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    MEMORIAS DE ULTRATUMBA

    POR EL VIZCONDE DE CHATEAUBRIAND

    TOMO IV

    TRADUCIDA AL CASTELLANO.

    MADRID, 1850

    CONDICIONES DE SUBSCRIPCIN.

    Todos los das se publican dos pliegos, uno de cada una de las dos secciones en que estdividida la Biblioteca, y cada pliego cuesta dos cuartos en Madrid y diez maravedes en provincia,siendo de cuenta de la empresa el porte hasta llegar los tomos a poder de sus corresponsales.Las remesas de provincias se hacen por tomos; en Madrid puede recibir el suscriptor las obraspor pliegos o por tomos, a su voluntad. Para ser suscriptor en provincia basta tener depositados12 rs. en poder del corresponsal.

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    MADAMA RECAMIER

    Pars, 1839.

    Pasemos a la embajada de Roma, ocupmonos de esa Italia, sueo de toda mi vida. Antesde proseguir mi relato debo hablar de una mujer que ya no perderemos de vista hasta el fin deestas Memorias. Entre ella y yo va a entablarse una correspondencia desde Roma a Pars, por lotanto es necesario saber a quien escribo, cmo y en qu poca conoc o madama Recamier.

    Hallo esta en las diferentes clases de la sociedad, personajes ms o menos clebres, quetodos la rindieron homenaje. Su hermosura liga su existencia ideal a los hechos materiales denuestra historia, semejante a una luz serena que ilumina un cuadro borrascoso.

    Volvamos de nuevo a los tiempos pasados; intentemos al ya dbil resplandor de miestrella, bosquejar un retrato de la mujer que se apareci en el cielo de mi juventud, antes que lacercana noche de mi vida esparza sus densas sombras.

    Una carta publicada en el Mercurio Despus de mi regreso a Francia en 1800, llam laatencin de Mad. Stal: aun no me haban borrado de la lista de los emigrados, y Atala me sacde la oscuridad. Mad. Bacciochi (Elisa Bonaparte) a ruego de monsieur de Fontanes, solicit yobtuvo mi rehabilitacin, de la cual se haba ocupado asimismo Mad. Stal, a quien pas a dar lasmerecidas gracias. No recuerda ya si fue Cristian de Lamoignon o el autor de la Corina quien mepresent a Mad. Recamier su amiga, que viva a la sazn en su casa de la calle de Montblanc. Alabandonar mis bosques y al salir de la oscuridad de mi vida, era yo aun tan hurao que apenasme atreva a fijar los ojos en una mujer rodeada de adoradores.

    Como un mes despus, encontrbame una maana en casa de Mad. de Stal quien mehaba recibido en su tocador, estndola vistiendo la seorita Oliva, mientras hablaba ydistradamente enlazaba entre sus dedos una ramita verde. Entro de repente madama Recamier

    vestida de blanco y se sent en me dio de un sof de seda azul, Mad. Stal, que permaneci depie, continu su animada conversacin y hablaba con elocuencia, ms yo sin apartar la vista, deMad. Recamier, apenas prestaba la menor atencin. Yo no haba ideado jams nada tanhermoso, y entonces ms que nunca roe sent humillado, trocndose mi admiracin en enojocontra mi mismo. Sali Mad. Recamier y no la volv a ver hasta dos aos ms tarde.

    Doce aos! qu poder enemigo corta y malvierte as nuestros das, y los prodigairnicamente a todas las indiferencias llamadas afectos, a todas las miserias que llevan el nombrede felicidades! Para, ms burla, aun despus de marchitar la parte ms preciosa de la vida,conduce nuevamente al hombre al punto de partida de su carrera. Y de qu modo le conduce?Dominada la imaginacin por ideas raras, por importunos fantasmas y por mentidos o incompletos

    sentimientos de un mundo que nada dichoso os ha dejado. Estas ideas, estos fantasmas, estossentimientos se interponen entre el hombre y la dicha, que aun podra gozar. Vuelve eldesdichado a su primitivo punto de salida con el corazn lleno de pesares y marchita el alia porlos desengaos de la juventud, de tan penosos recuerdos en el pudor de los aos. De este modoregres yo a Siria Despus de haber estado en Roma, Despus de haber visto pasar el imperio,Despus de haber llegado a ser hombre de gran reputacin, y Despus de haberse salido de misilencio. Qu habra hecho entre tanto Mad. Recamier? Cul habra sido su vida?

    Sindome desconocida la mayor parte de la existencia brillante y retirada a la vez de quevoy a tratar, me veo precisado a recurrir a otras autoridades que la ma, pero que sernirrecusables. Mad. Recamier me refiri hechos de que fue testigo y me comunic preciosascartas. Me permiti que consultara el testo de las notas que haba escrito sobre lo que viera

    durante su vida, ms solo consinti en que le citara muy rara vez. Adems, Mad. de Stal en sucorrespondencia, Benjamn Constant en sus recuerdos, impresos unos, manuscritos otros, Mr.Balanche en una noticia sobro nuestra comn amiga, la duquesa de Abrantes en sus bosquejos, yMad. de Genlis en los suyos tambin me han suministrado con prodigalidad abundantesmateriales para mi narracin; yo no he hecho sino anudar unos a otros tan celebres nombres,

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    llenando con mi relato los huecos que pudieran resultar de algn eslabn roto en la cadena de losacontecimientos.

    Dice Montaigne que se arroban los hombres pensando en el porvenir: yo tengo la mana dearrobarme pensando en el pasado. Todo es placer, sobre todo cuando se vuelve la vista a losprimeros aos de los objetos queridos; se prolonga una existencia amada; se extiende el afectoexistente a tiempos que ignorados se les hace resucitar; se engalana lo que fue con lo que es; seforma una nueva juventud.

    Infancia de Mad. Recamier.

    Vi el jardn botnico de Lyon establecido en las ruinas del anfiteatro antiguo, y en losjardines de la antigua abada de la Desierta, demolida al presente; elvase a lo lejos la ms altamontaa de Europa, primera columna miliaria de Italia con su manto blanco por encima de lasnubes. En aquella abada fue encerrada Mad. Recamier, donde pas su infancia dentro de una

    verja que daba a la iglesia exterior, y que solo se abra durante la celebracin de la misa.Entonces se vea en la capilla interior del convento a numerosas jvenes prosternadas. El da delsanto de la abadesa era la fiesta principal de la comunidad; la ms linda pensionistacumplimentaba a la superiora, presentndose bien ataviada, cubierta con un velo y coronada pormano de sus compaeras. Todo esto se verificaba con el mayor silencio, porque la hora delevantarse era una d las llamadas en los monasterios de gran silencio. Escusado es decir queJulieta era la encargada de hacer los honores de la fiesta. Establecidos sus padres en Pars,llamaron cerca de s a su hija. De algunos borradores escritos por madama Recamier, tomo lasiguiente nota:

    La vspera del da que mi ta deba ir a buscarme, fui conducida al aposento de la seoraabadesa para recibir su bendicin. Desecha en llanto, traspuse al da siguiente aquella puerta

    que, no recordaba se hubiese abierto para darme entrada, me hall en un carruaje con mi ta ypartimos hacia Pars.

    Dejo con sentimiento una poca tan pura y tranquila para entrar en la agitada; aquella seme presenta a veces en la imaginacin como un grato e incierto sueo, con sus nubes deincienso, sus infinitas ceremonias, sus procesiones en los jardines, sus cnticos y sus flores.

    Aquellas horas que se deslizaron en un piadoso retiro, descansan ahora en otra soledadreligiosa, sin haber perdido nada de su frescura ni de su armona.

    Juventud de Mad. Recamier.

    Benjamn Constant, el hombre que despus de Voltaire ha tenido ms imaginacin, tratade dar una idea de la primera juventud de Mad. Recamier, y sac del modelo cuyos rasgostrataba de describir una gracia que no le era natural.

    Entre las mujeres de nuestra poca, dice, que han conseguido celebridad por su belleza,carcter o talento, hay una que quiero pintar. Ya ha hecho admirar primeramente su hermosura;su alma se dio luego a conocer, y aun pareci superior a su hermosura. La sociedad proporcin oa su genio los medios de desarrollarse, y ste no se qued atrs ni de su altura ni de su

    hermosura.Cuando apenas contaba trece aos, casada con un hombre que, ocupado de infinitos

    negocios, no poda dirigir su extremada juventud, Mad. Recamier se encontr casi enteramenteentregada a s misma en un pas que todava era un caos.

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    Varias mujeres de la misma poca inundaron la Europa con sus diferentes celebridades.La mayor parte han pagado el tributo a su siglo, las unas con amores pocos delicados, las otrascon culpables condescendencias para con las tiranas sucesivas.

    La que yo describo sali brillante y sin mancilla de aquella atmsfera que marchitaba loque no corrompa. El autor de tan bella obra se complaca de tal manera en que todo concurrierea darle mayor realce que puso su infancia a cubierto de todo peligro. Alejada del mundo en unasoledad embellecida por las artes, se formaba una dulce ocupacin de todos aquello

    encantadores y poticos estudios que son las delicias de otra edad.Rodeada tambin con frecuencia de otras jvenes compaeras, se entregaba con ellas aanimados pasatiempos. Esbelta y ligera las aventajaba en la carrera y cubra con una venda susojos que deban ms tarde penetraren todas las alturas. Su mirada, hoy tan expresiva y profunda,y que parece revelar los misterios que ella misma ignora, solo brillaba entonces con viva ybulliciosa alegra. Sus hermosos cabellos que no pueden soltarse sin turbar los sentidos decuantos los ven, caan entonces, sin peligro para nadie, sueltos sobre sus espaldas de alabastro.Una risa franca y prolongada interrumpa a menudo sus infantiles conversaciones; pero va sehabra podido notar en ella esa observacin defienda y penetrante que abraza el ridculo, esasuave malignidad que se burla de l sin herir jams, y sobre todo ese sentimiento exquisito deelegancia, pureza y buen gusto, verdadera nobleza nativa cuyos ttulos se encuentran en todos

    los seres privilegiados.El gran mundo de aquella poca era enteramente te contrario a su ndole, para que no

    prefiriese vivir en el retiro. Jams se la vio en las casas abiertas para todo el mundo, nicasreuniones posibles cuando toda sociedad particular hubiera sido sospechosa; sociedades en quese precipitaban todas las clases porque all se poda hablar sin decir nada y hallarse en ellas sintemor del menor compromiso; en donde el mal tono hacia las veces del talento y el desorden lasdel placer. Jams se la vio en la corte del Directorio, donde resida un poder terrible y familiar a unmismo tiempo, que inspiraba temor sin librarse del desprecio.

    Mad. Recamier sin embargo, abandonaba alguna vez su retiro para ir a los paseospblicos, en cuyos sitios frecuentados por lodo el mundo, estas raras aparicin es, eran un

    verdadero acontecimiento. Olvidbase todo otro objeto de aquellas inmensas reunin es, y cadacual se lanzaba presuroso a su encuentro. El hombre que obtena la dicha de acompaarla tenaque vencer, cual si fuera un obstculo, la admiracin general; los espectadores que se agrupabanen se derredor, la obligaban a marchar sumamente despacio, y ella gozaba de esta ovacin conla alegra de un nio, con la timidez de una doncella; empero la graciosa dignidad que en su retirola distingua de sus jvenes amigas, contena fuera de l a la efervescente multitud. Hubirasedicho que por su sola presencia reinaba del mismo modo sobre sus compaeras y sobre elpblico. As pas los primeros aos de matrimonio Mad. Recamier, entre ocupaciones poticas,juegos infantiles en su retiro, y cortas y brillantes apariciones en el mundo.

