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1 CAPÍTULO III: MARCO CONCEPTUAL DE LA PSICOLOGÍA DE LAS DIFERENCIAS INDIVIDUALES Ángeles Sánchez-Elvira y Margarita Olmedo Montes En esta guía de estudio se indica qué “EPÍGRAFES” y “CUADROS” NO SON MATERIA DE EXAMEN . En el apartado de COMENTARIOS” se hace referencia a tres aspectos: - los contenidos específicos que dentro de los epígrafes “eliminados” SÍ SON MATERIA DE EXAMEN. - la conveniencia de leer los contenidos que no serán incluidos como materia de examen; - y sugerencias concretas acerca de cómo abordar el estudio de algunos de los contenidos que sí son materia de estudio. Es importante señalar que aunque estos contenidos no vayan a ser objeto de preguntas en el examen, ES CONVENIENTE SU LECTURA DETENIDA para comprender mejor aquellos sobre los que sí se va a preguntar. CAPÍTULOS EPÍGRAFE ELIMINADO COMENTARIOS Capítulo 3 6. Delimitaciones y nexos interdisciplinarios Leer la relación de la Psicología Diferencial con otras disciplinas para comprender dónde se ubica dentro de la Psicología. MAPA DE CUADROS DEL TEMA 3 1 2 3 4 5 6 Se elimina el cuadro nº 2. Los demás sí son materia de estudio.

CAPÍTULO III MARCO CONCEPTUAL DE LA …psiqueuned.net/apuntes/2segundo/NUEVO_03/Diferencial_PN_T3.pdf · 2 CAPÍTULO III: MARCO CONCEPTUAL DE LA PSICOLOGÍA DE LAS DIFERENCIAS INDIVIDUALES

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CAPÍTULO III:

MARCO CONCEPTUAL DE LA PSICOLOGÍA DE LAS DIFERENCIAS INDIVIDUALES

Ángeles Sánchez-Elvira y Margarita Olmedo Montes

En esta guía de estudio se indica qué “EPÍGRAFES” y “CUADROS” NO SON MATERIA DE EXAMEN. En el apartado de “COMENTARIOS” se hace referencia a tres aspectos:

- los contenidos específicos que dentro de los epígrafes “eliminados” SÍ SON MATERIA DE EXAMEN.

- la conveniencia de leer los contenidos que no serán incluidos como materia de examen; - y sugerencias concretas acerca de cómo abordar el estudio de algunos de los contenidos que sí son

materia de estudio. Es importante señalar que aunque estos contenidos no vayan a ser objeto de preguntas en el examen, ES CONVENIENTE SU LECTURA DETENIDA para comprender mejor aquellos sobre los que sí se va a preguntar.

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Capítulo 3 6. Delimitaciones y nexos interdisciplinarios

Leer la relación de la Psicología Diferencial con otras disciplinas para comprender dónde se ubica dentro de la Psicología.

MAPA DE CUADROS DEL TEMA 3

1 2 3 4 5

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Se elimina el cuadro nº 2. Los demás sí son materia de estudio.

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CAPÍTULO III:

MARCO CONCEPTUAL DE LA PSICOLOGÍA DE LAS DIFERENCIAS INDIVIDUALES

Ángeles Sánchez-Elvira y Margarita Olmedo Montes

ÍNDICE

I. INTRODUCCIÓN

II. OBJETIVOS

III. CONTENIDOS ESPECÍFICOS DEL TEMA

1. Objeto y objetivos de la Psicología de las Diferencias Individuales 2. Variabilidades objeto de estudio 3. Fuentes de la variabilidad humana 4. Constructos relevantes en la investigación sobre diferencias individuales 5. Unidades fundamentales de análisis

5.1. Unidades disposicionales: El rasgo 5.2. Unidades procesuales

6. Delimitaciones y nexos interdisciplinarios 7. Definición propuesta para una Psicología de las Diferencias Individuales actual IV. RESUMEN V. PREGUNTAS DE AUTOEVALUACIÓN

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PONER CUADRO POR AQUÍ A DOS COLUMNAS

I. INTRODUCCIÓN

Antes de comenzar el presente capítulo estimamos conveniente realizar una aclaración respecto a la terminología utilizada para denominar la disciplina que nos ocupa. Podría considerarse adecuado utilizar, indistintamente, los términos “Psicología Diferencial” o “Psicología de las diferencias individuales”, denominaciones que, siguiendo la tradición de los manuales clásicos en la materia, se han aplicado a los planes de estudio de psicología en nuestro país. A pesar de que a lo largo de la trayectoria académica de esta disciplina se haya utilizado con más frecuencia para su denominación el término “Psicología Diferencial”, quizá el concepto de Psicología de las diferencias individuales resulte más acorde con el objeto y los objetivos actuales que la disciplina trata de cumplir, ya que enfatiza “el verdadero objeto de estudio de esta rama de la psicología y la devuelve a sus auténticas raíces” (Sánchez Cánovas, 1993. p.341). Estas raíces han permitido estudiar el hecho de la variabilidad y la individualidad humanas, junto a los mecanismos biológicos, psicológicos y ambientales que las explican.

Durante el siglo XX, nuestra ciencia ha ido definiendo paulatinamente su campo de estudio, sus métodos de trabajo y sus puntos de conexión con las ciencias afines, aunque pueda entenderse, si analizamos su historia y su coyuntura actual, que este proceso dista, aún, de alcanzar su madurez. A esta falta de madurez haya contribuido, quizás, el hecho de que su investigación esté diluida en diversos ámbitos de conocimiento. Sin embargo, los objetivos principales que han permanecido inalterables son la descripción y la predicción y, más recientemente, la explicación del comportamiento desde un enfoque diferencial, es decir, la delimitación de las leyes que rigen la variabilidad entre individuos y grupos, así como la intraindividual, en campos psicológicamente relevantes. A estos objetivos que, de forma general, subyacen en las investigaciones que se han venido realizando en la disciplina, habría que añadir el compromiso constante por proporcionar respuestas útiles ante necesidades prácticas. Dicho compromiso vincula a la disciplina con las preocupaciones que, en cada época, han planteado los individuos y las sociedades. No obstante, a pesar de que el énfasis en lo aplicado ha monopolizado la investigación diferencial a lo largo de un periodo extenso de su historia habría que matizar que, precisamente, lo que parece distinguir la investigación actual en esta materia, frente a lo que ha sido en el pasado, es un interés en la comprensión y explicación de las diferencias humanas Lubisnki (2000). En cualquier caso, si bien el concepto de Psicología Diferencial ha ido evolucionando con el curso de su historia, podría decirse que se ha ido enriqueciendo a tenor de las críticas y polémicas que le han acompañado a lo largo del siglo XX. En cualquier caso, como ya hemos mencionado, en lo esencial se mantienen los principios formulados en sus comienzos como disciplina científica.

Desde las primeras propuestas de A.Binet y V.Henri, complementadas con las de W.Stern, a lo largo de las décadas sucesivas del siglo XX los distintos autores ha ido definiendo los objetivos y características fundamentales de la Psicología Diferencial (ej.Anastasi, Tyler Reuchlin, Buss y Poley, Willerman, Minton y Scheneider, Amelang y Bartussek, Shackleton y Fletcher, etc.). Por otra parte, los autores españoles que en la actualidad desarrollan una parte importante de su labor docente e investigadora en el ámbito de la Psicología Diferencial, han ido añadiendo a los planteamientos mencionados algunas connotaciones que pueden ayudar a la comprensión e integración de dicho enfoque, sobre todo por el interés que muestran a la hora de adaptar su visión de la disciplina al momento actual de su desarrollo científico (ej.Forteza, Sánchez Canovas

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y Sánchez López, Colom, Andrés Pueyo, Sánchez-Elvira, Martínez Belloch y Bonilla). En sus respectivos manuales podemos encontrar las propuestas realizadas para situar el estudio de las diferencias individuales en el marco de las áreas de investigación psicológica.

Basándonos en todas estas propuestas, en el presente capítulo se pretende dar respuesta a la siguiente cuestión: ¿Cuáles son los aspectos conceptuales fundamentales a considerar a la hora de llegar a definir el estudio de las diferencias individuales?

PONER CUADRO POR AQUÍ

OBJETIVOS GENERALES OBJETIVOS ESPECÍFICOS ?? Delimitar el objeto y objetivos del estudio de las

diferencias individuales. ?? Describir qué tipos de variabilidades aborda

relativas a las diferencias entre las personas, entre grupos relevantes de personas y bajo la consideración del individuo único

?? Analizar las fuentes de variabilidad que contempla para entender el origen y naturaleza de las diferencias encontradas.

?? Revisar cuáles son los constructos principales sobre los que trabaja, básicamente la inteligencia y la personalidad, así como otros constructos de carácter integrador.

?? Definir cuáles son las principales características de las unidades básicas de análisis, tanto desde una vertiente estructural, como procesual.

Tener elementos de juicio para seleccionar el tipo de unidades de análisis que deben seleccionarse en función de los objetivos de una investigación

Conocer cuáles son los conceptos básicos que definen la disciplina

Tener elementos de juicio para situar cualquier modelo o investigación en el marco de la descripción y la predicción, de la explicación del comportamiento diferencial, o de ambos.

Delimitar el área de la Psicología Diferencial de otras áreas disciplinares,

opuestas, afines o complementarias

Saber distinguir los objetivos de la disciplina y sus acercamientos metodológicos de otros planteamientos discipliinares

Ofrecer una definición comprehensiva de la Psicología Diferencial actual, o

Psicología de las diferencias individuales

Poder plantear tipos distintos de investigaciones sobre diferencias individuales bajo la perspectiva actual presentada

II. CONTENIDOS ESPECÍFICOS DEL TEMA

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En este capítulo trataremos de delimitar el objeto y áreas centrales de investigación de la disciplina. Hablaremos de cuáles son sus objetivos principales, cuáles las diferencias objeto de interés, así como sobre qué constructos analiza dichas diferencias y con qué unidades de análisis trabaja. Por otra parte, un entendimiento de las bases de las diferencias nos llevará a analizar las fuentes de la variabilidad humana. Por último, delimitaremos conceptualmente la disciplina en el marco de otras disciplinas psicológicas afines y definiremos lo que, a nuestro juicio, representa la Psicología de las Diferencias individuales en la actualidad. 1. Objeto y objetivos de la Psicología de las Diferencias Individuales

En palabras de Revelle (en prensa), la cuestión inicial más importante para el estudio de las diferencias individuales, entendiendo que este parte del reconocimiento de características propias que definen al individuo, es detectar: - Si las personas se parecen más a sí mismas, a través del tiempo y de las situaciones, que a las

demás personas; y - Si el individuo único varía menos, a través del tiempo y de las situaciones, que la variación

que se produce entre las personas.

La Psicología de las Diferencias Individuales aborda, por tanto, la descripción, predicción y explicación de la variabilidad interindividual, intergrupal e intraindividual en áreas psicológicas relevantes, con respecto a su origen, manifestación, y funcionamiento.

Recordemos que los objetivos de la disciplina requieren abordar dos fases fundamentales

o estadios, el primero de ellos destinado a la descripción y organización taxonómica de su objeto de estudio, y el segundo a la explicación del mismo.

a) Descripción En un primer momento será necesario describir, de forma fiable, las diferencias individuales observadas y organizar la información obtenida. Esto requiere los siguientes pasos:

- Observación y evaluación rigurosa mediante instrumentos de recogida de datos que cumplan con todas las garantías psicométricas (fiabilidad, validez, etc.) en muestras representativas, tanto de la población objeto de estudio, como del universo de conductas a estudiar. Por ejemplo, si queremos estudiar la inteligencia y sus dimensiones en población adulta no podremos utilizar muestras de adolescentes, y las pruebas que elaboremos tendrán que estar basadas en ítems claramente representativos de las capacidades cognitivas, y no de otros constructos.

