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Leonardo BOFF Purgatorio e infierno EL PURGATORIO http://www.mercaba.org/Cristologia/01/parte_4_capitulo_08.htm A.- Introducción. El purgatorio es un proceso de plena maduración frente a Dios. La muerte es el paso del hombre a la eternidad, por ella se puede decir que acaba de nacer totalmente; si es para bien su nuevo estado se llamará "cielo" y en él alcanzará la plenitud humana y divina en el amor, en la amistad, en el encuentro y en la participación de Dios. El purgatorio significa la posibilidad que por gracia de Dios se concede al hombre de madurar radicalmente luego de morir. El purgatorio es ese proceso, doloroso como todos los procesos de ascención y educación, por medio del cual el hombre al morir actualiza todas sus posibilidades y se purifica de todas las marcas con las que el pecado ha ido estigmatizando su vida, sea mediante la historia del pecado y sus consecuencias o sea por los mecanismos de los malos hábitos adquiridos a lo largo de la vida. Ci ertamente muchos de nosotr os tenemos otras ideas más o menos absurdas acerca del pur gatorio; son indignas de la esperanza liberadora del cr istianismo porque se ha presentado al purgatorio no como una gracia concedida por Dios al hombre para que se purifique con vistas a un futuro próximo a su lado, sino como un castigo o una venganza divina que mantiene ante sí el pasado del hombre.  B.- Doctrina de la Sagrada Escritura. Desde el punto de vista histórico, la base bíblica del purgatorio ha sido un permanente punto de fricción entre católicos y protestantes, es por eso que desde el inicio del protestantismo, allá por el siglo XVI, los expositores católicos se han esforzado por presentar al purgatorio dentro de una óptica de defensa de la fe. De las actas de la llamada Disputa de Leipzig, del año 1519, está tomada la proposición 37 de las tesis luteranas condenadas por el Papa León X, que dice lo siguiente: "El purgatorio no puede probarse por la Sagrada Escritura canónica "

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Leonardo BOFF

Purgatorio e infierno

EL PURGATORIO

http://www.mercaba.org/Cristologia/01/parte_4_capitulo_08.htm

A.- Introducción.

El purgatorio es un proceso de plena maduración frente a Dios.

La muerte es el paso del hombre a la eternidad, por ella se puede decir queacaba de nacer totalmente; si es para bien su nuevo estado se llamará "cielo" yen él alcanzará la plenitud humana y divina en el amor, en la amistad, en elencuentro y en la participación de Dios.

El purgatorio significa la posibilidad que por gracia de Dios se concede alhombre de madurar radicalmente luego de morir. El purgatorio es ese proceso,doloroso como todos los procesos de ascención y educación, por medio del cualel hombre al morir actualiza todas sus posibilidades y se purifica de todas lasmarcas con las que el pecado ha ido estigmatizando su vida, sea mediante lahistoria del pecado y sus consecuencias o sea por los mecanismos de los maloshábitos adquiridos a lo largo de la vida.

Ciertamente muchos de nosotros tenemos otras ideas más o menosabsurdas acerca del purgatorio; son indignas de la esperanza liberadora delcristianismo porque se ha presentado al purgatorio no como una graciaconcedida por Dios al hombre para que se purifique con vistas a un futuro

próximo a su lado, sino como un castigo o una venganza divina que mantieneante sí el pasado del hombre.

 

B.- Doctrina de la Sagrada Escritura.

Desde el punto de vista histórico, la base bíblica del purgatorio ha sido unpermanente punto de fricción entre católicos y protestantes, es por eso quedesde el inicio del protestantismo, allá por el siglo XVI, los expositores católicosse han esforzado por presentar al purgatorio dentro de una óptica de defensa dela fe.

De las actas de la llamada Disputa de Leipzig, del año 1519, está tomada laproposición 37 de las tesis luteranas condenadas por el Papa León X, que dice losiguiente: "El purgatorio no puede probarse por la Sagrada Escritura canónica"

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(Dz 777, Ds 1478). Esta tesis de Lutero se fundamenta en su negación de lacanonicidad de los dos libros de los Macabeos, a los cuales considera apócrifos.

A lo largo del tiempo han sido frecuentes las discusiones sobre el valor delos pasajes de la Sagrada Escritura que suelen presentarse a favor de laexistencia del purgatorio. Quizás la discusión se deba sobre todo a que más que

buscar el fundamento bíblico de la doctrina del purgatorio lo que se intenta esaquilatar si los textos contienen todos y cada uno de los elementos quepertenecen a la idea dogmática que se tiene de él, pero que en realidad sonfruto de un lento proceso de desarrollo sobre esta materia.

Dice Leonardo Boff que al echar mano de los textos bíblicos es convenientehacerse una reflexión de carácter hermenéutico, ya que en vano buscaremos unpasaje bíblico que hable formalmente del purgatorio. Los textos, dice Boff, "sedeben leer y releer en el ambiente en que fueron escritos, dentro de lascoordenadas religiosas y de la fe que reflejan".

1.- Los textos.

1).- 2Mac 12,40-46.

Uno de los pasajes clásicos en torno al tema que tratamos es el de 2Mac12,40-46, que en su texto griego original dice lo siguiente: "Y habiendo recogidodos mil dracmas por una colecta, los envió (Judas Macabeo) a Jerusalén paraofrecer un sacrificio por el pecado, obrando muy bien y pensando noblemente dela resurrección, porque esperaba que resucitaran los caídos, considerando que alos que habían muerto piadosamente está reservada una magnífica recompensa; por eso oraba por los difuntos, para que fueran liberados de su pecado".

