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EL NUEVO NACIMIENTO TEXTO BIBICO: Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? (3:1-10) “Todos hablan del cielo sin haber estado allí”. Esta frase de un antiguo canto espiritual describe con mucha precisión a muchos en la Iglesia. Se identifican con Cristo por fuera, pero por dentro nunca se han convertido genuinamente. Como se aferran a una profesión de fe falsa, se engañan pensando que van por el camino angosto que lleva a la vida, cuando en realidad van por el camino ancho conducente a la destrucción. Para empeorar las cosas, su propio engaño lo suelen reforzar cristianos bien intencionados pero con poco discernimiento que inocuamente los aceptan como creyentes verdaderos. Tal confusión se deriva del pseudoevangelio diluido que se propaga desde tantos púlpitos. La gracia barata, el basado en ideas de mercado, el emocionalismo, el subjetivismo y el inclusivismo indiscriminado han infiltrado completamente la Iglesia con consecuencias devastadoras. El resultado: casi toda profesión de fe se toma genuinamente, aun la de aquellos cuyas vidas no manifiestan señales del fruto verdadero (p. ej., Lc. 6:43-44). Para muchos, no se debe cuestionar la fe de nadie. Mientras tanto, se hace caso omiso de los pasajes clave del Nuevo Testamento sobre los peligros de la fe falsa (como Stg. 2:14-26) y la necesidad de examinarse a sí mismo (como 2 Co. 13:5).

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El Nuevo Nacimiento es un tema doctrinal que se entiende a la luz del evangelio de Juan. Es necesario documentarse mas para tener un equilibrio sobre el tema.

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EL NUEVO NACIMIENTOTEXTO BIBICO: Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? (3:1-10)

“Todos hablan del cielo sin haber estado allí”. Esta frase de un antiguo canto espiritual describe con mucha precisión a muchos en la Iglesia. Se identifican con Cristo por fuera, pero por dentro nunca se han convertido genuinamente. Como se aferran a una profesión de fe falsa, se engañan pensando que van por el camino angosto que lleva a la vida, cuando en realidad van por el camino ancho conducente a la destrucción. Para empeorar las cosas, su propio engaño lo suelen reforzar cristianos bien intencionados pero con poco discernimiento que inocuamente los aceptan como creyentes verdaderos. Tal confusión se deriva del pseudoevangelio diluido que se propaga desde tantos púlpitos. La gracia barata, el basado en ideas de mercado, el emocionalismo, el subjetivismo y el inclusivismo indiscriminado han infiltrado completamente la Iglesia con consecuencias devastadoras. El resultado: casi toda profesión de fe se toma genuinamente, aun la de aquellos cuyas vidas no manifiestan señales del fruto verdadero (p. ej., Lc. 6:43-44). Para muchos, no se debe cuestionar la fe de nadie. Mientras tanto, se hace caso omiso de los pasajes clave del Nuevo Testamento sobre los peligros de la fe falsa (como Stg. 2:14-26) y la necesidad de examinarse a sí mismo (como 2 Co. 13:5).

El ministerio de nuestro Señor aporta un contraste marcado con la confusión evangélica contemporánea. A Cristo no le interesaban las respuestas superficiales o las pseudoconversiones rápidas. Él se negó a comprometer la verdad o a dar falsas esperanzas. En lugar de hacer que creer fuera fácil para las personas, Jesús alejó más seguidores de los que recibió. Por ejemplo, el joven rico buscó con afán a Jesús y le preguntó sinceramente: “Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?” (Mt. 19:16). Aun así, la Biblia dice que se fue triste y sin la salvación (v.22). Jesús después les explicó a sus discípulos conmocionados: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; más para Dios todo es posible (vv. 23-26).

El resultado de la exigencia de Cristo a un compromiso total es que “muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Jn. 6:66). Repetidas veces advirtió a sus seguidores de los peligros de la fe espuria, aun por parte de quienes ministraban en su nombre: No todo el que me

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dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad (Mt. 7:21-23).

Jesús también explicó que ser discípulo significaba morir a uno mismo; lo declaró así: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc. 9:23). Tan alto coste solía ser demasiado para los que pretendían ser sus discípulos: Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; más el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza. Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.

Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios (Lc. 9:57-62). Claramente, el énfasis en negarse a sí mismo y someterse a Él fue algo que impregnó el enfoque evangelístico de Jesús, tanto en su ministerio público como en sus conversaciones privadas. Juan 3:1-10 relata una de esas interacciones privadas: una reunión en la noche con Nicodemo, un fariseo prominente. Jesús se negó a suavizar la verdad a lo largo de esta conversación, solo para obtener la aprobación de este influyente líder religioso. En su lugar, habló con claridad y precisión, confrontó los errores de Nicodemo y le dijo exactamente lo que necesitaba oír. El diálogo de Cristo con Nicodemo se puede explicar bajo tres encabezamientos: las averiguaciones de Nicodemo sobre Jesús, la revelación de Jesús a Nicodemo y la acusación de Jesús a Nicodemo.

LA AVERIGUACIÓN Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. (3:1-3)

La ubicación del cambio de capítulo aquí es desafortunada porque la historia de Jesús y Nicodemo está ligada lógicamente a la sección previa (2:23-25). Como señalamos en el capítulo 7 de este volumen, Juan 2:23-25 describía la negativa de Jesús a aceptar la fe superficial con base en las señales, pues Él en su omnisciencia entendía los corazones de las personas. La historia de Nicodemo es un buen ejemplo de ello, puesto que Nicodemo era uno de esos creyentes superficiales cuyo corazón leyó el Señor como un libro abierto. En lugar de afirmar la profesión de fe de Nicodemo, Jesús se negó a aceptarla, con la sola base en las señales de las cuales había sido testigo (v.2). Jesús le señaló la naturaleza de la verdadera fe salvadora capaz de transformar vidas. Nicodemo (“vencedor sobre las personas”) era un nombre griego común entre los judíos de la época de Jesús. Algunos han identificado a Nicodemo con un hombre rico del mismo nombre que se menciona en el Talmud. Pero como ese Nicodemo todavía estaba vivo cuando ocurrió la destrucción de Jerusalén en el 70 d.C., probablemente habría sido demasiado joven para pertenecer al sanedrín durante el ministerio de Jesús, cuatro décadas antes (cp. 7:50-51). La

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implicación del versículo 4, según la cual Nicodemo era ya anciano cuando se encontró con Jesús serviría de evidencia en contra de tal identificación.

Nicodemo era miembro de los fariseos, el partido religioso de élite. Su nombre probablemente deriva de un verbo griego cuyo significado es “separar”; ellos eran los “separados” en el sentido de su celo por la ley mosaica (y las tradiciones orales propias que ellos le añadieron [cp. Mt. 15:2-6; Mr. 7:8-13]). Los fariseos se originaron en el período intertestamentario, probablemente como una rama de los hasidistas (“los piadosos”), que se oponían a la helenización de la cultura judía bajo el malvado rey seléucida Antíoco Epífanes. A diferencia de los saduceos, sus archirrivales, quienes tendían a ser sacerdotes o levitas ricos, los fariseos generalmente provenían de las clases medias. Por lo tanto, aunque pocos en número (había unos seis mil en tiempos de Herodes el Grande, de acuerdo con Josefo, historiador judío del siglo I), tenían una influencia grande en el pueblo (aunque, irónicamente, los fariseos solían ver a algunos con desprecio [cp. 7:49]). A pesar de ser el partido minoritario, su popularidad en el pueblo les daba una influencia importante en el sanedrín (cp. Hch. 5:34-40).

Con la desaparición de los saduceos en el 70 d.C. (después de la destrucción del templo) y de los zelotes en el 135 d.C. (después de haber aplastado la rebelión de Bar Kojba), los fariseos se convirtieron en la fuerza dominante del judaísmo. De hecho, al final del siglo II d.C., con la culminación de la Mishná (la compilación escrita de la tradición oral, leyes y rituales), la enseñanza de los fariseos se volvió casi sinónimo de judaísmo.

Irónicamente, fue el mismo celo por la ley el que provocó que los fariseos se volvieran ritualistas y externos. Teniendo corazones no transformados, tan solo reemplazaban la religión verdadera con la simple modificación del comportamiento y los rituales. En respuesta a su espiritualidad aparente, Jesús señaló mordazmente: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello” (Mt. 23:23; cp. 6:1-5; 9:14; 12:2; Lc. 11:38-39). Peor aún, la gran diferencia entre su enseñanza y su práctica llevaba a la hipocresía grotesca que denunciaron Jesús (p. ej., Mt. 23:2-3) y, sorpresivamente, el Talmud (que hace una lista de siete clases de fariseos, seis de las cuales eran hipócritas). Como resultado, a pesar de su celo por la ley de Dios, eran “ciegos guías de ciegos” (Mt. 15:14) y quienes se hacían sus prosélitos eran doblemente merecedores del infierno al que ellos se estaban dirigiendo (Mt. 23:15).

Aun si no eran hipócritas, haber guardado la ley no los habría salvado nunca, “ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado” (Ro. 3:20; cp. 3:28; Gá. 2:16; 3:11, 24; 5:4), una verdad que Saulo de Tarso, un fariseo celoso, descubriría con el tiempo (Fil. 3:4-11). Pero Nicodemo no era un fariseo común y corriente; era un principal entre los judíos. Esto es, era miembro del sanedrín (cp. 7:50), el consejo de gobierno de Israel (bajo la autoridad final de los romanos). La tradición judía ubicaba el origen del sanedrín en los setenta ancianos que ayudaron a Moisés (Nm. 11:16-17). De acuerdo con la tradición, Esdras reorganizó ese cuerpo después del

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exilio (cp. Esd. 5:5, 9; 6:7-8, 14; 10:8). No obstante, el sanedrín de los tiempos del Nuevo Testamento probablemente se originó durante el período del gobierno persa o griego.

Estaba constituido por setenta miembros presididos por el sumo sacerdote. Incluía hombres de familias sacerdotales influyentes, ancianos (líderes de familias y tribus), escribas (expertos en la ley) y cualquier sumo sacerdote anterior que siguiera vivo. Bajo los romanos, el sanedrín ejercía amplios poderes en los asuntos civiles, penales y religiosos (aunque los romanos se reservaban el poder de la pena capital [18:31]).

Tenía la autoridad para arrestar (Mt. 26:47; Hch. 4:1-3; 5:17-18) y juzgar (Mt. 26:57ss.; Hch. 5:27ss.). Aunque su influencia se extendía aún a los judíos de la diáspora (cp. Hch. 9:1-2; 22:5; 26:12), la autoridad directa del sanedrín parecía haberse limitado a Judea (al parecer, no tenía ninguna autoridad sobre Jesús cuando Él estaba en Galilea; cp. Jn. 7:1). Después del fracaso de la rebelión judía (66-70 d.C.), se abolió el sanedrín y lo remplazó el Beth Din (Tribunal de justicia). Sin embargo, a diferencia del sanedrín, el Beth Din solo estaba compuesto por escribas (abogados) y sus decisiones se limitaban exclusivamente a los asuntos religiosos.

El hecho de que Nicodemo fuera un miembro del sanedrín probablemente explica por qué vino a Jesús de noche. Puede que no quisiera que su visita implicara la aprobación de todo el sanedrín o que no quisiera ganarse la desaprobación de sus miembros. La noche también les habría permitido pasar más tiempo conversando que durante el día, cuando los dos estaban ocupados. Sin embargo, lo importante no es cuándo fue Nicodemo, sino que al fin y al cabo fue. Aunque ir a Jesús no siempre garantiza la salvación (véase al joven rico en Lc. 18:18-23), es un comienzo necesario.

Con el uso del término respetuoso rabí, Nicodemo se dirigió a Jesús como un igual, aunque era miembro del sanedrín y un maestro eminente (v. 10). Él no estaba de acuerdo con las sospechas y la hostilidad hacia Cristo de muchos de los otros líderes religiosos (cp. 7:15, 47-52). Nicodemo y otros como él (véase el plural sabemos) aceptaron que Jesús había venido de Dios como maestro, aunque no había recibido la formación rabínica apropiada (7:15). Como lo reconoció Nicodemo, nadie puede hacer estas señales que Jesús hacía si no estaba Dios con él. Tal como las personas de la sección previa (2:23), estaba impresionado con el poder innegable que se manifestaba en los milagros de Jesús y creía que eran divinos. Sin lugar a dudas, también conocía el testimonio de Juan el Bautista sobre Cristo. Tales cosas, junto con la evidencia de ellos, pudo causar que Nicodemo se preguntara si Jesús era el Mesías.

Pero a Jesús no le interesaba hablar de sus señales, que solo habían resultado en fe superficial. En vez de eso, fue directo al grano: la transformación del corazón de Nicodemo por el nuevo nacimiento. Jesús respondió la pregunta no formulada de Nicodemo (cp. Mt. 19:16) y le dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. La frase amēn amēn (De cierto, de cierto) solo aparece en el Nuevo Testamento en el Evangelio de Juan. Afirma solemnemente la veracidad e importancia de lo que sigue. En este caso, Jesús utilizó la frase para exponer la verdad vital según la cual no habría entrada al reino de Dios si no se naciere

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de nuevo. La regeneración o nuevo nacimiento es la acción de Dios por medio de la cual imparte vida eterna a quienes están muertos en sus “delitos y pecados” (Ef. 2:1, cp. 2 Co. 5:17; Tit. 3:5; Stg. 1:18; 1 P. 1:3, 23; 1 Jn. 2:29; 3:9; 4:7; 5:1, 4, 18), haciéndolos así hijos suyos (Jn. 1:12-13).

El reino de Dios en su aspecto universal se refiere al señorío soberano de Dios sobre toda su creación. En ese sentido amplio del término, todo el mundo es parte del reino de Dios, pues el Señor “estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos” (Sal. 103:19; cp. 10:16; 29:10; 145:13; 1 Cr. 29:11-12; Jer. 10:10; Lm. 5:19; Dn. 4:17, 25, 32).

