Araya-Etica Intercultural y Reconocimiento

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    * Licenciado en Ciencias del Desarrollo, con Mencin en Ciencias Polticas. Ttulo reconocido por la Uni-versidad Catlica de Lovaina, Blgica, para optar al Doctorado; ILADES, Santiago-Chile. Magster en Cien-

    cias Sociales Aplicadas. Universidad de Pars XII Val de Marne, Francia. Universidad de La Frontera. Doctorado en Filosofa del Derecho Moral I Poltica. tica y Democracia. Universitat de Valencia. Espaa.

    TICA INTERCULTURAL Y

    RECONOCIMIENTO DIALGICO. UNAMIRADA A LA DIGNIDAD DEL OTRO:CONFLICTO ENTRE EL ESTADO DE CHILE-

    PUEBLO MAPUCHEINTERCULTURAL ETHICS AND DIALOGIC RECOGNITION TO RESOLVE THE

    CONFLICT BETWEEN THE STATE OF CHILE - MAPUCHE ETHNICITY: FOR A LOOKAT THE POSSIBILITIES OF THE OTHERS DIGNITY

    JORGEARAYAANABALN*

    Resumen

    El presente trabajo configura una bsqueda de soluciones posibles al conflictointertnico vigente entre el pueblo Mapuche y el Estado de Chile desde unaperspectiva del reconocimiento y de relaciones dialgicas que conduzcan a unconsenso intercultural, cuyo objetivo es desarrollar los fundamentos tericos yprcticos necesarios para delinear una mirada tica del conflicto, que pueda

    plasmar una comunidad humana sin humillacin, degradacin, no reconoci-miento, evitando el dao y la crueldad.

    Abstract

    The following report sets a search for possible solutions to inter ethnic con-flict from a recognition perspective and dialogical relations between theMapuche ethnicity and the state of Chile to guide a rational consensus. Theobjective is to develop the practical and theoretical foundations necessaryto delineate an inter cultural and ethical look at the conflict, which serves toapply a human community without humiliation, degradation, non-recogni-tion, which avoids the damage and cruelty.

    Palabras clave:Reconocimiento, conflicto, acuerdo general racional, tica.Key words:Recognition, conflict, rational consensus, ethics.

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    El supuesto que sustenta esta investigacin puede ser expresado de la siguientemanera: el desarrollo de una tica del reconocimiento interculturalpermitira el res-

    peto a los derechos humanos y culturales de los mapuches, restituyndoles su dig-nidad como pueblo. Esta nueva situacin significara la superacin de relaciones dedominacin y subordinacin por interacciones de respeto, y comunicacin dialgicaentre los interlocutores vlidos.Hay que decir que esta lnea de investigacin se sus-tenta en La tica dialgica o comunicativa,segn la propuesta de Adela Cortina, 1995,1996,1997, y que recoge la lnea de Karl-Otto Apel, que se sintetiza en la tica dial-gica de la responsabilidad solidaria. De ah que la tica del discurso juega un papelimportante en dos esferas: una que especifica las condiciones de posibilidad de llegara un acuerdo racional legtimo y otra que detalla los contenidos posibles (en los nive-les formales) de ese acuerdo (Habermas, 1982: 254). Respecto al dilogo entre diferen-

    tes tradiciones culturales y vida comunitaria, Alasdair MacIntyre nos aporta el rescatede la particularidad y la diferencia, as como la bsqueda del sentido y la responsabi-lidad frente a los otros. De igual forma, Will Kymlicka nos vincula con los derechosde las minoras y derechos humanos en relacin con la cultural y las tradiciones enun sistema liberal. Es decir, la mirada comunitarista nos relaciona con una poltica delreconocimiento que conjugue igualdad y libertad situada, donde se reconoce ciertasprcticas con horizontes compartidos culturalmente y que las personas consideran va-liosas en sus vidas.

    Ahora, para iniciar esta reflexin, debemos contextualizar el problema y conocer

    sus causas, situacin que nos abre el horizonte para una ms profunda comprensin ynos muestra cierta claridad para buscar las mejores respuestas al dilogo intercultural.En este sentido es fundamental reflexionar teniendo en consideracin la lucha por el re-conocimiento que plantea A. Honneth, 1997, cuando sostiene que las experiencias delno reconocimiento hieren la dignidad de las personas y son causas de profundos con-flictos sociales. Recordemos que el reconocimiento es un acto primario e independienteque permite autonoma de ah que la lucha por el reconocimiento es una accin deliberacin y un derecho humano fundamental tanto para la persona como para su grupode pertenencia. A. Honneth sostiene que existe un marco moral del reconocimiento,que dice relacin con la injusticia social, y el hecho que somos psicolgicamente vul-

    nerables a la forma cmo somos tratados por los que se vinculan con nosotros, situacinque se puede expresar en un dolor social que se manifiesta como heridas morales,las que pueden ser vinculadas a experiencias vividas por un trato injusto que debilita lacapacidad para actuar de las personas y les impide llevar una vida digna.

