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XI.- ACCIDENTES DEL TRABAJO Y ENFERMEDADES PROFESIONALES 1.- Marco Conceptual: a) Teorías que sobre la Responsabilidad por Accidentes del Trabajo y Enfermedades Profesionales: A lo largo del tiempo, se han formulado distintas teorías en orden a señalar la responsabilidad que existe para indemnizar los infortunios que pueden ocurrirles a los trabajadores y les produzcan incapacidad temporal o permanente para el trabajo y, en consecuencia para ganar su sustento y el de su grupo familiar; estas teorías han variado y evolucionado, acarreando en consecuencia la adecuación de la legislación. En la era industrial, cuando el trabajador sufría un accidente del trabajo, al no contar con un respaldo económico suficiente para hacer frente a tamaña contingencia, quedaba entregado a la benevolencia de su empleador o a la beneficencia pública o privada, o lisa y llanamente debía acudir a la caridad; la legislación existente entonces, no permitía demandar al empleador por accidentes del trabajo, a menos que se probara que el accidente se había debido a su culpa, por ser esta la única causa general de responsabilidad dentro del Derecho Común. De acuerdo con tal doctrina, para que una persona indemnice los daños sufridos por otra es necesario que el acto que ha ocasionado el daño le sea moralmente imputable, es decir, debido a su culpa; culpable significa haberlo querido o podido prever y evitar, el acto se relaciona directamente con el agente y éste,

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XI.- ACCIDENTES DEL TRABAJO Y ENFERMEDADES PROFESIONALES

1.- Marco Conceptual:

a) Teorías que sobre la Responsabilidad por Accidentes del Trabajo y Enfermedades Profesionales: A lo largo del tiempo, se han formulado distintas teorías en orden a señalar la responsabilidad que existe para indemnizar los infortunios que pueden ocurrirles a los trabajadores y les produzcan incapacidad temporal o permanente para el trabajo y, en consecuencia para ganar su sustento y el de su grupo familiar; estas teorías han variado y evolucionado, acarreando en consecuencia la adecuación de la legislación.

En la era industrial, cuando el trabajador sufría un accidente del trabajo, al no contar con un respaldo económico suficiente para hacer frente a tamaña contingencia, quedaba entregado a la benevolencia de su empleador o a la beneficencia pública o privada, o lisa y llanamente debía acudir a la caridad; la legislación existente entonces, no permitía demandar al empleador por accidentes del trabajo, a menos que se probara que el accidente se había debido a su culpa, por ser esta la única causa general de responsabilidad dentro del Derecho Común.

De acuerdo con tal doctrina, para que una persona indemnice los daños sufridos por otra es necesario que el acto que ha ocasionado el daño le sea moralmente imputable, es decir, debido a su culpa; culpable significa haberlo querido o podido prever y evitar, el acto se relaciona directamente con el agente y éste, acreditada su intervención, ha de responder ya criminal o civilmente, tal es la doctrina que contemplaba y contempla nuestro Código Civil en el título XXV del Libro IV “De los delitos y cuasidelitos”.

En esa época, en que la única responsabilidad que el afectado podía invocar, era la de la culpa del empleador, fundada en el Derecho Común, por lo que era muy difícil, por no decir imposible, que la víctima de un accidente

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pudiera obtener indemnización, ya que de acuerdo con el principio del onus probandi, la prueba corría de su cargo. Además, la causa de la responsabilidad, culpa del empleador, era por lo general muy difícil de probar, aún cuando pudiera el trabajador acreditar el hecho mismo que le causó la lesión.

De acuerdo con la legislación vigente en aquella época, el empleador podía excusar su responsabilidad alegando caso fortuito, ya que dentro de nuestra Derecho, a lo imposible nadie está obligado, o bien podía atribuir el accidente a culpa del trabajador, por lo que siendo más posible al empleador acreditar las circunstancias que ocurren en el lugar de trabajo, podía fácilmente liberarse de todo cargo.

Con el transcurrir del tiempo, esta denominada teoría subjetiva de la culpa fue perdiendo terreno frente a la realidad, ya que las víctimas de accidente, al no ser indemnizadas por sus empleadores, debían pesar como carga sobre la sociedad, y principalmente, sobre el Estado, comenzando a abrirse paso una nueva teoría, que en definitiva reemplazó a la anterior; según ella, el que crea una industria genera con ella los riesgos consiguientes, los trabajadores, como factor de producción son incorporados a la esfera de acción del empleador, quien, en razón de su actividad se apropia de todas las circunstancias que de ellos nazcan y de los riesgos que puedan correr quienes le sirven, y que se encuentran expuestos a los resultados que la actividad empresarial produce, la nueva teoría, como se ve, descartaba la idea de culpa del empleador en los accidentes sufridos por sus trabajadores, y por el contrario, partía de la base de un contrato que unía a las partes, en virtud del cual el trabajador al entregar sus servicios al empleador bajo su dirección, mediante una remuneración, pasaba a formar o a integrar la actividad productiva del empleador, y este por tanto, debía comprometerse a garantizar su salud desde el inicio y hasta el término del contrato.

Esta tesis basada en el contrato de trabajo, llamada por lo mismo contractual, del riesgo creado o de la imprevisión, desplazo a la teoría subjetiva de la culpa, con enormes ventajas para el trabajador ya que en la teoría de la culpa, como recién se ha indicado, el peso de la prueba recaía sobre la víctima

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del accidente, mientras que en la teoría del riesgo creado, se invierte el peso de la prueba en juicio; en esta última se parte de la base de que como el empleador debe garantizar la salud de sus trabajadores, al ocurrirle un accidente a alguno de estos, se presume responsable a aquel, quien para liberarse de responsabilidad tendría que probar que no hubo ni culpa ni negligencia de su parte, o que se debió a culpa del trabajador.

Sin embargo, esta teoría del riesgo creado o de la imprevisión no satisfizo las exigencias de las víctimas de accidentes, eran muchas las ocasiones en que nada podían obtener frente al empleador que los ocupaba y que reemplazaba el material humano inutilizado, por nuevos trabajadores, resultando muy frecuente que el empleador dispusiere de los medios de prueba suficiente para destruir la presunción de responsabilidad o para imputar el accidente a la culpa del trabajador.

Así, la necesidad impuso una nueva formula legal a fin de hacer más fácil el camino del trabajador accidentado para obtener la indemnización debida, nació una tercera teoría, llamada del riesgo profesional, en ella se parte de la base que la responsabilidad del empleador no nace ni de su culpa, ni del contrato de trabajo, sino que de una fuente distinta, de la existencia de la empresa misma, se postula que la industria constituye en si misma un sistema complejo de actividades y riesgos, y que al ocurrir un siniestro en el trabajo que lesionase a un trabajador, la empresa debe hacerse cargo de sus consecuencias, por la sola circunstancia de sobrevivir.

Se añade que la empresa responde por estos riesgos, porque ella los crea con su actividad, y porque es la empresa la que se beneficia con la actividad de los trabajadores que ocupa; de modo que si alguno de ellos se lesiona o muere a causa de un accidente del trabajo, es la empresa la que debe reparar el daño, tal como lo haría si se tratara de otro bien de producción, como una maquinaria o herramienta.

Los autores al referirse a estas tres teorías, indican que la primera la de la culpa subjetiva del empleador o subjetiva, es propia de una legislación

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individualista, que luego pasa por un período de transición, del que es expresión la teoría del riesgo creado o contractual, para llegar finalmente a la solución de la teoría del riesgo profesional, que es aquella que refleja de mejor modo los principios, fines y fundamentos del Derecho de la Seguridad Social; a esta última teoría, del riesgo profesional, se le conoce también como teoría objetiva, porque parte de la realidad del accidente mismo, y lo acepta como un riesgo propio de la actividad de la industria.

