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Imperio, contemptus mundi y alianza autónoma (Antón Fernández de Rota) Por Antón Fernández de Rota [Comentar artículo]  1. Crisis de la autonomía anárquica. Entre la reconstitución y la reclusión. La autonomía anárquica vivencia en estos momentos una crisis, una crisis que tal vez dé lugar a un nuevo ciclo del movimiento. El ciclo ahora en crisis se inauguró en algún momento de finales de los noventa, justo cuando ciertas experiencias recombinantes de coordinación autónoma empezaban a cojear (en paralelo al fin de Lucha Autónoma en Madrid, por ejemplo). Este ciclo se vio proyectado tras la autonomización de ciertos colectivos y organizaciones satélites de CNT, entre ellas la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias y Cruz Negra Anarquista. El ciclo, consolidado con estos éxodos, se constituyó en diálogo con una serie de problemáticas y luchas sociales: las huelgas generales, la LOU , el Prestige, las movilizaciones anti-guerra, primero contra la intervención en Afganistán y luego en Irak, ciertos contextos locales especialmente conflictivos (a menudo relacionados con la especulación y la represión a la okupación) y, de forma muy significativa, con la irrupción mundial del movimiento antiglobalización, del cual la autonomía anárquica formaría decidida y activamente parte, habitualmente apostando por el discurso y las tácticas en torno al Black Block. Durante estos años se consiguió crear una subjetividad anarco-autónoma a partir de ideas y tácticas heredadas y articuladas en forma de palimpsesto. La subjetividad autónoma se laminó yuxtaponiendo mesetas de discurso y deseo situacionista, prácticas y estrategias biopolíticas centradas en las okupas y los centros sociales, a través de un desprecio compartido por cualquier nivel de participación institucional (aunque fuesen subvenciones). Todo ello bajo la bandera autogestionaria y el tampón identitario de la autonomía. En esta subjetivización anarco-autónoma también el animalismo, el veganismo, el ecologismo radical, e incluso la crítica anti-industrial, cobraron especial relevancia. De esta subjetividad singular brotaron ciertas ideologías que definitivamente los diferenciaba en el plano teórico-táctico del anarco-sindicalismo: el insurreccionalismo, el primitivismo y las ideas en torno al eslogan “¡Abajo el trabajo!”. Sin embargo, estas ideologías parecen entrar hoy en crisis, justo en el momento en que la materialidad organizativa del movimiento vivencia su crisis. El primitivismo, que jamás tuvo un atractivo real, pasados los años, está perdiendo el encanto de la novedad. Las críticas al insurreccionalismo proliferan por doquier. En la medida que van entrando activistas en la cárcel y otros muchos son encausados, cada vez es más obvio lo que de por sí ya era evidente, esto es, que, parodiando el conocido ensayo de Bonnano, no existe placer armado: sólo encarcelamiento y paranoia persecutoria en un contexto social que de forma aplastantemente mayoritaria rechaza sus tácticas y acciones, y por tanto los aisla, los condena y los excluye (Este rechazo que es cierto con respecto a la población general, también lo es en relación a la mayoría de los antagonistas). La organización insurreccionalista, la semi-clandestina afinidad informal, había desembocado en un sectarismo atroz donde ya nadie podía organizar nada serio, sino simplemente firmar con el anónimo “individualidades”. Nada se solidificaba en ella, nada se proyecta más allá de la mera acción. El insurreccionalismo se plegaba sobre su propio ombligo en un radicalismo preso de la estética irreflexiva, fuese cual fuese el contexto social. Una estética juvenil de pasamontañas y molotov sin ningún futuro político. Por otra parte, las teorías del “abajo el trabajo” jamás fueron teorías realmente, sino que más bien, al igual que el insurreccionalismo y el primitivismo, un mero panfletismo, una mera recolección de eslóganes fáciles, más o menos resultones. En el caso del “abajo al trabajo”, un pequeño ensayo de Bob Black, especialmente sarcástico y lúcido, pero poco práctico, servía como guía de lectura del rechazo al trabajo. Que esta autonomía anárquica ignorase, como mayoritariamente ignora hoy, los análisis histórico-sociológicos sobre “el rechazo al trabajo”, especialmente sobre el significado histórico del rechazo ocurrido en las décadas de los 1960 y 1970, era y es sintomático de la superficialidad de estas teorías. La crisis de la autonomía anárquica está avivada, además de por lo represivo y la remisión de los anteriores conflictos sociales generales antes mencionados (y el cambio de gobierno), por la evidente falta de efectividad política. Unos pocos años después de su ruptura con CNT, la FIJL y la CNA prácticamente han desaparecido, y el movimiento no ha conseguido realmente organizarse como

Anton Fernandez de Rota - Imperio, Contemptus Mundi y Alianza Autonoma

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  • Imperio, contemptus mundi y alianza autnoma (AntnFernndez de Rota)

    Por Antn Fernndez de Rota

    [Comentar artculo]

    1. Crisis de la autonoma anrquica. Entre la reconstitucin y la reclusin.

    La autonoma anrquica vivencia en estos momentos una crisis, una crisis que tal vez d lugar a un nuevo ciclo del movimiento. Elciclo ahora en crisis se inaugur en algn momento de finales de los noventa, justo cuando ciertas experiencias recombinantes decoordinacin autnoma empezaban a cojear (en paralelo al fin de Lucha Autnoma en Madrid, por ejemplo). Este ciclo se vioproyectado tras la autonomizacin de ciertos colectivos y organizaciones satlites de CNT, entre ellas la Federacin Ibrica deJuventudes Libertarias y Cruz Negra Anarquista. El ciclo, consolidado con estos xodos, se constituy en dilogo con una serie deproblemticas y luchas sociales: las huelgas generales, la LOU , el Prestige, las movilizaciones anti-guerra, primero contra laintervencin en Afganistn y luego en Irak, ciertos contextos locales especialmente conflictivos (a menudo relacionados con laespeculacin y la represin a la okupacin) y, de forma muy significativa, con la irrupcin mundial del movimientoantiglobalizacin, del cual la autonoma anrquica formara decidida y activamente parte, habitualmente apostando por el discurso ylas tcticas en torno al Black Block.

    Durante estos aos se consigui crear una subjetividad anarco-autnoma a partir de ideas y tcticas heredadas y articuladas en formade palimpsesto. La subjetividad autnoma se lamin yuxtaponiendo mesetas de discurso y deseo situacionista, prcticas y estrategiasbiopolticas centradas en las okupas y los centros sociales, a travs de un desprecio compartido por cualquier nivel de participacininstitucional (aunque fuesen subvenciones). Todo ello bajo la bandera autogestionaria y el tampn identitario de la autonoma. Enesta subjetivizacin anarco-autnoma tambin el animalismo, el veganismo, el ecologismo radical, e incluso la crtica anti-industrial,cobraron especial relevancia. De esta subjetividad singular brotaron ciertas ideologas que definitivamente los diferenciaba en elplano terico-tctico del anarco-sindicalismo: el insurreccionalismo, el primitivismo y las ideas en torno al eslogan Abajo eltrabajo!. Sin embargo, estas ideologas parecen entrar hoy en crisis, justo en el momento en que la materialidad organizativa delmovimiento vivencia su crisis.

    El primitivismo, que jams tuvo un atractivo real, pasados los aos, est perdiendo el encanto de la novedad. Las crticas alinsurreccionalismo proliferan por doquier. En la medida que van entrando activistas en la crcel y otros muchos son encausados,cada vez es ms obvio lo que de por s ya era evidente, esto es, que, parodiando el conocido ensayo de Bonnano, no existe placerarmado: slo encarcelamiento y paranoia persecutoria en un contexto social que de forma aplastantemente mayoritaria rechaza sustcticas y acciones, y por tanto los aisla, los condena y los excluye (Este rechazo que es cierto con respecto a la poblacin general,tambin lo es en relacin a la mayora de los antagonistas). La organizacin insurreccionalista, la semi-clandestina afinidad informal,haba desembocado en un sectarismo atroz donde ya nadie poda organizar nada serio, sino simplemente firmar con el annimoindividualidades. Nada se solidificaba en ella, nada se proyecta ms all de la mera accin. El insurreccionalismo se plegaba sobresu propio ombligo en un radicalismo preso de la esttica irreflexiva, fuese cual fuese el contexto social. Una esttica juvenil depasamontaas y molotov sin ningn futuro poltico. Por otra parte, las teoras del abajo el trabajo jams fueron teoras realmente,sino que ms bien, al igual que el insurreccionalismo y el primitivismo, un mero panfletismo, una mera recoleccin de eslganesfciles, ms o menos resultones. En el caso del abajo al trabajo, un pequeo ensayo de Bob Black, especialmente sarcstico ylcido, pero poco prctico, serva como gua de lectura del rechazo al trabajo. Que esta autonoma anrquica ignorase, comomayoritariamente ignora hoy, los anlisis histrico-sociolgicos sobre el rechazo al trabajo, especialmente sobre el significadohistrico del rechazo ocurrido en las dcadas de los 1960 y 1970, era y es sintomtico de la superficialidad de estas teoras.

    La crisis de la autonoma anrquica est avivada, adems de por lo represivo y la remisin de los anteriores conflictos socialesgenerales antes mencionados (y el cambio de gobierno), por la evidente falta de efectividad poltica. Unos pocos aos despus de suruptura con CNT, la FIJL y la CNA prcticamente han desaparecido, y el movimiento no ha conseguido realmente organizarse como

  • tal con un mnimo de coherencia, coordinacin y reflexin colectiva sobre los pasos, estrategias y procesos que pueden desencadenarsus potencialidades conjuntas. Podra decirse que los grupos, en su mayora, los que no han desaparecido, se han plegado sobre smismos y su tribalismo, cerrados en la comunidad de amigos contra el mundo. Sin embargo, esta generalizacin no es del todovlida. No todo es negativo en el ltimo devenir anarco-autnomo. Ha quedado algo ms que ruinas. A la crisis slo le sucede lamuerte o la reconstitucin. Y no parece que lo primero vaya a ser lo ms probable. La subjetividad anarcoautnoma, materializacinen el presente de cierta potencialidad contracultural, ha resistido. Esta subjetividad encuentra enlaces y prolongaciones en muchosotros movimientos y sectores sociales transformados por las modelaciones contraculturales del siglo XX, especialmente las de lasegunda mitad del siglo. Esta constelacin de subjetividades, producto palimpsstico del devenir histrico, subjetividadesantiautoritarias, utopistas, singularizadoras, creativas, comunitariamente nmadas y flexibles, igualitarias y asamblearias, han venidopara quedarse y seguir actualizndose, con sus distintas peculiaridades e intensidades, en el margen autnomo de la poltica, eincluso ms all de l, en distintos sectores de la sociedad general.

    Adems de esta subjetividad afianzada, ha quedado un esperanzador poso de inteligencia colectiva fruto de la experienciaacumulada, un know how y un sentir identitario, deseable aunque tal vez demasiado rgido, y todo ello ms o menos conectado ensubredes fragmentarias. Diversos proyectos parecen haberse consolidado y madurado. Entre otras cosas, varias editoriales(Klinamen, Pepitas de Calabaza, Hermanos Quero, Muturreko ediciones, etc.). Algunos centros sociales parecen mantenerse, enZaragoza, Granada, Madrid, Barcelona o Valencia, y otros son los que se inauguran. La red de distribuidoras sigue funcionandocomo correo interno y transmisor de flujos de subjetividad (identidad y deseo colectivo, estilos de vida, ideas). De la misma manera,diferentes eventos se han convertido en un ritual movimentstico que refuerza la identidad del movimiento y anima los encuentros, lareflexin colectiva y el compartir proyectos (las ferias del libro y ciertos encuentros y jornadas temticas anuales).

