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1 BLOQUE 4. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII. El s. XVIII se inicia en España con una nueva dinastía, los Borbones y una Guerra de Sucesión que termina con los Tratados de Utrecht en los que España pierde todas sus posesiones europeas. La nueva dinastía impone el modelo francés de monarquía absoluta y emprende un amplio programa de reformas dirigidas a establecer un poder centralizado. Influidos por el pensamiento ilustrado, intentan modernizar España y sacarla de su atraso económico y social con un programa de reformas impuestas desde la monarquía, es lo que se conoce como despotismo ilustrado, cuyo principal representante fue Carlos III. Cambio dinástico y Guerra de Sucesión. La paz de Utrecht y el nuevo equilibrio europeo. La muerte sin descendencia de Carlos II (1700) originó un grave conflicto internacional en torno a las dos candidaturas al trono: el archiduque Carlos, de la rama austríaca de los Habsburgo y el Borbón Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y designado por Carlos II como su heredero que fue proclamado rey bajo el título de Felipe V. Este nombramiento ponía en peligro el equilibrio entre las potencias europeas que, temerosas de la unión en una misma corona de España y Francia, se organizan en la Alianza de la Haya, en la que Inglaterra, Portugal y Holanda apoyan al archiduque Carlos de Austria en sus pretensiones al trono de España. Empieza así una Guerra de Sucesión (1701-1714) con dos dimensiones: una internacional, entre las potencias europeas, y otra nacional o civil, dentro de España. En España tiene lugar una guerra civil: los reinos de la Corona de Aragón apoyaron mayoritariamente al candidato austriaco que representaba la continuidad con el modelo de monarquía descentralizada de los Austrias, mientras que Castilla, Navarra y Vascongadas apoyaron a Felipe de Anjou. El archiduque Carlos de Austria llegó a España por Barcelona y al principio fue avanzando hacia Castilla, pero Felipe V, con el apoyo de un ejército francés, se hizo con los reinos de Valencia y Aragón después de la batalla de Almansa. La guerra continuó hasta 1714 debido a la dura resistencia de Cataluña. Un conflicto internacional: que enfrenta a la Alianza de la Haya contra España y Francia. En principio la guerra es favorable al bando antiborbónico, pero la elección, en 1711, del archiduque Carlos como emperador tras la muerte de su hermano, cambia el panorama porque ahora el peligro para el equilibrio europeo lo constituía un Habsburgo en el trono de ambos reinos. Este hecho precipitó el fin de la guerra ante la presión de Inglaterra para firmar la paz. Y así, desde 1713 se empezó a negociar la renuncia del archiduque Carlos de Austria a la corona de España. La Paz de Utrecht (1713) son un conjunto de tratados bilaterales entre los contendientes que ponen fin a la de Guerra de Sucesión. Felipe V es reconocido como rey de España pero tuvo que renunciar a sus derechos al trono de Francia. Se instaura la dinastía francesa de los Borbones en España. España perdió todos sus territorios europeos. o Austria recibió Flandes y todas las posesiones italianas (Milanesado, Nápoles y Cerdeña). o Saboya recibió la isla de Sicilia (que cedió a Austria a cambio de Cerdeña). o Inglaterra obtuvo Gibraltar y Menorca (enclaves importantes para el control del mar) y algunos derechos que rompían el monopolio comercial español en América española: el asiento de negros, monopolio del comercio de esclavos negros en la

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BLOQUE 4. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII.

El s. XVIII se inicia en España con una nueva dinastía, los Borbones y una Guerra de

Sucesión que termina con los Tratados de Utrecht en los que España pierde todas sus posesiones europeas. La nueva dinastía impone el modelo francés de monarquía absoluta y emprende un amplio programa de reformas dirigidas a establecer un poder centralizado. Influidos por el pensamiento ilustrado, intentan modernizar España y sacarla de su atraso económico y social con un programa de reformas impuestas desde la monarquía, es lo que se conoce como despotismo ilustrado, cuyo principal representante fue Carlos III.

Cambio dinástico y Guerra de Sucesión. La paz de Utrecht y el nuevo equilibrio europeo.

