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107 EL SISTEMA REPRESENTATIVO Lorenzo CÓRDOVA VIANELLO I. LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA Un primer punto que debe aclararse al hablar de la representación política es la distinción que debe hacerse de ésta respecto del con- cepto de representación jurídica. Se trata de una diferenciación indispensable para evitar equívocos (por cierto frecuentes al re- flexionar sobre el fenómeno de la representación política como una característica del Estado moderno). Por un lado, el concepto jurídico de representación es el que encarna típicamente la figura del mandato en el derecho civil; es decir, el de una relación jurí- dica en la cual un individuo (el mandatario) actúa por nombre y cuenta de otro (el mandante) bajo un determinado y vinculante catálogo de instrucciones (el mandato). 1 Por otra parte, el concep- to político de representación (en términos generales) se refiere a la particular relación que media en el vínculo político, entendido éste como la relación de supra-subordinación que caracteriza la relación entre el (los) gobernante(s) y los gobernados. 2 Esa primera diferenciación es indispensable, como decíamos, pues por su propia definición, la representación jurídica supone un vínculo de responsabilidad directa del representante respecto del representado, vínculo que supone, por regla general, que el primero debe actuar obedeciendo el mandato del segundo sin que 1 Cfr. López Monroy, J. de J., “Mandato”, Diccionario jurídico mexicano, 6a. ed., México, Porrúa-UNAM, 1993, pp. 2071 y 2072. 2 Cfr. Carbonell, M. y Rodríguez Lozano, A., “Representación política”, en Carbonell, M. (coord.), Diccionario de derecho constitucional, 2a. ed., México, Porrúa-UNAM, 2005, p. 527.

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    EL SISTEMA REPRESENTATIVO

    Lorenzo Crdova vianello

    I. la representaCin poltiCa

    Un primer punto que debe aclararse al hablar de la representacin poltica es la distincin que debe hacerse de sta respecto del con-cepto de representacin jurdica. Se trata de una diferenciacin indispensable para evitar equvocos (por cierto frecuentes al re-flexionar sobre el fenmeno de la representacin poltica como una caracterstica del Estado moderno). Por un lado, el concepto jurdico de representacin es el que encarna tpicamente la figura del mandato en el derecho civil; es decir, el de una relacin jur-dica en la cual un individuo (el mandatario) acta por nombre y cuenta de otro (el mandante) bajo un determinado y vinculante catlogo de instrucciones (el mandato).1 Por otra parte, el concep-to poltico de representacin (en trminos generales) se refiere a la particular relacin que media en el vnculo poltico, entendido ste como la relacin de supra-subordinacin que caracteriza la relacin entre el (los) gobernante(s) y los gobernados.2

    Esa primera diferenciacin es indispensable, como decamos, pues por su propia definicin, la representacin jurdica supone un vnculo de responsabilidad directa del representante respecto del representado, vnculo que supone, por regla general, que el primero debe actuar obedeciendo el mandato del segundo sin que

    1 Cfr. Lpez Monroy, J. de J., Mandato, Diccionario jurdico mexicano, 6a. ed., Mxico, Porra-UNAM, 1993, pp. 2071 y 2072.

    2 Cfr. Carbonell, M. y Rodrguez Lozano, A., Representacin poltica, en Carbonell, M. (coord.), Diccionario de derecho constitucional, 2a. ed., Mxico, Porra-UNAM, 2005, p. 527.

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    exista posibilidad alguna de desatender las instrucciones de este ltimo.

    La idea de representacin poltica no necesariamente implica una responsabilidad entre el gobernante (el representante) y el o los gobernados (el o los representados), pues este eventual vncu-lo de responsabilidad slo se da en los sistemas democrticos y no genera necesariamente una dependencia de los titulares del poder poltico frente a quienes estn subordinados al mismo.

    As, en un sentido genrico, la idea de representacin poltica supone que un individuo o un grupo de individuos estn legiti-mados para poder tomar decisiones colectivas vinculantes para todos los dems en su nombre, independientemente de la fuente de dicha legitimidad.

    Para decirlo con Antonio de Cabo:

    cabe hablar de una representacin de arriba abajo (de esta forma, el rey representa a la nacin, sentido del que se sirvi Hobbes) o de abajo a arriba, como en el caso de un alcalde elegido por sus con-vecinos, segn que sean los representados los que encomiendan al representante su accin poltica o que la accin poltica de un deter-minado individuo se considere como vinculante para otros, que por esta misma vinculacin pasan a estar representados.3

    Ahora bien, el concepto de representacin poltica es una de las ideas que mayor relevancia han adquirido en el pensamiento po-ltico y jurdico moderno. De hecho puede ser considerado como uno de los principios centrales de la lucha que el liberalismo po-ltico emprendi, desde sus inicios, en contra de las monarquas absolutas o, si se quiere, de la batalla por el establecimiento del Estado constitucional en contra del Estado absoluto.4 Efectiva-

    3 Cabo de la Vega, Antonio de, El derecho electoral en el marco terico y jurdico de la representacin, Mxico, UNAM, 1994, pp. 56 y 57.

    4 Maurizio Cotta es explcito al sostener que en su nombre [de la represen-tacin poltica] se combate la batalla contra el absolutismo real y sobre ella se apuntalan las nuevas formas de gobierno poltico constitucional, liberal y demo-crtico, que surgieron del descenso del antiguo rgimen (Cotta, M., Represen-

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    mente, los movimientos revolucionarios europeos, por distintas motivaciones y con diversos argumentos, contrapusieron la de-fensa y el fortalecimiento de los rganos colegiados en los que se expresaba la representacin poltica (definidos, de acuerdo con la larga tradicin medieval de la que deriva la figura, como parlamentos) al ejercicio del poder concentrado en las manos del monarca.

