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NIPO: 551-0-008-0

Arte de Luces

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Page 1: Arte de Luces

NIPO: 551-0-008-0

Page 2: Arte de Luces

La fiesta de los toros ha sido una fuente de inspiración

desde hace más de dos siglos. Creadores de todas las

disciplinas artísticas se han dejado deslumbrar por las

luces de la fiesta. Unos pocos, como Goya y Picasso,

también han contribuido a inspirar o bien a enriquecer

la indumentaria taurina.

Además, desde las últimas décadas del siglo XX el

mundo de la moda, de la mano de diseñadores como

Christian Lacroix, Lorenzo Caprile, Francis Montesinos

o Giorgio Armani, también ha ofrecido su particular

visión del traje de torero.

Page 3: Arte de Luces
Page 4: Arte de Luces

ARTE DE LUCES

Vestirse de luces es esencialmente un acto ritual.

Significa revestirse, imbuirse de un halo, una esencia,

una identidad que trasciende a la persona corriente. Es

el medio por el cual el hombre se transforma en tore-

ro. De la misma forma en la que lo pudiera hacer un

sacerdote, en un lugar fuera de la mirada de los devo-

tos y ayudado por un asistente, para aparecer después

ante los fieles creando un gran impacto escénico, el

torero se viste en la habitación del hotel en soledad

junto a su mozo de espadas -su hombre de confianza-

que le va poniendo las prendas siguiendo siempre el

mismo orden y repitiendo los mismos gestos. La elec-

ción del vestido tampoco es un acto baladí; de hecho

se cuida desde su encargo escogiendo a un sastre en

concreto, con unos colores y unos bordados determi-

nados; también influirán en la decisión de portar un

traje u otro las sensaciones que tenga el diestro al lle-

varlo, la ocasión de la que se trate, los triunfos o los

percances que pueda haber tenido vistiéndolo. La

corrida no empieza con el toque de clarines que anun-

cia el comienzo del festejo, sino que se inicia en esa

habitación de hotel cuando el hombre ve la figura del

torero reflejada en el espejo.

El traje de luces actual es sin duda un icono mun-

dial que identifica a su portador con su profesión. Sin

embargo esto no ha sido así desde el comienzo de la

historia del toreo a pie. Podemos situar ésta en el siglo

XVIII1, cuando con la llegada de los Borbones la noble-

za abandona el hábito de practicar lances a caballo y

toman el relevo de la ejecución de los festejos taurinos

hombres de a pie que se irán profesionalizando a lo

largo de la centuria. En esos momentos la indumenta-

ria de los toreros es de corte más bien defensivo,

puesto que visten calzones y jubón de ante con man-

gas atacadas de terciopelo negro y ancho cinturón de

cuero para evitar en la medida de lo posible la acción

de las astas del toro, en un momento en el que las

suertes aún no están definidas y la lidia se asemeja a

ejercicios que tienen como fin más el zafarse airosa-

mente de las embestidas del animal, que ahormar sus

envites. Al parecer la única seña distintiva que les dife-

renciaba en la plaza de otros hombres comunes era

una banda de tafetán de color que les era proporciona-

da por los organizadores del festejo2.

A medida que avanza el siglo van cambiando las

formas de la lidia y la indumentaria. Así, el toreo anda-

luz va a imponerse sobre otros como el navarro y

serán los diestros del sur quienes con sus hazañas en

los ruedos levanten pasiones y creen estilo. Joaquín

Costillares y Pedro Romero fueron inmortalizados en

los grabados de Juan de la Cruz en 17783 tocados con

cofia y sombrero de tres picos y vestidos con chaque-

ta de solapa vuelta (aún bastante larga, a la cadera) y

hombreras ornadas con lazos y cintas, chaleco, camisa

con chorrera, amplia faja, calzón, medias y zapatos sin

tacón con grades hebillas. Los tejidos igualmente se

habían aligerado, sustituyéndose el ante y el cuero por

la seda y el algodón. Más o menos en la misma fecha

fueron retratados los hermanos rondeños Pedro y

José Romero por Francisco de Goya4, quien con pince-

lada suelta y vivaz da fe del gusto por el vestido de

ambos diestros. Fue Joaquín Costillares quien solicitó

y consiguió de la Real Maestranza de Sevilla el permi-

so para que los matadores pudieran lucir en su indu-

mentaria galones de oro, al igual que hacían los pica-

dores, y de plata los subalternos (1793)5. Es el primer

paso hacia la diferenciación del torero frente al resto

de los hombres de su clase social. Sin embargo, no

será hasta al menos 1830 cuando se producirá esa

disociación en el vestir y tanto en el último cuarto del

Page 5: Arte de Luces

siglo XVIII como en los primeros años del XIX su indu-

mentaria no será distinta de la de cualquier “majo”

varón salvo, quizás, por el mayor recargamiento en el

adorno. No obstante no debemos olvidar que estamos

refiriéndonos a las figuras del toreo de la época, con lo

que es más que probable que tanto los miembros de

las cuadrillas como los matadores de segunda fila

lucieran atuendos más sencillos.

La transformación estética que se produce entre

1790 y 18366 en la indumentaria taurina va a estar liga-

da a un cambio en el propio concepto de la tauroma-

quia, al que irá aparejado a su vez una acentuación pro-

gresiva de la asociación quasi mítica entre torero y

héroe popular. Asistimos a esta transmutación a través

del arte. Se parte del torero “majo”, es decir, del valien-

te o chulo que da muestras de su arrojo ante el toro

con las formas airosas y algo rococós de Carnicero y

se llega al torero romántico, arrebatado y arrebatador

al mismo tiempo de Doré (por citar uno de los ilustres

extranjeros que pasaron en ese tiempo por nuestro

país), sin poder olvidar en ningún momento a Goya,

sobre cuya obra volveremos más adelante.

La forma en la indumentaria taurina sustancia este

cambio en el que la figura del primer espada crece en

protagonismo. Al mismo tiempo, por el efecto de la

Guerra de la Independencia y la aparición del

Romanticismo, la fiesta de los toros se convierte en un

acto de afirmación identitaria y pintoresquismo sin

parangón, a través, por una parte, de la estilización de

la figura del torero, acortando progresivamente el largo

de la chaquetilla y el chaleco, ajustando el calzón y

dejando libre el empeine del pie con un calzado más

abierto y plano que se ata con un pequeño lazo, y, por

otra, con el aumento significativo del adorno, emplean-

do cada vez más asiduamente las aplicaciones de cor-

doncillo de oro, extendiendo y complicando los borda-

dos en la superficie del paño, y transformando borlas y

pasamanería en lo que en la década de los 40 ya serán

machos y caireles.

Dos de las formas cuya evolución más llama la

atención son la de las hombreras y la de montera. El

germen primero de las hombreras en el traje de torear

está en las cintas de seda que unen el cuerpo con la

manga en los ejemplares del siglo anterior. Poco a

poco se sustituirán por galones adornados con cadene-

tas o pasamanerías que derivarán en estructuras

redondeadas algo caídas sobre los hombros, que sir-

ven para tapar la unión entre manga y cuerpo de la

chaquetilla. Por lo que respecta a la montera, se atribu-

ye su invención a Francisco Montes “Paquiro”; de ahí

su nombre, pero lo cierto es que es el resultado de la

evolución natural del tocado de los toreros. Éstos,

como símbolo de identidad, dejan crecer su pelo cuan-

do el resto de los varones de su época comienzan a

cortárselo7 y lo recogen a la altura de la nuca en forma

de grandes moñas. La forma del peinado obliga a redu-

cir el tamaño del tocado, cuya forma no estaba con-

sensuada en los primeros años del XIX, y tan pronto

encontramos, en las colecciones de estampas de la

época, representaciones de éstos que se parecen a

las monteras populares, como los vemos con peque-

ños sombreros rematados en borlas; al final, la forma

triunfante será la “montera de M” con grandes

machos cayendo a los lados. Este es el modelo de

cuya evolución resulta la montera actual.

Entre 1840 y 1860 se estandariza el diseño del ves-

tido de luces, que sin grandes modificaciones, al

menos en el corte general y el número de piezas que

lo componen, ha llegado a nuestros días. Si bien pode-

mos afirmar que la chaquetilla era menos rígida, más

recargada de adornos, con hombreras más pequeñas y

redondeadas, y mucho más abierta para dejar ver el

chaleco igualmente más adornado, o que el actual fajín

era entonces una gran faja de seda enrollada en torno

a la cintura del matador, o que la taleguilla era más hol-

gada y menos elástica, o que los modelos con brague-

ta8 no aparecen hasta el último tercio del siglo XIX y

que la superficie del bordado era más estrecha, la línea

Page 6: Arte de Luces

ha permanecido como tal inalterable. También es el

momento en que las modas burguesas urbanas impo-

nen una estética en los varones mucho más sobria

que hace desaparecer el adorno y los colores brillantes

de su indumentaria y generaliza el uso del pantalón.