El contexto de este pasaje bíblico es el siguiente: Cerca del año 160 a. C.,los seguidores de Judas Macabeo se habían enfrentado al ejército invasor del

pagano Gorgias, que intentaba obligarlos a que renegaran de su fe, y algunos deellos perdieron la vida en el combate; pero cuando sus compañeros recogieronlos cadáveres para sepultarlos entre sus ropas encontraron amuletos y objetosde culto idolátrico cuya posesión estaba severamente prohibida por la Ley. Así pues, Judas Macabeo se dio cuenta que los soldados muertos por defender sureligión merecían una magnífica recompensa, pero al mismo tiempo se habíanhecho acreedores a un castigo por su pecado al haber violado la Ley. En estascondiciones fue que decidió que era conveniente "ofrecer un sacrificio por el  pecado" en el Templo de Jerusalén, con la esperanza de que quienes habíanmuerto en defensa de la patria y la religión lograrían el perdón de Dios por supecado y participarían en la resurrección.

Para la exégesis de este pasaje el autor C. Pozo advierte en su libro titulado"Teología del más allá" los siguientes elementos: 1.- El redactor de este texto,inspirado por Dios, no solamente alaba la acción sino también la persuación deJudas, lo que no podría haber hecho si el modo de pensar de Judas Macabeohubiera sido equivocado. 2.- Los elementos esenciales del pensamiento de JudasMacabeo son a).- Que los difuntos no han muerto en estado de condenación oenemistad con Dios; b).- Que sin embargo les falta todavía algo para sersalvados; c).- Que todo se hace pensando en su resurrección, para que en ellareciban la misma suerte que los demás judíos piadosos.

2).- 1 Cor 3,10-15.17

Mucho se ha discutido sobre el valor probativo de la existencia delpurgatorio contenido en los pasajes de la Carta de Pablo a los Corintios en los

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que se dice que los obreros apostólicos deben de seleccionar cuidadosamente losmateriales que empleen en la edificación de la Iglesia: "Conforme a la gracia deDios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y otroconstruye encima. ¡Mire cada cual cómo construye! Pues nadie puede poner otrocimiento que el ya puesto, Jesucristo. Y si uno construye sobre este cimiento con

oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada cual quedaráal descubierto; la manifestará el Día que ha de revelarse por el fuego. Aquél,cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa. Masaquél, cuya obra quede arrasada, sufrirá daño. El, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego... Si alguno destruye el santuario deDios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotrossois ese santuario".

El texto anterior, nos dice el autor Ruiz de la Peña en su libro "La otradimensión. Escatología cristiana", parece clasificar a los predicadores delEvangelio en tres categorías: 1.- Los que han usado buenos materiales yrecibirán recompensa; 2.- Los que en vez de edificar han destruido, serán

destruidos ellos mismos; 3.- Aquellos que habiendo edificado, no han sidosuficientemente escrupulosos en la elección de los materiales. A estas tres clasesde apóstoles corresponderían tres diferentes retribuciones: el premio de la vidaeterna, el castigo de la muerte eterna, y la corrección dolorosa (salvarsepasando a través del fuego) que implicaría la doctrina del purgatorio.

Todo el pasaje anterior está redactado en un estilo alegórico, en donde lasexpresiones "el día" y "el fuego" pertenecen a las bien conocidas imágenesapocalípticas del Juicio Final; entender "el día" como designación de un supuesto juicio particular o "el fuego" como la expiación de una pena en el purgatorio esviolentar el sentido del texto. Por otra parte, puesto que Pablo sitúa la escena desu Carta a los Corintios en el último día del mundo, cuando según la dogmáticaya no habrá purgatorio, parece poco fundamentado deducir de este pasaje unaenseñanza sobre un estado purificador situado entre la muerte de la persona y elJuicio Final, en el que, según el versículo 15, el daño que sufrirá el penado noserá tal que implique condenarse; se salvará, pero con dificultad y angustia.

En resumen, más que hacer hincapié en éste o aquél texto cuestionable,sería preferible fijarse en ciertas ideas generales que son clara y repetidamenteenseñadas en la Biblia y que pueden considerarse como el núcleo germinal denuestro dogma, una de ellas es la constante persuasión de que sólo unaabsoluta pureza es digna de ser admitida en la visión de Dios.

El complicado ceremonial de culto israelita tendía a impedir que

compareciesen ante Yahweh los impuros, incluso si su mancha consistía enmeras impurezas legales; por eso el terror de ver a Dios cara a cara (Ex20,18ss), tan común entre el pueblo, procedía de una viva conciencia deindignidad e impreparación. Asímismo, diversos pasajes del Nuevo Testamentoratifican la exigencia de una total pureza para poder participar de la vida eterna,por ejemplo "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios"(Mt 5,8); "Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial " (Mt 5,48);"Nada profano entrará en ella (en la Nueva Jerusalén)" (Ap 21,27).

Otra idea, quizá la más importante y el verdadero fundamento teológico dela doctrina del purgatorio, es la responsabilidad humana en el proceso de

 justificación, que implica la necesidad de una participación personal en lareconciliación con Dios así como la aceptación de las consecuencias penales quese derivan de los propios pecados. Como un ejemplo de esto, en 2Sam 12,13ss

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se recoge un caso típico de separación entre culpa y pena, allí el perdón de Diosno exime a David de sufrir el castigo de su pecado.

