Borges Jorge Luis - Un Teologo en El Infierno

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Jorge Luis Borges- Un teólogo en el infierno

Citation preview

  • Jorges Luis Borges

    -Un telogo en el infierno

    -Borges y su secreta complejidad

    -Borges y su idioma sobrio y sencillo

    -Borges, ultrasta y modernista

    -Borges dice que le aterra la soledad

    =Flix ngel Vallejo

    -Un encuentro inesperado

    =Rafael Olea Franco

    -Estatuto borgiano

    =Jos Miguel Oviedo

    -'Textos recobrados' recupera al Borges ultrasta

    =Xavier Moret

    -El ltimo Delicado

    =E.M. Cioran

    -Una rareza de Borges

    =Mara Esther Vzquez

    -El ltimo relato de Borges

    =Eduardo Garca de Enterra, de la Real Academia Espaola

    -Borges y una llamativa discordia

    =Rodolfo Rabanal

    -Borges en Pars

    =Mario Vargas Llosa

    Un telogo en el infierno

    "Un telogo en la muerte" es el ttulo que le di Borges a su breve

    relato. Pero como al final l dej a su personaje en el infierno "como un

    sirviente de los demonios", nos pereci mejor titularlo as para este

    comentario.

    En primer trmino, consideramos que lo all expresado coincide con lo

    que el autor piensa o imagina, siente o vive acerca de la muerte y del

    ms all. O al menos creemos que al escribir as no hizo cosa distinta a

    exteriorizar lo que ve en su interior. De modo que lo justo es aceptar

    que vivi, dentro de s, la propia vida de un telogo con fe pero sin

    caridad (el hombre de hoy), denunciando as - tal vez sin proponrselo-

    uno de los ms graves problemas religiosos que hoy conturban al mundo.

    Porque la verdad es que si este atraviesa por aguda y peligrosa crisis

    que lo tiene al borde de pavorosa catstrofe, dbese sin duda a que los

    humanos no slo han perdido le fe viva, sino que como no obran con amor,

    casi en su totalidad, apenas s conservan de ella el cadver.

    Pero queremos advertir, antes de seguir adelante, que como sabemos por

    la experiencia que el lector, en general, no est habituado a leer ms

    all de las palabras, sera bueno que despierte, viva lo ledo, se mire a

    s mismo y confronte con su interior. Y entonces le preguntamos: Se ama

    usted y ama el prjimo realmente? Porque no se trata de averiguar

    simplemente si usted est o no satisfecho de su modo de vivir o de sus

    xitos, y de si tiene o no amigos que le sirven o lo divierten y por eso

    los estima. Ese no es ms que el resultado del libre juego de la

    competencia, o sea de la recompensa por el triunfo y la desventura por el

    fracaso o del do ut des, en suma. Que es precisamente lo que est

    sucediendo en la casi totalidad de las relaciones humanas, familiares,

    polticas, econmicas, sociales, religiosas... No es el egosmo, el

  • inters, la rapacidad, la explotacin abusiva, en sntesis, la estructura

    bsica de la sociedad universal de hoy a todos los niveles, salvo

    excepcionales casos aislados? O en otras palabras: podra decirnos

    sinceramente cual es el inters vital que tiene usted aparte de su yo, de

    sus propios deseos y beneficios? Es obvio que para poder contestar esta

    pregunta con entera verdad, es preciso, ante todo, desnudarse renunciando

    en absoluto a toda hipocresa y dems vanidades ocultas, que son el

    azote y calamidad del mundo actual. Quin que existe puede arrojar la

    primera piedra?

    Pero oigan ustedes lo peor por lo paradjico y verdadero que realmente

    es: el amor es llama divina que slo puede arder en la inocencia que es

    sntesis de caridad, fe y esperanza genuinas en el corazn de los

    humanos, ya que estas dos ltimas virtudes parece que no pueden subsistir

    separadas de la primera porque se mueren o se petrifican. Mejor sera

    decir que como la fe es la sustancia de lo que esperamos, as sabemos de

    una vez que sin caridad nada podemos esperar, pues cuando falta el amor

    la vida misma pierde su sentido y la

    eternidad simula ser onrica ilusin. Por eso es cierto que sin esas tres

    virtudes, que en

    sntesis son amor, los seres humanos nos quedamos vacos e inertes. Y de

    ah

    nuestro miedo a morir, que no es otra cosa que la oscura conciencia del

    secreto saber cuando nos dice, ntima y profundamente, que mientras no

    amemos permaneceremos muertos.

    Entonces, qu puede ser y hacer le fe sin la caridad? Pero antes veamos

    cmo nace ella en nosotros. Vemos, pues, brevemente, en nuestro interior,

    su proceso de gestacin frente al

    mundo. Tan pronto como empezamos a ser consciencia lo primero que

    sentimos, de sbito un da cualquiera, es asombro ante la magnitud del

    universo. No recuerda el lector la inefable perplejidad que sinti en su

    adolescencia, de pronto e inexplicablemente, al hallarse solo en bella

    noche frente inmenso espacio, la luna y las estrellas? Nuestra conciencia

    de hormiga nos abruma en esos instantes, pues todo, hasta lo ms pequeo

    nos excede, nos sobrepasa tal como es y continuar siendo la verdad para

    todos los tiempos. De modo que lo primero que impresiona a nuestra

    conciencia recin nacida, es el misterio; pero ella es, por sobre todo,

    lo ms misterioso del universo, pues si no existiera, los enigmas no

    existiran. Pero lo grave es que a medida que el hombre avanza en le

    vida, en las experiencias y la sabidura, ms se ahonda en l la

    perplejidad. Y por extrao contraste al paso que sutiliza, absorto en la

    meditacin, al golpe del tiempo, no slo lo desmesurado lo asusta, sino

    que va viendo, poco a poco, que por todas partes lo cerca el misterio

    hasta que un da el de la sola vida de una brizna de hierba lo confunde.

    Slo que a los ojos infantiles e inocentes, todo lo que alcanzan a ver en

    el universo es tan natural, corriente y llano. Para el nio la totalidad

    de lo que lo rodea est ah ya hecho, estabilizado y seguro. EI ambiente

    del cosmos le es claro, sencillo y familiar.

    Peco si no existe nada que no exceda a nuestra muy limitada y frgil

    compremsin, ni nada que no sea causado, es la fe algo distinto a

    nuestra necesidad consciente de reconocer la presencia causas?

    A continuacin copiamos textualmente algunos apartes pertinentes del

    citado relato de Borges. Lo que incluimos entre parntesis, salvo el

    primero, es nuestro veloz comentario explicativo o sugerente. El resto se

    lo dejamos al lector para que lo confronte con su vivencia.

  • Dicen asi:

    "Los ngeles me comunicaron que cuando falleci Melanchton le fue

    suministrada en el otro mundo una casa ilusoriamente igual a la que haba

    tenido en la tierra (A casi todos los recin venidos a la eternidad les

    sucede lo mismo y por eso creen que no han muerto). Los objetos

    domsticos eran iguales: la mesa, el escritorio con sus cajones, la

    biblioteca. En cuanto Melanchton se despert, reanud sus tareas

    literarias como si no fuera un cadver y escribi durante unos dias sobre

    la justificacin por la fe. Como era su costumbre, no dijo una palabra

    sobre la caridad. Los ngeles notaron esa omisin y mandaron personas a

    interrogarlo. Malanchton les dijo: "He demostrado irrefutablemente que

    el alma puede prescindir de la caridad y que para ingresar en el cielo

    basta la fe". (el cielo como lugar). Esas cosas las deca con soberbia y

    no saba que estaba muerto y que su lugar no era el cielo. (Sin caridad

    no era posible, piensa Borges). Cuando los ngeles oyeron su discurso lo

    abandonaron (l cree en la tica).

    Segua, sin embargo, escribiendo, pero como persista en la negacin de

    la caridad, lo trasladaron a un taller subterrneo donde haba otros

    telogos como l. Ah estuvo unos das encarcelado y empez a dudar de su

    tesis y le permitieron volver. La pieza del fondo estaba llena de

    personas que lo adoraban y que le repetan que ningn telogo era tan

    sapiente como l. Esa adoracin le agrad, pero como alguna de esas

    personas no tena cara y otras parecan muertas (a conciencia de hallarse

    con vida en un cuerpo descompuesto, una forma dantesca del infierno),

    acab por aborrecerlos y desconfiar. Entonces determin escribir un

    elogio de la caridad, pero las pginas escritas hoy, aparecan maana

    borradas. Eso le aconteci porque las compona sin conviccin.(Sin amor).

    "Reciba muchas visitas de gente recin muerta, pero senta vergenza de

    mostrarse en un alojamiento tan srdido. Para hacerles creer que estaba

    en el cielo, se arregl con un brujo de los de la pieza del fondo y ste

    los engaaba con simulacros de esplendor y serenidad.

    Apenas las visitas se retiraban reaparecan la pobreza y la cal, y a

    veces un poco antes (El demonio de la vanidad).

    "Las ltimas noticias de Melanchton dicen que el mago y uno de los

    hombres sin cara lo llevaron hacia los mdanos y que ahora es como un

    sirviente de los demonios. "(O sea que se halla en ese infierno que es

    ausencia de amor)".

    Y como slo podemos amar aquello que realmente vivimos o intuimos y en

    cierto modo somos, resulta, adems, que la fe, en su esencial sentido,

    tiene que ser al mismo tiempo amor. De aqu que tanto la fe sin obras

    como las obras sin amor son cosas muertas. Y por eso siempre que damos

    una limosna sin corazn, lo que hacemos es deteriorarlo endurecindolo.

    ===

    Borges y su Secreta Complejidad

    Para que la obra escrita viva y perdure, despertando, deleitando y

    nutriendo el mundo interior de los lectores, es preciso que el autor

    viva, padezca, sea y entienda lo que escribe. Ms claro: que por lo

    escrito fluya sangrante la verdad de su propia vida ntima.

    Por eso las obras que son producto exclusivo de la mente, imaginarias o

    ficticias, que son la casi totalidad de las que diariamente aparecen, si

    acaso despiertan algn inters transitorio, mueren luego como la

    hojarasca. Unos meses o pocos aos despus nadie las recuerda. Las otras,

    en cambio, las que sangran y palpitan de vida, si bien hasta suele

    ocurrir que no las vean de inmediato, con el paso del tiempo se haciendo

  • visibles y perdurables. Y aun los siglos suelen aejarlas y

    embellecerlas. Por ejemplo La Divina Comedia, El Quijote, La Celestina,

    los dramas de Shakespeare y no muchos libros ms, vividos, padecidos,

    digeridos y expresados de igual modo.

    Vamos a ver ahora si logramos objetivar y expresar en forma viva, la

    raz y esencia profundas de la perdurabilidad de tales libros.

    En primer trmino, el hombre es la sntesis de todo lo existente, y por

    eso en l vive, en latencia, la totalidad de lo humano. De ah que cuando

    cualquier autor escribe sus vivencias, o sea, lo que en s mismo es, de

    inmediato aquellos que lo leen, si no estn dormidos o muertos (La

    mayora casi siempre lo est), sienten, viven y entienden algo as como

    si a ellos, en sus vidas profundas, se estuviera refiriendo el escritor.

