Érase una vez había y un rey y una reina. Ellos vivían en un castillo. Ellos tenían una hija hermosa que se llamaba Valeria.

Ellos tenían una hija hermosa que se llamaba Valeria. Valeria siempre era infeliz.

Ella nunca sonreía. La reina estaba muy preocupada por su hija y deseaba hacerla feliz

La reina, muy preocupada, pensó en un plan para hacer a Valeria feliz. Y dijo: “Daremos un premio a la persona que haga feliz a Valeria otra vez”.

Vinieron muchas personas que trataron hacer a Valeria feliz. Todos tuvieron el mismo resultado.

Un músico toco el piano, un hada dijo un encanto mágico, y un mago hizo trucos, pero Valeria no sonrió.

Finalmente, vino un joven a trabajar en el castillo de la reina con su perro. El perro le gustaba jugar.

Un día, Valeria jugo con el perro y comenzó a sonreír y también se comenzó a reír. La reina oyó a su hija riéndose y se puso muy feliz.

La reina estaba feliz porque su hija sonreía a carcajadas con los trucos que hacia el perro. La reina, muy contenta por la felicidad de su hija, le regalo al humilde empleado una casa cerca del castillo para que viviera con su perro y así su hija pudiera ver el perro cuando quisiera.

El humilde empleado, agradecido con la reina, continuó trabajando en el castillo y traía su perro

todos los días al castillo para que la hija de la reina siempre fuera feliz.