21

Amores de un Nefrópata - Ediciones Universitarias de ... · Desde mi formación profesional me dediqué a buscar el fundamento racio-nal de la Felicidad, del Ser hombre, persona

Embed Size (px)

Citation preview

Amores de un Nefrópata

Amores de un Nefrópata

Arturo Valenzuela Quezada

EDICIONES UNIVERSITARIAS DE VALPARAÍSOPontificia Universidad Católica de Valparaíso

Arturo Valenzuela Quezada

© Arturo Valenzuela Quezada, 2016Registro de Propiedad Intelectual Nº 280.347

ISBN: 978-956-17-0725-2

Derechos ReservadosTirada: 200 ejemplares

Ediciones Universitarias de ValparaísoPontificia Universidad Católica de Valparaíso

Calle Doce de Febrero 21, ValparaísoTeléfono 32 227 3902

Correo electrónico: [email protected]

Impreso por Salesianos S.A.

HECHO EN CHILE

- 5 -

Amores de un Nefrópata

ÍNDICE

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

Capítulo unoFamilia de Origen . . . . . . . . . . . .11

Capítulo dosLa Familia que construí . . . . . . . . .31

Capítulo tresMis otros amores. . . . . . . . . . . . .65

Capítulo cuatroMis maestros . . . . . . . . . . . . . . .95

- 6 -

Arturo Valenzuela Quezada

- 7 -

Amores de un Nefrópata

Prólogo

La vida es sin duda un gran misterio, nacemos sin saber cuál será nues-tro futuro y qué acontecimientos marcarán nuestro camino.

Los que tuvimos la suerte de nacer en un hogar cristiano aprendi-mos desde niños a confiar en Dios, aceptarlo como nuestro Padre en el cielo, nuestro creador. Sin embargo, en la adolescencia inevitablemente sufrimos una rebeldía contra todo lo establecido, los adultos, los mayores, y también contra Dios porque nos “quita libertad, nos maneja como títeres y en definitiva no nos deja ser y hacer lo que queramos”. Todo esto gracias a la mala enseñanza y práctica religiosa. Debemos pasar muchas experiencias, leer muchos libros, conversar con muchas personas sabias y por qué no decirlo Santas, para en-tender el verdadero sentido de la religión y de Dios en nuestras vidas. Llegar a enamorarse de Jesús, entender qué es ser hijo de un padre como Dios y reconocer que la religión debe ser liberadora y no esclavizante.

Es quizás la primera y verdadera experiencia de “enamoramiento verdadero del ser humano”. Creemos que el primer amor es ese cosquilleo en la “guata”, las mariposas que sentimos al ver a aquella persona que nos gusta y creemos amar. Para Freud el primer amor es con la madre o el padre, según el sexo del hijo y de allí el complejo de Edipo y Afrodita. Con los años, y luego de dar muchos pasos en falso, soportar fracasos y malas experiencias, algunos tenemos la suerte o el don de encontrar al verdadero Dios y su rol en nuestras vidas. “El hombre no es nada sin Dios”.

Nacemos de una entrega de amor, para ser amados y amar por sobre todo. El que no experimenta esta experiencia no puede alcanzar la felicidad y la

- 8 -

Arturo Valenzuela Quezada

plenitud, pasa su vida dando tumbos, de caída en caída, de error en error, buscando su sentido último y una felicidad que siempre será efímera.

Siento mucha pena cuando escucho a tanta gente decir: “La Felicidad no existe, son sólo momentos felices”. Lo mismo cuando dicen: “El amor verdadero no es posible, ni para siempre”. Los dos elementos fundamentales de la vida humana no son aceptados, conocidos, vividos, experimentados, los pilares fundamentales de las personas y por eso andan perdidos, como “el pez que buscaba el océano”.