Esta teoría objetiva o del riesgo profesional sólo reconoce dos excepciones a la responsabilidad empresarial, que es amplísima, ellas son: cuando el accidente se debe a fuerza mayor extraña y sin relación alguna con el trabajo, y cuando el accidente es producido intencionalmente por la víctima. Respecto de estas limitaciones, cabe señalar que en el Derecho Común, por lo general, caso fortuito y fuerza mayor son sinónimos, sin embargo en materia de accidentes del trabajo, se debe hacer una distinción, si bien es cierto que el caso fortuito es aquél que escapa a la previsión humana, su causa reside en el funcionamiento mismo de la explotación o trabajo, como por ejemplo, la explosión de un motor; en tanto que la fuerza mayor es por el contrario, la expresión de un fenómeno natural, de orden físico o moral, que escapa a toda previsión, también, pero, cuya causa es enteramente extraña a la explotación o trabajo.

Dentro de esta teoría de la objetividad, el empleador no responde de la fuerza mayor, siempre que ella sea extraña y sin relación alguna con el trabajo, pero, sí responde de los accidentes ocurridos por causa fortuita, como son la mayoría, porque ellos son simples riesgos que él ha creado en su actividad productiva. También responderá de los accidentes que se deban a negligencia, descuido o aún culpa del trabajador; sólo no responderá cuando el accidente haya sido provocado intencionalmente por la víctima, o sea, con intención de producir las consecuencias que derivan del accidente; es entonces necesario que no sólo haya ejecutado libre y espontáneamente el acto que determina el accidente, sino que haya querido obtener los resultados propios de un accidente. Los autores coinciden en que basta el dolo del trabajador para ejecutar el acto mismo y querer producir las consecuencias propias de un

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accidente, para liberar de responsabilidad al empleador, aún cuando el accidente se haya preparado para lesionar a otro trabajador y resulte lesionado el autor.

b) Posición de Nuestra Legislación: El Código del Trabajo de 1931, hasta la fecha en que fuera modificado por la Ley 16.744, de 1º de Febrero de 1968, en relación a los accidentes del trabajo, se apoyaba y desarrollaba ampliamente en la teoría del riesgo profesional, según la cual el empleador responde de todos los accidentes del trabajo, salvo fuerza mayor extraña al trabajo o dolo del trabajador; al dictarse la Ley 16.744, se abandona la teoría del riesgo profesional, para adoptar una más moderna, la teoría de la responsabilidad social, en que ya no es el empleador quien responde de las consecuencias de los infortunios, sino un ente asegurador, quien obtiene los recursos del fondo de indemnización, principalmente de la cotización obligatoria de los empleadores.

Esta nueva teoría se basa en que una de las consecuencias más significativas del accidente, la interrupción temporal o permanente para el trabajo que sufre la víctima, lo que importa la discontinuidad en su ingreso y en el de su grupo familiar, produce un efecto en cadena, afectando en primer término al propio trabajador, luego a su grupo familiar, a la empresa y a la colectividad misma, de modo que el riesgo pasa a ser social, y teniendo dicho carácter, es lógico que el sistema que lo cubra, a través de un seguro obligatorio, también sea de carácter social, basado en la responsabilidad colectiva.

De esta forma, es la sociedad la que contribuye al financiamiento del seguro, a través de los empleadores que, como grupo, son parte importante de la sociedad, concretando así uno de los principios básicos de la Seguridad Social, cual es la solidaridad; de esta manera, se eliminan también los problemas que antaño se producían en las legislaciones anteriores, cuando el riesgo era de exclusivo cargo del empleador, ya sea en cuanto a la prueba del siniestro, su evaluación o su indemnización, ahora es la sociedad la que debe responder por sus consecuencias.

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La Ley Nº 16.744, empieza por declarar obligatorio el seguro social contra riesgo de accidentes del trabajo y enfermedades profesionales, y por señalar quienes están obligados a él, disposición que es amplísima, como veremos, e indicar cuáles son las contingencias cubiertas, accidentes del trabajo y enfermedades profesionales, y si bien amplía respecto de los accidentes el campo de su ocurrencia a los acaecidos en el trayecto directo de ida o regreso, entre la habitación o el lugar de trabajo de la víctima, sigue exceptuando los accidentes debidos a fuerza mayor extraña y sin relación alguna con el trabajo, y los producidos intencionalmente por la víctima, con la sola excepción de que se pueden otorgar los beneficios en caso de fuerza mayor, en razón de la necesidad de recibir esta o desempeñar sus labores en el lugar del siniestro.

Analizaremos brevemente las excepciones señaladas; el artículo 45 de nuestro Código Civil, considera sinónimos a la fuerza mayor y al caso fortuito, al indicar que: “se llama fuerza mayor o caso fortuito al imprevisto a que no es posible resistir, como un naufragio, un terremoto, el apresamiento de enemigos, los actos de autoridad ejercidos por un funcionario público, etc.” La doctrina distingue, sin embargo, y llama caso fortuito al que proviene de un acto de la naturaleza, y fuerza mayor cuando proviene de una autoridad; tal criterio fue seguido por el legislador del Código del Trabajo, que distingue la fuerza mayor del caso fortuito, eximiendo al asegurador cuando la fuerza mayor es extraña y sin relación alguna con el trabajo, pero, lo hace responsable, cuando el accidente se debe a caso fortuito.

Hemos señalado ya, que en materia de accidentes, si bien el caso fortuito escapa a las previsiones humanas, su causa reside en el funcionamiento mismo de la explotación o trabajo, es la culpa objetiva, la culpa de la empresa donde la víctima trabaja y es, precisamente, la principal causal del riesgo profesional; en cambio, la fuerza mayor sigue teniendo el valor que le asigna la legislación civil, o sea, es un fenómeno natural, de orden físico o moral, que se bien escapa a toda previsión, también su causa es enteramente ajena, extraña a la explotación o trabajo. Son causales estimadas de fuerza

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mayor en los accidentes del trabajo, los terremotos, las inundaciones, los bombardeos, los ciclones, los tornados, el exceso de calor o frío, etc.

Además el legislador ha dispuesto, para liberar de responsabilidad al asegurador en caso de un accidente debido a fuerza mayor, que esta sea extraña y sin relación alguna al trabajo, porque si alguna relación existiere entre la fuerza mayor y el trabajo, estaríamos en presencia de un accidente del trabajo. Por lo general, podemos decir que no se consideran accidentes del trabajo los casos debidos a la acción de la fuerza de la naturaleza, aunque sobrevengan durante el trabajo, pero, que si se consideran cuando se constate que el trabajo ha contribuido a poner en movimiento esas fuerzas o a agravar efectos.

Además, debe consignarse que los consejos de los organismos administradores del seguro, pueden otorgar el derecho a los beneficios, en caso de accidentes debidos a fuerza mayor extraña al trabajo, que afectaren al afiliado, en razón de su necesidad de residir o desempeñar sus labores en el lugar del siniestro.

En cuanto al accidente producido intencionalmente por la víctima, debe tenerse presente que es necesario que haya existido por su parte dolo o malicia, es decir, que no sólo haya ejecutado libre y espontáneamente el acto que determina el accidente, sino que además, haya querido producir las consecuencias precisas que de él derivan. Se admite, sin embargo, por extensión que basta que el trabajador haya querido lesionar a un tercero, lesionándolo a él el acto que ejecuta, ara eximir al empleador de responsabilidad por el accidente causado, ya que en tal caso también estaríamos en presencia de un accidente intencional de la víctima.

La Ley Nº 16.744 establece solamente sanción de multa para el trabajador que provoca accidentes por negligencia inexcusable, aún en el caso de que el mismo sea su víctima. Así mismo, señala que los reglamentos internos de seguridad e higiene en el trabajo, deberán consultar la aplicación de multas a los trabajadores que no utilicen los elementos de protección

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personal que les hayan proporcionado, o que no cumplan las normas o instrucciones impartidas.

c) Concepto de Accidente del Trabajo: La Ley define el accidente del Trabajo como “toda lesión que una persona sufra a causa o con ocasión del trabajo, y que le produzca incapacidad para el mismo o muerte”; concepto del que se desprende que la lesión para que se considere accidente del trabajo, se debe producir con ocasión o a causa del trabajo, y debe producir una incapacidad a la víctima para el mismo, la que por supuesto puede ser tanto parcial como total. Además, como factor determinante para distinguir el accidente del trabajo de la enfermedad profesional, la doctrina ha agregado un tercer requisito, a saber, que el accidente se produzca por una causa exterior anormal y, en general, repentina y violenta.

