Chateaubriand Francois - Memorias De Ultratumba - Vol IV.rtf

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Memorias de ultratumba Tomo IV

MEMORIAS DE ULTRATUMBA TOMO IV

POR EL VIZCONDE DE CHATEAUBRIAND

Ttulo Original: Mmoires d'outre-tombe1849, Chateaubriand, Francois-Ren1850, Mellado, EditorISBN: 5705547533428Generado con: QualityEbook v0.65 TRADUCIDA AL CASTELLANO.MADRID, 1850CONDICIONES DE SUBSCRIPCIN.Todos los das se publican dos pliegos, uno de cada una de las dos secciones en que est dividida la Biblioteca, y cada pliego cuesta dos cuartos en Madrid y diez maravedes en provincia, siendo de cuenta de la empresa el porte hasta llegar los tomos a poder de sus corresponsales. Las remesas de provincias se hacen por tomos; en Madrid puede recibir el suscriptor las obras por pliegos o por tomos, a su voluntad. Para ser suscriptor en provincia basta tener depositados 12 rs. en poder del corresponsal. MADAMA RECAMIER

PARS, 1839.Pasemos a la embajada de Roma, ocupmonos de esa Italia, sueo de toda mi vida. Antes de proseguir mi relato debo hablar de una mujer que ya no perderemos de vista hasta el fin de estas Memorias. Entre ella y yo va a entablarse una correspondencia desde Roma a Pars, por lo tanto es necesario saber a quien escribo, cmo y en qu poca conoc o madama Recamier.Hallo esta en las diferentes clases de la sociedad, personajes ms o menos clebres, que todos la rindieron homenaje. Su hermosura liga su existencia ideal a los hechos materiales de nuestra historia, semejante a una luz serena que ilumina un cuadro borrascoso.Volvamos de nuevo a los tiempos pasados; intentemos al ya dbil resplandor de mi estrella, bosquejar un retrato de la mujer que se apareci en el cielo de mi juventud, antes que la cercana noche de mi vida esparza sus densas sombras.Una carta publicada en el Mercurio Despus de mi regreso a Francia en 1800, llam la atencin de Mad. Stal: aun no me haban borrado de la lista de los emigrados, y Atala me sac de la oscuridad. Mad. Bacciochi (Elisa Bonaparte) a ruego de monsieur de Fontanes, solicit y obtuvo mi rehabilitacin, de la cual se haba ocupado asimismo Mad. Stal, a quien pas a dar las merecidas gracias. No recuerda ya si fue Cristian de Lamoignon o el autor de la Corina quien me present a Mad. Recamier su amiga, que viva a la sazn en su casa de la calle de Montblanc. Al abandonar mis bosques y al salir de la oscuridad de mi vida, era yo aun tan hurao que apenas me atreva a fijar los ojos en una mujer rodeada de adoradores.Como un mes despus, encontrbame una maana en casa de Mad. de Stal quien me haba recibido en su tocador, estndola vistiendo la seorita Oliva, mientras hablaba y distradamente enlazaba entre sus dedos una ramita verde. Entro de repente madama Recamier vestida de blanco y se sent en me dio de un sof de seda azul, Mad. Stal, que permaneci de pie, continu su animada conversacin y hablaba con elocuencia, ms yo sin apartar la vista, de Mad. Recamier, apenas prestaba la menor atencin. Yo no haba ideado jams nada tan hermoso, y entonces ms que nunca roe sent humillado, trocndose mi admiracin en enojo contra mi mismo. Sali Mad. Recamier y no la volv a ver hasta dos aos ms tarde.Doce aos! qu poder enemigo corta y malvierte as nuestros das, y los prodiga irnicamente a todas las indiferencias llamadas afectos, a todas las miserias que llevan el nombre de felicidades! Para, ms burla, aun despus de marchitar la parte ms preciosa de la vida, conduce nuevamente al hombre al punto de partida de su carrera. Y de qu modo le conduce? Dominada la imaginacin por ideas raras, por importunos fantasmas y por mentidos o incompletos sentimientos de un mundo que nada dichoso os ha dejado. Estas ideas, estos fantasmas, estos sentimientos se interponen entre el hombre y la dicha, que aun podra gozar. Vuelve el desdichado a su primitivo punto de salida con el corazn lleno de pesares y marchita el alia por los desengaos de la juventud, de tan penosos recuerdos en el pudor de los aos. De este modo regres yo a Siria Despus de haber estado en Roma, Despus de haber visto pasar el imperio, Despus de haber llegado a ser hombre de gran reputacin, y Despus de haberse salido de mi silencio. Qu habra hecho entre tanto Mad. Recamier? Cul habra sido su vida?Sindome desconocida la mayor parte de la existencia brillante y retirada a la vez de que voy a tratar, me veo precisado a recurrir a otras autoridades que la ma, pero que sern irrecusables. Mad. Recamier me refiri hechos de que fue testigo y me comunic preciosas cartas. Me permiti que consultara el testo de las notas que haba escrito sobre lo que viera durante su vida, ms solo consinti en que le citara muy rara vez. Adems, Mad. de Stal en su correspondencia, Benjamn Constant en sus recuerdos, impresos unos, manuscritos otros, Mr. Balanche en una noticia sobro nuestra comn amiga, la duquesa de Abrantes en sus bosquejos, y Mad. de Genlis en los suyos tambin me han suministrado con prodigalidad abundantes materiales para mi narracin; yo no he hecho sino anudar unos a otros tan celebres nombres, llenando con mi relato los huecos que pudieran resultar de algn eslabn roto en la cadena de los acontecimientos.Dice Montaigne que se arroban los hombres pensando en el porvenir: yo tengo la mana de arrobarme pensando en el pasado. Todo es placer, sobre todo cuando se vuelve la vista a los primeros aos de los objetos queridos; se prolonga una existencia amada; se extiende el afecto existente a tiempos que ignorados se les hace resucitar; se engalana lo que fue con lo que es; se forma una nueva juventud.Infancia de Mad. Recamier.Vi el jardn botnico de Lyon establecido en las ruinas del anfiteatro antiguo, y en los jardines de la antigua abada de la Desierta, demolida al presente; elvase a lo lejos la ms alta montaa de Europa, primera columna miliaria de Italia con su manto blanco por encima de las nubes. En aquella abada fue encerrada Mad. Recamier, donde pas su infancia dentro de una verja que daba a la iglesia exterior, y que solo se abra durante la celebracin de la misa. Entonces se vea en la capilla interior del convento a numerosas jvenes prosternadas. El da del santo de la abadesa era la fiesta principal de la comunidad; la ms linda pensionista cumplimentaba a la superiora, presentndose bien ataviada, cubierta con un velo y coronada por mano de sus compaeras. Todo esto se verificaba con el mayor silencio, porque la hora de levantarse era una d las llamadas en los monasterios de gran silencio. Escusado es decir que Julieta era la encargada de hacer los honores de la fiesta. Establecidos sus padres en Pars, llamaron cerca de s a su hija. De algunos borradores escritos por madama Recamier, tomo la siguiente nota:La vspera del da que mi ta deba ir a buscarme, fui conducida al aposento de la seora abadesa para recibir su bendicin. Desecha en llanto, traspuse al da siguiente aquella puerta que, no recordaba se hubiese abierto para darme entrada, me hall en un carruaje con mi ta y partimos hacia Pars.Dejo con sentimiento una poca tan pura y tranquila para entrar en la agitada; aquella se me presenta a veces en la imaginacin como un grato e incierto sueo, con sus nubes de incienso, sus infinitas ceremonias, sus procesiones en los jardines, sus cnticos y sus flores.Aquellas horas que se deslizaron en un piadoso retiro, descansan ahora en otra soledad religiosa, sin haber perdido nada de su frescura ni de su armona.Juventud de Mad. Recamier.Benjamn Constant, el hombre que despus de Voltaire ha tenido ms imaginacin, trata de dar una idea de la primera juventud de Mad. Recamier, y sac del modelo cuyos rasgos trataba de describir una gracia que no le era natural.Entre las mujeres de nuestra poca, dice, que han conseguido celebridad por su belleza, carcter o talento, hay una que quiero pintar. Ya ha hecho admirar primeramente su hermosura; su alma se dio luego a conocer, y aun pareci superior a su hermosura. La sociedad proporcin o a su genio los medios de desarrollarse, y ste no se qued atrs ni de su altura ni de su hermosura.Cuando apenas contaba trece aos, casada con un hombre que, ocupado de infinitos negocios, no poda dirigir su extremada juventud, Mad. Recamier se encontr casi enteramente entregada a s misma en un pas que todava era un caos.Varias mujeres de la misma poca inundaron la Europa con sus diferentes celebridades. La mayor parte han pagado el tributo a su siglo, las unas con amores pocos delicados, las otras con culpables condescendencias para con las tiranas sucesivas.La que yo describo sali brillante y sin mancilla de aquella atmsfera que marchitaba lo que no corrompa. El autor de tan bella obra se complaca de tal manera en que todo concurriere a darle mayor realce que puso su infancia a cubierto de todo peligro. Alejada del mundo en una soledad embellecida por las artes, se formaba una dulce ocupacin de todos aquello encantadores y poticos estudios que son las delicias de otra edad.Rodeada tambin con frecuencia de otras jvenes compaeras, se entregaba con ellas a animados pasatiempos. Esbelta y ligera las aventajaba en la carrera y cubra con una venda sus ojos que deban ms tarde penetraren todas las alturas. Su mirada, hoy tan expresiva y profunda, y que parece revelar los misterios que ella misma ignora, solo brillaba entonces con viva y bulliciosa alegra. Sus hermosos cabellos que no pueden soltarse sin turbar los sentidos de cuantos los ven, caan entonces, sin peligro para nadie, sueltos sobre sus espaldas de alabastro. Una risa franca y prolongada interrumpa a menudo sus infantiles conversaciones; pero va se habra podido notar en ella esa observacin defienda y penetrante que abraza el ridculo, esa suave malignidad que se burla de l sin herir jams, y sobre todo ese sentimiento exquisito de elegancia, pureza y buen gusto, verdadera nobleza nativa cuyos ttulos se encuentran en todos los seres privilegiados.El gran mundo de aquella poca era enteramente te contrario a su ndole, para que no prefiriese vivir en el retiro. Jams se la vio en las casas abiertas para todo el mundo, nicas reuniones posibles cuando toda sociedad particular hubiera sido sospechosa; sociedades en que se precipitaban todas las clases porque all se poda hablar sin decir nada y hallarse en ellas sin temor del menor compromiso; en donde el mal tono hacia las veces del talento y el desorden las del placer. Jams se la vio en la corte del Directorio, donde resida un poder terrible y familiar a un mismo tiempo, que inspiraba temor sin librarse del desprecio.Mad. Recamier sin embargo, abandonaba alguna vez su retiro para ir a los paseos pblicos, en cuyos sitios frecuentados por lodo el mundo, estas raras aparicin es, eran un verdadero acontecimiento. Olvidbase todo otro objeto de aquellas inmensas reunin es, y cada cual se lanzaba presuroso a su encuentro. El hombre que obtena la dicha de acompaarla tena que vencer, cual si fuera un obstculo, la admiracin general; los espectadores que se agrupaban en se derredor, la obligaban a marchar sumamente despacio, y ella gozaba de esta ovacin con la alegra de un nio, con la timidez de una doncella; empero la graciosa dignidad que en su retiro la distingua de sus jvenes amigas, contena fuera de l a la efervescente multitud. Hubirase dicho que por su sola presencia reinaba del mismo