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eduardo deves
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Los estudios eidéticos y sus utilidades. Palabras de saludo y motivación para las
JORNADAS DE ESTUDIOS DE LAS IDEAS, realizadas en la Universidad de Talca,
12-14 diciembre 2013
Estimadas amigas y amigos:
Les damos la bienvenida de parte del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de
Santiago de Chile, coorganizador de estas Jornadas de Estudios de las Ideas.
Mientras conversábamos en torno a la organización y en otras coyunturas, hemos venido
dialogando y polemizando con Javier Pinedo, con Carlos Ossandón y con Bernardo
Subercaseaux entre otras personas, acerca del sentido de éstas, particularmente en relación
al sentido de nuestro quehacer, al destino de los estudios sobre las ideas o estudios
eidéticos, a la significación de estos para el quehacer intelectual y para nuestras sociedades.
Algunas de las ideas que les propongo, las debo dialécticamente a estas personas, en el
acuerdo y el desacuerdo del diálogo.
¿En qué reside que haya quienes piensan que algunos o muchos temas posibles de los
estudios sobre las ideas nos parezcan obsoletos, pérdidas de tiempo o, más ampliamente,
que los estudios eidéticos como disciplina sería completamente inútil y no se quisiera que
las universidades gastaran presupuesto, ni menos incitar a l@s estudiantes a que
desperdiciaran su tiempo en estos asuntos?
¿La noción “sombra” de Platón llegó a la patrística a través de la obra de Plotino -ese que
no se dejaba retratar para evitar que se creara otra sombra degradada a partir de lo que era
ya una sombra-, o a través de la obra del Pseudo-Dionisio-Areopagita o de otra figura
neoplatónica?
Quehacer considerado tan poco relevante y banal y quizás mero divertimento, como la
filatelia especulativa o, peor aún, de ociosidad contumaz, como sería el caso de quienes
gastarían su tiempo refutando a priori la validez de esa especialidad en la colección de
sellos.
Que si los ángeles tendrían o no sexo y de tenerlo cual sería éste, y en cualquier caso
cuantos cabrían en la punta de un alfiler, ¿puede ser relevante en alguna otra dimensión que
desconocemos? Quizás en el círculo de lo puntilloso, en el preciosismo ocioso, en el
escapismo y en el espaldismo. Esta anécdota alusiva a lo que algunos teólogos discutían en
Bizancio mientras duraba el sitio que terminó con la caída de la ciudad, ha quedado como
referente emblemático de una actitud intelectual ante la realidad. Podría decirse: ¡Qué
bobos, como podían entusiasmarse y enfrascarse y ofuscarse en ese tipo de problemas, y
con qué irresponsabilidad entusiasmaban a otros, más jóvenes, en tales disputas! ¿O se
trataría un placebo ilusorio para calmar el dolor que les producía la inminencia de la
realidad?
¿No somos sus seguidores contemporáneos preguntándonos en qué sentido podría o no
haber una filosofía latinoamericana, por ejemplo, o darle una enésima vuelta al asunto para
rebatir a Hegel, cuando dijo que estábamos fuera de la historia? Porque, por último, si
pensamos que puede o debe haber filosofía latinoamericana vamos a ella, vamos a los bifes,
en vez de andarnos dando vueltas en modestos y cobardes onanismos de aula.
Pensé: y si nos hubiera llegado a estas Jornadas un paper con un título como este “La
noción de “tapete” en El tapete verde de Francisco Hederra Concha”. ¿Por qué algo como
eso nos parecería completamente inútil o de cercanía, casi inmediata, a la inutilidad? ¿Será
porque la novela costumbrista talquina publicada por la imprenta Garrido en 1910 es poco
leída en el presente, porque la pregunta carece de importancia y sería mucho más
interesante ver si hay allí relaciones lésbicas veladas entre personajes femeninos, como se
preguntarían de seguro algunas especialistas usamericanas si conocieran la novela, o porque
no se logra conectar la pregunta sobre esta obra con algún problema regional
contemporáneo, o porque esa manera de preguntar no nos permite escribir mejores novelas
en la actualidad o por otra razón?
O ¿por qué organizar un coloquio sobre Francisco Bilbao? Será porque este se va
perfilando como el autor más importante del siglo XIX chileno junto a Andrés Bello, o
porque rechazamos la mezquina sensatez de Francisco Encina que lo calificó como un
“desconformado cerebral”, o porque sería un antecedente importante del pensamiento
anticolonial y postcolonial, o porque pensar con Bilbao nos permite pensar mejor, o porque
es una vía para provocar un pensamiento renovador que contribuiría a la crítica del sistema?
Pero quizás discutían de otra cosa, cuando en Bizancio se preguntaban sobre el sexo de los
ángeles y sus posibilidades en las puntas de los alfileres. ¿No discutían acaso sobre un tema
tan vigente como clase, raza y género? ¿Por qué había gente que gastaba tinta en esto y
gastaba su tiempo en leerlo y discutirlo? ¿Era esto simple divertimento de una sociedad de
ociosos, de una intelectualidad de espaldas a sus pueblos, o discutirían en verdad, allí en
1453, sobre la clase que debería hegemonizar el proceso de desarrollo del capitalismo en el
imperio de los Comneno y los Paleólogo o, en el fondo, discutían las estrategias para
defenderse de la invasión? Y si así era, ¿por qué empleaban un camino tan sofisticado, tan
recovequeado, para llegar a este fin y por qué no se iban mejor a maloquear por los
campamentos asediadores?
