Buber Martin Esperanza en Esta Hora

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Martin Buber

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  • O - -

    EDITORIAL SUR S. R. LUNES DE CARNAVAL

    Por JUAN GOYANARTE pupa& de darnos Lago Argentino, esa ruta crearl6n de emiten:os

    picas, traducida ya a diversos idiomas, y dt la qac E:telt:Ltd Ilsrlun Entrada dijera que ea una de las cana importantes agrete* atr.ericanss, -una histeria cuyo. protagonistas no ton hombre sino las hienas de un palazo inhabitable a= =ando", tioyanarre se vuelve ahora luda les anas hunianaa que te agitan en la titulad. ese credio donsie ace.sr, fuerzas acato ms Aezribles, ms ciegas, ms destruc:orat que las natu mies.

    La liarela tren/curra en un dia. en un -lunes de esmerar en el gas

    equivocamente te contunden mscaras, ruidos, situntadst alegras, e: paso apresurado de tes ar.7/t., stiadas y el sordo denitso de las tragedIsi que inarclun hacia re codulluanati Porque narre ese die de loa oraa-goaistaa gravitan todos loa af.cus de las eidY.a como ce. busca de un des-acani.,,,ato, de un sentido

    decia.:.1-c. y ante ese da t'out len ae abre el /asuro, que cada protagonista Lena con lo que ticos. sus:bieldo

    - deseos de amor, desesperan/a. y que repelen:e *Abre *lita vera de:ereneudr rafe

    ene nacimientos. para tornarlos inevitables. lie ese contra:ir, y de ese luer aFaetcuantes 'urge al cabo lira vcritsd. oca verdad surtin e impresionante. pero que ea la verdad que en la asteretn balmtia de tu taimptniandnea prepara tierucre la tina. k'erczle en ea:a noten no hay ademe.. aa bar r,14-rin=4, be-1,1-1" le prnuera

    frase ei lector ve encuentra atracado en la materia. ene es aun dudad. Zuecos aires, y loa cuerpos y ;ca ciislritun ee sine do-ene de sus r=13 atatularea cohladere-r. L; actor. con gran rertne

    ch,34,:,idad, lattaa disten czar los hechas reediaute las raishius, ten, cut es como una extreerdinaria

    enmara fatewrld.ca c,-.e presenta iusosocchedat paisajes:' un limare que te venga con la abundan:ni ase atuellos cae lo han rr/vado de la fe:Icidad. una eriati un t., itreein u ter ama ene nsitler que adn kan:

    ,1 la ruda de zi vida en el a tc. r oros une r-Pim y rUStia-U aas Pekelczegt eu tornc a una mara /a San art!u que

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    Is "IIMER O 219-229 ENERO- FEBRERO 1953

    ( ESPERANZA EN ESTA HORA ALOCUCIN

    3.

    BORGES. JORGE -LCIS: Otras in.,71:14-iorres . - . - . t =. CAMUS. ALBERT La ;reale. 31

    e-jiti.2 .. .. .. .. .. ,. ,, la-CONNOLLY. CITIL: La szasba sic sosiego .. .. .. .. 12. DEL VASTO, LANZA.: Jadas .. .. .. ..,... 16 FA Mk...NER., n

    -111./..1M: Lar. de 4.xosso .. . .. . 23. GREENE. GELVIAV: El las de la =cazare .. .. .. 79 GREENE, GRAFIANi: El uns de la traroa...1' edizia ..

    ,, 24. OCAM PO, 'POT Orli A.; Testimonies. 24 arre .. ..

    CAMPO. VICTORL4: 31:171 T. a. . 7.

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    CAMPO VICTORIA: 1zri Isidro, co5 ea ~las dr 51-

    vira Gee mP a V 1.8 foto;ra!las de Ganoso Tharicr.zien 26. PAVESE, CESARE: E.r.

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    5.4 PM E. J F. IN PA II: kr,ixioaes sobre in ennt:en jajir, C. ..

    IS i-1 EF1 WOOD. CERISTOPHER.: .4.-Lc:.: c Be7!L-2. .. .. .. s. e.

    ORWELL. GEORGE: Enrayas criti,:-os ..

    .. .. . 2.

    CA rt.10:5. ROGER: Soci.4:agia de la nersda .. .. .. .. .. ?. L A IX'R ENCE. T. E.: Cartas .. -. .. .. . .. .. .. .. .. : NLICHAUX, TIENTA: lira bolero els A.ritr .. .. .. .