La muerte sin descendencia de Carlos II (1700) originó un grave conflicto internacional en torno a las dos candidaturas al trono: el archiduque Carlos, de la rama austríaca de los Habsburgo y el Borbón Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y designado por Carlos II como su heredero que fue proclamado rey bajo el título de Felipe V. Este nombramiento ponía en peligro el equilibrio entre las potencias europeas que, temerosas de la unión en una misma corona de España y Francia, se organizan en la Alianza de la Haya, en la que Inglaterra, Portugal y Holanda apoyan al archiduque Carlos de Austria en sus pretensiones al trono de España.

Empieza así una Guerra de Sucesión (1701-1714) con dos dimensiones: una internacional, entre las potencias europeas, y otra nacional o civil, dentro de España. En España tiene lugar una guerra civil: los reinos de la Corona de Aragón apoyaron

mayoritariamente al candidato austriaco que representaba la continuidad con el modelo de monarquía descentralizada de los Austrias, mientras que Castilla, Navarra y Vascongadas apoyaron a Felipe de Anjou. El archiduque Carlos de Austria llegó a España por Barcelona y al principio fue avanzando hacia Castilla, pero Felipe V, con el apoyo de un ejército francés, se hizo con los reinos de Valencia y Aragón después de la batalla de Almansa. La guerra continuó hasta 1714 debido a la dura resistencia de Cataluña.

Un conflicto internacional: que enfrenta a la Alianza de la Haya contra España y Francia. En principio la guerra es favorable al bando antiborbónico, pero la elección, en 1711, del archiduque Carlos como emperador tras la muerte de su hermano, cambia el panorama porque ahora el peligro para el equilibrio europeo lo constituía un Habsburgo en el trono de ambos reinos. Este hecho precipitó el fin de la guerra ante la presión de Inglaterra para firmar la paz. Y así, desde 1713 se empezó a negociar la renuncia del archiduque Carlos de Austria a la corona de España.

La Paz de Utrecht (1713) son un conjunto de tratados bilaterales entre los contendientes que ponen fin a la de Guerra de Sucesión. Felipe V es reconocido como rey de España pero tuvo que renunciar a sus derechos al

trono de Francia. Se instaura la dinastía francesa de los Borbones en España. España perdió todos sus territorios europeos.

o Austria recibió Flandes y todas las posesiones italianas (Milanesado, Nápoles y Cerdeña).

o Saboya recibió la isla de Sicilia (que cedió a Austria a cambio de Cerdeña). o Inglaterra obtuvo Gibraltar y Menorca (enclaves importantes para el control del

mar) y algunos derechos que rompían el monopolio comercial español en América española: el asiento de negros, monopolio del comercio de esclavos negros en la

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América española y el navío de permiso, autorización para enviar anualmente una nave comercial a América.

Francia pierde su hegemonía en Europa e Inglaterra aparece como la gran vencedora del conflicto, iniciando un imparable ascenso como nueva potencia mundial. En Europa se establece un equilibrio de poder entre las diferentes potencias con el objetivo de evitar el dominio de una sobre las demás, es el “Sistema de Utrecht” que estará vigente hasta las guerras napoleónicas.

Las reformas institucionales: el nuevo modelo de Estado.

Con la llegada al trono español de la dinastía de los Borbones se ponen en marcha una serie de reformas dirigidas a imponer el modelo de gobierno y administración francés basado en el absolutismo y la centralización, poniendo fin a la tradicional monarquía descentralizada de los Austrias. 1. Reformas políticas:

Se implantó el absolutismo monárquico, imitando el modelo francés de Luis XIV. El rey, único poder de origen divino, concentraba los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. El poder real se identificaba con el poder del Estado. La uniformidad jurídica y política suponía terminar con la existencia de diferentes reinos, leyes e instituciones. Felipe V, tras la guerra de Sucesión, promulgó los Decretos de Nueva Planta, para Valencia, Aragón, Mallorca y Cataluña, aboliendo los fueros, Cortes, leyes e instituciones propias e implantando las leyes de Castilla para toda España, por su apoyo al candidato austríaco en la guerra de Sucesión. Se suprimen fronteras y privilegios fiscales, se implanta un nuevo impuesto y el castellano se impone como lengua oficial. Las leyes serán las mismas para todos los reinos, se aplica el principio de centralismo (España será gobernada desde Madrid) y se crea un Estado unitario. Solo Navarra y las Vascongadas conservan su régimen foral por su fidelidad a Felipe V.