Este hecho es crucial para la antropología del traje de

luces, pues es aquí donde se produce la disociación

definitiva entre la indumentaria torera y la civil. Así, el

vestido de torear adquiere un significado trascendente,

definitorio y en él se plasman físicamente las alegorías

de lo que debe definir al torero: la brillantez, la gallar-

día, el lucimiento... Tanto es así que los diestros se

sienten toreros cuando se enfundan en el vestido; a

través de él se transforman en algo más que hombres

para enfrentarse a la res en la plaza. Tamaña importan-

cia deriva inevitablemente en la ritualización del vestir-

se a la que aludíamos al comienzo.

Existen en la actualidad tres tipologías de trajes de

torear: el de luces, el corto y el goyesco. Tal vez inclu-

so estemos asistiendo al nacimiento de un cuarto tipo,

el “traje picassiano”; aunque será el tiempo el que nos

diga si esta indumentaria se significará lo suficiente

para que esto ocurra. Es cuanto menos curioso com-

probar cómo el nombre de dos grandes artistas está

vinculado a la indumentaria taurina. Y es que el mundo

del arte no ha permanecido indiferente a la fiesta de

los toros. Su estética y la plasticidad de la lidia han ins-

pirado a poetas, escritores, músicos, escultores y pin-

tores. Por citar tan sólo un ejemplo, de sobra es cono-

cida la relación del torero Ignacio Sánchez Mejías con

Page 7: Arte de Luces

los miembros de la Generación del 279 y cómo su des-

afortunada muerte en la plaza dio lugar a la creación de

uno de los poemas más bellos escritos por Federico

García Lorca.

Pero son las artes plásticas las que con mayor profu-

sión han tratado el tema taurino. Muchos son los artis-

tas que nos ofrecen su particular visión de la fiesta,

desde el propio Goya hasta Picasso, pasando por

Manet, Sorolla, Gutiérrez Solana, Zuloaga, Alberti, Dalí,

Iturrino, Clavé, Barjola y tantos otros que dejamos por

el camino. Sin embargo son pocos los que han trapasa-

do la frontera de sus pinceles para llegar al territorio de

las agujas. La forma en que lo hicieron también difiere

sustancialmente. Esta muestra reflexiona sobre ello.

Cronológicamente el primero de los pintores que

influye de manera directa en el diseño del vestido de

luces es Ignacio Zuloaga y Zabaleta (1870-1945), ya

que diseñó, durante varias temporadas de las décadas

de 1930 y 1940, para su amigo y ahijado Rafael García

Escudero “Albaicín” una serie de chaquetillas10 que

diferían bastante de los repertorios de los bordados y

la decoración tradicional.

Si continuamos esta línea temporal, Francisco de

Goya (1746-1828) es el siguiente en hacer su aporta-

ción a la indumentaria taurina. El maestro aragonés es

sin duda alguna un referente de lo taurino. Sabemos

incluso que en alguna ocasión firmó como “Don

Francisco, el de los toros” o que entre sus amigos del

mundo taurino era llamado “Ilustre Goya”11. Esta vin-

culación y afición se refleja en su producción, particu-

larmente en sus series de grabados pertenecientes a

La Tauromaquia (1815)12 o las litografías Los toros de

Burdeos (1826), desde las que ofrece una visión abso-

lutamente diferente a las de sus contemporáneos, que

marcará a las generaciones futuras de artistas13. Su

relación con la indumentaria taurina y la creación de un

tipo es la causante de que aparezca en segundo lugar

en la enumeración que llevamos a cabo, ya que no es

hasta 1954, con la celebración de una corrida goyesca

en honor a Pedro Romero en el II centenario de su

nacimiento en la plaza de Ronda, que organizó

Cayetano Ordóñez, cuando se crea la tipología de

“traje goyesco” para torear. En puridad bien se podría

haber bautizado este tipo de indumentaria como “a la

manera de Carnicero” o con algún otro epíteto que la

vinculara a la propia figura del matador rondeño home-

najeado. Pero es Goya el elegido como “padrino” de

tal evento porque su influjo es irresistible y el nivel de

iconicidad de su obra, insuperable. Tampoco hemos de

olvidar que el término de corrida goyesca no era

nuevo. Tenemos constancia a través de diferentes

fuentes de información, entre las que se encuentran

Page 8: Arte de Luces

los carteles que se muestran en esta exposición, de

que se celebraron “corridas goyescas” en la

Monumental de Barcelona en 1929. Dichos festejos se

diferenciaban de los ordinarios en que antes del

comienzo de los mismos tenía lugar un desfile de

coches de caballos cuyos ocupantes vestían trajes que

imitaban más o menos el estilo indumentario de los

majos dieciochescos que Goya representó en múlti-

ples pinturas. Los matadores no lucían un atuendo

especial para estas corridas, sino que seguían portado

el traje de luces de cualquier tarde. Cuando la corrida

rondeña se instaura en el calendario anual de festejos,

el modelo de vestido también se convierte en un tipo

más que después traspasará la frontera malagueña

para formar parte de otras celebraciones como, por

ejemplo, las que tienen lugar cada dos de mayo en la

Plaza de Toros de las Ventas de Madrid.

Pablo Ruiz Picasso (1881-1973) es el siguiente gran

nombre en nuestra lista. No podríamos explicar buena

parte de la producción artística del genio malagueño

sin hablar del toro. Podemos diferenciar (solo a veces)

entre “el toro” y “los toros” en su obra. No entrare-

mos aquí a realizar un análisis de su obra ni de su pro-

ducción por exceder ambos temas el ámbito de esta

exposición, sino que centraremos nuestra atención en

su gran afición por la fiesta y su contribución a su indu-

mentaria. Existen multitud de imágenes del artista

como espectador en los cosos franceses, de su intimi-

dad familiar con sus amigos toreros. De especial rele-

vancia para lo que a nosotros atañe es su grandísima

amistad con el diestro Luis Miguel Dominguín, cuyos

frutos, entre otros, fueron el diseño de varios trajes de

torear para el matador en su reaparición en la década

de los 50 que fueron cosidos en la Sastrería Fermín14,

la edición del libro Toros y Toreros15 o incluso el proyec-

to para una plaza de toros16. Respecto a los trajes dire-

mos que, como se ilustra perfectamente en el que se

exhibe en la muestra, la principal contribución del artis-

ta se encuentra en la sintetización del adorno. No varía

el corte del vestido y respeta la forma de la chaquetilla

y la distribución de la decoración; sin embargo aligera

impresionantemente la densidad de la misma. Consi-

gue un vestido ligero, rítmico y más elástico, tal y

como al parecer le pidió Dominguín.17 Parece que al

igual que hace en las aguatintas de su “Tauro-

maquia”18 resume en formas sencillas (círculos) la luz,

el movimiento y los entrelazados de los bordados. El

impacto visual conseguido no tuvo al parecer una gran

acogida por parte del público, con lo que estos vesti-

dos quedaron relegados en favor de otros de corte tra-

dicional.

Puede que en el presente estemos asistiendo al

fenómeno inverso. En vez de la creación de un traje de

torear por parte de Picasso, son los sastres los que

están imaginando un traje picasiano. El caso es muy

similar al que aconteció hace medio siglo con la corrida

goyesca de Ronda. En el año 2009 tuvo lugar un feste-

jo en honor a Pablo Picasso en su ciudad natal de

Málaga. Fue bautizada como “corrida picasiana” y

nació con vocación de continuidad, puesto que el pasa-

do 5 de abril de 2010 se celebró su segunda edición.

En esta exposición se muestran los vestidos de los

matadores que participaron en la primera de ellas y

podemos ver cómo cada uno de ellos propone una

solución distinta a este nuevo reto de crear una tipolo-

gía. Aún es pronto para adivinar si el festejo se consoli-

dará y si la indumentaria lucida acabará unificándose

en sus criterios. En su segunda edición un modisto de

la talla de Christian Lacroix, quien ya había realizado

incursiones anteriores en el diseño taurino, se ha inte-

resado por la oportunidad y ha lanzado su propuesta19.