    As las cosas, ste debe ser el momento para reflexionar y construir, tanto a un nivel prctico como terico, algo nuevo. La cuestines superar los errores pasados, desechar todo aquello que no vale. El centro social (y la okupacin donde sta es posible), parecehaber sido el mejor dispositivo material para desplegar las luchas autnomas, que se evidencian como luchas ya no simplementeobreristas, sino luchas sobre la totalidad de las esferas vitales: luchas biopolticas. Desde hace aos, incluso dcadas, esta centralidaddel centro social biopoltico ha sido tambin asumida por el resto de la autonoma no anarquista del resto de los pases. Muchos sonlos problemas de los CSA. La financiacin es uno, pero el relativo a las drogas es posiblemente el que se evidencia como el msgrave. Un problema que se refuerza debido a una despolitizacin esttica y una adolescentizacin del movimiento anrquico.

    En un nivel terico vemos emerger distintos proyectos que intentan pensar la situacin actual para superarla. Ekintza Azuzena escada vez ms una revista dedicada a pensar en trminos de movimiento; la presente revista Transversal va en esa misma direccin, sibien desde un posicionamiento diferente y con una identidad ms difusa. Distintas publicaciones de las editoriales antes comentadasexpresan de igual modo el afn de pensar lo movimentstico. Un ejemplo sera el libro sobre los disturbios incendiarios del aopasado en Francia, firmado por Alssi DellUmbria y editado por Pepitas de Calabaza. A l nos referiremos de nuevo al final de esteartculo. Otros libros y artculos que van en esta misma direccin, pero con una aproximacin a la poltica de movimiento muchoms destructiva, son los escritos de Miguel Amors, publicados por Pepitas de Calabaza y Muturreko ediciones, que recopilan lostextos de sus charlas pronunciadas en diferentes locales del movimiento, tambin publicados por Internet en las pginas clave(alasbarricadas.org, lahaine.org, los indymedia, etc.). El ensayo Brbaros. La insurgencia desordenada, escrito por los italianosCrisso y Odoteo, traducido y publicado por la Biblioteca Social Hermanos Quero, es otro ejemplo ms. Un ejemplo en una lneamuy similar a los escritos de Amors. Una lnea que busca ms la confrontacin que la recombinacin, la destruccin que lacreacin, sobre un marco terico nada innovador (anclado en los ttricos anlisis del tipo Escuela de Frankfurt y similares). Creo quedebera trascenderse sta lnea terico-prctica si de verdad se quiere construir algo sereno y serio, algo que realmente nos valga paraalgo. Al fin y al cabo, el radicalismo ideolgico de Crisso, Odoteo, Bonnano o Amors, realmente es un movimiento tcticoenclaustrante y/o autodestructivo. En un plano poltico, en el contexto actual, no parecen tener nada que aportar.

    2. Poltica de movimiento autodestructiva.

    Tanto el escrito de Crisso y Odoteo como los de Amors comparten una misma lnea de radicalismo polticamente ingenuo, quedifcilmente pude desembocar en otra cosa que en el aislamiento del movimiento con respecto al resto de los movimientos ms omenos antagonistas. Tal guettizacin no puede conducir sino a la renuncia de una accin verdaderamente eficaz. No se trata sta deuna renuncia a la lucha social, ni mucho menos. Estos tipos de discursos suelen coincidir en abogar por organizaciones centradas enlos centros sociales y las coordinadoras con el fin de incidir y participar de las luchas biopolticas de los llamados nuevos

  • movimientos sociales (luchas ecologistas, anti-TAV, por ejemplo). Sin embargo, su apuesta por la ruptura con todo el resto de laautonoma diferente a ellos, imposibilita prcticas recombinantes y procesos macropolticos de amplio alcance. Se renuncia as aconvertir en realidad la potencia virtual de la subjetividad autnoma de la multitud. Es sta una renuncia resentida, desmoralizante ypesimista (en el sentido de hacer de lo psimo una ideologa). Se trata de afirmar la singularidad del movimiento rechazando alenemigo ms cercano, en este caso ya no la CNT sino la autonoma post-marxista, negrista, etctera, y otros nuevos movimientossociales ms o menos autnomos. Para Amors, todos ellos, sin distincin, no son otra cosa sino el Partido del Estado (Amors:2004). La injusta uniformalizacin bajo este insultante concepto supone adems, y como decamos y argumentaremos, una renunciaa la virtualidad de la multitud. Una renuncia escrita en el vaco: no hay ninguna sugerencia, no se aporta alternativas a lo que secritica. Para Amors, al igual que para el Debord de Comentarios a la Sociedad del Espectculo, el triunfo del capitalismoespectacular significa la masificacin y atomizacin de la sociedad, la alienacin total, especialmente de la juventud. En elEspectculo Integrado, dir, la gente deviene masa alienada y desmemoriada, incapaz de reflexin, incapaz de construir proyectosduraderos, incapaz de crear un pensamiento crtico. En su artculo Los ltimos 20 aos de liquidacin social, despus de tachar derecuperadores y reformistas a todos los que no sean los suyos, termina por mostrar a las claras el nihilismo que, de tan radicalque es, ha dejado ya de ser efectivo, para volverse una mera pose ilustrada; un radicalismo espectacular, esta vez s, en el sentido queDebord le daba a esta palabra.

    Debido al ttrico panorama que pinta y a la falta de ideas para superarlo, parece que la solucin no pasa sino por volver sobre elpasado. Siempre tiempos pasados fueron mejores, deca el poeta. En el artculo de Amors antes sealado, fcilmente localizableva Google, la nica solucin que contempla es poco ms que el lamentar lo perdido y esperar mejores tiempos: Habra que sacar elmejor partido de la experiencia histrica, reanudando la tradicin de los oprimidos e inspirndose en ellos. Cierto, pero lo querealmente se justifica con esto es el mantenerse en el guetto para conservar la pureza: La solucin pasara por un replanteamientocrtico de su actividad que no debiera tener otro objetivo que el de mantener un nivel elevado de conciencia social en condicionesque sabemos son extremadamente desfavorables. Autocriticarse para seguir conciencia dos, lo que en el contexto de sus escritossignifica encerrarse y mantener a los que queden dentro petrificados en las viejas ideas. Que las ideas no cambien y resguardar eldogma (Los que no son masa acrtica, los concienciados, es sabido que son los que no estn alienados: los que saben LaVerdad de sus intereses objetivos y los del resto. Es esta verdad alcanzada la que debe conservarse impoluta). En Los cambios de lamodernidad tarda, otro artculo fcil de encontrar por Internet, dir esto mismo pero an ms claro. La solucin autocrtica no esotra cosa que cerrarse en la caverna: formar una especie de sociedad dentro de otra, en la que rijan los viejos valores de la amistad,la solidaridad y la libertad. En ella ha de quedar a resguardo la experiencia y la memoria, manteniendo una conciencia histricasubterrnea que deber salir a la luz cuando el nihilismo de las masas la llame. Nada explica cmo el nihilismo de las masasdespertar ni qu papel juegan los antagonistas en esto. Nada explica qu es lo que convierte a las masas desmemoriadas, infantiles eirreflexivas, en todo lo contrario. Nada excepto el nihilismo, del que Amors alienado por la teora de la alienacin hace su causa.Eso s, avisa que la revolucin ya no ser propiciada por una huelga general, sino que devendr de bloquear los lugares decirculacin y produccin. Por supuesto, desde la caverna no se puede bloquear nada. Todo esto, junto con su apuesta por noabandonar la lucha, nos lleva al escenario poltico de la desesperacin y hace el juego a las ideologas insurreccionalistas que lmismo rechaza.

    El ensayo de Crisso y Odoteo (Cchr(38)0) sigue la misma direccin: destruir, imposibilitar alianzas, declararse los verdaderosrevolucionarios y, al final, realmente no decir nada. Hacer del nihilismo su causa. El lenguaje es incendiario: el contenido esfanganoso. Segn ellos, ya no hay metarrelatos ideolgicos ni utopas capaces de mover a las masas. Slo hay el disgusto, ladesesperacin, la repugnancia de arrastrar la sangre esparcida por el poder (2006, 83). Con suerte, todo ese malestar, que sobradecir que no analizan en ningn momento, puede hacer que la situacin explote. Si fuese as, deberamos pensar qu revolucinpodra salir de unas masas alienadas desesperanzadas. A este tipo de ideologas e interpretaciones de lo social Nietzsche lo llam,con ojo clnico, el resentimiento y el espritu de la pesadez. El nihilismo de las masas -que realmente no es sino su propio nihilismoy su propia frustracin- es lo que pondr fin al Imperio y su orden, nos dicen. Por supuesto, al igual que el resto de losinsurreccionalistas y situacionistas ortodoxos como Amors, no dicen cmo propiciarlo, qu estrategias se pueden trazar, qualianzas, qu reivindicaciones pueden movilizar y proyectar procesos antagonistas. Mantenerse en negativo, es su nica propuesta.Vitalismo cero. Posiblemente estemos ante la propuesta poltico-estratgica ms insulsa y vacua de los ltimos tiempo. Ellos son ladevotio moderna en la postmodernidad, el contemptus mundi contemporneo, y se consuelan pensando que de alguna manera elApocalipsis crear las condiciones objetivas. Para colmo, suelen tener mucho que decir sobre quienes s que tienen propuestas. Estavez, con la publicacin de Brbaros, le ha tocado el turno al libro de Hardt y Negri (Nchr(38)H). Es esta una ocasin que no megustara dejar escapar. Aunque el libro de Cchr(38)O no brilla ni por su lucidez ni por su honestidad, y tampoco tiene gran cosa queaportar, su publicacin introduce la virtualidad de un debate posible en el seno de la fraccin anarquista de la autonoma. A travs de

  • la revisin de los libros de Cchr(38)O y de Nchr(38)H, intentar desarrollar aqu una visin distinta del devenir poltico delcapitalismo tardo, de la potencialidad del antagonismo, y de la posibilidad de una nueva alianza autnoma. A partir de los escritospostestructuralistas y la teorizacin de la autonoma italiana, tal vez sea posible dibujar lneas de fuga para superar losposicionamientos de la devotio moderna izquierdista.

    3. Crticas a Imperio en torno al generall intelect.

    A Toni Negri, sus teoras y sus polticas, es mucho lo que se le puede criticar desde una ptica antagonista. Para empezar su apoyo ala Constitucin Europea , que secund con la excusa de construir un contra-poder frente al imperio (Acaso no significaba unproceso de estatalizacin federal europea sobre una ms que evidente base neoliberal? Acaso no se trataba de un paso ms de laconstitucin jurdico-material de un nuevo nodo del imperio?). Crisso y Odoteo aciertan en criticar esta cuestin. Tambin estnacertados en su crtica a los restos del tecnfilo determinismo marxista an presente en Imperio: aquella tesis marxiana por la cual eldesarrollo de los medios de produccin trae consigo la revolucin y el comunismo. Sin embargo, Cchr(38)O, no llegan a argumentaruna crtica slida.