    De ah que, en una primera aproximacin, intentamos superar el patrn mono-lgico instrumental de una forma de pensar dominante que se manifiesta, particu-larmente, en un modelo de mercado que degrada a las personas, convirtindolas enseres individualistas, egosta y sin arraigo identitario que les permita un sentido exis-tencial a sus vidas. En el modelo liberal chileno los individuos siguen sus propiosintereses con distintos fines, en un mundo colonizado por el consumo que siempredeja insatisfecho, no existe una vinculacin tico-moral que los obligue a pensar en

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    el otro para que alcance un reconocimiento que le permita igualdad de oportunida-des para desarrollar su propia identidad y autenticidad.

    As, el reconocimiento dialgico intercultural es la posibilidad que nos muestra lahermenutica crtica, y la filosofa intercultural, de dar inicio a una reflexin distinta depensar y de relacionarse con los mapuches. Esta nueva mirada para dialogar con losotros nos permite abrirnos a la diferencia, y a los distintos saberes, y cosmovisiones demundo, estableciendo un trnsito para una nueva tica de comunicacin que pasa porlo que denominamos una lucha por el reconocimiento dialgico e intercultural en Chile.En este sentido, se debe reconocer que la sociedad chilena es pluricultural y multitnica(Mapuche, Aymara, Rapa Nui, Atacameo, Quechua, Colla, Kawashkar, etc.); por locual se hace necesario tratar el tema del reconocimientodesde un contexto profunda-

    mente democrtico parallegar a compartir una identidad poltica colectiva mnima entrela diversidad de grupos existentes, considerando que las culturas tienen personas y queson ellos los que despliegan sus luchas por el reconocimiento colocando un horizontetnico propio. Dicha situacin nos confronta con nuestra propia forma de ver el mundo,y nos interpela a reconocer nuestro etnocentrismo excluyente que tiene expresiones deracismo, aporofobia, estigmatizacin, y cuya superacin exige lo que plantea Fornet-Betancour, R., 1994:38, Deponer todo sentimiento de posible superioridad filosfica yreconocer que nuestra propia tradicin es tan finita como cualquier otra. Puede por tan-to, ser complementada, enriquecida, corregida, ampliada, discernida por otra. Lo cualvale, naturalmente, para las otras tradiciones tambin.

    Desafos y obstculos histricos para un reconocimientodialgico intercultural

    Uno de los desafos de la sociedad chilena es la construccin de acuerdos distintos,ms amplios y plurales de los que hasta este momento se han dado respecto al conflictointertnico. Falta una tica mnima que responda reflexiva y humanamente a los proble-mas concretos del pueblo mapuche y de los chilenos. Esta situacin exige un nuevo tipode relacin entre ambos pueblos, que parte por tratar de alcanzar un acuerdo o con-senso bsico, que detenga el espiral de violencia por razones de dignidad, moralidad yhumanidad, en relacin a principios y normas susceptible de ser aceptadas por todos losinterlocutores vigentes que tienen algo que decir y aportar. En este sentido dichos prin-cipios y valores deben ser intercultural y transculturalmente vlidos, que generen unasituacin dialgica de comunicacin para conformar un mundo capaz de proporcionarrazones de sentido existencial y de convivencia sin exclusin, lo que pasa necesaria-mente por reconocer la diferencia y la dignidad de cada indgena.

    Las acciones para el reconocimiento son variadas y complejas, partiendo poruna primera exigencia que es el reconocimiento recproco de lo que somos y re-

    presentamos a partir de nuestra propia y particular cultura, en la que definimos y

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    redefinimos nuestra identidad siempre vinculada con los otros, la cual queda defi-nida siempre en dilogo, y a veces en lucha, con las identidades que nuestros otros

    significativos quieren reconocer en nosotros, Ch. Taylor,1991:69. Ahora, la ausenciade reconocimiento genera una estigmatizacin de la identidad mapuche negando sudignidad como pueblo, en este sentido, la implementacin de polticas culturales,poltica pblicas, econmicas y de educacin muestran un marcado etnocentrismoque genera injusticia. Dicho criterio se refleja en la asimilacin y segregacin quetienen las polticas del aparato estatal respecto de los mapuches, cuyo objetivo es jus-tificar la uniformidad sociocultural en el mbito lingstico, racial y religioso. De estemodo, se construye una identidad instrumental que excluye al otro, en beneficio deuna nacin homognea, que se refleja en la existencia de una poltica para los mapu-ches, pero no hecha por los mapuches, y cuya ejecucin en su gran parte es realizada

    por los chilenos remarcando un paternalismo clsico de asimilacin.En este sentido, el investigador Jos Bengoa sostiene que la historia de Chile ha

    sido siempre la historia oficial del Estado, la cual tiene la siguiente particularidad:

    busca el origen comn de los habitantes, los mitos colectivos que los iden-tifican, las epopeyas que lo ennoblecen, las diversas batallas e historias picasque los hacen orgullosos de vivir en comn. Las diversidades se escondencomo pequeeces no necesariamente relatables de la historia colectiva. ElEstado, sus prceres, funcionarios, hroes y estadistas son quienes hacen la

    Historia. La gente comn, con sus intereses particulares y mezquinos, quedanrelegadas a los mrgenes (Bengoa, 2002: 3-4).