Pero aquí Jesús no se estaba refiriendo al reino universal. En su lugar, estaba hablando específicamente del reino de la salvación, el reino espiritual donde viven ahora quienes nacieron de nuevo por el poder divino y por medio de la fe, y están bajo el gobierno de Dios mediado por su Hijo. Nicodemo, como los otros judíos, anticipaba con ansias ese reino glorioso. Desdichadamente, creían ellos que por ser descendientes de Abraham, observar la ley y realizar ritos religiosos externos (la circuncisión particularmente), obtendrían la entrada al reino. Pero estaban profundamente equivocados al creerlo así, como Jesús lo dejó claro. No importa cuán activo pueda ser alguien en lo religioso, nadie puede entrar al reino de Dios sin experimentar la regeneración personal del nuevo nacimiento (cp. Mt. 19:28).

Las implicaciones de las palabras de Jesús a Nicodemo eran asombrosas. Toda su vida él había observado la ley diligentemente (cp. Mr. 10:20), así como los rituales del judaísmo (cp. Gá. 1:14). Se había unido a los fariseos ultra-religiosos e incluso se había hecho miembro del sanedrín. Ahora Cristo le estaba diciendo que se olvidara de eso y comenzara de nuevo; que abandonara todo el sistema de justicia por obras en el cual había puesto su esperanza; que se diera cuenta de la impotencia de los esfuerzos humanos para salvarse.

R. C. H. Lenski describe la consternación que Nicodemo debió de haber sentido: La palabra de Jesús sobre el nuevo nacimiento hace pedazos de una vez para siempre toda supuesta excelencia alcanzada por el hombre, todo el mérito de las obras humanas, todas las prerrogativas del nacimiento o el estado natural. El nacimiento espiritual es algo por lo cual se pasa, no algo que se produce. Así como nuestros esfuerzos no tienen ninguna relación con nuestro nacimiento y concepción natural, de manera análoga, pero en un plano mayor, la regeneración no es una obra nuestra. ¡Qué golpe para Nicodemo! Ser judío no lo hacía partícipe del reino; ser fariseo, considerarse más santo que las otras personas, no le representaba nada; ser miembro del sanedrín y su fama como uno de sus escribas sumaba cero. ¡Este Rabí de Galilea le dijo tranquilamente que él todavía no estaba en el reino! Todo aquello sobre lo cual había depositado sus esperanzas a lo largo de una vida difícil se hizo añicos y quedó valiendo menos que un montón de cenizas (The Interpretation of St. John’s Gospel [La interpretación del Evangelio de san Juan] [Reimpresión; Peabody: Hendrickson, 1998], pp. 234-235).

LA REVELACIÓN: Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El

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viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. (3:4-8)

La declaración sorprendente de Jesús era mucho más de lo que Nicodemo había esperado. Nicodemo le dijo lleno de incredulidad: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?”. Ciertamente, este fariseo altamente educado no era tan obtuso como para haber malinterpretado las palabras de Jesús en un sentido literal simplista. Sabía que nuestro Señor no estaba hablando de renacer físicamente, pero respondió en el contexto de la analogía del Señor. ¿Cómo podría él comenzar de nuevo si volvía al principio? Jesús le estaba diciendo que entrar a la salvación de Dios no era un asunto de sumarle algo a sus esfuerzos ni de aumentar su devoción religiosa, sino de cancelar todo y volver a comenzar. Al mismo tiempo, no comprendía Nicodemo el sentido total de lo que eso significaba.

La perplejidad manifiesta en sus preguntas revela confusión por la declaración de Cristo. Jesús le estaba pidiendo algo que no era posible humanamente (nacer de nuevo); Él estaba haciendo que la entrada al reino no fuera contingente a algo que pudiera obtenerse por esfuerzos humanos. Pero, si era cierto, ¿qué significaba esto para el sistema de Nicodemo cuya base estaba en las obras? Si el renacimiento espiritual, al igual que el renacimiento físico, era imposible desde el punto de vista humano, ¿dónde quedaba este fariseo justo a sus propios ojos? Lejos de minimizar las exigencias del evangelio, Jesús confrontó a Nicodemo con el reto más difícil que pudo ponerle. No sorprende que Jesús les dijera después a sus discípulos: “Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!”(Mr. 10:24). El llamamiento de Jesús a nacer de nuevo reta a este judío extremadamente religioso a admitir la bancarrota espiritual y a abandonar todo aquello en lo cual confiaba para la salvación. Es esto exactamente lo que hizo Pablo, como lo declaró en Filipenses 3:8-9: Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe.

Respondió Jesús a la confusión de Nicodemo elaborando más la verdad que introdujo en el versículo 3: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. Se han ofrecido varias interpretaciones para explicar la frase naciere de agua. Algunos ven dos nacimientos aquí, uno natural y otro espiritual. Los proponentes de esta perspectiva interpretan el agua como el fluido amniótico que fluye en el vientre justo antes del nacimiento. Pero no está claro que los antiguos describieran de esta manera el nacimiento natural. Más aún, la frase naciere de agua y del Espíritu es paralela a la frase naciere de nuevo en el versículo 3, por lo tanto, sólo un nacimiento está a la vista. Otros ven en la frase naciere de agua una referencia al bautismo, ya sea el de Juan el Bautista, o el bautismo cristiano. Pero Nicodemo no habría entendido el bautismo cristiano (que aún no existía), ni habría malentendido el bautismo de Juan el Bautista. Jesús tampoco se hubiera abstenido de bautizar a la gente (4:2) si el bautismo fuera necesario para la salvación. Otros ven la frase como una referencia a los lavamientos ceremoniales de los judíos, que el nacimiento del Espíritu supera. Sin embargo, los dos términos no están en conflicto entre sí, sino que se combinan para formar un paralelo con la frase “nacer de

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nuevo” en el versículo 3. (Para un examen cuidadoso de las interpretaciones de naciere del agua véase D. A. Carson, The Gospel According to John [El Evangelio según Juan], The Pillar New Testament Commentary [El comentario pilar del Nuevo Testamento] [Grand Rapids: Eerdmans, 1991], pp. 191-196).

Debe de haber algo que Nicodemo sintiera conocido, pues Jesús esperaba que Nicodemo entendiera esta verdad (v. 10). El agua y el Espíritu suelen referirse simbólicamente en el Antiguo Testamento a la renovación y la limpieza espiritual (cp. Nm. 19:17-19; Is. 4:4; 32:15; 44:3; 55:1; Jl. 2:28-29; Zac. 13:1). En uno de los pasajes más gloriosos de todas las Escrituras donde se describe la restauración de Israel al Señor por el nuevo pacto, Dios dijo por medio de Ezequiel: Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país. Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra (Ez. 36:24-27).

Con seguridad era este el pasaje que Jesús tenía en mente para mostrar que la regeneración es una verdad del Antiguo Testamento (cp. Dt. 30:6; Jer. 31:31-34; Ez. 1:18-20) que Nicodemo no desconocía para nada. Sobre este telón de fondo del Antiguo Testamento, la enseñaza de Cristo era inequívoca: sin el lavado espiritual del alma—limpieza alcanzada solo por el Espíritu Santo (Tit. 3:5) por medio de la Palabra de Dios (Ef. 5:26)—, nadie puede entrar a su reino.

Jesús continuó recalcando aún más que esta limpieza espiritual la hace Dios completamente, no es resultado de los esfuerzos humanos: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. Tal como la naturaleza humana solo puede engendrar naturaleza humana, así también solo el Espíritu Santo puede efectuar la transformación espiritual. El término carne (sarx) aquí se refiere solamente a la naturaleza humana (como en 1:13-14); en este contexto no tiene la connotación moral negativa que Pablo le atribuye frecuentemente en sus escritos (p. ej., Ro. 8:1-8, 12-13). Aun si el nacimiento espiritual fuera posible, este solo produciría carne. De modo que solo el Espíritu puede producir el nacimiento espiritual requerido para entrar en el reino de Dios. La regeneración es completamente una obra suya, sin ayuda de esfuerzo humano alguno (cp. Ro. 3:25).

Aunque las palabras de Jesús tenían su base en la revelación del Antiguo Testamento, iban en la dirección completamente opuesta de lo que se le había enseñado a Nicodemo. Él había creído toda su vida que la salvación venía por sus propios méritos externos. Ahora le resultaba muy difícil pensar de otra manera. Consciente de su asombro, Jesús continuó: “No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo”. El verbo que se traduce es necesario es un término fuerte; Juan lo usó en otra parte de su Evangelio para referirse a la necesidad de la crucifixión (3:14; 12:34), a la inferioridad de Juan el Bautista comparado con Cristo (3:30), al método apropiado de adorar a Dios (4:24), a la ejecución del ministerio de Jesús (4:4; 9:4; 10:16) y a la necesidad de la resurrección (20:9). Era absolutamente necesario que Nicodemo superara su perplejidad por estar

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tan equivocado en cuanto a cómo funciona la aceptación en el reino de Dios y buscara nacer de nuevo si quería entrar. Y nunca lo podría hacer con base en sus obras de justicia.

Entonces el Señor ilustró su enseñanza con un ejemplo conocido de la naturaleza: “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu”. Al viento no se le puede controlar; sopla de donde quiere. Aunque su dirección general puede conocerse, no se puede determinar con precisión de dónde viene, ni a dónde va. No obstante, los efectos del viento son observables. Eso mismo es cierto de la obra del Espíritu. Su obra de regeneración soberana en el corazón humano no se puede controlar ni predecir. Con todo, sus efectos son visibles en las vidas transformadas de quienes han nacido del Espíritu.

LA ACUSACIÓN

Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? (3:9-10) Aunque Nicodemo era un profesor reconocido, probó ser un mal aprendiz. Su pregunta indica el poco progreso que había hecho desde el versículo 4: “¿Cómo puede hacerse esto?”. A pesar de la aclaración adicional de Jesús en los versículos 5-8, Nicodemo aún no podía aceptar lo que estaba oyendo. No podía dejar ir su sistema religioso legalista y darse cuenta de que la salvación era una obra soberana y por gracia del Espíritu de Dios.

Dada su posición como maestro de Israel, era de esperar que Nicodemo supiera esto que Jesús decía. Su falta de entendimiento era inexcusable, considerando su conocimiento del Antiguo Testamento. El uso del artículo definido antes de maestro indica que Nicodemo era un maestro reconocido y establecido en Israel. A Jesús le pareció inexcusable que este erudito prominente no conociera el fundamento bíblico de la enseñanza sobre el nuevo pacto concerniente a la única forma de obtener la salvación (cp. 2 Ti. 3:15). Tristemente, Nicodemo es un ejemplo claro del efecto adormecedor que tiene la religión legalista y externa en la percepción espiritual de una persona… hasta el punto de oscurecer la revelación de Dios.

Su ignorancia sirve de ejemplo a la bancarrota espiritual de Israel (cp. Ro. 10:2-3). En palabras de Pablo, los judíos no reconocieron “la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios” (Ro. 10:3). Por lo tanto, su “celo por Dios… no se [basaba] en el conocimiento” (Ro. 10:2, NVI), lo cual quiere decir que todo fue por nada.

Aunque nada sugiere en este pasaje la conversión de Nicodemo en aquella noche (y el v. 11 implica fuertemente que no ocurrió), él nunca olvidó su conversación con Jesús. Más adelante, lo defendió audazmente ante el sanedrín (7:50-51) y ayudó a José de Arimatea a preparar su cuerpo para la sepultura (19:38-39); acciones que indican la presencia de la fe genuina en su vida. En algún momento posterior a aquella noche memorable con Jesús, pero antes de la crucifixión, Nicodemo entendió la gracia soberana y experimentó la realidad del nuevo nacimiento.

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LA RESPUESTA AL OFRECIMIENTO DIVINO DE LA SALVACIÓN

De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. (Jn. 3:11-21)

En los últimos siglos ha aumentado la longevidad, las condiciones de vida han mejorado y el trabajo se ha hecho más fácil. Se han eliminado o controlado las enfermedades temidas que alguna vez se habían extendido, como la viruela, la poliomielitis y otras plagas. La mecanización (al menos en los países desarrollados) ha eliminado el trabajo penoso y los peligros en muchos empleos, y son máquinas las que ahora ejecutan completamente algunas de las tareas más desgastadoras. Por supuesto, hay muchos problemas que no se han solucionado, como la guerra, la pobreza, ciertas enfermedades incurables, las preocupaciones ambientales y los nuevos problemas que surgen de la misma tecnología que ayudó a resolver los problemas antiguos. Aun así, la fe de la humanidad en el progreso se mantiene prácticamente inalterada. Muchos creen fervientemente que con suficiente tiempo, ciencia y tecnología, se solucionarán algún día los problemas restantes de la humanidad.

Pero, aunque el hombre ha dado grandes pasos para mejorar sus condiciones de vida, el problema más apremiante—aquel ante el cual los otros palidecen—sigue estando infinitamente más allá de su capacidad para resolverlo. Es el mismo asunto insalvable que confrontó a Adán y Eva después de la caída; esto es, que todas la personas sin excepción (Ro. 3:10) son culpables de pecado (Ro. 5:8) ante el Dios santo y Juez justo (Sal. 7:11; 2 Ti. 4:8), quien los condenará al castigo eterno en el infierno (Ap. 20:11-15) por violar su ley santa (Gá. 3:10). Desde que la desobediencia de Adán hundió a la raza humana en el pecado (Ro. 5:12-21) Satanás no ha cesado de promover la mentira de que las personas pueden llegar a Dios por sus propios términos. Esa mentira, aceptada por quienes siguen el camino ancho que lleva a la destrucción (Mt. 7:13), está en el centro de toda religión falsa. Pero la Biblia dice claramente que las personas no regeneradas no pueden salvarse a sí mismas; en términos humanos, su condición es de total desesperanza (Mt. 19:25-26). Están muertos en sus “delitos y pecados” (Ef. 2:1), incapaces de entender o aceptar la verdad espiritual (1 Co. 2:14), porque “el dios de este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo” (2 Co. 4:4; cp. Ef. 4:18). Son enemigos de Dios (Ro. 5:10; Stg. 4:4), están alienados de Él (Ef. 2:19; Col. 1:21; cp. Sal. 58:3), le desobedecen (Ef. 2:2; Col.

