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41. Hegel y la idea del espíritu absoluto La mayoría de historiadores de la filosofía coinciden en afirmar que la filosofía de Hegel debe ser considerada como el culmen del idealismo alemán. Sin pretender dar esta visión lineal del desarrollo de este período de la historia de la filosofía, como queda planteado en la introducción del módulo, se presentarán las ideas básicas de su filosofía, haciendo especial énfasis en su concepción del conocimiento y de la ciencia. Existen dos conceptos esenciales que estructuran todo el sistema de la filosofía de Hegel: la naturaleza y el espíritu. Hegel, al igual que Fichte, se propone la tarea de integrar estas dos realidades que en la tradición filosófica han sido consideradas como separadas y antagónicas. Hegel considera que la filosofía de Kant es tal vez la más original de la filosofía moderna, pero con la desventaja que el autor de la Crítica de la razón pura no había logrado hacer de su filosofía un sistema absoluto en donde se integren realmente el espíritu y la naturaleza. Hegel, compartiendo la crítica de Fichte a Kant, considera que el sujeto tiene el poder ilimitado para el conocimiento del mundo. Para el autor de la Fenomenología del espíritu no existe un sujeto limitado que aspire a un conocimiento absoluto que, en definitiva, nunca va a obtener. La tesis de Hegel consiste en sostener que es plenamente posible un conocimiento absoluto del mundo porque el sujeto de este conocimiento es en sí mismo absoluto. La filosofía, para cumplir el propósito de un conocimiento absoluto, debe corresponder a la idea de una

Apunte sobre Hegel

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Apunte filosofía de Hegel

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41. Hegel y la idea del espíritu absoluto

La mayoría de historiadores de la filosofía coinciden en afirmar que la filosofía de Hegel debe ser considerada como el culmen del idealismo alemán. Sin pretender dar esta visión lineal del desarrollo de este período de la historia de la filosofía, como queda planteado en la introducción del módulo, se presentarán las ideas básicas de su filosofía, haciendo especial énfasis en su concepción del conocimiento y de la ciencia.

Existen dos conceptos esenciales que estructuran todo el sistema de la filosofía de Hegel: la naturaleza y el espíritu. Hegel, al igual que Fichte, se propone la tarea de integrar estas dos realidades que en la tradición filosófica han sido consideradas como separadas y antagónicas.

Hegel considera que la filosofía de Kant es tal vez la más original de la filosofía moderna, pero con la desventaja que el autor de la Crítica de la razón pura no había logrado hacer de su filosofía un sistema absoluto en donde se integren realmente el espíritu y la naturaleza.

Hegel, compartiendo la crítica de Fichte a Kant, considera que el sujeto tiene el poder ilimitado para el conocimiento del mundo. Para el autor de la Fenomenología del espíritu no existe un sujeto limitado que aspire a un conocimiento absoluto que, en definitiva, nunca va a obtener. La tesis de Hegel consiste en sostener que es plenamente posible un conocimiento absoluto del mundo porque el sujeto de este conocimiento es en sí mismo absoluto.

La filosofía, para cumplir el propósito de un conocimiento absoluto, debe corresponder a la idea de una ciencia que sea concebida ante todo como un sistema absoluto. De hecho para Kant había una concepción de la filosofía como sistema, pero este quedaba restringido como sistema de la razón, y como ya se dijo, sometido a una tarea infinita.

Para Hegel, por el contrario, la concepción de sistema posee una dimensión real y conceptual. Partiendo de la tesis de que solo la totalidad es verdadera, ya que lo parcial o limitado es un momento falso de la verdad, afirma el filósofo alemán que esta, la totalidad, debe ser esencialmente sistemática. Solo la totalidad, el sistema, es verdadero, en la medida en que las partes o elementos que componen el sistema tienen carácter de verdad únicamente en función del todo del sistema.

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Esta idea de sistema aparece claramente en el prefacio a la Fenomenología del espíritu: "la verdadera figura dentro de la cual existe la verdad no puede ser sino el sistema científico de esta verdad". La verdad, entonces, es concebida como la articulación de cada parte con el todo, donde el todo a su vez está compuesto del sistema de esta articulación.

En sus escritos de juventud en Jena Hegel ya planteaba esta concepción de la filosofía de acuerdo con la cual todo el saber de la filosofía de la tradición queda contenido en la idea de sistema. Las demás filosofías son, si se quiere, partes o pequeños sistemas de ese gran sistema que él se propone construir bajo la idea del espíritu absoluto. De este modo, se suele decir que la filosofía de Hegel lleva a sus últimas consecuencias la noción de sistema haciendo de esta, de su filosofía, el sistema de todos los sistemas.

42. Dialéctica y conocimiento

El enfoque que va a asumir Hegel para elaborar su concepción de sistema es la dialéctica. Aunque este término tenga una larga tradición en la historia de la filosofía, por ejemplo en Heráclito y más cercanamente a Hegel en la obra de Kant, adquiere particular sentido hasta el punto de hablarse de esta obra como una filosofía dialéctica.

Debido a que su concepción de la dialéctica abarca toda su filosofía, se pueden identificar varios sentidos o momentos de la dialéctica. Por supuesto que, como advertíamos ya, en esta presentación no nos detendremos en detallar cada uno de estos momentos sino aquellos que están en directa relación con su concepción del conocimiento y de ciencia.

En primer lugar se debe decir que la dialéctica pretende superar las contradicciones presentes en las filosofías que dividían la realidad en un sujeto (hombre) y en un objeto (mundo); en una razón que aspiraba al saber absoluto, pero que permanecía en la finitud del conocimiento. Con la dialéctica se quiere ofrecer ante todo una visión de identidad y de unidad entre el sujeto y el mundo propio de una concepción total o completa de la realidad y del conocimiento.

Hegel sostiene, entonces, la existencia del ser dialéctico de lo real: cada cosa es o tiene sentido en unión y dependencia con otras y, en

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último término, con la totalidad de lo real. La dialéctica de Hegel concibe la realidad como un todo en donde las partes mantienen relativa independencia, lo que hace que no se niegue su singularidad.

La concepción dialéctica de la realidad, sin embargo, supone que cada cosa no es sino un momento del todo. Si bien la constitución dialéctica de lo real no niega el ser singular de las cosas, hace de estas un momento de la realización del todo, dado que las cosas solo se comprender y explican a partir y desde el todo.

Vale la pena mencionar en este punto que para la mayoría de los críticos de la obra de Hegel el ser individual de las cosas se pierda, ya que cada parte o momento queda asumido y diluido en el todo. Pero Hegel es explícito en no negar la existencia particular de las cosas y, por el contrario, afirma que si lo verdadero es el todo, lo es en virtud de las cosas particulares.

Se debe advertir que el sentido de la dialéctica está justo aquí: la realidad está regida por la contradicción, por la oposición de contrarios. Esta estructura dialéctica de la realidad está constituida para el filósofo alemán en tres momentos básicos: la tesis, la antítesis y síntesis.