    Interrumpiendo el relato del autor deAdolfo, dir que, en aquella sociedad que acababa deatravesar la poca del terror, todos teman que se creyose eran dueos de su casa. Veanse las

    personas conocidas en los sitios pblicos y principalmente en el Pabelln de Hanover: cuando yovi este pabelln estaba desierto como un saln de baile al da siguiente de una fiesta, o como unteatro de donde hubieran salido para siempre sus adores. All sin embargo, se volvieron aencontrar algunos jvenes que haban logrado escaparse de la crcel y a quienes Andrs Chenierhizo exclamar:

    Aun no quiero morir.

    Mad. Recamier encontr a Danton cuando ha al suplicio, y tambin vio poco Despusalgunas de las hermosas vctimas arrebatadas a hombres que a su vez fueron vctimas de su

    propio furor.Volvamos a Benjamn Constant.

    Necesitaba otro pasto la imaginacin de madama Recamier. El instinto de

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    lo bello le hacia apreciar de antemano, sin conocerles, los hombres que sedistinguan por el talento o por el genio.

    Mr. de La Harpe fue uno de los primeros que supo apreciar a aquella mujerque deba ms tarde agrupar en su alrededor todas las notabilidades ms clebresde su siglo. La conoci en su infancia, volvi a verla Despus de casada, y laconversacin de aquella joven de quince aos tuvo mil atractivos para un hombre aquien su excesivo amor propio y el trato con los sujetos de ms importancia de su

    pas, le hacan exigente y descontentadizo en extremo.Mr. de La Harpe, al lado de Mad. Recamier, se despojaba de la mayorparte de los defectos que hacia su trato espinoso e insoportable. Se alegraba deser su Mentor; admiraba la rapidez con que su talento supla a la experiencia, ycomprenda cuanto le revelaba acerca del mundo y de los hombres. En aquelentonces ocurri la famosa conversin, calificada por muchos de hipocresa, peroque yo siempre he tenido por sincera. El sentimiento religioso es una facultadinherente al hombre, y es un absurdo el suponer, que el fraude y el engao, hayancreado esta facultad Solo puede abrigar el alma humana, lo que le concedi lanaturaleza. Las persecuciones, los abusos de autoridad en favor de ciertosdogmas, pueden ilusionarnos a nosotros mismos, y sublevarnos contra lo que

    experimentaramos si se nos obligase a ello, pero desde que han cesado lascausas exteriores, volvemos a nuestra tendencia primitiva, y cuando ya no hayvalor ninguno en resistir, dejamos de aplaudirnos por ello. As, pues, cuando larevolucin ha quitado este mrito a la incredulidad, los hombres, a quienes solo lavanidad haba hecho incrdulos, pueden llegar a ser religiosos de buena fe.

    Mr. de La Harpe perteneca a este nmero; pero conserv su carcterintolerante, y aquella amarga disposicin que le hacia concebir nuevos odios, sinabjurar los antiguos. Todas estas espinas de su devocin desaparecan sinembargo en su trato con madama Recamier.

    He aqu algunos fragmentos de las cartas de monsieur de La Harpe a Mad. Recamier, dequien acaba de ocuparse Benjamn Constant:

    Sbado 28 de setiembre.

    Qu, seora, llevis vuestra bondad hasta querer honrar con vuestra visitaa un pobre proscripto como yo! Esta vez si que podr decir como los antiguospatriarcas, a los cuales por otra parte tan poco me parezco, que un ngel entr enmi morada. No ignoro que sois amiga de hacer obras de misericordia; pero en lostiempos que corren, cualquier bien es difcil de ejecutar, y este lo mismo que losdems. Debo preveniros con gran sentimiento mo, que venir sola es por lo pronto

    imposible por muchas razones; una de ellas es, la de que con vuestros pocos aos,y vuestro rostro, cuyo brillo os seguir por doquiera que vayis, no podrais viajarsin la compaa de una doncella, a quien la prudencia me prohbe confiar el secretode mi retiro que no es solo mo. Solo tendrais un medio de llevar acabo vuestragenerosa resolucin, que es, ponindoos de acuerdo con Mad. de Clermont, paraque os llevara un da a su pequea casa de campo, de ende os sera fcil venir conella. Ambas habis nacido para amaros mutuamente.

    Hago en este momento muchos versos; y mientras tanto pienso a menudoque algn da podr leerlos a esa hermosa y encantadora Julieta, cuyo talento estan perspicaz como la mirada y cuyo gusto es puro como su alma. De buena ganaos enviarla tambin el fragmento de Adonis que tanto os agrada, no obstante lo

    profano que ya ha llegado a ser para m; pero quisiera me prometieseis que nosaldr de vuestras manos.

    Adis, seora; hablando con vos me dejo arrastrar por ideas, quecualquiera extraara el que se di rijan a una joven de diez y seis anos, pero yo

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    tengo el convencimiento que solo vuestro rostro puede decir que contis tan pocaedad.

    Sbado.

    Hace mucho tiempo, seora, que no he tenido el placer de hablar con vos,y si estis segura como debis estarlo, de que esta es una de mis privacin es, nome haris por ello cargo alguno

    Habis ledo en mi alma; habis visto que en ella llevo el luto de las

    desgracias pblicas, y el de mis propias faltas, y yo he debido conocer que estatriste disposicin formaba un no dbil contraste con todo el brillo que rodea vuestraedad y vuestros encantos. Temo adems que este mismo contraste no se hayamanifestado alguna vez en los pocos momentos que me ha sido permitido estar avuestro lado, y por ello reclamo vuestra indulgencia. Pero hoy, seora, que laProvidencia parece anunciarnos muy inmediato, un porvenir ms risueo; a quinmejor que a vos podr confiar el gozo que me causan las lisonjeras, y segn creo,tan cercanas esperanzas? Quin tendr ms parle que vos en los particularesgoces que se mezclarn al pblico regocijo? Yo ser entonces ms susceptible ymenos indigno de las dulzuras de vuestra encantadora sociedad, y me creerdichoso si puedo valer algo para vos. Si os dignis conceder igual premio al fruto

    de mi trabajo, seris siempre la primera persona a cuya deliberacin lo someta. Ental caso ya no habr contradicciones ni obstculos, me hallareis continuamente avuestras rdenes, y nadie, as lo espero, podr criticar la preferencia que os doy.Entonces dir: esta es la que en la edad de las ilusiones, y con todas las brillantespreferencias que pueden disculparlas, ha conocido toda la nobleza y delicadoproceder de una pura amistad, acordndose de un desterrado en medio de sustriunfos. Dir, he aqu la joven cuya juventud y cuyas gracias he visto desarrollarseen medio de una corrupcin general que jams pudo alcanzarles: he aqu la jovencuya razn de diez y seis aos, ha avergonzado con frecuencia a la ma, y estoyseguro de que nadie tratar de contradecirme.

    La tristeza de los sucesos, de la edad y de la religin, oculta bajo tiernas expresin es,presenta el estas cartas una mezcla singular de pensamiento y de estilo. Volvamos de nuevo alrelato de Benjamn Constan!

    Llegamos a la poca en que Mad. Recamier se vio por primera vez objetode una pasin fuerte y constante. Hasta entonces haba recibido los unnimeshomenajes de cuantos la trataban, pero su gnero de vida no ofreca en partealguna centros de reunin en donde poder encontrarla con seguridad. Jamsreciba en su casa, y aun no se haba formado una sociedad en la cual se pudiera

    penetrar diariamente para verla, e intentar agradarla,Mad. Recamier, en el verano de 1799, fue a vivir al palacio de Clichydistante un cuarto de legua de Pars. Un hombre clebre Despus por variosgneros de pretensin es, y ms clebre aun por las ventajas que rehus que porlos triunfos que obtuvo, Luciano Bonaparte, se hizo presentar a ella.

    Hasta entonces Luciano solo haba aspirado a fciles conquistas, nohabiendo aprendido para conseguirlas sino los medios novelescos que su pococonocimiento del mundo le representaba como infalibles. Es muy posible quedesde luego le sedujera la idea de cautivar a la mujer ms hermosa de su tiempo.Joven, jefe de su partido en el consejo de los Quinientos, hermano del primergeneral de! siglo, le halag sin duda el pensamiento de reunir en su persona los

    triunfos de un hombre de estado, y el buen xito de un amante.Para declarar su amor a Mad. Recamier imagin apelar a una ficcin ;

    supuso una carta de Romeo a Julieta y la mand como obra suya a la que llevabael mismo nombre.

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    He aqu la carta de Luciano que mencin a Benjamn Constant, siendo curioso ciertamentever a un Bonaparte en medio de las revoluciones que agitaban el mundo positivo, engolfarse en elmundo de la ficcin.

    Carta de Romeo a Julieta, por el autor de la tribu india.

    Venecia, 29 de julio.

    Romeo os escribe, Julieta; si rehusis leer mi carta, seris ms cruel quenuestros padres cuyas prolongadas contiendas, acaban por fin de terminar, sinduda alguna para no renacer jams

    Hace poco solo os conoca por vuestra fama: os haba visto alguna vez enlos templos y en los tiestas; sabia que erais la ms hermosa, mil bocaspronunciaban vuestros elogios y los atractivos de que estis dotada me haban

    herido sin deslumbrarme... Por qu la paz me ha entregado a vuestro imperio?La paz! la paz reina en nuestras familias, pero mi corazn nanea est tranquilo

    Recordad el da que os fui presentado por primera vez Celebramos con unconcurridsimo banquete la reconciliacin de nuestros padres. Volva yo del senadoen donde los disturbios suscitados a la repblica haban producido una vivaimpresin

    Llegasteis vos; todos entonces se apresuraron para veros, prorrumpiendo enesta exclamacin: Qu hermosa es!

    La muchedumbre poblaba aquella noche los jardines de Bedmar. Losimportunos, cosa que abunda en todas parles, me tomaron por su cuenta; pero

    esta vez no tuve con ellos paciencia ni afabilidad, porque me alejaban de vos!....Quise darme cuenta de la agitacin que se apoderaba de m. Conoc el amor yquise dominarle... Fui vencido y abandon con vos aquel lagar de diversin es.

    Os he vuelto a ver despus, y el amor ha parecido sonrerme. Sentada voscierto da a orillas del rio, inmvil y reflexiva, os entretenais en deshojar una rosa;os habl a solas; escuch un suspiro.. vana ilusin! Vuelto de mi error vi laindiferencia con su faz tranquila sentada entre los dos... La pasin que medominaba manifestbase en mis palabras y las vuestras llevaban el amable y cruelsello de la infancia y del chiste.

    Quisiera veros todos los das, como si el dardo no estuviera bien clavado

    en mi corazn. Los momentos en que os veo a solas son bien raros, y esos jvenesvenecianos que os rodean y os hablan necia y galantemente me son insoportables.Atreverse a hablar a Julieta como a las dems mujeres!

    He querido escribiros: vos me conoceris y dejareis de ser incrdula. Mialma padece, se halla sedienta de pasin. Si el amor no ha conmovido la vuestra,si Romeo no es a vuestros ojos ms que un hombre vulgar, ah! os suplico por loslazos que me habis impuesto, a que seis severa conmigo por bondad; no mesonriis no me hablis, arrojadme lejos de vuestra presencia. Decidme que mealeje, y si puedo ejecutar esta orden rigorosa, acordaos a lo menos de que Romeoos amar siempre; que nadie ha reinado jams en su corazn como Julieta, y queno puedo renunciar a vivir por ella, aunque solo de pensamiento.