Se abolieron las Cortes de los diferentes reinos de la Corona de Aragón integrándolas en las de Castilla y estableciendo unas únicas Cortes para toda la monarquía, que solo se reúnen a petición del monarca y se implanta la Ley Sálica que impide reinar a las mujeres. 2. Reformas administrativas:

Tienen como objetivo conseguir una gestión más eficaz de los asuntos de gobierno. Los Consejos, a excepción del de Castilla que se convirtió en el máximo órgano consultivo, desaparecieron y fueron sustituidos por las Secretarías de Estado que eran el órgano fundamental de gobierno, encargado de poner en práctica las decisiones tomadas por el rey. Su número y competencias variaron con el tiempo. Al frente de ellas se situaban los Secretarios de Estado (hombres de confianza del rey con quienes trataba los asuntos más importantes de gobierno y tomaba decisiones) que fueron el precedente de los actuales ministros.

La administración territorial se transformó, los virreinatos desaparecen y son sustituidos por capitanías generales, con funciones militares y políticas, el capitán general preside también la Audiencia, con funciones judiciales. Se crearon las intendencias, divisiones administrativas –equivalentes a las provincias- siguiendo el modelo francés. A su cargo estaban los intendentes: funcionarios que actuaban como delegados territoriales del Gobierno, con amplias y variadas funciones: recaudación de impuestos, orden público, reclutamiento de tropas, etc.

Los municipios perdieron autonomía como consecuencia del centralismo borbónico y se realizaron algunas reformas para agilizar su funcionamiento.

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Asimismo se llevaron a cabo reformas en el ejército buscando la profesionalización de

sus miembros. Desaparecen los “tercios”, sustituidos por regimientos, y se establece un método reclutamiento sistemático y obligatorio mediante quintas. Se creó, además, una poderosa armada para defender los intereses españoles en América.

3. Las relaciones Iglesia-Estado: La nueva dinastía reivindicó también la autoridad de la Corona sobre la Iglesia, es el

denominado regalismo que supone la intervención de los monarcas en todos aquellos asuntos eclesiásticos que no fueran cuestiones relativas a la doctrina, con el objetivo de someterla a su control.

Se limita el poder de la Inquisición, el número de monasterios y seminarios religiosos. En 1753 se firmó el Concordato con la Santa Sede, por el que el Papa concedió un

derecho de patronato (elección por parte de la Corona de los principales cargos eclesiásticos) prácticamente universal sobre la Iglesia española.

Con Carlos III, en 1767 son expulsados los jesuitas de España y América y sus bienes fueron confiscados por el Estado, acusados de haber instigado una revuelta popular en Madrid conocida como el Motín de Esquilache (1766). Si bien la cuestión de fondo era que la Compañía de Jesús, con su inmenso poder y su obediencia al Papa, representaba un peligroso enemigo interno al servicio de los intereses de Roma.

4. La Hacienda Real. Los Borbones reorganizaron la Hacienda pública centralizando la recaudación de

impuestos y modernizando el sistema de asignación de cuotas que permitió obtener más ingresos.

Como consecuencia de los Decretos de Nueva Planta (Felipe V) se obligó a contribuir también a los territorios de la Corona de Aragón. A tal fin se estableció para cada reino una cantidad equivalente a la que se pagaba en Castilla.

Fernando VI pretendió implantar una reforma fiscal en Castilla, según un proyecto elaborado por su ministro el Marques de la Enseñada, que tenía como objetivo sustituir los numerosos impuestos existentes por un impuesto único -proporcional a la riqueza- que aumentaría la racionalidad y eficacia del sistema tributario. Para esto era necesario efectuar un recuento detallado de todos los habitantes de Castilla así como de sus propiedades, conocido como el Catastro de Ensenada. El intento finalmente fracasó por la oposición de los estamentos privilegiados, obligados a contribuir en parte.