El momento de la tesis consiste en la afirmación de una cosa, realidad o concepto. La característica de esta afirmación es que implica un contrario o su negación. Esta negación, contenida ya en la tesis, constituye en el proceso de desarrollo el momento de la antítesis, es decir, de la negación de la tesis. La síntesis, por su parte, es entendida como el momento de superación de la lucha de contrarios; pero es una superación que niega asumiendo los otros dos momentos, es decir, que no los excluye sino que toma para si lo positivo de ellos.

Tal vez se aclare un poco más el sentido de la dialéctica al ocuparnos de la concepción del conocimiento expuesta en su filosofía. Para explicar la concepción del conocimiento en Hegel se parte de su famosa sentencia: todo lo real es racional y todo lo racional es real. Con esta idea se afirma, en relación con su teoría del conocimiento, la unidad de la razón y la realidad y con ello la seguridad de la existencia de un conocimiento absoluto del mundo.

Lo anterior porque para Hegel el conocimiento tiene una estructura dialéctica que, de acuerdo con la sentencia antes señalada, se encuentra

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implicada por el hecho mismo que la realidad es dialéctica. Es claro que si el conocimiento o la razón constituyen una unidad con la realidad, que es ante todo dialéctica, se encuentren configurados dialécticamente.

Pero la concepción dialéctica del conocimiento, a tratarse precisamente de una unidad de opuestos o de contrarios, conlleva concebir la relación del sujeto con la realidad como inadecuada, puesto que no se trate de una complementación entre ellos. La particularidad de esta relación de conocimiento está en que cada uno, tanto el sujeto como el objeto, niega y contradice al otro.

Así, para el filósofo alemán la disparidad o desajuste entre el sujeto y el objeto, como partes esenciales de la constitución del conocimiento, hace parte del momento de la tesis. Lo que se afirma en éste caso es el momento de división entre el sujeto y el objeto, situación que permite aspirar o tender a su unificación. El momento de la antítesis está en el intento de negación de esta dualidad, en el hecho de no aceptar la prelación o dominio de ninguno de los elementos de la relación, es decir, ya sea por parte del sujeto o por parte del objeto.

Pero únicamente en la identidad total entre sujeto y objeto se alcanza un conocimiento absoluto, un conocimiento que integra la totalidad de lo real. Tal identidad total supone la superación del dualismo y, por consiguiente, la necesidad de asumir uno de los elementos. En palabras de Hegel, el objeto alcanza su identidad en el sujeto, es decir, su plena objetividad. Con ello se plantea nuevamente, a pesar de las grandes diferencias, una filosofía del sujeto que hace de éste el principio o fundamento de la realidad.

De hecho sólo un conocimiento de la totalidad de lo real puede ser llamado, de acuerdo con Hegel, verdadero conocimiento. El conocimiento dialéctico es un conocimiento absoluto que sabe cada realidad particular perteneciendo o haciendo parte constitutiva de él. Por ello, los conocimientos provisionales o parciales, por ejemplo cada sistema filosófico, adquiere sentido en función del conocimiento o saber absoluto.

El planteamiento de la reducción del objeto al sujeto, en otras palabras del ser al pensar, hace de la filosofía de Hegel un idealismo absoluto. El principio "todo lo real es racional y todo lo racional es real" adquiere nuevamente pleno significado: la realidad adquiere autentico

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sentido como idea o razón. Aquello que no haga parte de la razón no existe, de tal forma que el objeto, el mundo, adquiere dimensión ontológica, existencia real, porque hace parte del sujeto absoluto.

Pero también se debe decir que Hegel prefiere hablar de espíritu y no de sujeto. Se trata del principio constitutivo de la realidad. La idea de sujeto corresponde más a la del sujeto que conoce. Por el contrario, el espíritu es el espíritu del mundo y, más exactamente, de la historia universal.

El desarrollo del espíritu muestra la concepción de la dialéctica de Hegel: se afirma inicialmente como espíritu subjetivo (momento de la tesis), luego como espíritu objetivo (momento de la antítesis) y, finalmente, como espíritu absoluto propiamente tal.

La característica fundamental de la vida del espíritu es que se desarrolló a través de la historia de la humanidad, en un movimiento ascendente, es decir, de progreso permanente hacia el conocimiento absoluto, al encuentro definitivo del hombre con la realidad, a la superación absoluta de los contrarios. En últimas, dirá Hegel, a la conquista de la libertad absoluta, exenta de toda contradicción o negación.

Todo lo que ha sucedido en la historia tiene una razón de ser, hace parte del despliegue necesario del espíritu absoluto. En este sentido, todas las tragedias, pero también todas las conquistas parciales de la libertad y la verdad vividas en la historia de la humanidad, son instrumentos del espíritu, cuyo plan es la adquisición de un conocimiento absoluto, de la plena libertad.

La historia, de acuerdo con lo dicho, es la historia del espíritu absoluto, esto es, de su desarrollo dialéctico como realización de su libertad, del conocimiento absoluto de sí mismo. Los períodos históricos de la humanidad son momentos de ese principio universal de lo real llamado espíritu que tiene por finalidad la conquista del conocimiento absoluto.

43. Introducción a Hegel. El idealismo alemán

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La filosofía de Hegel surge estrechamente vinculada con la situación social, cultural y filosófica de su tiempo, a la vez que es una respuesta racional a los problemas planteados por esta situación.

El marco histórico-socialLa filosofía de Hegel supone una lucha por la falta de la libertad y

de la razón. A su juicio, la situación histórico-social en que vivía estaba necesitada de una mayor libertad. La guerra de los Treinta Años dejó a Alemania atrasada tanto política como económicamente. No existía un Estado moderno, sino un estado carente de justicia centralizada y fundamentado sobre un despotismo feudal. Además, el campesinado aún era muy numeroso, la industrialización era mínima y carecía de una clase media poderosa que pudiese transformar ese estado de cosas. Alemania no era un Estado. La libertad estaba sometida y la censura atenazaba la libertad de expresión. Se atacaba la cultura y todo lo que significaba Ilustración. Hegel vivió la Alemania de su tiempo como un ataque a sus aspiraciones democráticas y a la libertad, y concibió la necesidad de un Estado moderno y racional. Era preciso también, pues, una idea o concepto de Estado racional.

El ideal de la polis griegaLa "polis" griega aparece como un modelo frente a la situación de

Alemania. En la polis griega se cumplía la armonización del individuo con la sociedad: la vida del hombre nacía, se desarrollaba y moría en la vida y en el "espíritu" de la polis, hasta tal punto que el individuo no se podía concebir separado de la comunidad política, social y cultural de la ciudad. En relación con esto, es muy importante el concepto de volkgeist (espíritu del pueblo). Este espíritu es el único concreto y efectivo, ya que el espíritu individual no es sino abstracto. Para Hegel el espíritu del pueblo da plenitud al individuo. Sin embargo, al parecer de éste filósofo, está realización y armonía resulta deficiente y meramente "formal", ya que el individuo todavía no ha descubierto la conciencia de su propia individualidad y de su libertad. En la polis griega sólo algunos llegaron a ser realmente libres.