- Clasificación y ordenamiento de las dimensiones encontradas, a partir de la metodología correlacional, en taxonomías, o estructuras, organizativas.

b) Predicción Tradicionalmente, las dimensiones halladas en las distintas áreas de investigación, por ejemplo en el ámbito de las capacidades cognitivas, de la personalidad, de los intereses vocacionales, etc., cuando son convenientemente evaluadas presentan un valor predictivo importante en criterios muy variados de la vida de las personas, tanto académicos, como laborales, o relativos a sus

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relaciones familiares y sociales, por lo que han sido y son extensamente utilizadas en los distintos campos aplicados de la Psicología.

c) Explicación Finalmente, cumplir con este objetivo requiere que se conozca, no sólo cuáles son las dimensiones fundamentales en las que las personas difieren sino, además, cuál es su naturaleza, cómo funcionan, y qué procesos comportan para poder elaborar teorías de carácter explicativo que aporten un conocimiento realmente sólido de nuestro objeto de estudio.

PONER CUADRO 3.1. POR AQUÍ

ESTADIOS DESCRIPTIVO Y EXPLICATIVO DE LA INVESTIGACIÓN EN DIFERENCIAS INDIVIDUALES

1.- Primer estadio: Descripción y predicción Unidades de estudio, básicamente, dimensiones personales de carácter amplio, consistente y estable. Objetivo: describir y predecir el comportamiento individual a partir de las unidades fundamentales. La labor taxonómica establecerá estructuras de organización comprehensiva, constituidas por un número relativamente pequeño de dimensiones con distintos niveles de generalidad, representativas de un amplio rango de comportamientos diversos importantes y, por tanto, con capacidad predictiva. En este primer momento, lo que debe preocupar es que esas entidades o constructos hipotéticos y no directamente observables se formulen y relacionen con fenómenos de carácter empírico, más o menos observables, de forma lo suficientemente precisa como para posibilitar la deducción de enunciados contrastables, así como la elaboración posterior de teorías científicas. 2.- Segundo estadio: Explicación Unidades: variables mediadoras, procesos cognitivos y dinámicas afectivas que, de forma consciente o inconsciente, interactúan con la situación (Mischel y Shoda, 1998).

Objetivo: estudio de la dinámica de las diferencias individuales y la elaboración de modelos teóricos de carácter explicativo que articulen funcionalmente, en la medida de lo posible, las dimensiones analizadas taxonómicamente.

Los objetivos propuestos, en la medida en que pretenden alcanzar el conocimiento del origen, manifestación y funcionamiento de las diferencias encontradas, deben tener en consideración los siguientes aspectos fundamentales:

- Las características biológicas, psicológicas y sociales que dan cuenta del origen de la diversidad o semejanza entre los sujetos.

- La dimensión temporal a lo largo de la cual las diferencias individuales se originan, se desarrollan y manifiestan, tanto ontogenética como filogenéticamente.

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- El eje fundamental persona-situación dado que, en un estudio actual de las diferencias individuales, no sólo las características personales son importantes, sino también las situacionales, así como la interacción que se produce entre ambas, especialmente a la hora de explicar el funcionamiento del individuo y la manifestación de las diferencias individuales existentes.

Insertar Figs. 3.1 y 3.2 por aquí

2. Variabilidades objeto de estudio

¿Entre quiénes establece comparaciones la Psicología de las diferencias individuales cuando pretende averiguar en qué nos diferenciamos las personas?. El objeto de estudio de la disciplina aborda el estudio de tres grandes tipos de variabilidades:

a. Variabilidad entre individuos, o diferencias interindividuales: la Psicología Diferencial se ha venido ocupando, tradicional y principalmente, del estudio de la diversidad comportamental que presentan los individuos de una misma población en una situación y momento dados (estudios transversales). Las diferencias entre los individuos pueden aparecer de forma temprana, incluso desde el nacimiento, e irse reforzando o atenuando con el desarrollo, o pueden manifestarse a lo largo del tiempo. En la aparición de estas diferencias se encuentra el efecto combinado de la herencia y el ambiente.

Ahora bien, no todas las características psicológicas atraen la atención de los investigadores de las diferencias individuales. Para que una característica se convierta en objeto de estudio es necesario: 1) que presente consistencia transituacional y estabilidad temporal; y 2) que sea psicológica y socialmente relevantes. Entre aquellas consideradas como básicas o fundamentales se encuentran las que configuran el estudio de la personalidad y las capacidades cognitivas. El estudio de la variabilidad interindividual descansa, fundamentalmente, en el uso de instrumentos de medida y evaluación que, con el debido rigor metodológico, permiten establecer clasificaciones diagnósticas útiles en muy diversos campos.

b. Variabilidad individual o diferencias intraindividuales: hace referencia al estudio del individuo en cuanto a la estructura, organización y dinámica particulares de sus características psicológicas, de forma transversal, así como el estudio del cambio intraindividual a lo largo del tiempo. Cuando comparamos a un individuo consigo mismo podemos analizar:

- la formación y organización individual que las distintas características adquieren en una persona, analizando la preponderancia que unos rasgos y capacidades tienen frente a otros otorgándole, así, su individualidad. Esta configuración propia, en interacción con la situación ambiental, da lugar a las diversas expresiones conductuales del individuo, de carácter normalmente reversible, o diferencias intraindividuales de carácter sincrónico, que pueden cambiar o modificarse.

- el cambio individual, que responde a una consideración longitudinal de la variación, o los cambios intraindividuales o diacrónicos. Estos cambios implican transformaciones evolutivas, por lo general irreversibles, que a su vez son precursoras de diferencias entre individuos (Andrés-Pueyo, 1996).

c. Variabilidad entre grupos o diferencias intergrupales: Al margen del interés por conocer las regularidades en cuanto a la conducta y los procesos mentales, la Psicología Diferencial aborda el estudio de la existencia de diferencias psicológicas relevantes entre grupos de

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personas. Debemos aclarar que, en la investigación realizada en Psicología Diferencial, el término grupo no tiene una connotación sociológica (en el sentido de que no se pretende estudiar las posibles interacciones entre los individuos que lo conforman), sino que tan sólo hace alusión a la suma de individuos con una característica común de agrupación (como pueden ser el sexo, la raza, la edad, la religión o el nivel sociocultural) que sirven de punto de referencia a la hora de establecer comparaciones respecto a otras variables consideradas de interés psicológico (Amelang y Bartussek, 1986). Este tipo de estudios pueden ser de dos tipos:

- grupos naturales, relativos a aquellos grupos cuyo origen viene dado por la propia naturaleza de las variables consideradas, sin la intervención del experimentador, como la edad, el sexo/género de las personas, la clase social, la raza, etc. Los estudios sobre diferencias intergrupales, sobre todo en el caso de las diferencias encontradas entre este tipo de grupos “naturales” han sido origen de las polémicas más vivas y con mayor repercusión social que la disciplina ha generado, básicamente por las interpretaciones, y en muchas ocasiones malentendidos, que suelen producirse en torno al origen de las diferencias encontradas entre los grupos considerados. Una de los malentendidos más importantes es que se tiende a interpretar, equivocadamente, que el origen de las diferencias intergrupales es el mismo que el que da lugar a las diferencias interindividuales dentro de un mismo grupo; por ejemplo, la causa de las diferencias existentes entre dos razas distintas en inteligencia no tienen por qué ser las mismas que las causas que provocan las diferencias en inteligencia entre los individuos de un mismo grupo. Por otra parte, la comparación entre grupos suele ignorar en sus interpretaciones la propia heterogeneidad intragrupo, es decir, siempre es mayor la variabilidad existente entre los individuos de un mismo grupo en una variable dada, que la existente entre grupos distintos de individuos. Por ejemplo, las diferencias existentes entre las mujeres como grupo, o las existentes entre los hombres, en cualquier dimensión psicológica, siempre serán más amplias que las diferencias medias existentes entre hombres y mujeres.

Insertar Fig 3.3 por aquí

- Otros grupos humanos de interés: en la actualidad también se utilizan frecuentemente, como variables de agrupación, los resultados procedentes de cualquier atributo psicológico mesurable desde la perspectiva interindividual (como el nivel de inteligencia o las características de personalidad). En estos casos resultan especialmente útiles las comparaciones entre grupos extremos de una misma dimensión psicológica; por ejemplo, estudiar las diferencias existentes entre individuos que presentan un rasgo de ansiedad elevado con aquellos que, por el contrario, puntúan bajo en esta dimensión (Andrés Pueyo, 1996). Este tipo de análisis es especialmente interesante de cara a la investigación procesual de las diferencias individuales bajo un enfoque experimental.

Insertar Fig 3.4 por aquí

3. Fuentes de la variabilidad humana

Una parte importante de la disciplina es el análisis de la naturaleza de las diferencias individuales, lo que nos remite al estudio de las fuentes de variación existentes. Siguiendo la distinción realizada por Revelle (1995) respecto a los niveles de análisis y explicación en la diversidad comportamental, estas cuestiones pueden agruparse en tres apartados referentes a la

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contribución de la variabilidad psicológica, la variabilidad biológica, y la variabilidad ambiental.

Respecto al nivel principal de análisis del estudio de las diferencias individuales nos referiremos, en primer lugar, a la variabilidad psicológica.

a. La variabilidad psicológica

La variabilidad psicológica es el objeto primario de estudio de la disciplina y hace referencia a las diferencias existentes en todas las manifestaciones del comportamiento humano: conducta manifiesta, conducta no manifiesta, procesos básicos como la atención, la memoria, la percepción, etc, o constructos complejos como la inteligencia, la personalidad, etc. Así, en lo que a la estructura de las diferencias individuales se refiere, hablaremos del rasgo como unidad fundamental para el estudio de la variabilidad psicológica, mientras que, desde un estudio de las diferencias individuales más actual basado en el estudio de la dinámica de funcionamiento de dichos rasgos, la mayoría de los autores coinciden en la necesidad de prestar una mayor atención a los procesos de la dinámica intrapsíquica y a los factores situacionales relevantes, más allá de las disposiciones personales, o rasgos, clásicos (Diener, 1996; McAdams, 1996; Shoda y Mischel, 1996). La variabilidad psicológica será el tema fundamental del presente manual.

b. La variabilidad biológica

El estudio de las bases genéticas y biológicas de las diferencias individuales trabaja bajo la hipótesis fundamental de que dichas bases son el origen de la variabilidad psicológica existente, al menos en lo que a algunas dimensiones fundamentales se refiere. Por tanto, el análisis de las fuentes de variabilidad biológica hace referencia a dos tipos de investigaciones básicas :

- el porcentaje de la varianza fenotípica de la conducta que viene explicado por las diferencias existentes en la dotación genética de los individuos y,

- la variación explicada en función del funcionamiento diferencial de los mecanismos biológicos.

Con respecto a la variación en la dotación genética, a lo largo de la historia han primado las explicaciones de la variabilidad humana como un hecho procedente de la naturaleza, sin embargo, no fue hasta la formulación de la teoría darviniana cuando la manifestación de la diversidad encontró una fundamentación teórica definitiva, basada en una explicación natural. La obra de Galton Hereditary Genius, publicada en 1869, afianzó algunos de los conceptos básicos como los referentes al individuo, la raza, la adaptación al medio, la herencia o la selección natural que contribuirían a acentuar el origen genético de las diferencias individuales observadas. No obstante, la decantación histórica del enfoque diferencialista por una atribución hereditaria de la variabilidad fue retractándose en la medida que el conductismo y las teorías del aprendizaje fueron adquiriendo auge, de forma que se hizo evidente la polémica “nature vs. nurture” en la explicación de las diferencias individuales (Sánchez López, 1991).

Por otra parte, los avances que de forma paralela se iban produciendo en otro área de conocimiento, en principio vinculada a la Psicología Diferencial, la genética cuantitativa, y su

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derivación denominada “genética de la conducta”, conformarían una base sólida sobre la que edificar las nuevas explicaciones interaccionistas. La metodología estadística utilizada en la genética de la conducta ha proporcionado interesantes resultados acerca de la estimación de la influencia relativa de la variabilidad genética y la variabilidad ambiental.

En la actualidad, esta totalmente asumido que los genes no fijan la conducta, sólo especifican un rango de posibilidades en las reacciones que el ambiente provoca en el individuo. Una vez asumido que ambos factores, herencia y ambiente, están siempre presentes en cualquier expresión de la individualidad, se abre la posibilidad de conocer en qué proporción la variabilidad que presenta un atributo dado entre individuos puede ser explicada en función de la variación genética y/o ambiental entre ellos (Buss y Poley, 1976; Plomin, DeFries y McClearn, 1980). Así pues, no se trata de concretar la implicación del genotipo o del entorno en la expresión de una conducta individual; el objetivo de la genética de la conducta será indagar cuáles son las causas últimas de las diferencias entre los individuos tomando como referencia la varianza fenotípica observada en un rasgo conductual.