    Segn Negri y Hardt, desde los aos 1970 y 1980, y especialmente en el post-89, lo que vivimos es la transformacin delcapitalismo moderno (fabril) en un capitalismo postmoderno (de servicios). El nuevo capitalismo tiende a tomar una forma cada vezmenos industrial y cada vez ms cognitiva. Y esos medios de produccin inmaterial, cada vez ms centrales, tienen una cualidadmuy distinta de los anteriores. Los nuevos medios de produccin hegemnicos, aquellos que guardan relacin con los cerebros, losdeseos, los afectos y la inventiva, son unas maquinarias colectivas, son generall intelect. Adems de este carcter colectivo, ladistincin entre vida y trabajo se ve difuminada por la propio cualidad del trabajo cognitivo. En l se diluyen las esferas pblicas yprivadas de tal suerte que se vuelve muy difcil de mantener una distincin entre trabajo productivo, trabajo reproductivo y trabajoimproductivo. La produccin postmoderna deviene bioproduccin. La crtica del valor de Marx no haba sido sino una teora de lacuantificacin del valor. En la postmodernidad, al estar el trabajo enterrado en la enormidad de la vida, el valor est ms all detoda medida (Negri y Hardt, 2004: 387). De tal manera, ya no hay ningn reloj que pueda fichar el tiempo en el terreno de laproduccin biopoltica (ibid, 422), pues el trabajador produce en todas partes y a lo largo de todo el da, fuera incluso de la empresa(produce generall intelect, afectos, software, formas organizativas nuevas, etc.). Ya que la bioproduccin no puede medirse nilocalizarse, ya que no es algo cuantificable, el antiguo lema igual paga por igual trabajo, defendido tanto por los viejos comunistascomo por los anarco-colectivistas para sus utopas, pierde todo su sentido. De la misma manera que pierde todo su sentido lapropiedad privada, que ya no es ms que una miserable falsificacin, dirn Negri y Hardt, que no encuentra ningn referente quepueda validar la individuacin que opera sobre el trabajo y los medios de produccin, ya sean stos materiales o cognitivos. De aquque los autores propongan la implementacin del ingreso social universal como alternativa.

    Negri y Hardt atribuyen un papel importante a la subjetivizacin (de la multitud) y la accin provocada por sta. Como veremos,para ellos la reestructuracin, incluso la constitucin del Imperio, fue un efecto de la productividad de las subjetividades de lamultitud, que acabaron por hacer inevitable la superacin del imperialismo clsico y su regimen disciplinario, una vez que la figuracentral del obrero-masa del periodo industrial dio paso a la multitud en la postmodernidad. An as, an atribuyendo un papelimportante a la subjetividad, su teorizacin no est carente de un cierto determinismo semi-marxiano. Es conocida la tesis de Marxsegn la cual, an reconociendo un margen de aleatoriedad relativa a la construccin poltica de la subjetividad, el desarrollo delcapital y de los medios de produccin industriales conduce al advenimiento dialctico del comunismo, es decir, del paso de laprehistoria de la humanidad a la verdadera historia de la humanidad. Negri y Hardt, desde una filosofa de la inmanencia,trasladan esta lgica a la transformacin bioproductiva actual: Cuando el poder humano se manifiesta inmediatamente como unafuerza coopertativa colectiva autnoma, la prehistoria capitalista llega a su fin. En otras palabras, la prehistoria capitalista llega a sufin cuando la cooperacin social y subjetiva ya no es un producto sino un supuesto previo, cuando la vida desnuda se eleva a ladignidad de la fuerza productiva (ibid: 388). Esto ocurre con el proceso que instaura cada vez ms al generall intelect, cooperativo,vital y colectivo, en la centralidad de la (bio) produccin. Sin embargo, lo cierto es que los medios de produccin cognitivos, aunquecualitativamente distintos, son tan sociales, cooperativos y vitales, como siempre lo han sido los medios de produccin. Laindividuacin y cuantificacin del trabajo y la propiedad fueron siempre una falsificacin insostenible que poca relacin guardabacon la realidad del referente (Baudrillard, 1973).

    Segn Negri y Hardt: hoy resulta imposible medir el trabajo, ya sea mediante la convencin, ya sea mediante el clculo (2005:

  • 421). Y sta parece ser una situacin insostenible. Pero lo cierto es que siempre fue imposible medirlo e individualizarlo. Sinembargo, el capitalismo triunf por ello. El debate entre anarco-comunistas y anarco-colectivistas durante el XIX es aqu procedente.Kropotkin se manifestaba en contra del pago por tiempo de trabajo colectivista en razn de que cualquier tipo de produccin,material o inmaterial, en realidad no era sino el fruto de la cooperacin de muy distintas manos y cerebros, manos y cerebrosvoluntaria o involuntariamente coordinados. Un simple ladrillo en un edificio significa una produccin intelectual y manual de muydiversas personas. La colocacin de un simple ladrillo es deudor de la produccin tanto del pen, como del arquitecto, como delartesano, como de todas las producciones materiales e intelectuales que devinieron, a lo largo del tiempo, en la actualidad del objetoy su colocacin estructural. La cooperacin productiva, por cierto, era ms intensa en muchos talleres pre-tayloristas que en muchasempresas actuales de diseo grfico. La vida en su totalidad, en muchas barriadas, no era menos cooperativa. Kropotkin hizo sucausa de la crtica a los principios cuantificadores e individualizadores de la Economa Poltica. El prncipe anarquista preguntaba asus opositores: Cmo se puede medir el trabajo, cmo se puede precisar cunto corresponde a cada uno y cmo se puede segregaren la forma del salario cuando ste es histrico y social? La cuantificacin era una obvia falsificacin que organizaba el mundo enfavor de ciertos sujetos. Pero no por esta razn, no por ser incoherente la explicacin cultural capitalstica con el referente queordena, el relato capitalista que representa y legitima la produccin de la Economa Poltica tiene por qu desaparecer, y, de hecho,no lo ha hecho, por mucho que se haya transformado.

    Para entender el funcionamiento de la cultura capitalstica debemos comprender qu es lo que significa. El capital es antes que nadauna matemtica desterritorializante del intercambio que ordena el mundo que define. Stephen Tylor est en lo cierto cuando apuntaque la historia intelectual de los siglos XIX y XX es esencialmente una crnica de la mathesis del pensamiento, un movimiento haciauna matematizacin empezada en su forma moderna por Galileo, y que culmina en el siglo XX con la formalizacin del lenguaje,del vnculo mismo del pensamiento (Tylor, 1978: xi). La axiomtica del capital y el dinero, an inspirados en el mundo real, no tieneporqu guardar una relacin de consistencia con el referente que axiomatizan. Es axiomtico en el sentido de que no debe demostrarsu validez ontolgica. Su justificacin es interna a su lgica. El vnculo con la exterioricidad es, como en la matemtica,proposicional, condicional: si x es igual a Dando por sentado el si condicional, la matemtica capitalista se rige por una lgicainterna. Su justificacin es tautolgica. Puede introducir siempre nuevos axiomas, que descodifican muy distintos cdigos,integrndolos dentro de la abstracta relacin capitalista.

    El capital slo guarda relacin de consistencia con respecto a s mismo; con respecto a su propia lgica. Bsicamente su operacinconsiste en la descodificacin o sobrecodificacin de todas las codificaciones sociales anteriores: las subsume todas en un espacioliso que impregna de sentido. Deleuze y Guattari en El Anti Edipo, a partir de los estudios de Bohannan, expresan con maestra estaidea en relacin a la codificacin econmica de los Tiv nigerianos, y la desterritorializacin que produjo la colisin de sucodificacin con la axiomtica capitalista. Entre los Tiv existan distintos campos de intercambio: uno para bienes de prestigio, otropara bienes de consumo, otro para el intercambio de mujeres y nios. En cada plano slo determinados productos podan serintercambiados por otros productos concretos. Los lmites se entrecruzaban con la codificacin del parentesco y la alianza. Alintroducirse una nueva medida (el dinero), todas las codificaciones fueron absorbidas por este campo axiomtico. Incluso transformla sacralidad de la tierra, de forma que sta pudiese remitir a la axiomtica capitalista, y as pudiese traducirse en un objetocuantificable e intercambiable, vendible y comprable. No obstante, entre los Tiv, de vez en cuanto, cuando el deseo lo impona, sedescodificaban los campos permitiendo trocarse un producto por otro de un campo inapropiado. Esta descodificacin es locapitalstico, pero en su sociedad tradicional este efmero momento capitalstico rpidamente era reterritorializado dentro de loscampos segregados por los cdigos de la alianza y el parentesco. Deleuze y Guattari considerarn que en las sociedades humanassuele haber varios tipos de lmites. El lmite absoluto, el esquizofrnico, es aquel que se da cuando los flujos de deseo traspasan losmuros, mezclando todos los cdigos y desterritorializando la formacin social. Por lmite real entendern aqul presente en distintasformaciones no capitalistas, que encierra al mercader y al tcnico, impidiendo que los flujos de dinero y de produccin cobrenautonoma, pues esto destruira los cdigos. El capital, en cambio, no es un cdigo sino una axiomtica: en tanto que lo que limitaempieza y acaba con la abstraccin del dinero. El capital, dirn Deleuze y Guattari, es el lmite relativo que hace correr flujosdescodificados sustituyndolos por una axiomtica contable aun ms opresiva (2004a: 182). El capitalismo ser la formacin dondeeste lmite est generalizado. La hegemona del campo del capital nunca es una hegemona total, distintas codificaciones convivencon l. El capitalismo no es la centralidad absoluta de la limitacin capitalstica, lo que el capitalismo significa es la hegemonaestadstica de este lmite.

    El capital lo que hace es introducir una medida de valor en relacin a la cual todo es homologable sobre un mismo plano denaturaleza, cuantificable e intercambiable: las tierras, las personas, los afectos, los servicios, los paisajes, los objetos, todo lo ubicaen un mismo campo liso y abierto. Como principio lgico inmanente del plano, el capital hace posible la traduccin de lo diferente.

  • Se trata de una lgica parecida a la que rige en el concepto moderno del tiempo, en tanto que sucesin densa cuantificable quehomologa el tiempo subjetivo bajo el sello numrico. Slo que en esta visin cultural del tiempo ste nada ms que puede avanzarlinealmente mientras que el devenir del capital es circular, siempre retorna.[1] El capital es un pensamiento matemtico totalextrapolado al mundo social. El tiempo abstracto es para el capital su medida de duracin (el propio tiempo matemtico esaxiomatizado como capital: pinsese en los intereses crediticios). Uno y otro avanzaron en paralelo hasta converger en la proclamade Benjamin Franklin: El tiempo es oro!. Tanto lo uno como lo otro no necesitan consistencia con el referente (Qu lo necesita?Qu lo tiene?). Producen un campo que mientras sea producido por el deseo y lo social no necesita una exterioricidad parareproducirse. Su superacin, por tanto, en ltima instancia, no guarda relacin con los cambios en el referente, sino con lastransformaciones en la subjetividad. Podra decirse que el cambio social en la postmodernidad puede facilitar una prdida dejustificacin de la cultura del capital, y esto es importante sealarlo. Pero slo eso: introduce facilidades y no otra cosa. Ladestruccin del lmite capitalstico no guarda relacin con la verdad sino con el deseo. La novedad material del capitalismo cognitivoy del generall intelect tampoco justificara la necesidad o deseabilidad de la renta bsica. Por otro lado, as explicado lo capitalstico,se comprender que el generall intelect podra llevar tanto al comunismo anrquico como al fascismo ms absoluto, o seguirreproduciendo el neoliberalismo, tal y cmo lo lleva haciendo en las ltimas dcadas. La materializacin de sus virtualidades, denuevo, remite a la poltica de la formacin social del deseo.

    Otras muchas y distintas son las cuestiones criticables a Imperio. Lisa Rofel critica que su visin es extremadamenteuniformalizante, tanto cuando hablan del mundo como una realidad capitalsitica como cuanto habla de la virtualidad de la multitudcomo si sta pudiese ser reducida a un sujeto. Critica tambin que su visin es excesivamente unilineal, y excesivamente centrada enlo occidental (Rofel, 2002). De igual modo podra criticarse su continuismo con la ideologa ilustrada del progreso ("sostenemos queel imperio es mejor del mismo modo que Marx sostena que el capitalismo es mejor que las formas de sociedad y modos deproduccin anteriores a l, pgina 64).[2] O tambin, su anlisis excesivamente centrado en lo macro de la poltica, la economa yla ley, que oscurece la lgica de lo micro, o la poca atencin prestada en Imperio a la microdinmica del cambio cultural, por muchoque ste se seale como aspecto importante. De igual modo podra criticarse su continuismo con el lenguaje del proletariado[3], o lasubestimacin del carcter activo y productivo de las formaciones capitalistas (por otra parte, consecuencia del muy meritoriointento de rechazar las teoras opuestas, que menosprecian el papel de la agencia social). Por ltimo, muchas de sus interpretacionesen torno a la potencialidad y la actualidad del imperio pueden resultar exageradas. Ellos mismos consideran sus ideas al respectocomo hiptesis que deben validarse en la prctica social. Como Foucault y Deleuze, definen su teora como una caja deherramientas con las que transformar lo social. En el momento que una no valga, debe ser desechada, nos dirn.

