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Carlos Petit Revistas y delito. Cesare Lombroso en la prensa española de fin de siglo «Sin género de duda, no es ciencia lo que se busca en los diarios; los diarios pertenecen á la extrema vulgarización; evitan lo rigurosamente científico, que cansaría á sus lectores», opina Emilia Pardo Bazán, condesa de Pardo Bazán (1851-1921), y apostilla: «la misión de los diario es transmitir á la muchedum- bre nociones y emociones; ciencia, no». Son palabras de 1910 y, sin embargo, la tensión entre ciencia y emoción, entre lo cientí- fico y lo vulgar – que uno diría enunciada desde el “nuevo espí- ritu” de Gaston Bachelard – resultan por completo modernas. Confirmarían incluso nuestros usos profesionales, pues sabemos que el asunto y aun la expresión más adecuados para un dia- rio nada tienen que ver con el contenido reservado a la revista científica. El título mismo de nuestro seminario – Una ‘tribuna’ per le scienze criminali. La cultura delle Riviste nel dibattito penalistico tra Otto e Novecento – ¿no presupone acaso que la búsqueda de los textos pertinentes tiene que ser realizada en bibliotecas de la especialidad? Ahora bien, que las cosas no estaban tan claras, al menos en referencia a las “scienze criminali”, lo demuestra aún el co- mentario de nuestra condesa. Doña Emilia se hacía eco (en las páginas de un periódico generalista) 1 de las quejas aireadas por Guglielmo Ferrero, historiador italiano más bien conocido co- 1 Emilia Pardo Bazán, La vida contemporánea, en «La Ilustración Artística», 27 de junio, 1910, p. 410. Recuerdo a los amigos italianos que esta autora, literata conocidísima en su momento, fue además la primera mujer que obtuvo en España una cátedra universitaria.

Carlos Petit - Revistas y delito. Cesare Lombroso en la prensa española de fin de siglo

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  • Carlos Petit

    Revistas y delito. Cesare Lombroso en la prensa espaola de fin de siglo

    Sin gnero de duda, no es ciencia lo que se busca en los diarios; los diarios pertenecen la extrema vulgarizacin; evitan lo rigurosamente cientfico, que cansara sus lectores, opina Emilia Pardo Bazn, condesa de Pardo Bazn (1851-1921), y apostilla: la misin de los diario es transmitir la muchedum-bre nociones y emociones; ciencia, no. Son palabras de 1910 y, sin embargo, la tensin entre ciencia y emocin, entre lo cient-fico y lo vulgar que uno dira enunciada desde el nuevo esp-ritu de Gaston Bachelard resultan por completo modernas. Confirmaran incluso nuestros usos profesionales, pues sabemos que el asunto y aun la expresin ms adecuados para un dia-rio nada tienen que ver con el contenido reservado a la revista cientfica. El ttulo mismo de nuestro seminario Una tribuna per le scienze criminali. La cultura delle Riviste nel dibattito penalistico tra Otto e Novecento no presupone acaso que la bsqueda de los textos pertinentes tiene que ser realizada en bibliotecas de la especialidad?

    Ahora bien, que las cosas no estaban tan claras, al menos en referencia a las scienze criminali, lo demuestra an el co-mentario de nuestra condesa. Doa Emilia se haca eco (en las pginas de un peridico generalista)1 de las quejas aireadas por Guglielmo Ferrero, historiador italiano ms bien conocido co-

    1 Emilia Pardo Bazn, La vida contempornea, en La Ilustracin Artstica, 27 de junio, 1910, p. 410. Recuerdo a los amigos italianos que esta autora, literata conocidsima en su momento, fue adems la primera mujer que obtuvo en Espaa una ctedra universitaria.

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    mo yerno del antropo-criminlogo Cesare Lombroso (Verona, 6 de noviembre de 1835 Turn, 19 de octubre de 1909). Apenas pasados unos meses tras el fallecimiento del famoso suegro sus teoras se veran envueltas en las ms violentas re-torsiones; no habra que exigir mayor respeto ante un discur-so cientfico? La respuesta que ofrece a esta duda la escritora espaola resulta contundente y entra en la cuestin de nuestro seminario:

    si la antropologa criminal fuese rigurosamente cientfica, no se hubie-sen apoderado de ella las publicaciones diarias [] A que no se lanzan los cronistas aprovechar los datos de las matemticas, de la qumica, de la filologa, de la fsica, de la metafsica, de las ciencias bien marcadas y bien fundadas, para devanar la madeja de sus crnicas? Naturalmente, lo repito, cuando un periodista es adems un escritor, sobre los temas de Lombroso borda una crnica que no solamente parece profunda, sino que se lee con agrado y arroja cierta luz, al menos en apariencia, sobre los misterios del alma humana. Por ello, por la repercusin popular de una teora sin base firme, en que trozos de verdades se mezclan con hiptesis y atrevimientos, formando un conjunto esencialmente accesible la multitud [] [es algo], quiera no quiera Ferrero, esencialmente periodistico.

    Y la Pardo Bazn saba de lo que hablaba, autora como era de una conocida novela que, a caballo entre Zola y Lombroso, aplic las conclusiones de la antropologa criminal a la descrip-cin de tipos humanos y ambientes dramticos2.

    La explosin de las teoras lombrosianas en la prensa de medio mundo sera entonces la prueba de un dficit cientfico3. Desconozco los principios y las reglas aun las ms elementales de las ciencias de la comunicacin y as no s hasta qu pun-to ser legtimo distinguir con rigidez el periodismo cientfico y

    2 Emilia Pardo Bazn, La piedra angular, Madrid, Imprenta Renacimiento, 1891, sobre la pena de muerte. Cf. Benito Varela Jcome, El Experimento narrativo de La piedra angular. Naturalismo y doctrinas criminalistas, en Jos Manuel Gonzlez Herrn (ed.), Estudios sobre Emilia Pardo Bazn: in memoriam Maurice Heming-way, Santiago de Compostela, Universidade de Santiago de Compostela, Servicio de Publicacins e Intercambio Cientfico Consorcio de Santiago de Compostela, 1997, 353-375; tambin Andrs Galera, Ciencia y delincuencia. El determinismo antro-polgico en la Espaa del siglo XIX, Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, 1991, pp. 44 ss.

    3 Sobre la prensa norteamericana, Carlos Petit, Lombroso et lAmrique, Revue de science criminelle et de droit pnal compare, 2010, pp. 17-29.

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    otras formas de difusin de conocimientos y resultados ampa-radas por mtodos experimentales. Tampoco me considero ca-paz de elaborar una teora del pblico consumidor de prensa en relacin a ciertas comunidades identificadas por el uso de unos mismos canales de expresin socio-profesional. En todo caso, interesados ahora en un especialsimo captulo de la cultura de-lle riviste, las anteriores consideraciones sobre prensa y ciencia tal vez nos sirvan como recetas de investigacin.

    1. Prensa peridica y derecho penal en Espaa

    Nos aprovechar, en primer lugar, el vnculo entre tales con-sideraciones y las estimadas, en su da, nuevas ciencias crimina-les. El cultivo de la especialidad penal, incluso en momentos de escasa diferenciacin de los saberes jurdicos en el seno de una envolvente iuris scientia, ha gozado siempre de tratamiento pro-pio y debemos a Mario Sbriccoli pginas brillantes al respecto4. Pero la conmixtin de la question pnale (Sbriccoli), la re-forma constitucional y el apoyo de la medicina en un horizonte racional y humanitario ha sido, segn parece notorio, compro-miso caracterstico de la experiencia ilustrada, contemporneo entonces al nacimiento de la ffentlichkeit (Habermas). Desde semejante perspectiva, la causa de la prctica punitiva moderna ira unida a la aparicin de la prensa y de la pblica opinin, no slo por simple coincidencia cronolgica: gracias a la ma-siva difusin de letra impresa per la prima volta nella storia dEuropa, segn ha escrito Sbriccoli5, gli intellettuali svol-gono una funzione critica di opposizione, corale e conflittuale, e lo fanno sul terreno del penale, assegnandoli una centralit culturale e politica che il penale non perder pi. El popular gnero de la causa clebre, colocado entre la literatura de cor-

    4 Por ejemplo, Mario Sbriccoli, Giustizia criminale, in Maurizio Fioravanti, Lo stato moderno in Europa. Istituzioni e diritto, Roma-Bari, Laterza, 2002, pp. 3-44, mas, en general, muchos de los dems textos incluidos en Id., Storia del diritto penale e della giustizia. Scritti editi e inediti (1972-2007), 2 voll., Milano, Giuffr, 2009, particularmente el tomo primero.

    5 Sbriccoli, Giustizia criminale, cit., p. 27.

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    del y el relato periodstico, ofrece por toda Europa testimonios notables6.

