente similar a la mía. Pero si hay algo que he aprendido, esque la Comisión carece de imaginación. Todas  las casas son similares.

Hay una sola luz encendida y hace que mi corazón se acelere.Casi me había esperanzado que no estaría aquí. No estoy segura si

quiero enfrentarla.

Un pensamiento repentino se apodera de mí: ¿Son sus ojos comolos de Arjun?

Ese pensamiento me impulsa a subir los escalones y llamo antesde que pueda pensar mejor la idea.

Selent es pequeña. Es tan petisa como yo, con un suave pelo grisque pareciera brillar. Sus ojos  — mi corazón se detiene cuando hecho

una mirada a sus ojos. Son brillantes, un tono ligeramente más suavede sombra dorada que los de Arjun, la cual es imposible confundir.

 — ¿Puedo ayudarte? — Pregunta, curiosa pero acogedora, y puedover de dónde Gali obtiene su cordialidad.

Puedo sentir las lágrimas ardiendo en mis ojos mientras meatraganto.

 — Mi nombre Sabah. No me conoce – pero –  amo a su hijo.

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Sus ojos se amplían.

 — ¿Arjun?  — Susurra, aferrándose a la puerta, como si fuera loúnico que la mantiene erguida.

 — ¿Puedo pasar? — pregunto, consciente de repente de los muchosoídos escuchando alrededor de nosotros.

Retrocede tan rápidamente que se tropieza con su vestido, y metira hacia la casa. Quiero llorar cuando me abraza. Increíblemente sesiente como Arjun.

 — Ven, siéntate  — me empuja hacia la cocina, me empuja haciauna silla — . ¿Te gusta el té? Tengo vino, también  – no es de la mejor

calidad. — Dice en tono de disculpa.

 —  Té ésta bien  — digo, y ella inclina la cabeza en reverencia,escurriéndose alrededor de la cocina. Sigue lanzando minúsculasmiradas, como si no estuviese segura de que soy real. Me quedo ensilencio, hasta que finalmente fija el té en frente de mí y se sienta.

 — Eres muy bonita — dice sonriendo.

Me ruborizo, pasando una mano por mi pelo. Me siento sucia y

cansada, no como quise conocerla la primera vez.

 — Gracias.

 — ¿Conocías a Arjun?  — Pregunta — . Antes de…— Se calla y mirapara otro lado — . Estoy segura que sabes lo que sucedió con él.

 — Si — asiento con la cabeza, y sus ojos corren como rayos sobremí — . Pero, lo conozco ahora. Lo vi… hace un mes. 

La sorpresa hace que su boca que se abra.

 — ¡Has hablado con él!  — sus ojos se entrecierran — . Pero, ¿porqué confiaría él en ti?

 Tomo un sorbo de mi té, y lentamente, le cuento. El hecho de que,Gali o Arjun, confiaran en ella lo suficiente para confiarle la verdad delataque de Teegan me dice todo lo que necesito saber sobre ella. Ella nome va a traicionar a la Comisión.

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Cuando por fin me quedo sin palabras, le he dicho cada cosa  — laúnica cosa que omití son los lobos de la Ciudad y el papel que la Señoraha jugado. Me mira fijamente, sin verme, sus labios volviéndose en unasonrisa.

 — Entonces son felices. Gali tiene a alguien que la ama.

Asiento y ella parece concentrarse, mirándome.

 — Gracias, Sabah. No tienes idea de lo mucho que significa saberque están vivos. Que se tienen el uno al otro. — Parpadea rápidamente ylas lágrimas retroceden — . ¿Qué tan pronto te reunirás con él?  — 

pregunta, con voz ansiosa.

Niego con la cabeza.

 —Yo no… él me envió de vuelta a la Ciudad. No me quiere.

Selent frunce el ceño.

 — Pero lo amas.

 — ¿Eso importa?

Su voz es aguda, y me recuerda a Gali., cuando dice:

 — Por supuesto que sí. Sabah, conozco a mi hijo. Él no tepresionaría a permanecer en una vida tan peligrosa. Te ofrecería laopción de volver a casa –  y si tomaste esa decisión, él no haría nada paradisuadirte.

 — Él me dijo  que me fuera.

Ella agita una mano, irritada.

 — Por supuesto que lo hizo. Arjun es un mandón, controlador. Esprotector y dominante y grosero. Deberías saber eso  — sus ojosentrecerrados — . A menos que no quieras estar con él.

La miro a los ojos, y por una vez, dejo que todas las emocionesinunden mi mirada, más allá de los muros y barreras que me impidencolapsar.

Asiente con la cabeza, una sonrisa de satisfacción en su rostro.

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 — Entonces, ¿Qué te detiene? Si lo amas, ¿por qué estás aquí?

S i…. La única palabra que cuelga tanto.

 — ¿Y si no me ama? — susurro.

Ella suspira.

 — No puedo convencerte de que lo hace. Conozco a mi hijo, y sé loque me has dicho. Creo que sabes que lo hace. No te conozco Sabah,¿pero es posible que tengas miedo?

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Traducido por BrenMaddoxCorregido por katiliz94  

Me siento en mi cama, con las piernas cruzadas debajo de mí.

El papel doblado casi burlándose de manera inofensiva. He estado

mirándolo desde que regresé de la casa de Selent  — por alguna razón,Berg aún no ha regresado de la Universidad.

 — Solo ábrelo,  — murmuro para mis adentros, irritada por mi

vacilación. ¿Qué tan malo puede ser? Lo que más importaba, ¿qué  podía ser? La curiosidad está empezando a superar mi miedo, y loalcanzo, mis dedos rozando los cruzados bordes afilados.

¿Realmente importa, lo que dice? Cuánto me puede afectar  — 

estar con Arjun ya no es una opción abierta para mí. Los lobos

expulsados se han retirado a sus Ciudades  — incluso los Ciudadanoshan notado su ausencia, el hecho de que no estén siguiendo el Escudo.Algunos culpan a la plaga por su ausencia. Piensan que los lobos hansucumbido a la enfermedad. La mayoría son felices por ello.

Recojo la nota de nuevo.

 — ¿Sabah?

La voz de Berg desde la sala apenas rompe mi concentración, yme dejo caer mientras sus pasos hacen eco. Me doy cuenta de quesuena preocupado y luego abro la nota.

Me quedo muy quieta, el ruido de alguna manera retrocede.

Hay muy poco escrito. Me quedo mirando, mis ojos tratando dedarle sentido a las líneas garabateadas, a las formas serpenteantes.

 — ¿Sabah? — llama de nuevo, como si estuviera muy lejos.

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Miedo repentino me consume y empujo el papel debajo de mialmohada, vuelvo a caer en la cama mientras Berg entra en lahabitación. Le sonrío, y espero que él no pueda oír los latidos de micorazón.