Sin restar relevancia a las aportaciones realizadas desde este ámbito de estudio al conocimiento del peso que tienen los factores ambientales y hereditarios en diferentes aspectos psicológicos, hay que tener en cuenta la permeabilidad que el estudio científico de la influencia de la herencia mantiene en relación a su significación socio-política, cuestión que se torna especialmente áspera cuando se tratan aspectos de variación intergrupal referidos al sexo o la raza (Kamin, 1981). Sin embargo, como se advierte repetidamente en los manuales que abordan esta materia, ni el método utilizado por la genética de la conducta es el adecuado para dotar de una causalidad a las diferencias intergrupales, ni los resultados alcanzados a través del mismo pueden constituirse en una base explicativa a favor de un determinismo genético de las diferencias de grupo (Andrés Pueyo, 1997, Sánchez Cánovas y Sánchez López, 1999).

En cualquier caso, se trate de investigaciones desde el marco de la genética de la conducta o bien desde la genética molecular, los resultados indican la importancia de las diferencias experienciales entre los individuos, faceta en la que existe una deficiencia de medidas adecuadas (Plomin, 1997). Precisamente, esta deficiencia limita la formulación de modelos o teorías que, de forma coherente y sistemática, puedan predecir las diferencias comportamentales. Existen algunos marcos conceptuales, como la sociobiología y su derivación más vinculada a la psicología, la teoría evolucionista, que pretenden dar con la clave que articule las influencias de la variabilidad biológica y ambiental, sin embargo tales teorías se desenvuelven en un grado de abstracción que hace difícil poder llegar a la verificación científica de sus argumentos.

Por otra parte, como señala Revelle (1995), los genes no actúan directamente sobre el comportamiento. Los genes influyen en las diferencias fenotípicas a través de la codificación de proteínas que, por su parte, intervienen en las estructuras y en la regulación de los procesos biológicos. Por ello, la segunda línea de investigación sobre las fuentes de variación biológica se centra en el estudio de los fundamentos biológicos del comportamiento humano diferencial basados en estructuras y procesos fisiológicos regidos por sistemas fundamentales como el Sistema Nervioso (central y autónomo), el sistema Neuroendocrino, etc. Así, encontraremos importantes líneas de investigación destinadas a fundamentar biológicamente, tanto la inteligencia, como la personalidad.

En lo que a inteligencia se refiere, prácticamente todos los modelos biológicos podrían agruparse en torno a la hipótesis de que “en el corazón de la inteligencia está el cerebro” y, por tanto, en que las bases de la habilidad mental estarán fundamentadas en la neurofisiología, lo que se ha articulado en torno a un modelo que podríamos denominar “el modelo de la eficiencia neural”. Según este modelo, las personas más inteligentes presentan un serie de correlatos

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biológicos que muestran una mayor eficacia y rapidez mentales. Técnicas como los potenciales evocados, la velocidad de conducción nerviosa, o la medida de la glucosa cerebral se encuentran entre las más utilizadas (Davidson y Downing, 2000).

Por su parte, en personalidad, el modelo propuesto por Eysenck y Eysenck (1985, 1990) fundamenta la dimensión Extraversión/Introversión en el arousal cortical y el sistema reticular ascendente cerebral, y el Neuroticismo en el sistema límbico, pudiendo considerarse como uno de los ejemplos mejor desarrollados del estudio de las bases fisiológicas de los rasgos de personalidad. Otros autores también harán sus propuestas (Cloninger ,1991, 1998, Gray, 1981, 1987, Strelau, 1999 o Zuckerman, 1991) que, en última instancia, estarán claramente vinculadas a dimensiones de carácter temperamental. A juicio de Pervin y John (1999), la dificultad en la replicación de los resultados obtenidos en el estudio de las relaciones entre la personalidad y los procesos biológicos sigue siendo una cuestión problemática en los inicios del siglo XXI.

Insertar Figs 3.5 por aquí

c. Variabilidad situacional y cultural

Por último, otros investigadores se centran en el análisis de la variabilidad situacional y cultural en la que los individuos nacen, se desarrollan y viven como fuente básica de las diferencias individuales. Desde que la teoría evolucionista propuso conjugar la génesis relativamente azarosa de la variabilidad en los organismos vivos, con el papel direccional de la selección natural que actúa a partir de la interacción entre los individuos y las exigencias del medio, se reconoce la importancia conjunta de la genética y el ambiente en la determinación de la variabilidad en patrones de conducta. El propio Galton, tan interesado por los factores hereditarios, asumió la influencia de dichos factores a través de la noción de consistencia relativa.

Siguiendo la trayectoria histórica de la disciplina, podemos decir que, aunque las teorías clásicas del rasgo se han centrado en las variables personales desatendiendo, tradicionalmente, el análisis y sistematización de las situaciones o contextos específicos, los factores situacionales no han sido nunca excluidos de la consideración psicológica de la variabilidad humana. Posteriormente, la influencia del interaccionismo moderno permitió superar la controversia entre “personalismo” y “situacionismo”, subrayando que lo importante de la situación no son los atributos físicos de la situación, sino, sobre todo, su significación para el sujeto, de esta forma se hace manifiesto que las características situacionales no pueden ser definidas con independencia del significado psicológico que se les atribuye (Ekehammar, 1974; Magnusson, 1971, 1981; Pervin, 1984), lo que nos conduce, nuevamente, a la variabilidad psicológica.

La necesidad de atender a la influencia que la situación puede ejercer en la conducta diferencial requiere una distinción de las variables contextuales basada en sus niveles de complejidad. Según Endler (1981, 1984) es posible plantear, al menos, tres niveles, en función de su grado de generalidad y persistencia temporal:

- el estímulo, que hace referencia a los objetos concretos sobre los que el sujeto orienta su atención y su respuesta;

- la situación, que adquiere el carácter de totalidad organizada que integra diversos componentes; y

- el ambiente, que agrupa una variedad de situaciones y las relaciones existentes entre ellas.

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Aunque didácticamente pueda resultar útil esta distinción, en la práctica se hacen necesarias otras distinciones. Tal como argumenta Chorot (1991), el mero carácter molecular o molar no puede ser un criterio suficientemente distintivo de lo que puedan indicar cada uno de los anteriores términos, si bien ese continuo de complejidad puede ser operativo para analizar una situación o un ambiente dado, en sentido genérico, atendiendo a los objetivos de cada investigación.

Recientemente, Ten Berge y De Raad (1999) han realizado una distinción entre los conceptos situacionales en función de las perspectivas teóricas a las que pueden ser asignados:

- la ecológica, que enfatiza los elementos físicos del entorno;

- la conductual, que centra su atención en el valor estimular de la situación; y

- la psicológica-social, que atiende a los roles y los elementos simbólicos de los episodios sociales en que tiene lugar la conducta.

En cualquier caso, independientemente de la perspectiva bajo la cual se analice, lo que resulta evidente es que la introducción de un sistema de clasificación de las situaciones resulta necesario a la hora de abordar el estudio sistemático de su papel sobre la conducta diferencial. Por lo general se han diferenciado dos maneras de abordar el análisis de las situaciones: la elaboración apriorística de las taxonomías situacionales, y la caracterización de los contextos concretos donde acontece la conducta (Sánchez Cánovas y Sánchez López, 1994).

- Elaboración apriorística de las taxonomías situacionales: la primera estrategia citada, referida a la elaboración de taxonomías, puede considerarse una forma de proceder que es útil para alcanzar un análisis sistemático de las características objetivas que definen las situaciones y su influencia en la conducta. Sin embargo, la problemática que presenta esta estrategia es la notable falta de acuerdo, tanto en las clasificaciones propuestas, como en los criterios subyacentes a ellas (Belloch, 1989, Chorot, 1991). Actualmente, parece haber consenso sobre de la conveniencia de tener en cuenta, también, la percepción subjetiva de la situación por parte de cada persona. En este sentido, algunos autores defienden que lo realmente relevante, de cara a obtener una explicación de la conducta diferencial, es la posibilidad de establecer una relación funcional entre la percepción y la reacción ante la situación que presenta cada individuo. Justamente en esta línea se encuentra los planteamientos interaccionistas sobre la coherencia del comportamiento.

- Caracterización de los contextos concretos donde acontece la conducta: tales contextos

quedan referidos, en el sentido más amplio, al sistema ecológico en que está inmersa la persona y, de acuerdo con algunas formulaciones, hasta el propio observador de la misma. En este sentido, desde hace más de treinta años vienen surgiendo también planteamientos que, tratando de alcanzar una visión integradora del ambiente, proponen una cierta articulación de la faceta objetiva y la subjetiva de los mismos.

Una ejemplo notable es el trabajo de Rudof Moos quien, en 1974, inicia un trabajo encaminado a dimensionar los ambientes vitales basándose, tanto en variables objetivas de carácter físico y social, como en variables sujetivas relacionadas con la percepción de refuerzos de la conducta en la situación y con la percepción del “clima social”. El estudio del clima social pone de manifiesto que cada ambiente tiene una “personalidad” única y unos patrones subyacentes de dinámica ambiental que se pueden considerar semejantes a los que conforman el sistema personal de forma que, ambos sistemas en interacción, dan lugar a las diferencias individuales.

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PONER CUADRO 3.2. POR AQUÍ

EL ANÁLISIS DEL AMBIENTE PROPUESTO POR MOOS

Bajo el paradigma interaccionista, Moos propone un sistema de análisis del entorno que ayuda a entender cómo el individuo y el ambiente pueden interactuar. En su modelo, Moos establece que deben evaluarse los siguientes aspectos: 1. El Sistema Ambiental. Evaluación de los aspectos físicos y arquitectónicos del entorno. 2. Los grupos humanos. Evaluación de los perfiles o características del grupo humano que

interactúa con el entorno considerado. 3. Los factores organizacionales. Análisis del tipo de sistema u organización que está

manejando el entorno, considerándose variables tales como el tamaño del grupo, la innovación, el control, el compromiso, la claridad de los roles, etc.

4. El clima social. Según Moos, este es un factor muy relevante. Las dimensiones del clima social identificadas por Moos que deben ser evaluadas son las siguientes: las relaciones interpersonales, el crecimiento personal, y los sistemas que estabilizan y mantienen el clima social o que, por el contrario, promueven el cambio.

5. El sistema personal: por último Moos hace especial hincapié en la importancia del desarrollo cognitivo y las experiencias psico-sociales de las personas evaluando, básicamente, el grado de congruencia que el individuo presenta entre la percepción real de la situación, y la situación ideal en la que el desearía estar. Asimismo, dentro de las aproximaciones ecológico-sistémicas, es de destacar el interés que, desde hace décadas, vienen recibiendo los estudios transculturales en el estudio de la diversidad psicológica, interés que queda reflejado en el modelo que, desde los años ochenta, viene desarrollando Berry, centrado en el estudio de la influencia que la cultura ejerce sobre el desarrollo de los procesos psicológicos. Berry (1980), a partir de aportaciones teóricas clásicas y bajo una perspectiva sistémica que integra distintos entornos, determinó que las características relativamente estables y permanentes del hábitat, incluyendo las variables sociopolíticas, son las responsables de las adaptaciones culturales y biológicas generales de la praxis humana, así como de las reacciones conductuales o “costumbres” referidas a patrones complejos, elaborados y existentes desde hace tiempo en esa cultura. Fruto de estas argumentaciones, en 1994, el equipo de investigación de Berry propuso un modelo que enfatiza las transacciones de los organismos con los ambientes y que refleja la causación recíproca entre la diversidad de componentes implicados en la influencia de la cultura (Berry, Poortinga, Segall, y Dasen, 1994). En dicho modelo cobra especial relevancia, tanto la necesidad de considerar la diversidad cultural, como la de considerar la diversidad que presentan los grupos (de sexo o de clase social) inmersos dentro de una misma cultura, ya que el sistema de creencias y valores que pueden llevar asociados incide en el tipo de relaciones que se establecen.

6. Hacia una visión comprehensiva de las fuentes de variabilidad

Finalmente, este epígrafe quedaría incompleto de no ofrecer una reflexión acerca de la necesidad de obtener una perspectiva integrada en la que las variables biológicas, psicológicas y

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sociales conformen un marco común desde el cual abordar la complejidad de la conducta humana.