    Los peridicos y la reforma ilustrada del derecho penal se alimentaron recprocamente, podemos en definitiva concluir. Ahora interesa avanzar un poco ms y recordar que el cercano parentesco de la prensa y el discurso punitivo se estrech a lo largo del siglo XIX, cuando nace y crece la revista jurdica7. [Un] elemento nuevo, peculiar de la civilizacin moderna, el periodismo, ha venido tambin a sumar su influencia vivifica dora, escribe un joven abogado al frente de la primera revista de derecho fundada en Espaa (1836).

    Signo espontneo de nuestra poca, todo se ha lanzado, todo lo ha invadido, sobre todo ha llamado la atencion jeneral. El periodismo es la primera necesidad moral de este tiempo: es el vapor y el camino de hierro de la intelijencia: es el gran vehculo y la gran palanca de la comun actividad que nos devora. No pidais libros la jeneracion presente: el periodismo los ha matado, como la imprenta mat la escritura de los siglos anteriores. El primero que public un Diario, fu el continuador de Guttemberg.

    Hasta ah nuestro abogado, pronto conocido hombre pbli-co (presidente del consejo de ministros, 1847), estudioso clsi-co del derecho criminal y fundador de peridicos y revistas: me refiero al influyente Joaqun Francisco Pacheco8. Ahora bien, si no yerro demasiado la aparicin de una prensa especializada en cuestiones jurdico-penales ser entre nosotros una cosa tan tarda que roza ya la mitad del siglo XX (Revista de Estudios Penales, 1942; Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, 1948); a juzgar por la prctica editorial el derecho penal resulta-ra en Espaa una rama ms atrasada que el privado (Revista de Derecho Privado, 1913), la historia juridica (Anuario de Histo-

    6 Aldo Mazzacane, Letteratura, processo e opinione pubblica. Le raccolte di cause celebri tra bel mondo, avvocati e rivoluzione, Rechtsgeschichte, 3, 2003, pp. 70-98.

    7 Cf. ltimamente Floriana Colao, Luigi Lacch e Claudia Storti, Processo penale e opinione pubblica in Italia tra Otto e Novecento, Bologna, il Mulino, 2008.

    8 Joaqun Francisco Pacheco, Prospecto, Boletn de jurisrprudencia y lejisla-cin, 1, 1836, 1-6, p. 2. Entre sus publicaciones destacan los Estudios de derecho penal. Lecciones pronunciadas en el Ateneo de Madrid, Madrid, Boix, 1842-1843; El Cdigo penal concordado y comentado, 3 vol., Madrid, Imp. de Santiago Saunaque, 1848-1849.

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    ria del Derecho Espaol, 1924), el derecho pblico (Revista de Derecho Pblico, 1932) o incluso el derecho mercantil (Revista de Dret Comercial, 1934)9; al fin y al cabo, una ctedra autno-ma consagrada a la enseanza del derecho penal no se registr antes de 1883.

    La conclusin antecedente sin duda es apresurada, pues va-rias revistas jurdicas de corte general pienso ahora en La Es-cuela del Derecho (1863-1865), aunque la Revista de los Tri-bunales (1878-1894), al menos mientras estuvo en manos de Vicente Romero Girn (1835-1900), constituye otro excelente ejemplo prestaron atencin al derecho penal, incluida una no-table presencia de colaboradores extranjeros (Mittermaier, En-rico Pessina en particular, Francesco Carrara)10. Ciertamente, por las fechas en que sale la Escuela el abogado sevillano Serafn Adame y Muoz (1828-1876), oficial de seccin del Ministerio de Justicia y presente en ese peridico, tuvo el sueo de crear otro centrado nicamente en los asuntos criminales, pero La Reforma. Revista de derecho penal (1864), que as deba lla-marse el folio, nunca vio la luz; la causa abolicionista (en clave cristiana) y la reforma penitenciaria (en clave correccionalista) constituan el programa, nico aspecto conocido, de la fraca-sada publicacin11. Mejor y ms temprana suerte conoci el asunto penitenciario, atendido por ttulos especficos (Boletn de las prisiones, 1863) que sirvieron adems para reforzar la identidad de un reciente (1881) cuerpo de servidores del Estado (Revista de prisiones, 1893; Revista de las prisiones y de polica, 1898)12.

    9 En cierto sentido Espaa sera un caso similar al de Inglaterra, que slo conoce revistas de derecho criminal a partir de los aos 1930: V. Stefan Vogenauer, [] to take up the ground hitherto unoccupied in the periodical literature. Die ersten juristische Fachzeitschriften Englands im 19. Jahrhundert, en Michael Stolleis und Thomas Simon (hrsg.), Juristische Zeitschriften in Europa, Frankfurt am Main, Vitto-rio Klostermann, 2006, 533-564.

    10 Carlos Petit, Revistas jurdicas y legislacin extranjera. El hueco del derecho comparado, Quaderni fiorentini, 35, 2006, pp. 255-338.

    11 Conozco solamente un prospecto de esta revista anunciado, como Bibliografa, en la Gaceta del Notariado Espaol, 6, 1864, pp. 686-688. Muchas cuestiones de derecho penal, lgicamente limitadas a la jurisdiccin de referencia, se abordaron en La Gaceta Jurdica de Guerra y Marina, 1908.

    12 Aado todava La polica cientfica. Revista de identificacin, de inters para

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    Prensa peridica y question pnale se dieron la mano, co-mo vemos. Si apartamos por un instante el problema de la re-vista cientfica en oposicin al diario poltico, lanzado por la condesa en el texto de inicio, podremos por fin volver sobre la convocatoria de nuestro seminario y precisar, en segundo lugar, el alcance de lo nuevo en las ciencias criminales desde el atalaya que presentan los peridicos espaoles del cambio de siglo.

    La encuesta nos dirige derechamente a la longeva Revista General de Legislacin y Jurisprudencia; rgano de expresin profesional fundado en 1853 por los abogados Miquel y Reus con una expresa vocacin cientfica y comparativa (los estu-dios legislativos no pueden permanecer como aislados y circuns-critos las estrechas fronteras de cada Estado, porque la ciencia es general y comn a todos los pases, y tambin: la ciencia ha tomado en estos ltimos tiempos tal importancia, han ensan-chado tanto el crculo, que se ha hecho preciso [] dedicar to-do nuestro cuidado al estudio de las legislaciones comparadas) que, sin embargo, an tard una generacin en realizar. No te-nemos que improvisar la historia de este ttulo ultracentenario13 pues basta con destacar que los objetivos iniciales se lograron una vez que, bajo la direccin de Emilio Reus, la General se abre a la literatura europea, renueva la redaccin y los profeso-res universitarios dominan sus varias secciones. Estamos en los aos 1880 y la ciencia jurdica que invade la Revista de Reus lleva el sello del movimiento positivista nacido en los estudios penalsticos y pronto extendido a otros campos, en especial el derecho privado. Expresado de forma resumida, la atencin por Lombroso y Ferri o por los congresos de antropologa criminal dos puntos de inters para cualquier tomo de esta poca le sirvi a la Revista para satisfacer sus aspiraciones de ciencia, pero tambin para encauzar la doctrina jurdica espaola, hasta

    la Polica, Guardia Civil y Prisiones, de vida breve (1913-1914).13 Carlos Petit, Revistas jurdicas y legislacin extranjera. El hueco del derecho

    comparado, cit., pp. 310 ss. Tambin Federico Fernndez-Crehuet Lpez, Revista de Legislacin y Jurisprudencia: Das erste spanische Fachzeitschrift fr Rechtsverglei-chung?, en Stolleis und Simon, (hrsg.), Juristische Zeitschriften in Europa, cit., pp. 397-415.

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    entonces claramente afrancesada, bajo el influjo de las moder-nas autoridades que llegaban de Italia14.

    Italia, la nacin de ayer, es la maestra de la nueva ciencia; cundo despertar Espaa, y aunque sea detrs de todos, em-prender el camino de la investigacin antropolgica!15. A pesar de los lamentos el pas no tarda en despertar. En 1888 sale una Revista de antropologa criminal y ciencias mdico-legales fundada en Valladolid por el abogado penalista Angel M lvarez Taladriz con el concurso del mdico Rafael Salillas (1854-1923); rgano oficial para Espaa de los encuentros in-ternacionales de Pars (II Congreso de antropologa criminal, 1889) y Nueva York (Congreso de medicina legal), esta revista se convirti [] en el elemento de representacin de la antro-pologa criminal espaola fuera de nuestras fronteras. Cono-ci segunda poca (1890-1908) y cont con trabajos de Salillas, Vida, Sergi, Lacassagne, Macas Picavea, Bournet, DAzevedo, Frigerio y por supuesto de Cesare Lombroso16; hoy constituye una rareza en las bibliotecas17.

