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Serie: ANDANDO EN LA SANTIDAD DE DIOS

- Lección 01 -La santidad: un atributo de Dios para Su pueblo

1. Base Bíblica: 1 Tesalonicenses 4:1-8 “Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más. Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús; pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios; que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y testificado. Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación. Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo.” (Reina-Valera 1960)

    2. Objetivos:

    2.1. Que al término de la Lección los participantes comprendan que avanzar hacia la santidad parte de una decisión personal que nos obliga a asumir compromiso en el proceso.

    2.2. Que al término de la Lección los participantes comprendan porqué mediante la obra del Espíritu Santo en nuestra vida, podemos avanzar en el proceso de crecimiento en la santidad.

    2.3. Que al término de la Lección los participantes hayan aprendido a identificar la verdadera santidad, a partir de los pasajes bíblicos estudiados.

3. Enseñanza Bíblica:

Por siglos, alcanzar la santidad ha sido una preocupación de hombres y mujeres, que buscan vivir en consonancia con lo dispuesto por Dios. Dos cristianos que reflejaron la luz de nuestro Señor Jesucristo son George Whitefield y John y Charles Wesley, quienes dieron especial prelación a la santidad en sus vidas y extendieron ese impacto, positivo y poderoso, a las comunidades en las que ejercían influencia.

La santidad reviste suma importancia. Forma parte de la naturaleza de Dios y es imperativo que sea evidente en todos los pensamientos y acciones de nuestra cotidianidad. En la década de los 80 el autor Judson Corwal escribió: "Pero sigo creyendo que la razón más poderosa de la impopularidad de la santidad es que es muy mal comprendida… La vida santa implica vida abundante. Es una remoción de todo lo negativo, para ser suplantado por todo lo positivo de la vida."(Cornwall, Judson. "Seamos Santos". Editorial Vida, 1980. Pg. 21)

Con la Lección de hoy iniciamos un detallado análisis al tema de la santidad y cómo es posible lograrla y afianzarla en la vida del cristiano, razón por la que no dudo en lo más

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mínimo que será una de las Series más apasionantes en la que usted haya participado antes.

    3.1. La santidad es un proceso de crecimiento personal y espiritual

Cuando profesamos ser cristianos, debe haber coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos. En nuestra condición de creyentes estamos llamados a marcar la diferencia en medio de la sociedad en la que nos desenvolvemos. El apóstol Pablo instruyó a los cristianos del primer siglo "respecto al modo en que deben conducirse y agradar a dios, así crezcan cada vez más, pues ustedes conocen los mandamientos que les hemos dado por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo" (1 tesalonicenses 4:1º, 2, versión Aramea-Peshita).

No basta con conocer y pontificar sobre la santidad; es necesario vivir la santidad. Dice el autor sagrado: "porque esto es la voluntad de Dios: su santificación, y que se aperten de toda fornicación..." (1 Tesalonicenses 4.3, versión Aramea-Peshita; Cf. 2 Tesalonicenses 2:13). Tenga presente que la santificación es un proceso que opera en nosotros por la obra del Espíritu Santo: "...mediante la santificación del Espíritu para que sean obedientes..." (1 Pedro 1:2, versión Aramea-Peshita).

Avanzar hacia la santidad está asociado a controlar—con el poder de Dios—las inclinaciones de la carne, que prevalece entre quienes no conocen a Cristo; asumiendo su comportamiento honesto y de auténtico amor al prójimo y actuando conforme a la voluntad del Señor ya que, como aseguraba el apóstol Pablo: "...no os llamó Dios a inmundicia sino a santidad" (1 Tesalonicenses 4:7, versión Aramea-Peshita). El apóstol Pedro señaló, por su parte, que "...así como Aquél que los llamó es santo, sean santos en toda su manera de vivir, porque está escrito: "Sean santos, como también yo soy Santo" (1 Pedro 1:15, 16, versión Aramea-Peshita).

Piense por un instante que el llamamiento de Dios a la santidad es para todos los que los decidimos por Cristo. "Por tanto, amados míos, por cuanto tenemos tales promesas, limpiémonos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, conduciéndonos en santidad, en reverencia a Dios" (2 Corintios 7:1, versión Aramea-Peshita).

Limpiarse, que es un término relevante en el versículo, parte de una decisión personal. Nadie lo obligará a ser santo, es una decisión que usted y nadie más que usted debe tomar.

    3.2. El Espíritu Santo nos ayuda en el proceso de crecimiento en santidad

La santidad no puede ser ganada. Es algo que encontramos en Dios y que se aviva y afianza en nosotros por la obra del Espíritu Santo. Cuando comienza a operarse en nosotros, se produce un impacto transformador que nos afecta positivamente y también a la sociedad en la que nos desenvolvemos.

¿Qué ocurre si no existe santidad en nuestra vida? Esencialmente dos cosas que resultan igualmente lamentables. La primera, que no veremos a Dios. Estaremos distanciados de Su presencia, y la segunda: no recibiremos revelación de Su gloria.

“Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; Email : [email protected] pagina web : http://galeon.com/juan832/archivos/verdad_iasdvf.html 3

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un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres. Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” ( Efesios 4:1-13, Reina-Valera 1960)

Cuando la santidad comienza a gobernar nuestra existencia, revelamos a Cristo en nuestro ser. La santidad, que forma parte de la naturaleza de Dios, se hace nuestra y es entonces cuando el Espíritu Santo puede fluir libremente. ¿Debemos colaborar en este proceso? Por supuesto que sí, ya que en nuestro corazón debe anidar el deseo ardiente de ser santos y parecernos cada vez más a nuestro Señor Jesucristo.

    3.3. Es esencial aprender a conocer la verdadera santidad

La santidad no puede ser confundida con la religiosidad o fanatismo. Ese es el gran error en el que incurren sinnúmero de personas que íntimamente buscan ser santos, pero dado que dependen de sus fuerzas y no de Dios, se dan por vencidas y experimentan una sensación de fracaso con mucha facilidad.

Otro elemento que no ayuda, es la imagen de un Dios severo, fundamentados en los relatos del Antiguo Testamento. Desconocemos la gracia de nuestro Padre celestial expresada en su amado Hijo Jesús quien dejó clara su misión al decir a sus discípulos y a nosotros hoy: "Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había extraviado."(Lucas 19:10, versión Aramea-Peshita). Él, Jesús—nuestro Salvador—"mediante el cuerpo de su carne y por medio de su muerte, para presentarnos santos, sin mancha e irreprensibles delante de Él." (Colosenses 1.22, versión Aramea-Peshita).

Nuestro Señor Jesucristo está comprometido a llevarnos a la eternidad en perfección y presentarnos ante el Padre celestial en santidad. Es un proceso que fortalece en nosotros el amor, gozo y la paz que sobrepasa todo entendimiento. Se evidencia en lo que pensamos. Es la verdadera santidad, y debemos aprender a conocerla, desechando de nuestra vida lo que no honra ni glorifica a Dios.

4. Preguntas para reflexionar:

a. ¿Qué debe caracterizar a los cristianos?

b. ¿Por qué el apóstol Pablo refirió el tema de la santidad asociándolo con el crecimiento en la vida del cristiano?

c. ¿De qué manera nos ayuda el Espíritu Santo en la santificación?

d. ¿Para quiénes es el llamamiento a la sanidad?

c. ¿Cómo afecta la inmundicia el proceso de santificación?

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e. ¿Cómo identifican las Escrituras a nuestro amado Padre celestial, de acuerdo con Su naturaleza?

f. ¿A qué ha llamado Dios a su pueblo escogido?

g. ¿Por qué afirman las Escrituras que el Señor Jesús quiere presentarnos santos y perfectos ante el Padre celestial

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Serie: ANDANDO EN LA SANTIDAD DE DIOS

- Segunda Lección -Pureza y santidad son inseparables

1. Base Bíblica: Éxodo 15:11

2. Objetivos:

2.1. Que al término de la Lección los participantes comprendan la necesidad de comprender, asimilar y aplicar la santidad a su vida, evidenciándola en todo cuando piensan y hacen.

2.2. Que al término de la Lección los participantes comprendan la necesidad de consagrarse delante de Dios, incluyendo en esa consagración sus pensamientos y acciones

2.3. Que al término de la Lección los participantes hayan aprendido cuáles son los atributos naturales y morales de Dios y qué representa la santidad en la naturaleza divina.

3. Enseñanza Bíblica:

El cristiano debe comprender y aplicar en su existencia el concepto de santidad, que no es otra cosa que la separación voluntaria y consistente, de todo aquello que va en contravía de los principios trazados por Dios. Cuando deliberadamente, conscientes de lo que hacemos, nos apartamos para Dios, damos pasos hacia el afianzamiento de la santidad en nuestro ser.

Un cristiano que se mueve en la santidad de Dios tendrá la fortaleza para vencer la tentación y salir airoso en los períodos de pruebas. No lo hace en sus fuerzas, sino en las de Aquél que todo lo puede. ¿La razón? Pureza y santidad están estrechamente relacionadas, son inseparables.

     3.1. Santidad es apartarse del mal y vivir para Dios

Ser santo no es algo imposible, como lo plantean quienes se encuentran alrededor nuestro para quienes apartarse del pecado resulta imposible. Es posible en la medida en que nos movemos en la presencia de Dios. Santidad en esencia es apartarse de la maldad. Forma parte de la naturaleza de nuestro Padre celestial, tal como lo describe el profeta Samuel: "Entonces dijeron los habitantes de Bet-semes: "¿Quién se puede sostener ante el Señor, ante este Dios santo? (1 Samuel 6.20).

La santidad que viene de Dios a nuestras vidas, produce transformación en la forma de pensar y en la forma como actuamos, y algo más importante aún, esa santidad es consistente, es decir, permanente y se refleja en nuestra cotidianidad. El apóstol Juan lo describió claramente: "Pero si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, entonces tenemos comunión entre nosotros y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado" (1 Juan 1:7).

