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AGAPITO PAZOS MÉNDEZ, (Un paciente que vivió toda su vida dentro de un hospital) Su primer beso en su vida. Conoció el mundo a medias. El mar sin poder tocar. Y creer que es lo mejor que pudo hacer. Dicen que comió su platillo favorito. Creer que era condenado a no poder pisar el suelo era un castigo si creer que eso lo así más importante de vivir. Vivió como prisionero sin poder pasearse por las calles sin saber que el vigilaba el cielo desde su ventana. Ese cielo azul que fue un papel para el muy importante el ver el cielo donde viven los que se van. La vida más importante de Agapito donde se encontraba con una habitación con un número (415) como si fuera su domicilio, Si fuese su primera vez que sentía la brisa salada del mar en ese año fue su primera salida. En la segunda salida que fue en primavera del 2010. Solo fue para tocar en suelo ya que fue para su entierro. Le dijeron adiós al niño siendo un señor con espina bífida. Que creció en un hospital ocupado una cama por casi 69años. España en Pontevedra con sus 82.000habitantes no podrían decir que no sea una ciudad de gallegos. De repente se da la vuelta franjon. Le dicen ten cuidado que Agapito vivió su vida dentro de un hospital que es peor que una cárcel. Te encierran y no sales más. Que todos los hospitales son peligros. Con secretos. Con una antigüedad de 30 años como cuidador de enfermeros en el hospital provincial. Se habla de la fuga de Agapito al mar dicen que fue un secreto.

Agapito Pazos Méndez

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AGAPITO PAZOS MÉNDEZ,

(Un paciente que vivió toda su vida dentro de un hospital)

Su primer beso en su vida. Conoció el mundo a medias. El mar sin poder tocar. Y creer que es lo mejor que pudo hacer. Dicen que comió su platillo favorito. Creer que era condenado a no poder pisar el suelo era un castigo si creer que eso lo así más importante de vivir. Vivió como prisionero sin poder pasearse por las calles sin saber que el vigilaba el cielo desde su ventana. Ese cielo azul que fue un papel para el muy importante el ver el cielo donde viven los que se van.

La vida más importante de Agapito donde se encontraba con una habitación con un número (415) como si fuera su domicilio,

Si fuese su primera vez que sentía la brisa salada del mar en ese año fue su primera salida.

En la segunda salida que fue en primavera del 2010. Solo fue para tocar en suelo ya que fue para su entierro.

Le dijeron adiós al niño siendo un señor con espina bífida. Que creció en un hospital ocupado una cama por casi 69años.

España en Pontevedra con sus 82.000habitantes no podrían decir que no sea una ciudad de gallegos.

De repente se da la vuelta franjon. Le dicen ten cuidado que Agapito vivió su vida dentro de un hospital que es

peor que una cárcel. Te encierran y no sales más. Que todos los hospitales son peligros. Con secretos.

Con una antigüedad de 30 años como cuidador de enfermeros en el hospital provincial. Se habla de la fuga de Agapito al mar dicen que fue un secreto.

Vivió encerrado toda una vida y querían quitarlo. Pero tenían problemas con las monjas. Lo quitaron tres que eran elias, licer y yo.

Pero Marisol, enfermera que dedico 33 años de sus 38 años atendió a Agapito. Se dicen que se organizaron para la fuga de Agapito. Para que no se dieran cuenta las monjas.

Se organizaron entrando el turno para contar el tiempo. Que lo metieron de lado del copiloto en un 2012 renault, bien amarrado con cinturón para que no se cayera. Iba todo asustado. Eran varios coches que miraba. O escuchaba. Lo llevaron hasta la costa. Que era la más cercana. Agapito quedo sin palabras al sentir la brisa al ver las olas del mar. Frente a sus ojos.

De regreso la monja había puesto el grito en el cielo por que no estaba Agapito

Los mismos cuidadores intentaron otra vez llevarlo a mirar aviones, pero las monjas se desquiciaron. Hubiera sido de leyenda, seguro. Pero los hubiera son tiempos que no existen.