    Todo esto no deja de ser algo ridculo para todo hombre de sangre fra; los Bonapartesvivan de teatros, novelas y versos, es otra cosa la misma vida de Napolen sino un poema?

    Benjamn Constant prosigue comentando esta carta: El estilo de esta carta es

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    visiblemente una imitacin de todas las novelas que han pintado, las pasiones desde Wertherhasta la Nueva Elosa. Madame Recamier conoci fcilmente en varias circunstancias que ellamisma era el objeto de la declaracin que se la presentaba como una simple lectura. No sehallaba bastante acostumbrada al lenguaje directo del amor, para que la experiencia le advirtieseque no todas las expresiones suelen ser sinceras, pero se lo adverta un instinto justo e infalible,por lo cual contest con sencillez, y hasta con alegra, demostrando ms bien indiferencia queinquietud o temor. No fue necesario ms para que Luciano experimentase realmente la pasinque en un principio haba exagerado algo.

    Las cartas de Luciano van siendo ms sentidas y elocuentes a medida queadquiere mayor fuerza su pasin, si bien se advierte siempre en ella la ambicin degalas, la necesidad de hacerse interesante: no puede jams dormirse sino echarseen los brazos de Morfeo. En medio de su desesperacin, se piula entregado a lasgrandes ocupaciones que le rodean, se extraa de que vierta lgrimas un hombrecomo l, pero entre esta mescolanza de declamacin y de frases, hay no obstanteelocuencia, sensibilidad y dolor. Por ltimo, en una carta llena de pasin en queescribe a Mad. Recamier: No puedo aborreceros, pero puedo matarme dice depronto como reflexin general: Olvido que el amor se obtiene, no se arranca.

    Luego aade: Despus que recib vuestra esquela, he recibido otras varias sobrenegocios diplomticos, y he sabido una noticia que sin duda el rumor pblico habrllevado a vuestros odos. Me abruman las felicitaciones No me hablan ms que devos! En seguida exclama de nuevo: Cun dbil es la naturaleza comparada conel amor! Aquella noticia que no hacia impresin en Luciano era sin embargo deinmensa importancia, haba desembarcado Bonaparte de vuelta de Egipto.

    Acababa de desembarcar un nuevo destino con sus promesas y amenazas;el 18 de brumario no deba lardar ms de tres semanas.

    Salvo apenas de los peligros de aquel da que tan gran lugar ocuparsiempre en la historia, escribi Luciano a Mad. Recamier: Se me apareci vuestra

    imagen!... Mi ltimo pensamiento hubiera sido para vos.

    Continuacin del relato de Benjamn Constant

    Madama de Stal.

    Contrajo Mad. Recamier con una mujer ms ilustre, que clebre era Mr. deLa Harpe, una amistad que de da en da fue hacindose ms intima, y que duraaun.

    Borrado Mr. Necker de la lisia de los emigrados, encarg a Mad. Stal, suhija, le vendiese una casa que tena en Pars. Comprola Mad. Recamier, y esto leproporcion la ocasin de ver a Mad. Stal.

    La vista de esta mujer clebre la infundio al pronto una excesiva timidez. Elrostro de Mad. Stal ha sido objeto de muchas discusiones. Una mirada sublime,una dulce sonrisa, una habitual expresin de benevolencia, el carecer de toda

    afectacin minuciosa, y de toda reserva incmoda; palabras lisonjeras, elogios untanto directos, pero que parecan arrancados al entusiasmo, y una inagotablevariedad de conversacin, admiran, atraen y cautivan a casi todos los que seencuentran a su alrededor. No conozco ninguna mujer, ni hombre alguno, que estms convencido de su inmensa superioridad sobre todo el mundo, y que menos

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    haga sentir esta conviccin a los dems.

    Nada ms intimo que las conversaciones de Madama Stal, con Mad.Recamier. La rapidez de la primera en expresar mil pensamientos nuevos, y larapidez de la segunda, en comprenderlos y juzgarlos; aquella imaginacin varonil yfecunda que todo lo desenvolva, y aquella imaginacin delicada y fina que locomprenda lodo; aquellas revelaciones de un genio ejercitado, comunicadas a unainteligencia joven digna de recibirlas: todo esto formaba un conjunto imposible de

    describir, a no haber tenido la dicha de presenciarlo por si mismo.Fortificose la amistad entre Mad. Recamier y Mari. Stal, con unsentimiento que ambas posean; el amor filial. Mad. Recamier queraentraablemente a su madre, mujer de raro mrito, cuya salud empezaba ya ainspirar temores, y a quien su hijo no cesa de llorar, desde el da que la perdi.Mad. de Stal profes a su padre un culto, que la muerte solo consiguio exaltarms y ms. Seductora siempre en su modo de expresarse, lo es aunprincipalmente cuando habla de l. Su acento conmovido, sus ojos dispuestos ainundarse de lgrimas, la sinceridad de su entusiasmo, conmovan aun a aquellosque no participaban de su opinin con respecto de aquel hombre clebre. Se hantachado con frecuencia de ridculos, los elogios que ella le haba tributado en sus

    obras, pero una vez que se le ha escuchado sobre este asunto, es imposible formarun juicio burlesco, porque nada verdadero es ridculo.

    Las cartas de Corina a su amiga Mad. Recamier, empezaron en la poca citada porBenjamn Constan!; tu encanto raya casi en amor, por lo cual no pueda prescindir de dar aconocer algunas.

    Cartas de Mad. de Stal a Mad. Recamier.

    Coppet, 9 de setiembre.

    Os acordis, hermosa Julieta, a quien habis colmado de pruebas desumo inters este invierno, y que se jacta de comprometeros a que se las deismayores aun en o invierno prximo? Cmo gobernis el imperio de la belleza?Se os concede gustosamente este imperio, porque sois buena en sumo grado, yporque parece natural que un alma tan tierna tenga un rostro encantador parareflejarla. De todos vuestros admiradores, sabis que prefiero a Adrian deMontmorency. He recibido cartas suyas, notables por el talento y la gracia, y creo

    en la firmeza de sus afectos, a pesar del encanto de sus modales. Por lo dems yopuedo usar la palabra solidez, porque solo pretendo hacer un papel muysecundario en su corazn. Pero vos, que sois la herona de todos los sentimientos,os hallis expuesta a los grandes sucesos que dan materia a las tragedias ynovelas. La ma se adelanta hacia la falda de los Alpes. Espero en que la leeriscon inters. Me complazco en esta ocupacin.

    Lo que vos sois y seguiris siendo siempre en medio de estos triunfos, es unngel de pureza y de hermosura, obteniendo un culto divino, as de los devotoscomo de los mundanos

    Habis vuelto a ver al autor de la Atala? Continuis siempre en Clichy? En

    resumen, os pido pormenores de vuestra vida, porque deseo saber lo que hacis, yrepresentarme los sitios que habitis. No son animados por ventura todos losrecuerdos vuestros que se conservan? A este entusiasmo tan natural que meinspiran vuestras raras dotes, se junta el grande atractivo que para mi tiene vuestrasociedad. Os ruego que aceptis con benevolencia todo cuanto os ofrezco, y

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    prometedme que nos veremos con frecuencia el invierno prximo:

    Coppet, 30 de abril.

    Sabis, hermosa Julieta, que mis amigos me han halagado algn tantocon la idea de que vendris aqu? No podrais otorgarme este gran placer? Lafelicidad no me ha mimado hace ya algn tiempo, y esto sera un cambio defortuna, que hara concebir esperanzas a mi deseo. Adrian y Mateo dicen que

    vendrn. Si vens con ellos, un mes de permanencia sera suficiente para hacerosconocer nuestra brillante naturaleza. Dice mi padre que deberais elegir paradomicilio a Coppet, desde cuyo punto liaramos nuestras expediciones. Mi padrearde en deseos de veros: creo no ignoris que se ha dicho de Humero:

    Par la voix de viellaros lu lonas la beaute. 1

    Y aparte de esta hermosura sois encantadora.

    Viaje de Mad. Recamier a Inglaterra.

    Durante la corta paz de Amiens, Mad. Recamier hizo un viaje a Londres en compaa desu madre. Llev cartas de recomendacin del anciano duque de Guigues, embajador que habasido de Inglaterra treinta aos antes, y el cual haba conservado relaciones con las mujeres msnotables de su tiempo, entre las que se contaba la duquesa de Devonshire, lady Melbourne, lamarquesa de Salisbury, y la margrave de Anspach, de quien estuvo enamorado. Su embajadorconservaba aun celebridad, y su recuerdo exista tambin aun en aquellas respetables seoras.

    Es tal el poder de la novedad en Inglaterra, que al da siguiente de se llegada, todos losperidicos se ocuparon de la beldad extranjera. Mad. Recamier fue visitada por todas laspersonas a quienes mand sus cartas. Entre estas personas, era la ms notable la duquesa deDevonshire, que a pesar de sus cuarenta y cinco a cincuenta aos estaba aun de moda, y erahermosa aunque le faltaba un ojo, cuyo defecto encubra con un rizo de sus abundantes cabellos.Con esta seora fue con quien Mad. Recamier se present en pblico la primera vez. Llevola laduquesa a su palco en la pera donde se encontraban el prncipe de Gales, el Duque de Orleansy sus hermanos, el duque de Montpensier y el conde de Beaujolais: los dos primeros deban serreyes; el uno tocaba al trono, el otro estaba separado aun de l por un abismo.

    Todas las miradas se dirigieron al palco de la duquesa, por lo que el prncipe de Gales

    advirti a madama Recamier, que si no quera ser abogada saliese antes de concluirse la funcin:pero a pesar de todo, apenas se levant de su asiento, abrironse precipitadamente ras puertasde los palcos y fue llevada por una inmensa multitud hasta su carruaje.

    Mad. Recamier fue al da siguiente al parque de Kensington acompaada del marqus deDouglas, que Despus fue duque de Hamilton y ms tarde recibi a Carlos X en Holy Rood, y desu hermana la duquesa de Somerset. La muchedumbre ansiosa sala al paso de la extranjera,sucediendo esto mismo siempre que se presentaba en pblico; los peridicos se ocupabandiariamente de ella, y su retrato, grabado por Bartolozzi, se extendi por toda Inglaterra. El autorde Antgono, Mr. Ballanche, aade que varo buques le llevaron hasta las islas de Grecia: labelleza volva a los sitios en que se haba inventado su imagen. Existe un bosquejo de Mad.Recamier, ejecutado por David, un retrato de cuerpo entero por Gerard y un busto por Canova. El

    retrato es la obra maestra de Gerard, pero no me agrada, sin embargo, porque reconozco en llas facciones y no la expresin del modelo.

    1Por boca de los ancianos, loaste la hermosura.

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    La vspera de la marcha de Mad. Recamier, el prncipe de Gales y la duquesa deDevonshire, solicitaron de ella que les permitiera presentarla algunos amigos suyos. La reuninfue filarmnica y Mad. Recamier toc con el caballero Marin, primer arpista de aquella poca,algunas variaciones sobre un tema de Mozart. Los peridicos hablaron de esta reunin como deun concierto que la hermosa extranjera haba dado antes de partir al prncipe de Gales.

    Al da siguiente se embarc para La Haya y emple tres das en una travesa de diez y seishoras. Ella misma me cont que en aquellos das de tempestad, haba ledo todo el Genio del

    Cristianismo, aadiendo con benvola expresin que entonces le fui revelado: en esto descubrolo bondadosos que han sido siempre para conmigo los vientos y el mar.