Desde mi formación profesional me dediqué a buscar el fundamento racio-nal de la Felicidad, del Ser hombre, persona. La fundamentación filosófica de la Antropología para ayudarme a entender lo que vivía, para poder aceptar cada acontecimiento al que llegaba por mi propia voluntad o simplemente me acontecía para crecer, para conocerme, para darme cuenta que se puede superar el dolor, la soledad, el miedo, la timidez, la mediatez, las carencias y poder elevarse hasta los límites del espíritu y sentir a Dios, experimentarlo, reconocerlo como el Amor Absoluto y desde allí vivir la humanidad plena-mente, no como limitación o pecado, sino como medio de salvación, realiza-ción personal y camino al cielo, al encuentro definitivo con el Señor, volver al seno del Padre de donde vinimos por amor, a sembrarlo y compartirlo en nuestro paso por la tierra.

No hemos venido a ser famosos y participar en la farándula, ni a ocupar los primeros lugares y competir con los que tienen más, viajan más, saben más… simplemente hemos venido a SER una simple criatura, a alabar y bendecir al creador en cada minuto de nuestra vida, a ser sus hijos amados, a experimentar su presencia, sus caricias y compartirlo con los hermanos: los menores, los animales; los mayores, los hombres.

La mayor de las libertades es entender y aceptar esto, todo lo demás “es añadidura”, pero cuánto nos cuesta internalizarlo y hacerlo vida. ¿Por qué debemos esperar pasar por múltiples pruebas, sufrir, revelarnos para por fin aceptar nuestra realidad de Hijos de Dios y “seres poco inferiores a los ángeles”.

- 9 -

Amores de un Nefrópata

Me decidí a escribir este segundo libro, porque muchos querían saber de-talles de mi vida. Espero satisfacer su curiosidad. Les confieso que no fue tan fácil hacerlo, estaba todo en mi memoria reciente y por lo mismo cada situación, cada historia, cada persona, era un revivir, reencontrarse, volver a sentir, emocionarme de nuevo o simplemente llorar: porque ya no están mis abuelas, mis padres, aquellos amigos y hermanos de corazón, porque fueron tantos los “amores” que quedaron en el camino, que fui tan querido y quise tanto, que conocí a tanta gente “tan linda” que no puedo nombrar o hablar de todas ellas. ¿Cuántas veces me he encontrado con el mismo Jesús, frente a frente, en hombres, mujeres, niños, de distintas edades, condiciones sociales, económicas, educacionales?

Cada día siento que el cielo está más cerca, que el Señor me ama con más fuerzas y que necesito amar a mi esposa, a mi hijo, y todos los hijos que aparezcan en el camino. Enamorado de la vida, de la flora y la fauna, de los niños, los hombres, las mujeres, los ricos y los pobres, los sabios y los imbé-ciles, los fuertes y los débiles. Siento que mi corazón arde, como el corazón de Francisco de Asís, cuando corría por las playas gritando: “el amor no es amado”.

Mi compromiso es Amar hasta que mi débil corazón ya no tenga fuerzas y solo pueda decir con Tagore: “que solo quede de mí aquel poquito de alien-to para decirte: amigo, a ti que eres mi Señor”.

- 11 -

Capítulo uno Familia de Origen

Debí quedarme en cama porque me sentía pésimo, dolor de cuer-po, frío intenso, decaimiento general, congestión de nariz, oídos y faringe. Desde hace algunos años se me producen estos estados

que parecen el inicio de una gran gripe y finalmente nunca “madura”, esto es, no aparece romadizo, tos, fiebre; lo que uno esperaría de una gripe. En cambio el malestar general permanece entre tres y cinco días, cediendo de a poco, apoyado con analgésico y antialérgico. Creo que la principal causa es el aire acondicionado del centro de diálisis, los cambios bruscos y nuevos del tiempo, vivimos casi en un clima tropical, no como antes en que debíamos cambiar completamente de ropas, guardar las de verano y sacar las de invier-no. Ahora no, cualquier día hace 25 grados o más y hay que ponerse ropa delgada, dejar las lanas y volver al algodón. Al día siguiente lluvia con un frío que cala los huesos. Así no hay organismo que resista o esté preparado.