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El cristianismo y el descubrimiento de la "subjetividad" y de la concienciaCon respecto a la polis griega, el cristianismo viene a significar,

negativamente, la disolución de la vida armónica y en comunidad social. Positivamente, significa el descubrimiento del concepto de "subjetividad", que será interpretado por Hegel como un momento absolutamente necesario para la realización plena de la libertad y el desarrollo y perfección del espíritu. La religión constituye para Hegel un aspecto fundamental de la vida de un pueblo. El concepto de subjetividad vendrá a significar, en último término, una crítica y un opuesto al concepto "positivización" que puede hacerse de la vida político-social. El término "positividad" viene a significar un límite que se le impone a la vida desde una realidad impuesta de un modo exterior y por la fuerza de la tradición, sin estar fundada y justificada ante la propia razón. "Positividad" vendría a equivaler a "alienación". El hallazgo de la subjetividad y su carácter de principio racional y libre representará para Hegel un principio rector en la organización social y política de la vida del espíritu.

La Revolución FrancesaLa Revolución Francesa significó para Hegel el triunfo de la razón.

La Revolución Francesa estableció el principio de que el pensamiento debe gobernar la realidad y el orden político-social; Hegel también tenía la concepción de que sólo puede considerarse como verdadera realidad aquella que realiza las exigencias y los fines de la razón. Además, la Revolución Francesa se proponía aunar la vida en comunidad con el principio de subjetividad: la realización de la libertad y sentirse libre.

Hegel conmemoró la Revolución Francesa durante toda su vida. Se cuenta que cuando era joven, junto a Schelling y a Hölderlin, plantó un árbol, en honor a la libertad, en la plaza de Tubinga o en un prado de las afueras de la ciudad, y que cada año celebraba el aniversario de la toma de la Bastilla brindando por la libertad lograda, a partir de la Revolución Francesa. Importa poco averiguar la veracidad o no de estos testimonios. El joven Hegel entró en el Stift de Tubinga en el otoño de 1788 entusiasmo por la revolución del período estudiantil de Tubinga, pero el encendido radicalismo político de los años de Berna fue enfriándose poco a poco con el paso del tiempo. Hegel no se arrepintió nunca de sus ideales juveniles.

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La Revolución Francesa permaneció de todos modos como el acontecimiento político crucial de su vida y como el que en mayor medida influyó su pensamiento. Sin embargo, la experiencia del Terror en la época de Robespierre mostró a Hegel la tremenda dificultad de conjugar racionalmente la libertad del hombre y la organización político-social en un equilibrio en el que ninguno de los polos sea reducido y disuelto en el otro, pues en tal caso se acabaría con la libertad objetiva y con la vida del espíritu.

El marco filosóficoLa obra de Hegel puede considerarse como expresión de la

madurez filosófica y cultural de la tradición occidental. Su filosofía pasa por ser el último gran sistema filosófico, en el que confluyen prácticamente todas las filosofías anteriores. El propio Hegel interpretó así su sistema, como el estado de maduración y unidad interna de todo el pensamiento anterior a él (así lo hace en sus Lecciones sobre la historia de la filosofía). Con Hegel, el idealismo alemán adquiere su máxima expresión y desarrollo y abre un horizonte de reflexión filosófica que, con su perspectiva y problemática, se arraigó profundamente en el pensamiento filosófico posthegeliano. Indudablemente, Hegel expresa la síntesis última y plena realización conceptual de ese movimiento filosófico que tiene sus raíces en Kant y que continúa ulteriormente en Fichte y Schelling. Esto se puede constatar -sin profundizar desde luego en la cuestión- al analizar los temas mejor logrados en la filosofía hegeliana -una concepción clara de la dialéctica de lo real y una concepción totalizadora del proceso histórico- que, de algún modo, ya se venían prefigurando en la problemática pre-hegeliana, especialmente en los autores mencionados.

La filosofía de Hegel se basa en la relación entre los dos conceptos fundamentales de la filosofía anterior: la Naturaleza (en la filosofía griega) y el Espíritu (en la filosofía cristiana y, a partir de Descartes, en la filosofía moderna). Hegel pretende la unidad interna y la conexión entre Naturaleza y Espíritu, de modo que pueda elaborarse una teoría unitaria, total y cerrada sobre la realidad en su totalidad. Pero para ello Hegel

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necesitaba revisar y superar la filosofía de Kant, que era la que había alcanzado mayor madurez pero que, en cambio, ofrecía mayores dificultades para ese proyecto de sistema filosófico unitario, cerrado y total. Kant veía como insuperables las siguientes cuestiones:

1. La distinción entre el entendimiento y la razón. El entendimiento para Kant sólo alcanzaba a los fenómenos, a lo finito y limitado. La razón, aunque tiende hacia lo absoluto y lo infinito, no puede alcanzar esa plenitud.

2. La distinción entre fenómeno y noúmeno. Esta distinción supone que el orden de la realidad está dividido, sin que sea posible elaborar una teoría absoluta y total sobre la realidad en su integridad.

3. La distinción entre el ser y el deber ser . Esta distinción establecía una radical distinción entre la teoría (el pensamiento) y la praxis (la acción).

4. La escisión entre lo finito y lo infinito (mundo/Dios, Naturaleza/Espíritu).

Aristóteles concebía la filosofía como la tendencia a un saber universal y necesario de la realidad de lo total. Para Kant esta tarea será algo inalcanzable para la limitada razón humana (y por eso para Kant la filosofía era una crítica). Hegel, corrige a Aristóteles afirmando que la filosofía tiene que dejar de ser "tendencia" al saber para ser un efectivo y pleno saber; y corrige a Kant diciendo que tiene que ser ciencia (y, por lo tanto, no crítica, sino sistema): el sistema absoluto de la totalidad de lo real (un sistema racional).

En el pensamiento hegeliano no hay un método de investigación en el sentido corriente del término. Con un método de investigación se deformaría lo real, alterando su estructura o atribuyéndole caracteres que no le son propios. Por ello, y para no deformar la índole propia del verdadero ser, el sabio en vez de acercarse a lo real con un método debe hacerlo sólo con sus sentidos, dejándose interpelar por la realidad y revelando, por medio de su discurso, lo que esta realidad es. Ello es

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posible no solamente porque el sabio es un momento de la totalidad de lo real, sino porque también el sabio, por ser tal, se haya reconciliado teóricamente con esa realidad de la cual pretende dar cuenta. Se trata de una reconciliación en la cual el discurso revelador de lo real no es más que la realidad misma reflejándose en el discurso.