    Cerca de La Haya visit Mad. Recamier el palacio del prncipe de Orange. Este prncipeque tena la promesa de que ira a visitar su mansin, la escribi muchas carias habindola desus revese. y de la esperanza que abrigaba de poderlos vencer; Guillermo IV en efecto lleg aocupar el trono, pues en aquellos tiempos se intrigaba para ser rey como se hace en el da paraser diputado, y aquellos candidatos a la soberana se agrupaban a los pies de madama Recamier,como si ella dispusiera de los cetros.

    La carta siguiente de Bernadotte, hoy rey de Suecia, termina el viaje de Mad. Recamier aInglaterra:

    Los peridicos ingleses al paso que me han tranquilizado acerca de vuestrasalud, me han hecho conocer los peligros a que habis estado expuesta. Al prontocritiqu el grande alboroto del pueblo de Londres, pero os lo confieso, no hetardado en disculparle porque soy parte interesada cuando se trata de justificar alas personas que cometen alguna indiscrecin por admirar los encantos de vuestrorostro celestial.

    En medio del esplendor que os rodea y que merecis por tantos conceptos,dignaos recordar alguna vez que el ser que ms adhesin os profesa en estemundo es

    Bernadotte.

    Primer viaje de Mad. de Stal a Alemania.Mad. Recamier en Pars.

    Amenazada de un destierro Mad de Stal, trat de establecerse en Maffliers, casa decampo distante ocho leguas de Pars. Acept la proposicin que le hizo Mad. Recamier a su

    vuelta de Inglaterra, de pasar con ella algunos das en Sainte-Brice, y en seguida se volvi a suprimer asilo. En su obra Diez aos de destierro refiere lo que le sucedi entonces.

    Hallbame sentada a la mesa, dice, con tres amigos mos en una saladesde donde se vea el camino real y la puerta de entrada. Estamos en fin desetiembre y seran las cuatro de la maana, cuando un hombre a caballo quellevaba una casaca cenicienta, se detuvo a la puerta y llam: comprend desdeluego la suerte que me esperaba; el recin venido pregunt por m y pas arecibirle al jardn. Conforme me iba internando, el perfume de las flores y lahermosura del sol me embelesaban cada vez mas; los efectos que nos producenlas combinaciones de la sociedad, son muy distintos de los de la naturaleza. Aquel

    hombre me dijo que era el comandante de la gendarmera de Versalles. Me enseuna carta, firmada por Bonaparte, que contena la orden de que me alejasecuarenta leguas de Pars, en el trmino de veinticuatro horas, tratndome sinembargo con toda la consideracin que mereca una mujer de tan conocido

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    nombre. Contest al oficial que la circunstancia de marchar en el trmino deveinticuatro horas, poda mandarse a recluas pero no a una seora y a unos nios.Por lo tanto le propuse me acompaara a Pars en donde necesitaba yo tres daspara hacer los necesarios preparativos de mi viaje. Sub, pues, en mi carruaje conmis hijos y aquel oficial que haba sido elegido como el ms literato de entre losgendarmes. As era en efecto, pues no tard en cumplimentarme por mis escritos.Ved, le dijo, el fruto que se saca de ser mujer de talento; os suplico, que si os esposible, quitis esta idea de la cabeza a cualquiera de vuestra familia, que tratarade seguir la carrera de las letras. Intent dominarme pero sent oprimido micorazn.

    Me detuve un momento en casa de Mad. Recamier, y all encontr algeneral Junot, quien por afecto a ella, me prometi hablar al da siguiente al primercnsul. Hzolo as en efecto con el mayor inters

    La vspera del da en que terminaba el plazo que se me haba concedido,hizo aun otra tentativa Jos Bonaparte

    Como yo no me atreva a entrar en Pars, tuve que esperar la respuesta enuna posada a dos leguas de Pars. Pas un da sin que llegase la contestacin, ytemiendo que mi permanencia en aquella posada llamase la atencin, di la vuelta a

    las murallas de Pars para buscar otro albergue que estuviera a la misma distancia,pero en distinto camino. Aquella vida nmada, a cuatro pasos de mis amigos y demi casa me causaba tal pena que no puedo recordarla sin estremecerme.

    En vez de regresar a Coppet, Mad. de Stal parti para su primer viaje a Alemania, y enaquella poca me escribi sobre la muerte de Mad. de Beaumont la carta que he citado en miprimer viaje a Roma.

    Mad. Recamier reuna en su casa de Pars, todo lo ms notable de los partidos oprimidos yde los hombres cuyas opiniones no se haban doblegado del todo a la victoria. Veanse reunidosall a los personajes ms ilustres de la antigua monarqua y del nuevo imperio: los Montmorency,

    los Sabran, los Lamoignon, los generales Massena, Moreau y Bernadotte; aquel destinado aldestierro y este al trono. All se reunan tambin extranjeros ilustres, el prncipe de Orange, elprncipe de Baviera, el hermano de la reina de Prusia, todos la rodeaban con entusiasmo; y hastael prncipe de Gales en Londres se enorgulleca de llevar su chal. Era tal el atractivo de aquellasreuniones que acudan a ellas Eugenio de Beauharnais y los ministros del emperador. Bonaparteque no poda sufrir que brillara ni aun una mujer, deca: Desde cundo se rene mi consejo encasa de madama Recamier?

    Proyectos de los generales.Retrato de Bernadotte.Proceso de Moreau.Cartas de Moreau y Massena a madama Recamier.

    Escuchemos de nuevo a Benjamn Constant: Bonaparte hacia mucho tiempo quehabindose apoderado del gobierno marchaba abiertamente hacia la tirana. Los partidos msopuestos se agriaban contra l, y mientras que la masa de los ciudadanos se dejaba enervar auncon la paz que se les prometa, los republicanos y los realistas. Mr. de Montmorency por su cunaopinin y relaciones, perteneca a estos ltimos. Mad. Recamier no se ocupaba de poltica, sino

    por el generoso inters que le inspiraban los vencidos de lodos los partidos. La independencia desu carcter la alejaba de la corte de Napolen, de la que haba rehusado formar parte. Pens Mr.de Montmorency confiarla sus esperanzas, pintole el restablecimiento de los Bordones con loscolores ms a propsito para excitar su entusiasmo y la encarg relaciones a Bernadotte yMoreau, hombres importantes a la sazn en Francia a fin de ver s podan unirse contra

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    Bonaparte. Mad. Recamier conoca mucho a Bernadotte que despus lleg a ser prncipe real deSuecia. Cierto aire caballeresco en el rostro y de nobleza en los modales, una suma penetracin yacento declamatorio cuando usaba de la palabra, hacen de Bernadotte un hombre notable.Valiente en los combates, atrevido en la conversacin, pero tmido en cuanto no perteneca si artemilitar, e irresoluto en todos sus proyectos: su costumbre de arengar, resto que conserva aun desu revolucionaria educacin, es una cualidad que posee y que seduce a primera vista, pero quepone obstculos a toda combinacin de plan con l. Tiene a veces arranques de verdaderaelocuencia, y como lo sabe y gusta de esta clase de triunfos, as que se pasa al desarrollo dealguna idea general, teniendo en cuenta lo que ha odo en los clubs o en la tribuna, pierde devista el objeto de que trata y se convierte en un orador apasionado. Tal apareci en Francia en losprimeros aos del reinado de Bonaparte a quien siempre aborreci, y al cual fue tambin siempresospechoso, y tal se mostr aun en sus ltimos tiempos, en medio del trastorno de la Europa,cuya libertad se le debe a pesar de todo, porque l tranquiliz a los extranjeros presentndoles unfrancs dispuesto a marchar contra el tirano de la Francia, y sabiendo no decir sino aquello quepoda influir sobre su nacin.

    Siempre agrada a una mujer todo lo que la ofrece medios de ejercitar su valimiento. Habaadems en la idea de suscitar contra el despotismo de Bonaparte a hombres importantes por susglorias y cargos, algo de noble y generoso que deba incitar a Mad Recamier. Se presto, pues, al

    deseo de Mr. de Montmorency. Reuni muchas veces a Bernadotte y Moreau con el indicado fin.Dudaba este, declamaba aquel y Mad. Recamier lomaba las palabras indecisas del segundo porun principio de asentimiento, al paso que crea que las arengas del primero eran una sealinequvoca de la cada de la tirana. Los dos generales por su parte estaban contentos al verhalagado su descontento por tanta gracia y belleza. Haba en efecto algo de novelesco y poticoen aquella mujer tan joven y tan seductora al hablarles de la libertad de su patria; as es queBernadotte repeta sin cesar a Mad. Recamier que ella haba nacido par electrizar al mundo.

    Observando lo delicado de la anterior pintura de Benjamn Constant, es preciso conveniren que madama Recamier jams hubiera tomado parteen aquellos intereses polticos, a no serpor lo mucho que la haba irritado el destierro de Mad. de Stal. El futuro rey de Suecia tena lalisia de los generales adictos aun al partido de la independencia, pero el nombre de Moreau, no

    se hallaba en ella y era el nico que poda oponerse al de. Napolen: solo Bernadotte ignorabaquien fuese aquel Bonaparte cuyo poder atacaba.

    Mad. Moreau dio un baile al cual asisti toda la Europa, exceptuando la Francia, que soloestuvo all representada por la oposicin republicana. Durante este baile, el general Bernadottecondujo a Mad. Recamier a un saloncito donde solo les recordaba el sitio en que se hallaban elruido de la msica y el sordo rumor de la multitud que bulla en los dems salones. tambinMoreau pas al saloncito y Despus de largas explicacin es, le dijo Bernadotte: Con vuestronombre popular, sois el nico que puede presentarse apoyado por todo un pueblo; ved lo quepodis y lo que podernos nosotros contando con vuestra gua. Moreau repiti como siempre:Que conoca los peligros que amenazaban a la libertad; que era necesario vigilar a Bonaparte,

    pero que tema la guerra civil.Se prolongaba y animaba esta conversacin, hasta que Bernadotte exaltado dijo al generalMoreau. Vos no os atrevis a poneros al frente de la causa de la libertad; pues bien! Bonapartese burlar de la libertad y de vos. Perecer esta a pesar de nuestros esfuerzos, y vos serissepultado entre sus ruinas sin haber combatido. Despus se vio cuan profticas fueron estaspalabras.

    La madre de Mad. Recamier tena relaciones con Mad. Hutot, madre de Mad. de Moreau, yMad. Recamier haba contrado con sta una de esas amistades de la infancia que se cree unodichoso en conservar toda la vida.

    Durante el proceso del general Moreau, Mad. Recamier vivi en casa de Mad. Moreau, la

    cual dijo a su amiga que su marido se lamentaba de no haberla visto aun una sola vez entre elpblico que ocupaba la sala del tribunal. Mad. Recamier trat de asistir al tribunal al da siguientede esta conversacin, para lo que Mr. Brillat Savarin, uno de los jueces, se encarg de hacerlaentrar por una puerta secreta que daba al anfiteatro. Levantose el velo al entrar madamaRecamier y recorri con la vista las filas de los acusados a fin de descubrir all a Mr. Moreau.

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    Apenas ste la hubo reconocido, se puso de pie y la salud; entonces todas las miradas sedirigieron hacia ella, que se apresur a bajar las gradas del anfiteatro para llegar al sitio que se lehaba destinado. Los acusados, cuyo nmero ascenda a cuarenta y siete, llenaban los bancoscolocados en frente de los jueces del tribunal. Cada acusado estaba entre dos gendarmes,aquellos soldados sin embargo, manifestaban suma deferencia y respeto al general Moreau.