    El caso de Dostoiewski, como ejemplo, es clsico. AI leerlo todos sus

    personajes nos despiertan a los anlogos que nosotros somos por dentro.

    Porque qu otra cosa distinta es el hombre de una compleja mezcla de

    fantasmas, vicios, pecados, demonios, virtudes o santos? Por eso de s

    mismo puede dar a luz un diablo o un dios. Tal es el sentido de que

    Cervantes, Dante, Fernando de Rojas, Shakespeare y otros, vivieron,

    fueron y entendieron las obras que expresaron. Y como ellos fueron en s

    mismos muchos mundos y los despertaron, todos los que leemos sus libros

    nos sentimos representados en sus protagonistas y por eso su lectura

    absorbe o encanta. Adems nos despiertan, a su vez, interiormente,

    enriquecindonos con sus sabias enseanzas. Somos inducidos por ellos o

    sea que obran en nosotros como ayudantes, enzimas o diastasas en la

    digestin de las vivencias.

    En cambio los libros de los letrados, o sea, los de esos escritores que

    escriben slo con la mente sus juicios, conceptos o mensuras mentales

    (que son la casi totalidad), no son ms que perturbadores o

    tergiversadores de la inteligencia... y de la realidad. Porque no hay

    duda ninguna acerca de que slo lo vivo es verdad y lo nico vivo es el

    espritu. No vive el lector, dentro de su propio mundo, que siempre que

    se lo anarquizan con falsas, torpes o absurdas historias imaginarias o

    trucos o leyendas, padece graves desrdenes o trastornos interiores que

    le destruyen su energa e inteligencia con sensible mengua de su normal

    desarrollo evolutivo? No sern todos esos pajosos libros literarios una

    de las ms decisivas causas del pavoroso caos mental que hoy padece el

    hombre? No es este diablico artificio libresco algo as como una ciega

    y sorda mecanizacin conceptual de la vida?

    Porque los libros o trabajos que son obra exclusiva de la mente, la

    memoria y el pensamiento, son meros productos mecnicos, fros y muertos.

    Al leerlos sentimos de inmediato su vaco, su inercia, su ausencia de

    calor humano, la sola vanidad de su palabrera. Pero como casi todos los

    humanos no viven sino que vegetan o deliran o suean en vaco, tales son

    los libros que leen y admiran. Es necesario, pues, que pase algn tiempo

    para que esas nadas literarias sigan en su gusto olvido.

    Por el contrario, las obras que tratan de la vida o espritu, o sea de

    la verdad, son, en un cierto modo, inmortales. No importa que ellas sean

    cuentos, novelas o poemas, pues siendo cada hombre y todos los hombres

    muchos mundos interiores, cuando estos logran despertarlos y expresarlos,

    as vivos, las inmortalizan. Y por eso toda verdadera obra de arte, para

    que lo sea realmente, tiene que ser autobiogrfica, es decir, vida,

    sangre y espritu de autor. Porque, cmo, pues, pudo Cervantes pintar

    as de vivos, de humanos, a don Quijote, a Sancho, a Dulcines y a todos

    los personajes de su obra si l mismo no fue ellos? Los vivi

  • profundamente, genialmente en sus mundos interiores y los di a luz en

    bella desnudez, tal como lo estn atestiguando hasta ahora los siglos.

    De manera que viene a ser la desnuda comprensin de la vida, escrita o

    expresada en cualquier forma, lo que define, en esencia, la obra de arte.

    Y por eso esta consiste en expresar desnudamente la vivencia.

    "Pero Cervantes no ama a este loco (don Quijote), dice Elle Faure, tanto

    por los fantasmas que persiguen su generosidad y su valor, como por la

    divina potencia de su ilusin". O sea que su amor, el de don Miguel,

    comentamos nosotros, es a si mismo, al genial iluso que es l. Y tambin

    a Sancho, a Dulcinea, al Cura, al bachiller Sansn Carrasco y en fin a

    todos esos personajes que integran sus mundos vivientes y palpitantes.

    Leamos a Unamuno:

    "Partise luego de esto Sancho para el gobierno de su nsula, despus de

    recibidos los consejos de su amo", "y apenas se hubo partido Sancho,

    cuando Don Quijote sinti su soledad"; tristsimo rasgo que nos ha

    conservado la historia. Y cmo no haba de sentir su soledad, si Sancho

    era el linaje humano para l y en cabeza de Sancho amaba a los hombres

    todos? Cmo no, si haba Sancho sido su confidente y el nico que le oy

    aquello de los doce aos en que haba querido en silencio a Aldonza

    Lorenzo ms que a la lumbre de sus ojos, que la tierra comera un da?

    No estaba entre ellos dos solos el secreto misterioso de su vida?".

    Tal es, en sntesis, el modo como nosotros concebimos la creacin

    artstica.

    Vamos a ver ahora cmo la concibe Borges, segn lo expresa l mismo en

    sus dilogos con Sbato.

    Borges. "Sabe, Sbato? yo haba pensado un tema para hoy. Pens que

    podramos hablar de cmo escribe usted una novela y cmo escribo yo un

    cuento. Qu le parece? Mejor empiece usted.

    Sbato. Es lindo, es cierto. No s, prefiero que lo haga usted, as

    despus me animo. Se que puede ser importante para los jvenes".

    Borges. "Vamos a ver si puedo explicarlo... Puedo referirme nicamente a

    mi experiencia personal, que no tiene porque coincidir con otras. Pienso

    que Mallea, por ejemplo, hablara de otra manera. Digamos entonces, que

    voy caminando por la calle, o recorriendo galeras (hay muchas en esta

    zona) y de pronto percibo que algo me conmueve. Antes que nada tomo una

    actitud pasiva del espritu; s que si algo es un proyecto esttico puede

    ser narrativo o

    puede ser potico o ambas cosas a la vez. Puedo explicar lo que me pasa

    citando a Conrad que refiere que l es un navegante que ve el horizonte

    una mancha y l sabe que esa mancha es Africa. Es decir, que esa mancha

    es un continente con selvas, ros, hombres, mitologas y bestias, y sin

    embargo lo que l ve es poqusimo. Eso mismo me pasa a m. Entreveo una

    forma que podra ser una isla y veo sus dos extremos: una punta y la

    otra, pero no s lo que hay en medio. Vislumbro el principio y el fin de

    la historia, pero cuando entreveo eso yo no s todava a qu pas o a qu

    poca corresponden. Eso me va siendo revelado a medida gue pienso en el

    tema o cuando lo voy escribiendo (subrayamos). Y los errores que cometo

    son generalmente errores que pertenecen a esa zona oscura y no

    descubierta todava. Yo no digo como Poe que el cuento tiene su valor en

    la ltima lnea. Porque esta apreciacin nos llevara quizs a que todos

    los cuentos fueran policiales".

    "Y aqu hay algo curioso - agrega adelante Borges- uno al principio

    cuando comienza es barroco,a vanidosamente barroco, despus quiz puede

  • lograr esa secreta complejidad. No la sencillez, sino una secreta

    complejidad (subrayamos)".

    En otra ocasin tendremos la oportunidad de estudiar, concretamente en

    algunos de sus cuentos, eso que dice l que le es revelado a medida que

    piensa en el tema o escribe, y tambin lo que denomina secreta

    complejidad.

    ===

    Borges y su Idioma sobrio y Sencillo

    Al referirnos al estilo de Borges queremos recordar una cita que de l

    ya hicimos tomada del libro "Dilogos Borges-Sbato" y que dice asi:

    "Y aqu hay algo curioso, uno al principio cuando comienza a escribir

    es barroco, vanidosamente barroco, despus quiz puede lograr esa

    secreta complejidad. No la sencillez, sino una secreta complejidad..."

    0 sea que su estilo es slo el resultado de un severo, lento y complejo

    proceso de meditacin, depuracin y refinamiento esttico. Por eso lo

    primero que se advierte, al leerlo, es que tanto su prosa como su poesa

    son el sazonado fruto de una muy esmerada, erdita y paciente

    elaboracin. Lo que a veces parece que le restara temperatura a la obra.

    O que la dosis de tan vital esencia le fuera suministrada en tan leve

    cantidad, que la hiciera casi imperceptible, deteriorndola, si no fuera

    por la singular superacin que ella alcanza con su hondura metafsica y

    su muy sutil msica interior.

    De modo que para poder llegar a esa profunda claridad y desnudez de

    expresin, sin que se le advierta el trabajo, Borges debi necesitar

    buenos aos de meditada y cuidadosa brega por libertarse del verbalismo,

    uno de los ms graves e inveterados vicios de la casi totalidad de los

    escritores de lengua castellana. Y an ms difcil la tarea si se tiene

    en cuenta que la mayora de los lectores est habituada tradicionalmente

    a la abundancia decorativa de las palabras, y en general a todos los

    medios barrocos de expresin. Porque la verdad es que el barroquismo

    parece algo as como una morbosa exuberancia inherente a la vanidad de la

    especie humana. Y tal vez a toda la naturaleza, en la que abundan las

    abigarradas decoraciones.

    No ser que el hombre, animal cado y vanidoso, adorna sus

    pensamientos, palabras y obras - y se adorna a s mismo- impulsado por la

    necesidad de ocultar, disfrazar o disimular su angustia y vergenza? Como

    es el nico ser viviente clara, consciente y dolorosamente avergonzado,

    no tiene otra salida que la de esconderse en la vanidad. De ah el que se

    entregue, de modo casi total y con olvido de lo que en realidad es

    (nada), a un fantstico sueo de ilusiones, placeres, poder, felicidad y

    perfeccin, en cuyo proceso y fin slo halla dolor. Cosa que le ocurre en

    todas las formas que adopta para su representacin, as en las del simple

    teatro de la vida habitual como en el ms complejo de las artsticas,

    cientficas. polticas, religiosas, etc.

    O sea que siempre est representando su tragicomedia, si simplemente se

    halla en su casa, asiste a reuniones sociales, va por la calle, habla,

    escribe, pinta, esculpe, etc. Y por todas partes se disfraza de pavo

    real, inflndose, adornndose, y decorando mimticamente sus

    representaciones, igual que esa ave ilustre, la que si hablara dira,

    segn lo dijo Ortega, que su alma o cielo estn en su cola. Acaso no ha

    vivido el lector que no slo gusta de que lo admiren los dems, sino de

    admirarse a s mismo? Y todo ello porque su naturaleza cada no le da

    tregua en el ineluctable papel de actor de su propia farsa.