¿Qué debemos consagrar a Dios? De acuerdo con la Biblia, consagramos a Dios nuestra vida, nuestras posesiones—todo lo material—e incluso, los territorios. Es así como oramos para entregar en Sus manos, todo cuanto somos y tenemos.

     3.2. La santidad demanda consagración en el poder de Dios Email : [email protected] pagina web : http://galeon.com/juan832/archivos/verdad_iasdvf.html 6

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La santidad demanda nuestra consagración personal, absoluta. Es un proceso. No en nuestras fuerzas sino en la fortaleza y poder que provienen de Dios. Conforme vamos creciendo en las dimensiones personal y espiritual, andamos en reverencia delante de Dios. Lo hacemos porque reconocemos Su grandeza y majestuosidad.

El mayor anhelo de un cristiano consagrado es moverse en esa santidad: "Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve. Aleja de tu vista mis pecados y borra todas mis maldades. Oh Dios, ¡pon en mí un corazón limpio!, ¡dame un espíritu nuevo y fiel!" (Salmo 51:7, 9, 10).

Observe cuidadosamente que la santidad, tal como lo describen las Escrituras, y el propio rey David quien proclamó este cántico está ligada a la pureza. Son inseparables y logramos su materialización en nuestro ser en la medida en que caminamos conforme a Su voluntad.

     3.3. Gracias al Espíritu Santo, afianzamos la santidad en nuestras vidas

Llegar al conocimiento de la santidad que proviene de Dios y asimilarla, no es posible en nuestras fuerzas como hemos visto. Sin embargo, es posible con el poder y ayuda del Espíritu Santo, como lo describe el apóstol Pablo: "Pero, como se dice en la Escritura: "Dios ha preparado para los que le aman cosas que nadie ha visto ni oído y ni siquiera pensado. Estas son las cosas que Dios nos ha manifestado por medio del Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las cosas más profundas de Dios." (1 Corintios 2:9, 10).

Tome nota de lo que enseña: Él, nuestro amado Padre celestial, tiene preparadas para nosotros grandes cosas, y es por Su divino Espíritu que llegamos a conocerlas.

Ahora, para que comprendamos un poco más por que la santidad está vinculada de manera íntima e inseparable a la naturaleza de Dios, incluimos el siguiente cuadro:

ATRIBUTOS DE DIOS

NaturalesOmnisciencia, omnipresencia, omnipotencia, eternidad e inmutabilidad.

MoralesSantidad, amor, justicia, misericordia, benevolencia y rectitud.

Desde la antigüedad, los profetas describieron la santidad de Dios, desde su mente finita y limitada: "Porque el Altísimo, el que vive para siempre y cuyo nombre es santo, dice: "Yo vivo en un lugar alto y sagrado, pero también estoy con el humilde y afligido, y le doy ánimo y aliento."(Isaías 57:15) y también: "Y se decían el uno al otro: "Santo, santo, santo es el Señor todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria." (Isaías 6:3).

En un mundo en el que predomina la maldad, es necesario recobrar el valor de la santidad, reconociendo que Dios mismo, habita en la santidad (Salmo 99:9; Salmo 20:6; Salmo 11:41).

4. Preguntas para reflexionar:

a. ¿Usted podría definir en sus propias palabras qué significa santidad?

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b. ¿Por qué de acuerdo con las Escrituras la sanidad es apartarse del mal?

c. ¿De qué manera la santidad afecta nuestra forma de pensar y actuar?

d. ¿Por qué la santidad transforma todo nuestro ser y se refleja en la cotidianidad?

e. ¿Por qué la santidad y la pureza resultan inseparables?

f. ¿Por qué razón es a través del Espíritu Santo como llegamos a conocer la santidad de Dios?

g. ¿Cómo describían desde la antigüedad los profetas a la naturaleza de Dios?

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- Tercera Lección -Dios nos guía y fortalece camino a la santidad

1. Base Bíblica: Filipenses 2:6-8

2. Objetivos:

2.1. Que al término de la Lección los participantes comprendan la importancia no solo de comprender sino de asimilar la santidad en nuestras vidas, sabiendo que es un proceso en el que Dios nos guía y fortalece.

2.2. Que al término de la Lección los participantes comprendan la importancia que revisten la vocación de servicio y la humildad en sus vidas, como parte de la santidad con la que caminan delante del Señor.

2.3. Que al término de la Lección los participantes comprendan la grandeza de la comprensión y compasión de Dios para con los pecadores, lo que lleva a que nos ayude a afianzar la santidad en nuestra existencia.

3. Enseñanza Bíblica:

Para muchos la santidad se circunscribe a una serie de conceptos que tienen poca o ninguna relación con aquello que deben vivir. Ser santo es movernos en la dimensión de la voluntad de Dios, caminando en Su temor, que no es otra cosa que apartarnos de todo aquello que nos induce al pecado.

La santidad se construye, no en nuestras fuerzas, sino en las fuerzas que provienen de nuestro amado Dios y Padre, quien nos guía y afianza.

Frente a la condición pecaminosa del hombre, la santidad de Jesús estuvo unida al amor porque fue comprensivo y compasivo con el género humano. Aun cuando rechazaba el pecado, amaba al pecador (Cf. Mateo 5:17-20) La santidad del amado Salvador le hacía inmune al pecado. Igual con nosotros: ser santos nos ayuda a vencer la tentación.

3.1. La santidad: del concepto a la aplicación personal

Cuando profesamos ser cristianos, debemos comprender que la vida cristiana tiene un componente esencial: la santidad. ¿Qué significa? Apartarnos de todo aquello que impide una buena relación con Dios. No significa irnos del mundo, porque sería una locura, pero sí experimentar una convivencia en la distancia. Una cosa es vivir en el mundo y otra, bien distinta, contaminarse con el propio mundo y lo que ofrece: la mundanalidad.

Cuando vamos a las Escrituras encontramos que en el mundo espiritual, los seres angelicales exaltan por una eternidad la santidad de nuestro amado Creador: "Cada uno de los cuatro seres vivientes tenía seis alas, y estaba cubierto de ojos por fuera y por dentro. Y día y noche decían sin cesar: "¡Santo, santo, santo es el Señor, Dios todopoderoso, el que era y es y ha de venir!." (Apocalipsis 4.8).

Si servimos a un Dios poderoso y santo, es necesario que vivamos en santidad—separados de todo cuanto nos lleva a un estancamiento o revés espiritual—y que nos fortalezcamos en el poder de Dios para afianzar la santidad en nuestra existencia.

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El Señor Jesús tuvo un desenvolvimiento terrenal exento de todo lo que fuera pecaminoso porque Él era santo y vivía haciendo todo lo que le agradaba al Padre.

3.2. La vocación de servir y la humildad, fundamentos de la santidad

Un cristiano que vive la santidad, tiene dos fundamentos que le permiten exteriorizar en su ser al Cristo que sirven: la vocación de servicio y la humildad. Cuando esos dos elementos están íntimamente ligados a nuestra existencia, deseamos vivir para servir a Dios y a nuestro prójimo, y en segundo lugar, reconocemos que todos los pasos no son producto de los logros personales sino porque Dios nos ayuda a avanzar.

Los apóstoles en sus oraciones, tenían esos dos cimientos en su mente y en su corazón, de tal manera que siempre iban esa dirección, como cuando pidieron fortaleza al Señor en medio de las persecuciones: "...que por tu poder sanen a los enfermos y que hagan señales y milagros en el nombre de tu santo siervo Jesús". (Hechos 4.30).

Es más, en la propia vida del amado Salvador, encontramos su máxima expresión de vocación de servicio y humildad cuando, siendo Dios, se hizo hombre para traernos redención: "...el cual: Aunque era de naturaleza divina, no se aferró al hecho de ser igual a Dios, sino que renunció a lo que le era propio y tomó naturaleza de siervo. Nació como un hombre, y al presentarse como hombre se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz". (Filipenses 2:6-8).

Es imperativo que nos preguntemos hasta qué punto hemos desarrollado, con ayuda de Dios, la vocación de servir en nuestra existencia, y qué grado de humildad evidenciamos no sólo cuando nos expresamos y actuamos, sino cuando nos movemos en la intimidad, delante del Señor.

3.3. La santidad de Dios, que rechaza el pecado, está rodeada de comprensión y compasión divinas para libertar al pecador.

Por su infinito amor para con nosotros, nuestro amado Salvador se hizo hombre. Comprensión frente a la inclinación pecaminosa del hombre, a quien se le dificultaba la santidad, pero también compasión para ayudarle a salir de esa situación, hasta el punto que el rey David escribió: "Nadie es comparable al Señor nuestro Dios, que reina allá en lo alto". (Salmo 113:5).

Dios mostró Su amor al mundo al enviar a Su Hijo Jesús. Su santidad y humildad siempre ha estado presente a lo largo de la historia del género humano, condición que los cristianos del primer siglo reconocían plenamente (Cf. Marcos 15.39; hechos 2.27, 13:15).

En la propia vida de nuestro Señor Jesús encontramos que se puede vivir la santidad en un mundo contaminado por el pecado. Es a través de Su Espíritu Santo que encontramos la fortaleza para poder afianzar la santidad en nuestra existencia.

4. Preguntas para reflexionar:

a. ¿Por qué debemos pasar del concepto de santidad a la vivencia de la santidad?

b. ¿Por qué quienes profesamos ser cristianos debemos tener en alta estima la santidad?

c. ¿Qué importancia revisten la vocación de servicio y la humildad al vivenciar un cristiano la santidad?