    Pero, al margen de estas cuestiones criticables o imprecisas, muchas otras aportaciones y posicionamientos recogidos en Imperio sontremendamente potentes y utilizables para construir en contra del imperio. Crisso y Odoteo no parecen ver nada positivo en sulectura, a lo mucho el concepto de imperio, esto es: una nueva forma de soberana global, compuesta de distintos actores pero regidapor una lgica capitalstica comn. Aceptan la novedad de esta formacin. Pero, no entendiendo muy bien la ambivalencia delimperio, tachan a Negri y Hardt de meros emisarios de este imperio que critican. Por desgracia, son muchas otras cosas las que nocomprenden. Por ejemplo, cuando Nchr(38)H hablan de constitucin, Cchr(38)O piensan que de lo que estn hablando es de leyes.En mismo prlogo de Imperio los autores advierten: al decir constitucin nos estamos refiriendo tanto a la Constitucin formal, eldocumento escrito junto con sus diversas enmiendas y aparatos legales, como a la constitucin material, es decir, la formacin yreformacin continuas de las composiciones de las fuerzas sociales (Negri y Hardt, 2005: 16). Los malentendidos no quedan aqu.Hay ms.

    4. Hacia una subjetividad indomable.

    Los postmodernos suelen ser difciles de leer. Para entender algo siempre tienes que haberte ledo otras muchas cosas antes. Susteoras suelen ser complejas, y no cesan de inventar conceptos; nada criticable, por cierto. Conceptos tan cotidianos comoalienacin o depresin tambin fueron en su da excentricidades un tanto complejas de comprender. Por otro lado, ya desde elprincipio, Nchr(38)H avisan que sus dos principales lecturas para escribir Imperio han sido El Capital de Marx y Mil Mesetas deDeleuze y Guattari. Aunque Imperio no es un libro especialmente difcil de leer, si no has ledo estos libros ni tienes una mnimanocin de postestructuralismo puedes estar seguro de que se te escaparn muchas cosas. Y est claro que Crisso y Odoteo no hanentendido ni ledo gran cosa. Por ejemplo, critican el enunciamiento postmoderno de la muerte del sujeto por considerar quefomenta la resignacin y el conformismo. Pero realmente no hay muerte del sujeto alguna. De lo que hablan Deleuze, Guattari y

  • Foucault, Negri y Hardt (los ltimos basndose en los primeros, y los primeros con la ayuda de Derrida) es de la deconstruccin delsujeto. Su nfasis es por comprender cmo se producen los sujetos, individuales y grupales. De ah que utilicen el conceptosubjetividad para referirse al producto de este proceso, y el trmino subjetivizacin para referirse al propio proceso. Crisso yOdoteo encuentran en esto un problema: no lo consiguen entender y se frustran. En vez de leer ms e intentar comprender qusignifica eso de la subjetivizacin y la subjetividad, recurren al diccionario para ver qu significa: subjetividad: la cualidad delsujeto. Partiendo de un diccionario cualquiera, concluyen que los postestructuralistas deben estar equivocados, porque si lasubjetividad es la cualidad del sujeto, el sujeto debe seguir siendo central. No puede morir. Debe estar tan vivo como con Descartes.

    El postestructuralismo entiende que el sujeto no es algo ni central ni constituyente, sino un producto. Foucault sostena que era unaconstruccin vectorizada por el poder, por la produccin del poder y su represin, una construccin mucho ms que individual,tambin social y cultural, que se da en el seno del juego histrico de las luchas de dominacin y resistencia. Deleuze y Guattari,razonando en paralelo con Foucault, consideraban que el sujeto era una representacin unitaria y momentneamente esttica de lasmultiplicidades reales que lo producen; un residuo de la produccin del deseo y lo social, siempre inscrito en el devenir histrico. Loque intentan hacer es romper con el absolutismo individualista del yo. En contra del autoritarismo de los esencialismos, incluso losde yo, apuestan por una postura construccionista de las cosas (tambin del yo). En El Anti Edipo y Mil Mesetas Deleuze y Guattariexplicaban pausadamente esta construccin y lo hacan no con la intencin de domesticar las luchas, sino con el propsito deprofundizar lo revolucionario. De hecho, su intencin era revolucionar a los revolucionarios, como decan en los 1960, a travs deun tipo de revolucin personal que deba avanzar con la social. Una idea muy contracultural (filosofa pop, que llamaron ellos). Alfin al cabo, su filosofa es un hermoso legado contracultural de las luchas de esos aos. La cuestin que abordan es el cmo acabarincluso con el microfascismo, el fascismo al nivel molecular, en el plano del deseo, dentro de nuestros cuerpos, dentro incluso de losgrupos revolucionarios. Nada que ver con el conformismo.

    Para comprender qu quieren decir Nchr(38)H por subjetividad y subjetivizacin nadie debera recurrir al diccionario, comoridculamente hacen Cchr(38)O. Sera mucho ms acertado acudir a la fuente que los propios autores sealan: Mil Mesetas,especialmente el captulo titulado Cmo hacerse un cuerpo sin rganos?. Para Deleuze y Guattari el cuerpo es mucho ms quealgo biolgico. Ms all de lo biolgico, el cuerpo tiene tres estratos: organismo, significancia y subjetivizacin. El organismo no seentiende en un sentido biolgico, si no que se trata de la organizacin del cuerpo en tanto que organizacin de sus mquinasdeseantes. Sera la relacin que con estos rganos de produccin deseante establece el cuerpo. La significancia son los valores, lasrepresentaciones y los significados en los cuales nos organizamos. La subjetivizacin es el acto de individualizarse a partir deexperimentarse como sujeto. Por el contrario, construir un cuerpo sin rganos, es decir, un campo inmanente de deseo, implica dejarde ser un organismo, pervertir las significaciones y dejar de experimentarse como un yo. No desconstruirse de forma total (estosignificara la muerte del cuerpo): conservar una buena parte del organismo para que pueda maana pueda volver a formarse ()conservar pequeas dosis de significancia y de interpretacin, incluso para oponerlas a su propio sistema cuando las circunstanciaslo exijan () conservar pequeas dosis de subjetividad, justo las suficientes para poder responder a la realidad dominante (Deleuzey Guattari, 2004a: 165). No completamente, sino ms bien desconstruirse epicreamente, en la dosis suficiente pero no excesiva parapoder superar el sometimiento a lo Uno y poder afirmar las multiplicidades. Experimentarse como yo es inevitable, pero hay quehacerlo tambin como conjunto de multiplicidades, intensidades, sensaciones y deseos. La cuestin es no dejarse atrapar por lasformas petrificadas del organismo, el significante y el yo. De lo que se trata es de poder devenir, abrazar la diferencia, poder crearinfinitos campos de deseo, sin dejarse atrapar por la tirana de la normalidad en ninguno de los tres estratos. Para la revolucinpersonal esto tiene una obvia consecuencia prctica, pero para la poltica y social tambin. El plano deseante y social son de lamisma naturaleza, por mucho que sean distintos registros, uno singular el otro estadstico. Lo deseante produce lo social de la mismamanera que lo social produce lo deseante, y ambos estn trasversalizados por y crean lo cultural. En este contexto terico debeentenderse el siguiente comentario de Negri y Hardt:

    La voluntad de estar contra la realidad [en nuestro caso, contra la realidad del imperio] necesita de un cuerpo completamenteincapaz de someterse al dominio. Necesita un cuerpo que sea incapaz de adaptarse a la vida familiar, a la disciplina de la fbrica, alas regulaciones de la vida sexual tradicional, etctera. (Si uno comprueba que rehsa estos modos normales de vida, no debedesesperar, sino hacer realidad su don!). Sin embargo, adems de no estar en absoluto preparado para la normalizacin, el cuerpodebe ser capaz de crear una nueva vida. () Tenemos que construir un artificio poltico coherente. () Los senderos infinitos de losbrbaros deben formar un nuevo modo de vida (Negri y Hardt, 2005: 238).

    Debe construirse un artificio poltico que posibilite el despliegue y la conexin del deseo, la conexin de los cuerpos, su continuaproduccin deseante y su disfrute. Es decir, construir el lugar comn de la singularidad. Los senderos de los brbaros son y deben

  • ser infinitos en multiplicidad. Nada de sometimiento a una voluntad general, ni la del Dspota (de izquierdas o derechas), ni la de laorganizacin unitaria, por mucho que sea revolucionaria. Y para lograr esta transformacin social debe poder constituirsesubjetividades sociales de gran envergadura, convertidas en sujeto poltico a travs de un programa que defina lo comn. Esto es loque propondrn Negri y Hardt.

    Las interpretaciones construccionistas del sujeto en lo molecular tienen su correlato en lo molar. En relacin con esto y el problemade las clases sociales, Franco Berardi Bifo, otro autonomista italiano, en su conocido manifiesto Qu significa hoy autonoma?,fcilmente localizable por Internet, dir:

    Lo que me interesa subrayar de la operacin filosfica del llamado operaismo italiano es el desmontaje de la nocin de sujeto que elmarxismo hered de la tradicin hegeliana. En lugar del sujeto histrico, el composicionismo empieza a pensar en trminos desubjetiv/accin. El concepto de clase social no tiene una consistencia ontolgica, sino que debe entenderse como un conceptovectorial. La clase social es proyeccin de imaginaciones y proyectos, efecto de una intencin poltica y de una sedimentacin deculturas. (Berardi, http://caosmosis.acracia.net/ ?p=203).

    Lo social, lo cultural y lo deseante son realmente tres distintos planos de una misma naturaleza. Se configuran mutuamente. Por esola perspectiva construccionista o composicionista del sujeto tiene su correlato en lo relativo a las categoras social. Desde estaperspectiva se entiende que la clase no es una unidad esttica, con unas necesidades, intereses y deseos esenciales, sino unasubjetividad colectiva constantemente rearticulada y redefinida, que produce con distintos y cambiantes deseos, intereses ynecesidades. En Imperio Nchr(38)H siguen hablando de proletariado, en los trminos en que lo haca Debord para la sociedad deconsumo cuando adverta que ella significaba el advenimiento de la generalizacin del proletariado. Tesis que no comparto (ver nota3). Bifo va ms all: no me gusta la expresin operaismo por la implcita reduccin a una referencia social restringida, y prefiero lapalabra composicionismo. El concepto de composicin social o composicin de clase, ampliamente utilizado por los pensadoresoperaistas, parece tener ms que ver con la qumica que con la historia social, y prosigue: Si usamos el concepto de composicinpodemos comprender mejor lo que sucedi en Italia en los aos 70, y podemos entender mejor qu quiere decir autonoma: no es laconstitucin de un sujeto, no es la identificacin de los seres humanos con una figura social prefijada, sino el cambio continuo de lasrelaciones sociales, la identificacin y la desidentificacin sexual y el rechazo del trabajo. El rechazo del trabajo es un producto de lacomplejidad de las inversiones sociales de deseo (ibid). Tanto desde la ptica post-operaista de Nchr(38)H como desde lacomposicionista, se entiende que la receta poltica no puede ser una e inmutable en el tiempo, sino que la teora, como deca Marx,debe seguir el movimiento concreto de la prctica. Este movimiento es lo que estudian Nchr(38)H de cara a poder ofrecer una cajade herramientas poltico-terica.

