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Taylor Caldwell Sólo El sabe escuchar Taylor Caldwell Sólo Él sabe escuchar 9 EDITORIAL GRIJALBO. S.A. Página 1 de 268

Caldwell Taylor - Solo El Sabe Escuchar

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Caldwell Taylor - Solo El Sabe Escuchar

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Taylor Caldwell

Taylor Caldwell Slo El sabe escuchar

Taylor Caldwell

Slo l sabe escuchar

9

EDITORIAL GRIJALBO. S.A.MXICO. D. F. BARCELONA BUENOS AIRESSOLO EL SABE ESCUCHARTtulo original en ingls: No One Hears But Htm.Traduccin: Amparo Garca Burgos, de la 1* edicin deDoubleday & Company, Inc., Carden City N.Y. 1966 1966, Taylor Caldwell

1966, Reback and Reback

1974, Ediciones Grijalbo, S.A. Du i Mata 98, Barcelona 29D.R. 1985 por, EDITORIAL GRIJALBO, S.A.

Calz. San Bartolo Naucalpan No. 282 Argentina Poniente 11230 Miguel

Hidalgo, Mxico, D.F.Este libro no puede ser reproducido,total o parcialmente,sin autorizacin escrita del editor.ISBN 968-419-491-9 IMPRESO EN MXICODedicado con toda veneracin a la Bendita Madre del Hombre que EscuchaIntroduccin

Muchos aos han pasado desde que el viejo John Godfrey, el abogado misterioso, construyera su santuario en una gran ciudad, para los desesperados, los dolientes, los incrdulos, los cnicos, los derrotados, los agonizantes y afligidos, los traidores y los traicionados, los agotados por su carga, los viejos, los jvenes y los perdidos. Aqu, en el santuario, espera el hombre que escucha, que espera y escucha constantemente, pacientemente, las angustiosas historias que van a relatarle en el silencioso ambiente de azul y mrmol. No hay experiencia que no haya escuchado ya. No hay dolor con el que no est familiarizado. No hay crimen contra Dios o el hombre que no haya sido visto con sus propios ojos. Ha odo las blasfemias de los que se sienten satisfechos de s mismos. Ha odo el llanto de todos los padres, de todos los hijos. Ha escuchado todas las plegarias y todas las excusas. Las experiencias de todos los hombres son suyas. Nada le turba, excepto el odio y la violencia. Pero los conoce tambin.No se halla confinado en el santuario construido por el devoto John Godfrey hace tantos aos. Puede hallrsele en cualquier lugar del mundo... si se le busca, si se desean sus consejos. Nunca se apartar de ningn hombre, por depravado que ste sea. No hay nadie que pueda decir que ha sido rechazado por l. Su paciencia jams se agota, su amor nunca se consume. l escucha a todos, pues dispone de todo el tiempo del mundo.El santuario espera a todos, pero especialmente a los que jams han buscado al hombre que escucha en otro lugar. Se alza en medio de varios hermosos acres de tierra como un parque en el corazn de la gran ciudad, rodeado de casas de apartamentos, teatros, tiendas, edificios comerciis. Es un sencillo edificio de mrmol que slo tiene dos habitaciones: una sala de espera y otra en la que nos aguarda el oyente. Nada se ha aadido all a travs de los aos, a no ser una simple placa de mrmol blanco en la pared de la sala de espera: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta", y una o dos fuentes en el csped.Aqu vienen las ovejas cuyos pastores no han conseguido hallar, o aquellas que no tienen fe en sus pastores o que jams los han conocido. A veces los pastores vienen tambin, para aprender lo que han olvidado. Algunos acuden al hombre encolerizados, disgustados, ultrajados, acusndole de "medievalismo".

Otros llegan llenos de desprecio, dispuestos a rechazarle, exclamando que sta es una poca "ilustrada y moderna", y que no hay necesidad de un hombre que escuche... a excepcin del psiquiatra. Otros llegan seguros de que el hombre del santuario es un clrigo, un doctor, un asistente social, un profesor o, simplemente, alguien dispuesto a escuchar en un mundo que ha olvidado el modo de escuchar a los dems... tan ocupado se halla hablando de s mismo y lanzando slo incoherencias, temas sin importancia, teoras y blasfemias sin fin, y todo el cmulo de violentas y sangrientas trivialidades que no pueden satisfacer al alma.Algunos en fin acuden con absoluta incredulidad, y con la misma incredulidad se van.Pero casi todos, cuando hablan al hombre, encuentran respuesta a su angustia y desesperacin, a sus pecados y sufrimientos. El mundo jams les dio una respuesta, ni en sus escuelas, ni con sus placeres, ni en la riqueza, ni en las pequeas satisfacciones, pues el mundo carece de respuesta para la necesidad ms terrible del espritu humano: alguien que escuche. Alguien que se sienta realmente interesado, realmente compasivo, autnticamente amoroso, autnticamente fiel, autnticamente comprensivo. A pesar de lo mucho que se habla de "amor" en el mundo actual, permanece el hecho de que jams ha carecido tanto el mundo de amor, este mundo duro de corazn, asesino, cruel, egosta, despectivo e indiferente. Jams tantos han sido traicionados como son traicionados ahora. Jams tantos se han sentido perdidos como ahora se sienten. Jams el corazn del hombre ha carecido tanto de fe como el corazn del hombre moderno, aparte toda esa charlatanera de "involucracin" y "preocupacin por la humanidad". Jams la muerte ha amenazado a tantos, y nunca la libertad ha sido tan escasa; no, nunca en toda la terrible historia del mundo. Ya no nos molestan las masacres, ni escuchamos al hombre que nos pide ayuda en nuestra misma puerta. Nos aislamos de todo ello mientras los cielos siguen oscurecindose y se aproxima el Apocalipsis. Estamos muy ocupados... con nada. Hablamos... de nada. Nuestro vecino, nuestro hermano, nos suplica ayuda a gritos, y eso no nos preocupa. Peor an, ni siquiera le omos, enfrascados en nuestra vida tan ocupada, tan vulgar y tan trivial. Es ms, ni siquiera nos escuchamos a nosotros mismos; jams nos damos plena cuenta de todo lo que decimos a lo largo de toda nuestra vida.El odio, no el amor, invade el espritu de la humanidad hoy en da. El triunfo de la maldad est casi consumado en un mundo que desprecia el bien a cambio de las "verdades cientficas" de hoy, que son los errores cientficos del maana. El relativismo ha reemplazado a la eterna y absoluta verdad. A nuestros nios, en nuestras escuelas seculares, no se les ensea reverencia, fe, obligaciones, responsabilidad, orgullo y conciencia de sus realizaciones y respeto a la autoridad. Y no se les ensean esas cosas porque sus mismos padres no lo desean.

As ocurri ayer, y por eso tenemos hoy una generacin joven que jams ha aprendido el dominio propio, la buena voluntad, la paz verdadera, la serenidad, la fidelidad y la virtud.

Estos jvenes son los autnticamente perdidos. Slo el hombre que escucha puede rescatarlos ahora. Quin los llevar a l? stos son los pobres en verdad, aunque no pidan pan, ni refugio ni consuelo. Les hemos dado amor, pero no el autntico amor. Les hemos dado "slogans" y palabrera estpida, pero no la palabra viva. Les hemos abandonado en su desolacin y por eso son violentos y sin Dios, sin respeto por s mismos, ni por su pas, ni por sus vecinos.Pero el hombre sigue esperando. Para escuchar, para amonestar, para ensear, para amar, para aconsejar.Y te espera tambin a ti. Te contestar cuando le llames a gritos? Jams ha fallado. Slo exige una cosa: que t escuches tambin.Este libro pretende, y con toda deliberacin, enfurecer a muchos. Pero la autora confa en que esa clera les induzca a "escuchar" tambin, o al menos a inspirar ese pensamiento, antes de que sea demasiado tarde.

ALMA PRIMERA

EL CENTINELA

Centinela! Qu hay de la noche? Isaas, 21: 11.ALMA PRIMERA Fred Carlson haba tomado un excelente almuerzo con sus futuros jefes. stos se haban separado de l con expresiones de gran cordialidad, pues respetaban a los hombres buenos, trabajadores e inteligentes. Su ttulo de licenciado en Artes, su trabajo de posgraduado en el gobierno y las ciencias aplicadas les haban impresionado favorablemente, aunque se sentan algo divertidos y desconcertados ante las razones que el haba aducido para elegir este trabajo actual, en particular en esta ciudad. Como se trataba de hombres tan corteses, agudos y sofisticados, l no les haba dicho toda la verdad. Les haba dejado creer que haba sufrido un perodo de romanticismo en su vida, pero que ya consideraba llegado el momento de levantarse y actuar. Podan olvidar su romanticismo; todos los jvenes eran romnticos, se decan con indulgencia, y Fred Carlson slo tena treinta y dos aos, aunque fuera ya un hombre casado con dos nios pequeos. Algunos de nosotros incluso queramos ser soldados!", haba dicho uno de los caballeros, "O maquinistas en trenes antiguos, o bomberos!" Con ello implicaban, sin embargo, que Fred se haba dejado ir durante demasiado tiempo, y ste haba enrojecido. No le gust aquel caballero en particular y eso fue lo que le impidi decir toda la verdad. Tema que le juzgaran sentimental o un poco falto de ambicin, defectos terriblemente graves e indignos en un hombre de ms de treinta aos.Se haban ofrecido a asignarle a alguien que le llevara en coche a pasear por la ciudad hasta que llegase la hora de ir al aeropuerto, tomar el avin y volar a casa. Pero a Fred le gustaba pasear. Haba enrojecido cuando todos se rieron afectuosamente al orselo decir.Ir a pie a todos los sitios que me d tiempo dijo. Dganme, por favor, algunos puntos de inters en particular.Bien, tenemos un magnfico museo de ciencias, de gran inters para usted; un museo de historia, en el que podr hallar datos para sus estudios de poltica, y una galera de arte que tambin le resultar interesante. Estn todos por aqu, a un cuarto de hora a pie unos de otros. Despus enviaremos a alguien a su hotel para que le recoja y le lleve al aeropuerto.Dispona de tres horas. Era un magnfico da de otoo, de la clase que a l le gustaba, clido, seco, brillante de sol. Empez a caminar. Era realmente una ciudad preciosa, aunque no era ms grande que la mitad de la suya. Los edificios eran ms elegantes, y de piedra ms ligera, y de ladrillo, y la ciudad tena cierto aire meridional, aunque no estuviera realmente en el sur. Las calles eran ms amplias y ms limpias y la gente pareca muy enrgica.

A Connie le gustara; viviran en uno de los suburbios, en aquel que la Compaa sugera especialmente para los hombres de la organizacin. Aquella misma maana haba podido ver el barrio de pasada. Su propia ciudad no tena suburbios tan bonitos como ste, y todos tan bien comunicados con el centro vital de la ciudad. Las casas eran muy atractivas y costaban mucho menos que la suya actual, que ahora pondra inmediatamente a la venta.