La realidad, sin ese discurso revelador de sí misma (que no es más que su propia toma de conciencia) no alcanza su grado mayor de desarrollo; el discurso teórico, sin ese despliegue precedente de lo real, no puede convertirse en su revelador. Sólo tomados a una, discurso teórico y realidad, se puede hablar en sentido estricto de verdadero ser o de verdadera realidad. En otras palabras, si a lo real le compete como uno de sus momentos constitutivos revelarse a través de un discurso, cualquier metodología o sistema de hipótesis que pretendan dar cuenta de la esencia de la realidad lo único que harán es dificultar la manifestación plena de él. Lo real, pues, se expresará de manera plena solamente cuando el sabio se convierta en un mediador entre la realidad en devenir y el pensamiento en el que está cobra conciencia de sí mismas. Este pensamiento no es otra cosa que lo real mismo en un nivel superior de desarrollo.

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44. El método de conocimiento hegeliano

LA DIALECTICA

SENTIDO DE LA DIALECTICA

El término "dialéctica", aunque no fue Hegel el primero en utilizarlo (lo habían hecho ya, por citar dos ejemplos, Platón y Kant), sirve para caracterizar toda su filosofía llamándola método dialéctico o naturaleza dialéctica de la realidad. Este tema es central en la reflexión filosófica hegeliana. Se trata de un tema de significación altamente polémica y polivalente. Ante todo, apuntaremos que para Hegel la realidad es dialéctica, pero a quien compete por excelencia este carácter es a la realidad histórica. Y ello, aún con todas las polémicas que ha suscitado y pueda seguir suscitando, es un hecho innegable en el pensamiento hegeliano. Incluso, para hablar con exactitud, se puede decir que la realidad natural no posee estrictamente una dimensión dialéctica tal como la que corresponde al ámbito histórico-social. Porque a la sociedad y la historia les es propio el momento dialéctico en razón justamente del elemento humano que las constituye, lo cual no sucede en la naturaleza, puesto que el factor humano está ausente.

CARACTER CONCRETO E HISTORICO DE LA DIALECTICA

Ya habíamos hablado de que la filosofía de Hegel nacía unida a un marco histórico y social determinado, en el que Hegel denunciaba la falta de libertad del hombre. El término "dialéctica" es utilizado por Hegel para comprender y expresar la situación real del mundo. En la dialéctica de Hegel queda patente, pues, una voluntad de actuación sobre una realidad escindida, contradictoria y alienaba que lucha por superar esa situacion. La dialéctica expresa, pues, tanto la contradicción del mundo existente cuanto la necesidad de superar los límites presentes en un afán de superación movido por la necesitad de una realización total y de un modo efectivo de la libertad y de la infinitud.

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LA DIALÉCTICA COMO ESTRUCTURA DE LA REALIDAD

Pero también habíamos visto que la filosofía de Hegel estaba inserta en un marco filosófico muy preciso. En ese sentido, en cuanto expresión de la filosofía de Hegel, dialéctica significa la radical oposición de Hegel a toda interpretación fragmentaria de la realidad y del conocimiento.

El carácter dialéctico de lo real significa que cada cosa es lo que es, y sólo llega a serlo en interna relación, unión y dependencia con otras cosas y, en último término, con la totalidad de lo real. La dialéctica de Hegel concibe la realidad como un todo, sin que ello afecte para nada a la relativa independencia de cada cosa en su singularidad. Por tanto, no se puede hablar en Hegel de una Dialéctica de la Naturaleza sin incurrir en una grave deformación de su pensamiento. La dialéctica es, para él, algo que compete propiamente al trabajo humano y, en consecuencia, a la historia y la sociedad. Más aún, es algo que compete a la totalidad de la realidad -natural e histórica- solo por haber devenido en humanidad. Esto nos lleva a dos aspectos centrales en el planteamiento filosófico hegeliano: a) nos permite hacer una consideración unitaria y estructural de naturaleza e historia, en la cual es imposible tomar por separado cualquiera de ambos elementos y creerlos la verdadera realidad, así como también nos evita darles igual rango de realidad: la historia es más real que lo natural; y b) nos conduce a valorar adecuadamente la índole del pensamiento a través del cual se expresa la estructura de la realidad.

Para Hegel, la naturaleza y la historia forman una unidad que es la Realidad; de ésta sólo puede hablarse una vez que los dos momentos mencionados se han hecho presentes en su pleno desarrollo. Una vez dados, se fundamentan reciproca y mutuamente, puesto que, en el proceso de su devenir, el uno sin el otro no adquieren ni adquirirían una real concreción. Por otro lado, sobre la índole del pensamiento que expresa la estructura dialéctica de lo real (naturaleza e historia) se tiene que decir que, en tanto que pensamiento, no le corresponde de suyo tener un carácter dialéctico. Esta concepción se opone a la interpretación empírica de la experiencia. Frente a la supuesta autonomía de los hechos

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tal y como son dados en la experiencia, la estructura dialéctica de lo real acaba por mostrar que los hechos no son sino el resultado de un juego interno de relaciones que son las que, en última instancia, constituyen las cosas, a pesar de que aparentemente pueda parecer que los hechos tengan una independencia.

Pero el carácter dialéctico de lo real no sólo significa que tenga una relación interna, sino, más profundamente aún, que cada cosa sólo es lo que es en un proceso continuado. Es decir, la realidad, en cuanto dialéctica, no es fija ni determinada de una vez por siempre, sino que está en un constante proceso de transformación y cambio, cuyo motor es, a la par, tanto su interna contradicción, limitación y desajuste en relación con su exigencia e intención de totalidad, infinitud y absoluto, como la interna relación en que está con otra realidad, que aparece como su contrario.

La realidad en cuanto dialéctica está, pues, regida y movida por la contradicción, internamente relacionada y constituida como oposición de contrarios. De este modo, cada realidad particular remite a la totalidad, al todo, y sólo puede ser comprendida y explicada en relación al todo. Y, por otra parte, cada realidad, casa cosa, no es sino un momento del todo, que se constituye en el todo, pero que también queda asumida y disuelta en el todo. Según sus propias palabras "lo verdadero es el todo.

LA DIALÉCTICA COMO ESTRUCTURA DEL CONOCIMIENTO

El carácter dialéctico de la filosofía hegeliana tiene igual alcance en lo que se refiere al conocimiento o al saber ("conocimiento dialéctico" o "método dailectico‖). Para Hegel, por su propia concepción de la filosofía como "el conocimiento efectivo de lo que es en verdad", la teoría acerca de la realidad requiere indagar lo que es el conocimiento, el saber, el pensar (recuérdese que la relación ser-pensar ha sido una cuestión fundamental a lo largo de la historia de la filosofía. Para Hegel el conocimiento tiene una estructura dialéctica. Y tiene esa estructura, en definitiva, porque la realidad es dialéctica y, por tanto, el conocimiento también es dialéctico, en cuanto que es una dimensión de lo real y en

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cuanto que se configura dialécticamente al manifestar adecuadamente la naturaleza dialéctica de la realidad.

