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CAPÍTULO 1 Orden y disciplina en Argentina: una tarea incesante Para entender cómo llega Argentina a tener una dictadura tan represiva como la que operó en ese país durante seis años, es necesario conocer al menos, cómo se erige la nación argentina, al menos en sus tiempos más recientes. La historia moderna de Argentina —como nos la presenta Luis Alberto Romero, y que será la línea conductora para este apartado— se entreteje desde la victoria de Hipólito Irigoyen, quien asumió la presidencia de Argentina en 1916. Este ascenso al poder, como todo en esta vida, no es obra de la causalidad, sino de un trabajo arduo e incesante de personajes imperiosos y solícitos por consolidar una nación. A Irigoyen lo sucedió Marcelo T. de Alvear, tan sólo para preparar el regreso de Irigoyen para un segundo término, el cual fue interrumpido por un golpe militar en septiembre de 1930 a cargo de José F. Uriburu. La historia de Argentina hasta hace poco se podría considerar una incesante lucha entre los poderes militares y los políticos por manejar los intereses del país. Además de vivir sus propios conflictos internos, como fueron las constantes guerras civiles entre las provincias y la capital, Buenos Aires, las crisis económicas de 1907 y 1913, Argentina se topó con un nuevo sistema político y económico: el imperialismo, que en el mundo entero estaba presente y cuyas características eran obvias. El país estaba creciendo de una manera asombrosa y se estaba llenando de 1

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Page 1: CAPÍTULO 1 Orden y disciplina en Argentina: una tarea ... · democracia formal de sus adversarios a la democracia real de la justicia social, y también dividió a la sociedad entre

CAPÍTULO 1

Orden y disciplina en Argentina: una tarea incesante

Para entender cómo llega Argentina a tener una dictadura tan represiva como la

que operó en ese país durante seis años, es necesario conocer al menos, cómo se

erige la nación argentina, al menos en sus tiempos más recientes. La historia moderna

de Argentina —como nos la presenta Luis Alberto Romero, y que será la línea

conductora para este apartado— se entreteje desde la victoria de Hipólito Irigoyen,

quien asumió la presidencia de Argentina en 1916. Este ascenso al poder, como todo

en esta vida, no es obra de la causalidad, sino de un trabajo arduo e incesante de

personajes imperiosos y solícitos por consolidar una nación. A Irigoyen lo sucedió

Marcelo T. de Alvear, tan sólo para preparar el regreso de Irigoyen para un segundo

término, el cual fue interrumpido por un golpe militar en septiembre de 1930 a cargo de

José F. Uriburu. La historia de Argentina hasta hace poco se podría considerar una

incesante lucha entre los poderes militares y los políticos por manejar los intereses del

país.

Además de vivir sus propios conflictos internos, como fueron las constantes

guerras civiles entre las provincias y la capital, Buenos Aires, las crisis económicas de

1907 y 1913, Argentina se topó con un nuevo sistema político y económico: el

imperialismo, que en el mundo entero estaba presente y cuyas características eran

obvias. El país estaba creciendo de una manera asombrosa y se estaba llenando de

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inmigrantes que veían en Argentina una gran oportunidad para sobresalir, de “hacer la

América”.

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Argentina no fue ajena a los problemas que acaecían en el mundo y sufrió sin

duda alguna las consecuencias del reordenamiento mundial —donde Estados Unidos

empezaba a hacerle contrapeso a Gran Bretaña—, la Gran Depresión, la Primera y

Segunda Guerra Mundiales y el acomodo de los grupos de poder y de las nuevas líneas

de acción de la política internacional.

Argentina, dentro y fuera, se formaba como nación que adoptaba y aplicaba

doctrinas progresistas e innovadoras exportadas desde Europa respecto a lo

económico y político, pero descuidaba en forma notable la parte social, en cuanto a los

trabajadores se refiere. Argentina tomaba su lugar en el mundo y se colocaba como 1 Foto izquierda: Hipólito Irigoyen. Foto derecha: Hotel de inmigrantes que venían a hacer la América a Buenos Aires, Argentina.

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una de las potencias latinoamericanas con respecto a su economía y su sistema de

producción.

Con la aparición en el juego de la política de Juan Domingo Perón en 1943 y su

muy singular visión del orden, se vislumbraba una nueva época para Argentina, ya que

su perspectiva política estaba repleta de ideas de corte socialista, las cuales se

distinguían por: otorgar —aunque la acción correcta debió ser reconocer— derechos y

beneficios a los trabajadores que por mucho tiempo se les habían negado o ignorado,

restringir el poder a los empresarios y pactar siempre la paz social con los

representantes sindicales.

1.1 De Juan Domingo Perón a Isabel Perón (1943-1976)

El modelo del Estado peronista ofertaba un paternalismo sin precedentes, y tuvo

gran fuerza dentro de una parte de la sociedad argentina; dejó disfrutar de una relativa

paz social y económica, al menos por un tiempo. Perón llegó al ala grande del poder

después del golpe militar comandado por Pedro Pablo Ramírez contra el presidente

Ramón Castillo. Pedro Pablo Ramírez era un jefe militar que surgía de una logia

secreta conocida como el Grupo de Oficiales Unidos (GOU)2, que motivaba a

diferentes grupos de poder desde 1930 con estrategias disciplinantes para conducir al

país. Las conspiraciones militares eran obvias en tiempos de guerra, pero más 2 Muchos de los enemigos de Perón sostuvieron que este grupo era una organización nazi… De hecho, se componía de una organización laxa de jóvenes oficiales de alta graduación, preocupados por la creciente indisciplina e inmoralidad dentro de las filas, que eran el resultado de las alianzas políticas de los militares. Los oficiales estaban también preocupados por una corrupción social generalizada, que, según ellos, creían, era un terreno fértil para la toma del poder por los comunistas. Andersen, Martin Edwin, Dossier secreto, Sudamericana, Buenos Aires, 2000, p. 41.

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impresionante fue el poder que consolidaron a partir de ese momento, tomando en

cuenta que no había lugar para la neutralidad, para el diálogo, y mucho menos para la

democracia. Los militares sin duda alguna querían más poder, todo el poder. Las

voces que clamaban democracia o al menos pensaban en un sistema democrático

fueron acalladas. Perón de igual manera sería depuesto por un golpe militar en 1955.

La democracia no era una aspiración política en Argentina para esos años,

porque se pensaba que era una manera poco viable para alcanzar el desarrollo político,

económico y social de un país que se había desarrollado a través de negociaciones y

pactos, acuerdos y soluciones. Los golpes militares fueron constantes y finalmente

consolidaron su objetivo de disciplinar y controlar a los argentinos en 1976.

