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Carlota y el misterio de las turquesas polvorientas Ilustraciones de Jokin Mitxelena 10-turquesas polvorientas-2.indd 1 10-turquesas polvorientas-2.indd 1 15/12/11 09:55 15/12/11 09:55

Carlota y el misterio de las turquesas polvorientas

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Primer capítulo del libro Carlota y el misterio de las turquesas polvorientas

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Page 1: Carlota y el misterio de las turquesas polvorientas

Carlotay el misterio

de las turquesas polvorientas

Ilustraciones de Jokin Mitxelena

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CAPÍTULO CAPÍTULO 1

Los sábados por la mañana, para mi familia,

es el momento de ir al mercado. Bueno, normal-

mente van papá y Marcos, mientras mamá y yo

nos ocupamos de otras cosas.

Aquel sábado, sin embargo, según mis padres

teníamos la nevera muy llena; sólo nos faltaba un

poco de fruta.

—Podrían ir a comprarla Carlota y Marcos

—propuso papá.

No me costó nada decir que sí. Tenía ganas

de salir.

—Pero no os despistéis —nos dijo mamá—.

Volved en seguida.

Un hallazgo inesperado

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LA TRIBU DE CAMELOT

Asentí y corrí disparada tras Marcos.

Al llegar al mercado, un chico vestido con

mono verde y cajas llenas de fruta saludó a mi

hermano.

—¡Hola, Javi! —le dijo Marcos. Y empezó a

enrollarse.

Yo tenía muy claro

que mamá nos había di-

cho que no perdiéramos tiempo y también —no

nos vamos a engañar— que quería hablar un

rato por el Messenger con la Tribu antes de co-

mer. Pero estaba claro que Marcos ignoraba la

orden de mamá: no hay peor sordo que el que no quiere oír.

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UN HALLAZGO INESPERADO

Justo cuando acababa de pagar la fruta, Mar-

cos se puso a mi lado y tiró de la manga de mi

camiseta.

—Javi nos deja bajar con él al almacén

—me dijo con

aquellos ojos de

hermana-por-fa-

vor-hazlo-por-mí.

—Marcos, ya

has oído a mamá

—le dije con tono

de hija respon-

sable, que de vez

en cuando me sale

bastante bien.

—¡Sólo será un

momento, vamos!

—dijo él tirando de mi camiseta todavía con

más fuerza.

Fui hacia donde estaba Javi con su carretilla

y entramos los tres dentro de un ascensor enor-

me, una especie de montacargas.

—Ya veréis —nos dijo Javi—, el almacén

está prácticamente vacío. ¡Es lo nunca visto!

NO HAY PEOR SORDO

QUE EL QUE NO

QUIERE OÍR

Quiere decir que aunque

le digas algo a alguien,

si esta persona no está

interesada, lo ignorará.

Esto es lo que hace

Marcos, no haciendo caso

a mamá y quedándose

charlando con Javi.

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—¿Y eso? —pregunté intrigada.

—Están a punto de hacer obras y nos han

pedido que lo saquemos todo.

—¡Qué genial, Javi! —dijo el microbio alucinado.

Y cuando las puertas se abrieron, yo también

aluciné. Todo estaba repleto de estanterías metá-

licas. ¡Había muchísimas!

—¿Veis que hay muchas estanterías vacías,

como os he dicho? —dijo Javi—. Es porque el

próximo sábado empiezan las obras para remo-

delar el almacén.

—¿Dónde está vuestro sitio? —preguntó

Marcos.

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UN HALLAZGO INESPERADO

—Aquél es nuestro rincón —dijo señalando

un extremo oscuro y escondido del almacén.

Nos fuimos hacia allí, y Javi se puso a llenar la

carretilla con cajas repletas de ciruelas, de peras,

de nísperos..., mientras Marcos intentaba ayudarlo.

De repente, algo en aquel suelo sucio y pol-

voriento llamó mi atención.

—Nos vamos —dijo Javi.

—Sí, sí, ya voy... —contesté yo con la mirada

todavía fi ja en el suelo.

Pasé la suela del zapato por encima del polvo

y dejé al descubierto tres objetos iguales muy

pequeños. Los cogí pensando que quizá sí había

sido una suerte bajar al almacén, y los guardé en

el bolsillo. Me enderecé y miré a Marcos y Javi,

que iban a lo suyo.

De espaldas a mí, Javi colocaba una caja de

fresas en los brazos de Marcos.

Evidentemente, el pelmazo de

mi hermano había insistido

para colaborar en el trabajo,

pero estaba claro que más que

una ayuda, era un estorbo: la

caja temblaba peligrosamente...

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LA TRIBU DE CAMELOT

¡Uf! Llegué justo a tiempo de cogerla antes de

que se cayera y provocara un desastre.

Después de esto, subimos al

mercado y salimos corriendo

hacia casa.

—¿Se pue-

de saber

qué hacías

agachada

reco-

giendo

cosas

del

suelo? —me preguntó Marcos ya dentro del

ascensor de casa.

«Jolín —pensé—; se ha dado cuenta.»

Saqué los objetos del bolsillo. Eran tres cua-

draditos planos de color azul cubiertos de tierra.

—Algo fantástico —dije, enseñándoselos.

—Una mierda, quieres decir —añadió Mar-

cos—. Estás como un cencerro.

Antes de que pudiera decirme cualquier otra

tontería, las puertas del ascensor se abrieron.

Esta vez no había estanterías metálicas al otro

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UN HALLAZGO INESPERADO

lado, sino una madre de mal humor, porque ¡cla-

ro!, llegábamos muy tarde.

Después de comer, por suerte, a mamá ya se

le había pasado el enfado y me dejó conectarme

un rato para hablar con la Tribu.

Carlota dice:¡Atención, Tribu, misterio a la

vista!

Mireya dice:¡¡Viva!!

Carlota dice:¿Recordáis las piedras preciosas?

Eli dice:¿Te refi eres a lo que estudiamos en

Conocimiento del Medio?

Carlota dice:¡Exacto! ¡Pues he encontrado

tres turquesas!

Cogí los cuadraditos y los coloqué

sobre la

palma de

mi mano.

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LA TRIBU DE CAMELOT

Hice una fotografía con la webcam y se la

envié a la Tribu.

Miguel dice:¡Pero si están llenos de tierra y

no se ve nada!

Carlota dice:Bajo la capa de tierra se ve el

color de la turquesa.

Mireya dice:¿Y dónde las has encontrado?

Carlota dice:¡En el almacén del mercado!

Sa’îd dice:Hay que saber qué hacían unas

piedras preciosas en un almacén

del mercado.

Decidimos encontrarnos al día siguiente por

la tarde para empezar a trabajar.

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