El modelo teórico que guía la Psicología Diferencial asume la perspectiva de la

complejidad en la descripción y explicación de la conducta humana, una perspectiva que implica una forma no determinista de entender la causalidad. Tal y como defiende Sánchez Cánovas (1993), la psicología de las diferencias individuales no es determinista, sino azarosa. Al hablar de genética o herencia, nos referimos a lo dado, no a una determinación. Es a partir de lo dado, que cada organismo llevará a cabo su peculiar historia de acomodaciones y acoplamientos biológicos, psicológicos y culturales, de transformaciones constantes del ambiente que le otorgarán su individualidad, su identidad, de forma que la diversidad se construye a través de esa relación que los organismos mantienen consigo mismos y con sus entornos. En este sentido Fernández (1996) añade que una de las características que definen la reflexividad del ser humano es su propositividad o intencionalidad comportamental, además de requerir una visión holística que supere a la totalidad de los componentes que la conforman, favoreciendo así una articulación de los procesos psicológicos, biológicos y socioculturales que conduce a organizaciones sistémicas más complejas.

En la medida en que la Psicología Diferencial ha ido mostrando su interés por el estudio

de los procesos psicológicos diferenciales que fundamentan la individualidad, tratando de relacionar el nivel de rasgos y competencias (de los que, tradicionalmente, la disciplina se ha ocupado) con el nivel orgánico, el de los procesos cognitivos y el social-contextual, se ha hecho necesario disponer de marcos teóricos con una complejidad análoga a la que tiene su objeto de estudio. La mayoría de estos intentos de integración toman como punto de partida, bien “la teoría general de los sistemas” de Bertalanffy (1968), bien la “teoría del procesamiento de la información”, dos marcos teóricos de diferente origen pero que coinciden en su generalidad y complejidad a la hora de abordar el estudio del comportamiento humano, y que han allanado el camino de cara a lograr una organización y dotar de coherencia a los datos procedentes de las diferentes investigaciones en la psicología de las diferencias individuales (Royce y Buss, 1976). Las distintas propuestas que han ido apareciendo consideran que la variabilidad del comportamiento es consecuencia de la existencia de sistemas abiertos en los que la interacción entre sus componentes (ej.biológicos, psicológicos y sociales) tiene un carácter de autoorganización adaptativo.

Otros acercamientos se han destinado, en los últimos años, a esclarecer la forma en que

interactúan los factores genéticos y ambientales a la hora de ejercer su influencia en las manifestaciones intelectuales. Un buen ejemplo son los trabajos de Ceci y colaboradores (Bronfenbrenner y Ceci, 1994; Ceci, 1996). Ceci plantea un modelo bioecológico de la inteligencia que enfatiza los múltiples potenciales cognitivos, junto al papel del contexto y el conocimiento, como bases de las diferencias individuales en el desempeño cognitivo. A su vez, la propuesta de Scarr (1996), apoyada en los tres tipos de relación genotipo-ambiente, pasivo, activo y reactivo, (ver tabla 3.1), ha puesto de relieve la noción de “construcción de un nicho”, dentro de una teoría evolutiva de la individualidad, lo que implica que a medida que maduran, los individuos buscan, construyen y crean entornos que corresponden a sus características personales heredadas, en los que desarrollar su personalidad, sus intereses y sus capacidades.

Insertar Tabla 3.1 por aquí

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4. Constructos relevantes en la investigación sobre diferencias individuales

Al margen de los comentarios realizados hasta el momento acerca de la naturaleza y objetivos del estudio de las diferencias individuales, podemos utilizar una estrategia adicional para aproximarnos a la identidad de la Psicología Diferencial como disciplina científica; se trata, en este caso, de delimitar los principales constructos sobre los que la Psicología de las diferencias individuales trabaja.

Un primer acercamiento al contenido de estudio en la materia proporciona quizá una visión un tanto caótica, dada la gran variedad temática que abarca y la creciente apertura de la psicología de las diferencias individuales a nuevas líneas de investigación en materias afines. Sin embargo, como ya apuntó Anastasi (1958), sería necesario organizar los tópicos tratados más frecuentemente si queremos dotar de sentido a los datos procedentes de las diferencias en la conducta de los individuos y de los grupos humanos.

A pesar de que el nacimiento de la psicología de las diferencias individuales como disciplina científica estuvo claramente vinculada al estudio de la inteligencia, el interés por los aspectos de la personalidad no se hizo esperar, es más, tradicionalmente, antes de su constitución como ciencia, habían sido numerosos los intentos de clasificar a los individuos en función de diversas características vinculadas al temperamento y al carácter. Una revisión de tales propuestas se encuentra en el primer capítulo de este manual. Sin embargo, avanzado ya el siglo XX se hizo evidente la necesidad de conjugar ambos aspectos con la pretensión de alcanzar mayor solidez en las predicciones realizadas desde la disciplina; así surgió el interés por el estudio de constructos relativos a los estilos cognitivos o la creatividad. Actualmente, proliferan las teorías integradoras en las que se prima la unicidad del individuo tratando de describir, predecir y explicar su comportamiento desde un marco amplio que incluye la sistematización tanto de variables cognitivas, como emocionales y motivacionales.

A continuación se presenta una somera descripción de las principales áreas que han sido objeto de estudio en la materia: la inteligencia, la personalidad y otros constructos de carácter integrador que contemplan el funcionamiento conjunto de las capacidades cognitivas y las dimensiones de personalidad.

a. Inteligencia

En lo que a la inteligencia se refiere, este enfoque cubre un campo amplísimo. Sin embargo, de acuerdo con Calvin (1999), nunca habrá acuerdo universal sobre una definición de la inteligencia porque es un vocablo abierto, lo mismo que la conciencia. Esto es evidente cuando se hace un repaso de las distintas concepciones existentes acerca de la naturaleza de la inteligencia y sus procesos. En todo caso, para centrar el tema podemos basarnos en la reciente declaración realizada por un amplio grupo de 56 expertos en la materia (R.B Cattell, Detterman, Gottfredson, Horn, Jensen, Loehlin, Lubinski, Plomin, Thompson y Vernon entre otros, publicada originalmente en 1994 en el Wall Street Journal, y posterioremente en la revista Intelligence en 1997). Entre la larga serie de conclusiones sobre las que volveremos más adelante en los capítulos relativos a la inteligencia, nos centraremos en la siguiente definición:

“La inteligencia es una capacidad mental muy general que, entre otras cosas, implica la aptitud para razonar, planificar, resolver problemas, pensar de modo abstracto, comprender ideas complejas, aprender con rapidez y aprender de la experiencia. No se puede considerar un

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mero conocimiento enciclopédico, una habilidad académica particular o una pericia para resolver tests. En cambio refleja una capacidad más amplia y profunda para comprender el ambiente –darse cuenta, dar sentido a las cosas o imaginar qué se debe hacer”.

Ahora bien, no todos los expertos en el estudio de la inteligencia comparten la totalidad de las premisas anteriores, especialmente en lo que a la existencia de una capacidad mental única, de carácter general, y sus ámbitos de acción se refiere. En la actualidad, autores de relevancia en este campo de estudio como Gardner (1999), Goleman (1996), Sternberg (1999) o Yem (1999), muestran su disconformidad ante la forma tradicional de concebir y evaluar la inteligencia, a la vez que proponen nuevas alternativas de abordar su estudio que veremos en los capítulos correspondientes.

PONER CUADRO 3.3. POR AQUÍ

LAS ACCIONES DE LA INTELIGENCIA

A partir de definiciones como las de Howard Gardner (1983, 1993) o Robert Sternberg (1988, 1997), podemos hablar de tres acciones fundamentales a las que la inteligencia se asocia:

1. Aprender. Esto incluye cualquier tipo de aprendizaje a partir de la combinación de la experiencia, la educación y el entrenamiento.

2. Plantear problemas: lo que implica ser capaz de reconocer cuáles son los problemas en una situación determinada y ser capaz de transformarlos y definirlos de forma clara.

3. Resolver problemas: lo que incluye la resolución de problemas, la ejecución de tareas y proyectos, etc.

Como ya se ha comentado, en un principio, cuando la disciplina estaba en sus albores, el objetivo fundamental era la clasificación de los sujetos en función de las puntuaciones alcanzadas en unas medidas que se consideraban reflejo de una inteligencia única. Con la consolidación de la Psicología Diferencial como ciencia, la meta se trasladó a la determinación de las principales propiedades o dimensiones, en este caso competencias cognitivas, que se deben considerar para describir de la manera más completa y adecuada posible la conducta inteligente que manifiestan las personas en las distintas situaciones. Este es, precisamente, el objetivo que trata de cumplir el enfoque estructural-factorial. Dichas dimensiones se corresponden con el estudio científico de los rasgos psicológicos (en este caso, rasgos intelectuales) que se definirían operativamente como factores derivados de la aplicación de los métodos factoriales. Posteriormente, el interés por la descripción cedió el paso al interés por los procesos; del estudio de los resultados se pasó al estudio de los medios empleados para conseguirlos, incorporando los conocimientos procedentes de la psicología cognitiva. Actualmente, además de esta pretensión de descubrir no solamente el qué y el cuánto, sino el cómo se producen las diferencias en la conducta inteligente, existe una mayor amplitud de miras a la hora de abordar el estudio de la inteligencia, siendo una tendencia destacable en las últimas décadas la incorporación a su estudio de variables tradicionalmente consideradas fuera del ámbito cognitivo, como pueden ser la motivación o la emoción.

Insertar Figs 3.6 por aquí

b. Personalidad

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Continuando el recorrido por los tópicos de investigación en las diferencias individuales, abordamos ahora otra área central de su estudio, la personalidad. Al igual que ocurre con el concepto de inteligencia, un problema a destacar en la investigación sobre personalidad es la ausencia de un consenso a la hora de definir tal constructo.

Siguiendo a Andrés Pueyo (1996), cabe señalar que, desde que en los años treinta psicólogos como Allport o Murray sentaron las bases de una parcela propia dentro de la psicología para el estudio de la personalidad, formulando inicialmente el concepto de rasgo psicológico, las teorías y las investigaciones que se han venido realizando en este ámbito de estudio han atravesado varias etapas. Durante los años cuarenta y cincuenta proliferaron las grandes teorías factorialistas y dio comienzo un acercamiento sociológico al fenómeno de la personalidad. Los años posteriores se caracterizaron por el gran desarrollo de los tests de personalidad y una desintegración en la investigación que sustituye el tópico complejo de la personalidad por el estudio de aspectos parciales de la misma. Durante los años sesenta también se inicia el movimiento de crítica al concepto de rasgo que es atacado, como ya hemos desarrollado, bajo la perspectiva situacionista. Este debate entre los modelos de rasgos y los situacionistas obtiene respuesta durante los años setenta y ochenta, a través del enfoque interaccionista, que superará la controversia entre los polos ambientalista y personalista. Finalmente, en la última década del siglo pasado encontramos una revitalización del estudio de las diferencias individuales en personalidad basadas en el concepto de rasgo, que continúa considerándose la unidad más relevante, tanto a la hora de conformar la estructura de la personalidad, como para la evaluación de la misma. Sin embargo, la noción de rasgo ha sufrido algunos cambios gracias a la integración de los conocimientos provenientes de otras áreas y enfoques.

A pesar de que tales explicaciones puedan adquirir distintos matices según la perspectiva

desde la cual se aborde el estudio de la personalidad (teorías psicodinámicas, fenomenológicas, teorías de los rasgos, teorías situacionistas e interaccionistas), desde el enfoque diferencialista, que se ha acogido al modelo de rasgos, se ha justificado la idea de que la personalidad es un sistema de dimensiones organizadas (p. ej. Guilford, 1959, considera la personalidad individual como un patrón único de rasgos cuya evaluación cuantitativa de carácter normativo permite establecer las diferencias existentes entre las personas. Estas dimensiones se han venido identificando a través de la técnica de Análisis Factorial, partiendo de dos premisas (Tous, 1995):

- para obtener una definición de personalidad se hace necesario considerar las diferencias individuales (para conocer a una persona hay que compararla con las demás); y

- estas diferencias deben cumplir con el requisito de continuidad y homogeneidad de las

diferencias intraindividuales a lo largo del tiempo y de las diferentes situaciones

Como señala Pervin (1993), las definiciones de personalidad se centran, bien en las diferencias individuales, bien en la organización de los componentes en un sistema, o en ambas cosas a la vez. En palabras de Pervin y John (1997) “la personalidad representa aquellas características de la persona que dan cuenta de sus patrones consistentes de sentir, pensar y actuar” (pág.4), a esto habría que añadir que estos patrones característicos del individuo cumplen la función de adaptación del individuo al medio (Allport, 1937; Mischel, 1979) y, por tanto, muestran su forma habitual de afrontar las situaciones a lo largo de la vida. En cualquier caso, para los psicólogos, la personalidad ha de servir para explicar y predecir la conducta individual, y en este sentido, se considera a la persona como una manifestación concreta de las posibles combinaciones de los rasgos de personalidad, y su estudio no debería abarcar únicamente

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dimensiones descriptivas, sino que también debería explicar las causas de la conducta (Tous, 1995).