1.2 Nace el líder

Juan Domingo Perón nace a la vida política y se convierte en fuente inspiradora

de la política argentina en los años cuarenta; primeramente por su visión peculiar y eje

central de acciones que se enfocaron al movimiento obrero. Perón ocupó diversos

cargos políticos de primer nivel hasta llegar a convertirse en vicepresidente de

Argentina en 1944; se dedicó a impulsar y organizar las relaciones entre obreros y

patrones e incluso la actividad de las industrias de Argentina. Perón incentivaba los

reclamos obreros y se aseguraba de que éstos fueran satisfechos. Como era de

esperarse, los líderes sindicales actuaban con sigilo y se encontraban desconcertados

de estas acciones que venían directamente de la vicepresidencia.

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También se comunicaba con los empresarios explicándoles y haciéndoles ver los

beneficios que traía acceder a los reclamos de los obreros, ya que esto significaba un

avance en los beneficios para la fuerza laboral y la producción y desarrollo económico

en general. Perón estaba convencido que debía plantar en los distintos actores de la

sociedad la importancia del movimiento obrero que, además de asegurarles

independencia económica, les permitiría forjarse como un Estado fuerte y autónomo.

El gobierno militar estaba expirando y ordenó por presiones internas y externas

—dentro de las cuales se exigía la detención Perón— abandonar el poder y llamar a

elecciones en 1945. Este año es clave para Perón, puesto que se convierte en figura

imprescindible de la política argentina ya que en octubre del mismo año una multitud de

personas se concentró en la Plaza de Mayo para pedir su liberación y alentarlo a

convertirse en candidato oficial para la presidencia.

Así pues Perón y su grupo de colaboradores empezaron a organizar la fuerza

electoral —primeramente con la creación del partido Laborista— que contemplaba

acudir al apoyo de los grupos radicales y conservadores, la Iglesia y el Ejército. […]

asumió plenamente el discurso de la justicia social, de la reforma justa y posible, a la

que sólo se oponía el egoísmo de unos pocos privilegiados, Perón que contrapuso la

democracia formal de sus adversarios a la democracia real de la justicia social, y

también dividió a la sociedad entre el “pueblo” y la “oligarquía”.3

3 Romero, Luis Alberto, Breve historia contemporánea de Argentina, Fondo de Cultura Económica, México 1998, p. 150.

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Perón ganó las elecciones presidenciales en febrero de 1946, y si bien el triunfo

no fue abrumador, sí manifestó en definitiva que un nuevo movimiento estaba por

construirse: el peronismo.

1.3 Consolidación del peronismo: el autoritarismo

Perón enfrentó con fuerza los cambios que se avecinaban y logró cobrar algunos

beneficios para Argentina; su línea política y económica obedecía a los cambios que

ocurrían en el mundo y a los pesos y contrapesos de poder, y al menos en el primer

período de su gobierno logró una rápida e inigualable industrialización en Argentina.

Estableció relaciones con la extinta Unión Soviética, continuó su relación económica

con Gran Bretaña y empezó un acercamiento más cordial con los Estados Unidos.

Además, su política de Estado apuntó a la defensa del sector industrial instalado, y a su

expansión dentro de las pautas vigentes de protección y facilidad. En suma, Perón

había optado por el mercado interno y por la defensa del pleno empleo. Se trataba de

una verdadera “cadena de felicidad”.4

La política peronista se caracterizó por la nacionalización, dirección y regulación

de la economía. Pero más importante aún, Perón contribuyó a la elevación del nivel de

vida de los trabajadores, específicamente con planes de vivienda, educación y

seguridad social.

4 Ibid. p. 156.

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Empero, el plan de Perón de controlar todo se hizo visible rápidamente, ya que

destituyó a personas clave de puestos decisivos del gobierno y sindicatos,

remplazándolos con personas de menor dirección y envergadura que le permitieran un

control absoluto de todos y cada de los movimientos del Estado; en suma, limitó el

espacio de acción autónoma. La relación con las Fuerzas Armadas también fue de

cuidado extremo, ya que si bien las asignaba a puestos importantes, no les permitía

una participación institucional clave en el gobierno. Con la Iglesia, Perón también tuvo

una cercanía cordial pero cautelosa.

Perón operaba al país a través de negociaciones e imposiciones. El Estado

peronista tenía en los trabajadores su gran fuerza legitimadora y los reconocía como tal

y no de un modo retórico o abstracto, sino referido a sus organizaciones y a sus

dirigentes, a quienes concedió un lugar destacado. Pero a la vez, el Estado peronista

procuró extender sus apoyos a la amplia franja de sectores populares no sindicalizados,

con quienes estableció una comunicación profunda, aunque de índole diferente, a

través de Eva Perón —esposa del presidente, que se dedicó a este compromiso desde

la Secretaría del Trabajo— y su fundación financiada con fondos públicos y aportes

privados más o menos voluntarios.5 La política peronista, sin embargo, comenzaba a

esbozarse como un gran sistema vertical que obedecía simplemente a la decisión y

control de una sola persona: Juan Domingo Perón.

El poder legislativo estaba controlado por la Presidencia, donde los proyectos se

preparaban en esta oficina y se aprobaban sin alteración alguna. Remplazó a la Corte 5 Ibid. p. 161.

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Suprema mediante un juicio político escasamente convincente; de igual forma en 1947

apareció una ley que terminaba con la autonomía universitaria. El control del Ejecutivo

se extendió a los medios de comunicación ya que con recursos diversos, el gobierno

formó una importante cadena de diarios y otra de radios que condujo desde la

Secretaría de Prensa y Difusión.6 Paradójicamente, un gobierno surgido de una de las

escasas elecciones inobjetables que hubo en el país, recorrió con paso firme el camino

hacia el autoritarismo.

Perón anunció la creación del Partido Peronista en 1947. Con tal pretexto

disolvió todas las fuerzas que lo habían llevado al poder, desde los obreros hasta los

militares; el nuevo partido se distinguía por una estructura vertical y controlada, por

supuesto, desde la oficina del presidente. En 1951, Perón —quien había elaborado

maquiavélicamente una reforma constitucional en 1949 que permitía la reelección—

fue reelecto con cerca de las dos terceras partes de los votos obtenidos (incluyendo el

entonces reciente voto femenino).

6 Ibid. p. 165.

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El modelo peronista se había concretado y esto significaba que el movimiento,

como originalmente se había pensado, se convertía en Doctrina de la Nación Argentina.