modo sobre sus compaeras y sobre el pblico. As pas los primeros aos de matrimonio Mad. Recamier, entre ocupaciones poticas, juegos infantiles en su retiro, y cortas y brillantes apariciones en el mundo.Interrumpiendo el relato del autor de Adolfo, dir que, en aquella sociedad que acababa de atravesar la poca del terror, todos teman que se creyose eran dueos de su casa. Veanse las personas conocidas en los sitios pblicos y principalmente en el Pabelln de Hanover: cuando yo vi este pabelln estaba desierto como un saln de baile al da siguiente de una fiesta, o como un teatro de donde hubieran salido para siempre sus adores. All sin embargo, se volvieron a encontrar algunos jvenes que haban logrado escaparse de la crcel y a quienes Andrs Chenier hizo exclamar:Aun no quiero morir.Mad. Recamier encontr a Danton cuando ha al suplicio, y tambin vio poco Despus algunas de las hermosas vctimas arrebatadas a hombres que a su vez fueron vctimas de su propio furor.Volvamos a Benjamn Constant.Necesitaba otro pasto la imaginacin de madama Recamier. El instinto de lo bello le hacia apreciar de antemano, sin conocerles, los hombres que se distinguan por el talento o por el genio.Mr. de La Harpe fue uno de los primeros que supo apreciar a aquella mujer que deba ms tarde agrupar en su alrededor todas las notabilidades ms clebres de su siglo. La conoci en su infancia, volvi a verla Despus de casada, y la conversacin de aquella joven de quince aos tuvo mil atractivos para un hombre a quien su excesivo amor propio y el trato con los sujetos de ms importancia de su pas, le hacan exigente y descontentadizo en extremo.Mr. de La Harpe, al lado de Mad. Recamier, se despojaba de la mayor parte de los defectos que hacia su trato espinoso e insoportable. Se alegraba de ser su Mentor; admiraba la rapidez con que su talento supla a la experiencia, y comprenda cuanto le revelaba acerca del mundo y de los hombres. En aquel entonces ocurri la famosa conversin, calificada por muchos de hipocresa, pero que yo siempre he tenido por sincera. El sentimiento religioso es una facultad inherente al hombre, y es un absurdo el suponer, que el fraude y el engao, hayan creado esta facultad Solo puede abrigar el alma humana, lo que le concedi la naturaleza. Las persecuciones, los abusos de autoridad en favor de ciertos dogmas, pueden ilusionarnos a nosotros mismos, y sublevarnos contra lo que experimentaramos si se nos obligase a ello, pero desde que han cesado las causas exteriores, volvemos a nuestra tendencia primitiva, y cuando ya no hay valor ninguno en resistir, dejamos de aplaudirnos por ello. As, pues, cuando la revolucin ha quitado este mrito a la incredulidad, los hombres, a quienes solo la vanidad haba hecho incrdulos, pueden llegar a ser religiosos de buena fe.Mr. de La Harpe perteneca a este nmero; pero conserv su carcter intolerante, y aquella amarga disposicin que le hacia concebir nuevos odios, sin abjurar los antiguos. Todas estas espinas de su devocin desaparecan sin embargo en su trato con madama Recamier.He aqu algunos fragmentos de las cartas de monsieur de La Harpe a Mad. Recamier, de quien acaba de ocuparse Benjamn Constant:Sbado 28 de setiembre.Qu, seora, llevis vuestra bondad hasta querer honrar con vuestra visita a un pobre proscripto como yo! Esta vez si que podr decir como los antiguos patriarcas, a los cuales por otra parte tan poco me parezco, que un ngel entr en mi morada. No ignoro que sois amiga de hacer obras de misericordia; pero en los tiempos que corren, cualquier bien es difcil de ejecutar, y este lo mismo que los dems. Debo preveniros con gran sentimiento mo, que venir sola es por lo pronto imposible por muchas razones; una de ellas es, la de que con vuestros pocos aos, y vuestro rostro, cuyo brillo os seguir por doquiera que vayis, no podrais viajar sin la compaa de una doncella, a quien la prudencia me prohbe confiar el secreto de mi retiro que no es solo mo. Solo tendrais un medio de llevar acabo vuestra generosa resolucin, que es, ponindoos de acuerdo con Mad. de Clermont, para que os llevara un da a su pequea casa de campo, de ende os sera fcil venir con ella. Ambas habis nacido para amaros mutuamente.Hago en este momento muchos versos; y mientras tanto pienso a menudo que algn da podr leerlos a esa hermosa y encantadora Julieta, cuyo talento es tan perspicaz como la mirada y cuyo gusto es puro como su alma. De buena gana os enviarla tambin el fragmento de Adonis que tanto os agrada, no obstante lo profano que ya ha llegado a ser para m; pero quisiera me prometieseis que no saldr de vuestras manos.Adis, seora; hablando con vos me dejo arrastrar por ideas, que cualquiera extraara el que se di rijan a una joven de diez y seis anos, pero yo tengo el convencimiento que solo vuestro rostro puede decir que contis tan poca edad.Sbado.Hace mucho tiempo, seora, que no he tenido el placer de hablar con vos, y si estis segura como debis estarlo, de que esta es una de mis privacin es, no me haris por ello cargo algunoHabis ledo en mi alma; habis visto que en ella llevo el luto de las desgracias pblicas, y el de mis propias faltas, y yo he debido conocer que esta triste disposicin formaba un no dbil contraste con todo el brillo que rodea vuestra edad y vuestros encantos. Temo adems que este mismo contraste no se haya manifestado alguna vez en los pocos momentos que me ha sido permitido estar a vuestro lado, y por ello reclamo vuestra indulgencia. Pero hoy, seora, que la Providencia parece anunciarnos muy inmediato, un porvenir ms risueo; a quin mejor que a vos podr confiar el gozo que me causan las lisonjeras, y segn creo, tan cercanas esperanzas? Quin tendr ms parle que vos en los particulares goces que se mezclarn al pblico regocijo? Yo ser entonces ms susceptible y menos indigno de las dulzuras de vuestra encantadora sociedad, y me creer dichoso si puedo valer algo para vos. Si os dignis conceder igual premio al fruto de mi trabajo, seris siempre la primera persona a cuya deliberacin lo someta. En tal caso ya no habr contradicciones ni obstculos, me hallareis continuamente a vuestras rdenes, y nadie, as lo espero, podr criticar la preferencia que os doy. Entonces dir: esta es la que en la edad de las ilusiones, y con todas las brillantes preferencias que pueden disculparlas, ha conocido toda la nobleza y delicado proceder de una pura amistad, acordndose de un desterrado en medio de sus triunfos. Dir, he aqu la joven cuya juventud y cuyas gracias he visto desarrollarse en medio de una corrupcin general que jams pudo alcanzarles: he aqu la joven cuya razn de diez y seis aos, ha avergonzado con frecuencia a la ma, y estoy seguro de que nadie tratar de contradecirme.La tristeza de los sucesos, de la edad y de la religin, oculta bajo tiernas expresin es, presenta el estas cartas una mezcla singular de pensamiento y de estilo. Volvamos de nuevo al relato de Benjamn Constan!Llegamos a la poca en que Mad. Recamier se vio por primera vez objeto de una pasin fuerte y constante. Hasta entonces haba recibido los unnimes homenajes de cuantos la trataban, pero su gnero de vida no ofreca en parte alguna centros de reunin en donde poder encontrarla con seguridad. Jams reciba en su casa, y aun no se haba formado una sociedad en la cual se pudiera penetrar diariamente para verla, e intentar agradarla,Mad. Recamier, en el verano de 1799, fue a vivir al palacio de Clichy distante un cuarto de legua de Pars. Un hombre clebre Despus por varios gneros de pretensin es, y ms clebre aun por las ventajas que rehus que por los triunfos que obtuvo, Luciano Bonaparte, se hizo presentar a ella.Hasta entonces Luciano solo haba aspirado a fciles conquistas, no habiendo aprendido para conseguirlas sino los medios novelescos que su poco conocimiento del mundo le representaba como infalibles. Es muy posible que desde luego le sedujera la idea de cautivar a la mujer ms hermosa de su tiempo. Joven, jefe de su partido en el consejo de los Quinientos, hermano del primer general de! siglo, le halag sin duda el pensamiento de reunir en su persona los triunfos de un hombre de estado, y el buen xito de un amante.Para declarar su amor a Mad. Recamier imagin apelar a una ficcin; supuso una carta de Romeo a Julieta y la mand como obra suya a la que llevaba el mismo nombre.He aqu la carta de Luciano que mencin a Benjamn Constant, siendo curioso ciertamente ver a un Bonaparte en medio de las revoluciones que agitaban el mundo positivo, engolfarse en el mundo de la ficcin.Carta de Romeo a Julieta, por el autor de la tribu india.Venecia, 29 de julio.Romeo os escribe, Julieta; si rehusis leer mi carta, seris ms cruel que nuestros padres cuyas prolongadas contiendas, acaban por fin de terminar, sin duda alguna para no renacer jamsHace poco solo os conoca por vuestra fama: os haba visto alguna vez en los templos y en los tiestas; sabia que erais la ms hermosa, mil bocas pronunciaban vuestros elogios y los atractivos de que estis dotada me haban herido sin deslumbrarme... Por qu la paz me ha entregado a vuestro imperio? La paz! la paz reina en nuestras familias, pero mi corazn nanea est tranquiloRecordad el da que os fui presentado por primera vez Celebramos con un concurridsimo banquete la reconciliacin de nuestros padres. Volva yo del senado en donde los disturbios suscitados a la repblica haban producido una viva impresinLlegasteis vos; todos entonces se apresuraron para veros, prorrumpiendo en esta exclamacin: Qu hermosa es!La muchedumbre poblaba aquella noche los jardines de Bedmar. Los importunos, cosa que abunda en todas parles, me tomaron por su cuenta; pero esta vez no tuve con ellos paciencia ni afabilidad, porque me alejaban de vos!..., Quise darme cuenta de la agitacin que se apoderaba de m. Conoc el amor y quise dominarle... Fui vencido y abandon con vos aquel lagar de diversin es.Os he vuelto a ver despus, y el amor ha parecido sonrerme. Sentada vos cierto da a orillas del rio, inmvil y reflexiva, os entretenais en deshojar una rosa; os habl a solas; escuch un suspiro.. vana ilusin! Vuelto de mi error vi la indiferencia con su faz tranquila sentada entre los dos... La pasin que me dominaba manifestbase en mis palabras y las vuestras llevaban el amable y cruel sello de la infancia y del chiste.Quisiera veros todos los das, como si el dardo no estuviera bien clavado en mi corazn. Los momentos en que os veo a solas son bien raros, y esos jvenes venecianos que os rodean y os hablan necia y galantemente me son insoportables. Atreverse a hablar a Julieta como a las dems mujeres!He querido escribiros: vos me conoceris y dejareis de ser incrdula. Mi alma padece, se halla sedienta de pasin. Si el amor no ha conmovido la vuestra, si Romeo no es a vuestros ojos ms que un hombre vulgar, ah! os suplico por los lazos que me habis impuesto, a que seis severa conmigo por bondad; no me sonriis no me hablis, arrojadme lejos de vuestra presencia. Decidme que me aleje, y si puedo ejecutar esta orden rigorosa, acordaos a lo menos de que Romeo os amar siempre; que nadie ha reinado jams en su corazn como Julieta, y que no puedo renunciar a vivir por ella, aunque solo de pensamiento.Todo esto no deja de ser algo ridculo para todo hombre de sangre fra; los Bonapartes vivan de teatros, novelas y versos, es otra cosa la misma