    Llamaban la atencin Mres. de Polignac y de Reviere, pero sobre todo Jorge Cadoudal.Pichegru, cuyo nombre permanecer unido al de Moreau, m se hallaba a su lado, o mejor dicho,

    crean ver all su sombra, porque se saba que tampoco estaba en su prisin.No se trataba ya de republicanos, sino de la fidelidad realista que luchaba con el podernuevo; a pesar de todo, la causa de la legitimidad y de sus nobles partidarios tena por jefe a unhombre del pueblo, a Jorge Cadoudal. Vlasela all pensando en que aquella cabeza tan piadosa,tan intrpida, iba a rodar sobre e! cadalso; que solo l quiz sera el nico que no se salvara,porque nada pondra de su parte para ello. El no defenda ms que a sus amigos sin cuidarse denada de lo que a l le importaba particularmente. Bonaparte no fue tan generoso como se cree;once personas adictas a Jorge perecieron con l.

    Moreau no despleg sus labios. Terminada la sesin, el juez que haba conducido a Mad.Recamier, fue a acompaarla para salir de la audiencia, y la condujo por el lado opuesto al quehaba entrado pasando cerca de los bancos de los acusados. Moreau baj acompaado de sus

    dos gendarmes, hallndose separado de Mad. Recamier solo por una balaustrada. Pronuncioalgunas palabras que aquella seora no entendi en medio de su asombro, y aunque quisoresponder se lo impidi la turbacin en que se hallaba.

    Hoy que han variado los tiempos y que solo el nombre de Bonaparte produce unaadmiracin general, no puede imaginarse en qu poco pareca estribar su poder. Todo Parsestaba en expectativa la noche que precedi a la sentencia, y durante la cual se hallo constituidoel tribunal. El pueblo acuda en tropel al palacio de la Justicia. Jorge no quera que le perdonaran,respondiendo a los que queran pedir gracia para l: me prometis por ventura otra ocasinms hermosa de morir?

    Moreau condenado a deportacin se puso en camino para Cdiz, desde donde deba

    pasar Amrica. Mad. Moreau, a quien no abandon Mad. Recamier hasta el momento de supartida, march a reunirse con su esposo.

    El general Moreau escribi desde Cdiz a su generosa amiga la siguiente carta:

    Chiclana (cerca de Cdiz) 12 de octubre de 1804.

    Seora:

    Creo sin duda alguna que recibiris con gusto noticias de dos fugitivos aquienes habis manifestado siempre tan gran inters. Despus de haber pasadotoda clase de trabajos, as por mar como por tierra, esperbamos descansar enCdiz cuando vino a sitiarnos en esta ciudad la fiebre amarilla, enfermedad que

    puede compararse en cierto modo con los males que acabamos de experimentar.Hemos sido, sin embargo muy dichosos en habernos librado del contagio, a pesarde haber tenido precisin de detenernos ms de un mes a causa del parlo de miesposa. Solo uno de nuestra familia ha sido atacado de la enfermedad.

    Henos aqu ya en Chiclana, lindo pueblo a algunas leguas de Cdiz,gozando de una perfecta salud, y convaleciendo mi esposa Despus de habermedado una hija robusta.

    Persuadida de que tomareis tanto inters por este suceso romo en todo loque nos ha pasado, me encarga os lo participe y os recuerde su amistad.

    Nada os digo de nuestro genero de vida, porque es en extremo fastidioso y

    montono; pero a lo menos respiramos con libertad, aunque en el pas de lainquisicin.

    Os ruego, seora, que recibis la seguridad de mi respetuosa adhesin,creyndome siempre vuestro ms humilde y obediente servidor

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    V. Moreau.

    Moreau amaba la libertad en el fondo de su alma, y cuando tuvo la desgracia de unirse a lacoalicin, crea que se trataba nicamente de combatir el despotismo de Bonaparte. Luis XVIIIdeca a Mr. de Montmorency que deploraba la muerte de Moreau como una gran perdida para lacorona.

    No es tan gran prdida como parece; Moreau era republicano.

    Moreau me recuerda otro ilustre capitn, Massena; el cual, cuando parti al ejrcito deItalia, pidi a Mad. Recamier una cinta blanca de su prendido. Esta seora recibi cierto da delgeneral Massena la siguiente carta:

    La preciosa cinta regalada por Mad. Recamier ha acompaado al general Massena en lasbatallas y en el bloqueo de Gnova: provisto siempre de este precioso talismn la victoria le haseguido a todas partes.

    Las antiguas costumbres pasan a travs de las nuevas, de las cuales forman la base. Lagalantera del caballero noble vuelve a hallarse en el soldado plebeyo; el recuerdo de los torneosy de las cruzadas se hallaba oculto en estos hechos de armas con que la Francia moderna hacoronado sus viejas victorias.

    Muerte de Necker.Vuelta de Mad. de Stal.Mad. Recamier en Coppet.Elprncipe augusto de Prusia.

    Mad. Stal supo en Berln la enfermedad de su padre y se apresur a partir, pero Mr.Necker muri antes de su llegada a Suiza.

    Por aquel tiempo acaeci la ruina de Mad. Recamier, y Mad. de Stal que supoinmediatamente el funesto suceso, escribi en el acto a Mad. Recamier, su amiga, lo que sigue:

    Ginebra, 17 de noviembre.

    Ah! Mi querida Julieta, cunta pena me ha causado la terrible nueva queacabo de recibir! Cunto maldigo el destierro que me impide hallarme a vuestrolado y estrecharos contra mi corazn! Habis perdido todo cuanto concierne alrecreo de la vida; pero si fuera posible ser ms amada y ms interesante aun de

    loquearais, os hubiera sucedido otro tanto. Voy a escribir a Mr. Recamier, a quiencompadezco y respeto; pero decidme, seria un sueo el veros aqu este invierno?Si quisierais vendrais aqu a pasar tres meses en un circulo reducido aunquecompuesto de personas que os cuidaran con pasin; bien es verdad que inspirisen Pars esto mismo sentimiento; pero en fin, id cuando menos a Lyon o hastacuarenta leguas de la capital para que yo pueda ir all a veros, a abrazaros, adeciros que os he profesado y profeso ms cario que a cuantas mujeres heconocido hasta ahora. Nada s que deciros como consuelo, sino que seris amaday considerada ms que nunca, y que los rasgos admirables de vuestra generosidady beneficencia sern conocidos a tesar vuestro por esta desgracia, ms que lohubieran sido sin este motivo. Cierto es que comparando vuestra situacin con la

    pasada habis perdido; pero si me fuera dable envidiar lo que amo, dara gustosacuanto soy para cambiarme por ves. Belleza sin igual en Europa, reputacin sinmancilla, carcter noble y generoso; cuanta dicha hallareis aun en esa triste vidaque atravesamos despojados de todo! Querida Julieta estrechemos ms y msnuestra amistad; no se reduzca ya todo simplemente a generosos favores siempre

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    de parte vuestra, unmonos con una correspondencia activa, con una necesidadrecproca de confiarnos nuestras ideas; vivamos juntas si es posible. Vos seris,querida amiga, quien me har volver a Pars, porque vuestro inmenso poder debedurar siempre: nos veremos todos los das, y como sois ms joven que yo, mecerrareis los ojos, y mis hijos sern vuestros amigos. Mi hija llor esta maana alver que yo verta lgrimas, y al saber que vos llorabais tambin. Nosotros hemosgozado, querida Julieta, del lujo que os rodeaba; vuestra fortuna ha sido la nuestra,y yo me creo arruinada porque vos ya no sois rica. Creedme, siempre quedafelicidad a quien se ha hecho amar como vos.

    Benjamn, que est sumamente conmovido, quiere escribiros. Mateo deMontmorency me enva una sentida carta hablndome de vos. Permanezcatranquilo vuestro corazn en medio de tantos infortunios. Ah! ni la muerte ni laindiferencia de vuestros amigos os amenazan, y solo estas con las heridas eternasadis, ngel querido, adis! imprimo un sculo respetuoso en vuestro rostroencantador

    Aun inspir Mad. Recamier un nuevo inters; haba abandonado la sociedad sinlamentarse, y pareca formada as para la sociedad como para el bullicio del mundo. La quedaron

    sus amigos, y esta vez, dijo Mr. Ballanche, se retir sola la fortuna.Mad. de Stal consiguio que su amiga fuera a Coppet. El prncipe Augusto de la Rusia,

    hecho prisionero en la batalla de Eylau, al ir a Italia, pas por Ginebra y se enamor de Mad.Recamier. La vida intima y particular de cada hombre segua su curso en la vida general, elencarnizamiento de las batallas y la transformacin de los imperios. El rico al despertar ve susdoradas techumbres, el pobre sus ahumadas paredes, pero la misma luz alumbra al uno que alotro.

    Creyendo el prncipe Augusto que Mad. Recamier consentira quiz en el divorcio, lepropuso casarse con ella. Existe un monumento de esta pasin en el cuadro de Corina queGerard pint para el prncipe, y que este regalo a Mad. Recamier como un recuerdo inmortal del

    sentimiento que le haba inspirado, y de la grande amistad que una a Corina y Julieta.El verano se pas en continuadas fiestas; hallbase el mundo trastornado, pero sucede

    generalmente que el eco de las catstrofes pblicas, unindose a los placeres de la juventud,redobla su encanto, y tanto ms nos entregamos a los placeres, cuanto ms cerca estamos deperderlos.

    Mad. de Gentis ha escrito una novela sobre esta pasin del prncipe Augusto. Viva en elarsenal y habitaba un oscuro aposento lleno de empolvados libros, donde la encontr cierto daen el ardor de la composicin. A nadie esperaba en aquel momento; vesta de negro, sus cabellosblancos ofuscaban su rostro, tena un arpa entre sus rodillas y la cabeza inclinada sobre el pecho.Paseaba por las cuerdas del instrumento sus manos pulidas y descarnadas produciendo dbiles

    sonidos, semejantes a las lejanas e indefinibles voces de la muerte. Qu cantaba la antiguaSibila? Cantaba a Mad. Recamier, a quien haba aborrecido en un principio, siendo luego vencidapor su hermosura y desgracia. Mad. de Genlis acababa de escribir acerca de Mad. Recamier,dndola el nombre de Atenais, la pgina siguiente:

    El prncipe entr en el saln acompaado por Mad. de Stal. brese derepente la puerta y se adelanta Atenais. El prncipe no pudo desconocerla cuandovio la elegancia de su talle y el deslumbrante brillo de su rostro, aunque se habaformado de ella una idea totalmente distinta; habase representado a esta mujer tanclebre por su belleza, orgullosa con sus triunfos, llena de esa especie deconfianza, que lo concede la celebridad, y se encontraba con una joven tmida que

    se adelantaba hacia el llena de confusin y de rubor. Un sentimiento de dulzura semezclo a la sorpresa del prncipe.

    El excesivo calor que reinaba les impidi salir Despus de comer, y parahacer tiempo hasta la hora del paseo bajaron a la galera a entretenerse con la

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    msica. Despus de algunos brillantes preludios y encantadores acordes, cantAtenais acampanndose con el arpa. Escuchola el prncipe con enajenamiento, ycuando hubo concluido la mir con inexplicable turbacin exclamando: Cuantogenio!