Estado y movimiento, movimiento y comunidad confluían en el líder, quien formulaba la

doctrina y la ejecutaba, de manera elástica pragmática, con su arte de conductor que

aunque personal e intransferible podía ser enseñado a quienes asumieran los

comandos subordinados. Se combinaban aquí las tradiciones del Ejército, donde la

conducción es un capítulo fundamental del mando, y la de los modernos totalitarismos

que, en su versión fascista, sin duda impresionaron a Perón. La verticalidad y el

faccionalismo se habían convertido en valores políticos.8

El peronismo había surgido como una respuesta clara y contundente a los

problemas sociales de Argentina, su fuerza, fincada en la fuerza laboral parecía sumisa;

sin embargo Perón quiso reducir la problemática del país a una confrontación de clases,

cuando en realidad ése era el último de los problemas. Las huelgas sindicales, si bien

7 Página anterior, imagen derecha: Perón todavía en su uniforme militar antes de su primer término como presidente. Imagen izquierda: El presidente Perón durante una gira de trabajo. Esta página, imagen derecha: Eva Duarte de Perón durante una junta de trabajo. Imagen izquierda: elecciones presidenciales de 1951 donde las mujeres participaron por primera vez. 8 Romero, op. cit., p. 167.

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habían estado controladas e incluso habían sido desalentadas, nunca desaparecieron y

Perón se enfrentó a ellas de forma violenta: prisión a los dirigentes rebeldes

y uso de la fuerza militar para disgregar a los obreros.

De igual forma, el Ejército que había sido alejado de la vida política, empezaba a

recuperar poco a poco su poder. Los militares se preguntaban acerca de la solidez del

orden proclamado basado en la agitación popular permanente; se indignaban ante los

avances flagrantes del autoritarismo y se irritaban sobre todo con Eva Perón, su

injerencia en los asuntos del Estado y su peculiar estilo. La proclamación de su

candidatura a la vicepresidencia a la que ella renunció días después, fue sin duda difícil

de tolerar.9 Un golpe severo y que resentiría el Peronismo fue, sin vacilación alguna, el

endeble estado de salud que culminaría con la muerte de Eva Duarte de Perón.10

11

9 Romero, op. cit., p. 184. 10 Eva Perón, la Dama de la Esperanza, fue figura clave en la institucionalización del peronismo, ya que facilitaba la imposición de decisiones con su característica persuasión. 11 Funeral de Eva Duarte de Perón.

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Si bien la muerte de Eva Perón (1952) tuvo un alto impacto en la conducta de

Perón, esto no lo detuvo en la “peronización” de todos los sectores de la sociedad,

incluso de las Fuerzas Armadas. Para entonces el radicalismo había definido su perfil,

encontrando un ángulo de oposición posible a un régimen que giraba simultáneamente

entre los conservadores y el autoritarismo.

1.4 Preludio de la caída de Perón

Podemos decir que la caída de Perón fue predicha por dos hechos destacables:

La creación del Partido Demócrata Cristiano y los conflictos que empezaba a tener

Perón con la Iglesia —causados por el descontento de la Iglesia por el culto que se le

rendía a Perón y Evita—; además al gobierno le molestaba sobremanera la intromisión

de la Iglesia en la política en diferentes aspectos y viceversa, a la Iglesia le molestaba

la intromisión del gobierno en sus asuntos.

En este segundo término de gobierno, acaecieron diversos incidentes entre el

gobierno y los católicos: Perón ordenó la prohibición de las procesiones, se suprimió la

enseñanza religiosa en las escuelas, se introdujo una sorpresiva cláusula que permitía

el divorcio vincular, se autorizó la reapertura de los prostíbulos y se envió un proyecto

de reforma constitucional para separar a la Iglesia del Estado. Muchos sacerdotes

fueron detenidos, y los periódicos se llenaron de denuncias públicas y comentarios

groseros sobre la conducta y moralidad de prelados y sacerdotes.12 La Iglesia opuso

12 Romero, op. cit., p. 192.

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resistencia, y de igual manera respondió al ataque de la Presidencia por diferentes

medios.

En junio de 1955, una marcha que manifestaba su oposición a Perón fue el

pretexto perfecto para que la Marina declarara un golpe de Estado y así se intentara

tirar la figura de Perón. El Ejército se les uniría más tarde de otra manera, ya que su

lealtad se centró también en defender al aún presidente. Perón, en un último esfuerzo

por no caer habló —en un tono conciliatorio— desde una radiodifusora; en dicho

mensaje se comprometía a ser presidente de todos los argentinos y no el líder de una

revolución. Los partidos opositores no querían más a Perón, querían un proyecto de

gobierno incluyente.

Esta fue la antesala de la caída de Perón; una fracción del Ejército se levantó y

más tarde la Marina se les unió. El 20 de septiembre del mismo año Perón, sin ánimos

de luchar, entregó su renuncia a los mandos militares y se refugió en la Embajada de

Paraguay. Para el 23 de septiembre el general Eduardo Lonardi se presentó como

presidente provisional de la Nación; el general Pedro Eugenio Aramburu le secundaría.

1.5 El orden tras la proscripción del peronismo

Los años de 1955 a 1973 son considerados años del reacomodo de las fuerzas

políticas y militares en su lucha por mantenerse en el poder, al mismo tiempo que

significaron una preparación para el tan anunciado regreso de Perón en 1973. La

bandera que acompañaba al impuesto régimen militar se distinguía por un sentido

12

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general de modernización y democracia. El peronismo fue proscrito; esta proscripción

y con ella la de los trabajadores, definió una escena política ficticia, ilegítima y

constitutivamente inestable, que abrió el camino a la puja —no resuelta— entre fuerzas

corporativas.13

Obviamente, Perón mantenía el poder simbólicamente y controlaba la posición

de los líderes sindicales desde diferentes partes del exilio; el quehacer político en

Argentina empezaba a generarse y las fuerzas se definían entre promodernistas y

antiperonistas.

El Ejército, a cargo de Aramburu decidió llamar a elecciones en 1958, creando la

ilusión de que un capítulo “democrático” empezaría a escribirse en ese país. Arturo

Frondizi ganó las elecciones. Si bien los civiles se encontraban en el poder, los

militares no lo dejaron de vista ni para pestañar y se mantuvieron peligrosamente cerca

de éste, hasta el punto en que esta guardia se convirtió en un frontal hostigamiento.

América Latina y Argentina entraban en el mundo de la guerra fría y los militares,

duramente interpelados por sus colegas estadounidenses, asumieron con decisión una

postura anticomunista que, so pretexto de la seguridad interior, venía a legitimar el

pretorianismo. Los militares asociaron con el comunismo tanto al peronismo como a los

estudiantes universitarios.14 Después del período de Frondizi (1958-1963), Arturo Illia

resultó ganador de las elecciones presidenciales para el siguiente término; sin embargo,

13 Ibid. p.199. 14 Ibid. p. 211.

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y tras la incapacidad que demostró para conciliar los intereses de los empresarios y

militares, fue depuesto por un golpe militar en 1966. El general Juan Carlos Onganía

sería el hombre designado por la Junta de Comandantes para dirigir a la nación

Argentina.

