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Enero-Marzo 2014, publicación oficial del Instituto Zacatecano de Cultura. Áurea 003- La historia de la humanidad es la historia del movimien¬to, de las caravanas, de las migraciones, de la búsqueda. A través de la historia sabemos de civilizaciones enteras que caminaban en búsqueda de nuevos lugares; todos so¬mos nómadas, todos buscamos. Esta edición está dedicada a esas ganas intrínsecas de movimiento. Recodamos a Se¬verino Salazar, el novelista olvidado, viajero, escritor, que en la distancia nos recuerda el terruño. El portafolio visual de Arturo Valentino, quien habla sobre la humanidad, sobre el movimiento, sobre sus móviles —el dolor y la esperanza—: “Yo migrante, los que se van”. Además de narrativa, poesía, ensayo y reseñas. ¡Que lo disfruten!
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o escríbenos a la dirección: [email protected]
SeverinoSalazar el novelista olvidado
Alberto PAredes - dolores CAstroGonzAlo lizArdo - José MAríA esPinAsAMiGuel ÁnGel QueMAín
Narrativa“el Arte de lA MeMoriA”,GAbrielA dAMiÁn MirAvete
ENsayo“AntinoMiAs fAtAles en lA PinturA de CArlos Cortés”,ÓsCAr edGAr lÓPez
Portafolio“Yo MiGrAnte, los Que se vAn”, Arturo vAlentino rAMírez GÓMez
#003 enero-marzo de 2014
áurea
Áurearevista de arte+literatura
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2 2
Lic. Miguel Alonso ReyesGobernador del Estado de Zacatecasy Coordinador de la Comisiónde Cultura de la ConferenciaNacional de Gobernadores
Lic. Gustavo Salinas ÍñiguezDirector General del Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde”
Ing. Héctor Emmanuel Galaviz CastañedaCoordinador Administrativo
Lic. Ma. de Jesús Muñoz ReyesSubdirector de Difusióny Animación Cultural
Arq. Héctor Ávila OvalleSubdirector de Enseñanza e Investigación
© ÁUREA. Revista de arte+literaturaLorena Rodríguez SantoyoDirección eDitorial
Rodrigo Castillo GonzálezeDitor
Edgar KhondeCitlalli Luna QuintanareDacción y corrección De estilo
Noemí MorenocuiDaDo De eDición
Javier Alcaraz - elcerezoDiseño
Gonzalo LizardoJuan Gerardo AguilarHéctor ÁvilaBenjamín ValdiviaCarlos VelázquezRodrigo Castilloconsejo eDitorial
Áurea. Revista de arte y literatura es una publicación bimestral editada por el Ins-tituto Zacatecano de Cultura “Ramón Ló-pez Velarde”, con domicilio en Lomas del Calvario no. 105, Díaz Ordaz, Zacatecas, Zacatecas, 98020. Editora responsable: Lorena Rodríguez. Todos los textos aquí publicados son responsabilidad de quien los firma. Certificado de Licitud de Título: en trámite. Publicación periódica con un tiraje de 1 500 ejemplares. Producción edito-rial: La Dulce Ciencia Ediciones S. R. L. de C. V.
áurea
1
Letras en movimiento, imágenes que emigran.Queridos Amigos, para el equipo de Áurea Revista de arte
y literatura es un placer presentar su tercera edición. La
historia de la humanidad es la historia del movimien-
to, de las caravanas, de las migraciones, de la búsqueda.
A través de la historia sabemos de civilizaciones enteras
que caminaban en búsqueda de nuevos lugares; todos so-
mos nómadas, todos buscamos. Esta edición está dedicada
a esas ganas intrínsecas de movimiento. Recodamos a Se-
verino Salazar, el novelista olvidado, viajero, escritor, que
en la distancia nos recuerda el terruño. Les presentamos
un dossier con ensayos referentes a este escritor zacateca-
no, festejando la publicación de sus obras completas por
la editorial Juan Pablos, un poema que Alberto Paredes le
escribió, palabras de la poeta Dolores Castro a su fallecido
amigo, y una pequeña y fugaz mirada hacia sus textos.
¡Que Severino Salazar no sea olvidado! Este homenaje es
ilustrado por alumnos del taller El Pasillo A. C.
Vivimos en un mundo que bien podemos conocer a
través de las imágenes, la fotografía se ha vuelto un arma
estética al alcance de muchos, sin embargo pocos logran
capturar a través del lente de una manera bella procesos
sociales devastadores, por primera vez presentamos un
portafolio de fotografía, ésta es una selección de un pro-
yecto más grande de Arturo Valentino, quien habla sobre
la humanidad, sobre el movimiento, sobre sus móviles
—el dolor y la esperanza—: “Yo migrante, los que se van”.
Además regresamos con nuestras secciones fijas, en
narrativa presentamos a Gabriela Damián, un ensayo
acerca de la pintura de Carlos Cortés por el joven escritor
Óscar Edgar López, hablamos del Festival de documen-
tales Ambulante que por primera vez viene a Zacatecas
y las recomendaciones de cine y literatura. Les dejamos
esta edición en sus manos, esperamos que la disfruten.
en contraportada:
Dibujo de César Navarrete. Técnica: tinta y acuarela / papel.Inspirado en un fragmento del cuento “Con las alas blancas”, de Severino Salazar:Una confusión de sentimientos me volvía los espacios de mi casa, los corrales, las huertas, las calles del pueblo y las montañas en distancia, todo como un lugar desconocido.
[ Editorial ]
2 2
editorial
Presentación 1
en foco
Proemio 4
Nido de cantera 6
Emaús 10
Severino, la fe y las catedrales 12
Severino, la lectura y la escritura 14
Severino, simbolismo 16
y naturalismo
Severino, los jardines 18
y los desiertos
Nunc Dimitis 20
Paisajes imposibles 22
narrativa
El arte de la memoria 28
artes visuales
Arturo Valentino 32
tesis
Antinomías fatales en la pintura 48
poesía
Demasiados comerciales 52
de preservativo
breves
Ambulante, gira de 53
documentales en Zacatecas
reseñas
Las mujeres matan mejor 54
Seres desconocidos 55
Pretty dead 55
La vida de Adèle 55
colaboradores 56
F
N
A
T
P
R
E6
53
B28
18
10
[ Contenidos ]
Un boleto para cualquier parte, Alberto Ordaz, 2012, litografía, 55x40 cm.
En Foco
F
5
Alberto Paredes,
Severino Salazar
y Antonio Marquet.
(Foto: Gabriela
Bautista).
5
Proemio
ocho años de que falleciera
el novelista zacatecano Se-
verino Salazar (Tepetongo,
1947—Ciudad de México,
2005), la editorial Juan Pablos
y el Instituto Nacional de Bellas Artes asumie-
ron la noble empresa de recuperar la totalidad
de su legado literario bajo el título Obra reunida,
la cual fue presentada recientemente al público
en la Feria Internacional del Libro de Guadala-
jara 2013.
Coordinado por la editora Blanca Sánchez,
con la supervisión del escritor Alberto Paredes,
este esfuerzo editorial —compuesto por once
volúmenes— debió superar varios obstáculos:
primero, el desafío de trascender el centralis-
mo cultural mexicano, que por generaciones ha
demeritado la creación literaria realizada fue-
ra de la capital, y más todavía, el de vencer la
postmoderna desmemoria de nuestros tiem-
pos, cuya fascinación por “lo nuevo” margina
sin justicia ni remedio a los autores que —por el
pecado venial de haber muerto— no son capa-
ces de promover mediáticamente su obra.
En apoyo a la empresa de Juan Pablos y del
inba, este tercer número de Áurea ha compues-
to el presente Dossier como tributo a un autor
que supo recolocar a Zacatecas dentro de la
geografía literaria de nuestro país, y como in-
centivo para que el público —zacatecano, mexi-
cano o hispanoparlante— se interese por la na-
rrativa vigente y vigorosa de Severino Salazar;
una obra que hoy, más que nunca, necesitamos
para fertilizar nuestra memoria, nuestra identi-
dad y nuestra imaginación estética. n
6 7
iempre que llego a la ciudad de
Zacatecas lo primero que hago es
ir a visitar a los amigos que se jun-
tan en el “Mesón de la Mina”, so-
bre todo a Cuauhtémoc Gutiérrez y
a Ricardo Reyes, los cuales hacen periodismo
y radio. Uno puede llegar al lugar a las doce del
día y dejarlo a las doce de la noche, después de
haber consumido grandes cantidades de cerve-
za, ron o café. El “Mesón de la Mina” es un lugar
agradable y está acurrucado en una de las calles
que atraviesan la avenida principal, o sea en la
Juárez, a media cuadra de la Biblioteca Mauricio
Magdaleno y del Jardín de la Independencia. En
realidad es como un nido de cantera rosa que
le da abrigo a los diferentes grupos de poetas,
narradores, historiadores, investigadores de la
uaz, funcionarios públicos y los fígaros, tres vie-
jos peluqueros de gran prosapia y tradición en la
ciudad, los únicos sobrevivientes, desplazados,
que quedaron después de la abundantísima pro-
liferación de estéticas y salones de belleza. Y tal
parece que cada grupo tiene su rincón, su mesa,
sus miembros. Y como diría López Velarde, “se
odian los unos a los otros con buena fe”, como
en cualquier comunidad donde se encuentren
más de dos cabezas pensantes. Un grupo no in-
vade los lugares del otro.
El “Mesón de la Mina” es un restaurante y
bar en lo que seguramente fue una casa; o tal
vez sí era un mesón, pues consta de un ancho
zaguán que desemboca en un patio rodeado de
una arcada de cantera, como de claustro, como
acabada de esculpir, techado, y los muros es-
tán decorados con fotomurales color sepia de
Nido de canteraSeverino Salazar
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7
[ En Foco ]
diferentes vistas de la ciudad, lo cual nos de-
muestra que los habitantes de esta ciudad están
enamorados de su espacio, que siempre quie-
ren estar viendo las imágenes que forman sus
canteras.
Los meseros del lugar llevan en sus entrañas
el ritmo de la ciudad: son lentos, toda orden la
toman con mucha calma. El dueño del lugar lo
administra y atiende personalmente. Él sí es un
dechado de amabilidades. Uno puede comuni-
carse con los miembros de su grupo dejándole a
él los recados, hablando por teléfono. Una de sus
“Los meseros del lugar llevan en sus entrañas el ritmo de la ciudad: son lentos, toda orden la toman con mucha calma.”
8 9
grandes obras de filantropía fue haber manteni-
do al ilustre boxeador zacatecano El Pajarito Mo-
reno en su restaurante por muchos años.
Además de beber, comer, platicar y chismear,
se puede leer. Casi los 365 del año funciona
como un open house party; uno llega a la hora
que sea, que siempre habrá alguien en la mesa
dispuesto a embarcarse en cualquier tema. Y si
no, uno puede leer los periódicos locales o im-
portados que para tal efecto se hallan apilados
junto a la caja, mientras llega alguien conocido.
El sistema de pago de las cuentas es muy efi-
caz. A cada contertulio, al llegar y pedir algo,
el mesero le abre su cuenta individual, y cuan-
do se retira, paga en la caja exactamente lo que
consumió. De esa manera se evitan los proble-
mas que causan las coperachas al final de una
jornada de cantina, cuando ya muchos compa-
ñeros de fama se fueron.
Esta ciudad es tan pequeña, dice el poe-
ta chihuahuense Ramón Antonio Armendáriz,
hijo adoptivo de Zacatecas desde hace tiempo,
que andar por ella es como andar por el patio
de tu casa, te encuentras a todo el mundo. Y el
“Mesón de la Mina” es como la sala de recibir,
como el comedor de la casa. El punto de refe-
rencia. Ahí se da cita el who is who de la cultura
de Zacatecas.
El “Mesón de la Mina” es como un huerto
fértil donde se hacen planes, se dan consejos,
se oyen opiniones y críticas despiadadas, pero
también se recogen ideas. Cuando uno deja el
lugar sale enriquecido. Por ejemplo, el último
día del año pasado ocupábamos una mesa del
mero centro Cuauhtémoc, Ricardo, creo que
también estaban Miguel Ángel de Ávila y mu-
chos más. Antes de retirarse, Ricardo nos con-
tó la hermosa historia de un frondoso árbol que
crece en la huerta de su casa paterna como a
80 kilómetros al sur de la ciudad, ya en los lí-
mites de Jalisco. Cuando terminó su narración
le dije que me había gustado tanto que le pe-
día permiso para escribirla con mis propias
“El ‘Mesón de la Mina’ es como un huerto fértil donde se hacen planes, se dan consejos, se oyen opiniones y críticas despiadadas, pero también se recogen ideas.”
palabras. Y me puso como condición que le
diera las primicias de publicación. El cuento ya
está escrito y dedicado a él.