  • De modo que en la literatura, y en general en el arte, las llamadas

    escuelas literarias o artsticas no son cosas distintas a las diversas

    formas de expresar los disfraces por medio de los cuales, a la vez que

    nos manifestamos dentro de la tragicomedia, nos escondemos o nos fugamos

    de la angustia. No es lo habitual que lo entendamos as, ni menos es

    reprobable, pero es la verdad. Trtase slo de uno de los modos de viajar

    o de representarnos, aqu en el mundo del bien y del mal, a fin de que

    podamos digerir el misterio de la vida segn la vocacin o medio de

    manifestarse que a cada cual le es inherente. Lo que importa es que

    hagamos la digestin, que entendamos, pues slo as nos iremos

    libertando. No vive el lector que es esclavo de su trabajo, arte o

    representacin y que slo se liberta al paso que entiende? No amamos sino

    lo que entendemos, y slo lo vivido y entendido es verdad, todo lo cual

    es lo mismo que libertad, belleza o inocencia. Por eso el paraso o reino

    de Dios, "que est dentro de nosotros", es comprensin y amor.

    Pero tan pronto como el hombre abusa en exceso de los adornos o

    decoraciones de las modas, repitindolos durante aos o hasta siglos (es

    animal de costumbres o reiteraciones), al fin se hasta y dice entonces

    que el nico bello y real valor es la sencillez o "le secreta

    complejidad", segn Borges, en cuanto se refiere al estilo. Es decir, que

    por reaccin opta por situarse en el extremo contrario al de la poca en

    decadencia para edificar all, con modernsimo sentido una nueva vanidad.

    Y como la imaginacin humana es ms limitada de lo que parece, pues ni

    siquiera ha podido sobrepasar el nmero de los monstruos mitolgicos, con

    los sucesivos hastos y reiteraciones viene a cumplirse la milenaria e

    ineluctable ley del Eterno Retorno o repeticin de la historia (una

    profesin al revs) por los siglos de los siglos.

    Al tiempo que "nos acecha desde todos los rincones el hasto" -dice

    Ortega y Gasset, en bella prosa barroca- nos va cayendo gota a gota

    dentro de las entraas el dolor universal: entonces advertimos la

    vacuidad de la existencia, entonces necesitamos beber vinos generosos de

    bodegas ajenas, entonces nos emboscamos en las escenas trgicas del arte

    o buscamos las saucedas lentas que plant a la vera de algn hombre

    grande y bueno de cuyo pecho manaba otro ro de ternura, idealismo y

    dulcedumbre. Parecindonos la vida srdida e indigna de sufrir, la

    henchimos de arte (fuga o refugio de la angustia, decimos nosotros) y

    estivamos de imaginacin las barcas lentas de nuestras hora ".

    "Es, pues, el arte una actividad de liberacin. De qu nos liberta? De

    la vulgaridad es la realidad de todos los das; lo que traen en sus

    cangilones unos tras otros los minutos; el cmulo de los hechos,

    significativos o insignificantes, que son urdimbres de nuestras vidas, y

    que sueltos, desperdigados, sin ms enlace que el de la sucesin, no

    tienen sentido. Mas sosteniendo, como a la pompa el tronco, esas

    realidades de todos los das, existen las realidades perennes, es decir,

    las ansias, los problemas, las pasiones cardinales del vivir universo. A

    stas son a las que llega el arte, en las que se hunde, casi se ahoge el

    artista verdadero, y emplendolas como centros energticos logre

    condensar la vulgaridad y dar un sentido a la vida".

    Tal vez podramos hacer de lo anterior una sntesis as: Agobiados por

    la estupidez y angustia de la vida cotidiana, unos hombres se refugian en

    el arte; y si en tal refugio logran realizar sus obras con todo la

    profundidad humana de que son capaces, podrn digerirla y entenderla

    amorosamente (este amor es un grande y bello misterio, y slo lo sabe el

    que lo ha vivido) como en cualquier otro trabajo, ocupacin, padecimiento

  • o cruz. Esto consiste, pues, este oscuro, misterioso, pesado y doloroso

    viaje terrenal y su nica salida.

    Pero antes de continuar con el Borges escritor, veamos, brevemente, el

    Borges humano.

    Vindolo y oyndolo por televisin, al instante intuimos la presencia o

    intimidad de un hombre sincero, probo y digno. La diafanidad de su vida

    interior se ve, de inmediato, en ese peculiar modo en que l, por

    naturaleza, gusta ponerla de presente en todas y cada una de sus

    palabras. Lo mismo cuando habla de sus padres, de su arte o de si mismo,

    con hermosa sencillez e inocencia. Emana de l una singular delicadeza

    en todas sus formas de expresin, Igual que si fuera un nio bueno en

    todos sus pensamientos, palabras y obras.

    Hasta en su desnuda afirmacin de que no cree en Dios o de que es tan

    escptico "que ni siquiera est seguro de que no haya un Dios", se hace

    merecedor de respeto, por su probidad, en este mundo sucio e hipcrita. Y

    aun ms cuando -como slo podra decirlo un prvulo- afirma que,

    consciente de su conducta, no se considera digno de cielo ni de infierno,

    y que a los dos los ve como hiprboles. Todo esto nos hace ver en l algo

    as como un gozoso mundo ntimo fantstico, inocente, infantil y potico.

    Nunca habamos visto antes un nio semejante a l, as de grande y de

    viejo, y viviendo en un maravilloso paraso de fantasas infantiles.

    ===

    -Borges, ultrasta y modernista

    De todos modos la verdad es que Borges, movido por su anhelo de

    originalidad y superacin de las normas estticas vigentes y caducas, al

    principio fue ultrasta cosa que despus consider como una equivocacin.

    Vio que toda exageracin es contraria a la verdad y entonces limit sus

    pretensiones literarias a un modo clido y sencillo de expresar la

    desnudez de la vivencia y su misterio. Tal fue, pues, segn todos los

    signos, el genuino origen de su actitud renovadora en su pensamiento y

    estilo de poeta y escritor. Entendi adems que cuando se niega un patrn

    como reaccin, se crea otro que atrapa y esclaviza.

    Por eso al leerlo, en prosa o verso, lo primero que advertimos es su

    espontnea y refinada austeridad en la seleccin y el uso de los

    vocablos. De modo muy preciso y autntico expresa todo lo que le acontece

    en su complejo mundo interior. De pronto dice, por ejemplo:

    "Apruebo el suicidio" o 'Mientras estoy creando soy insignificante', o

    "Las ideas nacen dulces y envejecen feroces" o "Una persona que suea es

    a la vez el teatro, el autor, el actor y el decorado", todo lo cual es,

    en esos momentos, su ntima verdad o vivencia. O sea que no se trata de

    la expresin de un mero estado intelectual, sino de autnticas

    expresiones de su vida profunda. Lo que patentiza su estricta vigilancia,

    su atenta observacin y su efectividad en cuanto al logro de evitar caer

    en los excesos decorativos tan usuales en el habla hispana y tal vez en

    todas las hablas del mundo, a causa, como ya lo anotamos, de la vanidad

    que le es inherente a la especie humana. Por eso quiz no se trata de lo

    que denominan escuela barroca sino de la vanidosa propensin del hombre,

    no slo a decorar sus palabras para acentuar su yo o imagen, sino a

    adornarse a s mismo para esconder su miseria.

    Y es en Borges tan vigorosa y clara su pasin por poseer un idioma

    desnudo dctil y transparente, que muchas veces se advierte, de sbito,

    en sus pginas, la inconformidad que lo agobia por no poder hallar en

    determinado momento la palabras precisa para expresar una vivencia o

    definir una actuacin narrativa o potica. Cosa que los otros habituales

  • narradores o poetas suelen obviar mediante el uso de varios vocablos

    imprecisos pero sugerentes y decorativos. Por eso podramos decir que l

    fue, desde el principio, un modernista integral, es decir, no ya slo en

    las meras formas o apariencias sino en le sntesis potica de una

    totalidad esencial. Porque fue realmente el modernismo iniciado por Rubn

    Daro, en Amrica mediante la adopcin de ritmos y modos del simbolismo

    francs, el que le dio una nueva orientacin a la poesa castellana. Aqu

    fueron sus principales representantes con Daro a la cabeza, Lugones,

    Silva, Casal, Freire, Gutirrez Njera...y en Espaa Valle-Incln, Manuel

    y Antonio Machado y Juan Ramn Jimnez. Pero en realidad fueron Jimnez y

    Borges los que posteriormente lograron hacer de la tendencia modernista

    un refinado movimiento esttico, metafsico y original de "secreta

    complejidad" y singular sencillez. Ambos fueron discpulos de Daro con

    explcita humildad, por cierto. "Querido maestro" le dice afectuosamente

    el primero en carta que le escribi a Pars en 1903 y el segundo ha

    expresado humildemente en varias oportunidades: "Nunca tendr su msica".

    Lo que en realidad es cierto. Pero de lo que tampoco queda duda es de

    que, en punto a sencillez, sobriedad, silencio, misterio y msica

    interior, lo superaron. Ya hoy no hay duda de que la nueva poesa ha de

    ser, para que realmente lo sea, desnuda, honda, secreta y silenciosa. Es

    decir, que slo exprese lo que sea vivo y haya sido meditado, en palabras

    de sencilla desnudez, aderezadas con el temblor sensitivo que le es

    inherente a toda genuina creatura.

    Pero tambin fue Dario el nico que logr colocarse por encima de todas

    las escuelas y los ismos e pesar de que absorbi todas las influencias

    poticas, desde las griegas hasta las de su tiempo, transformndolas,

    como Goethe, en su propia vida, su msica su metafsica y su poesa.

    Julio Cejador hace la siguiente sntesis exacta respecto a tal modalidad

    de Daro: "Nombres y vocablos trados de todos los climas, ideas

    barajadas de todas las doctrinas, las ms opuestas, plegarias y reniegos,

    orientalismos vagos y convencionalismos occidentales.

    Pero siempre nuevo como los variados paisajes que cruzan a la vista del

    viajero en un tren, y siempre como este mismo tren en continuo

    movimiento. Es un Hugo ms humano, menos titnico, ms preciosista, ms

    musical, aunque a veces no menos barroco y engravedado. Y eso que quera

    pasarlo por alto!".

    Y por eso ah sigue inmvil, en su puesto, como el ms grande de los

    poetas iberoamericanos de todos los tiempos. En la misma Espaa el

    peridico ABC, el 15 de enero de 1987, Le dedic la edicin de ese da

    con legendaria caricatura en la portada y esta leyenda: "18 de enero,

    1887: Nace en Nicaragua Rubn Daro, poeta de la Hispanidad". Y una

    prueba inequvoca de tal reconocimiento a la vez que del siempre vivo e

    inextinguible barroquismo de la raza, es el laudatorio editorial de ese

    da, del cual transcribimos este abigarrado prrafo: "Ocurri as en otra

    ocasin, cuando las fiestas del centenario de Cervantes, en 1905. Desde

    uno y otro hemisferio, los pases hispnicos llevan estos das su

    homenaje al ms universal de sus poetas y a la nacin ilustre que le vio

    nacer el 18 de enero de 1887, Nicaragua. Rubn Dario fue coronado en vida

    poeta de la raza, poeta de la Hispanidad (subrayamos nosotros). Las

    tierras fecundas de Amrica sentirn siempre, por sus llanos infinitos y

    serranas ciclpeas, el estremecimiento de la nueva brisa de vida y que

    el poeta, cantando la energa ecumnica de la raza, esparci un da por

    el mundo de habla espaola. Nosotros, los espaoles, le debemos gratitud

    eterna".