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3:6; Tit. 3:3; cp. Job 21:15), lo ignoran (Sal. 10:4; 14:1; 53:1; 2 Ts. 1:8; cp. Job 8:13), le muestran hostilidad (Ro. 8:7; Col. 1:21), no le muestran amor (2 Ti. 3:4), lo odian (Sal. 81:15; Ro. 1:30); son rebeldes hacia Él (Sal. 5:10; 1 Ti. 1:9) y sujetos de su ira (Jn 3:36; Ro. 1:18; Ef. 5:6). Van por el camino de la destrucción (Mt. 7:13; Fil. 3:19) porque odian la luz de la verdad espiritual (Jn. 3:20) y por lo tanto son ciegos a ella (Mt. 15:14). Viven bajo el control de Satanás (Ef. 2:2) porque son sus hijos (Mt. 13:38; Jn. 8:44; 1 Jn. 3:10), son miembros de su reino (Mt. 12:26; Col. 1:13) y “por naturaleza hijos de ira” (Ef. 2:3). De este modo, siempre son esclavos del pecado (Jn. 8:34; Ro. 6:17, 20) y de la corrupción (2 P. 2:19), “vasos de ira preparados para destrucción” (Ro.

9:22).

A la luz de esto, los rituales religiosos, las buenas obras y la reforma propia no pueden solucionar el problema de la muerte espiritual (Ef. 2:8- 9; 2 Ti. 1:9; Tit. 3:5). Solo la transformación radical (2 Co. 5:17) obrada por Dios en la regeneración puede impartir vida espiritual a quienes están muertos espiritualmente. Esa fue la espeluznante verdad con la cual confrontó Jesús el celo del fariseo Nicodemo (3:1-10). Aunque las enseñanzas del Señor sobre el nuevo nacimiento tienen como base sólida el Antiguo Testamento, Nicodemo no las creía. Luchó para aceptar que sus esfuerzos religiosos eran inútiles y debían abandonarlos si quería obtener el reino de Dios.

Al parecer, Nicodemo dejó la conversación con Jesús sin haber

experimentado la conversión porque respondió con incredulidad (sin

embargo, él se haría creyente más adelante, como se indica en el capítulo

8 de esta obra). Su respuesta inicial tipifica a quienes rechazan el

evangelio. A fin de cuentas, la incredulidad que no se arrepiente es el

pecado que condena a los pecadores perdidos (cp. Mt. 12:31-32), porque

a menos que confiesen el señorío de Cristo y se arrepientan de todos sus

pecados—inclusive el de intentar ganarse el cielo—, no se pueden salvar.

En este discurso sobre el significado de la salvación, Jesús se centró en el

problema de la incredulidad, le dio respuesta y advirtió sobre sus

resultados.

EL PROBLEMA DE LA INCREDULIDAD

De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que

hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. Si os he

dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las

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celestiales? (3:11-12)

El capítulo 3 comenzó narrando la entrevista nocturna de Nicodemo con

Jesús. Pero después de la pregunta en el versículo 9, el renombrado

fariseo no añadió nada más a la conversación (al menos nada registrado),

entonces el diálogo entre los dos se volvió un discurso de Jesús. Aunque

Nicodemo confesó dos veces su ignorancia sobre la enseñanza del Señor

(3:4, 9), como ya se dijo, su problema real no era la falta de revelación

divina. Era un hombre bien instruido en el Antiguo Testamento (3:10) y

había dialogado con el Maestro que es la fuente de toda la verdad.

Nicodemo no recibió la verdad que Jesús testificaba porque se negaba a

creerla. Pablo escribió: “El hombre natural no percibe las cosas que son

del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender,

porque se han de discernir espiritualmente” (1 Co. 2:14). Aun quienes no

han oído el evangelio son culpables de su ignorancia porque rechazan la

verdad que sí poseen (Ro. 1:18-21).

Jesús afirmó lo siguiente en una declaración precedida por la frase

solemne De cierto, de cierto te digo (véase la explicación de 3:3 en el

capítulo 8 de esta obra): “Lo que sabemos hablamos, y lo que hemos

visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio”. Los plurales

sabemos, hemos y nuestro abarcan a los discípulos de Jesús y Juan el

Bautista, quienes entendieron y testificaron la verdad de la salvación.

Estos contrastaban con el sabemos del versículo 2 (cuya referencia es a

Nicodemo y sus colegas). Los fariseos y la comunidad de judíos

ignoraban el nuevo nacimiento, pero Jesús y sus discípulos tenían la

certeza de la regeneración, la verdad de la cual daban testimonio. Más

aún, Nicodemo hablaba con autoridad humana, pero Jesús lo hacía con

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autoridad celestial (cp. Mt. 7:28-29).

El uso del pronombre plural recibís indica que su reprensión incluía a

toda la nación de Israel representada en Nicodemo, no solo a este. El

pueblo judío no recibía el testimonio de Jesús y sus verdaderos

discípulos (cp. 1:11); era la incredulidad lo que perpetuaba su ignorancia

espiritual.

La reprensión de Jesús deshizo la justificación de Nicodemo a sus

propios ojos: “Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo

creeréis si os dijere las celestiales?”. Su profesión de fe superficial en

Jesús como maestro enviado de Dios (v. 2) no significaba nada, como

tampoco su comprensión—mal interpretada—de la salvación (cp. v. 10).

Como se negaba a creer, no podía ni siquiera asir las verdades terrenales

del nuevo nacimiento, ni hablar de las profundas realidades celestiales

como la relación del Padre con el Hijo (Jn. 1:1; 17:5), el reino de Dios

(Mt. 25:34) o su plan eterno de redención (Ef. 1:4; 2 Ts. 2:13; 2 Ti. 1:9).

La incredulidad de Nicodemo tenía dos caras. Aunque

intelectualmente reconocía que Jesús era un maestro enviado de Dios

(3:2), no estaba dispuesto a aceptarlo como Dios. En lo espiritual era

reacio a admitir que era un pecador impotente, pues tal cosa era

impensable para los fariseos orgullosos, la élite religiosa de Israel—como

ellos mismos se consideraban—, justa a sus propios ojos. Más aún, él era

un miembro distinguido del sanedrín y, por tanto, el pueblo lo veía como

un líder espiritual prominente (3:10). Humillarse a reconocer que estaba

en tinieblas espirituales y que necesitaba llegar a la luz de la salvación y la

justicia verdaderas (cp. 3:19-21) habría sido confesar su pecado y su falta

de justicia. Nicodemo, como muchos que se impresionaron con los

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milagros de Jesús (2:23-25), se negaba a comprometerse con Cristo como

Señor y Salvador.

LA RESPUESTA A LA INCREDULIDAD

Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del

Hombre, que está en el cielo. Y como Moisés levantó la serpiente en

el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,

para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida

eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su

Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda,

mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo

para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

(3:13-17)

Solo quien ha estado en el cielo puede saber verdaderamente cómo es el

cielo. Pero los seres humanos, que no pasan de la muerte, no tienen la

posibilidad de visitar el cielo mientras están confinados al tiempo y al

espacio. Luego, Jesús dijo: “Nadie subió al cielo” (cp. Pr. 30:4), porque

es humanamente imposible hacerlo. Juan declaró en el prólogo de su

Evangelio que a Dios nadie lo había visto jamás, “el unigénito Hijo, que

está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (1:18). “No que alguno

haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre”

(6:46). Puede decirse que Lázaro regresaría de la muerte (11:23-24) y

que después de la crucifixión de nuestro Señor, las tumbas se abrieron y

algunos santos regresaron (Mt. 27:52-53). Estas son las excepciones que

confirman la regla. El único acontecimiento distinto a estos fue la visita

del apóstol Pablo al “tercer cielo” (2 Co. 12:2).

El único que posee el conocimiento verdadero de la realidad celestial

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es el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre. “En estos postreros

días [Dios] nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de

todo, y por quien asimismo hizo el universo” (He. 1:2). Él es “el pan de

Dios… que descendió del cielo y da vida al mundo” (Jn. 6:33; cp. 6:51).

Él declaró en Juan 6:38 lo siguiente: “He descendido del cielo, no para

hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”. En Juan 6:62

preguntó: “¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba

primero?”. En Juan 8:42 dijo a sus acusadores: “Si vuestro padre fuese

Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido;

pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió”. El prólogo de

Juan al relato de cuando Jesús lavó los pies de sus discípulos contiene la

siguiente declaración: que Jesús “había salido de Dios, y a Dios iba” (Jn.

13:3). Esa misma noche en el aposento alto, Jesús dijo a los discípulos:

“Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al

Padre” (Jn. 16:28). El Señor oró así en su oración sacerdotal: “Ahora

pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve

contigo antes que el mundo fuese” (Jn. 17:5). Pablo escribió a los

corintios: “El primer hombre [Adán] es de la tierra, terrenal; el segundo

hombre, que es el Señor, es del cielo” (1 Co. 15:47).

Al comienzo del versículo 14 Jesús apeló a una ilustración del Antiguo

Testamento para explicar lo que decía, enfatizando aún más que

Nicodemo, un experto en las Escrituras, no tenía excusas para ignorar el

camino de la salvación. El Señor se refirió a un incidente registrado en

Números 21:5-9 como estereotipo del sacrificio de su muerte en la cruz:

Y comenzaron a hablar contra Dios y contra Moisés:

—¿Para qué nos trajeron ustedes de Egipto a morir en este

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desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua! ¡Ya estamos hartos de

esta pésima comida!

Por eso el SEÑOR mandó contra ellos serpientes venenosas,

para que los mordieran, y muchos israelitas murieron. El

pueblo se acercó entonces a Moisés, y le dijo:

—Hemos pecado al hablar contra el SEÑOR y contra ti.

Ruégale al SEÑOR que nos quite esas serpientes.

Moisés intercedió por el pueblo, y el SEÑOR le dijo:

—Hazte una serpiente, y ponla en un asta. Todos los que

sean mordidos y la miren, vivirán.

Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso en un asta.

Los que eran mordidos, miraban a la serpiente de bronce y

vivían (NVI).

Esto sucedió en la travesía de Israel por el desierto durante cuarenta años,

antes de entrar en la tierra prometida. El Señor envió serpientes

venenosas que infestaron el campamento en juicio por la queja incesante

del pueblo. Los israelitas, desesperados, le rogaron a Moisés que

intercediera por ellos. Y Dios respondió la petición de Moisés con una

demostración de su gracia divina, pues mostró misericordia para con su

pueblo rebelde. Le dijo a Moisés que hiciera una réplica en bronce de una

serpiente y la levantara en un asta sobre el campamento. Quienes habían

sido mordidos se sanarían tan solo con mirarla, reconociendo así su culpa

y expresando su fe en el perdón y el poder sanador de Dios.

La enseñanza de la analogía de Jesús era que tal como Moisés

levantó la serpiente en el desierto, así era necesario que el Hijo del

Hombre fuese levantado (crucificado; cp. 8:28; 12:32, 34). El término

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es necesario enfatiza que la muerte de Cristo era parte necesaria del plan

de Dios para la salvación (cp. Mt. 16:21; Mr. 8:31; Lc. 9:22; 17:25; 24:7,

26; Hch. 2:23; 4:27-28; 17:3). Debía morir en sustitución por los

pecadores, porque “la paga del pecado es muerte” (Ro. 6:23) y “sin

derramamiento de sangre no se hace remisión” de pecados (He. 9:22).

Por lo tanto, “Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que

nos amó” (Ef. 2:4), “envió a su Hijo unigénito al mundo, para que

vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos

amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en

propiciación por nuestros pecados” (1 Jn. 4:9-10). Los israelitas mordidos

no se curaban por realizar alguna obra o por su propia justicia, sino por

depender obedientemente en la palabra de Dios, mirando a la serpiente de

bronce levantada. De la misma manera, todo aquel que mira por la sola

fe al Cristo crucificado, se cura de la mordida del pecado mortal y obtiene

vida eterna.

Esta es la primera de quince referencias en el Evangelio de Juan a la

importante expresión vida eterna. En esencia, vida eterna es la

participación del creyente en la vida bendita y sin fin de Cristo (cp. 1:4)

por medio de la unión con Él (Ro. 5:21; 6:4, 11, 23; 1 Co. 15:22; 2 Co.

5:17; Gá. 2:20; Col. 3:3-4; 2 Ti. 1:1; Jud. 21). Jesús definió la vida eterna

en su oración sacerdotal al Padre: “Y esta es la vida eterna: que te

conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has

enviado” (Jn. 17:3). Es la vida de la era por venir (Ef. 2:6-7); los

creyentes la experimentarán al máximo en la gloria perfecta y perenne y

en la alegría del cielo (Ro. 8:19-23, 29; 1 Co. 15:49; Fil. 3:20-21; 1 Jn.

3:2).