 — Llegas tarde, — le digo.

Él asiente con la cabeza, dándome una mirada de disculpa.

 — Hemos tenido un gran avance en uno de los experimentos, ynecesitábamos discutir qué hacer a continuación  — toca mis pies,sentándose en el extremo de la cama — . ¿Ya comiste?

Niego con la cabeza, y veo preocupación parpadear en sus ojos.

 — Fui a dar un paseo después de que Wrenfel viniera estamañana. Yo... le tomó más tiempo de lo que esperaba,  — digo, sinconvicción. No hablamos de Arjun ―e incluso si lo hiciéramos, no quierohablarle sobre haber conocido a la madre de Arjun. Si alguien mereceoír hablar de eso, sobre la mujer elegante que me ha obligado a pensar,son Arjun y Gali.

La imagen en el papel llena mi mente, tan embriagadoramenteesperanzadora, no puedo respirar por un momento.

 — ¿Por qué no vamos a la pequeña cafetería de la esquina?  — 

sugiere Berg — . No te ves como si pudieras cocinar.

No lo estoy, por lo que asiento.

 — ¿Me das unos minutos para cambiarme?

Él sonríe, y vacilante se inclina, sus labios rozando mi pelo. Hago

un sonido, un gemido de protesta que él toma como un estímulo. Susdedos están bajo mi barbilla, levantando mi cabeza, presionando suslabios contra los míos.

Es la primera vez que me ha tocado desde que hemos estado en laciudad.

Es el peor momento imaginable.

Me quedo completamente inmóvil bajo su beso, pero por alguna

razón, no se da cuenta. Alisa mi pelo hacia atrás y me sonríe.

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 — Date prisa, cariño. Tengo noticias para compartir.

Mientras me deslizo en un vestido negro, pienso en el mapa, laubicación de la Ciudad escondida  — el futuro de los lobos. No puedodejar de reír, histérica, cuando me doy cuenta de que yo también tengonoticias, incluso si es algo que no puedo ―quiero―  compartir.

**

 — Ellos piensan que encontraron una cura,  — me susurra Berg,mirando a su alrededor a los otros ciudadanos que llenan la cafetería.No hay muchos entre el toque de queda y la hora tardía, la mayoría delos ciudadanos ya están en casa.

Es uno de los más bonitos, tranquilo, sosegado. La mayoría de losciudadanos están leyendo en sus tabletas, o absorbidos en sus propiasconversaciones, y no nos prestan atención mientras él susurra. Lo miropor encima de mi cena  — un pan de nuez relleno de hierbas, queso ypescado en rodajas finas.

 — ¿Saben   si va a funcionar?  — pregunto, untando la salsa decítricos sobre el pan con un cuchillo y tomando un bocado.

 — No  — tienen que probarlo sobre el terreno. Pero ha funcionadoen las pruebas de laboratorio.

Hay algo que no me está diciendo  — el filo de su emoción pareceaburrido.

 — ¿Qué está mal?

Él juguetea con el tenedor por un momento.

 — Quieren que vaya al Exterior y traiga conmigo una muestrapara probar sucesivamente.

 — Pero la enfermedad podría propagarse, — protesto, aturdida.

 — Lo saben. Pero a menos de que podamos probar que la curafunciona, no hay manera de contener el patógeno,  — dice, cortando miprotesta — . Hay un ciudadano en Alpen, un horticultor que no escuchóacerca de la cuarentena, que ha aceptado ser nuestro sujeto de prueba.

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El nombre me hace sentarme, y sus ojos se estrechan en mímientras lo miro fijamente.

 — ¿Qué? — dice, su tono cauteloso.

 — ¿Vais a traer al Ciudadano aquí?  — pregunto, obligándome arelajarme y tomar un bocado.

 — No. Ya Alpen ha estado expuesto, la Comisión no quería correrel riesgo trayendo el patógeno a Mlena. Envían a unos pocos científicos ―incluyéndonos  a mi patrocinador  y a mí―   para supervisar laadministración y el progreso de la cura.

 Tengo una sensación de déjà vu, y lo miro. Los labios de Berg se

crispan y levanta las cejas, en silencio reconociendo que los dosestamos pensando en Merc, y en los últimos días en la Mansión.

 — ¿Cuánto tiempo vas a estar fuera? — pregunto.

 — Una semana — Se encoge de hombros — . Tal vez más.

Caemos en silencio, y yo tomo unos cuantos bocados más. Lacomida, por lo general una de mis favoritas, es sosa y sin sabor en miboca. Berg parece frustrado, con ganas de alguna reacción más de mi

parte. Trato de hacerlo, pero no tengo nada. Mi mente está demasiadocentrada en Arjun. Finalmente, después de lo que parece unaeternidad, Berg le permite al camarero escanear su tarjeta de crédito, ynos vamos. La noche está fresca  — glacial. Echo de menos el calor y elviento. El Escudo parece contener el frío, una burbuja de vidaimpersonal brillante.

Berg se desvanece en su biblioteca cuando volvemos a la casa, y yo me retiro a mi estudio, sentándome en un rincón, llena de suaves

almohadas con una variedad de texturas y colores. Me hundo en elasiento, abrazando una almohada mientras miro la nota doblada que herecuperado de mi cama.

Me pregunto cuánto tiempo te tomará el leer esto. De cualquiermanera, ahora sabes que la manada ha llegado a nuestra Ciudad. Y túhas ido a la tuya.

¿Por qué te fuiste? Nunca voy a entender por qué los dos fuisteis lo

suficientemente estúpidos como para alejaros el uno del otro. Arjun es unidiota, al enviarte lejos.

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La cosa es que no creo que sea justo. Tú debes tener una opción enesto — una sin emociones. Estás tan convencida que esto es lo que élquiere, en lugar de darte cuenta de que esto es lo que él piensa quenecesita.

Así que estoy confiando en ti. A continuación, encontrarás unmapa, llevándote a nuestra Ciudad. Si eres feliz en Mlena con Berg,entonces quema el mapa. Si quieres estar con Arjun — bueno. Estaremosesperando.

Merc.

***

Me quedo mirando, a la ruta cuidadosamente trazada. Los lobosexpulsados han ocultado su ciudad tan bien  — casi encima de la baseque allanó la tecnología para construirla. Es al sur de la isla, una de lasprimeras Ciudades destruidas por las bombas durante el Cataclismo.Me pregunto si ellos están a salvo de la lluvia radiactiva, pero conozco aRook  — él no construiría un refugio para su manada sin estar muyseguro de su seguridad.