No pretendo negar el derecho al divertimento, por el contrario. No se me ocurría
descalificar a quienes practican la filatelia especulativa. Y en todo caso ¿qué mayor
expresión de divertimento que el amor, en sus variedades, en sus mil posiciones e
imaginaciones posibles? En su sano juicio ¿quién se atrevería a descalificarlo?
Pero también podríamos preguntarnos si los estudios eidéticos son un divertimento eficaz o
ni siquiera eso, sino un quehacer soporífero que practicamos para cobrar un sueldo en
nuestras universidades, incapaces nosotros de hacer algo mejor por la humanidad…
Y, sin embargo, pienso que los estudios eidéticos se ocupan de uno de los asuntos más
relevantes que existen: ¿qué, cómo, por qué piensan los seres humanos y de qué forma
contribuir a que piensen mejor? Muy pocos desafíos podrían ser más importantes e
interesantes que este.
Y no sólo se ocupan de lo más importante e interesante sino también de algo
tremendamente apasionante, tanto que muchos y muchas incluso descuidan la tibieza de las
sábanas del lecho de sus amantes, huyendo temprano para ir a descubrirse entre fríos
papeles, buscando respuestas en el pensamiento de Leopoldo Zea o en la palabra de Arturo
Roig. ¿Qué esperan que les revele la sombra terrible de Sarmiento o de Vicente Pérez
Rosales? ¿Creen que leyendo las cenizas de Victorino Lastarria, de Martí o de Vasconcelos,
por arte de magia, lavarían algún ensangrentado polvo que les revelaría algo que no
entiende de la condición nuestramericana?
¿Qué puede ofrecer Ventura Marín, quién es, qué nos legó para ocuparse de él? ¿Por qué
Martínez Estrada, qué mérito tiene ese hombre, fuera de haber encallado o enquillado en
Bahía Blanca de la dulzura?
Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,
Así retrocede el olvido, retrocede engañada la muerte;
Vista desde fuera, pareceríamos una sociedad de locas y locos… y vista desde cerca
probablemente también. Por eso, hay quienes han argumentado que sería una cofradía de
herméticos autistas, incapaces de comunicarse con los vivos y que, cobardes para decir su
palabra, recurren al subterfugio retórico, de un sofisticado comercio de ultratumba,
intentando un diálogo imposible, con quienes no pueden sino responder con silencio. O que
tratarían de hablar por bocas ajenas y ya muertas, forzando unas lenguas secas,
momificadas, apolilladas, a modular lo que ellos no se atreven a decir con sus propias
palabras desnudas.
Quizás lo que se quiere encontrar allí es una forma de decir “Memoria y revolución”, o
quizás que “el pecado original de Nuestra América sería redimido por las intelectualidades
indígenas” o que “la enseñanza de la filosofía nos mantiene en una dependencia afectiva de
Europa Occidental, que impide la independencia del pensamiento”.
Para terminar, ¿cómo superar lo que podemos denominar como “síndrome del pasadismo-
pasotismo”, esa versión de los estudios eidéticos que pretende reducirlos a historia de las
ideas y que casi, en consecuencia, pretende mantenernos en el pasado, diciendo “paso” ante
los desafíos del pensamiento y de la vida del presente?
Creo que una posibilidad es imaginar actividades como ésta a la que además les invito.
Estamos programando, para el próximo año en Santa María, en Rio Grande do Sul, un
encuentro sobre redes intelectuales inspirado en la pregunta ¿Qué y cómo estudiar las redes
intelectuales para aportar a la gestión de nuestras propias redes, para que estas mejoren su
gestión y mejoren la producción de ideas-conocimientos?
Dicho en proposiciones, quien se ocupa de los estudios eidéticos, a partir de su experticia,
podría al menos contribuir mejor que otros a:
-cuestionar y desmontar sistemas eidéticos asumidos acríticamente,
-ofrecer bases para mejorar las fórmulas de un pensamiento progresista y cualquier otro,
-detectar elementos que contribuyan a la elaboración de nuevos constructos eidéticos, como
quien busca piedras en diversas canteras,
-asesorar y entregar informes eidéticos para quienes elaboran proyectos y toman decisiones
que envuelven ideas, ideologías o cosmovisiones…, desde lo más práctico en el ámbito
editorial y de la crítica de libros, a lo más abstracto en la elaboración de programas…
Mi propuesta es que en estas jornadas hagamos un ejercicio de reflexión, en los diálogos
que emprendamos por superar la reflexión únicamente histórica o erudita e interrogarnos
desde aquello que puede mejorar los niveles de elaboración de ideas-conocimiento en la
región, teniendo presente que si estudiamos las ideas y el quehacer de las intelectualidades
es de alguna manera para contribuir a pensar mejor…