ARTICULO GREGORIO MORAN

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  • 7/24/2019 ARTICULO GREGORIO MORAN

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    1 4 L A V A N G U A RD IA

    O P I N I N

    SBADO, 12 SEPTIEMBR E 1992

    SABATINAS INTEMPESTIVAS. GREGORIO MOR AN

    Noticia de Israel (1). Jerusaln

    Q

    uien haya entrado en Je-

    rusaln, aunque fuere

    una sola vez, por la lla-

    mada Puerta de Damas-

    co se sentir sobrecogido. Los

    elementos estn ah: un zoco

    abigarrado de gentes que se

    abroncan, una muralla autnti-

    ca de piedra muy sudada por la

    historia, un arco medio gtico

    que corona el acceso a una ciu-

    dad de las que se suean pensan-

    do que no existen. Y luego pasar

    adentro en tre calles que vienen

    de muy lejos y mercaderes que te

    miran com o si te hubieran visto

    toda la vida en este mismo sitio.

    Aqu ni un negro vestido de pa-

    yaso merecera ms atencin

    que una sonrisa. Esta ciudad

    arrebatadora est curada de es-

    panto y de sorpresa.

    T

    Hay que tener mucha fe o mu-

    cha ceguera para recorrer Jeru-saln de punta a punta y no

    transformarse en un agnstico.

    Aqu malviven -decir conviven

    sera sarcasmo- entre puala-

    das,

    atentado s, insultos y renco-

    res ancestrales tres religiones

    con un solo Dios verdadero, ni-

    co e intransferible. Para ellos so-

    los,como si se tratara de un pa-

    tr imonio inalienable. Primero

    est la mayora mus ulmana con

    sus mezquitas inmensas como

    baslicas y frescas com o antigu as

    catedrales. Admirables lugares

    de reposo donde u no puede pen-

    sar , dorm ir la siesta, rememorar tiempo s pa-

    sados tras hacer algo tan sencillo como quitar-

    se los zapatos. Nada hay ms dom stico y re-

    lajante que a ndar descalzo por encima de un a

    alfombra.

    Todas las religiones, salvo una q ue inv ent

    una avispada neurtica en los Estados Uni-

    dos,

    Mary Baker- Eddy, han sido creadas por

    homb res y eso ha repercutido en las mujeres

    de la m anera ms. negativa. Quizs el hecho

    explique que la comodidad de un hombre,

    oriental u occidental, en una m ezquita no es la

    misma que la de una mujer. Ella inevitable-

    mente enco ntrar al imbcil de turno, qu e en

    nuestra cultura se denom inaba meap ilas y

    que ahora ha logrado en casos la categora de

    fundamentalista , quien le recordar, con

    un tono de cruzado de la fe , que ese objeto al

    que se refiere, a medio cam ino entre el came-

    llo y el burro de carga, denom inado mujer ,

    debe cubrir su cabello, sus brazos y sus piernas

    hasta los tobillos. Para los que conocimos esto

    mism o en los aos cincuenta de nuestro avan-

    zado siglo en las iglesias de la cristiansim a Es-

    paa, nos produce el efecto ofensivo de algo

    tan visto como detestable. Pero muchos que

    ahora se desmelenan deberan recordar su

    -

    AQU MALVIVEN

    -decir conviven sera

    sarc asm o- tres religiones

    con un solo Dios verdadero,

    nico e intransferible

    propia infancia como ejercicio de humildad

    ante la historia.

    Tambin pueden visitar los Santos Lugares

    de la religin cristiana, desde el mtico Sepul-

    cro hasta el va crucis de la Pasin, y aqu

    una vez ms comprobar q ue una laberntica

    iglesia dedicada a Cristo est de tal modo di-

    vidid a y fraccionada en capillas, sectas, rde -

    nes religiosas, que se llevan tan mal entre s

    que ms bien podran considerarse adversa-

    rios de la fe que comunidad de creyentes.