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Sin lugar a dudas, el versículo 16 es el versículo más conocido y

amado de todas las Escrituras. Con todo, ese mismo conocimiento puede

causar que se pase por alto la profunda verdad allí contenida. El motivo

por el cual Dios dio el “don inefable” de Jesucristo fue porque amó al

mundo malo y pecador de la humanidad caída. Como ya se indicó en

este capítulo, toda la humanidad es completamente pecadora, está

totalmente perdida y es incapaz de salvarse por medio de esfuerzos o

ceremonias. Por lo tanto, no hay nada en el hombre que atraiga el amor

de Dios. Más bien, Él amó porque así lo determinó soberanamente. El

plan de la salvación fluyó de “la bondad de Dios nuestro Salvador, y su

amor para con los hombres” (Tit. 3:4). Pablo escribió así a los cristianos

de Roma: “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún

pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro. 5:8). Juan escribió en su

primera epístola: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos

amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en

propiciación por nuestros pecados… Nosotros le amamos a él, porque él

nos amó primero” (1 Jn. 4:10, 19). Este amor es tan enorme, maravilloso

e incomprensible que Juan, evitando todos los adjetivos, solo pudo

escribir que Dios amó de tal manera al mundo que entregó a su propio

Hijo amado (cp. 1 Jn 3:1). Mundo es un término no específico para la

humanidad en un sentido general. La declaración en el versículo 17—para

que el mundo sea salvo por él—, prueba que no significa todos los que

alguna vez han vivido, pues no todos serán salvos. Claramente, el

versículo 16 no puede estar enseñando la salvación universal, pues el

contexto enseña que los incrédulos perecerán en el juicio eterno (vv. 16-

18). Nuestro Señor está diciendo que hay un solo Salvador para todas las

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personas del mundo (1 Jn. 2:2), pero solo quienes sean regenerados por el

Espíritu y crean en su evangelio recibirán la salvación y la vida eterna por

medio de Él (Para una explicación más amplia de este punto véase mi

libro The God Who Loves [El Dios amoroso] [Nashville: Word, 2001],

especialmente las pp. 99ss.).

En 2 Corintios 5:19, Pablo usó el término mundo de manera similar:

“Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en

cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de

la reconciliación”. Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo,

no en el sentido de la salvación universal, sino en el sentido de que el

mundo no tiene otro reconciliador. No todo el mundo creerá y se

reconciliará, como es evidente por la súplica en el versículo 20: “Así que,

somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio

de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”

(Para una explicación adicional de esos versículos véase 2 Corinthians [2

Corintios], The MacArthur New Testament Commentary [Comentario

MacArthur del Nuevo Testamento] [Chicago: Moody, 2003]).

No hay palabras en el lenguaje humano que puedan expresar

adecuadamente la magnitud del don de la salvación entregado por Dios al

mundo. Hasta Pablo se negó a intentarlo y declaró que el don era

“inefable” (2 Co. 9:15). El Padre ha dado a su Hijo (aquel de quien Él

declaró “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” [Mt. 3:17;

cp. 12:18; 17:5; 2 P. 1:17]) unigénito (único, solo en su clase; véase la

explicación de 1:14 en el capítulo 3 de esta obra); Aquel a quien el Padre

“ama… y todas las cosas ha entregado en su mano” (Jn. 3:35; cp. 5:20;

15:9; 17:23, 26); Aquel a quien Dios “exaltó hasta lo sumo, y le dio un

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nombre que es sobre todo nombre”(Fil. 2:9); Aquel con quien Él había

disfrutado comunión íntima desde toda la eternidad (Jn 1:1); para morir

en sacrificio por los humanos pecadores. Pablo escribió: “Al que no

conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos

hechos justicia de Dios en él” (2 Co. 5:21). Isaías declaró en su profecía

majestuosa sobre el sufrimiento del siervo, lo siguiente:

Él fue traspasado por nuestras rebeliones,

y molido por nuestras iniquidades;

sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz,

y gracias a sus heridas fuimos sanados.

Todos andábamos perdidos, como ovejas;

cada uno seguía su propio camino,

pero el SEÑOR hizo recaer sobre él

la iniquidad de todos nosotros (Is. 53:5-6, NVI).

“Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del

pecado, condenó al pecado en la carne” (Ro. 8:3). Pablo escribió a los

Gálatas: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su

Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley para que redimiese a los que

estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” (Gá.

4:4-5). Tal como la prueba suprema del amor que Abraham tenía por

Dios fue su disposición a sacrificar a su hijo (cp. Gn. 22:12, 16-18), así

también, pero en una escala mucho mayor, el ofrecimiento del Padre de

su Hijo unigénito fue la manifestación suprema de su amor salvador por

los creyentes.

El don misericordioso de la salvación es libre y solamente está

disponible (Ro. 5:15-16; 6:23; 1 Jn. 5:11; cp. Is. 55:1) para todo aquel

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que cree en Cristo (Lc. 8:12; Jn. 1:12; 3:36; 5:24; 6:40, 47; 8:24; 11:25-

26; 12:46; 20:31; Hch. 2:44; 4:4; 5:14; 9:42; 10:43; 13:39, 48; 16:31;

18:8; Ro. 3:21-22; 4:3-5; 10:4, 9-10; Gá. 2:16; 3:22; Fil. 1:29; 1 Jn. 3:23;

5:1, 13). El ofrecimiento gratuito del evangelio es lo suficientemente

amplio para abarcar al pecador más vil (1 Ti. 1:15), pero lo

suficientemente angosto para excluir a quienes rechazan a Cristo (Jn.

3:18). Pero a quienes llegan a Jesús en los términos de Él, les entrega la

siguiente promesa: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Jn. 6:37).

La garantía dada a quien posee la vida eterna es que no se pierde. La

salvación genuina no se puede perder nunca; los verdaderos creyentes se

preservarán de manera divina y perseverarán fielmente (Mt. 10:22; 24:13;

Lc. 8:15; 1 Co. 1:8; He. 3:6, 14; 10:39), porque el poder de Dios los

guarda (Jn. 5:24; 6:37-40; 10:27-29; Ro. 5:9; 8:29-39; 1 Co. 1:4-9; Ef.

4:30; He. 7:25; 1 P. 1:4-5; Jud. 24).

Perderse es recibir el juicio final y eterno de Dios. Ciertamente, no

envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo; Jesús lo

declaró en Juan 12:47: “Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le

juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo”.

En Lucas 19:10 dijo: “El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que

se había perdido”, y volvió a hacer una declaración semejante en Lucas

5:31-32: “Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen

necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos,

sino a pecadores al arrepentimiento”. Dios juzgará a quienes rechacen a

su Hijo (véase la explicación del v. 18 más abajo); sin embargo, ese juicio

no era la misión del Hijo en su primera venida, sino la consecuencia de

que los pecadores lo rechazaran (Jn. 1:10-12; 5:24, 40).

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La declaración de Jesús en el versículo 17 también repudiaba la

creencia popular de que el Mesías había venido a juzgar a paganos y

gentiles, mas no a los judíos. El profeta Amós ya había advertido sobre

esa mala interpretación del día del Señor:

¡Ay de los que suspiran

por el día del SEÑOR!

¿De qué les servirá ese día

si va a ser de oscuridad y no de luz?

Será como cuando alguien huye de un león

y se le viene encima un oso,

o como cuando al llegar a su casa,

apoya la mano en la pared

y lo muerde una serpiente.

¿No será el día del SEÑOR de oscuridad y no de luz?

¡Será por cierto sombrío y sin resplandor! (Am. 5:18-20, NVI).

La razón de la venida de Jesús no era redimir a Israel y condenar a los

gentiles, sino que el mundo fuera salvo por él. La oferta misericordiosa

de la salvación divina se expandía más allá de Israel, era para toda la

humanidad. Una vez más, Nicodemo (y por extensión la nación judía que

él representaba) debía saber esto, porque en el pacto abrahámico Dios

había declarado lo siguiente: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los

que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la

tierra” (Gn. 12:3; cp. 18:18; 22:18; Hch. 3:25). La salvación de los

gentiles siempre fue el propósito de Dios (Is. 42:6-8; 55:1).

LOS RESULTADOS DE LA INCREDULIDAD

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido

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condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de

Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los

hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran

malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no

viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que

practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus

obras son hechas en Dios. (3:18-21)

Aunque Dios en su misericordia ha ofrecido la salvación del mundo por

los méritos de Cristo, esa salvación no se puede apropiar sin la fe del

penitente. Para quienes respondieron con incredulidad al evangelio, su

destino final está marcado por el juicio divino. Jesús declaró esta verdad

aleccionadora a Nicodemo tanto positiva como negativamente.

De otra parte, el que en Cristo cree, no es condenado. En el

Evangelio de Juan, Jesús declaró más adelante: “De cierto, de cierto os

digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y

no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (5:24). Pablo

escribió triunfalmente a los romanos así: “Ahora, pues, ninguna

condenación hay para los que están en Cristo Jesús… ¿Quién acusará a

los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que

condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el

que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por

nosotros” (Ro. 8:1, 33-34). David dijo lleno de alegría: “Dichoso aquel a

quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados.

Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad y en cuyo

espíritu no hay engaño” (Sal. 32:1-2).

Pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído

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en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Aunque la sentencia final de

quienes rechazan a Cristo sigue siendo futura (cp. 5:28-29), su juicio tan

solo consumará lo que ya había comenzado. Se condenará a los perdidos

porque no han creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. La fe

salvadora va más allá del mero asentimiento intelectual a los hechos del

evangelio, incluye sumisión y confianza abnegada en el Señor Jesucristo

(Ro. 10:9; cp. Lc. 9:23-25). Solo esta clase de fe genuina produce el

nuevo nacimiento (Jn. 3:7) y da como resultado corazones transformados

y vidas obedientes.

El objeto de la fe salvadora es el unigénito (único) Hijo de Dios. Él

es “el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por [Él]”

(Jn. 14:6), pues “en ningún otro hay salvación; porque no hay otro

nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que [puedan] ser salvos”

(Hch. 4:12) y hay “un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los

hombres, Jesucristo hombre” (1 Ti. 2:5).

Jesús describió la condenación por medio del contraste entre la luz y

la oscuridad ya presentado en el prólogo (1:4-5; cp. 11:9-10; 12:35-36,

46; 1 Jn. 1:5; 2:9-10). La luz (Cristo; cp. 1:4-9; 8:12; 9:5; 12:35) vino al

mundo y por ello “alumbra a todo hombre” (1:9). Pero las personas se

negaron a ir hacia la luz debido a que amaron más las tinieblas que la

luz, porque sus obras eran malas. Como ya se dijo antes en este mismo

capítulo, los incrédulos no son ignorantes, ellos rechazan voluntariamente

la verdad. Por lo tanto, todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y

no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Los

incrédulos odian la luz (cp. 7:7; Pr. 1:29) pues saben que ella revelará su

pecado (cp. Ef. 5:13; 1 Ts. 5:7). Como resultado, sellan su propia

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condenación porque rechazan al único que los puede salvar de las

tinieblas.

Sin embargo, el que practica la verdad, viene a la luz

voluntariamente, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en

Dios. Los creyentes odian su pecado y aman la justicia (1 Jn. 2:3-6; 3:6-

10). No tienen nada que ocultar y por lo tanto no hay razón para temer

qué revelará la luz. Jesús definió al creyente genuino como el que

practica la verdad, porque la fe salvadora verdadera se manifiesta

invariablemente en obras hechas en Dios. Pablo les recordó a los efesios

que “somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las

cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef.

2:10; cp. Mr. 4:20). Los redimidos siempre hacen “frutos dignos de

arrepentimiento” (Mt. 3:8); de hecho, es por hacer fruto de buenas obras

que demuestran ser discípulos de Jesús (Jn. 15:8). De otro lado, “todo

árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego” (Mt. 7:19).

Aunque aquí no se indica ninguna respuesta de Nicodemo a la

salvación, evidentemente él tomó en serio la advertencia del Señor, pues

las referencias posteriores de Juan implican que se convirtió en un

verdadero seguidor de Cristo (7:50-51; 19:39). Pero quienes no quieren

venir a Cristo para tener vida (cp. 5:40), enfrentan la certeza del juicio

divino, como advierte solemnemente el escritor de Hebreos: “¿Cómo

escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande?…

Tengan cuidado de no rechazar al que habla, pues si no escaparon

aquellos que rechazaron al que los amonestaba en la tierra, mucho menos

escaparemos nosotros si le volvemos la espalda al que nos amonesta

desde el cielo… porque nuestro Dios es fuego consumidor” (He. 2:3;

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12:25, 29).

COMENTARIO MACARTHUR DEL NUEVO TESTAMENTO: JUAN

130

JESUSR ECONOCEEL V ALORH UMANO

Juan3 :21; 4 '.1428; :1-11

Mientraes l EspírituS antoo brabae n Juanp arag uiarloa todav erdad( 16:13y) parat raer

a su memorialo queJ esúsh abíad icho( 14:26)e, l escritore vangélicod abat esJimonio

a@rcad el reconocimiendtoe lv alorh umanop orJ esúsJ. uane scogióu n númerod e

incidentesp arad emostraqr ueJ esúsr econocíala potenciap arae l caráctecr ristianoy el

servicioq uee stabanla tentesa une n personaqs ueo trosc onsideraríadne sahuciadas.

Vamosa examinatrr ese jemplos:

l. ENTREVISTCAO NN ICODEMO(3 :1-211

Dea cuerdoa lasm edidash umanasÑ icodemeos tarías obree l peldañom ása ltod e la

escalerad e éxitos.E stabae n añosm adurosy era afortunadoe n complementhou mano.

Cjomo"P ríncipdee losJ udíose" rat enidoe n altoa precioE. raf arlseoy miembrod el

sanedrín( véase7 :50).C omot al era responsabldee la enseñanzae interpretaciódne la

ley religiosaS. u conductae ra intachable.

1t. UnI nquiridoCro ncienzud(3o: 1,2 , 4,9)

23

Nicodemoh abíap racticadeol legalismpoe rsonalmentleo, h abíae nseñadcoe losamente,

y lo habíai mpuestoin flexiblemenetem; peros entíah ambree n su alma.H abíaa lgoe n lo

íntimod e su corazónq ue la ley no pudos atisfacerL. asl eyesp roveíanu n sistemab ien

ordenadom, asl esf altabae l latidod el corazónn: o podíand arv iday amor.L asl eyes

podíand ar gobiernod e la conductap, eron o podíanp roveere l perdónd e errores

pasados.