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d. De acuerdo con Filipenses 2:6-8, ¿qué hizo Jesús, nuestro amado Señor, por amor a la humanidad?

e. ¿De qué manera se expresa la compasión y comprensión de Dios para con el pecador?

f. ¿Cómo podemos tener la certeza de que los cristianos del primer siglo reconocían la santidad de Dios?

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- Cuarta Lección -Las dos clases de santificación: posicional y progresiva

1. Base Bíblica: Juan 16:8, 9

2. Objetivos:

2.1. Que al término de la Lección los participantes comprendan que reconocer la grandeza y santidad de Dios, implica caminar en Su presencia bajo un temor reverente, que busca no trasgredir sus principios y preceptos—enseñados en la Biblia—para nuestra vida.

2.2. Que al término de la Lección los participantes comprendan la grandeza del sacrificio del amado Señor Jesús en la cruz, gracias al cual, no sólo tenemos acceso al Padre, fuimos declarados sus hijos, sino que además podemos avanzar en la santificación.

2.3. Que al término de la Lección los participantes comprendan en qué consisten la santificación progresiva y la posicional, y de qué manera debemos asumir los cristianos ese proceso, en procura del crecimiento personal y espiritual.

3. Enseñanza Bíblica

La vida cristiana está orientada al crecimiento. Es esencial. Se orienta en dos direcciones: la de carácter espiritual y de orden personal. No es en nuestras fuerzas, sino en las de Dios que podemos lograrlo. Gracias a la obra del Señor Jesús es posible que demos pasos firmes en ese camino. Él es nuestro ayudador. Jamás olvide que la voluntad de Dios es nuestra santificación, plena y consistente, es decir, que perdure en el tiempo.

3.1. La gloria y santidad de Dios quieren llenar su vida

Las Escrituras relatan que el día de la inauguración del templo de Jerusalén, en el tiempo de Salomón, la gloria y santidad de Dios llenaron el lugar "de tal modo que los sacerdotes no podían entrar en él" (2 Crónicas 7:2). Moisés, David e Isaías, son tres ejemplos de hombres que vieron la gloria de Dios y reconocieron la Santidad del Padre. Sus vidas, en ese sentido, buscaban una estrecha dependencia del Señor, porque sabían que era tres veces santo. Había en sus corazones un temor reverente.

Desde siempre, incluso recién terminada la creación en Adán y Eva, Dios quería mantener una íntima y permanente relación con Su pueblo. Es el pecado el que nos distancia de Él.

Cuando Dios envió a Su hijo Jesús, se rompieron las ataduras a una vida de ruina, desgracia y enfermedad. El amado Salvador lo hizo posible: "Pero cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés, para dar libertad a los que estábamos bajo esa ley, para que Dios nos recibiera como a hijos. Y para mostrar que ya somos sus hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo a nuestro corazón; y el Espíritu grita: ¡Abba! ¡Padre! Así pues, tú ya no eres esclavo, sino hijo de Dios; y por ser su hijo, es voluntad de Dios que seas también su heredero" (Gálatas 4:4-7).

Cristo, nuestro amado Señor, nos justificó y abrió el camino para la santificación. Hizo tres cosas: nos redimió, nos rescató y restauró. Ahora, en esa nueva condición que Él nos ofrece, podemos convertirnos en verdaderos adoradores en Su presencia, como lo escribe el rey David: "…alabad el glorioso nombre del Señor, adorad al Señor en su hermoso santuario" (Salmo 29:2).

3.2. Gracias a la obra de Cristo somos hijos de Dios y santos en Su presencia

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Cuando el amado Señor Jesús murió en la cruz, eliminó la brecha que nos separaba de Dios por el pecado, y sentó las bases para nuestro crecimiento personal y espiritual. Tras sufrir el suplicio en el madero y hacernos libres del poder del pecado, nuestro amado Salvador pudo asegurar que la obra redentora estaba concluida: "Jesús bebió el vino agrio y dijo: --Todo está cumplido. Luego inclinó la cabeza y murió" (Juan 19:30, versión Reina Valera 1995).

Es por la voluntad de Dios que podemos dar pasos hacia la santificación y en el poder de Jesucristo, quien nos ayuda. Podemos alcanzar altos estándares de santidad, caminando de Su mano: "Pero Dios, en su bondad y gratuitamente, los hace justos mediante la liberación realizada por Cristo Jesús. Dios hizo que Cristo, al derramar su sangre, fuera el instrumento del perdón. Este perdón se alcanza por la fe. Así quiso Dios demostrar su justicia, y mostrar que si pasó por alto los pecados de otro tiempo fue solo por su paciencia, y que él, siendo justo, también en el tiempo presente hace justos a quienes creen en Jesús" (Romanos 3:24-26).

En la cruz se rompió el poder del pecado. Ya no podía, en adelante, tener dominio sobre el género humano, si cada hombre o mujer volvía su mirada a Cristo. Producto de la redención, ahora somos justos, gratuitamente por la fe en Cristo Jesús.

No es por nuestros méritos, sino por la gracia de Dios que nos permite ser santos en Su presencia. Y en Jesucristo, nos ofrece el camino para lograrlo, dando pasos cada vez más sólidos hacia el crecimiento. El pasado quedó borrado para siempre. El problema estriba en pretender lograr la santificación por nuestros esfuerzos, desconociendo que por la redención de Jesús, Dios ya no nos da el castigo que merecíamos y nos da el poder para no caer en el pecado.

3.3. Avanzando hacia la santificación posicional y progresiva

La santificación tiene dos clases claramente definidas. La primera, es de carácter posicional y está representada por el obrar del Espíritu Santo sobre los pecadores, como anotan las Escrituras: "Cuando él venga, mostrará claramente a la gente del mundo dónde está la culpa, dónde la inocencia y dónde el juicio. La culpa la mostrará en ellos, porque no creen en mí..." (Juan 16.8, 9). Es Dios quien produce la transformación y nos llama a formar parte de Su pueblo escogido, cuando nos torna concientes de los pecados cometidos y de la necesidad de experimentar transformación.

La segunda es la santificación progresiva. Es aquella que experimentamos los cristianos cuando, con ayuda del Señor, crecemos en las dimensiones personal y espiritual. Si bien es cierto en la primera fase Dios nos hace concientes del pecado y convence de la maldad, es Dios quien nos lleva al arrepentimiento y nos lleva al crecimiento en la vida cristiana. Recuerde que usted y yo fuimos creados,no para el estancamiento, sino para el cambio y el crecimiento.

4. Preguntas para Reflexionar:

a. ¿Qué hizo el Señor Jesús en la cruz?

b. ¿Por qué el pecado se constituyó en un impedimento para la santificación?

c. En su criterio, ¿qué es la santificación?

d. ¿Por qué gracias a la obra del Señor Jesús en la cruz Dios sentó las bases para nuestra santificación?

e. Explique las razones por las cuales en la cruz se rompieron el poder y dominio del pecado.

f. ¿Por qué la voluntad de Dios es nuestra santificación?

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g. ¿Podría describir qué significan la santificación posicional y la santificación progresiva?

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- Quinta Lección -La santidad es un proceso

1. Base Bíblica: Hebreos 13:8 “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.”

2. Objetivos:

2.1. Que al término de la Lección los participantes comprendan la necesidad de desarrollar una dependencia de Dios en todo cuando piensan y hacen, para avanzar en el proceso de crecimiento personal y espiritual, y el afianzamiento de la santidad.

2.2. Que al término de la Lección los participantes comprendan que la santidad es un proceso que se afianza progresivamente cuando caminamos de la mano de Dios, y que implica separación del pecado y consagración al Señor.

2.3. Que al término de la Lección los participantes comprendan que el crecimiento en santidad se refleja en nuestras acciones.

3. Enseñanza Bíblica:

Si usted pregunta a alguien que desea caminar reverente delante de Dios, sin duda le dirá que anhela la santidad; sin embargo, es imperativo que todos comprendamos que no es en nuestras fuerzas sino en el poder de Dios como podremos lograrlo. Ser santos no es algo que logramos en un abrir y cerrar de ojos, sino que obedece a un proceso en el que progresivamente y con ayuda de Dios, nos separamos del pecado y nos consagramos a él. Tenga presente que siempre, de la mano del Señor, crecemos en santidad, no es algo estático

3.1. El cambio, crecimiento y camino a la santidad lo logramos con el Espíritu Santo

Nuestro amado Dios está al margen de todo lo malo. Las Escrituras indican que: "El Señor no soporta la conducta de los malvados, pero ama a quien vive una vida recta."(Proverbios 15:9, versión popular Dios habla hoy) Ama al ser humano, pero no se identifica con los caminos de maldad y los pensamientos del hombre, conducentes al pecado cuando no tienen a Jesucristo en su corazón.

¿Qué ocurre con las personas que conciben como imposible la santidad porque aún se dejan arrastrar por la condición pecaminosa?, no la podrán vencer a menos que rindan toda su naturaleza al poder de Jesucristo. Porque Dios es enemigo irreconciliable del pecado, envió a Su Hijo Jesús a morir por la humanidad, para traer perdón y abrir puertas a una nueva vida. De lo contrario, habría sido imposible que el hombre se reconciliara con su Creador, ya que el apóstol Pablo explica "…porque todos han pecado y están lejos de la presencia gloriosa de Dios. ."(Romanos 3.23, versión popular Dios habla hoy) ¿Qué se produce cuando no hay santidad y las personas insisten en su condición? Que viene juicio, tal como lo señalan las Escrituras: "Aquel día los cantos del palacio se volverán lamentos. Mucha gente morirá, y en silencio serán arrojados fuera sus cadáveres. El Señor lo afirma."(Amos 8:3, versión popular Dios habla hoy)

Nuestro amado Dios no cambia su naturaleza de Santidad, pero por la obra del Espíritu Santo nos ayuda a alcanzar el grado de santidad que anhelamos. En nuestras fuerzas jamás lo lograremos, pero sí con el poder del Señor obrando en todo nuestro ser.