A nuestro juicio, más allá de las definiciones de la personalidad calificadas de ómnibus,

basadas en agregados de rasgos, así como en la suma de todo lo que del pasado, presente y futuro de una persona puede recogerse, una de las definiciones de la personalidad que, a pesar del tiempo transcurrido, presenta una notable vigencia gracias a su talante sistémico, holístico y dinámico, es la de G.W. Allport (1936) para quien la personalidad es:

“La organización dinámica intraindividual de aquellos sistemas que determinan su ajuste

único a su ambiente” (p. 48). Bajo esta concepción, la relevancia, no sólo de las estructuras, sino del funcionamiento del ser

humano entendido como la interrelación de una serie de sistemas relevantes, está enfocada a un fin fundamental, la adaptación al ambiente personal, generando, así, lo único de cada individuo.

H.J.Eysenck amplió las definiciones de Allport y Murray elaborando una definición más

detallada; así, la personalidad para Eysenck sería la suma total de los patrones de comportamiento del organismo, manifiestos o potenciales, determinados por la herencia y el ambiente, que se origina y desarrolla a través de la interacción funcional de 4 sectores fundamentales en los que los patrones comportamentales se organizan:

a. El sector cognitivo, o inteligencia. b. El sector conativo, volitivo, o carácter. c. El sector afectivo, o temperamento. d. El sector somático, o constitución.

Por tanto, y de acuerdo con Eysenck, bajo la concepción de personalidad, de carácter más

general y comprehensivo, se recogen tradicionalmente otros aspectos más específicos que incluyen la inteligencia (si bien este apartado se ha investigado, tradicionalmente, como un constructo separado de la personalidad), así como el temperamento, el carácter de las personas, o su constitución.

PONER CUADRO 3.4. POR AQUÍ

El TEMPERAMENTO

El concepto de temperamento tiene su origen en las tipologías hipocráticas. Rothbart y Aradi (1994) definen el temperamento como "aquellas diferencias individuales de carácter constitucional que se manifiestan en los procesos de reactividad fisiológica y auto-regulación, estando influidas, a lo largo del tiempo, por la herencia, la maduración y la experiencia”(pág. 55). La reactividad hace referencia a la activación de los sistemas fisiológico y conductual, y la auto-regulación es el mecanismo responsable de modular dicha reactividad a través de procesos tales como la atención selectiva, el procesamiento de las señales de recompensa y castigo, o la aproximación o inhibición existente ante los estímulos novedosos.

El temperamento hace referencia, por tanto, a aquella dimensiones de la personalidad que tienen un origen genético y una base biológica. Por esta razón, las diferencias individuales en el temperamento se explican básicamente bajo la perspectiva del desarrollo temporal y suelen

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mostrar una aparición temprana, por lo que existe una larga tradición en la investigación relativa al temperamento infantil. Estando sujeto, por tanto, a procesos tales como la maduración y la experiencia, el temperamento representa el estilo constitucional de comportamiento que muestra cada individuo con cierta constancia en el curso del tiempo y de las circunstancias, incluyendo dimensiones relativas a las formas o estilos de las manifestaciones comportamentales más que al contenido o propósito de la conducta, y estando muy vinculado a la esfera de las emociones. En este sentido, la personalidad es entendida como un elemento organizador y coordinador de la expresión del temperamento, dándole contenido y propósito. En la investigación sobre el temperamento, tanto las teorías del temperamento adulto e infantil, como las investigaciones desarrolladas entre los investigadores americanos y la gran tradición existente en la Europa del Este, han mostrado por lo general una gran desconexión e incomunicación entre sí. Sin embargo, se han llevado a cabo algunos intentos de establecer vías de intercambio de conocimiento a través de congresos y de la publicación de volúmenes que incluyen las aportaciones de los principales investigadores pertenecientes, tanto a los estudios del temperamento infantil y adulto, como a la tradición americana y del Este de Europa. (Bates & Wachs 1994; Strelau & Angleitner 1991).

Insertar 3.7. por aquí

PONER CUADRO 3.5. POR AQUÍ

EL CARÁCTER Como el temperamento, la noción de carácter tiene una larga tradición (recordemos la obra sobre los caracteres de Teofrasto), si bien la utilización del término se ha ido restringiendo con el tiempo. En la actualidad, el carácter representa, en términos generales, aquel conjunto de costumbres, sentimientos e ideales, o valores, que hacen relativamente estables y predecibles las reacciones de un individuo. A juicio de Pritchard (1998), el carácter supone un complejo conjunto de cualidades personales relativamente estables que comportan, generalmente, una connotación positiva en términos de educación moral, responsabilidad, voluntad y disciplina para realizar las metas del individuo. El carácter debe distinguirse de los valores, en la medida en que estos últimos responden a orientaciones o disposiciones que incluyen componentes cognitivos y afectivos, mientras que el carácter implica, además, llevar a cabo acciones en las que el conocimiento y los valores que la persona tiene se activan incluyendo, por tanto, no sólo cognición y emoción, sino además componentes motivacionales y comportamentales. Los valores podrían entenderse, en este sentido, como uno de los pilares del carácter (Huitt, 2000). A diferencia del temperamento, la concepción actual del carácter está en función de los valores de cada sociedad, su sistema educativo y cómo aquellos son transmitidos. En este sentido, ya Allport señalaba, en 1927, que el estudio del carácter comporta ciertas dificultades, en tanto que los valores y la ética de cada sociedad y momento histórico pueden ir variando, así como los estándares requeridos en distintos contextos, con lo que establecer dimensiones universales es complejo. Campbell y Bond (1982) proponen que el desarrollo del carácter estaría, en el momento actual, en función de los siguientes aspectos:

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- La herencia - Las experiencias tempranas de la infancia - El modelamiento a cargo de adultos o personas jóvenes importantes - La influencia de los compañeros - El ambiente físico y social - Los medios de comunicación - Las enseñanza en la escuela y otras instituciones - Las situaciones específicas y los roles que eliciten el comportamiento correspondiente Si bien el estudio científico del carácter no ha sido muy prolífico, recientemente, en paralelo al desarrollo propuesto por Martín Seligman de una nueva rama de la Psicología denominada la Psicología Positiva, el estudio de lo que se denominan potenciales y recursos del hombre está renovándose. Una muestra de ello es la extensa y ambiciosa investigación transcultural “Los valores en acción” (VIA) desarrollada por autores como el propio Martín Seligman (ampliamente conocido en la Psicología experimental por ser el padre del modelo de la Indefensión Aprendida y, posteriormente, del Optimismo aprendido), o Ch.Peterson, investigador en el área del Pesimismo y Optimismo, entre otros. En esta investigación se plantea la existencia de un total de 24 recursos potenciales positivos del carácter humano, como el amor, la compasión, la sabiduría, el valor, etc.(Peterson & Seligman, 2001) c. Constructos integradores

Bajo las recientes perspectivas de carácter sistémico y holístico que las ciencias, en general, están desarrollando (recuérdense los planteamientos de la Teoría General de Sistemas de Bertlanffy desarrollados en el capítulo previo), y la psicología de las diferencias individuales, en particular, este manual presentará algunos modelos que están trabajando en esa dirección, como es el caso del campo de integración entre las capacidades intelectuales y la personalidad.

La necesidad de considerar las relaciones entre factores cognitivos y no cognitivos (sobre

todo de cara a mejorar la evaluación y la aplicación de los resultados en los estudios de diferencias individuales), requiere para su estudio la combinación entre varios atributos personales como son las habilidades, los intereses, las preferencias y la personalidad, en constelaciones particulares que mejoren la predicción y la explicación del comportamiento en situaciones concretas (Hough, 1998).

Esta tendencia a integrar aspectos de la personalidad y la inteligencia, que antes se concebían de forma separada, hunde sus raíces hacia la mitad del siglo XX, cuando algunos psicólogos comenzaron a interesarse por conocer la influencia que podían ejercer las emociones y el temperamento sobre las operaciones intelectuales que el sujeto realizaba (Klein y Schlesinger, 1949), a la vez que otros centraron su atención en el estudio de las diferencias individuales en la forma de utilizar la información disponible que guardaban, además, relación con la personalidad (Witkin y Asch, 1948). Dado que no existían conceptos psicológicos que pudieran dar cuenta de esta integración de campos, con el afán de servir a tal propósito nacieron los términos de estilos y controles cognitivos. Bajo esta orientación, el objetivo era explicar las diferencias individuales en la forma de percibir, atender, recordar y pensar que, repetidamente, se hacían manifiestas en los estudios llevados a cabo.

Insertar Fig. 3.8. por aquí

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De acuerdo con Quiroga (1999) las características que pueden servir para definir los

estilos cognitivos que, como su nombre indica, son variables estilísticas del comportamiento, son las siguientes: 1) no son directamente observables; 2) dan cuentan de las diferencias en la forma de la actividad mental, sin aludir al contenido de la misma; 3) integran aspectos cognitivos y no cognitivos; 4) subyacen a diversas funciones psicológicas y distintas situaciones; 5) son fruto de la integración de la investigación experimental y diferencial; y 6) contribuyen de forma sustancial a la predicción de la adaptación y el rendimiento.

Por otra parte, los psicólogos interesados en el estudio de la creatividad también

encontraron un lugar para la ubicación de la misma a medio camino entre la inteligencia y la personalidad (Cattell y Devdahl, 1955; Eysenck, 1995; Guilford, 1963; Sternberg, 1993).

Al igual que sucede con los constructos tratados en las líneas anteriores, el principal problema que rodea al fenómeno psicológico de la creatividad es la dificultad que presenta a la hora de ser definido de una forma consensuada. Psicólogos y educadores se muestran de acuerdo al considerar que tal característica es una alternativa que da cuenta de formas del rendimiento humano que no encuentran fácil justificación en el marco clásico de la inteligencia, precisamente por el hecho de ser un fenómeno que abarca múltiples facetas lo convierte en un término escurridizo que necesita una definición científica suficientemente aceptable para poder avanzar en su estudio. Uno de los intentos más logrados en este sentido procede de Vernon (1989), quien considera que, a pesar de la existencia de diferentes aproximaciones conceptuales al fenómeno de la creatividad, es posible encontrar un consenso en diferentes aspectos manifiestos en la siguiente definición: “La creatividad es la capacidad de la persona para producir nuevas y originales ideas, descubrimientos, reestructuraciones, invenciones u objetos artísticos, los cuales son aceptados por los expertos como elementos valiosos en el terreno de las ciencias, la tecnología o el arte. Tanto la originalidad como la utilidad o valor, son propiedades del producto creativo a pesar de que estas propiedades puedan variar con el paso del tiempo” (Vernon, 1989; citado en Andrés Pueyo, 1996).

Los psicólogos considerados expertos en el estudio de la creatividad se han interesado, tanto por dilucidar el proceso que lleva al individuo a generar una producción creativa, como en proporcionar la descripción de un individuo creativo, tanto por sus características intelectuales como de personalidad. Tales cuestiones han sido abordadas en las propuestas teóricas realizadas por autores tan relevantes como Guilford (1963), Sternberg (1993) o Eysenck (1995). Finalmente, nuevos constructos de carácter integrador están surgiendo recientemente que son de indudable interés. Esta tendencia a recoger, tanto teórica como empíricamente, un número cada vez mayor de parámetros de forma integrada, tiene la finalidad de recuperar la unificación de su objeto de estudio, ya que el estudio de la persona implica la consideración conjunta de aquellas variables cognitivas, afectivas y motivacionales que regulan los procesos psicológicos subyacentes al comportamiento humano (Baumeister y Tice, 1996, Carver, 1996; Epstein, 1996; Funder, 1996; Goleman, 1996; Pervin, 1996b).