A partir de 1780 (Carlos III) el mantenimiento del imperio colonial, las guerras exteriores, las reformas y el déficit, obligaron a la monarquía a buscar ingresos extraordinarios. Se emitieron vales reales, títulos de deuda pública que constituyeron la primera forma de papel moneda utilizada en España. Su gestión fue encargada al Banco Nacional de San Carlos (1782) antecedente del Banco de España.

5. Reformas administrativas en América La pérdida de las posesiones europeas permitió concentrar la atención en el imperio

colonial y el reformismo borbónico se encaminó hacia un nuevo proyecto colonial basado en un estrecho control político y económico sobre América, que en buena parte se había perdido durante el siglo XVII.

Las dos instituciones con competencias en asuntos americanos en tiempos de los Austrias fueron quedando obsoletas a raíz de las reformas llevadas a cabo:

a. El Consejo de Indias solo mantuvo limitadas funciones judiciales y de asesoramiento, ya que las restantes las habían ido asumiendo las Secretarias correspondientes.

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b. La Casa de Contratación, a lo largo del siglo se fue estableciendo el libre comercio de todos los puertos españoles con América, poniendo fin al monopolio de la Casa de Contratación que se disolvió en 1790. En cuanto a la administración en América, las novedades introducidas por los Borbones

fueron:

La creación de dos nuevos virreinatos. A los dos existentes – Nueva España y Perú- se añadieron otros dos segregados del de Perú: el de Nueva Granada al norte, con capital en Santa Fe de Bogotá; y el de Rio de la Plata al sur, con capital en Buenos Aires.

El establecimiento desde 1764 de intendencias, con las mismas atribuciones que las peninsulares, en sustitución de la anterior división en gobernaciones y corregimientos.

La organización de un ejército regular americano, con destacamentos en diversos enclaves estratégicos para hacer frente a los ataques de ingleses y holandeses.

Otro objetivo era obtener un mayor rendimiento económico que aumente los ingresos

de la Corona mediante una explotación económica de tipo colonial: se trataba de prohibir que las colonias desarrollaran manufacturas y se centraran en la producción de materias primas (cacao, tabaco, azúcar) e importadora de productos peninsulares

La política exterior: los Pactos de Familia con Francia.

Tras la Paz de Utrecht, la monarquía hispana pierde poder e influencia en el contexto internacional. Sin embargo, la pérdida de territorios europeos liberó a la monarquía de la pesada carga militar y financiera que había supuesto en los siglos XVI y XVII el mantenimiento de las posesiones europeas.

El cambio de dinastía supone un giro radical en la política exterior española. Francia pasa de ser la enemiga a ser la aliada. Salvo el periodo de neutralidad que supuso el reinado de Fernando VI, la política exterior estuvo condicionada por los “Pactos de Familia”, tratados de ayuda y defensa mutua firmados con Francia (tres a lo largo del siglo: 1733,1743 y 1761) que tenían como objetivo frenar la expansión marítima y colonial inglesa además de obtener el apoyo francés para recuperar las posesiones mediterráneas (en Italia, Gibraltar, Menorca) y defender el imperio colonial español.

Felipe V intentó recuperar las antiguas posesiones españolas en Italia. A esta política

contribuyó la ambición de Isabel de Farnesio, segunda mujer de Felipe V, que aspiraba a que sus hijos ocuparan tronos italianos, pero los intentos en solitario de ocupar Sicilia y Cerdeña se saldaron con un contundente fracaso. Por ello, buscará la alianza con Francia (los dos primeros Pactos de Familia) interviniendo en varios conflictos europeos (Guerra de sucesión de Polonia y de Austria) como aliada suya y logrando, a cambio, el apoyo francés a las pretensiones españolas en Italia. El infante Don Carlos, futuro Carlos III, fue coronado rey de Nápoles y Sicilia y el ducado de Parma fue entregado al infante Felipe.

Fernando VI practicó una política de neutralidad frente a las dos grandes potencias,

Francia e Inglaterra y no participó en los conflictos europeos. Su principal objetivo fue el proteger los intereses españoles en América, fortaleciendo la armada para conseguir una flota capaz de defender las colonias. El centro de su política internacional fue el cuidado de las colonias americanas.