Agapito ya con tantos años en el hospital tenía el don de saber quien vivía o quien se retiraba de esta vida. No lo consideraba un disminuido como lo pensaba la gente. En una ocasión llevaba un cuerpo y me dijo yo vallas tal lejos que él está por retirarse.

Ese pulgar sabía quien viví y quien moría.

Si hubiera prisiones pendientes se quedan sepultada en el nicho 80 dela zona octava de donde se encuentra Agapito pazo Méndez de 11/12/193 al 23/04/2010.

La gaviota negra documental en vías de darle detalles a los 80 años de Agapito. Lo preparo a generoso Martínez quien en 1958 fue tratado de una neumonía con medicamentos caducados que vivido un tormento por esas mismas razones. Paso cuatro años internados en el hospital. Se alimentaba con yemas de huevo crudo y aceite de bacalao. Hasta le tenía preparado el entierro y todo. Pero sus recuerdos son correr por esos pasillos del hospital empujando Agapito en su silla de rueda.

Lo vieron por primera vez en una ventana con ropa azulada Agapito dicen que se miraba como una niña. Dicen que le gustaba que lo pasearan en la silla de rueda por todo el pasillo.

La muerte es una señora muy seria para jugar con niños. Si había en ese hospital dos compadres del alma, eran Generoso y Agapito. Tanto como para que Generoso recuerde que por la cabeza de Agapito pasaba otro mundo, un mundo hecho de sentidos, palabras y gestos que hacían del hospital su universo.

El tiempo hizo de las suyas y Generoso no volvió a pisar el hospital. No se pudo despedir de su amigo.

Con los años pasaron cosas, y para responder a mil preguntas hace falta un periodista de los de antes. Cuatro veces al mundo, pero que la de Agapito fue la nota más complicada de su vida.

Ese hombre llevaba 50 años en la cama del hospital. Pero dicen que se encontró con todas la trabas del mundo por ser Agapito y saber secretos de politiico y no quería que eso se supiera.

El sol que fue fundado por celestino un periódico quincenal de tres mil ejemplares que costaba 100 pesetas. En aquel diciembre de 1989. El testigo silencioso de las alergias y desvelo en el hospital era su cama y su habitación todo su reino.

Era su único reportaje de su vida. Y celestino escribió ninguna persona supo concretar con exactitud la fecha de llegad de un niño pequeño. Que estaba envuelto en un mantel de cuadro azul y blanco. Hace 30 años. El recién nacido seria criado con los empleados de casi 30años. Su familia lo abandono. Se dice que a los 50 una persona se acercó diciendo que era hermano de Agapito.

La nota se pierde en nombres de médicos y monjas que convivían con Agapito, y remata: “Agapito no puede expresarse verbalmente de una forma normal,

Y Celestino cedió, no fuera a ser cosa que… El reportaje se publicó con la cautela de una penitencia y no hubo debacles ni púlpitos atronadores. Nada impediría el transcurrir de Agapito como un baúl en los fondos de un hospital que arrancó en 1890 como el asilo más importante de Galicia.

En el año 1941 fueron atendidos 3.016 enfermos. 2.088 hombres y 928mujeres. De las cuales son altas por curaciones 1.845 hombre y 792mujeres. Uno de los 3.016 era Agapito dicen que su baja tarde más de 25.000 días.

El director del hospital envía una carta al periodista. Por tan importancia con Agapito. Pero le dice que no diga su nombre por la tranquilidad de su conciencia. Le cuenta la historia de su llegad hasta sus orígenes sin saber si era cierto.

Digamos que para comprender hoy el caso Agapito es necesario comprender el concepto del individuo enfermo en la beneficencia. Para la época de la Guerra Civil el hospital cumplía funciones multiuso, diferente de lo que hoy se entiende por un hospital, y la beneficencia era para tratar a los pobres. La leyenda cuenta que Agapito baja de un pueblo de la montaña,

Los enfermeros más viejos nunca se pusieron de acuerdo en la fecha. Lo recibe una monja de muy pequeño, venía metido en un cajón rústico con forma de cuna y ya tenía las piernas inválidas.