También pienso que puede ser consecuencia de una baja en el sistema in-munológico producto de la muerte de mi Padre. Hace apenas un mes de su partida, nada fácil por cierto, porque uno nunca está preparado. Siempre le pedí a Dios que se fuera él primero, porque creo que debe ser tremendamen-te duro y difícil de superar el sobrevivir a un hijo. Creo que Dios me escuchó a mí porque él pedía lo mismo, no quería dejarme porque sabía y cumplía su rol de padre: estar allí siempre, presente, dando apoyo, seguridad y ayuda económica si se requería.

Fue lo que intentamos hacer sus hijos el último tiempo con él. Hacía 12 años de la muerte de Mamá, quedó solo viviendo porque no se quiso ir a

- 12 -

Arturo Valenzuela Quezada

vivir con nadie. “Los viejos somos jodidos y mañosos –decía– mejor vivir solo”. Tampoco se buscó o no encontró una persona para establecerse como pareja, podríamos imaginar que el inmenso amor que vivieron con mamá se lo impidió. Ellos alcanzaron 49 años de matrimonio que no creo hayan sido fáciles porque ambos tenían un carácter fuerte y debieron enfrentar proble-mas complejos. Nunca les sobró el dinero, como tampoco faltó demasiado, más allá de un pequeño préstamo para terminar el mes. La economía familiar permitía darse algunos gustos, como viajar a la casa de la abuela paterna al campo, celebrar de manera sencilla los cumpleaños, y de un modo desbor-dante las Primeras Comuniones, los 15 años de las hijas, las licenciaturas de todos y después los matrimonios.

Luego comenzaron las retribuciones, cuando cumplieron 25 años de matri-monio nos tocó el turno a los hijos de echar la casa por la ventana. Cada uno hizo lo que más pudo desde sus capacidades. Lo financiero corrió por parte de Patricia, la mayor, que comenzaba a trabajar, los otros todavía seguíamos estudiando. Hubo que ordenar y ornamentar la casa de la abuela, enviar “partes” de invitación. Un grupo de la familia de papá se enojó y no partici-pó. Uno de mis futuros cuñados no llegó con la cámara fotográfica así es que no hubo fotos ni de la ceremonia religiosa ni de la fiesta.

La celebración religiosa fue importante, solemne y profunda. Yo estaba en el seminario Mayor, por lo que me acompañaron varios compañeros y el Padre Julio Duque. Logramos juntar a varios de sus amigos y regalarles un viaje a Mendoza y San Rafael, en Argentina.

Papá acostumbraba a planificar con tiempo los veraneos, como todas las cosas importantes. Hacía estudio de costo, personas involucradas, valores comerciales, equipaje, botiquín y el infaltable “cocaví” (huevos duros, pollo cocido, sándwich de arrollado o mortadela y frutas. Las Bilz, Pilsener y Coca Cola se compraban en el tren). Enviaba cartas a los dueños de residenciales pidiendo presupuestos, destacando el número de hijos, las edades y a veces incluyendo a otros familiares. Así conocimos las Termas del Flaco, la Rufi-na, Pichilemu, Constitución, Quintero, Valparaíso, Viña del Mar, Temuco, Osorno, Puerto Octay.

- 13 -

Amores de un Nefrópata

Luego vinieron las vacas flacas, crecimos y aumentaron los gastos. Vino la crisis del 73, papá debió jubilar a causa de una “psicosis situacional”, a él le tocaba entregar los sobres azules y finiquitos a los cientos de obreros de la Cía. Chilena de Tabacos, donde trabajaba y luego la crisis económica de los ochenta que nos agarró duro. No por eso dejamos de viajar. Mi hermana mayor viajó a Europa aprovechando que el dólar estaba a $39, con el aus-picio de papá. Viajábamos al campo donde los tíos y después los primos, a Valparaíso donde estudiaban mis hermanas, comencé a misionar en Chiloé y así pequeños viajes auspiciados por papá y la tía Nina.

La gran solución a los veraneos surgió en el gobierno de la UP (Unidad Popular, para los más jóvenes). La Tía “Chita”, en realidad se llamaba Lucy pero nosotros le decíamos Chita, tenía un sitio en Pichilemu, abandonado por años, ni siquiera sabía con claridad dónde estaba ubicado.