vida de Napolen sino un poema?Benjamn Constant prosigue comentando esta carta: El estilo de esta carta es visiblemente una imitacin de todas las novelas que han pintado, las pasiones desde Werther hasta la Nueva Elosa. Madame Recamier conoci fcilmente en varias circunstancias que ella misma era el objeto de la declaracin que se la presentaba como una simple lectura. No se hallaba bastante acostumbrada al lenguaje directo del amor, para que la experiencia le advirtiese que no todas las expresiones suelen ser sinceras, pero se lo adverta un instinto justo e infalible, por lo cual contest con sencillez, y hasta con alegra, demostrando ms bien indiferencia que inquietud o temor. No fue necesario ms para que Luciano experimentase realmente la pasin que en un principio haba exagerado algo.Las cartas de Luciano van siendo ms sentidas y elocuentes a medida que adquiere mayor fuerza su pasin, si bien se advierte siempre en ella la ambicin de galas, la necesidad de hacerse interesante: no puede jams dormirse sino echarse en los brazos de Morfeo. En medio de su desesperacin, se piula entregado a las grandes ocupaciones que le rodean, se extraa de que vierta lgrimas un hombre como l, pero entre esta mescolanza de declamacin y de frases, hay no obstante elocuencia, sensibilidad y dolor. Por ltimo, en una carta llena de pasin en que escribe a Mad. Recamier: No puedo aborreceros, pero puedo matarme dice de pronto como reflexin general: Olvido que el amor se obtiene, no se arranca. Luego aade: Despus que recib vuestra esquela, he recibido otras varias sobre negocios diplomticos, y he sabido una noticia que sin duda el rumor pblico habr llevado a vuestros odos. Me abruman las felicitaciones No me hablan ms que de vos! En seguida exclama de nuevo: Cun dbil es la naturaleza comparada con el amor! Aquella noticia que no hacia impresin en Luciano era sin embargo de inmensa importancia, haba desembarcado Bonaparte de vuelta de Egipto.Acababa de desembarcar un nuevo destino con sus promesas y amenazas; el 18 de brumario no deba lardar ms de tres semanas.Salvo apenas de los peligros de aquel da que tan gran lugar ocupar siempre en la historia, escribi Luciano a Mad. Recamier: Se me apareci vuestra imagen!... Mi ltimo pensamiento hubiera sido para vos.Continuacin del relato de Benjamn ConstantMadama de Stal.Contrajo Mad. Recamier con una mujer ms ilustre, que clebre era Mr. de La Harpe, una amistad que de da en da fue hacindose ms intima, y que dura aun.Borrado Mr. Necker de la lisia de los emigrados, encarg a Mad. Stal, su hija, le vendiese una casa que tena en Pars. Comprola Mad. Recamier, y esto le proporcion la ocasin de ver a Mad. Stal.La vista de esta mujer clebre la infundio al pronto una excesiva timidez. El rostro de Mad. Stal ha sido objeto de muchas discusiones. Una mirada sublime, una dulce sonrisa, una habitual expresin de benevolencia, el carecer de toda afectacin minuciosa, y de toda reserva incmoda; palabras lisonjeras, elogios un tanto directos, pero que parecan arrancados al entusiasmo, y una inagotable variedad de conversacin, admiran, atraen y cautivan a casi todos los que se encuentran a su alrededor. No conozco ninguna mujer, ni hombre alguno, que est ms convencido de su inmensa superioridad sobre todo el mundo, y que menos haga sentir esta conviccin a los dems.Nada ms intimo que las conversaciones de Madama Stal, con Mad. Recamier. La rapidez de la primera en expresar mil pensamientos nuevos, y la rapidez de la segunda, en comprenderlos y juzgarlos; aquella imaginacin varonil y fecunda que todo lo desenvolva, y aquella imaginacin delicada y fina que lo comprenda lodo; aquellas revelaciones de un genio ejercitado, comunicadas a una inteligencia joven digna de recibirlas: todo esto formaba un conjunto imposible de describir, a no haber tenido la dicha de presenciarlo por si mismo.Fortificose la amistad entre Mad. Recamier y Mari. Stal, con un sentimiento que ambas posean; el amor filial. Mad. Recamier quera entraablemente a su madre, mujer de raro mrito, cuya salud empezaba ya a inspirar temores, y a quien su hijo no cesa de llorar, desde el da que la perdi. Mad. de Stal profes a su padre un culto, que la muerte solo consiguio exaltar ms y ms. Seductora siempre en su modo de expresarse, lo es aun principalmente cuando habla de l. Su acento conmovido, sus ojos dispuestos a inundarse de lgrimas, la sinceridad de su entusiasmo, conmovan aun a aquellos que no participaban de su opinin con respecto de aquel hombre clebre. Se han tachado con frecuencia de ridculos, los elogios que ella le haba tributado en sus obras, pero una vez que se le ha escuchado sobre este asunto, es imposible formar un juicio burlesco, porque nada verdadero es ridculo.Las cartas de Corina a su amiga Mad. Recamier, empezaron en la poca citada por Benjamn Constan!; tu encanto raya casi en amor, por lo cual no pueda prescindir de dar a conocer algunas.Cartas de Mad. de Stal a Mad. Recamier.Coppet, 9 de setiembre.Os acordis, hermosa Julieta, a quien habis colmado de pruebas de sumo inters este invierno, y que se jacta de comprometeros a que se las deis mayores aun en o invierno prximo? Cmo gobernis el imperio de la belleza? Se os concede gustosamente este imperio, porque sois buena en sumo grado, y porque parece natural que un alma tan tierna tenga un rostro encantador para reflejarla. De todos vuestros admiradores, sabis que prefiero a Adrian de Montmorency. He recibido cartas suyas, notables por el talento y la gracia, y creo en la firmeza de sus afectos, a pesar del encanto de sus modales. Por lo dems yo puedo usar la palabra solidez, porque solo pretendo hacer un papel muy secundario en su corazn. Pero vos, que sois la herona de todos los sentimientos, os hallis expuesta a los grandes sucesos que dan materia a las tragedias y novelas. La ma se adelanta hacia la falda de los Alpes. Espero en que la leeris con inters. Me complazco en esta ocupacin.Lo que vos sois y seguiris siendo siempre en medio de estos triunfos, es un ngel de pureza y de hermosura, obteniendo un culto divino, as de los devotos como de los mundanosHabis vuelto a ver al autor de la Atala? Continuis siempre en Clichy? En resumen, os pido pormenores de vuestra vida, porque deseo saber lo que hacis, y representarme los sitios que habitis. No son animados por ventura todos los recuerdos vuestros que se conservan? A este entusiasmo tan natural que me inspiran vuestras raras dotes, se junta el grande atractivo que para mi tiene vuestra sociedad. Os ruego que aceptis con benevolencia todo cuanto os ofrezco, y prometedme que nos veremos con frecuencia el invierno prximo:Coppet, 30 de abril.Sabis, hermosa Julieta, que mis amigos me han halagado algn tanto con la idea de que vendris aqu? No podrais otorgarme este gran placer? La felicidad no me ha mimado hace ya algn tiempo, y esto sera un cambio de fortuna, que hara concebir esperanzas a mi deseo. Adrian y Mateo dicen que vendrn. Si vens con ellos, un mes de permanencia sera suficiente para haceros conocer nuestra brillante naturaleza. Dice mi padre que deberais elegir para domicilio a Coppet, desde cuyo punto liaramos nuestras expediciones. Mi padre arde en deseos de veros: creo no ignoris que se ha dicho de Humero:Par la voix de viellaros lu lonas la beaute. 1Y aparte de esta hermosura sois encantadora.Viaje de Mad. Recamier a Inglaterra.Durante la corta paz de Amiens, Mad. Recamier hizo un viaje a Londres en compaa de su madre. Llev cartas de recomendacin del anciano duque de Guigues, embajador que haba sido de Inglaterra treinta aos antes, y el cual haba conservado relaciones con las mujeres ms notables de su tiempo, entre las que se contaba la duquesa de Devonshire, lady Melbourne, la marquesa de Salisbury, y la margrave de Anspach, de quien estuvo enamorado. Su embajador conservaba aun celebridad, y su recuerdo exista tambin aun en aquellas respetables seoras.Es tal el poder de la novedad en Inglaterra, que al da siguiente de se llegada, todos los peridicos se ocuparon de la beldad extranjera. Mad. Recamier fue visitada por todas las personas a quienes mand sus cartas. Entre estas personas, era la ms notable la duquesa de Devonshire, que a pesar de sus cuarenta y cinco a cincuenta aos estaba aun de moda, y era hermosa aunque le faltaba un ojo, cuyo defecto encubra con un rizo de sus abundantes cabellos. Con esta seora fue con quien Mad. Recamier se present en pblico la primera vez. Llevola la duquesa a su palco en la pera donde se encontraban el prncipe de Gales, el Duque de Orleans y sus hermanos, el duque de Montpensier y el conde de Beaujolais: los dos primeros deban ser reyes; el uno tocaba al trono, el otro estaba separado aun de l por un abismo.Todas las miradas se dirigieron al palco de la duquesa, por lo que el prncipe de Gales advirti a madama Recamier, que si no quera ser abogada saliese antes de concluirse la funcin: pero a pesar de todo, apenas se levant de su asiento, abrironse precipitadamente ras puertas de los palcos y fue llevada por una inmensa multitud hasta su carruaje.Mad. Recamier fue al da siguiente al parque de Kensington acompaada del marqus de Douglas, que Despus fue duque de Hamilton y ms tarde recibi a Carlos X en Holy Rood, y de su hermana la duquesa de Somerset. La muchedumbre ansiosa sala al paso de la extranjera, sucediendo esto mismo siempre que se presentaba en pblico; los peridicos se ocupaban diariamente de ella, y su retrato, grabado por Bartolozzi, se extendi por toda Inglaterra. El autor de Antgono, Mr. Ballanche, aade que varo buques le llevaron hasta las islas de Grecia: la belleza volva a los sitios en que se haba inventado su imagen. Existe un bosquejo de Mad. Recamier, ejecutado por David, un retrato de cuerpo entero por Gerard y un busto por Canova. El retrato es la obra maestra de Gerard, pero no me agrada, sin embargo, porque reconozco en l las facciones y no la expresin del modelo.La vspera de la marcha de Mad. Recamier, el prncipe de Gales y la duquesa de Devonshire, solicitaron de ella que les permitiera presentarla algunos amigos suyos. La reunin fue filarmnica y Mad. Recamier toc con el caballero Marin, primer arpista de aquella poca, algunas variaciones sobre un tema de Mozart. Los peridicos hablaron de esta reunin como de un concierto que la hermosa extranjera haba dado antes de partir al prncipe de Gales.Al da siguiente se embarc para La Haya y emple tres das en una travesa de diez y seis horas. Ella misma me cont que en aquellos das de tempestad, haba ledo todo el Genio del Cristianismo, aadiendo con benvola expresin que entonces le fui revelado: en esto descubro lo bondadosos que han sido siempre para conmigo los vientos y el mar.Cerca de La Haya visit Mad. Recamier el palacio del prncipe de Orange. Este prncipe que tena la promesa de que ira a visitar su mansin, la escribi muchas carias habindola de sus revese. y de la esperanza que abrigaba de poderlos vencer; Guillermo IV en efecto lleg a ocupar el trono, pues en aquellos tiempos se intrigaba para ser rey como se hace en el da para ser diputado, y aquellos candidatos a la soberana se agrupaban a los pies de madama Recamier, como si ella dispusiera de los cetros.La carta siguiente de Bernadotte, hoy rey de Suecia, termina el viaje de Mad. Recamier a Inglaterra:Los