Y es que los modistos son los creadores mo-der-

nos que se han acercado a la fiesta de los toros a tra-

vés de su indumentaria. Indudablemente ésta ha influi-

do en muchas creaciones de firmas como Elio

Berhayer o Jean Paul Gaultier, pero también ha habido

modistos que han hecho el camino inverso, el de ofre-

cer sus propuestas de indumentaria taurina. Como

Page 9: Arte de Luces

afirmábamos anteriormente, tal vez Lacroix sea el pri-

mero de ellos que lo hizo, con vestidos como el reali-

zado para “Chamaco” hijo el día de su alternativa en

Nimes (1991) o para Paquito Leal20, también en la

década de los 90; continúa su relación con el mundo

de los toros con el vestido lucido en la corrida picasia-

na de 2010 por Javier Conde.

Lorenzo Caprile también ha diseñado un vestido de

torear para Pepín Liria21, pero en esta ocasión ha sido

un goyesco, cuyas formas y detalles son fruto de la

inspiración directa en los modelos originales de la

época de Goya custodiados en el Museo del Traje.

Justo un año después el modisto valenciano

Francis Montesinos propuso un vestido goyesco para

César Jiménez22 absolutamente diferente en plantea-

miento al de Caprile, en el que interpreta de forma

libérrima materiales y adornos, con la novedosa aplica-

ción de pedrería y láminas metálicas en la chaquetilla.

Giorgio Armani es el último de los creadores de

moda que se han interesado por la indumentaria tauri-

na. Diseñó en 2008 para su torero fetiche, Cayetano

Rivera, un vestido con espíritu goyesco para que lo

luciera en la corrida goyesca de Ronda de 2008.

Desgraciadamente un severo percance del diestro

impidió que esto ocurriera, pero en 2009 por fin estre-

nó este vestido que hoy se exhibe en nuestra sala.

La fiesta de los toros ofrece un caudal de inspira-

ción, pero también recibe los frutos de quien ha sido

alimentado por ella y los integra reinventándose y enri-

queciéndose. La indumentaria constituye uno de los

elementos más icónicos de la fiesta, y es lógico el

interés que ha suscitado en el mundo del arte. El diálo-

go constante entre ambos mundos a lo largo de la his-

toria de la tauromaquia nos ha dado una producción

enorme de obras de arte y unas formas iconográficas

indisociables ya de nuestro imaginario.

Elena VázquezComisaria

Page 10: Arte de Luces

1 En torno a 1740, según Ortega y Gasset, J.: La caza y los toros. 2ª

ed. Madrid, 1982.2 Campo, Luis del: El traje del toreo de a pie. Evolución. Psicología.

Pamplona: La acción social, 1965. p. 19.3 Cruz Cano y Olmedilla, Juan de la: Colección de trajes de España,

tanto antiguos como modernos. Madrid: Turner, 1988. N.os 27 y 28.4 Ambos pintados ca. 1795–98. El primero de ellos pertenece a la

colección del Kimbell Art Museum y el segundo se conserva en el

Philadelphia Museum of Art.5 Cossío [Juan Miguel Sánchez Vigil, ed.]: Los toros. Vol. 4. Madrid:

Espasa Calpe, 2007. p. 61.6 Escogemos este rango de fechas como hitos marcados por el año

en que el pintor Antonio Carnicero termina su Colección de las prin-

cipales suertes de una corrida de toros (Madrid, 1790), que influirá

en todo el grabado taurino europeo del siglo XIX, incluyendo la

segunda edición de la Tauromaquia o Arte de torear a caballo y a pie

de Pepe- Hillo (Madrid, 1804) y la publicación de la obra que dará ori-

gen al toreo moderno, Tauromaquia completa, de Francisco Montes

“Paquiro” (Madrid, 1836).7 Actuarán de igual forma frente al aspecto del rostro, puesto que

mientras el uso del bigote se impone en la moda masculina del XIX,

los toreros siempre irán rasurados, a excepción de un breve período,

anterior siempre a 1850, en el que lucen grandes patillas. En la

actualidad este hecho diferenciador continúa siendo una constante:

ningún diestro ha hecho jamás el paseíllo con barba.8 Las taleguillas más antiguas tienen alzapón a la manera de los cal-

zones del siglo XVIII y los empleados en entornos populares.9 Rafael Alberti llegó a hacer el paseíllo con su cuadrilla vestido de

luces en naranja y azabache, aunque no llegó a torear, en la plaza de

toros de Pontevedra en 1927.10 Campo, Luis del: Opus cit. Se puede ver una de ellas en: Ricci, R.

y Durand, J.: Vêtu de lumières. París: Editions Plume, 1992. (p. 43).11 Mújica Gallo, M.: ¿Fue Goya figura del toreo? Lima, 1960.12 Publicada en Madrid por primera vez en 1816.13 Primero desde Francia a través principalmente de sus grabados y

más tarde de nuevo en nuestro país. Ver: Martínez- Novillo, A.:

“Goya. La Tauromaquia”. En: El siglo de oro de las tauromaquias.

Estampas taurinas 1750- 1868. Madrid: Consejería de Cultura,

Centro de Asuntos Taurinos, 1989.14 El capote de paseo que acompañaba al traje diseñado por

Picasso la tarde de su reaparición en los ruedos fue pintado por

Rafael Alberti.15 Picasso, P. y Dominguín, L. M.: Toros y Toreros. París: Cercle d’

Art, 1961.16 Los bocetos de dicho proyecto son conservados en la actualidad

por doña Lucía Bosé, que fue esposa del diestro.17 Según la entrevista realizada a D. Antonio López, actual director

de la Sastrería Fermín, que asistió personalmente a la creación de

estos trajes.18 Realizadas en 1957 para la edición de Gustavo Gili de La

Tauromaquia o Arte de Torear de Pepe- Hillo.19 Se trata del traje lucido por Javier Conde y confeccionado en

Santos Sastrería de Toreros.20 Ricci, R. y Durand, J.: Opus cit. (pp. 47 y 137).21 Lucido en la corrida goyesca del 2 de mayo de 2006 en la Plaza

de Toros de Las Ventas de Madrid.22 Estrenado en la corrida goyesca de 2 de mayo de 2007 en la

Plaza de Toros de Las Ventas de Madrid.

Page 11: Arte de Luces
Page 12: Arte de Luces

MINOTAURO ENGALANADOEL MITO SEDUCE LA MODA

Hace ya un tiempo que los medios vienen haciéndose

eco del acercamiento que se está produciendo entre

el mundo de los toros y el de la moda. El momento

álgido lo marcó la relación entre Cayetano Rivera

Ordóñez y la casa Armani, materializada en la creación

de un traje goyesco y en una campaña publicitaria a

nivel internacional. Posteriormente, el torero ha firma-

do para ser imagen de una inminente campaña de

Loewe. La casa busca reforzar su imagen masculina y

recalcar su raíz española y su carácter artesanal.

En cierto modo, la moda sirve como platafor-

ma de difusión desde la que se intenta normalizar la

percepción pública del tanta veces denostado mundo

de “la Fiesta”. Los protagonistas de este naciente

fenómeno han manifestado su consciencia de lo que

tal relación puede aportar al arte de la tauromaquia. El

propio Cayetano ha afirmado que “la exposición

mediática bien hecha es beneficiosa para la Fiesta”1,

mientras que Julio Benítez, “El Cordobés”, ha concreta-

do más al considerar que “lo de posar para una publici-

dad o desfilar es una manera de evolucionar y por

hacerlo no eres menos purista o peor que otro profe-

sional”2. Ni mucho menos. De hecho se ajusta a la

evolución icónica de la figura del matador, cincelada ya

por la literatura, la pintura, el celuloide... Ahora es el

turno de la moda.

En el torero confluyen una serie de ideales,

propios o transferidos por el público, que convierten al

hombre en héroe, en algunos casos en mito3. El mata-

dor arriesga la vida, ofrece arte y conquista la fama, el

prestigio, el dinero; se carga del magnetismo sexual

que emana del ruedo. El Romanticismo encontró en su

figura un filón para la creación de personajes literarios,

cinematográficos luego, los cuales contribuirían a fijar

la imagen tópica que persiste hasta la actualidad y que

es la que se explota mediáticamente, una imagen exi-

mida de las debilidades cotidianas. Desde Merimée

hasta Blasco Ibáñez, desde Rodolfo Valentino hasta

Adrien Brody, el torero es el hombre dionisíaco, lúdico,

jovial; es un hombre instintivo, audaz y pleno de valor,

un hombre con un pie en la muerte, un héroe dispues-

to cada tarde a acometer una nueva proeza4. Y es tam-

bién el hombre cortés por antonomasia, un galán más

seductor que los iconos cinematográficos porque está

dotado de una característica exclusiva del profesional

del toreo: la torería.