    ADIZINPITCAC.IN Y CEDACCiN San .Martn 689 T. E. 31.3220

    PEtumos esperanza en esta hora, lo cual implica que quienes la

    pedimos no slo sentimos esta hora corno una de las ms gra-"- ves, sino tambin como una hora sin perspectivas de horas `uturas esencialmente distintas en tiempos de luz y elevacin. Pre-zisamente por ello, a este panorama lo denominamos, dndole a a palabra su sentido especfico, esperanza.

    Pero nuestra pregunta comn slo puede tener sentido general esperar una respuesta que le sirva de gua si se refiere a la in-

    mensa penuria del hombre que todos sentimos. Si se reuniesen cien mil hombres y cada uno trajese consigo las penas de su vida ac-

    tual, sus temores al mundo y a la vida, de todas sus aflicciones no -zsultara

    una afliccin comn que pudiera formular preguntas -erdaderamente comunes. Slo cuando la afliccin personal de to-. os los que preguntan revele la gran afliccin del hombre en esta

    'Ora, esos hilos de agua reunidos en un torrente nico lograrn atar la pregunta a la superficie.

    Pero tiene fundamental importancia reconocer no slo las ma-ffestaciones

    externas sino tambin el origen y la profundidad, de ,a

    'afliccin comn que ahora sentimos. Si es importante padecer O comn el actual dolor del hombre, ms importante an es que )gremos

    en comn darnos cuenta de dnde proviene, pues slo

  • 2 SUR

    partiendo de la causa morbi podemos tener verdadera esperanza de curarnos.

    El mundo del hombre actual est dividido ms que nunca en dos posiciones. Cada una considera a la otra como encarnacin

    de la falacia y se considera a s misma como encarnacin de la verdad. Es cierto que en la historia muchas veces se han enfrentado grupos de pueblos y coaliciones religiosas de modo tan radical que

    uno ne-gaba y maldeca al otro ntimamente. Pero ahora todos los seres hu

    manos se han dividido de ese modo, y, salvo raras excepciones, en todos lados se considera esta divisin como una necesidad de la

    exis-tencia. Quien se mantiene al margen es objeto de sospecha o de burla por parte de unos y de otros. Cada grupo se ha apropiado de la luz del sol y ha sumido a su contrario en las tinieblas, y ambos exigen que uno se decida entre el da o la noche.

    Comprenderemos el origen de esta cruel y grotesca situacin en sus rasgos ms simples si recordamos cmo se disociaron los tres principios de la Revolucin Francesa. En ella las ideas abstractas de

    libertad y de igualdad se mantenan unidas por la idea ms con-creta de fraternidad, porque slo si los hombres se sienten como hermanos pueden lograr verdadera libertad y participar de una igual-dad autntica. Cuando se sustrajo al trmino fraternidad su conte-nido real, las dos palabras restantes pudieron luchar una contra la otra, apartndose cada vez ms de su propia verdad y, vanas y usurpadoras, mezclarse progresivamente con elementos extraos: la pasin por el poder, y la codicia.

    ESPERANZA EN ESTA HORA

    creciente dificultad de un verdadero dilogo entre personas de dis-tinta clase y conviccin. El dilogo directo sin inhibiciones se ha-ca raro y difcil. Ahora la amenaza de que los abismos entre hom-bre y hombre se vuelvan insuperables es cada vez ms implacable. Hace 35 aos me di cuenta de que sta es la verdadera cuestin deci-siva de la humanidad. Desde entonces he sealado constantemente que el futuro del hombre, en su condicin de tal, depende de la res-tauracin del dilogo. Es as como tuve una intensa satisfaccin cuando hace poco le palabras en las cuales un hombre competente, de los que no abundan, Robert Hutchins, formulaba la importan-cia y la posibilidad de una Civilization of the Dialogue. "The essen-ce of the Civilization of the Dialogue dice Hutchins is com-munication. The Civilization of the Dialogue presupposes mutual respect and understanding, it does not presuppose agreement" 1. Y ms adelante: "It is no good saying that the Civilization of the Dialogue cannot arise when other party will not taik. We have to find the way to induce him to talk" 2. Hutchins recomienda como medio adecuado demostrar inters y comprensin para lo que tiene que decir el otro. Pero se necesita una condicin esen-cial: vencer la slida desconfianza del otro y tambin nuestra pro-pia desconfianza. Con ello no me refiero a la primitiva desconfianza tradicional, como la que se manifiesta frente al extrao, al nmada, al desarraigado, la desconfianza del labrador en su apartado cortijo ante quien repentinamente aparece paseando por el campo. Me re-fiero a la desconfianza universal de nuestra poca. No hay nada que se oponga tanto a la evolucin de una cultura del dilogo como el poder demonaco que rige a nuestro mundo: la desconfianza per principio. De qu nos sirve inducir a que otro hable si por principio hemos decidido desconfiar de lo que diga? Ya el encuen-tro con l se lleva a cabo desde la perspectiva de la poca confianza que nos merece. Y esta perspectiva no es infundada, ya que desde una perspectiva similar se realiza su encuentro con nosotros. La desconfianza fundamental, al manifestarse, motiva nueva descon-fianza, y as sucesivamente.