Pero, en verdad, las distinciones entre conocimiento y realidad, pensar y ser, etc., son, según Hegel, inadecuadas, justamente en razón del carácter dialéctico de la realidad en general y del principio hegeliano de que "lo verdadero es el todo". Lo que hay, en cualquier caso, es la relación interna y estructural entre el ser y el pensar, o, lo que es lo mismo, entre el objeto y el sujeto. Veamos ahora tres puntos fundamentales de la estructura dialéctica del conocimiento. El conocimiento, estructuralmente, consiste en la relación sujeto-objeto, de modo que cada uno de los momentos de esta relación sólo lo es por beneficio o consideración del otro.

Pero con la peculiaridad de que cada uno de ellos niega y contradice al otro, dándose entre ellos una desigualdad y desajuste (que de ser definitivos e insuperables harían imposible una plena verdad), desigualdad que impone un proceso de transformación en el que se tienda a la igualdad o identidad.

El proceso encaminado a superar la diferencia entre objeto y sujeto tiende a la identidad de ambos. Es decir, se tiende a la reducción de uno al otro. Sólo en la identidad total que se alcanza en la total reducción es posible alcanzar uno conocimiento total y absoluto, es decir, conocimiento que sabe la totalidad de lo real. Hegel, pretende hacer de la filosofía un sistema para llegar a un conocimiento absoluto. Sólo un conocimiento total y que sepa la totalidad de un modo absoluto merece, según Hegel, el nombre de verdadero conocimiento (él lo llama ciencia).

El conocimiento dialéctico es un conocimiento absoluto; y no sólo porque llega a saber la totalidad de lo real, sino porque además sabe cada realidad particular "en relación al todo y como formando un momento del todo". Así sólo gracias al conocimiento o saber absoluto adquiere validez y sentido cada conocimiento provisional, relativo y parcial. El conocimiento dialéctico es, pues, un conocimiento absoluto. Esta tesis epistemológica

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está conectada estrechamente con la tesis ontológica de que lo verdadero es el todo. En la reducción a la identidad absoluta en que se alcanza el verdadero y pleno conocimiento dialéctico tiene lugar la disolución de uno de los momentos estructurales del conocimiento en el otro. Hegel interpretará está disolución y reducción como la reconversión del objeto en el sujeto: será, pues, en el sujeto y como sujeto como se alcance la identidad absoluta.

La identidad será una identidad en y del sujeto. Pero con esa reducción no sólo se cumple una reducción epistemológica (del objeto de conocimiento al sujeto de conocimiento), sino también una reducción ontológica (del ser en el pensar). Y siendo el Sujeto del saber, en último término, pensamiento, razón o idea, la reducción al sujeto, la reducción del ser al pensar, convierte la filosofía hegeliana en un idealismo absoluto. No se trata tanto de la reducción del ser al pensar, cuanto de la interpretación de lo real, del ser, como Idea o Razón: "Todo lo real es racional"; "el que lo verdadero sólo es real como sistema o el que la sustancia es esencialmente sujeto, se expresa en la representación que enuncia lo absoluto como espíritu, el concepto más elevado de todos y que pertenece a la época moderna... Sòlo lo espiritual es lo real.

ESTRUCTURA DE LA DIALÉCTICA

Hemos visto que para Hegel la dialéctica no se limita a ser un método del conocimiento, sino que es algo más. La dialéctica constituye la naturaleza y estructura de lo real, y por ello es por lo que constituye el modo de proceder del conocimiento. La estructura y esencia de la dialéctica es un todo complejo constituido por tres momentos o aspectos implicados entre sí (y es ésta la auténtica interpretación, y no que sean tesis, antítesis y síntesis términos, por otro lado, que Hegel nunca utilizó tres pasos sucesivos):

1. Lo que se ha llamado tesis (el aspecto o momento abstracto o intelectual). Suele interpretarse la tesis como una afirmación cualquiera,

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una realidad, un concepto. Pero esta afirmación lleva en su entraña un contrario, ya que la realidad no es estática, sino dinámica.

2. Lo que se ha llamado antítesis (el aspecto o momento dialéctico o negativo-racional). Suele interpretarse como la negación de la afirmación anterior, ya que es esa contradicción el motor de la dialéctica. Éste momento negativo es lo que hace dinamizar la realidad.

3. Lo que se ha llamado síntesis (el aspecto o momento especulativo o positivoracional). Suele interpretarse como la superación del conflicto, la negación de la negación anterior. Los dos momentos anteriores son a la vez eliminados y conservados, es decir, elevados a un plano superior. La síntesis conserva todo lo positivo que había en los momentos anteriores. Por eso la síntesis es enriquecimiento y perfección, es la seguridad de que la realidad está en constante progreso. La síntesis se convierte inmediatamente en tesis del proceso siguientes, a la que se opondrá la antítesis para dar lugar nuevamente a una síntesis que será a la vez la tesis del proceso siguiente: todo está en constante progreso dialéctico.

Esto tres momentos de la dialéctica hegeliana están vertebrados y constituidos en una estructura cuya adecuada comprensión se alcanza mediante lo que podríamos denominar categorías fundamentales de la dialéctica: - Inmediatez-mediación - Totalidad - Negatividad-contradicción - Superación.

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45. La Filosofia de la Historia de Hegel

LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA

Hegel intenta comprender dialécticamente lo que ha sucedido en la historia y para ello somete y contrasta toda su armazón doctrinal con los sucesos históricos de cada época. Para Hegel la reflexión sobre la historia supone una interpretación: la imparcialidad es imposible. Hay que interpretar la historia desde la racionalidad; hay que atender a los hechos para discernir el proceso racional que se da en la historia. Además, para Hegel, es en la Historia en donde se expresa la máxima Realidad del Ser, del absoluto; es justamente en la Historia en donde éste se expande y se autorreconoce más plenamente; en donde cobra plena autoconsciencia de sí.

Ello es posible por la dialecticidad que le compete preferentemente a la historia en virtud del Trabajo del hombre y, correlativamente, por las distintas y diversas producciones en las que el espíritu humano se objetiva y se autorreconoce; entre ellas, le corresponde a la Filosofía (hegeliana) el lugar privilegiado. Este privilegio es doble: el hombre se conoce a sí mismo en ella y, al mismo tiempo, capta en su historicidad la lógica intrínseca de la realidad, capta al absoluto realizándose y conociéndose en y por la historia de la humanidad, en y por la historia de la filosofía. Por ello, la Lógica de Hegel no puede ser un conjunto de normas o reglas de razonamiento: es la expresión pensada de la esencia ontológica de lo real, abstraída del devenir histórico-real del espíritu por el pensar filosófico que no es otra cosa que el absoluto manifestándose y cobrando consciencia plena de sí mismo. La filosofía de la historia es la consideración reflexiva de la historia en cuanto que es el espíritu el que dirige esa historia. Hay que contemplar los hechos, pero interpretándolos a la luz del espíritu tal como se desenvuelve en el tiempo.