    Las revoluciones inglesas que marcaron el siglo XVII (la pri-mera iniciada en 1642 y que termina con la decapitacin del rey Carlos I y con el protectorado de Oliverio Cromwell, y la segunda conocida como Revolucin Gloriosa de 1688 que culmin con la proclamacin del Bill of Rights y su juramento por Guillermo de Orange, III de Inglaterra) significaron un reordenamiento de los equilibrios polticos en los cuales el Parlamento, rgano que reivindic la representacin poltica de la poblacin y cuya cma-ra baja (la Cmara de los Comunes) haba encabezado los movi-mientos revolucionarios en contra del rey, pas a convertirse poco a poco en el verdadero centro de las decisiones del Estado.

    Tambin la Revolucin Francesa vio en la consolidacin y for-talecimiento de la Asamblea Nacional, como rgano representati-vo del pueblo soberano, el instrumento ms poderoso para pro-vocar la erosin y el posterior derrumbe del gobierno absoluto.

    II. representaCin poltiCa y representaCin demoCrtiCa

    El que las revoluciones antiabsolutistas que marcaron la evolu-cin poltica de la modernidad hayan reivindicado a los rganos representativos frente al poder del monarca, no debe hacernos su-poner que el fenmeno de la representacin poltica est anclado o que resulte interdependiente de la idea de representacin tpica de la democracia moderna. Democracia y representacin poltica terminan por entrelazarse con el paso del tiempo en lo que pode-

    tacin poltica, en Bobbio, N. et al., Diccionario de poltica, 5a. ed., Mxico, Siglo XXI, 1988, p. 1384.

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    mos definir como representacin democrtica. Sin embargo, no toda representacin poltica supone la existencia de una forma de gobierno democrtica; existen en la historia numerosos ejemplos de regmenes polticos en los que est presente el fenmeno de la representacin poltica y que no son democrticos, as como casos de democracias que no son representativas, es decir, en donde la representacin poltica no est presente.

    Una conclusin preliminar en ese sentido, nos permite afirmar que: a) el fenmeno de la representacin poltica no necesaria-mente implica la presencia de una forma de gobierno democrtica en la medida en la que regmenes no democrticos pueden utilizar mecanismos representativos (y de hecho, segn algunos autores, la representacin poltica es una caracterstica distintiva de to-dos los Estados), y b) la representacin poltica se conjuga con la democracia slo cuando sta asume su forma representativa, es decir, cuando el conjunto de ciudadanos no se rene para decidir por s mismo las cuestiones pblicas, sino que designa a represen-tantes que en su nombre tomarn esas decisiones.

    En efecto, el que la representacin no sea necesariamente un elemento distintivo de los regmenes democrticos resulta eviden-te si observamos el hecho de que las formas democrticas de la antigedad implicaban el ejercicio del poder poltico es decir, el derecho-poder de tomar las decisiones colectivas por parte de los ciudadanos reunidos en la asamblea sin que, por ello, se estuviera ante un fenmeno de representacin poltica (es decir, que alguien tome las decisiones en lugar y por cuenta de otros individuos). De hecho, todos los ejemplos de democracia directa excluyen, por definicin, cualquier forma de representacin po-ltica.

    nicamente las llamadas democracias representativas, en don-de los ciudadanos ya no deciden directamente sino que su funcin se limita a designar (mediante la eleccin) a quienes tomarn las decisiones colectivas en su lugar, hacen suya la institucin de la representacin poltica. En otras palabras,

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    democracia directa es aquella en la cual los ciudadanos votan para de- terminar ellos mismos el contenido de las decisiones colectivas democracia representativa es aquella en la cual los ciudadanos vo-tan para determinar quin deber tomar las decisiones colectivas, es decir, elegir a sus representantes. La institucin fundamental que es comn a todos los regmenes democrticos contemporneos es la eleccin de representantes a travs del sufragio universal.5

    La diferente manera en la que son tomadas las decisiones en los Estados democrticos directa o indirectamente ha ser-vido a Norberto Bobbio para formular, desde un punto de vista descriptivo,6 la distincin que media entre la democracia de los antiguos y la democracia de los modernos. En efecto, para los antiguos la democracia asuma una forma directa (en cuanto se expresaba el poder del demos), mientras que en la modernidad se presenta bajo la forma de democracia representativa (en la me-dida en la que expresa el poder de los representantes del demos)7 vista la imposibilidad, en los modernos Estados territoriales, de la reunin fsica de los ciudadanos.8

    5 Ibidem, p. 42.6 De manera paralela a esa distincin basada en un plano descriptivo Bobbio

    seala tambin otra diferencia establecida desde un punto de vista axiolgico. Segn esta ltima, en la antigedad la forma de gobierno democrtica fue con-cebida de manera prevaleciente en un sentido negativo, mientras que para los modernos, sta ha adquirido una connotacin eminentemente positiva (cfr. Bo-bbio, N., Teoria generale della politica, Turn, Einaudi, 1999, p. 327).

    7 Cfr. ibidem, pp. 324 y 327. En este sentido, el mismo Bobbio recuerda que Para los antiguos la imagen de la democracia era completamente diversa: hablando de democracia ellos pensaban en un plaza, o bien en una asamblea en la cual los ciudadanos se reunan para tomar ellos mismos las decisiones que los involucraban. Democracia significaba aquello que la palabra designa literal-mente: poder del demos, no como hoy, que significa poder de los representantes del demos (ibidem, p. 324).