    5. Dialctica, inmanencia y cambio social.

    El ensayo de Crisso y Odeteo ms que poner sobre el tapete las carencias de Negri y Hardt, lo que hace es poner las suyas propias.Otra obvia ignorancia por su parte es el tratamiento que hacen de Negri y Hardt como sucesores de la dialctica hegeliana. Lo ciertoes que Nchr(38)H se muestran incomprensiblemente incoherentes a este respecto. Parecen defender una explicacin dialctica en lorelativo al capitalismo del XIX (sin entrar mucho en ello) y, al mismo tiempo, una filosofa positiva de la inmanencia para hablar dela etapa postmoderna. La cuestin de la teora como caja de herramientas no justifica tal contradiccin, pues, aunque la teora debeseguir el devenir de la prctica, una enunciacin filosfica de tipo ontolgico no puede ser antittica. Entre la ontologa dialctica yla inmanente hay una relacin disyuntiva excluyente (o). De esta manera, con un movimiento imposible, solucionan la cuestindel replanteamiento filosfico concerniente al siglo XIX, fusionando conjuntivamente (y y) la filosofa marxiana y deleuziana.Un replanteamiento crtico con la versin marxiana se escapara al objeto de este artculo, y excedera el espacio del que dispongo.Puede consultarse a este respecto El espejo de la produccin de Jean Baudrillard (1973)

    Sea como sea, Nchr(38)H finalmente optan por una filosofa inmanente y no dialctica, del mismo modo que inmanente ser supoltica propuesta. Optan por esta filosofa positiva en tanto que consideran que ya no hay posibilidad de hablar de tesis y anttesis,en tanto que ya no hay un adentro ni un afuera. En el plano territorial el capitalismo ya no tiene un afuera: su imperio ha devenidoglobal. En el plano social:

    Las relaciones de explotacin capitalista se expanden por todas partes ya no se limitan a la fbrica sino que tienen a ocupar todo elterreno social. Por otro lado, las relaciones sociales atraviesan completamente las relaciones de produccin, con lo cual imposibilitan

  • cualquier exterioridad entre la produccin social y la produccin econmica. La dialctica entre las fuerzas productivas y el sistemade dominacin ya no tienen un lugar determinado. Las cualidades mismas de la fuerza laboral (la diferencia, la medida y ladeterminacin) ya no pueden distinguirse, como tampoco puede localizarse ni cuantificarse la explotacin. En efecto el objeto de laexplotacin y la dominacin tiende a no ser ya un conjunto de actividades productivas especficas, sino que procura abarcar lacapacidad universal de producir (Negri y Hardt, 2005: 231).

    La explotacin econmica y la dominacin poltica han sido integradas, junto con la explotacin de los deseos y los afectos de lamultitud, en una suerte de biopoder, y este biopoder integrado, su intensidad y cualidad, es lo que caracteriza el imperio. Negri yHardt no son dialcticos. Crisso y Odoteo s. Aunque acusan a los primeros de seguir una dialctica hegeliana, de lo que realmenteles acusan es de haber trascendido la dialctica marxista de la que son Cchr(38)O partcipes. A Hegel y a los autores de Imperio lesreprochan el no haber sido realmente dialcticos, es decir, marxistamente dialcticos. Para Hegel () la unidad emerge realmentede las luchas de los mltiples que la componen (Crisso y Odoteo, 2006: 32). Pero este movimiento es falso, su mentira esmanifiesta: si esta unidad no suprime lo mltiple, no lo realiza tampoco ya que se limita a domesticarlo para ponerlo al servicio de latesis inicial (ibid). Existe lo Uno y lo Mltiple, y estn en contradiccin real (es decir, total), pero si lo mltiple no destruye lo Uno,lo Uno terminar por capturar lo mltiple y lo reforzar: la unidad -a la que aspira cualquier forma de poder- resultara invencible siantes que estar fundada en la exclusin de la multiplicidad- es decir, de la oposicin- encontrase su realizacin en la asimilacin deesta ltima (ibid, 2006: 32). Critican que Nchr(38)H no se estn oponiendo (de forma total) a lo Uno (el Imperio), sino quesimplemente buscan reformarlo y que esto no puede llevar a otra cosa que a una vuelta de la misma tesis pero vacunada.

    Es evidente que no se han molestado en entender la filosofa de la inmanencia y el concepto de multiplicidad de Deleuze. En estafilosofa se inspiran Negri y Hardt. Para Deleuze el movimiento de la dialctica es un movimiento falso. La dialctica funciona sloa travs de una negacin externa (anttesis). Es negando lo que no es en su totalidad como se puede afirmar lo que es. Pero Deleuzeargumenta que esta determinacin no puede ser necesaria, como debe ser toda determinacin, sino que tiene que ser aleatoria ycontingente, pues hace depender al ser de un no-ser. Siguiendo a Spinoza, el principio que enuncia vendra a decir algo as como queuna causa exterior a su efecto no puede ser una causa necesaria. Por otra parte, los conceptos de tesis-anttesis-sntesis sondemasiado abstractos para captar la multiplicidad en su singularidad, los ropajes demasiado amplios que dira Bergson, y tampocoson capaces de captar las multiplicidades (cualitativas y de tiempo o cuantitativas y de espacio en Bergson, molares y moleculares enDeleuze y Guattari). Por ltimo, la cadena tesis-anttesis-sntesis no es coherente porque, al ser la tesis y la antitesis elementostotalmente externos el uno del otro, no puede ocurrir una sntesis verdadera sino una mera suma de los contrarios (lo cual volvera amostrar la falsedad del movimiento dialctico).

    Para Deleuze realmente no hay una causa externa. La diferenciacin, el movimiento del ser, por tanto, no debe venir del afuera sinoque es una diferenciacin inmanente: el eln vital en Bergson, lo movido por los afectos en Spinoza, la voluntad de poder enNietzsche, el deseo (en tanto que proceso productivo de lo real y de la diferenciacin) en Deleuze y Guattari. Con este rechazo a ladialctica de Hegel lo que Deleuze busca tambin es rechazar la forma/estado que justifica el edificio terico hegeliano. Lasmultiplicidades ya no son ni parte de lo Uno ni una unidad orgnica de una unidad o totalidad futuras. La Totalidad deja de serprotagonista para representar ese papel las singularidades. Se trata realmente de una filosofa contra el Estado. La filosofa polticade Nchr(38)H va en la misma direccin. Y es por esta filosofa de la diferenciacin inmanente que dirn que la tarea, una vezuniversalizado el imperio, es luchar desde dentro y construir en su contra (Negi y Hardt, 2005: 240). Una tarea anticristiana, porcierto, al menos en el sentido de que ya no es la ensima versin del paso inevitable a travs del purgatorio a fin de poder ofrecer undestello de esperanza (ibid, 2005: 68).

    Crisso y Odoteo no lo creen as. Para ellos, toda esta filosofa de la diferenciacin inmanente y de la singularidad, es simplementeuna seductora lengua franca que esconde tras sus palabras hermosas el viejo juego dialctico, pero al modo hegeliano: la tesis es elImperio y su inmundo orden, la anttesis son los sbditos, la multitud, y sus luchas; la sntesis es la conciliacin, la superacin dela sntesis que oculta en realidad el retorno a la tesis: el orden del imperio enriquecido por la creatividad expresada por las luchas delos sbditos (2006; 47). De tal modo que realmente lo que Negri y Hardt proponen es reforzar el capitalismo. Pero esto slo podraser mnimamente coherente si realmente hubiese una relacin antittica entre multitud e imperio. Nchr(38)H creen que no es as.Consideran que la relacin es inmanente (la multitud est dentro del imperio, y ella es, adems, la que ha hecho posible que surgiera,a travs de sus transformaciones subjetivas y las luchas sociales internacionalistas). Lo que hay es una relacin, dentro de lainmanencia, antagonista. En este sentido la relacin entre multitud e imperio es como el escudo austro-hngaro, un guila de doscabezas, pero dos cabezas enfrentadas. Imperio y multitud son enemigos, en tanto que el imperio, sus organizaciones y acuerdosinternacionales, son la imagen invertida de la produccin internacionalista de la multitud.[4] Esta realidad inmanente la estudiaremos

  • con ms detalle en el siguiente epgrafe. Centrmonos ahora en la cuestin de la produccin de diferencia, captura capitalista yreterritorializacin, que Cchr(38)O quieren interpretar dialcticamente.

    Este juego de desterritorializacin y reterritorializacin es ampliamente estudiado tanto en Imperio como por el resto de laAutonoma. Una de las teoras fundamentales de la autonoma es que los modos de produccin de subjetividad, cultura y sociedad,no pueden existir ms que apoyndose en un orden poltico que crea prcticas sociales de control. Pero, al mismo tiempo, nuevasmaneras de vivir, de producir subjetividad, cultura y sociedad, dan lugar a nuevas formas de produccin y poltica. Crisso y Odoteoen otro alarde de demagogia falsifican esta hiptesis reducindola al ridculo: segn Negri y Hardt el proletariado, dirn Cchr(38)O,es l, de hecho, el que tiene el poder incluso cuando todo pareciera testimoniar lo contrario. Todo aquello que el dominio impone esl, en realidad, quien lo ha querido y conquistado (2006: 15). Tal hiptesis, que no es la de Nchr(38)H sino la que Cchr(38)Oquieren ver, rpidamente se prestan a refutarla. Mltiples ejemplos, nos dirn, son producto de la competencia militar y no de lasluchas sociales. Crisso y Odoteo mostrarn como estas formaciones son tambin productivas: la reestructuracin del urbanismo dePars tras cada revolucin no se produjo para favorecer el flujo nmada, dirn, sino para facilitar el control y la entrada masiva de losejrcitos por las avenidas, con el fin de reprimir las rebeliones. Lo cierto es que, no obstante, en esta crtica tienen algo de razn. Noen lo que dicen en relacin a Pars. Cchr(38)O como no son capaces de entender gran cosa, an cuando aciertan, lo hacen de rebote.En lo que tal vez tengan razn es en criticar la minusvaloracin de Nchr(38)H de la creatividad de las formaciones capitalistas. Negiy Hardt consideran que las formaciones capitalistas son siempre reactivas y pasivas, mientras que es el proletariado lo que es activo(Negri y Hardt, 2005: 291). Esto es bastante difcil de defender. El poder, como deca Foucault, no slo reprime, sino que produce.El mito del empresario emprendedor no es slo un mito, y no emprende slo gracias a las prefiguraciones o exigencias delproletariado, sino tambin a las posibilidades que le ofrece la hermenutica y la materialidad de la axiomatizacin capitalstica delmundo. De todas maneras, la crtica de Cchr(38)O no es procedente, y el ejemplo que traen a colacin para criticar a Nchr(38)H nosvuelve a demostrar que no son capaces de desarrollar una lectura comprensiva. Negri y Hardt no son tan rematadamente tontos niignorantes para no haberse percatado de lo que sealaban Crisso y Odoteo. Si Cchr(38)O se hubiesen molestado en leer Imperio contranquilidad se hubiesen dado cuenta. Sin ir ms lejos, en la segunda pgina del primer captulo, se afirma que la guerra y lasituacin blica en Europa fue uno de los motores que dio impulso a la formacin del imperio (2005: 24). La cuestin es, quanimaron esas guerras? Lo que tampoco defendern Nchr(38)H es que el poder no construya en contra de la multitud, algo que es,por otra parte, obvio. Lo que afirman es que lo hace pero de forma reactiva. De hecho, todo su libro trata de comprender este procesode desterritorializacin-captura-reterritorializacin. Negri y Hardt no dirn que la arquitectura-control haya sido deseada por elobrero-masa, de la misma manera que el imperio tampoco fue el producto del deseo de la multitud. Lo que sostienen es algo distinto:el proletariado verdaderamente inventa las formas sociales y productivas que el capital estar obligado a adoptar en el futuro(Negri y Hardt, 2005: 291). Si no hubiese habido esas revoluciones en Pars muy posiblemente las formaciones capitalistas nohubiesen desarrollado en aquel momento esos proyectos. La accin social fue la que cre tal necesidad al capital y la que lo oblig atal reestructuracin urbana, de la misma manera que las luchas sociales en el XX contra el sistema disciplinario, a travs de lasluchas internacionalistas, anti-coloniales y del xodo migratorio masivo y globalizado (a su vez, un deseo de movilidad en respuestacontra la reterritorializacin disciplinar-estatal del capital) fue lo que prefigur e impuls la superacin de los imperialismostradicionales y con ello impulsaron la formacin del imperio. Tal formacin, fruto de la produccin (econmica, combativa,deseante, imaginativa.) de la multitud, le ofrece a la multitud nuevas posibilidades, en concreto, realizar la virtualidadinternacionalista que desde el siglo XIX el movimiento revolucionario deseaba.