La primera Ley sobre accidentes del trabajo, Nº 3.170, de 30 de Diciembre de 1916, exigía la acción repentina y violenta de una causa externa a la víctima para considerarla accidente del trabajo; la Ley siguiente, la Nº 4.055, de 8 de Septiembre de 1924, que la reemplazó, no contempló este requisito, que de todas maneras sigue siendo indispensable para identificar una lesión como accidente del trabajo, puesto que es de la esencia de este, requisito que tampoco fue reproducido por la Ley en actual vigencia.

Respecto del primer requisito contemplado por la Ley en comento, esto es, que el accidente sea a causa o con ocasión del trabajo, cabe señalar que el accidente puede deberse a causa del trabajo, esto es, que su causa directa e inmediata sea el trabajo, cuando el accidente se produce dentro o en el marco de las labores que desempeña el trabajador, y en el lugar en que debe ejecutarlas, la segunda posibilidad es que el accidente ocurra con ocasión del trabajo, esto es, cuando ha sido causado por un hecho conexo con el trabajo o más o menos útil a su ejecución.

Que el accidente se deba a causa del trabajo, generalmente no implica mayores dificultades en cuanto a la determinación y prueba de este, al contrario de lo que ocurre cuando sucede con ocasión del trabajo, máxime si la

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incapacidad se produce tiempo después de ocurrido el hecho o la causa que la provoca. Para salvar esta dificultad, se ha distinguido si la lesión sigue inmediatamente a la causa o no; si sigue de inmediato, no habrá dificultad para reconocer una lesión como producida con ocasión del trabajo, como es el caso de un trabajador que se lesiona cuando va o vuelve del trabajo, sin embargo, si la lesión se produce a posteriori, cuando el contrato que unía a las partes ya ha terminado, por ejemplo, es difícil determinar si ocurrió o no con ocasión del trabajo.

Con ocasión dice relación con un hecho conexo con el trabajo o más o menos útil a su ejecución, para precisar este concepto se distingue causa extrínseca o mediata y causa intrínseca o inmediata, y se dice que la lesión será accidente, siempre y cuando haya relación entre la causa extrínseca del accidente y el trabajo que debía ejecutar la víctima, aún cuando la causa intrínseca no diga relación con el trabajo. Como ejemplo de aquello, suele citarse el caso de un supervisor que es lesionado por un trabajador fuera del local y de la jornada de trabajo, el que había sido reprendido por aquel por la ejecución de su faena, en este caso, se señala, nos encontraríamos ante un accidente del trabajo, debido a que la causa inmediata de la lesión la constituyen los golpes propinados por el subalterno fuera del trabajo y sin relación con este, pero, la causa mediata o extrínseca sí dice relación con el trabajo, ya que está constituida por la reprensión previa, sin la cual no se hubiese producido la reacción del trabajador.

El segundo requisito, esto es, que la lesión produzca incapacidad para el trabajo, significa que la lesión sufrida por la cusa exterior, le produzca cualquier alteración psíquica o corporal, orgánica o funcional, y que esta alteración le incapacite para el trabajo, no siendo de la esencia de la incapacidad que esta aparezca o sea detectada de inmediato, ya que puede presentarse con posterioridad, o mutar con el transcurso del tiempo, desapareciendo o agravándose.

El tercer requisito, que el accidente se deba a causa exterior anormal, y en general, repentina y violenta, se entiende que opera cuando la causa

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exterior que ha producido el accidente es extraña a la constitución orgánica de la víctima, en tal caso, nos referimos a la causa inmediata o intrínseca, o sea, a la que directamente produce la lesión, en el ejemplo citado, la agresión del trabajador al supervisor; este requisito sirve principalmente, para distinguir el accidente del trabajo de la enfermedad profesional, su presencia normalmente significará accidente del trabajo, y su ausencia, siempre que la incapacidad para el trabajo de un individuo se deba a una afección que se manifieste en el organismo humano por un estado anormal, lento y continuado, producido también por una causa lenta y continuada en el tiempo, de carácter perdurable, en relación con el trabajo que esa persona desarrolla, significará la presencia de una enfermedad profesional.

d) Enfermedades Profesionales: la Ley define enfermedad profesional en su artículo 7º, indicando que es la causada de una manera directa por el ejercicio de la profesión o el trabajo que realice una persona y que le produzca incapacidad o muerte; de allí se concluye que los requisitos para que una enfermedad sea considerada profesional son los siguientes: que provenga del ejercicio de una profesión o trabajo, que produzca incapacidad o muerte, y que haya una relación directa entre el ejercicio de la actividad causante y la incapacidad o muerte de la víctima.

Es un reglamento el que indica cuales afecciones son consideradas como enfermedades profesionales, el que debe ser revisado, por lo menos cada tres años, siendo él en actual vigencia el contenido en el D.S. Nº 109, el que considera como agentes específicos causantes de enfermedades profesionales los siguientes: químicos, físicos, biológicos, polvos, y su artículo 19 dispone el catálogo de enfermedades que se consideran profesionales.

Cabe señalar que dentro de este catálogo se consideran entre otras, la rabia, el tifus exantemático, la picada y el tétano, lo que en reiteradas ocasiones tanto la jurisprudencia judicial como la administrativa, emanada de la Dirección del Trabajo habían sido declarados como accidentes habida cuenta de la forma repentina en que se adquiere la lesión, respecto de este listado, cabe hacer presente que la Superintendencia de Seguridad Social, previo

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informe del Servicio Nacional de Salud, revisará cada tres años la nómina de enfermedades profesionales y de sus agentes, y propondrá al Ministerio del Trabajo y Previsión Social las modificaciones que sea necesario introducirle, en todo caso, ante una situación no prevista en el Reglamento, el Organismo Administrador puede solicitar de la superintendencia que califique una enfermedad como no profesional.

La incapacidad o muerte debida a enfermedad profesional se indemniza en la misma forma que la proveniente de accidentes del trabajo, siendo necesario atender entonces a la categoría de incapacidad que produce o si ha acarreado como consecuencia la muerte, para fijar el monto y tipo de indemnización.

2.- Normas Generales:

Dentro de este punto nos referiremos a todas aquellas disposiciones comprendidas en la Ley 16.744, que se aplican a todos los accidentados, y que por su carácter general, sea cual fuere la incapacidad producida, tienen igualmente cabida. Resultando pertinente recordar que la Ley en comento, de 1º de Febrero de 1968, derogó todas las disposiciones legales o reglamentarias contrarias a su texto, y el Título III del Libro II del Código del Trabajo remite expresamente a ella, de modo que las normas que hoy rigen son las de esta Ley, y aquellas contenidas en textos especiales, que no hayan sido derogadas por ella, por no resultar contrarias a su texto.

a) Responsabilidad: De acuerdo con lo dispuesto en la misma Ley, se ha declarado obligatorio el seguro social contra riesgos de accidentes del trabajo y enfermedades profesionales para los trabajadores por cuenta ajena, cualquiera que sea su empleador, incluidos los servidores domésticos y aprendices, funcionarios públicos de la administración del Estado, así como también los dependientes de Municipalidades, instituciones administrativamente descentralizadas del Estado, estudiantes que ejecuten trabajos que signifiquen

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una fuente de ingreso para el respectivo plantel, y los trabajadores independientes y familiares.

Además se ha incluido dentro de este seguro obligatorio, a todos los estudiantes de establecimientos fiscales o particulares por los accidentes que sufran con ocasión de sus estudios o la realización de su práctica educacional.

La afiliación de un trabajador hecha en una Caja de Previsión para los demás efectos de Seguridad Social, se entiende hecha, por el sólo ministerio de la ley para este seguro, salvo que el empleador para el cual trabaje esté adherido a una mutualidad; e igualmente cabe recordar que no obstante encontrarse vigente este seguro de carácter obligatorio, se mantiene subsistente la responsabilidad subsidiaria del dueño de la obra, empresa o faena por la afiliación o cotización que afecten a los contratistas, y a estos les afecta la misma responsabilidad en cuanto a los subcontratistas.

b) Sueldo Base: Para los efectos del pago de la indemnización que corresponda al accidentado, la Ley distingue entre la incapacidad temporal, que da origen al pago de subsidio diario, equivalente al 85% de las remuneraciones o rentas del último período de pago, y el pago de pensiones por los demás riesgos; para este último caso se entiende que el sueldo base mensual, cualquiera sea la categoría del dependiente al que globalmente se le llama trabajador, corresponde al promedio de las remuneraciones o rentas, excluidos los subsidios, percibidas por el afiliado en los últimos seis meses anteriores al accidente o diagnóstico médico, en caso de enfermedad profesional.