    Desde esta perspectiva, el Estado de Chile, para cumplir con el proyecto de unasola identidad nacional, ha tenido que imponer sin grandes cuestionamientos su au-toridad, usando la persuasin, la fuerza y la represin frente a cualquier evento quebusque debilitarlo o cambiar su visin. El precio de este sueo unitario de integra-cin ha sido ignorar o eliminar toda diversidad colocndola en el silencio y en laexclusin. Mediante estos mecanismos se busca construir los vnculos primordialesde la nacin que, a su vez, han permitido un Estado fuerte en base a conceptos de

    pertenencia que se desarrollan a partir de un patriotismo construido entre verdades ymitos, marcados por el discurso nacionalista. As, el concepto de ciudadana-estatal,excluye de ciertos derechos polticos y culturales a las minoras tnicas, creando des-igualdad y desconfianza respecto de las instituciones polticas.

    La explicitacin de ciertos criterios histricos nos da a conocer algunas razonesde la exclusin y marginacin de los mapuches, de los motivos o prejuicios de porqu se les ha ignorado en sus modos de pensar, de sentir y de vivir. As, la elabora-cin de numerosos procesos orientados a la creacin de una poblacin tnicamentehomognea desencaden la prdida de soberana de los pueblos originarios y sutransformacin en segmentos sociales empobrecidos y dispersos territorialmente enzonas urbanas de cordones marginales o en campos de baja rentabilidad econmica.

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    De ah que los daos materiales y socioculturales no pueden ser separados del con-texto de un Estado-nacional, que se piensa y se autodefine como homogneo. Desde

    esta perspectiva, el Estado-nacional solo puede ver derechos individuales y, por lotanto, permanece ciego a los derechos colectivos, excluyendo o descalificando apriori otras formas de entendimiento intercultural.

    Un factor determinante del conflicto fue la incorporacin de la sociedad mapu-che a la nacin chilena, sin ser considerado ningn tipo de reconocimiento sobre supatrimonio cultural y econmico, perdiendo gran parte de su organizacin social ypoltica anterior a su derrota militar. El traspaso de las tierras indgenas, por ventas, su-basta, robo, etc., acrecent el patrimonio privado de los latifundios, acelerando el et-nocidio mapuche y relegndolos a aceptar una aculturacin econmica e ideolgica.

    En la actualidad, las polticas de los organismos del Estado respecto a los mapuches,son asistenciales o subsidiarias, generando un clientelismo que no permite desarrollaruna capacidad de autonoma en las comunidades indgenas para tomar sus propiasdecisiones polticas. As, las causas por la cual se agudiza el conflicto y se multiplicanlas estrategias de resistencia cultural indgena se pueden explicar en un contexto de lu-cha de los excluidos por el reconocimiento de su dignidad y derechos culturales, quepara el caso de Amrica Latina incluye la tierra, la educacin bilinge intercultural, elracismo, la xenofobia y la discriminacin (Tubino 2004). Sin embargo, esta situacintiene un peligro para los grupos indgenas en el sentido de encerrarse:

    peligrosamente en s mismo en torno a un pasado idealizado que nunca exis-ti de hecho, pero que existe con fuerza en el imaginario colectivo de los ex-cluidos. Emergen as cada vez con ms fuerza posiciones fundamentalistas queno estn dispuestas a pactar con una modernidad, que en nombre de grandesideales, avasall a los pueblos originarios desde el inicio del contacto (Tubi-no, 2004: 87).

    En este contexto, nuevamente, el conflicto parece difcil de solucionar, ya que,adems, si consideramos las diferentes perspectivas de los grupos de dirigentes ma-puches, podemos ver que ellas conllevan el surgimiento de distintas percepciones

    para buscar una salida. De tal forma que surge la necesidad de abrirnos a una nuevacomprensin de la compleja realidad histrica mapuche, respecto a las relacionesde dominacin y exclusin de los indgenas. En este contexto, aparecen algunasinterrogantes como: Cules son los derechos individuales y colectivos del pueblomapuche? Qu derechos de las personas no pueden ser vulnerados internamente, enbeneficio de la comunidad tnica? y Cules son los deberes y responsabilidades deun comportamiento tico y moral para el reconocimiento?

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    Dificultades y emergencia tnica en el sistema democrti-co excluyente

    Jos Luis Aranguren, en su libro tica y poltica, ilustraba muy bien la situacinque se generaba con la exclusin respecto al sistema democrtico:

    los individuos o grupos aislados, los que se sienten excluidos, a la izquierda oa la derecha, social o regionalmente, de la poltica, los que se consideran des-provistos de derechos, atencin pblica o status, as como los grupos socialesen declive o mal dotados para una adaptacin a las demandas de una civili-zacin en transicin o expansin, y quienes se consideran sin oportunidades,condenados a la inmovilidad, a un imposible ascenso social, se inclinan, nor-malmente, al disconformismo radical y, por tanto, a la repulsa de una demo-cracia que, para ellos, no es tal (1968:205).