Quiero verlo. Tanto que duele, quiero ver esta Ciudad en la

naturaleza. El dolor familiar está ardiendo en mi pecho. Durante muchotiempo ahora, he ignorado a la manada  — enterrado los recuerdos queatormentan mis sueños. Doy un suspiro tembloroso y un sollozo estalla.

Me duele, más de lo que esperaba. La esperanza de que hematado sin piedad, todas las semillas que pensé que estaban muertasfloreciendo de nuevo a la vida con una violencia que me deja sin aliento.

Y me doy cuenta, con absoluta certeza, de lo que voy a hacer.

***

Wrenfel me llevo a comer al día siguiente, como estaba previsto.El Príncipe está casi temblando de alegría. Debería estar furiosa,especialmente cuando los oigo murmurar sobre una fiesta que elPríncipe estaba llevando a cabo. Es, le dice a Wrenfel, en honor para laComisión que viene a Mlena el conocerme.

 — ¿Yo?  — Parpadeo, asustada ante la idea de la Comisiónqueriendo conocerme.

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Wrenfel se ríe de mi incredulidad.

 — Ella todavía está incómoda con la atención, Príncipe.

El príncipe guiña.

 — Bueno, va a aprender a apreciarlo  — me mira, y me sorprendeque me hable, en lugar de decirle comentarios acerca de mí a Wrenfel,como si yo no estuviera presente — . Eres un mérito para Mlena. Unaverdadera hija de la Ciudad, — dice, como si se tratara de algo de lo quedebería estar orgullosa.

No puedo dejar de reír.

El Príncipe frunce el ceño, mirando a mi patrocinador como sipudiera explicar mi comportamiento. Wrenfel sonríe nerviosamente.

 — No soy un mérito para esta ciudad, más de lo que soy su hija, — le digo, todavía sonriendo. Veo a Wrenfel palidecer, y a pesar de miaversión por él, me compadezco de él en este momento — . En todo caso,príncipe, soy hija de Kathleen Lawson. Ella me crió, se preocupaba pormí, cuando su Ciudad  me tiró a la alcantarilla.

No puedo disfrazar el veneno de mis palabras, y los ojos del

príncipe se estrechan.

 — Y, sin embargo, elegiste la vida en la Ciudad en vez de quedartecon ella.

Me encojo de hombros.

 — Ese no es su asunto, sea lo que sea lo que piense yo estoy aquípor la petición de mi Señora ―no para hacerle algún  favor.

Me levanto, disgustada y poco dispuesta a sentarme con ellos pormás tiempo. Espero que un Guardián me obligue a sentarme de nuevo,pero nadie se mueve hacia mí. Y todos sabemos por qué.

Soy demasiado valiosa y poco común. Hay muy pocas chicasfértiles de Mayoría vagando por el Exterior, esperando ser capturadaspor la Comisión, especialmente a la luz de la plaga. Enviándoles unasonrisa tensa, acecho fuera de la sala de estar.

***

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 — Wrenfel me contó sobre su tarde,  — dice Berg. Está apoyado enel marco de la puerta de mi estudio, mirándome. Creo que le sorprendeque no esté pintando.

Me encojo de hombros, ignorando el tono de censura en su voz, yfirmo mi nombre. La pila de cartas ha crecido considerablemente desdeque llegué de vuelta a casa.

 — Sabah, habla conmigo,  — dice, y su voz es la de mi amigo, nodel hombre con el que se espera que comparta mi cama.

Me detengo y miro. Esta es la pregunta con la que he estadoluchando todo el día. ¿Qué le digo? ¿Cuánto puedo decirle sin poner enpeligro a la manada? Inclino mi cabeza, mirándolo, y él se acerca, se

agacha a mis pies.

 — No hemos hablado, no realmente, desde que regresaste delbosque, — dice — . Sé que has cambiado.

 — Cosas como esas se tienden a hacer — le digo ligeramente, peroambos sabemos que esto no es una broma.

Él me mira con esos familiares ojos oscuros color cielo y casi merompe el corazón lo que tengo que decirle.

 — Yo no puedo hacer esto, — le digo.

Él no parece sorprendido.

 — ¿Debido a la Comisión?

Asiento con la cabeza.

 — En parte. No me arriesgaré a que se lleven a mis hijos, Berg.

 — ¿Y la otra parte? — Su voz susurra tranquila.

Arjun . Berg sabe que alguien en el bosque tiene mi corazón. Sidigo la verdad, admitiré que él sabe que es Arjun  — que estoyrechazándolo por el mismo lobo expulsado que tan salvajemente logolpeo.

Suspira cuando no respondo.

 — No entiendo por qué has vuelto.

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Eso duele, y lo dejo ver dentro de mis ojos.

 —Porque tuve… él pensó que era demasiado peligroso, en lanaturaleza. Y el líder de la manada buscaba el suero.

 — ¿Cómo sabes que este lobo no está solamente usándote? ¿Cómosabes que aún te ama de verdad?

Ese miedo me ha estado plagando durante más de un mes.

 — No lo sé, — digo simplemente.

Me mira por un largo tiempo, sus ojos cautelosos.

 — ¿Qué vas a hacer?

Me encojo de hombros.

 —  Tengo que encontrar una manera de vivir. Todos hacemos lomejor que podemos, ¿no? Con lo que se nos ha dado.

 — Pero esto es lo que te fue dado, — protesta.

 —  Tengo que tomar una decisión,  — le digo — . Dejé que Arjun

eligiera enviarme de vuelta. Dejé que las necesidades de la manadadictaran la elección de venir contigo a Mlena. Si no hago algo, si doytoda elección a la Comisión, ¿dónde terminaré? ¿Qué hacemos cuandotomen a nuestros hijos? Si incluso tenemos hijos, les hemos regaladosus opciones  — suspiro — . Tengo que pensar  – decidir con lo que puedovivir, con lo que estoy dispuesta  a vivir.

Nos sentamos en silencio durante mucho tiempo, y miro losbocetos en las paredes que nos rodean. El bosque parece señalarme — 

quiero desesperadamente salir corriendo a la noche y nunca mirarhacia atrás. Los ojos de Arjun brillan hacia mí desde una docena delugares diferentes en la pared, y finalmente puedo encontrarlos, sin queduela. ¿Cuánto tiempo más, me pregunto, hasta que esté dentro de susbrazos?

 — ¿Dejas la Ciudad? — dice él, sobresaltándome.

 — No,  — miento sin vacilar. Él se ve sorprendido, y yo suavizo mitono — . Berg, no te voy a dejar. Sólo necesito tiempo para pensar, sobre

si puedo vivir de esta manera. Y qué voy a hacer si no puedo.

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Sus ojos están en problemas, empezando a entrar en pánico.