Las Fuerzas Armadas, comandadas por el general Juan Carlos Onganía, lo que

pretendían y de lo que estaban convencidos era de la reconstrucción de la institución

(gobierno), pero sobre todo del restablecimiento del orden y la disciplina. La

democracia aún no figuraba ni como aspiración política ni como valor occidental o

cristiano; la democracia, más bien, se vislumbraba como un obstáculo para la

seguridad nacional. Nada estaba definido en 1966, salvo el rechazo cada vez más

categórico de la tradición liberal y democrática. Para la nueva izquierda, la

democracia era apenas una forma, las libertades individuales una farsa, e

ilusionarse con ellas era sólo encubrir la represión.15

La modernización y la democracia —considerada por algunos como ficticia y de

irrisoria legitimidad— se convertían en el enemigo a vencer, dado que los militares,

junto con los grupos conservadores y la Iglesia, mudaban en este movimiento al

“enemigo” real, el comunismo. Al respecto Martin Andersen nos comenta:

El 9 de abril, los numerosos agregados militares a las misiones diplomáticas establecidas en Buenos Aires fueron llamados a una reunión convocada por el comandante en jefe del Ejército, que se celebraría en la sede militar. En la sección del informe dirigido a los representantes militares extranjeros titulado “La actual crisis de la Argentina: La misión del Ejército y la guerra revolucionaria”, el Ejército esbozó su pensamiento acerca del nuevo enemigo interno.

15 Ibid. p. 246.

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Los estudios llevados a cabo por la Fueras Armadas de la Argentina, en especial por el Ejército, sobre la contienda revolucionaria y sobre el desarrollo de la actividad marxista en el mundo, son bien conocidos. Ésta es la razón por la que el enemigo es tremendamente peligroso No somos atacados desde afuera, no importa cuál sea la fuerza del enemigo, sino sutilmente minados a través de todos los canales de la organización social. Envenena las mentes, debilita el espíritu, fabrica fariseos y falsos profetas y lo distorsiona todo con el paso imperceptible del tiempo.16

Los militares, en ese documento, expusieron la necesidad de reorganizar al

Estado, hacerlo de manera autoritaria y llevarlo a su total ejecución para así anular las

maneras políticas amenazantes de la modernización. En 1966, el presidente Juan

Carlos Onganía disolvió al parlamento, concentrando de esta manera en su figura a los

dos poderes; esta misma suerte corrieron también los partidos políticos, cuyos bienes

fueron confiscados y vendidos para confirmar lo estático de la clausura de la vida

política.

Así, pues, fueron comunes las constantes represiones a los sindicatos y a las

Universidades, dejando entrever los “peligros de la modernización”. El gobierno había

encontrado la fórmula política adecuada para operar la gran reestructuración de la

sociedad y la economía. Con la clausura de la escena política y corporativa se había

puesto fin a la puja sectorial, dejando descolocado al sindicalismo. Acallado cualquier

ámbito de expresión de las tensiones de la sociedad, y aún de las mismas opiniones,

podía diseñar sus políticas con tranquilidad, sin urgencias y con un instrumento estatal

poderoso en sus manos.17

16 Andersen, op. cit., p. 65. 17 Romero, op. cit., p.254.

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Los militares, en 1969, habían logrado al menos uno de sus objetivos: gran

estabilidad económica. Ni los empresarios ni los militares renunciarían a los beneficios

que les traía este modus operandi. Sin embargo, durante 1968 un movimiento conocido

como La Primavera de los Pueblos señalaba la hora de partida de los militares. Éste

era un movimiento nacional, de las industrias en Rosario, Córdoba y Neuquén, de las

zonas rurales en Misiones y Chaco, y también un movimiento urbano desde Buenos

Aires. A éstos también se les unieron las protestas de algunos militares que creían que

era hora del “tiempo social”, decían, “es posible un desarrollo más nacional, algo más

popular y justo”.

En 1969 estalló un pequeño pero profundo movimiento de protesta; el mito del

orden y la disciplina se había roto, y era tiempo de recuperar el terreno perdido.

Córdoba fue la ciudad que evidenció este movimiento, el cual se convirtió en una

llamada de atención para el gobierno militar, puesto que era una gran parte de la

sociedad enfrentándose al poder. La estrategia que desarrolló la sociedad argentina se

definía en términos de redes de solidaridad, la solidaridad del pueblo.

Luis Alberto Romero en su libro Breve historia contemporánea de Argentina, define las

acciones de la Primavera de los Pueblos como un coro múltiple, heterogéneo pero

unitario, regido por una lógica de la agregación, al que se sumaban las voces de otros

intereses heridos, como los grandes productores rurales o los sectores nacionales del

empresariado. Unos y otros se legitimaban recíprocamente y conformaron un

imaginario social sorprendente que fue creciendo y cobrando confianza a medida que

16

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descubría la debilidad de su adversario, por entonces incapaz de encontrar la respuesta

adecuada.18

Tal y como sucedía en la mayoría de América Latina, la revolución parecía

la única salida para alcanzar la libertad. Y eran los sectores más golpeados de la

sociedad los que se encontraban contagiados por esta actitud revolucionaria, ó al

menos, eso se percibía. Una parte de la Iglesia también se había unido a este

movimiento revolucionario, que con la Conferencia Episcopal Latinoamericana en 1968

y la “teología de la liberación” adecuaba su papel a la realidad y lo legitimaba en gran

medida.

La revolución finalmente triunfaría y el peronismo asomaba una vez más la

cabeza a la escena política argentina. La movilización popular fue identificándose cada

vez más con el peronismo y con el propio Perón que para 1971 había llegado a ocupar

en la política argentina una posición casi tan central como la que tenía cuando era

presidente. Impotentes y desconcertadas las Fuerzas Armadas fueron advirtiendo que

debían buscar una salida al callejón en que estaban metidas.19 Debían negociar su

retirada.

Ib Romero, op. cit., p. 264. 19 Ibid. p. 275.

17

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1.6 La guerrilla y sus opciones

La experiencia de los grupos guerrilleros en Argentina nace como en la mayoría

de América Latina con la experiencia de la Revolución Cubana. Los grupos

revolucionarios asemejaban sus demandas a la protesta ideológica contra el régimen

militar y la derecha —que controlaba económicamente al país— uniendo sus

demandas a la de los sectores más desprotegidos por el mismo gobierno. La gran

mayoría de movimientos revolucionarios se crearon a partir de las filas del peronismo

como Las Fuerzas Armada Peronistas, Descamisados, Las Fuerzas Armadas de

Liberación, entre otras. Sin embargo, las organizaciones que tuvieron mayor éxito y

lograron exponer la ineficiencia e ineficacia del gobierno para controlarlos fueron el

grupo Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Estos

movimientos se acercaban más al ala política y menos sindical del partido.