    8 El mismo Rousseau, quien construye el Estado del contrato social como una democracia en la que el pueblo reunido expresa la voluntad general, reco-noce las dificultades que tiene dicha forma directa de democracia, entre otras, la que imponen los grandes Estados modernos (cfr. Rousseau, J. J., El contrato so-cial, Mxico, UNAM, 1969, p. 87). Ese mismo argumento es utilizado por John Stuart Mill, no como un impedimento para la realizacin el gobierno democr-tico, sino, por el contrario, como el conducto por el cual la soberana popular

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    De lo anterior, cabe entonces distinguir entre dos tipos de re-presentacin poltica: la primera, de carcter genrico, que pue-de presentarse en cualquier forma de gobierno en la que exista un individuo o un grupo de individuos que detentan la capaci-dad (el poder) de tomar las decisiones pblicas que ataen y vinculan a todos los integrantes de la comunidad poltica. La segunda, ms especfica y que podramos llamar, por ello repre-sentacin poltico-democrtica que es aquella forma concreta de representacin poltica que es caracterstica de las formas demo-crticas representativas, en donde la capacidad de tomar las de-cisiones polticas que detentan los representantes se deriva de la eleccin que de ellos hacen originariamente los ciudadanos.9

    Cada uno de los tipos de representacin mencionados, el que responde a un sentido genrico y el que tiene un significado ms especfico, coinciden con alguno de los dos significados ms rele-vantes de la idea misma de representacin. En un primer sentido, dicho concepto equivale a volver sensible o comprensible algo abstracto mediante algo concreto, de manera que ste se convierta

    puede expresarse. En efecto, para este autor: No hay dificultad en demostrar que el ideal de la mejor forma de gobierno es la que inviste de la soberana a la masa reunida de la comunidad, teniendo cada ciudadano no slo voz en el ejer-cicio del poder, sino, de tiempo en tiempo, intervencin real por el desempeo de alguna funcin y agrega ms adelante que el nico gobierno que satis-face por completo todas las exigencias del Estado social es aquel en el cual tiene participacin el pueblo entero Pero puesto que en toda comunidad que exceda los lmites de una pequea poblacin nadie puede participar personalmente sino de una porcin muy pequea de los asuntos pblicos el tipo ideal de un gobierno perfecto es el gobierno representativo (Mill, J. S., Del gobierno representativo, 2a. ed., Madrid, Tecnos, 1994, pp. 34, 35 y 43).

    9 El primer significado es el que fue desarrollado desde el Medioevo, pero sobre todo con por los sostenedores del Estado absoluto. En efecto, el caso ideal de la representacin, entendida no en su sentido democrtico representativo, sino en este primer sentido genrico es la forma de la monarqua absoluta, cuya naturaleza ms pura encuentra expresin en la frmula ltat cest moi, en donde la identidad del titular del poder poltico y de los sbditos est reducida al mnimo, por no decir que es totalmente inexistente. El otro significado de repre-sentacin, ms especfico y propio de los sistemas democrticos, es justamente el que sostiene, por otra parte, la tradicin de pensamiento liberal que va de Kel-sen a Bobbio (cfr., por ejemplo, Kelsen, H., Essenza e valore della democrazia, en id., La democrazia, 4a. ed., Bolonia, Il Mulino, 1984, pp. 66 y ss.)

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    en smbolo de aqul. En un segundo sentido representar equiva-le a ponerse en el lugar de alguien y actuar en lugar de ste.10

    El primero de esos sentidos de la idea de representacin tiene una connotacin ms general pues puede ser aplicada a cualquier forma de Estado y no slo a aquella que, en el pensamiento po-ltico moderno, ha identificado como Estado democrtico repre-sentativo. As, por ejemplo, Carl Schmitt al afirmar que un pue-blo, en cuanto tal, no puede hacerse presente fsicamente, por lo que acta siempre a travs de individuos que lo representan.11 En efecto, esta idea se refiere al carcter que tienen los rganos en-comendados de la toma de las decisiones colectivas por cuenta de todos los integrantes de la sociedad poltica. En este sentido, todo Estado puede ser representado por sus gobernantes, inde-pendientemente incluso de que stos hayan sido elegidos o no. Se trata precisamente de un uso tradicional que responde a una concepcin organicista de la sociedad y del Estado en donde am-bos son concebidos como algo homogneo que, en virtud de su uniformidad, puede ser identificado simblicamente por algo o alguien que lo representa. De esa idea se derivan las expresiones que identificaban a la figura del monarca como representante de su pueblo o de su Estado, y es que al ser stos considerados enti-dades homogneas, su representacin no necesita ser plural.

    Como mencionbamos, un ejemplo emblemtico de esta pos-tura es el de Carl Schmitt. Para este autor, el Estado no es otra cosa ms que la expresin del estatus poltico de un pueblo ho-mogneamente considerado y su Constitucin es la expresin de

    10 Bovero, Michelangelo, Una gramtica de la democracia. Contra el go-bierno de los peores, Madrid, Trotta, 2002, p. 62. Ambos sentidos coinciden con los diversos significados de representacin que Maurizio Cotta distingue en los siguientes trminos: a) significados que se refieren a una dimensin de accin representar es actuar segn determinados cnones de comportamiento en refe-rencia a cuestiones que conciernen a otra persona; b) significados que remiten en cambio a una dimensin de reproduccin de propiedades y peculiaridades exis-tenciales representar es poseer ciertas caractersticas que reflejan o evocan las de los sujetos u objetos representados Cotta, M., op. cit., nota 4, p. 1384.