 — Pero... Sabah, no sé cómo vivir sin ti. Si hay una cosa queaprendí cuando estabas perdida, es que no puedo vivir sin ti. Tú eres laúnica que nunca cambia en mi vida. No importa qué secretos descubra,lo que aprenda  ―tú estás allí, constante e inmutable. No puedo perdereso.

Lágrimas arden en mis ojos, y agarro su mano. Es tan familiar,que es como una extensión de mí. ¿Cuántas veces he sostenido sumano, y lo ha tranquilizado? ¿Cuántas veces lo he escuchado contarmesus historias, y he puesto los ojos en blanco por su sueño imposible?

 — No me puedes dejar, Sabah,  — se ahoga, y puedo escuchar las

lágrimas en su voz.

 — Lo prometí. ¿No te acuerdas?  – te lo prometí la noche que nosconocimos. Si uno de nosotros se va, nos vamos los dos.

Siento la sombra de esa chica, la chica con la que él estaba,flotando entre nosotros. Casi puedo sentir la cuerda que nos unía. Seextiende entre nosotros ahora, y puede ser que es donde nosequivocamos. Estamos obligados por toda una vida de recuerdos y

emociones.

Me quedo mirando a Berg, el chico que me salvó, el que pensé queestaría atado a mí para siempre. Y siento la tensión que finalmentetiene perfecto sentido.

 — Berg, — digo, con lágrimas llenando mis ojos — , te amo. Siempre

lo haré. Eres mi mejor amigo, la única persona que sabe todo  lo que hayque saber sobre mí. Pero nuestras vidas... ¿y si no van hacia el mismolugar?

 — No puedo dejarte ir, — casi grita, preso del pánico.

 — ¿Y si necesito que lo hagas? — le susurro.

***

La cabeza de Berg está descansando en mi rodilla, y jugueteo consu cabello mientras me apoyo en las almohadas de la cama. Mis ojos

están arenosos de tanto llorar. Es un esfuerzo el mantenerlos abiertos.El agotamiento nos motiva a estar silenciosos, y mis ojos se cierran.

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 — Creo que este viaje está llegando en un buen momento,  — diceBerg, sobresaltándome. Pensé que estaba dormido.

Le echo un vistazo.

 — ¿Qué quieres decir?  — pregunto, una sonrisa levantando mislabios.

 —  Te voy a dar la oportunidad de pensar, sin mí alrededor — Él seinclina y besa, rápido y casto, mis labios — . Me voy en tres días.

***

Selent sonríe cuando abre la puerta principal. Después de que me

llevara al interior, espero con impaciencia, mi rodilla traqueteandodebajo de la mesa mientras ella flota por la cocina, por lo que laconversación se detiene mientras prepara el té.

Finalmente, se sienta frente a mí, con los ojos curiosos ycuestionando.

 — ¿Has pensado más acerca de lo que dije?

 — Lo hice,  — respondo. Deslizo la nota de Merc fuera mi bolsillo,manteniendo el mapa a un lado. Ella lo lee rápidamente y luego sumirada se encuentra con la mía. Sin esperar a que ella hable, digo — ,Berg está saliendo con un científico para probar una cura en Alpen. Voya tener una semana ―puede ser un poco más―  con él fuera, y Wrenfelestá distraído planificando mi gala.

Ella se ve sorprendida.

 — ¿Wrenfel Lark es tu patrocinador?

Asiento con la cabeza, apartándola a un lado.

 — Necesito tu ayuda.

Selent toma mi mano, girando la palma hacia arriba.

 — No tienes un biochip,  — murmura, y sus ojos son feroces, casisalvajes, cuando se encuentran con los míos.

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 — Ellos querían esperar hasta que mis pruebas regresaran. Sesupone que debo conseguirlas el día después de que Berg se vaya.

 — Puedo salir de la ciudad, — susurra, y mi corazón se detiene. Nohabía soñado que pudiera hacer eso  – que quisiera atreverse. Todo loque había esperado era un escondite entre los Vulgares hasta que selevantara la cuarentena. La miro y ella sonríe, y veo a su hijo e hija enesa sonrisa salvaje.

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Traducido por katiliz94Corregido por katiliz94  

Berg está en el piso de arriba, nerviosamente triplicando susmochilas, cuando el transporte aéreo llega. Pongo abajo mi tableta, yendo a abrir la puerta.

 — Un minuto,  — digo al capitán de transporte, girándome paragritar al piso de arriba — , Berg. ¡Llegas tarde!

Él llega corriendo por las escaleras, su pelo largo  — necesita quese recorte —  cayéndole sobre los ojos, y jadeo. Sus ojos se lanzan a mí,cuestionando, y lo que sea que ve ahí le hace detenerse.

 —  Toma esto  — dice, lanzando los bolsos al capitán esperando, ydespués se vuelve a mí, poniéndome en un abrazo. Me aferro a él,

memorizando las familiares líneas y ángulos de su cuerpo contra el mío,su esencia que evoca miles de recuerdos, el matojo de su pelo contra mimejilla, la suavidad de sus labios contra mi cuello.

 — Es solo una semana, amor — dice, su voz probándome mientrasse aleja de mí. Me besa, un beso rápido hasta que hago puños con lasmanos en su pelo, atrayéndolo más cerca y con más profundidad.Cuando se balancea un poco, le sujeto para atraerle más cerca, hastaque nada nos separa, hasta que estamos tan cerca como nunca antes lo

hemos estado.

Cuando le libero, le empujo suavemente hacia la puerta, lapreocupación llamea brevemente en sus ojos. Y entonces se va.

Y puedo llorar.

***

Mi corazón duele cuando Selent llega. Me mira, sorprendida, ycierro la puerta antes de decir brevemente — , Berg.

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 — Pensé que amabas a Arjun — protesta, deteniéndose.

La miro.

 — Berg es mi mejor amigo, mi hermano, mi confidente. Cuando

ésta Ciudad me arrojó, Berg cuidó de mí. ¿Es tan extraño mentirle, ydejarle por un hombre que le golpeó, de lo que de alguna forma esdifícil?

Ella parpadea.

 — Cuando lo pones de esa forma, supongo que no.

La conduzco de camino a mi estudio, abriendo el armario y

sacando un saco vacio.

 — No he tenido oportunidad de empezar comida  — le digo — .¿Conseguiste lo que te pedí?

Asiente.

 — Lo dejé en el túnel. Tu guía lo tiene.

Le lanzo una rápida mirada. ¿Tengo un guía?

 — Rápido — dice, su voz urgente — . Necesitas estar en los tunelesantes del momento que la Ciudad despierte.

Asiento, y meto un montón de cartas selladas.

 — Cuando la cuarentena sea levantada, ¿enviarás esto a laMansión?