    Es importante percibir con claridad en qu se distingue la des-

    1 "La esencia de la Civilizacin del Dialogo es la comunicacin. La Civilizacin del

    Dilogo presupone respeto mutuo y comprensin, no presupone acuerdo". 2 "No est bien decir que la Civilizacin del Dilogo no puede surgir cuando el

    otro intelecto no quiere hablar. Tenemos que encontrar la manera de inducirlo a ello".

    t

    En tal estado de cosas el hombre se inclina ms que nunca a considerar su propio principio en su pureza original y el del con-trario, en cambio, en su corrupcin presente, sobre todo porque el poder de la propaganda refuerza los instintos del hombre para uti-lizarlos mejor. Al hombre ya no le basta, como antes, considerar que el propio principio es el nico verdadero y que el opuesto es absolutamente falso; est convencido de que de su lado las cosas se ; hacen justamente, mientras que del lado contrario se procede de 1, manera injusta; de que a l le importa e! conocimiento y la realizacin I de lo justo, mientras que al opositor le interesa disimular sus inte-reses egostas. En trminos modernos esto significa que de su lado estn las ideas y del otro nicamente las ideologas. De esta fuente se alimenta la desconfianza que predomina en ambas posiciones.

    Durante la primera guerra mundial se me revel la realizacin de un proceso cuya existencia slo haba sospechado hasta entonces: h t

  • 4 S ECHEVERRA Y LA FILOSOFA POLTICA SUR

    confianza especficamente moderna de la primitiva, es decir, de la desconfianza que parece inherente al ser humano y que ha de-

    jado sus huellas en todas las culturas. Siempre hubo innumerables situaciones en que un hombre, al tratar con su prjimo, fu asal-tado por la duda de si poda confiar en l, es decir, si el otro real-mente pensaba lo que deca y si obraba de acuerdo con

    sus palabras; situaciones en que el hombre crea que sus intereses vitales le exi-gan sospechar que el otro se esforzaba por parecer diferente de lo que era y que deba estar alerta para rechazar la imagen ficticia que se le impona. En nuestro tiempo se ha agregado algo esencial. mente distinto que con un poder mucho mayor puede minar los fundamentos de la existencia interhumana. Ya no se teme sim-plemente que el otro disimule de un modo intencionado, sino Que se supone, sin ms, que no puede proceder de otra manera; la dife-rencia que l adopta entre su opinin y su expresin, entre su ex-presin y su conducta, ya no se entiende como un propsito deli-berado, sino corno una necesidad esencial. El otro me comunica el aspecto que ha conseguido ver en determinado objeto, pero en reali-dad yo no hago caso de lo que dice; lo que dice no es para m una contribucin que yo deba tomar en serio para el conocimiento de ese objeto; ms bien trato de eriguar qu lo impulsa a decir lo que dice, qu motivo inconsciente, qu "complejo", por ejemplo. l expresa una idea sobre 'un problema vital que me preocupa, pero yo no reparo para nada en el contenido de verdad que hay en lo que expresa; slo

    .