    14 Cf. Lus Morote, El derecho penal segn la ciencia positivista, Revista Gene-ral de Legislacin y Jurisprudencia, 65, 1884, pp. 439-468, que conoce perfecta-mente Luomo delinquente de Lombroso; Ramn Gil-Ossorio y Snchez, Ferri y la Escuela penal positiva, Revista General de Legislacin y Jurisprudencia, 67, 1885, pp. 49-87: atenta lectura de I nuovi orizzonti, abierta a las nuevas corrientes pero lejos de entusiasmos. El mismo Morote saluda las novedades en su crnica (en reali-dad, una versin del discurso de Ferri con la sntesis de los trabajos del encuentro) de El primer Congreso internacional de Antropologa criminal, Revista General de Legislacin y Jurisprudencia, 68, 1886, pp. 270-300. Vid. tambin Carlos Petit, Qualcosa che somiglia allammirazione. Ecos de la Civilstica italiana en Espaa, Anuario de Derecho Civil, 57, 2004, pp. 1429-1478, en particular pp. 1435 ss.

    15 Morote, El derecho penal segn la ciencia positivista, cit., p. 300. En el mismo sentido, otro de los grandes protagonistas de la difusin en Espaa del positivismo opin poco despus: en estos ltimos aos viene Italia desplegando una sorpren-dente actividad en el cultivo de la ciencia, singularmente en algunos ramos de la jurdica, hasta el punto de haberse acaso adelantado las dems naciones y dndoles la norma; ha producido grandsimo nmero de obras, algunas de reconocido mrito; ha visto encenderse y multiplicarse en su seno fuertes luchas en el orden del pensa-miento [] ha centuplicado, puede decirse, toda su vida intelectual (Pedro Dorado Montero, El Positivismo en la ciencia jurdica y social italiana, Madrid, Impta. de la Revista de Legislacin, 1891, p. 9).

    16 La fotografa compuesta en averiguacin del tipo criminal, Revista de antro-pologa criminal y ciencias mdico-legales, 1, 1888, pp. 155-156.

    17 Slo localizo ejemplares (de la primera poca) en las bibliotecas universitarias de Salamanca y Complutense de Madrid. Sobre este peridico vid. Galera, Ciencia y

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    Por otra parte, la mencionada Revista General, sobre todo gracias a Pedro (Garca) Dorado Montero (1861-1919), catedr-tico de Penal en Salamanca y colegial de San Clemente (Bolonia) cuando se encontraban en pleno auge las doctrinas positivis-tas18, dio amplia informacin de los debates, las publicaciones y las actividades pienso en aquel Laboratorio de criminologa fundado en la Universidad Central (Madrid) por el filsofo del derecho y gran educador Francisco Giner de los Ros auxiliado por el citado Salillas19 de unas ciencias criminales que, poco a poco, y siempre en dilogo con Italia, en virtud de revistas y traducciones se hacan fuertes en Espaa.

    Junto a la orientacin positiva de la Revista General apa-recen dos ttulos poco comunes, tan importantes como fuga-ces. El primero de ellos proclamaba su novedad desde la mis-ma cabecera, pues se anunci como La Nueva Ciencia Jurdica, mientras la pluralidad de saberes que tambin aqu nos interesa (scienze criminali) se contena en el subttulo: la tal ciencia ju-rdica se quera nueva por estar rodeada de Antropologa, So-ciologa. Salieron dos tomos, ambos en 1892, a cargo de Jos Lzaro Galdiano, dueo de la revista La Espaa Moderna y de la homnima, potente editorial. Sin declaracin de intenciones ni programa, la nmina de colaboradores deja intuir la orien-tacin (Jos DAguanno, Rafael Altamira, Flix de Aramburu, Concepcin Arenal, Adolfo Buylla, Manuel Carnevale, Pedro Dorado, Enrique Ferri, Julio Fioretti, Csar Lombroso, Isidro Prez Oliva, Adolfo Posada, Rafael Salillas, Eduardo Sanz y

    delincuencia cit., pp. 155 ss, 181 ss; tambin, Yvan Lissorgues, Ciencias sociales y literatura en la segunda mitad del siglo XIX. Antropologa criminal y sociologa, en Michel Moner et Jean-Pierre Clment (sous la direction de), Hommage des hispanis-tes franais Henry Bonneville, Poitiers, Socit des Hispanistes Franais de lEnsei-gnement Suprieur, 1996, pp. 289-300.

    18 Y sus primeros trabajos corresponden a esa rica experiencia: adems de El Positivismo publicado tambin como serie de artculos en la Revista General, cf. Pedro Dorado Montero, Sobre el estado de la ciencia jurdica italiana en los momen-tos presentes, Boletn de la Institucin Libre de Enseanza, 10, 1886, pp. 137-139; del mismo, La Antropologa criminal en Italia, Madrid, Impta. de la Revista de Legislacin, 1889.

    19 Rafael Salillas, Laboratorio de criminologa, Revista General de Legislacin y Jurisprudencia, 96, 1900, pp. 332-358; 97, 1900, pp. 5-39, 161-189, 345-364; 99, 1901, pp. 44-63, 368-390 y 514-527.

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    Escartn, Csar Sili, Gabriel Tarde, Manuel Torres Campos y Jernimo Vida)20; lgicamente, abundan los estudios y reseas de derecho penal y antropo-criminologa, mas tambin alcanz significacin el intento de extender la nueva ciencia al ncleo ms duro del derecho privado21.

    Mejor informados estamos de un segundo ensayo, cosa tam-bin de Lzaro y sus principales hombres tres aos despus del anterior. Me refiero a la Revista de Derecho y Sociologa22, una idea del ovetense Adolfo (Gonzlez) Posada (1860-1944), cate-drtico de Derecho poltico y administrativo, compartida y ma-durada junto al citado Dorado Montero, quien se encarga de la revista de revistas y de la traduccin de los grandes nombres ex-tranjeros que firman sus pginas (DAguanno, Durkheim, Nit-ti). Esta Revista, absolutamente neutral ante las escuelas y los partidos, aspiraba a cubrir el movimiento jurdico y social de Espaa y el extranjero mediante un rgano de comunicacin con el mundo culto [] de carcter ante todo cientfico, sin por ello dejar de atender

    la actualidad palpitante [] la actualidad legislativa, poltica, parlamen-taria, el debate judicial, el funcionamiento de las instituciones, los aconte-cimientos de inters relativos a las cuestiones sociales [] todo habr de encontrar su lugar propio en las pginas de la Revista.

    Se inicia con un artculo de Azcrate sobre Kidd y Spencer y estn presentes DAguanno, Clarn, Costa, el propio Dora-do Montero, Giner de los Ros, Gumplowicz, Richard, Sela y muchos otros, una colaboracin efectiva espaola y extran-jera, en suma, de la ms alta reputacin cientfica; se llama la atencin sobre un interesante peridico, que es nico en su

    20 Obviamente, respeto las formas onomsticas que empleaba la misma revista. Dorado, Posada y Prez Oliva fueron adems asiduos traductores.

    21 Manuel Torres Campos, La Antropologa y el Derecho civil, La Nueva Ciencia Jurdica, 1, 1892, pp. 137-149; Rafael Altamira, El mtodo positivo en el Derecho civil, ivi, pp. 268-275 y en La Nueva Ciencia Jurdica, 2, 1892, pp. 81-90 y 129-136.

    22 Gerardo Snchez-Granjel Santander, Dorado Montero y la Revista de Derecho y Sociologa, Salamanca, Universidad de Salamanca. Facultad de Medi-cina, 1985, con amplio recurso a las cartas enviadas a Dorado por el director Adolfo Gonzlez-Posada.

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    gnero, titulado La scienza del diritto privato; se dialoga con La Riforma Sociale, el Political Science Quarterly o el Journal des Economistes pero, a pesar de su generosa apertura e indu-dable calidad, la Revista de Derecho y Sociologa, como antes su hermana mayor La Nueva Ciencia Jurdica, fue una empresa ruinosa y mal acogida en el mundo universitario, as carente de continuidad.

    2. Lombroso y los peridicos

    Con ms presencia en las revistas jurdicas generales que no en los (pocos) rganos de especialidad una prueba evidente, como nos ha recordado Cristina Vano, del carcter algo grosero de tales categoras las ciencias criminales se expandieron en los peridicos consagrados al derecho en las dcadas finales del siglo XIX. Pero los comentarios de doa Emilia que consign ms arriba aconsejan, en tercer lugar, consultar aquellos otros papeles no-jurdicos donde el pensamiento de Lombroso, para escndalo de su yerno Ferraro, habra sido comentado mil ve-ces y mil veces manipulado23. As comprobaremos, adems, la inexactitud de otra distincin que aparece con demasiada fre-cuencia en los anlisis de las revistas; se trata de la pretendida contraposicin de prensa jurdica y prensa diaria la dicha en su da poltica que, en mi opinin, resulta desde luego exage-rada24.

    El caso de las ciencias criminales ofrece una plataforma muy adecuada. Tal y como vieron los contemporneos25, tratndose de las teoras lombrosianas la diferencia entre el discurso cien-

    23 Una tarea enfadosa, aunque de primordial inters para documentar la fortuna espaola de Lombroso, todava por hacer. Cf. Luis Maristany, El gabinete del doctor Lombroso. Delincuencia y fin de siglo en Espaa, Barcelona, Anagrama, 1973; Jos Luis Peset y Mariano Peset, Lombroso y la escuela positivista italiana, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas (Clsicos de la Medicina), 1975.