LA VISIÓN RACIONAL DE LA HISTORIA. LAS CATEGORÍAS

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Para Hegel la razón rige el mundo y, por tanto, la historia ha transcurrido racionalmente. La razón es, pues, la sustancia de la historia. Si la historia ha transcurrido racionalmente, esto significa que ha transcurrido de acuerdo con unas categorías o leyes, y es necesario que el historiador se enfrente a la historia con esas armas para poder explicar de forma convincente y racional la historia. Esas categorías son las siguientes:

a) Variación: Se pone de manifiesto si nos fijamos en el cambio de individuos, pueblos y Estados que se van sucediendo: "Vemos un ingente cuadro de acontecimientos, pueblos, Estados e individuos en incesante sucesión. Cuando uno desaparece viene otro al momento a ocupar su peso‖.

b) Negatividad: El espíritu en su andadura histórica no cesa de destruirse y construirse constantemente. Esto significa que las etapas históricas tienen un desarrollo interno dialéctico que las hace desaparecer para transformarlas en otras más ricas y potentes: es la dialéctica aplicada a la historia. Cada estadio histórico se muestra como un individuo y, como tal, nace, florece, madura, decae y muere. En la muerte de un estadio reside el motor de cambio del proceso histórico, pues lleva en sí el germen de un nuevo estadio. En este sentido hay que entender la frase "De la muerte surge la vida". Esta idea la explicaban antiguamente a través del ave Fénix: de sus cenizas surge una vida rejuvenecida y fresca.

c) Razón: La historia se desenvuelve en el terreno del espíritu. El espíritu es una conciencia no sólo del sujeto, sino también del objeto (Hegel llamaba a esto "conciencia de sí". Y esta conciencia de sí es la libertad, es decir, la autoconciencia.

d) Libertad: Es el principio fundamental que hace posible la historia. Sólo teniendo conciencia de la libertad se puede ser libre (de los tres tipos de libertad que distingue Hegel natural, de capricho y racional, Hegel se refiere a la libertad racional). Pero no basta con tener conciencia de la

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libertad, sino que es necesario hacerla realidad, objetivarla. Esta libertad se objetiva a través del Estado.

Para saber cómo se objetiva la libertad, es necesario saber lo que es el espíritu objetivo. El espíritu subjetivo concluye en la conciencia de libertad, pero hace falta que se den las condiciones objetivas que hagan posible el ejercicio de la libertad. Estas condiciones son el derecho, la moralidad y la eticidad, de las cuales no vamos a hablar que constituyen el espíritu objetivo. El Estado es la perfecta expresión de la racionalidad y de la libertad, y, por tanto, representa la forma más alta del espíritu objetivo.

El espíritu elabora y ensancha cada vez, en toda la riqueza de su multiplicidad, el principio de aquella determinada fase de la conciencia de sí mismo que ha alcanzado. Este rico espíritu de un pueblo es una organización, una catedral, con sus bóvedas, sus naves, sus columnatas, sus pórticos, sus múltiples divisiones, todo ello nacido de una totalidad, de un fin. La filosofía no es sino una forma de estos múltiples aspectos (Lecciones de Historia de la Filosofía. Y justamente estos elementos que constituyen este -organismo‖ que es el espíritu, son las diversas actividades de la vida humana: social, política, artística, religiosa, científica y moral. ¿Cómo sintetizar estas diversas esferas de la vida humana, en el logro de los fines humanos inherentes a la comunidad, fundamentalmente la libertad? Hegel vuelve los ojos a la -polis‖ griega que con su autosuficiencia económica unifica modélicamente la expresión artística, religiosa y filosófica en aras del -bien común‖; es decir, de la libertad del individuo integrado armónicamenteen la -ciudad‖.

He ahí el proyecto: el espíritu del pueblo debe constituirse racionalmente, de tal modo que cada individuo se sienta partícipe o -protagonista‖ de esta -escenificaciòn‖ històrica de su pueblo, logrando así la máxima libertad: eso será el inicio de su teoría del Estado:

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El Estado existe inmediatamente en las costumbres mediatamente en la autoconciencia individual, en el conocimiento y en la actividad, mientras que la autoconciencia, en virtud de su sentimiento hacia el Estado, encuentra en el Estado, como esencia suya y fin y producto de su actividad, su libertad sustantiva (Filosofía del Derecho)

Por ello de un modo análogo al ciudadano ateniense, la conducta y los valores humanos y religiosos del individuo, pierden sentido fuera de su Estado. El Estado no es, pues, ya se ve, simple institución política, sino el espíritu colectivo que impregna la vida comunitaria. El Estado representa para Hegel la única realidad capaz de lograr y realizar plenamente la libertad. En el Estado se inserta plenamente lo individual y lo universal.

El capricho individual no es libertad. Sólo en el Estado el hombre tiene existencia racional. Estas ideas de Hegel han motivado que algunos lo acusaran de totalitarista. Hegel dice que pensar que el Estado no hace más que coartar la libertad de los individuos es pensar de forma negativa e idealista, ya que sólo el Estado es la única garantía de la libertad y de que los individuos vivan libremente. Lo demás sería pensar que el capricho individual puede ser elevado al rango de libertad . Esto hizo que Hegel criticase algunas de las teorías sobre el Estado de pensadores anteriores (crítica de los que piensan que el hombre era libre en el estado de naturaleza y que el Estado no hace sino coartar la libertad, y crítica de la teoría de Estado Patriarcal). El Estado es lo divino sobre la tierra; la sociedad está supeditada a él, la vida moral es de una dignidad menor que la vida política, la forma perfecta de la constitución es la monarquía, el pueblo debe obedecer al gobierno, la nacionalidad es un concepto sin importancia, la lealtad hacia el Estado es el deber supremo del hombre que debe ser ciudadano, la elección popular es un mal sistema. El Estado es sólo un momento del espíritu, es decir, la filosofía política de Hegel nos presenta el Estado como necesario pero no suficiente para la comprensión total de lo real.

La filosofía hegeliana no es sólo una filosofía política; el objetivo de Hegel va más allá de la solución que pueda ofrecer la política o dicho de

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otro modo: la reflexión filosófica, dirigiéndose a lo radical y definitivo apunta a la libertad total entendida como triunfo absoluto de la razón; por lo que debe pasar inevitablemente por su realización política. Por ello la expresión profunda de la ética es la política, o sea, el desplazamiento de la ética personal a la ética social es necesario para que emerja el ser de la verdadera realidad: la colectividad o el espíritu colectivo. El Estado es -la actualizaciòn de la ética‖. Ese espíritu o -impulso‖ colectivo, en todas sus facetas, expresa lo divino en la tierra: gracias a él el individuo eslibre; es decir, las leyes de este dios viviente le protegen: esta liberación del espíritu en la que vuelve a sí mismo y va a realizar su verdad y la obra de ésta, constituyen el derecho supremo y absoluto. Pero ello, a ese -dios‖

hay que rendirle -culto‖, es decir, hay que volcarse hacia él, identificándose con él, pues él es el creador de su propio destino: él -hace‖

la Historia y los individuos que comprenden esto caerán en la cuenta de que no hay más derecho que el del Estado.