3.2. La santidad es un proceso que se produce en nosotros de la mano de Dios

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Si bien es cierto el ser humano es proclive a pecar, y dejarse arrastrar por sus pasiones (Cf. Mateo 5:26), Dios no cambia Su naturaleza santa, como nos enseñan las Escrituras: "Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre."(Hebreos 13:8)

Santidad en hebreo, proviene del término Kadash y en el griego, de Hagiazo. En los dos casos, denota algo progresivo, sagrado, y reservado para Dios. Por eso aseguramos que es sólo con Su divina ayuda, como podemos lograrla. Tiene implícito el hecho de que debe producirse una separación voluntaria del pecado, en primer lugar, y en segundo lugar, consagración a Dios. Como creyentes no podemos permitir que nos contamine el pecado. Es, insistimos, una decisión personal.

Ahora, vivir el proceso de afianzamiento en la santidad no debe constituir un sacrificio para quien lo experimenta, sino por el contrario, una decisión personal de depender de Dios para avanzar en el cambio y crecimiento. Los que dan pasos en esa dirección, permiten que el Señor Jesucristo los guíe.

Tengamos presente que vivir en santidad es algo sostenido en el tiempo, permanente. Debemos someter a Dios lo que pensamos y hacemos. La santidad se alimenta con nuestras decisiones. Como Moisés, reflejamos que hemos pasado tiempo en la presencia de Dios (Éxodo 34:29-35)

3.3. Crecemos en santidad, no es algo estático

Cuando estamos avanzando en la santidad, experimentamos crecimiento. No es algo estático. Y nuestra decisión personal, es permitir que el Señor Jesús obre poderosamente en nuestro ser, dejando que Él aplique los cambios que anhelamos y requerimos: "No entreguéis vuestro cuerpo al pecado como instrumento para hacer el mal. Al contrario, entregaos a Dios como personas que han muerto y han vuelto a vivir, y entregadle vuestro cuerpo como instrumento para hacer el bien." (Romanos 6:13)

Cuando nos disponemos para Dios y le abrimos todo nuestro ser para que obre conforme a Su voluntad, Él nos ayuda a ser santos siempre y bajo cada circunstancia. Pablo lo dejó claro cuando escribió a los creyentes de Tesalónica: "Que Dios mismo, el Dios de paz, os haga perfectamente santos y os conserve todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sin defecto alguno, para el regreso de nuestro Señor Jesucristo."(1 Tesalonicenses 5:23).

Superamos el pecado en la medida en que le abrimos espacio al Señor en nuestra existencia. O dejamos que Él opere los cambios que necesitamos, o seguimos obrando en nuestra voluntad, lo que implica estancamiento personal y espiritual. Solamente en Él es que podemos tomar control de nuestra mente y decisiones: "Al contrario, castigo mi cuerpo y lo obligo a obedecerme, para no quedar yo mismo descalificado después de haber enseñado a otros." (1 Corintios 9:27).

Usted y yo fuimos concebidos para vencer en la lucha contra el pecado y dar pasos firmes hacia la santificación, recuérdelo siempre.

4. Preguntas para reflexionar:

1. ¿Por qué ha tolerado Dios la pecaminosidad del ser humano?

2. ¿Por qué las personas sin Cristo conciben como imposible alcanzar un nivel de santidad?

3. ¿Cómo entiende la mayor parte de las personas el concepto de santidad?

4. ¿Por qué se afirma que la santidad es un proceso?

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5. ¿Qué dicen las Escrituras en cuanto a la naturaleza de Dios?¿Varía o no varía y por qué?

6. ¿Cuál es la razón para que, de acuerdo con las Escrituras, no podemos entregar nuestra vida y cuerpo al pecado?

7. ¿De qué manera nos ayuda Dios a afianzarnos en la santidad?

8. ¿Qué papel juega la decisión personal en el proceso hacia la santificación?

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Serie: ANDANDO EN LA SANTIDAD DE DIOS

- Sexta Lección -Tres niveles de Santidad

1. Base Bíblica: 1 Tesalonicenses 5:23 “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.”

2. Objetivos:

2.1. Que al término de la Lección los participantes comprendan la necesidad de permitir que la obra de Dios santifique sus cuerpos.

2.2. Que al término de la Lección los participantes comprendan la necesidad de permitir que la obra de Dios santifique su alma, donde se anidan pensamientos, emociones y sentimientos.

2.3. Que al término de la Lección los participantes comprendan la necesidad de permitir que la obra de Dios santifique su espíritu, que nos permite la comunión con Dios.

3. Enseñanza Bíblica:

La santidad de Dios opera en tres dimensiones: en el cuerpo, el alma y el espíritu. Son esenciales porque, en armonía, nos ayudan en el proceso de crecimiento personal y espiritual, afianzando nuestra santidad. Lograrlo es posible cuando le abrimos el corazón al Señor Jesús y le permitimos que obre conforme lo considere. La Biblia nos enseña principios prácticos que, asimilándolos y vivenciándolos, nos ayudan en el crecimiento de nuestra vida en todas las áreas.

3.1. Hacia un cuerpo santificado

El propósito eterno de Dios es la santificación de todo nuestro ser: cuerpo, alma y espíritu, como lo explicó el apóstol Pablo: "Que Dios mismo, el Dios de paz, os haga perfectamente santos y os conserve todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sin defecto alguno, para el regreso de nuestro Señor Jesucristo." (1 Tesalonicenses 5:23).

Nuestro cuerpo se ve afectado, positiva o negativamente, dependiendo de cada caso, por nuestra mente y nuestro espíritu, que es el vehículo a través del cual nos podemos comunicar con nuestro amoroso Padre celestial.

Los sicólogos coinciden en asegurar que el cuerpo es lo que la mente dispone, de ahí que el apóstol Pablo insistía en la renovación de nuestra forma de pensar (Romanos 12:2). Cuanto pensamos, determina lo que hacemos. En todo este proceso, es necesario que no permitamos que nuestra parte carnal se gobierne sola. Recuerde siempre que los deseos del cuerpo, afectan nuestra relación con Dios y el apóstol Pablo señalaba que "Al contrario, castigo mi cuerpo y lo obligo a obedecerme, para no quedar yo mismo descalificado después de haber enseñado a otros" (1 Corintios 9:27, versión popular Dios habla hoy).

Como cristianos no podemos permitir que haya contaminación en nuestra parte física, teniendo presente que somos templos de Dios mismo: "Si alguien destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él, porque el templo de Dios es santo. Ese templo sois vosotros mismos" (1 Corintios 3:17, versión popular Dios habla hoy). Es importante evaluar cómo estamos andando delante de Dios.

3.2. Hacia la santificación del alma

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Nuestro adversario espiritual, Satanás, sabe que el centro de control del ser humano, es su mente, de ahí que busca establecer fortalezas en nuestra mente—que la Biblia indica, es el alma. En muchas personas lo ha logrado y les mantiene atados: "…y tienen oscurecido el entendimiento. No gozan de la vida que procede de Dios, porque son ignorantes a causa de lo insensible de su corazón."(Efesios 4.18). Aun cuando pueden ser libres de su estado de caos y desesperanza, su mente está embotada, con una venda, que les impide ver la verdad. Conforme andan en pecado, se fortalece su situación.

El alma, donde se concentran los procesos mentales y se dan las emociones, afectos y deseos, debe ser guardada con ayuda de Dios, porque nuestro enemigo espiritual sabe que allí también se fortalecen las debilidades y no dudará en atacarnos en esa área. Si le permitimos avanzar, nos contaminará y progresivamente puede llevarnos a la separación de Dios.

Nuestra alma, entonces, debe ser entregada en su totalidad en manos de Dios para que Él obre conforme considere necesario. Debe ser tan pura como lo que hacemos.

3.3. Fortaleciéndonos en un espíritu santificado

Es necesario recabar en que la voluntad es que tengamos un cuerpo, alma y espíritu en armonía y santidad. El texto que nos sirve de base, lo resalta: "Que Dios mismo, el Dios de paz, os haga perfectamente santos y os conserve todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sin defecto alguno, para el regreso de nuestro Señor Jesucristo" (1 Tesalonicenses 5:23).

El espíritu nos conecta con lo invisible: el mundo espiritual y por supuesto, el Ser más grande del universo y todo cuanto no alcanzamos a dimensionar: nuestro Dios y Padre celestial. Si permitimos que se contamine nuestro espíritu, dando solidez a fortalezas de pecado, encontraremos dificultades en la comunicación con Dios y estaremos abriendo puertas para que gobierne la maldad.

Como cristianos, debemos mantener un espíritu puro, sometido a Dios. Recordemos que en asocio con el cuerpo y el alma, constituyen nuestro ser integral. Entonces, abriéndole espacio al Supremo Hacedor, él produce la transformación que anhelamos.

Nuestro Dios es quien hace la obra. Debemos permitirle que obre en todas las áreas y opere los cambios que requerimos, muchos de los cuales pasan inadvertidos, pero son necesarios.

4. Preguntas para reflexionar:

1. ¿Qué constituyen en esencia, el cuerpo, el alma y el espíritu?

2. ¿Cuál es el propósito eterno de Dios en nuestro cuerpo, alma y espíritu?

3. ¿Por qué debemos gobernar el cuerpo físico y no permitir que nos gobierne?

4. ¿Qué ocurre con aquellos que destruyen el cuerpo, que es el templo de Dios?

5. ¿Por qué un propósito de nuestro adversario espiritual es dominar la mente de toda persona?

6. ¿Por qué como cristianos, debemos mantener un espíritu puro, sometido a Dios?

7. Si queremos cambiar y crecer, en las dimensiones personal y espiritual, ¿de qué manera nos ayuda Dios?

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- Séptima Lección -¿Cómo vivir en un mundo caído sin perder la santidad?