AparentementNe,ic odemoh abíao bservadao JesúsS. i su atenciónfu el lamadap ore l

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calorv ivod e la personalidamde losad el Maestrop, orl a centellad e su espíritum ientras

fimpiabeal templo( 2:13-22'o¡ ,p ors u crecientein fluencipao rt odal a naciónn, o podemos

estars egurosT. alvez Nicodemoh abíao ídod écirq ue Jesúse rae l cumplimientdoe la ley

de Moisése, scribiendvoe rdade n losc orazonesd e losh ombrese n vezd e en tablasd e

piedra.S eal o quef uereq ue resultod e estae ntrevistaN, icodemoh abías ido

impresionadcoo nl o queh abíao ídoy visto.

Puedes erq uee step ríncipee ntrel osj udíosh ubierav aluadoh onestamenltaes

necesidadeys las imperfeccionedse su propiaa lma,q uee xistíaa pesard e suse sfuerzos

diligentesh aciau nav idas anta.A rdientementdee seabav er a Jesúsy conversacr oné l

acercad e lose lementosd e valorq ue hacia la vidad e estet an sobresaliente¿.P ero

podíau n príncipeju díoa treversea acercarsea Jesús?P orquela criticac ontraJ esús

empezót empranoa desarrollarseen su ministerio(2 :18-21),y que Nicodemos eav isto

en la presenciad e Jesús,p odrías ere l principiod elf in de su cirrrerap olíticaE. mperoa lgo

le obligoh acerl a aventura.

Nicodemsoe atrevióa seguirlo sd eseosín timosd e su alma.E ns u idaa Jesús,la sc osas

parecíana l revés.U sualmentees eljovenq uienb uscaa l ancianom, asa quíe s el anciano

quienb uscaa l hombrem asj oven.O rdinariamenteel, p obreb uscaa l ricoy le hace

pedidosA. quíf uel o contrarioR. utinariamentloes, e ruditos onb uscadops orl osq uen o

hani doa la escuelaa, find e obteneirn formacióAn.q uíe l hombred e erudicióanc adémica

formalb uscóa la personaq ue nuncas e habías entadoe n el aulaf ormald e educación

superior.

El ancianoN icodemor,i coy educadob, uscól a verdady ayudad eparted eljovenJ esús,

hombres inp osesionetse rrenaleys quea únn ot eniad onder eclinalra cabezac, uando

llegabala nocheE. mperoJ esúst eníam uchoq uee nseñarD. e algunam anerae l inquiridor

se dabac uentad e aquelh echoy buscóu nae ntrevistpae rsonalenla sh orasd e

oscuridad.

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2. El EvangelistAal erta( 3:3,5 -8,1 0-13

Lasv ivase mocionedse Nicodemsoe encuentraenn la manerac omoé l empezóla

conversacióSn.u sp alabrassa lieronc omou n volcáne n erupciónS. ignificativamenlote

queé lestabad iciendoe rav erdaderom, asn of uet odal a verdad.N ótensed esignaciones

24

como" UnM aestro"",V enidod e Dios"y, "Nadiep uedeh acere stass eñalesq uet ú haces,

si no estáD iosc oné l'. ¿Nof uev erdadc adad eclaración?

Jesúse ra Maestroe, l SeñorM aestrom, ase sten o fue el propósitop rincipadl e su venida.

Elfue enviadod eparted e Diosp arau nao bram ilagrosae n la tierra,p erof ue masq ue un

embajadocr elestialM. ostrós u maestrías obrel ase nfermedadeslo, sd emoniosl,a muerte

y la naturalezaS.i ne mbargoo, brarm ilagrosn of uee l propósitboá sicod e su ministerioS.i

estasc osasf uesent odol o queJ esúsv inoa sere l pecadore staríad esesperadeon sus

necesidades.

De estem odov inieronla s palabrasd e Jesús:" El quen o naciered e nuevo,n o puedev er

el reinod e Dios".A primerav istal a respuestan o parecep ertinentee,m peror espondió

directamentae l a observaciódne NicodemoE. ne senciaJ, esúse stabad iciendoq ue,

aunquee l habíah echot odasl asc osasq ueN icodemoh abíam encionadoe,s tasn o

constituíansu misiónp rincipael n la tierra.S u propósitbfu ndamentaful e el de sere l

Salvadore, l traere l nuevon acimientoa los hombresE. stef ue el propósitoc ulminanted e

su venidaé; stae ras u misióna Nicodemoc,o moa todosl osd emás.

Nicodemore accionóc on unap reguntar eveladora":¿ Cómop uedee stoh acerse?".

Obsérvesqeu eé l no preguntó¿: Porq ué?P areceríqau ee n ningúnlu gard udabad e su

necesidadd e salvaciónE. l solop usoe n telad e dudal a posibilidadde ella.D e modoq ue

preguntó¿: Cómo?

Lac ontestaciódne Jesús( w.5,6)p areceu sarl a figura'nacidod e agua"p arar eferirsea l

nacimienton aturacl omoc ontrastadcoo n 'nacidod el espíritu"N. o bastan acere n la

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carne.L osh ombresn ecesitann acerd el EspírituN. acers olou nav ez puedes ert ragedia.

Nacerd os vecese s gloriosoE. l hombreq ue naces olou nav ez,e stad estinadoa morir

dosv eces;m ientrasq uee l hombreq uen aced osv ecess, olom uereu nav ez.A quíesta

un asuntod e muchom isterio.

Jesúsp rosiguióp arac omparalra obrad el EspírituS antoc one l vientoin visiblem ás

poderosoN. icodemod ebeh aberc omprendideol sentidod e estaf igurad e lenguaje,

porquee lAntiguoT estamentoe n muchosp asajess e refierea la venidad el Espíritud el

Señors obrea lgúnh ombree n algunam anifestacióens pecialM. asN icodemtoo davía

preguntaba¿: Cómop uedeh acersee sto?( v.9).

En respuestaJ,e súss erenamentree ivindicós aberd e cosasc elestialeps ore xperiencia

persona(lw . 10-13)N. o hayi ndicaciódne queN icodemfou rap rovocadpoo re sta

pretensión.

3. El Mensajed e Salvació(n3 :14-21)

25

Sabiendoq uen adap odríae starb ienm ientraqs uel a vidad e estei nquiridonro e stuviera

bienc on Dios,J esúsd eterminoa clararl a doctrinad e salvaciónju, ntoc on la importanciya

necesidadd e ella.C onp acienciaJ esúse ntroe n detallec one steh ombren ecesitadoy,

predicou nod e suss ermonesm ásg randesa estea uditoriod e unap ersonaE. stos ignifica

lo importanteq uee s unap ersonaa, un un pecadorp erdidoa, loso josd e nuestroS eñor.

Cone l idiomag riegou sadop orJ uann ot enias ignod e comillasu otrom ediod e mostrar

dondet erminabau nac itad irectan, o estamosm uys egurosd e cuantod e Juan3 :14-21e s

un informep, alabrap or palabrad, e la conversaciócno nN icodemoy cuantop odrás er un

resumend adop orJ uan.E nc ualquiecra so,s abemosq uee l EspírituS antog uíoe l relato

de Juan,d e modoq uet enemose l corazónd e la verdadp resentadaa Nicodemo.

Refiriéndosae un eventod e la historiad el AntiguoT estamento(N úm.2 1:5-9)J, esús

pareced ecir:T ú no puedese xplicarc omou nam iradaa la serpiented e broncep odría

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ayudara un enfermom, asa yudoC. uandoe l puebloa ceptoe l pland adop orD ios,é l

recibióla saludf ísicaA. sí" el Hijod el Hombret"i eneq ues er" Levantadoy" ,l a confianza

en éltraeráv idae spirituaal losq uea ceptane l pland e Dios.

Nosp reguntemossi f ues oloc uandoN icodemvoi oa Jesúse n la cruz,q ueé l comprendió

estasp alabrasy, viendoa Jesús" levantado"re, conociós u derechoa reclamaer ltérmino

mesiánico",e l Hijod el Hombre'.

Ene stac onexións e nosd a unod e lost extosm ásg loriosodse lasE scriturasJ,u an3 :16.

Se ve a Diosc omoe ldadorm ásg rande,s e declaraa Jesúsc omoe l donm ásg randey; la

salvacióens proclamadcao mol a garantíam ásg randeE. l amor divinoe s alabadoD. ios

amap orquee s la naturalezad e Dios amar.P orl o tanto,n o es su deseod estruiar los

hombresin dignoss,i nor ehacerlopso rm ediod e un renacimienetos piritual.

Nicodemos aliód e estae ntrevistaa parentementiem presionadoP.e ros aliód e esta

entrevistaa parentementiem presionadoP.e ros aliós in unad ecisiónfi nal,e n cuanto

podemosd ecir.T alveze l calculóe l costoy considerabdae masladgor andelo sr iesgos.

¿Habráv istoé 1,e n su pensamientola, posiblep érdidad e posicipnl,a confiscaciódne

propiedayd aunl a pérdidad e la vida?J esúsp odíad arm ucho¿, perov aldríaa Nicodemo

gl costo? ,

Deliberandeos tosa suntosd e las necesidadedse l almay la gragiay misericordidae Dios,

Nicodemsoe fues ilenciosoA.l mismot iempot,e nemosq uep regumiqru ea lgoi mportante

habías ucedidod entrod e é1.L asi ndicacionesso nq ueé l pensabaq uep odrías er un

fliscípulos ecreto.

Segúna vanzabae l ministeriod e Jesús,l as nubesd e tempestaQse poníanm áso scuras

álrededodre é1.F inalmentlea furiad e animosidahdu manalo llevoa la cruz.E na quel

momentoin comparabhleu bod osh ombresv alienteqs ues e atrevieroan mostrarse

26

am¡gosd el crucificadoS. e atrevierona pedire l cuerpop aras epultarloE. stosd ose ran

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Nicodemyo Josed e Arimateaq, uiene rad ueñod els epulcro(1 9:3842).

A la luzd e los últimosa ctosr egistradodse Nicodemop, arecel ógicoc reerq uee l había

entendidola verdadd e las palabrasd e Jesúsy , habiendoll egadoa su conclusiónd,e safió

la oposiciónp arad eclararp úblicamentseu creenciae n Jesúsc omoe l Cristo.E l había

vistoe n el Maestrou n nuevop ropósitoy nuevasp osibilidadepsa ras u vida.D e modoq ue

Nicodemoe stabad ispuestoa hacerf rentea l porvenicr on la recompensdae estas

dimensionneu evasa, pesard e posibles acrificiopse rsonales.

Pore l relatod e ta entrevistac on NicodemoJ, iuand a testimoniore spectoa que ninguna

vida,s eae levadao humildee, s adecuadaa parted e Cristo.E stev e el valore n todav ida

y lasv ictoriasn o realizadaes n cadah ombreE. l contactoq ues oloC ristop ueded ar,l leva

a los hombresa realizasr us mayoresp otenciasU. nai ntroduccióanl el es algoq ue

necesitanto dosl os hombres

EL QUE VINO A JESÚS DE NOCHEJuan 3:1-6Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, que era un líder de los judíos. Este vino a Jesús de nochey Le dijo:-Rabí, sabemos que eres un maestro que ha venido de Dios; porque nadie podría hacer las señales que Tú haces siDios no estuviera con él.Lo que te digo es la pura verdad - le contestó Jesús-: a menos que se renazca de arriba no se puede ver el Reino deDios.-¿Cómo puede uno renacer cuando ya es mayor? -le preguntó entonces Nicodemo- . ¡No va a meterse en el vientre desu madre para nacer otra vez!-Lo que te digo es la pura verdad - le dijo Jesús a menos que se nazca de agua y del Espíritu no se puede entrar en elReino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu.La mayor parte de las veces vemos a Jesús rodeado de personas corrientes; pero aquí le vemos en contacto con uno de laaristocracia de Jerusalén. Hay algunas cosas que sabemos de Nicodemo.(i) Nicodemo tiene que haber sido rico. Cuando Jesús murió, Nicodemo trajo para preparar Su cuerpo para la sepultura «unamezcla de mirra y áloes que pesaba unas cien libras» (Juan 19:39), que sólo podría comprar uno que fuera rico.(ii) Nicodemo era fariseo. En muchos sentidos los fariseos eran las mejores personas de todo el país. Nunca fueron más de

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seis mil; formaban lo que se llamaba una jaburá o hermandad. Se ingresaba en esa hermandad comprometiéndose delante detres testigos a consagrar su vida al cumplimiento de todos los detalles de la ley tradicional.¿Qué quería decir eso? Para los judíos, la Ley era la cosa más sagrada del mundo. La Ley eran los cinco primeros libros delAntiguo Testamento. Creían que era la perfecta Palabra de Dios. El añadirle o sustraerle una sola palabra era pecado mortal.Ahora bien: si la Ley era la Palabra completa y perfecta de Dios, eso quería decir que contenía todo lo que una personanecesitaba saber para vivir una vida buena, si no explícitamente, por lo menos implícitamente. Si no todo sé encontraba en ellacon todas las letras, tenía que ser posible deducirlo. La Ley tal como se encontraba consistía en un conjunto de grandesprincipios, amplios y nobles, que cada uno tenía que aplicar a su vida. Pero para los judíos posteriores eso no era suficiente.Decían: « La Ley es completa; contiene todo lo necesario para vivir una vida buena; por tanto, en la Ley tiene que haber unaregla que gobierne cualquier incidente posible de cualquier momento posible para cualquier persona posible.» Así es que sededicaron a extraer de cada principio de la Ley un número incalculable de reglas y. normas para gobernar cualquier situaciónimaginable de la vida. En otras palabras: cambiaron la Ley de los grandes principios en un legalismo de reglas adicionalesinterminables.El mejor ejemplo de lo que hacían se ve en la ley del sábado.En la Biblia se nos dice sencillamente que hemos de acordarnos del sábado para mantenerlo corno un día santo y no hacer en élningún trabajo, ni uno mismo ni sus criados y animales. No contentos con eso, los judíos de tiempos posteriores se dedicaronhora tras hora y generación tras generación a definir lo que es un trabajo y a hacer la lista de todas las cosas que se pueden o nose pueden hacer en sábado. La Misná es la codificación de la ley tradicional. Los escribas se pasaban la vida deduciendo estasreglas y normas. En la Misná, la sección acerca del sábado ocupa no menos de veinticuatro capítulos. El Talmud es elcomentario de la Misná, y en el Talmud de Jerusalén la sección dedicada a las leyes del sábado ocupa sesenta y cuatro columnasy media; y en el Talmud de Babilonia, ciento cincuenta y seis páginas de doble folio. Y se nos dice que un rabino pasó dos añosy medio estudiando, uno de los veinticuatro capítulos de la Misná sobre el sábado:La clase de cosa que hacían era algo así: Atar un nudo en sábado era hacer un trabajo; pero había que definir qué era unnudo. «Los siguientes son los nudos que es pecado hacer: el nudo de los conductores de camellos y el de los marineros; y tanpecado es si se atan como si se desatan.» Por otra parte, los nudos que se pueden atar y desatar con una sola mano estabanpermitidos. Además, «una mujer puede atarse la abertura de la enagua y las cintas de la cofia o de la faja, las correas de loszapatos o. sandalias y de los pellejos del vino o del aceite.» Ahora veamos lo que sucedía: Supongamos que un hombre queríabajar, al pozo el cubo para sacar agua el sábado; no podía atarle la. cuerda, porque era ilegal hacer un nudo en una cuerda el