    Mad. de Stal en la fuerza de sus aos amo a madama Recamier; Mad. de Genlis en suvejez volva a encontrar para ella los acentos de su juventud, y el autor de la seorita de Clermont

    colocaba la escena de su novela en Coppet en casa del autor de Corma, rival a quien elladetestaba: todo esto era maravilloso, no sindolo menos el que yo escriba estos pormenores. Veocartas que me recuerdan los tiempos en que yo viva solitario y desconocido, fui ms dichoso enlas playas de Coppet, que no puedo recordarlas sin envidia. Las cosas que han pasado para ra yque echo de menos con dolor, me mataran al recordarlas si no me hallara cerca de la tumba;pero tan prximo al olvido cierno, verdades y sueos son igualmente quimricos; al terminar lavida todo es tiempo perdido.

    Segundo viaje de Mad. Stal a Alemania.

    Mad. Stal parti segunda vez a Alemania, y entonces empieza de nuevo una serie decartas a madama Recamier, quiz ms encantadoras que las primeras.

    Nada hay en las obras impresas de Mad. Stal que imite la naturalidad y elocuencia quepresta su genio a sus sentimientos. La virtud de la amistad de madama Recamier deba ser muygrande, puesto que supo hacer dar a conocer a una mujer de talento el que To haba aunrevelado. Por lo dems adivinase por el acento triste de Mad. de Stal un secreto disgusto, delcual la belleza deba ser su natural confidente, aun siendo as que aquella no poda recibir jamssemejantes heridas.

    Palacio de Chaumont, carta de Mad. Stal a Bonaparte.

    Al regresar a Francia Mad. de Stal en la primavera de 12, fue a habitar el palacio deChaumont en las orillas del Loira, por estar cuarenta leguas de Pars que era la distancia que lahaban separado como trmino de su destierro. All fue a reunirse con ella Mad. Recamier, la cualrevisaba entonces para dar a la prensa su obra sobre la Alemania, que cuando estuvo corrientepara publicarla se la remiti a Bonaparte con esta carta:

    Seor:

    Me tomo la libertad de presentar a V. M. mi obra sobro la Alemania. Si osdignis leerla me parece que en ella encontrareis la prueba de que el tiempo hamadurado algunas reflexiones all consignadas. Seor, doce aos hace que no hevisto a V. M. y que me hallo desterrada. Doce aos de desdichas modifican todoslos caracteres, y el destino ensea a resignarse a los que padecen. Pronta aembarcarme, suplico a V. M. me conceda media hora de atencin. Creo teneralgunas cosas a V. M. que podrn interesarle, y en este concepto le suplico me

    conceda el favor de hablarle antes de mi partida. En la presente solo me permitirexplicar los motivos que me obligan a abandonar el Continente, si no obtengo de V.M. el permiso de vivir en alguna quinta bastante prxima a Pars, en donde puedanpermanecer mis hijos El enojo de V, M. produce tal desgracia en las personas quo

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    son objeto de l, que me es imposible dar un paso sin experimentar sus efectos.Unos temen comprometerse solo con verme, y otros se creen hroes al triunfar deesto temor. Las ms sencillas relaciones de la vida parecen ser vicios que nopuedo soportar un alma noble. Entre mis amigos los hay que se han asociado a misuerte con una generosidad admirable; pero yo he visto estrellarse los ms ntimossentimientos contra la necesidad de vivir conmigo en la soledad, y hace ocho aosque se desliza mi existencia entre el temor de no obtener sacrificios y el temor deser objeto de ellos. Quizs sea ridculo manifestar tan minuciosamente susimpresiones al soberano del mundo; ms lo que el mundo os ha dado, seor, esun genio poderoso y tratndose de observar el corazn humano V. M. conocedesde sus ms grandes resortes hasta los ms delicados. Mis hijos no tienencarrera, mi hija cuenta trece aos; dentro de poco ser necesario establecerla:sera por lo tanto un cruel egosmo obligarla a vivir en las inspidas mansiones enque me hallo condenada a permanecer. Tendra asimismo que separarme de ella!Esta vida no es soportable, y no conozco medio alguno en el Continente paraaliviarla. Que ciudad puedo elegir, en que el enojo de V. M. no ponga unobstculo invencible al establecimiento de mis hijos y a mi tranquilidad personal? V.M. ignora el terror que cansan los desterrados a la mayor parle de las autoridades

    de lodos los pases, y sobre este particular tendra que contar a V. M. que yoechaba de menos a Pars por el Museo y por Talma, y esto no pasa de ser unachanza agradable tratndose del destierro, esto es, de la desgracia que Cicern yBolingbroke han calificado de ms insoportable de todas; ms suponiendo que yoamase las obras maestras de las artes que la Francia debe a las conquistas de V.M., suponiendo que yo amase esas hermosas tragedias, imgenes del herosmo,sera V. M. quien me debiera vituperar por ello? La felicidad de cada individuo nose compone por ventura de la naturaleza de sus facultades? Y si el cielo me haconcedido talento, por qu no he de disfrutar de los goces que procuran las artesa mi imaginacin ? Cuando tantas personas piden a V. M. ventajas positivas detodas clases, por qu he de ruborizarme al pediros amistad, poesa, msica,

    pinturas, toda esa existencia ideal de que puedo gozar sin prescindir de la sumisinque debo al monarca de Francia?

    Esta carta desconocida mereca conservarse. Madama de Stal no era como se hasupuesto una enemiga ciega e implacable. No tuvo mejor xito en su pretensin que yo cuandome vi obligado a dirigirme del mismo modo a Bonaparte pidindole la vida de mi primo Armando.Alejandro y Csar se hubieran conmovido al leer aquella carta tan altiva escrita por una mujer detanta reputacin ; pero la confianza del mrito que se juzga e iguala al dominio supremo, aquellaespecie de familiaridad de la inteligencia que se coloca al nivel del dueo de la Europa para tratarcon l de corona a corona, no parecieron a Bonaparte sino la arrogancia de un amor propiodesmedido. Crease desafiado por todo cuanto tena algo de grande e independiente; la bajeza lepareca fidelidad, el orgullo sedicin ; ignoraba que el verdadero talento no reconoce Napolen esms que en el genio, y que tiene entrada as en los palacios como en los templos, porque esinmortal.

    Mad. Recamier y Mr. Mateo de Montmorency son desterrados.Mad.Recamier en Chalons.

    Mad. de Stal abandon a Chaumont y volvi a Coppet, y Mad. Recamier se apresur denuevo a marchar a su lado; Mr. Mateo de Montmorency la permaneci igualmente adicta, siendoambos desterrados a cuarenta leguas de Pars por haber ido a consolarla.

    Mad. Recamier se retir a Chalons-sur-Marne decidindose a ello por hallarse inmediata a

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    Montmirail, donde vivan Mres. de La Rochefoucauld y Doudeauville.

    La tirana general que reinaba entonces ha hecho que desaparezcan mil pormenores de laopresin de Bonaparte: temblaban los perseguidos el ver a sus amigos temiendocomprometerles, y estos no se atrevan a visitar a aquellos temiendo a su vez acarrearles algnaumento de rigor.

    El desgraciado proscripto, cual si fuera un contagiado, repelido de entre sus semejantes,permaneca en cuarentena por el odio del dspota. Bien recibido mientras que eran ignoradas sus

    opiniones de independencia, apenas eran estas conocidas todo el mundo le abandonaba; solopermanecan en su alrededor autoridades que espiaban sus relaciones, sus sentimientos, sucorrespondencia, sus pasos: tales oran los tiempos de dicha y de libertad.

    Las cartas de Mad. de Stal son un fiel trasunto de los padecimientos de aquella poca, enque los genios se hallaban amenazados a cada momento de verse unidos en un calabozo, y enque nadie se ocupaba sino de los medios de salvacin: cuando la libertad ha desaparecido,queda un pas, pero no existe ya la patria.

    Al escribir a su amiga, que no deseaba verla temiendo el mal que pudiera acarrearla, Mad.de Stal no lo deca todo: hallbase casada secretamente con Mr. de Rocca, de lo cual resultabauna complicacin de inconvenientes de que se aprovechaba la polica imperial. Mad. Recamier, aquien Mad. de Stal crea deber ocultar sus nuevas inquietudes se extraaba con justicia de laobstinacin de su amiga en prohibirle la entrada en se palacio de Coppet, y resentida de laoposicin de Mad. de Stal, por quien se haba sacrificado insisti en su propsito de ir reunirsecon ella.

    Todas las cartas que hubieran debido retener a Mad. Recamier no hicieron sino afirmarlaen su designio, parti, pues, y en Dijon recibi este fatal billete:

    Me despido de vos, ngel de mi vida, con toda la ternura de mi alma. Osrecomiendo a Augusto, quien despus de veros deseo que vuelva a verme a m.Sois una criatura celestial. Si hubiera vivido a vuestro lado habra sido muydichosa. El destino me arrastra en pos de s. Adis.

    Mad. de Stal no deba encontrar ya a Julieta sino en la hora de la muerte. El billete deMad. de Stal hiri como un rayo a la viajera: huir repentinamente, marcharse sin haber antesestrechado entre sus brazos a laque corra a participar de sus adversidades, no era esto porparte de Mad. de Stal una cruel resolucin? Le pareca a Mad. Recamier que la amistad hubierapodido ser menos arrastrada por el destino.

    Mad. de Stal march a Inglaterra atravesando la Alemania y la Suecia: el poder deNapolen era otro mar que separaba a Albin de la Europa, como el Ocano la separa delmundo.

    Augusto, hijo de Mad. de Stal, que haba perdido a su hermano en un duelo, se cas ytuvo un hijo que le sigui a la tumba a los pocos meses de su existencia. Con Augusto de Stal seextingui la posteridad masculina de una mujer ilustre, que no fue conocida Despus con elhonroso, aunque desconocido apellido de Rocca.

    Mad. Recamier en Lyon.Mad. de Chevreuse.Prisioneros espaoles.

    Sola Mad. Recamier y llena de dolor march desde luego a Lyon, su ciudad natal, endonde encontr a Mad. de Chevreuse tambin proscripta. Habase visto esta seora obligada porel emperador y adems por su propia familia a entrar en la nueva sociedad. Apenas se encontraraun nombre histrico que no consintiese en perder su honor antes que una hacienda. No bien sehall en las Tulleras. Mad. de Chevreuse, crey poder dominar en una corte salida del campo:

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    hermoso espectculo se complaca encantar con un acento veneciano y una voz agradable labarcarola: Opescator dell onda; Mad. Recamier le acompaaba al piano. El autor de Psyquis y dela Magdalena se deleitaba con aquella armona, y buscaba en las facciones de Julieta el tipo de laBeatriz que pensaba crear despus. Roma haba visto en otro tiempo a Rafael y Miguel ngelcoronar sus modelos en poticas orgias cantadas demasiado libremente por Cellini: cunto mssuperior no era aquella humilde escena tan pura entre una mujer desterrada y el tierno y sencilloCanova!

    Ms solitaria que nunca, Roma vesta en aquel momento el luto de viuda sin recibir ya desus tranquilos soberanos bendiciones que rejuvenecan su ancianos das en todas las maravillasde las artes. El rumor del mundo se haba alejado otra vez de ella; San Pedro estaba tan desiertocomo el Coliseo.

    He ledo las elocuentes cartas que la mujer ms ilustre de nuestra poca pasada escriba asu amiga; leed los mismos sentimientos de ternura expresados con la ms encantadora sencillezen el idioma de Petrarca, por el primer escultor de los tiempos modernos. No cometer elsacrilegio de intentar traducirlos.