Estas ideas nos descubren la posibilidad de que algún justo que hayamuerto sin haber alcanzado el grado de madurez espiritual requerida para viviren comunión con Dios, la logre mediante una complementaria purificación

extraterrena, ya que la legitimidad de los sufragios por los muertos estágarantizada por un uso que se remonta al judaísmo precristiano.

 

C.- La doctrina de los Concilios.

La doctrina católica sobre el purgatorio adquirió su forma eclesiásticadefinitiva en dos concilios medievales en los que intentó restablecer su unidadcon la Iglesia de Oriente. Los cristianos de oriente no habían tenido ningúnpunto de controversia con la Iglesia latina sobres esta doctrina sino hasta elsiglo XIII, cuando ocurrieron estos concilios.

1.- Concilio de Lyón, año 1274.Según el autor Ruiz de la Peña, en su obra antes citada, la oposición de

parte de los teólogos orientales a la doctrina católica sobre el purgatorio selimitó durante el concilio de Lyón a tres aspectos, que son los siguientes:

1.- El carácter local del purgatorio, al cual los orientales entendían como unestado y no como un lugar.

2.- La existencia de fuego en el purgatorio, que les recordaba la herejíaorigenista de un infierno temporal.

3.- Sobre todo la naturaleza expiatoria, penal, de un estado que ellos

consideraban purificatorio, en el cual los difuntos madurarían gracias a lossufragios de la Iglesia y no por soportar un castigo.

Este último elemento es el que nos da la clave del desacuerdo doctrinario:se trata en última instancia de una consecuencia de dos modos diferentes deconcebir la redención subjetiva. Para los orientales la justificación del hombre seentiende como un proceso de divinización progresiva que lo va devolviendo a laimagen de Dios por un proceso paulatino de purificación.

2.- El concilio de Florencia, año 1239.

La discrepancia con la Iglesia de Oriente fue abiertamente afrontadadurante el concilio de Florencia, en el que se reconoció la parte de razón que

correspondía a la crítica de los orientales, y en consecuencia se omitieron deltexto dos componentes que intervinieron en el de Lyón: que el purgatorio es unlugar y que entre sus penas se encuentra la de soportar el fuego. Pero el conciliode Florencia también formuló la siguiente definición: " Además, si habiendohecho penitencia verdaderamente, murieron en la caridad de Dios antes dehaber satisfecho con frutos dignos de penitencia por los pecados de comisión y de omisión, sus almas, después de la muerte, son purificadas con penas purgatorias; y para ser librados de estas penas les aprovechan los sufragios delos fieles vivos, a saber, los sacrificios de la misa, las oraciones y las limosnas, y otros oficios de piedad que suelen hacerse, según las instituciones de la Iglesia"(Dz 693).

En suma, las tres notas que integran el concepto dogmático del purgatorioson: 1.- La existencia de un estado en el que los difuntos no enteramente

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limpios de culpa son "purificados"; 2.- El carácter penal de ese estado, y en estepunto la Iglesia no ha creído poder ceder a los requerimientos de los orientales,si bien no llega a precisar en qué consisten concretamente esas penas; 3.- Laayuda que los sufragios de los vivos prestan a los difuntos que se encuentran enese estado de purificación.

3.- El Concilio de Trento.

Junto con la Reforma, el siglo XVI trajo otro períoro crítico para la doctrinadel purga-torio. En 1519 Lutero señaló que no se encontraba fundamento algunopara esta doctrina en las Escrituras canónicas, pero continuó creyendo en suexistencia basándose principalmente en la tradición patrística, sin captar laincoherencia que esto introducía en su sistema; sin embargo cuando pocodespués compareció ante la Dieta de Augsburgo ya condicionaba su existencia, ypor último sus conclusiones en contra cristalizaron en el manifiesto "Widerruf von Fegfeuer" (Retractación del Purgatorio) que escribió en 1530.

Por parte del concilio de Trento, es significativo el hecho de que solamente

haya aludido al purgatorio desde el punto de vista doctrinal en uno de suscánones del Decreto sobre la Justificación; en él dice lo siguiente:

"Si alguno dijere que después de recibida la gracia de la justificación, de tal manera se le perdona la culpa y se borra el resto de la pena eterna a cualquier  pecador arrepentido, que no queda resto alguno de pena temporal que haya de pagarse en este mundo o en el otro en el purgatorio, antes de que pueda abrirsela entrada del Reino de los Cielos, sea anatema" (Secc. VI, canon 30).