Se inició un programa de viviendas sociales, que ayudaba a las personas que tenían sitio donde instalar una casa, como prefabricada, de buena calidad. Eran casas pequeñas, 5x5 mt. Sin vidrios, ni puertas interiores. Dos dormi-torios, living, comedor, cocina y baño.

Luego de muchos papeleos, viajes y demoras llegó el día que nos íbamos a “la casa de la playa”. Habíamos trabajado tanto. Restauramos dos camarotes, unos catres de bronce, lámparas a parafina (no tendríamos luz), colchones y almohadas de lana de oveja que hubo que escarmenar y armar, veladores, palmatorias, servicio, platos,… lo necesario para montar una casa para mu-cha gente. Todo se subió a un camión y nosotros tomamos el tren con la certeza de que llegando allá estaría todo instalado. Y vaya sorpresa, una vez en la estación de Pichilemu, subimos los tremendos bártulos de frazadas, ro-pas y lo que no cupo en el camión, en las típicas victorias dobles, más todos nosotros: ¡“al estadio”!, a una cuadra quedaba la casa de nuestro destino. Y ¡oh sorpresa! No se veía ningún camión, ni mi papá, ni mi tío. Sólo maestros que terminaban de fraguar el piso y poner el cielo. Bajamos todos los bártu-los, nos comimos lo que quedaba de cocaví y nos “echamos” a esperar a que llegara el camión y que se fueran los maestros para empezar a entrar las cosas.

- 14 -

Arturo Valenzuela Quezada

La pobre Chita, no podía más; se suponía que la casa debería estar lista hace dos días y jamás en esas condiciones. Como la mayoría éramos adolescentes, no nos hicimos problema, uno agarró la guitarra y comenzamos a cantar, acomodar unos palos para armar asientos y comer lo que quedaba del cocaví. Hasta que llegó el camión, luego de varias panas, recalentamientos y agrade-ciendo que no se hubiera desarmado en el camino.

Tía Chita, no tenía hijos y nosotros sus únicos sobrinos, por lo que mante-níamos una relación muy rica y con mucho amor. Ella era especial. Hija de alemán con chilena, lo que le valió la discriminación de su familia paterna. Siendo niña murió su madre y su hermano era simplemente “un tiro al aire”, nos inspiraba miedo cuando éramos chicos. Su padre, alemán hasta los hue-sos, frío, terco, sin embargo, nos sentaba en su falda y nos leía “el magazine”, se trataba de la revista National Geographic en inglés y que nos traducía mientras iba leyendo artículos entretenidos con hermosas imágenes.

Su vida no fue fácil, nosotros le llenamos muchas de sus carencias afectivas y logramos compartir mucho con ella, hasta sus últimos días luego de un doloroso y devastador cáncer a los huesos que la mantuvo con un yeso desde la cintura y toda la pierna derecha para evitarle el dolor, durante 14 meses.

Su deterioro fue lento y parecía increíble un final tan terrible. Tratábamos de pasar el mayor tiempo con ella, jugar a las cartas, ver televisión, hacerla reír y contarle cosas de nuestra vida. Mis dos hermanas mayores habían partido a la universidad y ahora era mi turno. A los pocos días de instalado en Valpa-raíso para iniciar mis estudios en el Seminario Mayor y congelar la carrera de Diseño Industrial en la Universidad de Chile Valparaíso, debimos partir a sus funerales. Era muy triste tener que despedirla con la impotencia de no haber hecho lo necesario para aliviarla y porque nos dejaba un gran vacío: su cariño incondicional, su risa, su cercanía más como amiga que tía, y tantos recuer-dos y gestos amorosos. Por mi parte vivía alucinantes momentos puesto que iniciaba mi carrera eclesiástica con la que había soñado tanto tiempo y que solo duró un par de años, con experiencias más bien dolorosas que alegres; no por eso perdí la Fe ni quise abandonar la Iglesia, por el contrario sentí con más fuerza que a Dios se puede servir desde distintos lugares y que la Iglesia

- 15 -

Amores de un Nefrópata

éramos todos y no un puñado de viejos defendiendo sus intereses personales, escondiendo todo tipo de degeneramientos y manteniendo estructuras éticas y morales inhumanas y equivocadas desde sus orígenes.