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sábado; pero lo podía atar al cinturón de su mujer para bajarlo, porque el nudo del cinturón sí era legal. Esas eran cosas de vidao muerte para los escribas y fariseos; eso era la religión, la manera de servir y agradar a Dios.Tomemos el ejemplo de viajar en sábado. Éxodo 16:29 dice: «Estese, pues, cada uno en su lugar, y nadie salga de él en elséptimo día.» Así que lo que se podía viajar el sábado se limitaba a dos mil codos, es decir, algo menos de un kilómetro.Pero, si se ataba una cuerda de lado a lado al final de una calle, toda la calle se consideraba la casa de uno, y se podíarecorrer el kilómetro a partir de la cuerda. O, si se depositaban alimentos suficientes para una comida el viernes antes de lapuesta del sol, que era cuando empezaba el sábado, en algún lugar, ése se convertía técnicamente en la casa de esapersona, que podía contar desde allí la distancia que podía recorrer en sábado. Las reglas y reglamentos y las exencionesse amontonaban hasta el infinito.Tomemos el ejemplo de llevar una carga. Jeremías 17:2124 decía: «Guardaos por vuestra vida de llevar carga en el díade reposo.» Entonces había que definir lo que era una carga; y se decía que era «comida comparable a un higo seco, elvino necesario para mezclarlo en una copa, un sorbo de leche, la miel que se pondría en una herida, el aceite necesariopara ungir un miembro pequeño, el agua necesaria para disolver un colirio,» etc., etc. Así que se tenía que decidir si unamujer Podía llevar un broche en sábado o no, si se podía llevar una pierna o una dentadura postiza, o si eso sería llevaruna carga. ¿Se podía levantar una silla, o llevar en brazos a un niño? Y así se prolongaban indefinidamente las discusionesy las disposiciones.Los escribas eran los que deducían todas estas reglas, y los fariseos, los que dedicaban la vida a cumplirlas. Está claroque, por muy equivoco que estuviera un hombre, tenía que tomarlo muy en serio para proponerse obedecer cada una detodos esos millares de reglas: Yeso era precisamente lo que hacían los fariseos. El nombre de fariseos quería decir separado,un hombre aparte; y los fariseos eran los que se separaban de la vida ordinaria para observar todos los detalles dela ley de los escribas.Nicodemo era fariseo, y es sorprendente que quisiera hablar con Jesús un hombre: que tenía esa idea de la bondad yque estaba entregado a esa clase de vida porque estaba convencido de que era la manera de agradar a Dios.(iii) Nicodemo era uno de los gobernadores de los judíos.La palabra es arjón. Esto quiere decir que eran un miembro el sanedrín, que era el tribunal supremo de los judíos queestaba formado por setenta miembros. Por supuesto que, bajo el dominio romano; sus poderes estaban muy limitados;pero seguían siendo considerables. En particular, el sanedrín tenía jurisdicción religiosa sobre todos los judíos del mundo,

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y uno de sus deberes era examinar y dictaminar en el caso de que surgiera un falso profeta. Así que resulta todavía mássorprendente el que Nicodemo quisiera hablar con Jesús.(iv) Es posible que Nicodemo perteneciera a una familia judía distinguida. Allá por el año 63 a.C., cuando los romanosy los judíos habían estado en guerra, el líder judío Aristóbulo envió a un cierto Nicodemo como embajador al emperadorromano Pompeyo. Mucho más tarde, en los terribles últimos días de Jerusalén, el que negoció la rendición de laguarnición fue un cierto Gorión, hijo de Nicomedes o Nicodemo. Puede que estos dos personajes históricos pertenecierana la misma familia de nuestro Nicodemo, y que la suya fuera una de las familias más distinguidas de Jerusalén. -Si era así,es verdaderamente maravilloso que este aristócrata - judío viniera a hablarle de su alma a este profeta ambulante que nohabía sido más que un carpintero en Nazaret.Fue por la noche cuando vino Nicodemo a Jesús, lo que puede haber sido por una de dos razones.«),Puede que fuera por precaución: Puede que Nicodemo no estuviera dispuesto a comprometerse viniendo a Jesús dedía. No le podemos condenar por eso. Bastante sorprendente es ya que un hombre de su categoría viniera a Jesús, como ycuando fuera. Era infinitamente mejor venir de noche que no venir. Fue un milagro de la gracia de Dios el que Nicodemovenciera sus prejuicios y principios y sentido de la vida lo suficiente como para venir a Jesús.(ii) Pero puede que fuera por otra razón. Los rabinos decían que la mejor hora para estudiar la Ley era por la noche,cuando no se presentaban distracciones. Durante el día Jesús estaba siempre rodeado de gente. Puede ser que Nicodemoviniera a Jesús por la noche porque quería hablar a solas y sin interrupciones con Él.Nicodemo era un hombre con inquietudes, con muchos honores pero con un gran vacío en su vida. Vino a hablar con Jesús aver si encontraba la luz en las tinieblas de la noche.EL QUE VINO A JESÚS DE NOCHEJuan 3:1•6 (continuación)Cuando Juan nos relata las conversaciones que tuvo Jesús con algunas personas, sigue un cierto esquema. Aquí lo vemosmuy claro. El interlocutor dice algo (versículo 2). Jesús contesta de una forma que resulta difícil de entender (versículo 3). Elinterlocutor lo toma en otro sentido (versículo 4). Jesús se lo dice de otra manera que es todavía más difícil de entender(versículo 5). Y sigue a continuación una exposición e interpretación. Juan usa este método para que veamos cómo llegaban laspersonas a comprender por sí mismas, y para que nosotros hagamos lo mismo.Cuando Nicodemo se encontró a solas con Jesús Le dijo que nadie podía por menos de sentirse impresionado con las señalesy milagros que realizaba Jesús. Jesús le contestó que lo realmente importante no eran las señales y los milagros, sino el cambio

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radical en la vida de una persona, que sólo se podría describir como un nuevo nacimiento.Cuando Jesús dijo que es necesario nacer de nuevo Nicodemo no Le entendió, y su confusión procedía del hecho de que lapalabra que la versión Reina-Valera traduce por de nuevo, en griego anóthen, tiene tres sentidos diferentes. (i) Puede quererdecir desde el principio, totalmente, de arriba a abajo. (ii) Puede querer decir de nuevo, otra vez, en el sentido de por segundavez. (iii) Puede querer decir de arriba, y, por tanto, de Dios. No nos es posible indicar todos esos sentidos en una sola palabraespañola; pero los tres están incluidos en la frase nacer de nuevo. Nacer de nuevo es experimentar un cambio tan radical que escomo un nuevo nacimiento; es que le pase a uno en el alma algo que sólo se puede describir como nacer totalmente de nuevasotra vez; y ese proceso no es el resultado del esfuerzo humano, sino de la gracia y el poder de Dios.Cuando leemos este pasaje nos parece que Nicodemo entendió la palabra de nuevo solamente en el segundo sentido, es decir,en el más literal. ¿Cómo puede uno que ya es mayor, dijo, meterse otra vez en el seno materno y nacer por segunda vez? Pero lareacción de Nicodemo no era tan simple. Había una gran ansia insatisfecha en su corazón; y es como si dijera, con un anhelosincero y profundo: < Tú hablas de nacer de nuevo, de ese cambio radical y fundamental que necesitamos. Yo sé que esnecesario; pero, en mi experiencia, es imposible. No hay nada que yo desee más que eso; pero es como si me dijeras a mí, unhombre hecho y derecho, que me meta en el vientre de mi madre y nazca otra vez.> No ponía en duda el que tal cambio fueradeseable, eso lo sabía y reconocía Nicodemo demasiado bien, sino que fuera posible. Nicodemo se enfrentaba con el eternoproblema del que quiere cambiar, pero no puede cambiarse a sí mismo.Esta frase nacer de nuevo o renacer recorre todo el Nuevo Testamento. Pedro habla de renacer por la gran misericordia deDios (1 Pedro 1:3); y también de renacer, no de simiente corruptible, sino incorruptible (1 Pedro 1:23). Santiago nos dice queDios nos hizo renacer por la Palabra de verdad (Santiago 1:18). En la Carta a Tito se nos habla del lavamiento de laregeneración (3: S). Algunas veces se expresa esta misma idea como una muerte seguida de una resurrección o recreación.Pablo dice que los cristianos hemos muerto con Cristo y resucitado a una nueva vida (Romanos 6:1-11). Y habla de los que sehan convertido hace poco como bebés en Cristo (1 Corintios 3:1-2). El que una persona esté en Cristo, es decir, sea cristiana escomo si hubiera sido creada totalmente de nuevo (2 Corintios 5:17). Una nueva creación tiene lugar en Cristo (Gálatas 6:15).Nuevas personas son creadas según Dios en la justicia y santidad de la verdad (Efesios 2:24). El que está dando losprimeros pasos en Cristo es un niño (Hebreos 5:12-14). Esta idea del nuevo nacimiento o de la nuevas creación aparece entodo el Nuevo Testamento. Ahora bien, esta idea no les sonaría extraña en absoluto a los primeros lectores del Nuevo

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Testamento. Los judíos la usaban al hablar de los que procedían del paganismo y aceptaban el judaísmo mediante laoración, el sacrificio, el bautismo y la circuncisión: eran nacidos de nuevo. « El prosélito que abraza el judaísmo -decíanlos rabinos- es como un niño, recién nacido.» Tan radical era el cambio que todos los pecados que hubiera cometido antesse le habían perdonado, por que ahora era una persona diferente. En teoría se afirmaban aunque es de esperar que no sellevara nunca a cabo, que tal hombre se podía casar con su madre o con su hermana, porque todos sus lazos familiaresanteriores quedaban anulados. Los judíos hablaban del nuevo nacimiento.Los griegos también conocían muy bien esa idea. Las religiones más reales de los griegos de entonces eran losmisterios. Esas religiones se basaban en el mito de algún dios que sufría, moría y resucitaba. Se hacían representacionesde su pasión. Los iniciados pasaban por un largo período de preparación, instrucción, ascetismo y ayuno. Entonces serepresentaba el drama con una música y un ritual impresionantes, incienso y todo lo que pudiera influir en las emociones.En la representación, el que tomaba parte en aquella forma de culto se identificaba con el dios de tal manera que pasabapor los mismos sufrimientos y compartía el triunfo y la vida divina del dios. Las religiones mistéricas ofrecían una uniónmística con algún dios. Cuando se experimentaba aquella unión, el iniciado era, en el lenguaje de los misterios, un nacidode nuevo. Los misterios herméticos tenían como parte de sus creencias básicas que « No puede haber salvación sinregeneración.» Apuleyo, que se sometió a la iniciación, dijo que había pasado por «una muerte voluntaria,» y quemediante ella había alcanzado < su nuevo nacimiento espiritual,» y era «como nacido de nuevo.» Muchos de los ritos deiniciación de los misterios tenían lugar a medianoche, cuando muero y renace el día. En los misterios frigios, al iniciado,después de su iniciación, le daban leche, como si fuera un niño recién nacido.El mundo antiguo conocía muy bien la idea del renacimiento y la regeneración. Lo anhelaba y buscaba por todaspartes. La más famosa de todas las ceremonias misteriosas era el taurobolium. El candidato se metía en un pozo, que secubría con una rejilla. Sobre esta se degollaba un toro, cuya sangre bañaba al iniciado; y cuando salía del pozo era renatusin aeternum, renacido para la eternidad. El Cristianismo trajo precisamente lo que todo el mundo estaba buscando.¿Qué quiere decir para nosotros el nuevo nacimiento? En el Nuevo Testamento, y especialmente en el CuartoEvangelio, hay cuatro ideas íntimamente relacionadas: el nuevo nacimiento; el Reino del Cielo, en el que nadie puedeentrar a menos que nazca de nuevo; llegar a ser hijos de Dios, y la vida eterna. La idea del nuevo nacimiento no esexclusiva del pensamiento del Cuarto Evangelio. En Mateo encontramos la misma gran verdad expresada aún más sencilla