Tomando en cuenta que la situación política imperante en Argentina era de una

cerrazón absoluta a nuevas ideas y proyectos políticos, estos grupos empezaron a

expresarse mediante diferentes medios; uno de ellos y el que les resultó más eficiente,

fue el de las armas. Miembros del grupo Montoneros fueron responsables por el

secuestro y asesinato del ex presidente Pedro Eugenio Aramburu y otros líderes

sindicales como Augusto Vandor y José Alonso. Los secuestros y asesinatos de gente

influyente en la política argentina fueron parte de una larga cadena de atrocidades

cometidas por Montoneros y el ERP, acciones que aún hoy —en la exigencia por el

respeto y la protección de los derechos humanos— también exigen una rendición de

cuentas.

18

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Su objetivo se centraba en robar o exigir una recompensa por la liberación de

algún secuestrado para equipar sus organizaciones con medicinas, armas y dinero,

pero más allá para transformar la movilización espontánea de la sociedad en un

alzamiento generalizado y retomar una cultura política de izquierda contra sus

adversarios. La violencia no sólo se justificaba por la del adversario: era glorificada

como la partera del orden nuevo. Los atributos del verdadero militante eran el heroísmo

y la disposición a una muerte gloriosa y redentora, camino de la verdadera

trascendencia, el asesinato ahora era un arma política de cuya razonabilidad, ética o

táctica, nadie dudaba.20

Argentina se convertía en un país violento y las consecuencias de dichos actos

también eran cada vez más sangrientas; al respecto diversos medios de información

reportaban el dramático incremento en actos violentos dentro de Argentina,

La violencia se concentró en las grandes ciudades pero afectó a todo el país. Entre mayo de 1973 y abril de 1974 hubo 1760 hechos armados, con 754 muertos; entre mayo de 1974 y abril de 1975 se registraron 2425 actos de violencia con 608 muertos, y entre mayo de 1975 y marzo de 1976 fueron 4324 hechos armados con 1612 muertos; 68% de las bajas correspondieron a la izquierda y al peronismo disidente. La proporción de muertos se incrementó notablemente respecto de los heridos. Guerrillero capturado era guerrillero muerto. El propio gobierno peronista, después de la muerte de Perón, dio la orden de “neutralizar y/o aniquilar a la guerrilla”, e inició la práctica sistemática de la desaparición de personas, que usó contra la izquierda trotskista pero, sin duda con la misma ferocidad, sobre la juventud radicalizada del propio peronismo. Los primeros campos de concentración de prisioneros —en la provincia de Tucumán— se formaron bajo el gobierno de Isabel Perón, con su consentimiento. Antes del golpe militar de 1976 se habían producido aproximadamente 600 secuestros, muchos de ellos de jóvenes peronistas en el marco de un gobierno también peronista.21

20 Romero, op. cit. cfr., pp. 272, 273. 21 Centro de Estudios de Política Comparada http://www.cepcom.com.mx/meta/28/vimpresa/dossier/6doss.htm

19

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La respuesta del gobierno ante estos grupos subversivos fue el frontal ataque

usando medios legítimos e institucionales, pero también a través de métodos un poco

más “ortodoxos y funcionales”. Uno de estos métodos creados fue la Triple A (Alianza

Anticomunista Argentina)22 la cual aseguraba la aniquilación inequívoca de estos

grupos. Obviamente su tarea no podría concretarse de la noche a la mañana, y su

“lucha” se transformaría formalmente o se institucionalizaría durante la dictadura militar

comandada por Rafael Videla, trasladando a los miembros y operantes de la Triple A al

Ejército o a la Policía.

23

22 La Triple A [o tres A] era una organización fantasma creada por López Rega, Ministro de Bienestar Social y sus compinches. Sus actividades eran desempeñadas por elementos diversos de la policía y los militares, así como por algunos otros del gobierno peronista, en particular López Rega. Una de las operaciones más importantes de la Triple A fue llevada a cabo por el mismo Ministerio de Bienestar Social. Unos 200 hombres de diferentes sectores de la ultraderecha y de las fuerzas de seguridad fueron reclutados para “tareas especiales”. El sótano del Ministerio de Bienestar Social se convirtió en un moderno arsenal. La mayoría de las armas eran adquiridas en el vecino Paraguay, pero algunas venían por intermedio de los contactos de Gelli [El capo de la Logia Propaganda] desde Libia. Decenas de miles de dólares en fondos reservados abandonaban el Ministerio, que administraba la lucrativa pero legal industria del juego en la Argentina, en pago por las armas. “López Rega y los matones que trabajaban para él en el ministerio de Bienestar Social llevaban a cabo muchas extorsiones y operaciones con drogas”, recordó el agente del FBI, Séller. “Cuando el blanco de la extorsión o el traficante de drogas se negaba a pagar, era eliminado por gente del Ministerio de Bienestar Social y el asesinato se atribuía a los Montoneros. Andersen, op. cit., p. 127. 23 Foto izquierda: López Rega, creador y operador de la Triple A. Foto derecha: Persona secuestrada por el grupo Montoneros.

20

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El enemigo había sido claramente identificado y el remedio estaba siendo

dosificado. Emilio Mignone en su libro Iglesia y Dictadura hace un señalamiento

interesante sobre la llamada Triple A, marcando que ésta no era más que la cobertura

de la represión ilegal desatada por los mandos castrenses, con la colaboración de

algunos civiles que integraban las bandas organizadas por éstos; lo prueba el hecho

que el mismo día del golpe de Estado, la Triple A desapareció por arte de magia.

1.7 Y todo empezó en Tucumán

En Argentina la política armada ya no era exclusiva de las Fuerzas Armadas,

sino que se la habían adjudicado de igual manera algunos grupos de izquierda que

actuaban en la clandestinidad y que no encontraban espacio para exponer sus

demandas y mucho menos para que éstas fueran cumplidas. Los grupos subversivos

encontraron en la provincia de Tucumán y en el noroeste del país gran parte de su

campo de acción. El noroeste del país había sido prolongadamente descuidado y ahí

era donde se concentraba la mayoría de demandas sociales. Sin embargo, es

necesario notar que si bien los guerrilleros convirtieron Tucumán en su centro de

operaciones, no contaron más que con algún tipo de apoyo y simpatía de los habitantes

de la provincia.

Quizá la acción que colocó al grupo Montoneros en la escena política argentina

fue el secuestro del ex presidente militar Pedro Eugenio Aramburu, quien sin oponer

resistencia fue secuestrado en su domicilio el 29 de mayo de 1970. Los Montoneros

Emilio Maza, Fernando Abal Medina, Norma Arrostito y Mario Firmenich cometieron el

21

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secuestro. Ellos lo acusaron y juzgaron ante un “tribunal revolucionario” del asesinato

de rebeldes peronistas en 1956, de la desaparición y profanación del cadáver de Evita y

haber robado las “conquistas sociales” que había logrado Perón en sus años de

gobierno; la sentencia impuesta por el tribunal Montonero fue la muerte y procedieron a

asesinarlo. El cuerpo de Aramburu fue encontrado en la granja perteneciente a uno de

los Montoneros con algunos signos de tortura. Maza y Abal Medina fueron muertos a

balazos en el enfrentamiento con los policías que habían logrado llegar hasta el lugar.