  • Pero se nos olvidaba hacer una observacin, que consideramos esencial en

    lo tocante a los problemas que ofrecen las transformaciones

    circunstanciales de nuestro idioma.

    Para poder entender, con la necesaria claridad, las explicables

    limitaciones actuales de nuestra lengua, es menester aceptar, adems, el

    hecho de que slo la hablan hasta ahora los pases subdesarrollados o en

    va de desarrollo, jvenes o viejos. Subdesarrollo o retraso econmico,

    educativo, cientfico, tcnico y cultural, etc., que necesariamente ha de

    reflejarse en la lenta, difcil, defectuosa y morosa adecuacin del

    lenguaje a las necesidades del cambio del instante. Por eso vemos a

    menudo que frente a la urgencia de expresar tales mutaciones, quienes

    hablan o escriben sobre ellas tienen que improvisar - en la mayor parte

    de los casos sin bases lingsticas ni semnticas- los vocablos que

    exigen las circunstancias. Y como son las reiteraciones las que, por

    contagio crean los hbitos, pronto proliferan tales adefesios idiomticos

    que luego prohijan hasta los mismos profesores y doctores universitarios

    con no escasos escritores de postn, obligados como estn todos ellos a

    no ignorar elementales normas de sintaxis.

    ===

    -Borges dice que le Aterra la Longevidad

    "Me aterra la longevidad y crezco de valor para suicidarme", confes

    Jorge Luis Borges, en amargo y sincero gesto de angustia hace algunos

    meses. Y agreg: "Tengo miedo de no morir pronto, y como he llegado a los

    78 aos, estoy seriamente alarmado, pues la Biblia recomienda vivir hasta

    los 70 ya que pasando de ah todo es pesadumbre y dolor. Mi madre

    falleci a los 99 aos y una ta abuela al siglo y diez das. Mi corazn

    camina perfectamente, lo que es malo, porque as no puedo esperar esa

    bendicin que es un ataque cardaco".

    Vamos a examinar este problema no slo como el caso de Borges - hombre

    singular por su inteligencia, cultura, humor y sinceridad -, sino como el

    de la especie humana, pues bien sabemos que cada hombre es, en sntesis y

    en latencia, la humanidad entera. Somos, pues, en tal sentido un solo

    Adn.

    Hace ya muy cerca de los dos mil aos, en tiempos de grande oscuridad

    humana que vino Cristo al mundo. El hombre necesitaba entonces un cambio

    interior fundamental, pues habiendo escogido como fin nico de su vida el

    egosmo y el placer, que son dolor, se hallaba a la sazn en horrible

    encrucijada. l nos ense, con ejemplos y palabras eternos, el camino de

    la redencin que es la Verdad o EI como vivencia y convivencia en el

    amor. ( No es esta la nica para todos los seres humanos y los pueblos

    de la tierra?).

    Pero como los hombres no quisieron cambiar - ni lo quieren ahora mismo-

    a fin de realizar con obras tal enseanza, en los actuales momentos,

    dominados como se hallan por el miedo, la violencia, el crimen, el dolor

    y la desesperacin, estn viendo que no les quedan ms opciones que la

    locura nuclear, el traslado a otro planeta o la verdadera realizacin del

    cristianismo. Y en busca del logro de una de las tres, y consciente o

    inconscientemente, estamos trabajando todos los humanos sin tregua ni

    descanso, pues a fin de cuentas la responsabilidad es total. Cunto

    tardar en llegar una de ellas? 0 sern simultneas la catstrofe y la

    evasin?

    Bien sabemos que el hombre es animal perturbado, dolorido, atormentado y

    conflictivo... que no ha podido extirpar o siquiera sosegar el tumultuoso

  • y doloroso drama de su mundo interior. Hay acaso un solo ser humano que

    no sea un tormento en s mismo? Tal vez

    uno que no conocemos sea feliz, como dice Borges, pues eso que llamamos

    felicidad es ilusin de instantes. Pero lo ms extrao es que casi todos

    los humanos se comportan exteriormente como si no sufrieran y slo a unos

    pocos les omos quejarse de vez en cuando. Parece, pues, que se

    avergonzaran de sus ocultos padecimientos o que siendo cobardes o

    indignos fueran valientes y activos. Pero si a alguien le alabamos su

    visible alegra, de inmediato protesta dicindonos que su tragedia la

    lleva adentro, escondida.

    De modo que tambin siente vergenza de su supuesta dicha. Por donde

    vemos que de lo que dan testimonio inequvoco a cada paso los hombres, es

    de su total inseguridad con vanidosas apariencias de todo lo contrario.

    Un ejemplo: cuando Borges cumpli 78 aos le preguntaron qu pensaba del

    premio Nobel para l y contest que no le interesaba en absoluto. Sin

    embargo, al cumplir los 79, lo interrogaron as: " qu regalo le hubiera

    gustado a usted recibir hoy?". El Nobel, respondi. Lo aceptara con toda

    avidez, con todo descaro. Y es tan raro este mundo que no es imposible

    que me lo den". "En estas loteras de los premios, agreg posteriormente,

    a veces hay equivocaciones y pudiera ser que me cayera a m ese gordo

    mundial' Su juego humorstico es deliciosamente infantil, ironiza con el

    Nobel porque le gusta mucho. En su soberbia literaria se sentira feliz

    con l, bien lo disimula. Y tambin ironiza con la muerte y le longevidad

    diciendo, sonriente, que le teme a la ltima, cuando la verdad que no

    desea morir para saborear el resto de vida con la esperanza del posible

    premio, pues como humano sincero, tal es lo que en sntesis nos sugiere y

    anhela.

    No es bastante claro?

    Pero como el hombre de todos modos, es un ciego animal contradictorio,

    examinemos el sentido que puede tener esa afirmacin de Borges acerca de

    que le tiene miedo a la longevidad y de que no se suicida porque carece

    de valor, as como tambin eso de que la Biblia dice que, para el hombre

    que vive ms all de los 70 aos todo es pesadumbre y dolor.

    Conviene que copiemos las palabras textuales de la Biblia: "Setenta aos

    son los das de nuestra vida; cuando ms ochenta aos en los muy

    vigorosos; lo que pasa de aqu achaques y dolencias..." Pero Borges no

    parece achacoso, ni que sufra graves dolencias distintas a su ceguedad.

    Por el contrario, afirma que su corazn camine perfectamente (el gran

    motor de la vida), lo que es malo, segn l, porque as no puede esperar

    la bendicin de un ataque cardaco.

    Y ahora recordamos que Bertrand Russell, escritor muy del agrado de

    Borges, confes, ya cerca al final de su vida, que casi toda la haba

    vivido en conflictos y amarguras - sexo, matrimonios, divorcios,

    horribles guerras ntimas, odio a las guerras -, y que slo en sus

    ltimos aos alcanz alguna paz interior. La Confesin de este hombre,

    tan profundamente sincero como Borges, nos est indicando, por sus

    humanas analogas, que tal vez la tranquilidad a que alude pudo no ser

    sino la natural inercia del animal ya casi muerto, falto de la energa,

    la pugnacidad y las pasiones necesarias para continuar guerreando.

    Tolstoi dice: "El hombre no es puro (San Agustn refiere que vio en los

    ojos de un nio de teta (en Alejandra) gesto de terrible envidia de ver

    a otro mamando en abundancia) ms que al comienzo y al fin de la vida; en

    la edad intermedia, la ms prolongada, todo es tinieblas y corrupcin".

    Ser esto realmente as? El lector, si lo vive y lo consulta dentro de

  • s mismo, podr contestar verazmente tal pregunta. Pero de todos modos,

    para que sea vlida la respuesta, ha de ser sincera, pues nunca el mundo

    como ahora, cuando todas las estructuras

    -salvo pocas excepciones, tienen como base fundamental la hipocresa,

    necesita de la sinceridad, de la veracidad y la simplicidad. Es el nico

    camino de salvacin que le queda.

    Cmo, pues, podra evitar el hombre la desesperacin a que llega,

    durante su vivir, a travs del placer-dolor? O en otras palabras: Es

    verdadera la interpretacin que Borges le da a la cita bblica?

    En primer lugar, vamos a estudiar, a la ligera, el modo como viven la

    casi totalidad de los hombres. Cul es el fin que persiguen o qu los

    mueve a vivir? Ante todo es necesario reconocer que la organizacin total

    de los humanos en el mundo slo obedece hoy a la competencia, o sea, que

    no se mueven sino en funcin de xito o fracaso, premio o castigo, placer

    y dolor. Y como ya habamos dicho que apenas somos un proyecto que nos

    vamos realizando al paso que obramos, entendemos y nos libertamos, es

    obvio que si slo nos ocupamos de buscar deleites, placeres o

    satisfacciones sin digerir los conflictos o aparentes contrarios que

    ellos entraan (ignorancia), cuando lleguemos a la edad bblica a que

    alude Borges, es tambin lo natural que, as crudos, no seamos cosa

    distinta de un pavoroso nudo de pesadumbres y tormentos.

    De manera que es igualmente claro que mientras el hombre obre slo en

    funcin de patrones, prejuicios o sistemas subordinados a xitos,

    satisfacciones o placeres y vanidad - que esta es su meta de hoy -, su

    accin es y ser siempre mecnica y como mero fruto del clculo

    interesado, las maquinaciones y la astucia; pero no de la libre

    comprensin, del espritu y el amor. No est viendo el lector como hasta

    las hoy llamadas obras de arte se estn involucrando en la propaganda

    comercial, la poltica o la descarada explotacin?

    Una de las cosas ms difciles que hay en la vida es mirar algo

    simplemente, sin condicionamientos, sin objetivos. Y ello porque slo

    cuando se logra mirar as, puede haber libertad, amor e inocencia, nico

    medio de percibir la belleza. Ya veremos, pues, en otra oportunidad, el

    vivo e inquietante comportamiento de Borges, frente a la vida y el

    universo, como poeta.

    El Colombiano

    ===

    -Un encuentro inesperado

    =Rafael Olea Franco

    -Estatuto borgiano

    =Jos Miguel Oviedo

    -'Textos recobrados' recupera al Borges ultrasta

    =Xavier Moret

    Un Encuentro Inesperado

    Rafael Olea Franco se doctor en la Universidad de Princeton y

    actualmente es investigador de El Colegio de Mxico. Es autor del libro

    El otro Borges. El primer Borges, donde estudia los once libros

    publicados entre 1923 y 1942 por el autor de Ficciones. A continuacin,

    presentamos un juego borgiano donde el estudioso se enfrenta al fantasma

    de su objeto de estudio.