“Detalles de buena educación con la gente

pudiente y humilde, elegancia moral y estética en todo

momento, perfecto conocimiento de la profesión,

sobriedad del gesto…”5 ¿Es plausible considerar la

torería como un paradigma de elegancia? Así parecen

haberlo entendido algunas marcas de moda, que no

por valerse de la fama del personaje han podido dejar

de considerar su especial condición como portador de

mensajes, tan complejos como afianzados en el imagi-

nario del consumidor. Y así lo han querido reflejar las

revistas de moda, en el ámbito nacional, al rescatar a

las figuras del toreo de las páginas del corazón para

forjar nuevos iconos de elegancia y masculinidad.

Francisco y Cayetano Rivera Ordóñez, Javier Conde,

Morante de la Puebla, Alejandro Talavante, Sebastián

Castella, Julio Benítez o José María Manzanares, espe-

cialmente dotado éste para posar ante las cámaras,

han aparecido ya en diversas publicaciones de moda.

Carlos Clementson6, aludiendo a la evolución de los

Califas del Toreo, compara el toreo de Manolete y el

de “El Cordobés”, padre, con la diferencia existente

entre el albornoz y el bikini. Hoy esa metáfora puede

tomar un sesgo literal.

Page 13: Arte de Luces

Al igual que Cayetano ha vestido de Armani en

Ronda, antes lo hicieron Chamaco hijo, de Lacroix en

Nimes, y Pepín Liria y César Jiménez, de Lorenzo

Caprile y Montesinos respectivamente, ambos en

corrida goyesca en Las Ventas. Otros modistos se han

aventurado en los talleres del sastre taurino para

experimentar con la “alta costura” que es la confec-

ción del vestido de luces. En estos casos hemos de

considerar más importante la aquiescencia del torero

a vestir una firma de moda en la plaza que el calado

artístico de la intervención del diseñador. En cierto

sentido, la aportación del creador de moda no dista de

la del artista plástico: se limita al plano ornamental,

puesto que los imperativos funcionales poseen una

excepcional importancia que limita por completo la

creatividad. Se trata, pues, de una anécdota, de un

gesto de recíproca deferencia. El vestido torero lo

hacen los artesanos profesionales y sólo de ellos pue-

den partir las verdaderas innovaciones en este campo.

Pero mientras, la moda, como le es tan propio,

fagocita sin recato: hoy se ha valido de la imponente

presencia de un torero y ha utilizado su indumentaria

laboral como plataforma publicitaria; ayer tomó y

siempre tomará prestadas tipologías, formas decorati-

vas y contenidos simbólicos como fuente para sus

propias creaciones. En España, naturalmente, modis-

tos y diseñadores no se han sustraído a esa influen-

cia. Hemos escogido algunos ejemplos, pertenecien-

tes a la colección del Museo del Traje. CIPE, que refle-

jan claramente este influjo en los maestros: una tore-

ra (tipología de raigambre obvia) de Balenciaga

(MT091407), fechada en 1960 y nutrida de bordados

de hilo de plata y lentejuelas; un conocido vestido de

1975 de Elio Berhanyer (MT099864-6) concebido

como referencia directa al capote torero; y una cha-

queta de Pertegaz de los años ochenta (MT096350)

con estilizadas aplicaciones de pedrería en el tercio

superior de la manga que remite a la rigidez estructu-

ral de la chaquetilla torera.

Page 14: Arte de Luces

El influjo no se detiene en nuestras fronteras. De

sobra conocidos son los dos ejemplos de diseñadores

contemporáneos que han demostrado sobre las pasa-

relas su fascinación por el mundo taurino, dentro quizá

de una más genérica y tópica imagen de España. Nos

referimos a Christian Lacroix, siempre atento a las

fuentes culturales más diversas, pero especialmente

ligado a lo español a través de su Arles natal, y a John

Galliano, manifiesto admirador del folklore patrio que,

en un gesto tan inusitado como propio de su carácter

extravagante, vistió en el desfile conmemorativo del

80º aniversario de la casa Dior, en 2007, un vestido de

luces prestado para la ocasión por el matador Miguel

Abellán, quizá el más “fashionista” de la nueva horna-

da de toreros “a la moda”. Ojalá todo esto no sea más

que el principio de una fructífera relación.

Juan GutiérrezTécnico de museos

Departamento de indumentaria

1 http://www.burladero.com/noticias/8656

2 Elle, Nº252. Multiediciones Universales, Madrid, 2007. Pág. 90.

3 Como lo expresó, y lo sufrió, Juan Belmonte: “Yo era una crea-

ción mítica de mis paisanos” […] Entonces yo no era sólo yo, sino

también algo de cada sevillano”. Ver en Pérez Mateos, Juan Antonio:

El toreo. Una visión inédita. Alianza Editorial, Madrid, 1995. Pág. 18.

4 Sobre la proeza y su excepcionalidad en el marco de la socie-

dad contemporánea, ver Veblen, Theodorn: Teoría de la clase ociosa.

Fondo de Cultura Económica, México, 1989.

5 Zumbiel, François: “La torería o la dialéctica de lo esencial y lo

accesorio, en La antropología como pasión y como práctica”.

Ensayos in honorem Julian Pitt-Rivers, CSIC, Madrid 2004. Pág. 415.

6 “Imagen y mito. Los califas en las artes y la literatura”, en Los

Califas del Toreo. Historia y vida. Círculo de Iniciativas y Proyectos

Culturales de Córdoba, Córdoba 2007. Pág.111.

Page 15: Arte de Luces
Page 16: Arte de Luces

Artista, aficionado y cronista de la épocaen la que se comienzaa dar forma a la“Tauromaquia”. Lasimágenes que nostransmite son tanpoderosas que inspiró,siglo y medio después,la estética de las corri-das de Ronda. Conellas se crea una nuevatipología de vestido detorear: el goyesco.

[1. ] GOYA

Page 17: Arte de Luces

Cartel

Sucesores de Henrich y Cía. (Barcelona)

1929

Cromolitografía. Tipografía

Museo del Traje. CIPE

MT023150

Cartel

Imprenta y Litografía José Ortega (Valencia)

1929

Cromolitografía. Tipografía

Museo del Traje. CIPE

MT023911

Cartel

Imprenta y Litografía Jerez Gráfico

1964

Serigrafía

Museo del Traje. CIPE

MT020743

Page 18: Arte de Luces
Page 19: Arte de Luces

Pedro Romero matando a toro parado

La Tauromaquia. Estampa nº 30

Francisco de Goya y Lucientes

(1746-1828)

1814-16

Aguafuerte. Aguatinta

Museo del Traje. CIPE

MT014008B

Ligereza y atrevimiento de Juanito

Apiñari en la plaza de Madrid

La Tauromaquia. Estampa nº 20

Francisco de Goya y Lucientes

(1746-1828)

1814-16

Aguafuerte. Aguatinta

Museo del Traje. CIPE

MT014008A

Page 20: Arte de Luces

Vestido de torear

Anónimo

ca. 1800-1820

Seda labrada con aplicaciones

Museo del Traje. CIPE

MT000986-87; MT020773

Page 21: Arte de Luces

Vestido de torear

Anónimo

ca. 1830- 850

Paño y pana bordados con aplicaciones

Museo del Traje. CIPE

MT009018-19

Page 22: Arte de Luces

Chaquetilla de torear

Anónimo

ca. 1840

Raso bordado con aplicaciones

Museo del Traje. CIPE

MT001138

Montera

Anónimo

ca. 1875-1920

Terciopelo con aplicaciones

Museo del Traje. CIPE

MT016042

Cofia

Anónimo

Siglo XVIII

Calceta con aplicaciones

Museo del Traje. CIPE

MT000740

Page 23: Arte de Luces
Page 24: Arte de Luces

Su obra no se puede

explicar sin la presencia

del toro. Artista total,

también diseñó vestidos

de luces. Con la

creación de las corridas

picassianas (2009) ahora

sirve como modelo de

inspiración para la crea-

ción de los trajes que se

lucen en ellas.

[2 . ] P ICASSO

Page 25: Arte de Luces

Vestido de torear de Luis Miguel Dominguín

Pablo Picasso. Sastrería Fermín

ca. 1971-73

Seda bordada con aplicaciones

Colección familia Bohórquez

Page 26: Arte de Luces

Toros y toreros

Pablo Ruiz Picasso (1881- 1973). Luis Miguel

Dominguín (1926-1996)

Barcelona, Gustavo Gili, 1961

Colección Antonio Pareja

Page 27: Arte de Luces

Vestido de torear de Francisco Rivera

Francisco Rodríguez. Santos Sastrería de Toreros

2009

Seda bordada con aplicaciones

Colección Francisco Rivera Ordóñez

SANTOS, SASTRERÍA DE TOREROS

El trabajo del sastre de torero es una labor altamente

especializada. Podemos confeccionar vestidos cuyo

diseño inicial sea de otros, pero a la hora de la verdad,

la de enfrentarse al patrón, al bordado y al montaje de

las piezas, son nuestras manos las que hacen posible

el traje de luces.