Si estos últimos seis meses no están cubiertos por cotizaciones, el

sueldo base es igual al promedio del período por el cual se ha impuesto, y si el accidente o enfermedad acaece antes de enterarse la primera cotización, se tiene por sueldo base el promedio de las remuneraciones o rentas por las cuales se han efectuado cotizaciones, existiendo además el derecho a amplificar el sueldo base mensual en el mismo porcentaje en que se hubiese aumentado el sueldo vital escala A del Departamento de Santiago, desde las

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fechas en que él fue percibido, hasta la fecha en que se declaró el derecho a pensión; normal que debe entenderse concordada con lo preceptuado en el artículo 8 de la Ley Nº 18.018, de 14 de Agosto de 1981, que dispuso que todas las sumas expresadas en normas legales en sueldos vitales, deben reducirse a ingresos mínimos reajustables o porcentajes de ellos, según correspondiere.

Así mismo, la Ley garantiza al trabajador dos puntos: el derecho a probar que efectivamente ha percibido una remuneración superior a aquella por la cual se le cotizó; y que en ningún caso el sueldo mensual que se le considere será inferior al sueldo vital mensual del Departamento de Santiago, o al salario mínimo industrial, según fuere la actividad profesional del afiliado.

Por mandato expreso del artículo único de la Ley Nº 19.394, publicada en el Diario Oficial el 21 de Junio de 1995, que incorporó el artículo 77 bis de esta Ley, el trabajador afectado por el rechazo de una licencia médica por parte de los Servicios de Salud, Isapre o Mutual, fundamentado en que la afección tiene un origen diverso del universo cubierto por ella, deberá concurrir ante la entidad que no rechazó la licencia, la que estará obligado a cursarla y otorgar las prestaciones correspondientes sin perjuicio de su derecho a reclamo contra la que estime pertinente, resolviendo en caso de discrepancia, la Superintendencia de Seguridad Social.

c) Incompatibilidad: Las prestaciones de subsidios y pensiones, que establece esta Ley, son incompatibles con las que contemplan los diversos regímenes previsionales, pudiendo optar los beneficiarios entre estos y aquellos, en la oportunidad en que se les haga el llamado legal.

El pensionado por accidente del trabajo o enfermedad profesional que cumpla la edad para tener derecho a la pensión correspondiente al régimen previsional, entrará al goce de esta última, de acuerdo con las normas generales pertinentes, cesando del goce de la pensión de que disfrutaba en conformidad a esta Ley, estableciéndose que en tal situación, el monto de la nueva pensión en caso alguno podrá ser inferior al monto de la que disfrutaba, ni al 80% del sueldo base que sirvió para calcular la pensión anterior,

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amplificado de la forma ya señalada, y su pago se hará con cargo a los recursos que la respectiva institución de previsión social debe asignar al pago de las pensiones por vejez.

d) Fiscalización y Sanciones: Sin perjuicio de la fiscalización que le corresponde en todas las actividades laborales a la Dirección del Trabajo, esta Ley le otorga facultades especiales al Servicio Nacional de Salud, y en su caso, al respectivo organismo administrador para implementar todas las medidas de higiene y seguridad en el trabajo; el incumplimiento de tales obligaciones debe ser sancionado por el Servicio Nacional de Salud, de acuerdo con el procedimiento de multas previsto en el Código Sanitario, y en las demás disposiciones legales, sin perjuicio de que el organismo administrador aplique también un recargo en la cotización adicional a que se refiere la letra b) del artículo 15 de la Ley, en función de la actividad y riesgo de la empresa.

Además, el Servicio Nacional de Salud, está facultado para clausurar las fábricas, talleres, minas y cualquier sitio de trabajo que signifique un riesgo inminente para la salud de los trabajadores o de la comunidad.

Si el accidente o enfermedad se deben a la culpa o dolo de la entidad empleadora o de un tercero, sin perjuicio de las acciones criminales que procedan, deberán observarse las siguientes reglas: el organismo administrador tiene derecho a repetir en contra del responsable por las prestaciones que haya otorgado o deba otorgar; y la víctima y las demás personas a quienes el accidente o enfermedad cause daño, pueden reclamar al empleador o tercero responsable del accidente también las otras prestaciones a que tengan derecho, con arreglo a las prescripciones del Derecho Común, incluso el daño moral.

En toda industria o faena en que trabajen más de veinticinco personas, deben funcionar uno o más Comités Paritarios de Higiene y Seguridad, que entre otras atribuciones, tienen la de asesorar e instruir a los trabajadores para la correcta utilización de los instrumentos de protección, vigilar el cumplimiento de las medidas de prevención, higiene y seguridad, investigar las

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causas de los accidentes y enfermedades profesionales que se produzcan en la empresa, e indicar la adopción de todas las medidas de higiene y seguridad que sirvan para la prevención de los riesgos profesionales; en las empresas que ocupen a más de cien trabajadores, será obligatoria además, la existencia de un Departamento de Prevención de Riesgos Profesionales, que debe ser dirigido por un experto en prevención, el cual, por derecho propio, forma parte de los Comités Paritarios.

Las infracciones a las disposiciones de la Ley Nº 16.744, son sancionadas con multas de 1 a 24 sueldos vitales, escala A del Departamento de Santiago, mulatas que son aplicadas por los organismos administradores, en tanto que la reincidencia, se castiga con el doble de dicha multa. e) Prestaciones Médicas: La víctima de un accidente del trabajo o enfermedad profesional, tiene derecho a las siguientes prestaciones hasta su curación completa o mientras subsistan los síntomas de las secuelas causadas por la enfermedad o accidente:.- atención médica, quirúrgica y dental, en establecimientos externos o a domicilio;.- hospitalización si fuere necesaria, a juicio del médico tratante;.- medicamentos y productos farmacéuticos;.- prótesis y aparatos ortopédicos, y su reparación;.- rehabilitación física y reeducación profesional, y;.- los gastos de traslado y cualquiera otro que sea necesario para el otorgamiento de estas prestaciones.

También tienen derecho a prestaciones médicas los asegurados que se encuentren en la situación a que se refiere el inciso final del artículo 5º de la presente Ley, es decir, aquellos asegurados que sean víctimas de accidentes o enfermedad profesional por fuerza mayor o acto intencional.

3.- Administración del Seguro:

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La administración del sistema está regulada en el Título III de la Ley, que en primer término dispone que esta corresponderá al Servicio de Seguro Social, del Servicio Nacional de Salud, a las Cajas de Previsión, hoy mayoritariamente a cargo del INP, con la salvedad de aquellas Cajas de aún persisten, como las de la Defensa Nacional o Carabineros, y por último a las Mutualidades de Empleadores (Art. 8).

Respecto de tales organismos, cabe advertir que la antigua Caja de Accidentes del Trabajo, a cargo de la administración del seguro contra accidentes del trabajo y enfermedades profesionales que se contrataba con el Estado, se fusionó con el Servicio de Seguro Social y éste a su vez, hoy es parte del Instituto de Normalización Previsional, (ISL) y es por ello que la Ley ha encargado a esta última institución la administración directa del seguro, de ahí que respecto de los afiliados al Servicio de Seguro Social, la Ley indique que el seguro será administrado por este Servicio, sin perjuicio de que las prestaciones médicas y los subsidio por incapacidad temporal sean otorgados por el Servicio Nacional de Salud.

Agrega la Ley que el Servicio de Seguro Social, cumplirá sus funciones a través del Departamento de Accidentes del Trabajo y Enfermedades Profesionales, en tanto que el Servicio Nacional de Salud cumplirá las suyas, a través de sus servicios técnicos (Art. 9).

Por último el seguro puede ser administrado también por las Mutualidades de Empleadores, que no persigan fines de lucro, respecto de los trabajadores dependientes de los miembros adheridos a ellos.

