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339 CAPÍTULO V 5. LA CRISIS DE LA EXIGENCIA 5.1 LA DEBILIDAD DE LA EXIGENCIA EN LA SOCIEDAD DE LOS MAYORES. Nuestros mayores muchas veces fueron no sólo demasiado exigentes, sino hasta abiertamente duros y no vacilaron en utilizar recursos físicos que hoy nos parecen y, en efecto, lo sonintolerables. Pocas personas, al menos en nuestro contexto democrático y occidental, pensarían que ésa era la mejor forma de educar. En los últimos siglos, el continuo avance de las ideas democráticas, el progreso en la valoración de la persona humana y la defensa de su dignidad y derechos, así como la aparición de diversas pedagogías que valoran mucho más el convencimiento y el afecto como formas de educar, unido todo ello a la aversión a la excesiva rigidez ha dado origen, en muchos casos y sin quererlo, a una debilidad educativa en la exigencia en todos los niveles de la enseñanza. Curiosamente, ello sucede cuando la sociedad empresarial de esta época global y competitiva se torna cada día más exigente y busca personas que puedan trabajar “bajo presión”, obligándolas a rebasar ampliamente los horarios de trabajo normales. En el capítulo anterior se ha manifestado que nuestros alumnos no suelen ser esforzados, que su voluntad tampoco suele ser fuerte y que de allí deriva seguramente el poco éxito de muchos no de todosen los estudios y en la captación y asimilación de valores y actitudes convenientes. Si muchos alumnos no se esfuerzan y en ello reside su debilidad principal como estudiantes y personas, parece no quedar otra alternativa, aparte de tratar de convencerles de un cambio de actitud, que una dosis saludable de “presión”, de exigencia. Así lo hacen las empresas, y por ello se dan leyes en los países A fin de cuentas, el contexto de toda legislación es que, como no se entienden razones, hay que establecer una norma que lo exija. No obstante, en la sociedad peruana la exigencia o presión, en líneas generales, ha disminuido, seguramente como reacción contra una sociedad antigua muy rígida y vertical. Las consecuencias son evidentes: los alumnos no se están esforzando como lo hacían antes o lo hacen en otras sociedades. En efecto, los padres de familia, en muchos casos, han abdicado en cierto modo de su autoridad: ya no norman, tampoco controlan, no estudian con sus hijos cuando éstos son pequeños, no presionan para que mejoren los aprendizajes, etcétera. Por el contrario, en todo los consienten y defienden en exceso, aunque no tengan la razón. Es verdad que hay explicaciones: la situación económica, el hecho de que los dos padres trabajen, el que muchos estén separados; o, también, el que no puedan ayudar en lo que no saben, o que los muchachos actuales sean muy rebeldes, etcétera. El hecho, al margen de estas justificaciones, es que la débil voluntad de los niños y los jóvenes no puede ser dejada al libre albedrío de cada uno. Así los estudiantes no tendrán fuerzas para superar la dificultad. Con los maestros ocurre algo parecido. En efecto, poseen el mismo síndrome de la exigencia de la generación anterior. Reciben alumnos poco normados y muchas veces hiperactivos, la voluntad de sus discípulos es débil, ellos mismos tienen mil problemas derivados del pluriempleo y la situación económica. El carácter del maestro o profesor con frecuencia es también débil. Como muchos peruanos, es, a veces demasiado paciente, tolerante y comprensivo. En síntesis, deja correr, no exige, no presiona, no corrige. Él mismo tampoco se exige. En fin, los educadores, padres y maestros, no apuntalan la débil voluntad de niños y jóvenes. Los medios de comunicación y la sociedad entera, más bien, parecen colaborar para que la situación se mantenga. En verdad, las libertades personales y las posibilidades de diversión, entretenimiento, y otras, han llegado a cotas muy altas que provocan la molicie y el desenfreno y alejan a la gente de una vida austera de estudio y compromisos morales. Definitivamente, la sociedad actual no es una gran colaboradora del compromiso educativo. Sus intereses están en otro lado: el consumismo y lo intrascendente. Si por momentos parece apoyar los conocimientos y lo ético, es simplemente como camino a sus propias finalidades, pero no como objetivos claros y distintos. Perece difícil decir que, en el Perú educativo de hoy, no hay una clara crisis de la exigencia en los educadores y en la entera sociedad. Esto, educativamente, es fatal y explica mucho de nuestra situación.