Este canon no representa ninguna novedad respecto a lo definido enFlorencia, pero sitúa la controversia interconfesional en el lugar que lecorresponde, o sea en la temática del proceso de remisión de los pecados y la

santificación del hombre. Por lo demás, en el campo disciplinar Trento emitió undecreto animado por un sano espíritu de autocrítica, en el que prohibe exponerla doctrina del purgatorio recargándola de aditamentos inútiles. Dice estedecreto lo siguiente:

"Puesto que la Iglesia católica, ilustrada por el Espíritu Santo, apoyada enlas Sagradas Letras y en la antigua tradición de los Padres, ha enseñado en lossagrados concilios, y últimamente en este ecumúnico concilio, que existe el  purgatorio y que las almas allí detenidas son ayudadas por los sufragios de losfieles, particularmente por el aceptable sacrificio del altar, manda el santoconcilio a los obispos que diligentemente se esfuercen para que la sana doctrinasobre el purgatorio, enseñada por los santos Padres y por los santos concilios,

sea creída, mantenida, enseñada y en todas partes predicada por los fieles deCristo. Delante, empero, del pueblo rudo, exclúyanse de las predicaciones populares las cuestiones demasiado difíciles y sutiles, y las que no contribuyan ala edificación, y de las que la mayor parte de las veces no se sigueacrecentamiento alguno de la piedad. Igualmente no permitan que seandivulgadas y tratadas las materias inciertas y que tienen apariencia de falsedad. Aquellas, empero, que tocan a cierta curiosidad y superstición, o saben a torpelucro, prohíbanlas como escándalos y piedras de tropiezo para los fieles".

4.- El concilio Vaticano II.

En la Constitución Dogmática Lumen Gentium No. 49, el concilio Vaticano II

describe la realidad eclesial en toda su amplitud y coloca al purgatorio como unode los tres estados eclesiales al decir " Algunos de sus discípulos peregrinan en la

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tierra; otros, ya difuntos, se purifican, mientras otros son glorificados".

Más adelante, en el número 50, se recuerda la práctica de la Iglesia de orarpor los fieles difuntos —práctica que se remonta hasta los tiempos primitivo— ycon las palabras de 2Mac 12,46 alaba este uso diciendo " porque santo y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos, para que queden libres de

sus pecados". En el número 51 el concilio propone de nuevo, trayéndolos así a lamemoria, los acuerdos de los concilios de Florencia y Trento en las partes que serefieren al purgatorio y a la oración por los difuntos.

Con lo que hasta aquí se ha dicho se pone en claro el significadoesencialmente cristiano de la doctrina del purgatorio: Se trata de un procesoradicalmente necesario para la transformación del hombre, gracias al cual sehace apto para recibir a Cristo, apto para recibir a Dios, y en consecuencia aptopara entrar en la comunión de los santos.

5.- Bibliografía específica.

La bibliografía que hace referencia particularmente a los temas tratados eneste capítulo es la siguiente:

Pozo C.: Teología del más allá. Madrid, 1969, pp. 240-254.

Boff L.: Hablemos de la otra vida. Bilbao, 1985, pp. 59-71.

Ratzinger J.: Escatología. Barcelona 1980, pp. 204-216.

Ruiz de la Peña: La otra dimensión. Escatología cristiana. Madrid,1975, pp. 327-343.

Leonardo BOFF, "Hablemos de la otra vida"

EL INFIERNO 

(La absoluta frustración humana)

HABLEMOS DE LA OTRA VIDA (Leonardo Boff)

http://www.supercable.es/~caridad/infi1.htm

El cristianismo en cuanto religión del amor, del Dios que es hombre,del hombre nuevo y del futuro absoluto. 

El cristianismo se presentó en el mundo como una religión del amor absoluto: del Diosque creó todo por amor, que quiso por compañeros de su amor al cosmos y al hombre,que quiere seres que se amen mutuamente como él nos ama, que profesa un dogmafundamental: el amor. El movimiento de Dios hacia el mundo es amor. El movimiento delmundo hacia Dios debe ser de amor. El movimiento de los hombres en el mundo entre sí 

ha de ser de amor. No pretende otra cosa el cristianismo. Y promete que el que tieneamor tiene todo, porque «Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en

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Dios y Dios en él» (1 J n 4,16).

Cuando Cristo apareció en Galilea comenzó diciendo que traía una buena noticia (elevangelio): el Reino de Dios. Esto viene a ser lo mismo que anunciar la superación detodas las alienaciones humanas, la realización de todas las esperanzas M corazón y lavictoria sobre todos los enemigos M hombre como son la enfermedad, el sufrimiento, el

odio, la muerte, en una palabra, el pecado. Trajo la novedad absoluta, como decía Sanlreneo unos 180 años después de Cristo. No sólo predicó el Reino sino que lo realizó ensu persona: fue el hombre revelado, el primer hombre de la historia, totalmente libre,totalmente abierto a todos, que consiguió amar a todos, amigos y enemigos, hasta el fin,aun a los que lo escarnecían en la cruz y hacían más duros sus dolores. El amor es másfuerte que la muerte. Una vez muerto la hierba no podía crecer sobre su sepultura, yresucitó. De este modo en su persona se realizó el Reino de Dios y la esperanza de todoslos pueblos. Si él resucitó, nosotros iremos detrás de él. Los apóstoles captaroninmediatamente que sólo Dios podía ser tan humano. Ese Jesús de Nazaret era Diosmismo hecho hombre, caminando entre nosotros.

Con Jesús, por consiguiente, apareció el hombre nuevo, el hombre que ya ha superado

este mundo en el que se dan los dolores y la muerte, el odio y la división. Con ese Jesúshan comenzado ya el cielo nuevo y la tierra nueva (Apoc 21,5). Los primeros cristianoscomprendieron el alcance extraordinario de la novedad aportada por Jesús y de hecho sedefinían como «hombres nuevos». San Pablo dice: «El que está en Cristo es una nuevacreatura» (2 Cor 5,17). «Lo viejo ya pasó y ha surgido un nuevo mundo» (2 Cor 5,17).Cristo acabó con todas las divisiones que los hombres habían creado entre sí y formó un«hombre nuevo» (Ef 2, 15); y pide que nos revistamos de ese «nuevo hombre» (Ef 4,24).