Esa misma noche, a la salida del “Mesón”,
Cuauhtémoc sugirió que pasáramos por la casa
de Juan Francisco Rodríguez Martínez, a quien
habíamos tratado de localizar esa tarde, para
que nos platicara los pormenores de la edición
de su best-seller zacatecano Leyendas de Zacate-
cas, el cual acababa de salir y ya estaba agotado.
No se podía encontrar ni uno para remedio en
todas las librerías de la ciudad.
Íbamos con la intención de estar sólo unos 15
minutos con él. Lo encontramos en su estudio,
rodeado de sus libros, frente a su escritorio y su
piano. Lo acompañaban dos de sus compadres,
uno que venía del desierto, de Cañitas o de Feli-
pe Pescador, donde es recaudador de rentas; y el
otro, ingeniero, venía de Lázaro Cárdenas. Esta-
ban esperando el año nuevo con ponches, bran-
dy y Coca Cola. Las mujeres y los niños y niñas
tanto de Juan Francisco como de su compadre
estaban en el comedor, del cual solamente nos
separaba una cortina. Y mientras hablábamos de
libros y autores y nuestro anfitrión nos mostraba
sus tesoros de ediciones antiguas de libros y fo-
lletos de y sobre Zacatecas, de edictos del siglo
9
[ En Foco ]
borrachos, bajamos el callejón; yo rumbo al hotel
y Cuauhtémoc rumbo a su casa. Habíamos can-
tado y platicado durante muchas horas. Había-
mos bebido. Yo a esas horas debería de haber
estado en Tepetongo con mi familia.
El frío atravesaba la ropa y la carne hasta
los huesos. Los empedrados de la ciudad esta-
ban mojados. En las luces que colgaban de los
postes, en cada esquina, se veían los remoli-
nos de pequeñísimos copos de nieve que al caer
al suelo se deshacían. Cuando pasamos frente al
“Mesón”, ahora cerrado, a oscuras, muerto, ni
parecía que ése fuera el lugar que se llenaba de
gente que hablaba de literatura y chismes: de la
vida. Y Cuauhtémoc me dijo, o yo le dije a él,
“qué bueno que existen estos lugares como el
‘Mesón de la Mina’, que tienden puentes entre
las personas y los lugares más mágicos, los que
sólo construye el mundo de la literatura”. n
xix y muchas otras raras maravillas, del come-
dor, y por espacio de más de dos horas, se derra-
maban las voces de un coro de niños y señoras
entonando villancicos. Pero la sorpresa me dejó
sin aliento cuando se descorrió la cortina y vi
que el grupo de niñas vestidas de encaje blanco
y niños pulcros y bien peinados con sus madres
al lado no leía lo que cantaban como yo suponía,
sino que cantaban los villancicos de memoria.
De pronto me acordé que Armando García, el
autor de María Santísima, me había dicho meses
antes que la gente de esta región del estado canta
más que el resto, en la iglesia, en las peregrina-
ciones, en las celebraciones.
Después de una rica cena de año nuevo con
bacalao, ensaladas y buñuelos, cargando bol-
sas de dulces y chocolates que nos habían dado
los niños cantores, y un libro que nos obse-
quió Juan Francisco, ya de madrugada y medio
10 11
1.
Nos faltas Severino
donde sea que estemos
nosotros tus amigos
de pronto un vacío
ese hueco
eres tú
Nos faltas
Habría que decirlo con Verlaine
aunque te fuiste sin gozar su compañía
–el tiempo es mezquino–
Le pauvre Lélian
cierta vez
en verdad se entristeció
ese bello y tibio sentimiento
que pocas veces nos permitimos
que pocas veces
merecemos vivir
y del que tanto sabe tu prosa
Verlaine ese día
volvió a tomar el papel
Alberto Paredes
su hueco se llamaba Villiers
le reclamó murmurando
por un poco de tiempo seguimos aquí
guardando tu memoria
en nuestra esperanza ahíta
Y partiste
Adiós Villiers! Adiós Seve!
Nadie rebaje a lágrima o reproche
–el endecasílabo es de Borges–
el momento exacto y perenne
cómo y cuándo
tú
la vida
el cáncer el destino
de golpe dijeron
con un palmetazo seco en la mesa del bar
Se acabó!
Cuando dos o más nos encontramos al azar
si somos nosotros los tuyos
estás ahí
retrasamos el momento
gozándolo
hasta decir por lo que sea
“Severino”
Es tan sólo un instante
un aleph escondido en el tiempo
minuto formidable
en que algo se abre luminosamente
No
no te has vuelto ausencia
sigues acompañando
hablo por el pellejo dolorido de mi alma
pues a solas
en el sigilo de mis días
compartidos conmigo mismo
–afuera llueve como en la pesadumbre de Vallejo–
acompañas
la cháchara no ha cesado
11
[ En Foco ]
Deberá sucederle a todos
no hay prodigios egoístas
cada uno de los tuyos en su momento
volverá a oírte reír
porque estás ahí
Tu prudente frivolidad
“Severino!”
Esa palabra basta
enmudezco como piedra
resonando hacia adentro
escondiendo la violenta voz
por qué el camino
tiene que acabar o interrumpirse
tan de golpe Severino?
2.
No sé qué pretendo
cuando a otros
–todos los que no te conocieron–
desbordadamente les digo
hubo este hermano
este sol en nuestros corazones unidos
No sé qué pretendo
Severino
Y lo mismo otros nombres
insignias de otros veranos dulces e imprevistos
que sorprenden incluso hiriéndonos
extrayendo la sal de nuestra sangre
y al partir nos mutilan
Ya sólo ser
el clan de lobeznos
aullando solitarios
sin ti Alicia
Qué busca uno
al deshacerse en palabras opacas
que no se volverán
la más pequeña llama
de la zarza dichosa
que entibió la noche en el desierto
Solamente deseo
a los amigos fatigados de mi perorata
les deseo
con mi más triste rabia
de dientes triturados
ahogando su silencio
que también ustedes
se den de bruces
se mecen la barba
y gesticulen enmudecidos
cómo es posible
que no entiendan
que su imaginación no les diga
aunque sea a señas confusas
que hubo un astro terreno
vino brilló y se apagó entre nosotros
fue hace tan poco
y tenía por nombre…
Ilustración: César Ramos.
Te parabas dormido, recorrías gran parte
del internado. Severino Salazar.
12 13
uando Severino Salazar publi-
có su novela Donde deben estar
las catedrales, en 1984, con la
que recibió el Premio Juan Rul-
fo para primera novela, no solo
llamó la atención de la crítica y los lectores sino
que anunció una manera de concebir el géne-
ro literario claramente paralelo a la arquitec-
tura. La catedral verbal se correspondía con la
catedral arquitectónica y establecía el deber de
un estar. Sé que la frase anterior es alambicada,
pero lo es también el barroco que Salazar toma
como modelo, el de la catedral de su natal Zaca-
tecas, y que se asienta sobre una idea del cons-
truir contra el tiempo, aun a sabiendas de que la
duración siempre derrotará el desafío del hom-
bre, pues no sólo él sino también sus creaciones
terminarán siendo polvo.
El barroco mexicano tiene una cualidad ex-
traña, y así como sor Juana comparte una época
con Góngora, a la vez que es distinta, el trabajo
de los canteros en el portal de la Basílica dedi-
cada a la Virgen de la Asunción es distinto del
barroco europeo. Salazar hace de esa construc-
ción arquitectónica un proceso de identidad.
Pronto sus libros dejaron ver que en el proceso
de encontrarse o reencontrarse estaba la mé-
dula de su escritura. Y que esa condición tan
marcada en el título de su novela, el deber del
estar, era un deber del ser que se enfrentaba a
su anulación fantasmal.
Como la geografía de Comala, habitada por
fantasmas, pedruscos y huizaches, la de Tepe-
tongo era igual de fantasmal, aunque estuviera
poblada por iglesias barrocas y casas de cantera.
El desierto está creciendo, había dicho Nietzs-
che, aunque Dios no haya muerto, agregaba Se-
verino en sus ficciones.
Su narrativa, ligada tanto a la fe como a la
creencia (que no es lo mismo) cristiana, planea-
ba la liturgia como una construcción conceptual.
En la catedral se encarnaba —aunque volver la
piedra carne es un milagro— una concepción re-
ligiosa del mundo. La catedral entonces tiene un
inicio, nace y se desarrolla en el tiempo, como
una manera de escapar a su cruel dictadura, es la
Severino Salazar: un autor, cuatro lectoresPara prologar su Obra reunida, fueron invitados once escritores familiarizados con el legado de Severino Salazar. Entre esas once aproximaciones al narrador tepetonguense, en exclusiva para este dossier de Áurea, hemos seleccionado cuatro fragmentos, en los cuales se reflexiona sobre los temas y símbolos más específicos de ese mundo naturalista y barroco, regionalista y erótico, literario y vital, singular y mítico, que Severino construyó con su escritura.
Severino, la fey las catedralesPrólogo a Paisajes imposibles –la danza de los ciervos–.
José María Espinasa
13
búsqueda de la permanencia enfrentada a la vida.
Hay algo de milagroso en la condición aérea de
esa catedral, como lo hay en la prosa densa pero
alada del narrador. Aquello que las búsquedas
barrocas de Terra Nostra (Carlos Fuentes) y Se-
gundo sueño (Sergio Fernández) no habían con-
seguido antes de pronto se intuía posible: la
cantera como plumaje, el fraseo como trino.
Esa primera novela hizo pensar, al menos me
lo hizo pensar a mí, que la obra se desarrollaría
como una proyección geométrica: a una catedral
debe seguir una mayor aún, como en San Gi-
miniano, en Nueva York o en Kuala Lumpur los
rascacielos se desafían unos a otros. Pero cuan-
do hablamos de catedrales, y designamos con
las mismas palabras las iglesias románicas, las
construcciones góticas o las basílicas barrocas
sentimos que hay una insuficiencia en la palabra.
Y Severino, hombre tímido, optó por una con-
dición que se podría calificar de franciscana. No
porque sus narraciones tuvieran una condición
humilde (hay orgullo en la espiritualidad romá-
nica y en la sencillez franciscana) sino porque su
necesidad de encuentro no pasaba por la fama,
la farándula literaria y el protagonismo, sino por
una exigencia interna.
Tal vez fue eso lo que lo llevo a ser un maestro
del cuento. México es un país de extraordinarios
cuentistas, que nada piden a los novelistas, aun-
que se escondan o se cobijen bajo su sombra. Y
Salazar bebió de esa tradición a conciencia. Por
eso pudo practicar con gran talento la novela
corta, espectro genérico en el que encontró su
mejor dimensión y de la que es ejemplo perfecto
La arquera loca. Pero si el tiempo fue su materia
prima —su cantera—, nunca lo concibió como
un tiempo en pasado —sus narraciones no son
ni históricas ni de época—, pero tampoco como
un presente continuo, sino como una construc-
ción de la duración. Esa es su verdadera raigam-
bre barroca, de un barroco que viene de la Edad
Media y de la religiosidad como revelación, de
la vivencia como milagro. Y así pudo llegar a ser
en algunos relatos arrebatadamente cursi, cul-
tor de una estética kitsch, deudora a su vez de
su condición homosexual. n
Foto del archivo familiar.
14 15
alazar fue un lector agudo y ge-
neroso; pasional y culto. Digamos
que es lo que deben expresar todos
los textos sobre literatura o arte en
general provenientes de los crea-
dores. Pues evidentemente nos acercamos a tales
textos porque salen del mismo cuaderno o tecla-
do que sus obras consideradas como creación.
Nos importan porque el escritor muestra su perfil
de lector, invitándonos a su biblioteca Los Ensa-
yos y artículos reunidos de Salazar satisfacen am-
pliamente estas condiciones. Los lectores que ya
conozcan con anterioridad su narrativa así como
quienes lo estén haciendo por primera vez gra-
cias a esta colección, verán desplegarse un pa-
norama variado, orgánico y recurrente. Leer es
releer y Salazar gozaba sobremanera este retor-
no benéfico. Y dentro de todo aquello que leyó,
las obras a las que dedicó un texto manifiestan
un espíritu cálido con sus libros. Una imagen es
frecuente en el entorno que define a sus pro-
tagonistas: uno o dos muebles libreros, casi
nunca más, donde se mantienen en buena cus-
todia unos cuantos volúmenes. Tomemos como
ejemplo a Martha, la protagonista (heroína, dice
el relato reflejando su propia voz interior) de
“¿Quiénes son ellas?”: … en este cuartucho de las
calles de Boturini, con un ropero, un librero (que
le compró su padre) y que tenía tan pocos libros
que desde su cama, y en la penumbra del cuar-
to, con solo ver la sombra de los lomos, recitaba
en secreto, los títulos de derecha a izquierda, y
viceversa.¿Y qué decir de los niños de “Libro Co-
razón”? ¿Y de los libros de ese niño viejo de su
tierra que él tanto admiró y con cuya obra nunca
dejó de dialogar: Ramón López Velarde? En fin,
el propio niño viejo que Severino se confesaba
ser: un profesor universitario soltero, vivien-
do con los placeres y mesuras de la clase me-
dia urbana, entre los cuales hablar de libros es
uno de ellos; pero mucho menos hablar de aquel
que estuviera escribiendo sino del que estuviera
leyendo, siempre con vehemencia y ojos muy
abiertos. Permítaseme un recuerdo: es por esta
combinación de entusiasmo y agudeza que en
diversas reuniones formales o amistosas entre
colegas, escuchábamos con atención sus ideas.