Duda, y me pregunto como de peligroso es para ella. ¿Será

interrogada cuando el Príncipe y Wrenfel se den cuenta de que me heido? Selent extiende las manos y toma las cartas, diciendo solo:

 — Sabah, necesitas darte prisa.

En la cocina, me meto todos los alimentos no perecederos quepuedo encontrar en la bolsa: nueces, frutos secos, barritas energéticas,carnes secas. Duro pan crujiente. Añado la poca fruta fresca en lanevera, un poco de carne cocida que había preparado por este motivo

anoche. No es mucho, pero si soy cuidadosa con esto, debería ser capazde sobrevivir.

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Soy buena en eso.

Por último, asiento hacia Selent. En la puerta, ella envuelve unabufanda alrededor de mi cuello, y dice en voz baja:

 — Recuerde, necesitas actuar como si pertenecieses a la calle  – 

como si no tuvieses ninguna razón para ser interrogada. Confianza,Sabah.

Asiento, y levanto la barbilla, cuadrando los hombros.

Es más difícil de lo que pensaba, y ridículamente fácil. LosGuardianes apenas miran a dos Ciudadanas paseando por las tiendas.Si mi bolsa es pesada, no les concierne  — ¿por qué debería? Soy una

Ciudadana, y ¿qué diablos podría ofrecerme el Exterior que podríaalejarme de que la seguridad?

Selent me tira en un callejón oscuro, y no veo la apertura deltúnel. Las alcantarillas. Cierro los ojos, y puedo oír las vocesfantasmales de todos mis niños a través de los años, sus pequeñasvoces contando, calmando. Canto con mis recuerdos, y mi respiraciónse equilibra.

 — Ve  — dice Selent y me empuja suavemente hacia el túnel.Quiero decir algo, darle las gracias, pero no sé qué decir  – no hay nadaque pueda decir que sea adecuado — . Sabah  — dice, con la vozquebrada, y miro hacia atrás — . ¿Les dirás que los quiero?

 — Ven conmigo  — digo impulsivamente y ella se ríe, un pocosalvaje y amargo.

 — No puedo  — dice, levantando la mano, expone la muñeca. Lacicatriz es tan pequeña que es casi invisible, pero sé que el biochip está

allí, acurrucado bajo su piel. Asiento, y ella endereza los hombros — . Ve.Se feliz con él.

Escucho algo debajo de mí, pies chapoteando suave y unapequeña voz llamándome, y me deslizo hacia abajo, hacia la oscuridad.Por encima de mí, la cubierta metálica se mete en su lugar, y puedoescuchar los pasos de Selent corriendo lejos.

Un niño — parece tener entre de diez y quince años —  está a unos

metros de distancia, con cautela. Él está sosteniendo una bolsa, la

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bolsa que contiene toda mi esperanza. Todo lo que necesito parasobrevivir. Todo menos el mapa, el cual he aprendido de memoria.

Y quemado.

 — ¿Eres la amiga de Selent? — pregunta el niño, y yo asiento. Mearroja la bolsa, y la tomó de la oscuridad. Es asombrosa la facilidad conla que puedo volver a caer en las sombras, después de mi tiempo en lasluces de Mlena — . Vamos, entonces.

Él no habla — ni siquiera se molesta en decirme su nombre. Peroes un buen guía, y nunca se pierde. Los túneles se extienden duranteuna eternidad.

 — ¿Estamos todavía en la Ciudad?  — pregunto, después de casitres horas de caminata.

Sacude la cabeza.

 — Casi fuera de los túneles. A unos diez kilómetros al este de laCiudad.

Mi corazón se hunde un poco — al este significa aún más lejos demi destino de lo que había imaginado.

 — ¿Por qué tan lejos? — pregunto.

 — Porque no puedes cruzar el río en otro sitio  — respondelógicamente antes de caer en silencio.

Veinte minutos más tarde, el túnel termina abruptamente enagua. Lo miro y luego al chico.

 — ¿Qué es esto? — exijo, mi voz aguda.

 — La única forma de rodear la cuarentena. Tendrías que nadarpor el río de todos modos.

 — Me congelaré. Y estoy segura de que te has dado cuenta de esto,pero hay una cascada .

Él resopla.

 — Está a kilómetros de distancia. Llega al lado seguro del río y hazun fuego. He hecho lo que pidió Selent – ¿quieres marcharte o no?

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Quiero — volver no es una opción. Apretando los dientes, aseguromis maletas, agradecida de que hubiese pensado en usar mochilasimpermeables. Entonces me sumerjo en el agua. Escucho el silbido desorpresa del niño, le oigo gritar algo, pero el agua me está arrastrando

abajo y lejos.

No es tan fuerte como estar en la cascada, pero es tan frío, y nohay nada que me haga sentir segura —  y eso es aterrador. Todo el nadoes aterrador. Lleva un poco de tiempo sin fin — aunque, mirando haciaatrás, probablemente no era mucho tiempo en absoluto. Pero cuandopor fin llego a la orilla en el otro lado del río, la luz grisácea estáempezando a desvanecerse, no puedo sentir los pies, y estoycompletamente expuesta.

Me quedo ahí, temblando en la oscuridad y en el silencio.

Por primera vez, estoy completamente sola.

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Traducido por BrenMaddoxCorregido por katiliz94  

Me estremezco mientras un viento helado pasa sobre la cornisa.La pequeña llama que encendí ondea en el viento, y curvo mi cuerpo asu alrededor, tratando de mantenerla viva. Lágrimas picaban en mis

ojos mientras el fuego chisporroteaba y se apaga. Mi última comida,una ardilla insignificante, no estaba en absoluto lo suficientementecocida como para comer.

Es bueno, me digo a mí misma, que el fuego se haya extinguido.No atraerá a los leopardos que me están acechando. O a cualquier otracosa.

Pero comer habría sido agradable.

Echo un vistazo a la montaña, con la esperanza de ver algo: algúnpunto de luz. Incluso las luces de la caravana de una de las tribuserrantes serían bienvenidas, después de cinco semanas de aislamientoen el Exterior.

Me he acercado a la manada que vi la semana pasada. Paraentonces, mis suministros habían sido peligrosamente bajos, peropodría haberlos cambiado por algo  ―un móvil nuevo por mi tableta, ocomida, o incluso una manta extra.

La precaución me había mantenido oculta hasta que me ellos mehabían pasado, sin embargo. Por el simple hecho de que los Exiliadosdependían del resto de las Ciudades. Si se les preguntaba sobre unachica vagando sola en el exterior, no dudarían en ofrecerme en unabandeja a la Comisión. Nada valía la pena ese riesgo.