La escuela ms cercana le haba parecido extraordinariamente agradable y moderna, y su hijo mayor ira pronto all. En resumen: todo era estupendo, incluido el hecho de que sus ingresos seran el doble de lo que ya estaba ganando, por no mencionar las pagas extras, los beneficios anuales, vacaciones pagadas y ms largas, excelentes disposiciones en cuanto a la pensin del retiro, seguro de enfermedad, seguros familiares, pagos por enfermedad y una docena de otras cosas agradables en las que ni siquiera poda pensar en su trabajo actual."He sido un idiota se dijo mientras paseaba por la calle principal mirando los escaparates de las tiendas, brillantes al sol. Me alegro de no haber esperado demasiado."Se estaba muy bien al aire libre para pensar en visitar lugares de inters, as que camin al azar llevando el abrigo al brazo y pensando lo mucho que iba a disfrutar de la vida en esta ciudad. Aquel vago sentimiento de depresin que experimentaba en ocasiones se deba, naturalmente, a que estaba solo y al deseo de volver a casa, con su familia. Adems, nunca haba estado lejos de casa antes con la idea de abandonarla para siempre. Era un hombre gregario, se dijo. Pronto hara amistades entre todos aquellos hombres que haba conocido y con los que congeniaba. Connie tambin se unira a diversos grupos en la nueva iglesia, y los nios pronto se sentiran a sus anchas con sus nuevos compaeros de juegos y sus nuevas actividades. Adems los inviernos aqu eran cortos, al contra-no que en su ciudad, un autntico infierno para un hombre que tena que caminar mucho. "Pero ya no caminar as mucho ms pens, aunque no es que lo haya hecho con frecuencia en estos ltimos tres aos..."Era extrao, pero cada ciudad pareca tener su olor individual. La suya ola a polvo, a goma, a acero y a electricidad s, electricidad, y no era su imaginacin. Pero esta ciudad ola a piedra pulida y a aceras limpias l era un tcnico en cuestin de aceras! y a ambiente clido y, s, era gracioso, a fruta. Decidi que le gustaba.El trfico era muy rpido, observ con sus ojos experimentados, y la gente pareca menos malhumorada que en su propia ciudad y menos beligerante, aunque tambin haba una gran multitud. Las ciudades estaban abarrotadas en estos tiempos. El trfico era un poco menos alocado y los peatones menos groseros. En resumen, sera "ms fcil" vivir all. Vio un polica de pie en una esquina, alerta, vigilante, y Fred, involuntariamente y por costumbre, se acerc a l en seguida.Hola dijo. Soy un extrao en esta ciudad y... El polica era joven pero se volvi inmediatamente a mirarle, y Fred vio en su rostro lo que siempre percibiera en el rostro de la polica en su ciudad: intensa vigilancia y una rpida sospecha, todo inconsciente, pero all por desgracia.Se sinti algo decepcionado, pues haba pensado que esta ciudad no se pareca a la suya. Dijo rpidamente:Tambin yo soy polica. Me hicieron sargento slo hace tres aos. Fred Carlson es mi nombre. Vengo de...Extendi la mano. El joven polica an pareca sentirse dudoso, pero acept con rapidez la mano de Fred y, con la misma rapidez, la solt.Sargento? repiti. Fred sac la cartera y su tarjeta y se las mostr al agente con la misma cortesa con que deseaba que se identificara cualquier ciudadano corriente. El polica examin las credenciales que se le ofrecan con una minuciosidad que habra sido innecesaria haca diez aos y estudi la fotografa. Luego se la devolvi, se llev la mano a la gorra con aire juvenil y sonri.(Y qu hace aqu, sargento? Buscando un criminal?(No Fred vacil. Busco otro trabajo aadi, y lo he encontrado, precisamente aqu.Trabajo policial?No. Voy a entrar en la industria privada. Con la Clinton Research Associates.El joven polica le examin con curiosidad pero no hizo comentarios.Un hombre ha de pensar en su futuro dijo Fred.S.Adems, ser polica en estos tiempos no es lo que era antes... Cmo se llama?Jack Sullivan.Un autntico nombre de polica. No, ya no es lo que era, y lo que yo pens que deba ser.Los ojos de Jack Sullivan se estrecharon.Alguien ha de ser polica dijo. As es como yo lo pens. Es lo nico que siempre dese hacer.Yo tambin dijo Fred.Se miraron y luego Jack Sullivan aadi:He de seguir con mi ronda.Empez a alejarse, tras un brevsimo saludo, pero Fred le sigui y camin a su lado. No le haba gustado la expresin que tenan aquellos ojos azules e inteligentes.Pero, dnde le lleva este trabajo? (Alguien ha de mantener la ley y el orden dijo el joven polica mirando agudamente el rostro sbitamente desgraciado de Fred. Para eso nacimos algunos de nosotros, pero supongo que usted, sargento, naci para algo ms."Ser cierto", se dijo Fred. Pero era demasiado tarde para pensar en eso ahora.Cmo anda el crimen en esta ciudad, Jack?Un infierno repuso ste con elocuente brevedad.As es en todo el pas en estos das, verdad? Me pregunto por qu. Todo el mundo se pregunta lo mismo.Perdimos a cuatro de nuestros mejores hombres hace un mes dijo Jack, y su joven rostro se oscureci. Y diez el ao pasado. Es que toda la gente se est volviendo loca? Y ahora todo el mundo hablando de cmaras de revisin civil.

se ser el momento ahora hablaba con pasin en que nosotros iremos a la huelga y dejaremos que los criminales se hagan fuertes durante algn tiempo a ver si as consiguen meterle algo de sentido comn al pueblo.S lo que quiere decir dijo Fred deprimido(. La "brutalidad de la polica". Todos esos pobrecitos criminales acusndonos a gritos cuando se les ha cogido con las manos en la masa. Y luego los asistentes sociales y los que creen que van haciendo el bien, y los que se dedican a hacerles cariitos y a mimarles lo repiten tambin, y lo mismo los malditos jueces viejos que quieren ser reelegidos y que tienen el corazn blando, y el cerebro blando tambin, y carecen de responsabilidad pblica. Nos hemos convertido en una nacin de sentimentales psicpatas sin el menor respeto por la autoridad y la decencia y sin dignidad. Peor an, somos una nacin de criminales.Es cierto dijo Jack Sullivan, con el rostro repentinamente endurecido(. Supongo que por eso es por lo que usted se sale de ello, verdad, sargento? Para olvidarlo todo, no? Mir de frente al sargento Fred Carlson y no haba expresin alguna en sus ojos. Vio un hombre alto y joven, delgado, fuerte y duro, con el cutis claro, ojos castaos, pelo rubio y un aire de resolucin, dureza y autoridad. Jack apret los labios.(Yo no dira eso se defendi Fred. Pero he de pensar en el futuro. Qu futuro hay en el trabajo de un polica? Sargento repuso el agente con una cortesa elaborada que era en s misma un insulto, yo no puedo saberlo. Slo soy un estpido polica, de lo contrario no me pasara la vida tratando de hacer que se cumpla algo de lo que todo el mundo se re. Slo un estpido polica. He de seguir mi ronda.La despedida era demasiado evidente. Fred Cari-son, sargento, ya no era importante. Era slo otro civil que no comprenda la labor de la polica. Qued solo en pie, en la acera, observando la espalda muy erguida del polica que se apartaba rpidamente de l. Finalmente dio media vuelta y camin lentamente, con la cabeza inclinada. Se forz a pensar en su nuevo y brillante futuro en esta ciudad, la apreciacin de todo su trabajo, el salario duplicado, la seguridad y, maldita sea!, el fin del temor, el fin de su sensacin de rabiosa inutilidad y amarga impotencia, el fin del desprecio.Connie era hija de un agente. Su padre haba sido asesinado slo haca un ao en cumplimiento de su misin y a manos de criminales que, despus de capturados, fueron dejados en libertad por un tecnicismo. Ella saba bien lo que significaba ser polica. Tema por su marido, aunque ya haban acabado sus das de patrullero y por eso corra ahora menos peligro. Menos peligro... pero no mucho. Haba tenido muchos malos ratos desde que lo ascendieron a sargento, algunos incluso peores que cuando haba sido un simple Patrullero. Nunca le haba dicho a Connie lo cerca de la muerte que estuvo slo haca un mes. tcnicamente habra servido para asustarla. Ella viva en constante temor por l. Pero era la hija de un agente y para ella la labor de la polica era la cosa ms importante del mundo. "Como un centinela deca que guarda la ciudad." Connie era muy potica en ocasiones, pero no haba poesa en la labor de la polica, slo amenaza y violencia por parte de los criminales, y suciedad, un trabajo agotador y muy mala paga, y, siempre, el desprecio y la burla de todos. Eso era lo peor.Maldita sea, maldita sea! murmur Fred en su furia. Lleg a un cruce de calles con un disco rojo y se detuvo. Pas un coche ante l. A los lados llevaba unos cartelones en rojo y blanco: "Apoye a la polica local!" Qu risa! "Apoye a la polica local!" Se ech a rer. Un hombre que estaba a su lado se ri tambin.

Vaya chiste, no? pregunt a Fred.

ste le mir sombramente.

S, vaya un chiste contest.