Sin haber otro hospicio preparado para tratar a inválidos, eso explica por qué se quedó. Se dice que estuvo una temporada en el hospital y volvió a su casa, Pero al cabo de unos meses se lo volvió a ingresar por alguna enfermedad y ya nunca más se salió del hospital hasta que llego su muerte salió.

Yo llegué al hospital en los ‘70 y me encontré con Agapito en la sala de Medicina Interna: eran esas salas antiguas, de piso de madera, con veinte camas de un lado y veinte del otro, y Agapito ocupaba una en el medio. Tenía un coeficiente medianamente bajo y hablaba un gallego cerrado,

Pero comprendía perfectamente lo que ocurría a su alrededor. Desde allí vigilaba a todo el mundo y si faltaba una cartera o sucedía algo fuera de lo común, él nos avisaba.

Al punto de que guardaba la llave del armario de los medicamentos durante la noche y los domingos. Cuando el medico entraba en la sala, Agapito le daba parte de los enfermos.

Sin pensar que Agapito vivió todos esos años en el hospital donde había enfermos que entran y salían de todas las enfermedades. Dicen que enfermería lo tenía como oro a Agapito. Miro las jubilaciones de los enfermeros hasta que los nuevos enfermeros que se encargaban de su cuidados.

Con todos los cambio que hubo en todo os hospitales se cambió a Agapito a un pabellón donde quedaba medicina interna. Donde se hicieron habitaciones para los enfermos donde ya había televisiones. Al parecer le describían al cliente un gran hotel.

A finales de los 80s un gerente intento sacar a Agapito del hospital para mandarlo a un asilo. No entendía que Agapito ya tuviera tantos años de estancia en el hospital. Pero Agapito era un hombre con mente de niño. No seria y no estarían preparado los asilos para recibir a un niño te.

De los padres no se sabía nada. Se comentaba que la familia venía a visitarlo algunas veces al principio. Pero al cabo de algunos meses ya dejaron de venir a verlo. En el 2004 hubo un incendio y se perdieron todo los archivos.

El pasado de Agapito desapareció como la historia misma del hospital. Historias de Agapito son demasiadas pero dudamos que sean ciertas. Esas

historias pudieron haber pasado en otro hospital del mundo.

El agonizar en el cuarto piso. No era bueno ya que se fue envejeciendo y quedando desorientado al paso de los años

Ella recibió una llamada el 23 de abril de 2010 para que corriera al hospital. Llegó deshecha y se quedó con Agapito hasta que lo llevaron en un cajón, igual que lo trajeron 69 años antes. Sentía que esa muerte los mataba también a los enfermeros,

Su padre, el enfermero José Dorado, le contaba sobre un niño que habían abandonado en el Hospital Provincial con las piernitas truncas, metido en un cajón.

Ni modo de adivinar que ella entraría trabajando en Medicina Interna a sus 18 años y que pasaría los siguientes 33 con Agapito. Se dedicó a alimentar a los enfermos, pero se impacientó cuando Agapito, que la miraba con desconfianza, le pegó tres bastonazos. “Oye que tú serás mucha cosa, pero mejor te calmas o dejo entrar a esa gaviota, ¿la ves?”. Agapito miró con terror al pájaro libre y largó el bastón.

Marisol el estar junto a Agapito y ser quien lo cuidaría sin saber quién era poder alargarle su estancia. El haber visto esa gaviota entro y mirar el gritar de Agapito se le quedo en esa mente de cuidadora y de importancia de saber el por qué no lloraba le imparto tanto que se especializo en los rasgo de los musculo de su cara para saber cuándo tenía hambre.

Escuché que el padre de Agapito es alguien muy importante en Pontevedra y por eso está bien protegido”, dijo uno, y ese decir se propagó contagioso por el hospital.