Varios de los textos aquí reunidos responden a
Severino,la escrituray la lecturaPrólogo a Ensayos y artículos reunidos
Alberto Paredes
15
peticiones y compromisos expresos de participar
en diversos coloquios, encuentros, publicacio-
nes temáticas y actividades universitarias. Sala-
zar era formal y sus colaboraciones nos nutrían
con la chispa de su agudeza.
Leer es una de las formas de la ermita en su
obra. Ermitas: lugares de retiro físico y exis-
tencial; sea en un sentido religioso (católi-
co, no en pocas ocasiones con ecos hebreos),
y entonces la ermita sacraliza la cultura como
operación espiritual de apartamiento y depura-
ción de mundo. O sea en espíritu laico, bajo el
cual leer sigue siendo un retiro de reflexión y
búsqueda de luces. Leer: a un tiempo ascesis
y peregrinación.
Ahora entendemos que en el retrato interior
de varios de sus personajes, a menudo como
elemento de un aura de silencio, aparezca el
modesto librero de pocos volúmenes. Para todo
ser humano debiera suceder así, en él se cum-
plió, en vida y en obra: leer como experiencia
esencial; leer es peligroso pues, en uno u otro
grado, de cada libro hemos de salir tocados, a
veces transformados. Lo que está impreso es
idéntico en todos los ejemplares, pero cada cual
recorrerá un camino diferente.
Cronista de lecturas. Todos los cronistas lo
saben: lo que se cuenta importa porque dice
algo, porque tiene sentido, pues la mera anéc-
dota o circunstancia descrita no ofrece den-
sidad suficiente como para fundar en ella una
crónica, necesita haber importancia intrínseca.
En el caso de Salazar, es la página abierta a los
símbolos, a la vida como símbolo: alegorías que,
si el lance es afortunado, se elevan en epifanías.
Eso es lo que cuenta de lo que se cuenta. n
“Una imagen es frecuente en el entorno que define a sus protagonistas: uno o dos muebles libreros […]”
Foto del archivo familiar.
[ En Foco ]
16 17
ntes de forjar sus mundos
textuales —o justo mientras
los forjan— algunos autores
necesitan hallar para sí un lu-
gar en este mundo real, y co-
mienzan por buscarlo en ese mundo dentro del
mundo que es la tradición literaria. Así lo hizo
ver Severino Salazar cuando escribió, en el pró-
logo a la antología Zacatecas, cielo cruel y tierra
colorada, que deseaba pertenecer como narra-
dor a la tradición de escritores como Mauricio
Magdaleno, Tomás Mojarro y, en menor medi-
da, Amparo Dávila. Las razones por las que se
identificaba con esos notables narradores justi-
fican muy bien su propósito de consolidar una
narrativa.
La novelística de Salazar ofrece una respuesta
literaria a un momento histórico muy preciso —
los años ochenta— marcado por una paulatina y
globalizada descentralización del arte: hasta en-
tonces la literatura en México —lo mismo que la
pintura o la música o el cine— se producía y se
administraba desde la capital del país. Gracias a
los talleres y a la creciente oferta editorial en las
ciudades de provincia, se abría tierra adentro la
semilla del arte: la necesidad de autoafirmar su
identidad mediante la creación artística.
Esta percepción crítica de lo literario y lo re-
gional permitió que Salazar forjara, como nove-
lista, una poética de la novela que lo distingue
como autor frente a las poéticas dominantes
de su contexto —las cuales apuntaban, desde
la Generación del medio siglo, hacia una litera-
tura más cosmopolita y experimental. Su teo-
ría de la literatura es realista en tanto satisface
la necesidad de escribir sobre lo real, y también
simbolista en tanto que el autor y sus persona-
jes abrevan de los símbolos universales, arque-
típicos, para satisfacer su propia sed de Dios.
Este Desiertos intactos. A semejanza de su pri-
mera novela (que integraba dos historias en
apariencia incompatibles tal como Las palmeras
salvajes de Faulkner), este quinto libro de Sala-
zar nos cuenta dos historias paralelas, separa-
das por el tiempo pero unidas por el espacio. El
destino paralelo de dos eremitas singulares que
habitaron en distintos siglos pero en un mismo
desierto. Un desierto (aún) fascinante, miste-
rioso, intacto.
Acaso la virtud estética más notable de De-
siertos intactos se manifiesta en su eficacia para
comunicarnos el pavor metafísico de su pro-
tagonista, ese temor suyo ante lo numinoso,
mientras nos entretiene con su colorido retrato
de la vida reciente o lejana: la corte española,
los personajes de las juderías, los rufianes de las
caravanas o los afanes cotidianos de La Chave-
ña, esa hacienda de provincia con sus carrua-
jes, sus reses, sus cosechas, las bugambilias y las
glorias floreadas de los patios: explorar lo inde-
cible a través de lo sensible, lo sagrado a través
de lo profano, lo terrible a través de lo entraña-
ble; he aquí la vocación literaria que mejor de-
fine a esta novela.n
Severino, simbolismo y naturalismoPrólogo a Desiertos intactos.
Gonzalo Lizardo
Foto
de
l ar
chiv
o f
amili
ar.
17
18 19
arias veces le pregunté a Se-
verino sobre las semejan-
zas y cruces entre el jardín
y el desierto, «tierra espan-
tosa», tierra de las pruebas
y del designio divino que convertirá el tránsi-
to en «pueblo elegido». Es el espacio de la re-
flexión sobre la tentación: «no solo de pan vive
el hombre». El desierto es un mundo de pruebas
no de castigos. Es terreno ideal pero no de per-
manencia, el desierto es un tránsito a la tierra
prometida.
La noche, el sueño, temas bíblicos por ex-
celencia se anudan a su literatura en un primer
momento abarcando todo su pensamiento na-
rrativo. La noche, el desierto, el sueño son lu-
gares de retiro espiritual, de indagación y de
introspección segura, de revelación y de lucha
contra el mal.
Sobre las posibilidades de ambos espacios
simbólicos, su convivencia y futura indagación
conversamos mucho. A veces por mail, a veces
frente a una grabadora y en otras al calor de la
plática me proponía ideas que ahora sintetizo
aquí y que traigo de distintos momentos: para
él la creación del jardín era un símbolo de so-
metimiento que se opera sobre una naturaleza
que se ordena, se sintetiza y se selecciona. Es a
un tiempo un ejercicio de inclusión y exclusión.
Tú sabes de mi afición por los místicos es-
pañoles, me decía. En el espacio de su poética
el jardín tiene un lugar privilegiado, es el lugar
donde hombre y divinidad se encuentran. Hay
algo edénico en esa coincidencia. El collar de la
paloma de Ibn Hazn, El jardín amurallado de la
verdad de Sanaí, que justo se trata de un tex-
to escrito después de un largo viaje, una pere-
grinación a La Meca y Medina, donde la idea de
humanidad, diversidad y pensamiento descan-
sa sobre la metáfora del jardín. Hay conexión
con el pensamiento, pensamiento que es oní-
rico y erótico. Cuerpo y divinidad dialogan a
través de un trabajo de lenguaje en busca de la
imagen perfecta/precisa.
Si bien el jardín fue una metáfora privilegia-
da hacia el final de la vida de Severino, el de-
sierto nunca dejó de estar presente y persiste
como un poderoso referente al “primer” mun-
do que le ofreció el gran material simbólico que
componen sus novelas y cuentos. El desierto es
el mundo donde se pone a prueba la tentación
(la montaña y el templo bíblicos son los otros
dos territorios de la prueba); no es el mundo de
la elaboración sino de la meditación; al desierto
Severino, los jardinesy los desiertosPrólogo a La locura de las flores
Miguel Ángel Quemaín
19
se es llevado o se busca acceder como un es-
pacio de conquista espiritual, de resistencia y
sacrificio; es una nada muy poblada de signifi-
cados y creaturas.
El desierto como elemento simbólico en la
Biblia le permitió crear analogías y trazar un
mapa subterráneo para sus personajes, para sus
temas. La rebeldía, la tentación, la soledad del
hombre que busca sus orígenes en el corazón
mismo de su soledad y aislamiento. El tentador
es un diablo que separa y divide, es el demo-
nio griego cargado de señas y claves: el ayu-
no, las cuarenta noches, el tránsito judío en el
peregrinaje.
En ese mundo mitológico de la Biblia tam-
bién está el jardín de su encanto donde
conviven dos tipos de árboles, uno eterno y
universal que está en medio del huerto y que
representa la inmortalidad. Paulina Zúñiga es
testigo de la presencia y poder de ese árbol que
se le recorta contra el horizonte y representa la
inmortalidad, tema de las culturas más anti-
guas. También está el árbol del conocimiento,
el bíblico del bien y el mal. El que propone una
elección sobre la inmortalidad.
Para Severino Salazar el desierto vive la ilu-
sión verde del jardín que aparece temporal-
mente bajo el influjo de las estaciones. Se trata
de un jardín salvaje que se construye a sí mis-
mo, sin necesidad del hombre, quien sin em-
bargo aprovecha la estación para tomar los
frutos del desierto. n
Foto del archivo familiar.
[ En Foco ]
20 21
everino Salazar surge como un gran
árbol de raíces profundas en Tepe-
tongo, extiende la frescura de sus
ramas por toda la capital y el esta-
do de Zacatecas en su historia co-
lonial, en su presente mágico. Penetra hasta la
existencia íntima de sus personajes: niños, jó-
venes, adultos y viejos que viven intensamente.
Él puede presentarlos en virtud de su genialidad
para unir sueño y realidad, mediante una ima-
ginación que fortalece sus palabras al revivir las
situaciones y convertirse en los personajes mis-
mos de sus novelas y cuentos
Leerlo ha sido para mí volver a la infancia, al
lenguaje de mis padres y mis abuelos; recordar
palabras y giros del español antiguo que fue-
ron repetidos en el habla y aún en la escritura
de muchas generaciones “bajo un cielo cruel y
una tierra colorada”; lenguaje que como reposa-
da arena de río, se ha ido agregando, y lo retoma
Severino Salazar para rescatarlo esencialmente
en su rica capacidad lingüística y expresiva.
Severino nació en Tepetongo, su pasión por
la literatura lo llevó desde ese poblado de Zaca-
tecas a estudiar en la unam, en el Distrito Fede-
ral, y fue discípulo de Rosario Castellanos, tal
como me refirió la primera vez que tuve el ver-
dadero gusto de conocerlo, sí, mucho gusto,
pues él en persona tenía cualidades de conver-
sador y cualidades de escritor natos.
Severino inicialmente había escrito poesía
(y fue fundamentalmente poeta en su vida y su
obra). Recordó en aquella ocasión que después
de estudiar en la unam obtuvo una beca para
proseguir en Inglaterra, y ahí conoció a impor-
tantes narradores ingleses que escribían sobre
personajes de pequeñas comunidades como
protagonistas de importantes libros.
También, me dijo: “quise escribir novelas y
cuentos poéticamente”.
Severino logró eso y mucho más. Conoció a
fondo, en sus entrañables maneras de ser a los
habitantes de Tepetongo, y de muchas peque-
ñas comunidades de Zacatecas, y así recreó es-
pacios de su historia, reviviendo mágicamente
personajes, atmósferas y tonos en medio de una
cauda de emociones.
La editorial Juan Pablos publicará próxima-
mente la obra completa de Severino Salazar. A
mí me encargaron el prólogo de su libro Cuen-
tos de Navidad, y doy testimonio de su calidad,
de la belleza de sus narraciones, de su mensaje
de solidaridad humana, su inteligencia despier-
ta ante las emociones, pero también a la crítica
social y política.
Los personajes de comunidades pequeñas, los
solitarios, los excepcionales, como en Cuentos
de Navidad, los niños, o todos los que aparecen
en el cuento titulado “Nunc dimitis”, revelan
en el autor no solamente su conocimiento de
los amores y pasiones humanas, sino sus lectu-
ras, desde clásicos griegos y latinos en adelante.
Severino es conmovedor en su narrativa por-
que sacude las raíces de nuestra forma de es-
tar en el mundo, ya sea por vivir en una aldea,
o una hermosa ciudad, y nos revela múltiples
“Nunc dimitis”, SeverinoDolores Castro
21
[ En Foco ]
modos de ser o de existir, múltiples sí, y uni-
versales, puesto que en el fondo de cada uno
asoma un ser humano.