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CAPÍTULO V

5. LA CRISIS DE LA EXIGENCIA

5.1 LA DEBILIDAD DE LA EXIGENCIA EN LA SOCIEDAD DE LOS MAYORES.

Nuestros mayores muchas veces fueron no sólo demasiado exigentes, sino hasta abiertamente duros y no vacilaron en utilizar recursos físicos que hoy nos parecen –y, en efecto, lo son– intolerables. Pocas personas, al menos en nuestro contexto democrático y occidental, pensarían que ésa era la mejor forma de educar.

En los últimos siglos, el continuo avance de las ideas democráticas, el progreso en la valoración de la persona humana y la defensa de su dignidad y derechos, así como la aparición de diversas pedagogías que valoran mucho más el convencimiento y el afecto como formas de educar, unido todo ello a la aversión a la excesiva rigidez ha dado origen, en muchos casos y sin quererlo, a una debilidad educativa en la exigencia en todos los niveles de la enseñanza.

Curiosamente, ello sucede cuando la sociedad empresarial de esta época global y competitiva se torna cada día más exigente y busca personas que puedan trabajar “bajo presión”, obligándolas a rebasar ampliamente los horarios de trabajo normales.

En el capítulo anterior se ha manifestado que nuestros alumnos no suelen ser esforzados, que su voluntad tampoco suele ser fuerte y que de allí deriva seguramente el poco éxito de muchos –no de todos– en los estudios y en la captación y asimilación de valores y actitudes convenientes.

Si muchos alumnos no se esfuerzan –y en ello reside su debilidad principal como estudiantes y personas–, parece no quedar otra alternativa, aparte de tratar de convencerles de un cambio de actitud, que una dosis saludable de “presión”, de exigencia. Así lo hacen las empresas, y por ello se dan leyes en los países A fin de cuentas, el contexto de toda legislación es que, como no se entienden razones, hay que establecer una norma que lo exija.

No obstante, en la sociedad peruana la exigencia o presión, en líneas generales, ha disminuido, seguramente como reacción contra una sociedad antigua muy rígida y vertical. Las consecuencias son evidentes: los alumnos no se están esforzando como lo hacían antes o lo hacen en otras sociedades.

En efecto, los padres de familia, en muchos casos, han abdicado en cierto modo de su autoridad: ya no norman, tampoco controlan, no estudian con sus hijos cuando éstos son pequeños, no presionan para que mejoren los aprendizajes, etcétera. Por el contrario, en todo los consienten y defienden en exceso, aunque no tengan la razón. Es verdad que hay explicaciones: la situación económica, el hecho de que los dos padres trabajen, el que muchos estén separados; o, también, el que no puedan ayudar en lo que no saben, o que los muchachos actuales sean muy rebeldes, etcétera. El hecho, al margen de estas justificaciones, es que la débil voluntad de los niños y los jóvenes no puede ser dejada al libre albedrío de cada uno. Así los estudiantes no tendrán fuerzas para superar la dificultad.

Con los maestros ocurre algo parecido. En efecto, poseen el mismo síndrome de la exigencia de la generación anterior. Reciben alumnos poco normados y muchas veces hiperactivos, la voluntad de sus discípulos es débil, ellos mismos tienen mil problemas derivados del pluriempleo y la situación económica. El carácter del maestro o profesor con frecuencia es también débil. Como muchos peruanos, es, a veces demasiado paciente, tolerante y comprensivo. En síntesis, deja correr, no exige, no presiona, no corrige. Él mismo tampoco se exige.

En fin, los educadores, padres y maestros, no apuntalan la débil voluntad de niños y jóvenes. Los medios de comunicación y la sociedad entera, más bien, parecen colaborar para que la situación se mantenga.

En verdad, las libertades personales y las posibilidades de diversión, entretenimiento, y otras, han llegado a cotas muy altas que provocan la molicie y el desenfreno y alejan a la gente de una vida austera de estudio y compromisos morales. Definitivamente, la sociedad actual no es una gran colaboradora del compromiso educativo. Sus intereses están en otro lado: el consumismo y lo intrascendente. Si por momentos parece apoyar los conocimientos y lo ético, es simplemente como camino a sus propias finalidades, pero no como objetivos claros y distintos. Perece difícil decir que, en el Perú educativo de hoy, no hay una clara crisis de la exigencia en los educadores y en la entera sociedad. Esto, educativamente, es fatal y explica mucho de nuestra situación.