    24 Tuve ocasin de plantear la cuestin en Carlo Petit, Discurso sobre el discurso. Oralidad y escritura en la cultura jurdica de la Espaa liberal, Huelva, Publicaciones de la Universidad, 2000.

    25 Constancio Bernaldo de Quirs, Las nuevas teoras de la criminalidad, Madrid, hijos de Reus, 1898, p. 36.

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    tfico, el periodismo divulgativo y la simple habladura ha sido slo de grados, pues

    en el paso gradual que esta ciencia [la antropologa criminal] ha hecho [] desde el libro a la revista, de aqu al peridico diario, por ltimo a la annima literatura hablada, conforme se ha ido filtrando por las capas sociales [] ha ido perdiendo de su contenido lo que cada uno se ha asimi-lado, hasta quedar en la ltima reducida a la forma romntica y extraordi-naria del tipo de delincuente nato.

    Por eso, entre las muchas posibilidades que nos abre ahora la estupenda Hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional es-paola26 he buscado las recurrencias del lema nominal Csar Lombroso entre 1876, fecha de publicacin como se sabe de Luomo delinquente, y 1910, ao siguiente al del fallecimiento de este personaje; acepto como hiptesis que las informaciones relativas a su nombre cuando menos, las principales sern un buen testigo para pulsar los movimientos de opinin relativos a dichas ciencias y aun a las tribunas, ms y menos monogrficas, cuyo estudio nos trajo hasta Jesi. De la pesquisa resultan ciento setenta y tres entradas, que comento a continuacin27.

    Hay un adjetivo que se repite con insistencia. Cesare (Csar) Lombroso ante todo es hombre clebre. La condicin de celebri-dad, si justifica de una parte el inters nada comn que suscita el catedrtico de Turn, de otra se retro-alimenta continuamente por efecto del estrpito informativo. Se trata, opinan los peri-dicos, de un clebre mdico antroplogo28, un clebre antro-plogo italiano29, un clebre criminalista30, simplemente, en fin, del clebre Csar Lombroso31. No deja de ser llamativo que la primera referencia de la muestra, contenida en el Diario

    26 http://hemerotecadigital.bne.es. Advierto que mis pesquisas se cierran en julio y agosto, 2011.

    27 Para el arco cronolgico escogido las apariciones de Enrique Ferri son ochenta y dos, mientras que Rafael Garofalo registra solo dos. De forma menos especfica, la expresin antropologa criminal sube a las 479 entradas.

    28 La Dinasta, Barcelona, 8 de marzo, 1895, p. 1.29 La lectura, Madrid, julio 1901, pp. 325-327.30 Las Dominicales del libre pensamiento, Madrid, 16 de junio, 1905, p. 4; El

    Pas, Madrid, 19 de septiembre, 1905, p. 1.31 La poca, Madrid, 15 de octubre, 1894, p. 2.

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    oficial de avisos32, d por hecho la fama de este, ah se dice, clebre alienista italiano.

    Secundariamente Lombroso se presenta en la prensa espao-la como un personaje insigne33, eminente, sobre todo ilus-tre, cuya profesin y campo de experiencia a mitad de camino entre lo mdico y los jurdico se describe en una suerte de leta-na que no ahorra los elegios: famoso antroplogo italiano34, sabio mdico y jurisconsulto35, autor de El Delincuente36, ingenioso italiano37, fisilogo italiano38, eminente antroplogo39, ilustre antroplogo y criminalista40, insig-ne maestro41, eminente penalista42, ilustre antroplogo italiano43, ilustre criminalista44, ilustre criminologista de universal reputacin45, gran criminalista italiano46, sabio de veras [] arca de la ciencia [] eminente pensador47.

    Y, finalmente, los peridicos de declarada militancia catli-ca recuerdan, entre ironas y con racismo apenas disimulado, que Cesare Lombroso es un clebre mdico israelita48, ce-lebrrimo judo positivista [] orculo de los positivistas euro-peos [] asombroso sabio israelita49, judo, librepensador y materialista50.

    Mayor inters presentan los contextos y la ndole de las refe-rencias que van recogidas. Una de las primeras se fecha en 1885

    32 Madrid, 12 de enero, 1885, p. 3.33 La Lidia, Madrid, 21 de abril, 1889, p. 4.34 La poca, 18 de abril, 1892, p. 2.35 El Liberal, Madrid, 13 de septiembre, 1893, p. 3.36 La poca, 19 de julio, 1894, p. 3.37 La Espaa moderna, Madrid, enero 1895, pp. 189-190.38 La Ilustracin artstica, 22 de julio, 1895, pp. 510-511.39 Revista contempornea, Madrid, julio septiembre, 1899, p. 121.40 Revista contempornea, julio septiembre 1901, pp. 253-254.41 El Imparcial, Madrid, 23 de octubre, 1902, p. 2.42 Revista contempornea, enero 1906, pp. 355-363.43 Por esos mundos, Madrid, septiembre 1909, p. 251.44 El Liberal, 20 de octubre, 1909, p. 3.45 El Da, Madrid, 20 de octubre, 1909, p. 3.46 La Correspondencia de Espaa, Madrid, 22 de octubre, 1909, p. 547 Luz y Unin, Madrid, diciembre 1909, pp. 343-367.48 El Siglo Futuro, Madrid, 28 de octubre, 1887, p. 1.49 El Siglo Futuro, 2 de diciembre, 1895, p. 1.50 La lectura dominical, Madrid, 4 de noviembre, 1905.

  • 235revistas y delito. Cesare lombroso en la Prensa esPaola de fin de siglo

    y contiene una crnica del congreso de antropologa celebrado en Roma. Si cruzamos las noticias que enviaba el corresponsal de La poca, el ttulo que ahora consultamos, con el traba-jo coetneo de Morote en la Revista General el resultado es bastante parecido51. La prctica de congresos cientficos, ese fe-nmeno tan caracterstico del fin de siglo, responde a una for-ma moderna de comunicacin profesional donde el sabio y sus saberes se muestran a la sociedad una circunstancia novedosa, que explicara por s sola la atencin del periodista52. Pero la an-tropologa criminal, asunto de este preciso encuentro, enciende sin duda la opinin en tiempos acelerados de neurastenia, velo-cidad, transformaciones de vida y cultura53. El profesor Cesar Lombroso presenta una exposicion de crneos de delincuentes, informa el enviado de La poca,

    Ferri, el copioso material estadstico de sus estudios; Lacassagne, una coleccin interesantsima de mapas de la criminalidad de Francia; De Alber-tis, cuatro cabezas de delincuentes clebres, perfectamente reproducidos en cera.

    La terrible galera inclua an encfalos de homicidas y asesinos y toda una coleccin de cabezas de ajusticiados [] dibujos y fotografas para el estudio de los delitos polticos, per-tenecientes respectivamente al profesor Lombroso y al abogado Laschi; entre tantos materiales la aportacin espaola resulta-ba algo modesta: los retratos de Javiera Fernndez, Mariana Garca y Angel Ursa, autores del asesinato de la viuda del ge-nera Pierrad. As convertida a las nuevas estrategias de aproxi-macin al anlisis del delito, La poca se declaraba favorable a

    51 Morote, El derecho penal segn la ciencia positivista, cit., en relacin a [] La exposicin antropolgico-criminalista de Roma, La poca, 24 de noviembre, 1885, p. 4.

    52 Vid. Martine Waluszyuski, Les congrs internationaux danthropologie crimi-nelle, Mil Neuf Cent. Revue dhistoire intellectuelle, 7, 1989, pp. 59-70, pero todo el volumen se encuentra dedicado a Les congrs, lieux de lchange intellectuel, 1850-1914. Para las ciencias naturales, Umberto Bottazzini e Giuliano Pancaldi (a cura di), I congressi degli scienziati italiani nellet del positivismo, Bologna, Clueb, 1983.

    53 No faltan referencias a nuestro asunto, pero la agudeza de Philipp Blom, Aos de vrtigo. Cultura y cambio en Occidente, 1900-1914 (2008), trad. Daniel Dajmas, Barcelona, Anagrama, 2010, va ms all del argumento actual.

  • 236 Carlos Petit

    esos importantes estudios cientficos, lo cual podra contribuir pode-rosamente la traduccion a nuestro idioma de alguna obra sobre antropo-loga en sus relaciones con la criminalidad, publicada en italiano no h mucho tiempo por un reputado profesor de aquel pas.