En “Nunc dimitis” (que según consulté en
un diccionario latín-español significa “nunca
renuncies a lo que tienes derecho”, en su sig-
nificación más amplia) es la conmovedora his-
toria de un hombre que sólo posee un pequeño
rebaño de borregos, y mueren todos bajo la ne-
vada sorpresiva que ocurre en Zacatecas. Él los
lleva hasta la ciudad para venderlos, pero está
prohibido transportarlos en el ferrocarril, y se
entera de ello al bajarlos, con ayuda de su mujer
y sus hijos, tras muchos esfuerzos el destino de
esta pobre gente es conocido por un periodista
que nada puede hacer por ellos, sino mostrar la
situación de los más pobres.
En sus novelas, en sus cuentos, descubri-
mos este México plural, rico en formas de vida
diferentes, a la vez particulares, originalísimas
siempre de esta vida que no se circunscribe a la
capital de nuestro país, y tampoco exclusiva-
mente a la capital de Zacatecas. Por sus libros
conocemos un México rico, iluminado en los
átomos de su materia humana y sensible que
forma células y tejidos sociales de gran riqueza.
En su novela Donde deben estar las cate-
drales, en Desiertos intactos, y El mundo es un
lugar extraño, en todo, en fin, lo que Severino
nos dejó como rica herencia literaria, expresa
modos de ser en personajes sensibles, plena-
mente humanos, así como la vida en torno de
ellos, y con frecuencia la justicia o injusticia
social reinante, la vida de niños, o de jóvenes
estudiantes, o de egresados de la minería, o de
las universidades que se reúnen sin encontrar
rumbo qué seguir.
Esperemos las obras completas de Severino
Salazar publicadas en la Editorial Juan Pablos,
leeremos y releeremos a un escritor de Tepe-
tongo, de Zacatecas, de México, que es también
un escritor universal. n
Ilustración:
César Navarrete.
Una confusión de
sentimientos me
volvía los espacios
de mi casa, los corrales,
las huertas,
las calles del pueblo
y las montañas
en distancia, todo
como un lugar
desconocido.
Severino Salazar.
22 23
Paisajes imposibles —la danza de los ciervos—Severino Salazar
Fragmentos iniciales de Paisajes imposibles —la danza de los ciervos—, la última novela de Severino Salazar, inédita hasta ahora.
Ilu
stra
cio
ne
s: E
os
Oth
err
e.
n
Uno
…de las figuras artificiales y de las cria-
turas cuya existencia tiene lugar ape-
nas en los tapices y en los cuadros.
Fernando Pessoa, El libro del desasosiego.
Vestida de negro, con alforja de piel al hombro
y un cayado nudoso, pero terso por el manejo,
llega una vieja.
Desarrapada.
Ha caminado sin parar cuatro días y tres no-
ches, y ya se le terminó el bastimento que traía
para la expedición.
Hasta hoy en la tarde, cuando mira a lo lejos una
verde colina y sobre ella las murallas de la ciu-
dad que viene buscando, siente un poco de alivio.
23
Gruesos paredones constriñen la ciudad de
piedra exqui sitamente labrada.
Como una rosa color salmón a medio abrir,
piensa, compara.
Al fondo las atalayas, las fortalezas almenadas
del alcázar que surgen de los acantilados, dorán-
dose con los últimos ra yos del sol, que se abren
camino entre dos enormes nubes.
En la torre más alta, dos banderas se mecen
majestuosas con la suave brisa que asciende de
los llanos.
Bendito el hombre, reflexiona, que es arroja-
do a un mun do de piedras; sin embargo, él las
amontona, las bruñe, las acomoda y les descubre
una infinidad de formas amables.
Ha llegado —poco antes de que caiga la noche
fría del otoño— con la horda de limosneros que
recorre estas co marcas y sube a las puertas no-
bles del alcázar.
Soplan tiempos recios.
Reclama atención especial, y que a ella se le
permita hablar con el señor.
Alegando que es la portadora de un importan-
te mensaje.
Es una agorera.
Se llama Raymunda de Languedoc.
Ahora tiene hambre y sed.
Pero es mucho más grande la apuración por
entregar el mensaje que le fue comunicado en
un sueño, que se repitió siete noches seguidas.
Después de que le han dado de comer hasta la
saciedad en el refectorio destinado a los men-
digos y peregrinos, la hacen esperar en un salón
amplio y enlosado.
Se halla a la mitad de una torre cilíndrica, que
termina en punta, donde se ha colocado una rosa
de los vientos: el lugar de la alcazaba más cer-
cano al cielo.
Cubre su cabeza y la mitad del cuerpo con un
manto negro, pardeado por el sol en algunas par-
tes, con agujeros, lleno de polvo del camino.
Y en la mano izquierda sostiene, con delicade-
za y cuidado, tres cogollos marchitos de romero.
Como si se los fuera a ofrecer a alguien.
Sus ojos grandes, bajo su frente arrugada, giran
lentamente como dos planetas habitados por el
misterio.
Como tratando de descifrar el nuevo mundo en
el que han penetrado.
Rostro endurecido por el sol y el viento.
Sin mucha tardanza, pero ya de noche, el señor
y su joven mujer la reciben.
Se encuentra un tanto mareada, porque el poci-
llo en el que bebió el vino fue colmado tres veces
mientras comía.
El vino ubérrimo y apenas perfumado que dan
estas tierras.
Retorcidos troncos de olivo arden silenciosa-
mente bajo la campana de una gran chimenea
de piedra blanca.
Las llamas danzan y brillan en la seda de los
gruesos ta pices y damascos que cubren las pa-
redes circulares de techo a piso.
En el aire se respira la nobleza que se ha venido
destilando con el devenir de las generaciones.
El cielo azul y las estrellas pasan lentamente
más allá de los delgados pilares y filigranas de
una ventana ojival.
Es el inescrutable firmamento, cargando los
misterios de nuestro destino, que nunca deja de
mirarnos desde todas partes.
La saurina sabe que estos espacios del alcá-
zar dan testimonio, en cada uno de sus deta-
lles, de que aquí se piensa más en el bien de lo
imperecedero.
Y se lucha contra los absurdos e intrincados
caminos del deseo sin fin.
Ni finalidad.
No hay duda, ella lo intuye, a la cabeza de
este orden y bienestar se encuentra un hom-
bre próspero y generoso que está en la gracia
de Dios.
Que sabe cuidar bien de los súbditos que aco-
gen sus mu rallas; y aun de aquéllos —los más—
desperdigados por las amplias llanuras y mon-
tañas de sus dominios.
[ En Foco ]
24 25
Es bueno saber, se consuela la agorera, que
en algunos rincones del mundo Dios sonríe
complacido.
Ocultando a los ojos simples —con tanta in-
dulgencia— la fragilidad y el dolor de la vida.
Así sea su santa voluntad.
Aunque en otras regiones se burle, y se escu-
chen a lo lejos sus carcajadas celestiales.
Este hombre, sabe la saurina, acaba de reco-
ger las cosechas del año que, como nunca, fue-
ron abundantes.
Y, como si fuera poco, envuelto en toda esta
riqueza que cae del cielo y sube de los valles por
las laderas, Dios también le ha mandado su pri-
mer hijo.
Cuando Dios socorre, socorre a manos llenas,
dice a guisa de salutación la vieja desarrapada.
Procede a darles las nuevas que la echaron al
camino con su cargamento de sueños, en busca
de estas lejanas tierras.
Empieza su discurso explicando que el tierno
vástago, que la joven señora mece junto al fuego
en una artesa forrada de zaleas blancas y amari-
llas, ha sido llamado entre miles y miles.
Llevará a cabo grandes trabajos y presenciará
un prodigio para beneficio del género humano.
Porque va a crecer en él el hombre más ama-
ble, sabio, leal y fuerte, y con más noble espíri-
tu, mejor instrucción y crianza que todos los que
hasta ahora se conocen.
Para esto deberá abrazar la regla y la orden de
caballería.
Porque en el mundo faltan caridad, leal-
tad, justicia y verdad; y estos dones deben ser
restaurados.
El señor se levanta de la butaca donde ha per-
manecido y, mirándola fijamente, se acerca a su
mujer.
Y para llevar a buen puerto la gran encomienda
que se le ha asignado —continúa la desarrapa-
da—, será menes ter de caballero, caballo, arma-
dura, lanza y ciervo; y un elemento intangible y
vacío: el abismo; o sea, el precipicio.
Es decir, el paisaje a la vez escabroso y bello de
estas regiones.
Ya que en el instante en que entraran en con-
junción dichos elementos, el prodigio sería vi-
sible para todos los moradores de esta región.
Concreto en una hermosa imagen nunca an-
tes vista.
Y esa imagen iba a quedar grabada, a perdurar
en la mente de los hombres a través de los siglos
por venir.
Pues la imagen se formará con el caballo: la
más bella de las bestias, la más veloz, que da al
hombre que la gobierna el título de caballero.
Armadura, el caparazón de fortaleza, la pro-
tección del peligro, que más que cubrir el cuer-
po, cubre el alma.
Lanza, la más honrada y noble de las armas.
Ciervo, el animal que va pensando en el bosque
que recorre y lo materializa sobre su cabeza, y
huye con él a cuestas.
Y el elemento temido: el abismo, el precipicio,
el desfiladero.
El vacío sin fondo.
El vértigo y el horror.
Que él —el caballero elegido— debía desafiar.
Y llenar ese vacío aunque fuera por un
instante.
Para dejar fija en una imagen —como ya lo ha
dicho— esa hazaña.
En esto consistirá la gran misión del infante,
que ahora yace en la artesa.
Para que se cumpla el destino, Dios impone
tres condiciones.
Que cuando el herrero esté forjando la punta
de su lanza en la fragua, el propio señor, su pa-
dre, apague el hierro candente con una de sus
lágrimas.
Esa lágrima acompañará al vástago en todas
sus aventuras; pero en el momento final, le será
devuelta a su dueño.
Segundo: no cazar ciervos, ya que en la cor-
namenta de estos animales San Eustaquio vio la
cruz donde padeció nuestro Señor.
25
Pues los ciervos llevan en su cornamenta el
Calvario.
Siendo el más limpio de todos los animales de
la creación, el más puro.
Y por último, y por muy contradictorio que pa-
rezca, la persecución y caza de un ciervo abrirían
las puertas del prodigio.
En su poder no está descifrar el acertijo, aclara
la desarrapada.
Y ese niño, la vieja apunta con el índice largo y
flaco hacia la artesa blanquísima, de álamo, debe
permanecer toda su vida atento.
Ojo avizor.
Porque una plaga de mariposas de colores y una
lluvia de mierda preludiarán el prodigio en un
día de verano.
Nubes de mariposas sobre los arbustos en flor
de la chirimía silvestre.
Prodigio que quedará grabado para siempre
en la corteza de esta tierra y en la mente de los
hombres por venir; no se cansa de repetirlo.
Santa herida en la carne y en el paisaje.
Santa imagen en la mente de los hombres.
¿Cuál es la chirimía silvestre?, pregunta intri-
gado el señor.
El señor coge el atizador y da tres pinchazos en
el mazacote de brasas: un remolino de chispas
—enjambre de moscas de lumbre— sube por el
tiro de la chimenea.
El fuego se aviva en llamas color naranja.
Da unas florecillas extrañas y crece en las ribe-
ras del río Jordán, le contesta la agorera.
Después de una breve pausa prosigue diciendo:
Del centro de una flor diminuta brotan dos; de
éstas, cuatro; y a su vez de éstas, ocho, y así...
La joven esposa mira la artesa y levanta el velo
azul que la cubre.
Invita a la vieja con una sonrisa para que se
arrime y mire el niño.
Cuando la madre sonríe, su cara se llena de
complacencia.
Piensa que la mujer de negro es tímida.
Va hacia la vieja, la toma de la mano y la deja
frente a la artesa.
La joven madre, aunque hermosa, renquea un
poco, como si una de sus piernas fuera más corta.
Veo un precipicio sin fondo, dice muy quedito
la desarrapada.
Ahora las tinieblas cubren mis ojos: soy ciega
durante la noche.
Sólo veo en mis sueños.
Momentos después, los cogollos marchitos de
romero chisporrotean sobre las rojas brasas de
la chimenea.
Un leve sahumerio invade la torre.
Afuera, más allá de las filigranas del ventanal
de ojivas, silba con fuerza el viento.
Con sus frondosas ramas, los castaños y nogales
de las huertas, que rodean el alcázar, le lloran a
la noche: un llanto grandioso, solemne.
A una noche larga y oscura del otoño, que pre-
sagia lo crudo que será el invierno.
Lloran inconsolables por el viento que, con
violencia, reclama para sí sus hojas.
[ En Foco ]
26 27
Y horas después, muy de mañana, con su alfor-
ja de piel al hombro —repleta de provisiones—,
apoyándose en el cayado nudoso y terso, cruza
el patio principal, cuyo piso es de baldosas blan-
cas y negras.