La familia de papá era otra historia. La abuela Emma, linda, como las abuelas de los cuentos. De estatura media, más bien gorda, no obesa, con su pelo cano tomado en un “tomate”, vestida siempre de negro y la pollera 20cm bajo la rodilla. Zapatos negros típicos de abuelita. Tampoco le podían faltar sus aros negros, colgando de sus orejas. Era una piedra negra, larga, medio rectangular, muy sobria, en una base de plata. Ella era sobria, serena, fuerte. Quedó viuda con treinta y algo de años, 10 hijos en un campo donde aún no había luz ni agua potable. No por eso era amargada ni triste, por el con-trario, le gustaba que hubiera un ambiente alegre. Cuando éramos chicos y ella todavía vivía allá en el campo, debíamos preparar siempre un número para presentarle a la abuelita después de la cena. La cena era temprano, antes que oscureciera, en un comedor de diario que había en el corredor trasero de la casona. Ella se sentaba en una de las cabeceras de la mesa, a su izquierda, junto al muro de la casa, estaba un escaño donde íbamos todos los niños, y el resto en sillas de paja. Normalmente éramos muchos a la hora de almuerzo y cena, sobre todo en los veranos o festivos largos.

Cuando había visitas importantes, se usaba el comedor grande, donde no entraban los niños, de hecho muchos años después, alcancé a sentarme al lado de la abuela, cuando ya era profesional, unos pocos años antes que muriera. Tampoco podíamos entrar al living, reservado sólo para las grandes ocasiones; eran unos sillones de medallones, que después, cuando se vino a la ciudad, los restauraron en felpa roja y allí sí pudimos sentarnos porque ya éramos grandes y el living de uso diario.

Ella esperaba a sus hijos, nueras, yernos, nietos, pololas, amigos y quien qui-siera compartir para las “Cármenes”, 18 de septiembre, Navidad, Año Nue-vo, 21 de Mayo o cualquier feriado largo o algún acontecimiento familiar. No tengo la sensación que ella hiciera diferencia entre sus hijos y la descen-dencia. Recuerdo que nos trataba a todos por igual. Cuando podía nos daba

- 16 -

Arturo Valenzuela Quezada

un billetito y cuando más grandes uno podía hablar muchas horas con ella porque estaba al día en todo y tenía una especial capacidad empática y de respeto por lo que pudiera pensar o sentir el otro. A mí me gustaba mucho indagar sobre su vida de joven, de cómo viajaban en carreta hasta Rancagua donde tomaba el tren y llegaba a Santiago, de sombrero, guantes y vestidos largos. Habían pasado muchas horas, el tren se tomaba a la ocho de la maña-na y el viaje en carreta duraba unas cuatro o más horas; había que considerar el tiempo del desayuno, bajo unos sauces, cerca de un riachuelo, lugar donde siempre se hacía.

Después de su muerte ya nada fue igual; se pelearon los hermanos por lo poco que quedó de herencia, los primos estábamos disgregados por el país y con responsabilidades de adultos, trabajo, esposas(os), hijos.

Es lo que temo ocurra con la muerte de papá, sus hijos tenemos nuestras vidas hechas, con diferencias grandes en lo económico, en la forma de educar a los hijos, de enfrentar la vida, de expresar el cariño, etc. ¿Dónde surge la diferencia si fuimos educados todos iguales? ¿Puede una sociedad cambiar las estructuras personales, hacer olvidar lo esencial de la educación recibida en la infancia?

Me parece que en lo medular, en lo esencial, en lo profundo, somos igua-les. Hombres y mujeres de bien, luchadoras por los deberes y derechos de las gentes; respetuosas de los valores trascendentales y cristianos. Unos más “beatos” que otros. Y en estos días de tremendo dolor, donde había que tomar decisiones importantes quedó demostrado el poco interés por lo ma-terial, el desapego y el espíritu generoso y desprendido para con los que acompañaron al papá el último tiempo.