Como ha señalado Lubinski (2000), de cara a comprender y predecir las conductas socialmente relevantes (p.ej., el desempeño laboral, la delincuencia, los comportamientos de riesgo...) resultan más eficaces los enfoques multifacéticos y holísticos que incluyan la combinación de aspectos referidos a habilidades, intereses, preferencias y de personalidad. Es por ello que, tal y como predijeron Sternberg y Ruzgis en 1994, en los dos últimos años gran parte de las investigaciones publicadas en torno a la Psicología Diferencial versan sobre

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cuestiones relativas a los estilos de pensamiento, la inteligencia social y la inteligencia emocional, constructos en los que se involucra tanto la personalidad como la inteligencia.

Insertar Fig. 3.9. por aquí

5.- Unidades fundamentales de análisis

Ya se ha dicho que toda ciencia trabaja con unidades elementales, de carácter fundamental. A continuación nos referiremos, de forma más detallada, al tipo de unidades con las que la disciplina trabaja bajo las dos vertientes, la estructural y la procesual.

5.1. Unidades disposicionales: El rasgo

Al igual que en otras disciplinas científicas, a la hora de describir para poder predecir y explicar con posterioridad las diferencias existentes necesitamos una “unidad de medida” que nos permita estimar en qué y cuánto difieren las personas entres sí. Así, si en Química, por ejemplo, los elementos representan las unidades básicas de formación, en la Psicología de las diferencias individuales esta unidad es el rasgo.

El rasgo es un constructo hipotético de carácter latente (no podemos observarlo sino

inferirlo a partir de los comportamientos que lo definen). El rasgo, así entendido, representa la organización de todo el conjunto de conductas observables en unidades significativas que permiten describir a las personas de forma parsimoniosa y significativa.

El rasgo es, por tanto, la unidad fundamental de análisis que permite distinguir a los

individuos entre sí desde una perspectiva descriptiva y estructural. Cada rasgo caracteriza, de forma consistente y estable, el comportamiento de los individuos en diferentes áreas psicológicamente relevantes (la personalidad, la inteligencia, etc.).

Recogiendo la síntesis conceptual de Sánchez-Elvira (1996) a partir de las aportaciones y reflexiones, tanto de los autores de algunos de los principales modelos de rasgos (Allport, 1937; Cattell, 1950; Guilford, 1959; Eysenck y Eysenck, 1985; McCrae y Costa, 1990), como de revisiones previas (Amelang y Bartussek, 1981; Bermúdez, 1985b; Brody, 1988; Buss 1989; Hampson, 1982; Krahe, 1992; Mischel, 1968, 1976; Stagner y Ross, 1984), podemos resumir en varios puntos fundamentales cuáles son las características definitorias de los rasgos: 1. Carácter subyacente: los rasgos no son entidades directamente observables, sino que son

inferidos a través de la observación de "indicadores comportamentales" de diversa índole representativos del rasgo definido. Así, no podemos observar el rasgo de la “extraversión”, inferimos su existencia a través de la observación sistemática de una serie de comportamientos relacionados que sí podemos observar, tales como ser charlatán o sociable. Es por esta razón que, tanto el estudio de rasgos de personalidad, como el de inteligencia, han estado tradicionalmente más focalizados en el análisis de los productos de la conducta que en el de sus procesos.

2. Carácter disposicional: los rasgos no se encuentran temporalmente activos en todo

momento, por lo que deben ser entendidos como disposiciones o tendencias latentes en el individuo. Su actualización estará, entre otras cosas, en función de la relevancia y congruencia de la situación para el rasgo en cuestión, si bien es cierto que las características

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situacionales no han sido objeto directo de estudio de las teorías de rasgo clásicas. Por ejemplo, una persona con puntuaciones elevadas en ansiedad no está permanentemente ansioso; su ansiedad se activa, especialmente, en aquellas situaciones que la elicitan; así, si su ansiedad es de carácter social, esta se manifestará cuando la persona esté en una reunión y tenga que exponer sus ideas. En suma, el rasgo representa tendencias y no determinantes.

Esta conceptualización difiere de aquella consideración del rasgo entendido como una mera etiqueta que resume, de forma concisa, una suma de indicadores conductuales similares, o tendencias sumarias. Bajo esta perspectiva, el rasgo es concebido en función del número de veces que una serie de conductas representativas se producen. Sin embargo, interpretar la no ocurrencia o la baja frecuencia de un comportamiento dado como ausencia del rasgo en cuestión excluye la consideración de que puedan existir circunstancias o situaciones no propicias para la manifestación del mismo (ya sea por su irrelevancia para el rasgo o por ser excesivamente restrictivas), sin que ello suponga que dicho rasgo no constituya una característica general del individuo descrito.

3. Carácter General: un rasgo se manifiesta a partir de un amplio abanico de conductas que

son consideradas indicadores representativos del mismo; en consecuencia, el grado de generalidad del rasgo en el individuo estará en función del número de indicadores conductuales que le representan. Esto nos conduce a establecer un rango jerárquico entre los propios rasgos, dado que, por ejemplo, si hablamos de inteligencia general, g, estamos ante un nivel de generalidad muy amplio, que abarca todas las capacidades, mientras que si hablamos de capacidad verbal, estamos hablando de un rango de generalidad menor, vinculado a aspectos específicos relativos al manejo del lenguaje, en este caso.

4. Regularidad de los indicadores comportamentales: la regularidad de la manifestación del

rasgo se establece en función de dos parámetros fundamentales, su estabilidad temporal y su consistencia transituacional, lo que permite establecer la relevancia del mismo:

a) Estabilidad Temporal: un rasgo debe presentar una clara continuidad en el tiempo

(al menos en períodos temporales relativamente prolongados), lo que no invalida que pueda experimentar modificaciones en el transcurso de la vida.

b) Consistencia Transituacional: para que un rasgo sea considerado digno de estudio,

su manifestación no puede circunscribirse a una única situación, los indicadores comportamentales del rasgo deben manifestarse en distinto tipo de situaciones, si bien queda entendido que la consistencia postulada será, en todo caso, relativa y no de carácter absoluto; es decir, no debe inferirse que las personas exhiben necesariamente el rasgo con la misma intensidad en cualquier tipo de situación, sino que el rango que ocupan en la distribución del mismo, con respecto a otros individuos, se mantiene estable.

5. Carácter dimensional: los rasgos se operativizan en dimensiones cuantitativas, lo

cual permite un ordenamiento de los individuos a lo largo de las mismas. Dicho ordenamiento viene dado por el grado de aplicabilidad de los indicadores comportamentales del rasgo a cada sujeto; es decir, en qué medida un comportamiento dado es representativo del individuo considerado. Por tanto, a mayor número de indicadores, mayor puntuación en el rasgo. Esta concepción dimensional permite establecer comparaciones y, por tanto, determinar las diferencias individuales existentes, derivándose de la misma las siguientes predicciones:

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- a mayor puntuación en un rasgo

a. mayor probabilidad de ocurrencia de que se manifiesten las conductas hacia las

que el rasgo predispone. b. mayor frecuencia con la que dichas conductas podrán ser observadas. c. mayor intensidad de la respuesta en situaciones relevantes para el rasgo en

cuestión. 6. La naturaleza y origen de los rasgos. El estudio de estas cuestiones ha sido origen de

grandes polémicas. En estricta referencia al entendimiento de los modelos clásicos, algunos autores otorgan a los rasgos un estatus de entidad biofísica (Allport, 1937) que presenta un origen genético y claros correlatos fisiológicos (Eysenck, 1967). Otros autores, por lo general, hacen referencia a que su naturaleza es meramente categorial e inferencial y los califican de constructos o abstracciones hipotéticas, de carácter conceptual, que los seres humanos elaboran; así entendidos, estos constructos permiten describir y comunicar de forma parsimoniosa acerca de los patrones comportamentales que caracterizan, tanto a los demás, como a uno mismo.

7. La evaluación de los rasgos a partir de indicadores conductuales representativos se ha

centrado, tradicionalmente, en el uso de autoinformes y/o cuestionarios a cumplimentar por el propio individuo y/o por las personas allegadas a la persona a evaluar, respectivamente. No obstante, los datos provenientes de las observaciones de la conducta, o las pruebas objetivas de laboratorio, son también importantes en la determinación del rasgo y el análisis de su validez externa.

8. Metodología básica: a la elaboración de taxonomías de rasgos con el objetivo de establecer

modelos estructurales que sean parsimoniosos, contribuye de forma decisiva la utilización de una metodología correlacional de carácter multivariado, siendo de especial importancia la aplicación del análisis factorial; éste ultimo permite estimar las posibles dimensiones o "unidades básicas" de la personalidad al nivel de generalidad propuesto por el investigador.

9. Carácter estructural y jerárquico de la organización de los rasgos: el estudio de la

relación que los rasgos manifiestan entre sí ha impulsado la elaboración de modelos estructurales de organización, tanto de la personalidad, como de la inteligencia, habitualmente de tipo jerárquico. Estos modelos se caracterizan por presentar diferentes niveles de abstracción o generalidad en función de su grado de proximidad a la manifestación puntual y específica de la conducta, así como de su grado de inclusividad. Siguiendo la propuesta de Eysenck (1947), la estructura de la personalidad podría ordenarse en cuatro niveles jerárquicos:

1. Nivel de ocurrencia de actos o cogniciones individuales o singulares de carácter

específico. 2. Nivel de actos o cogniciones habituales. 3. Nivel de rasgos, o factores primarios definidos en términos de intercorrelaciones

significativas entre conductas habituales. 4. Nivel de tipos, o factores de orden superior, o de segundo orden, derivados de las

intercorrelaciones existentes entre los rasgos, o factores de primer orden.

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Insertar Tabla 3.2. por aquí

Cabe señalar que, a diferencia de las estructuras propuestas en el estudio de la Inteligencia, en la Personalidad no se hace referencia a un factor único, o dimensión última de carácter global, que pueda denominarse "personalidad".

10. Por último, los rasgos únicamente permiten describir a las personas y a las diferencias entre

las mismas, así como realizar predicciones de la conducta; por tanto, carecen de valor explicativo causal por sí mismos mientras no se elabore un modelo explicativo relativo al por qué y al cómo de su funcionamiento. Este modelo estaría fundamentado en los procesos psicológicos y biológicos subyacentes a la manifestación puntual de la conducta en una situación determinada. Con esta reserva se evita la ya clásica "circularidad" atribuida a este tipo de constructos (ej. "esta persona se expresa de forma hostil porque es agresiva... y es agresiva porque se expresa de forma hostil"). En este sentido, H.J.Eysenck ha reiterado, en múltiples ocasiones, que una teoría de las diferencias individuales debe estar comprometida con la búsqueda última de explicaciones causales y, por tanto, sujeta a predicciones y pruebas experimentales (Eysenck, 1983, 1985b, 1992a).

Insertar Tabla 3.3. por aquí

PONER CUADRO 3.6. POR AQUÍ

EL CONCEPTO DE “EQUIVALENCIA FUNCIONAL”

Insertar Fig. 3.10 por aquí al lado de Allport

G.W.Allport (1937) define el rasgo como un "sistema neuropsíquico generalizado y focalizado (peculiar al individuo), con la capacidad de transformar muchos estímulos en funcionalmente equivalentes, e iniciar y guiar formas consistentes -equivalentes- de conducta adaptativa y expresiva" (pág.295). Curiosamente, en esta concepción clásica Allport está muy cercano a la concepción moderna de coherencia en lo relativo a la "equivalencia funcional" tanto de estímulos como de respuestas. Esta equivalencia implica: 1.- La noción de equiparación significativa de conductas, que no de igualdad o

correspondencia estricta del comportamiento, como explicación a las regularidades observadas, tanto de situación a situación, como a lo largo del tiempo. Así, la regularidad del comportamiento no implica la puesta en marcha de comportamientos idénticos, lo que supondría una rigidez desadaptativa, sino de comportamientos equivalentes para el sujeto con respecto, tanto a la forma de interpretar los estímulos, como a las respuestas que puede poner en marcha ante los mismos.