1. Base Bíblica: 1 Juan 1:8-10

2. Objetivos:

2.1. Que al término de la Lección los participantes comprendan la importancia de desarrollar una íntima relación con Dios como fundamento para avanzar en el crecimiento espiritual a pesar de morar en un mundo que procura arrastrar la naturaleza humana de nuevo al pecado del que salió.

2.2. Que al término de la Lección los participantes comprendan la importancia de abrirle el corazón al obrar de Dios y permitirle que nos transforme, viviendo el proceso de crecimiento de santidad un día a la vez.

2.3. Que al término de la Lección los participantes asuman en su vida la necesidad de permitir que Cristo viva en nuestro ser y comprender que en el proceso de santificación fallamos, pero es necesario reemprender el camino tomados de la mano del Señor Jesucristo.

3. Enseñanza Bíblica:

Como cristianos nos corresponde afirmarnos en Dios para que el crecimiento en santidad sea sólido y no pase de ser únicamente buenas intenciones. Si bien es cierto no podemos irnos del mundo, podemos vivir en Él sin dejarnos arrastrar por todo lo que nos ofrece.

Recuerde que es importante crecer un día a la vez. No vamos a lograr ese cambio y crecimiento en un abrir y cerrar de ojos. Él pone en orden nuestro mundo interior, como lo enseñan las Escrituras: "¡Alabado sea el SEÑOR, alabado sea nuestro Dios y Salvador! Porque día tras día nos lleva cargados en sus brazos."(Salmos 68:19, Nueva Biblia al Día).

3.1. Vivimos en dos mundos: el natural y el espiritual

Como cristianos que avanzamos hacia la santidad, debemos aprender a vivir en dos mundos. El natural o físico, que podemos palpar, y el inmaterial, es decir, el de carácter espiritual. Se dan en los dos ámbitos tremendas batallas, pero cuando llegan, nos afirmamos en Dios de quien proviene la fortaleza y es quien, por la obra del Espíritu Santo, nos ayuda a dar pasos sólidos hacia la santidad.

La vida espiritual se afianza en nosotros cuando dejamos que Cristo sea quien viva en todo nuestro ser, como enseña el apóstol Pablo: "Dios ha mostrado su amor gratuito que trae salvación a todo el mundo. Dios quiere que nos apartemos de la impiedad y de los placeres pecaminosos y que vivamos en este mundo una vida sobria, justa y piadosa, con la mirada puesta en el día que se cumpla la bendita promesa de su venida y manifieste a la iglesia nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él se entregó a la muerte por nosotros para poder rescatarnos de todas nuestras iniquidades y convertirnos en un pueblo que fuera suyo, dedicado a hacer el bien."(Tito 2:11-14, Nueva Biblia al Día).

Al ascender a nuevos niveles en nuestra relación de compromiso y fidelidad a Dios, descubrimos que la oración no es una pesada carga y tomamos conciencia con qué es que realmente batallamos: contra el egocentrismo, la imperiosidad de rechazar el mal, la

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lucha por vivir en el Espíritu y no en la carne, y la progresiva dependencia que desarrollamos en Dios para vencer las tentaciones y tropiezos que salen al paso.

3.2. La santidad llega a convertirse en un hábito de vida

El proceso de crecimiento en santidad con ayuda de Dios es eso justamente: un proceso que no debemos acelerar ni desesperarnos cuando estamos inmersos en él. Tampoco es concebible que nos demos por vencidos fácilmente.

Para lograrlo es necesario que voluntariamente nos demos a la tarea de separarnos del pecado y de todo aquello que desagrada a Dios, de lo que obviamente somos concientes. Ahora, si bien es cierto pareciera que con el paso del tiempo las batallas se intensifican, es con el poder del Padre celestial como salimos vencedores en toda circunstancia.

El apóstol Pablo hizo una magistral exposición de lo que significa desarrollar una permanente e íntima dependencia de Dios, a través de la oración y permitirle que obre en todo nuestro ser: "Si, es cierto, vivimos en este mundo, pero nunca actuamos como el mundo para ganar nuestras batallas. Para destruir las fortalezas del mal, no empleamos armas humanas, sino las armas del poder de Dios. Así podemos destruir la altivez de cualquier argumento y cualquier muralla que pretenda interponerse para que el hombre conozca a Dios. De esa manera, hacemos que todo tipo de pensamientos se someta para que obedezca a Cristo."(2 Corintios 10:3-5, Nueva Biblia al Día).

Usted y yo ganamos las batallas que salen al paso para evitar nuestro crecimiento en santidad, no con terapias de superación ni de auto convencimiento de que podemos lograrlo. No. La pelea—utilizando un término muy común—la damos en el poder de Dios. Él nos permite cambiar y crecer, pero no en nuestras fuerzas sino en las que provienen de Él.

Comprendemos que es un proceso que demanda perseverancia, porque es dinámico y no estático y porque además, es constante como enseñó el Señor Jesús: "Entonces se dirigió a todos y les dijo: --El que quiera ser mi discípulo debe olvidarse de sí mismo, llevar su cruz cada día y seguirme…" (Lucas 9.23, Nueva Biblia al Día).

Crecer hacia la estatura de Cristo obliga a un compromiso personal diario, constante, perseverante. No lo olvide jamás. En ese proceso debemos abrirle espacio al obrar soberano de Dios. Permitirle que nos transforme. Quien se consagra al Padre celestial, crece en el camino a la santidad.

3.3. La santidad se afianza cuando Cristo vive en nosotros

Crecemos en santidad en la medida en que Cristo vive en nosotros. Él nos hizo justos delante del Padre celestial.

En la Palabra leemos una poderosa afirmación del apóstol Pablo: "Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y esta vida que ahora tengo la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó por mí."(Gálatas 2.20).

Fallamos, es cierto, pero no podemos detenernos en el proceso, sino pedir perdón a Dios por nuestros pecados, tomarnos de Su mano y avanzar. El apóstol Juan Escribió: "Si decimos que no tenemos pecado, estamos engañándonos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. Pero si confesamos a Dios nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará y nos limpiará de toda maldad. Si afirmamos que no hemos

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pecado, estamos diciendo que Dios es mentiroso, y eso muestra que su Palabra no habita en nosotros."(1 Juan 1:8-10, Nueva Biblia al Día).

La santificación no es un estado para los ángeles sino para nosotros hoy y aquí. Las malas obras las rechazamos satisfactoriamente cuando dependemos de Dios. Ahora, como la santificación es la obra del Padre en nosotros, es Él quien nos ayuda a vencer. Recuérdelo: es hora de avanzar en victoria.

4. Preguntas para reflexionar:

a. ¿Por qué es necesario aprender a vivir en el mundo?

b. ¿Qué ocurre cuando en nuestra condición de cristianos tomamos conciencia de la lucha interna que libramos?

c. ¿De qué manera nos ayuda Dios a vencer las tentaciones de la mundanalidad, cuando desarrollamos íntima comunión con Él a través de la oración?

d. ¿Cuándo se afianza la vida espiritual en nosotros?

e. ¿Por qué la santidad llega a convertirse en un hábito de vida?

f. ¿Cuál es la razón por la cual crecemos en santidad un día a la vez?

g. ¿Por qué motivo si Cristo mora en nosotros podemos vencer los obstáculos que salen al paso?

h. ¿Por qué se afirma que la santidad no es un estado para los ángeles sino para nosotros hoy?

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- Octava Lección -Vistiendo la armadura de Dios para vencer

1. Base Bíblica: Efesios 6.13

2. Objetivos:

2.1. Que al término de la Lección los participantes comprendan la lucha que libramos con nuestro adversario espiritual quien no quiere que avancemos en la santidad y la necesidad de caminar de la mano del Señor Jesucristo.

2.2. Que al término de la Lección los participantes comprendan que las batallas internas en el proceso de avanzar hacia la santidad no las libramos en nuestras fuerzas sino que las entregamos en manos del Señor Jesucristo.

2.3. Que al término de la Lección los participantes comprendan que la santidad está asociada con la separación de la mundanalidad.

3. Enseñanza Bíblica:

Cuando Dios consagró a levitas y sacerdotes, les instruyó para que se apartaran del pecado. Era su forma de tenerlos como instrumentos útiles en el ministerio; de otra manera no podían entrar en el Tabernáculo. Los consagró a su servicio. Igual quien es cristiano y da pasos hacia la santidad. Es para el servicio de Dios.

Si hay conflictos en la búsqueda de la santidad, no debemos dar la batalla en nuestras fuerzas sino dependiendo en todo momento del poder de Dios.

3.1. El Espíritu Santo reproduce la naturaleza de Dios en nosotros

Bajo ninguna circunstancia podemos desprendernos de la mano de Dios, más cuando sabemos que dependiendo de Él, avanzamos hacia la santidad en la cual—gracias a la obra del Espíritu Santo--, Él reproduce la naturaleza de Dios en nosotros. El propósito es hacernos uno con Él, por la obra redentora del Señor Jesús.

Aunque Satanás tiene el propósito de llevarnos nuevamente a la pecaminosidad, Dios nos ayuda a vencer cuando nos vestimos de Su armadura, como describe el apóstol Pablo: "Por ello vístanse de toda armadura de Dios para que puedan resistir en el día malo y así, al terminar la batalla, estén todavía en pie."(Efesios 6.13, Nueva Biblia al Día)

Tenga presente que la lucha contra el Adversario es constante y debemos estar preparados, resistiéndole firmes en la fe (Cf. 1 Pedro 5:9; Santiago 4.7) En nosotros cabe la responsabilidad de avanzar en el proceso, cuando nos comprometemos a no darle lugar al pecado, y si viene la tentación, afirmarnos en Dios.