El artículo 12 de la Ley establece los requisitos que deberán cumplir tales instituciones para que el Presidente de la República pueda autorizar su existencia, otorgándoles la correspondiente personalidad jurídica, a saber:i.- que sus miembros ocupen, en conjunto, 20.000 trabajadores, a lo menos, en faenas permanentes;

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ii.- que dispongan de servicios médicos adecuados, propios o en común con otra mutualidad, los que deben incluir servicios especializados, incluso de rehabilitación; iii.- que realicen actividades permanentes de prevención de accidentes del trabajo y enfermedades profesionales;iv.- que no sean administrados directa ni indirectamente por instituciones con fines de lucro, y v.- que sus miembros sean solidariamente responsables de las obligaciones contraídas por ellas.

A fin de asegurar el correcto funcionamiento de las mutualidades, la Ley estatuye que en caso de disolución anticipada de una de ellas, sus miembros deben constituir los capitales representativos correspondientes a las pensiones que sean de su responsabilidad, en el o los organismos administrativos que deban hacerse cargo en el futuro, del pago de tales pensiones, estableciéndose además que la fiscalización de estas instituciones corresponderá a la Superintendencia de Seguridad Social.

La Ley faculta al Presidente de la República para que dentro del plazo de un año, a contar de la vigencia de la Ley dicte el estatuto orgánico por el que han de regirse estas instituciones, el que deberá incluir normas destinadas a garantizar que en sus directorios exista representación paritaria de empleadores y trabajadores.

Por último, el artículo 14, contiene una norma relativa a los gastos de administración, señalando que estos no podrán exceder del 10% de los ingresos que correspondan por concepto de este seguro, sin que puedan tampoco fijárseles en menos del 5% de sus ingresos para tales gastos en los decretos en que se aprueban las estimaciones presupuestarias de la Ley.

4.- Administración Delegada:

A ella se refiere el Título VIII de la Ley, que contempla sus “Disposiciones Finales”, este tipo de administración es en virtud del cual, aquellas

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instituciones que demuestren mejores condiciones que el Servicio Nacional de Salud pata tomar de su cargo el otorgamiento de las prestaciones, pueden cumpliendo ciertos requisitos y mediante un aporte, convenir el entregar directamente tales prestaciones.

El artículo 72 de la Ley dispone que las empresas que cumplan con los requisitos que la norma establece, tendrán derecho a que se les confiera la calidad de administradoras delegadas del seguro, respecto de sus propios trabajadores, en cuyo caso, tomarán a su cargo, el otorgamiento de las prestaciones, con excepción de las pensiones, para poder optar a esta administración, las empresas deben ocupar habitualmente a lo menos dos mil trabajadores, tener un capital y reservas superior a siete mil sueldos vitales anuales, y cumplir con los siguientes requisitos:i.- poseer servicio médicos adecuados, con personal especializado en rehabilitación;ii.- realizar actividades permanentes y efectivas de prevención de accidentes y enfermedades profesionales;iii.- constituir garantías suficientes del fiel cumplimiento de las obligaciones que asumen, ante los organismos previsionales que hubieren delegado la administración; y iv.- contar con el o los Comités Paritarios de Seguridad a que se refiere el artículo 66.

Las empresas que se acojan a este sistema, deben hacer un aporte de acuerdo con lo que establezca el reglamento a los organismos administradores, el que deberá distribuirse entre estos órganos delegantes en la forma y proporción que allí se indiquen.

Además, los organismos administradores pueden convenir con organismos intermedios o de base, que éstos también realicen algunas de sus funciones, especialmente las relativas a prestaciones médicas, entregas pecuniarias u otras, en la forma que determine el reglamento.

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Los servicios de las entidades con administración delegada serán supervisados por el Servicio Nacional de Salud y la Superintendencia de Seguridad Social, dentro de sus respectivas competencias, siendo además esta última institución la que debe autorizar las delegaciones de funciones en las empresas, previo informe del Servicio Nacional de Salud.

5.- Cotización y Financiamiento:

Este tema es tratado por el Título IV de la Ley, en sus artículos 15 y siguientes, el primero de los cuales indica cual es la forma en que este seguro se financiará, indicando que ello se hará con cargo a los siguientes recursos:i.- con una cotización básica general del 0,90% de las remuneraciones imponibles, con cargo del empleador; ii.- con una cotización adicional diferenciada en función de la actividad y riesgo de la empresa o entidad empleadora, la que será determinada por el Presidente de la República y no podrá exceder en un 3,4% de las remuneraciones imponibles, la que también será de cargo del empleador; iii.- con el producto de las multas que cada organismo administrador aplique en conformidad a la presente Ley;iv.- con las utilidades o rentas que produzca la inversión de los fondos de reserva; yv.- con las cantidades que les corresponda por el ejercicio del derecho de repetir, cuando el siniestrado reciba atención pese a que el empleador haya incumplido con su obligación de solicitar la afiliación o de pagar las cotizaciones respectivas (Art. 56), y en los casos en que el accidente se haya debido a culpa o dolo de la entidad empleadora o de un tercero (Art. 69).

Las cotizaciones se calculan sobre la base de las mismas remuneraciones o rentas por las que se impone para el régimen de pensiones de la respectiva institución de previsión del afiliado, y cuando deban integrarse en alguna Caja de Previsión, hoy INP, se considera como parte integrante de su sistema impositivo, gozando por lo tanto de los mismos privilegios y garantías y castigando el incumplimiento de enterar las cotizaciones con las mismas sanciones.

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Las empresas que implanten medidas de prevención que rebajen apreciablemente los riesgos de accidentes del trabajo o de enfermedades profesionales, pueden solicitar que se les reduzca la tasa de cotización adicional o que se les exima de ella si alcanzan un nivel óptimo de seguridad. Por el contrario, las empresas o entidades que no ofrezcan condiciones satisfactorias de seguridad y/o higiene, o que ni implanten las medidas de seguridad que el organismo competente ordene, deberán cancelar la cotización adicional con un recargo de hasta el 100%, sin perjuicio de las demás sanciones que correspondan.

Las exenciones, rebajas o recargos de las cotizaciones adicionales serán determinadas por las mutualidades de empleadores respecto de las empresas adheridas a ella, y por los Servicios de Salud respecto con las demás empresas, lo que atenderán para ello, a la magnitud de los riesgos efectivos y las condiciones de seguridad existentes en la empresa. La fluctuación de la cotización adicional diferenciada está reglamentada por el Decreto Nº 67 del Ministerio del Trabajo y Previsión Social (D.O. 07.03.2000), modificado posteriormente por el D.S. Nº 34 (D.O. 11.08.2001).

El artículo 18 de la Ley, regula el caso de incumplimiento de la obligación de cotizar por parte de los empleadores afectos a alguna Mutualidad, enumerándose intereses penales, multas y recargos que podrán cobrarse.

Por último, se establece expresamente el régimen financiero de este seguro será el de reparto, debiendo formarse una reserva de eventualidades no inferior al 2% ni superior al 5% del ingreso anual.

6.- Prestaciones Otorgadas:

Respecto a las prestaciones médicas, a estas nos referimos al tratar las normas generales de la Ley, indicando cuales eran, prestaciones que básicamente son todas aquellas destinadas a restablecer no sólo la salud, sino

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que la capacidad de trabajo o de integración social del accidentado o enfermo, de ahí que se incluyan también algunas tales como la rehabilitación física y reeducación profesional, y cuyo catálogo se encuentra en el artículo 29 de la Ley. Al respecto cabe hacer presente que estas prestaciones, así como las pecuniarias, se otorgan tanto respecto de los accidentes del Trabajo, como de las Enfermedades Profesionales, sin perjuicio de lo cual, nos referiremos a continuación a los accidentes del trabajo, y luego a las enfermedades profesionales.