2.- El papel activo e idiosincrásico del individuo, tanto en la interpretación estimular, como

en la equiparación del valor funcional de sus conductas en respuesta al medio. 3.- La necesidad de desentrañar, por tanto, cuáles son los códigos por los cuales el individuo

establece sus equivalencias funcionales, a fin de poder interpretar y explicar su conducta manifiesta.

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4.- La necesaria flexibilidad de la conducta humana para un correcto ajuste o adaptación a su entorno; flexibilidad que el individuo persigue de forma intencional: "...Para servir como un "modus viven di" satisfactorio, un rasgo debe caracterizarse por su plasticidad, o perderá su utilidad" (Allport, 1937, pág.322; cf.Pervin, 1990).

El rasgo adopta nombres y connotaciones diferentes cuando nos referimos a los distintos

constructos con los que la Psicología de las diferencias individuales trabaja. En el área de la personalidad el rasgo mantiene su nomenclatura, si bien podemos referirnos

también al Tipo. El concepto actual de tipo dista bastante de los tipos tradicionales, basados en las tipologías griegas de carácter excluyente (un individuo pertenecerá a un solo tipo); bajo las concepciones de las teorías modernas los tipos son considerados los rasgos o dimensiones de mayor nivel de generalidad en la jerarquía, y las personas obtienen una puntuación en todos los tipos posibles, si bien presentarán una mayor preponderancia de características asociadas a uno de ellos.

Cuando nos referimos al ámbito de la inteligencia, el rasgo adquiere otras nominaciones. Las definiciones de inteligencia suelen incluir conceptos como la aptitud general para aprender y resolver problemas. No obstante, cuando además hablamos de factores específicos debemos diferenciar los términos aptitud y capacidad del concepto de habilidad, tanto en el campo de la cognición humana, en general, como en lo que se refiere a las distintas capacidades y habilidades que el ser humano puede presentar y desarrollar.

Veamos, a continuación, en qué se diferencian básicamente estos conceptos.

- Aptitud

Una aptitud es una capacidad, o habilidad potencial, para la realización de tareas u otros actos que no han sido aprendidos y, por tanto, se manifiesta especialmente en el afrontamiento de situaciones novedosas. Este tipo de constructo hace referencia a disposiciones potenciales, de carácter fundamentalmente genético, que pueden llegar a desarrollarse, o no, en función del uso que se haga de las mismas. Pongamos como ejemplo el caso de un individuo con un potencial innato claro para convertirse en un buen atleta. No obstante, dicha capacidad innata no se manifestará si no se dan las condiciones oportunas para desarrollarla.

- Habilidad A diferencia de los conceptos de capacidad y aptitud, una habilidad específica responde a la pericia desarrollada en un área determinada en el curso del entrenamiento y de la experiencia (Gregory, 1995). Por tanto, implica la adaptación a las demandas de la tarea según las capacidades del individuo, así como seguir un método de entrenamiento o “estrategia de actuación”.

Las estrategias empleadas no son simples respuestas ante los estímulos, sino cadenas o programas de actuación que se anticipan desde una situación concreta y que persiguen un objetivo futuro, o resultado final, satisfactorio en el que la tarea se controla o domina. Algunas estrategias serán más efectivas que otras a la hora de progresar invirtiendo menos esfuerzo o tiempo para obtener los mismos resultados; por esta razón, la habilidad también consiste en saber elegir y llevar a cabo aquellas estrategias que son más eficientes.

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PONER CUADRO 3.7. POR AQUÍ

EL DESARROLLO DE LAS HABILIDADES A PARTIR DE LA PRÁCTICA Evidentemente, el desarrollo de las habilidades conlleva la práctica a partir del adiestramiento de las estrategias empleadas. A este respecto podemos señalar 4 puntos: 1. Para mejorar con la práctica se requiere recibir algún tipo de conocimiento sobre los

resultados obtenidos, o retroalimentación. De esta manera se irá consolidando un aprendizaje en el que un adecuado equilibrio entre la automatización del proceso y la flexibilidad ante los cambios es necesario.

2. Durante el entrenamiento las estrategias pueden generalizarse a otras tareas, aprendiéndose

más fácilmente las tareas subsiguientes, si bien es necesario seguir un orden adecuado de aprendizaje (ej. el aprendizaje de un segundo idioma se ve facilitado).

3. La mejora con la práctica es típicamente rápida al inicio, volviéndose más gradual o

continuada durante largos períodos de tiempo. 4. Desarrollada la habilidad, esta se conserva durante períodos bastante amplios. Puede

disminuir con la falta de continuidad, pero se recupera más relativamente rápido.

Insertar Fig. 3.11 por aquí 6.2. Unidades procesuales

En la fase explicativa del estudio de las diferencias individuales, no sólo las unidades estructurales serán objeto de estudio, sino también los procesos o mecanismos funcionales que son responsables del comportamiento diferencial del individuo. Mischel y Shoda (1998) estiman que, en esta fase, dos son las cuestiones a las que hay que dar respuesta: 1) ¿Cuál es la naturaleza de aquellas invarianzas básicas que constituyen el centro

fundamental de la personalidad de los individuos?. 2) ¿Cuáles son los procesos psicológicos y la dinámica intra-individual que median entre

dichas dimensiones que no varían y su manifestación y expresión externas?.

En el caso de la disciplina que nos ocupa, lo que interesa es analizar cómo las diferencias existentes en los procesos o estrategias habitualmente empleados por las personas originan las diferencias observables en el comportamiento. Dando respuesta a estas cuestiones se podrá abordar el estudio de las disposiciones personales comprendiendo la forma en que los individuos interactúan con las situaciones e identificando la dinámica de los procesos intraindividuales subyacentes a estas interacciones (Mischel y Shoda, op.cit.).¿Cuáles serán las unidades de análisis bajo una perspectiva procesual?:

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1) En la relación del individuo con su mundo externo, y bajo el paradigma interaccionista, la

unidad fundamental será la interacción persona x situación. 2) En el nivel interno del individuo haremos referencia a procesos cognitivos, emocionales,

motivacionales, así como a las distintas estrategias que las personas pueden poner en marcha a la hora de afrontar una situación concreta.

Si nos centramos en las áreas concretas de investigación en diferencias individuales, en el

campo de la inteligencia analizaremos los procesos cognitivos, tanto simples como complejos, que conducen a un determinado rendimiento intelectual, entendiendo por proceso la unidad elemental del funcionamiento mental que puede agregarse a otras para dar lugar a una unidad de orden superior. Procesos mentales tales como la percepción, la memoria, o la forma en que el individuo adquiere la información, ejecuta planes y resuelve problemas, serán unidades de análisis, tal y como veremos en el capítulo 7.

En el área de la personalidad, el estudio de las diferencias individuales no sólo contemplará las dimensiones o rasgos de carácter global, amplio y no contextualizado, en interacción con las situaciones, sino que abordará además:

1) el tipo de situaciones en las que cada disposición es más susceptible de manifestarse o ser elicitada.

2) el análisis de unidades menos generales, de nivel medio, como las expectativas, metas,

atribuciones, etc. que presentan los individuos, más vinculadas al contexto específico en donde la conducta se produce.

Bajo este enfoque, la permanencia (consistencia y estabilidad) de las características personales se evaluará atendiendo a los siguientes índices:

1) patrones significativos y regularidades observables en las transacciones de la persona con el ambiente (Coyne y Gottlieb,1996).

2) Evaluación, más que de consistencia, de probabilidades y frecuencia de cambio del

comportamiento en respuesta a claves situacionales particulares (Revelle, 1995).

3) Formas particulares de organización intra-individual de las distintas dimensiones o unidades fundamentales (ej. cogniciones y afectos) responsables del modo en que estas se activan ante diferentes situaciones y a lo largo del tiempo (Mischel y Shoda, 1995). Estas organizaciones serán las responsables últimas de la estructura estable de la personalidad y del carácter único de cada individuo, guiando y estableciendo las pautas crónicas de accesibilidad y activación de pensamientos, sentimientos y acciones determinados en una situación dada.

Insertar tabla 3.4. por aquí

6. Delimitaciones y nexos interdisciplinarios

Especificar las fronteras que una disciplina mantiene con otras áreas o especialidades científicas puede considerarse de ayuda a la hora de identificar y delimitar su propio campo. Sin

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embargo, en nuestro caso conviene matizar que, con la utilización del término “frontera” apelaremos a un espacio de intercambio y comunicación de aportaciones (a veces incluso de solapamiento) con otras regiones limítrofes del saber. Sería imposible aislar la Psicología Diferencial como un ámbito de estudio estrictamente separado de otras materias dado que, para conseguir sus objetivos, debe mantener relaciones con muchos otros campos ubicados dentro y fuera de la psicología. Tal como afirma Reuchlin (1969, p.7) “las dificultades relativas al análisis y explicación de las diferencias de comportamiento [...] conducen a la utilización conjunta de innumerables observaciones a las que nuestras tradiciones universitarias calificarían de pluridisciplinarias”. En general, el estudio de una realidad que se caracteriza por su complejidad, como es el ser humano y las diferencias individuales y grupales que presenta, requiere el concurso de varias disciplinas y enfoques. El análisis interdisciplinario que se expone a continuación se orienta a dilucidar, en primer lugar, las relaciones que mantiene la Psicología Diferencial con la Psicología general por un lado, y por otro con la Psicología de la Personalidad, dado que su oposición, o por el contrario, su solapamiento y proximidad, respectivamente, han supuesto un desafío para la identidad autónoma de este campo del saber. En segundo lugar, se analizarán las relaciones entre la Psicología Diferencial y dos áreas que históricamente formaron parte de su cuerpo de conocimientos, la Evaluación Psicológica y la Psicometría, y que posteriormente se independizaron manteniendo, en la actualidad, un papel auxiliar, de carácter técnico, en el estudio científico de la diversidad. a)Psicología Diferencial vs. Psicología General

Con el nacimiento de la psicología científica nació también una bifurcación de intereses en el estudio del comportamiento humano. Esta bifurcación, que ya se había consolidado en los años veinte, tuvo su punto de apoyo en las diferencias metodológicas derivadas de las estrategias de investigación seguidas en estos dos ámbitos de la psicología, la metodología experimental característica de la Psicología General, frente a la metodología correlacional propia de la Psicología Diferencial. Sin embargo, la reducción de un área de conocimiento a los procedimientos por los que aquél se alcanza supone una clara restricción y empobrecimiento de su objeto de estudio, pues la metodología es un instrumento del quehacer científico y no define sustantivamente una disciplina ya que, a pesar del mutuo condicionamiento que existe entre objeto y método, en la práctica, son los objetivos concretos de una investigación los que dictan los procedimientos concretos para lograrlos (Sánchez Cánovas y Sánchez López, 1999).

La Psicología Diferencial investiga los mecanismos que determinan la diversidad en funciones, procesos y conductas. La Psicología General investiga los mecanismos que explican esos procesos, funciones y conductas haciendo abstracción de la diversidad e individualidad psicológicas (Sánchez Cánovas y Sánchez López, op.cit).

Profundizando en la dirección conceptual y metodológica de una posible colaboración entre ambas disciplinas, es destacable el papel que la Psicología Diferencial puede jugar en el acercamiento, por otra parte deseado, “entre lo descriptivo y explicativo a nivel nomotético y el individuo a nivel idiográfico, y ello superando la separación histórica entre la Psicología Diferencial y la Psicología General” (Valverde, 1985, p.158); en este sentido, el citado autor nos recuerda que para la Psicología Diferencial, la perspectiva nomotética tiene un alcance más limitado que para la general, por ello cabe suponer que una de las funciones de aquélla sería “filtrar” las leyes generales para adaptarlas a las situaciones reales de la conducta en donde las diferencias individuales adquieren una relevancia innegable.