    La situacin anteriormente descrita nos sita en el conflicto intertnico chileno-Mapuche, donde estn en juego, ms all de la visin de un modelo econmico, loslmites identitarios de la dignidad y el reconocimiento que surgen como la nicaposibilidad de supervivencia cultural, revalorizando su particularidad cultural enuna lucha contra el egosmo, el etnocentrismo, en un mundo en que las fronterasse diluyen en una realidad social de fragmentacin del individuo. No podemos des-conocer que la aparicin de la temtica indgena no es un hecho aislado, sino, por

    el contrario, se puede situar en lo que se ha denominado los nuevos movimientossociales con un marcado acento, tnico-cultural, mezclado con el orden poltico yla globalizacin. Sin embargo, hay un nuevo elemento que se incluye en este fen-meno y que tiene relacin con las diferentes voces, posturas y diferencias internasque estn brotando desde los propios indgenas y que, a diferencia de otros perodos,hoy han logrado producir una legitimacin tico-moral a sus demandas, con la ca-racterstica de reivindicar una revalorizacin de la particularidad tnica, colocandoen cuestionamiento a las propias democracias liberales si tienen la capacidad de serverdaderamente inclusivas, respecto a responder jurdica y polticamente para incluirla diferencia y la diversidad.

    Es evidente que esta emergencia de los movimientos indgenas pone en cues-tionamiento tanto las estructuras de poder como su gnesis, lo que lleva a algunos apensar que el reconocimiento de los pueblos indgenas es ms una amenaza que unaoportunidad de enriquecimiento de todas las culturas en contacto. Existe un debatepblico si este es un tiempo histrico que va a generar un nuevo tipo de relacionesculturales, o es un fenmeno coyuntural que los procesos de globalizacin y mo-dernidad terminarn absorbiendo?, Al respeto, M. Ignatieff, 1998:60, sostiene que laglobalizacin al diluir las cuestiones ms fundamentales de la identidad produce almismo tiempo un fenmeno de defender las diferencias intrnsecas como lengua,

    mentalidad, mitos y fantasas para tratar de mantener las antiguas fronteras que de-

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    limitaban nuestra identidad, incluso se recurre a la exageracin de los mrgenes dedistincin que an se mantienen. Ciertamente, en un mundo globalizado que exige

    una legitimacin de las instituciones democrticas en el mbito nacional e inter-nacional, Ulrich Beck seala que el modelo tradicional del Estado nacional solotendr posibilidades de supervivencia en la nueva estructura de poder del mercadomundial, as como en las instancias y movimientos transnacionales, si el proceso deglobalizacin se convierte en criterio de poltica nacional en sus respectivos mbitos(economa, legislacin, defensa, etc.). En esta misma lnea, U. Beck sostiene queun nuevo sentido de cohesin social, pasa necesariamente por el reconocimiento, ladiversidad y el escepticismo de la sociedad del riesgo, que es el actual mbito de lacultura.

    En el caso del pueblo Mapuche-Estado de Chile, podemos distinguir algunasposturas de mayor radicalidad de los movimientos indgenas. Un ejemplo es laruptura con el Estado de derecho (el cual tiene el monopolio o monismo jurdi-co), dndose paso a una nueva concepcin de pluralismo jurdico, a partir de unreconocimiento constitucional del derecho indgena. Este reconocimiento estarabasado en las propias prerrogativas de los pueblos originarios, que van desde ele-gir sus autoridades hasta administrar en forma autnoma sus propias jurisdiccio-nes, ejerciendo el control de su patrimonio cultural y de los recursos naturales delsuelo y subsuelo. Otras posturas ms moderadas se inclinan por una negociacinrespecto a una autonoma relativa dentro de los marcos del Estado-nacin, pero

    con una injerencia proporcional en el poder poltico y las decisiones segn supoblacin e incidencia cultural, aunque una gran mayora permanece expectantesobre lo que est sucediendo. Otra pregunta sin respuestas concretas, dice relacincon la real fuerza que tiene el movimiento indgena, donde se les localiza conmayor expresin y movilizacin. En otras palabras, surge la interrogante respectoa si estos movimientos son capaces de producir un cuestionamiento profundo delsistema poltico que lleve a profundizar la democracia y fortalecerla, o bien, seanel germen del debilitamiento del sistema poltico que genere una inestabilidad eingobernabilidad, donde el Estado-nacin no puede garantizar seguridad. Ahora,en el nuevo marco de la globalizacin, donde la sociedad del riesgo se caracteri-

    za por ser altamente burocratizada y compleja, es imposible que una comunidadcultural pueda permanecer cerrada. Si a lo anterior se suma una desintegracin dela ciudadana en las diferentes versiones que hasta hoy le conocemos, puede su-ceder que los grupos indgenas corran el peligro de desaparecer, y al no tener lascondiciones para una negociacin ms equitativa busquen refugiarse en cosmovi-siones de mundo desde una comunidad ideal que posiblemente existi, generandouna radical esencialidad de su cultura. En la actualidad, el Estado-nacin de Chile,aunque ha perdido su posicin monopolista a causa de la globalizacin y de cier-tas leyes de tolerancia, sigue ejerciendo regulacin sobre las minoras por mediode la educacin, la economa, la salud y la religin. Sin embargo, el movimientoindgena a significando poner en revisin los alcances que tiene la justicia parauna nueva elaboracin de convivencia intercultural, y pluricultural, que a nuestro