    Los lugares simblicos de la cultura cristia-

    na, de esta Jerusaln h ermo sa o de las pueble-rinas Beln o Jeric, han sido tratados por la

    cultura juda dom inante con un desprecio ra-

    yano en lo ofensivo. Cualquier

    legendaria cagarruta de los re-

    baos de David o de Salomn

    tienen un empaque soberbio

    frente a la modestia, incluso la

    dejadez, que se manifiesta ante

    cualquier smbolo posterior al

    nacimiento de el Cristo , como

    gustaba de escribir Papini.

    T

    Basta contemplar el Muro de

    las Lamentaciones, lugar reve-

    renciado por los judos, para

    compren der el carcter soberbio

    y dom inante d e la cultura sionis-

    ta sobre sus compaeras mono-

    testas. Despus de la brillante

    campaa militar de junio de

    1967 que derrot a los ejrcitos

    rabes, el estado de Israel apro-

    vech para hacer una plaza en la

    que era parte jordan a de Jerusa-

    ln. Utilizando mquinas que

    nivelaran el terreno, desalojaron

    a sus habitantes palestinos, de-

    rr ibaron sus casas del barrio de

    Mughrabiyyeh y construyeron

    una plaza para mayor gloria de

    cuantos sionistas del mund o en-

    tero vinieran aqu para orar ante

    unas piedras que con mu cha fe y

    no menos imaginacin cabe su-

    poner com o restos del templo de

    Salomn. Sea usted o no judo,

    siempre y cuando lleve un bone-

    te o solideo, eso que ellos deno-

    minan kipa , podr acercarse a

    ese Muro de las Lamentaciones

    MESEGUER y llorar ante una sociedad basa-

    da en la exclusividad, el fanatis-

    mo y un racismo flagrante que convierte a la

    ciudadana en dos clases muy distintas, la de

    quienes son judos descendientes de Abra-

    ham por los siglos d los siglos y la de quien es

    somos gentiles, goyhim , los que no forma-

    mos p arte del pueblo elegido.

    Jerusaln , esta ciudad bella hasta el delirio,

    no es como Toledo qu e parece una joya en me-

    dio de una paramera, ni com o Praga, una ex-

    quisita remembranza del pasado. Jerusaln

    nunca fue centro de la civilizacin, ni base de

    un imperio, sino un burgo donde coincidie-

    ron las tres religiones monotestas ms impor-

    tantes de la historia. Aqu todo est vivo au n-

    que hayan pasado por ella milenios, y tanto lo

    que concentran entre sus murallas como sus

    alrededores forman un conjunto inseparable;

    las callejuelas y el Monte de los Olivos. Aqu

    se puede decir qu e se solidific la historia y se

    hizo ciudad. Nadie pod ra afirmar que est en

    el siglo XX y sin embarg o pocos lugares com o

    ste condensan la brutalidad, la belleza y las

    contrad icciones del siglo. Acaso no se dirim e

    en este lugar de Oriente M edio gran parte del

    futuro de la hum anidad para las prximas d-

    cadas?

    La contradiccin d e un lugar como Jerusa-

    ln est en que siendo co mo es un centro de las

    religiones monotestas que conformaron

    nuestra civilizacin es al tiempo un foco de

    odio perm anente, radical, donde se palpa y se

    convive con la violencia presente en sus ca-

    lles,

    en los soldados que lo patrullan todo , en

    algo tan cotidiano y tan brbaro como con-

    templar a unos jvenes judos armados con

    fusiles ametrallad ores y unos rabes conscien-

    tes de su derrota y de sus ansias de revanch a.