La importancia del vestido de torear radica en que

quien se lo pone se siente torero con él y que forma

un cuerpo indesligable con su portador. Es por esto

por lo que tanto matadores como picadores y “hom-

bres de plata” otorgan una grandísima importancia a

sus trajes, y eligen el color, el tipo de bordado, los

adornos... y también al sastre, porque tienen que con-

fiar en nuestro oficio –buen oficio se entiende- para

hacer realidad ese vestido con el que ellos se imagi-

nan. Y es ahí donde, además de poner a su servicio

nuestros conocimientos técnicos, debemos interpretar

sus ideas y plasmarlas primero en el patrón y luego en

la tridimensionalidad del traje.

La diferencia entre la confección de un terno y cual-

quier otra prenda de indumentaria es que el sastre pien-

sa en el torero a quien está vistiendo en todo momento

durante el proceso de confección: si bien conoce de

antemano sus preferencias, también analiza cómo se

mueve, cuál es su manera de evolucionar en la plaza,

qué tipo de necesidad de movimientos tendrá durante

la lidia en brazos, piernas, muñeca, etc. Al mismo tiem-

po visualiza el traje en su conjunto: cómo se verá en

Page 28: Arte de Luces

movimiento y su reacción ante el juego de luz y sombra

que se producirá. Todas estas reflexiones le llevan a

tomar decisiones que afectan al resultado final.

Pero no todo se reduce a un proceso meramente

intelectual, también entra en juego otro parámetro

importante, la inspiración. Inspiración que aparece en

multitud de formas y lugares y que a veces se encuen-

tra en las fuentes antiguas: estampas, cuadros, tra-

jes... Sin embargo, no buscamos (al menos yo) hacer

reproducciones historicistas, ni siquiera para eventos

tan significados como las corridas goyescas, que tie-

nen tantísima resonancia iconográfica. El traje de tore-

ar, tanto el de luces como el goyesco y actualmente el

picassiano, ha de estar en constante evolución.

Entiéndase el término “evolución” no como transfor-

mación radical sino más bien como un proceso adapta-

tivo que camina a la par al de la forma de la fiesta o al

del propio arte del toreo. Pensemos por ejemplo en la

introducción de nuevos materiales como el tejido de

punto elástico que se emplea en la parte sin bordar de

la taleguilla y en cómo, no modificando en lo sustancial

la esencia formal de la misma, ha permitido no obstan-

te un ajuste y una movilidad mayores que los tejidos

anteriormente utilizados.

En cuanto a mis vestidos expuestos en esta mues-

tra, el trabajo realizado para cada uno de ellos ha sido

diferente. Si bien vengo trabajando para los hermanos

Francisco y Cayetano Rivera Ordóñez desde hace

tiempo, la excepcionalidad de ambos encargos han

convertido a estos vestidos en piezas muy especiales.

En el caso del vestido de Francisco Rivera Ordóñez

el reto principal estribaba en que estaba enfrentándo-

me a un traje para un tipo de corrida de toros que no

se había celebrado antes, una corrida “picassiana”,

homenaje al genio malagueño. Al final he optado por

un vestido de corte goyesco en el que la principal inno-

vación está en los motivos del bordado. Para su realiza-

ción he trabajado sobre los dibujos del artista sevillano

Francisco Rodríguez, quien ya había diseñado más tra-

jes goyescos para el diestro. El hecho de haber colabo-

rado con él en ocasiones anteriores ha facilitado consi-

derablemente mi labor, puesto que sobre mis patrones

ha podido dibujar los motivos. Pese a este conocimien-

to mutuo, siempre es necesario adaptar esa idea pri-

mera a los condicionantes del soporte y a las posibilida-

des de ejecución. Tal es el caso de las solapas de la

chaquetilla, en las que he interpretado libremente el

dibujo original para poder darles el cuerpo y la rigidez

necesarios para permitir la desenvoltura en los movi-

mientos del tronco y los brazos de Francisco, sin que

se engancharan o deformaran. De igual modo es perso-

nal la adaptación definitiva de los dibujos propuestos a

la superficie del traje, o el diseño bicolor de los

machos, que son más sencillos de lo habitual y que se

inspiran en la esquemática sencillez de las escenas de

tauromaquia de Picasso en blanco y negro. El cordonci-

llo azul y blanco que ribetea la chaquetilla igualmente

es aportación original, porque considero que enmarca y

define mejor los contornos de un traje cuyo fondo es

bastante oscuro.

Santos GarcíaSastre

Page 29: Arte de Luces

PICASSO DESDE TRIANALA HISTORIA DE UN TRAJE

Soy desde hace años el diseñador de los trajes goyes-

cos que luce el diestro Francisco Rivera Ordóñez.

También dibujé para su hermano Cayetano el primero

que vistió en este estilo como matador de toros. Mi

profesión es la de escultor y por eso otorgo mucha

importancia a la distribución de la decoración en el

vestido, para jugar con el peso visual y los volúmenes

que se crean.

Francisco Rivera tiene una especial predilección por

el corte del vestido goyesco; ese es el motivo principal

por el que a la hora de elegir su traje para la corrida

picassiana se optó por esta tipología como base para

el diseño del mismo. Normalmente el diestro me deja

total libertad para desarrollar mi creatividad en su ves-

tuario, con la condición única de que emplee algún ele-

mento iconográfico presente en el paso de la imagen

de Nuestra Señora de la Esperanza de Triana, de la que

es devoto. Por eso sus vestidos goyescos están cuaja-

dos de adornos barroquizantes y en algunos aparecen

bordados motivos tan extraños a priori para un torero

como un ancla, símbolo del gremio de pescadores que

está vinculado a la imagen desde el siglo XVII. Sin

embargo, el traje picassiano había de ser diferente de

lo que había venido haciendo hasta ahora.

Pensé mucho en la obra de Picasso antes de lanzar-

me a hacer los primeros dibujos. Quería que resultara

un vestido homenaje a toda la carrera del artista, pero

su ingente producción y variedad de estilos me hicie-

ron dudar entre si debería identificar visualmente el

vestido con un período concreto o, por el contrario,

recrear una imagen nueva que resumiese mi visión

global de su obra. Al final me decanté por la segunda

opción.

El corte del traje recuerda al vestuario que el crea-

dor malagueño diseñó para el ballet de Falla El som-

brero de tres picos. La elección del color, azul intenso,

hace referencia directa a su etapa pictórica “azul”. Los

bordados de los dibujos son blancos y negros en

honor a sus tauromaquias, cerámicas bicolores y por

supuesto a su obra más emblemática: El Guernica. De

esta imagen, que está impresa en nuestras retinas y

que forma ya parte de nuestro imaginario colectivo,

abstraigo algunas formas, que interpreto convirtiéndo-

las en el motivo principal del bordado: líneas quebra-

das, los cuernos del toro, dedos y manos abiertas,

caras y ojos que miran fijamente…

Los elementos complementarios del traje tampoco

están puestos al azar. Los machos no presentan las

formas habituales de los trajes de torear, sino que se

ha acentuado su geometrismo y simplificado la forma,

al tiempo que se insiste en la idea de lo bicolor y el

contraste con el blanco y el azul; recuerda al Arlequín.

La faja que acompaña a este vestido ha sido igual-

mente diseñada ex profeso para la ocasión: trazos

potentes sobre fondo blanco en formas circulares que

recuerdan los ruedos que dibuja Picasso una y otra vez

en sus platos.

Todos los que intervinimos en los diseños de los

trajes de aquella corrida bebimos de las mismas fuen-

tes; sin embargo cada uno de nosotros interpretó de

una manera muy distinta una misma obra. Creo que

precisamente esa fue una de las circunstancias más

bonitas que acontecieron aquella tarde.

Francisco RodríguezDiseñador del vestido de Francisco Rivera

Page 30: Arte de Luces

Patrón

Antonio Pareja. Justo Algaba

2008-09

Colección Justo Algaba

Patrón

Francisco Rodríguez

2008-09

Colección Francisco Rodríguez

Page 31: Arte de Luces

JUSTO ALGABA, SASTRERÍA DE TOREROS

Yo me formé en la Sastrería Fermín y allí tuve la oca-

sión de bordar los trajes que Picasso diseñó para su

amigo Luis Miguel Dominguín. Recuerdo varios: uno

rosa, otro canario, otro gris y otro tabaco y oro. Como

esto lo sabía el diestro Manuel Díaz “El Cordobés”,

cuando me encargó confeccionar su vestido para la

corrida picassiana de 2009, me pidió que lo hiciera

basándome en el traje tabaco y oro de Picasso. A mí

sin embargo esa idea de coser un vestido que fuera

una imitación de aquel original no me acababa de con-

vencer, ya que a mi juicio se trataba de homenajear al

artista, no de copiarle. No obstante ese vestido se

hizo, pero, a la vez y en absoluto secreto, Antonio

Pareja y yo comenzamos a trabajar en otro que fue el

que al final lució el diestro en la corrida, y es el que se

muestra en esta exposición.