    11 Cfr. Schmitt, C., Dottrina della costituzione, Miln, Giuffr, 1984, p. 271.

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    esa unidad de un pueblo que adquiere conciencia de su existencia colectiva.12 Esta homogeneidad, sostiene, se expresa en dos prin-cipios que l denomina identidad y representacin. Se trata, a su juicio, de dos figuras diferentes de la unidad poltica de un pueblo: por un lado, en su inmediata existencia, un pueblo es capaz de ac-tuar polticamente como una totalidad indivisible; en este caso, la mera presencia del pueblo expresa su unidad poltica. Por el otro lado, la unidad del pueblo es obtenida propiamente a travs de la mediacin de aquellos que lo representan en las instituciones p-blicas, lo cual, en la lgica de Schmitt, ocurre mejor cuando dicha representacin es precisamente unitaria y no plural.13

    Por otra parte, el segundo sentido, que a diferencia del anterior coincide especficamente con la idea de Estado democrtico re-presentativo, hace referencia, en una connotacin poltica y jur-dica, a un tipo especfico de forma de gobierno en la cual existe un rgano colegiado encargado de tomar las decisiones comunes que refleja las diversas orientaciones polticas de la sociedad. Dicho de otro modo, ese rgano, que tradicionalmente es llamado Parla-mento, Congreso o Asamblea, est integrado por individuos que representan a los ciudadanos en el sentido de aqullos son

    12 Cfr. Ibidem, pp. 38 y 271.13 La existencia de una colectividad homognea, capaz de actuar como un

    sujeto unitario, es una presuncin a partir de la cual se construye todo el an-lisis que funda la teora poltico-jurdica de Schmitt, y sin la cual no se puede hablar propiamente ni de pueblo ni de Estado como fenmenos polticos. Es en este contexto que los principios mencionados pueden y deben ser explicados. Schmitt los presenta de esta manera: el pueblo puede alcanzar y obtener de dos maneras diversas la condicin de unidad poltica. ste puede ya en su inmediata existencia en virtud de una fuerte y consciente homogeneidad, como conse-cuencia de estables confines naturales, o por cualquier otra razn ser capaz de actuar polticamente. Adems, ste es, en cuanto entidad realmente presente en su inmediata identidad consigo mismo, una unidad poltica. Este principio de la identidad del pueblo siempre presente consigo mismo como unidad poltica se basa en el hecho de que no existe ningn Estado sin pueblo, y un pueblo en cuanto entidad existente debe estar efectivamente presente siempre. El principio contrapuesto parte de la idea de que la unidad poltica del pueblo en cuanto tal no puede estar presente nunca en la identidad real y, por ello, debe ser siempre representada fsicamente por hombres, Schmitt, C., Dottrina della costituzione, Miln, Giuffr, 1984, p. 271.

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    designados por stos mediante elecciones para que deliberen en su nombre y en su lugar sobre las cuestiones colectivas.14

    Para comprender a cabalidad el papel que tiene la figura de la representacin en el contexto de la democracia moderna, resulta til reconstruir las fases en las que desarrolla la misma. En el proceso decisional ascendente de la democracia representativa, en una primera instancia encontramos a los ciudadanos, titulares del derecho-poder de elegir a ciertas personas que ocuparn los cargos pblicos; estas personas, luego de ser elegidas, cumplen la tarea de representar a los ciudadanos, ante todo en el sentido elemental de sustituirlos en las fases posteriores del juego de-mocrtico, es decir, de actuar en nombre y por cuenta de stos,15 lo que significa que tendrn que deliberar y decidir en torno a los problemas pblicos y las diversas propuestas para enfrentarlos.

    Lo anterior significa que, en trminos democrticos, la repre-sentacin significa, ante todo, sustituir a los ciudadanos en las eta-pas del proceso de decisin colectiva posteriores a la eleccin de esos representantes. Pero adems, que esos representantes reflejen efectivamente las diversas orientaciones presentes en el cuerpo de ciudadanos que son representados, en la medida en la que son s-tos quienes sern sustituidos en el espacio en el que las decisiones colectivas son tomadas. Dicho en palabras de Norberto Bobbio,

    una democracia es representativa en el doble sentido de contar con un rgano en el cual las decisiones colectivas son tomadas por repre-sentantes, y de reflejar a travs de estos representantes a los diversos grupos de opinin o de intereses que se forman en la sociedad.16

    Como puede verse, los dos sentidos de la representacin pol-tica, el genrico y el estrictamente democrtico, no son excluyen-tes sino complementarios entre s: por un lado, es una condicin necesaria la existencia de representantes, es decir, de aquellos in-

    14 Bovero, M, op. cit., nota 10, p. 62.15 Ibidem, p. 58.16 Bobbio, N., op. cit., nota 6, p. 415.

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    dividuos que son designados por otros (los representados) para actuar en nombre y por cuenta suyos. Por el otro, para ser tal, la representacin democrtica requiere adems que las diversas orientaciones polticas que tengan un mnimo de relevancia en la sociedad se vean reflejadas en el rgano representativo.17 Ello quiere decir que un sistema democrtico representativo requiere que el rgano en donde se toman las decisiones colectivas (Con-greso, Asamblea o Parlamento) se integre por delegados (repre-sentantes) que efectivamente representen (en el sentido de que reflejen) las diversas posturas polticas existentes entre los ciuda-danos (representados), y este ltimo estatus (el de la titularidad de derechos polticos) no est restringido a una clase especfica de individuos, sino que se extienda a todos los integrantes de la co-munidad mayores de edad, sin distincin de raza, religin, condi-cin econmica, sexo.18