El ERP actuaba de la misma manera, aunque su modus operandi era diferente,

puesto que la mayoría del botín que recibían por la liberación de algún secuestrado era

destinado a villas miseria o zonas marginadas.

Esto no fue sino el principio de una larga cadena de acciones criminales que

llevarían a cabo los grupos subversivos, hasta el punto de lograr capitalizar y financiar

sus actividades. Perón durante mucho tiempo apoyó las acciones del grupo

Montoneros que le habían manifestado su apoyo desde sus principios. Perón desde el

exilio las apoyaba, pero a su regreso, López Rega —secretario particular y Ministro de

Bienestar Social— se encargó del exterminio de estos grupos armados.

1.8 Del triunfante regreso al trágico final de Perón

Alejandro Lanusse fue el último presidente del gobierno militar y anunció, en

1971, el restablecimiento de la actividad política en Argentina llamando a elecciones

generales. Héctor J. Cámpora y Raúl Lastiri fueron la antesala del regreso de Perón a

22

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la presidencia; ambos eran subordinados serviles de la voluntad del ex presidente e

iban adecuando el momento para su regreso. Perón llegó con una estrategia bien

definida y que parecía aceptar la sociedad; si bien acabaría con la represión militar,

también le pondría fin a las acciones terroristas de Montoneros,24 a quienes había

desconocido por sus acciones terroristas.

Perón llegó a Argentina acompañado de su esposa y compañera de fórmula,

María Estela Martínez, el 20 de junio de 1973. Ya en el aeropuerto en Ezeiza lo

esperaban cerca de 2 millones de personas; grupos de derecha e izquierda convirtieron

el aeropuerto de Ezeiza en un franco campo de batalla. El resultado de dicho

enfrentamiento fue de 200 personas muertas.

25

El peronismo triunfó en septiembre de ese mismo año con el 61% de los votos

totales, muchos de los votos no significan un voto por Perón, sino un voto por lo que el

24 El secretario particular de Perón, José López Rega, se encargaría de acabar con los Montoneros haciendo uso de los artificios de la Triple A que ya operaba en la clandestinidad y que durante el gobierno peronista operaría desde el Ministerio de Bienestar Social. La confianza ciega que tenía Perón en López Rega radicaba en su condición de sirviente adulador y servil al igual que la de gurú espiritista de Isabel y del mismo Perón. Así pues la lucha para aniquilar a la guerrilla no se declaró en 1976, fue antes. 25 De izquierda a derecha: Franco despidiendo a Perón rumbo a Argentina, la llegada de Juan Domingo e Isabel Perón al aeropuerto de Ezeiza.

23

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peronismo significaba. Perón de nuevo empezó a utilizar las negociaciones políticas

entre partidos y actores sociales para alcanzar acuerdos y la paz social, ya que como

éste la veía era una prerrogativa que le incumbía al Estado. La idea misma de

democracia de representación política de los intereses sociales, de negociación primero

en el ámbito de cada partido y luego en los espacios políticos comunes de construcción

colectiva de poder, tenía escaso prestigio en una sociedad largamente acostumbrada a

que cada una de sus partes negociara por separado con el poder constituido.26 En

1973 la democracia en Argentina todavía era inexistente e increíble.

De regreso en el poder, Perón inició un proceso de depuración como el que

había logrado varios años atrás. Esta vez y a diferencia de su pasado término, se

dedicó a retirar del gobierno y del partido al ala extremista del mismo, la izquierda,

dejando a López Rega y sus compinches (más cargados hacia la derecha) en una

posición preponderante dentro y fuera del gobierno. La estrategia de Perón para

organizar el futuro gobierno del país se apoyaba sobre tres bases: el acuerdo político

entre los principales partidos, la neutralización y cooptación gradual de las fuerzas

armadas y la concertación económico-social entre el Estado, los empresarios y los

sindicatos.27

Pero ni el pacto por la paz social, ni la lucha democrática sirvió de mucho a

Perón. Los diferentes grupos querían un tajo del poder y era muy difícil negociar con

26 Ibid. p. 290 27 Cavarozzi, Marcelo & Gutiérrez Ricardo, “La construcción política de una crisis: el gobierno peronista de 1973-1976”, en Dutrénit Bielous, Silvia & Rodríguez de Ita, Guadalupe, Asilo diplomático mexicano en el cono sur, Instituto Mora, México DF, 1999, p 17.

24

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estos grupos, dado que sus intereses y reclamos eran tan diferentes que no había

punto de encuentro entre ellos; bueno, sólo respecto al terreno económico. Perón no

olvidaba su antiguo patrón de acción y aseguraba que en Argentina hacia falta

disciplinar y ordenar. Incluso dentro del peronismo se encontraba una fisura que dividía

al movimiento en dos grupos: aquellos que añoraban y endiosaban la figura de Perón, y

aquellos que si bien apoyaban algunas de las acciones de Perón tenían una consigna

diferente “liberación o dependencia”.

Simultáneamente, la guerra de aparatos se desarrolló bajo la terrible sombra del

terrorismo y en particular de los asesinatos que podían ser en proporción variable:

estratégicos, justicieros o ejemplares. Para diezmar los asesinatos, el papel de la Triple

A —grupo que como hemos venido mencionado era igualmente terrorista— fue

categórico. El genocidio estaba en marcha y la represión clandestina empezaba de

nuevo su movilización.

28

28 Funerales del presidente Perón

25

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El presidente Perón murió en 1974 y su esposa, la vicepresidenta María Estela

Martínez, mejor conocida como Isabel Perón, hubo de asumir el poder; la muerte de

Perón no sólo significó la muerte del presidente de la nación argentina, sino la muerte

del líder y conciliador por excelencia. La muerte de Perón arrastró al Partido Peronista

y al gobierno a una crisis institucional que sólo podrían controlar los militares. A

diferencia de su esposo, Isabel Perón en dos años de gobierno no pudo negociar con

los militares, con los empresarios, como tampoco con los líderes sindicales, ningún tipo

de acuerdo; además la situación económica en Argentina no parecía recuperarse en

ningún momento. El fin del peronismo ya había llegado y la orquesta del genocidio

estaba tocando a la puerta.