Los paganos, en especial el gran filósofo Celso del siglo ll, decían que los cristianosconstituían un tercer género humano: el primero eran los griegos y romanos; el segundolos bárbaros. El tercero, superando a los demás por creer en un hombre nuevo, son loscristianos. Y Orígenes, quizás el mayor pensador cristiano de todos los tiempos,

empleaba justamente este argumento contra Celso para indicar qué era el Cristianismo:la religión del hombre nuevo, liberto de las estructuras dé este viejo mundo y también delas convenciones creadas por los hombres.

Con esta doctrina el cristianismo abrió a los hombres un futuro absoluto: nuestro futuroestá abierto hacia una vida todavía más - intensa y rica de la que vivimos aquí. Cristogarantizó el resultado feliz de la historia: al final no habrá la frustración y la nada, sino laplenitud, la máxima realización del hombre nuevo, con su cuerpo resucitado a semejanzadel de Cristo. El mal será vencido y triunfará el amor, la fraternidad, la ciudad de Dios, lacomunión de todos con todos y con Dios, y la vida que entonces será eterna.

 

EL INFIERNO 

El cristianismo como religión que toma al hombre absolutamente enserio. 

Si el cristianismo es una religión del amor, es también una religión de lalibertad. El amor sin libertad no existe. El amor no se ordena ni se compra;es una donación libre. El amor es decir si y amén a otro tú; es dar conresponsabilidad una respuesta a una propuesta.

Dios nos hace una propuesta de amor, de que seamos hombres nuevos, deque vivamos con El, de que podamos participar en un proyecto de eternidad

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con El. No nos obliga; nos invita. Y a su propuesta espera una respuesta.Nuestra respuesta puede ser positiva o negativa. Al amor se le puede pagarcon amor, pero también se le puede pagar con indiferencia. Yo puedo decir:voy a hacer mi proyecto existencial totalmente solo. Me realizo con el otro yno necesito del Gran Otro (Dios). A Dios le puedo decir que no. Y Dios toma

al hombre absolutamente en serio, como son serios el amor y la decisiónlibre. Dios respeta tanto al hombre que no intervino cuando su Hijo fuecondenado a muerte. Prefirió dejar que Jesús muriera como un malhechor,aunque no había hecho más que el bien a todos, antes de interferir en ladecisión libre de los judíos.

 

El hombre posee una dignidad absoluto: la de oponerse a Dios ydecirle que no. 

El hombre posee una dignidad absoluta: la de poder decirle no a Dios.

Puede hacer una historia para sí, centrada en su yo y en su ombligo. Dios lorespeta aunque sabe que cuando el hombre es dejado y entregado a sí mismo es, con el lenguaje de Nietzsche, «el más inhumano de todos losanimales». No es un animal pero puede convertirse en uno de ellos. ¿Quiénpodrá alzarse contra Dios, contra el creador de todo y de todo el cosmos? Elhombre, esa caña pensante, como decía Pascal. El es libre y puede escoger,puede decidirse por Dios o por sí mismo.

El hombre relativo puede crear algo absoluto

Cuando el hombre da una respuesta negativa a la proposición de amordivino, sigue viviendo. Crea un mundo para sí; crea realmente algo nuevo,como también Dios creó el cielo y la tierra. Sólo que con una diferencia. DeDios se podía decir: «Y vio que todo era bueno». Del hombre no se podrádecir eso porque, ¿podrá haber algo bueno donde no reina el amor, dondeno cabe Dios, ese Dios que se reveló y se llamó con la palabra amor?

Existe una cosa que no fue creada por Dios porque no la quiso y que apesar de ello existe porque la creó el hombre cuando comenzó a odiar,cuando explotó a su hermano, cuando mató, cuando torció su rostro ante elpobre, el oprimido, el hambriento, cuando se amó a sí mismo más que a su

prójimo, cuando se puso como centro de la vida, cuando comenzó aconstruir su ciudad y se olvidó de Dios, cuando dio un sí a esta vida y un noa una vida más rica, más fraterna y eterna. Cuando el hombre hizo todoeso, surgió lo que llamamos infierno. El infierno no es creación de Dios sinodel hombre. Porque existe el hombre malo, el hombre egoísta y el hombrecerrado en sí mismo, existe el infierno creado por el hombre mismo. Comomuy bien decía Paul Claudel: «El infierno no proviene de Dios. Proviene deun obstáculo puesto a Dios por el pecador». El hombre, creatura pasajera ycontingente, puede crearse para sí algo absoluto y definitivo.

El infierno existe, pero no es el de los diablos con cuernos

Si yo pudiese anunciaría esta novedad: el infierno es un invento de los

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curas para mantener al pueblo sometido a ellos; es un instrumento deterror excogitado por las religiones para garantizar sus privilegios y sussituaciones de poder. Si pudiese lo anunciaría y ciertamente significaría unaliberación para toda la Humanidad. Pero no puedo. Porque nadie puedenegar el mal, la malicia, la mala voluntad, el crimen calculado y pretendido,

y la libertad humana. Por existir todo eso, existe también el infierno, que noes, como decía el P. Congar, el de los diablos con cuernos creado por lafantasía religiosa, pintado y utilizado por predicadores fervorosos queestremecieron y atemorizaron a miles de personas, sino el creado por elcondenado para sí mismo.