    A Carlos Fuentes

    Confieso que al principio yo mismo pens que todo haba sido una

    fantasa urdida en esos momentos en que la vigilia se confunde con el

    sueo. Que yo sepa, slo mi hermano mayor hered de la familia de mi

  • madre esa mgica facultad de recordar los sueos con maravilloso asombro

    de detalles (porque, para qu sirven los sueos si no podemos

    revivirlos?). En ocasiones, mi madre y mi hermano se hundan en un

    dilogo de sueos que me causaba una doble sensacin de prdida. Primero,

    porque solan hablar de un pasado previo a nuestra estancia en Mxico,

    pleno de nombres y rostros que yo no poda compartir. Pero adems, porque

    me acongojaba asistir al relato detallado de un sueo, cuando yo apenas

    poda entrever, difuminados por las falacias de la memoria, aspectos

    generales de los mos; y eso slo cuando acababa de despertar, porque si

    pasaba ms tiempo todo se borraba de mi mente como si nunca hubiera

    existido.

    Algunas veces, en ciertas madrugadas inquietas, he despertado con

    sobresalto por lo adivinado del otro lado de la conciencia; sabedor de mi

    incapacidad para recordar luego los sueos, he llegado a consignar en el

    papel el argumento general de stos, con la esperanza de que el da, con

    su engaosa vigilia, complete el relato que incluso me permita escribir

    un cuento. Pero ay!, la memoria y la literatura estn en otra parte,

    porque cuando intento definir el argumento, cuando me esfuerzo por

    recordar qu fue lo que caus mi sobresalto, me encuentro siempre, por

    ms esfuerzos que hago, con que todas las imgenes han desaparecido.

    Pero en esta ocasin las cosas eran distintas para m, pues precisamente

    porque el paso del tiempo reforzaba el recuerdo, lo haca ms ntido

    aadiendo detalles --un sonido, un sentencioso silencio, un ademn

    inesperado--, me convenc poco a poco de que no se trataba de una

    quimera.

    Era uno de esos atardeceres de verano en que el sol se acuesta con

    parsimonia y produce la sensacin de que no pasa nada, de que el tiempo

    se ha detenido. Por fortuna, esa tarde no tena yo la necesidad de

    refugiarme en una rutina; suelen ser sos los momentos en que me gusta

    divagar por los parques, sentarme en una solitaria banca y gastar las

    horas en reflexionar sobre lo que he sido o lo que ya nunca podr ser;

    aunque al da siguiente, ante la inocente pregunta de un colega,

    responda, sintiendo una secreta vergenza, que la tarde anterior he ido a

    una librera a buscar novedades.

    El parque de mi ensoacin se encuentra muy cerca de una de las

    principales avenidas de la ciudad de Mxico, y siempre me ha agradado la

    facilidad con que uno puede perderse en l y evadirse de lo contingente.

    Sin sentirlo, haba yo caminado hacia el centro del parque, observando a

    los pocos nios que abandonaban sus juegos y se disponan ya a retirarse

    ante la inminencia de la noche. Al sentirme solo, decid descansar en una

    banca y dejar que mi mente vagara por donde le diera la gana, a riesgo de

    derivar hacia memorias que podran ser dolorosas para m.

    Ignoro cunto tiempo transcurri. El silencio era absoluto y la noche

    casi total. De pronto, not que en el otro extremo de la banca donde yo

    me haba sentado, vaca un poco antes, se encontraba ahora un anciano que

    reposaba plcidamente la cabeza sobre un bastn que, en la incertidumbre

    de la parcial oscuridad, a m me pareci muy brillante; su atuendo era

    pulcro pero nada ostentoso y su mirada pareca dirigirse al frente y a

    ninguna parte. Despus de esta percepcin rpida pero certera, dej de

    prestar atencin al anciano y me concentr en mis pensamientos.

    Por qu oscuros e inciertos senderos se encaminan nuestros recuerdos a

    revivir los sentimientos que ms han calado en nuestra alma? No lo s.

    Slo s que me encontraba yo pensando, con una perpleja nostalgia por los

    perdidos aos de la adolescencia, en aquel momento feliz aunque fugaz en

  • que descubrimos, con infinita sorpresa, que amamos a una mujer de la que

    nos hemos enamorado imperceptiblemente y quiz contra nuestra voluntad.

    Alentado por estas reminiscencias, intent recordar los versos de un

    poema de Lugones que transmite esta sensacin; pero mi limitado comercio

    con la poesa ayudaba muy poco a mi mente. Fue entonces cuando a mi lado

    escuch, recitados con una voz grave, lenta y un tanto sentenciosa, los

    endecaslabos que con vano afn intentaba recordar:

    Al promediar la tarde de aquel da

    cuando iba mi habitual adis a darte

    fue una vaga congoja de dejarte

    la que me hizo saber que te quera.

    Lo curioso es que, en principio, no me sorprendi tanto que el anciano

    hubiera adivinado lo que pasaba por mi mente. S, en cambio, me asust

    reconocer un timbre de voz familiar pero al mismo tiempo lejano; con una

    lejana que hizo que mi cuerpo se cimbrara con un profundo escalofro. Me

    dije que esa voz perteneca a alguien que ya no poda compartir con

    nosotros sus gozos y penurias; alguien, adems, por quien yo haba

    conocido esos versos. Sin embargo, sonre luego con alivio al concluir

    que la continua lectura de sus obras me incitaba a escuchar el eco suyo

    en cualquier voz.

    Entre el final de los versos que haba odo y el tropel de ideas que se

    agolparon en mi mente haban transcurrido tan slo unos segundos.

    Balbuceante, slo acert a dar con una respuesta ingenua y poco

    agradecida:

    --Usted tambin recuerda los versos de Lugones? --pregunt

    absurdamente, pues acababa de escuchar la respuesta.

    --En un tiempo ya lejano --me contest-- no supe apreciar las reposadas

    virtudes de la poesa de Lugones. Aos despus intent rectificar este

    error juvenil, y dediqu un libro a la memoria del autor de Lunario

    sentimental; pero sospecho que ya era demasiado tarde, pues Lugones haba

    muerto en el '38.

    Esta ltima afirmacin me caus un nuevo y profundo sobresalto, pues

    confirm mis inquietudes sobre la identidad de mi interlocutor. La mera

    duda de que un encuentro tan inslito pudiera ser posible me hizo

    sentirme vaco, inexistente. Entonces decid arriesgarlo todo de una vez,

    y lanc una especie de acusacin con la que, secretamente, deseaba

    restituir los hechos a su orden natural, a ese mundo lgico y directo en

    el que me gusta aferrarme; con no solapada agresividad, le dije de manera

    tajante:

    --Borges, usted muri en Ginebra, el 14 de junio de 1986.

    --As parece --me contest con serena seguridad--, pero descrea usted de

    lo que dicen los diarios; yo nunca fui afecto a ellos.

    Los dos nos quedamos callados. Transcurri entonces un tiempo que no se

    puede medir por minutos, durante el cual yo empec a calmarme y a sentir

    que entraba en un mundo extrao, ajeno y distinto aunque reconfortante.

    Luego, l continu nuestra conversacin con algo que yo acus como un

    reproche:

    --Entiendo que ahora, en su libro, usted se ha propuesto revivir parte

    de mis andanzas literarias juveniles.

    No respond de inmediato, pues necesitaba encontrar una respuesta que me

    sirviera de defensa. Despus de reflexionar con parsimonia, le dije:

    --Supongo que si cada da nos esforzamos por recordar los rostros y las

    imgenes que han compartido nuestra vida, podremos tener oportunidad de

  • evitar esa otra forma de la traicin, la ms terrible, por oculta e

    imperceptible: el olvido.

    --Pero se era el destino que yo haba dado a mis primeros libros --se

    defendi.

    A lo que yo contest con aplomo:

    --Tampoco el emperador chino Shih Huang Ti, insospechado constructor de

    la gran muralla, logr abolir el pasado mediante la destruccin de todos

    los libros. Quiz secretamente usted deseaba que yo exhumara sus primeras

    obras. Si no fuera as, por qu no borr todas las huellas?

    --A qu mortal le ha sido concedida la gracia de volver los pasos y

    borrar todas sus huellas? --me pregunt con un tono apesadumbrado. Y

    luego acept resignadamente--: Pero tal vez tenga usted razn y yo haya

    dejado casi invisibles huellas para que usted, ahora, pudiera leerlas.

    --Como Kilpatrick en 'Tema del traidor y del hroe' --expres con una

    sonrisa cmplice que compartimos en el acto.

    Aunque luego aad con cinismo:

    --Pero quiz yo no le guard una fidelidad absoluta, Borges, pues a

    diferencia de Ryan, quien decidi silenciar su descubrimiento y publicar

    un libro dedicado a la gloria del hroe, yo s intent divulgar sus

    secretos.

    Ahora fue l quien replic con tono irnico:

    --Usted y yo sabemos muy bien que la mentirosa piedad se cruz en su

    camino, pues finalmente eligi no develar todos mis secretos.

    A partir de este momento de mutua confianza, nos sumergimos en un

    dilogo sobre temas mltiples e inconexos que me es imposible describir

    aqu porque no puede ser sta la relacin pormenorizada de mis

    sensaciones y, adems, lo reconozco, porque prefiero atesorar para m

    solo algunas de las ideas que me comunic. Entre otras cosas, Borges, tan

    preocupado siempre por los orgenes, se interes por la procedencia de mi

    familia y apellido, slo para comprobar, con incomprensible desencanto,

    mi supina ignorancia sobre esos puntos. Tambin hablamos acerca del

    idioma espaol; en particular sobre las inflexiones propias de la lengua

    mexicana, por ejemplo el verbo ``ningunear'', cuyo significado siempre le

    haba causado un recndito placer.

    Llego ahora a un punto de mi relato cuya mencin provoca en m una

    natural reticencia. Pese al tono sosegado con el que platicbamos,

    durante toda nuestra conversacin estuvo latente mi deseo de aprovechar

    esa inusual circunstancia para arriesgar la pregunta ltima, para indagar

    qu haba ms all de la muerte. Pero cada vez que, muy dentro, senta

    que iba a surgir la fuerza necesaria para hacerlo, en el ltimo momento

    me detena un temor desconocido y absolutamente paralizante. Me consolaba

    entonces de mi cobarda pensando en el sacrilegio que implicaba inquirir

    sobre algo cuyo desconocimiento sera preferible preservar hasta el

    momento ltimo de lo irremediable. Tambin reflexionaba que tocar el

    tema, aunque slo fuera en forma tangencial, sera como intentar

    pronunciar el ms profundo y nicamente verdadero nombre de Dios, no

    revelado ni aun a los mensajeros y traductores divinos.

    Inseguro, temeroso, opt por dejar que nuestra conversacin discurriera

    por derroteros ms maniobrables y apacibles para m, hasta el momento en

    que, al volver al mbito de la literatura, donde yo me senta menos

    inerme, Borges me interrog de manera inclemente:

    --Y usted, escribe poesa?

    Lo inesperado de la pregunta provoc que yo no pudiera dejar de recordar

    mis fallidas experiencias poticas de la adolescencia. Siempre me ha sido

  • difcil ocultar mis reacciones, por lo que al rememorar mis humildes

    versos al lado de un gran poeta, me sonroj de inmediato. Intent que mi

    rostro volviera a su estado normal lo ms pronto posible, aunque me

    avergonc de nuevo al pensar que, por pudor, deseaba cubrir la delacin

    de mi rostro frente a alguien que no podra descubrirla aunque fuera de

    da.