Al hombre no le gust la mirada de sus ojos. Se apresur a alejarse. "Otro slido ciudadano", coment para s el sargento Fred Carlson, otro lector de peridicos escandalosos que siempre estaban chillando sobre la "brutalidad de la polica". Un hombre que crean lo que decan aquellos hijos de perra: que los hombres se hacan policas porque eran demasiado estpidos o demasiado indolentes para ser cualquier otra cosa, y adems porque eran sdicos por naturaleza. No era de extraar que tales "ciudadanos" ya no estuvieran seguros en las calles de sus ciudades; no era de extraar que sus hijos fueran amenazados cada hora de cada da y que los tenderos fueran asesinados a tiros tras los mostradores de madera de sus establecimientos, que las mujeres se escurrieran en la oscuridad por temor a ser atacadas y que se robara en las casas a la luz del da y se violara a las mujeres en sus hogares o apartamentos de los suburbios. Ya no era de extraar que el terror invadiera el pas y todas sus ciudades, desafiante y brutal, rojo desangre. El caos reinaba en todas partes porque los proscritos y los psicpatas ya no eran lo que eran realmente: criminales. Ahora eran "perturbados mentales", "vctimas de hogares destrozados" o "individuos privados de cultura y de las ventajas y privilegios que les correspondan"."Y la gente espera que todo polica, trabajador y valiente, sea un estpido asistente social con nociones de psiquiatra y no un guardin de la ley y protector del pueblo!", pens Fred con su intensa y antigua amargura. "Maldito sea, maldito sea!"Sinti de nuevo la familiar desesperacin, la frustrada clera y el ultraje. "Llorones pens, nos hemos convertido en una nacin de llorones, peligrosos soadores blandos y lacrimosos que repetimos cualquier imbcil perogrullada que se les ocurra a los astutos enemigos de la sociedad con vistas a sus fines definitivos. Nos hemos hecho afeminados y... cmo dicen ellos en su jerga?, alarmados. Todo es alarmante ahora, desde una amenaza de guerra o un show de la televisin. Qu clase de gente somos?... Imbciles. Afeminados imbciles! Invertidos en ms de un sentido!"Pens en la ltima vez, hace un mes, en que asistiera al desayuno tras la misa de la Sociedad del Santo Nombre de la que era socio. Haba visto antiguos y envejecidos policas retirados all, hombres viejos a los que nadie confundira jams con viejas. Tenan rostros firmes y resueltos, aquellos hombres que haban guardado la seguridad pblica y haban luchado durante ms de cincuenta aos, y haban exigido y recibido respeto de su pueblo. Haban sido el terror de los criminales.Dime, Tim haba preguntado Fred a uno de ellos durante el desayuno, cmo es que ahora la gente ya no respeta a los policas? La culpa es de las mujeres repuso Tim con su rudo acento irlands. Nos ha entrado miedo de las mujeres y de sus grandes bocazas, y de que metan las narices en la poltica y en todo. Y hemos dejado que hagan mujeres de nuestros chicos tambin. Dios se apiade de nosotros.Fred hizo la misma pregunta a otro viejo patrullero retirado.Bien, te dir, sargento haba contestado el viejo. Es la decadencia general en la religin y la moral pblica, y a quin podemos echar la culpa? Durante los pasados cuarenta aos yo lo he visto por m mismo. No digo que no hubiera gentes malas en los viejos tiempos. Claro que las haba! Pero la gente trabajaba demasiado tiempo y demasiado duro para or las suaves mentiras de los embusteros, y tenan mano dura con los chicos, y si era preciso los arrastraban a la iglesia. Pero ahora mis nietos se ren de la religin y siguen su camino. Quin tuvo la culpa? No lo s, hijo, no lo s. Creo que hay demasiadas mujeres en todas partes, deseando demasiadas cosas para sus cros antes de que lo hayan ganado. Eso los hace dbiles y blandos, sin msculos en sus cuerpos ni en sus almas.Bien dijo Fred con gratitud, mi Connie les da una paliza a los nios si no obedecen las normas de casa, y tiene razn. Nada de "democracia" en nuestra casa, ni que los pequeos tengan "el mismo voto". Qu saben los cros?Nada contest el viejo prontamente. Pero oyendo a las mujeres y a las maestras uno pensara que cada vez que un cro abre su estpida boca est pronunciando palabras de la Sagrada Escritura en vez de m... Y por eso los cros se creen los amos del mundo. Te digo, Fred, uno de estos das va a haber un autntico estallido... y no ser demasiado tarde.Les siguen llamando "nios" cuando son lo bastante mayores para estar casados y tener familias propias intercal otro viejo polica. Por una parte te dicen que los cros son ms maduros estos das, que saben ms de lo que sabamos nosotros a su edad, y por otra parte les llaman "nenes" y derraman estpidas lgrimas cuando alguna putita tiene un bastardo y dice que "no lo saba". Qu demonios!, cmo no haba de saberlo con todo tan explicado en los peridicos y revistas, y en los anuncios y en la televisin? Slo que se figuran que alguien les sacar del lo en vez de meterlas en la crcel como sola hacerse antes cuando se haban corrido una juerga as. "Todo est permitido ahora", pens Fred. Qu haba escrito Lenin? Quitad la moral a un pueblo y no tendr coraje para resistir. Bien, la moral del pueblo americano se haba reducido ya todo lo que era posible! Una generacin adltera y sin fe. Estaban bien maduras para el duro totalitarismo y el ltigo. E, inevitablemente, eso acabara por llegar.Haba estado caminando muy deprisa y se detuvo bajo el sol del da otoal para secarse el rostro. A su izquierda vio que se alzaba un suave terrapln de tierra verde, en medio mismo de la ciudad, con rboles de tonos brillantes, rojo y oro, y macizos cuajados de hermosas flores de otoo. Sobre la pequea colina haba un solo edificio blanco, clsico, con tejado rojo y puertas de bronce que relucan al sol. "Un pequeo y hermoso parque pens Fred, y muy bien conservado." Vio fuentes y bancos de mrmol a la sombra de los rboles, y ardillas que jugueteaban en la hierba, y nios que corran entre los macizos de flores mientras sus madres los observaban desde la fresca sombra.Una pequea iglesia, un museo? Fred empez a caminar lentamente por uno de los senderos de grava, excitado su inters. Los blancos muros, en la distancia, brillaban bajo la fuerte luz. Nunca haba visto nada tan hermoso y sereno. Vio a una joven madre sentada bajo un gran roble observando a su pequeo que daba de comer a una ardilla. La mujer tena un rostro hermoso, grandes ojos negros y una mata de pelo negro como la seda que le caa hasta los hombros. Sonri a Fred y ste se detuvo llevndose la mano al sombrero.Perdone dijo. Soy un forastero en esta ciudad. Qu es ese edificio?Con una voz clara y dulce ella le cont la historia del edificio y del viejo John Godfrey, y Fred escuch con profundo inters.El hombre que escucha, eh? dijo. Un doctor, un psiquiatra, un trabajador social, un abogado...?La muchacha sonri y su rostro pareci iluminarse.Oh, no! dijo. Eso es lo que cree la gente, pero no es eso.Entonces, quin?Ella qued repentinamente grave. Estudi a Fred.Podra usted descubrirlo por s mismo dijo. Al parecer, nadie se lo dice a nadie.Usted le vio alguna vez?Su voz era muy serena.S vacil. Ver, hace cuatro aos... bien, yo estaba bastante desesperada. Iba a matarme...Usted? la mir incrdulo. Dejando a su marido y a su hijito?No lo tenamos entonces, Tom y yo. Si no hubiera sido por... ese hombre... de all arriba, el pequeo Tom no estara aqu ahora, ni yo tampoco, y odio pensar en lo que le habra sucedido a mi marido. Y dnde habra estado yo... Bueno, no quiero pensar en ello estudi de nuevo a Fred con mirada escudriadora. Por qu no va y habla con l usted mismo? Si es que tiene problemas...No tengo problemas dijo el reticente sargento de polica, por lo menos ninguno que no pueda arreglar por m mismoQu afortunado es usted! dijo la muchacha.

Sus ojos eran sinceros. Llam a su pequeo y Fred sigui subiendo hacia el edificio. Qu afortunado era! Iba a librarse de la maldicin que supona el desesperante, el decepcionante trabajo de la polica y crearse un futuro para s y su familia en un trabajo que sera respetado por todos. S, era afortunado de salirse a tiempo, antes de que fuera demasiado tarde. Slo era la idea de vender el primer hogar que realmente haba tenido lo que le haca sentirse deprimido, y la idea de dejar los lugares familiares, los viejos amigos. S, eso era todo. En un par de meses sera feliz de nuevo, o al menos estara contento, pues quin puede ser feliz en este mundo?Se detuvo en el amplio y bajo escaln para leer las palabras doradas, en arco, sobre las puertas de bronce magnficamente trabajadas: EL HOMBRE QUE ESCUCHA. "Yo podra decirte muchas cosas, hermano", pens Fred con tan potente amargura que l mismo se sinti asombrado. "Pues claro que s! Pero me escucharas t? O te limitaras a susurrar consuelos, como esos consejeros neutros, para aplacarme con palabras imbciles y con tpicos? O me diras que yo estaba haciendo exactamente lo mejor... cuando s que no es cierto?" Qued atnito ante aquella vehemente traicin de sus propios pensamientos. Pues claro que tena razn! Por qu haba pensado por un segundo que no la tena? Qu cosa, oculta en su interior, le haba traicionado? Estaba tan turbado que sinti odio por el hombre que esperaba en aquel santuario blanco, el embustero de palabras suaves que probablemente careca de virilidad y slo tendra la asquerosa y afemina-de "buena voluntad" que reemplazaba el sentimiento autnticamente cristiano en estos das. Probablemente acariciaba las mejillas y las manos de los desgraciados que acudan a l en busca de consejo en su desesperacin, y les lanzaba una jerga psiquitrica al rostro y les deca que la "sociedad" les haba tratado mal, y que merecan y tenan su "compasin. "Compasin, "un cuerno!", pens Fred Carlson. Lo que la gente necesitaba era autntica comprensin, la de hombres que les dijeran, como Dios dijo a Job, que se sujetaran los lomos y fueran hombres y no pseudo hombres asustados. "Hermano!", pens mirando las puertas de bronce, "Apuesta a que jams oste las quejas de un autntico hombre en tu vida! Me gustara decrtelas!" No era un doctor, ni un psiquiatra, ni un asistente social, ni un abogado, haba dicho aquella muchacha. Entonces deba ser un clrigo, uno de aquellos tan brillantes de la nueva ola, llenos de sofisticacin y muy preocupados por los "problemas modernos, tan complejos" y por "nuestro deber para con el mundo", y que jams tenan una palabra sobre los firmes deberes del hombre para con su Dios y del imperativo de ser un hombre, y no una mujer con pantalones! La furia hizo que Fred Carlson empujara bruscamente las puertas, tan fuertemente que casi fue catapultado a la fresca sala de espera, en penumbra.

Perdn!Pero slo haba un viejo all, en medio de mesas de cristal, lmparas de agradable y tenue luz, y sillas cmodas. El viejo le sonri. Tena un rostro muy oscuro, marcado por los aos, y un casco muy viril de pelo blanco. Su aspecto y sus ropas le revelaban como un hombre del campo.Muchacho! Vaya si debes tener problemas dijo con afectuosa sonrisa para entrar corriendo de ese modo!El sombrero nuevo de Fred le haba cado casi sobre la nariz en su prisa. Se lo ech atrs.No dijo. No tengo problemas. Soy forastero en esta ciudad. Eso es lo que todos somos, hijo asinti el viejo(. Forasteros en la ciudad. Siempre lo fuimos, siempre lo seremos. Recuerdo algo que o una vez...

a mi esposa le gustaba mucho leer, y sobre todo poesa..."Forasteros que se encuentran en una tierra extraa y a las puertas del infierno." Jams pens mucho en eso hasta hace poco, pero ahora s lo que significa. S, seor; ya lo creo que lo s.Fred se sinti tan interesado por esto que descubri que ya se estaba sentando y quitndose el sombrero. El viejo le estudiaba con ojos cansados pero muy agudos.Dijo usted que no tena problemas. Hijo, si es as, es que no tiene mucho sentido comn, o muchos sentimientos. Cuando alguien me dice que es "terriblemente feliz" siempre pienso: "O es usted un embustero, o un loco." No es posible vivir en este mundo y ser feliz despus de cumplir los tres aos.Por eso est usted aqu?Exactamente. He llegado al fin del camino y no s qu hacer. Me han dicho que el hombre de ah dentro puede darme algn consejo. Nadie ms puede hacerlo."Debe tener al menos setenta aos pens Fred y ha trabajado duramente toda su vida, como hicieron mi padre y mi abuelo. Ha trabajado en la tierra y, por el aspecto de sus manos, todava sigue trabajando." Tena un aire solitario! Probablemente sera viudo tambin.Espero que ese hombre le ayude dijo Fred cortsmente.Se oy una suave campanada y el viejo se puso en pie.Eso es para m dijo. Se detuvo, mirando agudamente a Fred. Hijo, sera mejor que usted tambin le hablara. Parece como si lo necesitara. Puedo oler los problemas, lo mismo que huelo la lluvia y la nieve antes de que vengan.

Se dirigi a la puerta ms alejada, agitando la cabeza. Fred se sinti enojado. Vio como la puerta se cerraba tras el viejo sin sonido. Se arrellan en la silla. Era agradable estar all, tan fresco, un lugar tan bueno como cualquier otro para descansar antes de volver a su hotel. Cogi de la mesita una revista de actualidad y empez a pasar las pginas llenas de fotografas. Haba una en color de cierto famoso evangelista, de rostro fervoroso y excitado, el pelo blanco flotante al viento y las manos alzadas, dirigindose a un numeroso pblico. Bajo la fotografa, a doble pgina, se lean estas palabras:CENTINELA! QU HAY DE LA NOCHE?Las inquietas manos de Fred se detuvieron. Mir las palabras impresas que parecan saltar hacia l: Centinela! Qu hay de la noche?De la Biblia, naturalmente. Las recordaba vagamente de haca aos. En la antigedad los centinelas patrullaban por los muros de la ciudad y por sus puertas, con el farol, durante toda la noche, la espada al cinto y la trompeta de alarma. Bajo la gran luna plateada o las lejanas estrellas, el centinela segua su lenta y resuelta ronda, guardando la ciudad mientras dorma, buscando con sus ojos a enemigos y criminales, asesinos y ladrones. se era su deber, su sagrado deber. Sin el centinela, la ciudad caera...Fred lanz la revista con furia vengativa al otro lado de la habitacin y la rabia de siempre le domin de nuevo. Oh, iba a mencionarle todo eso al santurrn y mentiroso de ah dentro!