El infierno es el endurecimiento de una persona en el mal. Por consiguientees un estado del hombre y no un lugar al que es echado el pecador, dondehay fuego y diablos con enormes garfios -que se dedican a asar a loscondenados sobre parrillas. Esas imágenes son de mal gusto y reflejan una

religiosidad morbosa. El infierno es un estado del hombre que se identificacon su situación egoísta, que quedó petrificado en su decisión de sólopensar en sí y en sus cosas y no en los demás y en Dios; es alguien que hapronunciado un no tan decisivo que ya no quiere ni puede pronunciar un sí.

 

Lo que dice la Sagrada Escritura sobre el infierno. ¿Qué dice la Sagrada Escritura sobre el infierno? El telón de fondo de todoslos textos referentes al infierno consiste en la triste realidad del hombre quepuede fracasar en su proyecto, que se puede perder y cerrar sobre sí 

mismo como en una cápsula. Cristo vino a predicar la liberación, a ofrecerleal capullo una oportunidad de convertirse en una espléndida mariposa.Cristo sabía la posibilidad que el hombre tiene de construirse un infierno.Por eso un elemento esencial de su predicación consistió en llamar a laconversión. Conversión quiere decir volver al buen camino, tornarse haciael otro, revolucionar el modo de pensar y de actuar según el sentido deDios y de la proposición divina. Cuando el hombre se endurece en su mal ymuere de ese modo, entra en un estado definitivo de absoluta frustraciónde su existencia. Como lo expresó tan bien Paul Claudel: «Todo hombre queno muere en Cristo, muere en su propia imagen. Ya no puede alterar la

señal de sí que se fue formando a través de todos los instantes de su vidaen la substancia eterna. Mientras no se acaba la palabra, su mano puedevolver atrás y tacharla con una cruz. Pero cuando se acaba la palabra, sevuelve indestructible al igual que la materia que la recibió. Quod scripsi,scripsi».

Es la infelicidad máxima que el hombre puede adjudicarse. A un estadosemejante la Biblia lo denomina con varias formulaciones:

 El infierno como fuego inextinguible 

(Mc 9,43; Mt 18,8; 25,41 ; Lc 3,17), fuego ardiente (Hbr 10,27), horno defuego (Mt 13,42.50), lago de fuego ardiente como azufre (Apoc 19,20). Enel juicio final Cristo dirá a los malvados: «Apartaos de mí malditos al fuego

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eterno» (Mt 25,41). Por mucho que disputen los teólogos el fuego en estecaso es una figura, un símbolo, como es figurativa la frase de Cristo de quedebemos arrancar el ojo y cortar la mano si ellos nos inducen a pecar (Mt5,29-30). En cuanto símbolo puede también ser ambivalente: la mismaEscritura habla del fuego que purifica y del fuego del amor. En este caso el

fuego, para el hombre antiguo, es el símbolo de lo más doloroso ydestructor; quiere expresar la situación desoladora del hombredefinitivamente alejado de su proyecto fundamental y de la felicidad que esDios. Esta situación es tan desoladora y angustiante que se la compara aldolor y a los tormentos que el fuego provoca en los sentidos. Pero el fuegodel infierno del que hablan las Escrituras no es un fuego físico ya que nopodría actuar sobre el espíritu. Es únicamente una figura, quizás una de lasmás expresivas, para darnos una idea de la absoluta frustración de¡ hombrealejado de Dios. En los Mulamuli, escritura budista, se dice acertadamente:«Cuando el hombre hace el mal, enciende el fuego de¡ infierno y arde en su

propio fuego».

 

El infierno como llanto y crujir de dientes (Mt 8,12; Lc 13,28, etc.).

El hombre llora cuando se ve acometido por un dolor violento. Cruje losdientes cuando siente la rabia de rebelarse contra una cosa que no puedemodificar ni cambiar. Llorar y crujir los dientes son aquí metáforas de unasituación humana de revuelta impotente y sin sentido que no conoce salidani solución feliz.

 

El infierno como tinieblas exteriores (Mt 8,12; 22,13, etc.).

El hombre busca la luz y se siente llamado a contemplar el mundo y lasmaravillas de la creación. Quiere estar dentro, en la casa paterna, cobijadoy protegido contra los peligros de la noche tenebrosa. En el infierno, en lasituación que él mismo ha escogido, no encuentra lo que busca con elanhelo más hondo de su corazón. Vive en las tinieblas exteriores, en elexilio y fuera de la casa paterna.

 

El infierno como cárcel (1 Pe 3,19).

El hombre ha sido llamado a la libertad y a la transformación de¡ mundoque lo rodea. Ahora se siente como atado y preso. Es prisionero delpequeño mundo que se creó y en él está solo; no puede moverse ni hacernada.

 

El infierno como gusano que no muere (Mc 9,48).

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Esto puede significar dos cosas: la situación del condenado es como la deun cadáver devorado por un gusano insaciable. También puede significar elgusano de la mala conciencia que lo corroe y no le permite la más mínimapaz interior.

El infierno como muerte, segunda muerte y condenación. 