    Curiosamente, despus de reprocharles injustamente a Nchr(38)H el no haber atendido a lo negativo del proceso, Cchr(38)O tomanla posicin contraria y pasan a despreciar por completo lo positivo: La rebelin empuja al dominio a remodelar constantemente elmundo, pero el resultado final de esta reestructuracin corresponde siempre a los intereses de quien gobierna, nunca de quien serebela (Crisso y Odoteo, 2006: 51). Realmente interesaba al gobierno yanqui otorgar derechos a los negros o a los nativosamericanos, o fue el deseo movilizado del movimiento antirracista, unido al resto de flujos antagonistas, lo que cre al estado talnecesidad? Aunque los guettos siguen en pie, en un plano social o cultural, no consiguieron absolutamente nada? Ningunaconcrecin ni ninguna virtualidad? La reterritorializacin contra la poblacin negra tal vez haya desmantelado prcticamente todo loconseguido, dejando la ley en papel mojado, pero quien vaya a una reserva india ver que algo ha cambiado, en un grado diverso einsuficiente, por supuesto.

    6. Ms all del contemptus mundi.

  • Crisso y Odoteo dirn que Negri y Hardt tienen toda la razn al afirmar que la realidad que nos rodea, todo el mundo en el quevivimos, bajo la capa gris del conformismo que lo envuelve lleva el signo indeleble de las luchas sociales. Pero lo que no dicen esque este signo slo est en negativo. Estamos rodeados por las ruinas de nuestras derrotas. Lo mismo afirma Amors. Ahora bien,esto que dicen en relacin a Nchr(38)H no es del todo cierto. En el ltimo captulo de Imperio dirn precisamente que, an siendo laconstitucin del imperio la consecuencia y no la causa de la multitud, las luchas produjeron el imperio como una imagen invertidade s mismas (Negri y Hardt, 2005: 414). Es una idea que se repite a lo largo de toda la obra. Lo que no creen Negri y Hardt es queslo hayan quedado ruinas y derrotas: lejos de sufrir una derrota cada una de las revoluciones del siglo XX dio un nuevo impulso alconflicto de clases y transform sus trminos, proponiendo las condiciones de una nueva subjetividad poltica, una multitudinsurgente contra el imperio (Negri y Hardt, 2005: 414). Decamos que por imperio entienden un nuevo orden global, una nuevalgica y estructura de dominio que regula descentralizadamente el control y los intercambios globales en el cual la soberana delestado-nacin declina y se vuelve incapaz de regular los intercambios econmicos y culturales (ibid: 13-14). Ambas, la realidadimperial y su formacin por el impulso de la produccin de la multitud en tanto que multitud (y no obrero-masa u obrero-social), sonhiptesis arriesgas y que necesitan mayor investigacin, pero sin lugar a dudas, lo que hay es ms que meras derrotas y ruinas, haycreacin; transformacin y tambin reterritorializacin.

    Al igual que Amors, y tantos otros izquierdistas, Crisso y Odoteo sostienen que no ha habido ms que derrota, captura, vaciado decontenido y refuerzo del sistema. Ruinas y ms ruinas. La situacin, por tanto, es cada vez de mayor esclavitud. Concretamente, paraAmors, la mayor esclavitud no tuvo lugar con la implantacin de las poorhouses en el XIX, sino con la generalizacin del consumoy la distraccin del Espectculo: El ocio no las liber [a las masas] sino que culmin su esclavitud () Al individuo la diversin leviene impuesta no ya para reparar las fuerzas gastadas en el trabajo sino emplearlas en el consumo () Divertirse es evadirse, nopensar, por consiguiente, estar de acuerdo (Amors, 2005: 202). Tales ideas seran hoy consideradas delirios, sino fuese por toda lacontribucin al contemptus mundi de la cierta izquierda post-2 Guerra Mundial y todos sus anlisis (en ltima instancia moralistas)de la alienacin.

    Amors, Crisso y Odoteo, y tantos revolucionarios ortodoxos, califican a los postmodernos, cualquiera de ellos, de recuperadoresque hablan el propio lenguaje del imperio. Amors, no contento, se permite sermonear: la juventud est alienada, la juventud esviciosa, los videojuegos y las rave de que gustan no remiten al mundo del placer o el deseo sino al de la alienacin, las nuevastecnologas reducen a la juventud a la miseria moral (Ver Los ltimos 20 aos de recuperacin social"). Por tanto, ya no quedanada: ruinas de lo que un da fue, alienacin omnipresente. Slo queda esperar que el nihilismo de las masas estalle Cmoocurrir esto? No lo sabe muy bien: recordemos que para Amors las masas son incapaces de la reflexin, de la organizacin, de unpensamiento crtico, etc. No es ste un nuevo contemptus mundi![5] Cncer. A esta ideologa creo que podramos llamarla lareificacin de la teora revolucionaria, la devotio moderna en la postmodernidad o, simplemente, el nuevo contemptus mundi.Es decir, el pesimismo como ismo, la ideologa de lo psimo. Reificacin en el sentido marxista: lo que hace es dotar a losdispositivos de dominacin de un poder divino que no pueden tener, y, en ltima instancia, los terminan por convertir en loscreadores unidireccionales de lo social. Esto es muy parecido a lo que criticaba Marx como la trampa de la fetichizacin de lamercanca, slo que Amors, al igual que el ltimo Debord, la universalizan y, por tanto, caen en ella presos de un modo total. Traslas revoluciones no queda nada, dicen. La fetichizacin de la dominacin consiste en pensar que ella es capaz de producir el mundode por s a travs del hombre unidireccional, del espectculo, etctera. Para Debord, la realidad y el espectculo haban devenidouno. El espectculo produca lo real. Pero, quin produce el espectculo? Por qu se produce el espectculo de cierta manera y node otra? Los tremendismos de los situacionistas y la Escuela de Frankfurt jams pudieron dar una respuesta coherente a estacuestin. Parecan estar ms interesados en explicar la dominacin que el cambio social o la creacin del antagonismo, por esomiraban las cosas desde el lado de la dominacin. No obstante, nadie negar que el espectculo produce realidad, en la extensin, elgrado o la intensidad que sea. Pero lo que es tambin evidente es que algo debe producir al espectculo. Algo no exterior, sinoinmanente.

    Crisso y Odotea no son capaces de ver que realmente los flujos contraculturales (contra la cultura puritana, austera y laborista delXIX) han producido situaciones distintas, de la misma manera que tambin lo han hecho las luchas obreras. Por supuesto, siemprehay recuperacin. Como decamos, es un proceso de desterritorializacin-captura-reterritorializacin. Pero no dialctica. La tesisnunca vuelve, de la misma manera que realmente no hay ni anttesis ni tesis sino multiplicidades que la represin intenta paralizarreducindolas a lo Uno. Estos procesos de diferenciacin cambian efectivamente el mundo. Acaso no es evidente que los flujoscontraculturales anti-sexistas, hedonistas e indisciplinarios, lo han cambiado de alguna manera? No se han llevado por delante, enbuena medida, la vieja familia puritana y la sexualidad victoriana? No han hecho entrar en crisis la disciplina escolar? Esto noquiere decir, como les reprochan a Negri y Hardt, que los de abajo hayan hecho el mundo como han querido. Pero en Imperio nunca

  • afirman tal cosa. Negri y Hardt parten del hecho de que existe captura y reterritorializacin. La cuestin es que Crisso y Odoteo nose han enterado de nada y, para colmo, slo saben ver lo psimo: slo quedan las ruinas. Slo las ruinas? Pues estas ruinas seranla delicia del viejo obrero decimonnico! Qu le diesen a l la posibilidad de alienarse un poco en el consumismo!

    El problema de estos planteamientos es que jams sern capaces de ver una revolucin aunque sta ocurra delante de sus ojos. Elmejor ejemplo de tal ceguera son los artculos de Amors, tambin los de su mentor. Por ejemplo lo que escribi en Comentarios ala Sociedad del Espectculo Guy Debord, veinte de aos despus de su celebre ensayo y de la eclosin contracultural simbolizadapor el 1968. En la tesis III ya nos lo dice todo: dentro de lo que ha sucedido a lo largo de los ltimos veinte aos, el cambio msimportante reside en la continuidad del espectculo, y en la IV dir: en el plano terico no tengo nada que aadir a lo que habaformulado anteriormente ms que un detalle, la integracin del espectculo concentrado y difuso. Puede una persona tener los ojostan cerrados durante un rato tan largo! El contemptus mundi y los reificadores de la dominacin no son capaces de ver lasrevoluciones ni aunque acontezcan delante de sus narices. De hecho, es lo que est ocurriendo. Tenemos un ejemplo en nuestropropio pas: la revolucin contra la homofobia, por cierto, consecuencia directa, entre otras cosas, del rechazo de la revolucinfeminista a la figura del macho tradicional.

    Las revoluciones son revolucionarias dentro de su acontecimiento. Una vez conquistan el acontecimiento dejan de serrevolucionarias. Si no vienen seguidas de otra, sus efectos fcilmente pueden ser paralizadas o incluso puede operarse unacontrarrevolucin (una revolucin invertida). Las revoluciones pueden capturarse y reterritorializarse dentro de la axiomticadominante. Es lo que ocurri con en Rusia con el bochevismo, o en cierto feminismo con las exigencias del 50% de mujeres en lasempresas, la polica y el parlamento. Pero eso no quita que las revoluciones algo hayan cambiado y que hayan creado nuevasvirtualidades para revoluciones ulteriores ms profundas. No hay teleologa en la historia. La historia es el escenario de un continuoenfrentamiento de poderes y deseos; un tira-y-afloja que avanza, retrocede, corre, vagabundea, fuga, permanece o se escapa. Peroestas revoluciones subjetivas, aunque parciales, nos legan una virtualidad poderosa. Pensemos tambin en el legado del ecologismo.La eco-crisis es hoy ms grave que nunca, pero el movimiento ecologista, como dira Castells, ha triunfado en algo nada desdeabley que era un requisito inicial para la posibilidad de su triunfo: hoy es ya casi imposible desarrollar una poltica que no incorpore sudiscurso, que no atienda a esta subjetividad verde. El discurso queda habitualmente en un mero simulacro, pero el que se hayaasimilado este discurso, sus valores y su sensibilidad, el que haya brotado una subjetividad verde, posibilita ciertas luchas y laproliferacin de una sensibilidad ecolgica. Muchos de los que hoy son ecologistas, que consideran desastrosa la situacin actual yque creen insuficientes los logros alcanzados por el movimiento, sin la transformacin operada por la subjetividad verdeposiblemente ni siquiera fuesen ellos mismos hoy ecologistas. Es un paso necesario que ya ha operado un cambio (en parte gracias al sabemos que vivimos una crisis ecolgica). Por supuesto, de lo que se trata ahora es de ir mucho ms all.