Le preguntara lo que pensaba de una nacin que atacaba a sus centinelas y se burlaba de ellos y los acusaba de brutalidad. "Qu opina de una ciudad le dira que desprecia tanto a sus centinelas que no les paga un salario con el que puedan vivir y los ataca y se burla de ellos con desprecio?" Y adems, s, le dira: "Bien, pues yo dejo mi puesto, y slo espero que un infierno de vndalos los asesine a todos en sus sudorosos lechos y queme sus casas en torno a ustedes! Eso es lo que merecen. Llvense su asqueroso puado de dlares y cmanselo! Que sus cmaras civiles patrullen por la ciudad y acaricien a cada asesino hijo de perra que encuentren en la oscuridad! Nosotros, los policas, ya los hemos sufrido bastante! Estamos muy hartos de todos ellos!"Cambi de postura y medit en su rabia e indignacin. Luego escuch el sonido de la campana. Alz la vista. La llamada era para l. Se puso en pie de un salto y fue a la puerta ms alejada, bullendo su mente con furiosas preguntas y furiosas respuestas. Abri la puerta de un empelln y entr a paso de carga, lleno de odio y amargura.No saba qu haba esperado, pero ciertamente no este lugar blanco y azul, sereno, aquella paz sin ventanas, aquella distante alcoba cubierta por cortinas azules, y el silln blanco con su almohadn azul. Haba supuesto que encontrara a un clrigo serio, de mediana edad, ante una mesa, con archivos a sus espaldas y un cuaderno y una pluma ante l. Haba 'esperado un amable saludo:Buenas tardes. Quiere sentarse y decirme qu le preocupa?Qued sorprendido y el calor de su mente se calm un poco. No haba all nadie ms que l mismo. Se haba ido el hombre tras el ltimo visitante? Fred mir en torno viendo los muros suavemente iluminados y oyendo el dbil susurro del acondicionador de aire. Haba un aroma de helechos en el aire, con la fragancia de un profundo bosque.Hay alguien ah? pregunt tentativamente. Nadie le contest. Dej su abrigo en el silln y el sombrero en el suelo. Luego se sent y contempl las cortinas de terciopelo azul. Era muy extrao, pero parecan ocultar a alguien que estaba muy cerca, y que estaba escuchando. Fred se inclin un poco hacia adelante y dijo con cierta brusquedad:Soy polica.No hubo respuesta. Fred se ri un poco:Un polica que se retira. Me voy. Necesito decirle por qu? Es muy sencillo. Estoy cansado de sentirme avergonzado de mi trabajo, de tener que disculparme por l ante un puado de imbciles que piensan que los policas son estpidos o sdicos y que les gusta disparar y pegar slo por el gusto de hacerlo. Bien, ahora ya me han metido en sus propias filas y, cuando vea un polica en la calle a partir de hoy, pensar: Pobre estpido a quien nadie aprecia! Uno de estos das algn loco te meter un cuchillo en las costillas o te volar los sesos. Entonces tu esposa tendr que dejar a tus hijos y buscar un empleo, porque no habr suficiente dinero para que ella mantenga a la familia. No habr justicia para ti tampoco, ni lgrimas pblicas.

Los jueces se abrazarn al cuello de tu asesino y sollozarn sobre su "hogar destrozado" y lo muy "privado" que l se vio, y tu asesino ser enviado a una encantadora crcel un par de aos, o a esa especie de club campestre que es el hospital psiquitrico, y todo el mundo estar seguro de que se ha abusado de l. T utilizaste la "brutalidad policaca", no? Pues claro que s! Estabas protegiendo tu ciudad y tu vida. Imbcil!Centinela! Qu hay de la noche? Qu? exclam Fred. Oh, esa estpida pregunta! Yo se lo dir. Cuando llegue la noche, y seguro que llegar, las ciudades sern un caos de crmenes y robos, y todo eso es lo que merecen. Habla de alarmas! Pues yo me alegrar de verlo, se lo aseguro, me alegrar de verlo. Yo ser el primero en rerme de los rostros atnitos y asustados. Mujeres y nios asesinados en las calles? Las tiendas robadas? Las iglesias quemadas? Los hombres escurrindose a lo largo de las paredes como ratas y llorando? Y a quin le importa?Su voz, casi violenta, resonaba desde las paredes con ecos desafiantes.Usted no lo cree as, eh? Usted cree que los hombres son cada da ms civilizados, no? "La perfeccin del hombre!" Sabe lo que pienso de eso?... No me importa que sea un clrigo; le vendr bien or unas cuantas palabras brutales de un polica brutal, quiz por primera vez en su vida."El nico modo en que la mayora de los hombres pueden mantenerse disciplinados es mediante el temor a la ley o el temo de Dios...

(Se detuvo.El temor de Dios repiti lentamente. Y dnde est eso ahora, en la Amrica de hoy, o en cualquier parte del mundo? Qu han hecho algunos clrigos para meter el temor de Dios en la gente? Nada. Ustedes deploran lo que llaman "fuerza", ya sea la autoridad de los padres, de la ley, o de la divina justicia. Ustedes creen en la persuasin y la educacin y la ilustracin. Lo mismo creyeron otros hombres en el pasado, y ellos descubrieron, como descubriremos nosotros, que sas son slo palabras, y adems estpidas. Djeme que le diga unas cuantas cosas que he visto por m mismo en mi propia ciudad. No pasa un da sin que algn polica no traiga a un gamberro que ha cogido robando, o matando, o maltratando a alguien. Pero entonces, cuando se lleva al criminal a juicio, los asistentes sociales entran en tropel con los llorosos padres y resulta que el polica estaba equivocado y que el criminal fue el maltratado y que "jams tuvo una oportunidad en la vida". El juez escucha. Cree usted que se vuelve a los padres del criminal y les dice: ustedes son los que deberan ser castigados y ejecutaos, pues ustedes hicieron esto a su hijo y a su pas, y ustedes son los autnticos criminales? No, l no dice eso. Tambin l se seca una lgrima y empieza a hacer agudas preguntas al polica sin creer prcticamente ninguna de las respuestas del imbcil que arriesg su vida para defender la ley y la sociedad. En ocasiones, incluso le recrimina. Y el criminal queda libre y acaba por cometer otro robo u otro crimen. Y entonces la gente pregunta: Dnde est nuestra polica? Todo lo que saben hacer es poner multas de trfico.Le dir dnde estn los policas prosigui. Estn haciendo sus rondas de da y de noche, aunque saben que es intil. La gente no va a apoyarles. En realidad la gente es su enemiga.

El centinela, el "pies planos", como le llaman, est sirviendo desesperadamente a los mismos hombres y mujeres que se ocupan afanosamente en destruir su autoridad, en condenarle a l, en liberar a los criminales y asesinos para que los ataquen de nuevo. Todo en nombre del "amor fraternal"! Por el amor de Dios! No comprenden que millones de personas son, por su propia naturaleza, como Can, y deben ser "arrojados", como dice la Biblia, condenados al ostracismo y no rehabilitados hasta que muestren arrepentimiento... y yo he sido polica durante aos y jams vi arrepentirse a un criminal. Lo nico que teme el criminal es la firme justicia."El temor de Dios... ha sido reemplazado por lo que ellos llaman "amor". Hay que amar a todo criminal, a todas las vboras que uno se encuentre. Y preguntan muy serios y abriendo mucho los ojos: Soy yo el guardin de mi hermano? No saben, o han olvidado, que fue Can, el asesino, el que hizo esa pregunta. Y cuando Can la hizo, Dios no dijo: Seguro que t eres el guardin de tu hermano! Slo dijo: La sangre de tu hermano grita desde la tierra contra ti. Y por eso Can qued marcado y exiliado, y se convirti en el padre de todos los criminales que han vivido en el mundo desde aquel da. Pero ahora no los marcamos y enviamos al exilio. Ahora les damos "amor", y ellosvuelven una y otra vez a los mismos tribunales, y son abrazados por los mismos asistentes sociales... y salen libres para hacer la misma tarea una y otra vez."He observado, y todos los dems policas lo han observado tambin, que la mayora de los crmenes son cometidos por criminales puestos en libertad una y otra vez. Miramos el tipo de trabajo y casi siempre podemos nombrar al tipo que lo hizo. Pero si le cogemos de nuevo nos enfrentamos con toda clase de absurdas restricciones dictaminadas por los tribunales. Ahora los jueces casi nunca aceptan las confesiones de culpabilidad. Creen que todas las confesiones son "forzadas" y falsas, y que fueron obtenidas bajo la "brutalidad de la polica". Incluso cuando el criminal mira al juez al rostro y le dice la verdad, el juez le sonre compasivamente. Es difcil conseguir un jurado decente y que se respete para que d en estos das un veredicto adecuado. Todos han sido corrompidos por ese "amor" sin Dios del que se oye y se lee en todas partes. El amor de Dios es el principio de la sabidura.

Es cierto! exclam Fred. Entonces se detuvo.

Haba odo esas palabras del hombre tras la cortina o slo haba pensado en ellas? Una dbil confusin oscureci su mente. En tan silencioso lugar, los pensamientos de un hombre parecan ser externos a l, y no internos. De todas formas es cierto dijo, tanto si o decrselo a usted como si slo lo pens.

Quiere que le diga una cosa? Todo ese amor de que tanto se oye hablar en estos das es sucio. Eso es lo que es: sucio. Uno mira a la gente que lo vocea y tiene la sensacin de suciedad moral y espiritual, no natural, indecente. Como... bien, como el "amor" entre homosexuales y otros pervertidos. Tal vez sea amor Pero yo no lo llamo as! Y tampoco llamo amor autntico a eso tan daino para el ambiente y espritu nacional. Es repulsivo, nauseabundo. No es de hombres. Es peligroso.

Hemos de tener piedad del desgraciado, s, del autnticamente desgraciado, como el enfermo, el invlido, el minusvlido, el viejo y los que son vctimas autnticas de sus maravillosos compatriotas. Pero no de los criminales, los desarraigados, los pervertidos, los ladrones por hbito. No, no de sos, los verdaderos enemigos de la sociedad. Ellos eligieron ser lo que son. Yo me eduqu hasta ser lo que soy en un barrio muy malo. Mi padre era un obrero. No recuerdo haber comido bien durante la mayor parte de mi infancia."Pero seguro como que hay infierno que yo tena miedo del viejo! l era el jefe de la familia. Nos enviaba al colegio y a misa, y que Dios tuviera piedad de nosotros si faltbamos a la escuela o al catecismo! Nos enseaba a ser limpios, mental y fsicamente, aunque tuviramos que dormir los cuatro nios amontonados en un pequeo dormitorio oscuro. Un paso fuera de la fila y lo sentamos durante das."Ninguno de nosotros lleg a ser criminal, aunque furamos lo que llaman hoy en da "privados de ventajas". Mi hermano es abogado. Mis dos hermanas se casaron con hombres buenos y temerosos de Dios. Y todos tuvimos inters en ir a la escuela superior y a la universidad, trabajando en vacaciones, durante la noche y en los fines de semana para pagarnos los estudios. Nadie pag por nosotros, y nos sentimos orgullosos de ello."Pero en la casa de al lado viva otra familia de seis personas. El padre trabajaba con el mo. Pero qu diferencia! Los nios se criaron en la calle. Fueron expulsados de la escuela una y otra vez. Eran delincuentes antes de los trece aos. Jams iban a la iglesia. Terminaron siendo unos ladrones, uno de ellos asesino adems, y el otro condenado por molestar a las nias. Su padre jams les dio una paliza, jams les ense disciplina. Hablaba a mi padre de "amar a los hijos pero si alguna vez un hombre odi a sus hijos ese fue l! Cmo lo s? Los informes de la polica lo demuestran. Aquel hombre les dej hacer cuanto queran les dio todo lo que pudo sin pedir nada a cambio, V jams les explic lo que significaba ser un buen ciudadano y un buen americano. No tenan otro deber que satisfacerse a s mismos a expensas de la sociedad. Si eso no es odio, me gustara saber lo que es."Uno de ellos mat a un polica. E intent matarme a m.Tembl con el recuerdo de aquella noche, slo haca un mes. Continu:Recibimos el aviso de que estaba asaltando una joyera. Era un robo ms de toda una serie. Fui all con cuatro de mis hombres. Acorralamos a tres ladrones, pero no antes de que uno de ellos nos disparara, matara a uno de mis mejores muchachos y casi me diera a m. Pronto los llevarn a juicio. Pero el blando del juez ya les ha designado a uno de los grandes abogados de la ciudad. Si los condenan a cinco aos a cada uno, incluido el asesino, me sorprender mucho. Pues el criminal ha dicho ya que la confesin le fue "arrancada mediante la brutalidad de la polica". Y le cogimos con la pistola humeante en la mano! Yo conozco a ese abogado. Presume de que siempre consigue la libertad para sus clientes. Y esta vez tambin lo conseguir. Los asistentes sociales estn ocupndose de ello. Han reunido informes completos sobre los criminales, en los que consta que se vieron "privados de cultura y de privilegios", y todas esas palabras estpidas, nauseabundas y sucias. Golpe el brazo del silln con el puo.