peridicos ingleses al paso que me han tranquilizado acerca de vuestra salud, me han hecho conocer los peligros a que habis estado expuesta. Al pronto critiqu el grande alboroto del pueblo de Londres, pero os lo confieso, no he tardado en disculparle porque soy parte interesada cuando se trata de justificar a las personas que cometen alguna indiscrecin por admirar los encantos de vuestro rostro celestial.En medio del esplendor que os rodea y que merecis por tantos conceptos, dignaos recordar alguna vez que el ser que ms adhesin os profesa en este mundo esBernadotte.Primer viaje de Mad. de Stal a Alemania. Mad. Recamier en Pars.Amenazada de un destierro Mad de Stal, trat de establecerse en Maffliers, casa de campo distante ocho leguas de Pars. Acept la proposicin que le hizo Mad. Recamier a su vuelta de Inglaterra, de pasar con ella algunos das en Sainte-Brice, y en seguida se volvi a su primer asilo. En su obra Diez aos de destierro refiere lo que le sucedi entonces.Hallbame sentada a la mesa, dice, con tres amigos mos en una sala desde donde se vea el camino real y la puerta de entrada. Estamos en fin de setiembre y seran las cuatro de la maana, cuando un hombre a caballo que llevaba una casaca cenicienta, se detuvo a la puerta y llam: comprend desde luego la suerte que me esperaba; el recin venido pregunt por m y pas a recibirle al jardn. Conforme me iba internando, el perfume de las flores y la hermosura del sol me embelesaban cada vez mas; los efectos que nos producen las combinaciones de la sociedad, son muy distintos de los de la naturaleza. Aquel hombre me dijo que era el comandante de la gendarmera de Versalles. Me ense una carta, firmada por Bonaparte, que contena la orden de que me alejase cuarenta leguas de Pars, en el trmino de veinticuatro horas, tratndome sin embargo con toda la consideracin que mereca una mujer de tan conocido nombre. Contest al oficial que la circunstancia de marchar en el trmino de veinticuatro horas, poda mandarse a recluas pero no a una seora y a unos nios. Por lo tanto le propuse me acompaara a Pars en donde necesitaba yo tres das para hacer los necesarios preparativos de mi viaje. Sub, pues, en mi carruaje con mis hijos y aquel oficial que haba sido elegido como el ms literato de entre los gendarmes. As era en efecto, pues no tard en cumplimentarme por mis escritos. Ved, le dijo, el fruto que se saca de ser mujer de talento; os suplico, que si os es posible, quitis esta idea de la cabeza a cualquiera de vuestra familia, que tratara de seguir la carrera de las letras. Intent dominarme pero sent oprimido mi corazn.Me detuve un momento en casa de Mad. Recamier, y all encontr al general Junot, quien por afecto a ella, me prometi hablar al da siguiente al primer cnsul. Hzolo as en efecto con el mayor inters...La vspera del da en que terminaba el plazo que se me haba concedido, hizo aun otra tentativa Jos Bonaparte...Como yo no me atreva a entrar en Pars, tuve que esperar la respuesta en una posada a dos leguas de Pars. Pas un da sin que llegase la contestacin, y temiendo que mi permanencia en aquella posada llamase la atencin, di la vuelta a las murallas de Pars para buscar otro albergue que estuviera a la misma distancia, pero en distinto camino. Aquella vida nmada, a cuatro pasos de mis amigos y de mi casa me causaba tal pena que no puedo recordarla sin estremecerme.En vez de regresar a Coppet, Mad. de Stal parti para su primer viaje a Alemania, y en aquella poca me escribi sobre la muerte de Mad. de Beaumont la carta que he citado en mi primer viaje a Roma.Mad. Recamier reuna en su casa de Pars, todo lo ms notable de los partidos oprimidos y de los hombres cuyas opiniones no se haban doblegado del todo a la victoria. Veanse reunidos all a los personajes ms ilustres de la antigua monarqua y del nuevo imperio: los Montmorency, los Sabran, los Lamoignon, los generales Massena, Moreau y Bernadotte; aquel destinado al destierro y este al trono. All se reunan tambin extranjeros ilustres, el prncipe de Orange, el prncipe de Baviera, el hermano de la reina de Prusia, todos la rodeaban con entusiasmo; y hasta el prncipe de Gales en Londres se enorgulleca de llevar su chal. Era tal el atractivo de aquellas reuniones que acudan a ellas Eugenio de Beauharnais y los ministros del emperador. Bonaparte que no poda sufrir que brillara ni aun una mujer, deca: Desde cundo se rene mi consejo en casa de madama Recamier?Proyectos de los generales. Retrato de Bernadotte. Proceso de Moreau. Cartas de Moreau y Massena a madama Recamier.Escuchemos de nuevo a Benjamn Constant: Bonaparte hacia mucho tiempo que habindose apoderado del gobierno marchaba abiertamente hacia la tirana. Los partidos ms opuestos se agriaban contra l, y mientras que la masa de los ciudadanos se dejaba enervar aun con la paz que se les prometa, los republicanos y los realistas. Mr. de Montmorency por su cuna opinin y relaciones, perteneca a estos ltimos. Mad. Recamier no se ocupaba de poltica, sino por el generoso inters que le inspiraban los vencidos de lodos los partidos. La independencia de su carcter la alejaba de la corte de Napolen, de la que haba rehusado formar parte. Pens Mr. de Montmorency confiarla sus esperanzas, pintole el restablecimiento de los Bordones con los colores ms a propsito para excitar su entusiasmo y la encarg relaciones a Bernadotte y Moreau, hombres importantes a la sazn en Francia a fin de ver s podan unirse contra Bonaparte. Mad. Recamier conoca mucho a Bernadotte que despus lleg a ser prncipe real de Suecia. Cierto aire caballeresco en el rostro y de nobleza en los modales, una suma penetracin y acento declamatorio cuando usaba de la palabra, hacen de Bernadotte un hombre notable. Valiente en los combates, atrevido en la conversacin, pero tmido en cuanto no perteneca si arte militar, e irresoluto en todos sus proyectos: su costumbre de arengar, resto que conserva aun de su revolucionaria educacin, es una cualidad que posee y que seduce a primera vista, pero que pone obstculos a toda combinacin de plan con l. Tiene a veces arranques de verdadera elocuencia, y como lo sabe y gusta de esta clase de triunfos, as que se pasa al desarrollo de alguna idea general, teniendo en cuenta lo que ha odo en los clubs o en la tribuna, pierde de vista el objeto de que trata y se convierte en un orador apasionado. Tal apareci en Francia en los primeros aos del reinado de Bonaparte a quien siempre aborreci, y al cual fue tambin siempre sospechoso, y tal se mostr aun en sus ltimos tiempos, en medio del trastorno de la Europa, cuya libertad se le debe a pesar de todo, porque l tranquiliz a los extranjeros presentndoles un francs dispuesto a marchar contra el tirano de la Francia, y sabiendo no decir sino aquello que poda influir sobre su nacin.Siempre agrada a una mujer todo lo que la ofrece medios de ejercitar su valimiento. Haba adems en la idea de suscitar contra el despotismo de Bonaparte a hombres importantes por sus glorias y cargos, algo de noble y generoso que deba incitar a Mad Recamier. Se presto, pues, al deseo de Mr. de Montmorency. Reuni muchas veces a Bernadotte y Moreau con el indicado fin. Dudaba este, declamaba aquel y Mad. Recamier lomaba las palabras indecisas del segundo por un principio de asentimiento, al paso que crea que las arengas del primero eran una seal inequvoca de la cada de la tirana. Los dos generales por su parte estaban contentos al ver halagado su descontento por tanta gracia y belleza. Haba en efecto algo de novelesco y potico en aquella mujer tan joven y tan seductora al hablarles de la libertad de su patria; as es que Bernadotte repeta sin cesar a Mad. Recamier que ella haba nacido par electrizar al mundo.Observando lo delicado de la anterior pintura de Benjamn Constant, es preciso convenir en que madama Recamier jams hubiera tomado parteen aquellos intereses polticos, a no ser por lo mucho que la haba irritado el destierro de Mad. de Stal. El futuro rey de Suecia tena la lisia de los generales adictos aun al partido de la independencia, pero el nombre de Moreau, no se hallaba en ella y era el nico que poda oponerse al de. Napolen: solo Bernadotte ignoraba quien fuese aquel Bonaparte cuyo poder atacaba.Mad. Moreau dio un baile al cual asisti toda la Europa, exceptuando la Francia, que solo estuvo all representada por la oposicin republicana. Durante este baile, el general Bernadotte condujo a Mad. Recamier a un saloncito donde solo les recordaba el sitio en que se hallaban el ruido de la msica y el sordo rumor de la multitud que bulla en los dems salones. tambin Moreau pas al saloncito y Despus de largas explicacin es, le dijo Bernadotte: Con vuestro nombre popular, sois el nico que puede presentarse apoyado por todo un pueblo; ved lo que podis y lo que podernos nosotros contando con vuestra gua. Moreau repiti como siempre: Que conoca los peligros que amenazaban a la libertad; que era necesario vigilar a Bonaparte, pero que tema la guerra civil.Se prolongaba y animaba esta conversacin, hasta que Bernadotte exaltado dijo al general Moreau. Vos no os atrevis a poneros al frente de la causa de la libertad; pues bien! Bonaparte se burlar de la libertad y de vos. Perecer esta a pesar de nuestros esfuerzos, y vos seris sepultado entre sus ruinas sin haber combatido. Despus se vio cuan profticas fueron estas palabras.La madre de Mad. Recamier tena relaciones con Mad. Hutot, madre de Mad. de Moreau, y Mad. Recamier haba contrado con sta una de esas amistades de la infancia que se cree uno dichoso en conservar toda la vida.Durante el proceso del general Moreau, Mad. Recamier vivi en casa de Mad. Moreau, la cual dijo a su amiga que su marido se lamentaba de no haberla visto aun una sola vez entre el pblico que ocupaba la sala del tribunal. Mad. Recamier trat de asistir al tribunal al da siguiente de esta conversacin, para lo que Mr. Brillat Savarin, uno de los jueces, se encarg de hacerla entrar por una puerta secreta que daba al anfiteatro. Levantose el velo al entrar madama Recamier y recorri con la vista las filas de los acusados a fin de descubrir all a Mr. Moreau. Apenas ste la hubo reconocido, se puso de pie y la salud; entonces todas las miradas se dirigieron hacia ella, que se apresur a bajar las gradas del anfiteatro para llegar al sitio que se le haba destinado. Los acusados, cuyo nmero ascenda a cuarenta y siete, llenaban los bancos colocados en frente de los jueces del tribunal. Cada acusado estaba entre dos gendarmes, aquellos soldados sin embargo, manifestaban suma deferencia y respeto al general Moreau.Llamaban la atencin Mres. de Polignac y de Reviere, pero sobre todo Jorge Cadoudal. Pichegru, cuyo nombre permanecer unido al de Moreau, m se hallaba a su lado, o mejor dicho, crean ver all su sombra, porque se saba que tampoco estaba en su prisin.No se trataba ya de republicanos, sino de la fidelidad realista que luchaba con el poder nuevo; a pesar de todo, la causa de la legitimidad y de sus nobles partidarios tena por jefe a un hombre del pueblo, a Jorge Cadoudal. Vlasela all pensando en que aquella cabeza tan piadosa, tan intrpida, iba a rodar sobre e! cadalso; que solo l quiz sera el nico que no se salvara, porque nada pondra de su parte para ello. El no defenda ms que a sus amigos sin cuidarse de nada