    En otras palabras,

    el acto de representar entra propiamente dentro del juego democr-tico solamente si al significado de actuar en nombre y por cuenta de se sobrepone uno de sus significados originarios el de ser un espejo, reflejar, reproducir fielmente. Los elegidos en un parlamento representan a los ciudadanos electores en forma democrtica... en la medida en la que el Parlamento en su conjunto y en sus varios componentes, refleja las diversas tendencias y orientaciones polticas existentes en el pas, considerando ste de manera global, sin exclu-

    17 El mismo Bobbio seala que en su significado originario Estado repre-sentativo significa un Estado en el cual existe un rgano encargado de la toma de las decisiones colectivas compuesto por representantes, pero poco a poco asume tambin el otro significado de Estado en el cual existe un rgano deciso-rio que a travs de sus integrantes representa a las diversas tendencias ideales y a los varios grupos de inters del pas considerado globalmente, ibidem, p. 414.

    18 Esta caracterstica coincide, en efecto, con la primera de las reglas que Bobbio denomina universales procedimentales y que son las condiciones esenciales de la forma de gobierno democrtica. Segn ella, todos los ciuda-danos que hayan alcanzado la mayora de edad, sin distincin de raza, de reli-gin, de condicin econmica o de sexo, deben gozar de los derechos polticos, es decir, cada uno debe gozar del derecho de expresar su propia opinin o de escoger a quien la exprese por l, ibidem, p. 381.

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    siones, y en sus respectivas proporciones. Si hubiera exclusiones el reflejo no sera verdadero porque sera parcial; si no respetase las proporciones, no sera verdadero porque sera deformador.19

    III. los partidos poltiCos

    Los partidos polticos son instituciones que juegan un papel central en las democracias modernas, pues son una forma de ex-presin de las agrupaciones de individuos con fines polticos que son ineludibles a la vertiente representativa de esta forma de go-bierno. En su reconstruccin de las caractersticas definitorias de la democracia, Hans Kelsen adverta su centralidad sin medias tintas. Para este autor los partidos polticos constituyen uno de los elementos ms importantes de la democracia real pues permiten agrupar a los individuos cuyas opiniones polticas coinciden con el fin de tener una influencia efectiva en la gestin de los asuntos pblicos. Para Kelsen:

    Estas agrupaciones sociales tienen, en general, un carcter amorfo; se presentan en una forma poco consistente de asociacin libre o tam-bin, con frecuencia, sin alguna forma jurdica. Y sin embargo, una parte esencialsima de la formacin de la voluntad general se expre-sa a travs de ellos, parte esencialsima cuya preparacin decide su orientacin posterior: los impulsos provenientes de los partidos pol-ticos son como numerosas fuentes subterrneas que alimentan un ro que emerge a la superficie solamente en la asamblea popular o en el Parlamento, para correr posteriormente en un nico lecho. La demo-cracia moderna se funda enteramente en los partidos polticos cuya importancia es mayor en el medida en la que el principio democrtico encuentra una mayor aplicacin

    Est claro que el individuo aislado no tiene, polticamente, nin-guna existencia real, no pudiendo ejercer una influencia real en la formacin de la voluntad del Estado. La democracia, por lo tanto, slo puede existir si los individuos se agrupan segn sus afinidades polticas, con la finalidad de orientar la voluntad general hacia sus

    19 Bovero, M., op. cit., nota 10, p. 63.

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    propios fines polticos, de manera que entre el individuo y el Estado se insertan aquellas formaciones colectivas que, bajo la forma de par-tidos polticos, resumen las voluntades similares de los individuos en particular20

    Dicho en otras palabras,

    ante la imposibilidad prctica de materializar el ideal terico de la plena autonoma poltica de los individuos esto es, el ideal que bus-ca una situacin en la que todos y cada uno de los individuos se go-bierna a s mismo, se autogobierna, sin verse sometido a ningn tipo de normas que se le imponen de manera heternoma tenemos que hacer cuentas con los institutos de la representacin y de la regla de mayora. Ambos mecanismos, aunque constituyen restricciones para el ideal mismo de la autonoma, son indispensables para la adopcin de las decisiones colectivas en una sociedad moderna y para su im-plementacin.21

    Lo anterior no supone que los partidos polticos constituyan las nicas expresiones del derecho poltico de asociacin, o si se quiere, de la potestad de los individuos en cuanto miembros de un cuerpo poltico, es decir, en cuanto ciudadanos de reunirse y de intentar colectivamente de influir en los destinos polticos de su colectividad social. De hecho, la tesis central de los sostenedo-res de las diferentes versiones de la democracia participativa es que la calidad democrtica de un sistema poltico depende de la multiplicacin de los espacios de interaccin poltica de los ciu-dadanos.22 Sin embargo, los partidos polticos son el mecanismo asociativo por excelencia, el puente de comunicacin privilegiado entre los ciudadanos y los rganos representativos del Estado y,

    20 Kelsen, H., op. cit., nota 9, pp. 55 y 56.21 Crdova Vianello, L. y Salazar Ugarte, P., Reflexiones sobre el rgimen

    de partidos polticos en Mxico: En dnde estamos y hacia dnde vamos?, en Serrano Migalln, F., Proceso electoral 2006, Mxico, Porra-Facultad de Derecho de la UNAM, 2007, p. 172.