(Y cuando esos criminales vuelvan a cometer los mismos crmenes la gente escribir a los peridicos y preguntar dnde estaba la polica! El hombre tras la cortina no habl, pero Fred segua. Toda mi vida dese ser polica. Mi padre senta gran respeto por la polica y nos ense ese respeto tambin. Dijo que l mismo haba querido ser polica. Para l no haba mejor ocupacin que ser el guardin de la ciudad, de la paz y seguridad de la ciudad. Vaya, era la cosa ms importante del mundo para l! Y lo fue para m. Me iba a pasear con los policas, jvenes y viejos, que hacan su ronda, y hablaba durante horas con ellos. Entonces se sentan orgullosos de ser policas. La gente los admiraba y respetaba. A una madre le bastaba con decir: La prxima vez que hable con Mr. Mullaney le hablar de ti; y el pequeo se portaba bien. El polica era la autoridad legal, despus de Dios, y deba ser obedecido y honrado. Tambin el sacerdote nos lo deca."Pero nadie lo dice ahora. Los nios se burlan de la polica, insultan a los agentes, bailan fuera de su alcance. Son los "pies planos". Son los miembros despreciados de la sociedad."As que s que es intil. Y me voy. Dejo el trabajo de la polica. Quiero vivir un poco antes de la inevitable decadencia de mi pas. Me largo.

Centinela! Qu hay de la noche?

Fred asinti sombramente:

S, qu hay? Todos los centinelas sern asesinados o desarmados, o humillados. No quiero ser uno de ellos. No me diga, como me dijo el jefe la semana pasada, que la polica local es la nica defensa que tiene el pueblo, no slo contra los criminales, sino contra los mismos tiranos. S que tiene razn. Pero estoy harto de la burla y el desprecio. Estoy harto de la paga miserable por arriesgar mi vida y tratar de mantener la ley y el orden contra toda la estpida voluntad del pueblo, que prefiere el caos y la tirana. Pues que lo disfrute, digo yo ahora. Mientras tanto quiero vivir un poco, respetado, razonablemente seguro de que no me asesinarn

(Qu hay de la noche?Bien, qu hay? Que ya llega la noche, de eso podemos estar condenadamente seguros. Y yo dejo los muros y las puertas de la ciudad, y mi farol solitario, v mis armas y mi trompeta. Que algn otro pobre imbcil lo recoja, si quiere, y que le maten mientras cumple con su deber.De pronto vio el rostro del joven patrullero Jack Sullivan, y la mirada peculiar de sus ojos: "Yo no soy ms que un estpido polica." Y luego se haba alejado de l.Un estpido polica murmur Fred Carlson. Un centinela en la noche.Mir la cortina de nuevo.Adonde iremos para estar seguros? pregunt. Pronto no habr seguridad en el mundo para nadie.Centinela...!No me llame eso! grit furioso. He terminado con ello, se lo aseguro! Ya no soy su centinela.Se puso en pie de un salto y se enfrent con la silenciosa cortina con rabia creciente.Usted no dice nada, verdad? Usted es uno de ellos, no? Llorando por todos los criminales, ladrones y desplazados, lleno de amor por ellos.., Qu le importan las personas decentes, los nios pequeos, las mujeres indefensas, los ciudadanos trabajadores? Dgame, qu le importa?Vio un botn junto a la cortina y lo golpe con el puo, maldiciendo entre dientes.Las cortinas se corrieron silenciosamente y, a la luz que inundaba la alcoba, vio al hombre que le haba escuchado en silencio.Oh, Dios mo! murmur retirndose.Se sent y se cubri los ojos con las manos. Sinti la luz que rodeaba al hombre. Sinti su silencioso reproche, y escuch sus preguntas. Comprendi despus que haba estado sentado mucho tiempo en el silln, los ojos ocultos y un dbil temblor recorriendo todos sus nervios.Al fin dej caer las manos y l y el hombre se contemplaron en intenso silencio.(S lo que realmente ests diciendo (dijo el polica. Me recuerdas que t jams dejaste los muros y las puertas de la ciudad, y que nunca los dejars. T no entregars a los hombres a sus tiranos y asesinos, dejndoles sin esperanza. T patrullars constantemente con tu luz, y nunca dormirs. T hars sonar la alarma. Siempre ests haciendo sonar la alarma, no?"Supongo que no importa que en estos das las personas se ran de ti tambin, y se burlen de tus centinelas en la noche. T sabes como yo que la noche se acerca para todos nosotros. Y que alguien ha de estar vigilando para guardar al pueblo..."Alguien. Supongo que eso significa que tambin yo, no es cierto?Agit la cabeza.Ahora recuerdo algo... Cuando dieron a elegir entre un criminal y t, el pueblo eligi al criminal. Siempre lo hacen, eso nunca falla. Pero t se lo perdonaste. Has estado vigilando a travs de toda la noche, y estars a nuestro alcance cuando la noche llegue.Fred Carlson se puso en pie y se acerc al hombre lentamente. Se arrodill ante l, se santigu e inclin la cabeza. Centinela dijo, no vas a estar solo. Yo voy a estar acompandote, seguro que s. Patrullando en los muros y las puertas de la ciudad. ALMA SEGUNDA

EL SADUCEO

Poderosa fortaleza es Nuestro Dios.ALMA SEGUNDA

Es eso todo lo que puede decirme? pregunt aquella mujer desolada. "Y qu es lo que quiere que le diga? se pregunt el hombre a s mismo. Quiere un canto anticuado y sentimental en el que no creo, y que resulta absurdo en estos das ilustrados y sofisticados? Yo no soy un prroco, mi querida seora, lleno de consoladores tpicos y suaves aforismos. Soy un profesor, un lder, un gua para mi congregacin. Acaso espera que la tranquilice con alguna historia evanglica, o que invoque a algn dios tribal? Los catlicos no son los nicos que han ido a buscar el "aggionarmento". Nosotros lo hemos estado procurando desde Lutero. La religin es ahora intelectual y apela a los intelectuales y a la razn moderna.

(El doctor Edwin Pfeiffer mir desde lo alto del ltimo piso del lujoso edificio de apartamentos y vio el suave cimbrearse de los rboles bajo el viento primaveral. Aquel maldito "santuario" all abajo! Poda ver el tejado rojo del edificio, blanco y alargado entre la masa de follaje y flores, encantadores tulipanes rojos y macizos de dorada forsitia, y aquellos grupos de lilas y capullos de jeringuilla. Record un antiguo y estpido himno de su infancia, en la iglesia donde su padre era ministro. La religin de la antigedad! Vio a los fieles de su padre, hombres y mujeres sencillos, que cantaban fervorosamente y de corazn, los hombres con sus ropas de domingo, las mujeres con vestidos baratos de algodn, sombrerito y guantes. Amaban los himnos algo tontos, apasionados y antiguos que apelaban a las emociones y no a la mente, pero despus de todo, eran personas emocionales que crean con sencillez y aceptaban las cosas con sencillez y tenan un total? temor del diablo y de todas sus obras. El doctor Pfeiffer suspir y sonri. S, ellos aceptaban todas las cosas, incluso su vida tan dura, con mansedumbre. Pero sus hijos e hijas, gracias a Dios, crean en la perfeccin de la naturaleza del hombre, y en una sociedad en transformacin para adaptarse a las nuevas necesidades y exigencias, con objeto de satisfacer el legtimo deseo del hombre moderno de confort, satisfaccin y algunos de los goces del mundo material "Aquellas pobres personas que nada pedan, de los tiempos de su padre! No tenan mucho en cuanto a placer y satisfaccin mundanos, a excepcin de su religin que, aunque les enseaba antiguos valores religiosos, tambin les mantena demasiado industriosos y demasiado dciles ante las injusticias sociales. IDe pronto le pareci ver sus rostros serenos, amables, fuertes y llenos de paz. Una repentina inquietud le domin. Se rasc la barbilla pensativamente. Por qu no vea rostros semejantes en su propia iglesia, en estos tiempos? Por qu no los vea desde haca aos? Bien, los hombres ahora eran ms conscientes, ms exigentes. No era mejor as?Nada en absoluto? insisti la mujer, sentada tras l en el largo sof de su elegante sala de estar. Pero el doctor Pfeiffer no la oy. La tica, la razn, la conducta civilizada. Eso es lo que nosotros enseamos ahora, y no el sentimentalismo ilgico dedel pasado. El hombre que avanza mental y espiritualmente hacia un estado de supravirilidad, bajo la gua del maestro, un evolucionado supracristo.