Mi primera idea sobre el traje era que tenía que

tener un fuerte contraste, con lo que la cuestión de los

colores estuvo clara desde el principio: fondo blanco y

los bordados en negro. También quería dar un matiz

dorado, ya que el oro es el símbolo del matador y de la

grandeza; así que los perfiles y la pedrería serían de

ese color. A partir de esas premisas Antonio Pareja me

ayudó a elegir los motivos y comenzó a dibujar. He de

decir que me sentí muy a gusto trabajando con él, ya

que ambos lo hicimos desinteresadamente y con toda

la ilusión puesta para sorprender al matador Manuel

Díaz, amigo común de ambos, y que además se esta-

bleció entre nosotros un entendimiento total por el

Vestido de torear de Manuel Díaz "El Cordobés"

Antonio Pareja. Justo Algaba Sastrería de Toreros

2009

Seda bordada con aplicaciones

Colección Manuel Díaz

Page 32: Arte de Luces

cual supimos interpretar y materializar a la perfección

nuestras respectivas ideas.

Nuestras fuentes de inspiración principales, que

están presentes en el vestido, fueron el motivo circular

que representa un coso, la estrella y un dibujo lineal de

toros. Las primeras están tomadas de una Jarra con

guirnaldas que realizó Picasso en 1957 en Madoura en

colaboración con Georges Ramié y que representa una

vista sintética de una plaza de toros desde el cielo. Se

pueden distinguir la barrera del callejón, los tendidos,

el público… y en el centro la estrella; una estrella asi-

métrica, gestual, perfecta para definir gráficamente la

simbología picasiana. El dibujo de los toros aparece en

el l ibro que hicieron en conjunto Luis Miguel

Dominguín y Picasso: Toros y toreros. El patrón está

cortado pensando en los vestidos de torear que se

hacían entre 1930 y 1960, porque es un momento en

la historia del traje de luces en el que las formas ya

están perfectamente definidas dentro del clasicismo y

a la vez son los que Picasso tenía como referencia por

ser contemporáneos a los años en los que se vincula

más intensamente con la fiesta.

El momento de la verdad llegó cuando fui a probar

al diestro su traje tabaco y oro a Málaga y después le

mostré el que habíamos creado entre tanto secreto.

He de decir que elegí cuidadosamente el momento de

enseñarle este traje porque en mi fuero interno yo

deseaba verlo terminado y tal vez, si se lo hubiera pro-

puesto como una opción al de su idea primera al estilo

de Dominguín, este vestido que hoy ven en la sala del

Museo no habría nacido siquiera. Es más, tal era mi

voluntad de coserlo, que si Manuel Díaz no se lo

hubiera querido poner, me hubiera quedado yo muy

gustoso este traje. Sin embargo no hizo falta, pues

quedó encantado con él y en cuanto se lo probó deci-

dió que ese era realmente su vestido picasiano, el que

luciría en la corrida.

Y es que cada torero tiene su traje y es labor del

sastre interpretar su personalidad y ser capaz de darle

lo que imagina, la prenda con la que se sienta a gusto,

seguro de sí mismo, la que proyecte la imagen que él

desea al público. Se dice que hay toreros maniáticos

para sus trajes, pero yo afirmo que no hay toreros

maniáticos sino exigentes y que su conocimiento

sobre las posibilidades estéticas que podemos ofre-

cerles es cada vez mayor. A mí me apasiona el reto

que se me plantea en cada encargo y me hubiera

encantado poder abordar la creación del cuarto tipo de

vestido de torear. En la actualidad hay establecidos

tres: el traje corto, el goyesco y el de luces. La instau-

ración de una corrida picassiana en 2009 fue una opor-

tunidad única de crear una nueva tipología de indu-

mentaria taurina, como ya se hizo en los cincuenta con

las goyescas en Ronda; pero todos la perdimos.

Quizás hubiera sido el momento de reunirnos todos y

sentar unas bases comunes, con independencia de

quién se encargara de su ejecución. Desgraciada-

mente no fue así y el resultado es dispar.

No quisiera que de estas palabras se extrajera la

conclusión errónea de que la indumentaria taurina

constituye una tipología estática y acabada. Existe la

moda en el vestido de luces. Quizás las variaciones

más notables desde los años 60 sean en relación con

la tecnología de los tejidos y la estilización de la figura

del torero, con taleguillas más altas y chaquetillas más

cortas. Ahora bien, una vez establecidas estas bases

puede que los ojos del profano no lo noten, puesto

que los cambios que se producen año tras año son

sutiles y no afectan tanto a elementos del corte sino

más bien al colorido, los motivos de los adornos, etc.;

pero ahí están. Yo mismo permanezco en una constan-

te búsqueda, todos los días estoy haciendo pruebas:

de materiales, de color, de durabilidad, conservación...

Nuestra profesión va evolucionando igual que los vesti-

dos de torear y debemos seguir trabajando.

Justo AlgabaSastre

Page 33: Arte de Luces

Belleza que se desvanece, arte que supera la sublima-

ción. Hechizo que devora los siglos, superándolos, lle-

gando hasta hoy, alcanzando el alma y los sentidos.

Misterioso y sorprendente: el arte de torear.

Cuando Manuel Díaz “El Cordobés” me pidió que cola-

borase con él, diseñando un capote de paseo que que-

ría lucir en la corrida picassiana de Málaga, me pareció

que estaba ante un gran reto y, al mismo tiempo, ante

la posibilidad de ofrecer mi total disponibilidad de cola-

boración, para que esa corrida se convirtiera en un

común y sentido homenaje a uno de los artistas que

más he admirado y a una fiesta que ha sido tantas

veces fuente de inspiración para mí trabajo.

Decía Federico García Lorca que para buscar al

duende no hay mapa ni ejercicio. Solo se sabe que

quema la sangre como un tópico de vidrios, que agota,

que rechaza toda la dulce geometría aprendida, que

rompe los estilos. Ese es el duende que hace que

Picasso, maestro de maestros, nos arrebate con sus

formas, con su complicada sencillez, con sus exabrup-

tos pictóricos y nos encontremos siempre en el punto

de la reflexión sobre la manera o la forma de expresar.

Federico decía, además, que al duende hay que des-

pertarlo en las últimas habitaciones de la sangre, y

nadie como Picasso fue capaz de mantenerlo siempre

vivo y despierto, exhalando a borbotones. Así, pues, el

duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un

pensar. Yo he oído decir a un viejo maestro guitarrista:

“El duende no está en la garganta; el duende sube por

dentro desde la planta de los pies”. Es decir, no es

cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es

decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de crea-

ción en acto…

Volver a estudiar a Picasso, refrescar las imágenes

de sus obras y seleccionar los motivos, fue realmente

una tarea muy gratificante. Encontrarme, una vez más,

frente a imágenes sublimes, perfectas y formando una

unidad; sentir cómo salen a nuestro encuentro sus cre-

aciones, y poder ver cómo la forma y el color confluyen

en la materia conformando un obra final armónica es

acercarse a esa perfección que hace que identifique-

mos en el acto cada pieza de la “Tauromaquia” de

Picasso como una obra realmente única, y al mismo

tiempo sentir cómo su genio creativo estalla en infini-

dad de piezas de cerámica, dibujos y pinturas…, varia-

ciones infinitas entorno a “toros y toreros” y ver cómo

en cada una de ellas queda siempre de manifiesto la

gran vinculación del artista con la fiesta de los toros.

La belleza, aunque sea recubierta por la cotidiani-

dad, al final tiene siempre el sublime poder de triunfar y

regenerar el espíritu humano.

Al enfrentarme al reto de diseñar, además, un traje

de torear para Manuel Díaz “ El Cordobés”, me encon-

traba, una vez más, intentando comprender y desvelar

la complicada esencia de las formas de Picasso,

enfrentado a buscar la sencillez manifiesta de sus dibu-

jos cargados de duende, buscando esa raíz fundamen-

tal de su obra vinculada al espectáculo que él amaba y

que como nadie había sabido plasmar a lo largo de su

obra y al mismo tiempo realizar un vestido de torear

que fuese fiel al sentir del torero.