    La sugerencia pronto ser atendida y engendra una parte apreciable de la presencia lombrosiana en los peridicos. El primer libro que ve la luz en castellano del famoso antropo-lgo criminalista ha sido una antologa publicada como Los Estudios de Psiquiatra y Antropologa (1892) por la editorial La Espaa Moderna; en versin (de Dorado Montero?) que as podemos datar54, a juicio del crtico que leemos su autor sera con justicia digno del renombre universal que goza. La elogiosa nota, aparecida en la Revista contempornea55, pasa a otras cabeceras y favorece la acogida del libro56, pero aqu conviene precisar que este comentario pionero ha salido en una revista de informacin y crtica literaria, sin otro inters mdico o jurdico que el genrico gusto de los tiempos por la ciencia positiva57. Apoyado en esa moda, la presencia de Lombroso en la Revista contempornea no conocer interrupcin: la cosa corre a cargo de Manuel Gil Maestre58, un magistrado con visos de socilogo que cita y discute continuamente, desde esa Revis-ta, con el profesor italiano59.

    54 Pues los libros de La Espaa Moderna carecen de pie de imprenta y de noticia de los traductores.

    55 Octubre diciembre, 1892, pp. 110-111.56 El Heraldo de Madrid, 9 de octubre, 1892, p. 3, donde el juicio de la Revi-

    sta contempornea se utiliza a modo de anuncio. Tambin, La poca, 20 de octu-bre, 1892, p. 4; La Ilustracin ibrica (Barcelona), 15 de octubre, 1892, p. 14.

    57 Esperanza Cobos Castro, La literatura francesa en la Revista Contempor-nea (1875-1907), Alfinge. Revista de filologa, 5, 1987-1988, pp. 105-110; Adolfo Sotelo Vzquez, Jos del Perojo y la Revista Contempornea, Cuadernos hispano-americanos, 523, 1994, pp. 19-36; Antonio Dorca, Ficcin y diccin en la crtica literaria decimonnica: Manuel de la Revilla y la Revista Contempornea, Espaa contempornea. Revista de literatura y cultura, 10, 1997, pp. 57-72.

    58 Por ejemplo, Manuel Gil Maestre, El anarquismo en Espaa y el especial de Catalua, Revista contempornea, julio septiembre 1897, pp. 34-50, 148-160 y 250-262; tambin, del mismo, La retribucin del trabajo. Participacin en los benefi-cios, Revista contempornea, julio septiembre 1899, pp. 113-135.

    59 Sabio clebre, segn este juez, que si en sus doctrinales libros ha llegado conclusiones algunas de las cuales todava se consideran como exageradas [] han dado lugrar, sin embargo, y esto ni sus mismos adversarios lo niegan, un cambio profundo, que de revolucin beneficiossima puede calificarse [] echando por tierra,

  • 237revistas y delito. Cesare lombroso en la Prensa esPaola de fin de siglo

    La orientacin temtica dominante en la Revista contempo-rnea aconseja a dedicar al menos dos palabras a ese law and literature movement avant la lettre que herman la moderna ciencia penal tal vez por sus carencias cientficas, que dira Pardo Bazn con las obras naturalistas contemporneas.

    En efecto, Los Estudios de Psiquiatra y Antropologa fueron incluidos en una Coleccin de libros escogito donde Lom-broso, sin otra compaa cercana que la ofrecida por Gabriel Tarde60, se encuentra rodeado de los clsicos del momento: Ibsen, Tolstoi, Balzac, Thophile Gautier, Zola y tantos otros novelistas y dramaturgos de fama enmarcan la traduccin. No debo extenderme aqu sobre el que denomin efecto biblioteca (uniformizacin, identificacin, inclusin, expansin) para sig-nificar as los cambios que sufren los textos por el simple hecho de juntarse a otros y formar una serie61. Parece indiscutible, con todo, que Cesare Lombroso (o su colega Tarde)62 aada desde la misma Coleccin nuevas claves de lectura formidable amalgama de grotesco y de terrible que se mueve en el pas de misterio, de extraeza y tinieblas de la mentalidad humana y con preferencia en el parque reservado en que palpita el fen-meno repugnante y terrorfico de la criminalidad y de la pena63 a los espaoles que accedieran, gracias al empeo del editor Jos Lzaro, al Pap Goriot de Balzac, al Humo de Turguenev, a Marido y mujer de Tolstoi, en fin, a la Casa de muecas o

    en materia criminal, el edificio levantado por la escuela espiritualista. Manuel Gil Maestre, Estudios de antropologa y sociologa. El vago, el vagamundo y el mendigo, Revista contempornea, enero marzo 1902, pp. 743-748.

    60 Tambin se tradujo El duelo y el delito poltico, sin que conste la fecha. Entien-do que, como en el caso del Lombroso, la Espaa Moderna seleccion estudios de este autor, recopilados en un libro que, en rigor, no existe en lengua original.

    61 Carlos Petit, Lombroso en Chicago. Presencias europeas en la Modern Crimi-nal Science americana, Quaderni fiorentini, [], 2007, pp. 801-900, en particular pp. 855 ss.

    62 Y la revista La Espaa Moderna, enero 1903, traduce y publica la novela de Anton Tchekhov Un duelo, pp. 5-32 (se continuar), por los aos en que la homnima editorial sacaba el Tarde.

    63 Son palabras del belga Picard que hace suyas Constancio Bernaldo de Quirs, en su dura resea de Lombroso, El antisemitismo. Versin castellana y prlogo del doctor F. Lombarda y Snchez (Madrid, Vda. de Rodrguez Serra, ca, 1903), en La lectura (Madrid) 3, n 3 (1903), pp. 249-250.

    cpetitResaltado

  • 238 Carlos Petit

    Un enemigo del pueblo de Ibsen. [L]a Psiquiatria, escribi el propio Lombroso,

    da Cenerentola delle discipline mediche [] diede alla letteratura, con Daudet, Dostoyewski, Tolstoj e Zola, un campo ubertoso, dove per la prima volta lestetica si sposava legittimamente alla scienza64.

    Y segn prometa la resea que comentamos, tambin en Es-paa los criminlogos terminaron por escribir (de) literatura65 al tiempo que sus hallazgos profesionales alimentaban a cier-tos creadores que llegan a exasperar los motivos naturalistas en aquellas amargas novelas mdico-sociales66; en el fondo, entre La prostituta (1884) de un Eduardo Lpez Bago (1855-1931) y La donna delinquente de Lombroso (1893) las diferen-cias resultan ms bien secundarias.

    Permtame el lector alegar todava, en ese mismo sentido, otro ejemplo pleno de significado cultural. En el nmero corres-pondiente a enero 1893 de la revista La Espaa Moderna un anuncio de los libros impresos bajo ese sello contiene una lista de Obras de Derecho donde se incluye, ni ms ni menos, lo que sigue:

    64 Nuove conquiste, 1887, ahora en Cesare Lombroso, Delitto genio follia. Scrit-ti scelti a cura di Delia Frigessi et al, Torino, Bollati Boringhieri, 1995, pp. 212-214, p. 212. En semejante contexto alcanz bastante repercusin la edicin francesa de Entartung (esto es: Degeneracin, trad. espaola de Nicols Salmern, 1902), obra en su da famossima del publicista hngaro Max S. Nordau; dedicada a Lombro-so, con quien se discute expresamente en la versin italiana del libro, aplicando las teoras del maestro al arte y a las modas literarias el ruidoso Nordau logra, a ojos de la prensa espaola, un ensayo de crtica realmente cientfica (La poca, 2 de abril, 1894, p. 1).

    65 As, Constancio Bernaldo de Quirs, Un novelista de las clases desposeidas. Mximo Gorki, La Espaa Moderna, enero 1903, pp. 73-80.

    66 Adems de Lissorgues, Ciencias sociales y literatura en la segunda mitad del siglo XIX. Antropologa criminal y sociologa, cit., vid. Lily Litvak, La sociologa criminal y su influencia en los escritores espaoles de fin de siglo, Revue de Littra-ture Compare, enero-marzo 1974, pp. 12-32, ahora en Id., Espaa 1900. Moder-nismo, anarquismo y fin de siglo, Barcelona, Anthropos, 1990, 129-154. Tambin, Francisco Javier San Martn Martnez, Resumen de Libertad vigilada. Creacin art-stica e identidad delictiva en el arte del siglo XX, Exit. Imagen y cultura, 1 (enero marzo 2001: Delitos y faltas), pp. 16-48, con sus interesantes consideraciones sobre atavismos, tatuaje y vanguardia artstica.

  • 239revistas y delito. Cesare lombroso en la Prensa esPaola de fin de siglo

    La casa de los muertos (La crcel), por Dostoyusky [sic], 3 pesetas. La novela del presidio, por id, 3 id. La cuestin de la pena de muer-te, por Carnevale, 3 id. El visitador del preso, por Concepcin Arenal, 3 id. El duelo y el delito poltico, por G. Tarde., 3 id. El delito colectivo, por Concepcin Arenal, 1,50 id. Estudios jurdicos, por Macaulay (dos tomos), 5 id. Antropologa criminal, por E. Ferry [sic], 3 id. Antropo-loga y psiquiatra, por Lombroso, 3 id. El suicidio y la civilizacin, por Caro, 3 id. Derecho administrativo, por Meyer y Posada, dos tomos, 10 pesetas. El derecho de gracia, por Concepcin Arenal, 3 id. La criminali-dad comparada, por G. Tarde, traduccin, prlogo y notas, por A. Posada, 3 id. El hipnotismo, por Lombroso, 3 id. Nuevos estudios de Antropo-loga criminal, por Ferri, 3 id. La Nueva Ciencia Jurdica, dos grandes volmenes, 15 pesetas. I.a Criminologa, por Garofalo, 10 pesetas. Las vctimas del delito, por Garofalo, 4 id. Aplicaciones judiciales y mdicas de la Antropologa criminal, por Lombroso, 3 pesetas. La justicia, por Spencer, un volumen grande encuadernado, 9 pesetas.