de lo que a l le importaba particularmente. Bonaparte no fue tan generoso como se cree; once personas adictas a Jorge perecieron con l.Moreau no despleg sus labios. Terminada la sesin, el juez que haba conducido a Mad. Recamier, fue a acompaarla para salir de la audiencia, y la condujo por el lado opuesto al que haba entrado pasando cerca de los bancos de los acusados. Moreau baj acompaado de sus dos gendarmes, hallndose separado de Mad. Recamier solo por una balaustrada. Pronuncio algunas palabras que aquella seora no entendi en medio de su asombro, y aunque quiso responder se lo impidi la turbacin en que se hallaba.Hoy que han variado los tiempos y que solo el nombre de Bonaparte produce una admiracin general, no puede imaginarse en qu poco pareca estribar su poder. Todo Pars estaba en expectativa la noche que precedi a la sentencia, y durante la cual se hallo constituido el tribunal. El pueblo acuda en tropel al palacio de la Justicia. Jorge no quera que le perdonaran, respondiendo a los que queran pedir gracia para l: me prometis por ventura otra ocasin ms hermosa de morir?Moreau condenado a deportacin se puso en camino para Cdiz, desde donde deba pasar Amrica. Mad. Moreau, a quien no abandon Mad. Recamier hasta el momento de su partida, march a reunirse con su esposo.El general Moreau escribi desde Cdiz a su generosa amiga la siguiente carta:Chiclana (cerca de Cdiz) 12 de octubre de 1804.Seora:Creo sin duda alguna que recibiris con gusto noticias de dos fugitivos a quienes habis manifestado siempre tan gran inters. Despus de haber pasado toda clase de trabajos, as por mar como por tierra, esperbamos descansar en Cdiz cuando vino a sitiarnos en esta ciudad la fiebre amarilla, enfermedad que puede compararse en cierto modo con los males que acabamos de experimentar. Hemos sido, sin embargo muy dichosos en habernos librado del contagio, a pesar de haber tenido precisin de detenernos ms de un mes a causa del parlo de mi esposa. Solo uno de nuestra familia ha sido atacado de la enfermedad.Henos aqu ya en Chiclana, lindo pueblo a algunas leguas de Cdiz, gozando de una perfecta salud, y convaleciendo mi esposa Despus de haberme dado una hija robusta.Persuadida de que tomareis tanto inters por este suceso romo en todo lo que nos ha pasado, me encarga os lo participe y os recuerde su amistad.Nada os digo de nuestro genero de vida, porque es en extremo fastidioso y montono; pero a lo menos respiramos con libertad, aunque en el pas de la inquisicin.Os ruego, seora, que recibis la seguridad de mi respetuosa adhesin, creyndome siempre vuestro ms humilde y obediente servidorV. Moreau.Moreau amaba la libertad en el fondo de su alma, y cuando tuvo la desgracia de unirse a la coalicin, crea que se trataba nicamente de combatir el despotismo de Bonaparte. Luis XVIII deca a Mr. de Montmorency que deploraba la muerte de Moreau como una gran perdida para la corona.No es tan gran prdida como parece; Moreau era republicano.Moreau me recuerda otro ilustre capitn, Massena; el cual, cuando parti al ejrcito de Italia, pidi a Mad. Recamier una cinta blanca de su prendido. Esta seora recibi cierto da del general Massena la siguiente carta:La preciosa cinta regalada por Mad. Recamier ha acompaado al general Massena en las batallas y en el bloqueo de Gnova: provisto siempre de este precioso talismn la victoria le ha seguido a todas partes.Las antiguas costumbres pasan a travs de las nuevas, de las cuales forman la base. La galantera del caballero noble vuelve a hallarse en el soldado plebeyo; el recuerdo de los torneos y de las cruzadas se hallaba oculto en estos hechos de armas con que la Francia moderna ha coronado sus viejas victorias.Muerte de Necker. Vuelta de Mad. de Stal. Mad. Recamier en Coppet. El prncipe augusto de Prusia.Mad. Stal supo en Berln la enfermedad de su padre y se apresur a partir, pero Mr. Necker muri antes de su llegada a Suiza.Por aquel tiempo acaeci la ruina de Mad. Recamier, y Mad. de Stal que supo inmediatamente el funesto suceso, escribi en el acto a Mad. Recamier, su amiga, lo que sigue:Ginebra, 17 de noviembre.Ah! Mi querida Julieta, cunta pena me ha causado la terrible nueva que acabo de recibir! Cunto maldigo el destierro que me impide hallarme a vuestro lado y estrecharos contra mi corazn! Habis perdido todo cuanto concierne al recreo de la vida; pero si fuera posible ser ms amada y ms interesante aun de loquearais, os hubiera sucedido otro tanto. Voy a escribir a Mr. Recamier, a quien compadezco y respeto; pero decidme, seria un sueo el veros aqu este invierno? Si quisierais vendrais aqu a pasar tres meses en un circulo reducido aunque compuesto de personas que os cuidaran con pasin; bien es verdad que inspiris en Pars esto mismo sentimiento; pero en fin, id cuando menos a Lyon o hasta cuarenta leguas de la capital para que yo pueda ir all a veros, a abrazaros, a deciros que os he profesado y profeso ms cario que a cuantas mujeres he conocido hasta ahora. Nada s que deciros como consuelo, sino que seris amada y considerada ms que nunca, y que los rasgos admirables de vuestra generosidad y beneficencia sern conocidos a tesar vuestro por esta desgracia, ms que lo hubieran sido sin este motivo. Cierto es que comparando vuestra situacin con la pasada habis perdido; pero si me fuera dable envidiar lo que amo, dara gustosa cuanto soy para cambiarme por ves. Belleza sin igual en Europa, reputacin sin mancilla, carcter noble y generoso; cuanta dicha hallareis aun en esa triste vida que atravesamos despojados de todo! Querida Julieta estrechemos ms y ms nuestra amistad; no se reduzca ya todo simplemente a generosos favores siempre de parte vuestra, unmonos con una correspondencia activa, con una necesidad recproca de confiarnos nuestras ideas; vivamos juntas si es posible. Vos seris, querida amiga, quien me har volver a Pars, porque vuestro inmenso poder debe durar siempre: nos veremos todos los das, y como sois ms joven que yo, me cerrareis los ojos, y mis hijos sern vuestros amigos. Mi hija llor esta maana al ver que yo verta lgrimas, y al saber que vos llorabais tambin. Nosotros hemos gozado, querida Julieta, del lujo que os rodeaba; vuestra fortuna ha sido la nuestra, y yo me creo arruinada porque vos ya no sois rica. Creedme, siempre queda felicidad a quien se ha hecho amar como vos.Benjamn, que est sumamente conmovido, quiere escribiros. Mateo de Montmorency me enva una sentida carta hablndome de vos. Permanezca tranquilo vuestro corazn en medio de tantos infortunios. Ah! ni la muerte ni la indiferencia de vuestros amigos os amenazan, y solo estas con las heridas eternas adis, ngel querido, adis! imprimo un sculo respetuoso en vuestro rostro encantador...Aun inspir Mad. Recamier un nuevo inters; haba abandonado la sociedad sin lamentarse, y pareca formada as para la sociedad como para el bullicio del mundo. La quedaron sus amigos, y esta vez, dijo Mr. Ballanche, se retir sola la fortuna.Mad. de Stal consiguio que su amiga fuera a Coppet. El prncipe Augusto de la Rusia, hecho prisionero en la batalla de Eylau, al ir a Italia, pas por Ginebra y se enamor de Mad. Recamier. La vida intima y particular de cada hombre segua su curso en la vida general, el encarnizamiento de las batallas y la transformacin de los imperios. El rico al despertar ve sus doradas techumbres, el pobre sus ahumadas paredes, pero la misma luz alumbra al uno que al otro.Creyendo el prncipe Augusto que Mad. Recamier consentira quiz en el divorcio, le propuso casarse con ella. Existe un monumento de esta pasin en el cuadro de Corina que Gerard pint para el prncipe, y que este regalo a Mad. Recamier como un recuerdo inmortal del sentimiento que le haba inspirado, y de la grande amistad que una a Corina y Julieta.El verano se pas en continuadas fiestas; hallbase el mundo trastornado, pero sucede generalmente que el eco de las catstrofes pblicas, unindose a los placeres de la juventud, redobla su encanto, y tanto ms nos entregamos a los placeres, cuanto ms cerca estamos de perderlos.Mad. de Gentis ha escrito una novela sobre esta pasin del prncipe Augusto. Viva en el arsenal y habitaba un oscuro aposento lleno de empolvados libros, donde la encontr cierto da en el ardor de la composicin. A nadie esperaba en aquel momento; vesta de negro, sus cabellos blancos ofuscaban su rostro, tena un arpa entre sus rodillas y la cabeza inclinada sobre el pecho. Paseaba por las cuerdas del instrumento sus manos pulidas y descarnadas produciendo dbiles sonidos, semejantes a las lejanas e indefinibles voces de la muerte. Qu cantaba la antigua Sibila? Cantaba a Mad. Recamier, a quien haba aborrecido en un principio, siendo luego vencida por su hermosura y desgracia. Mad. de Genlis acababa de escribir acerca de Mad. Recamier, dndola el nombre de Atenais, la pgina siguiente:El prncipe entr en el saln acompaado por Mad. de Stal. brese de repente la puerta y se adelanta Atenais. El prncipe no pudo desconocerla cuando vio la elegancia de su talle y el deslumbrante brillo de su rostro, aunque se haba formado de ella una idea totalmente distinta; habase representado a esta mujer tan clebre por su belleza, orgullosa con sus triunfos, llena de esa especie de confianza, que lo concede la celebridad, y se encontraba con una joven tmida que se adelantaba hacia el llena de confusin y de rubor. Un sentimiento de dulzura se mezclo a la sorpresa del prncipe.El excesivo calor que reinaba les impidi salir Despus de comer, y para hacer tiempo hasta la hora del paseo bajaron a la galera a entretenerse con la msica. Despus de algunos brillantes preludios y encantadores acordes, cant Atenais acampanndose con el arpa. Escuchola el prncipe con enajenamiento, y cuando hubo concluido la mir con inexplicable turbacin exclamando: Cuanto genio!Mad. de Stal en la fuerza de sus aos amo a madama Recamier; Mad. de Genlis en su vejez volva a encontrar para ella los acentos de su juventud, y el autor de la seorita de Clermont colocaba la escena de su novela en Coppet en casa del autor de Corma, rival a quien ella detestaba: todo esto era maravilloso, no sindolo menos el que yo escriba estos pormenores. Veo cartas que me recuerdan los tiempos en que yo viva solitario y desconocido, fui ms dichoso en las playas de Coppet, que no puedo recordarlas sin envidia. Las cosas que han pasado para ra y que echo de menos con dolor, me mataran al recordarlas si no me hallara cerca de la tumba; pero tan prximo al olvido cierno, verdades y sueos son igualmente quimricos; al terminar la vida todo es tiempo perdido.Segundo viaje de Mad. Stal a Alemania.Mad. Stal parti segunda vez a Alemania, y entonces empieza de nuevo una serie de cartas a madama Recamier, quiz ms encantadoras que las primeras.Nada hay en las obras impresas de Mad. Stal que imite la naturalidad y elocuencia que presta su genio a sus sentimientos. La virtud de la amistad de madama Recamier deba ser muy grande, puesto que supo hacer dar a conocer a una mujer de talento el que To haba aun revelado. Por lo dems adivinase por el acento triste de Mad. de Stal un secreto disgusto, del cual la belleza deba ser su natural confidente, aun siendo as que aquella no poda recibir jams semejantes heridas.Palacio de Chaumont, carta de Mad. Stal a Bonaparte.Al regresar a Francia Mad. de Stal