San Juan concibe el cielo como vida eterna. El infierno es la muerte (jn8,51) o también la segunda muerte (Apoc 2,11 ; 20,6). Si Dios es la vida,entonces la ausencia de, Dios es la muerte. San Mateo habla decondenación eterna (Mt 7,13), es decir, que el hombre malo, al morir, entraen un estado definitivo del que nunca se liberará. Pablo dirá que un tal noheredará el Reino del cielo, es decir, que no verá realizados sus deseos delcorazón y quedará para siempre como un ser hambriento que jamás darácon el pan y el agua que lo sacien (1 Cor 6,9s y Gal 5,19-21).

Valor de estas imágenes. 

Todas estas figuras han sido extraídas de experiencias humanas: del dolor,de la desesperación, de la frustración. El infierno recorta al hombre en sucualidad de hombre: llamado a la libertad, vive en una cárcel: llamado a laluz, vive en tinieblas, llamado a vivir en la casa 'paterna con Dios, tiene quevivir fuera, en las tinieblas exteriores; llamado a la plenitud vive sinrealizarse y eternamente de camino con la certeza y la desesperación de nopoder jamás llegar a la meta de sus deseos. El valor de las imágenes resideen el hecho de ser imágenes, de mostrarnos la situación del condenado en

cuanto irreversible y sin esperanza.El infierno como existencia absurda

De todo lo que hemos visto en la Escritura una cosa ha quedado clara: elinfierno es una existencia absurda que se ha petrificado en el absurdo. Todohombre es un nudo de potencialidades, de capacidades, de planes y deseos.Sueña con realizaciones y con la actualización de sus tendencias. Comienzaun trabajo lleno de ilusión. Se esfuerza uno y otro día. Terrible tiene queser el día en que perciba que todo ha sido en vano y que nunca conseguiráalcanzar su objetivo. Le hará sufrir, será como si le hubiese sido amputado

algo de su vida y de su mismo cuerpo.

Nadie puede vivir sin sentido. El hombre podrá volver a empezar o cambiarde objetivos, por otros más al alcance de su mano. Pero infierno significa yano tener futuro, no ver ya ninguna salida, no poder realizar nada de lo quese quiere o desea.

La imagen del hombre amputado de sus órganos quizás nos pueda dar unaidea. Alguien que carece de ojos, de oído, de tacto, de olfato, no podrárecibir nada ni comunicar nada. Vivirá en una soledad completa. Y lasoledad es el infierno. Hemos sido hechos para amar. Amar es dar y recibir.

Hemos sido hechos para estar juntos, para comulgar los unos de los otros ygozarnos de las alegrías de Dios y de la creación. Y de eso nos separamos

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nosotros mismos.

La frustración mayor, sin embargo, consiste en la ausencia de Dios. Todonuestro ser vibra por Dios en cuanto que es nuestro centro y el Tú radicalque llena nuestro yo. Mientras que en ese hombre impera un vacío

absoluto, se siente perdido en sí mismo y en las cosas. Aunque sienta quetodo dice una referencia radical con el Misterio, no la puede gozar. Su dolorserá mayor por el hecho de saber que, al existir y no quedar reducido a lanada, da gloria a Dios y da testimonio del amor que «todo lo penetra eilumina» (Dante). Querría que Dios se aniquilase pero se da cuenta que sólogracias a Dios puede tener semejantes deseos siempre frustrados.

Su existencia es absolutamente absurda. Y es absurda porque dentrotransporta un sentido más radical: la gloria que el mismo infierno da a Dios,contra su misma voluntad. Es como si alguien fuese dentro de un tren agran velocidad y caminase en sentido contrario al del tren, con la ilusión deir en contra del sentido del trayecto. Por más que corra en direccióncontraria, al estar dentro del tren, no dejará por ello de ser llevado ytransportado hacia adelante en el sentido del trayecto que es Dios.

¿Es posible que el hombre se cree un infierno y diga no a lafelicidad? Alguien podría objetar: nadie se decide por el infierno que él mismo hayacreado. Nadie puede querer con voluntad firme la infelicidad y la soledadabsoluta. El hombre siempre busca la felicidad. A veces se engaña. Si

comprendiese qué significa Dios, nunca lo negaría. A esto nos da unarespuesta el Evangelio de S. Mateo (Mt 25). No es necesario caer en lacuenta de la identidad de Dios para negarlo o amarlo. Dios nunca semuestra cara a cara. Nos sale al encuentro en las cosas de este mundo. Enel juicio final los condenados le dirán a Dios espantados: «Señor, ¿cuándote vimos hambriento y no te dimos de comer ¿Cuándo te vimos desnudo yno te vestimos?». los malos protestan porque afirman que nunca se hanencontrado con Dios ni tomado partido por El. Y la respuesta del juez será:«En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer eso a uno de estospequeños, a mí me lo hicisteis. E irán al suplicio eterno» (Mt 25 45s).

Dios apareció de incógnito en la persona del necesitado y no fuereconocido. Por eso el hombre acostumbrado a quererle mal al otro, aexplotarlo, a no tener compasión de él, a no acordarse de los demás, sino apensar únicamente en sí y dar margen y extraversión a todas sus pasiones,llegará a crear como un mecanismo de comportamiento y de decisión queúnicamente pretende instalarse y permanecer estructurado según lo quesiempre se hace. Al morir, ese comportamiento quedará fijado, y entoncesaparecerá el infierno. El infierno ha sido una creación suya: la muerte no hahecho sino sellar lo que la vida ha ido moldeando. Entonces ya no habrámás posibilidad de vuelta ni de conversión.