Lo que no sabíamos y unos más que otros de maneras muy personales ha vivido, es el tremendo dolor que significa terminar con la casa paterna, cerrar para siempre ese lugar en que crecimos, nos desarrollamos, compartimos tantas cosas, tantos momentos. El refugio ante el dolor, la compañía ante la soledad, la roca donde sostenernos, se termina de repente. Pero no es sólo eso; las cosas a nadie le interesan, o más bien qué hacemos con ellas? Gracias

- 17 -

Amores de un Nefrópata

a Dios cada uno tiene su casa, lo elemental y algo más. Donde metemos las cosas que dejaron los papás. Las casas hoy son pequeñas y cualquier elemento extra es un problema. Entonces surge el dar, regalar lo que más se pueda. Escoger lo que me puedo llevar como recuerdo para que ellos estén presentes de algún modo, aunque el vacío nunca se llenará.

Pero hay cosas que tienen un valor especial porque fueron adquiridas con esfuerzo y estuvieron presentes por muchos años, nos acogieron a las horas de comida, a la hora de hacer las tareas, en las celebraciones familiares o en los encuentros cuando volvíamos a casa en vacaciones a compartir con los nuevos integrantes de la familia, cuñados (as), sobrinos y amigos. Estoy ha-blando del comedor, ése que se compró con los ahorros de mucho tiempo, que se mandó a hacer donde Don Washington Vergara, artesano mueblista amigo de mamá, vecino del barrio. Lo escogimos con mi mamá de una revis-ta de muebles finos, tallado a mano pieza por pieza. Como todos los artistas se demoró más de lo prometido, hasta que llegó a casa para alegría de todos, a la casa nueva, la de Los Olivos 724. Ahora parte a una nueva familia lleván-dose el esfuerzo, el cariño y los miles de recuerdos y sentimientos en los años compartidos. Allí hacíamos las tareas, a cierta hora se llenaba de libros, cua-dernos, máquina de escribir. Útiles escolares. Como cuando llegó el primer televisor blanco y negro. El refrigerador con deshielo automático. La radio con tocadiscos para que “los niños” escucharan su música y pudieran hacer fiestas en casa. Ellos siempre pensaron en todo, para bien de sus hijos, pos-tergándose a fin de que no nos faltara nada. Papá siempre estaba comprando libros, enciclopedias, diccionarios de español, francés e inglés. Llegaba de la oficina, se tomaba un té con un sándwich que le tenía preparado mamá y se sentaba en el comedor a ayudarnos con las tareas.

Cuando murió mamá fue distinto; nos deshicimos de sus cosas: ropas, joyas y algunas otras de sus pertenencias que podrían servirle a otras ancianas. La gran mayoría de las cosas quedó allí porque la casa seguía con Papá. Uno se encontraba con su costurero, sus tijeras favoritas, sus delantales, los manteles que había bordado o confeccionado, y tantas cosas de las miles de “labores” que hacía.

- 18 -

Arturo Valenzuela Quezada

Ahora es más fuerte, había que vender el departamento, desocuparlo y eso implica regalar, vender o repartirse lo que se pudiera. Entonces se vive el duelo doble y se agolpan los sentimientos, se reconocen los esfuerzos, los recuerdos y las múltiples vivencias. Desde una mirada adulta, como padre, esposo, dueño de casa, preocupado de ser responsable como fueron ellos, de tener una casa simple pero cálida, linda y acogedora.

Qué difícil resulta ser como ellos en el rol de padres, cuando hasta hace pocos años los criticábamos como hijos, hasta que nos toca a nosotros comenzar a recibir las críticas y darnos cuenta que no hemos sido los mejores padres que dijimos íbamos a ser cuando nosotros fuéramos los padres. Pero ya no hay tiempo para corregir errores, al menos procuramos cuidarlos en su enferme-dad y regalonearlos lo que más pudimos. Hacerles un homenaje el día de su funeral para que todos supieran quienes eran:

Celebración de la Pascua de Guillermo Valenzuela Orellana

Buena tarde:

Nos hemos reunido para celebrar la Pascuade nuestro hermano en la Fe,hermano en la vida, esposo, padre, suegro, abuelo, bisabuelo, tío, cuñado, ...amigo, “servidor silencioso en lo poco”.