    Suele sucederme que, despus de un momento en que me he sentido

    desamparado e inseguro, de pronto me atrevo a realizar actos muy ajenos a

    mi estado normal. Esta vez arriesgu una ntima confesin:

    --En 1985 compuse un poema en primera persona en que me dirijo a usted,

    Borges, como smbolo de todos los poetas --respuesta con la que evada su

    pregunta, pues decir que se ha escrito un poema no es afirmar que se

    escribe poesa.

    Entonces percib en su rostro una expresin de espera y tcito

    asentimiento que me impuls a recitar mi poema. En los primeros versos,

    la incertidumbre de mi voz me hizo temer que la memoria no me fuera del

    todo fiel; pero conforme avanc en la diccin, me fue invadiendo una

    tranquila seguridad que alcanz su cima en la ltima estrofa, cuando pude

    decir con tono pausado y firme:

    Pero es tarde ya, en el sendero

    inmutable se yergue la Parca.

    Y cuando te hayas ido,

    el tiempo empezar a labrarte

    el silencio y el olvido.

    Como chico de escuela, durante un instante esper intilmente un signo

    de aprobacin.

    Pero l slo dijo, usando una de esas dobles construcciones negativas

    tan suyas: ``No est nada mal... para un principiante.'' Luego repiti,

    paladeando cada palabra:

    Y cuando te hayas ido,

    el tiempo empezar a labrarte

    el silencio y el olvido.

    Este nuevo alarde de su memoria no me caus sorpresa, por lo que me

    atrev a completar:

    --De silencio y olvido tambin est hecha la literatura.

    Y aad de inmediato:

    --Pero antes de que el riguroso olvido lo invada todo, me gustara

    saber, Borges, cul fue el don que le dio su largo trfico con las

    letras; me pregunto si vali la pena el dilatado esfuerzo.

    Se qued mudo y pensativo, pero despus de un momento, gir lentamente

    hacia m su rostro al tiempo que se levantaba, y antes de alejarse entre

    la oscuridad con paso vacilante, cansado y triste, me dijo la que por

    ahora fue nuestra despedida y cuyo sentido ltimo me ha hecho cavilar

    durante inacabables e insomnes noches:

    --Slo la literatura nos salva de la muerte; aunque sea por un instante,

    nos da la eternidad.

    16-6-97. La Jornada, Mxico.

    ===

    -El estatuto borgiano

    =Jos Miguel Oviedo

    El crtico peruano Jos Miguel Oviedo es profesor de la Universidad de

    Pensilvania y autor, entre muchos otros ttulos, de Historia de la

    literatura hispanoamericana (Alianza Universidad, Madrid,1995). En este

  • ensayo, Oviedo emprende la arriesgada tarea de fijar la significacin

    profunda del legado borgiano.

    El magisterio de Borges no slo consisti en habernos enseado a

    escribir de un modo que no exista antes en Amrica, sino en hacernos

    pensar la literatura desde un ngulo totalmente nuevo. Borges nos mostr

    que el acto de leer y el de escribir, el de recordar e imaginar, el de

    razonar y soar, podan confluir y alcanzar una asombrosa armona. Esa

    armona constituye un verdadero estatuto del arte literario de nuestro

    tiempo: el estatuto borgiano, que siendo inconfundible, puede ser

    reinterpretado y reactualizado sin cesar --un mundo de invencin infinita

    que invita al juego tanto como a la reflexin profunda.

    Aunque su tarda fama reside sobre todo en su produccin cuentstica,

    Borges comenz escribiendo poemas y ensayos, y sigui hacindolo cada vez

    con mayor intensidad hasta el fin de sus das. Hablar de l como

    ensayista, como aqu me propongo, crea un problema: todos esos gneros, y

    otras formas intermedias que cultiv, se explican mutuamente en un

    sistema de correspondencias, citas y ecos que no deberan aislarse unos

    de otros. En realidad, no hay un Borges ensayista, un Borges poeta y un

    Borges cuentista: su voz es esencialmente la misma y cualquier parte del

    sistema remite al centro, y viceversa. No hay en verdad gneros en

    Borges, que continuamente cruz esas fronteras y supo filosofar como

    escritor de ficciones o ser poeta cuando escriba ensayos. Qu es, por

    ejemplo, un texto ejemplar como ``Borges y yo''? Es un cuento que es un

    ensayo que es un poema.

    La obra propiamente ensaystica de Borges no es particularmente extensa.

    Si se incluyen prlogos (forma en la que lleg a alcanzar la maestra de

    la alusin y la sntesis), textos de conferencias y ensayos breves

    refundidos en otros libros, esa obra abarca unos quince ttulos; pero

    todos juntos no suman muchas pginas algunos emigran luego a libros de

    otra naturaleza y parecen algo heterogneos, como excursiones laterales

    de un lector casual: reflexiones sobre la literatura gauchesca al lado de

    meditaciones sobre el tiempo, una exhumacin de un poeta menor como

    Evaristo Carriego, o una nota sobre el lenguaje artificial inventado por

    John Wilkins en el siglo XVII. De ese conjunto, tres son los libros

    clave: Discusin (Buenos Aires, 1932), Historia de la eternidad (Buenos

    Aires, 1936) y Otras inquisiciones (Buenos Aires, 1952). Ninguno de ellos

    es una obra integral: recogen textos de diversa procedencia e intencin,

    la mayora de las veces breves. Un rasgo que impresiona de inmediato al

    lector es que, a pesar de la pasmosa informacin literaria que exhibe y

    de la forma precisa como la maneja, el tono es casi siempre cordial y

    sereno: la erudicin est atemperada por la autoirona y la sencillez

    expositiva. No fue as al comienzo: el joven ensayista de la primera

    serie de Inquisiciones (Buenos Aires, 1925) o El tamao de mi esperanza

    (Buenos Aires, 1926), suena sorprendentemente barroco, agresivo y

    trabajoso, hasta resultar algo pedante. Eran los aos vanguardistas de

    Borges, en los que puso su ardor ultrasta al servicio de un

    ``criollismo'' militante e iconoclasta del que rpidamente se arrepinti.

    Nadie, salvo quiz Baldomero Sann Cano, haba escrito antes ensayos

    como stos en Amrica, porque muy pocos haban ledo a los autores del

    modo en que lo hizo Borges, y menos haban escrito sobre ellos con el

    dominio y familiaridad desconcertantes que exhiben sus textos. Como

    ensayista, incorpor una cultura literaria a la que era casi enteramente

    ajena nuestra literatura y que, gracias a l, pasara a formar parte de

    su tradicin; esa cultura abunda en libros orientales, filsofos y

  • msticos de la antigedad, cabalistas y gnsticos judos, olvidados

    poetas franceses, pero sobre todo en autores ingleses. As, puso a

    circular a escritores tan poco frecuentados entre nosotros como Browne,

    Milton, Coleridge, DeQuincey, Chesterton, Keats, Beckford o Bernard Shaw,

    al lado de otros tan diversos como Kafka, Valry y Whitman.

    Pero no es slo la singularidad de su biblioteca personal como ensayista

    lo que impresiona, sino la capacidad de decir algo inesperado sobre

    ellos. Uno puede decir, como hace Paul de Man, que stos son imaginary

    essays, si es que entendemos la expresin en un sentido preciso: ensayos

    de una informacin personal estimulada por la imaginacin ajena. Una de

    las sorpresas que se lleva el lector cuando recurre a las fuentes que

    inspiraron a Borges, es descubrir que al leerlas e interpretarlas, l

    puso tanto (o ms) de l como de ellos, y as les dio una nueva

    significacin. Coleridge o Chesterton, ledos por Borges, son

    completamente distintos a los que conocamos antes: la huella de su

    lectura es profunda y personalsima. Tanto que a veces puede resultar

    arbitraria, pero esa arbitrariedad termina siendo un rasgo positivo, pues

    con ella Borges elabora algo que ya es inconfundiblemente suyo. Sus

    lecturas son formas de apropiacin y de invencin refleja; esa invencin

    de segundo grado es una forma caractersticamente borgiana. Como seala

    Harold Bloom: "Borges es un gran terico de la influencia potica, nos ha

    enseado a leer a Browning como precursor de Kafka.'' Lo que hace Borges

    es una traduccin de lo que lee a su propia lengua literaria y a su

    propio universo esttico.

    Mediante ese recurso, se apodera de toda la literatura que conoce y

    recuerda, y la integra a su sistema: dentro de ste lo ajeno y lo propio

    dialogan sin dificultad y con un alto grado de originalidad; sus libros

    forman una biblioteca creada por la imaginacin a partir de una

    biblioteca real. Esto es particularmente visible en el modo como Borges

    lea obras religiosas, metafsicas y filosficas; l mismo ha dicho que

    en Berkeley, Schopenhauer, Spinoza o Swedenborg no se interesaba por la

    verdad de sus teoras, sino por su valor esttico y aun por lo que

    encierran de singular y de maravilloso, o sea por su capacidad para

    suscitar asombro.

    No importa cul sea su tema (la eternidad o la metfora, Homero o el

    tiempo cclico, nuestra idea del infierno o la paradoja de Zenn), los

    ensayos de Borges son sobre todo proposiciones heterodoxas, una

    invitacin a pensar de otro modo sobre algo comnmente aceptado, una

    apacible disidencia intelectual. Lo admirable es que esas propuestas no

    nos imponen una frmula que debemos aceptar como conclusin. Todo se

    resuelve en una hiptesis que somos libres de aceptar o no; el arte, la

    seduccin del texto est en que, por ms disparatada o increble que

    parezca al comienzo la hiptesis, al final la tentacin de aceptarla es

    irresistible. La argumentacin borgiana sigue frecuentemente un mtodo

    paradjico, que comprende varios pasos: el planteo de una teora o

    cuestin problemtica, de ndole literaria, filosfica o cultural; el

    resumen de las variantes interpretativas que esa cuestin ha tenido a lo

    largo del tiempo; la demostracin de algn error lgico que las invalida;

    el examen de las alternativas que el asunto ofrece, incluyendo la suya; y

    la sospecha de que todas ellas incluyen una nueva falacia. El

    agnosticismo y el escepticismo filosfico de Borges (herencia de sus

    lecturas cabalsticas y los idealistas ingleses) son el trasfondo

    intelectual de esta operacin literaria, que contiene un constante

    comentario irnico sobre las leyes del conocimiento humano y su principal

  • instrumento: el lenguaje. Esta ltima cuestin es central en la obra de

    Borges.