    En vista del mix anterior no pueden extraarnos algunas va-loraciones realizadas por la pluma experta de Dorado Montero. La firma de Lombroso es de las pocas que han pasado todas las fronteras, manifiesta el penalista salmantino67,

    al lado de otras tres cuatro, como las de Tolstoy, Ibsen France, por ejemplo. Siendo digno de notar que, mientras la de los otros corresponden literatos profesionales, siempre mucho ms apreciados y conocidos entre el gran pblico, Lombroso ha penetrado en el dominio de la masa ttulo de hombre de ciencia.

    En realidad, la ciencia criminal y la creacin literaria son apenas dos declinaciones de un discurso homogno que, a vuel-tas con la figura fascinante del delincuente nato, ha intentado conjurar los miedos de la burguesa liberal ante la pobreza, el movimiento obrero, el bandolerismo en suma, todo cuanto pone en jaque las prcticas polticas de un Estado ya caduco; clasificado y reprimido el delicuente, verdadero enemigo de la sociedad (Garofalo), segn un criterio cientfico mejor to-dava si se trata de un criterio biomdico ser posible por fin lograr esa paz general que la irrupcin de las masas en la esfera pblica vendra poniendo en cuestin68.

    67 [], La obra de Lombroso, La lectura, noviembre 1909, pp. 253-273.68 Monica Stronati, Il brigante tra antropologia e ordine giuridico: alle origini di

    unicona delluomo criminale nel XIX secolo, Quaderni fiorentini, 38, 2009, pp.

  • 240 Carlos Petit

    Son las dichas cuestiones palpitantesque dominan la pren-sa espaola y que ah superan las barreras, nunca demasiado rgidas, de la especialidad penalstica. As, el fascculo de la Re-vista de Espaa correspondiente a septiembre octubre 1890 reproduce el discurso del ministro de Justicia Raimundo Fer-nndez Villaverde en la ceremonia de apertura de tribunales69. De forma algo inesperada, a propsito de una ley de bases del Cdigo penal an pendiente de tramitacin en las Cortes, Vi-llaverde diserta sobre la nueva escuela antropolgica [] hi-ja menor del positivismo contemporneo. Opuesto a las co-rrientes materialistas del clebre profesor de psiquiatra de la Universidad de Turn, su versin de las tesis lombrosianas a saber: del delito no procedera otro estudio que el puramente fisiolgico; la pena es un error, a sustituir por la funcin social de defensa mediante instrumentos preventivos, reparatorios y represivos; jueces y jurados deberan ser desplazados por tcni-cos y expertos, ecc. revela conocimiento de causa70, pero los lectores de esta otra Revista recorren tales discusiones en medio de artculos sobre la historia de la masonera, el congreso catli-co de Zaragoza o un canto a la Roma de Augusto.

    Por lo dems, Los Estudios de Psiquiatra y Antropologa han sido el primer eslabn de una larga cadena de versiones castellanas de las doctrinas positivas que la prensa sigue con expectacin. A veces se trata de trabajos menores de Lombroso aparecidos en las revistas y anunciados all mil veces junto al resto de contenidos71; otras veces son extractos, gracias a los pe-

    953-1008; Paolo Marchetti, Le sentinelle del male. Linvenzione ottocentesca del criminale nemico della societ tra naturalismo giuridico e normativismo psichiatrico, ivi, pp. 1009-1080.

    69 Revista de Espaa, pp. 159-188. Lo que ms nos interesa, tambin en El Imparcial, 16 de septiembre, 1890, p. 2.

    70 Adems, volviendo a las bases del Cdigo, las circunstancias de exencin, atenuacin y agravacin se clasifi[can] atendida la naturaleza ndole de cada una en la realidad de la vida y el estado psicolgico del culpable, segn los resultados positivos que hayan alcanzado las ciencias antropolgicas, p. 167.

    71 As, el artculo El amor de los locos, que saca Lombroso en La Nueva Ciencia Jurdica, se anuncia en El Correo Militar, (Madrid), 11 de marzo, 1892, p. 3; El Heraldo de Madrid, 20 de marzo, 1892, p. 3; La poca, 23 de marzo, 1892, p. 4; El Liberal, 24 de marzo, 1892, p. 3; El Da, 30 de marzo, 1892, p. 3; Revista contempornea, abril junio 1892, p. 555. Tambin, Delitos contra la honestidad,

  • 241revistas y delito. Cesare lombroso en la Prensa esPaola de fin de siglo

    ridicos extranjeros, de cosas y textos del criminlogo italiano convertidos en noticia72. Lgicamente ms importancia tienen las monografas, que han podido gozar de una vida previa co-mo artculos seriados: es el caso de las Aplicaciones judiciales y mdicas de la antropologa criminal, otro libro de La Espaa Moderna que alimenta la revista local entre marzo y agosto de 1893. Siempre estamos ante el mismo texto, mas el historiador del pensamiento jurdico acudir con preferencia a la forma se-riada, no slo por la previsible mayor repercusin: ah est la cronologa de la obra y, sobre todo, la cohorte de autoridades que la acompa al momento de nacer73. Y el aumento de las traducciones de La Espaa Moderna a partir de los aos 189074 se registra en la prensa diaria y multiplica la fortuna del siempre clebre autor.

    Otro de los editores del Madrid finisecular, el librero asturia-no Victoriano Surez, contribuye tambin a su creciente popu-laridad75. En 1893 una incipiente Biblioteca jurdica de autores contemporneos (acompaaban en ella a Lombroso los Maine, El derecho antiguo; Holtzendorf, Fines del Estado; Raleigh, Po-ltica elemental) acoge Escritos de polmica traducidos direc-

    aparecido en otro fascculo de La Nueva Ciencia Jurdica e igualmente anunciado en el Correo, 6 de abril, 1892, p. 3 (conclusin: ivi, 1 de junio, p. 3) y varios de los ttulos recin mencionados (El Da, 8 de abril, p. 3; El Liberal, 11 de abril, p. 3; La poca, 13 de abril, p. 4; conclusin: ivi, 6 de junio, p. 4).

    72 [], El Misoneismo, Diario oficial de Avisos de Madrid, 12 de enero, 1885, p. 3; [], Renacimiento del espiritismo, La poca, 18 de abril, 1892, p. 2; [], Curiosidades. Nihil novum sub sole, La Correspondencia de Espaa, 4 de dici-embre, 1895, p. 1; [], Impotencia de la Caridad, El Motn (Madrid), 7 de abril, 1900, p. 4; [], Una consulta criminolgica al travs del Ocano, La Lectura, julio 1901, pp. 327-327.

    73 Por ejemplo, el discpulo Enrique Ferri, Garibaldi segn sus memorias, La Espaa Moderna, marzo 1893, pp. 74-105; del mismo, La escuela positiva italiana, La Espaa Moderna, abril 1893, pp. 159-184 y mayo 1893, pp. 125-130.

    74 Cf. El Hipnotismo, incluido en la Biblioteca de Jurisprudencia, Filosofa e Historia y anunciado en la revista de enero 1893, como sabemos; La Escuela crimi-nolgica positiva, antologa de trabajos de Lombroso, Ferri, Garofalo y Fioretti, en la misma Biblioteca, 1894; Medicina legal, trad. Dorado Montero, 1902, 21912.

    75 Cf. El delito, sus causas y sus remedios, trad. Bernaldo de Quirs, Madrid, Victoriano Surez, 1902; famosa obra de anlisis experimental, opina la prensa, debida al eminente Csar Lombroso, El Imparcial, 23 de octubre, 1902, p. 2. Al aparecer el libro a primeros de ese ao se anuncia en El Heraldo de Madrid, 4 de enero, 1902, p. 3 y El Imparcial, 20 de enero, p. 3.

  • 242 Carlos Petit

    tamente, se dice, del italiano por D. Anselmo Guerra76. Son seis curiossimos trabajos de este sabio mdico y jurisconsulto italiano, dignos de su reputacin y su talento77, que otra vez probablemente formaban un florilegio inexistente en el catlo-go italiano de obras de Lombroso. En cualquier caso, los diarios polticos no ocultan las razones de anunciar una novedad lite-raria que se dira destinada al crculo de los especialistas:

    algunos de [los] captulos, por ejemplo los referentes la influencia del amor y del vino en el suicidio y en la delincuencia, son de inters, no slo para el mdico y el jurista, sino para toda persona de regular ilustracin78.