    Despus de esta digresin, volvamos a Imperio. La hiptesis escrita en Imperio, es que no hay slo ruinas y derrotas. Ya hemosenunciado la hiptesis central de Nchr(38)H, y del resto de la autonoma operasta y/o composicionista, a este respecto: que es lacolectividad de la gente comn (proletariado, multitud, etc.) la que hace innovar al capitalismo, le crea necesidades y prefigura surespuesta. En Imperio, Negri y Hardt se centran muy especialmente en relacin a las luchas y transformaciones subjetivas que a lolargo del siglo XX han dado lugar al imperio actual. Negri y Hardt sealan tres grandes fases en el capitalismo que coincidiran, nocasualmente, con tres ciclos de luchas sociales. Una primera fase sera la del capitalismo industrial. Con ella la agricultura,tradicionalmente el sector hegemnico en la produccin econmica, pierde su hegemona en favor de la industria. A esta fasecorrespondra la figura del trabajador profesional, el obrero altamente especializado, y la militancia obrera clsica. Una segundaetapa corresponde al despliegue de los regmenes taylorista y fordista. La figura central sera el obrero-masa, y corresponde con unamilitancia contra el trabajo industrial y la extensin del antagonismo a todos los mecanismos de reproduccin social. Consecuenciade sus luchas seran la consolidacin de los sindicatos masivos, el estado de bienestar y las polticas socialdemcratas. El tercermomento, el actual, son los regmenes postfordistas. Este es el paso de la modernidad a la postmodernidad, del capitalismo industriala un nuevo capitalismo donde la centralidad de la produccin se desplaza de lo material a lo inmaterial. En este capitalismocognitivo la figura que tiende a volverse central es el trabajador social, y definitivamente la cuestin termina por remitir a laproblemtica en torno a un biopoder, que integra las diferentes esferas de la vida (Negri y Hardt, 2005: 428-429). Es tambin el pasode las sociedades disciplinarias (Foucault) a las sociedades de control (Deleuze). Las primeras sern definidas como aquellas en lasque la dominacin se construye a travs de una red difusa de dispositivos y aparatos que producen y regulan las costumbres, loshbitos y las prcticas productivas, con el objetivo de hacer trabajar a la poblacin y mantener la obediencia, y todo esto a travs deun disciplinamiento mediante mecanismos de inclusin/exclusin en instituciones cerradas que regulan, sancionan y prescriben lasconductas normales y/o desviadas: la prisin, la fbrica, la escuela, los psiquitricos, la universidad, etctera (ibid: 44). En lasociedad de control, en cambio, los mecanismos de dominio se vuelven ms democrticos, an ms inmanentes al campo social, y

  • se distribuyen completamente por los cerebros y los cuerpos de los ciudadanos. Se caracteriza por una intensificacin ygeneralizacin de los aparatos normalizadores del poder disciplinario, pues ste, lejos de desaparecer, se expande, pero, a diferenciade la disciplina, este control se extiende mucho ms all de los lugares estructurados de las instituciones sociales a travs de redesflexibles y fluctuantes (ibid).

    Una vez descrito esta serie de fases y cambios en los modos de produccin y dominacin, ya podemos acercarnos a la hiptesis deNegri y Hardt (y de la Autonoma italiana). Para ellos, todo este proceso no ha sido el resultado de un sistema omnividente yomnipotente que haya podido trazar un plan magistral. Esto sera poco menos que atribuirle poderes divinos a las formacionescapitalsticas. Muy por el contrario, lo que ocurre es que las luchas sociales son las que apremian constantemente al capital areformar las relaciones, tanto de produccin como de dominacin (ibid: 230). Nos centraremos en el periodo posterior a la segundaguerra mundial, por ser especialmente significativo aqu, pues se trata del ltimo ciclo que nos llevar a la constitucin del imperio.

    Tras la revolucin del 1917 la respuesta de los pases capitalistas fue, entre otras cosas, aumentar los salarios. ste alza, junto con lasluchas sociales y las polticas especulativas, es lo que lleva a la crisis del 1929. Tambin como consecuencia de las luchas sociales yla crisis, aparecen los fascismos y estalla la segunda guerra mundial. El New Deal de entreguerras significa realmente un nuevopacto a escala internacional. Signific un primer paso hacia una subjetividad que tenda hacia la globalidad del imperio, pero bajo ungobierno disciplinario, y se caracteriz por el formacin del estado de bienestar, salarios altos y elevados niveles de consumo, todoello bajo un rgimen disciplinario del tipo anteriormente comentado pero tambin, esto es importante, numerosos conflictos socialesen muy distintas partes del globo. (ibid: 264-266).

    Hasta la dcada de los 1960 este modelo continu extendindose. Sin embargo, a mediados de siglo, tras los primeros momentos dela postguerra, estos devenires dan lugar a una nueva situacin. Un nuevo escenario global definido por tres cuestiones: (1) Lasluchas anticoloniales y los procesos de descolonizacin, que recompusieron el mercado global. (2) La descentralizacin progresivade la produccin. (3) La constitucin de un marco de relaciones internacionales que extendi por todo el globo el rgimen poltico,social y productivo disciplinario. En las dcadas de los 1960 y 1970 este modelo disciplinario moderno se colaps. En los pasesdominantes las poblaciones se manifestaron masivamente contra la disciplina y el trabajo fabril. Fue la era de lo que distintossocilogos y politlogos vendra a llamar el rechazo del trabajo. Especialmente los jvenes rechazaron tal modelo y empezaron acrear nuevas y variadas formas de vida alternativa, revalorizando la esfera no-laboral y valores muy distintos a la tica del trabajo yla rgida identidad/actividad de por vida del obrero-masa. Estas rebeliones y nuevas subjetividades traspasaron las propias fronterasde los pases dominantes, contaminando a otros muchos. Pero, a la vez, acontecen otros hitos importantes: la consolidacin de larevolucin china, la derrota estadounidense en Vietnam, las luchas de liberacin en Amrica Latina, frica y el mundo rabe.Finalmente, el alza del precio del petrleo en 1973. Todas estas luchas haban provocado una reivindicacin de una importante alzasalarial que tuvo que ser satisfecha. La acumulacin de todas estas luchas socav definitivamente la estrategia capitalistadisciplinaria e imperial, de modo que en los 1970 la crisis se hizo oficial y estructural (ibid: 268-289). El cambio de subjetividadcre nuevos deseos. La explotacin de estos deseos y nuevas subjetividades prefiguraba la respuesta posible de la reestructuracincapitalista.

    La crisis, como entendi Marx, no es tampoco un acontecimiento completamente negativo para el capitalismo. Los capitalistasindividuales son conservadores. Su inters es el mximo beneficio a corto plazo, aunque a largo plazo puede llevar a la ruina alcapital colectivo. Con la crisis pueden superar estas resistencias individuales y reorganizarlo todo: destruir los sectores no rentables,renovar tecnologas, reorganizar la produccin (ibid: 289-290). Y para ello slo tiene dos vas: la opcin represora y latransformacin de la composicin del proletariado. Una mezcla de las dos fue la llevada a cabo. Se utiliz la automatizacin ycomputerizacin como medio represivo, paralelo a sus fuerzas armadas y judiciales. Se transform la composicin del proletariopara poder integrar, dominar y aprovechar sus nuevas formas. La tesis de Nchr(38)H es que el capitalismo slo emprende unatransformacin de orden sistmico cuando se ve obligado a ello. Es el poder del proletariado el que impone los lmites al capital,determina la crisis y, tambin, dicta los trminos y la naturaleza de la transformacin. (ibid: 284-291). Los movimientos socialesrepudiaron el modelo disciplinario y valoraron una dinmica ms flexible de la creatividad y la produccin inmaterial. Realmente, lacontracultura, la experimentacin meramente cultural tena efectos econmicos y polticos profundos (ibid: 297). Paolo Virno,otro terico y militante de la autonoma italiana, partcipe de este tipo de interpretaciones, entender la respuesta capitalista,neoliberal, flexible y cognitiva, como una contrarrevolucin: una revolucin pero al revs, su imagen inversa (Virno: 2006). Al igualque Negri y Hardt Virno sostiene que el postfordismo fue una consecuencia del rechazo a la tica del trabajo y el disciplinamientodel trabajo fordista por el obrero-masa. El postfordismo italiano fue inaugurado por los tumultos culminados en el movimiento del77char(180) de una fuerza de trabajo joven, mvil y precaria, que se opona a la vieja izquierda y que rompa con la figura del

  • obrero de la lnea de montaje, sus usos, sus costumbres y su forma de vida. Pese a su aparente marginalidad estas figuras socialesemergentes eran realmente el gozne del nuevo ciclo del devenir capitalista. Para Virno la obra maestra del capitalismo italiano [fue]haber transformado en recurso productivo precisamente los comportamientos que, en un primer momento, se manifestaban con lasemblanza del conflicto radical. (Virno, 2003: 103). El posfordismo se tratara de una innovacin drstica de la economa y de lasinstituciones con el fin de recanalizar y apropiarse el ethos posmoderno. En la misma lnea se expresa Franco Berardi, otroautnomo que tambin vivi tales momentos histricos:

    La flexibilizacin no es una prfida invencin de los capitalistas para explotar el trabajo y pagarlo peor de lo debido. La flexibilidades, ante todo, una invencin de los jvenes obreros que, en los aos sesenta y setenta, cuando la demanda de trabajo por parte de lasgrandes industrias era fuerte, y fortsimo el deseo de libre comunidad y nomadismo, descubrieron que era posible trabajar algunosmeses para un patrn, despedirse, llevarse los ahorros del salario y del finiquito y recorrer el mundo en busca de aventuras hasta quevolva a ser necesario buscarse otro trabajo temporal. La provisionalidad del trabajo dependiente fue la primera forma de flexibilidadde masas y fue una conquista de libertad (Berardi, 2003: 78-79).

    El xodo de la fbrica, el rechazo al empleo estable, rutinario y de por vida era parte del deseo de los jvenes posmodernos, de lanueva subjetividad. Sern tambin, en cierta medida pero como imagen inversa, los pilares del nuevo capitalismo. Para todos estosautores el trabajo flexible surge de un deseo de libertad y tiene una potencialidad emancipadora: es una forma de romper con ladisciplina-mecnica y la tica del trabajo a travs de un trabajo discontinuo, libremente elegido, casi diletante y con el que escaparde la rutina. La respuesta del capital, no pudiendo aplacarlo por otros mtodos, fue la transformacin sistemtica hacia un modeloflexible y cognitivo, que transform el turn over, el nomadismo laboral antidisciplinario, en precariedad, y en un fuerte mecanismode control social.