Marisol jura que desde la dirección se taparon cosas, y que no está claro que esa Maruja que apareció ahora sea la hermana de Agapito

Agapito esta aún muerto. Lo dice y se deja caer en la silla, sin ánimo para nada excepto para llevarle flores al cementerio de por vida, lo que en su mundo privado la conecta con esa tarde en que se las ingenió para sacarlo de la habitación y subirlo al Renault 12 que enfiló al océano.

Por eso a Marisol le enoja que alguien diga que Agapito era un pobrecito; porque él, cuenta ella, no conoció otra vida ni conoció otro mundo, pero esa vida y ese mundo lo hicieron feliz en su infancia perpetua. Tuvo sus navidades, sus propios cubiertos y sus regalos, como ese enorme perro de peluche de una paciente que falleció y fue a parar a la pieza 415.

¡Pues claro! Somos tres hermanos de tres padres diferentes. Nacimos en Lalín: Manuel en el ’28, Agapito en el ’30 y yo en el ’37. Me adoptaron unos señores y trajeron a Anzo porque sabían que era una niña sola sin

cuidados. Mi madre la vi sólo una vez, murió cuando yo con 8 años. Mi hermano mayor, que está malito ahora, se vio con recursos de nada cuando murió mi madre y encima con Agapito que no tenía columna. Y Manuel todo el día trabajando la labranza y cargando a Agapito en la espalda. Dime, ¿te parece bien cargar con un niño a los 13 años? Entonces la vida muy dura para todos.

¿Es así que abandonan a Agapito en el hospital? Eso que abandonan es mentira. Unos vecinos ayudan a Manuel con la

entrega de Agapito para que estese más descansado. Entonces lo dejan con 11 años en el hospital y yo más grande lo visitaba seguido y él me decía que lo llevara a casa y yo no podía llevarlo. Con Manuel fuimos muchas veces a verlo y Agapito nos miraba fijo, pero siempre mejor que se quedara en el hospital porque ahí lo cuidaban bien y Manuel y yo teníamos muchos hijos. Nunca pensamos en quitarlo, no tenía sentido.

No sé quién su padre, pero Agapito no era hijo de nadie importante. Agapito era Pazos Méndez, el apellido de mi madre. Sé que el padre de Manuel era un cura, pero la vida de Agapito más única que todas porque estuvo en el hospital siempre.

¿Nunca le pidieron los médicos quitarlo del hospital? Yo no podía quitarlo porque estaba con familia adoptiva que me decía qué

hacer. En el hospital Agapito estaba todo contenido pero yo pensaba qué difícil para él, mejor morirse que vivir así toda la vida. Una vez lo llevaron a ver la mar. ¿Lo sabías?

¿Cuándo lo vio por última vez? Dos años antes de su morir. Fuimos con Manuel pero Agapito no hablaba

ni no miraba, ya muy malito. Nos enteramos por la tele de su morir, el hospital no me avisa. Todo así, medio misterioso. Agapito no es el único que tuvo vida complicada.

Hasta que un día lo sacaron al mar. Los enfermeros Padín Casas y Dorado ya contaron lo suyo. Que el remate sea del ideólogo de la fuga, el cuidador José Licer:

Pongamos que te cuento que Agapito me decía “mira, la caille” porque desde su ventana nunca vio otra cosa. Que a mi entender no tenía precisión del tiempo ni del mundo de afuera. Que su percepción del bien y del mal eran otras y que en los 31 años que pasé a su lado no logré comprender jamás su raciocinio, pero que sé que en su interior percibía la muerte. Que Agapito en el hospital fue un icono

oculto, un murmullo que se agranda cada día sin vistas a morir. Déjame decirte que nada de eso se compara con los ojos que puso en el mar.

Reducir la vida de un hombre de 80 años a un manojo de líneas suena irrespetuoso. Mejor dejarlo frente al mar, con el viento en la cara. Sin palabras.

Bibliografía

https://cronicasperiodisticas.wordpress.com/2015/03/16/lapislazuli-la-extrana-vida-de-agapito-pazos-mendez-que-vivio-69-anos-encamado-en-un-hospital/#respond