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b) Psicología Diferencial vs. Psicología de la personalidad

Siguiendo a Bermúdez (1991), lo que interesa a la psicología de la personalidad es la configuración de funciones y procesos integrados en una imagen unitaria, en tanto hace a cada individuo diferente, quedando subsumido dentro de ella el estudio de las diferencias individuales en los aspectos parciales. En consecuencia, a la Psicología Diferencial le quedaría reservada la tarea de estudiar, desde un enfoque elementarista y de forma aislada, los atributos que luego son agregados a una estructura global que corresponde, de hecho, a la totalidad del individuo (Allport, 1937; Lamiell, 1981). No obstante, recordemos de nuevo que esta disciplina no se reduce meramente a la perspectiva psicométrica y dimensional de la teoría del rasgo, de carácter descriptivo, sino que aspira al nivel explicativo de las diferencias en la conducta, finalidad que supone tener en cuenta el origen, la naturaleza y las consecuencias de las diferencias humanas, junto a las formas de organización de las dimensiones diferenciales y su susceptibilidad al cambio. Así pues, en la medida en que la propia evolución del conocimiento ha llevado a esta disciplina a interesarse no sólo por conocer “en qué” y “cuanto” difieren las personas, sino también “cómo” y “por qué” difieren, podemos considerar esta visión psicométrica de la materia más como una parte de su tradición, que como una realidad bajo la cual conceptuarla en la actualidad. Revelle (1995) señala que el estudio de la personalidad y las diferencias individuales debe abordarse bajo tres dimensiones:

- “nivel de generalidad”: basado en los planteamientos de Kluckhohn y Murray (1948), para quienes la conducta es una propiedad de un organismo individual que puede articularse respecto a tres ejes inseparables pero analíticamente distinguibles: la conducta de una persona es, en ciertos aspectos, como la de todos los seres humanos, en otros como la de algunos seres humanos y, finalmente, única y distinta de la de cualquier ser humano

- “nivel de análisis”: que contemplaría desde la codificación genética, pasando por el

funcionamiento biológico, los procesos de aprendizaje y desarrollo, las estructuras cognitivas y emocionales y, finalmente, el estudio global de la significación y grado de satisfacción de la vida para la persona.

- “grado de adaptación de la conducta”: el estudio de la personalidad y las diferencias

individuales debe contemplar la investigación sobre los procesos adaptativos normales y aquellos que no lo son, incluyendo la patología extrema.

En la aplicación específica de la primera dimensión, o niveles de generalidad, al estudio

de la personalidad y las diferencias individuales, hablaríamos de:

1) el comportamiento propio de la especie humana, respondiendo a aquellos aspectos en el que todos los seres humanos son iguales; en este nivel se trataría la organización general de la personalidad común a todos los individuos.

2) el estudio de las diferencias y las similaridades entre los individuos, analizando aquellos

aspectos en los que algunas personas son semejantes entre sí y, por tanto, diferentes a las otras, así como en qué medida se diferencian o asemejan los grupos humanos; en este nivel encontraría su lugar fundamental el estudio diferencial al ocuparse de los

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constructos que tienen un nivel de generalidad intermedio entre los estrictamente individuales, y los que son característicos del conjunto de la especie.

3) el estudio de los patrones individuales únicos, en la medida en que ninguna persona es

igual a las demás; en este nivel se incluye el estudio de la variabilidad intraindividual, también pertinente a la Psicología Diferencial.

En definitiva, podemos concluir este apartado señalando que, a pesar de las intersecciones entre el estudio de la personalidad y el de las diferencias individuales, que, por cierto, han sido muy fructíferas, parece razonable seguir manteniendo entre ellas una cierta distinción, distinción que vendría avalada por una de las publicaciones con más relevancia y significación en el área, la revista Personality and Individual Differences, cuyo título evidencia suficientemente que la conjunción que vincula ambos términos es un reflejo tanto de su conexión como de sus diferencias (Pelechano, 1998).

c) Psicología Diferencial vs. evaluación y medida psicológica

La relación de la Psicología Diferencial con el área de la medida o psicometría traspasa lo que se entiende por el uso instrumental en el que se apoya el conjunto de la psicología, debido al hecho de que ha sido, precisamente, en el seno de la Psicología Diferencial donde se han discutido las cuestiones relativas a la medición de las características psicológicas.

Por otra parte, como apunta Fernández Ballesteros (1980), la Psicología Diferencial y el Psicodiagnóstico están unidos por la necesidad de evaluar las diferencias individuales de los sujetos humanos en las características psicológicas, lo cual, a su vez, vincula a ambas ramas de la psicología al campo de la aplicación, como quedó explícito en la aproximación histórica presentada en el capítulo anterior.

Algunos de los autores más relevantes dentro de la historia de la Psicología Diferencial fueron los que marcaron el rumbo de la psicometría y el psicodiagnóstico. Baste recordar, en este sentido, las figuras de Galton y Cattell como propulsores del diseño y la aplicación de los tests mentales, las aportaciones de Binet como iniciador de la aplicación de tests modernos de inteligencia o la relevancia de la obra psicométrica de Spearman (Meliá, 1990).

Avanzando en la historia, cabe señalar que la Psicología Diferencial ha contribuido también al desarrollo de la evaluación aportando, no sólo teorías psicológicas con relación a constructos de interés, sino además propiciando la construcción de instrumentos para su medida. Pensemos, por ejemplo, en los instrumentos asociados a las teorías factoriales del rasgo, aquellas medidas vinculadas a aspectos procesuales (García, Castejón y Prieto, 1999; Rojo, Prieto y Castejón, 1998; Sánchez Cánovas, 1991) y las que se encuentran referidas a aspectos evolutivos (orientadas a la evaluación dinámica del potencial de aprendizaje o la zona del desarrollo próximo, Guthke y Stein, 1996; Swanson, 1996).

El hecho de que el trabajo de investigación en Psicología Diferencial mantenga una estrecha vinculación con la tecnología e instrumentación (dado que las técnicas de observación y medida mediatizan y condicionan sus resultados) hace que esta disciplina se haya mostrado interesada en la forma en que la construcción de los instrumentos puede incidir sobre la detección de la variabilidad y la distribución en que se ordena. Como resultado de esta implicación con la tecnología y la instrumentación, la Psicología Diferencial se vio enormemente afectada por las distintas cuestiones que, hacia los años cincuenta-sesenta convulsionaron el campo de la medición, como pueden ser la validez de constructo, la matriz multirrasgo-multimétodo o los

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sesgos de respuesta. Pero ello impulsó, sobre todo, la reflexión sobre las formas de recogida de datos y el proceso de evaluación en general, ya que toda observación está mediada por una teoría de la medida y unas técnicas que se derivan de ella (Sánchez Cánovas y Sánchez López, 1999). En esa medida, se puede concluir con Sánchez-Elvira (1996, pp.48-49) que “debemos mostrarnos renuentes a que un investigador de las diferencias individuales en el comportamiento humano sea sistemáticamente calificado de psicómetra o psicólogo correlacional, en la medida en que estas dos últimas nominaciones se corresponden estrictamente, con categorías de índole metodológico no equiparables y escasamente informativas, por sí mismas, de los objetivos últimos de una psicología de las diferencias individuales”.

Por otra parte, el objeto de estudio de la disciplina exige establecer conexiones con las aportaciones teóricas y metodológicas de otras disciplinas con intereses convergentes a la Psicología Diferencial, entre ellas podría citarse a la genética de la conducta, la Psicología de la Personalidad, la Psicología Cognitiva, Evolutiva, etc.

7.- Definición propuesta para una Psicología de las Diferencias Individuales actual

Independientemente de que las distintas definiciones de Psicología Diferencial propuestas, a lo largo de todo un siglo, hayan puesto el acento en diferentes puntos y contenidos de estudio a la hora de contemplar la disciplina, es posible encontrar un acuerdo en cuanto a los objetivos adjudicados a la misma, es decir, la descripción, la predicción y la explicación de la variabilidad humana (Kazdin, 2000). Aun teniendo en cuenta el exceso de incluir una definición más y las redundancias en las que, inevitablemente, se cae a la hora de elaborar una enunciación propia, resulta difícil sustraerse a tal tarea. Básicamente, cabría decir que:

La Psicología Diferencial tiene como objetivo la descripción, predicción y explicación de la variabilidad interindividual, intraindividual e intergrupal del comportamiento y los procesos psicológicos propios de la especie humana, fundamentalmente desde una vía nomotética de aproximación. Para ello debe (Sánchez-Elvira 1996):

- Establecer, describir, clasificar y estructurar cuáles son las principales dimensiones

de diferenciación individual. - Identificar aquellos constructos organísmicos y dimensiones situacionales, así como

sus interacciones, responsables del origen y desarrollo de las diferencias individuales.

- Contribuir, mediante procedimientos adecuados, al entendimiento de las diferencias individuales a partir del análisis de cuáles son las características del individuo, de la situación, o de la interacción entre ambas, que permiten explicar la manifestación de dichas diferencias desde una vertiente procesual más vinculada a los contextos donde la conducta se produce.

El amplio abanico de temas o tópicos por los que se ha interesado y su orientación tradicionalmente aplicada también son aspectos a mencionar en la definición de una disciplina que, en los últimos años, ha evolucionado encaminándose a la consecución de explicaciones tanto distales como proximales de las diferencias encontradas. Al logro de este objetivo contribuyen, tanto el paso desde el estudio de estructuras hacia el estudio de los procesos funcionales que se supone distinguen a las personas (lo cual implica a su vez una apertura hacia una metodología experimental), como el acercamiento a otras áreas afines y complementarias que puedan ayudar a esclarecer y enriquecer el acervo de conocimientos propios.

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IV. RESUMEN

En el presente tema se han abordado aquellos aspectos conceptuales básicos y fundamentales que definen una Psicología de las Diferencias Individuales moderna.

En primer lugar, se ha definido el objeto fundamental de estudio de la disciplina bajo el marco de dos estadios sucesivos y necesarios, el descriptivo y predictivo, que configura el primer estadio del estudio de las diferencias individuales estableciendo las unidades básicas de análisis, o rasgos, y su estructura; y el explicativo, o segundo estadio, que tiene como objetivo la investigación sobre los principales procesos y mecanismos explicativos subyacentes a la manifestación de las diferencias individuales.

En segundo lugar, se ha visto cómo el estudio de la diversidad humana no sólo se centra en la variabilidad interindividual, sino también en la variabilidad intraindividual, así como en la intergrupal, analizando, asimismo, que las fuentes en donde la diversidad humana se asienta pueden ser de carácter psicológico (objeto primordial de estudio de nuestra disciplina), biológico y social y, fundamentalmente, siendo el hombre un sistema biopsicosocial complejo, son el fruto de las transacciones múltiples existentes entre estas tres fuentes principales de variabilidad.

En tercer lugar, se ha presentado una organización del extenso campo de investigación sobre diferencias individuales en torno a dos amplios constructos de indudable relevancia, la inteligencia y la personalidad, ofreciéndose, asimismo, una perspectiva de carácter más integrador basada en la consideración de constructos derivados de la interrelación entre distintos aspectos cognitivos, emocionales y motivacionales (tal y como se presentará a lo largo del presente manual).

En cuarto lugar, se han descrito extensamente las características centrales de la unidad fundamental de investigación sobre diferencias individuales, el rasgo, de carácter disposicional, perfilándose posteriormente el tipo de unidades procesuales con los que se está trabajando desde un acercamiento explicativo.

Asimismo, se han establecido las diferencias y similaridades que la Psicología Diferencial presenta con otras disciplinas psicológicas.

Por último, se ha ofrecido una definición de los objetivos principales de una Psicología de las Diferencias Individuales actual que contemple todos los aspectos anteriormente mencionados.

IV. PREGUNTAS DE AUTOEVALUACIÓN

1. Defina las características fundamentales del primer y el segundo estadio de la investigación en Psicología Diferencial.

2. Defina las tres grandes variabilidades que la Psicología Diferencial contempla, la variabilidad

interindividual, intraindividual e intergrupal. 3. ¿Qué objetivos tiene el estudio de cada una de las distintas fuentes de variabilidad

propuestas? 4. ¿Cuáles son los aspectos básicos que se abordan en el estudio del constructo Inteligencia?

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5. ¿Cuáles son los aspectos básicos que se abordan en el estudio del constructo Personalidad? 6. ¿Qué tipo de constructos son los que aborda la perspectiva integradora del estudio de las

diferencias individuales? 7. Siguiendo el esquema de la tabla 3.2. analice y comente de forma razonada cada una de las

características fundamentales de las unidades disposicionales, o rasgos 8. ¿Cuáles son las principales características de las unidades procesuales en el campo de las

diferencias individuales? 9. ¿Cómo aborda la perspectiva procesual de la investigación sobre diferencias individuales el

tema de la consistencia y la estabilidad de la conducta? 10. Enuncie los elementos fundamentales de la definición propuesta para una Psicología de las

diferencias individuales actual