3.2. El Señor Jesucristo libra nuestras batallas en el camino a la santidad

El apóstol Pablo instruyó sobre la necesidad de vivir en santidad cuando escribió: "Busquen la paz con todos y lleven una vida santa, pues sin santidad nadie verá al Señor."(Hebreos 12:14, Nueva Biblia al Día)

Dios todavía anhela la comunión que tenía con el género humano en el Edén. Esa condición especial antes que el hombre se dejara arrastrar por la tentación, que consumó en el pecado. En su oración final, tal como la describe el Evangelio de Juan, el Señor Jesús oró al Padre celestial: "Y por ellos yo me santifico a mí mismo; para que también ellos sean santificados en la verdad."(Juan 17:19, Nueva Biblia al Día)

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Es una oración maravillosa, porque en ella, nuestro Salvador le pidió al Padre que separara a sus hijos—que somos usted y yo—del mundo. No que nos sacara del mundo, pero sí que nos diera la fortaleza para vencer al mundo.

3.3. Usted y yo fuimos elegidos por Dios para vivir en santidad

Cuando el amado Salvador Jesucristo murió en la cruz por nuestros pecados, nos separó del mundo para ser su pueblo escogido; es algo que ya Dios había anunciado a través del profeta: "Yo hice a Israel para mí, y algún día este pueblo mío me honrará ante el mundo."(Isaías 43:21, Nueva Biblia al Día)

Ahora somos de Cristo, pueblo escogido, nación santa. Constituye un fundamento para avanzar hacia la santidad. De su parte y la mía, debe haber disposición de no seguir en la misma situación: es decir, enredados en el pecado y dejándonos arrastrar por la tentación. El apóstol Pablo lo planteó en los siguientes términos: "Por esto el Señor añade:<<Salgan de en medio de ellos, apártense; no toquen sus inmundicias, y yo los recibiré, y seré un Padre para ustedes, y ustedes serán mis hijos y mis hijas, dice el Señor todopoderoso>>."(2 Corintios 6:17, 18. Nueva Biblia al Día)

Nuestro amado Salvador Jesucristo quiere ayudarnos en el proceso de avanzar hacia la santidad. Conoce nuestras luchas, con esa naturaleza carnal que a veces quiere arrastrarnos al pecado. Si dependemos de Él, firmes siempre en oración, tenemos asegurada la victoria.

4. Preguntas para reflexionar:

a. ¿Por qué la obra del Espíritu Santo reproduce la naturaleza de Dios en nosotros?

b. ¿Cómo comprendemos y asimilamos la pretensión eterna de Dios de que lleguemos a ser santos?

c. ¿Cuál es la razón por la que el compromiso con la santidad esté asociado a la lucha contra el pecado?

d. ¿Por qué debemos estar preparados en la lucha contra el Adversario y de qué manera debemos hacerlo?

e. ¿Por qué razón la santidad está ligada a la separación del pecado?

f. ¿Por qué debemos dejar que el Señor Jesús libre nuestras batallas en el camino a la santidad?

g. ¿Cuál es la razón por la que si somos santos debemos consagrar nuestro servicio a Dios?

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- Novena Lección -No estamos solos en la batalla por el cambio y crecimiento

1. Base Bíblica: Efesios 4:25-29

2. Objetivos:

2.1. Que al término de la Lección los participantes asuman la firme determinación de no dar cabida al enemigo espiritual, fortaleciéndose en el Señor Jesús para vencer sobre cualquier batalla de orden espiritual.

2.2. Que al término de la Lección los participantes reconozcan que con el poder del Señor Jesucristo es posible cambiar y crecer, porque de Él viene la fortaleza que necesitamos en todo momento.

2.3. Que al término de la Lección los participantes comprendan la importancia de permitirle a Dios que trate todas las áreas de nuestro ser.

3. Enseñanza Bíblica:

Un hecho real e imperativo para los cristianos es mantenernos alerta frente a las asechanzas de nuestro Adversario que nos ceja en su propósito de llevarnos a un estancamiento o retroceso personal y espiritual. Con ayuda de Dios, quien nos asiste en la batalla, tenemos asegurada la victoria.

Recuerde siempre que el poder que opera en nosotros es el de Cristo, y por tal motivo, tenemos asegurado el triunfo, por encima de la adversidad que nos generen las circunstancias.

3.1. Camino a la santidad, nos mantenemos alerta frente al Adversario

Como cristianos nos vemos expuestos a los múltiples e ingeniosos ataques de Satanás, nuestro enemigo espiritual, quien nos asalta con la duda, el temor, el desánimo, la generación de problemas, el orgullo o cuando nos vemos enfrentados a las demoledoras consecuencias del fracaso.

No podemos dar espacio al mundo de las tinieblas, como escribe el apóstol Pablo: “Por lo tanto, dejando la mentira, hable cada uno a su prójimo con la verdad, porque todos somos miembros de un mismo cuerpo. «Si se enojan, no pequen.» No dejen que el sol se ponga estando aún enojados, ni den cabida al diablo. El que robaba, que no robe más, sino que trabaje honradamente con las manos para tener qué compartir con los necesitados. Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan.”(Efesios 4:25-29, Nueva Versión Internacional)

Es con el poder de Dios que estamos llamados a experimentar cambios en nuestra forma de pensar y actuar, medir nuestras reacciones, alimentar la diligencia en nuestras acciones y cerrar filas para no permitir que el enemigo gane ventaja.

No podemos olvidar que el enemigo no pierde oportunidad, y siempre está pendiente de llevarnos a caer o a un revés espiritual. Es muy hábil. Es astuto para poner tropiezos. El propio Señor Jesús lo advirtió cuando dijo: “Ya no hablaré más con ustedes, porque viene el príncipe de este mundo. Él no tiene ningún dominio sobre mí...”(Juan 14.30, Nueva Versión Internacional) Los culpables somos nosotros y nada más que nosotros

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cuando nos dejamos arrastrar por la carne, permitiendo que nos seduzcan los deseos o las emociones incontroladas.

Si bien es cierto fallamos, el poderoso amor de Dios nos acompaña, fortalece y ayuda para que sigamos avanzando. El amado Salvador sabe quiénes somos, y nuestras debilidades, y está para asistirnos porque Él mismo, en Su oración al Padre celestial, dijo: “Ellos no son del mundo, como tampoco lo soy yo.”(Juan 17:16, Nueva Versión Internacional)

Le pertenecemos al Señor Jesús, y es imperativo por tanto, que permanezcamos en Él y observemos en todo momento, un comportamiento digno de los hijos de Dios.

3.2. Camino a la santidad nos fortalecemos en Cristo para vencer los ataques y la adversidad

Conforme vamos creciendo con ayuda del Señor Jesús, Él nos va mostrando las áreas de nuestra vida en las que debemos cambiar. Él, que obra en todo nuestro ser si se lo permitimos, es más fuerte que el poder del mundo de las tinieblas que nos tienta, de ahí que tenemos asegurada la victoria. Él enseñó a sus discípulos y a nosotros hoy: “Ustedes, queridos hijos, son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo.”(1 Juan 4:4, Nueva Versión Internacional)

Cuando leemos las Escrituras, aprendemos que el amado Salvador nos dio el poder y la autoridad sobre toda fuerza de maldad, asegurándonos que venceremos (Lucas 10:19) Téngalo presente siempre: podemos vencer y vamos a hacerlo, no en nuestras fuerzas sino en las de Dios para materializar en nuestra existencia la auténtica santidad.

Pero, no basta con saber que tenemos autoridad en Cristo sino que la ejerzamos, porque a vencer fuimos llamados en todo momento y bajo toda circunstancia.

3.3. Camino a la santidad no podemos seguir atados al pasado

El proceso de cambio y crecimiento, tanto personal como espiritual, ya comenzó en nuestra vida, tal como lo enseña el apóstol Pablo: “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo.”(2 Corintios 5:17, Nueva Versión Internacional)

Es evidente que el enemigo espiritual nos asalta con pensamientos negativos, haciéndonos pensar que si fallamos, Dios nos dejará solos. Pero no es así. Somos vencedores en Cristo, llamados a triunfar por encima de los obstáculos. Dios nos ve como hombres y mujeres santos y debemos obrar en consonancia con la perspectiva que tiene el Señor.

Dios nos habla cuando es oportuno y si se lo permitimos, moldea nuestro carácter, haciendo posible que crezcamos a la estatura de Cristo. Por ese motivo debemos abrirle las puertas de todo nuestro ser para que Él obre, y no seguir atados al pasado, a lo malos que fuimos, porque Jesucristo murió en la cruz para romper toda atadura.

4. Preguntas para Reflexionar:

a. ¿Por qué debemos asumir la determinación de no abrir espacio al enemigo?

b. ¿Qué actitud debemos asumir cuando nos asaltan las adversidades?

c. ¿Cuál es la certeza que debemos tener del acompañamiento amoroso del Padre celestial aún cuando hayamos fallado?

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d. ¿Por qué nos advierte Dios respecto a mantenernos alerta frente a las asechanzas del Adversario espiritual?

e. ¿De qué manera el Señor Jesús muestra las áreas de nuestra vida en las que debemos aplicar cambios?

f. ¿Por qué nos enseñan las Escrituras que podemos cambiar y crecer en Dios?

g. ¿Cuál es la razón para que estemos obligados a ejercer la autoridad en Cristo?

h. ¿Por qué razón no podemos seguir atados al pasado?

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Serie: ANDANDO EN LA SANTIDAD DE DIOS

- Décima Lección -Viviendo en la carne, pero con la naturaleza de hijos de Dios

1.- Base Bíblica: 2 Pedro 1:3, 4

2.- Objetivos:

2.1.- Que al término de la Lección los participantes comprendan la necesidad de someter todas las áreas de su vida a Dios de tal manera que pueda operar los cambios que necesita la persona en todas las áreas de su ser.