    Aqu naci el fundamentalismo. Primero

    fue sionista y luego musulmn, o al revs, da

    lo mismo. Aqu alguien dijo por primera vez

    esta tierra es ma y la quiero p ara los mos , y

    as surgi eso que hoy es imparable y que se

    denom ina nacionalismo tnico . Jerusaln

    es una ciudad cuyas calles y casas, barrios y

    asentamientos, estn construidos con una ar-

    EL RACISMO

    divide a la ciudadana en

    dos clases muy distintas:

    la de los descendientes de

    Abraham y la de los gentiles

    gamasa en la que se han mezclado el odio, la

    religin y la historia. Sus habitante s no viven ,

    sino que sobreviven al pairo de sus creencias;

    unos esperando el da que puedan arrasar a

    toda la poblacin rabe que an queda entre

    sus murallas, otros confiando que un milagro

    de Al el Todopo deroso pueda hacerles recu-

    perar todo de lo que fueron despojados.

    Nadie est dispuesto a dejar Jerusaln. Ni a

    compartir la. Es el smbolo de los smbolos.

    Ms que un lugar para la reflexin y la com-

    prensin entre aquellos que tienen por princi-

    pio el respeto a sus congneres es una ciudad

    en la que se contras ta la belleza con la intransi-

    gencia. No hay sitio para los tibios. Sera qui-

    z una ingenuidad recordar que todo em pez

    con aquella maldicin de aventureros que se

    llamaron las Cruzadas, y que luego sigui si-

    glo tras siglo hasta esta otra maldicin de las

    religiones excluyentes.

    Digmoslo brutalm ente: estas gentes capa-

    ces de matar al vecino en nom bre de su Dios

    han preludiado los tiempos que.vivimos. Po-

    dramos remedar los acentos bblicos y decir

    como un profeta: Jerusaln, Jerusaln, cun-

    tos crmenes se cometen en tu nombre. Hay

    que ir all para entend er que nad a de lo que

    sucede en la antigua Yugo slavia es nuevo. Lle-

    vaba dcadas, quiz siglos, gestndose, pero

    no nos habamos dado cuenta.

    NOTA. - El pasado sbado quit de las es-

    paldas de Montaigne un siglo. No fue una

    errata, sino un error. Y com o es la segunda otercera vez que me ocurre prometo enmen-

    darme averiguando las razones.

    EN UEST

    Apoya la propuesta de Jess Gil de que se pague por informar del At. M adrid?

    JU LI O PA R D O

    Presidente

    del RCD Espaol

    La mejor manera de encon-

    trar soluciones a este tema

    es el dilogo a travs de la

    Liga de Ftbol Profesional,

    que debe tener en cuenta

    los lcitos argumentos de

    las dos partes.

    S A N TI N OLLA

    Director de

    El Mundo Deportivo

    N o. Pienso que los medios

    de comunicacin deberan

    cobrarle a l royalties , ya

    que gracias a la audiencia

    que se le ha dado hasta ha

    podido fundar un partido

    poltico.

    XAVIER BONASTRE

    Presentador del espacio

    Tot iesport en Canal 33

    Las televisiones ya pagan.

    La iniciativa del presidente

    del Atltco de Madrid, Je-

    ss Gil, me parece, cuanto

    menos, peligrosa. Induda-

    blemente se hablar de este

    asunto largo y tendido .

    N GEL M V I LLA R

    Presidente de la Federaci n

    Espaola de Ftbol

    Somos muy respetuosos y

    no nos entrometemos en

    un tema fuera de nuestra

    competencia. Clubes y me-

    dios informativos son un

    matrimonio. Estamos con-

    denados a entendernos.

    SANTIAGO GIMENO

    Director de Antena 3

    Radio y TV en Catalua

    N o.

    Existe una cosa que se

    llama libertad de informa-

    cin y otra, derech o a la in-

    formacin. Y tanto las li-

    bertades como los dere-

    chos ni se compran ni se

    venden.

    JOA N GA S PA R T

    Vicepresidente

    del FC Barcelona

    Apoyo un dilogo entre la

    Liga de Ftbol Profesional

    y los distintos equipos de

    ftbol para poder hablar

    del intercambio que se pro-

    duce entr clubes y medios

    de comunicacin.