LA HISTORIA COMO EXPLICITACIÓN DEL ESPÍRITU EN EL TIEMPO

Para entender mejor esta noción de historia, veamos por separado los conceptos de "espíritu" y "explicitación en el tiempo".

Espíritu: Espíritu no es lo opuesto a la materia. Es lo más fuerte, profundo y real de lo existente. Es el espíritu del mundo o espíritu universal, la fuerza de todas las fuerzas, la profundidad de todas las profundidades. Es la reconciliación del hombre con la realidad, la reconciliación del sujeto pensante con el objeto pensado. No es nada estático. Por el contrario, va evolucionando dialécticamente: espíritu subjetivo (descubrimiento de sí), espíritu objetivo (realización práctica: aquí hay que colocar a la historia) y Espíritu Absoluto (encuentro definitivo del hombre con la realidad, del sujeto con el sujeto).

Explicitación en el tiempo: El espíritu poco a poco se va desarrollando, se va expresando en medio de un proceso siempre progresivo, sin poder volver atrás. Por eso la historia es: - El paso de todo la parcial hacia la totalidad. - El tiempo que dura el enriquecimiento

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progresivo de los seres, de la verdad, de la libertad... - El encuentro y reconciliación del sujeto con el objeto, del hombre con la realidad. La historia es la cumbre en el Espíritu Absoluto: es la total superación de todo proceso, la máxima unidad de contrarios, la culminación y la plenitud de todo ser, la expresiòn máxima de la Libertad, de la Verdad, del pensamiento.

LA HISTORIA COMO ESCENARIO DE DIOS EN EL MUNDO

La razón dialéctica es la que rige el mundo, y, por tanto, la historia universal ha transcurrido racionalmente. La comprensión filosófica de la Historia se convierte para Hegel en una justificación del protagonismo de Dios en la Historia, en lo cual todo lo negativo aparece como algo subordinado al Todo, al plan total del Espíritu. Hegel tiene una visión teológica de la historia que implica que todos los acontecimientos crueles, injustos y bárbaros que se han producido en la historia no tuvieron más remedio que hacerse. Fueron unos instrumentos en manos del Espíritu del Mundo. Esa Razón infinita es la que opera en la historia de la humanidad por la cual ésa Razón infinita se realiza a sí misma. Hegel no se fija en lo penoso del camino histórico, sino en la meta, en el fin con que se han llevado a cabo esos sucesos desagradables. Para Hegel, esa meta, es el Espíritu, y e fin que persigue el Espíritu es la conquista de la libertad.

LA HISTORIA COMO AVANCE DE LA CONCIENCIA DE LA LIBERTAD

La historia es el proceso de desarrollo de la libertad. Este proceso es el desenvolvimiento de la verdad parcial hacia la Verdad total. La historia universal es para Hegel un conjunto de fases o épocas históricas que se van sucediendo dialécticamente en un progresivo avance de la realización de la libertad a través del Estado, que no sólo no coarta la libertad de los individuos, sino que es la única forma de que los individuos vivan en libertad. Hegel distingue tres estadios en este progreso de la conciencia en libertad que constituye la trama de la historia:

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1. Oriente . Es el primer período, la infancia de la humanidad, que se caracteriza por la ausencia de libertad. Los orientales no saben que el hombre como tal es libre, y, como no lo saben, no lo son. Solamente un hombre era libre: el déspota. Es la época de despotismo en la que el poder del Estado se concentra en un solo individuo. El individuo, pues, está absorbido por el Estado. En la relación individuo-colectividad prevalece el elemento comunidad. Pertenecen a este periodo China, India, Persia, Asia Menor y Egipto.

2. Occidente: Grecia y Roma. Es el segundo período, que contiene la historia del mundo grecorromano. Es la etapa de la adolescencia de la humanidad. Se inicia la conciencia de la libertad, y por ello se lucha por la libertad. Pero entre Griegos y romanos sólo sabían que algunos hombres eran libres, pero no que el hombre como tal lo fuera. Por ello se dio la esclavitud. Sigue prevaleciendo el elemento comunitario sobre el elemento individual (polis griega).

3. Pueblos germánicos: Representan la ancianidad de la humanidad. Es un período que se prolonga desde la llegada del Cristianismo hasta la época actual (de Hegel, se entiende). La libertad, que surgió con el Cristianismo, no llegó a tener inmediata expresión en las leyes y en las instituciones porque con el triunfo cristiano perduró la esclavitud. Ha sido necesario un largo proceso de desarrollo de los pueblos antes del reconocimiento explícito de la libertad.

Se produce la reconciliación de la escisión sujeto-objeto = individuo-colectividad. Sólo las naciones germánicas han llegado a la conciencia de que el hombre es libre como hombre. Es la etapa de madurez de la Historia: todos somos libres.

Todos los hombres se sienten y son libres (abolición de la esclavitud), y realizan su libertad a través del Estado. ¿Qué medios utiliza el espíritu para realizar este fin? A primera vista, pueden parecer los menos adecuados. Se trata de los pequeños intereses, necesidades y pasiones humanas que aparecen constantemente en la Historia. Hegel

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afirma incluso que sin pasión nada grande se ha realizado en el mundo. Pero ¿cómo puede el Espíritu, con esa enorme masa de intereses y pasiones individuales realizar el fin universal de la historia? Es verdad que sin pasión no se hace nada serio en la historia, pero las pasiones de las grandes figuras de la historia son utilizadas como instrumentos del Espíritu del Mundo y muestran la "astucia de la razón". La razón hace que el interés particular de la pasión sirva de cebo a la realización del interés universal. Sus instrumentos son los grandes personajes históricos, los hombres cuyo fin individual incluye el fin universal del Espíritu. Tales hombres (Alejandro Magno, Julio César, Napoleón) no tenían necesariamente conciencia de que sus fines particulares eran sólo momentos del fin universal.

La institución que asegura la consecución del fin al que se dirige la historia es el Estado. Este es algo así como el material con el que se construye la historia y llega al fin último del Espíritu. El Estado es la realización de la libertad, la unión de la voluntad universal del Espíritu y de la voluntad subjetiva del individuo. Sólo en la obediencia al Estado es el hombre verdaderamente libre. Por eso los grandes individuos históricos han sido los creadores de los grandes Estados. La filosofía de la historia ocupa un lugar central en el sistema de Hegel, actuando como una especie de gozne para que las demás partes encajen. Esto es así porque su sistema íntegro está pensado históricamente, de manera que en su obra se dan la mano la filosofía de la historia y la historia de la filosofía bajo la égida de la historia universal como realización del Espíritu Absoluto.