    Las traducciones y los artculos suscitan entusiasmo, pero tambin alguna oposicin. El movimiento cientfico penalista en nuestro pas reviste apenas caracteres propios, se quejaba en 1894 el diario vespertino El Da79;

    los escaparates de las libreras slo exhiben traducciones de Lombroso, Garofalo, Tarde y tantos otros campeones ilustres de las ms ingeniosas extravagancias, los ms desoladores pesimismos modernos; los traba-jos de nacionales que publican revistas y peridicos tambin estn influen-ciados por esas lecturas exticas, y apenas si alguien rebasca en nuestras gloriosas tradiciones jurdicas, en nuestra legislacin, en nuestras propias costumbres, en las crceles espaolas, en los crmenes aqu perpetrados, materia propia para sus estudios y para construir un edificio original donde se contenga lo que es y lo que debe ser el Derecho punitorio espaol.

    El viejo Alejandro Groizard, un clsico que gobernaba por entonces la cartera de Fomento, acaba de publicar el cuarto to-mo de su Cdigo penal, concordado y anotado, pero esta magna obra, a pesar de los elogios patriticos que no le escatima El Da, pareca y resultaba un producto de otra poca. Gustara o no al ministro y al diario, en la nueva y actual [e]l nombre de Csar Lombroso va siendo bastante conocido en Espaa. Se le lee algo, se le cita ms, se le empieza traducir, y aunque no se le

    76 El Madrid cmico, 9 de septiembre, 1893, p. 7.77 El Liberal, 13 de septiembre, 1893, p. 3.78 La misma consideracin veo en Los lunes del Imparcial (Madrid), 2 de octu-

    bre, 1893, p. 3 y en El Imparcial, 16 de octubre, p. 3.79 Armnico, Una obra del Sr. Groizard, El Imparcial, 26 de marzo, 1894,

    pp. 1-2.

  • 243revistas y delito. Cesare lombroso en la Prensa esPaola de fin de siglo

    tradujese, las versiones francesas de sus obras le habran puesto ya al alcance de todos80.

    Siempre atentos a difundir su parecer los peridicos publican, acerca de Cesare Lombroso, los asuntos ms dispares: por ejem-plo, la emancipacin de la mujer El Heraldo de Madrid81, el asesino de Carnot La poca82; tambin El Pas83 y La Iberia84, los anarquistas La Correspondencia de Espaa85, la educacin moral de la juventud La lectura dominical86, la grafologa La poca87, la emigracin a Amrica (La Espa-a Moderna88), la degeneracin de las razas (La Dinasta89: cuya opinin no nos es, por cierto, favorable los espao-les, el origen del beso Por esos mundos90), la diplomacia y la guerra de China (La Espaa Moderna91), el libre pensamien-to (Las Dominicales del librepensamiento92), el crimen y el catolicismo93, Alemania (La lectura94), la cuestin religiosa

    80 [], La nueva cuestin palpitante, ii. Existe el genio?, El Imparcial, 29 de agosto, 1894, p. 3.

    81 16 de febrero, 1894, p. 3.82 19 de julio, 1894, p. 3.83 20 de julio, p. 1.84 22 de julio, p. 1.85 10 de agosto, 1894, p. 1.86 18 de noviembre, 1894, p. 10.87 17 de agosto, 1896, p. 2. Pero en este apunte de Lombroso y la grafologa el

    peridico explicaba la lamentable omisin del cientfico quien, por la gran premura con que tiene que hacer sus trabajos, habra copiado sin querer tres pginas de un libro de Gremieux-Jamin, autor por otra parte citado all con todo escrpulo. El plagio caus revuelo en la prensa catlica: cf. [], Por incautador, en El Siglo Futu-ro, 2 de diciembre, 1895, p. 1; denunciados Lombroso y su editor, fueron condena-dos a pagar 2.500 francos pues ninguno de los dos semitas se person en el juicio. La noticia tena derivada espaola: como los peridicos franceses nos lo cuentan lo contamos nosotros, por si quisieren rectificarlo los diarios liberales de por ac, fin de que no padezca desprestigio la ciencia positiva, que ha escalado ya no pocas cte-dras de nuestras universidades, gracias al celo y ortodoxia de los gobiernos catlicos, apostlicos, canovianos sagastinos.

    88 diciembre 1899, p. 78.89 6 de febrero, 1900, p. 2.90 Madrid, 28 de julio, 1900, p. 7.91 agosto 1900, p. 192.92 15 de mayo, 1903, p. 1; 29 de julio, 1904, p. 1.93 Ibid. 16 de junio, 1905, p. 4.94 vol. 3 de 1905, pp. 864-865.

  • 244 Carlos Petit

    (Nuestro tiempo95) Como se ve, las grandes discusiones fin de siglo. A partir de la glosa de opiniones pronto se hace noticia el hombre mismo, y los lectores espaoles conocen al dedillo la aficin de Lombroso a bastones y anteojos, su debilidad por dulces y frutas, su prctica, en fin, de una escritura ambulante que se escupe al dictado desde los rincones ms soleados de la casa96. No parece necesario aadir que la muerte del sabio ilus-tre, junto a notas necrolgicas, psames y actos in memoriam, sali con entera puntualidad en diarios y revistas, sin distincio-nes de matiz ideolgico97.

    3. Anarqua y espiritismo

    De la polvareda periodstica que levantaron Lombroso y sus escritos escojo, por ltimo, dos casos que merecen una consi-deracin singular. El anarquismo debe ser sin duda el primero, pues muchas informaciones de la prensa diaria o de las citas y los debates que contienen las revistas se refieren a ese desafo radical que sufri la sociedad burguesa en el cambio de siglo98.

    95 Madrid, junio 1907, p. 516.96 Resea, ms bien extracto, de Paula Lombroso, Mi padre en la vida cotidiana,

    en La Espaa Moderna, junio 1906, pp. 175-184.97 Cf. Montero, La obra de Lombroso, cit.; tambin, [], Csar Lombroso. Su

    fallecimiento. Duelo en Italia, El Liberal, 20 de octubre, 1909, p. 3; [], Muer-te de Lombroso, El Da, 20 de octubre, p. 3; [], En honor de Lombroso, La Correspondencia de Espaa, 22 de octubre, p. 5, con anuncio de una velada necro-lgica en honor del gran criminalista italiano organizada por el Ateneo de Vallado-lid; La lectura dominical, 23 de octubre, p. 675; El Imparcial, 24 de octubre, con el psame del Congreso Penitenciario (Valencia) a la familia; [], Lombroso, Lo Maravilloso. Revista de Psicologa y dinamismo inexplicados (Madrid), 25 de octubre, pp. 169-170, ms la foto (su ltimo retrato) de portada; [], Lombroso, Nuevo Mundo (Madrid), 28 de octubre, p. 8; La Iustracin espaola y america-na (Madrid), 30 de octubre, p. 254 (con fotografa); [], Csar Lombroso, en Luz y Unin (Barcelona), noviembre 1909, pp. 321-322; [], Csar Lombroso, La Ilustracin Artstica, 1 de noviembre, p. 722; [], Csar Lombroso, Nuestro tiem-po, diciembre 1909, pp. 377-378; Manuel Mayol, Rasgos biogrficos de Lombroso, Luz y Unin, diciembre 1909, 343-367.

    98 La bibliografa es ingente, tambin en lo atinente al anarquismo en sus rela-ciones con la literatura y la ciencia penal positiva; me limito a recordar Lily Litvak, Crimen y castigo. Temtica y esttica del delincuente y la justicia en la obra litera-ria del anarquismo espaol (1880-1913) (1981), en Litvak, Espaa 1900 cit., pp. 335-355; ltimamente lvaro Girn, Los anarquistas espaoles y la criminologa de

  • 245revistas y delito. Cesare lombroso en la Prensa esPaola de fin de siglo

    Con algn retraso la principal reflexin lombrosiana sali final-mente en castellano99 y los peridicos precisan que no es nece-sario encarecer la importancia del libro [] porque el nombre del autor basta para recomendarlo (El Imparcial)100; pero algo antes las tesis enunciadas por Lombroso la consideracin del anarquista como un peligroso demente que, si bien exento de sufrir la pena de muerte, tiene que ser recluido en un mani-comio o deportado se filtran a la prensa y pasan de ella a la opinin espaola. Una de las ms tempranas referencias aparece en La Repblica, 4 de junio, 1891, p. 3, a modo de amplia adaptacin (Rasgos fisiognmicos) del artculo sobre Fisiono-ma de los anarquistas publicado en una Nueva Revista. El anarquismo y Lombroso es cosa de El Da101; en realidad se trata de la traduccin de una carta de Lombroso dirigida a Le Figaro. Cuando la versin castellana de Gli anarchici) an estaba en el telar La Correspondencia de Espaa)102, resume, como resea de la obra, la opinin de Lombroso en punto a La represin contra los anarquistas; entre tanta noticia parece pa-radjico que uno de las recetas represivas consista en imponer un silencio periodstico sobre los crmenes cometidos por esta especie particular de locos. Y es evidente que la estrecha relacin entre anarqua, epilepsia y locura que quiere demostrar Lom-broso merece tanto aplausos como reproches; por ejemplo, los de La Dinasta103, al enfrentar el libro en cuestin a la obra equivalente del estadista portugus Serpa Pimentel, conclu-yendo a favor del segundo sobre las causas econmicas del mo-vimiento anarquisra y sus posibles remedios: sembrar el bien,

    Cesare Lombroso (1890-1914), Frenia, 2, 2002, pp. 81-108.99 Cf. Cesare Lombroso, Los anarquistas, traduccin y notas de Julio Campo y

    Gabriel Ricardo Espaa, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1894.100 27 de diciembre, 1894, p. 3. Manuel Gil Maestre, El anarquismo, Madrid

    cientfico, 152, 1897, pp. 1051-1055, con amplio uso y resea de la obra que nos interesa. Lombroso tambin est presente en la serie de este mismo autor sobre El anarquismo en Espaa y el especial de Catalua, Revista contempornea, enero marzo 1897, pp. 585-601; julio septiembre 1897, pp. 34-50, 148-160, 260-262; sobre todo, abril junio 1898, pp. 170-181. Otro caso de libro publicado por entre-gas en la prensa peridica.