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y gráficamente: «Si no os volvéis y os hacéis como niños no entraréis en el Reino del Cielo» (18:3). Estas ideas encierranla misma verdad.NACER DE NUEVOJuan 3:1-6 (conclusión)Vamos a empezar por El Reino del Cielo. ¿Qué quiere decir? Su mejor definición la encontramos en la OraciónDominical, que contiene dos peticiones paralelas:Venga Tu Reino, Hágase Tu voluntad, como en el Cielo, así también en la Tierra.Es característico del estilo hebreo el decir las cosas de dos maneras algo diferentes, la segunda de las cuales explica yamplía la primera. En los Salmos encontramos innumerables ejemplos de esta forma poética que se conoce técnicamentecomo paralelismo:Dios es nuestro amparo y fortaleza,Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.Por tanto, no temeremos aunque la tierra sea removida,Y se traspasen los montes al corazón del mar;Aunque bramen y borboteen sus aguas,Y tiemblen los montes a causa de su ímpetu.Jehová de las ejércitos está con nosotros;Nuestro refugio es el Dios de Jacob (Salmo 46:1-3, 7).Lávame más y más de mi maldad,Y límpiame de mi pecado (Salmo 51:2).En lugares de delicados pastos me hará descansar;Junto a aguas de reposo me pastoreará (Salmo 23:2).Apliquemos ese principio a las dos peticiones de la Oración Dominical: la segunda completa y explica la primera, y asíllegamos a la definición del Reino del Cielo como una sociedad en la que la voluntad de Dios se hace en la Tierra tanperfectamente como en el Cielo. Estar en el Reino del Cielo es, por tanto, llevar una vida en la que lo sometemos todovoluntariamente a la voluntad de Dios; es haber llegado a una situación en la que aceptamos la voluntad de Dios de unamanera perfecta y completa.Ahora vamos a fijarnos en la condición de hijos. En un sentido, es un privilegio tremendo. A los que creen se lesconcede el derecho de llegar a ser hijos de Dios (Juan 1:12).Pero es de la misma esencia de la condición de hijos la obediencia. «Si Me amáis, guardad mis mandamientos.» «El quetiene Mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama...> (Juan 14:15 y 21ss). La esencia de la condición de hijos esel amor, y la esencia del amor es la obediencia. No podemos ser sinceros si decimos que amamos a una .persona yhacemos cosas que hieren y entristecen su corazón. Ser hijos es un privilegio del que se participa solamente cuando serinde una obediencia .perfecta. Así pues, ser hijos de Dios y estar en el Reino de Dios son la misma cosa.. Los hijos deDios y los ciudadanos de Su Reino son las personas que han aceptado completa y libremente la voluntad de Dios.

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Ahora fijémonos en la vida eterna. Es mejor llamarla eterna que perdurable. Lo principal de la vida eterna no es simplementeuna cuestión de duración. Está claro que una vida que se prolongara indefinidamente podría ser un infierno lomismo que un cielo. La idea que subyace en la vida eterna es la de una cierta calidad de vida. ¿Cuál? Hay sólo Uno al Quese le puede aplicar este adjetivo eterno (aiónios), y es Dios. La vida eterna es la clase de vida que vive Dios, la vida deDios. El entrar en la vida eterna es llegar a participar de la clase de vida que es la vida de Dios. Es estar por encima detodo lo meramente humano y pasajero, y entrar en el gozo y la paz que pertenecen solamente a Dios. Está claro que no sepuede entrar en esa íntima comunión con Dios a menos que Le ofrezcamos el amor, la devoción y la obediencia que Leson debidos y que nos introducen en ella.Aquí tenemos, pues, tres grandes concepciones gemelas: entrar en el Reino del Cielo, llegar a ser hijos de Dios yparticipar de la vida eterna; y las tres dependen y son productos de la obediencia perfecta a la voluntad de Dios. Aquí esdonde se introduce la idea del nuevo nacimiento: es lo que enlaza y armoniza estas tres concepciones. Está claro que, talcomo somos y dependiendo de nuestras fuerzas somos absolutamente incapaces de rendir a Dios esa perfecta obediencia;sólo cuando la gracia de Dios llega a tomar posesión de nosotros y nos cambia podemos darle a Dios la reverencia y ladevoción que Le debemos. Nacemos de nuevo por medio de Jesucristo; es cuando Le entregamos nuestros corazones y vidascuando se produce el cambio:Cuando eso sucede, nacemos de agua y del Espíritu. Aquí hay dos ideas. El agua es el símbolo de la limpieza. Cuando Jesústoma posesión de nuestras vidas, cuando Le amamos con todo nuestro corazón, nuestros pecados pasados son perdonados yolvidados. El Espíritu es el símbolo del poder. Cuando Jesús toma posesión de nuestras vidas, no es sólo que nuestros pecadospasados son perdonados y olvidados; si eso fuera todo, podríamos volver otra vez a arruinar la vida, pero entra en ella un nuevopoder que nos permite ser lo que por nosotros mismos no podríamos ser, y hacer lo que por nosotros mismos no podríamoshacer. El agua y el Espíritu representan la limpieza y la fortaleza del poder de Cristo que borra el pasado y da la victoria en elfuturo.Por último, en este pasaje Juan establece una gran ley. Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu esespíritu. La persona humana no es nada más que carne, y sus posibilidades se limitan a las de la carne. Por sí misma no puedesalir de la frustración y del fracaso; eso lo sabemos muy bien, es el hecho universal de la experiencia humana. Pero la esenciamisma del Espíritu es un poder y una vida que están por encima de la vida y el poder humanos, y cuando el Espíritu tomaposesión de nosotros, la vida derrotada de nuestra naturaleza humana se transforma en la vida victoriosa de Dios.

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Nacer de nuevo es experimentar un cambio tan total que sólo se puede describir como re-nacimiento o re-creación. Estecambio se produce cuando amamos a Jesús y Le dejamos entrar en nuestro corazón. Entonces se nos perdona el pasado y elEspíritu nos capacita para el futuro; entonces podemos aceptar la voluntad de Dios de veras. Y entonces llegamos a ser ciudadanosdel Reino del Cielo, e hijos de Dios, y a entrar en la vida eterna, que es la vida misma de Dios.LA OBLIGACIÓN DE SABERY EL DERECHO DE .HABLARJuan 3:7-13No te sorprendas porque te he .dicho «Tenéis que renacer de arriba..» El viento sopla por doquier, y oyes su silbido,pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.-¿Cómo pueden suceder esas cosas? -Le preguntó Nicodemo. Y Jesús le contestó:-¿Y. tú eres el que todos consideran el maestro de Israel y no lo entiendes? Lo que te digo es la pura verdad:Hablamos de lo que sabemos, y atestiguamos lo que hemos visto... y no recibís nuestro testimonio. Si os digo cosasterrenales y no me creéis, ¿cómo me ibais a creer si os dijera las celestiales?Nadie ha subido al Cielo más que el Que bajó del Cielo el Hijo del Hombre, que está en el Cielo.El no comprender puede ser por varias razones. Puede ser porque no se ha llegado al nivel de experiencia y de conocimientosnecesarios para poder captar la verdad. «El que no sabe es como el que no ve», decimos. Si alguien se encuentra enesa situación, nuestro deber es hacer todo lo posible para explicarle las cosas, para que pueda captar el conocimiento que se leofrece. Pero hay veces que no se entiende porque no se quiere entender: « No hay peor ciego que el que se niega a ver.» Unapersona puede cerrar la mente aposta a una verdad que no quiere reconocer o aceptar.¿Era así Nicodemo? La enseñanza acerca del nuevo nacimiento que procede de Dios no debería haberle parecido extraña.Ezequiel, por ejemplo, había hablado repetidas veces del corazón nuevo que ha de ser creado en los seres humanos: «Echad devosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo.¿Por qué moriréis; casa de Israel?» (Ezequiel 18:31). «Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros»(Ezequiel 36:26). Nicodemo era un experto en la Sagrada Escritura, y los profetas habían escrito mucho acerca de la experienciade la que estaba hablándole Jesús. Si una persona no quiere renacer, le resultará incomprensible lo que quiere decir el nuevonacimiento. Si uno no quiere cambiar, le cerrará voluntariamente los ojos y la mente y el corazón al poder que le puede cambiar.En última instancia, lo que pasa con tantos de nosotros es sencillamente que, cuando viene Jesús a ofrecerse a cambiarnos yrecrearnos, Le decimos más o menos: « No, gracias; estoy perfectamente así, y no quiero cambiar.»Nicodemo tuvo que replegarse otra vez a la defensiva. Lo que dijo era algo así como: «Ese renacimiento del que estás

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hablando puede que no sea imposible, pero no puedo entender cómo funciona.» La punta de la contestación de Jesús está en quela palabra griega para espíritu, pneuma, también quiere decir viento: Lo mismo sucede con la palabra hebrea rúaj, que tambiénquiere decir espíritu y viento. Así es que Jesús le dijo a Nicodemo: « Tú puedes oír y sentir el viento (pneuma); pero no sabes dedónde viene ni adónde va. Puede que no entiendas cómo y por qué sopla el viento, pero puedes sentirlo. Puede que no entiendasde dónde viene la tempestad ni adónde va, pero puedes observar sus efectos en las nubes y los árboles. Hay muchas cosas delviento que no puedes entender, pero sus efectos están a la vista.» Y prosiguió: «El Espíritu (Pneuma) es exactamente lo mismo.Puede que no sepas cómo obra; pero puedes ver Sus efectos en las vidas humanas.»Jesús decía: «Esto no es nada teórico. Hablamos de lo que hemos visto de hecho. Podemos señalar a muchas personas quehan nacido de nuevo por el poder del Espíritu.» El doctor John Hutton solía citar el caso de un obrero que había sido unborracho empedernido y se había convertido. Sus compañeros hicieron todo lo posible por ridiculizarle. « No nos dirás quepuedes creer en los milagros y en cosas por el estilo -le decían-. Por ejemplo, que Jesús convirtió el agua en vino».«No sé si convirtió el agua en vino cuando estaba en Palestina -contesto--; pero sé que en mi casa ha convertido el alcohol enmuebles y ropa y comida sana.»Hay un montón de cosas en este mundo que usamos todos los días sin saber cómo funcionan. Son los menos entre nosotroslos que saben cómo funcionan la electricidad, la radio, la televisión y hasta el coche, entre otras muchas cosas; pero no por esodecimos que no existen. Muchos de nosotros usamos un coche aunque no tenemos más que una ligerísima idea de lo que pasadebajo del capó; aunque no entendemos del todo cómo funciona, eso no nos impide usarlo y disfrutar de todas sus ventajas.Puede que no entendamos cómo obra el Espíritu, pero Su efecto en las vidas de las personas está a la vista de todo el .mundo. Elargumento incontestable a favor del Evangelio son las vidas cambiadas de los que lo han aceptado. Nadie debiera descartar unafe que es capaz de hacer que los malos se hagan buenos.Jesús dijo a Nicodemo: « He tratado de ponértelo fácil. He usado ejemplos humanos sencillos tomados de la vida diaria, y nohas entendido. ¿Cómo esperas entender las cosas profundas si hasta las más sencillas te resultan incomprensibles?»Hay aquí una seria advertencia para todos nosotros. Es fácil tomar parte en grupos de discusión, ponerse a estudiar y a leerlibros, a discutir intelectualmente el Cristianismo; pero lo esencial es experimentar el poder del Evangelio. Es verdad que esimportante tener una comprensión intelectual del orbe de la verdad cristiana; pero es mucho más importante tener unaexperiencia vital del poder de Jesucristo. Cuando un paciente está bajo tratamiento médico, o tiene que ser operado, o se lerecetan ciertas medicinas, no tiene necesidad de conocer todo el orbe de la anatomía, ni cómo actúan la anestesia o los fármacos

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en su cuerpo para recuperar la salud. El noventa y nueve por ciento de los pacientes experimentan la curación sin ser capaces dedecir cómo se realizó. En un sentido, el Evangelio actúa así. Encierra un misterio, pero no porque desafía a la comprensiónintelectual; es el misterio de la redención.Al leer el Cuarto Evangelio resulta difícil saber cuándo terminan las palabras de Jesús y empiezan las del evangelista.Juan ha pasado tanto tiempo pensando en las palabras de Jesús que pasa imperceptiblemente de ellas a sus propiospensamientos acerca de ellas. Es casi seguro que las últimas palabras de este pasaje son de Juan. Es como. si alguienpreguntara: «¿Qué derecho tiene Jesús a decir esto? ¿Cómo podemos estar seguros de que es cierto?» .La respuesta deJuan es sencilla y terminante: «Jesús -dice- descendió del Cielo para comunicamos la verdad de Dios. Y, después. decompartir la. vida de la humanidad y morir por ella; volvió a ,Su gloria.» Juan aseguraba que Jesús tenía derecho a hablarasí porque conocía personalmente a Dios, porque había venido directamente del Cielo a la Tierra y porque lo que Él decíano era sino la verdad de Dios, porque .Jesús era y es la encarnación de la Mente de Dios.EL CRISTO ELEVADOJuan 3:14-15Y de la misma manera que .Moisés puso en alto la serpiente en el desierto, así es menester que levanten al Hijo delHombre; para que todos los que crean en Él puedan tener la vida eterna.Juan recuerda una historia extraña del Antiguo Testamento que se encuentra, en Números 21:4-9. En su viaje por el desierto,los israelitas murmuraron y se quejaron y se lamentaron de haber salido de Egipto. Para castigarlos, Dios envió unaplaga mortal de serpientes venenosas; el pueblo se arrepintió y pidió misericordia. Dios le dijo a Moisés que hiciera laimagen de una serpiente y la pusiera en alto en medio del campamento, y los que miraran a la serpiente se curarían.Aquella historia impresionó vivamente a los israelitas. Entiempos posteriores aquella imagen de la serpiente se convirtió en un ídolo, y tuvieron que destruirla en tiempo del reyEzequías, porque la gente había empezado a darle culto (2 Reyes 18:4). A los mismos judíos les alucinaba este incidente,porque tenían absolutamente prohibido el hacer imágenes. Los rabinos lo explicaban diciendo: «No era la serpiente debronce lo que daba la vida. Cuando Moisés la puso en alto, los moribundos pusieron su confianza en el Que le habíamandado a Moisés que lo hiciera. Era Dios mismo el Que los sanaba.» El poder sanador no estaba en la serpiente; esta, noera más que un objeto que les hacía volver el pensamiento a Dios; y, cuando lo hacían, se ponían buenos.Juan tomó aquella vieja historia y la usó como una parábola profética de lo que había de suceder con Jesús. Dijo:«Pusieron en alto la serpiente; los moribundos la miraban; su pensamiento volvía a Dios, y por el poder de aquel Dios en