En relación a las prestaciones pecuniarias relativas a accidentes del trabajo, para su otorgamiento, la Ley efectúa una distinción, acudiendo como criterio para ella a los distintos tipos de invalidez que las enfermedades profesionales y accidentes del trabajo pueden ocasionar, clasificándolos en su artículos 27, en aquellos que producen incapacidad temporal, los que producen invalidez parcial, los que producen invalidez total, los que producen gran invalidez, y los que producen la muerte.

a) Accidentes y Enfermedades que Producen Incapacidad Temporal: La ley no define que se entiende por incapacidad temporal, sin perjuicio, es posible desprender de su artículo 31, que esta no puede exceder de un año, ni prorrogarse más allá de otro, toda vez que en caso de exceder de ese plazo, se presumirá que se trata de un estado de invalidez; ahora bien, el Decreto Nº 109 (D.O. 07.06.1968), del Ministerio del Trabajo y Previsión Social, Subsecretaría de Previsión, define la incapacidad temporal como “toda aquella provocada por accidente del trabajo o enfermedad profesional de naturaleza o efectos transitorios, que permita la recuperación del trabajador y su reintegro a sus labores habituales”.

Ella se indemniza con un subsidio diario equivalente al 85% de las remuneraciones o rentas, sujetas a cotización, que se esté percibiendo o haya percibido en el último período de pago (el sueldo base a estos efectos, corresponde al promedio de las remuneraciones o rentas, excluidos los subsidios, percibidas por el afiliado en los últimos seis meses anteriores al accidente o diagnóstico médico); este subsidio se paga durante todo el

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tratamiento y desde el día en que ocurrió el accidente o se comprobó la enfermedad, hasta la curación del afiliado o su declaración de invalidez, pagándose incluso por los días feriados, sin que esté sujeto a descuento por concepto de impuestos o cotizaciones previsionales, considerándose en cambio a la víctima, como imponente activo en la respectiva institución de previsión para todos los efectos legales.

Este subsidio puede ser suspendido en caso que la víctima se negare a seguir el tratamiento o dificultare o impidiese deliberadamente su curación, lo anterior, a pedido del médico tratante y con el visto bueno del jefe técnico correspondiente, resolución de la que el afectado puede reclamar ante el jefe del área respectiva del Servicio Nacional de Salud, de cuya resolución puede luego apelar, ante la Comisión Médica de Reclamos de Accidentes del Trabajo y Enfermedades Profesionales.

b) Accidentes que Producen Invalidez: Dentro de ellos se incluyen los que producen invalidez parcial, total o gran invalidez.

Se considera inválido parcial, a quien sufra una disminución de su capacidad de ganancia, presumiblemente permanente, igual o superior a un 15% e inferior al 70%, invalidez que a su vez puede ser de primer o segundo grado, la primera, es aquella en que la disminución va desde el 15 al 40%, y la segunda la que va desde el 40% y hasta el 70%.

Las prestaciones que se otorgan son distintas en cada caso, respecto de la invalidez parcial de primer grado, esta se indemniza con una suma global, cuyo monto no puede exceder de quince veces el sueldo base (el que corresponde al promedio de las remuneraciones o rentas, excluidos los subsidios, percibidas por el afiliado en los últimos seis meses anteriores al accidente o diagnóstico médico), el que se determina en relación a dicho monto máximo, y a la incapacidad respectiva, sin que pueda ser inferior en caso alguno a medio sueldo vital; esta indemnización puede pagarse de una sola vez o en mensualidades iguales y vencidas, cuyo monto equivaldrá a treinta veces el subsidio diario, ello, a elección del interesado, y en el evento

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de optar por este pago en cuotas, podrá no obstante, solicitar en cualquier momento el pago total del saldo insoluto de una sola vez.

Si el accidentado sufriere un accidente que, sin incapacitarlo para el trabajo, le produjere una mutilación importante o una deformación notoria, será considerado como inválido parcial de primer grado, siendo indemnizado como tal, y si esta mutilación o deformidad notoria ocurriese en la cara, cabeza u órganos genitales, el afectado tendrá derecho a la indemnización máxima establecida en el artículo 35 (quince veces el sueldo base).

Respecto de la invalidez parcial de segundo grado, el accidentado tendrá derecho a una pensión mensual cuyo monto será equivalente al 35% de su sueldo base.

Además de la invalidez parcial, la Ley contempla la invalidez total, considerándose inválido total a quien haya sufrido una disminución de su capacidad de ganancia, presumiblemente permanente, igual o superior al 70%, y le da derecho a una pensión equivalente al 70% de su sueldo base.

Por último la Le considera la gran invalidez, calificando como tal a aquella que produzca tal grado de incapacidad que la víctima requiera del auxilio de otras personas para efectuar los actos elementales de su vida, en tal caso la víctima tiene derecho a un suplemento de su pensión, mientras permanezca en tal estado, equivalente a un 30% de su sueldo base.

Además, se ha establecido también un aumento sobre los montos de las pensiones equivalente a un 5% por cada uno de los hijos que causen asignación familiar al pensionado, en exceso sobre dos, sin perjuicio de las asignaciones familiares que correspondan, cabe consignar que estas pensiones no pueden exceder del 50%, 100% o 140% del sueldo base, según se trate de invalidez parcial, total o de gran invalidez.

En este caso se contempla igualmente la posibilidad de suspender el pago de las pensiones a quienes se nieguen a someterse a los exámenes,

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controles o prescripciones que le sean ordenados, o bien se rehúsen, sin causa justificada, a someterse a los procesos necesarios para su rehabilitación física y reeducación profesional que les sean indicados, pudiendo el interesado reclamar ante la Comisión Médica de Reclamos de Accidentes del Trabajo y Enfermedades Profesionales.

c) Accidentes que producen la Muerte: Si el accidente del trabajo o enfermedad profesional causa la muerte de la víctima, no se aplican las normas que sobre derecho sucesorio establece el Código Civil, sino que por el contrario, se aplican las reglas que variando dicho sistema establece esta Ley.

Algunas normas generales que la presente Ley contempla son las siguientes: los órdenes sucesorios que indica la Ley son excluyentes; si se trata del cónyuge o ascendiente de la víctima, la Ley les reconoce el derecho a pensión vitalicia; si se trata de descendientes, les da pensión temporal hasta que cumplan los dieciocho años de edad; los descendientes que carezcan de padre y madre, tienen derecho a un aumento de un 50%; en ningún caso las pensiones de sobrevivencia pueden exceder en su conjunto el 100% de la pensión que hubiese correspondiendo al accidentado si se hubiese invalidado totalmente o de la pensión total que percibía en el momento de la muerte, excluido el suplemento por gran invalidez, si lo hubiere; los porcentajes que como pensión vitalicia o temporal correspondan a los beneficiarios, se calculan siempre de acuerdo a la pensión básica que habría correspondido a la víctima si se hubiere invalidado totalmente o de la pensión básica que recibió al momento de la muerte.

Estas reducciones deben hacerse a cada beneficiario a prorrata de sus respectivas cuotas, las que también pueden acrecer, proporcionalmente, dentro de los límites respectivos a medida que alguno de los beneficiarios deje de tener derecho a pensión o fallezca.

Mencionadas estas reglas generales, podemos señalar que los órdenes sucesorios que contempla este párrafo, son dos, en el primero concurren el cónyuge sobreviviente, sus hijos ya sea matrimoniales, no matrimoniales y

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adoptivos, y la madre de sus hijos no matrimoniales (siempre y cuando hubiere estado viviendo a expensas del causante al momento de su muerte), en tanto que el segundo orden está integrado por los ascendientes y demás descendientes de la víctima que causaban asignación familiar.

Respecto del primer orden, fallecido que sea un trabajador por accidente o enfermedad, o si fallece como inválido pensionado, tiene derecho preferente y exclusivo a los beneficios pecuniarios la cónyuge superviviente mayor de cuarenta y cinco años de edad, la que devengará una pensión equivalente al 50% de la pensión que habría correspondido a la víctima; igual pensión corresponderá a la viuda menor de cuarenta y cinco años de edad, por el período de un año, el que se prorrogará por todo el tiempo durante el cual mantenga a su cuidado hijos legítimos que causen asignación familiar, si al término de este plazo o de su prórroga la mujer hubiere cumplido los cuarenta y cinco años, la pensión se transformará en vitalicia, cesando en este derecho si contrae nuevas nupcias.