    El autor se la plante desde sus primeras pginas ensaysticas. En

    ellas, principalmente en ``El idioma de los argentinos'', es visible la

    huella del pensamiento de Croce sobre la naturaleza del lenguaje

    literario, en particular las cuestiones de la alegora y la expresin

    verbal. Muy pronto, Borges empezar a distanciarse de Croce y a sealar

    sus discrepancias. En ``De las alegoras de las novelas'' y ``Nathaniel

    Hawthorne'' (Otras inquisiciones) puede rastrearse ese proceso que lo

    lleva a suscribir la tesis de Chesterton. En el primero escribe: ``Croce

    niega el arte alegrico. Chesterton lo vindica; opino que la razn est

    con aqul...'' En el segundo, en cambio, dice:

    Que yo sepa, la mejor refutacin de las alegoras es de Croce; la mejor

    vindicacin, la de Chesterton[... Segn Croce] la alegora sera un

    gnero brbaro o infantil, una distraccin de la esttica. Croce formul

    esa refutacin en 1907; en 1904, Chesterton ya la haba refutado sin que

    aqul lo supiera... Razona que la realidad es de una interminable riqueza

    y que el lenguaje de los hombres no agota ese vertiginoso caudal[...]

    Chesterton infiere, despus, que puede haber diversos lenguajes que de

    algn modo correspondan a la inasible realidad; entre esos muchos, el de

    las alegoras y fbulas.

    Cualquiera puede reconocer en esas lneas algunas ideas rectoras de su

    obra. Pero la gran cuestin que subyace a estas preguntas es esencial

    para todo aquel que escribe y lee: cules son los lmites del lenguaje?

    Cmo representar el mundo con una sucesin de sonidos y de signos

    convencionales? (Borges, citando a Chesterton, escribe ``de gruidos y de

    chillidos''). La naturaleza misma del lenguaje es una sobria advertencia

    para el escritor que quiere crear algo nuevo: lo ms que ese instrumento

    nos permite es reiterar, con variantes, lo que otros antes dijeron; o

    sea, slo podemos tener cierto xito si trabajamos dentro de la

    tradicin, no en contra de ella.

    Aparte de los ensayos citados, los textos clave para conocer el

    pensamiento literario de Borges son: ``La supersticin tica del

    lector'', ``La postulacin de la realidad'', ``El arte narrativo y la

    magia'', ``El escritor argentino y la tradicin'', ``Las kenningar'', y

    ``Nuestro pobre individualismo''. Gracias a ellos, nuestras letras no

    volveran a ser ya lo que fueron antes. El lector curioso que recorra

    esas y otras pginas tendr adems otra recompensa: el sutil humor de

    Borges, que permea esas lucubraciones con una gracia y una agudeza

    espiritual que slo tiene antecedentes en Alfonso Reyes, con quien Borges

    tuvo una estrecha afinidad intelectual. La irona borgiana es una marca

    de su ideario: escribir es algo natural y es vano asociarlo a

    personalidades o ideas grandiosas. El humor se manifiesta desde los

    ttulos de algunos de sus libros: hay algo ms irnico que llamar a un

    libro Historia de la eternidad o titular otro, de poco ms de cien

    pginas, Historia universal de la infamia? Esa irona es sobre todo una

    autoirona en la que est implicita una precisa moral de escritor, pues

    ste ejerce su oficio sin esperanza pero con probidad, como si fuese una

    causa perdida. As es posible entender que algunos textos de Historia

    universal de la infamia apareciesen primero en una revista de

    pasatiempos, y que las breves reseas y biografas literarias, escritas

    entre 1936 y 1940, recogidas recientemente bajo el ttulo Textos

    cautivos, se publicasen en una revista argentina para distraccin de amas

    de casa. Tal vez el mayor elogio que se pueda hacer de l consistira en

  • decir que es un escritor cuyo rigor (de gemetra o arquitecto de

    laberintos y pirmides verbales) no le impide ser amable y entretenido

    como muy pocos. Si la grandeza se mide por el placer indeclinable que la

    lectura y la relectura producen, Borges es entonces uno de los ms

    grandes.

    16-6-96. La Jornada, Mxico.

    ===

    -'Textos recobrados' recupera al Borges ultrasta

    =Xavier Moret

    Bajo el ttulo Textos recobrados , la editorial Emec iniciar en

    noviembre una coleccin destinada a recuperar los textos que el escritor

    argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) public en revistas minoritarias.

    La primera entrega abarca el perodo entre 1919 y 1929, cuando Borges era

    un veinteaero que coqueteaba con el ultrasmo. De entre estos primeros

    textos recuperados, destacan los publicados durante los aos que vivi en

    Europa, entre 1914 y 1921, y en especial su primer poema, Himno del mar ,

    que apareci en la revista sevillana Grecia el ltimo da de 1919 .

    Sara del Carril, que est llevando a cabo una laboriosa edicin del

    nuevo libro de Borges, explica que este primer volumen incluir 170

    textos de todo tipo (prosa, poesa, artculos, manifiestos). "Si bien no

    pueden considerarse inditos", apunta, "sern de gran inters para los

    especialistas, ya que eran muy difciles de consultar y dan una imagen

    muy precisa de los aos de formacin de Borges y de su evolucin".

    El autor de El Aleph, nacido en Buenos Aires en 1899, viaj a Europa con

    su familia en 1914, cuando tena 14 aos de edad, y vivi entre Suiza y

    Espaa hasta 1921. "Fueron unos aos decisivos para su formacin",

    comenta Sara del Carril, "y estoy segura que su padre tuvo especial

    empeo en que viviera durante este perodo en contacto con la cultura

    espaola. Podra decirse que el padre program la carrera literaria del

    hijo y quiso que viviera de cerca la riqueza del lenguaje en Espaa".

    En Europa, Borges sigui un curso de bachillerato francs en Ginebra, lo

    que reforz sus tendencias polglotas (en casa ya tena el ingls como

    segunda lengua). Despus pas a vivir un ao en Mallorca, donde trab una

    buena amistad con Jacobo Sureda, antes de instalarse en Sevilla y Madrid.

    De su etapa espaola le viene el inters por el ultrasmo, del que ms

    tarde reneg abiertamente. "Borges se interes por las vanguardias y

    eligi la rama del ultrasmo", precisa Sara del Carril. "De Espaa, en

    especial, siempre record a Rafael Cansinos-Assens, al que consideraba su

    maestro".

    En el conjunto destruido por Borges Himnos rojos, concebido a los 17

    aos, sorprende detectar un elogio a la revolucin rusa. "En el libro

    reproducimos 13 poemas que formaban parte de Himnos rojos, un conjunto

    que el mismo Borges destruy", aclara Sara del Carril. "De todos modos,

    en 1983, para la edicin de La Pliade, el mismo Borges autoriz la

    traduccin de esos trece poemas, aunque antes haba renegado de ellos".

    Un dato curioso: durante la caza de brujas de McCarthy, a Borges se le

    prohibi la entrada en Estados Unidos por este libro. A l, precisamente,

    que aos despus sufrira las iras de la izquierda por conservador.

    Adems de los poemas y artculos, son interesantes los manifiestos que

    aparecen en Textos recobrados . Fue una dcada de manifiestos la de los

    aos veinte y Borges intervino en el Manifiesto Ultra en Mallorca (junto

    con Jacobo Sureda, Fortunio Bonanova y Juan Alomar), as como tambin en

    los de las revistas argentinas Prisma y Proa.

  • "No ha sido fcil reunir todos los textos", comenta Sara del Carril, que

    lleva 18 meses enfrascada en este libro, "ya que estaban muy dispersos y,

    en el caso de Argentina, hay que lamentar que buena parte de los archivos

    estn diezmados. Los textos estn catalogados, pero cuando vas a

    buscarlos te encuentras que han desaparecido, en su mayor parte para

    venderlos a coleccionistas".

    Evolucin

    El perodo 1919-1929 es especialmente interesante para conocer la

    evolucin de Borges, ya que fue en esta poca que public sus cuatro

    primeros libros. Tres de poesa ( Fervor de Buenos Aires , Luna de

    enfrente y Cuaderno San Martn ) y dos de ensayos ( Inquisiciones y El

    tamao de mi esperanza ). Estos dos ltimos, de los que reneg el

    escritor, han sido recuperados tras su muerte por Seix Barral.

    La intencin de Emec es publicar en los prximos aos otros tres

    volmenes de textos recobrados: el segundo abarcar los aos treinta,

    mientras que el tercero comprender de 1949 a 1960 y el ltimo de 1960

    hasta su muerte, en 1986.

    Por otra parte, tambin est previsto publicar ms adelante la

    correspondencia de Borges con dos amigos europeos: Maurice Abramowicz y

    Jacobo Sureda. Para realizar la edicin de Textos recobrados, Sara del

    Carril ya ha podido consultarla, lo que ha permitido precisar con notas

    la opinin que tena Borges de algunos aspectos de la poca.

    21-9-97. El Pas, Espaa

    ===

    -El ltimo Delicado

    =E.M. Cioran

    Pars, 10 de diciembre de 1976

    Querido amigo:

    El mes pasado, durante su visita a Pars, me pidi usted que colaborara

    en un libro de homenaje a Borges. Mi primera reaccin fue negativa; la

    segunda tambin. Para qu celebrarlo cuando hasta las universidades lo

    hacen? La desgracia de ser conocido se ha abatido sobre l. Mereca algo

    mejor, mereca haber permanecido en la sombra, en lo imperceptible, haber

    continuado siendo tan inasequible e impopular como lo es el matiz. Ese

    era su terreno. La consagracin es el peor de los castigos -para el

    escritor en general y muy especialmente para un escritor de su gnero. A

    partir del momento en que todo el mundo lo cita, ya no podemos citarle o,

    si lo hacemos, tenemos la impresin de aumentar la masa de sus

    "admiradores", de sus enemigos. Quienes desean hacerle justicia a toda

    costa no hacen en realidad ms que precipitar su cada. Pero no sigo,

    porque si continuase en este tono acabara apiadndome de su destino. Y

    tenemos sobrados motivos para pensar que l mismo se ocupa ya de ello.

    Creo haberle dicho un da que si Borges me interesa tanto es porque

    representa un espcimen de humanidad en vas de desaparicin y porque

    encarna la paradoja de un sedentario sin patria intelectual, de un

    aventurero inmvil que se encuentra a gusto en varias civilizaciones y en

    varias literaturas, un monstruo magnfico y condenado. En Europa, como

    ejemplar similar, se puede pensar en un amigo de Rilke, Rudolf Kassner,

    que public a principios de siglo un excelente libro sobre la poesa

    inglesa (fue despus de leerlo, durante la ltima guerra, cuando me

    decid a aprender el ingls) y que ha hablado con admirable agudeza de

    Sterne, Gogol, Kierkegaard y tambin del Magreb o de la India.

    Profundidad y erudicin no se dan juntas; l haba logrado sin embargo

    reconciliarlas. Fue un espritu universal al que slo le falt la gracia,

  • la seduccin. Es ah donde aparece la superioridad de Borges, seductor

    inigualable que llega a dar a cualquier cosa, incluso al razonamiento ms

    arduo, un algo impalpable, areo, transparente. Pues todo en l es

    transfigurado por el juego, por una danza de hallazgos fulgurantes y de

    sofismas deliciosos.