Chardin. A l realmente le gustaba Chardin. Ah haba habido un sacerdote, un autntico mstico, con una visin d. mundo completo aqu en la tierra. Un intelectual. Pero todos sus antiguos compaeros de sacerdocio estuvieron firmemente en su contra, y la jerarqua no permiti que se publicaran sus libros durante su vida. Qu prejuicios, en verdad! Y en esta poca moderna! Estatuas de yeso y corazones sangrantes! No se daban cuenta de que...?Oy un dbil sonido a sus espaldas y se volvi, absorto an en sus pensamientos. Habl con autntica preocupacin, sin advertir cuan impotentes sonaban sus palabras:Mi querida Susan...No tiene nada que decirme dijo ella, con el rostro escondido entre sus manos. Slo palabras sin consuelo ni ayuda. Qued aterrado. Haba hablado con ella ms de una hora, como una persona razonable e inteligente a otra, tratando de inspirarle fortaleza y valor. La mujer se haba limitado a mirarle con un ansia desesperada. Qu es lo que quera? En nombre de Dios, qu quera? Haca ms de quince aos que conoca y trataba a Susan Goodwin y a su difunto marido Frederick. Era miembro de su congregacin (uno no hablaba de "parroquias" en estos tiempos, como si fuera un vulgar pastor a cargo de una masa de cerriles ovejas). Ella siempre le haba parecido la autntica representacin de la mujer moderna, controlada, corts, educada, segura de s misma, intelectual. Conoca toda la historia del matrimonio Goodwin. Haban sido jvenes inteligentes y educados, aunque horriblemente pobres. Pero, haca unos doce aos, Frederick haba heredado de repente lo que incluso en estos tiempos poda considerarse una fortuna de un pariente que apenas conocan. Dos aos despus, a la edad de treinta y cuatro y treinta y dos aos, respectivamente, haban tenido su primer y nico hijo tras una unin de diez aos. Cuntos aos tendra el chico ahora? Diez, naturalmente. Todava no estaba confirmado. l haba bautizado personalmente al nio, Charles Frederick Goodwin. Un magnfico muchacho. Una pena lo del padre, que haba muerto de un ataque al corazn cinco aos despus. Ahora Susan slo tena al nio, al que viva consagrada. No era probable que se casara de nuevo. La muerte de su esposo la haba dejado muy alterada. Y a los cuarenta y dos aos, aun cuando se volviera a casar, no era probable que tuviese ms hijos. Una desgracia, una desgracia. Pero, despus de todo, hay que tener coraje y fuerza de carcter y no caer en el sentimentalismo llevado por la absoluta desesperacin, y no exigir jams de un consejero espiritual lo que ste no puede dar con toda honradez... pero qu quera ella?Slo diez aos dijo Susan, tras sus manos apretadas contra el rostro, contra los ojos. Y ahora debe morir. Si no maana mismo, como mucho dentro de un ao.No debemos abandonar toda esperanza dijo el doctor Pfeiffer mirando furtivamente su hermoso reloj. Ya sabe que ahora estn avanzando y haciendo progresos en lo referente a la leucemia. Consiguen que los nios vivan mucho ms tiempo del que era posible hace aos. Y tal vez en cualquier momento se descubra el remedio efectivo. Siempre hay esperanza...Pero Susan le cort:Ha tenido tres transfusiones esta semana. Quiz ni vuelva a casa del hospital. Dej caer las manos. Su rostro, un rostro generalmente compuesto y sonriente, estaba dominado por el dolor y el sufrimiento, de modo que pareca mucho mayor que su edad real. Su cabello castao claro estaba desordenado, como si se lo hubiera revuelto repetidamente con dedos nerviosos; su cuerpo esbelto haba adoptado un aire de decaimiento desde que diagnosticaron la enfermedad del nio, haca un mes. Pero sus ojos y en cierto modo esto anim al ministro no tenan huellas de lgrimas. Detestaba las lgrimas incontroladas ante el destino, ante los hechos inexorables. Eso quedaba para las campesinas, para las mujeres poco civilizadas.Fue junto a ella y se sent a su lado gravemente. Un hombre alto y erguido, con un magnfico traje secular, un rostro inteligente y alerta, agudos ojos oscuros y pelo oscuro y ondulado. No se senta demasiado ofendido cuando oa decir a ciertos jvenes irreverentes que pareca una estrella de cine. Se senta orgulloso de su voz sonora y de su buena presencia. Insisti:Susan, hay que enfrentarse a las cosas con valor, ya sabe. Hay algunas cosas que no pueden... evitarse aunque lo queramos, por muy deseable que ello sea. Fortaleza. Resignacin...Resignacin ante la muerte absurda e intil de mi hijo? sus ojos azules le miraron ahora ardientes, con total angustia. Por qu tiene que morir? Por qu? Por qu?-No lo s dijo el doctor Pfeiffer con genuina preocupacin. Son cosas que suceden constantemente, irrazonables, inexplicables. Slo podemos enfrentarnos a ellas como seres humanos, con valor, sin dejarnos dominar en ningn momento por una desesperacin irracional. Eso no es digno de la humanidad. No pasa una hora sin que alguien grite... por qu? por qu? Nosotros...S, por qu? insisti Susan. No lo s repiti, sintiendo aquella turbadora inquietud de nuevo, y cierto resentimiento ante su insistencia infantil. Pero uno debe ser realista.No lo sabe dijo Susan, y sus ojos azules le miraban con amargura. Y usted se dice ministro!Se sinti ofendido, pero tambin lleno de piedad. Por primera vez dese que toda aquella jerga viniera a su mente y pudiera decirle con honradez: "Todo obedece a la misteriosa voluntad de Dios. Sus caminos no son nuestros caminos, y algn da lo entenderemos; si no aqu, ms all de la tumba. Pero era un hombre honrado. Realmente no saba ms que los otros lo que haba ms all de la tumba, si es que haba algo. La resurreccin de Cristo, naturalmente, era slo simblica. El espritu de Cristo, naturalmente, haba sobrevivido a su muerte, y haba persistido a travs de los siglos y, era de esperar, persistira siempre. Lo mismo que el espritu del hombre, el espritu razonable, civilizado, ilustrado, sobrevivira a travs de sus hijos en todas las generaciones futuras. Uno buscaba la inmortalidad a travs de sus propios hijos.

Mientras tanto, antes de la muerte, viva una vida ordenada y razona-blemente disciplinada con ciertos placeres legtimos, gozando en la simple existencia y haciendo el menor dao posible a los dems. Era la herencia del hombre lo que sobreviva, la herencia de un ser histrico, su influencia en el presente. Qu ms poda desear o pedir un ser intelectual?Todo lo dems eran conjeturas, y en esta poca cientfica ya no se viva de conjeturas. No era la primera vez que viera desesperacin y angustia en un rostro humano. Siempre haba ofrecido las mismas palabras de consuelo: valor, fortaleza. El tiempo sana todas las heridas. La vida sigue. Da a da disminuir ese tormento, cranme. Es preciso seguir viviendo y soportando el dolor. Hay que levantarse de nuevo, alzarse del lugar donde la angustia nos ha hecho caer. Eso es lo que se espera del hombre. Y el futuro encierra para todos nuevos consuelos, nuevos placeres... Esperen y vern.Algunos, por supuesto, eran criaturas poco razonables. Dos hombres y una mujer se haban suicidado el ao anterior, todos de su congregacin. No haban tenido paciencia para esperar el efecto curativo del tiempo, de una vida nueva. Nunca les haba perdonado por ser tan emocionales y por haber turbado as su existencia ordenada y su misma razn. Pero, naturalmente, los pobres haban estado psicolgicamente enfermos; por tanto, era preciso compadecerlos. Si hubieran aceptado su consejo y acudido en busca de terapia a un psiquiatra, el cual les hubiera explicado que aquella angustia terrible tena sus races en alguna frustracin de su infancia y que ellos deban comprenderse a s mismos y sus conflictos interiores para poder seguir adelante con serenidad! Pero no haban aceptado su consejo en su enfermiza angustia, en su autntica locura. Se haban limitado a suicidarse. Triste. Un poco molesto tambin, pero triste sin embargo. Confiaba en que Susan Goodwin no fuera de esa clase. No, ella era una seora muy sensata.Se aclar la garganta:Puedo sugerirle algo, Susan? Usted conoce al doctor Snowberry, el psiquiatra. Acuda a l en seguida. Yo le arreglar una cita si quiere, es miembro de mi congregacin. l le explicar que su... tristeza e incapacidad de aceptacin estn arraigados en sus frustraciones anteriores, en la poca en que usted y Frederick eran muy pobres. O que, por el hecho de haber carecido de muchos privilegios, usted se siente profundamente rebelde contra las circunstancias y no quiere aceptarlas. l...Un psiquiatra, cuando mi hijo se est muriendo? la voz de Susan fue casi un grito. Lo s, lo s. Le parece muy duro, verdad? Pero crame, Susan, yo s de lo que estoy hablando. La experiencia, ya sabe. Usted es todava una mujer joven y...Ella le mir; sus ojos eran como hielo azul.Por favor, vyase, doctor Pfeiffer dijo. Se estruj las manos. Segua sin llorar. Por favor, vyase.Ahora sinti l cierta clera. Qu quera ella? Todo lo que le haba dicho durante una hora haba sido recibido con hostilidad, con un desprecio desesperante... irrazonable en verdad.

Era como aquellas simples mujeres de la parroquia, no, de la congregacin de su padre. Deseaban respuestas sensibles para cosas que no tenan respuesta. No era as? Se puso en pie secamente.Visitar a Charles en el hospital maana, Susan.No! No quiero que vaya! Tampoco a l puede decirle ms de lo que me ha dicho a m! O es que va a decirle al pobre nio, doctor Pfeiffer, que sea valiente? Que se enfrente con los hechos y acepte las cosas de modo civilizado? Tambin a l le dar una piedra en vez de pan?Cmo se contagiaban los tpicos incluso entre personas modernas! En su angustia no queran respuestas realistas, no queran que se les hablara valor. Deseaban ser consolados...De nuevo aquella dolorosa inquietud y un renovado resentimiento, dominaron al ministro. Hablara de esto en su prximo sermn. Sus sermones dominicales siempre se publicaban el lunes en el peridico ms importante de la ciudad, y eran muy admirados por su estilo, su contenido intelectual y su serena comprensin. Algunos aparecan a veces tambin en peridicos de otras ciudades.Es usted un fraude dijo ahora Susan Goodwin. Usted es un falso pastor.Porque no quiero mentirle? Susan!Ella no volvi a hablarle. En realidad dej la habitacin. Inmediatamente entr la doncella con su abrigo y sombrero. Se sinti muy ofendido. Lo haban despedido como a un vendedor inoportuno. Sali de la casa al alegre y brillante aire primaveral. Un hermoso da. Inspir profundamente. Por qu a los hombres les resultaba imposible en ocasiones disfrutar del presente, de lo que tenan a su alcance, de todo lo que un hombre posea? Porque el hombre siempre buscaba... qu buscaba el hombre ansiosamente cuando la calamidad le azotaba? Supersticin. Mentiras. A la mayora de los hombres les resultaba imposible aceptar lo simblico. Muy primitivo. La vida tena tantos encantos, tantos placeres inocentes, tantos medios de satisfaccin, en el trabajo y en la vida sencilla... Sin embargo, aun despus de la Ilustracin, muchos corran todava esforzadamente tras nebulosas locuras, insustanciales y mticas. "Yo no soy un mdico brujo", se dijo el doctor Edwin Pfeiffer, disfrutando del sol y del ambiente clido y el aroma de la tierra que pareca despertar. Yo no tengo encantamiento, ni incienso. Mi deber como ministro es predicar la disciplina, la virtud y el sentido comn a mi congregacin, y la fortaleza. Todo lo dems se deja a..." Mir el gran arco azul sobre el escndalo ensordecedor de la ciudad. A qu? Por supuesto, estaba lo desconocido, lo eternamente desconocido para el hombre. Naturalmente estaban las parbolas de Jess, destinadas a un pueblo sencillo, en una poca sencilla. Pero todo era simblico. La doctrina estaba bien para la Edad Media, pero no para estos das. Por supuesto, algunos ministros hablaban de autoridad divina, y de tradicin. La autoridad divina tena cierto valor en una poca atvica, Pero no en estos tiempos! No en los das de la Ilustracin! Las Escrituras no eran supersticin, naturalmente. Pero slo eran directrices para una conducta civilizada. En las peores circunstancias, mitos poticos. El hado del hombre estaba en el presente; su destino estaba en sus hijos.