en la primavera de 12, fue a habitar el palacio de Chaumont en las orillas del Loira, por estar cuarenta leguas de Pars que era la distancia que la haban separado como trmino de su destierro. All fue a reunirse con ella Mad. Recamier, la cual revisaba entonces para dar a la prensa su obra sobre la Alemania, que cuando estuvo corriente para publicarla se la remiti a Bonaparte con esta carta:Seor:Me tomo la libertad de presentar a V. M. mi obra sobro la Alemania. Si os dignis leerla me parece que en ella encontrareis la prueba de que el tiempo ha madurado algunas reflexiones all consignadas. Seor, doce aos hace que no he visto a V. M. y que me hallo desterrada. Doce aos de desdichas modifican todos los caracteres, y el destino ensea a resignarse a los que padecen. Pronta a embarcarme, suplico a V. M. me conceda media hora de atencin. Creo tener algunas cosas a V. M. que podrn interesarle, y en este concepto le suplico me conceda el favor de hablarle antes de mi partida. En la presente solo me permitir explicar los motivos que me obligan a abandonar el Continente, si no obtengo de V. M. el permiso de vivir en alguna quinta bastante prxima a Pars, en donde puedan permanecer mis hijos El enojo de V, M. produce tal desgracia en las personas quo son objeto de l, que me es imposible dar un paso sin experimentar sus efectos. Unos temen comprometerse solo con verme, y otros se creen hroes al triunfar de esto temor. Las ms sencillas relaciones de la vida parecen ser vicios que no puedo soportar un alma noble. Entre mis amigos los hay que se han asociado a mi suerte con una generosidad admirable; pero yo he visto estrellarse los ms ntimos sentimientos contra la necesidad de vivir conmigo en la soledad, y hace ocho aos que se desliza mi existencia entre el temor de no obtener sacrificios y el temor de ser objeto de ellos. Quizs sea ridculo manifestar tan minuciosamente sus impresiones al soberano del mundo; ms lo que el mundo os ha dado, seor, es un genio poderoso y tratndose de observar el corazn humano V. M. conoce desde sus ms grandes resortes hasta los ms delicados. Mis hijos no tienen carrera, mi hija cuenta trece aos; dentro de poco ser necesario establecerla: sera por lo tanto un cruel egosmo obligarla a vivir en las inspidas mansiones en que me hallo condenada a permanecer. Tendra asimismo que separarme de ella! Esta vida no es soportable, y no conozco medio alguno en el Continente para aliviarla. Que ciudad puedo elegir, en que el enojo de V. M. no ponga un obstculo invencible al establecimiento de mis hijos y a mi tranquilidad personal? V. M. ignora el terror que cansan los desterrados a la mayor parle de las autoridades de lodos los pases, y sobre este particular tendra que contar a V. M. que yo echaba de menos a Pars por el Museo y por Talma, y esto no pasa de ser una chanza agradable tratndose del destierro, esto es, de la desgracia que Cicern y Bolingbroke han calificado de ms insoportable de todas; ms suponiendo que yo amase las obras maestras de las artes que la Francia debe a las conquistas de V. M., suponiendo que yo amase esas hermosas tragedias, imgenes del herosmo, sera V. M. quien me debiera vituperar por ello? La felicidad de cada individuo no se compone por ventura de la naturaleza de sus facultades? Y si el cielo me ha concedido talento, por qu no he de disfrutar de los goces que procuran las artes a mi imaginacin? Cuando tantas personas piden a V. M. ventajas positivas de todas clases, por qu he de ruborizarme al pediros amistad, poesa, msica, pinturas, toda esa existencia ideal de que puedo gozar sin prescindir de la sumisin que debo al monarca de Francia?Esta carta desconocida mereca conservarse. Madama de Stal no era como se ha supuesto una enemiga ciega e implacable. No tuvo mejor xito en su pretensin que yo cuando me vi obligado a dirigirme del mismo modo a Bonaparte pidindole la vida de mi primo Armando. Alejandro y Csar se hubieran conmovido al leer aquella carta tan altiva escrita por una mujer de tanta reputacin; pero la confianza del mrito que se juzga e iguala al dominio supremo, aquella especie de familiaridad de la inteligencia que se coloca al nivel del dueo de la Europa para tratar con l de corona a corona, no parecieron a Bonaparte sino la arrogancia de un amor propio desmedido. Crease desafiado por todo cuanto tena algo de grande e independiente; la bajeza le pareca fidelidad, el orgullo sedicin; ignoraba que el verdadero talento no reconoce Napolen es ms que en el genio, y que tiene entrada as en los palacios como en los templos, porque es inmortal.Mad. Recamier y Mr. Mateo de Montmorency son desterrados. Mad. Recamier en Chalons.Mad. de Stal abandon a Chaumont y volvi a Coppet, y Mad. Recamier se apresur de nuevo a marchar a su lado; Mr. Mateo de Montmorency la permaneci igualmente adicta, siendo ambos desterrados a cuarenta leguas de Pars por haber ido a consolarla.Mad. Recamier se retir a Chalons-sur-Marne decidindose a ello por hallarse inmediata a Montmirail, donde vivan Mres. de La Rochefoucauld y Doudeauville.La tirana general que reinaba entonces ha hecho que desaparezcan mil pormenores de la opresin de Bonaparte: temblaban los perseguidos el ver a sus amigos temiendo comprometerles, y estos no se atrevan a visitar a aquellos temiendo a su vez acarrearles algn aumento de rigor.El desgraciado proscripto, cual si fuera un contagiado, repelido de entre sus semejantes, permaneca en cuarentena por el odio del dspota. Bien recibido mientras que eran ignoradas sus opiniones de independencia, apenas eran estas conocidas todo el mundo le abandonaba; solo permanecan en su alrededor autoridades que espiaban sus relaciones, sus sentimientos, su correspondencia, sus pasos: tales oran los tiempos de dicha y de libertad.Las cartas de Mad. de Stal son un fiel trasunto de los padecimientos de aquella poca, en que los genios se hallaban amenazados a cada momento de verse unidos en un calabozo, y en que nadie se ocupaba sino de los medios de salvacin: cuando la libertad ha desaparecido, queda un pas, pero no existe ya la patria.Al escribir a su amiga, que no deseaba verla temiendo el mal que pudiera acarrearla, Mad. de Stal no lo deca todo: hallbase casada secretamente con Mr. de Rocca, de lo cual resultaba una complicacin de inconvenientes de que se aprovechaba la polica imperial. Mad. Recamier, a quien Mad. de Stal crea deber ocultar sus nuevas inquietudes se extraaba con justicia de la obstinacin de su amiga en prohibirle la entrada en se palacio de Coppet, y resentida de la oposicin de Mad. de Stal, por quien se haba sacrificado insisti en su propsito de ir reunirse con ella.Todas las cartas que hubieran debido retener a Mad. Recamier no hicieron sino afirmarla en su designio, parti, pues, y en Dijon recibi este fatal billete:Me despido de vos, ngel de mi vida, con toda la ternura de mi alma. Os recomiendo a Augusto, quien despus de veros deseo que vuelva a verme a m. Sois una criatura celestial. Si hubiera vivido a vuestro lado habra sido muy dichosa. El destino me arrastra en pos de s. Adis.Mad. de Stal no deba encontrar ya a Julieta sino en la hora de la muerte. El billete de Mad. de Stal hiri como un rayo a la viajera: huir repentinamente, marcharse sin haber antes estrechado entre sus brazos a laque corra a participar de sus adversidades, no era esto por parte de Mad. de Stal una cruel resolucin? Le pareca a Mad. Recamier que la amistad hubiera podido ser menos arrastrada por el destino.Mad. de Stal march a Inglaterra atravesando la Alemania y la Suecia: el poder de Napolen era otro mar que separaba a Albin de la Europa, como el Ocano la separa del mundo.Augusto, hijo de Mad. de Stal, que haba perdido a su hermano en un duelo, se cas y tuvo un hijo que le sigui a la tumba a los pocos meses de su existencia. Con Augusto de Stal se extingui la posteridad masculina de una mujer ilustre, que no fue conocida Despus con el honroso, aunque desconocido apellido de Rocca.Mad. Recamier en Lyon. Mad. de Chevreuse. Prisioneros espaoles.Sola Mad. Recamier y llena de dolor march desde luego a Lyon, su ciudad natal, en donde encontr a Mad. de Chevreuse tambin proscripta. Habase visto esta seora obligada por el emperador y adems por su propia familia a entrar en la nueva sociedad. Apenas se encontrara un nombre histrico que no consintiese en perder su honor antes que una hacienda. No bien se hall en las Tulleras. Mad. de Chevreuse, crey poder dominar en una corte salida del campo: cierto es que esta corte trataba de instruirse en las costumbres de otro tiempo con la esperanza de ocultar su reciente origen; pero el aire plebeyo estaba aun harto pronunciado para recibir lecciones de la impertinencia aristocrtica. En una revolucin que dura y llega a dar el ltimo par o, como por ejemplo, la de Roma, pudo el patriciado, un siglo Despus de la cada de la repblica, conformarse con no ser ya ms que el senado de los emperadores, porque lo pasado nada tena que reprochar a los emperadores actuales, puesto que aquel pasado no exista ya, y que cada individuo participaba de la deshonra general; mas en Francia los nobles que se trasformaron en chambelanes se precipitaron demasiado, pues el nuevo imperio desapareci con ellos, y se hallaron frente a frente con la antigua monarqua resucitada.Acometida Mad. de Chevreuse de una afeccin al pecho, solicit y no obtuvo la gracia de terminar sus das en Pars; no se puede morir cuando y donde se quiere: Napolen habra causado menos muertes si hubiera dejado a sus victimas elegir el sitio de su tumba.Mad. Recamier solo consegua olvidar sus propios pesares, ocupndose de los de su, semejantes, y por la caritativa condescendencia de una hermana de la Misericordia visitaba secretamente a los prisioneros espaoles que se hallaban en Lyon. haba entre ellos un valiente joven, bello y cristiano como el Cid, que hallndose en su ltima hora sola ocuparse en tocar la guitarra sentado sobre un montn de paja, y as que distingua a su bienhechora la cantaba romances de su pas, no pudiendo correspondera, de otro modo. Su voz debilitada, y los confusos sonidos del instrumento se perdan en el silencio de la prisin. Los compaeros del soldado medio envueltos en sus destrozadas capas dirigan sus altivas miradas que revelaban su sangre castellana, manifestando su gratitud hacia aquel desterrado que les traa a la memoria una hermana, una amante, y que soportaba el yugo de la misma tirana.Muri el espaol y pudo decir como Zarviska, joven y valiente poeta polaco: Una mano desconocida cerrar mis parpados; el taido de una campana extranjera anunciar mi muerte, y acentos quo, no sern los de mi patria rogarn por miMateo de Montmorency fue a Lyon a visitar a madama Recamier, siendo entonces cuando esta conoci a Mr. Camilo Jordan y a Mr. Ballanche, dignos de aumentar el nmero de los amigos que le fueron adictos.Mad. Recamier en Roma. Albano. Canova: sus cartas.Tena Mad. Recamier demasiado orgullo para solicitar su regreso. Fouch la haba rogado bastante tiempo, aunque intilmente, que volviera a embellecer la corte del emperador: aun se conservan los pormenores de estas negociaciones palaciegas en los escritos de aquella poca. Mad. Recamier se retir a Italia y Mr. de Montmorency la acompa hasta Chambery, atravesando el resto de los Alpes, sin ms