    Nunca me han atrado los espritus confinados en una sola forma de

    cultura. Mi divisa ha sido siempre, y contina sindolo, no arraigarse,

    no pertenecer a ninguna comunidad. Vuelto hacia otros horizontes, he

    intentado siempre saber qu suceda en todas partes. A los veinte aos,

    los Balcanes no podan ofrecerme ya nada ms. Ese es el drama, pero

    tambin la ventaja de haber nacido en un medio "cultural" de segundo

    orden. Lo extranjero se haba convertido en un dios para m. De ah esa

    sed de peregrinar a travs de las literaturas y de las filosofas, de

    devorarlas con un ardor mrbido. Lo que sucede en el Este de Europa debe

    necesariamente suceder en los pases de Amrica Latina, y he observado

    que sus representantes estn infinitamente ms informados y son mucho ms

    cultivados que los occidentales, irremediablemente provincianos. Ni en

    Francia ni en Inglaterra vea a nadie con una curiosidad comparable a la

    de Borges, una curiosidad llevada hasta la mana, hasta el vicio, y digo

    vicio porque, en materia de arte y de reflexin, todo lo que no degenere

    en fervor un poco perverso es superficial, es decir, irreal.

    Siendo estudiante, tuve que interesarme por los discpulos de

    Schopenhauer. Entre ellos, un tal Philip Mainlander me haba llamado

    particularmente la atencin. Autor de una Filosofa de la Liberacin,

    posea adems para m el aura que confiere el suicidio. Totalmente

    olvidado, yo me jactaba de ser el nico que me interesaba por l, lo cual

    no tena ningn mrito, dado que mis indagaciones deban conducirme

    inevitablemente a l. Cul no sera mi sorpresa cuando, muchos aos ms

    tarde, le un texto de Borges que lo sacaba precisamente del olvido. Si

    le cito este ejemplo es porque a partir de ese momento me puse a

    reflexionar seriamente sobre la condicin de Borges, destinado, forzado a

    la universalidad, obligado a ejercitar su espritu en todas las

    direcciones, aunque no fuese ms que para escapar a la asfixia argentina.

    Es la nada sudamericana lo que hace a los escritores de aquel continente

    ms abiertos, ms vivos y ms diversos que los europeos del Oeste,

    paralizados por sus tradiciones e incapaces de salir de su prestigiosa

    esclerosis.

    Puesto que le interesa saber qu es lo que ms aprecio en Borges, le

    responder sin vacilar que su facilidad para abordar las materias ms

    diversas, la facultad que posee de hablar con igual sutileza del Eterno

    Retorno y del Tango. Para l cualquier tema es bueno desde el momento en

    que l mismo es el centro de todo. La curiosidad universal es signo de

    vitalidad nicamente si lleva la huella absoluta de un yo, de un yo del

    que todo emana y en el que todo acaba: comienzo y fin que puede,

    soberana de lo arbitrario, interpretarse segn los criterios que se

    quiera. Dnde se halla la realidad en todo esto? El Yo, farsa suprema.

    El juego en Borges recuerda la irona romntica, la exploracin

    metafsica de la ilusin, el malabarismo con lo ilimitado. Friedrich

    Schegel, hoy, se halla adosado a la Patagonia.

    Una vez ms, no podemos sino deplorar que una sonrisa enciclopdica y

    una visin tan refinada como la suya susciten una aprobacin general, con

    todo lo que ello implica. Pero, despus de todo, Borges podra

    convertirse en el smbolo de una humanidad sin dogmas ni sistemas, y si

    existe una utopa a la cual yo me adherira con gusto, sera aquella en

  • la que todo el mundo le imitara a l, a uno de los espritus menos

    graves que han existido, al ltimo delicado.

    E.M. Cioran

    La Jornada Semanal, 15 de febrero de 1998.

    ===

    -Una rareza de Borges

    =Mara Esther Vzquez

    Acaba de aparecer en Italia un libro que reproduce un trabajo de Borges,

    indito hasta hoy, escrito para Franco Maria Ricci acerca de los

    desastres naturales tratados por la literatura a lo largo del tiempo en

    pginas inolvidables. Es rara la historia del volumen y ms extraa an

    la relacin nacida entre el escritor y el editor de Parma.

    Hacia fines de 1971 o principios del 72, lleg Ricci a Buenos Aires con

    el nico propsito de conocer a Borges. Acudi a m y yo lo llev a la

    Biblioteca Nacional, que entonces diriga el escritor. Ricci, hombre muy

    joven todava y dueo de una pequea casa editorial muy refinada, gozaba

    de cierta fama en el mundo de los biblifilos por haber realizado una

    tarea casi imposible: reeditar el Manual tipogrfico (1818) de

    Giambattista Bodoni. Uno de los raros ejemplares completos, quiz el

    nico existente en el mundo, estaba en la Biblioteca Nacional de

    Washington, la cual pidi para prestarlo una fianza de un milln de

    dlares. Ricci los dio y se fue con el libro debajo del brazo; desde

    entonces se lo conoci como "el chico del Bodoni".

    Hombre culto, simptico, siempre vestido con jeans y chaqueta de

    terciopelo negro con una flor de plstico colorada en el ojal, Ricci

    lleg a Borges con dos propuestas: conseguir permiso para editar su

    cuento "El Congreso", todava no recogido en las Obras completas y

    pedirle que dirigiera una coleccin de literatura fantstica, La

    Biblioteca de Babel. Borges acept: Ricci le haba cado muy bien, los

    honorarios que ofreca no eran desdeables (todava no le haba cado

    encima la pluralidad de premios y ediciones que lo haran aos despus un

    hombre rico) y adems, jubilado de su cargo de director de la Biblioteca

    Nacional, necesitaba otras ocupaciones para consolarse de esa prdida.

    Como Borges no poda hacer la tarea solo, me pidi que lo ayudara. Me

    dictaba los prlogos de los libros que elega, yo individualizaba los

    textos y enviaba todo a Italia. No fue slo en los treinta y dos ttulos

    de La Biblioteca de Babel en los que tuve el honor de trabajar a su lado

    para Ricci. Adems de "El Congreso" (retitulado por Ricci "El Congreso

    del mundo"), hicimos El libro de las visiones, una lindsima antologa de

    las visiones literarias del otro mundo, y organizamos este ltimo volumen

    que a tantos aos de distancia acaba de aparecer, Finimondi. Bellamente

    ilustrado, como lo fueron los anteriores, de gran formato, encuadernado

    en seda, est impreso con caracteres Bodoni, sobre papel Fabriano.

    La seleccin hecha por Borges para Finimondi rene treinta y tantos

    textos: "Historia del Diluvio" y "Destruccin de Sodoma", del Gnesis;

    "Vaticinio contra Babilonia", de Jeremas; "Muerte de Sansn", del Libro

    de los jueces; "El incendio de Troya", de Virgilio; "Consideraciones

    despus del incendio de Lin" de Sneca; "El terremoto de Jerusalem

    despus de la muerte de Jess" de los Evangelios apcrifos; "Destruccin

    de Pompeya y muerte de Plinio el Viejo", de Plinio el Joven; "Apologa de

    Nern" y "A Roma sepultada en sus ruinas", de Quevedo; "La ciudad en

    ruinas" de la Elega anglosajona, y, adems, textos de Poe, de Tu Fu, de

    Su Shih, de Joachim du Bellay, de Ezra Pound, de Carl Sandburg, de

    Shelley, de Jack London... El libro se cierra con un texto del propio

  • Borges: "Alejandra, 611 A.D", incluido en Historia de la noche y cuyo

    tema es (no podra ser otro tratndose de Borges) el incendio de la

    biblioteca de Alejandra. Las ilustraciones reproducen los cuadros del

    romntico ingls John Martin (1789-1854).

    El extenso prlogo de Borges me fue dictado en setiembre de 1978. Ha

    pasado tanto tiempo, casi veinte aos, y todava recuerdo la emocin con

    que el escritor me haca leer y releer "El incendio de Londres", de

    Pepys, o "El crepsculo de los dioses", de Snorri Sturluson, o la

    terrible descripcin de Voltaire del terremoto de Lisboa. La devocin,

    admiracin y afecto de Franco Maria Ricci se advierten en este libro

    magnfico que quedar como una verdadera rareza entre la vasta

    bibliografa de Borges. Pero el fervor de Ricci se ha visto siempre, en

    diferentes momentos. Cuando sac su revista FMR, lo festej en

    coincidencia con el cumpleaos nmero ochenta y cuatro de Borges, y dio

    una esplndida comida en Washington. Para albergar a sus cuatrocientos

    cincuenta invitados alquil la sala de lectura de la Biblioteca Nacional.

    All le regal a Borges un cofre con ochenta y cuatro libras esterlinas

    de oro: la primera de 1899, ao del nacimiento del escritor; la ltima,

    de 1983.

    Ahora, en algn lugar de la Biblioteca ideal y eterna, Borges podr ver

    este libro y quiz repita las mismas modestas palabras con las que

    recibi el cofre con las libras, con las que recibi homenajes y fervores

    de los que lo admiraron: "Pero, che, se les fue la mano!"

    (De La Nacion, de Buenos Aires).

    4 de enero de 1998, El Colombiano.

    ===

    -El ltimo relato de Borges

    =Eduardo Garca de Enterra, de la Real Academia Espaola

    Hace unas semanas cen en la casa de un amigo con un juez argentino, y

    fue inevitable que enseguida nos encontrsemos hablando de Borges. Me

    ofreci enviarme las sentencias con que los Tribunales argentinos haban

    resuelto el pleito de nulidad del testamento ltimo de Borges que haba

    promovido Fani, la mucama de Borges (y antes, durante treinta aos, de su

    madre), contra la heredera universal nombrada en ese testamento, Mara

    Kodama. As lo hizo una vez que volvi a Buenos Aires, junto con el

    extenso dictamen del fiscal de la segunda instancia, especialmente rico

    en su puntual resumen de pruebas. A resultas de ello, he pasado unos das

    inmerso, de un modo que no es el usual, en el universo borgiano con un

    inters encendido.

    Desde el punto de vista estrictamente jurdico, la cuestin planteada en

    el pleito era bastante elemental. Fani (Epifana Uveda) peda que se

    declarase la nulidad del testamento ltimo de Borges, otorgado en Buenos

    Aires en 1985 ante escribano y tres testigos, das antes de su viaje

    final a Ginebra, en el cual, casndose con Mara Kodama, encontr la

    muerte que buscaba (la boda fue cincuenta y tres das antes). La nulidad

    pretenda dejar en vigor el anterior testamento de Borges, otorgado en

    1979 en favor de la propia Fani (a quien dejaba la mitad de su dinero en

    efectivo en bancos del pas y extranjeros) y de Mara Kodama.

    La razn aducida para esa nulidad era que Borges estaba ya en el momento

    de otorgar el testamento sin condiciones de discernimiento, que era

    incapaz y que Mara Kodama haba captado su voluntad aprovechndose de

    esa circunstancia y haciendo firmar al ciego lo que nadie le ley. En