Pateo las cenizas de mi fuego sobre la repisa, escuchando elespiral que baja en la noche oscura. Cuando los palos finalmente

traquetean contra las rocas, oigo un silbido, y luego pisadas suavescuando el leopardo va a investigar el ruido. Me envuelvo en mis mantas

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tan silenciosamente como me es posible y me hago una bola, mi espaldacontra las rocas.

 Tal vez mañana, llegaré a la Ciudad.

**

Espero hasta que la luz gris mancha la oscuridad paratransportarme a mí misma hasta la ladera de la montaña, fuera de larepisa. La cuerda quema contra mis manos, pero me siento mejor porhaber sido capaz de dormir de forma segura  ―el leopardo no me podía

perseguir en la ladera de una montaña.

Sigo mis pistas de nuevo hasta el río, parando para alimentarmecon bayas de un pequeño arbusto. Dejo algunas para las aves, lanzandomi ardilla al costado  ―no habrá tiempo para cocinarla antes de que lacarne se vuelva rancia.

He estado siguiendo este nuevo río durante la última semana ―desde que deje los escombros de la isla atrás. Una pequeña voz dentro

de mí dice que ha sido demasiado tiempo, que ya debería haberencontrado a la manada. La ignoro, lo mejor que puedo. No es útil.

Cuando llego al río, enciendo el mapa de la tableta. Mi teléfonoestá muriendo ―tengo al menos una semana antes de que se acabe por

completo. Si no encuentro la Ciudad pronto, nunca lo haré.

El Punto está por delante. Si sigo el río todo el día, deberíaalcanzarlo por la noche. Puedo acampar allí, en la relativa seguridad delas almenas. Razono suavemente conmigo misma, cojo mi bastón yempiezo a caminar a lo largo de la orilla del río.

***

Llegué Al Punto más tarde de lo que esperaba, pero no habíaninguna falta una vez que llegue. Los restos desmoronados merecordaban a Berg, a sus antiguos castillos en sus historias. Sonrío,sabiendo lo mucho que a él le encantarían.

 Trepo por la empinada ladera, usando los árboles y arbustospequeños para tirar de mí misma. Plantas venenosas prosperan aquí, y

tengo que bordear las enormes matas mientras subo, pero con el tiempo

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llego a una meseta. Debajo de mí, el río hace su camino, masivo ysereno.

Por primera vez desde que me arrastre por las alcantarillas deMlena hace cinco semanas, me siento segura. Hay algo muy seguro enlos escombros de este antiguo lugar. Antes, esto era una fortaleza, unaescuela en la cima de la montaña. Y a pesar de su decadencia yabandono, sé será difícil abordarla.

Busco a través de las piedras hasta la tierra alta, recogiendo leñaseca a medida que avanzo. La rata de río que maté más tempranocuelga sin piel en mi cinturón, un reconfortante peso pesado.

Una torre circular de piedra parece el lugar más seguro para

acampar, y subo las escaleras desvencijadas. Hay mucho viento en laparte superior, pero puedo ver desde todos los lados, excepto el de lamontaña que se cierne sobre mí. Alejo ese pensamiento, y me sientopara preparar mi campamento.

Durante todo el día, he sentido ojos en mí, mirándome,evaluándome en la oscuridad. Esperando algo. Puedo sentirlos ahora,mientras enciendo una cerilla y alimento las ramitas. Me pregunto si esel leopardo, aunque por ahora debo estar bien fuera de su territorio.

La presión de la mirada desconocida retrocede cuando suelto larata y la pongo en las brasas del fuego. Busco a través de mi mochila ysaco mi botella de agua.

En la oscuridad, escucho un crujido agudo, como una ramaquebrándose. Agarro mi cuchillo cuando me paro lentamente,observando la oscuridad.

La sensación de ser observada, cazada, está de vuelta. Pero nada

sale. Puedo sentir  los ojos mirándome, y dejo al descubierto los dientesen una sonrisa salvaje. Un gruñido se lanza a través de la noche, y mipuño se aprieta alrededor de la empuñadura de mi cuchillo.

Con el tiempo la sensación se desvanece. Poco a poco, me relajo.La parte exterior de mi rata se quema, y uso mi cuchillo para raspar elcarbón negro. Con mi estómago lleno de carne grasosa, caliente, mequedo dormida, envuelta en el frío y agarrando mi cuchillo.

***

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Un pájaro está cantando cuando me despierto. No estoy segura desi es eso o la presión de la mirada de alguien lo que me despierta.Relajados ojos cielo oscuro me miran desde donde él se sienta en lasalmenas.

El cambio en él es impactante y, sin embargo, Merc esdolorosamente familiar mientras lo miro fijamente.

 — Duermes como los muertos, Sabah, — dice perezosamente.

 — ¿Qué estás haciendo aquí? — exijo, levantándome.

 — Un par de lobos expulsados volvieron a la Ciudad con historiasde una chica que escapaba de un leopardo, y durmió en un castillo

abandonado con un cuchillo. Una chica bastante idiota como para sercebo de lobos expulsados, y que parecía saber adónde diablos se dirigía — sonríe — . Tomé una conjetura salvaje de que podrías ser tú.

 — ¿Dónde está Arjun?

Su cara cayó, y mi corazón se detuvo, mi sangre congelada.

 — Está en la ciudad, — dice, por fin, con voz vacía.

 — ¿Él no me quiere?  — Pregunto, tan suave que mi voz casi sepierde en el viento.

Los ojos de Merc se ensanchan.

 — ¿Por qué pensarías eso?

Me río, amargamente.

 — ¿Por qué él no está aquí? ¿Por la mirada en tu cara? Porque élme envió lejos en el primer lugar.

Merc hace un ruido asqueado, impaciente.

 — Él no lo sabe , Sabah. No iba a decirle que  podrías  estar aquí – lohabría aplastado si resultaba ser una perdida pequeña niña Exiliada.

 — ¿Puedes llevarme con él? — pregunto, y mi voz está suplicando,mendigando. Estoy tan cansada, los huesos tan cansados, me tropiezo

mientras llego hasta él. Los ojos de Merc son suaves cuando me atrapa,

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su control tan firme y seguro como lo había sido cuando era un loboexpulsado.

 — Por supuesto, Sabah — dice.

***

No es lo que esperaba. Puede ser porque la única Ciudad que heconocido es Mlena  — esperaba eso. Pero esto  — es mucho menos. Y almismo tiempo, más.

Los perros corren por las calles de tierra — calles que están llenasde barro.

 — Hemos tenido lluvia  — dice Merc a modo de explicación,penosamente a través del barro descuidadamente.

Estoy demasiado cansada y sucia para preocuparme por el barro, y sigo fácilmente.

Los edificios  — hay tantos —  son de madera, toscamente labrada,improvisados rápidamente. Puedo ver la piedra que se arrastra por laotra calle, y Merc los señala, diciendo:

 — Rook quiere convertir los edificios de la comunidad en piedra,pero va a tomar un tiempo.