compaa que una sobrinita de siete aos, hoy Mad. Lenormant.Roma era entonces una ciudad de Francia, capital del departamento del Tber. El papa gema prisionero en Fontainebleau en el palacio de Francisco I.Fus enviado a Italia, mandaba en la ciudad de los Csares a la manera que el jefe de los eunucos negros en Atenas. Solo estuvo de paso, quedando nombrado Mr. de Norvins en calidad de prefecto de polica, porque el movimiento se manifestaba en otro punto de Europa.Conquistada sin haber visto a su segundo Alarico la ciudad eterna enmudeca sumida entre sus ruinas. Solo los artistas vivan sobre aquel montn de hacinados siglos. Canova recibi a Mad. Recamier como a una estatua griega que la Francia devolva al museo del Vaticano: pontfice de las artes la concedi los honores del capitolio en Roma abandonada.Canova tena una casa en Albano y se la ofreci a Mad. Recamier, la cual pas all un verano. El balcn de su cuarto era una de esas grandes ventanas de artista que sirven de cuadro a un paisaje. Daba a las ruinas de la villa de Pompeya, y en lontananza por encima de los olivos se vea esconderse el sol en el mar. Canova volva a su casa a esta hora, y conmovido de aquel hermoso espectculo se complaca encantar con un acento veneciano y una voz agradable la barcarola: Opescator dell onda; Mad. Recamier le acompaaba al piano. El autor de Psyquis y de la Magdalena se deleitaba con aquella armona, y buscaba en las facciones de Julieta el tipo de la Beatriz que pensaba crear despus. Roma haba visto en otro tiempo a Rafael y Miguel ngel coronar sus modelos en poticas orgias cantadas demasiado libremente por Cellini: cunto ms superior no era aquella humilde escena tan pura entre una mujer desterrada y el tierno y sencillo Canova!Ms solitaria que nunca, Roma vesta en aquel momento el luto de viuda sin recibir ya de sus tranquilos soberanos bendiciones que rejuvenecan su ancianos das en todas las maravillas de las artes. El rumor del mundo se haba alejado otra vez de ella; San Pedro estaba tan desierto como el Coliseo.He ledo las elocuentes cartas que la mujer ms ilustre de nuestra poca pasada escriba a su amiga; leed los mismos sentimientos de ternura expresados con la ms encantadora sencillez en el idioma de Petrarca, por el primer escultor de los tiempos modernos. No cometer el sacrilegio de intentar traducirlos.Domenica mattina.Dio eterno! siamo vivi, o siamo morti? lo voglio esser vivo, al meno per scrivervi: si, lo voule al mo cuore, anzi mi comanda assolutamente di farlo. Oh! ser conoscete bene a fondo questo povero cuor mo, quanto, quanto mai ve ne persuadereste! Ma per disgrazia ma pare ch egli sin alquanto all oscuro per voi. Pazienza! Ditemi almeno come state di salute, s di pi non volete dire: benche mi abbiate promesso di serivere e di scrivermi dolce. lo davero che avrei voluto vedervi personalmente ni questi giorni, ma non vi poteva essere alcuna via di poterlo fare: anzi su diquesto vi dir a voce delle cose curiose. Conviene dunque che mi contenti a forza, divedervi in spirito. In questo modo sempre mi siete presente, sempre vi veggo, sempre vi parlo, vi dico taute, tante cose, ma tutte, tutie al vento, tutte! Pazienza anche di questo! gran fato che la cosa abbia dandure sempre in questo modo! voglio in tanto pero che siale serta, certissima che l anima ma vi ama molto piu assai di quello che mai possiale credere ed imaginare.El pescador de Albano.Mad. Recamier haba socorrido en Lyon a los prisioneros espaoles; otra vctima aun del poder que la sacrificaba a ella la dio ocasin de ejercer en Albano sus compasivos sentimientos: un pescador acusado de hallarse en inteligencia con los partidarios del papa haba sido juzgado y condenado a muerte. Los habitantes de Albano suplicaron a la extranjera all refugiada que intercediera por aquel desgraciado. Acomparonla a la crcel, donde al ver la desesperacin del prisionero sus ojos se inundaron de lgrimas; aquel infeliz la suplic intercediese por l y le salvara; pero esta splica era tanto ms desgarradora, cuanto que era imposible arrancarle del suplicio. Era ya de noche y deba ser fusilado al amanecer del da siguiente.Madama Recamier, sin embargo, aunque persuadida de la inutilidad de sus gestin es, no vacil un solo instante; llevronla un carruaje y parti en l sin la esperanza que dejaba al sentenciado. Atraviesa la campia infestada de ladrones llega a Roma y no encuentra al director de polica. Esper dos nocas: en el palacio Fiano, contando los minutos de una vida cuyo fin se acercaba, y cuando lleg Mr. de Norvins le explic el objeto de su viaje. Respondiola este que ya estaba pronunciada la sentencia, y que l careca de los poderes necesarios para suspender su ejecucin.Emprendi la vuelta Mad. Recamier con el corazn traspasado de dolor; pero antes de llegar a Albano el prisionero haba dejado de existir. Los habitantes esperaban a la francesa en el camino, y apenas la hubieron reconocido se precipitaron a su paso. El sacerdote que haba asistido al paciente en su ltima hora la llevaba sus postreros votos: al morir, le dijo manifestaba su profunda gratitud a la dama, a quien no haba cesado de buscar con la vista en su trnsito al suplicio encargndola al propio tiempo que rogase a Dios por l, porque a un cristiano le sobra ya todo cuando ha salido de este mundo. El sacerdote acampan a Mad. Recamier a la iglesia, adonde la siguieron una multitud de lindas albanesas. El pescador fue fusilado a la hora en que los rayos del sol heran su ya hurfana barquilla y las playas que l acostumbraba correr con ella.Para aborrecer a los conquistadores sera necesario conocer todas las vejaciones que causa; sera necesario ser testigo de la indiferencia con que sacrifican a les ms inofensivos seres en algn rincn del globo donde jams pisaron sus plantas. De qu servan a los triunfos de Bonaparte los das de un pobre tejedor de redes de los estados romanos? A no dudarlo, jams supo que haba existido aquel triste pescador, ni conocido siquiera en medio de su estrepitosa lucha con los reyes el nombre de su plebeya vctima.El mundo no ve en Napolen masque victorias; las lgrimas sobre que se hallan cimentadas las columnas triunfales no caen de sus ojos. Yo pienso, s n embargo, quede esos sufrimientos despreciados, de esas calamidades de los humildes y pequeos se forman en los consejos de la Providencia las causas secretas que precipitan de hecho al dominador. Las injusticias particulares se acumulan de tal modo que inclinan la balanza de la fortuna. Hay sangre muda y sangre que clama: lo sangre vertida en los campos de batalla la absorbe silenciosa la tierra, la sangre derramada pacficamente salta gimiendo al cielo; Dios la recibe y la venga: Bonaparte quit la vida al pescador de Albano; algunos meses despus l se hallaba proscripto entre los pescadores de la isla de Elba y muri por ltimo entre los de Santa Elena.Se le apareca a Mad. Recamier en medio de los estepares del Tber y del Ao, mi vaga imagen, apenas delineada en su memoria? Yo haba pasado ya por aquellas melanclicas soledades; haba dejado en ellas una sombra honrada con el llanto de los amigos de Julieta. Cuando la hija de Mr. de Montmorin (Mad. de Beaumont) muri en 1803, Mr. Necker y Mad. de Stal me escribieron las sentidas cartas de psame, que vio el lector, y estas cartas de Coppet, recibidas en Roma casi antes de haber conocido a Mad. Recamier; eran el primer indicio de una afinidad de sino. Mad. Recamier me dijo tambin varias veces que mi carta de 1803 a Mr. de Fontanes le serva de gua en 1814, y que relea muy a menudo este prrafo.Todo el que no tenga ya lazo alguno en la vida, debe irse a Roma. All encontrar por saciedad una tierra que alimentar sus reflexiones, y ocupar su corazn, y paseos que le dirn algo. La piedra que pise le hablar; el polvo que el aire levante bajo sus plantas encerrar alguna grandeza humana. Con qu seductor encanto, si es infeliz, si uni las cenizas de los que am a tantas ilustres cenizas, no pasar del sepulcro de los Escipiones al postrer asilo de un amigo virtuoso!... Y si es cristiano, ab! cmo podr en este caso alejarse de aquel suelo, convertido en patria; de aquel suelo que vio nacer otro imperio, ms santo en su cima, ms grande en su poder que su predecesor; de aquel suelo en el cual los amigos que perdimos durmiendo con los mrtires en las catacumbas, bajo la divinal mirada del padre de los fieles, parecen deber ser los primeros en despertar a la par que los ms cercanos al cielo?Pero en 1814 yo no era para Mad. Recamier ms que un lazarillo vulgar, a la disposicin de todo viajero: ms afortunado en 1823 haba cesado de serle desconocido, y podamos hablar juntos de las ruinas romanas.Mad Recamier en Npoles. El duque de Rohan. Chabot.Llegado el otoo fue Mad. Recamier a Npoles, y cesaron las ocupaciones que la entretenan en su soledad. Apenas se ape en la posada acudieron a visitarla los ministros del rey Joaqun. Murat olvidando la mano que troc su ltigo en cetro estaba dispuesto a unirse a la coalicin. Bonaparte haba elevado su espada en medio de la Europa, como los galos clavaban sus machetes en medio del Mallus; y en torno a la espada de Napolen se haban colocado formando crculo, los reinos que el conquistador distribua a su familia. Recibi Carolina el de Npoles, y si bien no era la esposa de Murat un camafeo antiguo tan elegante como la princesa de Borghese, tena fisonoma ms expresiva a la par que ms talento que su hermana. Y en la energa de su carcter, se conoca que la sangre de Napolen corra por sus venas. Si la diadema no hubiera sido para ella el adorno de la cabeza de una mujer, hubiera sido todava la insignia del poder de una reina,Recibi Carolina a Mad. Recamier con amabilidad tanto mayor por cuanto la opresin de la tirana hacia sentir su peso hasta en el mismo Prtici. No obstante, la poblacin que posee la tumba de Virgilio y la cuna del Tasso, esa poblacin en que vivieron Horacio, Tito Livio, Boccaccio y Sannazar, y en la que nacieron el Dante y Cimarosa, haba sido embellecida por su nuevo seor. Habase restablecido el orden: ya los lazzaroni no jugaban a los bolos con cabezas humanas para divertir al almirante Nelson y lady Hamilton. Las subterrneas vas de Pompeya se haban extendido; y serpenteaba en el Pausilipo un camino que yo coste en 1803 para ir a Linterna a tomar datos sobre el retiro de Escipin. Las nuevas dinastas, hijas de la militar, haban bocho renacer la vida en comarcas que ostentaban poco antes la moribunda languidez de una raza caduca. Roberto Guiscard, Guillermo Brazo de hierro, Roger y Tancredo, parecan babor resucitado.Hallbase Mad. Recamier en Npoles en el mes de febrero de 1814: dnde estaba yo? en mi Valle de los lobos, empezando la historia de mi vida, y ocupndome en los juegos de mi infancia al son de las pisadas de soldados extranjeros. La mujer cuyo nombre deba cerrar estas Memorias vagaba en las playas de Baies. La siguiente pintura que hice en los Mrtires parece ser un presentimiento del bien, que procedente de aquella tierra deba yo recibir.Todas las maanas en cuanto empezaba a despuntar la aurora, me diriga a un prtico para ver la salida del sol que poco a poco iba iluminando con sus suaves rayos la cordillera de montaas de Salerno; et atollado mar sembrado con las blancas lonas de los pescadores, las de Cprea, de Olenana