Con Carlos III se reanudó la política belicista para intentar detener el expansionismo inglés

en las colonias americanas. En 1761 firma con Francia el Tercer Pacto de Familia y España participa junto con Francia en dos guerras contra Gran Bretaña: la Guerra de los Siete Años y la

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de independencia de EE.UU. La derrota inglesa permite a España recuperar Menorca y Florida, pero no Gibraltar.

El estallido de la Revolución Francesa, durante el reinado de Carlos IV, lleva a España a romper el pacto con Francia y a participar junto con otros países europeos en la guerra contra la Convención.

La economía y la política económica

1. La recuperación demográfica. A lo largo del siglo XVIII la población española creció en unos 3 millones (de 7 a 10

millones), aunque este aumento se produjo de forma desigual: fue mayor en la periferia y en Madrid y menor en la España interior. Este crecimiento se produjo sobre todo más como consecuencia de una coyuntura favorable que de un cambio técnico y científico. Hay una caída de la mortalidad (escasa incidencia de las epidemias de peste, menos crisis de subsistencias por malas cosechas y menos guerras). En la agricultura se produjeron pequeños avances como la extensión de la superficie cultivada, la introducción de nuevos cultivos como el maíz o la patata que permitió aumentar la producción agraria. También contribuyeron a la leve caída de la mortalidad los progresos de la medicina y de la higiene, aunque muy limitados. 2. Los problemas de la agricultura.

La agricultura era la principal actividad económica y el aumento de la producción se consiguió ampliando las tierras cultivadas pero no se introdujo ninguna mejora técnica.

El principal obstáculo para el desarrollo de la agricultura era el régimen de propiedad de la tierra que estaba concentrado en manos de la Iglesia, la nobleza, la Corona y los municipios. El hecho de que las propiedades de nobles y eclesiásticos estuviesen amortizadas (los titulares de las tierras podían disponer de los frutos y rentas de las tierras pero no podían desprenderse de ellas) dejaba fuera del mercado cerca del 80% de las tierra y la mayoría de la población no podía acceder a la propiedad. Los ilustrados defendieron diversos proyectos para reformar las estructuras de propiedad agrarias destacando el proyecto de Ley Agraria (1766, Campomanes, Olavide y Jovellanos) que intentaba liberalizar la propiedad. Aunque el plan se frustró, se consiguió aplicar un innovador programa de arriendo de tierras comunales de los municipios a los campesinos.

Otro ejemplo de las políticas ilustradas fueron los programas de colonización de Sierra Morena impulsados por Olavide, que crearon nuevas poblaciones (La Carlota, la Corolina,…) en comarcas deshabitadas para asentar a miles de colonos españoles, alemanes y holandeses con el objetivo también de acabar con el bandolerismo y asegurar la ruta hacia Andalucía.

Todas estas medidas fueron insuficientes y el problema de la tierra pasó sin cambios al s. XIX.

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3. La industria. La industria continuó siendo eminentemente artesanal. Estaba sometida a la reglamentación gremial y empleaba una tecnología elemental. La industria artesanal más extendida fue la textil. Sin embargo, a pesar de que el sistema de producción gremial era el dominante también se favorecieron talleres privados libres de las restricciones gremiales. Los nuevos monarcas se propusieron potenciar la producción industrial española, para lo cual llevaron a cabo una política económica basada en tres medidas: - El proteccionismo, por el cual se prohibía la importación de determinados productos lo

que favoreció a las manufacturas españolas. - La creación de Reales Fábricas de artículos de lujo (tapices, porcelana, cristal) para evitar

la importación de estos productos. y se suprimió el monopolio de los gremios, - Fomento de la construcción naval en astilleros reales

Estas medidas para el desarrollo industrial no poco éxito porque no hubo inversión privada y de nada sirvió la Real Cédula de Carlos III en 1783 que declaraba “honrosos todos los oficios”. 4. El comercio

Fue el sector económico que más creció durante el siglo XVIII. - Comercio interior:

Fue escaso debido al bajo consumo, la dificultad de las comunicaciones (deficientes infraestructuras y obstáculos naturales del territorio peninsular) y la persistencia de numerosas aduanas interiores.

- Comercio exterior: Seguía siendo deficitario respecto a los países europeos más avanzados (se exportaban materias primas y se importaban manufacturas). Esta situación se explica por la escasa presencia de una burguesía emprendedora y por el comportamiento económico de la nobleza, que no invertía en empresas productivas sino en gastos suntuarios.