El Señor ha tenido a bien llamarlo a su presencia,luego de una larga soledad y compleja enfermedad.Se terminaron tus largas horas de soledad, silencio y oración,esperando que nosotros tus hijostuviéramos un tiempo para visitarte.

- 19 -

Amores de un Nefrópata

Ya no disfrutaremos de las onces de los juevescon las tostadas con margarina y algo más,amenizado con el sabroso“pelambre del resto de la familia”.

Ahora las conversaciones serán con la “madre”, la “flaca”, doña Santa, “Negrita”, los distintos nombres con que la llamabasen diversos momentos de los 49 años que vivieron juntos.

Por eso podemos entenderlo difícil que debe haber sido estar 12 años sin ella,sin las largas conversaciones sobre nosotros, los hijos, nietos y parientes,el análisis de la vida pública, los comentarios de las películasy tantos temas que a ustedes nunca les faltaron.

Ahora estás en la presencia de Tu Señor,y de Tu Amada, recuperando este tiempo,por eso, nosotros estamos alegres,agradecidos por haberte tenido como padre,haber recibido las enseñanzas y los altos principiosque nos han permitido alcanzar grandes metas,esas que tú no pudiste y que, sin embargo,no te hicieron falta para ser la tremenda persona que fuiste.

Te Pedimos perdón Señor por las faltas que nuestro padre pudo cometerdentro de su debilidad humana:su carácter a veces indomable,sus estructuras cerradas que fueron desapareciendo

- 20 -

Arturo Valenzuela Quezada

para convertirse en un anciano tolerante, más prudente, más abierto, más sabio.

Te pedimos perdón,por sus actitudes egoístas y manipuladoras,sobre todo el último tiempo,que como el niño que no pudo terminar de ser,nos dejó regalonearlo, mimarlo,regalarle el amor que le faltóen su niñez y adolescencia. Señor, sólo tú conoces su corazón.Sólo te pedimos que“no tengas en cuenta sus pecados,sino más bien las obras” buenas que realizósirviendo no sólo a los más cercanos sino a muchos, en sus trabajos parroquiales, laborales, sindicales y familiares.Junto con las ofrendas de Pan y Vino,queremos ofrecerte la vida de nuestro padre.Desde muy niño debió dejar su casa para ir a estudiar a la ciudad,y luego sufrir la muerte de su padre.Inició su vida laboral tempranamente,en el campo, el comercio, la empresa privada.

Te ofrecemos el inmenso amor por Jesús y su Iglesia.El amor a su Luz Alejandrina, y sus cuatro hijos.Nueras, yernos, nietos, y tantos amigos.A su madre y sus hermanos que nunca abandonó.Su servicio a tanta gente de manera silenciosa,en la vida laboral, parroquial y sindical.Sus vecinos y organizaciones comunitarias.

- 21 -

Amores de un Nefrópata

Te ofrecemos las duras horas de dolor al lado de sus hijos:Primero Mónica, cuando era muy pequeña,y luego Yo, que por largos años necesitéde su compañía, serenidad y fortaleza,frente a la alternativa del dolor e incluso la muerte.Nunca se quebró, ni perdió la serenidad,estaba entregado a la voluntad de Dios y eso lo irradiaba.

Pero por sobre todo, te ofrecemos estos años,de largos silencios y soledad, en espera de alguna visita,de las añoranzas de los grandes grupos familiares, los cantos, la chacolí, los asados, las empanadas,los huevos duros, los chilenitos de tía Estela,las mistelas de tía Mira, y el revuelo de gentemovilizada en el coloso, la camioneta de tío Eudoro,el camión de Eduardo, la micro de Pepe y el último tiempo, cada familia en su auto. Ofrecemos las muchas lágrimas que sin duda derramaste durante tu vida en soledad, solo frente a Tu Señor.

Señor queremos agradecerte por habernos dado este regalo.A este Padre, que junto a nuestra Madrefueron capaces de formar una familia establedonde reinó siempre la fe en Ti, el amor en plenitud. Nos enseñaron a volar a horizontes desconocidos para ellos,