Sin embargo, la viuda que disfruta de pensión vitalicia y contrae matrimonio tiene derecho a que se le pague de una sola vez el equivalente a dos años de pensión, si el cónyuge sobreviviente fuere varón, tiene derecho a pensión en idénticas condiciones que la viuda inválida, (siempre que fuere inválido y que haya vivido a expensas de la cónyuge afiliada).

Cada uno de los hijos del causante, menores de dieciocho años o mayores de esa edad y menores de veinticuatro, siempre que sigan estudios regulares, secundarios, técnicos o superiores, inválidos de cualquier edad, tienen derecho a percibir una pensión equivalente al 20% de la pensión básica que habría correspondido a la víctima si se hubiere invalidado totalmente o de la pensión básica que percibía en el momento de la muerte.

La madre de los hijos no matrimoniales del causante, soltera o viuda, que hubiese estado viviendo a expensas de éste al momento de su muerte, tiene derecho a una pensión equivalente al 30% del monto ya señalado, y para tener derecho a esta pensión, es necesario que el causante haya reconocido a

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sus hijos con anterioridad a la fecha del accidente o del diagnóstico de la enfermedad, esta garantía de la madre de los hijos no matrimoniales cesa igualmente, si contrae nupcias, en cuyo caso tendrá derecho a que se le pague de una sola vez el equivalente a dos años de pensión.

Dentro del segundo orden de sucesión, y a falta de las personas consignadas en el primero, encontramos a cada uno de los ascendientes y demás descendientes de la víctima que le causaban asignación familiar, quienes tienen derecho al pago de una pensión del mismo monto ya señalado, en el caso de los descendientes esta pensión se devenga hasta el último día del año en que cumplan dieciocho años de edad.

7.- Evaluación, Reevaluación y Revisión de Incapacidades:

La declaración, evaluación, reevaluación y revisión de las incapacidades permanentes serán de la exclusiva competencia del Servicio Nacional de Salud, sin embargo, respecto a los afiliados a las mutualidades, estas corresponderán a las propias mutualidades (Art. 58).

En cuanto a la incapacidad permanente del accidentado o enfermo, la declaración debe hacerse en función de su incapacidad para procurarse, por medio de un trabajo proporcionado a sus actuales fuerzas, capacidad y formación, una remuneración equivalente al salario o renta que gane una persona sana en condiciones análogas y en la misma calidad; para los efectos de determinar las incapacidades permanentes, el reglamento debe clasificarlas y graduarlas, asignando a cada, un porcentaje de incapacidad oscilante entre un mínimo y un máximo, fijando el porcentaje exacto para cada caso, el médico especialista del Servicio Nacional de Salud o de las mutualidades, teniendo presente para ello, entre otros factores el sexo y profesión habitual del afiliado. En caso que el reglamento no haya clasificado ni graduado la incapacidad, esta debe ser determinada por el médico, en relación a las restantes fuerzas para el trabajo que tenga el asegurado.

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El reglamento para la clasificación y evaluación de los accidentes del trabajo y enfermedades profesionales es el ya citado Decreto Supremo Nº 109, que señala las siguientes pautas para determinar las incapacidades e invalidades que pueden provenir tanto del accidente del trabajo como de las enfermedades profesionales y a las cuales debe ceñirse la Comisión Médica respectiva.

Si el trabajador inválido sufriere un nuevo accidente o enfermedad, también de origen profesional (Art. 61 y 62), procede hacer una nueva reevaluación de la incapacidad en función del nuevo estado que presente; si la nueva incapacidad ocurriese mientras el trabajador se encuentra afiliado a un organismo administrador distinto de aquel en que estaba cuando se produjo la primera incapacidad, será el último organismo el que deberá pagar, en su totalidad, la prestación correspondiente al nuevo estado que finalmente presente el inválido, pero, si el organismo anterior pagaba una pensión, deberá concurrir al pago de la nueva prestación con una suma equivalente al monto de dicha pensión.

Además procederá una reevaluación de la incapacidad cuando a la primera le suceda otra u otras de origen no profesional. Las prestaciones que corresponda pagar, en virtud de estas reevaluaciones, serán en su integridad, de cargo del fondo de pensiones correspondiente a la invalidez no profesional del organismo en que se encontraba afiliado el inválido. Pero, si con cargo al seguro de accidentes del trabajo y enfermedades profesionales se estaba pagando a la persona una pensión periódica, este seguro debe concurrir al pago de la nueva prestación, con una suma equivalente al monto de la pensión que hasta la fecha pagaba.

Además, existe la posibilidad de revisar la incapacidad, señalando la Ley (Art. 63), que las declaraciones de incapacidad serán revisables ya sea por agravación o error en el diagnóstico, y según el resultado de dichas revisiones, se concederá un aumento, disminución, o derechamente se terminará el derecho al pago de las pensiones, debiendo efectuarse a petición del interesado o en la forma que determine el reglamento.

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En todo caso (Art. 64), durante los primeros ocho años contados desde la fecha de concesión de la pensión, el inválido deberá someterse a examen cada dos años, pasado tal plazo, el organismo administrador, podrá exigir nuevos exámenes en los casos y con la frecuencia que determine el reglamento, el que podrá determinar también en qué casos podrá prescindirse de tales exámenes.

Igualmente, al practicarse una nueva evaluación, se deberán tener en cuenta las nuevas posibilidades que haya tenido el inválido para actualizar su capacidad residual de trabajo.

8.- Liquidación y Pago de los Beneficios:

Con anterioridad nos referimos a los beneficios o prestaciones pecuniarias que esta Ley contempla, ahora bien, para su pago se han dispuesto algunos requisitos, entre ellos, cabe destacar especialmente la obligación de denunciar, establecida en los artículos 76 y siguientes, normas en que, a fin de dar mayor seguridad y seriedad a la clasificación de la incapacidad producida por accidentes del trabajo o enfermedad profesional, y a las indemnizaciones a que se puede dar lugar, se establece que además de la fiscalización que la Ley entrega al Servicio Nacional de Salud y a los Comités Paritarios de Higiene y Seguridad, se dispone la obligación por parte de la entidad emperadora, de denunciar, al organismo administrador respectivo, inmediatamente después de ocurrido todo accidente o enfermedad que pueda ocasionar incapacidad para el trabajo o muerte.

El accidentado o enfermo, o sus derechohabientes, o el médico que trató o diagnosticó la lesión o enfermedad, como igualmente el Comité Paritario, tendrán también la obligación de denunciar el hecho ante el organismo administrador, en el caso que el empleador no lo hubiere hecho, denuncias que deben contener todos los datos que hayan sido indicados por el Servicio Nacional de Salud.

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Los organismos administradores, a su vez, deberán informar al Servicio Nacional de Salud, los accidentes que les hubieran sido denunciados y que hubieran ocasionado incapacidad para el trabajo o la muerte de la víctima, en la forma y con la periodicidad que el reglamento señale, ello sin perjuicio de la obligación de los empleadores, de en los casos de accidentes con consecuencias fatales o graves, informar a la Inspección del Trabajo y Seremi de Salud, respecto del hecho; y en estos mismo casos el empleador deberá suspender de forma inmediata las faenas afectadas, y de ser necesario, permitir a los trabajadores la evacuación del lugar de trabajo, procediéndose a la reanudación de las faenas, sólo una vez que el organismo fiscalizador haya verificado que se han subsanado las deficiencias constatadas.

Los afiliados o sus derechohabientes, así como también los organismos administradores, pueden reclamar dentro del plazo de noventa días ante la Comisión Médica de Reclamos de Accidentes del Trabajo y Enfermedades Profesionales, de las decisiones del Servicio Nacional de Salud, o de las Mutualidades, recaídas en cuestiones de hecho que se refieran a materias de orden médico, resoluciones que son apelables, ante la Superintendencia de Seguridad Social, dentro del plazo de treinta días hábiles, la que resolverá con competencia exclusiva y sin ulterior recurso.

Es igualmente la Superintendencia de Seguridad Social, la que debe resolver directamente de todo los reclamos que se interpongan en contra de las demás resoluciones de los organismos administradores, respecto de las que también existe un plazo de caducidad de noventa días. Contándose este plazo en ambos casos, desde la recepción de la carta que notifica la resolución en contra de la cual se interpone el reclamo.