Es enorme  — extenso. Hay una gran parcela que está marcadafuera, el suelo un rico marrón profundo. En primavera, me dice alpasar, será un jardín lo suficientemente grande como para alimentar atoda la manada. Carne fresca, sonríe, no es un problema.

No reconozco a todos los lobos expulsados. Y eso, en sí mismo, es

impactante. Hay tantos lobos expulsados que vagan por las calles en laque hay seres humanos. Yo los miro, y luego a Merc, interrogativa.

 — Algunos de ellos no quieren cambiar de nuevo,  — dicesimplemente — . Algunos necesitábamos rondar y cazar, y están aquelloscuyo cuerpo rechaza el cambio.

Mi corazón se detiene, y miro más de cerca a los que nos rodean.Sin duda, voy a reconocerlo, en cualquier forma en que él esté.

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contra él y me libera — . ¿Por qué estás aquí, Sabah?  — pregunta, concansancio.

He tenido semanas para reflexionar esta pregunta. Semanas parapreguntarme el por qué, ahora, después de todo este tiempo, estoydispuesta a enfrentarme al terrible temor de que él me rechace despuésde todo lo que había vivido, todo lo que había dejado atrás. Bergparpadea en mi mente por un momento, y entonces se ha ido, él notiene lugar en esta sala, en esta Ciudad.

 Tomo una respiración profunda, y digo:

 — ¿Qué es lo peor que el Cataclismo tomó de nosotros?

Arjun parpadea. Lo he sorprendido, y eso es perversamenteagradable. Pocas cosas son capaces de hacerlo.

 — ¿La luz del sol? — pregunta, mirando a la ventana.

 — Elecciones  — respondo — . Después de la Noche Más Larga, elmundo no tenía opciones. Hemos aceptado a la Comisión porqueteníamos que sobrevivir. Aceptamos sus reglas, porque ser exiliados erauna sentencia de muerte. Nos deshicimos de nuestros hijos, porque nosdijeron que moriríamos de hambre. Nos dimos por vencidos con todasnuestras opciones hasta que no hubo libertad en absoluto. Y ahora, estan normal aceptar sus decisiones por nosotros, nadie lo considera.

Él me mira de forma extraña. Veo algo que parpadea en sus ojosque reconozco  — miedo. ¿Cómo no hacerlo, cuando he vivido con éldurante tanto tiempo?

 — Siempre los he dejado a tomar decisiones por mí. Mi madre, queme puso fuera de la Ciudad. La Señora, poniendo en riesgo nuestras

vidas. Incluso Berg. Y luego…  tú  — ira enhebra mi voz,sorprendiéndonos a los dos.

 —Sabah, yo no estaba tratando de… — baja la voz hastadetenerse, y el aire entre nosotros se espesa. Hay tanto entre nosotrosque es tácito  ― el miedo que nos ha ahogado tanto. Me pregunto si lascosas van a ser lo mismo, después de todo lo que hemos pasado.

Él tira su pelo, dándome la espalda, negándose a tocarme.

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 — No puedo cambiar, Sabah,  — dice, y su voz está vacía, tanvacía — . Lo intenté, el suero no funciona conmigo.

 — No me importa,  — le digo, y es la verdad. Él puede oírla en mivoz, y su cabeza se vuelve hacia mí — . Te amo  — digo, pasando unamano suavemente sobre su mandíbula — . Esto es lo que estoy eligiendo – a ti, sea lo que sea que puedas ser.

Sus ojos se llenan de lágrimas, y doy un paso más cerca,lentamente, como si estuviera evitando asustar a un animal.

 —  Toda mi vida, Berg me contó historias. Él siempre quería viviruna de ellas – una historia sobre príncipes y princesas, magia y amor.

Él hace un ruido suave mientras paso mis dedos por su cabello, ylo tiro hacia abajo. El dolor en mi pecho parece desaparecer cuando lobeso, y esta vez, él es el que llora. Le sonrío.

 — Nunca quise una de esas historias.

 — ¿No lo hiciste? — susurra.

Niego y sonrío.

 ―Nunca las quise porque no creía que fueran reales. No creía que

el amor pudiera hacer perfecta la vida.

Él me mira, con tanto dolor. Lo beso de nuevo, los familiares ydeformes labios.

 — Pero entonces, te conocí. Y tú me enseñaste que la vida no esperfecta – el amor no lo es. Pero eso hace que valga la pena elegir. Quevalga la pena luchar ― me encojo de hombros, a la ligera — . Tú me

mostraste que las historias imposibles podían ser verdad.

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 Adelanto

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Traducido por agossCorregido por katiliz94  

Puedo recordar tres veces en las que se suponía que deberíahaber muerto. Tres veces, me pare al borde del precipicio y me alejaronde él. Tres veces, antes de que Berg me tomara como su tutora y mediera la Ciudadanía.

Nunca, ni en todos los años en el Exterior viviendo en la Mansión,ni en la cantidad de veces que debería haber muerto, y ni en la décadaque he vivido como una Ciudadana, había estado tan asustada.

El viento se desliza a mí alrededor y escucho el irregular sonidode unos pasos. Sin girar, puedo realizar el seguimiento de susmovimientos alrededor de nuestro magro campamento.

 — Kaida. — Se acerca, y levanta el brazo, tomando el café que estállevando — . Tenemos que hacer las maletas.

Cedric se detiene sin tocarme. Lo suficientemente cerca quepuedo sentir el calor de su cuerpo y su tensión, pero muy lejos desentir .

Por un instante, casi le pido que me sostenga.

 — Se le está acabando el tiempo.

 Trago saliva, y me pongo de pie.

 — ¿Miraste el mapa de la tableta?

Me da una mirada impaciente y aprieto mi mandíbula para nomorderlo. Tomo una respiración profunda y trago el resto de mi café. Esespeso y granulado en mi lengua, y hago una mueca.

 — Muéstramelo.

Saca el el mapa de la tableta y se acerca otra vez.

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 — Berg dijo que siguieron los mismos caminos. Si tiene razón,deberíamos alcanzar sus campamentos al día siguiente más o menos — 

dice Cedric. Sus largos dedos trazan el camino en la el mapa. Echo unvistazo alrededor de nuevo-la luz gris se está afianzando, empujando la

siempre presente oscuridad de vuelta. Me levanto, sacudiendo mispantalones — . Seguiremos adelante, entonces.

Asiente, deslizando el mapa en la bolsa a prueba de agua.Empaco nuestra ropa de la noche anterior mientras Cedric comienza adesarmar nuestra pequeña tienda de campaña.

 — ¿Cuánto más de comida tenemos? — Pregunto.