La reforma protestante, en su autntica esencia era eso, protesta contra el oscurantismo y el sobrenaturalismo absurdo, protesta contra los mitos de la noche y afirmacin de la intensa luz del da de la razn. Protesta contra las injusticias sociales. Los catlicos hablaban de la gracia, pero qu era la gracia, a no ser la conciencia de los deberes diarios, la responsabilidad para con los dems y la obediencia a la autoridad civil? Y la necesidad de ser un autntico hombre?Haca un da tan encantador que el doctor Pfeiffer no fue en seguida al aparcamiento del lujoso bloque de apartamentos. Decidi pasear un poco. An se senta resentido contra Susan Goodwin. Qu quera ella? Su iglesia estaba dispuesta a drselo todo, su hermosa iglesia moderna con la simblica Cruz muy elevada sobre la esbelta aguja. La cruz de la vida. Haba que llevarla con fortaleza, aceptando la existencia humana. Dejarla caer y llorar era indigno del hombre. Y no era acaso un hombre elevado y completo el animal racional? "La belleza es todo lo que conocemos", se dijo el doctor Pfeiffer, y en cierto modo en cierto modo peculiar se sinti consolado. Todo lo que conocemos y todo lo que necesitamos conocer. Keats, s. Resultaba consolador en cierto modo saber que no podemos saber... Si existiera el imperativo de saber, qu vida tan horrible sera sta, qu turbadora e inquietante! Al hombre no le quedara tiempo para realizar su deber en este mundo; estara demasiado involucrado en abstracciones, deseos vehementes, controversias. Ya no sera el protagonista de este mundo. Estara atrapado en el catico mundo sobrenatural, una especie de espiritista. Locura. Falta de realidad.Por qu haba reaccionado Susan Goodwin de un modo tan hostil cuando le mencionara al doctor Snowberry? Una mujer enferma. Una mujer triste y desgraciada tambin. Llena de hostilidades. Aberraciones. Era lamentable lo del pequeo Charles, por supuesto. Slo tena diez aos, y era su nico hijo. Pero esas cosas sucedan. Verdaderamente era algo absurdo el que Susan le hubiera dicho ya a su hijo que iba a morir pronto. Cruel, cruel. Poda haberle evitado ese dolor. Deba haberle dicho alegremente que pronto volvera a casa y estara bien. Hubiera sido una mentira compasiva. Las mentiras tambin tenan su lugar en esta vida.Mentiras. Mentiras."Yo slo le dije la verdad", se convenci el doctor Pfeiffer. "Por qu se niegan los hombres a aceptar la verdad? Qu absurdo!" Pens en Poncio Pilato y en su cnica observacin: "Qu es la verdad?El pensamiento le resulto tan molesto que se detuvo y medit. Vio grava ante l, un sendero de grava. Sin querer alz los ojos. Estaba en un sendero que llevaba al maldito santuario. Aquello era un escndalo. Adhesin a la interpretacin literal de la Biblia. Un clrigo, en aquel lugar, predicando la religin de los tiempos antiguos a los desgraciados, sin fe, que acudan corriendo a l en su desesperacin. l mismo haba firmado una peticin para que el santuario fuera entregado a la ciudad, para los nios, o para una escuela. Un escndalo, en estos tiempos, en esta poca. Quin sera el clrigo que se esconda tras las cortinas azules? Un gemidor. Una vergenza. Un charlatn, un embustero.

"Qu es la verdad?", dijo Poncio Pilato, y se lav las manos. Bien (se dijo el doctor Pfeiffer(, yo no me lavar las manos! Ya es hora de que ese charlatn sea denunciado y avergonzado ante todos! Estoy harto de l, y de todo lo que se ha escrito sobre l. Sobrenaturalismo! Milagros! Absurdo. Refugio de las personas como Susan Goodwin, los que no quieren enfrentarse con la realidad, cuando la realidad es todo lo que existe. Imagin el rostro de su padre, aquel rostro sencillo, y sinti un estallido de pura rabia. Luego qued atnito ante aquella rabia. Nunca se haba credo tan vulnerable ante pasadas indignidades, pasadas simplicidades, pasadas aceptaciones jams discutidas. Y la fe. Oy la voz de su padre: "Poderosa Fortaleza es nuestro Dios!" Nunca le haba gustado su padre en realidad. Un hombre sin cultura. "Nuestro Seor le haba odo decir en una ocasin nunca se gradu en las mejores universidades. l slo saba decir la verdad." Pero qu poda esperarse de un ministro que haba entrado en el seminario sin ms educacin que la de la escuela elemental?Sigui lenta pero decididamente por el sendero de grava. Vio la fuente y las grutas, y la gran extensin verde de los cuadros de csped, y las masas de rboles. "Hermoso, hermoso", pens, aunque a disgusto. Pero por qu no utilizarlo como un parque pblico, para los jubilados por ejemplo, que podran sentarse en aquellos bancos de mrmol y... esperar? Esperar qu, al fin de su vida? Bueno, de todas formas podan mirar las flores, no?, y sentirse felices por haber transmitido todos sus conocimientos a sus hijos y nietos. Era un lugar pacfico. De pronto pens: "Yo slo tengo cincuenta aos! No soy viejo, no tengo por qu pensar en estas cosas". Se detuvo, asombrado ante la dbil nusea que senta. Busc su cajita de tabletas para la digestin. Digestin cida. Se puso una tableta en la lengua y la dej disolverse. Se pregunt si no tendra una lcera, despus de todo. Sonri un poco. La mayor parte de su congregacin padeca de lcera en estos tiempos. La tensin de la vida moderna, por supuesto. La prisa, el apresuramiento, las constantes exigencias actuales... tanto quehacer. Hacer, qu?, pregunt la nueva e incorregible voz en su mente. Qu hace el hombre moderno, ni la mitad de bien que lo hicieron sus padres y abuelos? Qu ofrece a sus congneres? Ahora dispone de interminables ratos de ocio, pero... qu da de s mismo? Actividades comunitarias? Y qu son stas? Sus padres dieron trabajo, amistad, amabilidad amabilidad personal, responsabilidad personal y autntica hermandad de hombre a hombre. Qu dan en esta poca tus gentes de s mismos, de autntico amor? Firman cheques, hablan de poltica, se unen a las organizaciones de beneficencia y se sienten muy puros. La pureza del fariseo.Vivimos en una poca urbana, se defendi la mente del doctor Pfeiffer.Y qu es eso?, pregunt la voz que protestaba en l. Siempre ha habido una poca urbana, desde Caldea a Alejandra, y a Jerusaln, y a Atenas, y a Roma, y a Pars, y a Nueva York. Qu hay de nuevo en una poca urbana? Qu habis descubierto vosotros que sea tan nico? La desolacin de la abominacin. La tierra calcinada. "Debera haber tenido ms sentido comn y no pretender consolar a aquella mujer tan rebelde", se dijo el doctor Pfeiffer. Avanz por el sendero y su rostro iba enrojeciendo de furia. l tena un deber que cumplir. Se detuvo ante las puertas de bronce y de nuevo las admir aun a pesar suyo. No se haba escatimado aqu el dinero, desde luego! Un despilfarro. Todo deba haber ido al fondo de la Comunidad Unida. O a los impuestos. Todo esto estaba exento de impuestos, naturalmente. Un escndalo. Este mrmol maravilloso, esta pacfica extensin de tierra en medio mismo de la ciudad... Deba ser un parque pblico, no administrado por individuos particulares. EL HOMBRE QUE ESCUCHA. Vio las letras doradas sobre las puertas. Un charlatn, un clrigo que traicionaba su vocacin. El doctor Pfeiffer empuj curioso las puertas y se asom al interior. Lo saba! La sala de espera estaba llena de informes seres humanos, si es que se les poda llamar as. Viejos. No. Tambin haba jvenes, esperando en silencio. Por qu haban venido hasta aqu los jvenes seguros de s mismos, los jvenes tan astutos y llenos de conocimientos, que haban sido tan bien enseados? Qu problemas tenan estos chicos y chicas que no podan resolver personas como l mismo, o un excelente psiquiatra? La gente exiga demasiado estos da si ellos lo tenan todo; por tanto carecan de problemas en esta sociedad opulenta que tanto haca por darles la felicidad. Quiso gritar a los chicos y chicas de la sala de espera: Qu Puede preocuparos, en realidad, en esta poca? Se sent en una cmoda silla y contempl con disgusto a cuantos esperaban con l. Entonces su mirada capt una placa de mrmol, en la pared, tambin de mrmol: Todo lo puedo en Aqul que me conforta.

Bonito sentimiento, pero poco realista. Era preciso apoyarse en los buenos oficios del gobierno y la buena voluntad por parte del gobierno y no en la caridad casual. O en el esfuerzo individual. Eso quedaba bien para el pasado, pero no para estos das. La sociedad tena la respuesta a todas las cosas, slo con que las personas como Susan Goodwin quisieran escuchar, personas infelices y rebeldes como Susan Goodwin, que exigan respuestas cuando no haba respuestas sino slo la razn. Observ con fro inters cuando son la campana y, uno a uno, todos aquellos supersticiosos y pobres de espritu se levantaron y cruzaron una puerta al extremo de la habitacin. No haba el menor sonido. Todo sonido pareca absorbido por el ambiente fresco y sereno, con una insinuacin de aroma de helechos. No se oa el trfico, ni las voces. Naturalmente, estaba acondicionado a prueba de ruidos. Tom una revista de una de las mesas y se dej absorber por las noticias internacionales. Por primera vez pens, repasando las pginas: "Por qu hay tantos problemas estos das, cuando todo est planeado, cuando disfrutamos de libertad, cuando tantas naciones emergen con entusiasmo?" Los hombres no tenan ahora que luchar por la existencia, como sus padres haban luchado. En el gobierno, en los pueblos del mundo lata la preocupacin por todos. La ayuda exterior. La asistencia pblica. La responsabilidad social. El Cuerpo de Paz. Lo que en tiempos fuera slo tarea de la religin se haba extendido a la vida secular, y todo el mundo estaba involucrado en la humanidad. Misiones seculares. Era maravilloso, realmente. Entonces, por qu haba tanta miseria y frustracin mental?

"Lo que necesitamos se dijo el doctor Pfeiffer es un firme programa de psiquiatra, psiquatras internacionales que atiendan, segn las necesidades, a todas las naciones; no misiones religiosas, pasadas de moda, que ya no estn a la altura de las demandas de la sociedad moderna, de la verdad moderna.Qu es la verdad?", dijo Poncio Pilato, y se lav las manos.El doctor Pfeiffer crey contemplar todo un vasto mar de rostros: su congregacin, ante l, los domingos por la maana. Personas agradables, bien vestidas, tranquilas, atentas, silenciosas, escuchndole. Gentes que, con las manos cruzadas, oan cortsmente sus sermones. No, sus conferencias. Que contribuan adecuadamente a las diversas demandas de la caridad organizada, que se interesaban por las obras de la iglesia.Se interesaban en verdad? Aquellos tres suicidas... Y las deserciones. Los ojos repentinamente irnicos de los jvenes; los ojos interrogantes de los ancianos. Las cabezas repentinamente apartadas. Aburrimiento? Qu ridculo! l era famoso por sus sermones. No, sermones no, conferencias estimulantes. Siempre haba all al menos un redactor del peridico local, e incluso de peridicos de ciudades distantes. Escriban a toda prisa en sus pequeos cuadernos. El tena tanto que dar...