A la base de esta concepción de la filosofía de la historia se halla la identificación de las categorías del ser y del pensar, esto es, de la ontología y la lógica, así como la manifestación dialéctica de ambos. Ni la historia del pensamiento, ni la reflexión sobre la historia pueden ser algo meramente externo, porque la historia del mundo no es algo diferente de la construcción dialéctica del Espíritu. Mientras que la filosofía de la naturaleza considera la Idea fuera de sí, exteriorizada, la filosofía de la historia -como filosofía del espíritu- considera la idea en sí y para sí,

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constituyendo la coronación del sistema. La historia se presenta, pues, como el despliegue de una totalidad, y lo que nos narra son objetivaciones del Absoluto en su devenir hacia la plena posesión de sí mismo; el fin hacia el que la historia tiende no es otro que la adquisición por parte del Espíritu de la plena autoconciencia de lo que él es; el tiempo es el ámbito donde el Absoluto se despliega; y el fin de la historia se alcanza cuando el Espíritu logra la meta de adquirir la plena autoconciencia.

Los acontecimientos de la historia no son sino momentos del despliegue del Absoluto (que se objetiva en las diferentes etapas de su desarrollo en los fenómenos del arte, del derecho, de la filosofía o de la religión), pero autodeterminándose y reconociéndose a través de esos acontecimientos hasta conseguir la autocomprensión total de sí mismo. Este camino se identificará, a su vez, con la realización de la razón divina, que determina los acontecimientos, y con el desarrollo de la conciencia de la libertad.

El Espíritu se despliega en tres momentos de desarrollo dialéctico, como espíritu subjetivo (alma, conciencia, espíritu en tanto que objeto de la sicología), espíritu objetivo (derecho abstracto, moral o moralidad interna, esto es, Moralität, moralidad objetivada o eticidad, es decir, Sittlichkeit), y espíritu absoluto (arte, religión, filosofía). La teoría de la moral objetivada en sus tres momentos - familia, sociedad civil y Estado- fue desarrollada especialmente en la Filosofía del Derecho, y su desenlace es una filosofía de la historia que pretende poner al descubierto la lógica inmanente en virtud de la cual todo lo que es racional es real y todo lo que es real es racional. Esta adecuación entre razón y realidad se da a través de contradicciones, colisiones y conflictos que conducen a estadios superadores. Se trata de un proceso dialéctico que hace de la historia universal no sólo el tribunal universal, sino también el progreso en la conciencia de la libertad.

El movimiento dialéctico lo describe Hegel como un proceso de negación y mediación, que siguen a un primer momento de simple posición de una cosa o un concepto; las fases de este movimiento, o

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momentos de la dialéctica, han recibido corrientemente los nombres de tesis, antítesis y síntesis, aunque esto son términos que Hegel no utiliza normalmente; en su lugar utiliza -afirmaciòn‖, -negaciòn‖ y -negaciòn de la negaciòn‖. Hegel atribuye esta tríada de nombres y conceptos al antiguo pensamiento griego y al pensamiento cristiano primitivo. El primero es característico del entendimiento, el segundo es el movimiento propiamente dialéctico y el tercero es el propio de la razón. En las obras de Hegel aparecen más frecuentemente otros nombres: simplicidad, escisión y reconciliación; o inmediatez, alineación y unidad mediada.

La tesis es la posición o simple afirmación de algo, que por necesidad se presenta, al poco de examinarlo, como simple apariencia; la negación o antítesis supone un contraste a la vez que un conflicto; las cosas y el pensamiento son sustancialmente contradicción, como ya expresaba antiguamente Heráclito. El empuje dialéctico lleva a una visión de conjunto, a un tercer momento de mediación o intento de solución de la contradicción, la síntesis, que se acaba en una nueva posición de la cosa o del concepto, que asume y a la vez supera el punto de partida inicial, con lo que de nuevo puede iniciarse el proceso dialéctico. El proceso no es, sin embargo, en este sentido, infinito, porque ha de acabar con la comprensión total de la realidad y del pensamiento como un saber completo, o absoluto.

En resumen, el pensamiento hegeliano se ha desplegado dialécticamente conforme a los tres momentos:

1. Tesis: la meta de la historia universal es el progreso en la conciencia de libertad.

2. Antítesis: los medios para lograr ese fin son las pasiones y egoísmos de los individuos.

3. Síntesis: la unión de ambos momentos y el ámbito de realización de la libertad es el estado.

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CONCLUSIÓN

Hay que tener muy en cuenta que: Hegel no intenta justificar ninguna forma política concreta. Lo único que intenta justificar es la racionalidad del Estado. El que algunos grupos políticos hayan querido justificar su propia doctrina (totalitarismo) apoyándose en Hegel es otra cuestión. La interpretación que hace Hegel del Estado hay que situarla dentro de una época determinada y tal vez no valga para otra época. La historia es, pues, el lugar donde la razón se realiza, al objetivarse el Espíritu en su devenir hacia la autoconciencia; por lo tanto, no puede afirmarse que exista dualidad entre la razón y la historia, ya que ésta es la realización de la razón misma. La historia recibe el carácter de lo racional, ya que en ella la razón del mundo se desarrolla a sí misma, imprimiendo, a su vez, un sentido a la historia.

En el Estado, la libertad se hace objetiva y se realiza positivamente. Sólo en el Estado tiene el hombre una existencia conforme a la Razón. De ahí que el fin de toda educación sea que el individuo deje de ser algo puramente subjetivo y se objetive en el Estado, que es la vida ética real y existente, porque es la unidad del querer subjetivo y del querer general y esencial.

El Estado es la más alta encarnación del Espíritu objetivo, la realidad de la Idea ética en la que se plasma el espíritu de un pueblo. Sin embargo, más allá de los espíritus nacionales de los pueblos aparece el espíritu del mundo. Toda nación tiene su propio principio o genio característico, que se refleja en los fenómenos asociados a ella, en su religión, sus instituciones políticas, su código moral, su sistema jurídico, sus costumbres, aun en su ciencia y en su arte; y toda nación tiene una aportación peculiar que hacer, la cual a su vez está destinada a contribuir al proceso de la historia del mundo; ahora bien, cuando suena la hora de una nación, que suena sólo una vez, todas las demás tienen que cederle el

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camino, porque en aquella época particular es ella, y no las otras, el vehículo elegido del espíritu del mundo.

El Estado es para Hegel una abstracción, cuya realidad reside únicamente en la de los ciudadanos, pero también existe la necesidad de un gobierno y una administración que dirija los asuntos del Estado, restándole al pueblo desempeñar su obediencia a ¿la mejor constitución? Desde el punto de vista histórico, Hegel sacrificaba a los individuos como medios para la marcha de lo Absoluto, desde una perspectiva política, una abstracción se concretiza en el poder de un gobierno determinado y pondrá en peligro los derechos de los ciudadanos.