 — Dos días. Y lo que él nos dio para el cambio — los ojos grises de

Cedric se giran rápidamente hacia los míos — . Deberíamos usar laspíldoras hoy. Guardar la comida.

Asiento con la cabeza, a pesar de que el hambre ya está royendoen mi vientre. Las pastillas no quitan los dolores del hambre.

Cedric tropieza un poco mientras balancea el paquete sobre suhombro, y estoy a su lado al instante, empujando mi hombro bajo elsuyo. Su peso es familiar, el calor de su cuerpo contra el mío es casi

abrasador.

 — Estoy bien, Kai, — espeta, alejándose.

 — ¿Por qué estás haciendo eso?

Es la pregunta que ha estado dando vueltas en mi cabeza durantetres días. Desde que nos lanzamos fuera de las rondas de Berg, y Guinno estaba. Tres días. Cincuenta y siete desde... Sacudo la cabeza conviolencia, y miro a Cedric.

 — Él no querría que me trataras así. Se pondrá furioso.

 — Cuando lo tengamos de vuelta, lo dejaremos ser  — dice Cedric,en voz tan baja que casi no oigo las palabras — . Vamos. Estamosperdiendo el tiempo.

 — Vamos a traerlo de vuelta, Cedric.

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Sus hombros se desploman, y lo veo luchar contra el deseo de

llorar. Malditos sean . ¿Cómo sabían que tener a Guin era la maneramás rápida de romper a Cedric? ¿Para rompernos a ambos?

Me coloco frente a él, tomo su rostro en mis manos, y lo obligarloa mirarme.

 — Lo haremos. Hemos estado debatiendo las probabilidades pordieciséis años. Vamos a traerlo de vuelta  – sólo tenemos que darle a laComisión lo que quieren.

 Toma una respiración profunda y asiente con la cabeza, peropuedo ver las dudas en sus ojos. Las preguntas. ¿Podemos realmenteencontrar la Ciudad Escondida? En cincuenta y siete días, ¿podemos

encontrar lo que la Comisión no ha sido capaz de encontrar en casiocho años de búsqueda?

Me estremezco y Cedric toma mi mano. Mi mano izquierda cuelgavacía, proporcionando un hormigueo-el fantasma de un toque del niñoque debía estar con nosotros.

 Tenemos que encontrar la Ciudad. La vida de Guin depende deello.

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Traducido por agossCorregido por katiliz94  

 Todas mis historias vienen de mi Dios, y escribir es algomaravilloso que él me dio.

Esta es la historia que siempre quise contar, y escribirla fuemayormente un trabajo solitario. Escribir es así.

¿Llevarlo desde mi primer horrible borrador a lo que estás leyendoahora? Eso esta tan lejos del esfuerzo de uno solo, es gracioso. Así que –  

algunos agradecimientos:

A mis porristas, Katie Swope, Lindsay Taylor, Renee Davison yBecca Jemison, que aman mi trabajo, incluso cuando es horrible y meayuden a ver lo que me perdí. Y por ponerse luchadoras cuando noentrego mis historias rápidamente.

Mi diseñador de portada, Stephanie Mooney, ¡gracias por hacerque Edge se vea tan bonito! y a mi editor, Stephanie Lott, que arreglo

todos mis terribles errores e hizo las preguntas correctas.

La comunidad literaria del niño está lleno de gente tan increíble y yo estoy tan tocada al tener el entusiasmo y el apoyo de tantos amigostalentosos y bloggers.

Los agradecimientos especiales van para mi mamá - que meescuchó balbucear acerca de este libro por años y me apoyó en cadapaso del camino. Mi esposo, que siempre soporto mis locos sueños yleyó mis libros, que se enojó conmigo cuando tuve que ser profesional, y

que mantuvo alimentada y con ropa limpia a mi familia cuando estaba

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en una fecha límite. Y a Hailey y Serena, que su bebé se sentó mientras yo trabajaba.

Michelle Zink, quien ha sido fuente de inspiración y un oídoamistoso en los últimos años. Ha sido muy apreciado.

Grandes abrazos y gracias a Mandy y Kelly, que me han ayudadoa encontrar un hogar en esta industria, y me enseñaron lo suficientepara hacer que esta cosa de auto-publicación fuese un poco menosaterrorizar.

Luego están mis socios de crítica Liz y Auzy, que me mantuvieronriendo y llenando mi bandeja de entrada con su locura y empujandomis escritos para que fueran mejores. Kristen y Mel y las preguntas que

no se me ocurrirían preguntar y con la suficientemente distancia paraayudarme a ver lo que me faltaba. Brianna-con todas lasconversaciones acerca de los personajes y Vampire Diaries6, y la mejorgramática Nazi que una chica podría pedir-ella llegó tarde a la fiesta,pero estoy súper afortunada de tenerla.

Y en su propia clase esta mi socia crítica y amiga, Chantee. Todosnecesitan una Chantee en su vida - ella hizo todo el proceso de auto-publicación mucho más divertido y menos lloroso. Ella siempre fue lo

suficientemente honesta para decirme lo que no funcionaba, y losuficientemente entusiasta para convencerme de que le encantaba.Dedicó horas de su tiempo en la planificación y la comercialización,edición y formato, y generalmente me mantenía cuerda cuando miequipo hizo algo loco. No podría haber hecho esto sin ella.

(También, gracias al largo sufrimiento de su marido e hija que nose quejaron cuando la tuve trabajando hasta muy tarde).

A mis hijas increíbles, que son muy pacientes cuando 'mami está

trabajando "y que me alejaron a rastras de mi trabajo para que lasllevara al patio de juegos. Espero lo lean y amen este día. Y a Mike -gracias por toda tu paciencia y apoyo. Y por no quejarte cuando notenías calcetines a juego. Inspiraste todo el romance que escribo,cariño.

Al final gracias a ti, encantadora lectora. Por tomar unaoportunidad en esto. Estoy tan contenta de que lo hicieras, y ¡meencantaría escuchar lo que piensas!

6 vampire diaries: serie de televisión.

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N ~

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 Chasing

the Wind

Fecha de publicación prevista para Verano de 2015

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 Sobre La

 Autora

Nazarea Andrews es una ávida lectora ytiende a escribir las historias que ella quiereleer. A ella le gusta el café y el chocolate casitanto como le gustan los libros, pero no tantocomo ama a sus hijos. Cuando no estáescribiendo, ella casi siempre puede serencontrada cocinando, limpiando omandando mensajes mientras juega a lasprincesas son sus hijas. Cuando no puede

estar en la playa, vive en el sur de Georgiacon su marido, hijas y su enorme perro. Y ella

ama oír sobre sus lectores en Twitter y Facebook.

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