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    juicio es posible de superar desde una justicia intercultural, en una ciudadanaintercultural, con una democracia radical (J. Araya, 2010:67-79).

    Una tica vinculante entre comunitarismo y liberalismopara el reconocimiento y la inclusin de las minoras

    Desde la situacin chilena podemos decir que el conflicto intertnico se expre-sa en lo que Kymlicka (1996) denomina la conciencia de un grupo de ser nacin,que demanda sus derechos de autonoma en expresiones polticas que an estn enproceso de definicin, las cuales van desde el autogobierno, cupos en el sistema par-lamentario y discriminacin positiva en las representaciones pblicas, entre otras. Eneste sentido, el conflicto intertnico expresa una demanda de redistribucin del poderpoltico que permita un cambio en las relaciones de dominacin vigente. Se trata deuna demanda poltico-cultural, sobre el ejercicio de derechos colectivos de la culturaindgena, adems de los individuales, con el objetivo de conservar sus tradiciones ycosmovisin de mundo es la sobrevivencia cultural como pueblo que se expresa enla lucha por el reconocimiento.

    Para Kymlicka, un camino intermedio se hace necesario entre liberalismo y co-munitarismo, con una flexibilizacin del estado y la profundizacin de la democra-cia que hace ms ciudadanos a los individuos, pero tambin menos tnicamenteidentitarios a los estados, situacin que no significa perder o renunciar a la identidadcolectiva. Para Kymlicka, no existe la disyuntiva de elegir entre derechos de minorasy derechos humanos;

    sino ms bien, de tratarlos de forma conjunta como componentes equitativosde la justicia de pases de pluralidad etnocultural. Necesitamos un conceptode justicia que integre la igualdad entre los distintos grupos etnoculturales (vaderechos minoritarios) y una proteccin de derechos individuales dentro de lascomunidades polticas, tanto a la mayora como a la minora (va derechos hu-manos tradicionales (2000:56).

    Kymlicka considera que la sociedad mayoritaria debe hacerse responsable derespetar los derechos de las minoras por ser equivalentes en importancia a los de-rechos humanos individuales, lo que significa que ambos deben estar supeditadosal mismo escrutinio. No obstante, debe hacerse un esfuerzo por sacarles el lastrehistrico cultural a los derechos humanos, para que no sean sospechosos de ciertacomplicidad con la dominacin. Esto genera un problema de legitimidad, porque laspersonas experimentan la institucionalidad del sistema de derecho por medio de larepresin, pero no necesariamente de la justicia.

    Para Will Kymlicka, esto se puede superar si se realizan las siguientes acciones:

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    a) Complementar los derechos humanos individuales con los derechos de las mi-noras, teniendo presente que cada contexto es culturalmente diferente y cambia

    segn cada pas.b) Crear nuevos mecanismos internos, regionales o internacionales que generenuna responsabilidad poltica, para que cada gobierno respete ambos derechos.

    En este sentido, Kymlicka propone que debieran crearse subrganos polticos,en los cuales la minora nacional forme una mayora local que les permita lograr unaautonoma y autogobierno, donde se evite la eliminacin de las instituciones tradi-cionales, producto de las polticas del estado. Recordemos que las polticas estatalesutilizan el mecanismo de la eleccin por sufragio universal para formar una mayora,que es el resultado del traslado de personas que han ido ocupando el territorio queperteneca a las minoras tnicas. Segn Kymlicka, el sistema jurdico que acta pormedio del derecho, debe aplicar la justicia etnocultural para poder llevar adelanteuna ciudadana diferenciada que permita proteger a las minoras. Dicha afirmacinla sustenta en que la multiculturalidad englobara a todas las personas de grupossociales no tnicos que se puedan sentir excluidos de los diferentes espacios de lasociedad dominante: mujeres, homosexuales, discapacitados, obreros, etc. Situacinque significa que todo estado sera multicultural, indistintamente de lo homogneoque sea tnicamente. Asimismo, Kymlicka sostiene que casi siempre se mira el con-flicto dependiendo de la situacin cultural o de las tradiciones del grupo, buscndoseel fundamento de la diferencia en forma negativa para no superarlo. Esto se agravarapor la ocupacin de un discurso que marca la poltica de la diferencia o una po-

    ltica de la identidad, generando una fuerza mayor para que los grupos establezcandiferentes tipos de presin en el lenguaje de dicha diferencia.