    22 Vase, en ese sentido, Nino, C. S., La constitucin de la democracia deliberativa, Barcelona, Gedisa, 1997.

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    en esa funcin, resultan insustituibles. En tiempos recientes ha venido cobrando fuerza el planteamiento de formas alternativas de participacin poltica frente a la militancia y la actuacin a travs de partidos polticos, como lo son los diversos mecanis-mos de democracia directa, o las as llamadas candidaturas in-dependientes; sin embargo, en el mejor de los casos, con impor-tantes controles y excepciones, pueden llegar a ser, a lo sumo, complementos del sistema de partidos que todava hoy constituye un filtro agregador de consensos indispensable para procesar de-mocrticamente las decisiones polticas en las democracias repre-sentativas modernas. En efecto, para citar nuevamente a Kelsen, slo la ilusin o la hipocresa puede creer que la democracia sea posible sin partidos polticos.23

    La funcin especfica que los partidos tienen encomendada consiste en agregar y organizar intereses polticamente legtimos y plurales que competirn entre ellos para integrar a las institu-ciones representativas. Son, en otras palabras, centros de agrega-cin de consensos de cara a la conformacin de las instancias de decisin poltica. Constituyen, para decirlo de alguna manera, el puente que deben cruzar los ciudadanos que aspiran a convertirse en representantes populares. Y, en una democracia, deben existir puentes diferentes, distintas opciones partidistas, aunque todos desemboquen en el mismo lugar: los rganos de representacin poltica.

    Que en la actualidad los partidos no gozan de buena fama pbli-ca es algo que los diversos estudios de cultura poltica han venido constatando reiteradamente.24 Es ms, en Amrica Latina y en Mxico seguimos esa tendencia su descrdito se ha acentuando aceleradamente en la ltima dcada al grado de colocarlos (por cierto, junto con los parlamentos) en los peores niveles de con-fianza y aprecio ciudadano.

    23 Kelsen, H, op. cit., nota 9, p. 57.24 El ejemplo ms claro en ese sentido es la tendencia reiterada que Latino-

    barmetro ha venido reportando en sus ltimos levantamientos (vase, http://www.latinobarometro.org).

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    A ello ha contribuido, sin duda, su difundido pragmatismo electoral, su vaciamiento ideolgico y programtico y la falta de representatividad y democracia interna que los caracteriza. Pero tambin es cierto que ese descrdito ha venido construyndose intencionalmente, entre otros, por los poderes mediticos y por muchos falsos puristas que desde hace tiempo han venido plan-tendose como voceros o, peor an, representantes de los intere-ses de la ciudadana.

    Ese preocupante desencanto ha alimentado una serie de pro-puestas tras las que se esconden no pocas pulsiones autori-tarias que plantean la reduccin y depuracin del sistema de partidos mediante el encarecimiento de los requisitos para su constitucin y para el mantenimiento del registro de los ya exis-tentes.25

    En Mxico esa tendencia no es nueva y ya se ha materializado en varias reformas legislativas: en diciembre 1993 se duplicaron los requisitos tanto por lo que hace al nmero de afiliados (pa-sando del 0.13% del padrn electoral al 0.26%), como al nmero de asambleas estatales o distritales necesarias para constituir un partido poltico (de 10 a 20 y de 100 a 200, respectivamente). Adems, se reserv entonces el derecho exclusivo de constituir partidos a las agrupaciones polticas nacionales.

    La reforma de 2007, por su parte, si bien venturosamente eli-min esa prerrogativa exclusiva de las agrupaciones polticas na-cionales y abri la puerta para que cualquier organizacin de ciu-dadanos creara un partido, tambin agrav la constitucin de los mismos al establecer que esa posibilidad poda ocurrir slo cada seis aos, de cara a las elecciones intermedias, y no cada tres aos como haba venido ocurriendo hasta entonces.

    Cabe decir, a contracorriente del sentido comn, que la conso-lidacin democrtica pasa no por cerrar las puertas del sistema de partidos, sino por abrirlas de manera franca a nuevas alternativas

    25 La ltima de esas propuestas es la que se contiene en la iniciativa de re-forma poltica del presidente Caldern, que plantea elevar el piso mnimo para conservar el registro del 2% de la votacin, como actualmente ocurre, al 4%.

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    que permitan una mejor expresin de la pluralidad y que, adems, oxigenen y estimulen la competitividad poltica.

    El proceso de democratizacin en Mxico comenz hace 33 aos con la introduccin del registro condicionado como una manera para facilitar que una serie de organizaciones polticas pudieran constituir partidos sin tener que atravesar por el gravoso y tortuoso procedimiento de obtencin del registro convencional. La condicin para su permanencia era la obtencin de un mnimo de votacin que refrendara su arraigo entre los ciudadanos. Esa figura, que se suprimi en 1986, pero que volvi a introducir-se en 1990 y perdur hasta 1996, permiti que muchas nuevas organizaciones vinieran a enriquecer y dinamizar el sistema de partidos.