2-2.- Que al término de la Lección los participantes comprendan que gracias a la obra redentora del Señor Jesús hemos muerto al pecado y nuestra nueva naturaleza de hijos de Dios, podemos disfrutar de una existencia plena en Dios.

2-3.- Que al término de la Lección los participantes comprendan la importancia de cuidar su espíritu, el vehículo a través del cual podemos desarrollar una relación sólida con Dios.

3.- Enseñanza Bíblica:

Los cristianos tomamos la determinación, motivada por un convencimiento personal de amar y agradar a Dios, de apartarnos del pecado en todas sus manifestaciones. Cuando rendimos todo nuestro ser a Dios, nos fortalecemos para vencer la tentación y el pecado no encuentra asidero.

Una forma de atacarnos, es cuando Satanás siembre pensamientos de derrota, duda, temor o fracaso en la mente. También cuando nos insta a pecar. Es en esos momentos cuando debemos expresarle nuestro definitivo rechazo. No podemos permitirle que avance creando escenarios en nuestra mente.

Cuando tenemos claro que el principal lugar que Satanás ataca es la mente porque allí se alojan las emociones, voluntad y conciencia, nos disponemos a cuidar todo lo que pensamos. Aprendemos que no podemos alimentar pensamientos de temor, derrota, dudas, ansiedad—entre otras—porque comprendemos que Satanás sólo vino a robar, matar y destruir (Cf. Juan 10:8, 10)

3.1.- La santidad encuentra cimiento cuando hacemos la voluntad de Dios

Cuando reconocemos todas las consecuencias que desata el pecado, es necesario que en nuestra condición de cristianos nos colguemos un rótulo que diga: "No hay lugar en mi vida para el pecado." Es fundamental que la decisión obedezca a convicción interna y no ha imposición externa. Por ese motivo se debe cubrir con una dependencia del poder de Dios, todas las áreas del ser. Podemos hacerlo cuando tenemos claro que el Espíritu Santo mora dentro nuestro.

Es entonces, y sólo entonces, cuando rendimos todo nuestro ser al Señor. No ponemos impedimentos para que trate con todas las áreas de nuestra existencia. Sólo de esta manera el enemigo espiritual, Satanás, no hallará "portillos abiertos" para que Satanás tiente, hostigue o cause problemas. Tenga presente que al adversario hay que mantenerlo a raya, lejos de nuestra vida.

¿De qué manera podemos lograr esto? Asumiendo nuevos principios de vida y procurando, como nos lo enseñó el Señor Jesús, hacer la voluntad del Padre: "Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe s obra,"(Juan 4:34). El

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amado Salvador conoce todas las situaciones que podamos enfrentar (de tentación o pecado) y quiere ayudarnos a superarlos para vivir en victoria. Recuerde siempre que para vencer, es necesario desarrollar una dependencia permanente de Dios.

3.2.- Una realidad para una vida santa: ahora somos hijos de Dios

Nuestra vieja naturaleza, aquella que nos inclina al pecado, fue crucificada con Cristo. No es una mera frase, por el contrario: una declaración de victoria para toda nuestra existencia. Por ese motivo, el apóstol Pablo pudo escribir: "Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro."(Romanos 6:11)

Es cierto que nos veremos tentados, bien por los hábitos a los que no hemos renunciado, o por las asechanzas de Satanás; sin embargo y como nos lo enseña la Palabra de Dios, nuestra vida está escondida en Cristo y se materializa en la medida que dependemos de Él: "Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios."(Colosenses 3:3)

Con la sangre que vertió nuestro amado Salvador en la cruz, toda la carga de pecado del ayer quedó borrada, nos abrió las puertas para una relación con el Padre y ahora, gracias a Él, encontramos perdón cuando pecamos.

Ahora nuestra naturaleza es la de hijos de Dios, tal como enseña el apóstol Pedro: "Pero como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia."(2 Pedro 1.3, 4)

Es necesario, como lo anota el apóstol, que huyamos de la corrupción y confiemos en esas preciosas promesas de Dios que se materializan en una realidad: ahora somos hijos de Aquél que todo lo puede, nuestro Supremo Hacedor.

3.3.- Santidad también en el espíritu, porque nos permite relacionarnos con Dios que es Espíritu

Como cristianos estamos llamados a cuidar nuestro espíritu, que es el vehículo y canal a través del cual nos comunicamos con Dios. En esa dirección no basta únicamente con la pureza del cuerpo, sino también de la mente y el espíritu para que podamos rendir al Padre una adoración plena y santa, como enseñó el Señor Jesús: "Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad."(Juan 4:24)

Gracias a un espíritu sometido a Dios, podemos llegar a conocerle, tal como lo enseña el apóstol Pablo: "… a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegarse a la resurrección de entre los muertos."(Filipenses 4.10, 11)

El Espíritu Santo vive en nosotros y nos permite mantener una estrecha relación con nuestro amado Dios y Padre.

4.- Preguntas para Reflexionar:

a.- ¿Cuál es la razón fundamental para que el cristiano coloque un rótulo que diga: "No hay lugar en mi vida para el pecado."?

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b.- ¿Por qué debemos cuidar todas las áreas de nuestra vida’

c.- ¿De qué manera el pecado del hombre le permite al adversario espiritual ganar espacio en nuestras vidas?

d.- ¿Cuál es la razón para mantener al enemigo espiritual alejado de nuestra existencia?

e.- ¿De qué sirve que asumamos en nuestra vida nuevos principios y valores?

f.- ¿Qué debemos hacer cuando el enemigo siembra pensamientos de desánimo o derrota en nuestra vida?

g.- ¿Por qué debemos huir de la corrupción y de la maldad?

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Serie: ANDANDO EN LA SANTIDAD DE DIOS

- Undécima Lección -Santos, pero con ayuda del Espíritu Santo

1. Base Bíblica: Romanos 8:35-39

2. Objetivos:

2.1. Que al término de la Lección los participantes comprendan y asimilen en su vida que afianzados en el Espíritu Santo podemos sobreponernos a las dificultades, oposición y ataques para avanzar airosos en el camino a la santidad.

2.2. Que al término de la Lección los participantes comprendan que el amor de Dios es ilimitado y que Él está dispuesto a ayudarnos, apoyarnos y fortalecernos en todas las circunstancias de nuestra vida, en el camino hacia la santidad.

2.3. Que al término de la Lección los participantes comprendan que por la obra del Señor Jesús y la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas, somos más que vencedores y nos afirmamos en el camino a la santidad.

3. Enseñanza Bíblica:

¿Enfrenta dificultades en el proceso de crecimiento y afianzamiento en la santidad? Sin duda no es el primero ni será el último cristiano en enfrentar una situación así. Sabemos que es Satanás, nuestro enemigo espiritual, quien promueve tropiezos con el fin de llevarnos a un estancamiento o revés personal y espiritual, enredando el crecimiento.

En el proceso hacia la santificación no estamos solos. Dios nos acompaña en todo momento. No nos deja solos jamás. Prendidos de la mano de Jesucristo tenemos asegurada la victoria, incluso por encima de las asechanzas de Satanás.

3.1. El Espíritu Santo nos afianza para avanzar en la santidad, por encima de las circunstancias

En el camino al cambio y crecimiento en santidad, nuestro principal Adversario es Satanás. Él siembra dudas, temor y desánimo. Despliega todas sus artimañas para minar nuestro camino con dificultades.

En el proceso de afianzarnos y encontrar guía cuando el panorama está ensombrecido, contamos con la ayuda del Espíritu Santo. Como escribe el apóstol Pablo: "Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por medio de su Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿quién conoce los pensamientos del ser humano sino su propio espíritu que está en él? Así mismo, nadie conoce los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios. Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo sino el Espíritu que procede de Dios, para que entendamos lo que por su gracia él nos ha concedido" (1 Corintios 2:10-12. Nueva Versión Internacional).

El Espíritu Santo nos muestra el camino a seguir y cuál es la voluntad del Padre celestial. Nos fortalece en el hombre interior (Cf. Efesios 3:16). Es así porque nuestra mente limitada y finita no pude conocer a Dios. Sin embargo cuando el Espíritu Santo nos ayuda para crecer y avanzar a nuevas alturas y dimensiones en nuestra vida espiritual.

Es por ese motivo que aun cuando surjan obstáculos, enfrentemos oposición y corramos el peligro de reincidir en el pecado, Dios no nos apartará de Su amor y divina protección:

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"¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia?36 Así está escrito: «Por tu causa siempre nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como a ovejas para el matadero!» Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor" (Romanos 8:35-39. Nueva Versión Internacional).

Con seguridad que nuestro Padre nos sigue amando, por encima de las circunstancias y podemos dar pasos firmes y seguros en el camino a la Santidad.

3.2. En el camino a la santidad no estamos solos: Dios nos acompaña

Dios se interesa por nosotros, más de lo que podemos imaginar. Por su infinito amor, envió a Su Hijo Jesús a morir por cada uno—por usted y por mí--. Una vez lo recibimos en el corazón como único y suficiente Salvador, caminamos tomados de Su mano poderosa hasta la eternidad. El autor sagrado escribe: "Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano" (Juan 10:27, 28. Nueva Versión Internacional).

El Salvador nos conoce. Sabe a ciencia cierta sobre nuestras fortalezas y debilidades. Nos ayuda en todo momento y circunstancia. Él nos guía, protege y si nos movemos en Él, el pecado no podrá derrotarnos.

¿Y si pecamos? Dios nos perdona. Conoce el arrepentimiento que hay en nuestro corazón. Ya el amado Salvador abrió el camino mediante su sacrificio en la cruz. Ahora encontramos perdón en el Señor: "Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones a quien se le borran sus pecados. Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño" (Salmos 32:1, 2. Nueva Versión Internacional. Cf. Romanos 4.7, 8).