La Comisión Médica de Reclamos de Accidentes del Trabajo y Enfermedades Profesionales estará compuesta por: dos médicos en representación del Servicio nacional de Salud, uno de los cuales la presidirá; otro médico en representación de las organizaciones más representativas de los trabajadores; un médico en representación de las organizaciones más representativas de los empleadores; y un abogado. Los miembros de esta

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Comisión, serán designados por el Presidente de la República en la forma que el reglamento indique.

No obstante la obligación de denunciar ya señalada, cabe recordar que la atención médica del asegurado debe ser prestada de inmediato y sin que para ello sea menester ninguna formalidad o trámite previo, y aún cuando el accidente se deba a fuerza mayor extraña y sin relación alguna con el trabajo o producido intencionalmente por la víctima, la que igualmente conserva su derecho a las prestaciones médicas indicadas en el artículo 29, ello, sin perjuicio del derecho que corresponde a los organismos prestadores de dichos servicios de repetir en contra de quien corresponda y de perseguir las sanciones y responsabilidades que en esta Ley se establecen.

La Ley contempla además la situación de aquellos trabajadores que, a la fecha de promulgación de esta, ya se encontraban incapacitados por accidentes del trabajo o enfermedades profesionales, y así establece que las personas que hubieren sufrido accidentes del trabajo o contraído enfermedades profesionales con anterioridad a la promulgación de la Ley, y que a consecuencia de ello, hubieren sufrido una pérdida de su capacidad de ganancia presumiblemente, superior al 40%, y que no disfrutaren de otra pensión, tienen derecho a una pensión asistencial, a contar de el diagnóstico médico posterior a la presentación de la solicitud respectiva, pensiones que son otorgadas por el Servicio de Seguro Social, y cuyo monto no puede ser inferior al 50% de las pensiones mínimas para accidentados o sus viudas, ni superior al 100% de las mismas.

También tienen derecho a esta pensión asistencial las viudas de pensionados de accidentes del trabajo o enfermedades profesionales fallecidos antes de entrar en vigor esta Ley, y las viudas de los actuales pensionados que fallezcan en el futuro, siempre que no disfruten de otra pensión; quedando entregado al Reglamento la fijación de normas y requisitos para el otorgamiento de estos beneficios.

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En relación a los plazos en que se puede reclamar el otorgamiento de las prestaciones que para el caso de accidente del trabajo o enfermedad profesional establece esta Ley, este se encuentra regulado en el artículo 79 de la Ley, la que haciendo una excepción a las normas de prescripción que el Código del Trabajo contempla, que por regla general son de seis meses o dos años, dependiendo del origen de la obligación, fija este plazo en cinco años, contados desde la fecha del accidente o desde el diagnóstico de la enfermedad, indicándose además que para el caso de la neumoconiosis, enfermedad debida al polvo, este será de quince años, desde su diagnóstico.

Prescripción que no corre respecto de los menores de dieciséis años.

Lo anterior debe entenderse referido al cobro de las prestaciones médicas y de las pecuniarias consistentes en pensiones, toda vez que respecto de los subsidios por incapacidad temporal, el plazo de prescripción es de seis meses.

Por último, el artículo 80 de la Ley establece que la infracción a cualquiera de sus disposiciones, salvo que esta tenga señalada una sanción especial, será penada con una multa de 1 a 24 sueldos vitales mensuales, las que serán aplicadas por el organismo administrador correspondientes, sancionándose la reincidencia con el doble de la multa anteriormente impuesta.

9.- Prevención de Riesgos Profesionales:

Esta materia está tratada en el título VII de la Ley, en los artículos 65 a 71, que prescriben en primer término que corresponderá al Servicio Nacional de Salud la competencia general en materia de supervigilancia y fiscalización de la prevención, higiene y seguridad de todos los sitios de trabajo, cualesquiera que sean las actividades que en ellos se realicen, competencia que tendrá dicho Servicio, incluso respecto de aquellas empresas del Estado que por aplicación de sus leyes orgánicas, se encontraren exentas de este control. Corresponderá al Servicio además, la fiscalización de las instalaciones

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médicas de los demás organismos administradores, de la forma y condiciones en que estos otorguen las prestaciones médicas, y de la calidad de las actividades de prevención que realicen.

Además a fin de velar por la seguridad al interior de cada faena, y como un intento por resguardar la participación tanto de los trabajadores como de los empresarios en este tema, se establecen los Comités Paritarios de Higiene y Seguridad, los que deberán existir en toda industria o faena en que trabajen más de veinticinco personas, considerándose como industria o faena, para estos efectos, cada una de las sucursales o establecimientos con que cuente una empresa.

Son funciones del Comité las siguientes:i.- asesorar e instruir a los trabajadores para la correcta utilización de los instrumentos de protección;ii.- vigilar el cumplimiento, tanto por parte de las empresas como de los trabajadores, de las medidas de prevención, higiene y seguridad;iii.- investigar las causas de los accidentes del trabajo, y enfermedades profesionales que se produzcan en la empresa; iv.- indicar la adopción de todas las medidas de higiene y seguridad que sirvan para la prevención de riesgos profesionales;v.- cumplir con las demás funciones o misiones que le encomiende el organismo administrador respectivo.

El reglamento será el que determine al forma en que habrán de constituirse y funcionar estos Comités, pero, dado su carácter de paritarios, es de la esencia que en ellos se vean igualmente representados tanto los intereses de los empleadores como los de los trabajadores, siendo estos últimos además, quienes deben designar a sus representantes.

En aquellas empresas mineras, industriales o comerciales, que ocupen más de cien trabajadores, será obligatoria además, la existencia de un departamento de prevención de riesgos profesionales, cuya dirección estará a

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cargo de un experto en prevención, quien por derecho propio, formará parte de los Comités Paritarios.

Las empresas estarán obligadas a cumplir las medidas de prevención que los Comités o Departamentos de Prevención indiquen, medidas que deberán ser puestas en práctica, sin perjuicio del derecho del empleador de apelar respecto de su adopción, ante el organismo administrador respectivo, dentro del plazo de treinta días, contado desde que le sea notificada la resolución apelada. Y el incumplimiento de tales medidas, una vez ratificadas por el organismo administrador, será sancionado en la forma que preceptúa el artículo 68 de la Ley.

Las empresas (Art. 67), estarán obligadas a mantener al día los reglamentos de internos de higiene y seguridad en el trabajo; y los trabajadores por su parte, se encuentran obligados a cumplir con las exigencias que tales reglamentos les impongan, debiendo estos además, consultar normas que incluyan la aplicación de multas para aquellos trabajadores que no cumplan con las obligaciones que estas normativas internas impongan, y en este sentido, el artículo 70 establece además la posibilidad de multar al trabajador que por su negligencia inexcusable ocasione un accidente, aún en el caso que él sea la víctima de este.

El artículo 68, contempla las sanciones en las que incurrirá el empleador que no implante todas las medidas de seguridad que prescriban ya sea, el Servicio Nacional de Salud, o el organismo administrador al que se encuentren afectos, estableciéndose al efecto tanto la posibilidad de aplicación de multas, como la de elevar la cotización adicional que esta Ley establece, mismas sanciones que se aplicarán en caso de no dotar a los trabajadores con todos los equipos e implementos de seguridad y/o protección necesarios, sin que puedan en caso alguno cobrarles por el valor de estos.

El Servicio Nacional de Salud queda facultado, igualmente, para clausurar aquellas fábricas, talleres, minas o cualquier otro sitio de trabajo que

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signifique un riesgo inminente para la salud de los trabajadores o de la comunidad.

El artículo 69 regula el caso de que el accidente o la enfermada se produzcan por culpa o dolo de la entidad empleadora o de un tercero, situación respecto de la cual se establecen dos posibles consecuencias, las que se instituyen sin perjuicio de las posibles acciones criminales que procedan, y que son, por una parte la posibilidad para el organismo administrador de repetir en contra del responsable por las prestaciones que haya otorgado o deba otorgar, y por otra, la posibilidad para la víctima y las demás personas a que el accidente o la enfermedad cause daño, para reclamar las otras indemnizaciones a que tengan derecho, de acuerdo a las normas del derecho común, pudiendo demandar incluso el pago del daño moral que estos le ocasionaren.