Así, mientras cantan los primeros gallos (to-
dos los gallos vienen de Barcelos), como si flo-
tara sobre un tablero de ajedrez, sale del alcázar
Raymunda de Languedoc.
Sus largos pasos no se escuchan, sólo la punta
del cayado que los va marcando contra los cua-
dros de piedra.
Sus labios se mueven con rapidez, como si las
oraciones que va rezando las leyera en ese suelo.
En el libro abierto de este país misterioso y
lejano.
n
Libro de piedra
Los cascos de su caballo cuatralbo van pisando
una gruesa alfombra de hojarasca empapada, ya
podrida.
El viento frío dispersa el líquido tintineo de
los cascabeles de plata.
El señor —dos escuderos lo siguen a pru-
dente distancia— cruza la maraña de un bosque
gris, pelado, rumbo al alcázar.
Ya se encuentran en las cercanías.
Él, sumido en meditaciones, esquiva con pe-
ricia las ramas más bajas que atraviesan el cielo
del camino.
Es una mañana llena de sol y el agua canta en-
tre las piedras de los arroyos, mientras las pule
y las limpia, pues se está derritiendo la nieve.
Ha pasado tres días recorriendo sus tierras.
Está a punto de estallar en silencio la prima-
vera: el viento ya empieza a sacarle el aroma a
los troncos de los árboles.
Como si fuera una mañana sagrada, la maña-
na huele ligeramente a incienso.
El señor mira con curiosidad las hileras de
capullos de crisálidas que cuelgan solitarios,
aquí y más allá, de las ramas pelonas de los
madroños, de las wisterias, de los abetos, de los
pinos, de los robles y de los encinos.
Esas bolsas grises están pletóricas de la vida
que protegieron durante el invierno; contienen
color, movimiento, alegría.
Y el misterio de la vida y su fragilidad.
Mientras silba, el viento las mece con delica-
deza como si fueran badajos mudos.
Detiene su caballo y se queda en éxtasis mi-
rando los pre carios receptáculos de donde sal-
drán las mariposas que van a poblar los prados
del próximo verano.
Él mismo se sorprende, porque nunca antes
había reparado en estos caprichos de Dios, que
se vale de tantos artilugios para depositar sus
criaturas en el mundo.
Y por tan breve tiempo.
¿Por qué hay seres que deben pasar por va-
riadas transformaciones y morir tan pronto?, se
pregunta, y mira en el otro lado del arroyo una
colonia de arces llenos de brotes nuevos a punto
de reventar.
La fatiga no le impide demorarse un poco
para cortar algunos de esos capullos de crisálida
con todo y ramita.
Tampoco es un impedimento la felicidad de
saber que está a una jornada del hogar, del le-
cho de la mujer que ama y de los hombres que lo
respetan y sirven.
Llena su alforja de cuero de crisálidas, con
mucho cuidado —para no aplastarlas, para no
romperlas—; son tan frágiles.
Los tiernos tallos de las anémonas brotan de
las franjas más húmedas de las vegas de arcilla.
Por fin, en una vuelta del camino, mira a lo
lejos las murallas almenadas de piedra, y atrás de
éstas la gran mole de torres con sus torrecillas, las
lucernas cónicas y sus techos negros de pizarra.
El cielo es un manto azul.
Su corazón da un vuelco porque sabe que en
este momento, desde el paseo de ronda, los ba-
llesteros lo están mirando, y la noticia de que se
acerca ya recorre el alcázar.
27
Una vez sobre el puente que cruza el foso —
sin desmontar de su caballo— saluda a los hom-
bres y besa a su madre, que ha salido a recibirlo.
Entra al zaguán ancho y profundo que des-
emboca en el patio principal, enlosado con cua-
dros de calcáreas negras y blancas, bien puli-
dos por los cascos y las pezuñas, las ruedas y los
arrastres.
Mira los muros, los paseos de ronda, los bal-
cones, el cam panario y las lucernas de la capi-
lla, el paisaje que le pertenece, que forma parte
de él, que lleva dentro del alma.
Una catedral en miniatura es la capilla
gótica.
El sol, moneda de oro, pronto rodará hasta el
centro azul del cielo.
Desmonta.
Un hombre sostiene las riendas.
Caballo y hombre avanzan hacia las
caballerizas.
El señor se dirige a la torre donde se encuen-
tran su mujer y su vástago.
Después de que los saluda y besa, abre su al-
forja de cuero y le explica a su mujer que, en su
camino de regreso al alcázar, le ha arrancado al
bosque un regalo para su hijo.
Y de inmediato se dispone a colgar con mu-
cha cautela las ramitas —de donde penden las
crisálidas— en el dormi torio del pequeño.
Cuatro, de las cortinas de la ventana; dos, de la
cadena de la lámpara de aceite que pende de
la bóveda del techo; una, del velo azul que cu-
bre la artesa.
Y las catorce restantes, de un cordón
que amarra de pared a pared y que cruza el
aposento.
Cuando ha terminado su tarea, le dice a
su mujer, quien lo mira como pidiendo una
explicación:
Esos capullos, que ahora se ven grises y or-
dinarios, están llenos de colores, de belleza, de
movimiento, de vida, y también de endebles;
por eso sus prodigios son tan efímeros.
Se queda callado un momento y luego
continúa:
Tristemente, hay partes de la vida que son de
poca duración, como las estaciones, y se queda
pensativo por algunos segundos.
Su esposa lo mira sin entender y sonríe re-
signada, pues ha aprendido que existen infini-
dad de cosas que ella debe ignorar.
A través de la ventana ojival, el señor mira
los campos: una nube de estorninos hace pirue-
tas en el cielo.
Pájaros de buen augurio.n
[ En Foco ]
29 28 29
El Arte dela MemoriaGabriela Damián Miravete
el griterío y el chirriar de dientes pronosticados
por el Día del Juicio con dragones de siete cabe-
zas coronados por las diademas de piedras pre-
ciosas. Al menos así se lo había imaginado Ofe-
lia desde el colegio de monjas.
¿Cuánto faltaba para morir? No recorda-
ba cuánto habían dicho (Ofelia, entre muchas
otras cosas más, tenía mala memoria).
45 minutos
Que esta desgracia sucediese se había plan-
teado como una posibilidad en verdad muy
remota, y la esperanza, la dulce esperanza de
despegar con inconmensurable fuerza para en-
contrarnos con los otros. Tener, por fin, la po-
sibilidad de alguna respuesta, tuvo al mundo
entero embriagado de dicha.
El mensaje había sido preciso y casi afectuo-
so. Vengan, hablemos de cómo hemos crecido
sin ayuda de nadie, y dejemos atrás la soledad.
No estamos solos en el universo.
Las indicaciones eran pulcras, precisas, obvias
hasta el enfado. ¿Cómo no imaginar este viaje
antes? tres cosmonautas dentro de una naran-
ja, arrojada a navegar por el mar del universo en
olas hechas de pura energía.
1 hora.
Ofelia despertó cuando la inmen-
sa nube de polvo se asentó en el sue-
lo, ligera y sedosa como si el tiempo
mismo hubiese llegado, por fin, a su
destino. El escudo de la plataforma había re-
sistido pese a todo, y el golpe en la cabeza no
era, por lo visto, demasiado severo. Soñaba con
agua, mucha agua, y con el sol que se filtraba en
la mediana espesura de un bosque que no había
visitado jamás.
Notó primero que todos estaban muertos. La
sala de control era un amasijo de placas de me-
tal, carne y sangre. Las señales mudas de radio y
televisión no daban cuenta del estado del mun-
do, si la gente contenía el aliento o se prepa-
raba con resignación para el final; si ya sonaba
Narrativa
N
29 29
Puede que salga mal, dijeron varios, que un
nimio fallo en las coordenadas cave un hoyo
profundísimo ahí, en el espacio, el aire, el
tiempo, y como una ola volvería en pequeñas
implosiones una y otra vez, una y otra vez has-
ta acabarlos.
Pero hasta ellos creían que el riesgo valdría la
pena. Se construyeron las plataformas, se urdió
la naranja con un tejido poderoso de materiales
y energía. Se formó el equipo, se eligieron a los
cosmonautas. Ofelia, la que más había puesto
el corazón en cada minúsculo detalle, no pasó
las pruebas. No podían prescindir de ella, sin
embargo. Era como si los otros de allá arriba
hablasen a través de ella.
Los demás cumplieron todos los protocolos,
la misión era impecable.
Y ahora esta versión de la vida estaba a punto
de terminar.
Hizo el esfuerzo. ¿Faltará como una hora para
la siguiente ola?
39 minutos
Qué desastre, Ofelia. No podía recordar nada,
ni siquiera en las circunstancias más urgentes. Por
eso nunca llegaste a ser cosmonauta, se dijo. ¿Es-
tarían vivos aún los chicos? Quizá el escudo de
la plataforma los contuvo a ellos también. Sería
maravilloso.
La imaginación de Ofelia obró de manera
prodigiosa. Supuso a los cosmonautas vivos, un
poco zarandeados, pero estables. Ella podría in-
tentar lanzarles durante la siguiente ola, y así
cumplirían con la cita. No tenían nada mas qué
perder, y si funcionaba...
Entonces no habría terminado todo. El mun-
do seguiría allá arriba, en alguna parte.
33 minutos
Corrió hasta la naranja, que parecía intacta.
Era todavía la perfecta esfera que los deslizaría
por las carreteras de la materia oscura. Imaginó
el paisaje, la redondez de los planetas que ve-
rían pasar a los cosmonautas, los colores de las
nebulosas, el latido ronco de los pulsares, el co-
lor de fondo del universo... ignoró los cadáveres
que atisbaba aquí y allá. Ignoró el dolor que le
produjo recordarlos vivos y entusiastas apenas
unas horas antes.
Manipuló las órdenes para abrir la naran-
ja, sus dedos sobre los cristales temblando. Le
faltaba el aliento. Culpó de ello a sus muslos
gruesos, a su torpeza habitual. Por eso nunca
llegaste a ser cosmonauta.
Ilu
stra
cio
ne
s: J
ael A
lvar
ado
.
[ Narrativa ]
30 31
recordaba bien, mira qué cosas tan inútiles
guarda una en la cabeza.
Era una fórmula maravillosa: ibas a un lugar,
por ejemplo, la fachada de una antigua iglesia,
y asignabas a cada elemento arquitectónico una
parte del recuerdo. Digamos que una quisie-
ra preservar en la memoria el último encuen-
tro con su madre. La hornacina podrían ser sus
ojos. Las columnas, su vestido. La puerta, sus-
palabras. Cada elemento guardará un trozo de la
idea, del momento. Y cuando hayamos deposi-
tado cada uno de ellos en ese lugar, y después
de un tiempo volvamos a él, la fachada orques-
tará el recuerdo para nosotros.
10 minutos.
¿Qué habitación, qué arquitectura habrá allá
arriba para guardar lo que fuimos? Pensándolo
bien, el espacio desconocido era el lugar ade-
cuado para el altar de la memoria humana. Tan
vanidosos, tan contradictorios. Tan efímeros.
6 minutos.
Quizá en realidad había pocas cosas qué pre-
servar. ¿Qué significado tendría para los otros
un almanaque de fechas y aburridos paisajes?
Y sin embargo, ¿significarían algo nuestras mi-
núsculas bellezas?
Aquello que la asamblea había aprobado
seguía siendo tan limitado e hipócrita como
cuando prohibieron las imágenes de personas
desnudas en el disco de oro del Voyager. Si ella
hubiera podido viajar, habría escogido cosas
más interesantes…
Les describiría los cuerpos desnudos, el goce
de descubrir el propio primero, y el ajeno des-
pués. El tacto de otra mano embonando con la
nuestra. La temperatura del vientre, siempre
cálido, atareado y ruidoso. El cuerpo de los ni-
ños, hecho de un solo trazo, corriendo hacia la
ducha. Los guardaría en una nebulosa rosada...
en la NGC 6357, la más linda de las difusas, una
guardería de estrellas niñas.
Pero no era por eso. La atmósfera estaba en-
venenada ya.
Al entrar en la naranja no llamó a ninguno,
no quiso confirmar que no le respondería nadie.
En el fondo, lo sabía. Sólo halló dentro bultos
inmóviles de pelo, tela y dientes. Qué muerte
horrible. No pudo evitar sentirse afortunada por
dejar el entrenamiento para ser una cosmonau-
ta, pero enseguida se arrepintió de haberlo pen-
sado, era un persona horrenda.
Después de todo, ella armó la expedición.
No era una cosmonauta (la memoria, los cálcu-
los fallidos, el peso corporal, la inestabilidad
emocional y ¡ah! tantas averías más), pero era
una comandante. Había diseñado las pregun-
tas, cómo habría de ser el primer intercambio.