- La liberalización del comercio con América Se reorganizó el comercio y la economía colonial con el fin de acrecentar su rentabilidad. Para ello se adoptaron diferentes medidas que se fueron sucediendo a lo largo del siglo. Se crearon compañías comerciales privilegiadas a las que el Estado cedía, a cambio del pago de una cantidad, el monopolio sobre ciertas rutas o ciertos productos como la Compañía Guipuzcoana de Caracas, que traían de América productos coloniales (cacao y tabaco principalmente) y enviaban manufacturas peninsulares. En 1717 el comercio monopolista con América pasó de Sevilla a Cádiz. En 1735, se sustituye el sistema de flotas por el sistema de registros, es decir, los particulares podían cargar sus mercancías en barcos autorizados (registros) que partían cuando querían. Posteriormente, en 1778, Carlos III abolió el monopolio comercial de un solo puerto y se estableció el libre comercio de todos los puertos españoles con América, lo que llevó a la disolución de la Casa de Contratación de Sevilla (1790). Por otro lado se intentó lograr que todos los intercambios entre América y Europa se hicieran a través de intermediarios españoles. La economía americana atravesó un período de prosperidad, este renacimiento comercial inundó la América española de productos europeos que arruinaron buena parte de las incipientes industrias creadas en América en el siglo XVII.

5. El despegue económico de Cataluña.

En el siglo XVIII Cataluña experimentó un crecimiento económico y demográfico superior al resto de España.

Desde la Edad Media, los propietarios de las tierras en Cataluña habían cedido el disfrute de la tierra a los campesinos en contratos perpetuos o a muy largo plazo a cambio de

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una renta fija (censos enfitéuticos). Con el paso del tiempo dicha renta había quedado reducida a una cantidad simbólica, lo que sirvió de incentivo para realizar mejoras en esas tierras y extender cultivos más rentables como la vid.

El campesinado, al orientar su producción al mercado y no al autoconsumo, disponía de más ingresos y podía comprar en los mercados, lo que estimuló la producción industrial catalana, que fue reinvirtiendo parte de sus beneficios en la creación de nuevas manufacturas, iniciándose un crecimiento continuo.

En la industria se produjo un destacado avance gracias a la implantación de fábricas de algodón que fabricaban las denominadas “indianas”, telas ligeras de algodón estampadas en las que doble proceso de tejer y estampar se hacía en unas mismas instalaciones que recibieron el nombre de “fábricas” y que presentaban una nueva forma de organizar el trabajo. La expansión de las manufacturas catalanas favorecida por la abolición de las fronteras interiores y la apertura de los mercados americanos permitió la aparición de una verdadera burguesía industrial. Los monarcas favorecieron el mercado catalán con medidas proteccionistas que prohibían la importación de productos de algodón.

Por último la liberalización del comercio con América resultó especialmente beneficiosa para Cataluña, ya que desde el puerto de Barcelona se exportaban a América productos locales en su mayoría (vinos, aguardientes y textiles).

La Ilustración en España

La Ilustración fue un movimiento intelectual y cultural europeo que se inició en Francia caracterizado por su espíritu crítico, la confianza en la razón y en el progreso como medios para alcanzar la felicidad que, medida en términos de bienestar material, era la máxima aspiración. La introducción y difusión de las nuevas ideas ilustradas en España fue lenta y difícil ya que la ausencia de una importante burguesía, el conservadurismo de los medios universitarios y el enorme peso de la Iglesia obstaculizaron su difusión.

La Ilustración alcanzó su mayor desarrollo durante el reinado de Carlos III, a mediados

del siglo XVIII, quien aplicó el despotismo ilustrado: una forma de gobierno adoptada por algunas monarquías europeas en la segunda mitad del s. XVIII que buscaba conciliar el absolutismo monárquico con el espíritu reformista de la Ilustración. Se trataba de utilizar el absolutismo real para llevar a cabo una serie de reformas (propuestas por los filósofos de la Ilustración) dirigidas a favorecer el progreso, modernizar el Estado y mejorar el bienestar material de los súbditos, pero sin cuestionar las bases sociales del Antiguo Régimen, el poder del rey o los privilegios de los nobles. Su actuación se resume en el lema “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”.