Es interesante lo que Luis Alberto Romero señala en su obra: Breve historia

contemporánea de Argentina: la sociedad argentina recibió el golpe con “inmenso alivio

y muchas expectativas”, pero éste no era un golpe más, no era un golpe de Estado

negociador, era la antesala a una de las acciones más cobardes, crueles y violentas a

la que la sociedad, a la que la solidaridad se enfrentaba.29

29 A continuación se enumeran los presidentes que tuvo Argentina desde 1943 hasta 1976: Juan Domingo Perón (1943-1955), Eduardo Leonardi quien llega al poder por un golpe de estado (1955), Pedro Eugenio Aramburu (1955-1958), Arturo Frondizi, llega tras elecciones (1958-1963), Arturo Illia, que cae por un golpe de Estado (1963-1966). Después del golpe de estado el general Juan Carlos Onganía sube al poder (1966-1970), Roberto Marcelo Livingston (1970-1971), Alejandro Lanusse (1971-1973). Lanusse declara elecciones y emprende la retirada, el siguiente presidente de la Argentina será Héctor Cámpora (1973), Raúl Lastiri (1973) y el magistral regreso de Juan Domingo Perón como presidente de 1976 a 1974. Tras su muerte, Isabel Perón (María Estela Martínez) toma el poder y gobierna de 1974 a 1976. Italo Luder remplazó a Isabel Perón por sólo un año, simplemente para especular su salida.

26

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1.9 Perón desconoce, la lucha sigue

Ya entonces, en febrero de 1975, cuando por decreto del poder ejecutivo se dio

la orden de aniquilar a la guerrilla, a través del Operativo Independencia se inició en

Tucumán una política institucional de desaparición de personas, con el silencio y el

consentimiento del gobierno peronista, de la oposición radical y de amplios sectores de

la sociedad. Otros, como suele suceder, no sabían nada; otros más no querían saber.

En ese momento aparecieron las primeras instituciones ligadas indisolublemente con

esta modalidad represiva: los campos de concentración.30 Perón, durante un desfile del

Día del Trabajo, había desconocido públicamente a los Montoneros —ya que con

cánticos de protesta se manifestaban contra López Rega e Isabel Perón—; éstos a su

vez le dieron la espalda.

La violencia, tras la muerte, de Perón conmocionó a la sociedad argentina, la

cual empezó a vivir uno de los capítulos más sangrientos de su historia; uno que tan

sólo sería el preludio de lo que vendría. Las ejecuciones con ametralladora y los

cuerpos dejados en rutas solitarias fuera de las zonas urbanas se convirtieron en

escenas terroríficas de la vida cotidiana. Mucho del entrenamiento que tuvieron los

elementos de la Triple A se llevó a cabo en Estados Unidos, en lo que compete a las

modalidades de tortura —la cantidad de electricidad que debía ser dosificada al

torturado, la fabricación de bombas y demás equipo que podía ser utilizado como

instrumento de tortura—. El blanco ya no sólo eran los grupos guerrilleros, sino los

30 Calveiro, Pilar, Desapariciones, memoria y desmemoria de los campos de concentración argentinos, Editorial Taurus, México DF, 2000, p. 55.

27

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abogados defensores de los mismos y básicamente cualquier persona o movimiento

que se opusiera a los planes de López Rega y de Isabel Perón.31

El diario La Opinión informó que por esos días se registraba un asesinato político cada

cinco horas, y cada tres estallaba una bomba. En diciembre se habían contabilizado, según el matutino, 62 muertes originadas en la violencia política. En enero ascendieron a 89 y llegaron a 105 en febrero, la mayor parte de ellas provocada por bandas paramilitares que recorrían las calles blandiendo sus armas ante la vista aterrada de los transeúntes y el silencio cómplice de las autoridades. Mientras tanto, el gobierno y el peronismo se debatían en graves conflictos internos que les impedían reaccionar frente al sostenido avance militar.32

El Operativo Independencia fue el parteaguas para el poder militar, ya que al

firmar Isabel Perón el decreto que legalizaba dicho operativo, permitía a las Fuerzas

Armadas (al mando del general Rafael Videla) legitimar su imagen desgastada y

corrompida frente a la sociedad argentina, presentándose como el único antídoto contra

la terrible epidemia de la violencia. Los militares poco después le exigieron a López

Rega la salida del país y ordenaron el control de los grupos paramilitares irregulares,

los cuales cooperaron con ellos sin chistar.

El golpe más duro que “acabó” con el ERP (diezmado durante el Operativo

Independencia) fue llevado a cabo por los militares en 1975 en la batalla en Monte

Chingolo, tras una sangrienta y feroz lucha entre éstos y los militantes del ERP. Los

guerrilleros fueron masacrados y los militares alteraron la cuenta de muertos para

justificar sus propios excesos, y su coreografía cuidadosamente montada de los

“hechos” les permitió mostrar en forma distorsionada el tamaño de la amenaza de la

31 Por ejemplo la huelga en Villa Constitución que fue reprimida brutalmente por personal de la Triple A (ver Andersen, op. cit., p. 183). 32 Novaro, Marcos y Palermo, Vicente, La dictadura militar 1976-1983. Del golpe de estado a la restauración democrática, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2003, p. 17.

28

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guerrilla que el país enfrentaba tanto antes como después de la batalla. Al día siguiente

de la batalla, cuando llegaron los médicos forenses de la policía provincial, había cerca

de 200 muertos. Algunos habían sido abiertos en canal con bayonetas y estaban

tendidos sobre el pasto. Entre ellos había muchos habitantes de la villa. Era engorroso

calentar agua y ablandarles las manos para que pudiéramos identificarlos, así que se

las cortaron y las enviaron al departamento de huellas dactilares.33 Montoneros, sin

embargo, quedaba con vida.

1.10 Y a final de cuentas, ¿por qué llegan los militares al poder?

Esta pregunta nos ha acompañado desde el comienzo del tema y sabemos que

es necesario abordarla para no seguir en un punto incierto; además, como estudiosos

de los derechos humanos esta pregunta nos exige una respuesta.

Andrés Clérici se hace la misma pregunta sobre el porqué y cómo participan los

militares en el poder; las respuestas a estas preguntas las podemos encontrar en varios

autores —los cuales nos obligan a cuestionarnos sobre conceptos como nación,

proyecto de nación y cultura—, y a estudiar y comprender la capacidad de organización

que tienen los militares. Sin embargo, estamos de acuerdo en mayor medida con la

explicación que hace Clérici que con la argumentación de Huntington, nos habla sobre

los aspectos políticos que llevan a los militares al poder. Que se traducen en la

supuesta incapacidad de las instituciones políticas de una nación para satisfacer las

33 Andersen, op. cit., p. 203.

29

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demandas crecientes de participación política, producto del proceso de modernización

social y económica.