    Si lo que se quiere hoy es abrir los espacios de participacin de los ciudadanos y potenciar sus derechos polticos (entre los que se encuentra, no lo olvidemos, el de asociacin), ms que buscar soluciones que al final del da pueden revelarse como falsas sa-lidas que terminaran por acarrear una erosin del sistema demo-crtico, como las candidaturas independientes valdra la pena explorar la posibilidad de reintroducir, una vez ms, la figura del registro condicionado con el fin de potenciar la participacin po-ltica, estimular el pluralismo (condicin y expresin de la demo-cracia) y as crear un contexto de exigencia a los partidos existen-tes para que se democraticen, renueven y vuelvan atractivos para los ciudadanos. La democratizacin del sistema de partidos slo puede hacerse, si se es congruente con los principios democrti-cos, con una lgica incluyente y fortalecedora del pluralismo.

    IV. mayoras, pluralismo y demoCraCia

    Como es sabido, la democracia ha sido concebida como el rgi-men en el cual la toma de decisiones polticas pasa por el respaldo de las mayoras.26 La idea que subyace a la adopcin de la regla de

    26 De hecho para Bobbio, la democracia consiste en una forma de gobierno en la que las decisiones son tomadas con el mximo de consenso y con el mni-

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    la mayora en cuanto mecanismo para decidir, es que el mayor nmero de individuos que estarn sometidos a una decisin (los gobernados) estn de acuerdo con ella y, en consecuencia, se en-cuentren en una situacin de libertad entendida como autonoma. Esa idea se manifiesta en la mxima de Rousseau de que el fin perseguido por la democracia es que los individuos sometidos al vnculo poltico sigan siendo tan libres como lo eran en el estado de naturaleza, es decir, antes de que surgiera la sociedad y el Es-tado.27

    La democracia persigue, para decirlo con Kelsen, la maximiza-cin del principio de libertad poltica que se traduce en que lo que los individuos estn obligados a hacer (el contenido de la decisin poltica que, por su naturaleza, es vinculante) coincida con lo que la mayora de ellos quiere hacer. Por eso, ante la inviabilidad de la unanimidad, los regmenes democrticos han adoptado la regla de la mayora para procesar las decisiones colectivas. Se trata de un mecanismo que permite garantizar la libertad de los ms a costa de la libertad de los menos.28

    Sin embargo, en las as llamadas democracias constitucionales, es decir, en los regmenes que son democrticos, pero que a la vez reconocen y garantizan los derechos fundamentales de todos los individuos, las mayoras (o sus representantes) no pueden decidir lo que quieran; toda decisin de las mayoras tiene lmites im-puestos, en primer lugar, por los derechos de las minoras. De otra manera estaramos frente a lo que Tocqueville identific como el mayor peligro que enfrentan los sistemas democrticos: degene-rar en la tirana de la minora.29

    mo de imposicin, lo que supone, adems de la natural tendencia al compromiso que supone esta forma de gobierno y que haba sido reveladoramente sostenida por Kelsen, la adopcin de la regla de la mayora como el mecanismo tcnico de decisin (cfr. Bobbio, N., op. cit., nota 6, pp. 380 y ss.).

    27 Cfr. Rousseau, J. J., El contrato social, Mxico, UNAM, 1969, p. 20. En ese mismo sentido, vase Kelsen, H., op. cit., nota 9, pp. 39 y ss.

    28 Ibidem, pp. 94 y ss.29 Segn la clebre frase de Tocqueville, si alguna vez la libertad se pierde

    en Norteamrica, ser necesario achacarlo a la omnipotencia de la mayora que

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    Lo anterior revela por qu, si somos consecuentes con la lgica democrtica, no es aceptable la formacin de mayoras de manera artificial en los rganos de representacin poltica. Si mediante frmulas como la adopcin de un sistema electoral determinado, o bien a travs de mecanismos como las clusulas de goberna-bilidad, se induce la formacin de una mayora, podramos estar formando una determinada fraccin parlamentaria mayoritaria que, en los hechos, no refleje la voluntad de la mayora de los gobernados.30

    De ah la importancia de subrayar, como lo hemos hecho antes, siguiendo a Michelangelo Bovero, que no toda representacin po-ltica es democrtica y que ese carcter lo adquiere slo, siempre y cuando, adems de ser el resultado de una eleccin fundada en el sufragio universal y en el respeto irrestricto de los derechos po-lticos de los ciudadanos, el rgano representativo efectivamente refleja la composicin poltica de la sociedad.

    Por eso, la adopcin de mecanismos que distorsionan la cali-dad representativa de los parlamentos inevitablemente genera una merma de la calidad democrtica del sistema poltico. Un ejem-plo: en Gran Bretaa, en virtud de que el sistema electoral es en su integralidad de mayora relativa, en la eleccin con la que se renov el Parlamento en 2005, el Partido Laborista con el 35% de los votos obtuvo el 55% de los escaos. Nadie puede sostener que ese pas no sea una democracia (es la ms vieja expresin de ese sistema); sin embargo, en esas condiciones realmente preva-lece la voluntad de la mayora de los britnicos? En virtud de lo anterior, resulta inevitable sostener que la calidad de su sistema representativo es deficitaria.

    habr llevado a las minoras a la desesperacin, forzndolas a hacer un llama-miento a la fuerza material. Se precipitar entonces la anarqua, pero llegar como consecuencia del despotismo (Tocqueville, A., La democracia en Amri-ca, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1963, p. 264).

    30 Vase al respecto, Nohlen, D., Sistemas electorales y partidos polticos, Mxico, Fondo de Cultura Econmica-UNAM, 1994; as como Crdova, L., Sistemas electorales, voz de la Enciclopedia Jurdica Mexicana. Anuario 2005, Mxico, Porra-UNAM, 2005, pp. 653-663.