Qué habríamos de decirles que somos a esos
hermanos desconocidos. Qué pretensión más
estúpida, pensó.
Afuera, a lo lejos, en el mirador del lanza-
miento, alcanzó a ver que las raídas banderas
de las naciones ondeaban aún en el aire. Las
gradas se adivinaban vacías, abandonadas con
espanto.
El sistema de alarma aulló. Vaya, algo tenía
que funcionar, después de todo. Anunciaba la
siguiente ola: 25 minutos.
¿Sufrirá mucho la gente? ¿Experimentarán
dolor, ahora mismo?
¿Y por qué ella seguía viva? Ella, la más tor-
pe, y mezquina, y nunca una cosmonauta.
¿Sufrirían más si impulsaba la naranja con la
segunda ola?
19 minutos.
Todos sus males habrían tenido remedio. Si
hubiera observado la dieta, si hubiera pues-
to atención en la verificación de los cálculos,
si hubiera sabido encontrar un método para no
distraerse, para recordar...
Había uno. El arte de la memoria. La mne-
motecnia de Simónides de Ceos, eso sí que lo
31
5 minutos.
El olor de los árboles. El rumor nocturno de
un bosque. La Sh2-277 en Orión podría ser un
buen lugar para las ramas, el frescor, el rocío. El
ulular de un búho y el rugido de un oso.
4 minutos.
El arcoiris dentro de un charco de aceite re-
gado en el concreto. El baile, el licor de man-
zana. El arcoiris fantasma que aparece para
una sola persona cuando está de pie frente a una
cascada, y que perderá si se mueve, y que na-
die más podrá ver, nunca. Nubes anaranjadas y
violetas. Los fantasmas y la tristeza de las casas
embrujadas. Necesitará un asteroide vacío para
guardarlos, un cascarón de cuerpo celeste.
3 minutos.
El traje de repuesto le queda ajustado, pero
oxigena bien y permite la movilidad. Y qué más
da, si probablemente después de la ola no que-
de del planeta, ni del traje, ni de ella, más que
cenizas. O ni eso.
Ha decidido que arriba los cosmonautas ten-
drán mejores honras fúnebres. Las enanas rojas
serán perennes flores sobre sus tumbas. Nunca
se marchitarán.
2 minutos.
Se ha asumido como una impostora. ¿Qué di-
rán los otros, si llega a encontrarlos, cuando la
vean llegar con tres cadáveres, un traje ajustado
y un paquete de semillas? Le habría encantado
llevar a bordo la lealtad del perro y la armonía
del gato. Pero para eso habrá nebulosas enteras.
Buscará la Ojo de Gato para preservar el ronro-
neo y llenará a Sirio con la memoria de los perros
que suelen ladrar al mar. El desierto. Los reptiles
y sus hermanos, los pájaros.
Es muy probable que la ola no la impulse.
Pero si algo hay que decir acerca de los huma-
nos, es que solíamos intentarlo hasta el último
momento.
Eso hacían los mejores de nosotros.
1 minuto.
Ah, la lluvia humedeciendo la tierra, los be-
sos de labios fríos, el olor de la carroña. La mú-
sica. El vuelo de las aves, el fuego. Una sala de
cine, el milagro de la luz. El terciopelo. Hom-
bres que alimentan a cucharadas a sus niñas.
Ofelia advierte la cercanía de la implosión,
deja caer a la naranja en el vacío que se aproxima.
Sus ojos alcanzan a mirar la ola, y dentro de
ella, su silueta de cosmonauta, apenas una som-
bra en el rostro misericordioso del tiempo. n
[ Narrativa ]
32
Yo, migranteMuchos se van. Se van cada hora, de cada día, de
cada semana, de cada mes. Quieren reunirse con
sus familias, huyen de la violencia o un desastre
natural. La ruta al norte es más cara y peligrosa
que nunca, pero se siguen yendo y huyendo.
Una posible reforma migratoria de los EEUU y
la masacre de 72 centroamericanos en San Fer-
nando en 2010, a veces son las únicas noticias
que tenemos sobre migrantes o la migración
dentro de nuestro territorio, pero lo migrantes
tienen rostro.
¿Quiénes son los migrantes?
Los poderosos retratos de Arturo Valentino Ra-
mírez Gómez nos ayudan a empezar a contestar
esta pregunta. Nos muestran los rostros de los
migrantes y nos hacen pensar en sus diversas
experiencias en el camino al norte.
Vienen de Honduras, El Salvador y Guatema-
la. Como Javier, un hondureño de 25 años con
destino a Atlanta. La gran mayoría son hombres
de entre 20 y 30 años. Llevan días, semanas, o
más de un mes viajando. Como Wilmar y Valde-
mar, unos parecen más grandes que sus años.
Unos -como Oscar, Manuel y Mardoqueo- se ven
muy serios, mientras que otros -como Andrés y
Jorge- sonríen. Helena, la única mujer de la serie
que viaja con dirección sin rumbo, tiene media
sonrisa. Sus flequillos esconden uno de sus ojos
y parte de su cara. Su humanidad saliendo al
mismo tiempo que intenta, tal vez subconscien-
temente, esconderse para que nadie la tome en
cuenta en su camino y llegue sin problemas.
Cada uno de ellos tiene una historia distinta,
basada en sus propias experiencias y circuns-
tancias. Pero todos son migrantes y, como las
fotos de Arturo Valentino nos recuerdan, todos
son humanos con vidas e historias que merecen
nuestra atención.
—Adam Goodman
Todas las fotografías de esta serie son parte del proyecto de fotografía digital Yo migrante, los que se van...
ArtesVisuales
A
Nombre: EliEdad: 37 añosOrigen: El SalvadorDirección: E.U.A.Tiempo viajando: 18 días
Nombre: ÓscarOrigen: HondurasEdad: 20 añosDirección: New JerseyTiempo viajando: 12 días
Nombre: AbelEdad: 21 añosOrigen: HondurasDirección: E.U.A.Tiempo viajando: 8 años
Nombre: MardoqueoEdad: 38 añosOrigen: El SalvadorDirección: San José, California Tiempo viajando: 3 semanas
Nombre: WilmarEdad: 25 añosOrigen: HondurasDirección: E.U.A.Tiempo viajando: 9 días
Nombre: RaúlEdad: 43 añosOrigen: HondurasDirección: E.U.A.Tiempo viajando: 18 días
Nombre: Óscar Edad: 53 añosOrigen: HondurasDirección: A todas partesTiempo viajando: Toda mi vida
Nombre: JoséEdad: 21 añosOrigen: HondurasDirección: ArizonaTiempo viajando: 24 días
Nombre: HelenaEdad: 29 añosOrigen: HondurasDirección: Sin rumboTiempo viajando: 29 días
Nombre: LuisEdad: 16 añosOrigen: HondurasDirección: E.U.A.Tiempo viajando: 18 días
49 49
Antinomias fatalesen la pinturaAprendiz de monstruo, de Carlos Cortés
Óscar Edgar López
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.
Tesis
T
49 49
I
Las historias del arte concuerdan en que la pin-
tura redescubrió el poder significativo de la for-
ma pura, del gesto como afirmación humana,
de la misma construcción imperceptible del
universo: así nació el arte abstracto, como la
afirmación radical de que el cientificismo exa-
cerbado arrojaría sobre el surco la semilla de la
muerte. Luego daría otro giro, y la pintura se
encontraba con la neofiguración. La forma que
se había sacudido o puesto en rígido amarillo,
que había preferido lo antiguo a lo novedoso,
retornaba al habitual traje de la figura, al límite
lumínico de los contornos.
Pero el retorno implicó una revisión pro-
funda de lo que el hombre venía considerando
como pintura. Para esto desarmó la máquina:
propuso nuevas formas de construir, le dio de
hierro una dura estructura o el albedrio pleno
del inconsciente que (niño o demente) provo-
có de cualquier manera la propulsión al infinito,
esto es, a la posibilidad, a la proteína de la cosa.
El siglo de las vanguardias artísticas terminó
con el desencanto abrazado al pecho; caminó
desde el misticismo colorista hasta la herrum-
bre de una lata de embutido, desde los vuelcos
espirituales de Paul Klee hasta la parodia ago-
biante de Chuck Noise. El camino es tortuo-
so, nada simple, no lineal; imposible para es-
tos párrafos reducir o hacer entrar las cimas y
los decibeles de tanto discurso. Despejemos la
bruma: la pintura en su aplicación, en su pro-
yección, ha retomado “la figura referencial” y
ha puesto a un lado los vericuetos de la abstrac-
ción, no en términos reduccionistas sino en tér-
minos –volvemos otra vez– de búsqueda y de
recuperación.
La irrefrenable transformación de los me-
dios y los contenidos en la pintura (como le
ha sucedido a casi todas las actividades huma-
nas) propició incluso que ésta se cuestiona-
ra su propia esencia, traspasara los límites del
lienzo y arrollara los tubos de óleo. En la cima
llegó a confundirse y fue un huevo estrellado
en la frente, un chorro de agua escupido por un
hombre-escultura. Algunos declararon que la
pintura de caballete había perecido y que había
sido puesta en sepulturas amplias y aclimatadas
llamadas “museos” (en las que ha sido copiada
sin descanso hasta nuestros días). La gloria de
Tiziano y el impío arrojo de su alumno Caravag-
gio, como todos los maestros de la pintura occi-
dental, puestos en el revés de cajitas de cerillos;
milagros del kitsch.
El pintor vidente, así como el poeta profeta,
dispersaron los secretos y mecanizaron su tra-
bajo. Hicieron un oficio de lo que era magia y
sensualidad de las cosas del alma, a la que (ya
entrados en decadencias) también arrojaron al
margen, puesto que su imprecisión es molesta:
la ciencia sólo puede hablar en cifras y resulta-
dos, el arte se aproxima pero la palabra es in-
aprensible. Nunca tendremos otra certeza que
no sea la de nuestro esfuerzo inútil consumado.
Cara de serio frente al payaso.
No obstante, una vez en el universo, la pin-
tura de caballete no podía simplemente apar-
tarse. Ello constituye su acto de soberanía, un
ritual diseñado como una iniciación; el hombre
frente al espejo al que dibuja una proyección de
sí mismo, el hombre fuera y dentro del mundo,
reestructurando, charlando con éste: ¿qué es?,
¿de qué es?
J
El texto es la realización del sentido por las par-
tículas que hacen posible los significados. Estas
partes son el cómo del discurso y se encuen-
tran en la articulación de los signos. Las obras
de arte son textos en tanto que pertenecen a un
discurso que da significación a las expresiones.
La pintura Aprendiz de monstruo de Carlos
Cortés será nuestro texto, considerando que
las relaciones entre unidades se expresan por
50 51
(que excediese incluso al ego) y la permisión de
acercarse al conocimiento y, de este modo, a la
eternidad.
Tomada como símbolo, la paloma se relacio-
na de inmediato con el Espíritu Santo de la Tri-
nidad católica, esto es, con los deseos de paz y
con el espíritu misericordioso del Padre. En esta
pintura encontramos un murciélago que, por el
contexto y el carácter del conjunto, parece in-
dicarnos que estamos frente a una alusión al
mal (precisamente apelando a todos los opues-
tos de lo que se menciona líneas atrás). Como si
el Cristo pelado simbolizara la intervención de
Satanás (su hermano malquerido), el hombre
enfermo (el niño en la parte central) enfrenta
la revelación del triángulo espiritual y aprende
a utilizarla.
A los pies del niño vemos que algunos libros
han sido leídos y expurgados; esto nos recuerda
a la representación iconográfica de María Mag-
dalena, la supuesta amante de Jesús. El niño es
el hijo de Jesucristo, nacido con la piel conta-
minada (con ese patético ocre oscuro que es tan
tenebroso como en Zurbarán o José de Rivera),
y que nos dice cínicamente: conozco la fragilidad
insoportable del hombre, me lo dicen las osamentas
a mis pies que ha roído la malvada rata que ahora
me aconseja; he visto los libros de mi madre.
En los flancos, dos monos son ejemplo de la
animalidad sagrada. Las bestias no ofendieron a
Dios, tampoco lo retaron estimulando la curio-
sidad; sin razonamiento y sin pecado, los ma-
cacos nos recuerdan los inicios terrenales como
especie. El de la izquierda (día del tremendum)
bosteza con hastió, con cansancio, mientras el
de la derecha (día de gloria divina) también está
aburrido, pero su mirada revisa y corrige los
movimientos del pequeño.
Analizando tales partes, comprendemos que
algunas funcionan en el texto como adjetivos y
otras como sustantivos. Según la relación con
los otros elementos, serían sujetos: el cuerpo,
el niño, los libros y la manta; serían adjetivos:
los elementos organizados en una superficie
convencional que obedece a la tradición pic-
tórica occidental figurativa. Fijaremos como
punto de partida (como horizonte) la teoría del
triángulo espiritual de Wassily Kandisky, teoría
que además nos ayudará a entender por qué de
esta obra, al contemplarla, nos resulta un im-
pacto oscuro y tenebroso.