    Lo mismo podra considerarse en relacin a la constitucin del imperio. Fueron todas estas luchas, todas estas transformaciones deldeseo internacionalista, del deseo de la multitud de movilidad migrante (provocado por la explotacin del capital), junto con ladescolonizacin y el fin de los imperios internacionales y la vocacin internacionalista de las multitudes, lo que constituy elimperio. Una situacin mejor que la del viejo imperialismo disciplinario centrado sobre la figura imperial del estado-nacin; mejorpero no la deseada. Fue la multitud la que impuls la constitucin del imperio, y ste se constituy pero como imagen invertida de lamultitud. En este sentido debe leerse la cita de William Morris que introduce el libro de Nchr(38)H: los hombres luchan y pierdenbatallas; aquello por lo que pelearon se consigue, a pesar de su derrota, y entonces resulta no ser lo que ellos tenan intencin delograr, de modo que otros hombres tienen que luchar para obtener lo mismo que aquellos deseaban, aunque ahora lo llamen de otromodo. Conseguirlo es el reto por el que se debe luchar ahora: Hoy, el estar en contra generalizado de la multitud debe reconocerque su enemigo es la soberana imperial, y los medios adecuados para subvertir su poder (Negri y Hardt, 2005: 234). Para eso lamultitud debe convertirse en sujeto poltico. Y esto todava no ha ocurrido. Nchr(38)H analizan las ltimas luchas sociales delmilenio (Tiannamen, la Intifada , los disturbios de Los ngeles, Chiapas, las huelgas de Francia y Corea del Sur) y concluyen quehay un problema de traduccin: los (potenciales) revolucionarios de otras partes del mundo no reconocieron inmediatamente losacontecimientos de Pekn, Nablus, Los ngeles, Chiapas, Pars o de Sel como sus propias luchas (ibid: 75). No se contagiaron.Todas atacan al imperio, todas son luchan biopolticas, pero las luchas han llegado a ser incomunicables, concluirn. El movimientoantiglobalizacin, con sus muchsimos defectos y carencias, fue al menos un primer intento. Seala una nueva direccin: laconstelacin de luchas singulares, organizadas en redes transnacionales y golpeando a la vez en lo glocal (global + local), es decir,en el imperio.

    7. Alienacin y deseo.

    Antes de pasar por fin a la propuesta poltica que defienden los autores de Imperio de cara a poder constituir la multitud en un sujetopoltico, hay otra cuestin en la obra de Negri y Hardt que creo realmente potente y positiva. Crisso y Odoteo, aferrados al viejoizquierdismo, no consiguen superar la clsica explicacin de la reproduccin social reducida al tpico discurso marxiano de laalienacin. Hard y Negri, partiendo de Deleuze y Guattari, introducen el deseo en la explicacin. Para Crisso y Odoteo, siguiendo aLa Botie, la dominacin es posible gracias a una introyeccin de la figura del dspota dentro de s, ya desde la niez. As, lassiguientes generaciones, sin conocer la libertad creern que lo que tienen es lo nico posible, y lo volvern objetivo, lo naturalizarn(alienacin marxiana). Este es el primer engao. Un segundo mecanismo: la desmemorizacin, la falsificacin de la historia. Otronuevo engao. Y un tercer mecanismo: el capturar las luchas, dndonos limosnas a cambio y, de nuevo, engandonos para

  • aceptarlas. Creo que en una explicacin de este tipo, focalizada en el concepto de alienacin, estara de acuerdo Amors, siempre ycuando la contextualicemos como alienacin dentro de un dispositivo difuso y concentrado a la vez (el espectculo integrado y ladominacin tecnolgica sobre la que se construye). Pero realmente hay algo ms que falsa conciencia enmascarando la opresin delo social.

    Este tipo de tesis parte de que realmente hay unos intereses objetivos (de clase o lo que sea) y una suerte de deseos innatos, que laalienacin enmascara y explota. Pero realmente los intereses son construidos por la subjetivizacin, en la yuxtaposicin de los tresplanos: deseante, social y cultural. Como dirn Deleuze y Guattari, no es el deseo el que se apoya en las necesidades, sino alcontrario, las necesidades las que derivan del deseo (2004b: 34). Los intereses son de igual modo construidos: dependen de losdeseos y de las necesidades que stos hayan creado. Nunca los preceden. Por otro lado, en un segundo momento, este tipo de tesisparten de que estos intereses y deseos son alienados en una falsa conciencia que se interioriza por una suerte de engao. Esta falsaconciencia hace que los individuos deseen no lo que les corresponde, sino las necesidades de quienes los dominan y explotan.Convencidos de defender los intereses propios, defienden los ajenos. A esta conclusin que llegan, es precisamente el punto departida del que quera arrancar Spinoza. Para l, la primera pregunta poltica que debamos hacernos era precisamente el por qucombaten los hombres por su servidumbre como si se tratase de su salvacin?. Pero la respuesta del engao, la limosna y latradicin, de Crisso y Odoteo, no parece ser suficiente. En la pgina 31 de su ensayo expresan esta idea a travs de ejemplos. Alparecer la gente va a la guerra engaada por el nacionalismo: creen luchar por ellos mismo cuando realmente luchan por las arcas delos banqueros. Con la explotacin laboral pasa lo mismo: hace que los empleados trabajen pensando que lo estn haciendo para smismos, sin darse cuenta de que estn siendo explotados. Quin es realmente tan idiota? Acaso se debe slo a un engao y unaalienacin? Ms certero estuvo Reich cuando, an partiendo de un anlisis no tan distinto, reconoca que las propias masas tambindesearon el fascismo, que no fue un mero embuste. Los anlisis de la formacin social del deseo de Deleuze y Guattari y lainteriorizacin foucaultiana de la disciplina y la subjetividad creo que son mucho ms apropiados. La explicacin es multifactorial.Algo de razn tambin tienen Crisso y Odoteo. Pero la subjetivizacin (la creacin social del sujeto individual o colectivo) es sinlugar a dudas algo realmente importante. En estos ejemplos mencionados, el engao y la manipulacin pueden ser muy secundarios,incluso no tener nada que ver. De todas formas, el problema es otro. La cuestin es que no hay deseos innatos ni intereses objetivos.La cuestin es, de igual modo, que la alienacin no puede explicar por s misma absolutamente nada, pues, la naturalizacinreificada de lo que ellos mismo han inventado, no puede ser jams causa sino consecuencia. Cmo y por qu la han inventado? Laalienacin no produce algo primario. La alienacin, produzca lo que produzca, siempre es produccin secundaria, pues algoinmanente debe producir primero la alienacin. El deseo, definido como proceso de diferenciacin inmanente, eln vital en Bergson,o voluntad de poder en Nietzsche, en tanto que es produccin de realidad y produccin de necesidades, tal vez se encuentre en unaposicin mucho mejor para explicar las cosas (Deleuze y Guattari: 2004a, 2004b). Negri y Hardt, al abordar el problema desde lamultiplicidad de estos ngulos, se acercan ms a la cuestin de fondo en torno a la reproduccin y la transformacin social, aunque,por desgracia, Imperio, al optar por un zoom tan amplio y alejado, desatiende demasiado su carcter concreto y singular.

    8. Multitud como sujeto poltico: la propuesta programtica.

    Vayamos por fin a la programtica poltica que se manifiesta en el escrito de Negri y Hardt. En esta cuestin tampoco estnCchr(38)O muy finos. La primera barbaridad que nos encontramos es con una acusacin de leninismo (pginas 56 y 57) y tambinde una identificacin de Nchr(38)H como apstoles de la vieja tica de la dignidad del trabajo: Para los dos emisarios [del imperio,Negri y Hardt], como para los nazis, es el trabajo lo que hace libres (2006: 68). Esta nueva demagogia se sostiene sobre otraconfusin de trminos: parece que los autores creen que cuando en Imperio se habla de produccin se est remitiendo al trabajo.Pero para Negri y Hardt la produccin es tambin de deseo, es produccin de subjetividad, creacin cultural, etctera. Por otra parte,los mismos Cchr(38)O advierten que por lo que apuestan Nchr(38)H no es por la dictadura leninista, sino por democratizar lasinstituciones. Si se puede hacer algn smil entre los viejos marxistas y estos postmarxistas es que ambos buscan la abolicin delestado con un paso intermedio: Marx, Lenin, et al, queran transformar el estado para acabar con l. Nchr(38)H tambin. Pero estclaro que lo que buscan es algo muy distinto. En ningn momento defienden dictadura de ningn tipo, sino todo lo contrario: el pasointermedio es ms libertad y ms deseo y no menos. El enemigo de Nchr(38)H aqu es Hobbes. Ellos pretenden una democraciaradical y una pluralidad flexible de lo organizativo, cuya constitucin (material y legal) recoja algo que no parece hablar de amor altrabajo: el ingreso social universal. La comparacin con los nazis, recurso fcil de la demagogia retrica, una comparacin del tododelirante, lo es incluso en lo referente a este punto, pues si bien lo primero que hicieron los nacionalsocialistas fue predicar la ticadel Trabajo, y crearon para ello un servicio militar de trabajo, lo primero que Nchr(38)H proclaman es, como vemos, bastante

  • distinto. El ingreso social universal no exige trabajar, sino que se contempla como un mecanismo que favorezca en la actualidad lasuperacin de la precariedad y allane el terreno para el rechazo al trabajo. Se entiende que ste debe ser un derecho por la meracuestin de ser ciudadano. Pero para la ciudadana tambin reservan como hoja de reclamaciones de la multitud una nueva proclama.En este caso una reforma realmente revolucionaria: el derecho universal de ciudadana, es decir, la superacin de la forma fronterizaestatal.

    Sin lugar a dudas, la renta bsica no acabara con el capitalismo, y la ciudadana universal tampoco terminara definitivamente con elestado, pero no ver en esto un cambio cualitativo es no querer ver nada. Posiblemente alguien criticar la renta bsica como unaforma de recuperar las luchas: ms pan y circo; con la renta ya nadie luchara. Pero esta crtica, fundada en el determinismoeconmico, se cae por su propio peso cuando observamos que las revueltas del 1968, en muchos pases, se dieron en el momentolgido del estado de bienestar y la bonanza econmica. Esta renta y esta ciudadana, por otra parte, no hara dao a nadie, salvo a losexpropiadores de la plusvala y a los aduaneros. Entonces, por qu catalogar en relacin a estas cuestiones a Negri y a Hardt comoenemigos y emisarios del Imperio? Por qu llamarlos el Partido del Estado? Abogar por la supresin de las fronteras no esexactamente ser Partido del Estado. Abogar por una renta bsica universal como reivindicacin transitoria y, ms adelante, comomecanismo antidisciplinario de la nueva constitucin revolucionaria, una constitucin contraria a la forma del estado-nacin,tampoco es exactamente eso, por muy criticable que pueda ser. Por supuesto, Baladre exagera cuando habla de este ingreso comouna forma de acabar con el capitalismo; esta idea es realmente cndida. Adems, al contrario que Negri y Hardt, Baladre no parecetener ningn deseo de acabar con el estado. Baladre, por tanto, se encuentra en una situacin hbrida, con un pie al menos en elreformismo ms insustancial. Pero, los convierte esto en enemigos o recuperadores? Son recuperadores los que exigen de lasinstituciones la proteccin ecolgica de un bosque, un parque natural o un valle? Lo cierto es que no tengo informacin suficientesobre la organizacin comentada como para posicionarme. Pero el hecho en s de defender tal o cual mejora, la que sea, no es nuncani recuperador ni revolucionario per se. Es lo uno u lo otro siempre dependiendo del contexto. Cuando la potencialidad de lasituacin es mucho mayor puede estar funcionando como un mecanismo de desarme. Pero, qu ocurre cuando la posibilidad esmenor? Si la autonoma quiere construir un movimiento fuera de los partidos y los sindicatos, necesita cosechar victorias en todoslos mbitos, tambin en el plano laboral, como consigui la multitud en Francia en su amotinamiento contra el CPE. El ingresosocial universal es una reivindicacin que puede ser lanzada desde fuera de estas instituciones y puede ser compaginada con unaguerrilla cultural-deseante del rechazo al trabajo. Puede que no sea el mejor de los medios, ni la mejor de las reivindicaciones. Talvez no sea sta la mejor tctica, y seguro que Baladre no es el mejor ejemplo de cmo construir una autonoma revolucionaria(principalmente porque ellos no son revolucionarios). Pero no convierte a los autnomos que por ello luchan en enemigos. Encualquier caso, siempre es esto mejor que la apuesta por el cerrarse en el guetto, conservar impermeable la concienciacin de losviejos y esperar a que el nihilismo de