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    Cuando el pluralismo poltico se asienta en una sociedad y en consecuencia ningn partido obtiene la mayora en el parlamento, la formacin de mayoras se complica porque todas las decisiones sin excepcin tienen que pasar por un proceso, en ocasiones muy complicado, de negociacin y de acuerdo. Esos son los costos naturales de la democracia. As nos ha ocurrido en Mxico cuan-do desde 1997 ninguna fuerza poltica cuenta con una mayora predefinida en la Cmara de Diputados y desde 2000 el escenario se extendi al Senado.

    Ante el inminente escenario de una reforma poltica, diversos actores se han pronunciado por la necesidad de introducir meca-nismos que induzcan artificialmente la formacin de mayoras lo que, inevitablemente, se traduce en una merma del pluralismo. Si realmente nos tomamos en serio la meta de generar una democra-cia de calidad, debemos resistir esas tentaciones y apostar por la nica va democrtica para generar mayoras en un contexto de gran competitividad poltica: la permanente bsqueda del consen-so mediante el acuerdo y la negociacin entre las partes.

    Sin embargo, existe una tendencia reciente que se constata tan-to en textos acadmicos de primer orden,31 como en artculos en peridicos y revistas, que se han dedicado a sacrificar en el altar de las mayoras al principio de proporcionalidad como criterio de integracin del Congreso y, con ello, abierta o veladamente, a la representacin del pluralismo.

    Bajo el argumento de que los partidos pequeos adquieren un peso desproporcionado respecto de su fuerza electoral, los crti-cos del sistema proporcional abogan por los mritos de contar con mayoras predefinidas y sostienen, en consecuencia, la pertinencia de todos los mecanismos que la induzcan (o que de plano la creen artificialmente), como el sistema electoral de mayora relativa, la

    31 Tal es el caso, por ejemplo, de Giovanni Sartori (vase en ese sentido las tesis que el autor ha sostenido en el Posfacio: La transicin de Mxico, hacia dnde? (Una agenda para la reforma) de la segunda edicin de su Ingeniera constitucional comparada, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2001, pp. 221 y ss.).

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    segunda vuelta, la clusula de gobernabilidad y la eliminacin de cualquier tope a la sobrerrepresentacin. Todos, sin excepcin, asumen la sobrerrepresentacin como algo natural y sin duda de-seable en las democracias, aunque ello sea a costa de algo que les resulta absolutamente prescindible e intrascendente, que la plura-lidad poltica est representada.

    Un argumento recurrente es que el actual sistema mixto de in-tegracin de las cmaras provoca que los partidos pequeos sean indispensables para formar mayoras y que ello los sobredimen-siona en su peso poltico. As, se ha dicho, por ejemplo, que, el Partido Verde Ecologista de Mxico (PVEM) con 7% de los vo-tos tiene el mismo poder que el Partido Accin Nacional con el 30%.32 Ms all de la simplificacin del caso, si las matemticas no fallan, toda reforma constitucional, sin excepcin, con los n-meros actuales de integracin del Congreso requiere del apoyo del Partido Accin Nacional, con lo que el argumento resulta fa-laz porque este partido y el PVEM definitivamente no tienen el mismo poder.

    Adems, racionalmente, aun con un sistema de mayora relati-va puro, puede darse el caso que el partido mayoritario no cuente con la mayora requerida para tomar decisiones, y por ello depen-da de la alianza con otros partidos (incluso muy pequeos) para lograrlo.

    En las democracias suele ocurrir que las mayoras tengan que construirse porque los electores con su voto no las generan a prio-ri (incluso en el hoy santificado por muchos sistema de mayora relativa). Pero de eso se trata precisamente la democracia, de que cuando los votos no las predeterminan, las mayoras se alcancen mediante los mecanismos de inclusin que le son tpicos: la nego-ciacin, el consenso, el acuerdo poltico entre partes. Tal vez eso es lo que no les gusta a los detractores de la proporcionalidad y de la representacin del pluralismo.

    32 As lo mencion, el otrora jefe de la Oficina de la Presidencia durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, Jos Crdoba Montoya en un artculo publicado en el diario Reforma del 11 de abril de 2010.

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    Una sociedad democrtica no es slo la que reconoce el plura-lismo existente en ella y le permite expresarse a travs de mlti-ples formas de organizacin poltica, en primer lugar los partidos, sino la que contiene frmulas para que esa diversidad ideolgica y poltica se vea representada en los rganos de decisin colecti-va, en primer lugar el Parlamento. Y esa representacin, para ser efectivamente representativa y por ello democrtica, supo-ne que refleje, en la medida de lo posible, el efectivo peso que tienen las fuerzas polticas con un mnimo de relevancia entre la sociedad.

    Eso complica la capacidad de gobierno? Indudablemente. Pero nadie ha dicho que la democracia sea un rgimen sencillo de gobernar. La lgica de la democracia complica indudablemente la toma de decisiones. Pero su gran virtud, el objetivo declarado de esta forma de gobierno es su intencin incluyente del mayor nmero posible de ciudadanos y de hacer que las decisiones que se adoptan reflejen efectivamente la voluntad de la mayora de ellos. Inclusin frente a exclusin, en ello se sincretiza el valor democrtico.

    Lo anterior supone, evidentemente, que cuando los ciudadanos en las urnas no expresan una mayora clara respecto de un partido poltico, esa mayora tendr que construirse en sede parlamenta-ria a travs de acuerdos. Si se quiere ser congruente con la lgica democrtica, es algo inevitable.