Este tipo de proyecto, para mí, suponía afrontar un

rediseño cuidadoso de cada uno de los elementos del

vestido, sin que perdiera, el modelo final, ninguno de

los atributos que hacen reconocible el traje actual de

torear. Tras analizar exhaustivamente la obra del genial y

universal malagueño, la primera conclusión a la que lle-

gué fue que el vestido debía estar bordado en negro

sobre fondo de seda blanca y, a partir de ahí, debía ir

incorporando elementos de la iconografía picassiana,

sintetizando los trazos y exagerándolos mediante el

contrapunto de los elementos dorados; llegaría así a un

diseño y una presencia de gran sencillez. Intento, en

todo momento, mantener el código clásico, aunque

aplico pequeños cambios formales, que permiten

aumentar la sensación de sobriedad y elegancia.

Page 34: Arte de Luces

Plato

Pablo Ruiz Picasso (1881-1973)

Cerámica esmaltada

ca. 1950

Colección Antonio Pareja

La ejecución del proyecto fue realizada por el mag-

nífico sastre de toreros Justo Algaba, quien dejó

patente en la realización del trabajo su gran maestría.

En todo momento, tanto Justo como yo, intentamos

ser fieles al sentimiento picassiano. El resultado final,

para nosotros, es un traje de gran sencillez cromática,

lleno de movimiento y armonía, con un estilo que dis-

curre entre el ascetismo riguroso y la exuberancia

barroca.

Los motivos están sacados de dibujos que Picasso

realizó para el libro Toros y toreros y, que fue publica-

do en colaboración con Luis Miguel Dominguín; de

una pieza de 1957 denominada Jarra con guirnaldas y

de diferentes piezas de cerámica de su serie

“Tauromaquia”.

El duende..., ¿dónde está el duende? Por el arco

vacío entra un aire mental que sopla con insistencia

sobre las cabezas de los muertos, en busca de nue-

vos paisajes y acentos ignorados: un aire con olor de

saliva de niño, de hierba machacada y velo de medusa

que anuncia el constante bautizo de las cosas recién

creadas.

Antonio ParejaDiseñador del vestido de Manuel Díaz “El Cordobés”

Page 35: Arte de Luces

Vestido de torear de Sebastián Castella

Sastrería Fermín

2009

Seda pintada y bordada con aplicaciones

Colección Sebastián Castella

SASTRERÍA FERMÍN

La primera noticia que tuve sobre la celebración de la

primera corrida picassiana (abril de 2009) fue cuando el

diestro Sebastián Castella me llamó desde México, en

diciembre de 2008, para encargarme el vestido que

luciría para esa ocasión. A partir de entonces mi mente

no dejó de darle vueltas hasta que pude hablar directa-

mente con el torero, cuando éste regresó a España

unas semanas después de su llamada telefónica.

Entonces él depositó en mí su confianza y me dió liber-

tad para trabajar.

La realización de este vestido suponía todo un

reto, puesto que era la oportunidad de marcar un nuevo

tipo, de “crear”. Lo primero que pensé fue que se trata-

ba ante todo de un homenaje a Picasso, a un pintor,

con lo que quería introducir la pintura de forma literal en

la realización del traje: por eso, en vez de bordado, el

adorno está pintado directamente sobre la tela. En

segundo lugar, no podía olvidar que a quien iba a vestir

era a un matador de toros, con lo que el oro, su color

distintivo por antonomasia, debería estar presente tam-

bién. La forma más adecuada para conjugar ambas pre-

misas era utilizar un fondo negro así destacarían mucho

más los colores. Al fin y al cabo el mundo del toro lo

primero que tiene que ser es colorista.

Una vez decididas las líneas generales del tra-

bajo, pensé en la obra de Picasso, de la cual soy gran

admirador, y, aunque sus “Tauromaquias” son sober-

bias -por la simplicidad con la que consigue transmitir

toda la plasticidad y el movimiento de los personajes

Page 36: Arte de Luces

de las corridas, a la vez que por los fondos blanquísi-

mos de sus cerámicas, con los que logra captar de

alguna manera la luz del sol que inunda los cosos- sin

embargo, yo ví en una época anterior del malagueño lo

que estaba buscando. Se trata de la época de su cola-

boración con Diaghilegev en el diseño de los decorados

y el vestuario para sus ballets. También la corrida de

toros es una especie de ballet con los hombres danzan-

do frente a los cuernos del animal. Precisamente de

ese período creativo de Picasso es el cuadro que me

sirve como fuente directa de inspiración, el retrato de

su hijo Pablo vestido de Arlequín. La actitud algo lángui-

da del niño, cómo se deja caer..., me recordaba la

forma de estar en la plaza de Sebastián Castella y

entonces le ví toreando vestido de arlequín.

La confección de este traje no ha supuesto ni

para mí ni para esta casa el primer contacto con

Picasso. Hace ya muchos años, aquí cosimos varios tra-

jes que el artista diseñó para su amigo Luis Miguel

Dominguín con motivo de su reaparición en los ruedos.

Eran vestidos que recordaban un poco a lo que ya men-

cionaba antes, la simplicidad y la capacidad sintética de

las formas que plasmó en sus Corridas. No intentó

innovar en la indumentaria taurina, simplemente,

basándose en lo que él veía en los trajes de los años 50

del siglo pasado, aplicó el esquematismo de la forma.

¿Cómo? Pues por ejemplo pensando en un traje muy

descargado de adornos, más ligero y elástico.

De hecho la innovación en el traje de luces,

que ya tiene una forma tan marcada y tan estable, en

mi opinión no va encaminada a transformar la silueta

del torero, sino a la experimentación con nuevos mate-

riales que permitan mejorar las cualidades técnicas del

vestido (aumentar la comodidad de los toreros a la

hora de moverse con él, su facilidad de lavado, etc.) y

sus resultados estéticos. Un traje de luces ante todo

tiene que ser “torero”. Con esto quiero decir que no

tiene que ser estático; es un vestido para ser visto en

movimiento y a plena luz del sol. Esas dos circunstan-

cias son las que marcan su carácter y condicionan su

diseño. Yo, como sastre de toreros, debo jugar a la

hora de pensar el traje con las sensaciones que quiero

crear, en cómo hacer vibrar el bordado, y lo hago prin-

cipalmente huyendo de la verticalidad a través de la

sinuosidad del dibujo y de la aplicación de los brillos.

Es un trabajo fascinante para quien lo ama, pero exige

una dedicación absoluta puesto que los buenos resul-

tados se consiguen a base de experiencia.

Esa es quizás la razón por la que, en ocasio-

nes, cuando algunos diseñadores de moda han hecho

incursiones en el mundo taurino han acudido a nos-

otros, los sastres de toreros, para el corte de los patro-

nes, el para armar el traje... Por ejemplo, Christian

Lacroix quiso diseñar el traje para la alternativa de

Chamaco hijo en Nimes a comienzos de los noventa,

pero fuimos nosotros los que enviamos los cortes del

vestido a bordar a París y los que luego confecciona-

mos el traje. Nuestro oficio requiere una gran especia-

lización porque nuestro producto final es único.

Antonio LópezSastre

Page 37: Arte de Luces
Page 38: Arte de Luces

La estética del traje de

luces no ha pasado

desapercibida al mundo

de la moda y ha servido

como fuente de

inspiración para muchas

colecciones. Algunos

creadores han llegado un

poco más lejos y han

diseñado sus propios

vestidos de torear.

[3 . ] LA MODA

Page 39: Arte de Luces

Vestido de torear

Francis Montesinos

2007

Bordado con aplicaciones

Colección César Jiménez

Page 40: Arte de Luces

Mi vinculación con el mundo taurino está plasmada a

lo largo de mi carrera profesional. Son muchas las

colecciones que llevan motivos taurinos. La tauroma-

quia y el arte del toreo han estado muy presentes en

mi vida personal y profesional. Ya de pequeño iba con

mi padre a los toros y siempre me ha gustado este

otro “arte”.

Mi musa Paola Dominguín ha cerrado muchas

veces mis colecciones con una estampa muy taurina.

Son muchos los bordados, machos, alamares, ador-

nos taurinos, flores, etc., del traje de luces que utilizo

también en los modelos de algunas de mis coleccio-

nes, tanto de prêt-à-porter como en trajes de fiesta a

medida.

Siempre han sido un punto de inspiración mis raí-

ces, el folclore y la tradición.

Recuerdo que la colección del verano de 2008, que

llamamos “al quite”, era un destilado de mis experien-

cias en el mundo taurino, un homenaje a la tauroma-

quia, la lucha del hombre y el toro hecha rito y hecha

arte, donde sólo podía ocurrir así: made in Spain.