"De verdad?", pregunt la incorregible voz. Qu le diste hoy a Susan Goodwin? Le di la verdad, contest."Qu es la verdad?", pregunt Poncio Pilato, y se lav las manos."Yo no soy un prroco", se dijo el doctor Pfeiffer."Y qu eres?", pregunt la voz."Soy un hombre civilizado y razonable, consciente de la realidad.""Qu significa eso?", insisti la voz."Significa", se dijo para acallar aquella voz terrible, "la Caridad"."Oh, s?", la voz era burlona. "No querrs decir Odium humani generis? Se sinti horrorizado. Odio por la raza humana? No! No! De ninguna manera! l amaba la razn, y la buena voluntad, y la buena conducta, la conducta adecuada, y la ilustracin para todo el mundo. La perfecta hermandad. Detestaba las emociones desenfrenadas, y la supersticin, y el oscurantismo. Todo poda explicarse mediante..."Qu?", pregunt la voz.Le pareci or al coro de su padre que cantaba con profunda pasin: "Poderosa Fortaleza es Nuestro Dios!""Oh, la fe sencilla, la fe sin exigencias, la fe de un nio! La fe total.""Qu otra hay?", pregunt la voz._iMaldita Susan Goodwin! Ella le haba turbado la mente, la razn, su autodisciplina. Se puso en pie disgustado, dispuesto a salir. Escuch una campana y vio que estaba solo. Por tanto el clrigo de all dentro haba hecho sonar la campana por l. Se sinti repentinamente confuso. Un pensamiento irrelevante le acudi a la mente: "No preguntes por quin doblan las campanas. Doblan por ti." El sonido de la campana pareci despertar ecos en su interior, uno sombro y doloroso que apenas murmuraba; otro terrible y lleno de reproches. Eres un hombre sin conviccin", dijo la voz, "y por tanto impotente ante la tragedia. Ni siquiera sabes que t mismo eres un ser trgico, t, falso pastor".Nunca, en sus cincuenta aos de vida, haba surgido una voz tan terrible y acusadora de lo ms hondo de su... qu? Haba vivido siempre bien y virtuosamente, por qu surga ahora en l esta profunda turbacin, este reproche? l no era un... pecador. Pecador! Qu palabra ms anacrnica! Ahora no haba pecado. Una rabia an ms profunda se revolvi en l. Su padre haba hablado interminablemente de pecado. Sinti odio por su padre. Se dijo a s mismo: "Siempre lo odi siempre odi a aquel hombre ignorante.Fue a la puerta del fondo y la abri de par en par con potente clera. La puerta se cerr tras l silenciosamente. No se sinti sorprendido ante lo que vio en la otra habitacin, pues ya se la haba descrito, pero mir curiosamente las espesas cortinas azules que cubran la alcoba alta, amplia. Charlatn! Idiota fundamentalista! Era una vergenza para el clero de esta ciudad. El doctor Pfeiffer fue al silln y qued en pie tras l, uniendo nerviosamente las manos a su espalda. Soy el doctor Edwin Pfeiffer dijo con voz dura pero controlada. Probablemente podr verme por algn agujero dispuesto para ello, o algo as, y es posible que me conozca, y conozca mi iglesia. He venido para tener una conversacin sincera, de hombre a hombre, con usted, un colega del clero, y para Pedirle que acabe con esta tontera. Sabe lo que est haciendo a los clrigos, sus colegas? Nos est poniendo en ridculo, nos est avergonzando. No tiene usted respeto por s mismo. Ya no estamos en la poca medieval, ya sabe, ni en los das de los pregoneros de la fe y de las guerras santas y del evangelismo. La mayora de nosotros no tenemos una opinin demasiado buena del concilio de Trento. Usted habr odo hablar del concilio de Trento, no?Sonri con despectiva sonrisa. El hombre tras lacortina no le contest. De modo que ya le tena cogido, eh?Ya no creemos en Sola Escriptura, excepto como parbolas que refieren cuentos sencillos y, naturalmente, nosotros... nosotros no creemos en las "fuentes gemelas" de la verdad, la Escritura y la tradicin. Ya no. No es que rechacemos la idea de la Autoridad Divina, no. Creemos ms bien que el hombre ha avanzado tanto intelectualmente que puede desdear sus muletas msticas y sostenerse solo en pie como criatura racional. No estoy negando la divina fuente; eso sera absurdo. Pero la divina fuente, segn estamos todos ahora de acuerdo, excepto los catlicos, est en el hombre, no externa a l en unas avenidas doradas del cielo presididas por un patriarca. Ahora no miramos a un futuro sobrenatural, sino al mundo y la perfeccin del hombre, pues esto es todo lo que podemos conocer y con seguridad es el objeto ms noble de la lucha del hombre.Su voz se le volva a l en sonoros ecos desde los muros de mrmol, y se sinti satisfecho con el sonido. Esperaba haber dejado bien clara la cuestin, aunque dudaba que el idiota tras aquellas cortinas hubiera entendido una sola palabra. Al menos debera sentirse condenadamente incmodo.De nuevo se sinti furioso, ofendido y ultrajado por haber ido siquiera a este lugar a enfrentarse con el clrigo iletrado de aquella habitacin.He odo hablar mucho de usted! Sabe lo que est haciendo? Dirige equivocadamente al pueblo. Les engaa con promesas falsas de lo que no existe, ni puede existir, ni jams existi. Les habla de milagros, y hasta se supone que usted los ha hecho. Sabe lo que es blasfemia? Si lo sabe, entonces debe comprender que es blasfemo adems de santurrn. La vida en s es un milagro, no necesitamos nada ms, y nunca hubo nada ms. Usted, probablemente, ha aprendido algo de psiquiatra y comprende la medicina psicosomtica hasta cierto punto. Mediante estas cosas sin duda consigue dirigir al ignorante e ilgico y al histrico. Eso es inexcusable en estos das. Tiene que poner fin a este engao, a esta supersticin, a este acudir y animar el fondo ms oscuro de la mente humana.Se oa hablar con calor, y reflexion en lo que haba dicho con tanta elocuencia. Entonces se le ocurri que en alguna parte, en algn tiempo, los hombres haban dicho esto mismo a... quin? No poda recordarlo. Pero sinti una extraa angustia en su pecho, una curiosa sensacin de que haba traicionado... pero a quin haba traicionado y por qu esta extraa sensacin de algo familiar, algo acosador, una especie de recuerdo de algo que haba sucedido haca mucho tiempo?"No lo recuerdas?", pregunt aquella nueva voz. "Tienes que recordarlo!"En una poca menos culta sigui el doctor Pfeiffer, vagamente temeroso de aquella voz interior y sintindose rechazado por ella los hombres como usted habran sido arrojados de la comunidad religiosa. En das menos ilustrados y ms brbaros, usted habra sido crucifi... Algo le golpe en el pecho como un puo gigante y l se apart involuntariamente del silln. Pero no era hombre que dejara que la fantasa y los temores extraos se apoderaran de l. Tras un momento continu: Usted resulta absurdo en estos tiempos. Me disgusta llamar fraude a un hombre, pero me temo que Usted lo es. Ahora le pido que deje este lugar y que permita que lo cierren. Devulvanos a nosotros a los que no tienen fe, pues ah es donde deben estar. Que vengan a nosotros si estn necesitados..."Como Susan Goodwin?", pregunt la voz interior.No debe animarse al pueblo a tener necesidades atvicas sigui el ministro, pero usted les anima con falsas esperanzas, ms all de la realidad. Ah est la locura. Los hombres ya no viven en una era simplicista; ahora somos muy complejos en el mundo. Pero cuando se induce al hombre a creer simple y literalmente... las cosas que slo son simblicas y slo se proponan ser simblicas, entonces l encuentra la confusin al verse enfrentado con la realidad, pues ya no ve la realidad claramente, sino distorsionada y confusa. Y, en su intento de ajustar estos elementos irreconciliables, puede incluso llegar al fanatismo, y ya no hay lugar para los fanticos, aparte, naturalmente, el manicomio. La cristiandad es una religin verdaderamente sana..."Y qu sabes t de ello?", pregunt la voz interior, que ahora pareca externa tambin y llena de poderosa firmeza. El evangelio social dijo el ministro apresurndose en sus palabras para alejar aquel temor totalmente irracional no ha reemplazado exactamente a los evangelios. Slo los ha hecho ms significativos para nuestros tiempos se senta exasperado, tanto por aquello sin nombre que surga en l como por el hombre silencioso tras la cortina. Ha odo hablar alguna vez de Paul Tillich? No? Entonces le aconsejo que lo lea. l habla de las trivialidades en las antiguas interpretaciones. Pero usted no estara de acuerdo con l, estoy seguro. Y hay otros como l, a los que yo admiro mucho, que divorciaron la tica del misticismo y la colocaron firmemente en el marco de referencia de la vida moderna y las exigencias modernas. La tica secular, la base misma del buen gobierno y de la buena voluntad y la responsabilidad. No es que yo sea un ministro secularista, pero yo entiendo que el reino secular y el espiritual son el mismo, no divididos por el sobrenaturalismo. Ya no somos medievales, comprenda. O no lo sabe usted?El hombre tuvo la astucia de no contestar, pues, naturalmente, no le entenda.Est usted ah? pregunt de pronto el doctor Pfeiffer al ocurrrsele la idea de que all no haba nadie.Hubo un movimiento, como si asintieran tras la cortina, o fue slo el aire del aparato de acondicionamiento? Luego se sinti convencido de que no estaba solo: tuvo la impresin de una poderosa presencia en la habitacin, una presencia que escuchaba. Que le escuchaba a l.Bien, si realmente est ah. Le ruego que no engae ms a los sencillos. Es realmente peligroso en estos das... se detuvo. La horrible sensacin de revivir algo o de volver a or algo que no consegua recordar cav sobre l como un eco proveniente de una cadena de montaas, una cadena de siglos. Es peligroso en estos das repiti porque turba a los hombres, les deja insatisfechos, les hace buscar el contento y la esperanza cuando no hay ni contento ni esperanza. Supersticin, en suma."Hoy visit a una seora cuyo hijo morir pronto y muy cruelmente me temo. Su hijo pequeo. Siempre pens que era una joven muy sensata, completamente lgica y perceptiva, consciente de lo inexorable cuando esto ha de llegar. S que es algo horrible tener que aceptar la muerte de su hijo, de su hijo nico..."Su hijo nico", repiti la nueva voz, que de nue-vo pareca ser externa tambin.S, s, su hijo nico. Yo fui a consolarla, llamado por ella. Soy su ministro, ella es miembro de mi congregacin. Qu poda decirle? Slo la verdad: que deba aceptar lo que no puede cambiarse, y seguir adelante con su vida. Despus de todo, ste es el siglo xx. Pero ella se puso... casi violenta. Estaba amargada, ella, una joven inteligente! Era increble. Pareca pedirme algo..."Qu?", pregunt la voz.No lo s! exclam.O ms bien debera de- que era imposible que yo se lo diera, pues hubiera sido una hipocresa, y absurdo. No poda decirle que es la voluntad de Dios y l sabe lo que es justo, lo que nos conviene, pues, cmo podemos estar seguros de eso? Quin ha dicho alguna vez que fuera as?Quin?", repiti la voz como un eco.Agit la cabeza con impaciencia casi desesperada.Ella esperaba de m piadosos tpicos, la seguridad de que su hijo no se perdera para ella sino que le sera devuelto en algn cielo buclico. Si yo le dijera eso a una joven normalmente inteligente me sentira avergonzado de m mismo, y ms tarde ella podra incluso rerse de mis palabras. Soy un hombre compasivo, pero me fue imposible mentirle y decirle cosas en las que no creo personalmente. Supongo que ella deseaba un milagro... la plegaria, ya sabe, que nos arrodillramos juntos..."S?", dijo aquella voz interrogadora y ridculaen su interior. Agit la cabeza una y otra vez.(Dos mo! grit. Ojal pudiera haberle mentido! Lo deseo honradamente. Al menos eso le hubiera supuesto algn consuelo, por pequeo que fuera, al pensar en la prxima muerte de su hijo nico! Alguna tontera piadosa, como mi padre poda exponer a la menor provocacin. Como por ejemplo...Se detuvo, pues la voz interior pareca ser totalmente externa ahora."Yo soy la resurreccin y la vida"?Qu era lo que haba dicho Pablo de Tarso? Si Cristo, en realidad, no ha resucitado, entonces nuestra fe es vana. El doctor Pfeiffer qued anonadado. Por qu tenia que acordarse de eso ahora? Haba olvidado, movido a compasin por Susan Goodwin, la razn de su visita a aquel lugar. Deba recordarlo, dejar de imaginar tonteras. Vaya, maldita sea, ya era como otro de los peticionarios en este vergonzoso lugar! Dijo con firmeza:Me temo que me estoy apartando del tema. Creo que debera cerrar este negocio, ya sabe, por el bien de todos nosotros."El gallo cant tres veces."No poda creerlo. Sus odos estallaban con las terribles palabras. Sin embargo, con seguridad que nadie ms que l haba hablado. Pero las palabras de traicin, de la ms terrible traicin, haban empezado a estallar en su corazn, no slo en sus odos. Hipnotismo, pens alocadamente, autohipnotismo en este lugar condenadamente silencioso. Se movi paso a paso, alejndose de la silenciosa cortina azul.Quin decs vosotros que soy?

Se detuvo bruscamente. No, nadie haba hablado. Estaba imaginndolo todo. Entonces le domin una emocin semejante a la ms terrible desesperacin, una sensacin de pr