    me preocupa saber qu intereses, del grupo al que el otro pertenece, se disfrazan en este juicio aparentemente tan objetivo; la idea es para m, considerada como idea del otro, una mera "ideologa" Mi tarea principal en el trato con el prjimo consistir pues en descubrir sus intenciones y en desenmascarado, considerndolo desde el punto de vista de la psicologa individual, o de la sociologa, no tratndose entonces de una mscara que l se haya colocado para engaarme, sino de una mscara que le ha sido impuesta sin que l I

    epa, de modo que el verdadero engaado I es su propia conciencia; estos casos extremos suponen, naturalmente, innumerables matices. Al modificarse una actitud fundamental que en las doctrinas de Marx y Freud alcanza su racionalizacin cient-fica, la desconfianza de hombre a hombre ha llegado a ser existen-cial en dos sentidos: no se limita a poner en tela de juicio la sin-ceridad y la probidad del otro, sino tambin la armona ntima de I su existencia misma, y no slo anula la conversacin sincera entre

    contrarios abiertos o secretos, sino tambin la espontaneidad de la coexistencia del hombre con el hombre. Ahora el gran deporte en las relaciones interhumanas es adivinar intenciones y desenmas-cararlas, aunque quienes lo practican no sospechen hacia dnde los arrastra. Nietzsche elogiaba el "Arte de la desconfianza", pero en cierta forma lo ignoraba, porque es natural que el juego llegue a ser tanto ms completo cuanto ms recproco sea, es decir, en la medida en que el que desenmascara se convierta en objeto desen-mascarado. As, para el futuro debe preverse un grado de recipro-cidad completa y acabada en la desconfianza existencial; la pltica se convertir en mutismo y el sentido en desvaro. Todava tiende el hombre a no herir al otro para no ser herido a su vez, y si a menudo se dispusiera a dudar de s mismo an podra detenerse a tiempo; pero lo demonaco no entiende de bromas. Es que la des-confianza existencial no es ya, como la antigua, una desconfianza hacia mi prjimo, sino que es la destruccin de la confianza en la existencia en general. El hecho que desde una posicin a otra no se pueda ya sostener ninguna conversacin autntica es el sntoma ms notable de la enfermedad del hombre actual; la desconfianza existencial es la enfermedad misma; pero la destruccin de la con-fianza en la existencia humana es la intoxicacin interna del orga- nismo humano en su totalidad, intoxicacin que ha dado origen a esta enfermedad.

    Toda gran cultura ha sido en cierta medida una Civilization of the Dialogue. La substancia vital no consista, como comnmente se cree, en que hubiese individuos destacados, sino en el trato sincero de unos con otros; la "individuacin" era solamente la condicin

    ( para el despliegue de la vida dialogstica. Lo que se denomina el espritu creador del hombre no ha sido nunca otra cosa que la alo-cucin, la alocucin intelectual o artstica del que est llamado a hablar a los capaces y preparados para escucharlo; y lo que se acen-tuaba era la dinmica general del dilogo. Desde luego, en todos los tiempos hubo graves inhibiciones internas y perturbaciones; la gente se mostr reservada e inaccesible, hubo hipocresa y seduccin; pero toda vez que floreca el milagro humano se superaban las in-hibiciones y dificultades con la fuerza elemental del mutuo reco-nocimiento de los hombres. Un hombre se diriga a otro como al ser personal nico que no es mutilado por error o turbacin alguna, y aceptaba a su vez el acto por el cual el otro se diriga a l; un hombre perciba al otro en su ser que sobreviva ,a todos los sir qu-

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    lacros, y aunque se combatieran, se aprobaban recprocamente en cuanto a lo que realmente eran. El hombre quiere ser aprobado por el hombre como lo que realmente es, y slo en la reciprocidad hay autntica aprobacin.

    A pesar de la progresiva decadencia del dilogo que es caracte-rstica de nuestro tiempo; a pesar de la expansin de la desconfianza universal que la acompaa, persiste en el hombre la necesidad de ser aprobado, pero esa necesidad no encuentra ya una satisfaccin natural. Por eso el hombre se encamina por una u otra de dos sen-das ficticias: o busca su propia aprobacin, o la de la colectividad a la que pertenece. Ambas tentativas estn destinadas al fracaso. La autoaprobacin del que no es aprobado por otro ser no puede subsistir; debe afanarse por rehacerla con esfuerzos cada vez ma-yores y finalmente se da cuenta de que ha sido inevitablemente descubierto. Pero la aprobacin por la colectividad es pura ficcin, porque es propio de ella aceptar y utilizar a cada uno de sus miem-bros como individuo determinado y aislado con tales o cuales con-diciones y capacidades, aunque no sea capaz de reconocer a ninguno tal como es en su propio ser es decir, independientemente de su utilidad para lo colectivo, Al hombre moderno, en la medida en que ha renunciado a la reciprocidad directa y personal de su com-

    a...paero, no le queda ms que trocar la aprobacin perdida por otra ilusoria. S, no hay ms salvacin que la renovacin de las cela-

    : ciones dialogsticas y eso significa antes que nada la superacin de la desconfianza existencial.