Si Dios nos perdonó, ¿Por qué dejamos que Satanás nos engañe dudando incluso de la salvación que tenemos en Cristo? Mientras que el Adversario guarda registro de todas nuestras fallas, el amado Padre celestial jamás deja de lado el amor y misericordia que tiene por nosotros.

3.3. Camino a la santidad, nos convertimos en vencedores gracias al Señor Jesús

Cuando estamos en Dios, no nos convertimos en blanco de ninguna condenación: "Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús..." (Romanos 8:1, Nueva Versión Internacional). Es esencial que nos apropiemos de esta realidad. Resulta fundamental para que podamos sobreponernos airosamente a las maquinaciones del adversario espiritual que nos siembra dudas respecto a la Salvación que tenemos en el Señor Jesucristo. Dios ya hizo su parte, pero nos toca a usted y a mi, afirmarnos en esta verdad.

La palabra de Dios nos enseña que en el amado Salvador encontramos fortaleza para vencer, no importa cuáles sean las circunstancias: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13, Nueva Versión Internacional). Recuerde que aun cuando nos amenace el adversario, fuimos rescatados de su gobierno y ahora somos libres para vivir en y para Dios, como lo indica el apóstol Pablo: "Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo..." (Colosenses 1:13, Nueva

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Versión Internacional). Ya no estamos bajo su control, es decir, del enemigo, como quizá lo estuvimos antes. Cristo es quien nos lleva a vencer porque Su poder es mayor que el del adversario: "Ustedes, queridos hijos, son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo" (1 Juan 4:4, Nueva Versión Internacional). No lo olvide jamás: somos vencedores en Cristo.

4. Preguntas para reflexionar:

a. ¿De qué manera nos ayudan el poder y la fortaleza que hallamos en el Espíritu Santo para sobreponernos a la oposición, ataques y adversidad?

b. Para evitar que crezcamos en santidad, ¿Qué estrategias utiliza nuestro adversario Satanás?

c. ¿Cómo nos ayuda el Espíritu Santo a conocer la voluntad de nuestro Padre celestial?

d. ¿¿Hay algo que pueda separarnos del amor de Dios?

e. ¿Qué ganó para nosotros el amado Salvador Jesucristo mediante su sacrificio en la cruz?

f. ¿Cómo alcanzamos perdón delante de Dios cuando hemos pecado?

g. De acuerdo con la Biblia, ¿por qué tenemos la certeza de que somos vencedores en Cristo, cualesquiera que sean las circunstancias que enfrentemos?

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Serie: ANDANDO EN LA SANTIDAD DE DIOS

- Duodécima Lección -Una nueva vida, pero en santidad

1. Base Bíblica: Efesios 4:11-14

2. Objetivos:

2.1. Que al término de la Lección los participantes comprendan que en nuestra condición de creyentes en Jesucristo, estamos llamados a ganar almas para el Reino de Dios.

2.2. Que al término de la Lección los participantes comprendan y asimilen en su vida la importancia de permitir que Dios produzca una transformación en la forma de pensar y de actuar.

2.3. Que al término de la Lección los participantes comprendan que desde el mismo momento en que fuimos perdonados por Dios, somos nuevas criaturas y estamos llamados a emprender una nueva vida.

3. Enseñanza Bíblica:

Los cristianos fuimos rescatados por el amado Salvador Jesucristo de toda nuestra maldad y nos corresponde, ahora que fuimos presentados justos y santos delante del Padre, ganar otras almas para el Reino de Dios de tal manera que experimenten la vida renovada que nosotros hoy. En esta ocasión aprenderá tres principios que resultarán útiles en su proceso de crecimiento personal y espiritual.

3.1. Ovejas ganan ovejas y las llevan al crecimiento espiritual

Como cristianos estamos llamados a reproducirnos en otros. Ovejas ganan ovejas. Con ese propósito—que está en el plan de Dios desde antes de la creación del mundo—nuestro amado Padre celestial equipa a la iglesia, tal como escribe el apóstol Pablo en su carta a los creyentes de Éfeso: "Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo."(Efesios 4:11-13. Nueva Versión Internacional)

Dios instruyó que los seguidores de nuestro amado Salvador Jesús ejerciera su ministerio, no que se quedaran sentados en la silla, cómodamente. El papel de cada cristiano es sumamente importante. La parte final de la cita bíblica alude a que una de nuestras metas es que lleguemos a la estatura de Cristo, que no es otra cosa que el nivel de la santidad.

Cuando somos llenos del Espíritu Santo, el Espíritu controla todo nuestro ser. Por ese motivo es fundamental e imperativo que nos sometamos a Él. Abrirle todo nuestro ser para que obre poderosamente.

En nuestra condición de seguidores de Jesús el Señor debemos ganar hombres y mujeres para el Reino de Dios. Son rescatados del mundo de pecado para que emprendan una nueva vida. Para ser instrumentos poderosos en Sus manos, debemos permitirle que obre poderosamente en nuestro ser.

3.2. La santidad se manifiesta con una nueva forma de pensar y de actuar.

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Una de las evidencias del cambio y crecimiento, a nivel personal y espiritual, se pone de manifiesto cuando cambiamos nuestra forma de pensar y de actuar. El apóstol Pablo instruyó a los cristianos del primer siglo y a nosotros cuando escribió: "Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos..."(Efesios 4:22. Nueva Versión Internacional)

Por su parte el apóstol Pedro enseña: "Por lo tanto, abandonando toda maldad y todo engaño, hipocresía, envidias y toda calumnia, deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación, ahora que han probado lo bueno que es el Señor."(1 Pedro 2:1-3. Nueva Versión Internacional)

Observe detenidamente que las citas bíblicas aluden a que se produzca una transformación en nuestro ser. ¿Cómo mostramos la santidad? No con palabras rebuscadas ni tampoco vistiendo estrafalariamente, sino con una existencia renovada que salta a la vista.

Sobre este aspecto el apóstol Pablo escribió a los cristianos de Roma: "Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado..."(Romanos 6.6. Nueva Versión Internacional)

Es esencial que entendamos que todo el proceso comienza con nuestra forma de pensar.

Reviste particular importancia que le permitamos a Dios transformar nuestra mente. Sólo de esta manera podremos pensar y actuar de manera diferente. Eso es esencial.

3.3. Al recibir el perdón de Dios, él nos mira como seres transformados y santos en Su presencia

Si Cristo está en nosotros se produce la transformación que tanto anhelamos y requerimos. Hemos sido perdonados de toda nuestra pecaminosidad y tenemos oportunidad de emprender una nueva vida. No importa que Satanás quiera hacernos sentir indignos, Dios nos ama.

Es importante que renovemos nuestra mente, no en nuestras fuerzas sino en las de Dios, tal como recomienda Pablo de ser: "…ser renovados en la actitud de su mente..."(Efesios 4:23. Nueva Versión Internacional)

Morimos al pecado cuando nos arrepentimos, pedimos perdón a Dios y le abrimos el corazón a Jesucristo. Nos corresponde ahora experimentar una nueva vida: "Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva."(Romanos 6.4. Nueva Versión Internacional)

No olvide que somos nuestras criaturas como señalan las Escrituras (2 Corintios 5.17). No podemos permitirle al Adversario que nos engañe con ideas de culpabilidad. Ya Cristo, nuestro amado Señor, nos perdonó.

4. Preguntas para Reflexionar:

a. ¿Con qué propósito estableció Dios ministerios para los cristianos? (Cf. Efesios 4.11-13)

b. ¿Por qué podemos asegurar que ovejas ganan ovejas?

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c. ¿Cuál es la razón para que abramos todo nuestro ser al obrar de Dios?

d. ¿Cómo se evidencia que hay santidad en una persona?

e. ¿Por qué se debe producir una transformación en nuestra forma de pensar y de actuar?

f. ¿Por qué hablar con términos religiosos y vestir llamativamente no son prueba fehaciente de nuestra santidad?

g. ¿Qué ocurre en nosotros cuando invitamos al Señor Jesús para que entre al corazón?

h. ¿Cuál es la razón para que no nos dejemos engañar por los pensamientos de derrota, desánimo y sensación de culpa que a veces nos siembra el adversario?

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Serie: ANDANDO EN LA SANTIDAD DE DIOS

- Conclusión -La decisión ahora es suya...

Siempre me ha impactado el texto que dirigió el apóstol Pablo a los cristianos del primer siglo "respecto al modo en que deben conducirse y agradar a Dios, así crezcan cada vez más, pues ustedes conocen los mandamientos que les hemos dado por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo" (1 tesalonicenses 4:1º, 2, versión Aramea-Peshita).

¿Sabe la razón? En pocas palabras el autor sagrado nos enseña que no basta con llamarnos cristianos sino que debe producirse en nosotros una transformación en nuestra forma de pensar y actuar.

Eso es crecimiento en santidad. Que le permitamos al Señor operar la transformación que Él quiere. No es en nuestras fuerzas sino en las de Él. Puedo asegurarle que la experiencia es maravillosa. Podrá vivirlo.

Por el contrario hay quienes quieren ser santos y se esfuerzan para llegar a un círculo vicioso: fracasan. ¿La razón? Quieren hacerlo a su manera, olvidando que nuestra proclividad al pecado es latente y si avanzamos en nuestras capacidades, lo más probable es que nos encontremos en un laberinto sin salida.

Nuestro sincero deseo es que el material haya sido de utilidad en su proceso de crecimiento personal y espiritual, y que pueda compartirlo con otros creyentes. Podemos asegurarle que comprobará que santidad no es meramente palabras sino hechos y que se logra con el poder y ayuda del Espíritu Santo.

Nos gozamos en Dios que el material enriquezca su vida personal y espiritual, así como el ministerio que Dios tiene para su vida.

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