y de Prochta, los cabos del Misena y Baies con todos sus encantos.Las flores y los frutos humedecidos por el roco, son menos suaves y no tienen tanta frescura como el paisaje de Npoles, al abandonar las sombras de la noche. Sorprendame siempre al llegar al prtico, encontrarme en la orilla del mar, pues en este sitio las tranquilas olas apenas dejan percibir el ligero murmullo de una fuente; extasiado ante este cuadro sublime, apoybame contra una columna, y sin ideas, sin deseos, sin proyectos, permaneca horas enteras respirando un ambiente delicioso. Era tan profundo el encanto que experimentaba, queme pareca que aquellas brisas divinas transformaban mi ser y me alzaban con un placer indecible hasta el firmamento, como si fuera un espritu... Esperar o buscar la belleza, verla adelantarse en una barquilla y sonrernos desde en medio de las ondas, surcar con ella el mar, sembrando de flores su superficie, seguir a la encantadora hasta el fondo de esos bosques de mirtos, y por los dichosos Campos en que Virgilio coloc el Elseo, tal era nuestra ocupacin diaria...Quizs existan climas peligrosos a la virtud por su extremada voluptuosidad, y tal vez sea una alegora de ella la ingeniosa fbula en que se cuenta que Parthenope fue edificada sobre la tumba de una sirena. El afelpado brillo de los campos, la suave temperatura del aire, la cima de aquellas montaas tan bien contorneadas, las suaves inflexiones de los ros y de las selvas tienen en Npoles tanta seduccin que nada turba el reposo general...Para evitarlos calores del medio da nos retirbamos a la parte de! palacio construida debajo del mar. Acostados all en camas de marfil oamos el murmullo de las olas encima de nuestras cabezas, y si nos sorprenda alguna tempestad en el fondo de nuestro retiro, los esclavos hacan arder el nardo ms precioso de la Arabia en ricas lmparas. Entraban entonces jvenes napolitanas con jarrones de Nola llenos de rosas de Paestum, y mientras por fuera mugan las liguas, aquellas ninfas cantaban y hallaban a nuestra vista, lo cual me traa a la memoria las costumbres de la Grecia: as, pues, se realizaban para nosotros las ficciones de los poetas; hubirase dicho que aquellos eran los juegos de las Nereidas en la gruta de Neptuno.Madama Recamier encontr en Npoles al conde de Niper y al duque de Rohan-Chabot; el uno deba subir al nido del guila, y el otro vestir la prpura. Se ha dicho del ltimo que haba estado consagrado al color rojo, porque visti el uniforme de chambeln, el de cazadores de la guardia y el manto de cardenal.El duque de Rohan era sumamente hermoso, y aunque puramente por adorno manejaba algn tanto la lira y el pincel, distinguindose particularmente por la extremada coquetera que empleaba en su tocado. Siendo abate se rizaba su piadosa cabellera con una elegancia de mrtir. Predicaba al oscurecer en sombros oratorios, cuidando de que dos o tres bujas colocadas con arte, alumbrasen solo con una media tinta, cual si fuera un cuadro, su plido rostro.No se comprende al pronto como hombres tan ufanos de un ilustre apellido, han podido colocarse bajo la dependencia de un aventurero afortunado. Considerndolo de cerca se encuentra que esta aptitud para servir, provena naturalmente de sus costumbres: acostumbrados a la servidumbre se ocupaban poco de los cambios de librea con tal de que el amo habitase en palacio bajo el mismo concepto. El desprecio de Bonaparte les hacia justicia: este gran soldado abandonado de los suyos, dijo cierto da con reconocimiento a una gran seora: en realidad solo vos habis servido.La religin y la muerte han borrado algunas debilidades, aunque bien perdonables por otra parte, del cardenal de Roban. Sacerdote cristiano, consum en Basanzon su sacrificio, socorriendo al desdichado, alimentando al pobre, vistiendo al hurfano y empleando en buenas obras su vida cuyo curso abreviaba naturalmente el triste estado de su salud.Lector, si te impacientas con estas citas, con estas narraciones, piensa en primer lugar que quizs no hayas ledo mis obras, y adems, en que yo ya no puedo escucharte, porque duermo bajo!a tierra que pisas: si me odias, hiere esa tierra, pero no insultars ms que a mis huesos. Piensa tambin en que mis escritos forman una parte esencial de usa existencia cuyas pginas describo. Ah! por qu no habrn tenido un fondo de verdad mis cuadros napolitanos! por que la hija del Rdano no fue la mujer real de mis imaginarias delicias! Pero no; si yo era Agustn, Gernimo o Eudoro, lo era sin compaa, pues mi estancia en Italia se anticipa a la de la amiga de Corina. Dichoso yo si hubiera podido tender a sus pies como una alfombra de flores mi vida entera! Pero mi vida es tosca y sus asperezas hieren. Puedan a lo menos mis ltimos momentos reflejar la ternura y el encanto sobre los das de aquella que tan plcidos torn los mos, de aquella que siempre fue amada de todos, y de quien jams nadie tuvo la menor queja.El rey Murat: sus cartas.Murat, rey de Npoles, naci en 25 de mayo de 1771 en la Bastida, cerca de Caos, pero disgustronle las letras, sent plaza en los cazadores de las Ardenas, desert y se refugio en Pars. Admitido en la guardia constitucional de Luis XVI, obtuvo Despus del licenciamiento de dicha guardia, una subtenencia en el undcimo regimiento de cazadores de caballera. Fue destituido como terrorista a la muerte de Robespierre; lo mismo le sucedi a Bonaparte, y ambos militares quedaron sin recursos. Recuper Murat el perdido favor el 13 de vendimiario, y fue nombrado ayudante de campo de Napolen. Hizo bajo sus rdenes las primeras campaas de Italia, tom la Valtelina, y la reuni a la repblica cisalpina: estuvo en la expedicin de Egipto, se distingui en la batalla de Abukir, y de regreso a Francia con su jefe, recibi de este el encargo de desalojar al consejo de los Quinientos y la mano de su hermana Carolina. Murat mandaba la caballera en la batalla de Marengo, y gobernador de Pars cuando se fusil al duque de Enghien, deplor entre si, de un asesinato que no tuvo el valor de condenar en alta voz.Cuado de Napolen y mariscal del imperio, entr Murat en Viena en 1806. Contribuy a las victorias de Austerlitz, Jena, Eylau y Friendland, fue ascendido a gran duque de Berg, e invadi la Espaa en 1808.Napolen le volvi a llamar a su lado, y le dio la corona de Npoles. Proclamado rey de las Dos Sicilias en 1. de agosto de 1808, agrad a los napolitanos por su boato, por su traje teatral, por sus cabalgadas y por sus fiestas.Llamado en calidad de gran vasallo cuando la invasin rusa, volvi a presentarse en todas las batallas, habindole sido confiado el mando en la retirada de Smolensko a Wilna. Despus de haber manifestado su descontento, dej el ejrcito a ejemplo de Bonaparte, y fue a calentarse al sol de Npoles, como su capitn lo haba hecho a las chimeneas de las Tulleras. Estos hombres de triunfos no pueden acostumbrarse jams a los descalabros. Entonces empezaron sus relaciones con el Austria: volvi a aparecer aun en los campos de Alemania en 1813, volvi a Npoles despus de perdida la batalla de Leipsick. y reanud sus relaciones austro britnicas. Ante; de entrar en una alianza completa. Murat escribi a Napolen una carta que yo le he odo leer a Mr. de Mosbourg: deca en esta carta a su cuado, que haba encontrado a la pennsula muy agitada, que los italianos reclamaban su independencia Nacional, la que si no los era devuelta, era de temer se uniesen a la coalicin de la Europa, aumentando de este modo los peligros de la Francia. Suplicaba a Napolen hiciera la par, nico medio de conservar tan hermoso y potente imperio. Que si Bonaparte rehusaba escucharle, el Murat, abandonado en un extremo de Italia, se vera precisado a dejar su reino o abrazar los intereses de la libertad italiana. Esta razonable carta no tuvo contestacin en muchos meses; Napolen por lo tanto no pudo echar en cara con justicia a Murat el haberle hecho traicin.Obligado Murat a decidirse con prontitud, firm el 11 de enero de 1814 un tratado con la corte de Viena, por el cual se obligaba a suministrar a los aliados un cuerpo de treinta mil hombres. Por premio de esta defeccin.se le garantizaba su reino napolitano y su derecho de conquista sobre las Marcas pontificales.Madama Murat haba declarado esta importante transaccin a Mad. Recamier. En el momento de deClararse abiertamente, Murat en extremo conmovido encontr a Mad. Recamier en casa de Carolina y la pregunt, qu pensaba del partido que iba a tomar, suplicndola tuviese en cuenta los intereses del pueblo cuyo rey era. Mad. Recamier le dijo: Sois francs y debis permanecer fiel a los franceses. Mural con el rostro demudado contest: Luego soy fin traidor? qu hacer? ya es demasiado tarde! Y abriendo con violencia una ventana sealo con la mano la flota inglesa que entraba en el puerto a velas desplegadas.Hallbase el Vesubio en una de sus erupciones y arrojaba llamas. Dos horas despus estaba Murat a caballo a la cabeza de sus guardias, y rodebale la multitud gritando: Viva el rey Joaqun! Loco de alegra el valiente soldado pareca haberlo olvidado todo. Al da siguiente, en una funcin extraordinaria dada en el teatro de San Carlos, fueron recibidos el rey y la reina con frenticas aclamaciones nunca vistas en los pueblos que estn aquende los Alpes. Aplaudiose tambin al enviado de Francisco II; pero el palco del ministro de Napolen estaba desierto, y Murat apareci turbado de ello, cual si en el fondo de de aquel palco hubiese visto el espectro de la Francia.El ejrcito de Murat, puesto en movimiento el 16 de febrero de 1814, oblig al prncipe Eugenio a replegarse sobre el Adige. Napolen que haba obtenido al principio un xito inesperado en Champan, escribi a su hermana Carolina cartas que fueron sorprendidas por los aliados y comunicadas al parlamento de Inglaterra por lord Castlereagh; le deca en ellas:Vuestro marido es muy valiente en el campo de batalla, pero es ms dbil que una mujer o un fraile cuando no ve al enemigo. Carece de todo valor moral: ha tenido miedo y ha aventurado el perder en un momento lo que solo puede conservar por mi y conmigo.En otra carta dirigida al mismo Murat; deca Napolen a su cuado: Supongo que no seris de aquellos que juzgan ya muerto al len; si hicierais semejante clculo sera errado..: Me habis hecho cuanto mal habis podido desde vuestra partida de Wilna. El ttulo de rey os ha trastornado la cabeza; si deseis conservarlo conducos como es debido.Murat no persigui al virrey ms all del Adige; titubeaba entre los aliados y los franceses segn se presentaba a Bonaparte la fortuna prspera o adversa.En los campos de Brienne, donde Napolen fue educado por la antigua monarqua, daba aquel en honor de esta el ltimo y ms admirable de sus sangrientos torneos. Favorecido por los carbonari, Joaqun ora quera declararse el libertador de Italia, ora esperaba dividirla entre l y Bonaparte vencedor.Una maana lleg a Npoles un correo con la noticia de la entrada de los rusos en Pars. Mad. Murat hallbase aun en la cama y Mad. Recamier sentada a la cabecera hablaba con ella de cosas indiferentes, cuando dejaron sobre el lecho un enorme paquete de cartas y peridicos. Entre estos se encontraba mi folleto titulado Bonaparte y los Borbones. Al verle la reina exclam:Ah! he aqu una obra de Mr. de Chateaubriand; la leeremos juntas. Y prosigui abriendo la correspondencia