    De dnde debe partir la voluntad para lograr esta superacin? Ms precisamente: a partir de qu posicin espiritual habr que estimular al hombre para que realice su autocrtica en materia tan importante, si la desconfianza existencial ya se ha convertido en cosa corriente en l cada vez que trata de ponerse en contacto con sus semejantes? Es sta una posicin que puede caracterizarse corno la crtica de la crtica. Se trata de demostrar un error fundamental y de enorme influencia en todas las teoras que se refieren a des-cubrir y desenmascarar intenciones ocultas. La esencia de este error consiste en que a un elemento de la constitucin anmica y espiri-tual del hombre que haba recibido poca o ninguna atencin, y que ahora ha sido descubierto y aclarado, sc lo identifica con la estructura total del hombre, en vez de integrarlo en ella. Uno de los principales postulados metdicos del conocimiento antropolgico, en su sentido ms amplio, debera ser la interpretacin de cada ele-

    ESPERANZA EN ESTA HORA 7

    mento recin descubierto y aclarado segn su importancia e inter-accin con los dems elementos ya ms o menos conocidos y expli-cados. Las cuestiones preliminares deberan ser: Qu proporcin existe entre el elemento nuevo y los dems? En qu medida y de qu modo los determina y es determinado por stos? A qu din-mica ha sido incorporado en los distintos momentos de la gnesis individual e histrica de la existencia humana? Por lo tanto, la ciencia debera comenzar siempre por trazar las fronteras de la va-lidez de las tesis que pueden sostenerse acerca del elemento recin descubierto y aclarado, es decir, determinar dentro de qu esfera pueden pretender validez. Las teoras que se refieren a descubrir y desenmascarar intenciones, tanto las psicolgicas como las socio-lgicas, han omitido trazar estos lmites. Siempre han reducido al hombre al elemento recin descubierto. Consideremos como ejem-plo la teora de las ideologas, por la cual las opiniones y juicios de un hombre que pertenece a una determinada clase social deben in-vestigarse esencialmente como productos de su clase, es decir, en relacin con la accin que su clase realiza para imponer sus inte-reses. Si se hubiera planteado con toda claridad el problema de la clase social y su influencia, las cuestiones cientficas preliminares deberan haber sido concebidas en los siguientes trminos: como el hombre se inserta en su mundo a travs de una mltiple rela-cin de esferas de influencia, desde la csmica a la ertica, una de las cuales se presenta como su nivel social, qu peso e interaccin ejerce la influencia de clases, cuando se presenta en forma de ideo-loga, con respecto a la existencia no ideolgica de la persona? Es natural que la respuesta a tales preguntas pueda servir como pro-grama del pensamiento cientfico; pero su objetivo sera una con-dicin previa esencial para la exactitud de este modo de pensar. En cambio, las teoras ideolgicas han reducido al hombre, poseedor de opiniones y formulador de juicios, a lo puramente ideolgico. Esta desmesurada simplificacin ha contribuido decisivamente a la formacin tic la desconfianza existencial. Si queremos superar esta desconfianza no debemos situarnos detrs de ella, aceptando sin crtica las manifestaciones humanas, sino que debemos ir ms all de ella, fijando a la crtica ideolgica alcances y lmites cada vez ms exactos. Lo que pretendo no es un idealismo vago sino un realismo amplio y penetrante, un realismo mayor, es decir, apli-cado a una realidad ms vasta. No debe intentar descubrir inten-ciones en el hombre, sino que debe contemplar de un modo cada vez

    nn,...~-ny'.. aliad&

  • 8 SUR DESTINO ESCANDINAVO 9

    ms completo lo que hay en el hombre de revelacin y de misterio, y la relacin que existe entre ste y aqulla. No queremos confiar ciegamente en el hombre, pero s queremos mirarlo con los

    ojos bien abiertos, es decir, queremos interiorizarnos de su multiplicidad y de su integridad, de su verdadera conformacin, sin opiniones preconcebidas sobre estos o aquellos motivos secretos, con la inten-cin de aceptarlos, acreditarlos y aprobarlos en cuanto nos lo per-mita este modo de interiorizacin.