    Domenica mattina.

    Dio eterno! siamo vivi, o siamo morti? lo voglio esser vivo, al meno perscrivervi: si, lo voule al mo cuore, anzi mi comanda assolutamente di farlo. Oh! serconoscete bene a fondo questo povero cuor mo, quanto, quanto mai ve nepersuadereste! Ma per disgrazia ma pare ch egli sin alquanto all oscuro per voi.Pazienza! Ditemi almeno come state di salute, s di pi non volete dire: benche miabbiate promesso di serivere e di scrivermi dolce. lo davero che avrei voluto vedervipersonalmente ni questi giorni, ma non vi poteva essere alcuna via di poterlo fare:anzi su diquesto vi dir a voce delle cose curiose. Conviene dunque che mi contentia forza, divedervi in spirito. In questo modo sempre mi siete presente, sempre viveggo, sempre vi parlo, vi dico taute, tante cose, ma tutte, tutie al vento, tutte!Pazienza anche di questo! gran fato che la cosa abbia dandure sempre in questo

    modo! voglio in tanto pero che siale serta, certissima che l anima ma vi ama moltopiu assai di quello che mai possiale credere ed imaginare.

    El pescador de Albano.

    Mad. Recamier haba socorrido en Lyon a los prisioneros espaoles; otra vctima aun delpoder que la sacrificaba a ella la dio ocasin de ejercer en Albano sus compasivos sentimientos:

    un pescador acusado de hallarse en inteligencia con los partidarios del papa haba sido juzgado ycondenado a muerte. Los habitantes de Albano suplicaron a la extranjera all refugiada queintercediera por aquel desgraciado. Acomparonla a la crcel, donde al ver la desesperacin delprisionero sus ojos se inundaron de lgrimas; aquel infeliz la suplic intercediese por l y lesalvara; pero esta splica era tanto ms desgarradora, cuanto que era imposible arrancarle delsuplicio. Era ya de noche y deba ser fusilado al amanecer del da siguiente.

    Madama Recamier, sin embargo, aunque persuadida de la inutilidad de sus gestin es, novacil un solo instante; llevronla un carruaje y parti en l sin la esperanza que dejaba alsentenciado. Atraviesa la campia infestada de ladrones llega a Roma y no encuentra al directorde polica. Esper dos nocas: en el palacio Fiano, contando los minutos de una vida cuyo fin seacercaba, y cuando lleg Mr. de Norvins le explic el objeto de su viaje. Respondiola este que yaestaba pronunciada la sentencia, y que l careca de los poderes necesarios para suspender suejecucin.

    Emprendi la vuelta Mad. Recamier con el corazn traspasado de dolor; pero antes dellegar a Albano el prisionero haba dejado de existir. Los habitantes esperaban a la francesa en el

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    camino, y apenas la hubieron reconocido se precipitaron a su paso. El sacerdote que habaasistido al paciente en su ltima hora la llevaba sus postreros votos: al morir, le dijo manifestabasu profunda gratitud a la dama, a quien no haba cesado de buscar con la vista en su trnsito alsuplicio encargndola al propio tiempo que rogase a Dios por l, porque a un cristiano le sobra yatodo cuando ha salido de este mundo. El sacerdote acampan a Mad. Recamier a la iglesia,adonde la siguieron una multitud de lindas albanesas. El pescador fue fusilado a la hora en quelos rayos del sol heran su ya hurfana barquilla y las playas que l acostumbraba correr con ella.

    Para aborrecer a los conquistadores sera necesario conocer todas las vejaciones quecausa; sera necesario ser testigo de la indiferencia con que sacrifican a les ms inofensivosseres en algn rincn del globo donde jams pisaron sus plantas. De qu servan a los triunfosde Bonaparte los das de un pobre tejedor de redes de los estados romanos? A no dudarlo, jamssupo que haba existido aquel triste pescador, ni conocido siquiera en medio de su estrepitosalucha con los reyes el nombre de su plebeya vctima.

    El mundo no ve en Napolen masque victorias; las lgrimas sobre que se hallancimentadas las columnas triunfales no caen de sus ojos. Yo pienso, s n embargo, quede esossufrimientos despreciados, de esas calamidades de los humildes y pequeos se forman en losconsejos de la Providencia las causas secretas que precipitan de hecho al dominador. Lasinjusticias particulares se acumulan de tal modo que inclinan la balanza de la fortuna. Hay sangre

    muda y sangre que clama: lo sangre vertida en los campos de batalla la absorbe silenciosa latierra, la sangre derramada pacficamente salta gimiendo al cielo; Dios la recibe y la venga:Bonaparte quit la vida al pescador de Albano; algunos meses despus l se hallaba proscriptoentre los pescadores de la isla de Elba y muri por ltimo entre los de Santa Elena.

    Se le apareca a Mad. Recamier en medio de los estepares del Tber y del Ao, mi vagaimagen, apenas delineada en su memoria? Yo haba pasado ya por aquellas melanclicassoledades; haba dejado en ellas una sombra honrada con el llanto de los amigos de Julieta.Cuando la hija de Mr. de Montmorin (Mad. de Beaumont) muri en 1803, Mr. Necker y Mad. deStal me escribieron las sentidas cartas de psame, que vio el lector, y estas cartas de Coppet,recibidas en Roma casi antes de haber conocido a Mad. Recamier; eran el primer indicio de unaafinidad de sino. Mad. Recamier me dijo tambin varias veces que mi carta de 1803 a Mr. deFontanes le serva de gua en 1814, y que relea muy a menudo este prrafo.

    Todo el que no tenga ya lazo alguno en la vida, debe irse a Roma. Allencontrar por saciedad una tierra que alimentar sus reflexiones, y ocupar sucorazn, y paseos que le dirn algo. La piedra que pise le hablar; el polvo que elaire levante bajo sus plantas encerrar alguna grandeza humana. Con quseductor encanto, si es infeliz, si uni las cenizas de los que am a tantas ilustrescenizas, no pasar del sepulcro de los Escipiones al postrer asilo de un amigovirtuoso!... Y si es cristiano, ab! cmo podr en este caso alejarse de aquel suelo,convertido en patria; de aquel suelo que vio nacer otro imperio, ms santo en su

    cima, ms grande en su poder que su predecesor; de aquel suelo en el cual losamigos que perdimos durmiendo con los mrtires en las catacumbas, bajo la divinalmirada del padre de los fieles, parecen deber ser los primeros en despertar a la parque los ms cercanos al cielo?

    Pero en 1814 yo no era para Mad. Recamier ms que un lazarillo vulgar, a la disposicinde todo viajero: ms afortunado en 1823 haba cesado de serle desconocido, y podamos hablarjuntos de las ruinas romanas.

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    Mad Recamier en Npoles.El duque de Rohan.Chabot.

    Llegado el otoo fue Mad. Recamier a Npoles, y cesaron las ocupaciones que laentretenan en su soledad. Apenas se ape en la posada acudieron a visitarla los ministros delrey Joaqun. Murat olvidando la mano que troc su ltigo en cetro estaba dispuesto a unirse a la

    coalicin. Bonaparte haba elevado su espada en medio de la Europa, como los galos clavabansus machetes en medio del Mallus; y en torno a la espada de Napolen se haban colocadoformando crculo, los reinos que el conquistador distribua a su familia. Recibi Carolina el deNpoles, y si bien no era la esposa de Murat un camafeo antiguo tan elegante como la princesade Borghese, tena fisonoma ms expresiva a la par que ms talento que su hermana. Y en laenerga de su carcter, se conoca que la sangre de Napolen corra por sus venas. Si ladiadema no hubiera sido para ella el adorno de la cabeza de una mujer, hubiera sido todava lainsignia del poder de una reina,

    Recibi Carolina a Mad. Recamier con amabilidad tanto mayor por cuanto la opresin de latirana hacia sentir su peso hasta en el mismo Prtici. No obstante, la poblacin que posee latumba de Virgilio y la cuna del Tasso, esa poblacin en que vivieron Horacio, Tito Livio, Boccaccio

    y Sannazar, y en la que nacieron el Dante y Cimarosa, haba sido embellecida por su nuevoseor. Habase restablecido el orden: ya los lazzaroni no jugaban a los bolos con cabezashumanas para divertir al almirante Nelson y lady Hamilton. Las subterrneas vas de Pompeya sehaban extendido; y serpenteaba en el Pausilipo un camino que yo coste en 1803 para ir aLinterna a tomar datos sobre el retiro de Escipin. Las nuevas dinastas, hijas de la militar, habanbocho renacer la vida en comarcas que ostentaban poco antes la moribunda languidez de unaraza caduca. Roberto Guiscard, Guillermo Brazo de hierro, Roger y Tancredo, parecan baborresucitado.

    Hallbase Mad. Recamier en Npoles en el mes de febrero de 1814: dnde estaba yo?en mi Valle de los lobos, empezando la historia de mi vida, y ocupndome en los juegos de miinfancia al son de las pisadas de soldados extranjeros. La mujer cuyo nombre deba cerrar estasMemorias vagaba en las playas de Baies. La siguiente pintura que hice en los Mrtires parece serun presentimiento del bien, que procedente de aquella tierra deba yo recibir.

    Todas las maanas en cuanto empezaba a despuntar la aurora, me dirigaa un prtico para ver la salida del sol que poco a poco iba iluminando con sussuaves rayos la cordillera de montaas de Salerno; et atollado mar sembrado conlas blancas lonas de los pescadores, las de Cprea, de Olenana y de Prochta, loscabos del Misena y Baies con todos sus encantos.

    Las flores y los frutos humedecidos por el roco, son menos suaves y notienen tanta frescura como el paisaje de Npoles, al abandonar las sombras de lanoche. Sorprendame siempre al llegar al prtico, encontrarme en la orilla del mar,pues en este sitio las tranquilas olas apenas dejan percibir el ligero murmullo deuna fuente; extasiado ante este cuadro sublime, apoybame contra una columna, ysin ideas, sin deseos, sin proyectos, permaneca horas enteras respirando unambiente delicioso. Era tan profundo el encanto que experimentaba, quemepareca que aquellas brisas divinas transformaban mi ser y me alzaban con unplacer indecible hasta el firmamento, como si fuera un espritu... Esperar o buscarla belleza, verla adelantarse en una barquilla y sonrernos desde en medio de lasondas, surcar con ella el mar, sembrando de flores su superficie, seguir a laencantadora hasta el fondo de esos bosques de mirtos, y por los dichosos Campos

    en que Virgilio coloc el Elseo, tal era nuestra ocupacin diaria...Quizs existan climas peligrosos a la virtud por su extremadavoluptuosidad, y tal vez sea una alegora de ella la ingeniosa fbula en que secuenta que Parthenope fue edificada sobre la tumba de una sirena. El afelpadobrillo de los campos, la suave temperatura del aire, la cima de aquellas montaas

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    tan bien contorneadas, las suaves inflexiones de los ros y de las selvas tienen enNpoles tanta seduccin que nada turba el reposo general...

    Para evitarlos calores del medio da nos retirbamos a la parte de! palacioconstruida debajo del mar. Acostados all en camas de marfil oamos el murmullode las olas encima de nuestras cabezas, y si nos sorprenda alguna tempestad enel fondo de nuestro retiro, los esclavos hacan arder el nardo ms precioso de laArabia en ricas lmparas. Entraban entonces jvenes napolitanas con jarrones de

    Nola llenos de rosas de Paestum, y mientras por fuera mugan las liguas, aquellasninfas cantaban y hallaban a nuestra vista, lo cual me traa a la memoria lascostumbres de la Grecia: as, pues, se realizaban para nosotros las ficciones de lospoetas; hubirase dicho que aquellos eran los juegos de las Nereidas en la grutade Neptuno.