El quite es, al tiempo, la variedad, la fantasía y la

esencia; pero también la oportunidad, el riesgo y la

generosidad, como la moda misma…

La colección se vertebraba en cuatro ritos:

- La tienta: la capea, el traje corto, una cierta infor-

malidad alegre entre sol y sombra que se materializa

en el sport base, el jean índigo y la fina raya azul mari-

no y blanco.

- Las flores: una serie que recogía el mundo floral

de Montesinos y era un guiño a su nueva fragancia:

lilas, violetas, blanco con pequeños brotes de verde y

limón…

- El natural: la mano izquierda, el pase natural, la

quinta esencia del toreo, la difícil sencillez hecha músi-

ca y cadencia de baile se traducía aquí en la rayas y los

cuadros que respiran hondura y verdad, los linos finos

y tostados o en los colores primarios.

- El rito y el mito: igualmente vestidos para oficiar la

liturgia y el espectáculo, los toreros y el público acu-

den al espacio esencial, circular y volátil como una

verónica. El cóctel y la fiesta en una colección toreada

a base de chicuelinas, delantales, revoleras, navarras,

trincherillas y pases de pecho que conducen, indefecti-

blemente, hasta la puerta de toriles, donde las mano-

las acompañan a César Jiménez para recoger al toro

–en este caso, la novia- con una larga cambiada “a

porta gayola”…

Hacerle el traje a Cesar Jiménez fue fantástico. Nos

entendimos muy bien en las pruebas y en nuestras

conversaciones de maestro a maestro…; me encanta-

ría volver a colaborar con él en un futuro cercano.

Francis MontesinosModista

Page 41: Arte de Luces

Vestido de torear

Lorenzo Caprile

2006

Raso bordado con aplicaciones

Colección Pepín Liria

Page 42: Arte de Luces

El traje de luces para el maestro Pepín Liria se realizó en

mi taller durante la primavera de 2006. Se trata de una

recreación de los trajes de majos que se utilizaban en

tiempos de Goya para torear, antepasados del traje de

luces actual.

Como iba destinado a la corrida goyesca de esa tem-

porada (Las Ventas, 2 de mayo de 2006), intenté ser lo

más fiel posible a los modelos originales de la época

conservados en el Museo del Traje, alejándome todo lo

posible de las, a veces, grotescas fantasías “inspiradas”

en Goya que se utilizan actualmente. En todo momento

recibí el apoyo de D. Andrés Carretero, Dña. Amalia

Descalzo, Dña. Lucina Llorente y Dña. Concha Herranz,

del Museo del Traje, que me permitieron investigar a

fondo y sin censuras en los ricos archivos del Museo;

por tanto, el traje para el maestro Liria es prácticamente

una reproducción actualizada y revisada de las piezas

auténticas del Museo. El material elegido para su con-

fección fue un raso doble de seda y algodón, tejido

especialmente en los telares de Alberto Catalá, en

Valencia, a quien agradezco desde aquí que me saque

siempre de los líos en los que meto. Se eligió un verde

esmeralda, muy goyesco, para contrastar con los ricos

bordados de caireles y pasamanería, cordón y azaba-

ches negros, realizados a mano con la maestría caracte-

rística de mi fiel bordadora, Carmen María Mayz.

El maestro nos envío una de sus taleguillas, para

reproducir el patrón, con sus consiguientes incrustacio-

nes de punto elástico, cedido amablemente por el gran

maestro del “traje de torear”, Fermín.

El traje, compuesto de tres piezas, jubón, chaleco, y

la mencionada taleguilla de talle alto, se completaba con

una camisa de batista (adornada con chorreras de enca-

je y fichú anudado al cuello, siguiendo la moda madrile-

ña de finales del siglo XVIII), fajín de bambula de seda y

flecos, medias de seda blanca, manoletinas y una cofia

madroñera con borla, recreación de ejemplares expues-

tos en el Museo del Traje: el detalle más comentado.

Quise siempre recrear el porte y el estilo chulesco

de los toreros que retrató Goya, en especial los de los

hermanos Romero, el famoso Pedro y su hermano

José, quién se atrevió a desafiar ¡al mismísimo Godoy!

Aprovecho estas líneas para agradecer a Dña

Dolores Aguirre, La Ganadera por excelencia, Señora

del Mundo del Toro, y a su hermana Pilu, clientas y

amigas, sin cuyo entrañable “celestineo” este traje –y

el honor de vestir al Maestro Liria- no hubiese sido

posible.

Lorenzo CaprileModista

Page 43: Arte de Luces

Vestido de torear

Gioigio Armani. Santos Sastrería de Toreros

2008

Seda bordada con aplicaciones

Colección Cayetano Rivera

Page 44: Arte de Luces

SANTOS SASTRERÍA DE TOREROS

El vestido de torear de Cayetano Rivera ha consti-

tuido una forma de trabajo totalmente nueva para mí.

Está diseñado por Giorgio Armani, sí, pero con mis

patrones y montaje.

Ya otros diseñadores de moda habían hecho incur-

siones en el mundo taurino, pero la inmensa mayoría

ha actuado sólo en la parte creativa, dejando la reali-

zación del traje a los sastres de torero; son los casos

de Lacroix, Gaultier, etc.

Fue el propio matador quien me implicó en el pro-

yecto; envió a la oficina técnica de Armani en Milán

los dos trajes que había lucido con anterioridad en la

corrida goyesca de Ronda y que yo había cosido: uno

azul con bordados florales muy sencillos que recorda-

ban a los trajes que l levaba su abuelo Antonio

Ordóñez en los años cincuenta en esas corridas y

otro en un azul más oscuro con bordados en blanco.

Sobre esos cortes empezarían un trabajo que dio

como fruto el boceto del vestido que todos conoce-

mos. Me pidieron los patrones de los trajes del dies-

tro, pero tras algunos intentos se decidió que fuera

yo quien enviase a Milán la tela cortada para que allí

hicieran el bordado mecánico.

Después volvieron a mis manos las piezas ya bor-

dadas y en la sastrería montamos el vestido saliendo

al paso de los problemas que nos iba planteando,

como el hecho de tener que encajar las franjas hori-

zontales de la decoración de forma coincidente, la

propia fragilidad de la unión de las aplicaciones de

cristales al traje, etc.

También hice aportaciones originales sobre deta-

lles que el diseño propuesto por Armani había dejado

sin especificar, como es el caso de los botones, los

machos y el remate de las hombreras. Estas últimas

me plantearon un auténtico dilema: en un principio yo

había pensado en resolverlas con una redecilla platea-

da, pero el brillo y color de esa plata anulaba de algu-

na manera la entonación del conjunto creada por el

diseñador italiano; así que al final opté por las que

ahora se pueden ver en el traje: dos trenzas de seda

gris que cubren la unión entre manga y cuerpo de la

chaquetilla.

Como decía al principio, el sastre de toreros es un

oficio único. Por eso podrán ver la etiqueta de la casa

en el interior de este traje.

Santos GarcíaSastre

Page 45: Arte de Luces

Producción Museo del Traje. CIPE

Comisariado Elena Vázquez

CoordinaciónGemma Bayón y Natalia Jiménez

Colaboración científicaJuan Gutiérrez

Producción y montajeEquipo técnico del Museo del Traje. CIPE

Quisiera agradecer su amabilidad y desinteresada cola-

boración a todas las personas que nos han cedido

algunas de las piezas de esta muestra para su exhibi-

ción: Mercedes Domeq, Sebastián Castella, Manuel

Díaz, Francisco Rivera Ordóñez, Francisco Rodríguez,

Antonio Pareja, José Liria, César Jiménez y Cayetano

Rivera.

También hacerlo a los sastres de toreros

Antonio López, Justo Algaba y Santos García, quienes

gentilmente me han abierto las puertas de sus talleres

y han querido compartir su gran conocimiento del ofi-

cio y sus reflexiones en torno a la indumentaria taurina

a través de sus palabras plasmadas en este catálogo.

De igual manera agradezco el entusiasmo con

que han acogido este proyecto y todas las facilidades

que me han dado los modistos Lorenzo Caprile y

Francis Montesinos, así como la generosidad expresa-

da por la oficina técnica de Giorgio Armani en Milán.

Por último, deseo hacer una especial mención

a José Joaquín Domínguez Alonso. Sin su apoyo cons-

tante esta exposición no sería la misma.

Muchas gracias a todos.

Elena VázquezComisaria de la exposición

Maniquíes y faldonajePráxedes García y Rebeca Gordo

Restauración Silvia Montero y Gerardo González

Corrección de textos Ana Guerrero

FotografíaMunio Rodil

Coordinación gráficaMª José Pacheco

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