«Si el hombre no comprende el infierno es porque todavía no ha

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comprendido su corazón». U hombre lo puede todo, Puede ser un judas ypuede parecerse a Jesús de Nazaret. Puede ser un Auschwitz, un Dachau,un Mostar. Puede ser un santo y puede ser un demonio. Hablar de cielo yhablar de infierno es hablar de lo que el hombre puede ser capaz. El queniega el infierno no niega a Dios y su justicia; niega al hombre y no lo toma

en serio. La libertad humana no es cosa de broma; es un riesgo y unmisterio que implica la absoluta frustración en el odio o la radical realizaciónen el amor. Con la libertad todo es posible, el cielo y el infierno.

Mientras el hombre se encuentre de camino el tiempo será siempre tiempode conversión. Convertirse es hacer como hace el girasol: volverse siemprehacia la luz, hacia el sol, y acompañar al sol en su camino. El sol es Diosque, en este mundo, se manifiesta humilde y de incógnito en la persona decada hombre con el que nos encontramos. Si estamos siempre dispuestos aaceptar a los demás, si estamos siempre a la expectativa de abrirnos a un

tú, sea quien sea, entonces nos encaminamos hacia la salvación y lamuerte no nos causará ningún mal; y el infierno será sólo una posibilidad,pero alejada de nuestra vida; pero una posibilidad real.

¿Podemos ir al infierno sólo por un pecado mortal? 

Esta pregunta está mal planteada. El infierno es una decisión de toda unavida y de la totalidad de nuestros actos. Nade es condenado al infierno s-inmás. Sólo permanece en el infierno quien lo creó para si, el que se decidiópor él. La epístola a los hebreos dice que «si pecamos voluntariamente

estarnos destinados al ardor del fuego» (10,26-27). Como ya notaron conacierto algunos Santos Padres (Agustín Teofilacto) no se dice «después dehaber pecado» sino «T pecamos» es decir, si persistimos en nuestro pecadorechazando la conversión. Se trata por lo tanto de una disposición del alma,no de un hecho aislado.

Nuestra situación de peregrinos entre tentaciones, dificultades sicológicas,errores en la educación y debilidades de todo tipo, no nos permite durantenuestra vida realizar un acto que marque de una vez por todas nuestrodestino futuro. Nuestra vida es una sucesión de actos continuos, la mayoríade ellos ambiguos, porque el hombre es simultáneamente bueno y malo, justo y pecador. Lo que marca nuestro destino futuro es nunca vida encuanto totalidad, no éste o aquel acto.

Los actos revelan nuestro proyecto fundamental. Si repetimos siempre losmismos actos y nunca intentamos corregirlos sino que permitimos quetengan lugar sin ninguna preocupación, podrán señalar poco a poco nuestradirección fundamental. Sin embargo, si tenemos nuestro proyectofundamental orientado hacia Dios, controlamos la situación de tiempo entiempo e intentamos vencernos siempre que percibimos que nos estamosdesviando entonces los actos individuales cobran menos importancia.

Podrán ser pecados graves, pero no mortales (que llevan a la segundamuerte). Por un pecado «mortal» que no sea el resultado de toda una vida

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y de toda una orientación nadie será expulsado a las tinieblas exteriores. Ladecisión fundamental y definitiva del hombre se realiza al morir, comovimos anteriormente. En ese momento el hombre percibe una vez más todasu vida, comprende a Dios y lo que El significa, se confronta una vez máscon Cristo y su función cósmica, y entonces, absolutamente libre de

obstáculos externos, podrá decir un sí definitivo a Dios o un no final.

Aquellos hombres que buscaron con sinceridad la verdad y la justicia,aunque hayan sido pecadores y hayan estado lejos de Dios por lascircunstancias tal vez de educación, malos ejemplos, complejos síquicos,podrán ahora verlo y decirle un sí definitivo. Porque estaban sirviendo aDios cuando hacían el bien y respetaban a los demás. El proyecto de suvida se verá ahora realizado y vivirán en Dios.

Conclusión: el realismo cristiano. 

El cristiano es un ser extremadamente realista. Conoce la existenciahumana en su dialéctica tensada entre el bien y el mal, el pecado y lagracia, la esperanza y el desespero, el amor y el odio, la comunicación y lasoledad. Vive en esas dos dimensiones. Sabe que, mientras esté de camino,puede inclinarse más al uno o al otro lado. En cuanto cristiano, se hadecidido por el amor, por la comunión, por la esperanza, por la gracia.Cristo nos enseñó cómo debemos vivir en esa dimensión. Si nosmantenemos en ella seremos felices ya aquí y para siempre. Con esto no sequiere disminuir la dramaticidad de la existencia humana; y sin embargotenemos esperanza: «Confiad, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). El nos

dijo, antes de dejarnos, esa palabra. Después de Cristo ya no puede haberdrama sino únicamente, como en la Edad Media, autos sacramentales. Yesto es así porque con Cristo irrumpió la esperanza, la certeza de la victoriay la convicción segura de que el amor es más fuerte que la muerte.

Si nos mantenemos abiertos a todos, a los demás y a Dios, y si intentamosponer el centro de nosotros mismos fuera de nosotros, entonces estamosseguros: la muerte no nos hará mal alguno y no existirá segunda muerte.En este mundo comenzaremos ya a vivir el cielo, tal vez entre peligros,pero seguros de que estamos ya en el camino cierto y en la casa paterna.