En otros términos, el proceso de modernización (no de modernidad) reproduce la cantidad de fuerzas sociales que generan demandas de participación al sistema político. Si dichas demandas sociales no son canalizadas hacia el poder estatal por medio de los partidos políticos, la consecuencia es la violencia, el pretorianismo o un estado de naturaleza en el que las fuerzas sociales luchan al desnudo. Huntington sostiene que ante esta situación anómica pretoriana, el actor mejor posicionado para alcanzar el orden y el poder, construir instituciones, es el militar. A medida que avanza el proceso de desarrollo económico y social y se amplía la participación política, los militares de reformadores y constructores de instituciones pasan a ser custodios del orden social.34

De igual manera Gino Germani —continúa explicando Clérici— plantea que la

expansión de la acción militar a otros espacios sociales pone en evidencia la existencia

de un sistema social débil y enfermo; es entonces cuando la institución armada se

convierte en una posible solución a los problemas existentes.

Esta observación podría verse a la luz de la acción de las Fuerzas Armadas en

Argentina desde 1930, y se matiza en el golpe militar a Perón en 1955; no son un

árbitro neutral sino que dieron forma y transformaron la arena política y sus reglas del

juego. Las Fuerzas Armadas, al ser uno de los actores del sistema político compiten,

negocian y forman alianzas con otros actores del sistema; los golpes de estado por las

Fuerzas Armadas contra los gobiernos civiles, antes rápidos, secretos y unilaterales, se

perfilan ahora como la respuesta gradual, abierta y dual de determinadas elites civiles y

militares ante una crisis política.35

34 Clérici, Andrés, “Militares y sistemas de partidos: la Argentina y Chile”, en Kvaternik, Eugenio (compilador), Elementos para el análisis político La Argentina y el Cono Sur en los ´90, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1998, p. 210. 35 Ibid. p. 212.

30

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Los militares en Argentina tomaron el poder durante una época violenta —debido

a la agudización de la guerrilla y sus acciones terroristas— y económicamente crítica

que complicaba a las clases media y alta en el país. Isabel Perón no tenía control

sobre los sindicatos, López Rega había salido exiliado del país y los militares no

querían ni una sola negociación a la salida de Isabel, la querían fuera y ya. Al respecto

Martin Andersen señala:

Aunque un sentimiento de parálisis ganaba al gobierno, hubo un último intento

desesperado de romper el cerco puesto por los militares. El 22 de marzo a las 7:00 de la tarde, Isabel convocó a una reunión de gabinete, a la que se sumaron Luder, Miguel y otros tres. Allí la presidenta declaró que era necesario, una vez más, exigir una definición de lealtad de los jefes militares. “A las 11 en punto de la mañana del día 23 de marzo”, recuerda Deheza, “entraron en mi despacho los tres comandantes generales y se sentaron alrededor de la mesa de trabajo. Deheza reiteró una serie de promesas que complacían los mejores caprichos de los comandantes: desde la reorganización del peronismo hasta la designación de un nuevo gabinete, desde el llamado a un “gobierno de unidad nacional” en el que participarían otros partidos, a la renuncia de todos los miembros del gabinete y de la misma Isabel a cualquier puesto en el partido”.

Desde principios de 1975, cuando el Ejército inició la lucha antisubversiva, los militares

habían utilizado al gobierno peronista para derrotar a los guerrilleros políticamente. El gobierno constitucional ya no era necesario para acabar con su aniquilación física. Los comandantes prometieron dar su respuesta esa tarde a las 7:00.

Cuando volvieron, Videla resumió la posición de los militares: “El Estado se muestra

incapaz de cumplir con la irrenunciable misión de proveer el bien común… La indisciplina social se generaliza manifestándose, principalmente, en las continuas huelgas que se extienden hasta el sector empresario. La cohesión social y el sentimiento de seguridad aparecen seriamente comprometidos. La guerrilla industrial ha tomado posiciones que pueden resentir el aparato productivo de la Nación y, naturalmente, su seguridad”.

… El helicóptero de Isabel había aterrizado en el aeropuerto metropolitano a cuatro

kilómetros del palacio presidencial, después de que su piloto se quejó de dificultades técnicas. Cuando desembarcaron, el jefe de la base aérea, un comodoro dio la bienvenida a la presidenta y la invitó a tomar un café en su despacho mientras, dijo, se aprontaba otro vehículo. Entre tanto, sus auxiliares fueron silenciosamente rodeados por un grupo de oficiales. En la oficina del comodoro, un general, un almirante y un brigadier hicieron saber a Isabel del levantamiento militar. La invitaron a firmar un documento que anunciaba su renuncia.36

36 Andersen, op. cit. cfr., pp. 212, 213.

31

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Mientras que Isabel Perón era llevada a Neuquén, la violencia política tanto de la

derecha como de la izquierda y la fuerte crisis económica se agudizaron cada vez más,

dada la ausencia de soluciones eficaces tanto del gobierno de Isabel Perón como de los

actores tradicionales de la política argentina. El hecho de no haber encontrado salida a

esos problemas no se debe a factores estructurales ni meramente económicos, sino

que responde a la imposibilidad de los actores del sistema político de encontrar

soluciones de compromiso o algún tipo de acuerdo para subsanar esos problemas.38

Argentina y su sistema bipolar de partidos ha puesto en evidencia la ineficacia

del mismo para negociar ante situaciones de crisis; su incesante búsqueda por el poder

no les permite llegar a acuerdos y consensos. Estas características imposibilitan la

formulación de cánones claros y consensuados para ambos partidos, generando una

notoria imposibilidad de la alternancia en el poder sin conflictos, de superar cualquier

crisis y de profundizar las diferencias al punto de convertirlas en irreconciliables.

37 Foto izquierda: Isabel Perón con el General Videla y el Almirante Massera. Foto derecha: La Junta de Oficiales. 38 Clérici, op. cit., p. 215.

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En los años de formación política de Argentina, los acuerdos eran prácticamente

imposibles debido a que los partidos se deslegitimaban unos a otros y desconocían

cualquier acción por correcta o propia que fuera; Isabel Perón perdió su capacidad de

negociar y los intereses de los diferentes grupos en el poder eran cada vez más difíciles

de cumplir. La sociedad, que hasta ese momento no tiene campo de acción, sino que

aparece como un mero espectador, encuentra en las Fuerzas Armadas una luz que no

se comportaría como árbitro, sino que actuaría como el conductor del orden; que a la

larga, traería paz y orden a un Estado claramente caótico.

Así es como llegan los militares al poder; llegan, se afirma, a corregir la

inconstitucionalidad, la inmoralidad, la ilegalidad y la ineptitud de un gobierno de civiles

incapaz de resolver los problemas.

En los siguientes capítulos, veremos cómo y porqué caen los militares de ese

pedestal al que autoritariamente se subieron. La llegada de los militares en esta etapa

y la brutalidad con la que accedieron al poder sólo se puede explicar por el desgaste

que había sufrido el país a lo largo de tantos años; ningún partido político había podido

concretar un proyecto económico, mucho menos estabilizar a una sociedad tan

cambiante. Al parecer, el orden y la disciplina que habían preocupado a Juan Domingo

Perón desde los años cuarenta en su logia del GOU, tampoco pudieron ser

concretados.

33