    No obstante lo anterior, resulta complejo el dilogo intercultural cuando estnen juego ms de una tradicin cultural, en este aspecto es importante considerar elinteresante planteamiento de Alasdair MacIntyre desde una perspectiva comunitaris-ta. Segn MacIntyre, es fundamental recomponer y promover la accin de los ciuda-danos, a partir de la vinculacin y reconstruccin poltico-social, que permita superarla prdida de confianza que se produce por la descomposicin de la sociedad, por lacarencia del sentido de preocupacin y responsabilidad frente a los otros. Es decir,

    falta una nocin compartida de virtud, dado la fragmentacin que sufre la comunidadoriginaria. En este aspecto, MacIntyre sostiene que las virtudes son disposiciones quenos permiten la bsqueda de lo bueno y que se encuentra como parte de una tradi-cin, donde la identidad moral y racional del yo se vinculan esencialmente a loscontenidos de la tradicin particular de cada comunidad, es decir:

    toda moral est siempre en cierto grado vinculada a lo socialmente singular ylocal y que las aspiraciones de la moral de la modernidad a una universalidadlibre de toda particularidad son una ilusin; y segundo, que la virtud no se pue-de poseer excepto como parte de una tradicin dentro de la cual la heredamosy la discernimos de una serie de predecesoras, en cuya serie las sociedades he-roicas ocupan el primer lugar (1987b: 162).

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    Dicho planteamiento implica que el ciudadano est formado por la historia, latradicin y la memoria, a partir de un pasado que lo hace poseedor de una determi-

    nada cultura moral, la cual le permite el ejercicio de las virtudes cvicas en la vidapblica, donde participa activa y pasivamente, expresndose comunicativamente. Deacuerdo a este contexto, Alasdair MacIntyre nos muestra algunas posibilidades a con-siderar para la realizacin de un dilogo entre diferentes tradiciones, desde una mi-rada hacia nuestro pasado, donde es necesario narrar la tradicin en la que estamosinsertos, mediante el dilogo y el debate al interior de las tradiciones, con el objetode revitalizar las virtudes. Pero tambin a un nivel externo en el encuentro con losotros para poder traducirlo en una nueva comprensin entre las tradiciones quenos lleven a un proceso de dilogo, rescatando la particularidad y la diferencia.

    Algunas razones ticas para el reconocimiento y respeto ala dignidad de las personas en una propuesta dialgica in-tercultural

    La posibilidad de reconocer y respetar la autenticidad y dignidad de las personasen el contexto de su cultura desde una mirada tica se puede contextualizar muy bienen el planteamiento de Charles Taylor, cuando dice que:

    la exigencia radicaba en permitir que las culturas se defendieran a s mismasdentro de unos lmites razonables. Pero la otra exigencia siguiente que tratamosaqu es que todos reconozcamosel igual valor de las diferentes culturas, que nosolo las dejemos sobrevivir, sino que reconozcamos su valor (1992: 94-95).

    En este aspecto dicha postura plantea una poltica de igualdad de derechospara las minoras y en cierta medida privilegia derechos colectivos, pero en ningnmomento deja de lado la orientacin del derecho individual, que es reconocido y secontextualiza en la vida comunitaria. Al respecto, Charles Taylor (1997a) define elreconocimiento como el mecanismo de integracin social y conformacin de iden-tidad que permite reconocer la dignidad como un valor fundamental del ser humano,es decir, como un atributo que este mismo autor considera un potencial universal.As, cualquier comunidad necesita del reconocimiento para poder sobrevivir y, a suvez, entregar el reconocimiento a los otros. Para Taylor, el tema del reconocimientoes visto desde una perspectiva hegeliana, vinculada a los problemas del multicultu-ralismo, dando cuenta de la valorizacin de los diferentes modos de vida, que tienensu raz en la tradicin comunitaria, en la que se reconoce el vnculo con el contextocultural de pertenencia y con los valores predominantes, como son el lenguaje, la his-toria y la cultura. De ah que Charles Taylor considera prcticamente una meta nor-mativa el hecho de que las personas o grupos tnicos excluidos alcancen el recono-cimiento y con ello su dignidad para sobrevivir culturalmente. Dicha situacin pone

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    TICA INTERCULTURAL Y RECONOCIMIENTO DIALGICO UNA MIRADA ALA DIGNIDAD DEL OTRO: CONFLICTO ENTRE EL ESTADO DE CHILE-PUEBLO MAPUCHE

    de manifiesto que el problema de las personas va ms all del dolor corporal o de ladistribucin equitativa de los bienes materiales, es decir, tiene implicancia moral en

    cuanto a las acciones que realizan los individuos en los marcos polticos, jurdicos yafectivos para reconocerse mutuamente, exigiendo tambin ser reconocido en la pro-pia autocomprensin. De este modo, la reflexin sobre las situaciones tico-moralesnos lleva a considerar la pluralidad de opciones, considerando que cada persona, entanto interlocutor vlido, toma una decisin; la cual est vinculada con los bienes yfines diversos que dan cuenta de los aspectos materiales de la comunidad en dondedesarrolla su vida.