Nuestro texto puede ser dividido en las tres
unidades tradicionales con las que el Occidente
entiende la estructuración del cosmos: un arri-
ba (Dios), un centro (el hombre), un abajo (la
muerte), el costado izquierdo (la maldad) y el
derecho (la bondad). Lo que resulta de la topo-
logía del cuadro es un triángulo apuntado hacía
al cielo, partido a la mitad por la figura de los
pies pelados; en el centro, el murciélago atra-
pado en pleno vuelo da un chillido alargado,
agudo.
A través del análisis de un texto plástico es
posible establecer una topografía que nos auxi-
lie en el momento de establecer categorías es-
paciales, para después encontrar los signos que
producen una interrelación (elementos que, a
su vez, pueden aislarse y definir así el sentido
general de la obra).
Partamos de los tres puntos psico-espaciales
que hemos señalado. En el arriba encontramos
unos pies descarnados que una manta extendida
deja descubiertos. Es la piel el único y el primer
resguardo del hombre, incluso lo que comple-
ta su materia, lo que lo hace sentir (ser) la físi-
ca del mundo; es su receptor más sensible y la
que puede decirle cuando la muerte y la enfer-
medad están cerca, cuando ha concluido la efí-
mera estancia. Cristo es la religión del cuerpo
despellejado; él es dolor y el dogma a practicar
para arremeter contra las necesidades terrena-
les, los vicios irredentos del cuerpo. La breve
estadía en el terreno del hombre: la carne es un
requisito incuestionable para aspirar a la gracia
de Dios, a quien el hombre le hizo establecer,
por capricho, que la muerte fuese indetenible
51
la muerte, la monstruosidad, el hastío y la
maldad.
El conjunto de elementos nos presen-
ta un texto en el que predomina la significa-
ción orientada a una condición fatal exclusiva
del hombre; de ésta que no podrá sacarse ni ser
marginado, pues el sentido último que generan
estas figuras es la condición siempre exasperan-
te y ambigua del ser humano: la muerte de la
materia (el cuál y el dónde de lo que no es car-
ne, que no es materia).
El cuadro semiótico propuesto por Greimas
del que nos hemos valido para el presente aná-
lisis puede ser presentado de la siguiente forma:
AngustiA cuerpo
no cuerpo no AngustiA
T
Kandisky propone que la vida espiritual es un
triángulo cuyo lado más corto aumenta o de-
crece. La espiritualidad realiza similares accio-
nes: en la punta se encuentran los artistas, de
ellos depende la tendencia benéfica o no de los
movimientos del triángulo. El artista produce
objetos diseñados específicamente para atentar
contra el ánimo humano. Mediante los colores,
el pintor no sólo traduce las emociones, puede
además y ante todo manipularlas.
El color tiene la capacidad de producir efec-
tos anímicos a través del contacto físico, de tal
manera que encontramos colores en los soni-
dos y en las palabras. El rojo, por ejemplo, dice
Kandisky, es de una gama extensa tal que en
un tono medio expresa virilidad y en uno os-
curo sangre, muerte o pasión. Así, cada color
viene a introducirse en el alma del espectador
a través de una experiencia física que es con-
ducida a un estado metafísico de la forma que
lo contiene.
Kandisky escribe que la pintura es una
adecuación espacial de los efectos anímicos
traducidos en colores; de tal suerte, mediante
antinomias el pintor puede configurar un cuer-
po espiritual del que resulte una intención y un
sentido.
Aprendiz de monstruo es una obra compuesta
por una gama de colores fríos que, de acuerdo
con el pintor ruso, produce movimientos con-
céntricos, de meditación y de introspección.
No es casualidad, por ello, la abundancia de
esta paleta en la mayoría de los pintores del Te-
nebrismo: la oscuridad del cuadro penetra por
nuestros ojos. El ánimo y las emociones pare-
cen concluirse en direcciones terribles, espa-
cios en los que se guardan las muecas molestas
de Dios.
Con la oposición de colores y formas —por
ejemplo el bermellón del personaje central, con
el negro profundo en el fondo—, se produce
un nuevo sentido que buscará sacudir alguna de
nuestras emociones, para dolor y angustia
de nosotros (pues nos enfrentamos a una obra de
intenciones macabras).
La composición de Aprendiz de monstruo de-
muestra la posibilidad vigente del arte supremo
de pintar con un estilo tan depurado. Los ele-
mentos que conforman el sentido de esta obra
se manifiestan apenas echando un vistazo rápi-
do sobre ella, mas cuando nos detenemos para
observar lo que pasa, descubrimos que (en lo
que solemos llamar “nuestro estado de ánimo”)
se ha producido una alteración, como si el pen-
samiento y las emociones percibieran la oscura
fatalidad que muestra esta pintura. n
obras consultadas
Cioran, Emil, La caída en el tiempo, Tusquets, Espa-ña, 1998.Kandisky, Wassily, De lo espiritual en el arte, Colo-fón, México, 2000.Pérez Martínez, Herón, En pos del signo, El colegio de Michoacán, Zamora, 1995.
[ Tesis ]
Poesía
P
52
DEMASIADOS COMERCIALES DE PRESERVATIVOS
La gente horrible no se ama.
El amor sólo puede habitar entre cuerpos macizos
y dientes sin caries
nunca lo hará entre oscuros bichos mórbidos
con cabello reseco
ni en lisiados. Todos saben que se alimenta de estilo
y de abdómenes bellos.
En los ancianos no.
En los enfermos no.
Las personas de baja estatura no aman nunca.
El amor es exclusivo de individuos con ritmo y ojos claros.
Para la gente horrible existe el odio.
Luis Eduardo García
53
Ambulante Gira de Documentales es un festi-
val no competitivo que funge como una amplia
plataforma, principal pero no exclusivamente,
de exhibición de cine documental que busca
establecer diálogos con el espectador, y acercar
de manera directa el trabajo de los realizadores
con el público asistente durante la gira. Las fun-
ciones se acompañan de sesiones de preguntas
y respuestas con los directores e invitados del
festival.
Ambulante se lleva a cabo con la colabora-
ción de CANANA, el Festival Internacional de
Cine de Morelia y Cinépolis. La mayor parte de
las funciones son de acceso gratuito. Además,
en busca de ofrecer un espectro integral alrede-
dor del concepto cinematográfico documental,
el festival ofrece actividades complementarias
que giran en torno al mismo: talleres, encuen-
tros con realizadores, conferencias, seminarios,
páneles de la industria, proyecciones especiales
y al aire libre, funciones en escuelas y universi-
dades, entre otras.
La edición 2013 de Ambulante tiene como
tema “la liberación” —como acción transfor-
madora—. Para este año se eligió la noción de
tiempo, repensado en y desde el cine documen-
tal, percibido en sus múltiples modalidades,
expresiones y significados: el “tiempo” que es
por naturaleza ambulante. Es una metáfora que
hace ver al cine documental como un cronos-
copio por el que se observa su paso.
Ambulante tuvo lugar en Zacatecas entre el
13 y el 20 de febrero. Con exhibiciones al aire
libre y en lugares cerrados, todas de acceso
gratuito en Zacatecas (uno de los pocos estados
que gozan de este beneficio). La Cineteca Zaca-
tecas se encargó de programar las funciones de
anfitrión de Ambulante, al mismo tiempo que
celebró cinco años de proyección y difusión
cinematográfica.
Las sedes anunciadas fueron el Teatro Calde-
rón, la Plazuela Miguel Auza, las instalaciones
de la Cineteca, y los municipios de Guadalupe
y Fresnillo.
Con 26 documentales y 32 funciones, los
filmes que se exhibieron en Zacatecas giraron
alrededor de diversas temáticas ambientales,
sociales, culturales, infantiles y musicales, bajo
la dirección de José Cohen y Alejandra Licea,
Pablo Tames, Lucy Walker y Natalia Almada,
entre otros.
Más información en ambulante.com.mx n
—Áurea Redacción
Ambulante Gira de Documentales en ZacatecasLa novena edición de Ambulante Gira de Documentales, del 30 de enero al 4 de mayo, reune 106 títulos de 34 países, agrupados en 12 secciones, y recorrerá 30 municipios y ciudades, entre ellos, Zacatecas.
Dos películas que se vieron en el festival. Izquierda: H2OMX, de José Cohen en colabo-ración con Lorenzo Hagerman, México, 2013. Derecha: The Crash Reel, de Lucy Walker, Estados Unidos, 2013.
Breves
B
54 55
Las mujeres matan mejor
Omar Nieto
Ed. Joaquín Mortiz
México, 2013
Me confieso: estaba segura de que
para disfrutar una novela negra era
indispensable poseer, además de
un amplio conocimiento sobre el
género, una sensibilidad espe-
cial capaz de soportar un discur-
so cuyo eje central es la violencia.
El reto me parecía mayor al hablar
de una obra mexicana contempo-
ránea porque para nadie es un se-
creto el clima de inseguridad que
padece nuestra sociedad -nues-
tro país- día tras día, ¿cómo se las
arregla entonces un escritor para
crear un artefacto estético a par-
tir de ciertos elementos tan dolo-
rosos y tan nuevos?
Lo primero que llama la aten-
ción en Las mujeres matan mejor,
escrita por Omar Nieto (Puebla,
1975), es el diálogo que sostiene
con la realidad inmediata. Si bien
es cierto que la literatura donde se
subliman tiempos y espacios tie-
ne mayor prestigio, el autor elige
acentuar la geografía nacional y
usar los conocimientos que tiene
como periodista alrededor del fe-
nómeno de la delincuencia organi-
zada para prever, con personajes
ficticios pero posibles, un movi-
miento político en el que se invo-
lucran indiscriminadamente todas
las esferas que componen el ám-
bito de lo social: pueblo, narcotra-
ficantes y gobierno.
Jesús Olalde, candidato a la go-
bernatura de Quintana Roo, pier-
de las elecciones y convoca a una
marcha. Al saberse amenazado por
la oposición ganadora, contrata los
servicios de Celeste Ramírez, una
expolicía de origen zacatecano en-
trenada para matar a distancia, y
del periodista Jorge Sánchez Za-
mudio, quienes parecen estar de
su lado pero resultan ser infiltra-
dos, gente de avanzada que planea
un asesinato. Lo que Olalde cree
que sería un acto de reivindica-
ción para él y sus seguidores, se
convierte en una odisea hacia su
propia muerte. El problema con-
siste en saber si rendirse o no a la
inminencia de un poder invisible,
a una red de corrupción que nace
en los lugares más insospechados
y se extiende como un escudo de
hierro para defenderse de la sobe-
ranía social.
Fiel a la tendencia de las novelas
policíacas más recientes, esta obra
(finalista del premio Letras Nuevas,
Planeta/Sanborns, 2013), plantea al
lector un territorio centralista solo
en apariencia. Las decisiones se
toman desde la periferia; el desti-
no se escribe al interior de la selva
y en carreteras alejadas, a partir de
la vida y la muerte de mexicanos
fieles a causas que desconocen
en esencia, víctimas no de reali-
dades inmediatas, sino de menti-
ras eternas. Y aunque algunas de
las novelas negras mexicanas más
memorables tienden a incluir ele-
mentos fantásticos para mantener
el interés del lector como Asesina-
to en una lavandería china de Juan
José Rodríguez (1996), Omar Nieto
apuesta por narraciones realistas
en las que la resolución del mis-
terio no es tan importante como
la exploración de la condición hu-
mana en situaciones límite, de tal
suerte que con Las mujeres matan
mejor se consigue una luminosa
radiografía de nuestro orden so-
cial, casi siempre demasiado con-
fuso incluso para vivirlo.
Habitada por escenas al mismo
tiempo simples y escalofriantes,
como aquella en la que el perio-
dista, siendo niño, determina para
siempre su destino al apropiarse
de una moneda de oro desdeñada
por la honestidad de su padre, esta
novela nos traslada a la concreción
de un mundo simbólico lleno de
oscuros presagios: el lector mira el
rostro de lo que bien pudiera ser
un futuro inmediato y no puede
evitar angustiarse a veces, ante
los posibles efectos sufridos en
su entorno. La ficción se confun-
de con la realidad, la reconstruye
y complementa. Hombres y muje-
res traicionan y matan en nombre
del poder, pero las mujeres lo ha-
cen mejor porque sus reacciones
son irrevocables. La verdad siem-
pre tiene dos caras y en este caso
uno de sus flancos —difícil decidir
si es blanco o negro— tiene al me-
nos dos pares de manos delicadas,
capaces de transformar, ellas so-
las, el destino de las masas. n
—Ana Corvera
novela
Reseñas
R
55
narrativa
Seres desconocidos
Mariano García
Ed. Adriana Hidalgo.
Argentina, 2013.