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Quien ponían su confianza se curaban. Así es como era necesario que Jesús fuera levantado: para que, cuando los queestamos heridos por el pecado volvamos a El nuestro pensamiento y creamos en El, encontremos la vida eterna.»Hay aquí un detalle maravillosamente sugestivo. El verbo levantar es hypsún. Lo curioso es que se usa de Jesús en undoble sentido: en el de ser levantado en la Cruz, y en el de ser elevado a la gloria cuando ascendió al Cielo. Se usa de laCruz en Juan 8:28; 12:32; y se usa de la Ascensión de Jesús al Cielo en Hechos 2:33; 5:31; Filipenses 2:9. Hubo una dobleelevación de Jesús cuando acabó Su vida en la Tierra: fue levantado en la Cruz, y fue elevado a la gloria; y las. dos estáninsepar4blemente relacionadas: ninguna podría haber sucedido sin la otra. Para Jesús la Cruz era el camino a la gloria. Sila hubiera evadido o evitado, como podría haber hecho fácilmente, no habría sido glorificado. Y lo mismo nos sucede anosotros. Podemos, si queremos, escoger el camino fácil; podemos, si queremos, evitar la cruz que nos corresponde atodos los cristianos; pero si lo hacemos, perdemos la gloria. Es una inquebrantable ley de vida que sin cruz no hay corona.En este pasaje hay dos expresiones con cuyo sentido nos tenemos que enfrentar. No nos será posible extraerlo en sutotalidad, porque es más del que nunca podremos descubrir; pero debemos tratar de captar lo más posible.(i) Está la frase que se refiere a creer en Jesús. Quiere decir por lo menos tres cosas.(a) Quiere decir creer con todo nuestro corazón que Dios es como Jesús nos ha revelado que es. Quiere decir que Dios nosama, se preocupa de nosotros y que lo que quiere hacer con nuestros pecados es perdonárnoslos. No era fácil para los judíos elcreer eso. Veían a Dios como Alguien que les imponía Sus leyes y que los castigaba si las quebrantaban. Veían a Dios como elJuez, y a las personas como reos de muerte. Veían a Dios como Uno que exige sacrificios y ofrendas; para llegar a Su presenciahabía que pagar un precio inasequible. Era difícil pensar en Dios, no como un Juez dispuesto a imponer el castigo, ni como elcapataz que exige una tarea irrealizable, sino como -el Padre que nada anhela más que el que Sus hijos rebeldes vuelvan a casa:Costó la vida y la muerte de Jesús el decírnoslo. No podemos empezar a ser cristianos hasta que nuestro -corazón crea esta-Buena Noticia. .(b). ¿Cómo podemos estar seguros de que Jesús sabía lo que estaba diciendo? ¿Qué garantía se nos ofrece de que es ciertauna Noticia tan maravillosa? Aquí llegamos al segundo artículo de nuestra fe. Tenemos que creer que Jesús es el Hijo de Dios,que, en Él está la Mente de Dios, que Él conocía a Dios tan bien y estaba tan cerca de Él y era una sola cosa con Él, que nospuede revelar plenamente la verdad acercó de Dios.(c) Pero el creer tiene un tercer elemento. .Creernos que Dios es un Padre amante porque creemos que Jesús es el. Hijo deDios y que por tanto lo que nos dice acerca de Dios es verdad. Entonces aparece e1 tercer elemento: Tenemos que jugarnos el

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todo por el todo a que lo que Jesús nos dice es la verdad. Tenemos que hacer todo lo que Él nos dice; tenemos que obedecertodo lo que Él nos manda. Cuando Él nos dice que tenemos que rendirnos incondicionalmente a la miseriordia de Dios, lotenemos que hacer. Tenemos que tomarle la palabra a Jesús. Hasta la cosa más insignificante de la vida se ha de hacer enobediencia incondicional a Él.Así es que creer en Jesús tiene tres elementos: Creer que Dios es nuestro Padre amante; creer que Jesús es el Hijo .de Dios ypor tanto nos dice la verdad acerca de Dios y de la vida, y obedecer incondicionalmente a Jesús.(ii) La segunda gran expresión es la vida eterna. Ya hemos visto que la vida eterna es la misma vida de Dios mismo. Peropreguntémonos lo siguiente: Si tenemos la vida eterna, ¿qué es lo que tenemos? ¿Qué es eso de entrar en la vida eterna? Tenerla vida eterna es algo que envuelve en paz todas las relaciones de la vida.(a) Nos da la paz con Dios. Ya no estamos arrastrándonos servilmente ante un tirano, o tratando de escondernos de un juezimplacable: estamos en casa con nuestro Padre:(b) Nos da la paz con nuestros semejantes. Si hemos,sido perdonados tenemos que ser perdonadores. Esto nos permite ver alas personas como Dios las ve. Nos hace miembros de una gran familia unida en amor: .(c) Nos da la paz con la vida. Si Dios es Padre, Dios dirige todas las cosas para bien. Lessing solía decir que si se lepermitiera hacerle una pregunta a la esfinge que lo sabía todo sería: < ¿Es este un universo amigable?» Cuando creemos en Dioscomo Padre también creemos que Su mano paternal no causará jamás a Sus hijos lágrimas innecesarias. Puede que noentendamos del todo la vida, pero no viviremos sumidos en el resentimiento nunca más.(d) Nos da la paz con nosotros mismos: En último análisis nos tenemos más miedo a nosotros mismos que a nada más.Conocemos nuestros puntos flacos; conocemos la fuerza de las tentaciones; conocemos nuestras. obligaciones y las exigenciasde nuestra propia vida. Pero ahora sabemos que nos enfrentamos con todo con Dios. No vivimos solos, sino Cristo vive ennosotros. Hay una paz que tiene su cimiento en una fuerza suficiente para vivir: la de Cristo.(e) Nos da la seguridad de que la paz más profunda de esta vida no es más que una sombra de la paz por venir. Nos da unaesperanza y una meta hacia la que nos dirigimos. Nos da una vida gloriosamente maravillosa ya aquí y, sin embargo, al mismotiempo, una vida en la que lo mejor está por venir.EL AMOR DE DIOSJuan 3:16Porque Dios amó al mundo hasta tal punto que dio a Su Hijo único para que todos los que crean en Él no se pierdan,sino tengan la vida eterna.Todos los grandes hombres han tenido un versículo preferido; pero éste se ha llamado «el versículo de todo el rriundo». Para

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todo corazón humilde, aquí está la quintaesencia del Evangelio. Este versículo contiene varias grandes verdades.(i) Nos dice que la iniciativa de la Salvación pertenece a Dios. Algunas veces se presenta el Evangelio como si se hubieratenido que pacificar a Dios y persuadirle para que perdonara. A veces se presenta a Dios como inflexible y justiciero, y a Jesúsmanso, amoroso y perdonador. A veces se predica el Evangelio como si Jesús hubiera hecho algo para que se alterara la actitudde Dios hacia la humanidad, para que Se viera obligado a cambiar la sentencia condenatoria por la del perdón. Pero esteversículo nos dice que todo empezó en Dios. Fue Dios el Que envió a Su Hijo porque amaba hasta tal punto a la humanidadentera. No habría Evangelio ni Salvación si no fuera por el Amor de Dios.(ii) Nos dice que el manantial de la vida de Dios es el Amor. Se podría predicar una religión en la que Dios contemplara a lahumanidad sumida en la ignorancia, la indigencia y la maldad, y dijera: « ¡Voy a domarlos: los disciplinaré y castigaré a ver siaprenden!» O se podría pensar que Dios está buscando la sumisión de la humanidad para satisfacer Su deseo de poder y paratener un universo completamente sometido. Pero lo tremendo de este versículo es que nos presenta a Dios actuando, no enprovecho propio, sino nuestro; no para satisfacer Su deseo de poder ni para avasallar al- universo, sino movido por Su amor.Dios no es un monarca absolutista que tratara a las personas solamente como súbditos obligados a la más absoluta obediencia,sino un Padre que no puede ser feliz hasta que Sus hijos desagradecidos y rebeldes vuelvan al hogar. Dios no azota a lahumanidad para que se Le someta, sino la anhela y soporta para ganar su amor.(iii) Nos habla de la amplitud del amor de Dios. Dios amó y ama. al mundo. No sólo a una nación, ni a los buenos, ni a losque Le aman a Él, sino al mundo entero: Los inamables, los que no tienen nadie que los ame, los que aman a Dios y los que nise acuerdan de El, los que descansan en el amor de Dios y los que lo desprecian... Todos están incluidos en el amor universal de-Dios. Como dijo Agustín de Hipona, «Dios nos ama a cada uno de nosotros como si no hubiera más que uno a quien amar. Yasí, a todos.»EL AMOR Y EL JUICIOJuan 3:17-21Porque Dios no envió a Su Hijo al mundo para condenarlo, sino para que fuera el medio de su salvación. El quecree en el Hijo no se condena, pero el que no cree sigue en la condenación. La razón de esta condenación es que la Luzha venido al mundo, y la gente prefirió la oscuridad ala Luz porque sus obras eran malas. Todos los que hacen cosascondenables aborrecen la Luz, y no vienen a ella porque sus obras están sentenciadas. Pero los que ponen la verdad enacción vienen a la Luz para que todos puedan ver sus obras, porque las hacen de acuerdo con Dios.Aquí nos enfrentamos con una de las aparentes paradojas del Cuarto Evangelio, la del amor y el juicio: Acabamos demeditar sobre el Amor de Dios, y ahora, de pronto, nos encontramos frente a la idea del juicio y la condenación. Juan acaba de

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decir que fue porque Dios amaba al mundo de tal manera por lo que mandó a Su Hijo al mundo. Más adelante nos presentará aJesús diciendo: «Para juicio he venido Yo a este mundo» (Juan 9:39). ¿Cómo es posible que sean verdad las dos cosas?Es totalmente posible ofrecerle a una persona una experiencia nada más que por amor, y que esa experiencia provoque sujuicio. Es totalmente posible ofrecerle a una persona una experiencia que no se pretende que produzca nada más que alegría ybendición, y sin embargo se convierta en un juicio. Supongamos que amamos la buena música y nos sentimos más cerca deDios en medio de la marea estruendosa de una gran sinfonía que en ninguna otra situación. Y supongamos que tenemos unamigo que no sabe nada de tal música y queremos introducirle en esta gran experiencia, compartirla con él, y ponerle encontacto con la belleza invisible de la que nosotros disfrutamos tanto. No tenemos otra intención que la de darle a nuestro amigola felicidad de una gran experiencia. Le llevamos a un concierto; y a poco de empezar le vemos inquieto, paseando la miradapor toda la sala, obviamente aburrido. Ese amigo se ha dictado su propia sentencia de no tener cabida en el alma para la buenamúsica. La experiencia diseñada para producirle una nueva felicidad se ha convertido en algo que no es sino un juicio.Esto nos sucede siempre cuando nos vemos confrontados por la grandeza. Puede que se trate de contemplar una gran obra dearte pictórico, o de escuchar a un gran orador, o de leer un gran libro. Nuestra reacción es nuestro juicio. Si no apreciamos laauténtica belleza ni sentimos emoción estética es que somos insensibles a esa forma de arte.Cierto turista estaba visitando un gran museo en el que abundaban las obras maestras de un valor incalculable, debelleza intemporal y de indiscutible genio. Al final del recorrido, dijo al guía: «¿Sabe lo que le digo? Que no me parecen grancosa sus viejas pinturas.» A lo que contestó reposadamente el guía: «Caballero, le recuerdo que estas obras no están en tela dejuicio; pero los que las contemplan, sí.»Todo lo que había mostrado la reacción de aquella persona era su propia lamentable ceguera. Su juicio despectivo se habíavuelto contra sí misma.Y eso es lo que nos pasa en relación con Jesús. Si ante Su presencia el alma responde a Su maravilla y belleza, se está en elcamino de la salvación. Si ante Su figura no vemos nada amable, estamos condenados. Nuestra reacción nos ha salvado o nos hacondenado. Dios envió a Jesús por amor. Le envió para nuestra salvación, pero lo que se hizo por amor ha resultado paracondenación. No es Dios el Que condena; Dios solamente ama; es cada uno el que se condena a sí mismo.El que reacciona hostilmente ante Jesús es que prefiere la oscuridad a la Luz. Lo terrible de las personas que son buenas deveras es que siempre producen un cierto elemento inconsciente de condenación. Esto sucede porque, cuando nos comparamoscon ellas, nos vemos tal como somos en realidad. Alcibíades era un genio malogrado, un compañero de Sócrates, al que decía a

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veces: « ¡Sócrates, te odio porque siempre que te encuentro me haces verme como soy en realidad!» El que está metido ennegocios turbios no quiere que se le dirija el reflector; pero el que lleva las cosas claras no le tiene ningún miedo a la Luz.Una vez le vino un arquitecto a Platón a ofrecérsele para hacerle una casa cuyas habitaciones no se pudieran ver desdeningún sitio. Platón le dijo: « Te daré el doble si me haces una casa cuyas habitaciones se puedan ver desde todas partes.»Es sólo el malhechor el que no se quiere ver a sí mismo ni que nadie le vea. Una persona así es inevitable que aborrezca aJesucristo, Que le hará verse tal como es, que es lo último que quiere ver. Prefiere sentirse arropado por la oscuridad antes quedescubierto por la Luz.Por su reacción ante Jesucristo, una persona se revela y su alma queda al descubierto. Si Le recibe con amor y con anhelo demejorar, hay esperanza; pero si no ve nada atractivo en Jesús, se condena a sí misma. El Que le fue enviado por amor Se le haconvertido en un juicio.