    Madama Recamier encontr en Npoles al conde de Niper y al duque de Rohan-Chabot;el uno deba subir al nido del guila, y el otro vestir la prpura. Se ha dicho del ltimo que habaestado consagrado al color rojo, porque visti el uniforme de chambeln, el de cazadores de laguardia y el manto de cardenal.

    El duque de Rohan era sumamente hermoso, y aunque puramente por adorno manejabaalgn tanto la lira y el pincel, distinguindose particularmente por la extremada coquetera queempleaba en su tocado. Siendo abate se rizaba su piadosa cabellera con una elegancia de mrtir.Predicaba al oscurecer en sombros oratorios, cuidando de que dos o tres bujas colocadas conarte, alumbrasen solo con una media tinta, cual si fuera un cuadro, su plido rostro.

    No se comprende al pronto como hombres tan ufanos de un ilustre apellido, han podidocolocarse bajo la dependencia de un aventurero afortunado. Considerndolo de cerca seencuentra que esta aptitud para servir, provena naturalmente de sus costumbres: acostumbradosa la servidumbre se ocupaban poco de los cambios de librea con tal de que el amo habitase enpalacio bajo el mismo concepto. El desprecio de Bonaparte les hacia justicia: este gran soldadoabandonado de los suyos, dijo cierto da con reconocimiento a una gran seora: en realidad solo

    vos habis servido.La religin y la muerte han borrado algunas debilidades, aunque bien perdonables por otra

    parte, del cardenal de Roban. Sacerdote cristiano, consum en Basanzon su sacrificio,socorriendo al desdichado, alimentando al pobre, vistiendo al hurfano y empleando en buenasobras su vida cuyo curso abreviaba naturalmente el triste estado de su salud.

    Lector, si te impacientas con estas citas, con estas narraciones, piensa en primer lugar quequizs no hayas ledo mis obras, y adems, en que yo ya no puedo escucharte, porque duermobajo !a tierra que pisas: si me odias, hiere esa tierra, pero no insultars ms que a mis huesos.Piensa tambin en que mis escritos forman una parte esencial de usa existencia cuyas pginasdescribo. Ah! por qu no habrn tenido un fondo de verdad mis cuadros napolitanos! por que la

    hija del Rdano no fue la mujer real de mis imaginarias delicias! Pero no; si yo era Agustn,Gernimo o Eudoro, lo era sin compaa, pues mi estancia en Italia se anticipa a la de la amigade Corina. Dichoso yo si hubiera podido tender a sus pies como una alfombra de flores mi vidaentera! Pero mi vida es tosca y sus asperezas hieren. Puedan a lo menos mis ltimos momentosreflejar la ternura y el encanto sobre los das de aquella que tan plcidos torn los mos, deaquella que siempre fue amada de todos, y de quien jams nadie tuvo la menor queja.

    El rey Murat: sus cartas.

    Murat, rey de Npoles, naci en 25 de mayo de 1771 en la Bastida, cerca de Caos, perodisgustronle las letras, sent plaza en los cazadores de las Ardenas, desert y se refugio enPars. Admitido en la guardia constitucional de Luis XVI, obtuvo Despus del licenciamiento de

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    dicha guardia, una subtenencia en el undcimo regimiento de cazadores de caballera. Fuedestituido como terrorista a la muerte de Robespierre; lo mismo le sucedi a Bonaparte, y ambosmilitares quedaron sin recursos. Recuper Murat el perdido favor el 13 de vendimiario, y fuenombrado ayudante de campo de Napolen. Hizo bajo sus rdenes las primeras campaas deItalia, tom la Valtelina, y la reuni a la repblica cisalpina: estuvo en la expedicin de Egipto, sedistingui en la batalla de Abukir, y de regreso a Francia con su jefe, recibi de este el encargo dedesalojar al consejo de los Quinientos y la mano de su hermana Carolina. Murat mandaba lacaballera en la batalla de Marengo, y gobernador de Pars cuando se fusil al duque de Enghien,deplor entre si, de un asesinato que no tuvo el valor de condenar en alta voz.

    Cuado de Napolen y mariscal del imperio, entr Murat en Viena en 1806. Contribuy alas victorias de Austerlitz, Jena, Eylau y Friendland, fue ascendido a gran duque de Berg, einvadi la Espaa en 1808.

    Napolen le volvi a llamar a su lado, y le dio la corona de Npoles. Proclamado rey de lasDos Sicilias en 1. de agosto de 1808, agrad a los napolitanos por su boato, por su traje teatral,por sus cabalgadas y por sus fiestas.

    Llamado en calidad de gran vasallo cuando la invasin rusa, volvi a presentarse en todaslas batallas, habindole sido confiado el mando en la retirada de Smolensko a Wilna. Despus dehaber manifestado su descontento, dej el ejrcito a ejemplo de Bonaparte, y fue a calentarse al

    sol de Npoles, como su capitn lo haba hecho a las chimeneas de las Tulleras. Estos hombresde triunfos no pueden acostumbrarse jams a los descalabros. Entonces empezaron susrelaciones con el Austria: volvi a aparecer aun en los campos de Alemania en 1813, volvi aNpoles despus de perdida la batalla de Leipsick. y reanud sus relaciones austro britnicas.Ante; de entrar en una alianza completa. Murat escribi a Napolen una carta que yo le he odoleer a Mr. de Mosbourg: deca en esta carta a su cuado, que haba encontrado a la pennsulamuy agitada, que los italianos reclamaban su independencia Nacional, la que si no los eradevuelta, era de temer se uniesen a la coalicin de la Europa, aumentando de este modo lospeligros de la Francia. Suplicaba a Napolen hiciera la par, nico medio de conservar tanhermoso y potente imperio. Que si Bonaparte rehusaba escucharle, el Murat, abandonado en unextremo de Italia, se vera precisado a dejar su reino o abrazar los intereses de la libertad italiana.Esta razonable carta no tuvo contestacin en muchos meses; Napolen por lo tanto no pudoechar en cara con justicia a Murat el haberle hecho traicin.

    Obligado Murat a decidirse con prontitud, firm el 11 de enero de 1814 un tratado con lacorte de Viena, por el cual se obligaba a suministrar a los aliados un cuerpo de treinta milhombres. Por premio de esta defeccin.se le garantizaba su reino napolitano y su derecho deconquista sobre las Marcas pontificales.

    Madama Murat haba declarado esta importante transaccin a Mad. Recamier. En elmomento de deClararse abiertamente, Murat en extremo conmovido encontr a Mad. Recamieren casa de Carolina y la pregunt, qu pensaba del partido que iba a tomar, suplicndola tuvieseen cuenta los intereses del pueblo cuyo rey era. Mad. Recamier le dijo: Sois francs y debis

    permanecer fiel a los franceses. Mural con el rostro demudado contest: Luego soy fintraidor? qu hacer? ya es demasiado tarde! Y abriendo con violencia una ventana sealo conla mano la flota inglesa que entraba en el puerto a velas desplegadas.

    Hallbase el Vesubio en una de sus erupciones y arrojaba llamas. Dos horas despusestaba Murat a caballo a la cabeza de sus guardias, y rodebale la multitud gritando: Viva el reyJoaqun! Loco de alegra el valiente soldado pareca haberlo olvidado todo. Al da siguiente, enuna funcin extraordinaria dada en el teatro de San Carlos, fueron recibidos el rey y la reina confrenticas aclamaciones nunca vistas en los pueblos que estn aquende los Alpes. Aplaudiosetambin al enviado de Francisco II; pero el palco del ministro de Napolen estaba desierto, yMurat apareci turbado de ello, cual si en el fondo de de aquel palco hubiese visto el espectro de

    la Francia.El ejrcito de Murat, puesto en movimiento el 16 de febrero de 1814, oblig al prncipeEugenio a replegarse sobre el Adige. Napolen que haba obtenido al principio un xitoinesperado en Champan, escribi a su hermana Carolina cartas que fueron sorprendidas por losaliados y comunicadas al parlamento de Inglaterra por lord Castlereagh; le deca en ellas:

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    Vuestro marido es muy valiente en el campo de batalla, pero es ms dbilque una mujer o un fraile cuando no ve al enemigo. Carece de todo valor moral: hatenido miedo y ha aventurado el perder en un momento lo que solo puedeconservar por mi y conmigo.

    En otra carta dirigida al mismo Murat; deca Napolen a su cuado: Supongo que noseris de aquellos que juzgan ya muerto al len; si hicierais semejante clculo sera errado..: Me

    habis hecho cuanto mal habis podido desde vuestra partida de Wilna. El ttulo de rey os hatrastornado la cabeza; si deseis conservarlo conducos como es debido.

    Murat no persigui al virrey ms all del Adige; titubeaba entre los aliados y los francesessegn se presentaba a Bonaparte la fortuna prspera o adversa.

    En los campos de Brienne, donde Napolen fue educado por la antigua monarqua, dabaaquel en honor de esta el ltimo y ms admirable de sus sangrientos torneos. Favorecido por loscarbonari, Joaqun ora quera declararse el libertador de Italia, ora esperaba dividirla entre l yBonaparte vencedor.

    Una maana lleg a Npoles un correo con la noticia de la entrada de los rusos en Pars.Mad. Murat hallbase aun en la cama y Mad. Recamier sentada a la cabecera hablaba con ella

    de cosas indiferentes, cuando dejaron sobre el lecho un enorme paquete de cartas y peridicos.Entre estos se encontraba mi folleto titulado Bonaparte y los Borbones.Al verle la reina exclam:

    Ah! he aqu una obra de Mr. de Chateaubriand; la leeremos juntas. Y prosigui abriendola correspondencia.

    Madama Recamier tom el folleto, y Despus de haber echado una ojeada sobre l, le dejen donde estaba, diciendo a la reina: Seora, vos le leeris sola, porque tengo necesidad devolverme al instante a casa.

    Napolen fue confinado a la isla de Elba: la Santa Alianza con una rara destreza le habacolocado en las costas de Italia. Murat supo que en el congreso de Viena se trataba de despojarlede los estados que no obstante le haban costado a tan alto precio, y entonces se entendi

    secretamente con su cuado, nuevo vecino suyo. Siempre ha causado admiracin de que tuvieraNapolen parientes: quin conoce el nombre de Arideo, hermano de Alejandro?

    En el trascurso del ao de 1814, el rey y la reina de Npoles dieron una fiesta en Pompeya,ejecutndose una excavacin al comps de una msica armoniosa: las ruinas que hacandesenterrar Carolina y Joaqun no les revelaban su propia ruina: en los confines de la prosperidadsolo se oyen los ltimos conciertos del sueo que desaparece.

    Cuando acaeci la paz de Pars, Murat formaba parte de la Santa Alianza. Devuelto elMilanesado al Austria, retirronse los napolitanos a las Legaciones romanas, y as que Bonaparte,Despus de haber desembarcado en Caunes, entr en Lyon, perplejo Murat cambio de intereses,sali de las Legacin es, march con cuarenta mil hombres hacia la alta Italia enarbolando labandera de Napolen, y rehus en Parma las condiciones que los austracos aterrados le ofrecan

    aun. Todo hombre tiene en la vida un momento crtico, que bien o mal aprovechado, decide de suporvenir.

    Rechaza el barn de Firmont las tropas de Murat, toma la ofensiva, y las lleva, batin