    Razn cordial y liberalismo radical en el conflicto intertnico

    El reconocimiento intercultural es un potencial que permitira una estructura en laque coexistan individuos y grupos adscritos a diferentes identidades tnicas y cultura-les, donde se manifiesten diferencias religiosas, lingsticas, que permitan la superacindel Estado-nacin tradicional, por un Estado de democracia radical, que implica uncompromiso de elevar el nivel material y cultural de vida de todos los interlocutoresvirtuales, para convertirse en interlocutores reales (A. Cortina,1991,1997). Y que tienesus races, en lo que A. Cortina (2003:41) denomina Liberalismo radical intercultural:

    Es un liberalismo radical porque entiende que la autonoma de las personases irrenunciable, que deben elegir su propia vida y, por tanto, las restriccionesinternas son intolerables. Los miembros de los diversos grupos culturales debenpoder conocer ofertas diversas, ponderar cules son las que prefieren y elegirlibremente, de modo que el grupo no restrinja su libertad (Cortina, 2002:5).

    Aqu, lo fundamental es que, de ningn modo, los grupos culturales puedancoartar la libertad de sus miembros, ya que de producirse esta situacin, ello podrafavorecer solo a los que manejan el poder. Ahora bien, si la visin intercultural tienecomo uno de sus objetivos el superar la intolerancia, el racismo, la exclusin y las re-laciones asimtricas en general, no puede dejar fuera la conformacin de identidad,que es el ncleo del reconocimiento del otro y que refleja la razn del ser huma-no. Dicha situacin implica plantearse un mundo ms humano en donde se respetela dignidad de todas las personas en base a criterios de equidad, libertad y justicia.Ello significa transformar las condiciones socioculturales, econmicas y polticas queafectan a los ms dbiles, es decir, avanzar hacia un nuevo modelo de ciudadanaparticipativa que, a su vez, d paso a una democracia radicalque permita el plenodesarrollo de las capacidades humanas del conjunto de la sociedad y de cada uno desus miembros.

    Digamos que para hacer posible esta situacin, se necesita un tipo de ciudada-na intercultural con las dimensiones ticas de una sociedad inclusiva y plural, que

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    en su ncleo lleve una razn cordial. Ciertamente, para Adela Cortina (2007), unaverdadera tica de la ciudadana es la que se fundamenta no solo en una argumen-

    tacin, sino en lo que ella denomina una razn cordial. Esta tiene la potencialidadde vincular inteligencia, sentimientos y coraje, con el fundamento de que los va-lores morales surgen en los ciudadanos, situacin que se afirma en el principio deque la verdad la podemos conocer no exclusivamente de la razn, sino tambin delcorazn. Siguiendo esta lnea podemos decir que la ciudadana cordial nos lleva adesarrollar la capacidad de estimar los valores, comprobar y argumentar con buenasrazones que todos tienen derechos a ser reconocidos. Es decir, es una ciudadana querepresenta un punto de unin entre razn, sentimiento individual y los valores. De talforma que el reconocimiento necesita de una razn cordial donde:

    la compasin es el motor de ese sentido de la justicia que busca y encuentraargumentos para construir un mundo a la altura de lo que merecen los sereshumanos, es el vnculo compasivo que brota de lo ms profundo del corazn.Conocemos la verdad y la justicia no solo por la argumentacin, sino tambinpor el corazn. Es decir, quien carece de compasin no puede captar el sufri-miento de otros; quien no tiene capacidad de indignacin carece del rganonecesario para percibir la injusticia (A. Cortina (2007:87).

    Asumimos este desafo en la posibilidad de fundar un discurso tico a partir deun principio de respeto intercultural, que est sustentado en lo que A. Cortina llama

    una razn cordial, que nos lleva a construir una ciudadana intercultural, que termi-ne con la injusticia sobre los indgenas en Chile. Al respecto, surge una interrogante:Cmo justificar los valores fundamentales que no pueden estar sujetos al juego deuna minora o de una mayora, pero que permitan incluir el reconocimiento de lasdiferencias culturales?

    Lo anterior solamente es posible en una ciudadana intercultural, que asume eldesafo moral de terminar con la marginacin donde:

    El etnocentrismo es una posicin ticamente insostenible, mientras que el

    relativismo tambin es insostenible () Ms all del etnocentrismo y del rela-tivismo se encuentra la propuesta intercultural de entablar un dilogo perma-nente entre los que comparten distinto bagajes culturales de forma que decidanconjuntamente qu humaniza y qu deshumaniza. Propuesta que es sin dudala ms adecuada y la ms inteligente, porque aprovecha la diversidad cultural,igual que aprovechar las restantes formas de diversidad que no crean desigual-dad, es encontrar ideas nuevas, proyectos nuevos, sugerencias an no pensa-das (1998b: 197).