    Slo cuando esto ocurra y en la medida en que ocurra podr iniciarse un verdadero dilogo entre las dos posiciones en que la humanidad est actualmente dividida. Los que lo inicien deben ha-ber superado en s mismos la desconfianza a priori y ser capaces de reconocer a su interlocutor en toda la realidad de su ser. Y desde luego no sern hombres que hablen exclusivamente en su propio nombre; a sus espaldas se adivinar la multitud no organizada de los que se sienten representados por ellos. Esta clase de representa-cin y delegacin difiere totalmente de la representacin y dele-gacin polticas: no est aprisionada por los fines utilitarios de la hora, sino que posee la visin amplia y libre de lo que aclaman los que an estn por nacer; personas independientes, sin otra pleni-potencia que la del espritu. Y el espritu, como se sabe, tiene ac-tualmente menos poder visible que nunca; pero hay horas en la historia del mundo en que, a pesar de todo, basta la plenipotencia del espritu para emprender la salvacin del hombre y me parece que una hora as se aproxima para el mundo.

    Los representantes a que me refiero conocern las verdaderas necesidades de su propio pueblo y estarn dispuestos a trabajar por ellas; pero se ocuparn con nimo comprensivo de las verda-deras necesidades de los otros pueblos y sabrn discriminar entre necesidades autnticas y exageradas. Sabrn distinguir implacable- mente, dentro de lo que se denomina intereses encontrados, entre verdad y propaganda. Slo cuando de la supuesta multitud de antago-nismos quede el conflicto real entre las necesidades legtimas, po-dr examinarse detenidamente su compensacin. El punto de par-tida ser el ms sencillo en apariencia, pero, no obstante, ofrecer algunas dificultades. Qu necesita el hombre, cada hombre, para vivir como hombre? Porque si no se hace volar el planeta, el hombre cada hombre debe recibir lo que necesita para vivir como hom-bre. Salindose de sus respectivas posiciones y acercndose recpro-

    camente, los que poseen la plenipotencia del espritu se atrevern a pensar juntos desde un punto de vista mundial.

    Qu resultar en ltima instancia lo ms fuerte? La confian-za comn en la existencia del hombre o la desconfianza mutua? Aunque se encuentren los representantes en quienes espero, su xito depender de los representados, de su honestidad sin restricciones, de su buena voluntad enemiga de la fraseologa intil y de la exposicin valiente de su propia persona. En la tierra, a los repre-sentantes slo puede llegarles de all la fuerza que necesitan. La esperanza en esta hora est puesta en los mismos que esperan, est puesta en nosotros mismos. Quiero decir con esto que est puesta en aquellos de nosotros que ms profundamente sienten la enfer-medad del hombre actual y que en su nombre pronuncian las dos palabras sin las cuales no hay curacin: "Quiero vivir".

    La esperanza en esta hora reside en una renovacin de la espon-taneidad dialogstica entre los hombres. Pero vayamos ms all de la afliccin apremiante, ms all de la angustia y del cuidado de esta hora; veamos a esta afliccin con referencia a la gran senda del hombre y reconoceremos que la espontaneidad ha sido lesionada, no entre hombre y hombre nicamente, sino entre el ser humano y el fundamento primordial del ser. En lo ms ntimo del con-flicto entre desconfianza y confianza en el hombre se oculta el conflicto entre desconfianza y confianza en la eternidad. Si de nues-tros labios logra realmente salir la palabra "T", entonces, despus de un prolongado silencio y balbuceo, nos habremos dirigido nue-vamente a nuestro eterno "T". Llegaremos a la conciliacin por

    A la expiacin. (Traduccin dr Peter Seeligmann)

    DESTINO ESCANDINAVO

    Qun el destino de las naciones puede no ser menos interesante y pattico que el de los individuos, es algo que Homero ignor, que Virgilio supo y que sintieron con intensidad los hebreos. Otro problema (el problema platnico) es inquirir si las naciones existen 4e un modo verbal o de un modo real, si son palabras colee-

    MARTIN BUBER

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