Segunda novela del escritor argen-
tino Mariano García, Seres desco-
nocidos, nos cuenta la historia de
un argentino emigrado a Madrid,
en donde después de un extraño
y confuso incidente con una de sus
alumnas tiene que renunciar a su
puesto como profesor del pres-
tigioso instituto en donde daba
clases. Este incidente termina por
alterar una vida que parece irse
al traste, después de que su pa-
reja, una galerista mormona, de-
cida terminar su relación con él, y
el portero del antiguo edificio en
donde vivía cuando emigró, empie-
ce a chantajearlo, amenazándolo
con contar sobre su pasado.
Novela de tintes góticos y para-
noicos en donde la personalidad
del protagonista se va disgregan-
do, hasta hacerle perder contacto
con la realidad, está novela de Ma-
riano García se inscribe más dentro
de una tradición de horror psico-
lógico, en donde todas las situa-
ciones extrañas, absurdas, a veces
aterradoras, en las que cae el per-
sonaje, son vistas justo a través
de su mirada, una mirada extra-
viada, convulsa, paranoica, que
termina confundiendo realidad
con imaginación, y con delirios de
persecución.
Novela muy bien lograda, que
termina integrando al lector, a pe-
sar de lo extraño y oscuro de la
trama. n
—Javier Moro
Drama
Pretty dead
Con Carly Oates, Ryan Shogren.
Dir. Benjamin Wilkins.
EUA, 2012.
El síndrome de Cotard consiste
en creer que se está muerto. To-
das tus funciones vitales se han
detenido y tu carne comienza a
pudrirse. Pacientes con este des-
orden reportan zonas cerebrales
con poca o nula respuesta, casi
como si estuvieran en estado ve-
getativo. A Regina Stevens (Carly
Oates) le sugieren el diagnóstico
cuando es encerrada en una insti-
tución de salud mental porque ha
sido declarada no apta para ser
enjuiciada después de que ase-
sinó brutalmente a dos hombres.
Ella afirma estar muerta y que pa-
dece la invasión de un hongo que
afecta a los insectos. En su esta-
do, dice que necesita comer carne
humana para controlar al hongo
que de otra manera emergerá en
forma de esporas y contagiará a la
población.
Pretty dead se presenta como
una “precuela” de cualquier pe-
lícula de zombies. Rodada bajo
el formato de falso documental
(Mockumentary) y de bajo presu-
puesto, apuesta su suerte a la ex-
posición de una tesis factible de
cómo podríamos encontrarnos
ante un apocalipsis zombie: por-
que la naturaleza necesita con-
trolar al ser humano. n
ComeDia DramátiCa
La vida de Adèle
Con Léa Seydoux,
Adèle Exarchopoulos
y Salim Kechiouche.
Dir. Abdellatif Kechiche.
Francia, 2013.
Basada en la novela gráfica
Le bleu est une couleur chaude,
de Julie Maroh.
La joven Adèle es una estudian-
te de 15 años que quiere salir con
chicos de su edad hasta que co-
noce a Emma, una universitaria de
pelo azul, en un bar. Cuando se
enamora de ella, cree que su vida
quedará resuelta. Junto a Emma
recorre un camino que la llevará a
crecer confusamente.
El tema central que maneja la
trama aborda el descubrimien-
to de la identidad sexual de una
adolescente.
Dos detalles anecdóticos encua-
dran la película en el espacio-tiem-
po: uno es el guiño casi tímido que
el director hace a las protestas es-
tudiantiles en Francia; y el otro, la
presencia de un fragmento de una
bachata llamada “Mi corazoncito”
con su respectiva coreografía. Am-
bos momentos, marcan dos etapas
distintas en la vida de Adele.
El Festival Internacional de la
Historieta de Angulema en su edi-
ción de 2011, premió a la histories-
tista francesa Julie Maroh por su
novela gráfica Le bleu est une cou-
leur chaude. El director tunesino
Abdellatif Kechiche la adaptó para
el cine en 2013 bajo el título de La
vie d’Adèle, la cual fue premiada
con la Palma de Oro en el Festival
de Cannes del mismo año. n
—Mar Hernández
[ Reseñas ]
56
EL PASILLO AC. ArtE, CuLturA, CIEnCIA. Organización cultural sin fines de lucro, la cual tiene como cometido construir un espacio de trabajo a propósito de los temas culturales, sociales y científicos que tienen una mayor incidencia en los procesos de reflexión para la vida diaria.
EL BAtISCAfO. Es un taller de arte que surge a partir de la necesidad de un grupo de artistas visuales por producir obra, crear arte, y coincidir en tiempo y forma para el mutuo enriquecimiento de la práctica artística de cada uno de sus integrantes. Es un colectivo de 6 artis-tas jóvenes, de diferente formación pro-fesional y diferente propuesta visual, lo cual hace que el proyecto sea muy rico y variado en aporte de visiones y trabajos. Actualmente tiene tres exposiciones co-lectivas propias del taller.
JAImE urIEL IBArrA. Completamente in-fluenciado por el tatuaje y la gráfica que manejan las firmas de skate en el fin de los ochentas y el inicio de los noventas, busca un lenguaje propio a través del conocimiento del street art. Influencia-do por los movimientos del muralismo mexicano, el expresionismo abstracto, el arte pop, inicia una formación en la gráfica y buscando conocer más acerca de la historia del arte y las aportacio-nes de cada una de sus épocas, sin ol-vidar las raíces callejeras dentro de su propuesta.
CéSAr rAmOS. Asistió al taller de pintura y grabado “Julio Ruelas” con el maes-tro Alejandro Nava, la más relevante de sus exposiciones en este taller es La en-cáustica, en la Ciudadela del arte. Fue seleccionado en el concurso estatal de grabado Periodismo. A lo largo del año 2013 entra en contacto con el maestro Miguel Ángel Ortiz quien ayuda a forma-lizar su propuesta pictórica, influencia-da principalmente por el expresionismo abstracto estadounidense de los años 40, el impresionismo de mediados de siglo xix, así como el arte pop de Andy Warhol y Roy Lichtenstein.
CéSAr nAvArrEtE. Funge como diseña-dor en la sociedad con gustos por el ámbito editorial y la ilustración y con aspiraciones artísticas. Influenciado por diversos artistas de la crítica social con-temporánea, ilustradores y diseñadores, ha encontrado un estilo propio donde se mezcla lo cotidiano con la tecnología, papel, acuarelas y tintas, principalmen-te. Actualmente trabaja como diseñador editorial en el periódico Imagen, y es in-tegrante del Taller El Batiscafo, donde se desenvuelve artísticamente.
mIguEL ÁngEL QuEmAín. Originario del Distrito Federal, ha incursionado en el psicoanálisis, el ensayo, la crítica litera-ria, la investigación y la docencia, aun-que sus mayores logros los ha obtenido como periodista cultural, colaborando en La Jornada, Tierra Adentro, Nexos, Le Monde Diplomatique, Este país, Blanco Móvil y Milenio, entre otros medios.
ALBErtO PArEdES. Es un poeta y ensa-yista originario de Pachuca. Investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Universidad de Sao Pau-lo, colabora en el Centro de Estudios Flaubert de la Universidad de Rouen. La última entrega de su obra poética —agrupada bajo el título general de De-relictos— se titula Cantapalabra y fue publicada en 2003.
JOSé mAríA ESPInASA. Ensayista, poeta y profesor, nacido en la ciudad de México. Dirigió la revista Nitrato de Plata, funda-dor de la editorial Ediciones sin nombre y coordinador editorial de El Colegio de México. Entre sus libros de ensayo des-taca Temor de Borges (2003). Sus úl-timos libros de poemas son Sobre un muro de aire (2006) y Al sesgo de su vuelo (2009).
ArturO vALEntInO. Colaborador de Amnistía Internacional. En marzo 2012, presenta de forma individual su traba-jo documental sobre la Procesión del Silencio, celebración tradicional de los Días Santos en Zacatecas, en la Casa de México, en París. En mayo 2012, regresa a Europa (Berna, Suiza) con una nueva exhibición individual sobre el contexto geo-cultural de los indígenas tarahuma-ras en Chihuahua. Actualmente, traba-ja en un proyecto documental sobre el tema de la migración en México.
dOLOrES CAStrO. Fundadora de Radio unam y colaboradora en la dirección de Difusión Cultural de la Universidad. También formó parte del grupo Ocho Poetas Mexicanos. Se les llamó así por la antología que reunió su obra, publi-cada por Alfonso Méndez Plancarte. Su primer libro publicado fue El corazón transfigurado (1949), Entre su obra más reciente destaca Dolores Castro, Antho-logie Poetique (2003); ¿Qué es lo vivi-do? Obra poética Dolores Castro (2003), Íntimos huéspedes (2004).
gOnzALO LIzArdO. Narrador y ensayista fresnillense. Ha incursionado en las ar-tes plásticas, el rock, la investigación y la docencia literaria. Es autor de dos li-bros de cuento, uno de novelas cortas y tres novelas, entre las que destaca In-vocación de Eloísa (2011). Apoyado por el Sistema Nacional de Creadores, desa-rrolla actualmente un proyecto de ensa-yo sobre hermetismo y novela moderna.
gABrIELA dAmIÁn mIrAvEtE. Escritora desde la patria de la infancia. Editora, guionista, locutora y librera radiofónica del Sensacional de libros de Ecléctico, por Código DF. Ganadora del Premio FI-LIJ al mejor cuento para niños, ex be-caria del programa Jóvenes Creadores. Ha publicado La Tradición de Judas (2007) y en las antologías de cuento Así se acaba el mundo (2012), Los Viajeros: 25 años de Ciencia Ficción mexicana (2010), Three Messages and a Warning (2012, finalista del World Fantasy Award) y Bella y Brutal Urbe (2013).
JAEL ALvArAdO. Estudió filosofía en la Universidad Autónoma de Zacate-cas, es artista plástica e ilustradora, además se dedica a la producción ra-diofónica. Es miembro del taller de artes plásticas “La Segunda Escalera”.
ÓSCAr édgAr LÓPEz. Licenciado en Le-tras por la Universidad Autónoma de Zacatecas, ha publicado libros de poe-sía y cuento. Cursa la maestría en filoso-fía e historia de las ideas. La providencia y algunos editores han tenido la buena gracia de hacerle publico el oficio: Seis palabras para un mundo deshabita-do (2000), Ella ama lo puerco que soy (2005), Solo y sin bolsillos para meter las manos antes de llorar (2006), Como un lagarto lazado en la sabana (2013).
CArLOS COrtéS. Egresado de la Escuela de Artes Plásticas del Instituto Cultural Cabañas y de Apreciación Cinematográ-fica y Guión Cinematográfico en el Cen-tro de Arte Audiovisual, se dedica a la pintura desde hace más de una década. Ha ganado importantes premios como xi Premio Nacional de Pintura José Ata-nasio Monroy 2009, 1er Bienal Nacional Eulalio Ferrer 2012. Participó en más de ochenta exposiciones colectivas y seis individuales entre las que destaca Ca-mera Oscura de Jadite Galleries, en 2009.
AnA COrvErA. Zacatecas, 1984. Es Maes-tra en Estudios de Literatura Mexica-na por la Universidad de Guadalajara y Licenciada en Letras por la Universi-dad Autónoma de Zacatecas. Obtuvo el Premio Estatal de Ensayo “Mauricio Magdaleno” (2006) y fue Becaria del FECAZ (2007). Autora del Nocturno co-razón de los insectos (Ediciones de Me-dianoche, 2011).
AdAm gOOdmAn. México, DF. Historiador y escritor, además es candidato a Doctor en Historia por la University of Pennsylvania, y periodista freelance. Sus artículos sobre la política mexicana y estadounidense, la migración y la deportación han salido en Al Jazeera America, Los Angeles Review of Books, Boston Review, Dissent, Jacobin, Salon, y Homozapping, entre otras publicaciones. Actualmente radica en el DF.
JAvIEr mOrO HErnÁndEz. Poeta, perio-dista y promotor cultural. Es autor del libro de poesía Mareas (Casa editorial Abismos, 2013). Su trabajo ha sido pu-blicado en revistas como Tierra Adentro, El Perro azul, Dónde ir, Palabras Maldi-tas, El humo, Cinosargo (Chile); y en pe-riódicos como El presente (Querétaro), El Financiero, La Jornada (Aguascalien-tes), El imparcial (Oaxaca). Coordina el “Recital de Poesía Joven Chilango-Anda-luz”, Sevilla-Ciudad de México; y el “Ga-binete Salvaje”, noches de poesía, artes y cabaret. Actualmente elabora reseñas de los libros que publica Almadía, Sexto Piso, entre otras editoriales.
[ Colaboradores ]
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SeverinoSalazar el novelista olvidado
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Portafolio“Yo MiGrAnte, los Que se vAn”, Arturo vAlentino rAMírez GÓMez
#003 enero-marzo de 2014
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Áurearevista de arte+literatura
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