    101 18 de enero, 1894, p. 1.102 18 de agosto, 1894, p. 1.103 8 de marzo, 1895, p. 1.

  • 246 Carlos Petit

    practicar la caridad, imbuir en las masas el amor al prjimo, la creencia en Dios y el alma inmortal [] medios curativos de la doctrina anarquista.

    La ruidosa condena a muerte del cataln Francesc Ferrer i Guardia dio origen a una severa reprimenda de los media espa-oles al por lo comn admirado criminlogo. Se trata de un su-puesto extremo: personaje especialmente insoportable para las gentes de bien, por tratarse de un financiero que dedic su for-tuna a mantener una escuela y una editorial anarquistas, Ferrer fue acusado de complicidad en el atentado sufrido por Alfonso XIII el da de su boda (1906); con un ao en prisin preventiva y finalmente absuelto no tard en ser juzgado de nuevo por va sumarsima, condenado y ejecutado (1909) por rebelin tras la terrible purga que castig la semana trgica de Barcelona104. Varias personalidades extranjeras censuran la arbitraria accin y un Jos P. Atienza, desde las pginas del Madrid cientfico (Ciencia y anarqua105), ataca al francs C.A. Laisant, quien habra renunciado a su condicin de acadmico correspondiente de la Real Academia espaola de Ciencias. Para reconstruir la verdadera personalidad criminal de Ferrer, Atienza se basa en los trabajos de Rafael Salillas para la Revista penitenziaria; en realidad se trataba de una extensa carta dirigida a Lombroso otro de los hombres clebres que se sumaron a la protesta in-ternacional por la muerte de Ferrer; de cualquier modo, Salillas refutaba al maestro con sus propias armas, pues el debate se centra en los grafitti y recortes de prensa (palimpsestos carcela-rios) que el pedagogo anarquista habra colocado en las pare-des de su celda106.

    El segundo mbito particular que la prensa reserva al profe-sor de Turn se encuentra en el terreno, poco firme, del espiritis-mo. Los experimentos lombrosianos de sueo inducido ya ha-

    104 Ahora contamos, por fortuna, con Sebastin Martn, Criminalidad poltica y peligrosidad social en la Espaa contempornea (1870-1970), Quaderni fiorentini, 38, 2009, pp. 861-951, 894 ss., Id., El enemigo del orden pblico: los anarquistas, [], pp. 901 ss., sobre el caso de Ferrer.

    105 n 647, 1909, pp. 589-596.106 Amplios extractos de la carta aparecieron en La lectura, vol. 2 de 1907, pp.

    433-444; tambin en Nuestro tiempo, septiembre 1907, pp. 377-381.

    cpetitResaltado

  • 247revistas y delito. Cesare lombroso en la Prensa esPaola de fin de siglo

    ban levantado alguna crtica por la condena eclesistica de estas prcticas107, pero la conversin de Lombroso nada menos que al espiritismo, a raz de sus contactos con la medium Eusapia Pa-ladino, fue recibida con desconcierto108. Los ltimos tiempos de su vida coinciden adems con el relanzamiento en Barcelona de Luz y Unin (rgano de la Liga Espiritista Espaola), una revista que coge al vuelo la oportunidad de propagar a los cua-tro vientos que el celebrrimo Lombroso, quintaesencia del po-sitivismo, admitira sin embargo el fenmeno109. El peridico le dedica su atencin110 y un par de necrologas, antes citadas; es de admirar la prosa pintoresca, propia de la ocasin111. Por esas fechas Lo Maravilloso. Revista de Psicologa y dinamismo inexplicados otro peridico de tendencia spiritista se empe-a en explicar Cmo Ercole Chiaia convenci a Lombroso de la realidad de los fenmenos supranormales112, extrayendo pro domo la pertinente conclusin113. Tras la muerte de Lombro-so y la publicacin de los obligados comentarios, donde la fase espiritista del viejo criminlogo sola sin embargo soslayarse, Lo Maravilloso abri fuego contra la prensa mayoritaria que,

    107 Cf. [], Carta pastoral sobre el hipnotismo, La Correspondencia de Espaa, 26 de marzo, 1888, p. 3. Cf. Marchetti, Le sentinelle del male cit., p. 1060, de sonni ipnotici ed eclissi della volont.

    108 [], Renacimiento del espiritismo, La poca, 18 de abrilo, 1892, p. 2, sobre esta conversin del famoso antroplogo italiano [] al psiquismo, doctrina que, segn parece, es una nueva secta del spiritismo.

    109 Cf. [], El alma en el sueo magntico, enero 1909, pp. 23-25.110 Cf. Whisky, La locura de Tolstoi, Luz y Unin, 15 de diciembre, 1901, pp.

    546-548.111 Su yo consciente y progresivo ha volado hacia las eternas regiones del espa-

    cio donde imperan la armona y el amor; su espritu se ha desembarazado de la delez-nable materia que la aprisionaba; y ha volado, s, hacia las esferas de la luz y la sabi-dura para dar cuentas la Seidad de su nueva orientacin, porque Lombroso era un hombre sencillo, un hombre generoso y bueno, Csar Lombroso, Luz y Unin cit. Adems, si su voluntad [se refiere al espritu de Lombroso] lo ha deseado, debi asistir los solemnes funerales que le ha costeado el Estado italiano y presenciar cuando sus amigos de todas las Universidades del reino dedicaron en su honor senti-das necrologas, Mayol, Rasgos biogrficos de Lombroso, cit., p. 363.

    112 Madrid, 10 de mayo, 1909, pp. 30-32; 25 de mayo, pp. 40-42.113 El gesto del sabio que se declara esclavo de los hechos y no retrocede ante

    su evidencia, parece an ms grandes despus de sus vacilaciones, de sus reservas y del mismo temor reinante en la mayora de los profesores oficiales, reflejados en las ctedras y las revistas, [], p. 41.

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    entre tantas alabanzas, realmente habra ocultado en qu se ocupaba ahora el cerebro privilegiado que todos elogian.

    Es que el estudio de la psicologa trascendental es un delito?, se preguntaba la revista, tan incmoda por un Si-lencio inexplicable que converta al famoso autor del uomo delinquente en un criminal a su vez, en razn de sus bizarras creencias114. En cualquier caso, la muerte fsica de Lombroso, si marc un punto final al anhelo periodstico por sus cosas y sus dichos115, no fue ningn obstculo para que estas raras revistas de dinamismo inexplicado estiraran un poco ms el ejemplo del clebre converso116.

    114 Lo Maravilloso. Revista de Psicologa y dinamismo inexplicados, 10 de noviembre, 1909, contracubierta; all tambin Carlos Daz Valero, El espiritismo y Lombroso, [], pp. 183-184.

    115 Procedo a una comprobacin final en la Hemeroteca Digital: entre 1911 y 1920 Lombroso aparece nueve veces, y siempre de forma circunstancial.

    116 [], Despus de la muerte qu?, Lo Maravilloso. Revista de Psicologa y dinamismo inexplicados, 10 de diciembre, 1909, pp. 215-216; tambin, [], La identidad de los espritus, Lo Maravilloso. Revista de Psicologa y dinamismo inex-plicados, 25 de diciembre, 1909, pp. 238-239; en p. 242, extracto de los contenidos de Luce e Ombra, noviembre diciembre, 1909: el peridico italiano se lamenta, como nosotros lo hicimos, de que la gran Prensa haya credo honrar mejor al sabio ilustre callando sus estudios y sus convicciones espiritistas; F. Zingarelli, Los dos extremos. Clrigos y materialistas, Lo Maravilloso. Revista de Psicologa y dinamis-mo inexplicados, 30 de enero, 1910, pp. 23-26.