    As, la preocupacin tica de Adela Cortina dice relacin con la realidad cadavez ms compleja de la globalizacin dada la convivencia entre diferentes personascon distintas culturas; confirmando lo multicultural de nuestra vida, que hace del

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    dilogo y del aprendizaje mutuo una necesidad vital. De este modo, un dilogo noes una cuestin de lderes culturales o movimientos indgenas, ms bien es un movi-

    miento en todo el sistema social, ya que: Hacer intercultural la vida cotidiana es ase-gurar que cada cultura dar lo mejor de ella, por eso la integracin de la ciudadanaha de hacerse desde el dilogo intercultural de la vida diaria (Cortina, 2005:3).

    Coincidimos con Adela Cortina (2005) cuando sostiene que el dilogo intercul-tural es imprescindible y descansa sobre dos lneas fundamentales: a) El respeto a lacultura es importante, porque desde ella los individuos se identifican, estiman y secomprenden a s mismos, obteniendo reconocimiento; adems de la riqueza que unacultura pueda aportar. b) El respeto es una exigencia para establecer un dilogo entreculturas, donde los ciudadanos puedan discernir cules son los valores y costumbres

    que son dignos de conservar o reforzar y los que deben ser desechados. Por lo tanto,el desafo consiste en descubrir:

    desde dnde se puede conservar lo mejor del universalismo y la sensibi-lidad ante lo diferente en un tercero que lo supere, sin despreciar la riquezaque ofrecen uno y otro. Ese tercero sera la ciudadana intercultural, construidadesde un autntico dilogo (Cortina, 2001b: 85-86).

    De esta modo, la tica intercultural permite una comprensin ms plena de lainterculturalidad, ya que el dilogo intercultural o encuentro convivencial que la sus-

    tenta, permite apreciar que la interdependencia entre culturas diversas es necesariapara posibilitar una nueva mirada emancipadora, cuya finalidad es terminar con lassituaciones de manipulacin, violencia, pobreza e injusticia en el mundo.

    Consideraciones finales

    Si estas reflexiones son acertadas, necesitamos construir nuevos valores quelogren identificar a todos los ciudadanos con la cultura poltica del reconocimientodel otro, que se plasma en una poltica compartida que recoge la riqueza cultural ylos derechos de los pueblos indgenas. Adems, se debe rescatar la visin tico-moralde los saberes indgenas, que permite pasar a una nueva racionalidad comunicativaintercultural donde un valor fundamental es la nueva relacin de simetra entre lasdistintas culturas. Ello implica transparentar y compartir los diferentes espacios so-ciales donde se ejerce el poder en una forma proporcional tomando de las diferentestradiciones lo mejor de cada una como un mnimo para alcanzar el proyecto de vidabuena. En este aspecto, la ciudadana intercultural respondera a una experiencia deaprendizaje mutuo que en algunos mbitos se desarrolla conscientemente y en otrosinconscientemente, pero que tiene la cualidad de generar una cultura de interacciny comprensin recproca que internaliza los nuevos valores nacidos de un consensointercultural.

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    En este sentido, uno de los valores que surgen del dilogo intercultural es elhacerse cargo de la exclusin y el sufrimiento de los otros, asumiendo la responsabi-

    lidad y autocrtica frente a las estructuras injustas que se dan en la sociedad. En estesentido, hoy sabemos que para el desarrollo o sobrevivencia de cualquier culturase necesita de ciertas condiciones contextuales, siendo una de las ms fundamenta-les el reconocimiento que sobrepasa el propio nivel jurdico que a juicio de Taylor(1993:106) se expresa en que es razonable suponer que las culturas que han apor-tado un horizonte de significados para gran cantidad de seres humanos, de diversoscaracteres y temperamentos, durante un largo periodo de tiempo (en otras palabras,que han articulado su sentido del bien, de lo sagrado y admirable) deben tener algoque merece nuestra admiracin y respeto, aun si este se acompaa de lo mucho quedebemos aborrecer y rechazar de ellas .

    Al reconocer estas dificultades cobra sentido lo que dice Graciano Gonzlez (R.Arnaiz, 2002) respecto a que la razn intercultural es la no indiferencia que tiene unmomento de interpelacin como razn de inauguracin del dilogo intercultural yque responde el comprender al dejarse cuestionar por la otra cultura, cuya situacinnos lleva a dar testimonio de lo que uno es o la cultura es. Hoy los ciudadanos seabren a la dialogicidad de la solidaridad originaria, que no es otra cosa que recono-cer que se vive en un mundo habitado por otros, situacin que se puede comprenderen una ciudadana intercultural.

    De aqu se desprende que la interculturalidad no es solo un tema terico estric-tamente racional o lgico; se puede lograr como dice Ral Fornet-Betancourt porcualquier persona y cualquier cultura, a partir de la convivencia con el otro, que noes restrictiva de la comunicacin racional a travs de conceptos, sino es el dejarseafectar, tocar, impresionar por el otro en la vida diaria, es en definitiva unaexperienciapara descubrir al otro en su diversidad y variedad que generar un nuevodiscurso intercultural solidario.

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