Los ilustrados fueron un grupo minoritario que pretendía reformar la economía,

conscientes de que el atraso del país provenía de concentración de la propiedad en manos de nobleza y clero, del atraso técnico, los privilegios de la Mesta, etc. Criticaron la injusticia de los privilegios de la nobleza y el clero y mostraron interés por las ideas políticas liberales, pero no apoyaron planteamientos revolucionarios. Su afán reformista les llevó a chocar con la Iglesia y la mayor parte de la aristocracia y sus propuestas no llegaron a la mayoría de la población que seguía siendo inculta y apegada a los valores tradicionales. Campomanes, Floridablanca y Jovellanos –ministros de Carlos III- se encuentran entre los grandes ilustrados españoles.

Aunque el país se modernizó en algunos aspectos, muchas de las reformas ilustradas

quedaron en proyecto y otras fueron suprimidas en el reinado de Carlos IV por temor a la propagación de las ideas de la Revolución Francesa.

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La educación y la ciencia Consideradas por los ilustrados como el motor del progreso presentaban un retraso

muy acusado. La enseñanza era muy deficiente y los métodos de enseñanza estaban alejados de todo lo que significase experimentación y observación. Los mejores colegios pertenecían a los jesuitas, y su expulsión facilitó el control de la Corona en la enseñanza.

La Universidad española estaba muy apegada a la antigua enseñanza de teología y de derecho canónico que rechazaba los intentos de introducir nuevas disciplinas más acordes con las necesidades de la sociedad (medicina, derecho natural, ciencias, etc.). Se crearon nuevos centros de estudio como las Reales Academias (Historia, Artes, Lengua), que actuaban como organismos de discusión científica. Se reformaron los colegios mayores y se crearon centros de investigación (Jardín Botánico, Observatorio Astronómico...), etc. Asimismo se fomentó la enseñanza profesional para favorecer el desarrollo de las fuerzas productivas por medio de la preparación de una mano de obra que pudiera producir más y mejor.

Se buscaba imponer una enseñanza útil y práctica, obligatoria para todos en los primeros niveles, común a los dos sexos e impregnada de los nuevos conocimientos y relacionada con el extranjero. Las Sociedades Económicas de Amigos del País.

Aparecieron en España en la segunda mitad del siglo XVIII con el propósito de contribuir a la difusión de los conocimientos científicos, técnicos y de las nuevas ideas de la Ilustración.

La primera fue la Sociedad Bascongada de Amigos del País. Proliferaron en numerosas provincias, como centros de carácter cultural que buscaban difundir la aplicación de los nuevos e innovaciones técnicas de las llamadas “ciencias útiles”. Fomentaron la educación, la creación de bibliotecas, el estudio de problemas del comercio, la industria y la agricultura de su zona con el objetivo de favorecer el desarrollo económico en las distintas regiones. La mayoría de sus integrantes fueron nobles y clérigos interesados en el adelanto material y técnico de la nación, sin cuestionar los pilares del Antiguo Régimen.

A la largo del reinado de Carlos III se constituyeron más de sesenta sociedades, destacando la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, fundada por el mismo monarca en 1775. La prensa periódica.

Fue uno de los cauces más importantes por los que circularon las nuevas ideas de la Ilustración y llegaron a la reducida minoría culta del país.

No era una prensa de actualidad política, sino científica, literaria, filosófica o sociológica, que difundía las novedades científicas y culturales. ,

Los lectores de “papeles periódicos, eran sobre todo nobles y miembros del clero aunque también había médicos, abogados, comerciantes… ya que eran caros y además el 80% de la población era analfabeta.

Entre los numerosos periódicos que se publicaron destaca: El Pensador, Correo de Madrid…

Mención aparte merece la Gaceta de Madrid, cuyo origen se remonta al siglo XVII y que con Carlos III se convirtió en el órgano de prensa de la monarquía, al servicio del reformismo oficial. El estallido de la Revolución Francesa y la ejecución de los monarcas franceses provocaron la prohibición de esta prensa por parte de Carlos IV.

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* Saboya recibió la isla de Sicilia que cedió a Austria a cambio de Cerdeña.

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